Sobre la enfermedad mental 1. Apuntes hacia una crítica de la Razón Comunicativa

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ALREDEDOR DE LA ENFERMEDAD MENTAL Apuntes hacia una crítica de la Razón Comunicativa

José Antonio de la Vega Torres



Preámbulo

Para mí no hay emoción o satisfacción comparable a la que produce la actividad creadora, tanto en ciencia como en el arte, literatura u otras ocupaciones del intelecto humano. Mi mensaje, dirigido sobre todo a la juventud, es que si sienten inclinación por la ciencia, la sigan, pues no dejará de proporcionarles satisfacciones inigualables. SEVERO OCHOA El científico encuentra su recompensa en lo que Henri Poincaré llama el placer de la comprensión y no en las posibilidades de aplicación que cualquier descubrimiento pueda conllevar. ALBERT EINSTEIN

El ensayo que sostienen tus manos, estimado lector, seguro a más de uno causará erisipela, pero más que por su contenido, enfoque y propósito, sino por provenir de quien lo suscribe. ¿Por qué? A diferencia de muchos otros colegas, mi distanciamiento de la labor de investigación institucionalizada ha obedecido a circunstancias meramente personales, misma que ha refrenado ―que no impedido― mi afán por continuar el oficio de comunicólogo, el cual no he abandonado aunque así parezca y desde mi trinchera he hecho lo propio para mantenerme al día en torno al quehacer de mi profesión. Digo desde mi trinchera porque mi opción por mucho tiempo fue dedicarme a la práctica directa de los saberes y abrevar de la experiencia en el campo mismo de la producción de mensajes para los medios masivos especial

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Alrededor de la enfermedad mental

pero no únicamente como escritor, así como atravesar las ricas aguas de los diversos lagos que suponen las variadas subdisciplinas de la profesión; además de dedicar bastante tiempo a la docencia. Mi vena literaria se ha nutrido de las lecturas, hallazgos, disquisiciones, teorías sobre los diversos campos de la comunicación. Así, hoy, cuando me atrevo a escribir, otra vez, un ensayo “sesudo” sobre temas que otros considerarían para mí vedados a causa de mi falta de constancia, temo que pueda ser por mis pares tres veces negado y se me ponga el sambenito de apóstata de la Comunicología, sobre todo porque ni yo imaginé el camino que me llevaría a andar el motivo que sirvió de pretexto detonador de estas líneas. Por ello permítaseme justificar este esfuerzo. Solo pido benignidad republicana. Hace un tiempo me hallé enfrascado, dentro de los espacios de la red social de Facebook, en una discusión de esas que se antojan aun por bizantinas, al menos así me pareció al principio. Esta vez en torno al tema de la “enfermedad mental” y la duda acerca de su existencia o por lo menos su definición, así como lo relativo a los alcances de la Psiquiatría y la Psicología como ciencias. Cabe destacar de entrada que quienes participamos en dicho debate ―si se pre6iere, charla “de café”―, hasta donde entiendo y al menos hasta el momento de comenzar a escribir yo esta glosa con miras a ensayo, no somos psiquiatras; y aun cuando un par de nosotros hayamos pasado por las manos de alguno, otro asegura haber dedicado 20 años al estudio del tema desde la óptica de los Derechos Humanos y personalmente, por causa de mi profesión de comunicólogo, tengo en mi bagaje una importante carga de conocimientos sobre Psicología, no somos autoridades para pretender ―al menos hablo por mí― siquiera abundar en el tema más allá de lo que permita una elemental comprensión del mismo y lo que lo rodea. Hoy me doy cuenta que, sin proponérmelo arranco mi lucubración casi del mismo modo que uno de los autores detonantes de lo aquí escrito en el prólogo de su incendiario libro El Mito de la Enfermedad Mental (1).

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José Antonio de la Vega Torres

Permítaseme parafrasear lo que dice el doctor Thomas Szasz en los primeros párrafos de su libro que me ha servido como columna vertebral, en especial cuando, contra mi creencia, caí en cuenta por las palabras de varios psiquiatras del […] carácter vago, caprichoso y en general insatisfactorio del muy utilizado concepto de enfermedad mental y sus corolarios, el diagnóstico, el pronóstico y el tratamiento. Pensé que, aun cuando el concepto de enfermedad mental parecía acertado desde el punto de vista histórico (ya que emana de la identidad histórica de la Medicina y la Psiquiatría), carecía de sentido racional. Si bien pudo haber sido útil en el siglo XIX, hoy está desprovisto de valor científico y es, desde una perspectiva social, nocivo. [op.cit.: Prólogo]

Si bien el tema antes no había sido de mi particular interés, algunas de las ideas vertidas durante el debate me instigaron a adentrarme en él a efecto de escribir este ensayo. Así me di a la tarea de revisar algunas de las fuentes de información mencionadas o sugeridas por los debatientes y otras más localizadas por mi cuenta y en la línea de mis personales intereses temáticos, para revisar las ideas y preocupaciones como las planteadas por el doctor Szasz y que de un modo u otro han sido compartidas por mucha gente. Cabe añadir que hasta este momento mi andar iba sobre el sendero originalmente trazado, lejos estaba de suponer que más pronto que tarde daría con una bifurcación fundamental para mi profesión. Aunque la insatisfacción por los fundamentos médicos y el marco conceptual de la Psiquiatría no es nueva, poco se ha hecho para explicar el problema, y menos aún para remediarlo. En los círculos psiquiátricos se considera casi indecoroso preguntar «qué es la enfermedad mental», y en los que no lo son se acepta con demasiada frecuencia la opinión de los psiquiatras, sea ella cual fuere, acerca de este punto. La pregunta: «¿Quiénes son enfermos mentales?» encuentra, por ende, esta respuesta: «Aquellos que se hallan internados en hospitales neuropsiquiátricos. o acuden a los consultorios privados de los psiquiatras» [y psicólogos ― añado]. Es posible que estas respuestas parezcan excesivamente simples. Si ello ocurre, es porque lo son. Sin embargo, no es fácil responder de manera más lúcida sin enfrentar una serie de complejos problemas; sería menester preguntar, en primer término, si «la enfermedad mental es una enfermedad», y replantear luego nuestras metas con el fin de pasar de la comprensión de la enfermedad mental a la de los seres humanos [el énfasis es mío]. La necesidad de reexaminar el problema de la enfermedad mental es, al mismo tiempo, oportuna y apremiante.

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Alrededor de la enfermedad mental

En nuestra sociedad existe gran confusión, insatisfacción y tensión con respecto a los problemas psiquiátricos, psicológicos y sociales. Se dice que la enfermedad mental es el problema de salud número uno de Estados Unidos. Las estadísticas reunidas para demostrar este aserto son impresionantes […] [ibíd.]

Este último aserto de Szasz sobre la salud de una nación se hace todavía más evidente en nuestros días, como podemos notar mediante los contenidos de los medios de comunicación masiva, y ya no es exclusivo de una nación o un grupo social en particular. De la lectura de ese material opté por abordar el tópico desde un punto de vista más afín a mi formación como comunicólogo, gente de letras y estudioso del lenguaje por lo que a lo largo del ensayo notará el lector una inclinación específica hacia un tratamiento metafísico, fenomenológico, lingüístico, sociológico y mediático, aderezado con algunos fragmentos de mis intervenciones y citas de las de los otros participantes en el mentado debate. Lejos está de mi propósito sentar ni mínimas bases teóricas para la revisión de unas disciplinas del conocimiento humano que unos miran con aspiraciones científicas y otros con suspicacia tachándolas peyorativamente de pseudociencias; me refiero no nada más a la Psiquiatría y la Psicología, sino a la Comunicología. No obstante, si algo aporta esta disquisición al desarrollo de los saberes relacionados, especialmente el que me atañe de manera directa como comunicólogo, bien venido sea. Mi finalidad es doble: a) Meditar al respecto de “lo mental”, con el objetivo de distinguir los fundamentos de lo que se entiende como salud, enfermedad, mente, cuerpo, alma, espíritu, psique, normalidad; puede decirse que para pavimentar ―quizá con mucha ambición― el sendero de la razón de la existencia y, por lo mismo además, para dar en cierto modo una especie de continuidad a ensayos escritos por mí en el pasado, ―aun sin haberlos hecho públicos al momento de escribir estas líneas de ahora― más o menos relacionados con el tema

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José Antonio de la Vega Torres

desde el punto de vista comunicativo del análisis de la subjetividad y la intersubjetividad como punto de partida de otros conceptos fundamentales. b) Tomar lo anterior como pretexto para meditar más específica y profundamente al respecto de lo que hace el y al comunicólogo, toda vez que de los años noventa y hacia nuestros días la profesión ha caído en una crisis de identidad, en parte como consecuencia de la especialización más acentuada en cada uno de los saberes que la caracterizan y los que van derivando como ramales técnicos más sutiles, algunos de los cuáles ya existían propiamente antes de la existencia de la Comunicología: publicidad, mercadotecnia, comunicación institucional, comunicación organizacional, relaciones públicas, producción de contenidos para medios, análisis de medios, investigación en medios masivos y nuevas tecnologías de comunicación, comunicación pedagógica, periodismo, comunicación política, comunicación religiosa y eclesial, comunicación interpersonal, Semiótica o Semiología o Lingüística ―no acaban de ponerse de acuerdo los especialistas sobre los límites y alcances tras los simples nombres de estas disciplinas― y que han sentado las bases para la consultoría y la asesoría administrativas en temas de comunicación, el coaching o la clínica de comunicación para el desarrollo humano y otras formas de ejercicio de una profesión por lo general vista, como ocurre al psiquiatra y al psicólogo, más como un “mal necesario”, oficio accesorio, dispensable así en las empresas, los gobiernos, la academia y la sociedad misma, al que se recurre cuando no se tiene más remedio para hallar justificación a lo inmanejable o incomprensible. ¡Dejáramos de ser “hijos de Hermes”! De nuevo, atreviéndome a parafrasear a Szasz y siguiendo además las ideas de Niklas Luhmann desde una perspectiva de sistemas, las preguntas ¿qué es la enfermedad mental?, ¿qué es la comunicación?

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Alrededor de la enfermedad mental

se ligan de manera inextricable con otros interrogantes: ¿qué hace el psiquiatra?, ¿qué hace el comunicólogo? Mi tarea consistirá, por lo tanto, en presentar un análisis esencialmente “destructivo” de los conceptos de enfermedad mental, comunicación, de la Psiquiatría y la Psicología como actividades pseudomédicas, y de la Comunicología como ciencia social híbrida. De todas juntas como una forma distinta de hacer ciencia. Creo, como Szasz y como Felipe López Veneroni (2), que tal “destrucción” es indispensable, igual que la demolición de los viejos edificios, si queremos erigir un edificio nuevo más habitable para la ciencia –entiéndase el conocimiento― y la expresividad del hombre. También es posible que en el transcurso de la deconstrucción encuentre los restos de viejos cimientos que quizá otros, en el afán de erigir sobre “ruinas”, pasaron por alto en el entusiasmo de sostener, afianzar y proyectar la sugestiva idea de estar creando una nueva forma de ciencia. Pienso en este caso en esa personalidad tan loada como es Eulalio Ferrer Rodríguez a quien se le atribuye ―él mismo se ufanaba de ello― no solo la inclusión de los conceptos “Comunicología” y “comunicólogo” en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, y por supuesto en quienes de un modo u otro han seguido, para bien o mal, sus afanes. Siendo lego en temas médicos, solo pido al lector tanto neófito como si no, colega o no, la paciencia y apertura de criterio necesarias, pues el enfoque que pretenderé dar en las siguientes líneas es a ojos de algunos ―como bien observó Karl Jaspers (3) ―, por lo menos, poco digno de consideración por explorar en un ámbito teórico y de abstracción tal que, por un lado y comúnmente incomoda a los empíricos y a los pragmáticos que descartan la Filosofía como ciencia a pesar de ser la matriz de todas las demás, y por otro a los neófitos llega a resultar petulante y más en los tiempos que vivimos cuando el gran público, rector de la opinioncracia (DE LA VEGA Torres, 2010) que nos gobierna, todo lo quiere peladito y en la boca o cuando menos ajustado a su capacidad de opinión.

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José Antonio de la Vega Torres

Qué sea la filosofía y cuál su valor, es cosa discutida. De ella se esperan revelaciones extraordinarias o bien se la deja indiferentemente a un lado como un pensar que no tiene objeto. Se la mira respetuosamente, como el importante quehacer de unos hombres insólitos o bien se la desprecia como el superfluo cavilar de unos soñadores. Se la tiene por una cosa que interesa a todos y que por tanto debe ser en el fondo simple y comprensible, o bien se la tiene por tan difícil que es una desesperación el ocuparse con ella […] [No] tiene el pensar filosófico, como lo tienen las ciencias, el carácter de un proceso progresivo. Estamos ciertamente mucho más adelantados que Hipócrates, el médico griego; pero apenas podemos decir que estemos más adelantados que Platón. Sólo estamos más adelantados en cuanto al material de los conocimientos científicos de que se sirve este último. En el filosofar mismo, quizá apenas hayamos vuelto a llegar a él. [Jaspers, op.cit.]

Hecha esta advertencia solo me resta enfatizar que, por sobre las variadas fuentes leídas o consultadas, mucha de la reflexión enseguida parte necesariamente de la experiencia personal. Y perdóname, amigo lector a quien he traído hasta este punto y espero llegues más lejos, si por momentos parezco egocentrista en los planteamientos, pero como dijo Unamuno, solo me tengo a mí para explicarme desde mí la existencia y lo que ella supone. El pensar filosófico tiene que ser original en todo momento. Tiene que llevarlo a cabo cada uno por sí mismo [ibíd.] México, septiembre de 2014

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