Arrimón
Cultural Suplemento de la revista Anomalía
¿QUÉ COSA ES EL GÉNERO?
Citlalli Sánchez
PERSPECTIVAS DE GÉNERO Y DIVERSIDAD SEXUAL EN LOS DISCURSOS ACTUALES
José Mendivil
Mayo 2016
Breve y pasajero instante es la pubertad Xilote Ibarra
REPRESENTANTE LEGAL: Ernesto García CONSEJO EDITORIAL: Aleqs Garrigóz DISEÑO EDITORIAL: Gaspar Kú CONTACTOS: revistanomalia@gmail.com anomaliasalvaje. tumblr.com Facebook: Anomalía Revista Cultural
Historias, Capítulo II Anonimato multimedia Xilote Ibarra
¿QUÉ COSA ES EL GÉNERO? Citlalli Sánchez
El género, esa palabra que se repite cada vez más, la oímos en la radio: horizontes para una equidad de género, violencia de género, estudios de género, etcétera. Pero a ciencia cierta muchas y muchos no saben a qué se refiere, se llega a un sinfín de equívocos, como por ejemplo, que la violencia de género es la violencia ejercida hacia las mujeres, homologando género con mujer. Esta confusión ha llevado a pensar que el género y sus estudios es cosa de mujeres, es su lucha por la igualdad, un asunto que, visto así, le corresponde a la mitad de la población mundial; la otra mitad puede acompañar y solidarizarse con sus compañeras. Y de las disidencias sexuales ni hablar. Comprendido así, el género es algo que compete según lo que se tenga entre las piernas, el sexo. Pero entonces, ¿cuál es la diferencia entre el sexo y el género? Pues justo en esta diferenciación se basa la crítica de los estudios de género y su lucha. Dicho simplemente: que lo que se tenga o no entre las piernas no tiene por qué determinar, moldear y performar a las personas y su relación con los demás. El sexo tendría que ser irrelevante para una gran cantidad de experiencias que la persona tendrá; pero, por el contrario, el sexo es algo que urgentemente, y aún en el vientre materno, se debe auscultar y demarcar: no sea que nos equivoquemos de colores, de tonos o de tacto. Una vez nombrado según los órganos reproductores como niño o como niña, puedes ser colocado en alguno de los dos géneros, para lo cual hay diversas instituciones que se encargarán de repetirte los patrones que corresponden al género según el órgano; desde la familia, la escuela, el trabajo, la iglesia. Todos esperan que tu comportamiento corresponda a los patrones que se le han asignado a tus órganos. Por ejemplo, si tienes testículos se espera que seas fuerte y que, por tanto, evites cualquier expresión de debilidad; de lo contrario caerías en el peligro de ser nombrado “marica”, una transgresión que la minuciosa división no se puede permitir, porque marica es como un hombre-mujer, es tener
testículos y no corresponder a ellos, es poner en peligro el frágil equilibrio que relaciona socialmente, pero como si de una relación natural se tratase, nuestros órganos con nuestro comportamiento. Por otro lado, si se tiene una vulva se da por sentada la debilidad, que se alimenta además con incómodos vestidos y huaraches que no permiten a las niñas correr y fortalecer sus músculos, pues se da por sentado que no los necesitan, y que si los tienen y los remarcan podrían volverse marimachas, una especie de mujeres-hombres que vuelven a poner en peligro la delgada línea del sistema sexo/género. La correspondencia entre órganos y género resulta ilusoria y muy limitada. Hay numerosas personas, si no es que en cierta medida todas, que no encuentran inscritos en sus cuerpos esta relación. El feminismo y las disidencias sexuales son un buen ejemplo de esto. Así que podríamos decir que la correspondencia entre un órgano reproductor femenino y el género mujer no es una relación obvia, sino forzada. El género, limitado a las dos opciones que comúnmente se aceptan, esto es: hombre o mujer, performa el comportamiento de la persona, y excluye o censura otros comportamientos; performa el modo de vestir y de hablar, el modo en que se dirigen a alguien, la jerarquía familiar, social y laboral, y hasta el ingreso al que se puede aspirar; todo ello por –así de absurdo– por lo que se tiene entre las piernas. Cuando esta relación es cuestionada o expresada en su absurdo hay una dura y dolorosa reacción. En el Manifiesto contrasexual, Beatriz Preciado nos habla de las prácticas quirúrgicas a las que son sometidas las personas intersexuales, es decir, aquellas a las que no se les pudo asignar con certeza un género, puesto que su sexo tampoco estaba delimitado; estas personas nacieron sanas, pero fueron sometidas a tratamientos quirúrgicos con desenlaces atroces en algunas ocasiones por la urgencia que los médicos, los padres y aun los maestros tienen de poder nombrar en alguna de estas dos categorías a los miembros de una sociedad: todos los que no entren en esas únicas dos posibilidades de ser son considerados monstruos. ¿Qué temor esconde esta prisa por nombrarnos, por poder catalogarnos? ¿Por qué las disidencias sexuales parecen tan escandalosas? ¿Por qué y a quiénes molesta tanto desdibujar los géneros, corromperlos o intercambiarlos? ¿Qué
hay detrás de toda esta violencia de género, que entonces no podemos ya entender como violencia contra las mujeres? ¿Qué cuestionan el género y las disidencias sexuales? A finales de los 60´s y principios de los 70´s, los antipsiquiatras Laing y Cooper nos hablaron sobre la familia, esa sacrosanta institución que no conoce ni reconoce a sus miembros. Me explico. Para Laing, la familia es el lugar del no encuentro, pues lo que menos hacen ahí sus miembros es conocerse. La familia es un guion: se establece una estructura, una jerarquía que hay que seguir, la labor de sus miembros está en revisar que el otro continúe las líneas; no hay un reconocimiento como personas: se es padre, hija o madre; y esta estructura la vemos repetirse en la escuela en el trabajo, otros guiones. Del mismo modo con el género: no importa la singularidad de la persona, lo que importa es su papel en la estructura; por eso urge que antes incluso de su nacimiento podamos determinar su sexo, es preciso saber qué líneas y qué tratamiento ha de asignársele a una persona. A pesar de los intersexuales, de las disidencias y de todas aquellas personas que no encontramos en nuestros órganos una relación directa con nuestro comportamiento, siguen proliferando artículos pseudocientíficos que intentan naturalizar y justificar esta relación, se afirma que determinada parte del cerebro de una persona con un órgano sexual femenino es más emocional, a diferencia de la que tiene testículos que suele ser más cerebral y hay innumerables comparaciones que naturalizan la relación. Este tipo de artículos me recuerdan a la frenología del siglo XIX, una pseudociencia que era ampliamente reconocida y que afirmaba la superioridad racial de los europeos sobre los africanos basándose en el estudio del cráneo. Tan absurdos y reduccionistas me parecen estos estudios como aquéllos, contribuyendo a nuestro obcecado mundo unidimensional, naturalizando la discriminación, la denigración, la violencia y el acoso hacia las personas, no sólo aquellas que se salen del plato dual del género, sino de todas aquellas que no cumplimos con el ideal máximo de occidente, como denuncia Braidotti, el de ser un hombre blanco y moderno. El resto podemos vivir al margen. Ahora, ser lo otro no es lo que molesta. A nadie molestaría que se le dijese mujer,
indígena, lesbiana, indio, gay, puta, marica o raro, si no fuese porque al pronunciarlo se nos relega a la clandestinidad de quien no se encuentra donde su órgano sexual, sus rasgos o su tez “naturalmente” le indican que debería estar; somos los proscritos y como tal debemos vivir al margen, como minorías a las que, en el mejor de los casos, se les acoge con indulgencia y paternalismo, sino es que se les violenta hasta grados siniestros, como lo demuestra el caso de Agnes Torres. Así el género y sus estudios vienen a denunciar no tan sólo el absurdo de una relación entre los órganos, el comportamiento y la estructura social, sino el absurdo de toda etiqueta; así, el género, más que un asunto de mujeres, se vuelve un problema que cala en la estructura social e inevitablemente se alía con cualquier lucha por desetiquetarnos, por poder mostrarnos como personas en una identidad construida desde la originalidad y no desde un guion trazado desde lo ajeno. En este sentido, cuestionarnos por el género es también un esfuerzo del pensamiento por encontrar nuestros propios modos de existencia, cuestionando e invirtiendo valores que hasta hace no mucho se tenían por certeros y obvios: desde la heterosexualidad, la familia, la reproductividad, las jerarquías sociales, etcétera. Los proscritos, los marginados y las minorías se vuelven cada vez más –ante el absurdo y la hipocresía social– una mayoría.
Citlalli estudió Filosofía en la Universidad de Guanajuato. Ha colaborado con la revista Dédalo de la Dirección Municipal de Cultura de Guanajuato. Participó en el Seminario de Estudios de Género de su casa de estudios. Cursó también la Maestría en Artes de la misma universidad. Actualmente dirige las actividades del foro-café El Lechón Ilustrado.
Historias, CapĂtulo I Anonimato en la ciudad Xilote Ibarra
PERSPECTIVAS DE GÉNERO Y DIVERSIDAD SEXUAL EN LOS DISCURSOS ACTUALES José Mendivil
Los estudios de género y de la diversidad sexual representan una parte significativa de los cambios en la manera de pensar y hacer la filosofía. Son una muestra de los cambios en la forma de producción del saber y de los discursos, derivada del “giro lingüístico” de la filosofía, de los cambios en la forma de producción de nuevas subjetividades alternativas, pero también de nuevos derechos conquistados y de nuevas formas democráticas en proceso. La lucha por la “democracia sexual” está conquistando nuevos derechos reproductivos, nuevas formas de representación democrática más equitativas con respecto al género, y nuevas formas de lucha contra la violencia de género y contra la discriminación. El pensamiento filosófico y social de los últimos años ha sido más sensible con respecto a las diferencias de todo tipo, y por ello también a las diferencias de género. Y es que las formas de alteridad humana están entrelazadas por ser objeto todas ellas de discriminación. El derecho a ser “diferente” es el derecho de las minorías sexuales, de las mujeres, de los indígenas, de los discapacitados, de los marginados, de los migrantes, de los países pobres, etcétera. Las formas de discriminación están entrelazadas por el hecho de que hay un entrecruzamiento de todas ellas que perjudica siempre a los más pobres y marginados, todavía más maltratados si son indígenas, mujeres, o personas con preferencias sexuales diferentes, como puede verse con claridad cuando analizamos el maltrato a los migrantes centroamericanos que cruzan por nuestro país. En el discurso dominante se entretejen los pretextos para la dominación de los más ricos, de los más “occidentalizados” o blancos, de los “masculinos” en sentido tradicional. Por esta razón, los patrones de la masculinidad dominante “machista” y homofóbica se entrelazan con los hábitos de los ejecutivos de las empresas o de los hombres de “éxito”, de las formas de hacer política, de practicar la
religión y el deporte; y también con los hábitos cotidianos en el hogar, de modo que inundan mediante el mercado, el consumo y los medios de comunicación a todas las formas de comportamiento y pensamiento, imponiendo modelos y roles, “políticas del cuerpo” que pueden hacer mucho daño, tales como los patrones de femineidad que reproducen la esclavitud femenina, imponen obsesiones dañinas sobre el cuerpo que llevan a la anorexia, la bulimia, etc.: se trata de cuerpos esclavizados y llevados a la infelicidad por los modelos de vida que impone el mercado capitalista, y que nos impregnan a todos. Los mecanismos de exclusión en nuestras sociedades vienen acompañados de fenómenos que los ocultan o los insertan en formas ideológicas de justificación de la discriminación, o en las tradicionales formas de dominación por el mercado, el género, la supremacía racial o nacional-imperial, etc. Para todo ello requerimos de renovadas estrategias de responsabilización frente a la injusticia, así como de estrategias imaginativas para sacar a la luz y denunciar estos mecanismos que invisibilizan o justifican la opresión. La tarea filosófica nos obliga a la búsqueda de marcos explicativos tanto como de dispositivos motivacionales y estrategias adecuadas para enfrentar los problemas actuales, una tarea que implica una articulación compleja de las propuestas igualitaristas y diferencialistas, universalistas y localistas, individualistas y comunitaristas, modernas y posmodernas; en fin, una reflexión que nos lleve a nuevas actitudes frente a las formas de injusticia y de opresión que nos saltan a la vista. En el caso de las temáticas relacionadas con el género, tenemos el entrecruzamiento de un discurso liberal-ilustrado que apela a la razón, a la igualdad y a los derechos en sentido universalista, con un discurso postmoderno de la alteridad que apela al respeto y producción de las diferencias. Este entrecruzamiento nos lleva a intentar combinar las políticas a favor de la igualación, paridad y extensión de los derechos, con las políticas del respeto de la diferencia y de las diferentes formas de alteridad. De modo que tenemos que sumar las políticas liberales a las políticas de la alteridad, pero también tomando en cuenta una perspectiva radical que apela a la posible transformación, superación o metamorfosis del sistema mismo.
Una revolución pacífica debe partir tanto de la conquista y ampliación de los derechos, como de la producción de nuevos discursos desde la diferencia y la alteridad, tales como los discursos feministas y queer, que partan hacia la invención de nuevas utopías, nuevas formas de vida y de relación con nuestro cuerpo, en una sociedad globalizada y dominada por las tecnologías de la información y su control. Estos cambios deben distinguirse también por nuevas formas de subjetividad y de sensibilidad, de potenciales de empoderamiento respecto de la forma como vivimos, de una “biopolítica” emancipatoria respecto de las formas de dominación y de segregación. Habría que recordar que el discurso sobre el género o los géneros ha sido en realidad una ficción política que generó un orden social productivista que negaba toda forma de sensibilidad o placer que no estuviera ligada directamente a la reproducción de la especie o a las formas de genitalidad dominante. Las nociones médico-jurídicas de la modernidad modelaron un paradigma bipolar desde el punto de vista del género que es obsoleto y opresor de las diferencias. Un nuevo discurso desde los géneros debe producir nuevas formas de libertad, inventar libertades a partir de la experimentación y la imaginación, evitar las prácticas de sujeción y de subalternidad, apoyarse en la fragilidad y contingencia humanas, en la vulnerabilidad, la debilidad o discapacidad de aquellos que han sido marginados del discurso o de las formas de ejercicio del poder dominante. Es hora de la reivindicación y del empoderamiento de los subalternos, de los discriminados, de los diferentes tildados de perversos o desviados de lo supuestamente “natural”. Es a partir de esta conciencia que se puede reivindicar aquello que ha sido considerado abyecto por la dominante élite sexual, que ha interpretado el mundo para su conveniencia. Solamente así podremos construir una nueva ética, nuevas formas de solidaridad entre los diversos y nuevas formas de convivencia social y política a partir de prácticas dialógicas y tolerantes, inventivas y reivindicativas, plurales y amables, transgresoras y constructoras de vínculos. Sólo así podremos empezar a situarnos más allá del neoliberalismo autoritario, de su hiper-individualismo consumista y generador de grandes desigualdades, de una creciente marginalidad y una incesante destrucción del medio ambiente.
BIBLIOGRAFÍA CASTAÑEDA, M; La nueva homosexualidad, Paidós, México, 2014. FASSIN, E. Género, sexualidades y política democrática, UNAM/PUEG, México, 2009. FERNÁNDEZ D., Sierra, A. La biopolítica en el mundo actual. Reflexiones sobre el efecto Foucault, Laertes, Barcelona, 2012. GARGALLO, F. Feminismos desde Abya Yala, Edic. Desde Abajo, Bogotá, 2012. HEILEN, A./Piotto, A. Cuerpox equivocadox. Hacia la comprensión de la diversidad sexual, Paidós, Buenos Aires, 2012. MARCOS, S. Religión y género. (Enciclopedia Iberoamericana de Religiones, 03), Trotta, Madrid, 2004. MONSIVAÍS, C. Que se abra esa puerta. Crónicas y ensayos sobre la diversidad sexual, Paidós, México, 2010. PRECIADO, Beatriz (entrevista con): http://www.rtve.es/alacarta/videos/pienso-luego-existo/ pienso-luego-existo-beatriz-preciado/1986547/
José Mendivil pertenece al Cuerpo Académico de Filosofía Social de la Universidad de Guanajuato. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Trabaja en proyectos específicos sobre justicia, biopolítica, migración, interculturalidad, filosofía hispanoamericana y otros. Ha publicado diversos artículos en revistas especializadas de México y España. Es autor de los libros Posmodernismo y hermenéutica: dos aproximaciones (UG, 1997), Ética y contingencia (UG, 2004), y La condición humana: ética y política de la modernidad en Agnes Heller (UG, 2009). Compiló la reunión de textos Saber, poder y subjetividad (UG, 2010). Ha colaborado en más de una decena de libros colectivos.
HermĂŠtica sexual Xilote Ibarra