Artículo en Ñ

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diego marinelli

A

cabó el año del Bicentenario. Tras el manto de papel picado y las botellas vacías, quedó un tendal de reflexiones sobre estos 200 años de devenir histórico, motivadas por lo redondo del aniversario. Reflexiones que abarcaron todos los ámbitos imaginables: la historia en sus infinitas vertientes, la literatura, el arte, la moda, la fotografía, la historieta, la gastronomía y otros muchos, muchísimos más. Entre tantas evocaciones solemnes –algunas muy patrióticas, otras más revisionistas, varias decididamente críticas– faltaba una mirada que se animara a vincular las imágenes sepia del pasado histórico con el technicolor de la contemporaneidad, a establecer un punto de contacto entre los imaginarios de épocas pasadas con las formas de percibir el mundo (el país) propias del siglo XXI. Cuando el año estaba tocando su fin y el Bicentenario parecía haber dado todo de sí, la editorial Pequeño Editor presentó AntiFichus, un libro un tanto avasallante, que reúne trabajos de más de cien creadores de distintas disciplinas (ilustradores, historietistas, diseñadores, periodistas, artistas plásticos), que establecen un recorrido por la historia argentina a través de un soporte tan curioso como adecuado: las figuritas. La idea de este libro comenzó donde terminan tantos libros: en un desván. Allí, los hermanos Carballo –un clan de diseñadores, e historiadores– encontraron una caja repleta de viejas figuritas, de esas que salían en Anteojito y Billiken, los tiempos inverosímiles en los que no existía Google. A partir de ese hallazgo emocionalantropológico, nació la idea de tomar esas entrañables y aparentemente inocentes fichus –así las llamaban los chicos en los 70 y los 80– como punto de partida para crear un nuevo álbum de figuritas en el que se desgranara una visión contemporánea (y nada inocente) de la historia argentina. El resultado es un libro-álbum que utiliza el marco simbólico de la figuritas como disparador de reflexiones sobre episodios que van desde la conquista española a la crisis de 2001, con una buena cantidad de paradas intermedias. Y lo que podría haber sido un lúdico ejercicio de revisión histórica se convierte en una vorágine de expresiones que dan vida a un Panteón pop propio, una argentinidad completamente desmarcada de los cánones. Así, mientras las viejas fichus construyeron un universo simbólico en torno a íconos como el Cabildo, los próceres, la flora y la fauna patrias, las antifichus deciden que los verdaderos emblemas de este país, las imágenes que sintetizan su identidad más profunda, son otras: la sacrosanta vaca, el bife de costilla, la 10 de Maradona, los saqueos navideños, el Eternauta, las derrotas en vez de las victorias.

Primera Yunta, de Langer.

Nueva mirada sobre el Bicentenario

Dos siglos de sueños y pesadillas Con una rara mezcla de nostalgia, humor feroz y formato de álbum de figuritas, “Antifichus” reúne trabajos de creadores de distintas disciplinas para contar otra historia argentina.

Game Over, de Ale Paul.

En su momento, las figuritas formaron parte del conglomerado cultural que estableció nuestra historia oficial. Hasta que la TV, primero, y la revolución digital, después, las convirtieron en piezas de museo, las fichus ayudaron a crear el retrato robot de un país “granero del mundo”, “condenado al éxito”, poblado de niñitos de guardapolvo blanco, duritos de almidón y pelo engominado. El ejercicio que detonaron los Carballo en este libro es alternativo, pop, mucho más histriónico que histórico. Tiene la irreverencia irónica del sténcil, el grafitti y el arte callejero. Y los pibes que podrían

jugar con estas fichus son mucho menos uniformes, son cumbieros, ravers, marginales, modernos, hipertelevisivos y fanáticos de la cultura 2.0. “Una vez, viendo viejos cuadernos, vimos que teníamos un material hermoso de estampas infantiles-educativas y que podían ser el germen de algo, veíamos unas lagunas horribles de historia no graficada o no contada, y nos agarraron ganas de hacer alguna”, cuenta Rapa Carballo, uno de los mienbros del clan, desde Madrid, donde acaba de presentarse una mega-exposicón dedicada al libro en la Casa de América. “Por un la-

do, quisimos hacer un álbum de figuritas completando esos huecos y, por el otro, buscamos que la edición fuera muy beligerante, provocadora. Y para eso elegimos una serie de artistas que para nosotros son lo más”. Entre esos artistas que “son lo más” hay historietistas como Lucas Varela, Fernando Calvi, El Niño Rodríguez, Adanti, Max Cachimba, Sergio Langer, Lucas Nine, Diego Parés y Elenio Pico; ilustradores como Frank Vega, Daniel Roldán, Bianki y Pablo Páez, artistas plásticos como Gastón Pérsico y Cecilia Szalkowicz y un larguísimo listado de diseñado-

Antifichus compilacion pequeño editor 252 pags. $ 140

Argenchino x tv y símbolo nacional, de El Niño Rodríguez.

Killer Massera, de El Niño Rodríguez.

22.1.2011

res y artistas visuales que recibieron la consigna de reinterpretar en un cuadradito de 21 x 21 (el patrón universal de la figurita) algún episodio de la historia argentina. Entre todos –y en convivencia con aquellos tesoros retro hallados en el desván– componen un recorrido tumultuoso, desbordante, que invita a ser tomado con calma. Lo ideal es ir metabolizando el libro poco a poco, entrando y saliendo de sus páginas plagadas de guiños, detalles de artesano y segundas lecturas. Es que, casi sin respiro, se suceden documentos históricos, fragmentos de textos de gente como Marx, Galeano, Hanna Arendt, Osvaldo Soriano o José Hernández, postales de Mar del Plata en los 70, boletos de colectivo, memorabilia peronista, pelotas Tango, chupetines Topolín, la biblia y el calefón... Y, desde ese magma pop y bizarro, surjen las visiones de los creadores contemporáneos, como esa infernal Plaza de Mayo del 55, sobrevolada por aviones-gorilas, creada por el Niño Rodríguez, quien también pone su firma bajo el retrato de Killer Massera, uno de los archivillanos del álbum. También pasa un Che Guevara posmoderno cuya silueta está delineada por logotipos de empresas multinacionales, del inglés Patrick Thomas. Un Ceferino Namuncurá enganchado a su Ipod (¿cómo será su playlist?), cortesía de Pablo Sara. O un atribulado Rodolfo Walsh, concebido por Adanti, que se prepara para escribir su célebre carta a la Junta Militar. Como era de esperar, dado el promedio de edad de los autores, la sección dedicada a 2001 es especialmente aguda, con infinidad de reflexiones sobre la Argentina convertida en un país de emigrantes, las pseudomonedas y los gobiernos de un día y medio. Allí, cuando la travesía se acerca al final, aparece uno de los íconos más logrados, la figurita difícil: el “Argenchino”. Es otra perla del Niño Rodríguez, que reinventa una bandera argentina, colocando en lugar del sol el rostro doliente de aquel supermercadista chino que lloraba frente a las cámaras, mientras saqueaban su negocio durante aquel verano de pesadilla. Síntesis descomunal de una sociedad quebrada, en desbande y televisada. Hay que aclararlo. El registro que preside el libro es el del humor. Y, sin embargo, a medida que las páginas van pasando la cosa se pone cada vez más densa, más oscura. No hay ironía arty que puede edulcorar el retrato de un país condenado a autodestruirse cíclicamente, en el que cada vez hay que remontarse más lejos para encontrar una imagen amable, armónica, como la de una vieja figurita. Las antifichus no idealizan nada, todo lo contrario, brindan una mirada descarnada –a veces graciosa, a veces tremenda– de un país real, demasiado real.

PISTAS FUERA DE REGLAMENTO

POR eduardo villar VIP ART FAIR

Feria virtual con presencia argentina Es opinión unánime que Ruth Benzacar es, entre las argentinas, una galería pionera en el mercado internacional y en la promoción de artistas argentinos en el mundo. Por eso no sorprende demasiado que –con obras de Flavia Da Rin, Marcos López, Jorge Macchi, Adrián Villar Rojas y Liliana Porter– sea la única presente en la primera feria de arte virtual, que se inaugura hoy, 22, y cierra el domingo 30. Se llama VIP Art Fair, y pese a que entre las 137 galerías participantes están las más importantes del mundo –como Gagosian y White Cube, entre muchas otras– la inauguración no requiere vestimenta formal. En pijama y pantuflas nomás, usted puede asistir y comprar con un clic –y algunos cientos de miles de dólares– obras de Jackson Pollock, Louise Bourgeois, Francis Bacon o Damien Hirst. El acceso a la feria como visitante es gratuito, pero para participar interactivamente y negociar con los galeristas por chat o por Skype, hay que comprar una tarjeta de ingreso por 100 dólares. ¿Le parece caro? Qué dirán los galeristas, que debieron pagar entre 5.000 y 20.000 dólares por sus stands virtuales. ESCANDALO

Otra obra que logra llegar a los medios

No es Jesucristo, no. Es el mismísimo David Beckham, ex estrella de la selección inglesa de fútbol –cuya camiseta luce ahí en la cruz–, ícono metrosexual y esposo de la ex Spice Girl Victoria. ESPAÑA

Un retrato cuidado de la familia real A los 75 años, el pintor y escultor español Antonio López tendrá una merecida muestra retrospectiva en el Museo Thyssen-Bornemisza, de Madrid, en junio próximo. Y según ha declarado en una entrevista con la revista virtual hoyesarte. com, espera para esa fecha tener

Demuelen en China el estudio de un artista El enorme estudio del artista y activista chino disidente Ai Weiwei en Shanghai fue demolido de la noche a la mañana por las autoridades chinas, teóricamente por no cumplir con ciertas regulaciones constructivas. Weiwei, que ha demostrado ser un tipo independiente, se permite dudar de esos motivos y asegura que lo construyó en absoluta legalidad, luego de ser invitado hace dos años por las mismas autoridades a unirse al desarrollo de un barrio artístico. El gobierno parece haber cambiado de planes después de varias obras en las que Weiwei se mostró especialmente crítico con el régimen. Por ejemplo, denunció la corrupción en la construcción de escuelas que fueron derribadas por el terremoto de Sichuan en 2008, produciendo la muerte de miles de niños que estudiaban en ellas. Se sabe: los chinos, cuando se enojan, no se andan con chiquitas.

Nadie que uno pueda considerar un tipo sacrificado ni salvador de nadie. Sin embargo, ahí está, con un billete en vez de la inscripción INRI y dos copas del mundo –que, aclaremos, jamás ganó– a sus pies. La obra se llama “Listen to me and not to them” (Escúchenme a mí y no a ellos) y es de un tal Johnny Cotter, otro más en la lista de los que ganan algo de fama y atención en los medios con una obra que –con razón o sin ella– ofende a alguna gente por su presunto anticristianismo. En este caso, los ofendidos lograron que la policía le tocara el timbre a Cotter y le pidieran explicaciones. Según declaró después el artista a los diarios británicos, la idea es “cuestionar a quién se venera en el siglo 21”. terminado un gran retrato –3 metros de alto y 4,5 de ancho– de la familia real en el que está trabajando. “Al cuadro le queda un tiempo todavía, pero me gustaría que para la exposición estuviera terminado y poder presentarlo”, dijo. La obra ha generado gran expectativa en España y en el exterior. Es que López trabaja en él desde que la familia real le encargó el trabajo ¡hace 14 años!


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