Espanto, un monstruito amigable. Escritora Argentina. Cuentos de monstruos. Tema del cuento: La amistad
Dicen que había un pueblo en el que sólo habitaban monstruitos. Un pueblo pequeño y alejado de los otros pueblos. Dicen también que sus habitantes tenían diferentes tamaños y eran de muy distintos colores, pero todos muy feitos y monstruos al fin. Era un pueblo solitario, nadie lo visitaba, ni siquiera se detenían aunque más no fuera por un ratito cortito. Sus habitantes no eran monstruos malos, sino picarones. Vaya a saber por qué razón habían nacido con esas largas narices o pelos hasta los pies; cabezas gigantes o patas tan altas como rascacielos. Por naturaleza les gustaba asustar. En realidad, como no llegaba ningún extraño, se asustaban entre ellos. Mucho miedo no les daba en rigor de verdad, pero peor era aburrirse como hongos. En el pueblo había un monstruito llamado Espanto. No era lo que se dice bonito, pero sí vistoso. Era de color verde fluorescente y tenía una trompa parecida a la de un elefante, pero más finita. Ojos saltones y patas flacas y largas. Espanto era diferente al resto, no disfrutaba de asustar a nadie, ni siquiera a sus vecinos. Vivía esperando que alguien pasara por allí para conocer gente y hacerse amigos, pero esto parecía algo imposible. Espanto se daba cuenta que nadie se animaba a visitar el pueblito. El no quería que le temieran, sino que lo quisieran. Deseaba tener amigos, ni más, ni menos. Parecía algo difícil para alguien de color verde fluo, trompa similar a la de un elefante y ojos saltones. Sabiendo que nadie llegaría, un día partió de su pueblo en busca de personas a quienes ofrecerles todo lo que su corazón tenía para dar. Todos le dijeron que estaba loco, que nadie le prestaría atención, es más, que saldrían corriendo al verlo. Un problema a resolver era que en el pueblo de los monstruitos no se saludaban con un “hola”, sino con un “buuu”. Espanto sabía que no sería una buena forma de acercarse a alguien, sin que saliera corriendo. Aún así partió. Con una mochilita a cuestas y el firme propósito de no dejar escapar ningún “buuu”, emprendió su viaje en busca de amigos. En el primer pueblo que visitó no le fue muy bien que digamos. La primera persona que vio fue una mujer que colgaba la ropa de una soga en su jardín. Tal fue el entusiasmo de Espanto, quien en el apuro por saludar, se olvidó de su propósito y le salió un “buuu” largo y sostenido. La pobre señora salió corriendo, revoleando las medias y calzones por todo el jardín. Inútiles fueron los intentos del monstruito por convencer a la pobre señora que venía en son de paz y que sólo buscaba su amistad. Desilusionado y con la cabeza gacha fue a visitar otro pueblo. Esta vez, se