Bajo la lente de la estupidez

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Bajo la lente de la estupidez Modelos, aficionados y cretinos

Por José Antonio de la Vega Torres “Santoñito Anacoreta”

Hubo cierto día 27 de marzo de 2016 —domingo de Pascua, por cierto, ya fecha cuando uno queda liberado, contrito, en posibilidad de consumir “carne roja”— cuando el ojo se liberó de las ataduras, para caer preso de las habladurías. Aquí hago un recuento de lo que me contó el ojo luego que accedió a concederme una entrevista; mejor dicho, amable conversación, en la intimidad de sus ansias. —§— S.A.: Gracias por recibirme en tu espacio, Ojo. Es para mí toda una sensación hallarme flotando en tu humor acuoso. Desde aquí el mundo se mira distinto. OJO: Y que lo digas, Santoñito, y por ello te invité a adentrarte, para que vieras desde mi óptica el acontecimiento que me llevó a este lagrimeo. Aunque, ya con mi edad, lo que prevalece es la sequía en más de un sentido. S.A.: Comprendo. Sin embargo, el cúmulo de visiones que puedes haber guardado en la memoria y las que siguen pasando por tu quiasma debe ser no nada más enriquecedor. ¿Abruma? OJO: A veces sí. A veces incluso hastía y produce dolor físico, mental, emocional, cansa. Hay cosas allá afuera que irritan de tal

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manera, que uno quisiera mantenerse en oscuridad perenne. Pero, por otro lado, la luz que nos ilumina, así la del sol como la de la razón, suelen ser un bálsamo que, no solo conforta, sino reconcilia con lo visto. S.A.: Cuéntame el motivo al que obedece este amable diálogo que, debo decir, tenía tiempo gestionando con el resto de los sentidos. ¡Qué difíciles son todos ustedes, eh! Para arrancarles una declaración de vez en cuando uno ha de padecer, pero ya una entrevista más en forma es todo un reto. OJO: Sí, entiendo tu consternación —dijo tornando el párpado, dibujando así una leve sonrisa—. Pues te diré. Recuerdas que tiempo atrás tenías tú la inquietud por retomar no solo tu afición sino tu oficio en la fotografía. S.A.: Sí, lo recuerdo, Y tanto… Luego de fallecido mi padre, en su lecho de muerte le tomé su último retrato, que valoro como uno de mis más grandes y personales tesoros. Él, que registró en cada oportunidad mi existencia desde que estaba yo en la gestación, haciéndolo así en filme de formatos 8 y súper 8, en fotografías y tantas que con los años significó cierto celo de parte de mis hermanas; él, tenía que, desde mi perspectiva, terminar plasmado también en imagen. Su amor y su larga espera por mi nacimiento me llevaron al celuloide. Yo le debía de alguna manera, también por amor, guardarlo en mucho más que solo la memoria. OJO: Sí, yo también recuerdo ese momento. Lo llevo impreso en la retina como si fuera ayer: la calma de su rostro teñido con la amarillenta palidez de ese sueño eterno que es la muerte pasó de ser un mero reflejo en mi pupila a convertirse en imperturbable memento mori; las amoratadas señas en sus orejas de la sangre derramada en su interior por causa del infarto fulminante se proyectaron en mi córnea como sombras de ayeres, desvelos, noches sin luna y sin embargo rotas por los destellos de sollozos impertinentes. Tacto me contó entonces que su natural tibieza se iba apagando con lentitud entre tus manos.

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S.A.: Así es, pero nos desviamos… OJO: De ninguna manera. Solo en apariencia. Ese prurito tuyo por la fotografía, heredado de tu padre, es lo que me llevó a la necesidad de llenar el hueco faltante en tu formación de fotógrafo, aunque tengo claro que para ti la fotografía es un arte accesorio. S.A.: Te equivocas. Es complementario a mi labor como escritor. Como el tejido, que recientemente abracé con singular alegría y curiosidad. O el dibujo, que tengo anquilosado. Mucha de mi poesía surge precisamente de las imágenes reales o ficticias. De manera especial, dada mi nula historia amorosa y casi nula experiencia sexual —que tú bien sabes de ello— la fotografía en buena medida me significa una síntesis “palpable” de mi ideología estética. OJO: Sí, algo compleja, a veces. S.A.: Más bien inconfesable en algunos de sus términos. No porque implique un anatema o cosa peor, sino por causa de los prejuicios sociales que, de lanzarme a explicar detalles, acabarían tachándome de mil y una falsedades. ¡Sí así, sin conocerme, ya lo hace la gente (incluso los propios)! Qué puedo esperar de quien ni siquiera se toma el tiempo de preguntarme qué chingados conmigo. OJO: Bueno, recuerda: que hablen; bien o mal, pero que hablen. Volviendo al tema, tengo muy presente que cuando decidiste entrevistar éscorts para hacerte de notas para la novela que aun tienes en el cajón, esperando cobrar forma de palabras en el papel, por tu mente cruzó la idea de llevar a la imagen tus inquietudes que, ya en la poesía, venías exponiendo alrededor del erotismo. S.A.: Y tanto, vaya… En efecto, satisfechas mis inquietudes literarias y sexuales —estas tan tardías como dio la cuenta de los 48 años, cuando dejé de lado la castidad— con estas amigas, mis putas de lujo —por contraste con las de Gabo— a quienes debo mucho y que también me costaron buena plata invertida, empecé a sentirme inconforme, incompleto con las descripciones que venía haciendo en poemas y narraciones. Entonces empecé a recurrir a imágenes

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diversas, unas más descarnadas que otras, para ilustrar esos poemas; en parte para facilitar la lectura de quienes tuvieran a bien posar su vista en mis líneas, so pena de clausurar las posibilidades metafóricas; y en parte también para guiarme en el laberinto de sensaciones bestiales en mi interior. Así, el desahogo que para unos podía —y aún— resultar escandaloso, a mí me ha servido como una manera de exorcismo ritual: no bastan las palabras, los decretos, las oraciones y rezos para confundir y dominar a los demonios; hacen falta, y de importante modo, las fantasías más diversas, así sea en la forma de lujuriosas monstruosidades, de lúbricas vejaciones pornográficas. OJO: Y yo he seguido paso a paso este proceso, archivando cada imagen, captando cada ilusión. Y eso me dio la pauta para establecer una, podemos decir, norma: debía encontrar la manera de nutrir tu acervo con imágenes de tu autoría, ajustadas a tus ardores, a tus ansiedades, pero sobre todo en la medida de tu apreciación estética del sexo, el cuerpo humano y el erotismo como sustento del amor en potencia en cada cual. No podías, no debías depender de los caprichosos derechos de autor de terceros, esos que ya hoy, como tú bien has alegado en más de una oportunidad, sirven más de monserga al servicio de los abusivos ególatras, de los acaparadores, que de justicia de veras. Entonces yo te sugerí la idea de proponerle a una de tus amigas éscorts tomarle fotos estando desnuda, para que comprendieras que no es igual confrontar el cuerpo desnudo con ayuda de Tacto, Olfato y Gusto como con la intermediación mía. Para que llevaras a la práctica tu teoría académica neoplatónica sobre las diferencias entre ver, mirar y observar. Y notaste que es de las especialidades más difíciles de la fotografía, que pende de un hilo y camina por el filo de la navaja, en riesgo de ceder a la visión morbosa, o de caer del otro lado, el de la pudicia anodina. S.A.: Lo recuerdo bien ese proceso. No imaginé que tú estuvieras detrás. Supuse que eran Instinto y Deseo los que me impulsaban.

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OJO: Era yo. Ya después conociste a los fotógrafos amigos que te introdujeron en la posibilidad de llevar a efecto la captura de esos instantes sensuales y eróticos con que sueñas. S.A.: Y he conseguido captar algunos verdaderamente notables e inspiradores, al menos desde mi punto de vista. Digamos que “decentes” en su factura, pasables para ser las primeras incursiones. Aquella vez que pedí a Laura retratarla teniendo en mente replicar a Goya, a Modigliani comprendí que lo más difícil es separar cuerpo y alma. Por un lado, la exacerbación de los sentidos para poseer a esa joven Laura, veinteañera y sin embargo de carnes ya no tan firmes por causa de la maternidad, me resultaba indescifrable. Por otro lado, me pareció entender que tú me dictabas una lección contradictoria: frente a mí no tenía el cuerpo de una mujer, sino un objeto a retratar. Pero yo estaba errado en la interpretación, pues sí tenía no solo como objeto el cuerpo de una mujer, sino además la tenía sujeta a mi limitación visiva. Pendiente de su seno, de su sexo, desatendía las texturas, los colores, las luces y sombras, la composición. No hice pornografía, pero tampoco conseguí imágenes ni siquiera sensuales. OJO: Que es el mío, sin duda. Sin embargo, hoy comprendo más tu nerviosismo frente a las reacciones ajenas, porque no nada más vi lo que escribiste llevado por el malestar ocasionado por tu experiencia tras la más reciente sesión fotográfica en nuestra casa, y cuya finalidad primaria no era ganar unos pocos centavos como propiciar la ocasión para solazarme y desarrollar, desempolvar tu habilidad aprendida y heredada. De ahí el motivo para esta charla. Tú escribiste, airado: Este día tengo a la vez contento y enojo. Contento porque alquilé de nuevo la casa para una sesión de lencería y desnudo, pero esta vez temática, en "homenaje" a Roy Lichtenstein, uno de los grandes artistas de la corriente pop de las décadas de los 50 y 60. Eso significó, claro, un dinerito que no me cae nada mal.

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Enojo porque constaté de nuevo que entre amateurs (modelos y artistas), puede haber tanto cretino y más soberbia que en los artistas consagrados. Hay que ver, salvo por dos o tres, la caterva de imbéciles que se dieron cita en mi casa. Primero, el maquillaje y el vestuario "trató" de acercarse a los trazos y colores de Lichtenstein, pero solo eso. Las marcas negras en rostro y cuerpo fueron solo eso, marcas, incapaces de resaltar o establecer una expresión. Lichtenstein pelaría los ojos del horror. Segundo, las modelos. Aunque desempeñaron bien su labor, no dejan de ser modelos para pose estudiada, buenas para apuntes y esquemas, sketches, pero poco o nada útiles cuando lo que uno busca es el juego de luz y sombra espontáneo y no nada más tal o cual parte del cuerpo en cierta posición. Por lo mismo, la "dirección" que algunos de los fotógrafos pudo hacer solo abonó a más de lo mismo. Espero que en sus ojos el oficio trabaje con más creatividad y sensibilidad. Lo digo porque incluso entre ellos hay uno varias veces becado por el FONCA, aunque en su casa lo conocen. O sea, es tan famoso como yo, aun siendo discípulo de Pedro Meyer Contento, porque conseguí algunas imágenes decentes, en especial una serie que me ayudará a una talla en madera que tengo pendiente y debo agradecer a la modelo haberse prestado para darme justo el enfoque y encuadre que buscaba desde hace tiempo, pero... Enojo, porque esta misma modelo como el resto y varios de los fotógrafos salieron con su "pose" digna y soberbia (ellas, además, alegando "seguridad" y "pudor") frente al hecho de que, en mi humilde condición, tomo fotos con mi celular (nada despreciable en su calidad que ha sorprendido a más de uno). Enojo y risa burlona, siguiendo lo anterior, frente a esos que, engreídos porque cuentan con costosos equipos creen que en ello radica el arte de fotografiar, cuando todo el arte está en el ojo, la imaginación y la sensibilidad de quien retrata. Y no lo digo yo, sino verdaderos maestros de la fotografía de todos los tiempos, algunos de los cuales hicieron maravillas con una pinchurrienta instamatic o una limitada polaroid en los 70 (vaya si llegué a ver obras maestras expuestas antes de que nacieran varios de los que vinieron hoy). O sea... Poco importa si es un celular o una Pentax (como la que tuve hace años y vendí malbaratada por necesidad), lo importante es capturar el momento, no fabricarlo y esta tarde, salvo dos o tres, el

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resto es eso: fabricantes de tomas en serie, de largos tiros de los que habrá que ver cuánto se rescata. Yo me inicié en la fotografía por mi padre, primero, quien la ejerció profesionalmente como el dibujo en la publicidad; luego por mi profesor Carlos Arauz que me dio la materia muy completa los tres años de la secundaria, además de una chunga fantástica. Luego me encaminó por las cámaras más profesionales el cuñado de mi madre y, en la carrera, el profesor Nader, durísimo, me puso frente a señores retos. Y ¡cómo olvidar! las lecciones del Ing. Roberto Kenny, de quien aprendí el secreto más valioso de la buena iluminación. Me faltaba, en el ejercicio tanto de aficionado como profesional, practicar la fotografía de desnudo y erótica. De ahí que la sesión de esta tarde me diera contento, por significarme una oportunidad más y nueva para "desempolvar" lo aprendido, lo practicado profesionalmente en algún tiempo. Aunque supuso un poco de complicación por la cantidad de fotógrafos que intervinieron. 15 y cuatro modelos, un mundo repartido por los rincones de mi casa. Pero me da enojo que haya personas cretinas que, solo por llevar uno en la mano un celular se hagan idea equivocada de las cosas y situaciones. El celular por ahora es mi arma, mi herramienta de trabajo, con lo que hago lo mismo reportajes que entrevistas y solaz. Uno de los fotógrafos con quien hice, en sesión anterior, migas (eso creo), tuvo a bien ¡regalarme! una cámara que le sobraba. Valga decir que le estoy muy agradecido. Pero la pila apenas dio para 10 fotos, necesito conseguir el cargador. Así, a querer o no, el celular hizo su trabajo ¡y con qué decoro! Ah, pero las señoritas indignadas, con moscas en la cabeza y muy "dueñas" de su imagen, aunque amables y dispuestas, se pusieron moños, los que no sacaron a relucir hasta que, al final y con respeto, advertido de la molestia por el organizador, Emmanuel Flash Moreno, aparte las llamé para disculparme por haber dicho o hecho algo que les incomodara, pero nunca hablaron en su momento. Enojo, porque las muy fufurufas se calentaron, me alzaron la voz, me advirtieron que me demandarían si veían sus fotos en algún lado, que yo no tenía derecho, o sea que yo era el gato baboso que alquiló la casa y nada más... ¡Chamacas pendejas! Enojo porque me vi en la necesidad de correrlas de mi casa, de recordarles que, aun habiendo alquilado los fotógrafos en conjunto el espacio para la sesión, siendo ellas pagadas como parte del

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paquete por el organizador, como dueño de la casa tengo todos los derechos de hacer y deshacer y de tomar fotos si me place. Y le dije al organizador, para que no ocurra esto, haz tus alquileres por escrito y pon esa cláusula. De una vez anticipo: yo no la acepto, porque bastante hago con meter gente ajena a mi casa como para que me vengan a mangonear e imponer normas... ¡Habrase visto! Y no voy a elaborar comprobantes fiscales por semejante píngüe entrada. Contento indiferente porque las chicas, en su arranque todavía me dicen: "¡en quince años nunca me había pasado esto!"; "pero no sabe con cuánta gente del gremio se ha metido"... ¡Ay! Me tiene tan sin cuidado. He trabajado tanto y tantos años con "talentos" (modelos, actrices, actores de mucha mayor talla y renombre que estas modelos de estudio), fotógrafos diversos especializados en esto y aquello, que ya sé cómo se las gastan. Será una mancha más al tigre, nada más. Y que ruede el mundo. "¡Le exijo que borre sus fotos con mi imagen de su celular!", me increpó una argumentando razones de “seguridad”, pero lo hizo hasta que yo saqué el tema para disculparme, nunca en el momento de tomar la imagen o el conjunto de imágenes. "¡A mí no me parece que mis tetas, mi culo y mi chocho estén en el celular de cualquiera!", dijo otra. "Ah, pero si estuvieran en mi cámara...", repuse. Si de seguridad se trata, celular o no de por medio, nadie puede garantizar que cualquiera de los asistentes pueda hacer mal uso de las imágenes obtenidas con consentimiento de las mismas modelos, aun llevando cámara de última tecnología, que para algo estos nuevos adminículos tienen memoria removible. Ah, pero tal vez estoy perdiendo de vista que estos gremios de pacotilla han de pensar que uno les está robando el alma. Me acordé de cuando una indígena mazateca se rehusó a que la fotografiara en la Lagunilla, en 1985, para un fotorreportaje sobre el terremoto: “Tú, paga; tú, foto No paga, no foto”, me replicó (y sin embargo, en mi rebeldía, la retraté muy a su pesar). ¡Imagina que todos nos pusiéramos así! No habría ni noticias gráficas. Quizás el derecho más nocivo de todos, es el hoy tan cacareado “derecho al olvido”. Me parece totalmente incongruente de algunas de esas modelos que se pongan en ese plan cuando ellas mismas, entre broma y broma, son las primeras en reconocer que si por ellas fuera vivirían desnudas. El problema no está en el desnudo, o en el ojo que las retrata, sino en el propósito detrás. Y ese, por lo que a mí toca es

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claro y de ninguna manera es, como alegó otra, para cometer solipsismo onanista: "¡Seguro las quiere para jalársela!"... No es mala idea, pero no están tan buenas, aunque, como decía el abuelo, "con paciencia y un trapito..."; o como justificaba un amigo con vulgar gracejada: “Hoyo aunque sea de pollo”. Contento, porque las fotos quedaron tan bien que las utilizaré — muy a pesar de las modelos y a riesgo de su reacción virulenta— para ilustrar mis poemas que iré publicando en su momento. Y contento porque (descuiden muchachas) borraré en lo posible sus rostros y aquellos elementos que permitan su reconocimiento, aunque algunos de sus múltiples tatuajes serán casi imposibles de borrar, porque hay que ver que están tan tatuadas que más semejan un beliz o baúl recién descargado en algún muelle de Shangai. Pueden tener por seguro, y mis amigos, seguidores, lectores y colegas no me dejarán mentir, nunca he publicado nada que pueda afectar a un tercero, pues así como conozco mis derechos, entiendo mis obligaciones. Así que, sorry, si el día de mañana mi arte vale algo, pues serán la modelo anónima. Y, si pasa al olvido, pues ni de qué preocuparse.

Ojo: Pero ahora me entristece leer lo que han escrito de ti llevadas por la circunstancia, tanto como tú. La representante de las modelos escribió esa noche en la red social Facebook: Norma Ivette 27 de marzo a las 23:28 · ESTE DIA TUVIMOS UNA MALA EXPERIENCIA, QUE ME QUEDA COMO APRENDIZAJE A DEJAR TODOS LOS PUNTOS MUY CLAROS EN LA RENTA DE UNA LOCACIÓN, NO CREÍA NECESARIO HACERLO YA QUE, EN LA MAYORIA DE SITIOS, LOS DUEÑOS ESTAN EN CONOCIMIENTO HASTA POR MERO SENTIDO COMUN DE LO QUE NO SE DEBE HACER... Y MODELOS, SI ALGO LES INCOMODA DURANTE UNA SESION, NUNCA CALLEN Y AVISEN A LOS ORGANIZADORES LO OCURRIDO PARA PODER SOLUCIONARLO. NO SOMOS OBJETOS Y NADIE PUEDE INVADIR NUESTRO ESPACIO NI HACERNOS SENTIR INCOMODAS

S.A.: ¡Qué estupidez! No cabe duda. Si analizo lo dicho por ella, punto por punto no puedo estar más que en desacuerdo casi total.

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Casi, porque en efecto supone un aprendizaje para las partes, pero como los arreglos a los que están acostumbrados estos personajes es “a la palabra” por causa sobre todo de los montos económicos involucrados, difícilmente podrán prosperar tratos con convenios escritos de por medio. Por varias razones: 1) quien alquila no está en disposición de pagar impuestos por una bicoca de renta como un máximo de dos mil pesos por alrededor de seis horas de alquiler; 2) cualquiera que por causa de alquiler olvida que las normas mandantes son las de casa, siempre, y nunca las del arrendatario, peca de estúpido, confiado y vulnerable, pues ya se sabe que inquilino con manga ancha se apodera de tiempo y espacio. En cuanto al dicho: “en la mayoría de sitios, los dueños están en conocimiento hasta por mero sentido común de lo que no se debe hacer”, es una falacia total. En el caso de un dueño de un inmueble que alquila por primera vez, no por fuerza “debe” estar enterado de lo que imaginan fotógrafos o modelos como “norma general”. Por otra parte, la condición de dueño le da absolutos derechos sobre lo que se puede o no hacer en el espacio y tiempo de su propiedad. El alquiler no supone una cesión de derechos, como creen estas ignorantes personas y es el propietario, y no el arrendatario, quien impone las condiciones. En este caso, mi condición es que yo fotografío si quiero, cuándo y cuánto quiera por el solo hecho de estar en mi territorio. A quien no le parezca, que no ingrese y punto. Y si me alegan: “los fotógrafos están pagando por la intervención de las modelos, por la locación y el refrigerio”, bueno, allá ellos, es parte de su paquete y no por ello me va a salir un organizador con que, por ejemplo, si yo quiero tomar fotos en mi propiedad, estoy condicionado a pagar la parte proporcional de las modelos, pues sería otra estupidez. No se puede aplicar el mismo conjunto de normas de un estudio fotográfico a una locación como una casa particular. Y una estupidez más la que trasluce en la idea: “No somos objetos y nadie puede invadir nuestro espacio”. En primer lugar, toda modelo, desde el momento mismo que se ofrece como “objeto” de la

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atención del artista está objetivándose. Esta es una verdad filosófica, no metafísica. Pero si parece pomposa la explicación, desde el punto de vista estético, la modelo tanto como el jarrón expuesto y dispuesto al ojo del artista es mero objeto sujeto a la voluntad creativa, sensible y sensual de aquel. Por lo tanto, su “espacio” está limitado al “círculo existencial” en torno suyo, la base, la columna, la silla, pero no más allá. ¿O qué, son depredadores que se apropian de la habitación, de la casa, por la sola gracia de su presencia? OJO: Bueno, toda esa perorata conlleva una discusión más de fondo, pero no creo que esas personas alcancen demasiada profundidad. Basta ver lo que refirió una modelo que, según entiendo, de tiempo atrás ya había sentido incomodidad en tu casa por el solo hecho de retratarla con tu celular a falta de instrumento “mejor”. Se llama Brenda, pero prefiere un nombre de batalla más “vampírico”. BatBren Wessen 27 de marzo a las 21:54 · No me gusta hacer o divulgar cosas negativas. Pero hay excepciones, y quiero contarles, y tomar cartas en el asunto acerca de algo que me paso hoy en una sesión que me resulto interesante, divertida y productiva, con gente nueva y conocida, con la que tuve el gusto de compartir mi tiempo hoy. PERO: Hoy trabaje en una locación apenas conocida como La Florida ( girasoles 329 col. La Florida Naucalpan Edo de Mexico), donde yo ya había tenido un percance con el dueño que me incomodo muchísimo siendo parte de mis primeras sesiones formales con fotógrafos profesionales. Hable del asunto con quien hizo el trato de la locación, deje el resto en manos del fotógrafo. Lo deje por la paz. Hasta hoy, que me toco volver a trabajar en este sitio, con esta misma persona, (que me reconoció por obvias razones). Iré al punto: El dueño ( https://www.facebook.com/santonitoanacoreta) desde la primer sesión se sintió en el derecho de estar tomando fotos con su celular e interviniendo sin mi autorización durante la sesión de manera

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impertinente y con comentarios muy fuera de lugar, lo cual se repitió en esta ocasión con mayor impertinencia y con una de las peores actitudes que he tenido que soportar en todas mis sesiones, y no solo fui yo la que se percató y quejó de eso, lo cual al final de esta sesión, decidimos hacérselo saber, esta persona, respondió de la peor manera, gritándonos violentándose y excusándose de que en su casa podía hacer lo que él quería. Es una lástima que la gente se cierre solas las puertas. Nadie tiene por qué soportar a alguien así, siendo que se les está pagando por prestar LA LOCACIÓN y eso no les da derecho de agredir nuestra imagen de esa manera. Se los hago saber porque nadie más tiene porque soportar estas situaciones y porque esa gente no tiene por qué seguirse enriqueciendo de maneras abusivas. Si pueden evitar trabajar en ese lugar, háganlo, el lugar no tiene ni las mejores condiciones ni el debido mantenimiento, nada extraordinario, hay miles de mejores opciones. Les mando un saludo y un abrazo Emoticón heart

S.A.: ¡Ja! Corrección de estilo aparte, voy de adelante para atrás. ¡Si justo lo que atrajo a los fotógrafos fueron las condiciones físicas de la casa! Si bien a mí me da pena, el deterioro y pienso en lo que dirían mis padres de ver su casa en el estado que se encuentra ahora, lo que querían era una casa sesentera dada al traste, con espacios, texturas y colores de los que sacar raja con su vena creativa. Yo avisé que requería mantenimiento, lo que me cobra la persona que me ayuda, pero esta me falló por causa de haber planeado esto en semana santa. Así que ahí me tienen a mí, limpiando días antes, dentro de mis personales limitaciones que no viene al caso comentar, para dejar más o menos presentable el sitio para los desconocidos, de los cuales incluso muchos de ellos ni en sueños podrían vivir en una casa semejante, lo cual no demerita su dignidad. Los comentarios a los que puede referirse esta muchachita especializada en modelaje “pin up” fueron simplemente en un afán de hacer conversación y en todo caso de integrarme a la dinámica, porque tampoco estoy dispuesto a que nomás por sus ínfulas, bajo el argumento de ser el “casero”, quedar en calidad de ajeno en mi

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propia casa. Antes que casero soy anfitrión, pero está visto que están acostumbrados a tratar con peones, veladores y encargados, o simplemente con eso, caseros a los que no les importa quién ni a qué entran otros a su propiedad mientras pongan peso sobre peso. No es mi caso. Es por eso que no es “excusa”, sino un hecho y por derecho. En mi casa hago lo que quiero, que para eso es mi casa; y si quiero la alquilo, y si no, no. Esa primera sesión a que ella hace referencia, ni siquiera cobré, presté la casa, que es distinto. He dado espacio a cuatro sesiones de photo shoting de desnudo y lencería, de fotografía erótica. Yo no pensaba en la posibilidad de alquilarla, hasta que se me sugirió la idea como para allegarme un dinero “extra” —que en mi circunstancia no es extra— y no para “enriquecerme”. ¡Enriquecerme, cobrando entre quinientos y mil ochocientos pesos allá cada Corpus y San Juan!, de nuevo, ¡qué estupidez! y falta de noción de las cosas de parte de esta gente, a quien yo no grite si no fue en reacción a su altanería que, claro, siempre negarán porque ¡cómo! ¡unas “damas” altaneras! ¡Pamplinas! Y por lo mismo yo no requería consentimiento de parte de ella para nada, excepto, eso sí, para la publicación de las imágenes resultantes, mismo que negó por interpósita persona y a la fecha he respetado; esto porque significaría un atentado a su imagen e identidad personales. Y yo no “me cierro las puertas”, son ellos quienes con sus ideas preconcebidas están cerrando una locación de tantas que puede haber. A mí, me va y me viene. Fuera mi principal y más oneroso ingreso, pero no es así. Útil, sí, ni quien lo ponga en duda, pero no es la panacea. OJO: ¿Y, como para qué aclaras todo esto? Porque dudo que tus palabras lleguen a oídos y ojos de esa gente. Estoy tan molesto como tú, pero... Dudo que lean esta charla y recopilación, estas reflexiones. S.A.: Es cierto, pero tú revelaste estos dichos. Y así pasamos del somero planteamiento de una estética personal a un desahogo.

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OJO: Pues, qué decir de las reacciones que siguieron a esos dichos en los comentarios de la publicación en Facebook (sic.): Vaos Vaos: Pues que mal... y esperando no vuelvas a pisar ese lugar... y gracias por el dato... Antonio Gutierrez Gonzalez: BatBren que bueno que publiques esto que te ocurrió y todos los fotógrafos no aceptemos regresar a ese lugar en donde no respetan el trabajo de ustedes Leona Barrientos: Emoticón confused_rev Marco Antonio Vega Vazquez: Enterado y compartir la publicación para que más gente se entere y nadie rente de nuevo ese lugar Emilio Gonzàlez Rguez: Si me permiten el comentario. Creo que esto habla muy mal en un principio de los fotógrafos y de las modelos. De los primeros porque al ver esta situación de inicio y decirse profesionales hubiera bastado para parar todo en los primeros minutos y no volver ademas en otra ocasión. Y de las modelos igual, si saben que esto no es correcto y ademas de incomodas ven que los sedicentes fotógrafos no son nada profesionales pues lo que sigue es parar todo. Asta que se aclaren y arreglen las cosas. Que mal por ambos lados..

S.A.: ¡Vaya! Al final, un sensato, con la razón de su lado. Está visto que tanto unos como otras han confundido la amabilidad y condescendencia con la hipocresía. En todo el rato que estuvieron en casa no hubo uno solo, sino ha sido por provocación mía, interesado en interactuar conmigo, conocerme, tratarme, darse una idea de quién soy. Llegaron, se posesionaron del lugar como quien alquila un salón de fiestas y con afán de dar órdenes y ninguneando. Para ellos y ellas, el celular es sinónimo de aficionado, ¡como si muchos de ellos, ya dije, aun con sus costosos equipos no lo fueran! Porque yo si tuve cuidado de averiguar quién entró a mi casa, y todos no son más que diletantes de la fotografía. Pocos, muy pocos dedicados a hacer de ella un oficio de veras. Y eso no está mal, eso no lo critico, como sí que caigan en la estupidez de creerse profesionales. Desafortunadamente, contra el “buen deseo” de este

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último comentario de que se aclaren y arreglen las cosas, mientras haya la actitud de cerrazón y distancia respecto de mí, dado que ninguno me sigue en Facebook y solo saben de mí mi perfil y ahora mi dirección domiciliar, misma sobre la que cometieron la infidencia de publicar en una red social sin mi consentimiento (caso distinto del alegado por la modelo en su apunte). OJO: Total que, de todos modos, Juan te llamas. En fin, Santoñito Anacoreta, patrono de las tempestades en los vasos de agua. Como yo lo veo, la estupidez viene a ser la versión sociológica de la Teoría de la Relatividad General. La estupidez es relativa. “Hay dos cosas infinitas”, decía Einstein: “la estupidez y el Universo; y del Universo no estoy seguro”. A ojos de ellos tú eres no nada más “abusivo”, sino un estúpido impertinente, badulaque al que, por unos simples pesos se le puede hacer menos. A tus ojos, ellos son estúpidos engreídos que no se dan ocasión de siquiera comprender lo que tu ojo ve más allá de vulgares tetas, culos y chochos, enmarcados en el visor de un celular o tras la mirilla de una cámara. Si la estupidez pudiera retratarse… Lo bueno es que ya te has hecho numerosos selfies a modo de vacuna.

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