Sobre la enfermedad mental 3. Apuntes hacia una crítica de la Razón Comunicativa

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Resanando el muro de una Historia

La victoria puede tener muchos padres, la derrota es huérfana Napoleón Bonaparte

¿Cuándo y cómo fue engendrada la Comunicología? Esta pregunta así como otras que derivan de ella son, siguiendo la línea trazada por nuestro pretexto, semejantes a las que pueden plantearse respecto de la Psicología y la Psiquiatría. Si la psiquiatría moderna se inicia a partir de los trabajos de Charcot sobre la histeria y la hipnosis, tiene casi cien años de antigüedad. ¿Cómo comenzó y se desarrolló el estudio de las llamadas “enfermedades mentales”? ¿Qué fuerzas económicas, morales, políticas y sociales contribuyeron a moldearlo en su forma actual? Y, lo que es quizá más importante, ¿qué efecto tuvo la medicina, en especial el concepto de enfermedad física, en el desarrollo del concepto de enfermedad mental? (1 pág. 13)

Si bien no abundaré en una revisión histórica, esta es necesaria para contextualizar lo que venimos tratando, en tiempo, en espacio e iluminar la niebla de las circunstancias que hicieron posible incluso que ahora mismo yo esté escribiendo este ensayo. Debo advertir al lector que, así como cuando se da mantenimiento a una casa hay necesidad de derruir, hacer huecos, excavar, levantar, modificar, también se requiere resanar las grietas y agujeros hechos por el tiempo, el uso, desuso, exageraciones, omisiones, abusos de los inquilinos en su afán de decorar, acomodar y otros verbos en infinitivo con una función tan cacofónica como este párrafo. Por lo mismo, sé que algunas cosas anecdóticas que narraré podrán parecer anatemas,

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se las podrá tomar como lucubraciones paranoicas, intentos difamatorios, pero mi propósito es en todo caso resanar aunque sea mínimamente esos hoyos en el muro levantado por el pecado de omisión más para la vanagloria de un hombre ―al cual de ninguna manera me atrevería a desprestigiar y menos demeritar, sino solo acaso ver en su dimensión más humana, al menos en algunos aspectos a mi alcance―. Me re*iero al “creador” ―sería mejor decir “introductor” al español, los matices importan como se verá más adelante― de los conceptos Mercadotecnia y Comunicología: Eulalio Ferrer Rodríguez (19212009). Por lo mismo, el primer escollo a salvar es de índole histórica, etimológica, política y mitológicamente “diplomática” (ETIMOLOGIAS, 2014) y por tanto sujeta a la traducción. ¿Cuándo empieza o nace la Comunicología? Esto es lo primero a dilucidar y no es tarea sencilla porque depende de las fuentes, corrientes y tendencias consultadas, e incluso de las preferencias individuales. En la línea filosófica hay quienes se largan hasta Platón y los que ubican más cerca el nacimiento. En la línea mediática están los que se lanzan hasta el surgimiento de la imprenta (unos prefiere a Gutenberg, otros se van más atrás, con la invención china de la xilografía), y no podemos dejar de recordar a los que optan por anclarse en los albores de la Teoría de la Información a comienzos del siglo XX, con Wilbur Schramm, Paul Lazarsfeld y compañía. En realidad, parece que la Comunicología está investida de un aura ― lo digo sin afán irreverente― mariana, y cada epifanía va aparejada con una interpretación teórica que en ocasiones confunde el objeto de estudio con sus accidentes, cuando no incluso con la disciplina misma. No obstante la divergencia en las opiniones, dos son las más “aceptadas”. Aquí un ejemplo conforme la apreciación de Richard L. Lanigan: The historical origin of Communicology as a disciplinary subject matter occurs in 1922 when the Father of Phenomenology, Edmund Husserl, gives a series of lectures in German at the University College in London, United Kingdom. On this occasion, Husserl explains the main philosophical thesis of his method as a “transcendental sociological phenomenology having reference to a manifest multiplicity of conscious subjects communicating with one another”(Richard L. LANIGAN, 2010).

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Esta afirmación coloca el nombre de “Comunicología” ¡como un sinónimo de “Fenomenología”! En la práctica actual, la Comunicología hace algo de Fenomenología desde el momento que describe el fenómeno de la comunicación, sus procesos, variantes, actores, causas y efectos, etc., sí, aun cuando no es el único método que emplea ¿o será que sí empero en el afán de aspirar a un estatus más “científico” adopta una visión distorsionada de sí misma? ¿No toda “ciencia” es una forma de “Fenomenología” (7)? Otro ejemplo, en palabras del “creador” mexicano del concepto: La primera idea mía es preguntarse: ¿qué hay después de la comunicación que resuma incluso toda la comunicación? Pues la Comunicología. ¿Y qué es la Comunicología? Es una combinación de todas las tecnologías que se dan en el campo de la comunicación con todas las raíces humanas que condicionan el fenómeno social de la comunicación, es decir, no es únicamente ciencia: es una ciencia aplicada con un concepto hondamente humano. Y no basta manejar todos los grandes desarrollos tecnológicos que se han producido en el campo de la comunicación que son los más importantes, o son los de vanguardia, sino que hay que apoyarlos en la ciencia social con objeto de darle una sustancia profundamente humana. […] yo creo el concepto de Comunicología […] (GALINDO Cáceres & LÓPEZ Parra, 2012)

Entonces, como en la parábola del huevo y la gallina, ¿a qué cacareo hacemos caso? ¿Husserl o Ferrer? Una cronología aparentemente podría ayudar [cf. (8), (Richard L. LANIGAN, 2010) y (Richad L. LANIGAN, 2008)]. Ya mencionamos a Husserl, muy anterior a Ferrer, aunque no emplea el concepto de “Comunicología” como tal. ¿Luego? De 1923-1996, a partir de los trabajos del filósofo Ernst Cassirer se emplea por primera vez el concepto “Comunicación” ¡como “ciencia cultural”!, lo que ha llevado más próximamente a nuestros días, hacia mediados de las décadas cincuenta y sesenta a contrastar el concepto de Comunicología con el de “Culturología” introducido por el antropólogo L. A. White (9). Pero en el trayecto, aparte del uso de los conceptos “comunicación” e “información” en el ámbito de las ingenierías y la Sociología enfocadas al estudio de los medios masivos, sus efectos,

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etcétera, en 1931, a partir de un artículo enciclopédico del antropólogo lingüista Edward Sapir se designó por primera vez la “Comunicación” ¡como “ciencia humana”! En 1939, el filósofo William Marshal Urban especificó, un poco en la línea de Husserl, la “fenomenología semiótica” como el método de la Comunicología, aunque como los anteriores no empleó como tal el concepto. De 1951 a 1975 se sucedieron obras cuya meta fue organizar y clasificar el cuerpo de conocimientos y las disciplinas derivadas de la Comunicología, sin emplear como tal el término. Según Ferrer, fue entre 1970 y 1974 que él acuñó el concepto, pero ya en 1962 ―y ojo a este año por lo que relataré más adelante―, cuando Franklin H. Knower escribió su artículo “A model for Communicology” en The Ohio Speech Journal, se sucedió el primer uso conocido y primera mención en una revista especializada del concepto para referir y nombrar a la Comunicología en tanto Ciencia Humana o relacionada con las Humanidades, lo que además derivó en la institucionalización de las primeras organizaciones y asociaciones de estudiosos de la comunicación. The model we present is called a model of communicology. We believe there is a need for some such label. The scholar who strives to become an expert in this area can become a communicologist. He may also be a psychologist, an audio-visual specialist, a student of speech, a director of a theatre, a political scientist, television talent, a journalist, etc […] Any realistic communicology in today’s world must be multi-disciplinary. There are few disciplines in the modern college curriculum which do not have some interest in communication. [apud.]

Años más tarde, en 1968 ―aunque la anécdota remite a diez años antes― el psicólogo, actor y autor Wendell Johnson escribió el artículo “Communicology?”, siendo con éste la segunda ocasión registrada de uso tal cual del concepto, pues la primera vez registrada se dio, según cuenta Johnson, a raíz de ciertas discusiones guiadas por Kenneth O. Johnson, Raymond Carhart y él mismo ante la necesidad de encontrar un concepto que representara las variadas ocupaciones y especialidades relacionadas y concernientes al fenómeno comunicativo, mientras el primer libro de Eulalio Ferrer reflexionando alrededor del tema no vería la luz sino hasta ocho años después y sin mencionar concretamente el concepto, sino solo pergeñando las ideas fundamentales a la

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luz de reflexiones personalísimas en rededor del quehacer y el mundo de la Publicidad. It [Communicology] was first proposed in 1958 or 1959 in the course of discussions carried on by Kenneth O. Johnson, Raymond Carhart, Wendell Johnson, and various other members of the profession concerned with the need for a suitable single name; subsequently they and others have used the term repeatedly, occasionally in published statements, for example, Jack Matthews […] There is a need for a blanket term to serve as a name for the emerging large field represented by the rapidly increasing number of scientists, engineers, scholars, teachers, and clinicians who are distinctively concern with communication. “Communicology” appears to be a possible name for this field. By means of suitable adjectives the various areas of specialization within the general field could then be indicated. We might speak, for example, of oral communicology, literary communicology, telephonic communicology, mass media communicology—and, if preferred, speech communicology and hearing communicology. [apud.]

La tercera ocasión conocida y registrada y primera por parte del presidente de una asociación del uso del concepto “Comunicología” data de los años 1964-1963 cuando Jack Mathews publicó su artículo “Communicology and Individual Responsibility” en ASHA (Journal of the American Speech and Hearing Association vol. 6, pp. 3-7, [cit. apud.]) y mediante el cual conminaba a los docentes a enfocar la atención en el estudio del lenguaje como elemento central junto con la Psicología para la formación de los futuros “comunicólogos”, término este aplicado ya como una consecuencia de la conformación de una aparentemente nueva “ciencia” dedicada al estudio y práctica de la comunicación, muy particularmente entendida como forma expresiva, pues el interés apuntaba a la oratoria y a la educación de los sordos. As teachers of a future generation of communicologists we must point out our concern with the normal and the deviant of communication; our interest in speech and hearing. We need to make it clear that human communication is dependent upon a coding system and for this reason we are deeply interested in language. Our students must have this broader concept of Communicology. ... Viewed in this context education in semantics and linguistics is no less vital than education in physiology or acoustics if we are to give our students the concept of a broad and unified field of Communicology. [apud.]

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Para 1965, el otorrinolaringólogo suizo Richard Luchsinger, junto con Godfrey E. Arnold, publicó el libro Voice Speech-Language: Clinical Communicology. Its Physiology and Pathology con lo que el concepto de Comunicología se afianzó en el ámbito médico como una disciplina más interesada en los trastornos del lenguaje, inclinación esta que, sumada a los intereses de la Psicología y la Psiquiatría amplió la variedad de aplicaciones a la vez que encajonó a la naciente “ciencia” al ámbito clínico, al menos en Estados Unidos y Europa, como veremos más adelante. Entre mediados de los sesentas y setentas, en México, Argentina, Chile y Brasil empezaron a multiplicarse los libros (unos como simples traducciones de ensayos estadounidenses o ingleses, con inclinación por la Psicología social y la Psicología aplicada; otros con vocación pedagógica) y conferencias centradas en la revisión somera de casos y temas relacionados, sin emplear literalmente el concepto de Comunicología, pero con interés en cuatro vertientes principales: la publicidad y la propaganda (Eulalio Ferrer), la oralidad y el lenguaje escrito (Arrigo Coen), la comunicación para el desarrollo social de las naciones (Antonio Menéndez (10)), las relaciones públicas (Jorge Saruba (11)), sin ser estos los únicos ejemplos. Y títulos de corte crítico sobre la sociedad de consumo como los de Vance Packard calaron notablemente en el ánimo de los profesionales de la publicidad y los medios. En 1970 Everett L. Hunt publicó su artículo “Classical Rethoric and Modern Communicology” (Western Speech, vol. 34, no. 1 (Winter), pp. 2-7 [cit. apud.]) enfatizando la inclinación, sobre todo de los estudiosos estadounidenses, en los aspectos lingüísticos por encima de otras manifestaciones de la comunicación. Entre 1973 y 1977 el filósofo checoslovaco Vilém Flusser2 resumió sus conceptos de comunicación en la filosofía en el manuscrito del libro Las mutaciones de las 2

En 1941 dejó Inglaterra para irse a Brasil. En 1962 fue nombrado miembro del Instituto Brasileño de Filosofía y en 1963 efectuó su primera publicación: “Lingua e realidade” [Lenguaje y realidad], una conferencia en Teorías de la Comunicación en la Universidad de São Paulo y un ciclo de conferencias sobre “Filosofia da Lingua” [Filosofía del Lenguaje].

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relaciones humanas, publicado póstumamente en 1996 como Kommunikologie, siendo la segunda ocasión que un libro es titulado con tal concepto, pues la primera le correspondió al primer libro de texto dedicado: Communicology: An Introduction to the Study of Communication escrito por Joseph A. DeVito en 1978. Un año más tarde el ¡odontólogo! Robert T. Craig opinaba en un intento por ligar la Comunicología con la Teoría de los Sistemas de Información: I suggest that the cognitive science approach offers communicology new ways to study messages and message processes, while communicology offers cognitive science a tradition of concern with transaction, coorientation, and rhetorical forms of communication. The interaction of cognitive science with traditional communicological concerns promises to shed new light on human communication. [apud.]

Por esos años, durante su conferencia “Comunicación y Publicidad” dictada en la Universidad de Guadalajara en julio de 1973, Eulalio Ferrer afirmaba: Ir de la Publicidad a la Comunicación3 es ir de lo intensivo a lo extensivo4. La Publicidad es una terminal, la Comunicación es de terminales múltiples. La Publicidad habla al público; la Comunicación habla con el público. Mientras la Publicidad quiere llegar a este desde la plataforma de un producto, la Comunicación llega a los productos instalándose en el público. En suma, la Publicidad es técnica y la Comunicación es sistema […] Se impone un deslinde, un tanto esquemático, entre Comunicación y Comunicología5. Por la primera entendemos aquel proceso activo de significación e intercambio de mensajes por el que los hombres se identifican, se influyen y se orientan hacia un fin social determinado. Por la segunda ―ciencia de la Comunicación por su literalidad― entendemos el conocimiento metódico de los mecanismos funcionales que determinan el modo, la orientación y la estructura fundamental de los sistemas de Comunicación, en función de su transformación y de su adecuación permanente al destinatario final de esta [cit. (12 págs. 25-26)]. 3

Léase: ir de Publicidad Ferrer a Ferrer Comunicación.

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Léase: ir de lo intenso que puede ser elaborar una campaña publicitaria a lo extenso que es abundar en las causas y efectos que fundamenten la estrategia y los objetivos de una campaña publicitaria.

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Léase: entre Ferrer Comunicación y el Centro de Comunicología Aplicada de México, apenas un esbozo en la mente del publicista.

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En el discurso de Ferrer había una doble intención: por una parte reflexionar de manera continua alrededor del ejercicio profesional publicitario y el fenómeno comunicativo, sí; pero por otra parte estaba la búsqueda de una justificación para su personal proyecto empresarial que vería finalmente la luz en 1975 en su Centro de Comunicología Aplicada de México ―primera vez conocida que una organización lleva en su nombre el concepto―, como una derivación de lo que primero fuera Publicidad Ferrer y luego Ferrer Comunicación y cuya finalidad no era ―explicaba Benito: […] exclusivamente científica: se trata de aplicar los resultados de la investigación al correcto funcionamiento social de las más variadas instituciones humanas, a las que se aplica un tratamiento comunicológico global determinado por el previo análisis científico: la experiencia y la vida real, y sobre todo, su modificación para adecuarlas a la situación de un funcionamiento eficaz y ajustado a lo que la ciencia demanda. [íbid.; el énfasis es mío]

Dicho Centro surgió un poco como salto cualitativo y evolutivo, para ascender el tradicional concepto de la agencia publicitaria a uno más integral y de aspiraciones más consolidadas al amparo del empleo y aplicación de las ciencias. Sumó así Ferrer al personal característico de una agencia: escritores, dibujantes, administradores, vendedores, etcétera, a los antropólogos, psicólogos, sociólogos en el afán de redondear el soporte cognoscitivo y epistemológico tras cualquier campaña publicitaria, y para asegurar una mayor credibilidad frente a la clientela de los anunciantes6. El desarrollo del concepto “Comunicología fue, en cierto modo, una estrategia empresarial7.

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Algo similar haría hacia 1989-1990 el afamado productor chileno de telenovelas avecindado en México, Valentín Pimstein, para quien laboré efectuando análisis literario de guiones e historias entre 1989 y 1995. Pero de esta experiencia trataré en alguna otra parte casi con el mismo afán de ahora de aclarar una historia que el común denominador de los acérrimos críticos o los fanáticos del género desconocen.

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De alguna manera, algo similar trasluce ―así lo veo a riesgo de estar mal interpretando― en la conformación más reciente del Grupo por una Comunicología Posible (GUCOM) ―nombre que ya en sí suena a ironía― como describen dos de sus miembros Jesús Galindo Cáceres [cf. (13 págs. 21-25)] y Marta Rizo [op.cit. pag. 95-96].

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Este sutil y diplomático doble discurso característico en Ferrer ―como veremos más adelante― incidió en una mezcla conceptual que puede confundir al lego así como al iniciado desde el momento que la agencia, ahora convertida en un sistema de gabinete de servicios de comunicación, se explicaba en términos y con descripciones asociadas a un cuerpo de conocimientos pseudocientíficos. Y esto se observaba ya en argumentos como el siguiente expuesto por Ferrer en su artículo de 1979 “Comunicología Aplicada, antecedentes y fundamentos de una idea nueva” que publicara en su revista Cuadernos de Comunicación creada como un medio de imagen organizacional con pretensiones académicas ―valiosas, esto no se niega, empezando por las afamadas firmas que llegaron a colaborar. Una de las grandes aportaciones de Comunicología8 […] es que se instala preferentemente en el lado del receptor, midiendo y estudiando tanto sus tendencias como sus posibilidades naturales de respuesta. Cuando más se sabe de aquel con el que hay que comunicarse, más fácil y positiva será la comunicación buscada al margen de cualquier intencionalidad. [cit. apud.]

Es claro en la anterior cita el objetivo de hacer explícito, para el cliente anunciante, que anunciarse con Ferrer aseguraba certeza en la eficiencia y eficacia de los mensajes publicitarios por estar soportados por mucho más que solo creatividad: por conocimiento de causa ―esto era lo que ofrecía. La Comunicología Aplicada, tal como se viene realizando desde 1975 en el Centro de la Ciudad de México, utiliza las virtualidades reconocidas en la Comunicación para organizar, dinamizar y controlar todo tipo de relaciones sociales, mediante la aplicación de las técnicas comunicológicas que demandan, en cada momento y circunstancia, los hombres y las situaciones sociales concretas [cit. apud.]

Esa “confusión” o mareo entre lo instrumental para efecto de una empresa concreta y lo pretendidamente académico llevó a más de uno a examinar desde una perspectiva de vaporosa elevación las propuestas de Ferrer, interpretándolas y dándoles una altura y proyección tan 8

Ojo a la redacción, no es lo mismo decir: “aportaciones de Comunicología” que “aportaciones de la Comunicología”. En y con Ferrer se cumple aquella máxima de Reyes Heroles: “la forma es fondo”.

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insospechadas como sospechosas. Fueron otros, aún más que Ferrer, los que colocaron el concepto “Comunicología” en la vía de la consideración cientificista. Sin que tengamos claro ya si se refiere al Centro o al concepto y la “ciencia”, y citando otro artículo de Ferrer de dudosa intencionalidad en el sentido que vengo planteando ―me re*iero al intitulado “La Comunicología, raíces y teoría de una nueva ciencia”, observaba Benito: Dado el carácter integral e integrador que se quiso dar desde el principio a la Comunicología como saber globalizador del hecho comunicativo, la contemplación del hombre en el centro de la vida social y de todo proceso de comunicación, viene a ser tanto un presupuesto como una consecuencia obligada. Por eso, a la hora de señalar los límites que la Comunicología pretende abarcar, este nuevo saber se nos aparece tributario de las investigaciones científicas que, en los últimos cuarenta años, han ido abriendo nuevos caminos en el estudio de la Comunicación, de sus causas, modos y consecuencias, constituyéndose, de alguna manera, en un esfuerzo de síntesis generalizada de las más variadas Ciencias de la Información […] Así es como, subrayándose implícitamente un perfil epistemológico de Ciencia Aplicada, la Comunicología «pretende incorporar desde un principio en su reflexión tanto los aspectos de la Enunciación como los del Enunciado; los del Significante y el Significado, como los del Referente; los de los Sistemas de Información y Control, como de los Sistemas de Connotación; los de los Medios de Comunicación, como los de los Códigos; los del Comportamiento específico del Receptor, como los de los Modos de Relaciones Sociales de Comunicación que se establecen en el proceso mismo» […] Por eso, según Ferrer: «Comunicología, considerada como un centro científico, no sólo representa sistema y métodos, estructura y disciplina, sino un mecanismo integral tanto en el sentido orgánico como en la función institucional. Al articular las partes con el todo ―el contenido con las formas de los mensajes, los mensajes con sus medios, los medios con sus públicos y los públicos con el emisor―, Comunicología hace coherente y da consistencia a una operación diversa, que es esencialmente aglutinante como vínculo de todos los vínculos». Esa acción integrada e integradora de la Comunicología, a la hora de su aplicación práctica, se articula en una operatividad desarrollada en tres fases: análisis, diagnóstico y tratamiento. Es decir, estudio del caso concreto para investigar la realidad a la luz de la teoría, fijación de los problemas y establecimiento de un programa de trabajo que tenga en cuenta todos los elementos humanos y técnicos que se concitan en el campo de experiencia a transformar desde una praxis legitimada por su vinculación directa a los hechos y a sus protagonistas y por

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una teoría elaborada a partir de esa misma realidad [apud. pp. 32-33; las bastardillas y el énfasis son míos].

Toda proporción guardada, empatando con lo sucedido con Charcot respecto de la Psiquiatría, la Psicología y el concepto de “enfermedad mental”, describir veladamente una agencia, un centro de investigación como una ciencia; hacer lo mismo a la vez en relación con un cuerpo de conocimientos tomándolo como la raíz de una institución empresarial y de un proceder casi clínico se antoja más como un recurso tramposo que como un sofisma, y sin embargo el sofisma trascendió. Charcot, Breuer, Freud y muchos de sus contemporáneos observaron que ciertas pautas de la conducta humana —o, en términos más precisos, determinados modos de comunicación no verbal— se parecían a enfermedades neurológicas, pero diferían de estas en algunos aspectos cruciales. Por razones históricas y sociales, se definió y clasificó a los fenómenos en cuestión como miembros de la clase llamada “enfermedad” […] Charcot logró que la profesión médica aceptase la histeria, pero esto no constituyó un descubrimiento científico, sino una reforma social. La promoción, por así decirlo, de algunos miembros de la humanidad sufriente a un rango social más elevado implicó el enmascaramiento del carácter lógico de los fenómenos observados. (1 págs. 175-176)

El mismo Ferrer, años después, en 2012 dio la pista para aclarar esta dicotomía discursiva, sin exponerlo del modo como yo hago ahora: […] cuando estuvo en su dimensión completa el grupo de Comunicación9, era primero Comunicología. Comunicología Aplicada de México10 nació como un conjunto de talleres en Semántica, en Economía, en Sociología, en Antropología, etcétera. Luego Publicidad Ferrer dejó cualquier contacto con Comunicología y conservó lo que era, una agencia de publicidad para programas de consumo comercial. Teníamos la editorial, teníamos una imprenta, teníamos una productora fílmica. De tal manera que el grupo daba los servicios que a juicio del anunciante pudiéramos ofrecer. 9

Se refiere a su agencia, que había dejado atrás el nombre de Publicidad Ferrer por el de Ferrer Comunicación que aún sigue ostentando.

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El surgimiento de Comunicología Aplicada de México va de la mano de una época, entre 1960 y 1980 en México, cuando las escuelas, institutos y universidades empezaron a abrir espacios más dedicados a la enseñanza de los saberes más amplios y no nada más los especializados en relación con el fenómeno comunicativo y sus diversas manifestaciones.

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Comunicología daba la idea ―como el arquitecto da la idea― de la arquitectura y luego pasa al ingeniero: es otro proceso. Y entonces nosotros decíamos: aquí está la idea. Usted está en libertad de contratar a la gente que quiera, de usar o no usar las empresas que forman el grupo nuestro. Y había anunciantes que aprovechaban nuestras empresas satélites y otros que no (13 págs. 97-98).

A mediados de la década de 1980 comenzaron a aparecer artículos y libros más reflexivos en cuanto a la finalidad de las disciplinas relacionadas con la comunicación, sin por ello caer necesariamente en una crítica concreta sobre la Comunicología, concepto que ya era usado más amplia y abiertamente en distintos ámbitos. Muchas de esas publicaciones abrevaban de las aportaciones de la Semiótica confrontada con la Lingüística y la Semiología en un afán ―que continúa― por establecer los límites de los objetos de estudio de estas disciplinas. En los años 1989 y 1992 se publicaron sendos libros de investigación acerca del uso disciplinario de la designación “Comunicología”, primero por Mehdi Mohsenian-Rad y luego por Richard L. Lanigan trazando así el comienzo del sendero hacia una historia del concepto, en el interés de hacer converger los hilos de la dispersión temática, sin conseguirlo suficientemente aun en los primeros tres lustros del siglo XXI, desde el momento cuando esta dispersión de intereses temáticos pareció replicarse insistentemente con la exploración de nuevas manifestaciones y situaciones del fenómeno comunicativo, por ejemplo en el campo de la comunicación con perspectiva de género. Entonces, de algún modo Ferrer hubo sido a la Comunicología lo que Charcot fue a la Psiquiatría, la Psicología y el concepto de “enfermedad mental”.

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