C Infante IN MEORIAM

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Guillermo Cabrera Infante In memoriam

Humo sagrado Por Edilberto Aldán Debo confesar, no obstante, que estoy convencido de que fumar no es precisamente escribir. Los puros, de hecho, son como el cine: un arte que es industria, una industria que hace arte. Como las películas, los puros son el material de que están hechos los sueños. Llamo felicidad a sentarme solo en el lobby de un viejo hotel después de una cena tardía, cuando se han apagado las luces de la entrada y solamente se distingue, desde mi cómoda butaca, al portero en su vigilia. Es entonces cuando fumo mi puro en paz, tranquilo en la oscuridad: lo que fue antaño una hoguera primitiva en el bosque, transformado ahora en las ascuas civilizadas que relucen en la noche como el faro del alma. Al vestir mi puro en elegías, yo, el peor Tíbulo, paso a ser vestíbulo. Guillermo Cabrera Infante. Holy Smoke. Puro humo La mano de un hombre va hacia su rostro, tan lentamente que pareciera que no va a llegar, extiende los dedos, toma el tabaco que pende de sus labios, lo aleja, la fumarada cubre sus gestos, no es necesario observar su expresión para saber que está recordando, lo indican las volutas que lo rodean, así suele asociar el cine el humo a la memoria, imagen que funciona también para reunir las pasiones de Guillermo Cabrera Infante: cine y literatura, pero sobre todo una: el recuerdo. La escritura de este autor es la de un desterrado que se empeña en reconstruir el paraíso. El exilio suele ser doloroso, en especial si el desarraigado se obstina en recuperar la tierra a la que pertenecía, sin embargo, el dolor no necesariamente anula el sentido del humor, no al menos en Cabrera Infante, así lo demuestran sus ensayos políticos (recopilados en Mea Cuba) en que cada párrafo tras párrafo el autor ofrece una visión ética del desastre en que se ha transformado su isla bajo la tiranía de Fidel Castro sin renunciar a divertirse, los señalamientos, las denuncias invariablemente están realizadas en forma mordaz, con un sentido del humor ácido que no deja títere sin cabeza, en especial si se trata de subrayar las contradicciones de un régimen cuyos defensores suelen dejar a un lado de la discusión política las libertades elementales, escribe Cabrera Infante: “Aunque el programa educativo fuese un éxito, que no lo es, ¿de qué sirve enseñar el alfabeto a millones cuando un solo hombre decide lo que se va a leer, en Prusia como en Rusia? O en Cuba”. Uno de los contrincantes más difíciles de vencer es aquel que a sus argumentos acompaña con datos duros y sentido del humor, de ahí que —sobre todo inmediatamente después de su salida de la isla— se relegara a Cabrera Infante a su papel de disidente resentido, lo que fue una forma de opacar su deslumbrante ejercicio literario. Una escritura que decidió escribir en cubano, como lo señala en la advertencia a Tres tristes tigres: “El libro está en cubano. Es decir, escrito en los diferentes dialectos del español que se hablan en Cuba y la escritura no es más que un intento de atrapar la voz humana al vuelo”, novela con que ganó el Premio Biblioteca Breve de Seix-Barral a mediados de la década de los sesenta, libro imprescindible, donde a la manera de Joyce, humor y lenguaje son los verdaderos protagonistas. El autor de La Habana para un Infante difunto entendía la escritura como una forma de atrapar la voz humana al vuelo, lo que no significa que sea la mera transcripción del habla, sino la elaboración de una estructura narrativa en la que se recrea una forma de percibir el mundo, especialmente en sus cuentos (Todo está con espejos y Delito por bailar el chachachá) como en La duración del tiempo: “Yo que veo aquello y que me avalanso sobrel tipo como si fuera ete tipo, Jonguáune, el de la película vaquero, quetá nel desierto y to lleno e polvo ve como eta tipa, Lanatunrne, mu tiposa ella, baretosa, con su tetrona asi dupuetta y una sonrisa doreja oreja, qu’e como desil a to el ancho ala pantalla, letá enseñando una botella con aua y un vaso daua, y el tipo éte que levanta la mano y se sonríe polque aua (que tanto nesesita) ahí la tiene y el tipo loquetá soñando polque to noemá q’un epejimo, visione: cosa désa”. No sobra subrayar una de las más evidentes pasiones de Cabrera Infante: el cine, fundó la Cinemateca de Cuba y escribía lúcidamente sobre él: Un oficio del siglo XX, Cine o sardina y Arcadia todas las noches, en este último volumen se recopilan algunos ensayos, uno en especial llama la atención, el dedicado a Orson Welles, leerlo es convocar la voz del autor, quien demuestra su erudición a través de un sentido del humor implacable. En Tres tristes tigres y en cuentos como “Abril es el mes más cruel” y “Un jefe salvado por las aguas” es posible leer al mejor Cabrera Infante, el de la sabiduría desbordada, generosa a través del humor, la del juego de palabras, la frase precisa y juguetona que sirve para definir con unas cuantas palabras los rasgos y actitudes de un personaje, además de servir como pie al ingenio de la cita culta, la anécdota jocosa que funciona a varios niveles, Puro Humo libro imprescindible para cualquier amante del tabaco es una muestra. En 1985 The Overlook Press publica Holy Smoke un libro escrito directamente al inglés por el cubano Cabrera Infante, una delicia que quince años después tradujo al español, en este volumen repasa la historia del tabaco desde su descubrimiento en América, con inusual sentido del humor y en cada página estallidos de pirotecnia verbal, suma de juegos de palabras y referencias que van del son a la música clásica y del cine norteamericano a las más elitistas de las expresiones culturales.

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