Imágenes de un mundo ido, Fotolibro

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Rumania de mis sueños

Fotografías de Alfredo Padrón




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Rumania de mis sueños Alfredo Padrón


Prefacio La humanidad que emerge de las fotografías de Alfredo Padrón te estremece desde la primera imagen; en apariencia simples instantáneas, están llenas de la atmósfera de principios de los ochenta, el comienzo de las grises restricciones de la época de oro del comunismo de Ceausescu. Los personajes de las fotografías no son marionetas de aquella época, aunque deban hacer cola o ir colgando del tranvía para llegar a casa, en sus miradas vemos el alma que se desprende de las miserias del comunismo y que conserva a pesar de ello, su naturaleza y espontaneidad. Para mi, para Rumania, es una alegría que el estudiante Alfredo Padrón haya recibido de la facultad el encargo del tema “Mi calle en la mañana”. No se qué nota recibió entonces, pero ahora yo le doy un 10+ y mi reconocimiento por este álbum único sobre Bucarest. Sus fotografías tienen un inmenso valor para la historia visual de Rumania. Podría compararlas con las de Nicolae Ionesco, el documentalista del período interbélico. ¡Alfredo logró para la historia de Rumania, lo que nosotros no fuimos capaces de hacer! ¡Muchas gracias Alfredo! Andrei Birsan



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Textos


Cuando pienso en aquellos años de mi vida en Rumania, entre 1977 y 1982 tengo la impresión de mirar a través de un espejo que no devuelve la propia imagen, sino una claraboya por la que me asomo a un pasado, que percibo como vieja película del cine mudo y que se borra de mi memoria para ser sustituida en mis recuerdos por fotografías en blanco y negro. La imagen fotográfica como sustituto de las remembranzas, trastoca la percepción de la historia, captada en aquel tiempo bajo la perspectiva de un ojo asombrado, que se maravillaba por una realidad ajena a su experiencia, y fotografiaba con afán de comprender. El gran poeta rumano Nichita Stănescu escribió: “El ojo es el criterio de la luz” , esa luz de Bucarest, tan suave en invierno, como violenta en verano, fue domeñando la mirada de un extranjero, tan inexperto en el arte como en la vida y junto a las lecciones en la escuela de cine, imprimieron las fotografías que hoy presento aquí; me aferro a ellas como naufrago al madero, pues lo que existió ya es apenas un boceto en el olvido. Rumania, permanece en mis sueños, como sueños fueron mis primeros y urgentes amores invernales en Transilvania, como la primorosa Sighișoara, ciudadela medieval que fotografié con pasión y cuyas imágenes desaparecieron en alguna de mis mudanzas, como el territorio de conquistas personales que moldearon mi percepción y que mostraría su parte luminosa y al mismo tiempo, el oscuro destino que años mas tarde, habría de aposentarse en mi país forzándome a emigrar en 2016. Tratar de hablar y escribir en la lengua de Stănescu es un ejercicio que he cultivado con denuedo, en un intento por no extrañarme del todo de esa región, que como el teatro de Ionesco podía resultar absurda, pero a la vez el único lugar posible donde mis imágenes acaso encuentren explicación de lo que fui y lo que soy. Estas fotografías han constituido por más de treinta años parte de mi equipaje y han susurrado e implorado a mis oídos por un lugar especial. Hoy lo encuentran en las páginas de este libro para saldar una deuda de gratitud con ellas, Alfredo Padrón


De la fotografía como arte es mucho lo que se puede hablar, pero siempre nos ha impresionado una virtud muy especial que le acompaña, y es, que sin que se lo hayan propuesto los grandes fotógrafos, desde Daguerre hasta el presente, ellos han logrado vencer una de las mayores dificultades con las que se ha tropezado la física dinámica moderna, me refiero a la capacidad de detener el tiempo, y además de revertirlo a voluntad para detallarlo. Esta vez, lo repito impresionado por la conjunción que he encontrado de esas dos virtudes con una obra de arte de primer orden: me refiero a las fotografías en blanco y negro de Alfredo Padrón, tomadas en la Rumanía de los años ochenta, en la época anterior al fin del comunismo. Si digo que con esas imágenes el tiempo ha sido detenido, es porque aquellos que tuvimos la ocasión de visitar ese país en la era de la opresión, hoy, al ver estas espléndidas fotos que muestran ritos cotidianos, rostros y figuras, ciudades y paisajes, también regresamos mentalmente a ese momento y sentimos vivas las dolorosas estampas que le identificaron. Una congelación del dolor, de la pobreza, la escasez y otras de las huellas que dejó el marxismo en la Europa del este, desde el final de la II guerra Mundial hasta 1989, cuando al caer el muro de Berlín y desaparecer la Unión Soviética, todos esos países empezaron el duro camino de la reconstrucción, conscientes de que habían sido casi completamente destruidos. Las revoluciones son, por la larga experiencia que se ha tenido en todos los sitios donde se han implantado, el golpe mortal a los que tuvieron la osadía de viajar en ese tren siniestro. Y precisamente, el reinado de Ceausescu en la tierra del Conde Dracula, podría ser usado como modelo de todo lo malo que puede concentrar el poder durante una dictadura roja.

De allí la importancia de este trabajo, él nos muestra en el presente, un momento y los detalles de algo que ya no existe, pero que al regresar y mostrar huellas de forma tan descriptiva, señala la poderosa capacidad del arte fotográfico para dar lecciones silenciosas de la realidad histórica. De la misma manera que las imágenes de ese período revelan una forma de vida, ellas son una pieza de gran valor referencial para el pueblo rumano, tanto, que incluso definiría a este libro como un pequeño museo gráfico por su capacidad de aglutinar belleza femenina, ingenuidades, y seres humanos expresando en gestos el martirio de tratar de encontrarse a sí mismos respirando entre dificultades. Fuera de los valores referenciales que aquí se hacen de una sociedad y una época de su existencia, las muestras son prueba de la calidad artística de este veterano fotógrafo, cineasta y profesor venezolano, que además de su gran sensibilidad creadora, domina a la perfección el complejo proceso de la fotografía analógica, esa de la selección de lentes, del cálculo de la luz y la profundidad de campo, de los test de exposición, las tramas texturizadas y la apasionante magia del laboratorio, con su luz roja iluminando en la penumbra las apasionantes sorpresas del revelado. Jaime Ballestas.


Alfredo Padrón, fotógrafo venezolano nacido en Cumaná, Estado Sucre el 11 de Julio de 1957 llega a la fotografía a través del cine, que lo fascinó en su adolescencia y lo impulsó a seguir estudios de Dirección de Fotografía Cinematográfica, en el para entonces Instituto de Arte Teatral y Cinematográfico I.L.Caragiale de Bucarest-Rumania, de donde egresó como Licenciado en Artes mención Fotografía de Cine y Televisión en el año de 1982. Luego de ejercer por un tiempo como DoP en algunas producciones del cine y la televisión venezolanas, pasó a interesarse por la fotografía fija y desarrolló una carrera en esta área, abordando la fotografía comercial, el retrato y la arquitectura, trabajando para la industria de la música donde realizó diversas portadas de discos para diferentes casas como Sonográfica, Discos Top Hits Sony Music, EMI y otros sellos independientes, actividad que le llevó a relacionarse con muchos de los protagonistas más importantes de la época dorada del disco en Venezuela. En la década de los 80 se especializó en el uso de la cámara técnica con movimientos y en la fotografía para diagnóstico y restauración de obras de arte, para lo cual realizó cursos de especialización en el Palazzo Spinelli de Florencia en Italia y pasó a formar parte del equipo de restauración integral del Palacio Federal Legislativo, actividad que ejerció durante 17 años y que combinó con otra de sus grandes pasiones como lo es la docencia. Alfredo ha registrado con su cámara parte de la ruta vital que le ha tocado recorrer y parte de ese trabajo es lo que nos muestra hoy en esta edición, donde nos ofrece estas imágenes de un tiempo y un espacio idos, que le tocó transitar y que constituyen un testimonio único en lo que tienen de asombro por la mirada de un extranjero, al que le tocó vivir una época histórica de referencia para el mundo occidental, como lo fue el período de la dictadura comunista de Nicolae Ceaușescu en Rumania


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