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El Tlatoani, Tlayacapan, Morelos Raúl Francisco González Quezada y Enrique Méndez Torres
Sistemas y materiales constructivos de la Zona Arqueológica El Tlatoani, Tlayacapan, Morelos
Raúl Francisco González Quezada1 y Enrique Méndez Torres2
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Introducción
La Zona Arqueológica El Tlatoani se ubica en el municipio de Tlayacapan, al norte del actual estado de Morelos, fue erigida sobre uno de los cerros que forman parte de la Sierra de Tepoztlán en el cerro que le da nombre y es solamente una sección de un gran asentamiento en la localidad que tiene su fundación hacia el horizonte Preclásico, que por el momento le llamaremos Zona Arqueológica de Tlayacapan (ZAT). En algunas secciones de este gran asentamiento hemos identificado contextos primarios con fechamientos de radiocarbono asociados al Preclásico Terminal (entre el 50 a.n.e. y el 50 n.e.); Clásico Terminal (600 n.e.) y Posclásico Temprano (entre el 1050 y el 1100 n.e.). Actualmente, y desde 1987, se cuenta con registro formal en el Catálogo de Zonas Arqueológicas del Estado de Morelos. Sin embargo, para la comunidad tlayacapanense su existencia es parte de una noción ancestral. A la Zona Arqueológica El Tlatoani se llega dejando un camino de terracería para dirigirse por una vereda que nos conduce hacia la intersección de los cerros Huixtlaltzin y El Tlatoani, desde aquí se pueden apreciar una serie no continua de escalonamientos de difícil fechamiento, donde algunos podrían ser muy recientes. Este cerro se ha dividido en cuatro secciones fácilmente diferenciales. Al aproximarse a la sección baja del cerro El Tlatoani el acceso se realiza a través de intersticios de algunas peñas y en ellos se elaboraron desde época previa a la invasión española una serie de escalonamientos en lo que nosotros hemos denominado el área de los pasillos de acceso. Una vez sorteado cuatro de ellos se llega al área de terrazas, don-
1 Arqueólogo por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Investigador del Centro INAH Morelos. 2Arqueólogo por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Centro INAH Morelos. Centro de Estudios Sociales y Universitarios Americanos S.C. (CESUA).
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de hasta el momento se han contabilizado más de 80; más arriba y antes de llegar a la cima se localiza un ejemplo de
arquitectura petrograbada o monolítica consistente en una especie de receptáculo de gran formato localmente denominado como “la tina”; y finalmente, hasta arriba, domina el llamado conjunto central arquitectónico (Fig. 1).
La Zona Arqueológica de Tlayacapan En la sección noroccidental del actual trazo del Tlayacapan Virreinal se en-
cuentra la mayor concentración de estructuras arquitectónicas, muchas de ellas debajo de múltiples espacios terraceados adecuados para la actual actividad agrícola. Es acá donde hemos localizado ocupaciones con arquitectura monumental del Preclásico Terminal, sincrónicamente coincidente con las prime-
ras fases de Teotihuacan. También se localizan múltiples estructuras que estuvieron en funciones hacia el Posclásico Temprano (1100-1175 n.e.), momento en que se encuentra en su mayor ex-
Fig. 1. Croquis general de la Zona Arqueológica El Tlatoani. Digitalizó Enrique Méndez Torres, 2012.
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pansión el poder político de Tula, así como del Posclásico Tardío (1325-1521 n.e.), momento en que Tlayacapan se inserta como altepetl de tercer nivel en el entramado tributario frente a la poderosa Triple Alianza, bajo control directo de la cabecera de provincia tributaria de Huaxtepec (Maldonado Jiménez, 1990). En orden corológico de este establecimiento central de la ZAT se localiza precisamente El Tlatoani, como un asentamiento ubicado en uno de los cerros al poniente de este espacio urbano, que
junto con el cerro Huixtlatzin, son las dos secciones que cuentan con contextos arqueológicos de asentamientos permanentes y duraderos en la cimas, mientras que existe otro pequeño cerro llamado Popotzin donde solamente se ubica en su sección alta una especie de mirador o atalaya. Es precisamente para el Clásico (200-650 n.e.) que el espacio social de la ZAT se expande y coloniza permanentemente la cima del cerro Tlatoani, seguramente sobre prácticas anteriores que utilizaron el espacio para actividades diversas que no precisaron de emplazamientos permanentes, entre las que claramente se involucraron rituales de los que quedaron como prueba exis-
27 tente una serie de signos petrograbados que han sido sistemáticamente localizados en nuestras excavaciones bajo las artificiales terrazas que se emplazaron desde el Clásico en el cerro. La magnitud de los procesos constructivos requirió una enorme y compleja estrategia técnica, el procuramiento y el acarreo de diversos materiales para la ejecución de los elementos arquitectónicos que se elaboraron, tanto en la sección media donde se ubican las Terrazas como en la cima del cerro donde se
sitúa el Conjunto Central Arquitectónico. Para este momento en América Media en estos espacios centrales de la región se había ya consolidado una sociedad de tipo clasista que se basaba en el tributo como estrategia de extracción de la riqueza de las comunidades agroartesanales, y en este marco se proyectó seguramente cada proceso de trabajo y también de cooperación para lograr el desbaste del material parental del cerro, la adecuación de senderos, el escalonamiento de las pendientes, la fábrica de los paramentos y la ejecución de las huellas de cada terraza, así como los elementos de llamado Conjunto Central Arquitectónico localizado en la cima, que
consiste en un templo orientado hacia el sur. Debieron existir sectores en el asenta-
miento general de la ZAT de grupos subordinados que se consolidaron en cada momento histórico como fuente viva de valor, compelida y convencida hacia la construcción y mantenimiento del complejo asentamiento en la cima de estos cerros. Todos los insumos necesarios para los procesos de trabajo y cooperación constructivos de elementos arquitectónicos
comprenden los materiales constructivos, mientras que los sistemas constructivos engloban a las técnicas y estrategias sistemáticas que un grupo social dedicado a este campo práctico social desarrollan en la solución de elementos arquitectónicos en una sociedad y tiempo determinado. Así establecido el entorno del tema, revisaremos en este artículo de manera general, los materiales y sistemas constructivos al momento identificados en la ZAT, con puntual interés en la Zona Arqueológica El Tlatoani. En la ZAT podemos distinguir dos sistemas constructivos generales que los denominaremos Arquitectura Petrograbada o Monolítica y Arquitectura de Mampos-
28 tería. Los materiales constructivos implicados son la toba volcánica, el tezontle, el basalto vesicular, laja o ixtapaltete, cal, tierra, arcilla, tepetate, madera y agua.
El espacio geográfico
Cada espacio físico que modifica una sociedad determinada sirve de marco general para modular sus sistemas constructivos y los materiales que resultan de mayor factibilidad de uso debido a su abundancia, accesibilidad y técnicas desarrolladas para su aprovechamiento. A esto se añaden materiales foráneos que se utilizan por encontrarse asociados a cargas sígnicas de prestigio o elementos cosmovisionales. El cerro El Tlatoani forma parte de la Sierra del Chichinautzin (Fig. 2), la cual se formó por actividad volcánica en el Mioceno dejando capas de lava, tobas volcánicas, cenizas, areniscas y fluidos piroclásticos (Lenhardt, et al. 2010), por lo que el material pétreo de origen ígneo abunda no sólo en el espacio físico, sino también moduló el orden arquitectónico local.
Fig. 2. Cordillera que bordea el actual poblado de Tlayacapan, cerro Huixtlaltzin (C.H.), cerro Tlatoani (C.T.), cerro Cihuapapalotzin (C.C.) y el cerro Tezontlala (C.Te). Foto Enrique Méndez Torres, 2012.
Arquitectura Petrograbada o Monolítica
Denominamos arquitectura petrograbada o monolítica a aquella que se aprovecha del material parental para la ejecución de alguna sección o la totalidad de un proyecto arquitectónico. Labrada en una gran sección de andesita permeable de la misma toba volcánica de la que está conformada esta sección de la Sierra de Tepoztlán, se encuentra la llamada Tina de Moctezuma. Desafortunadamente el elemento se encuentra muy fragmentado y es difícil estimar su funcionalidad, las leyendas locales han querido observar en ésta una tina donde, según la narración popular, se bañaba el huey tlatoani, pues muestra una horadación que pudo captar líquidos y de hecho cuenta aún con algunos puli-
29 mentos en las orillas quizá para canalizar líquidos y otras pequeñas horadaciones rectangulares (Fig. 3). Eventualmente pudiera considerarse como un reservorio ritual, al que accedía solamente la clase hegemónica del Altepetl de Tlayacapan, desde éste punto se domina visualmente el oriente de la serranía, lugar donde se localiza la mayor parte del asentamiento. Las posibilidades de que este espacio fuera utilizado directamente por alguno de los dos tlatoani de MéxicoTenochtitlan, Moctezuma Ilhuicamina (que gobernó de 1440-1469) o Moctezuma Xocoyotzin (que gobernó de 15021520) aunque remota, puede tener un cierto sentido. Huaxtepec habría sido conquistado o reconquistado por el mismo Moctezuma Ilhuicamina, y no sólo en
Fig. 3. Aspecto general de la llamada Tina de Moctezuma. Foto Raúl Francisco González Quezada, 2012.
este momento él manda a plantar ritualmente cacao, vainilla y varias plantas al “jardín” de Huaxtepec, que era un auténtico espacio de resguardo y propagación de ejemplares vegetales, famoso este lugar no sólo por resultar la cabecera de tributación del poder mexica, sino porque acá eligieron colocar este jardín. Tlayacapan debió ser un paso obligado en el camino hacia Huaxtepec desde la Cuenca de México por la vía de Milpa Alta (Maldonado Jiménez, op.cit.:46). Otro ejemplo relevante, entre otros más que se localizan en la ZAT, es el llama-
30 do Temazcal, se localiza en el paraje denominado Temazcalapan en las inmediaciones del cerro Temazcaltepec, una elevación al suroeste del actual poblado de Tlayacapan. Se trata de una horadación ampliada de un socavón natural con un estrecho ingreso por donde se accede a una cámara que actualmente se encuentra azolvada. Al fondo se localiza una especie de nicho de 70 cm por 70 cm por 15 cm de profundidad. Actualmente se realizan actividades vinculadas con “brujería”, por su factura es ampliamente seguro que se efectuara su
talla en época previa a la invasión española y es funcionalmente factible que haya sido utilizado, en efecto, como un temazcal (Figs. 4 y 5). Un ejemplo más que también se encuentra en la elevación Temazcaltepec, son las llamadas tinas. Se trata de un par de horadaciones en la toba volcánica en sentido perpendicular una de otra que forman en planta una especie de letra “T”, la profundidad no excede los 50 cm aunque presenta una capa de azolve. Desde este punto también es factible observar gran parte no solo del asentamiento de Tlayacapan sino que abarca gran parte del Valle de Cuautla (Figs. 6 y 7). Su funcionalidad aún no está determinada, en otros lugares de otras temporalidades como en el patio hundido de Teopantecuanitlan hacia el Preclásico Medio Martínez Donjuan (2011) han sugerido funcionalidades de observación astronómica en el espejo de agua que se contendría en estos espacios arquitectónicos inundables. Función que no puede descartarse tampoco para el caso de la llamada Tina de Moctezuma y otras de menor dimensión que se localizan en la sección alta del cercano cerro
Huixtlaltzin.
Fig. 4. Acceso y nicho interno del llamado temazcal. Foto Adrián Fuentes Aguirre, 2012.
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Fig. 5. Croquis transversal del temazcal. Dibujó Adrián Fuentes Aguirre, 2012.
Arquitectura de mampostería
Este sistema constructivo lo hemos dividido en dos estrategias particulares, por un lado aquella que utilizó como estrategia lo muros verticales, taludes y tableros, escalonamientos con sillares formalizados en escuadras a 90 grados, así como enlucidos y pisos donde intervinieron como cementante y acabado mezclas con distintos grados de cal-arena como mortero o solo arna. La otra estrategia constructiva consideró la necesidad de formalizar escalonamientos ge-
32 nerales a la pendiente original del cerro que fue empleada principalmente en la sección de Terrazas, en ella se utilizaron muros en talud fundamentalmente y escalonamientos con el uso de piedras sin cara uniformada en su mayoría, y juntas de mortero de tierra, así como la presencia en algunos puntos de enlucidos de lodo que llegaron a estar en algunas secciones pintadas con un pigmento de color rojo, material no local y hasta ahora no identificado.
Fig. 6. Tina trabajada en la roca madre. Foto Adrián Fuentes Aguirre, 2012.
Fig. 7. Planta de la horadación en la roca madre. Dibujó Adrián Fuentes Aguirre, 2012.
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Arquitectura de mampostería con mortero de cal-arena
En la cima del cerro se localiza el Con-
junto Central Arquitectónico, este espacio ha sido intervenido a lo largo de tres temporadas de campo (2012, 2013 y 2014) y nos ha permitido observar hasta el momento dos secciones generales, un templo en la cima y una estructura que combina escalinatas y cuerpos para movilidad de ascenso y descenso hacia el área del templo en la cima. La primera se localiza en la cima, se tra-
ta de una estructura piramidal desplantada sobre el material parental que en algunas secciones fue desbastado para ajustar algunos de los elementos arquitectónicos de mampostería y para algunos escurrideros para captar y almacenar agua. Su escalonamiento esta flanqueado con alfardas con talud-tablero. Muestra un solo cuerpo con orientación hacia el sur, nos muestra elementos de haber sido sostén de muros, columnas o pilastras, por lo que deducimos que eventualmente no estuvo cubierto, y se trataría de un espacio antecedente a un cuarto que remata en la sección norte de tal estructura piramidal. Éste último tuvo alguna cubierta y para acceder contaba
34 con un escalón ascendente. Frente a la estructura piramidal, se localiza un patio ligeramente hundido de planta cuadrangular delimitado el este con un pequeño cuarto de planta rectangular. La estructura arquitectónica más aparente es la última de tres momentos constructivos. Es altamente factible que la primera etapa pertenezca a un primer momento asociado al Epiclásico (6001100 n.e.), mientras que la segunda sea del Posclásico Temprano (1100-1175 n.e.), y la última se trate del momento en que se realiza toda una transformación en el asentamiento y quedan sepultados templos, palacios y talleres que fueron emplazados en esta fase en las terrazas, quedando solamente en función algunos espacios en la sección más alta de las mismas, sin que tengamos noticia si el templo continuaba en funciones o se clausuró. Hacia la última etapa previa a la invasión española quizá solamente las terrazas servirían de punto estratégico de control militar y se redujeran las actividades en la sección alta. La segunda es una sección hacia el sur y abajo del templo en la cima, es un sector de movilidad que cuenta con una serie de espacios escalonados y remata
con alfardas en talud. Se han localizado también acá, cuerpos que limitan los escalonamientos con el uso del talud-
tablero.
Arquitectura de mampostería con mortero de tierra
Inmediatamente después de ascender por los cuatro pasillos del único acceso a la cima, tras unos angostos y peligrosos pasos entre la sección alta de las verticales peñas, se accede al área de las terrazas (Fig. 8). Esta es un área inclinada que asciende hacia el noroeste a través de decenas de terrazas con plantas irregulares pero con tendencia general a segmentos curvilíneos que forman espacios horizontales de hasta 50 me-
tros de longitud y en algunos puntos más de diez metros de ancho. La función de las terrazas en América Media tiene un espectro funcional que va de lo habitacional, lo agrícola, hasta lo arquitectónico para contención de la erosión y estabilización de estructuras. Durante las exploraciones que hemos realizado tuvimos la oportunidad de excavar varios puntos de estas para conocer su funcionalidad social. Hemos encontrado que quizá en la ulti-
Fig. 8. Terraza con una escalera adosada mostrando su parte interna consistente en relleno de tierra. Las hiladas del muro y de la escalera descansan sobre la roca madre modificada para asentar las rocas. Foto Enrique Méndez Torres, 2012.
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ma etapa de ocupación las terrazas se normalizaron dejando pocos espacios, sobre todo en las más altas, para la habitación, dejando las demás como elementos constructivos de estabilización y ordenamiento del proyecto arquitectónico que remata en la cima del cerro. Sin embargo, esto habrá sido así solamente para esa última etapa de ocupación de la zona alta del cerro, esa que encontraron los invasores españoles en el siglo XVI. En las excavaciones pudimos observar etapas anteriores que contienen pequeños templos y altares, así como espacios habitacionales, talleres domésticos, necrópolis, y posiblemente unos palacios. Todo ello emplazado entre los siglos VII y el XII, dotándose de una fisonomía distinta a la que ahora observamos sobre las huellas planas de las terrazas. Se llega a los distintos niveles a través de una estrategia de escaleras, que pueden ser escalones formados por piedras voladizas empotradas en el mismo muro, escaleras remetidas formando parte del muro o adosadas. En cada nivel existe una escalera, pero se han encontrado algunas terrazas que cuentan con dos accesos. El sistema arquitectónico
36 en las terrazas marca en general un ascenso en zig-zag, quizá asociado a una estrategia de defensa en caso de ata-
que. Este elemento arquitectónico permitió nivelar pendientes colocando un muro seco de piedras y rellenado con tierra y piedras de diversos tamaños hasta el nivel superior del muro, de este modo se pudo obtener espacios nivelados en la parte superior. Este sistema constructivo consta de dos partes, un peralte o pared y una huella o planta. El peralte está constituido por el mismo muro con una ligera inclinación hacia el interior de la terraza (Fig. 9). Para lograr solidez estructural en los muros fue necesario “amarrar” o
“cuatrapear” las rocas donde el peso de las mismas también juega un factor importante en el balance. Las huellas logradas siempre muestran el desafío de los desagües y la erosión pluvial, por lo cual efectuaron canalizaciones en el material parental y algunos otros ejecutados en piedra volcánica, ninguno de los últimos se ha encontrado in situ.
Los materiales constructivos
En esta sección veremos algunos de los
Fig. 9. Conformación de las partes de terrazas en huella o planta constituyendo la parte superior que es delimitada por la pared o peralte. Nótese que las piedras están cuatrapeadas y no una encima de la otra en hileras verticales. Foto Enrique Méndez Torres, 2013.
avances puntuales sobre los insumos para las estrategias y sistemas constructivos que se encuentran presentes en la Zona Arqueológica El Tlatoani. Toba volcánica La formación geológica de la totalidad del cerro El Tlatoani es de toba volcánica, aunque se han reconocido algunos espacios con distinta dureza, porosidad y compactación, variando su permeabilidad, y es posible que algunos materiales constructivos fueran aprovechados. El uso constructivo más claro de la toba destaca en la Arquitectura Petrograbada o Monolítica que se ejecutó precisamente sobre el material parental. Este tipo de roca está presente en todos los cerros que circundan el poblado de Tlayacapan y no se ha apreciado una mina de este material como tal. Por su compactación suele ser un material impropio para la construcción, pero sirvió de material de relleno. Tezontle Tanto el tezontle rojo como el negro se pueden encontrar en abundancia en un
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cercano cerro a menos de dos kilómetros al noreste del cerro Tlatoani. Se trata de la actual mina de tezontle ubicada
en el cerro Tezontlala (C.T.), en la parte superior se puede encontrar tezontle de color negro, que suele ser muy poco pero el resto es de color rojo. Se trata de un domo de espuma volcánica que ahora ha formado un cerro (Fig. 10). No es el único cerro con estas características, existe otro cerro con las mismas propiedades a menos de 4 km en la vecindad en el pueblo de Totolapa. Este material fue muy explotado en época previa a la invasión española y se empleó en la construcción de muros, tanto como de relleno como en el acabado final con bloques de distintos tamaños, hemos registrado los más grandes con 55 cm de largo. Algunos de estos bloques fueron trabajados dejándoles desde una hasta 6 caras. Semejante uso se le dio también en la época Virreinal. Se empleó también con una granulometría menor, con un diámetro variado entre los 1.5 cm y 0.4 cm para ser colocado como mezcla para mortero, enlucidos
y pisos.
Fig. 10. Mina de tezontle en el cerro Tezontlala. Foto Enrique Méndez Torres, 2012.
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Basalto vesicular Apreciamos dos tipos de basalto, a uno se le llamó liso y a otro agujereado, esto por la porosidad de cada uno. El basalto es una roca perteneciente a un evento volcánico previo al que formó la toba de la Sierra. En los escurrideros y drenajes de la serranía este material ha quedado al descubierto. Sin embargo se pueden apreciar en los derredores de los valles cercanos afloramientos de este material que pudieron haber sido explotados a una distancia no mayor de los 4 km a la redonda. En la actualidad solo se han apreciado algunos bancos modernos de este material en su variante de agujereado, que pueden servir como referencia del aprovechamiento de esta roca en la construcción de muros. Este material se utilizó en la época previa a la invasión española en la construcción de muros, tanto como relleno como acabado final de muros, principalmente el agujereado por su gran porosidad que permite la adherencia de los distintos aplanados, ya sea de cal o de tierra (Fig. 11). También la pequeña elevación del Amix-
tepec, es un domo de basalto vesicular casi en su totalidad, es altamente pro-
Fig. 11. Basalto vesicular del tipo agujereado empleado como acabado de un muro, el cual, gracias a su porosidad, permite una mejor adherencia del aplanado, tanto de estuco como de tierra. Foto Enrique Méndez Torres, 2012.
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bable que de algunos de estos puntos se haya echado mano para explotar al material que se utilizó para la construcción en el Tlatoani. Laja o ixtapaltete Tenemos evidencia del uso de este material desde épocas muy tempranas como el Preclásico Terminal (150 a.n.e.150 n.e.) en el cercano pueblo de San Andrés Cuauhtempan donde se empleó para cubrir pequeñas cistas o cámaras funerarias. De similares condiciones se localizaron tres entierros en la parte baja del cerro Tlatoani para la misma temporalidad. En el Conjunto Central Arquitectónico desde el año 600 n.e se desarrolló el uso de lajas en voladizo que sirve de base al tablero que es soportado por el talud que flanquea las escaleras principales del templo (Fig. 12). También están presentes en una estructura arquitectónica en la sección baja del cerro, en un punto central de la antigua ciudad de Tlayacapan, que pertenece al primer siglo de nuestra era, ubicado en el llamado Preclásico Terminal (Fig. 13). De este tipo de lajas hasta la fecha no se han encontrado depósitos aunque hemos sido informados que hacia el no-
40 reste del poblado actual de Tlayacapan, aún dentro de su jurisdicción, se han encontrado pequeños yacimientos de lajas, solo que de mayor grosor. En el contexto arqueológico las hay de distintos grosores y tamaños y se han encontrado desde 1 hasta 4 cm de grosor. Su nombre proviene del náhuatl y aparentemente se deriva del vocablo ixtlapalteca que se podría traducir como piedra que se extiende o se coloca de lado; aparentemente este elemento constructivo del talud-tablero es tan antiguo como el Preclásico Tardío (350-200 a.n.e.) y tendría un origen TeotihuacanoTlaxcalteca, con énfasis en éste último lugar, donde conocemos los más antiguos ejemplos en las zonas de Tlalancaleca y Tetla y lograron una diáspora como rasgo cultural arquitectónico panregional que abarcó prácticamente toda América Media (Gendrop, 1984:4, 21, 27). Cal La utilización de la cal como material constructivo se tiene arqueológicamente reportada en el sitio de Çatalhöyük en la península de Anatolia, en la actual Turquía, entre 7400 y 6000 a.n.e. e incluso hasta la mitad del sexto milenio. Coloca-
Fig. 12. Aspecto de dos alfardas de la estructura piramidal del templo en la cima del Tlatoani, la última estructura y la subestructura, en ambas se puede apreciar el uso que le daban para soportar el tablero, la última fase pertenece el Posclásico Temprano. Nótese también el aprovechamiento del tezontle rojo y negro que fueron careados en por lo menos dos de sus facetas. Foto Enrique Méndez Torres, 2014.
Fig. 13. Aspecto de la estructura piramidal localizada en la sección baja del Cerro Tlatoani perteneciente al primer siglo de nuestra era. Acá se muestra también el uso de la laja ixtapaltete para soportar el muro o tablero vertical sobre el muro en talud. Al fondo a la derecha se aprecian otras más que salieron a manera de relleno ya descontextualizado. Foto Berenice García Vázquez, 2013.
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da en pisos y muros, en múltiples capas que quizá se iban colocando sistemáticamente con lapsos determinados, otorgaban un ambiente fresco, permitían la iluminación y derivaban en un espacio higiénico al absorber olores y fluidos del cuerpo que eran absorbidos y transformados químicamente (Hodder, 2012:45, 60). El uso de la cal como material constructivo ocurre entonces durante el Neolítico, y es efecto de la llamada Revolución Tribal, cuando el sedentarismo es un hecho.
En América Media el uso de la cal se comenzó a diseminar a partir del Preclásico Medio (1100-500 a.n.e.), ya que los contextos previos del Preclásico Temprano se reducían a procesos constructivos basados en morteros de tierra y desgrasantes minerales u orgánicos, así como adobes. La fuente sociohistórica del uso de cal está asociada en América a las primeras sociedades clasistas y su uso aún se puede localizar con muy poca frecuencia entre algunas comunidades campesinas y étnicas diseminadas en lo que ahora es México y Centroamérica. Para el ejercicio del uso de la cal en los procesos constructivos es necesario el
42 dominio social de los momentos de transformación, desde la calcinación de piedras calizas (carbonatos cálcicos) al menos hasta los 900-1000°C para la producción de cal viva (donde se deriva óxido de calcio y anhídrido carbónico) y posteriormente desarrollar el proceso tecnológico del apagado o agregado de agua (con lo que surge un hidróxido cálcico) y con la intemperización (con lo que se agrega anhídrido carbónico) donde continúa el proceso de carbonatación ya efectuado en el orden constructivo (Gárate, 1984:87). Todo esto requirió de una serie de actividades implicadas en el proceso, desde la identificación de los bancos de piedra caliza, el proceso de procuramiento, la elaboración de hornos, la inclusión de combustible en el proceso, la quema, el almacenamiento, el proceso de hidratación, a los que es preciso añadir para cada caso herramientas y conocimiento técnico de cada momento. Este material es totalmente ajeno al paisaje de Tlayacapan por estar en un territorio volcánico, sin embargo, a unos 10 kilómetros al oeste está el poblado San Andrés de la Cal en el actual municipio de Tepoztlán, un espacio sobre un de-
pósito de piedra caliza, de donde se pudo haber extraído. En Tlayacapan localizamos en 2013, un pequeño horno en la sección baja del cerro El Tlatoani, en éste se localizaron evidencias que haber sido utilizado para la producción de cerámica, pero también se encontró evidencia de haberse quemado piedras calizas, lo que nos hace pensar que se pudo haber empleado el horno para elaborar una cantidad pequeña de cal, quizás de autoconsumo. Los fechamientos nos permiten ubicar este elemento en funcionamiento hacia el año 600 n.e., es decir, sincrónico al comienzo de construcción del templo en la cima, que a diferencia de los demás sistemas constructivos en El Tlatoani, in-
cluyó mortero de cal en su construcción (Fig. 14). Este producto se empleó principalmente en la manufactura de algunos pisos donde llegamos a encontrar una secuencia de hasta siete sobreposiciones. Tierra Este elemento natural es abundante en el valle, no así en las distintas secciones del cerro, la que se pudiera encontrar es porque lleva años de formación in situ, pero en época previa a la invasión es-
Fig. 14. Aspecto general del horno de cerámica y cal ubicado en Tlayacapan. Foto Enrique Méndez Torres, 2013.
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pañola, al hacer las adecuaciones necesarias para el modelado del cerro fue necesario reorganizar los materiales, retirando rocas y quizás tierra para acomodar las nuevas capas. De éste material apreciamos dos usos, el primero como relleno de las terrazas. Al comenzar las excavaciones para la restitución de volumen de los muros colapsados apreciamos un alto índice de tepalcates, conforme se fueron haciendo los análisis de materiales apreciamos una disparidad entre las fechas tipológicas del material cerámico, Preclásico, contra el uso de la terraza, Clásico o Posclásico Temprano. Se infirió que la tierra de relleno había sido trasladada de alguna parte del cercano valle y ésta venia enriquecida con los materiales arqueológicos del Preclásico. Otro uso de la tierra debió de haber sido como carga en distintas proporciones en las mezclas de morteros de tierra y en los de cal para pegar piedra, aplanados y pisos. Arcilla Sabemos que un determinado tipo de tierra es empleada para la elaboración de barro para la alfarería, agregándosele
44 desgrasantes minerales o vegetales. Al platicar con algunos alfareros nos han comentado que algunos bancos de material de arcilla para la elaboración de sus distintos productos alfareros se han ido agotando y con el crecimiento de la mancha urbana han sido absorbidos y otros han caído en desuso, por lo que se han tenido que ver en la necesidad de buscar otros yacimientos en las afueras del pueblo. Como ya se mencionó en renglones anteriores, tenemos la evidencia arqueológica de que Tlayacapan fue un pueblo alfarero por lo menos desde el Clásico, donde explotaban sus yacimientos de barro y aprovechaban algunos tipos de madera para la quema de su cerámica. En los tres años de exploración arqueológica se han encontrado fragmentos de material cerámico gruesos, y con el análisis de los mismos hemos apreciado un patrón y nuestras conjeturas apuntan a que se trata de remates arquitectónicos, almenas. Tepetate o tierra amarilla Este material consiste en una tierra en proceso de solidificación, una de sus características es que es tierra infértil y carece ya de materiales orgánicos. Tritu-
rándola resulta ideal en la elaboración de adobes, se puede aprovechar también para la mezcla de tierras en la elaboración de determinado tipo de cerámica pero sobre todo es óptima mezclándose con cal en la elaboración de mezclas. En la actualidad algunos yacimientos se localizan en la parte Sureste y Noreste de las inmediaciones del actual asentamiento del pueblo de Tlayacapan (Fig. 15). Madera La madera se pudo haber utilizado como polines, escaleras o andamios. Si bien existen recursos madereros en la región no toda la madera es apta para soportar ciertas cargas de trabajo, pero sabemos que el pino es abundante en la cercanía
y suele ser una madera muy noble. Una especia que se ha encontrado en el mismo cerro y el entorno es un árbol de madera muy resistente, le llaman quiebrahacha (Acacia unijuga), que se pudo utilizar para la elaboración de morillos, vigas pequeñas y trabes. Agua Debido a la conformación volcánica del cerro, lo manantiales y ojos de agua son nulos en dicha elevación, salvo un pequeño venero que en época de mucha
Fig. 15. Extracción de tepetate a las afueras del pueblo. Foto Enrique Méndez Torres, 2014.
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sequia deja de escurrir agua. En una cañada cercana existen ojos de agua que están activos todo el año y existen otros cerca del pueblo que antiguamente dotaban de éste líquido a la población. Esta debió de haberse trasportado ya sea desde la cañada o quizás de un ojo de agua cercano al cerro y estar almacenado en contenedores de barro. Aunque en el sitio existen múltiples horadaciones menores llamadas xicallis, es imposible que hayan servido para almacenar suficiente agua por varios días.
Conclusiones
Dentro de los materiales visibles que forman los más de los cuerpos de fábrica en El Tlatoani hemos podido apreciar el uso de materiales fundamentalmente locales de origen ígneo, efecto de las mismas formaciones geológicas locales. Conociendo la diversidad de materiales podemos inferir su procedencia a razón que también se conocen los alrededores geográficos en el paisaje gracias a los recorridos de superficie llevados a cabo en las dos primeras temporadas. De éste modo hemos podido apreciar cuáles materiales pueden ser locales y cuáles
46 foráneos. Dentro de los materiales locales hemos distinguido el basalto vesicular, tanto el liso como el agujereado, el tezontle rojo o negro, la toba volcánica, las lajas basálticas, tierra para rellenos, arcilla, tepetate y agua. Respecto a los materiales alóctonos se ha apreciado piedra caliza en bloques pequeños. Los sistemas constructivos observados en la Zona Arqueológica El Tlatoani son efecto de la organización para la producción de los espacios sociales contenedores de una serie de campos prácticos para los que sirvió este espacio en la cima. Antes del Clásico, sin poder aún determinar en qué momento pero si con seguridad desde el Preclásico Terminal (150 a.n.e.-150 n.e.), se utilizaron ciertos espacios en la peña para la ejecución de signos petrograbados asociados a procesos rituales que aún están por investigarse en detalle, pero que hemos avanzado con el registro de más de una docena de ellos, acá eventualmente se habrán ejecutado algunos escalonamientos para el ascenso. La funcionalidad asociada al culto durante el Clásico (200-600 n.e.) bien parece estar vinculada con un culto a Tlá-
loc, deidad más reiterativamente presente en los materiales cerámicos que hemos recuperado de la sección de basu-
rero del templo en la cima. Para este momento es probable que se contara con un templo de material constructivo deleznable asociado a elementos petrograbados como altares y xicallis. Para el comienzo del Epiclásico (600 n.e.) ya contamos con un primer momento constructivo del templo en la cima con el uso de mampostería con cementantes y enlucidos de cal-arena. Hacia el Posclásico Temprano en el siglo XI, la cima mostró su mayor magnitud de diversificación de campos prácticos asociados quizá a la última ampliación del templo en la cima. El uso de materiales constructivos se amplió en gran magnitud y se desarrolló el terraceo de prácticamente todo el espacio de la cima con terrazas que usaron como estrategia constructiva el uso de la tierra como cementante y enlucidos, incluso se efectuaron pisos con este material. Para el Posclásico Tardío al parecer el templo en la cima deja de funcionar como tal y los múltiples espacios que antes se ocuparían con pequeños templos, espacios asociados a talleres domésticos y
47 eventualmente incluso algún palacio, serían clausurados para ampliar las terrazas y darles un aspecto plano y defensivo, apostando los accesos a manera de zig-zag tal como se puede apreciar hasta el momento en los procesos de consolidación y restituciones volumétricas que hemos realizado del último momento de ocupación antes de la invasión española. En cada momento, se utilizaron preferentemente materiales constructivos locales, y el reto siempre estuvo implicado en la cantidad de energía humana que implicaba cada proceso constructivo y de mantenimiento a los elementos arquitectónicos en el lugar. En mucho, se puede pensar que los grupos hegemónicos que decidieron el emplazamiento en la cima no eran necesariamente los mismos que se encargaban del rudo trabajo de construir. Cada proceso que a nivel de valle cuestan una cierta cantidad de esfuerzo, en la cima de este cerro se multiplica por mucho. Cada piedra emplazada en la cima implicó el procuramiento de los materiales como en el valle, pero un acarreo que hizo de ésta una obra de asombrosa inversión de tiempo y energía humana. Un asunto
último lo agrega la necesidad del agua para los procesos constructivos que se ve implicada de manera ineludible en muchos pasos de la preparación de mezclas, emplazamiento de materiales constructivos y muchos más, debió haberse subido en cántaros de barro y esto debió complicar los procesos. Cada sociedad en la historia decide en qué se aplica la riqueza socialmente producida, la energía de una sociedad que dedica su esfuerzo a emplazar este tipo de asentamientos se ve circunscrita a un
sistemático gasto energético. En Tlayacapan la diacronía de estas amplias convicciones para construir en la cima de los cerros se entrevera como ingrediente principal el orden cosmovisional en momentos previos al Clásico. Mientras que se van agregando elementos de compulsión religiosa y político-simbólica para los momentos posteriores del Epiclásico y Posclásico Temprano. Finalmente en el último momento hacia el Posclásico Tardío debemos considerar la compulsión hegemónica que había hecho de Tlayacapan un pueblo tributario más de una provincia subalterna del poder mexica al sur de la Sierra de Chichinahutzin y el espacio en El Tlatoani se habría con-
48 vertido en ese puesto de características bélicas que habría encontrado resistencia ante las tropas indígenas y españolas comandadas por Hernán Cortés en ese abril de 1521.
Agradecimientos
Agradecemos la colaboración en este artículo a distintos pobladores de Tlayacapan que no solo han participado con nosotros en los trabajos de investigación sino con sus aportes respecto a diversos aspectos que nos han llevado a conocer la ubicación de algunos yacimientos de materiales, entre ellos los señores Teodoro Vidal y Marcos Garma. Los croquis de la Arquitectura Petrograbada o Monolítica fueron ejecutados por el P. A. Adrián Fuentes Aguirre, colaborador del Proyecto de Investigación y Conservación de la Zona Arqueológica El Tlatoani, Tlayacapan, Morelos.
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