Walter cuentos

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WALTER VIDAL TARAZONA

GUAYAO PAUCAR, HACEDOR

Relatos desde mi Lebrel

Municipalidad Provincial de Antonio Raimondi





WALTER VIDAL TARAZONA

GUAYAO PAUCAR, HACEDOR

Relatos desde mi Lebrel

Municipalidad Provincial de Antonio Raimondi


C Walter Vidal Tarazona GUAYAO PAUCAR HACEDOR Relatos desde mi Lebrel 2022 Lima

Municipalidad Provincial de Antonio Raimondi


LA LAGUNA ENCANTADA DE TORRE QAAQA

Rodeando a Torre Gaga (escrito como se pronuncia), había una hermosa qocha; tan tersa y tan azul que parecía una pintura. La lagunita estaba “encantada”. ¿Cómo nació y murió esa hermosa qocha encantada?

Cuentan que, hace muchos años, pero muchísimos años, dos pastores subían todos los días, de sus chozas, arreando sus rebaños hasta aquel lugar donde estaba la lagunita, pero que por entonces sólo era una pequeña paqcha de aguas cristalinas. No existía aún la argentada y húmeda roca que se levanta en medio de la laguna, ni el riachuelo que sale silenciosamente de ella. Cada mañaana Julgicha sacaba sus ovejas de su quencha (se pronuncia “guencha”) y las desparramaba al camino que sube hasta la paqcha de aguas cristalinas. Allí se reunía con Kunich para amarse como huachwas mientras Kantu, el perro pastor, se encargaba de cuidar las ovejas. Kunish tocaba su quena echado sobre la falda de su cholita, hasta la hora de saborear el fiambre.

Todo era felicidad, hasta que un día ocurrió algo terrible. “Ewakushunna” (vámonos yá, presentía la cholita). El sol huía detrás de las nubes y los cerros inmutables, como presagiando algo malo. Kunish ordena: ¡Kantu, goripakuy ushanintzikunata ewakunapaa! (recoge nuestras ovejas para irnos). Kantu arreó a las ovejitas al sitio donde Kunish y Julgicha estaban ya esperando; pero faltaba la cría más tierna de la manada. Se pusieron a buscar entre los ichus más crecidos. El cholo encontró, al fin, a la descarriada, cuando la tarde ya empezaba a ennegrecerse. Ella la cogió, la besó y la soltó junto a su rebaño. Sonó el chicote5 de Kunish, y todos emprendieron la bajada. ¿Todos? No. “¡Beee...!”, una ovejita se les había quedado junto a la paccha. Kantu fue el primero en correr cuesta arriba. Su asombro fue inmenso cuando vió que el puquial, ¡ese pequeño pashtaj!, estaba transformándose en una colosal cocha, y la ovejita estaba siendo atrapada allí. Logró dar su último balido antes de hundirse en el agua. Los tres pasaron terribles minutos. Los ojos, silenciosamente, se hundieron también en lágrimas. Ella, por fin, musitó con dolor: “Aku...” (vamos), y se echó a andar tras el perro y los rebaños. Pero Kunish, que parecía no salir de su asombro, se quedó un rato más. Al percatarse Julgicha infló sus pulmones y gritó “Kúuunishss”; pero él parecía no escuchar. Corrió entonces hacia el cholo. Al llegar a la cocha vio que él avanzaba hacia el centro del agua, con los brazos extendidos como si alguien lo jalara. “¡Kúnish!... “¡Kúuunishsh...!”, gritaba desesperada. Nada. El cholo estaba “encantado”. La noche se precipitó bruscamente con el grito doloroso y ahogado de Julgicha, funesta; envolviendo las jircas, los pastos, todo, todo. Kantu aulló lejos, y las ovejas se perdieron como pequeñas calaveras entre las sombras de la puna ennegrecida. Al amanecer, el sol, daba la bienvenida, con sus rayos de oro, a la lagunita encantada, a la argentada roca y al cristalino riachuelo. Julgicha se había lanzado al agua. Sólo Kantu vio levantarse del medio de la cocha, un tremendo risco como una sombra negra, era Paullu que se había transformado en roca; y las lágrimas de Julgicha rebalsaron la cocha, aumentando el caudal del cristalino riachuelo que salía de aquella lagunita tan tersa y tan azul.

fue

Con el correr del tiempo, la gente no se acercaba mucho a ella, por temor de ser “encantada”. La laguna al parecer se secando. Ahora tiene otro paisaje aquel bello y encantador lugar raimondino.

______________________________ 1 Un cerro o parte. Se escribe Qaaqa. En quechua raimondino se pronuncia gaga. 2 Pequeño puquial con corriente de agua 3 Corral de paredes hechas provisionalmente de piedra, palos, ramas, u otros objetos. Generalmente está al costado de la choza. 4. Perdices


GUAYAO PAUCAR HACEDOR DE LLAMELLIN

Salieron Wallti y su primo Wallbi a la chacra del primero a recoger lúcumas. Y de regreso, venían conversando sobre el origen de la palabra Llamellín; en eso, se asomó por el camino don Antenor, hombre versado en el pueblo.

Don Antichu, usted debe saber quién fundó este pueblo. A mi amigo le estaba contando lo que mi maestro nos contó en la escuela. Pero es cuento, no es historia. A mí, mi abuela me narró solamente una leyenda. A ver cuenta, don Antichu, si es lo que ya tengo en mi cabeza. Dicen que, antes, estos lugares no eran pueblos; eran sitios donde solo habían dos o tres chocitas. Dicen que llegó por aquí Guayao Paúcar con su mujer que se llamada Mama Cuca, buscando precisamente un lugar adecuado para fundar su pueblo y vivir allí. Si, don Antichu, es el mismo que nos contaron nuestros maestros en la escuela. Pero otros dicen que su mujer se llamaba Allau Cuca. Sigue don Antichu, sigue contándonos.

Se supone que Guayao Paúcar quería un lugar mucho mejor al sitio donde llegó. Tal vez fue este pueblo donde estamos viviendo y que hoy se llama Llamellín. Pero aquí le dieron referencia que abajo, a orillas del gran río, había un lugar donde no se siente mucho frio y es lugar bueno para ser pueblo. Ellos se fueron a este lugar que se llama Utcush, donde se quedaron unos días para ver cómo se sentían. No les gusto, porque hacía mucho calor. Constataron también que la gente allí se moría de calor. Abandonaron este sitio caluroso y emprendieron la subida; pasaron cerca al lugar donde llegó primero, y se ubicaron un poco más arriba a un punto que llamaban Pumabamba. Aquí se establecieron por unos días, como lo estaban haciendo; pero rápido se dieron cuenta que hacía demasiado frío y la gente se moría de frio. De inmediato agarraron sus cosas y bajaron hasta el lugar donde está hoy Llamellín, en las faldas de este hermoso cerro que hoy se llama Pahuacoto. Aquí se quedó Guayao Paúcar con su mujer Mama Cuca, y unos cuantos más que lo acompañaron desde Utcush a Pumabamba, y de Pumabamba aquí. Todos se establecieron aquí. Don Antichu, y dice algo esta leyenda sobre el nombre que le dieron a este lugar. Sí, Wallbi. La misma leyenda dice que Guayao Páucar no sabía qué nombre darle a este sitio y eso le tenía pensativo. Una mañana se le ocurrió preguntar en voz alta a todos los habitantes, que eran todavía pocos: “Imanullam queykallanky” (cómo están), “llamellami” (bien) papaaá, todos contestaron en coro; le gustó la respuesta del pueblo y se quedó repitiendo llamella...llamella. He aquí el nombre de mi pueblo, dijo. “Llamella” se convirtió, por influencia del metiche castellano, en “Llamellín”.


LLAMIRÍ

Hay otra leyenda sobre el origen del nombre de “Llamellín”, que quiero contarles:

Wiraqocha Raimondi, apasionado escrutador de las entrañas de la mamapatsa, embelesado del paisaje que aprisionaba los ricos valles del Puchca y el Marañón, bajó hasta el puente Chocchián, que está tendido sobre éste rio, para tomar la altura de aquel lugar, desde el mismo puente. Dicen, que fue allí, donde le informaron, sobre la existencia, en aquel lugar, de una piedra venenosa llamada “Ñatín rumi”, preguntó a los lugareños qué era de esa piedra; ellos le dijeron que lo habían arrojado al río después de dinamitar la veta, en sitio de donde sacaban. Lo hicieron porque había mucha mortandad, de un momento a otro la gente moría andando o echado; es decir, esos lugares, incluido Llamellín, tenía su cicuta.

El sabio pregundó por el significado de la palabra llamellín, ellos le respondieron que esa palabra venía del quechua “llamiri”; y le contaron la siguiente “historia”:

Un aguerrido soldado inca, quien sojuzgó el curacazgo de Huari, avanzó con sus huestes hacia estas tierras; el jefe de esta comarca, temeroso del saqueo y violencia cuzqueña, buscó una la ñusta, pero tenía que ser la más hermosa del lugar, para ofrecerle al intruso. Conseguida la le hermosa ñusta, fue con ella para hacer la entrega como regalo al miltar, diciéndole: “llamiri” kay jipashnintsita (“pruébalo”esta nuestra doncella).

El soldado, jefe de un batallón imperial, muy encantado, dando mil bendiciones al generoso pueblo, lo bautizó con el nombre de Llamirí. Se la llevó a la niña y se casó con ella. Por eso es que también hasta ahora hay la costumbre de entregar a la hija al futuro marido el día de la boda, y los padrinos la encierran con él, bajo candado hasta el día siguiente.

El vocablo “llamirí”, con la llegada de los españoles se transformó primero en Llamirín, y posteriormente en Llamellín


APARICION DE LA VIRGEN Y SAN ANDRÉS EN LLAMELLÍN

El pueblo de Llamellín, inicialmente, se fundó en una vistosa colina llamada Pumabamba. Lugar seco y frígido para la vida y la agricultura; por lo que la gente se vio obligada a buscar otro asentamiento por los aledaños; así es como, más abajo, hallan un lugar con pequeña vegetación debido a las filtraciones del agua en el subsuelo.

Debajo de una pequeña roca, en ese mismo lugar escogido, unos niños encontraron, la imagen de la Virgen y un mucho mayor que la Virgen, en un pedazo de piedra desprendida de la misma roca. Los pobladores, sorprendidos, los llevaron al pueblo que estaban abandonando, poco a poco; o sea, hoy Pomabamba.

Allí, hicieron una especie de una capilla con piedras rudimentarias, dejaron las efigies sagradas de la Virgen y San Andrés para que la población las visitara. Cuando el siguiente día fueron a ver a las imágenes, ya no estaban allí, donde habían dejado. Buscaron en los alrededores y no encontraron; fueron al lugar rocoso de donde las trajeron, allí los encontraron: habían regresado al lugar del hallazgo.

Estas desapariciones volvían a ocurrir con frecuencia, por lo que la población decidió reconstruir la capilla con piedras labradas y un poco más grande; pero ni eso fue obstáculo para que, por arte de magia, las imágenes volvieran a reaparecer en el mismo sitio rocoso. El pueblo entonces comprendió el milagro y tomó la decisión de trasladarse al lugar indicado por la Virgen, donde se instaló formando hoy la bella y apacible ciudad de Llamellín.


CON MI PADRE EN LA CUMBRE DE YARCAN Al pie de Yarkán campesinos descubren restos de dinosaurio [...] de unos 35 m de longitud, de cabeza pequeña, de cola y cuello largos. (La República, Lima, 03-10-1992)

La parte de Yarcán más cerca al cielo es su pétrea plaza circular. Desde aquí, Llamellín se ve como una manchita blanca; la más blanca y la más grande de todos los pueblitos de la verde hondonada, que por piso, abajo, tiene al lecho del Marañón, y por techo, arriba, al cielo azul, como paraguas abierta.

Yarcán es una ciudadela, a la que se accede, por trechos, con ayuda de las manos. Empieza en la parte llana del oblongo cerro, cuyo perfil, se parece al espinazo de un gigante mamífero con la cabeza abajo bebiendo agua en el río Marañón.

La lítica ciudadela de Yarcán tiene tres niveles. El primero, a ras del suelo rocoso, con poquita tierra, está cubierto por abundante vegetación; pero, se puede distinguir pequeñas chullpas acompañando a grandes construcciones, cuyas paredes de piedras no labradas, llevan dinteles y umbrales semilabradas en sus puertas. Lo que aquí, más me impresiona son las catacumbas subterráneas, con restos humanos, camuflados por gigantescos helechos que salen a la superficie como tapando las voces de nuestros antepasados.

Al segundo nivel subo por estrechas callecitas semicirculares, que se dispersan en callejuelas. Aquí hay también chullpas, techadas con piedras no labradas. Por estas callejuelas subo al tercer y último nivel. Hay dos plataformas o plazas pétreas, que se imponen a la vista; están construidas en la cima, y sirven de miradores. La primera plataforma está al borde del precipicio nororiental. El segundo, está en la parte más alta del cerro de Yarcán.

“Desde este sitio es bellísimo apreciar un colorido amanecer”, me contó, alguna vez, mi padre: “Al despuntar el día –creo escuchar su voz- el sol se asoma por las cumbres de San Cristóbal, extiende sus rayos al frente, a las alturas de Rataquenua, Torre Gaga, Rajush, y va bajando por Pahuacoto a iluminar Llamellín...”

Empieza a quemar el sol. Es medio día. Veo encenderse de blancura mi vieja casa de Llamellín, allí donde la plaza termina en su esquina más baja. Hoy, casi vacía: sin papá con sus pasos fuertes cruzando el patio empedrado, ni mamá poniendo la necesaria alegría de vivir; tampoco hay chicos jugando con el “pucash” en el patio, o en el corral de gallinas y conejos, hoy, sin duda, ya sin caballos ni burros encerrados.

Quien pudiera detener aquel disco de oro, ya en retirada ¡por los cielos de Rajush, Torre Gaga y Rataquenua!

Llamellín empieza a oscurecerse, pero las alturas de San Cristóbal, Paucas, Uco y Rapayán, al frente, brillan aún con los últimos rayos del sol. La noche llegará pronto. Lo sé. Daré un vistazo de despedida a Pahuacoto, a los cerros de Santa Rosa de Chocopampa, Macchán, Tacshamarca, las cordilleras de Huánuco, San Cristóbal, Manrish; y, completando el círculo, Rataquenua, Torre Gaga y Rajush.

Un poco más abajo de ese horizonte circular, y en sentido inverso, aún distingo los pueblitos de Llamellín, Chahuar-


cón, Pachapaqui, Añapán, Vilcabamba, Chingas, Chocchi, Chambara, Rontoy, Acopuquio, Chicrepún, Colcabamba; y abajo, lejos, el Marañón, silencioso, reptando entre los cerros, que parecen juntarse para formar los valles de Colca y de Carí. A orillas aún logro ver, en miniatura, el puente de Chocchián, a Jata, Auyó y Yupán; encima Chichipón, y Huacaybamba, ya en penumbra.

Mientras aquí, a mi costado derecho, no sé si restos de torreones o vestigios de un trabajo de una inteligencia divina que, Dios sabe, anidó estos lugares. Las ciencias andan fallando a cada rato. Mosterín dice que los científicos tienden a ser especialistas que saben cada vez más sobre cada vez menos; al final, acaban sabiendo casi todo sobre nada.

¡Sí! Hay mucho de misterio en todo esto. Sólo en la religión se tiene seguridades definitivas, afirma Mosterín. Si me quedo quizá pueda conversar, no sé si con el primer hombre que subió a vivir en esta cumbre o con el último encerrado en las fosas pétreas de cuyas bocas salen gigantescos helechos como tapando la voz milenaria de Yarcán. ¡Si pudiera hablarle a mi padre!...

La noche empieza a cubrir la pequeña ciudad vacía. Dejé atrás el camino de lajas y granito. Ya no hay la taya, el ichu, la huejlla y la shugumpa weyta... esta alfombra de patza chinchu, que estoy pisando, me dice que ya estoy en Ichihuillca. Una pequeña planicie donde convergen cinco caminos. Yo tomaré el sendero a Llamellín. El viento trae una nostalgia, que tararea una canción, para terminar en zapateo:

Chuclush chanca, canela chanca linda llamellina ¡Caray! Kuyarcamarcu, wayllurcamarcu

dejarícamanki ¡Caray!.

Cuando salí de mi Llamellín querido, tendí la vista, “por última vez” (es un decir) en aquella viga de eucalipto que servía de umbral del vano que había en la entrada del Palacio Municipal, para leer esa frase literaria, que retrata lo que fue y sigue siendo esta noble tierra llamellina:

“Oh Llamellín, tierra mirífica, que sin irrigación ni técnica alguna brindas a tus hijos un producto de gran sustento: tu trigo”

El viento ha inflado mi pecho como queriendo arrancarme un grito.

-¡Escribiste tú, padre! mi voz, estalla el silencio al filo de la noche. (Tal vez mi viejo quiera hablar esta noche). -¡Sí, hijo! -¡Es su voz! ¡Papaaà!- Eso que llamas “palacio” –dice- fue la Capilla del Carmen, estaba derruida cuando lo hicimos Palacio Municipal. El Obispo de Huaraz me excomulgó. Esas frases, están registradas en el libro de actas del concejo municipal de 1947. -En tu escritorio encontré un papel, de fecha 30 de setiembre de 1926, de nombramiento de Comisario de Policía Rural. Está escrito a máquina, en azul, con sello de la subprefectura de Huari, dice: “El Sr. Prefecto del Departamento en Of.#972 me dice lo siguiente: “El señor Coronel, Director General de la Guardia Civil y Policía, en of.#35, de 16 del presente mes, me dice lo siguiente: “Se ha expedido la resolución suprema que sigue.- Lima setiembre 13 de 1926.- Nómbrese Comisario de Policía Rural ad honoren de Llamellín, provincia de Huari, departamento de Ancash, á don Arsenio Vidal en la vacante que existe”... “Que a mi vez trascribo a Ud. para su conocimiento y demás fines.- Dios Gde. a Ud.- José M. Arias”. -En enero de ese mismo año, el alcalde me envió, frente de los braceros de Llamellín, a los trabajos de la carretera HuarazChavín. Sí señor, yo he estado en el túnel de Cahuish. En octubre de 1934 me nombró Comisionado General para los trabajos de reconstrucción del puente de Chocchián. -Otro: “Discurso de la clausura de la Exposición

Pedagógica Nacional...”

-El año 1947, como presidente de la comisión en mi calidad de alcalde. Concurso en arte manual y didáctico que culminó con una exposición a nivel del distrito.


-Cuando de Ministro, Luis E. Valcárcel; cuéntame...

-Para el Primer Premio se seleccionaron once trabajos: dos carpetas, juego de lapiceros, brocha de afeitar, tambor, guitarra, monolito de Manrish, cóndor de Chavín, bolsón de madera y una alfombra; el Premio (S/.70.00) correspondió a las carpetas trabajadas por los alumnos Amador Haro y Juan de Dios Vidal de la Escuela de Varones de Chingas. -Y para el Segundo Premio... -...de 60 soles; fueron seleccionados ocho trabajos: dos tarjeteros, cuadro panorámico de Llamellín, cordel multicolor de pita, pañuelera, alfombrita de lana, pollera bordada. Ganó, por sorteo, el cuadro del alumno Godofredo García del Centro Escolar de Varones; el Tercer Premio (S/.50.00) disputaron nueve objetos: cinturón de pita, faja de algodón, collar, bolsones de pita, cuadro del Nacimiento, bolsón de lana, sombrero de paja de cebadilla, alforja de algodón; el premio ganó el collar de la alumna Edith Pittman del Centro Escolar de Mujeres. Hubo un premio estímulo (S/.20.00) para el compás de madera del alumno Teodosio Cárdenas de la Escuela de Chacas. -¿Y los trabajos didácticos...?

-Se premió por escuela; todas las obras presentadas merecieron Premio al Honor, quiero mencionarlas porque leo en tu mente que esto, que estamos conversando, quieres llevar a un libro, me enorgullece. El mapa orográfico de nuestro departamento, ondeando nuestra bandera, de la Escuela de Varones de Chingas; la tarjetera hecha con exquisito gusto artístico de cortadera mostrando un paisaje enhiesto y helvético presentado por la Escuela de Varones de Mirgas (preceptor Domingo Rivera); los guantes de lana hechos por la Escuela de Mujeres de Mirgas; el tapete de pita teñida de la Escuela de Coto (Srta. Lourdes Bazán); el Plan Analítico del maestro Donato Pozo; Mapa de Chambara del Sr. Circunsición Segura; la Monografía y Plano de Chahuarcón del maestro Cirilo Bardales, y el cuadro de Los Alimentos que muestra el trigo presentado por la Escuela de Mujeres de Chaccho (Srta. Austragilda Pitman). Finalmente, vino la parte más difícil para la Comisión. -¿Cuál? -Calificar los trabajos personales de ingenio didáctico, porque no éramos expertos en Didáctica. El Primer Premio fue para El Colmenar de Abejas del director del Centro Escolar de Varones de Llamellín... -Mi tío Ladicho... !Tram...! -¡Cuidado! Para esos trabajos se delegó a otra persona versada. El segundo Premio Diploma de Honor correspondió a La Vida del Indio Huamaliano, Marañonense y Huarino de tu maestro Sergio García; el tercero, a los Discos Giratorios de la señorita Clelia Cunza; se mencionaron los trabajos de Samuel Vidal, M. Jesús de Pittman. En resumen 407 trabajos excelentes. -“En nombre del Gobierno –leo- declaro clausurada la exposición Pedagógica Nacional en esta Distrito”! termina tu excelente discurso. Me enorgullece. Encontré también, papá, de tu puño y letra, otro escrito sobre el origen etimológico de “Llamellín”, que lo relaciona al nombre de Mallalín, que conserva aún restos arqueológicos. Hay un dicho conocido Llamellín, Mallallín/ alza tu faldellín/ para ver tu isca llillín... Bueno, “Llamellín” podría provenir de la palabra “llamayu”; según Mariano Felipe Paz Soldán, significa “cosecha”, concuerda con la feracidad del suelo llamellino. -Sí. Ese artículo al que has referido antes, publicó “El Departamento” el 25 de noviembre de 1965, p. 3, con motivo del primer aniversario de la creación de nuestra provincia... -Pero todo esto es mítico, no es historia. Claro que es sabiduría popular, enriquece el folklore -Alfonso Ponte, decía: “El amor excesivo a lo de fuera va amontonando escombros de otros lugares sobre recuerdo lugareños, escenas y vidas, para ahogarlos a la postre.” -Cierto. Mucho de nuestra tradición va desapareciendo, poco a poco. El cabildo con su tanta jitay, ya no mantiene su solemnidad ni vistosidad de hace años; hoy se centra en un par de bandas traídas de Huaraz o Chimbote y harta cerveza. Los Varayoc, protagonistas de la fiesta, pasaron a segundo plano... -Sì; el alcalde, regidor, campo y alguaciles. El “truca” era una “tanta huahua” pero gigante; y la canasta de panes de “doce reales” conteniendo bizcochos, roscas, panes de maíz y una botija o huyllu de chicha de jora adornada con una lliclla de castilla, claveles y un collar de roscas, ají verde, limones; la banda de músicos, la concurrencia desparramándose orgánicamente para tomar el perímetro de la plaza, bailando. Los muchachos corríamos para coger un pan en el aire en el “tanta jitay” -Que simboliza: abundancia del trigo

-Claro que sí; las mujeres, con sus canastas llenas de pan, al son de la banda, iban arrojando al aire panes por encima de un bosque de vistosas servilletas bordadas a mano (hoy un puñado de pañuelos), mientras los “sirvientes” con sus cántaros de chicha en la espalda, iban convidando al público, al tiempo que descargaban un desbordante “huajido”. -¡Waaa-jiiiiii! -Sí. Soy testigo, mudo e invisible, de lo que ha ocurrido en la corrida de toros en la fiesta de la Virgen: Trajeron toros para matar, rompiendo la tradición; pero, muchos visitantes, en su mayoría extranjeros, levantaron un cartelito de protesta que decía “Llamellín no mata toros”.


-La tradición no permanece, y eso puede significar progreso o decadencia, por los valores que gana o pierde. En el caso del cabildo, por ejemplo, hay una ganancia, por decirlo de alguna manera, puesto que la modernización lo ha democratizado, igualando a los garacos con estudiantes y trabajadores básicamente de fuera, a los muchachos y viejos, a mujeres y hombres, ricos y pobres; blancos, trigueños, amarillos, todos bailan juntos. También es otro aporte la quema de castillos; la presencia llamellinos residentes en Lima, EE.UU o Europa, que regresan para la fiesta del 8 de diciembre, así sea por pocos días; gracias al entusiasmo que se caldean en un alucinante torbellino de color, sabor y sentimiento. Claro que preocupa que están siendo enturbiadas, cuando en actitud demencial, y humillante para la chicha de jora, a algún cochino se le ocurre chisguetear a la multitud con la cerveza, símbolo de poder y modernidad -Muchas festividades han desaparecido, como la danza que se realizaba en octubre, escenificando, a caballo, cerca al gigante eucalipto de la plaza, la lucha entre moros y españoles. -Recuerdo algo, de esa fiesta de San Pedro. ¿Puedes describir la vestimenta que lleva el agua? -Un pantalón bicolor, camisa blanca, máscara de chivo, hombros y espalda con pequeños animales disecados (loros, ruiseñores, zarigüeya, tortugas, etc.); y, también colgado, un muñequito vestido como ellos, para intercambiar como regalo con las muñecas de las pallas del duende, que representan la otra tribu. Los augas llevan en las piernas cascabeles de metal, y accesoriamente, una cadena de oro y una vara de chonta de dos metros de largo; finalmente, flecha y una honda (waraca) con una bolsa de frutas verdes para lanzar con la waraca al duende y sus pallas. El guiador (jefe de los augas), en lugar de la vara lleva una bandera con asta de chonta, que bate al aire mientras danza al compás de la música. Completa la tribu del auga el cajero, vestido de salvaje, con sombrero, también con su muñeco en el cuello para intercambiar con el arpista de la tribu del duende y sus pallas. La otra tribu, la del duende integrada, por la capitana y sus pallas, llevan monillo con blondas, pañolón ajustando el pecho, sombrero de paja con cintas multicolores, collares, espejos, aretes, etc. El duente (rucu) lleva un bastón de chonta anillada de plata, dos pañuelos, una muñeca en el cuello para ser cambiado con el muñeco del guiador de los augas. Las pallas en lugar del bastón llevan horquillas adornadas con cascabeles y cinta (el shuc-shu) para acompañar el trinar del arpa; completan el grupo el arpista y el violinista. -Creo que en vísperas, los augas salen disfrazados de danzantes con broquel de madera, garrote, monterilla, máscara, pantalón y saco; y las pallas bailan distinto a la del día principal...

-Y el duende, con máscara y chalina, toma el nombre de “Rijui”, por la pelotita de trapo con hilo que va arrastrando y haciendo oscilar a la manera del “yo-yo” al son de la música del arpa y violín. ¿Es así? -Así es. El día central, a las seis de la mañana, las dos tribus llevan sus tabladas a Paccharaqra, plantándolas a uno y otro flanco de la quebrada. Los augas van hasta Mallallín, para disfrazarse y ensayar la danza. Permanecen en esa colina hasta que el duende y su capitana, van de visita llevando una botella de aloja (chicha morada); pero, en un momento de descuido del “guiador”, el duende le arrebata su bandera y comienza la persecución hasta que los augas llegan a la quebrada y se sitúan al pie de su tablada. El duende nuevamente se les acerca a los augas para devolverle la bandera que le había arrebatado al guiador. -Claro. Después viene los carteos entre ambas tribus. De chico me atreví a llevar una de esas cartas presionado por mis amigos, convirtiéndonos así de espectadores en actores, como “postillones” (emisarios); recuerdo que el corazón quería salirse con la idea de que me podía agarrar la parte involucrada. -Una vez que el duende se incorpora al grupo, las pallas entonan canciones: al duende le invocan para que dicte bien la carta, al secretario para que insulte a los augas, al que lleva la misiva para que les haga llegar (le dan de beber y éste simula ebriedad jocosamente). Al frente hacen lo propio, con piruetas presentan al “valiente” emisario; pero son otros que, por sorpresa, hacen llegar la ponzoñosa carta. Su lectura motiva ira, por lo que son arrancadas por pedazos y tiradas al aire. -¡Pobre del “postillón” (emisario) que se deje agarrar, lo someten a toda clase de afrentas. Después se calman los ánimos y nuevamente empieza el trueque de muñecos. -El intercambio de regalos comienza por el jefe de los augas (guiador), quien amarra un muñeco en el asta de su bandera y batiendo al aire, al son de la danza interpretada por su cajero, lo lleva hasta donde está el duende; éste detiene al guiador con su honda extendida en sus manos y quita el muñeco y en reemplazo coloca el muñeco de la capitana. Los augas retornan danzando (es una marcha con doble paso) y arrastrando a ras del suelo el muñeco. Hacen lo mismo los otros augas con los regalos de sus respectivas pallas, finalmente también el cajero con el arpista y violinista. -Las pallas no dejan de cantar durante estos contactos para zanjar diferencias; pero los augas se alistan para la pelea. En un primer momento los augas acribillan al solitario y rucu duendecillo con hondazos, utilizando frutas verdes (como la porojtza) quien se multiplica con ayuda de las pallas, hasta que los augas emprenden la fuga desordenada por la parte alta de la quebrada. -Después empieza la shahuanacuda. El duende persigue al guiador hasta cogerlo. Lo enlaza de la cintura con su cordel y lo conduce a su tribu, donde están las pallas entonando canciones. En el trayecto el arrestado pone resistencia tratando de envolver con la soga a los espectadores, y toda cosa que le sirva de obstáculo, pero la capitana con una rama de espinas golpea al auga en el trasero para que avance sin poner resistencia. -Y así llegan hasta la plaza y dan la vuelta el cuadrilátero hasta las escalinatas de piedra que conducen a la puerta de


la iglesia. Allí, el duende carga en la espalda al auga guía, y sube por las gradas, mientras las pallas, posesionadas de la puerta de la iglesia, entonan canciones victoriosas, y todos hacen entrega del prisionero a San Pedro. El auga se postra de rodillas ante la efigie, y las pallas entonan otra canción y ponen en libertad al auga, quien se reincorpora a su tribu. -se presume que esta fiesta representar la lucha entre dos tribus de la selva, durante el proceso de la cristianización de los primitivos, quizá fueron los que habitaron estos lugares, en la colina de Mallallín los augas, y en la colina de Manrish, los duendes. -También la danza en la fiesta de Corpus Christi, está desapareciendo; ya no se ve el “cruz guechunacuy” que era una batalla sangrienta a garrotazos y broquelazos entre los danzantes de ichok y allauca quitándose la cruz. Se decía que para esta fiesta algunos danzantes venían con sus mortajas y haciendo su testamento. -Eres testigo y actor de su transformación del distrito en provincia. -Como lo habrás leído, asciende a la categoría de provincia el 26 de Octubre de 1964, el Salón Dorado del Palacio de Gobierno nos congregó a los flamantes raimondinos con personalidades del mundo político nacional e internacional. El Presidente, con pluma y tintero del sabio milanés, firmó la autógrafa de la memorable ley promulgándola en medio de gran alborozo. El Dr. Guiseppe Saragat, Presidente de Italia, impuso la alta condecoración de “Caballero de la Gran Cruz con Gran Cordón de la Orden al Mérito de la República Italiana” al Presidente Arq. Fernando Belaunde Terry. También los senadores Carlos Alberto Izaguirre y Carlos Enrique Melgar fueron condecorados al “Mérito de la República Italiana”, y los demás parlamentarios que contribuyeron a la noble y trascendental causa raimondina también se hicieron acreedores de sendas medallas recordatorias. -Merecida la condecoración al Dr. Izaguirre, por haber fundamentado el proyecto de ley, después de nueve años, desde que en 1955 fuera aprobado en la Cámara de Diputados con la sustentación del Dr. Carlos Gonzales Loli. ¿Y cómo fue, en Llamellín, la inauguración de la provincia? -La fiesta inaugural en Llamellín, al año de su creación, fue un acontecimiento memorable, con el arribo del embajador Ettore Baistrochi y su comitiva italiana a lomo de bestia desde Huayotuna, emulando los viajes de Raimondi. Hay que reconocer a la colonia italiana residentes en el Perú que pronto conformó una comisión para colaborar con obras en beneficio de la nueva Provincia; así se construyó el Centro Artesanal Parroquial “Monseñor Marcos Libardoni”, una firma italiana Impregilo S.A. obsequió un grupo electrógeno para iluminar a la ciudad de Llamellín. La modernización se hacía presente al fin. Ahora con relación a las gestiones hechas por los llamellinos para el ascenso de distrito a provincia, éstas se desarrollaron en tres etapas; la primera, cuando el régimen presidencial del Dr. José Pardo, antes de la creación de la provincia de Marañón, por el entonces diputado por Huamalíes el señor Estanislao Flores hijo distinguido de Huaracillo (Pinra) con sus colaboradores Epifanio Aguilar, Francisco Barrón, Santiago Robles, Pío Villaorduña, los hermanos Baltazar y Leopoldo Vidal, Ignacio Reyes,...el cura Ayala y otros, denominándole Provincia La Aurora con su capital el legendario Llamellín. La segunda: cuando el régimen presidencial del Señor Leguía y la asamblea Constituyente de 1932, que auspiciaron respectivamente los Representantes, hermanos Dagoberto y Emiliano Cáceres, Melchor Lozano, Gonzalo Salazar, Enrique de Vivero y otros, formado por los distritos de Llamellín, Uco, Arancay, Huacaybamba, Pinra, y su capital Llamellín, para lo cual se formó un Comité Central de gestiones con sede en Llamellín presidido por Walabonso Vidal. ... ... ... ... -y la tercera etapa lo olvidaste. Haciando un paréntesis. Es un mérito llevar el nombre del sabio italiano. Fue el único extranjero que no sacó ni un alfiler afuera; de sus colecciones y escritos, cuando la guerra arrasó con las manifestaciones culturales, Raimondi, fue tentado por los chilenos para dárselos; pero él dijo: “son del Perú, deben correr la suerte del Perú”; él mismo fue enterrado en el suelo que amó. Se dice que el sabio milanés empieza a vivir su vida recién cuando llega al Perú “y él mismo lo confirma cuando dice que su obra y su vida están entrañablemente ligadas; y su obra, realmente, pues empieza aquí en el Perú. -“Puentes y caminos es lo que más necesita el Perú para su engrandecimiento. Puentes y caminos, he aquí la obra que debe realizar un gobierno que verdaderamente quiere a sus pueblos”, decía. -Raimondi invita a la juventud a que continúen sus estudios para que saquen a luz “los inmensos caudales que yacen aún en vuestro oculto suelo nativo”. La juventud hasta ahora ha hecho caso omiso a ese requerimiento del sabio; y sus escritos básicamente en el campo minero, más han sacado los extranjeros. ¿Alguien ha continuado con sus investigaciones? -Claro que eso debe costar...

-El Estado debe apoyar; sabes ¿cuánto gasta el Perú en investigación científica y desarrollo experimental por habitante?... la mitad de lo que gasta Bolivia; la quinta parte de Colombia, Chile gasta 20 veces más que el Perú. -¿No ha pasado hasta ahora por la cabeza de nuestras autoridades de Lima, la idea de rescatar y restaurar la histórica casona de Catalina Huanca, en Barrios Altos, donde el sabio pasó su vida cuando estaba en la capital? -Creo ya no existe el solar. Debería convertirse en un museo que atesore sus trabajos para seguir estudiando el Perú. Cuando él recorría el país, sin otra ambición que su amor a la naturaleza, nuestros caudillos recorrían el territorio enfrascados en conspiraciones y luchas fratricidas... Cuando aquel 26 de octubre de 1890 a las 10 de la noche moría en San Pedro de Lloc,


repitió: “Me alienta la dulce esperanza de que continúen mi camino”...

-Gracias a tu maestro Juan Ciro García, llevamos el nombre del sabio milanés. Ciro propuso el nombre de Antonio Raimondi, durante la asamblea que constituyó el “Comité Pro Provincia Antonio Raimondi”, en Llamellín, el 14 de febrero de 1953. -Donde tú saliste elegido como presidiste el Comité. Apropósito, de la Tercera Etapa de la lucha por provincializarse, tú te quedaste mudo. Me contaron (no quiero revelar su nombre) que te cercaron y te presionaron para que renuncies la presidenccia, precisamente faltando poco para la cristalización de ese sueño. Qué pasó, padre. Yo sé que debe ser doloroso recordar esa bajeza, deslealtad y desagradecimiento. -Prefiero dejarlo allí... Que la historia juzgue. Japallaa cuyakunata Japallaa wayllukunataa Meqan garakurá tipshipar Pasarillan. No sé si la mente o el espíritu, o ambos, lapidan algún otro pensamiento más, como las horas lapidaron el día espumando un sabor nostálgico por los rastrojos del recuerdo.

____________________________ 6 Pelota hecha de vejiga de toro, carnero u otro animal; inflada se cubre con trapos y abundante hilo que da la forma de pelota. 7 En su “Manifiesto de la Junta Transitoria” (marzo de 1948), el alcalde hace un informe sobre las obras públicas ejecutadas por dicha Junta (1945 -1948); respecto al trabajo del Palacio Municipal, indica que se utilizó el Salón Ayllu, “o sea el caserón que fue Capilla del Carmen [...] El inmueble, a petición del pueblo, fue cedido por los párrocos Neptalí Sosa y P. Martín Tello, con asentimiento del Obispo Fray Domingo Vargas, ante la intervención del Prefecto Sr. Pedro Artola.” 8 La tablada consiste en un madero mediano cuyo extremo superior, de forma triangular o, a veces, romboide (armazón de palos medianos o carrizos trenzados), está artísticamente adornado con caña de azúcar, verduras, frutas, muñecos, animales disecados. Simboliza, a modo del escudo nacional, la abundancia de los recursos naturales del lugar


LA HERIDA DEL CAUCHERO

Hace muchos años, en Llamellín, escuché por boca de mis mayores un relato en torno Carlitos Fermín Fitzcarrald, de San Luis, que lo vinculaba con aventuras un poco infelices, pese a que don Ernesto Reyna, excelente escritor huaracina, quiere reivindicar su memoria; para consuelo de mis relatores, Reyna admite que el joven Fitzcarrald estuvo en Llamellín.

Se dijo que su padre quería que su hijo Carlos aprovechara sus vacaciones conociendo la región del Marañón, ya que en San Luis, se aburriría. El muchacho aceptó con agrado la propuesta de su padre Don Wily; alistó todo y salió con un guía, un arriero y varios mulos cargados de mercadería; su primera "pascana" lo hizo en Llamellín, donde debutó como "mercachifle".

El joven Fitzcarrald, pronto se rodeó de amigos, con quienes se ponía a jugar el rocambor para matar las noches frías, con las que el Pahuacoto solía cubrir el silencioso y acogedor pueblito. En uno de esos juegos, el joven inexperto empezó a perder y estaba jugando su caballo, cuando de pronto el partido se volteó a su favor ("mano virgen" diría nuestro recordado amigo “Chento”), y empezó a recuperar con creces su dinero.

Precisamente en esos momentos tan interesantes, uno de los mirones (que por cierto no quiso “ser de palo”), de apellido Izaguirre (dudo que tal apellido fuera de un llamellino), empezó a dirigirle bromas pesadas al ya entonces joven afortunado y futuro cauchero.

Las groserías del intruso terminaron haciéndole perder la paciencia a Fitzcarrald, quien, después de pedir disculpas a sus compañeros de juego, se acercó al bromista y lo tendió al suelo de una sola trompada. Todos celebraron con carcajadas estrepitosas, y el juego se reinició con mayor entusiasmo ya sin la presencia del “metiche”.

Repuesto del susto, pero humillado, el resentido bromista, regresó y, sin hacer ya ninguna broma se acercó a la mesa de juego, y cuando menos se pensaba, por debajo de la mesa, le clavó al joven Fitzcarrald un puñal filudo a la parte baja del vientre y se escapó.

Sus amigos y las autoridades de Llamellín, inmediatamente enviaron varios "propios" en busca de un médico por toda la zona. Uno de ellos encontró a un doctor (otros dicen que fue un curandero) en Huacrachuco. Dicho doctor, al llegar a Llamellín, encontró al herido muy grave, pero logró soldar sus tripas bastante bien.

Mientras tanto, su padre, al conocer el trágico hecho de sangre, viajó de inmediato a Llamellín y pagó con una suma muy elevada (500 soles) al doctor y agradeció a los amigos de su hijo.

Tres meses después, ya recuperado, el joven rocamborista fue llevado en camilla hasta San Luis.


LA TIERRA, ¡AY! CIRCO, SIGUIÓ TEMBLANDO

Circo, el Moisés de los jóvenes de aquella región andina que invadieron Lima, sin hacer un solo disparo, se vino “queshpipa” (escapándose) y “tsinkeipa” (a escondidas). Caminó, a pie, durante dos semanas; y, después, en un camión para animales, hasta una hacienda cercana a Lima, donde trabajó para financiar su pasaje. Llegó a la Capital, al año de su autoexilio. Frisando los cuarenta y tantos años, conoce a Rosa, hermosa huaracina, con quien se casa en San Lázaro, la iglesia más antigua y emblemática del Rímac.

A los pocos años de su matrimonio sucedió lo del terremoto del 70, llamado “Terremoto de Huaraz”, que se sintió fuerte también en Lima. A continuación el testimonio de Circo. -Tranquila, mi amor, ya pasó- pero Lima ¡ay! Circo, siguió temblando... -Prende la radio, Circo –saca de su cartera el aparatito y le da a Circo. “Señores y señoras: fatídico domingo de mayo –relata la radio- para el Perú: El Callejón de Huaylas fue arrasada por un terremoto; y muchos pueblos han quedado sepultados por un aluvión minutos después del terrible sismo... Rosa se desploma, Circo la levanta y la cubre de cariños. Ya no hay cine ni qué ocho cuartos. Se encaminan hacia el Club Ancash en busca de más información.

En el Club Ancash, un miembro de la directiva, Coronel (R ) E.P., amigo del padre de Rosa, está informando que Huaraz está aislada por los derrumbes, que embalsaron también al río Santa en varios sitios; pero el ejército –dice- está trabajando... La reconoce a Rosa y , acercándose: -Hola, Rosita, el jueves viajo con mi carro; si quieres vamos. -Gracias. Coronel, le presento a mi esposo Circo. -Mucho gusto, coronel –se dan la mano. -El jueves, en mi casa, a las 5 a.m., por favor.

-Yo voy con mi esposa, mi coronel. -No hay problema...

El sábado, al amanecer, encontraron una centena de carros en fila india, detrás de la brigada del Ejército que iba abriendo la carretera a dinamitazos. El domingo a mediodía, llegan a Huaraz, a los cinco días de haber salido de Lima. Dejaron el auto en la Av. Tarapacá; pues los escombros, desechos de tejas, vidrios y derrumbes cubrían las calles. Caminaron hasta el barrio de la Soledad, donde vive el coronel, y cerca también Rosa. Ella y el coronel iban a los costados de Circo, bien agarrados de sus brazos. Así, al fin, llegan a la casa del coronel. ¡Desplomada!. Le dejaron allí y continuaron caminando por la izquierda dos cuadras más. Una pala mecánica iba levantando escombros y, por ratos, elevaba cadáveres enterrados. Rosa dejó escapar de su garganta un aterrador alarido: a media cuadra, estaba su casa destrozada. Adentro, sentados en un rincón del patio, techado provisionalmente con calamina, estaban sentados sus padres, y tres chicos limpiando el patio. Rosa abrazó llorando a todos. Se sentaron en un madero, y escucharon, cómo y en qué circunstancias les sorprendió el terremoto. El testimonio que les impactó fue el de la señora Hermelinda: -Ha sido, pues, un día como hoy... yo fui a la Iglesia del Señor de La Soledad, llevándole flores y vela. Yo escuché misa y ya de regreso, cuando cruzaba la esquina, yo sentí un fuerte sacudón. Yo me quedé paradita, tratando de no caerse... -Y, mamá... -interrumpe Rosa, acelerada.


-De pronto yo siento que alguien me carga a la losa deportiva. “No se mueva de esta canchita”, me dice. -Habría sido un sinchi, he visto en la plazuela varios- acota Circo. -Yo...me asusté mucho. -Por qué, mamá -pregunta Rosa. -Su vestido era como túnica larga y vaporosa, blanca como leche, por ratos brillante como nieve. -¿No viste su cara? –replica su hija. -Estaba de espalda; de pronto desapareció sin dar un paso.

Un vientecillo frio, con olor a tierra, a sangre y orines, sopla, trayendo un largo y hondo silencio. ¿Qué se leía en cada mirada? ¿Qué significaba cada silencio? ¿Qué había en cada pensamiento? ... “Quien sabe Señor”, diría José Santos...

– ¿No hay carpas y puestos de socorro? - Circo rompe el silencio. – Sí, papito, Geshu y Mañuco duermen en la carpa de la plazuela -de -Belén –responde doña Hillmy– nosotros bajamos solamente a recibir nuestras raciones de comida. -Hay que hacer cola y, empadronados, -añade el padre de Rosa. -No nos movernos de aquí, cuidando nuestras cositas; mi hijo Néstor nos acompaña de noche. – Qué importan las cosas, papá, primero son ustedes; debían

haber ido a las carpas –increpa Rosa.

– Hija, esa máquina que está sonando ahorita destruye las cosas si no estamos mirando; –explica su padre– además ha habido mucho pillaje, hija. – Ahoraqa, los soldados están metiendo bala al que roba –participa Geshu– Máquina grande que echa humo negro está ya cerquita, ha trepado por el jirón Sucre.

Circo se levanta a observa el capulí, floreando, en medio del empedrado patio. Se acerca a la puerta de la sala, que ha quedado abierta de par en par soportando el peso del techo de carrizos y tierra, que se ha descolgando encima. Rosa se para para impedirle que se asome a la sala, pero Circo entró rapidísimo. Segundos después se sintió una réplica. Salió con una silla y una alfombra completamente empolvada. Ella no se contuvo, le increpó: – ¡No estás viendo que de milagro están vivos! ¡Vienes de Lima a morir! – Rosa está muy nerviosa.

– Nos han dicho que no entremos, papito, el techo está por caerse al señora Hermelinda.

suelo en cualquier momento –le dice la

– Mi amor –Rosa ya calmada a Circo–, el Señor de la Soledad está cerca, vemos al coronel para agradecerle ¿qué te parece?

quiero que conozcas su iglesia, de paso

-¡Vamos!

En la puerta de la iglesia un puñado de hombres y mujeres oran en silencio; dos soldados cuidan la entrada. “Su casa del Señor de la Soledad no se ha caído y Él está intacto al fondo”, comenta una vecina. Rosa se arrodilla frente a la puerta y se santigua. Circo hace lo propio. Bajan a la casa del coronel. – ¿Circo, no te parece un milagro que el Señor de la Soledad no se haya caído o quebrado por tantos sacudones?

– Milagro me parece lo de tu mama, diría que quien la sacó de allí fue el Señor. – O un ángel enviado por el Señor... Sí, mi amor – asiente Rosa.

El coronel les recibe en la puerta; y les cuenta que de su casa dos chicos han desaparecido... Rosa le dice que en su casa todos están con vida, gracias a Dios. Le agradece por la movilidad, y se despide con un abrazo. “Saludos a su papacito”, grita el coronel. No bien voltearon a la derecha, cerca de ellos, la pala mecánica levanta un cadáver aún ensangrentado con los brazos tendidos al vacío. Rosa se incorpora. “Ya lo bajaron”, dice Circo. Se pararon en la esquina, al sentir otro remesón,


que fue breve.

– Rosita, hasta cuando crees que podemos quedarnos. -No sé, Circo. ¡Ahora no sé qué hacer! – No desesperarte, despejar tu mente y pensar. –Replica Circo– Es importante esperar a la pala para que recoja el escombro sin dañar las cosas, desmontarán los techos y paredes que constituyan peligro. Tus papás deben tener adentro granos y comidas, no sé... los mercados van a funcionar, ver eso y dejarles establecidos. – Cierto. Mañana salimos a ver qué hay de la ayuda de la Municipalidad y del Gobierno Central. – Quiero ver también si hay carros a Llamellín; ver mi casa, mientras estés acompañando a tus padres. – Buena idea, mi amor. Anda sin preocuparte por mí, porque, como está habilitada.

has visto, la carretera de aquí a Lima ya

El martes Circo estaba viajando. Regresaba a su tierra colorada, después de 33 años. Para Llanshy, en Llamellín, la sorpresa fue muy grande: al abrir el portón ve a Circo, ya casi a oscuras. – ¡Circo querido! ¡Te has acordado...! –Llanshi le abraza fuerte jalándolo a su pecho; alzó la maleta de Circo queriendo meterla. – Deja tía, pesa –avanza tomado de la cintura de su tía, a la parte alta en el cuarto de Emelito. – Pero por esta noche puedes dormir en el dormitorio, conmigo,

del patio empedrado- Voy a acomodarme

hay una cama, está limpia y tendida –le dice

Llanshi. -No, tía, prefiero no incomodarte y tener libertad también yo. – Bueno, entonces voy a traer la llave –Llanshi entra al dormitorio y regresa con la sarta de llaves. Abrió la puerta, y raspó un palito de fósforo para prender la vela. Circo saca las frazadas de la cama de Emelito, una por una, y las sacude en el patio. – Deja eso, Circo, yo voy a tender. Siéntate en esta silla y cuéntame cómo han quedado en Lima... -Ha tendido la cama, y le pide que se recueste- Voy preparar una sopita, ¿o quieres algo más de comer? ¿Has almorzado? –pregunta Llanshi. – Hemos almorzado a las tres y media, el carro ha venido muy despacio, pues la carretera está pésima. – Anda acostándote mejor, yo voy a preparar mazamorra no más, para que comas con rosquitas. – Sale corriendo. Circo aprovecha para ponerse su buzo azul y meterse a la cama, soportando por encima el peso de tres frazadas y una colcha. En ese momento entra Llanshi con la tasa de infusión. -Anda tomando infusión de orégano, para la sed, mientras hierve tu mazamorra, que te hará sudar- Sale nuevamente corriendo. Circo reconoció la tasa floreada de su padre, despostillada en la base. Llanshy regresa, nuevamente, con el humeante punky. Circo agradece y le pregunta: -¿Cómo sintieron aquí el terremoto? -Horrible. La tierra sacudía sin parar. Arrodillada en la plaza, mirando a Taita Pahuacoto, pidiéndole que calme, y cuidándome de las galgas que se desprendían del cerro. Pero la tierra, ¡Ay! Circo, siguió temblando. –Entonces fue fuerte también acá... –Muy fuerte. Tu tío Eutimio que venía de la banda, cuando subía, después de pasar el puente, le agarró una galga desprendida. Habrás visto piedras grandes que con la lluvia y el viento han quedado como sombreros encima de una columna delgada de tierra arcillosa –Llanshi no se cansa de hablar–. Yo estaba yendo a ver, pero en Mallallín, me contaron que ya habían recogido su cadáver y, en su propio caballo, lo estaban regresando a Huacaybamba. Me regresé -Mientras hablaba, mete su mano debajo de las frazadas...

“Tus pies están helados, voy a traer grasa de gallina para frotarte” -dice. Circo, recogiendo sus pies, le replica: No tía, lo que tengo es sueño, porque en Huaraz ha sido difícil dormir; mañana te cuento todo -Pero su tía se acomodó en el espacio que hizo Circo al recoger sus pies; volvió a meter su mano, haciéndose la distraída, la subió, rozando su parte íntima. Circo se puso nervioso. “...no nos dejes caer en tentación...” invoca Circo. Y piensa en una estrategia: Tía, cuando era pequeño -Circo quiere salir de su apuro– al amanecer, me metía a la cama de mi mamá para que me cuente. Mañana temprano voy a tu dormitorio a hacer lo mismo para que me cuentes del terremoto, ahora quiero dor-


mir porque estoy muy cansado.

– Entonces descansa. Si necesitas algo, despiértame. – Ya tía, hasta mañana, y cierra la puerta, por favor –besa su mano de

Llanshi. Funcionó su estrategia.

Amaneció un día con sol y límpido cielo. Circo salió al patio y le entraron ganas de gritar, sin saber por qué, sin saber si sería de alegría o de tristeza. De pronto notó que la pared de abajo, donde está la “Ropería” y el cuarto que fue de su abuelo, estaba rajada. Va hacia esa parte, pero al darse cuenta que su tía está en la cocina, se encamina hacia ella para saludarla: – Buenos días, tía. Pensaba que estabas todavía en tu cama; pero dormido muy bien. – Yo también, al amanecer me había quedado dormida, después

ya estás preparando el desayuno. Yo he de haber estado un buen rato sin poder

dormir.

El insomnio que tuvo Llanshi, anoche, fue provocado por sus propios recuerdos que le quitaron el sueño. Imágenes en las que aparece con Circo; como la siguiente escena de cuando eran niños: Agarrados de la mano cruzan la ancha acequia, al otro lado, para coger el racimo de shiraca colgado entre espinas. Han escogido la parte más ancha y escondida de la acequia de agua cristalina, que silenciosa corre por la cabecera de la huerta, cerca de la casa con patio y horno, del pequeño fundo de Huaucón. Ella, para no mojarse, se levanta la falda hasta la cintura, y le dice a Circo que se quite el pantalón. Con su ayuda sacan el pantalón, pero junto sale su calzoncillo. El chico se queda calato, mostrando su pequeño e inocente “pajarito”. Ella, festeja con carcajadas, echándole agua con sus manitas, y empieza a tocarle; entonces la risa se fue hacia Circo, por las cosquillas que sentía. Pasaron tres, o cuatro, años tal vez, nuevamente bajaron a la cosecha de trigo. Llanshi y Circo entran a la huerta, al mismo sitio de la acequia de agua mansa y cristalina. ¿Nos bañamos calatitos?, dice ella. Circo piensa un rato y se niega; es aún niño pero ya sentía vergüenza...

Esta noche, importante por el reencuentro con Circo después de 33 años, teniendo como marco de fondo aquellos recuerdos y aceptándose que está enamorada de su sobrino: Llanshi reconoce su frustración, y reflexiona: Circo si fuera otro hombre, hoy se habría aprovechado de mí y dejarme embarazada tal vez. ¡Señor Mío! –Se incorpora- perdóname. Has que mañana no entre aquí porque yo no podré resistir la tentación si se mete a mi cama...Esta frase lo dijo casi en voz alta. Después se calmó, y se quedó dormida. - Ya está la yawapa. Circo, lleva un poco de agua del balde y echa al lavatorio en el patio, para que te laves; y regresa rápido porque el papacashky hay que tomar caliente. Voy llevando al comedor. - No, tía, aquí no más comer - Circo, ya estaba sentado en la mesita vieja de la cocina, observando el correteo de los cuyes. Pero fue al patio grande a lavarse las manos y no tardó en regresar..Llanshi sirvió el papacashky, y también puso al centro de la mesita avejentada, como tallón, un plato de pelado de trigo, cancha y rocoto con chinchu picado. – Vamos a yawapar –Circo coge su cuchara, la llena de mote y se lleva a la boca– ¡Qué rico está el llushtu! . -Se callan y dejan actuar sus manos con la cuchara y el tenedor. Circo se da cuenta que su tía está distinta. ¿Habrá razonado y arrepentido de su actitud excesivamente “cariñosa” con el sobrino?, piensa; sonríe mientras disfruta de la humeante sopa. Lo que le falta a la tía es un marido, piensa. Llanshi pone a la mesa café con oca. – La mitad no más, tía; la hoga no se salva, pero en el almuerzo. Hay que desayunar bien, Circo. Umh. No recuerdo haber tomado algo más rico que este papacashky.

Circo agradece y le dice que va a recorrer desde Paqtsaraqra hasta Allauca; pero “a las once estoy acá para yo cocinar el almuerzo.” Sale de la cocina, en el patio toma la toalla y el jabón, y se va a la quebrada de Paqtsarraqra a lavarse la cabeza y toda la parte por encima de la cintura. Regresando a casa, se puso una camisa de mangas largas y salió sin rumbo definido. En la esquina distingue que la puerta de la iglesia está abierta. Se dirige hacia ella. Adentro se queda mirando la pintura que está encima del altar mayor. Está igualito, -dice- Dios Padre, con abundante barba blanca y una cabellera larga, hombros y tórax cubiertos por algo que parece un poncho; se le ve como si estuviera volando con los brazos abier-


tos en el cielo azul. ¿No será Moisés?, porque a Dios Padre jamás le han visto, menos para haberlo pintado, reflexiona. Repitió en silencio El Padre Nuestro...

Saliendo de la iglesia, divisó el parque. Que aún no había cuando se fue a la costa. Era una plaza casi siempre verde, a donde salían cerdos y hasta burros a comer el pasto que crecía con la lluvia. Recuerda también que al costado derecho de la iglesia hay una canchita de tierra, donde, de niño, jugaban en los recreos con sus amigos con pucash pelota hasta que sonaba la campana. Al costado izquierdo también hay un pamponcito, donde jugaba al trompo, a las bolitas y choloques, o al taco, saltando con un solo pie. Después de vivir un rato con sus recuerdos, bajó del atrio queriendo sentarse en una banca del parque; y se encontra con don Pablito, con quien había estudiado en la Escuela 343.

– Desde que desapareciste recién te apareces; dónde has estado, hasta la esquina.

Circo- Abrazados caminan conversando

– He venido sólo a ver cómo quedó la casa después del terremoto. – Por acá se ha sentido también muy fuerte, Circo, pero no se han muy pocos han muerto en toda la Provincia.

caído las casas, la mayoría están intactas y

Circo le preguntó por Fico, Pablito le responde que vive en Allauca; que es vecino de Ushua, el gordo, nieto de doña Mañuca. Así, abrazados, voltearon a la derecha con dirección a Allauca. Don Pablito se quedó en su casa, Circo siguió caminando hasta la casa de Fico. Tocó la puerta, repetidas veces; y como nadie salía, empujó la puerta y entró como por un pequeño túnel oscuro pasadizo con piso húmedo, al patio de tierra, sorprendiéndole allí a Fico. – Wauque, qamqa, panteón pitacha illu yarqueykamunky –Fico abraza efusiva y largamente Circo. – Jaaaaajajaj –se ríe– San Pedruchaa kacheykamashga “taguee calegón runata salvashun”, nimashcha –contesta al tiempo que vuelve a estrecharlo en sus brazos a su amigo Fico.

– Esto es increíble, Circo del alma, Circo amigo –saca una silla y le invita a sentarse junto a él–, dime de dónde apareces, hermano. ¿Sabes qué?, yo siempre preguntaba por ti al gordo Ushwa cuando llegaba de Lima, él me decía que se veían en su centro de trabajo –le cuenta Fico – ¿Cómo es... no? Familias enteras desaparecen, sin dejar rastro. Cuando paso por tu casa me da mucha pena, Circo, porque yo entraba y salía como en mi propia casa, cuando vivían tus padres. Habrás llegado pues a tu casa. Dime y ¿la jipash que vive allí, quién es? – Aaah… No te voy a contestar todavía –se echaron a reír– Muchaas veces regresé a esta santa tierra, Fico, solamente en mis sueños... me recibió tu linda mujer con tu hermoso pequeño; pero no estabas. Ahora, hermano, se hizo realidad. Todo es posible para Dios, amigo. – Yo no tengo fe desde que perdí a mis seres más queridos, Circo. Apenas habíamos vivido cuatro años...saca un pañueloy se lleva a los ojos, que amenazaron con desbordarse- me quedé con mi pequeño Jushty, que un día se cayó al río, el remolino lo contuvo y logré sacarlo todavía con vida; pero... no duró –rompe en llanto–, ahora dime Circo, ¡cómo quieres que tenga fe!

– Comprendo tu dolor, amigo; tú, no es que has perdido la fe, tú no has tenido fe. Crees que la muerte es el fin. No, no es así. La vida no tiene fin; te aseguro que los dos te están esperando. No hay muerte, solo diferente forma de vida, vida espiritual… Fico entró a su salita, sacó una botella de Guashku bien tapada. – Esta botellita –la besa– me acompaña ya varios años. Es aguardiente puro, de Colca, cuando el fundo producía y mi padre era el administrador. Circo, amigo, quiero que me acompañes probando un poco; no creas que soy un borracho. Los doctores dan pastillas; nunca he tomado esas cosas. Esto funciona. – No siempre, Fico. – No sé, hermano. Yo no soy leído. Allí donde me dejaste, allí me

he quedado.

– No creas, no te has quedado ahí, no solo te enseña la escuela.

La vida es la mejor universidad del hom-

bre.

– Tú tienes mucha razón y sabiduría –Fico llena la copa–. Circo, hermano, hoy no voy a tomar porque la vida me ha hecho llorar delante de ti, sino porque tú estás delante de mí. Si no quieres solamente huélelo, y yo ya estaré contento. – Llegas a las fibras de mi corazón y a las ondas de mi razón –dice da más que una y a mi estilo, saboreando gota por gota.

Circo–. Voy a tomar una copa por ti. Y na-

– Como gustes, hermano; me obligas a sacar otra copa, y creo que no tengo –se ríen. Entra a su cuarto y sale al instante con otra copa pero de vino. Le pide a Circo que eche la cantidad que quiere tomar. Circo


echa más de la mitad de la copa.

– Qué lindo regalo a tu pueblo, a tu casa, a tu amigo. ¡Carajo! ¡Qué – Sí, gracias Al que lo has mencionado, estoy aquí solo de ida y hay carro a Lima.

lindo por Dios! vuelta. Pienso irme rápido. No sé qué días

– Salen dos veces a la semana; y los sábados hay directo a Lima. Cambiando de tema... -dice Fico- mañana, Circo, quiero estar contigo en mi puna, voy a sacar papas y hacer patsamanca. - Circo, recuerda que todavía no ha respondido la pregunta que le hizo su amigo sobre la “jipash” que vive en su casa: – Ah, ¡me olvidaba! la “jipash” que vive en mi casa es hermana do allí con Maura y Emelito.

de mi madre. Ella ha estado vivien-

– Entonces, hermano y “sobrino”, llévala contigo mañana. – Jajaja –Circo festeja lo de “sobrino”–. No sé si ella me crea que también es invitada, tendrías que acercarte a invitarla. Esta tarde voy a abrir mi tienda que para cerrada porque no hay nada que vender. A ver si alguien se interesa, para alquilarla. – Yo estoy buscando una tienda. Estoy interesado de tu

tienda.

– Y también en mi tía –se ríen jubilosos. – Para mí esas cosas ya pasaron, amigo. – No digas eso; a veces llegan otra vez –contesta Circo mirando su para despedirse. – A las tres estoy en tu tienda, si está cerrada toco el portón, como

reloj, y de inmediato se para de la silla lo

hacía de chico.

Circo sale apurado. En la plaza, esquina de su escuela, compró cebolla, tomate, limones, lechuga, ajo y alfalfa. Empujó el portón de su casa, cruzó el patio y se fue a la cocina. Su tía le tenía una sorpresa: Un cuy grande, pelado y aderezado, esperando la sartén caliente. – Tía, qué hiciste –dice gratamente sorprendido– ¿Y mi ensalada? – Haz nomás, vamos a comer cuy con ensalada, otro día hacemos mientras calienta revuelca al cuy, por ambos lados, en harina gruesa.

jaca pichu. Pone manteca en la sartén y

– Yo voy a poner el cuy, tía –se acomete–. Mucha manteca –dice– separa un poco. Su tía Llanshi separa la manteca que ya está disuelta en la sartén a su tarro. Circo prepara en media tasa: agua hervida, añade sal y limón, ajo chancado; y, poco a poco echa a la presa loa mezcla líquida para que se cocinen homogéneamente los cuyes y no se quemen. – Qué bien, Circo. Ahora sí vamos al comedor; por favor, lleva los Shacui, para servirnos después- ordena Llanshi.

platos de cuy; yo llevo la olla de lawita de

Mañana viernes estamos invitados por Fico a su chacra, en la puna, va a preparar pachamanca. A mí no me conoce. Anda tú, Circo, contesta ella. -

Nos ha invitado a los dos, tía -insiste Circo. En esos momentos tocaron

fuerte el portón.

Es Fico, hay que recibirlo en el patio nomás, debe estar apurado. Fico ha ido para invitarles a los dos a su cosecha de papas. En efecto, fueron todos. Pasaron el día muy felices en la puna, y trajeron, una canasta de patsamanca. Pero llegó el día del retorno de Circo. Llanshi se echó a llorar en brazos de Circo. Circo abandona la casa, como si estuviera saliendo queshpipa (por escape), como la primera vez, pero ahora con los ojos haciendo un incalculable esfuerzo por contener sus lágrimas.

Al anochecer el siguiente día, estaba entrando a su casa de Lima, cargado de mucha pena pero también de mucha alegría. Le recibió este pechito, creador suyo. Pasa Circo, cuéntame cómo te ha ido. Sabes bien cómo me ha ido -respondió. - Perdóname que te haya creado sin preguntarte si lo deseabas existir acá –señalo mi libro de cuentos. - Fue un placer estar en ti y contigo, Circo. Adiós. Cerré el libro. Pero llegué a escuchar “Hasta cualquier momento”...


Me quedé solo, nuevamente, pensando, pensando que el terremoto puso a prueba, una vez más, el coraje de hombres como Circo; pero también fue un reclamo de la Naturaleza por un mejor trato; y, por cierto, una advertencia al hombre. Frases subtitulares: I, II. Sin amor no hay vida, solo muerte y destrucción. III. El Señor de la Soledad y Tayta Pahuaqoto, el primero en su templo, y el segundo en su cerro, siempre están con los brazos abiertos. IV. Los recuerdos se agolpan, dando vueltas, y vueltas, como remolino espumoso en acequia de aguas cristalinas. V. Amistad de niño, bendita amistad.


EL GORRIÓN Y LOS NIÑOS Después de años, de muchísimos años, llegó la hambruna a esta parte de la región andina. Papá y mamá tuvieron que salir del pueblo, como lo hacían casi todos, en busca de un puñado de granos para mitigar el hambre. Dejaron a sus dos menores hijos bien advertidos para que no salgan de la casa. Pasado el mediodía, la achquey tocó la puerta haciéndose la buena y se los llevó a su casa, covacha escondida en una chacra de papas. Al llegar a la chacra, metió a los niños en una shicra (costal) y así los dejó diciéndoles: “Ya regreso, voy a sacar un poco de papas para hacer un rico caldo con carne tierna”. Un gallinazo se acercó a husmear el bulto tirado en la chacra y se asustó cuando los niños le gritaron: “Uchpachaqui wiscur jipimay shicrapita” (gallinazo pie de ceniza sácame del costal); el animal regresó indignado al sentirse insultado; entonces los niños le rogaron así: “Tiyuy wiscur jipícallame kay shictapita”. El gallinazo indiferente se pasó volando. Un gorrión que había presenciado todo, sin vacilar voló a desatar con su piquito compacto el nudo de la boca de la shicra y logró liberarlos. “Corran por el chaqui nani que no usa la achquey”, les dijo; y con un coraje enorme levantó la shicra vacía y dejó caer cerca de la shushumia (resbaladero de tierra arenosa)que da a la quebrada profunda. La achquey al regresar vio la shicra vacía cerca del abismo, y pensando que los niños hubieran huido por la shushumia, de un salto bajó por ella; pero al llegar a la quebrada, su sentadera se encontró con unas espinas bien maduras. Los niños, mientras tanto, llegaron a su casa al tiempo que sus padres entraban con un poco de trigo, lino, maíz para tostar y unas cuantas ocas para sancochar.


NINA SHIMY En la casona de la tía Donatita había una higuera en su jardín regado por una acequia de aguas servidas. A la tía no le faltaba dulce de higos que con el pan huaracino, que ella hacía, a leña, en su pequeño horno; era una verdadera delicia.

Una tarde, como de costumbre, la visité. Al poco rato tocaron el portón que daba al patio empedrado. “Voy tía”, le dije; “Quién será, si es de confianza la haces pasar acá para tomar lonche”. Era María que vivía con la viejita Donatita, hacía entrar en la mano un pichoncito que apenas abría su piquito, aun no le salían las plumas ni abría sus ojitos. Entramos a la cocina. La tía estaba de pie junto a la vicharra haciendo hervir el agua para el lonche.

Mira, mamá, este pajarito no sé si es un yukis, estaba tirado debajo del rayán, casi me gana el perro del vecino…”. Uhhyyyyy pobrecito, ya es muy tarde para subirlo a su nido, está de hambre. Hay que remojar la miga del pan con unas gotitas de leche caliente”-Mi prima María salió, llevando a la criatura aún sin plumas, para hacer lo que la tía había indicado. Yo me quedé ayudando a atizar la leña en la vicharra. “Y dónde va a amanecer…” Antes que termine la pregunta, la tía, me interrumpe llevándose el dedo índice a los labios, indicándome así que me calle; me saca de mi brazo hasta afuera y me dice: Hijo, la llama que estás atizando tiene una lengua larga; si te digo dónde lo hacemos dormir al zorzalito, este juego le avisará al gato y adiós animalito, y no sabemaos si mañana amanece vivo. Ahhh por eso a las chismosas le dicen “Nina Shimi”, inquiero. Si, claro, -diciendo eso, salió de la cocina; apena sale entra mi prima con su bebito, envuelto en un trapo oscuro. Comió? -le pregunto. Síiii”, -me responde. –Ven acá, me dice. Ahora con este trapito le hago su nidito –me dice en voz baja-. junto a la vicharra para que pase la noche abrigado. Fuimos al cuarto donde duerme la tía para tomar el lonchecito. Terminado el suculento lonche, me despedí porque tenía que terminar una tarea que me dieron en mi colegio.

Al salir y pasar por la esquina, cerca al árbol, en cuya sombra encontró mi prima al pajarito, escuché el trinar desesperado de una pichuuichanca. Pero como ya era noche, no regresé para decirles que afuera estaba su madre buscándola. Como, al fin al cabo, ya era oscuro, metí mis manos al bolsillo de mi casaca y apresuré mis pasos.

Cuando el domingo fui temprano a saludar a mi tía y “gorrearle” el desayuno, me abrió el portón mi prima; yo le pregunté por el pajarito. Me dio la mala noticia que se lo comió el gato. Nos escuchó la candela, Malli. - Me bañé de una sensación de culpa de no haber regresado a avisarles...


PAPASHU COBRADOR DE COMBI

Al mirar el retinto toro que va cruzar el río, al escuchar el arpa invisible llorar sus penas, al sentir mi mano abrazada por otra, amorosa, comprendí que mi vida estaba por recorrer.

Al comprender lo que es sentirse consolado, al saber que mi padre no me ha abandonado, miré que no había motivo para seguir sufriendo: se abrió mi mente a la luz y la luz vino por mí.

Papashu

La combi neoliberal

La combi llegó a Lima los años noventa. Buscó su identidad con sus personajes propios (andinos, criollos, charapas, blanquitos, chinitos, negritos), con su radio a todo volumen (salsa o huayno, rock o tecnocumbia, bolero o saya), su lenguaje pintoresco (bajangrifo, pisa, abre, plancha, chantón...), su chofer bien “bacán” o “achorado”, su cobrador “mosca", gritando a voz en cuello, al estilo de los pregones en la sierra -¡CAMINOSDELINCA BOLICHERA SAN JUÁ!- y sus marcadores bien "tigres", “toreando” en la pista a los carros para atrapar su sencillo en el aire o recogerlo del suelo. Hasta los pasajeros de la combi neoliberal se han involucrando, “sin querer queriendo”, con la cultura combi.

Bajan colegio. ¡Oye pues! ¡bajan colegio Bartolomé Herrera! Bajan Bartolo, bartolobartolobartolo… bajanbajan, segue bajando. Baja el pasajero insultando al cobrador; también grita, al celular pegado a su oreja, ¿a su marido? que está, Dios sabe, dónde. Si nos remontamos a los inicios del "desborde popular" (llaman así a uno de los efectos de la absurda centralización), podemos encontrar algún antecedente de esta combi en la primera gran crisis del transporte tradicional, cuando al no poder adaptarse al explosivo crecimiento urbano, dio paso a los microbuses, los cuales no pudieron integrar los asentamientos humanos para facilitar su informal expansión, como sí lo han hecho estas combis, como parte de la guerra por subsistir generada por el neoliberalismo salvaje. Por los años 50 el transporte tradicional, con sus tranvías chillones, ya no abastecía a la población urbana en crecimiento caótico. Por aquellos años llegó a Lima Shillico, papá de mi amigo Papashu. La ciudad le pareció un monstruo gris sin cabeza. Por su piel de cemento, el entonces muchacho, caminó sin rumbo con la boca abierta y la mirada perdida en las alturas de los edificios sin techo. Dicen que subió a un tranvía y le pidió al conductor que le lleve donde su tío Alfonso que, según él,


“se veno a Lima en 1934”. Nada de lo que miraba entendió, ni nadie se interesó por entenderlo cuando repetía: me tío Alfonso se veno a Lema termenando su premaria en Huari porque en mi tierra sólo hay escuela hasta el segundo año de premaria y por eso me tío se fue a termenar su premaria a Huari, y termenando no más se regresó a su tierra en donde con su amigo se escaparon a la costa, porque me tío Alfonso quería ser huayruro… El tío de Shillico, Alfonso, quiso ser policía para usar aquel uniforme rojo con negro, colores del huayruro. Nadie le entendió al joven Shillico. Así es cómo se regresó a su tierra.¿Se habría contagiado de la fiebre de los jóvenes de esos tiempos de irse a la costa?, a las haciendas de la caña y el algodón. Llegando a su tierra, sembró en su chacra algo de trigo, papa, maíz y también algunos hijos en el vientre de la dura y bella Morayma. De allí nació Papashu. Aquí empieza nuestra pequeña historia.

Surco Viejo, pueblo cautivo en Lima

Surco, diez de la mañana, hora en que nos encontraríamos con Papashu, aquí, en la glorieta del parque enrejado de la Plaza Mayor de Surco Viejo. Él es hijo de mi amigo de primaria Cirilo, a quien en la escuela le llamábamos Shillico.

El sol empieza a quemar.

Surco Viejo, conocido como Surco Pueblo, con su Plaza Mayor, su pequeña iglesia con dos torres, una campana y la casa parroquial; con su Municipalidad, con puertas de madera en arco y faroles plantados en el pasaje Sáenz Peña; su pequeño parque, con glorieta techada, rodeado de boticas y restaurantes, como “El Rosedal”, el coliseo de gallos en el jirón Ayacucho, “El Mesón de Surco” en el jirón Francisco Bolognesi; en fin, con sus viñedos y sus antiguas casas de un piso, es algo así como un pequeño pueblo de provincia, cautivo del inmenso remolino de carros, calles, avenidas, taxicholos, carretillas, postes de alumbrado, cables, parques, árboles, edificios, casas, pocilgas, luces, ruidos, humo, basurales, avisos luminosos, que dan vida y muerte a Lima.

Lima, la de hoy, ya sin aquellos corceles y burros ataviados de cosas, recorriendo sus campiñas, atravesando las acequias de Huatica y de Surco, conserva aún, vieja y sucia, sus tres valles sembrados de cemento: Lurín (urín Lima), Rímac (rimajk mayu, ya sin peces ni camarones) y Chillón, con su río secándose. Hoy, una combi “correteadora” recorre, no en dos días como lo hacía una carroza, o en tres días como lo hacían los burros ataviados de cosas, sino en dos o tres horas, de un extremo a otro, recogiendo y dejando gente a cada paso.

Diez y veinte. Seguro que anoche ha celebrado la concesión de la mano de su novia con su futuro suegro, o tal vez, con amigos. “Papashu, ¡Lloraste a borbotones en mi pecho cuando te dije que estaba buscando a tu padre!, mi mejor amigo de primaria, y que su nombre yo había leído en un periódico chicha: “... Cirilo Fernán, controlador y amigo del occiso, resultó gravemente herido”.

Ayer, al morir la tarde, con el lejano mar chalaco como mudo testigo, en no sé si avenida o jirón Pacasmayo, en el interior de una mugrienta combi, conocí a Papashu, hijo de mi amigo Shillico, mi compañero de carpeta en el Centro Escolar Pre Vocacional 343 de mi tierra colorada. El chofer de la combi, amigo de Papashu, ayudó a hacer menos complicado aquel encuentro, y me dio el difícil encargo de acompañarlo a Papashu a la casa de su novia para pedirle su mano a su señor padre. No hubo tiempo para negarme.

Después que Shillico chico (así le bauticé a Papashu), calmó su llanto en mi pecho, nos encaminamos a la casa del papá de su novia a “pedirle la mano de ella”. El “suegro”, un moreno bonachón y criollazo, orgulloso de su vida en un pequeño cuarto de un garaje, logró que me tomara un par de “chelitas” antes de darnos su consentimiento; pero después, la hija fue la primera en abrazarlo, y de un salto le tapó la boca de besos a Shillico chico. Al cabo de media hora, salíamos del garage, Papashu y yo, abrazados, rumbo al paradero. Al despedirme, le dije a Papashu: “mañana 8 de octubre, feriado, te invito un desayuno en Surco, en el restaurante El Torito”. Él se entusiasmó. “No te olvides de llevarla a tu novia. Nos encontramos en la plaza a las 10 en punto”, agregué antes de subir a una combi de la línea S que me trajo de regreso hasta Surco.

Diez y cuarenta. Cuando empezaba a achicharrarme con el sol, distingo a mi amigo con su bella novia, bajando por el jirón Ayacucho a la plaza. Levanto mi brazo y él me contesta del mismo modo. Nos fundimos en un abrazo, al tiempo que ella


estampa un sonoro beso en mi mejilla.

- Discúlpanos, tío, te hemos hecho esperar. Mi mujercita no estaba lista todavía. - No te preocupes. - Y dónde está tu casa, tío. - A seis cuadras de aquí... pero el desayuno vamos a tomar, en El Torito, por ahí, por donde ustedes han pasado. Antes que replicara y antes que ella, al parecer muy cansada, se sentara en la banca del parque, tomé el brazo de Shillico chico y con la otra hice lo mismo con su bella mujercita y nos encaminamos a El Torito. Al ingresar al famoso restaurante, lo primero que vemos es la pintura, en toda la pared, de un ágil torito negro retinto, que al parecer ha hecho un alto en su trote para contemplar un remansado y silencioso río.

Once de la mañana. Se acerca una jovencita uniformada de blanco y negro, nos saluda y nos dice que todavía no hay almuerzo. “Lo que queremos, señorita, primero, es que cambie esa música, esto que escuchando es ruido que daña el oído, y si no hay otra, baje el volumen”, le digo. “¿Huaynito?”, me pregunta (no sé si con cachita). “Excelente, pero suavecito -le contesto- y después nos traes tres desayunos surcanos... ¡Ah!, antes, una inca cola helada de litro y medio”.

De la invisible guitarra de García Zárate empieza a destilarse las notas de la Valicha; afuera, por la calle, los carros pasan a bocinazos estúpidamente.

- Oye “sobrino”, ¿creo que ya le hiciste tu encargo a mi “sobrina”?. Y tú, “sobrina”, no puedes ya esconder tu huahua en tu barriguita, que por cierto te cae bien. - Sí tío -contesta Papashu poniéndose más colorado -usted sabrá que ya es difícil frenarse; pero yo quiero a mi mujer aunque no nos hemos casado todavía. - ¿Y qué esperan? La Municipalidad de Surco está organizando un matrimonio masivo acá, en la Plaza Mayor, para fin de mes. - Ahitá pe, nos casamos, amorcito –se adelanta ella con ternura, mirando fijamente a los ojos de Papashu; luego agrega- me gustaría que el doctor sea nuestro padrino. - Oye, “sobrina”, no soy doctor; trátame como me está tratando tu novio Shillico chico. Acepto ser padrino de ustedes; pero busquen una linda madrina…

Festejábamos a carcajadas mi ocurrencia, cuando el mozo interrumpe la algarabía, con la botella de inca kola y tres vasos. La risa de Papashu me recuerda a la de su padre; algo del acento y la sonoridad de su voz se parece mucho a la de mi añorado amigo Shillico. Ahora, las cuerdas del arpa, como olitas de Querococha 1, burbujeantes al beso del viento, acompañan la voz de Sonia Morales, en un huayno que se ha convertido en el boom del momento, en los conos de Lima, gracias a la influencia de la cumbia, de la música huanca y la tecnología. El mozo regresa con tres porciones de chicharrones, tamales, morcillas, camote frito, cancha y bastante cebolla; y la chica completa el servicio con las tazas de café con leche. De nuestra parte, el hambre, robustecida por la caminata, hizo trizas de los chicharrones, los camotes, la cancha, las tazas de café con leche de la hacienda de Cruz Blanca.

Papashu se dispone a romper el silencio. Pero antes que sirvieran los tamales, yo había contado, sucintamente, la historia de mi amistad con Cirilo cuando estudiamos en la escuela de mi pueblo y también había hecho ya referencia al día aquel, en que, en el quiosco de venta de revistas y diarios, en el cruce de Benavides con Caminos del Inca, leí, en la portada de un periódico chicha, el nombre de Cirilo Fernán, es decir, de mi amigo Shillico. Papashu, por su lado, después, narró, su huida a Lima, después de la muerte de su padre, no sabe si por manos de los “terrucos o de los milicos”.

- No sé cómo apareces en mi camino, tío, cuanto más me hacen falta mis padres. Yo sé que, desde el cielo, ellos te agradecen – Papacho, se siente emocionado con la amistad de “su tío” (yo). Ahora la música es de los Jarkas.

…wa wa wayaya ya ya yayyyyy wayaya yayay wa yayayay yayyay.


- Agradece a Dios, hijo, por haberte dado una bella mujer y un hijo en camino, ahí, dentro de ella; también por tener un nuevo amigo que te quiere, porque guarda, como un tesoro, el recuerdo de tu padre. - Nuestro Señor no nos va a abandonar –añade su bella compañera, ensayando una voz de huachwita2 tierna. - Quiero decirte, mi amor –contesta Papashu después de una pausa que aprovechó para inflar su pecho de pichuichanca3 –que todo irá bien; No más sufrimientos...

Papashu aspira nuevamente el aire enrarecido y dispara su mirada al torito retinto de la pared y se pierde, al parecer, en vagos recuerdo de su infancia: “Cuando conocí Llamellín-recuerda en silencio- me pareció grande; pero después de dos años, de regreso de Barranca a mi pueblo en compañía de mi padre, pasé por Llamellín, me pareció ya muy chico, acurrucado ahicito no más, entre las quebradas secas de Paccharajra y de Cancanán, debajo del cerro de Pahuacoto. Al torcer el camión, que entra por Allauca, a la plaza parece que íba a chocar con ese cerro. En cambio Barranca es una ciudad inmensa”.

- ¿En qué piensas, mi amor? –la novia rompe el silencio de Papashu, mientras toma su mano con delicadeza y la retiene entre las suyas. Su rosada cara de cuhuay4es bella y sus ojos iluminan cierto candor infantil cuando miran a Papashu. - Yo estaba recordando la tierra del “tío”; es linda su ciudad, mi amor.

Él intuía lo ansioso que yo estaba para escuchar la segunda parte de su historia, es decir, la que sigue a la muerte de su padre. Pero él, a mi entender, no quería seguir más abriendo heridas. “Después de la muerte de tu papá, mi entrañable amigo de primaria, ¿qué es lo que pasó, Shillico chico?”.

Quiero gritar que soy feliz Ahora los jarkas cantan Quiero gritar que soy feliz. Intento regresar al tema de los “dateros” de micros y combis, para que Shillico chico me diga qué habría sucedió aquel fatídico día del tiroteo entre “unos delincuentes que pretendieron asaltar y un contingente de policías que rechazó a fuego limpio”, donde “Cirilo Fernán, controlador y amigo del occiso, resultó gravemente herido”, tal como informaba el periódico chicha que leí en el puesto de revistas y diarios que está en el cruce de la avenida Benavides con Caminos del Inca, en Surco.

Yo, antes de ponerme a buscar a mi amigo Shoillico en las distintas líneas que pasan por el sitio donde ocurrió el hecho de sangre, ya me había comunicado, vía telefónica, con las autoridades del pueblito de Shillico. Las respuestas eran algo así: “ya no existe esa familia”, “no conozco a él ni a ningún familiar”, “hace tiempo que se fueron a Lima”, “el papá se fue a la selva y no regresó más”, “sus hijos fueron secuestrados por los terrucos y los padres desaparecieron del pueblo”, y cosas más. No me quedó otro camino que abordar los micros y las combis, en cada paradero, preguntando por Cirilo el controlador.

“Chapita”, controlador de micros, fue quien me dio la mejor pista: “Conocí a un muchacho ancashino a quien sus amigos le decían “papashu” y “dateaba” a la línea S que viene desde Surco, recorre La Marina, Faucett, hasta Pacasmayo, su último paradero. “Ese muchacho ancashino podría saber algo de Cirilo”, me animé... y seguí buscándolo en los paraderos de la línea S, hasta que el día de ayer, a eso de las tres de la tarde, abordé una unidad de esta línea en la avenida La Marina. “¡CUEVABAJAN CUEVACUEVA ...BAJANBAJANBAJAN! ¡SUBEN! ¡VAMO!”

- Ahora Ud. se ha puesto triste, doctor. - No sigas diciéndome doctor, hija. Todavía no me he doctorado. - ¿Seguro que estabas pensando en tu tierra, tío? -interviene Papashu. - Estaba pensando en el trabajo que tienen los que controlan o “datean” a los choferes. Ese trabajo es creación valiente de los provincianos, una respuesta a la falta de empleo, una forma ingeniosa de los marginados de sobrevivir. - ¿Qué cosa es marginados? –ella me dirige una pregunta directa, y continúa hablando- bueno, yo he nacido aquí, tío, pero mi amorcito, se vino porque le pasó todo lo que ha contado; mis padres no sé por qué se vinieron a Lima. ¿Por qué los provincianos somos marginados? - Los sociólogos y economistas usan el nombre de marginados para los sectores sociales a los cuales no se les toma en cuenta


para nada; es decir, se les margina de sus derechos como educación, salud, seguridad, etc., a pesar de que la Constitución garantiza esas obligaciones del Estado para todos. - Muy bien, “tío” –interrumpe Papashu- la segunda pregunta has contestado falta la primera- festejamos con risas la ocurrencia de Papashu. - Bien, ¿por qué nos hemos venido? Primero, la producción industrial se afincó en la costa urbana, básicamente en Lima, y necesitó mano de obra barata, y los provincianos empezamos a venir por ganar dinero. Después, esa producción, es decir los bienes y servicios, necesitó mercado y más fácil era vender aquí mismo; entonces, la política facilitó la migración; pero no solamente el trabajo era una necesidad, sino, también el estudio. Más tarde también los políticos se dieron cuenta que llenar planillones con firmas y conseguir votos era más fácil aquí, cerca; y finalmente los “terrucos” arrearon a gente joven a Lima. Los gobiernos, por su lado, no hicieron nada por impedir esa estampida de los provincianos a Lima. - Difícil entender, tío, pero siga no más ya pues- Nuevamente reímosr. - Bueno, lo cierto es que nos hemos venido a Lima con todo lo que tenemos. Aquí estamos con nuestros danzantes, pallas, pizarros, rucus, apus; comidas, bailes, músicos, cantantes, etc. Es un milagro que no se nos haya ocurrido traer a nuestra Virgen Purísima, una de las imágenes más lindas del Perú y de América. - ¿Pero el gobierno no hace nada para evitar? -pregunta la novia. - Evitar qué, hija. La migración es la antesala de la marginación; ahora la han propiciado, mediante las titulaciones de viviendas, agua y luz; están haciendo trabajos para aumentar el caudal del río Rímac, quitándole agua a la sierra; es decir, la política de los gobiernos siempre ha sido centralista y excluyente. - Pero, no todo provinciano es marginado; muchos han triunfado, y algunos han llegado a ser hasta Presidente del Perú. - Buena, muy bien... así es, exactamente, -festejo. Papashu le da un beso.

Aquí, me callo. Shillico chico debía terminar con la segunda parte de su historia, desde la muerte de su padre, hasta el día de ayer, en que lo encontré en una combi gritando a todo pulmón “TODOMARINA FOCET AYROPUERTO SANTAROSAPACASMAYO. y la chicha, la hemos cambiado por la cerveza”...

- Casi todos nuestros paisano están acá, tío; hacen su fiesta aquí como en nuestra tierra -el chico como que leyó lo que estaba pensando –toman cerveza ya no su chicha. - Como les dije, es un milagro que no se nos haya ocurrido traerla también a la Mama Pulli. - Pero está aquí Celso, tío; el cajero de Ancascocha, aunque sin hablar el castellano, ahora vive en Puente Piedra. - Alucinando con su pincullo y su caja a los paisanos y limeños.

Caigo en cuenta que Shillico chico está evitando continuar con la segunda parte de su historia. ¡Caray, será en la pró-

xima!

- ¿Por qué te has callado, tío?; aunque no entendemos mucho de lo que nos dices, pero nos gusta escucharte porque hablas bonito. - ¿Desde cuándo estamos así…? -me pregunta la novia de Shillico chico. - ¿cómo…? - Marginados, pues. A ver, si ya entendí qué es eso: o sea, soy pobre. Vivo con mi padre, y él a veces está sin trabajo. Con las justas me ha ayudado a terminar mi media. Todo cuesta mucho y no hay ayuda para estudiar, para trabajar, es una tentación delinquir… - Bien, hija, has entendido. La marginación social nace con la colonia. Los años setenta, con el Chino, el peruano (no el japonés), las cosas que venían sucediendo en la economía quisieron tomar otro rumbo en el Perú. Mejoraron los ingresos, más que nada mejoró su distribución; hubo un poco más chamba, aunque la gente después se vino a Lima con más fuerza porque la reforma agraria no salió del todo bien, sin embargo en plena crisis mundial estábamos más o menos mejor que antes, y mucho mejor que después…

Me callo nuevamente con la intención de que Shillico chico termine su relato; pero como que él trata de dejarlo trunco.


- Mi mancha dice que el Presidente es malo gobernando, ¿verdad será? –interviene Papashu. - ¡Oye, Papashu! estás “toreando” tu historia, por no terminarla. ¡Acaba ya!, tenemos que irnos. - Pero me puedes contestar cortito no más ya. - Lo que pasa es que, los garacos5 limeños, jamás van a admitir que un indio serrano dirija la Nación, y encima lo haga bien. Tampoco hay que esperar que la gente que se aprovechó de la corrupción va a hablar bien de él, algunos manejan los medios de información que hoy se han vuelto un poder descomunal… ellos le hacen la vida difícil al pobre cholo. Eso es todo. - Yo también escucho que el Presidente no es buen político. - Mira, hija, la política es una forma de llegar a la realida d poniendo en práctica una teoría o un modelo específico. No hay política como política, lo que hay es política económica, política educativa, política social, agraria, cultural…

No puedo contener una carcajada un tanto perversa. Rompemos nuevamente en una interminable risa, salvajemente ruidosa.

- Tío, creo que estás vacilando a tu “sobrina”. - Para nada, Papashu. No estamos de acuerdo con el modelo neoliberal que maneja el Presidente, – estoy reteniendo nuevamente una risa al auscultar las miradas de mis interlocutores- pero, su política económica está dando buenos resultados. Hay crecimiento de la producción, los precios no suben, la inversión aumenta, el riesgo país ha bajado, los papeles de la deuda externa están por encima del 90% como nunca, los términos de intercambio han mejorado… - Pasu machu, qué será eso.

- Pero la gente no está contenta con él, -insiste la chica. - Es que los diarios, a diario, nos dicen que él es mentiroso, que no reconoce a su hija, que su sobrino es violador, su hermano ratero, etc, etc. La mayoría de la gente que lee todo eso (más nos gusta las intrigas que lo que sucede en economía o en educación, porque estas cosas no entendemos), cree, pues, porque está sumida en la ignorancia. Es fácil para la televisión y los diarios llevarnos por donde ellos quieren que vayamos, o sea, que estemos descontentos, y le fastidiemos al gobierno, por que ellos no están tan contentos, como estaban con el “chino” (el japonés). - Pero el “chino” repartía arroz, azúcar en mi asentamiento. - No les parece que mejor es dar trabajo, educar, cuidar la salud. Su gobierno despidió a trabajadores de los ministerios y de las empresas; aumentó la informalidad, la corrupción, incluyendo la combi neoliberal, con su chofer “achorado”, su cobrador, sus dateros y la “recua” de subsistentes. –Papashu parece incomodarse, no tanto por el cansancio, sino, por lo que entiende que estaría involucrado, tal vez. - No insulto, chico, sólo quiero afirmar que es la educación el asunto que más daño ha sufrido. Tampoco debo generalizar. Les cuento un caso patético que encontré en mis andanzas buscando a tu padre, Shillico… - A ver cuenta, tío –ambos me piden con mucho interés. - Es el caso de un señor, de 42 años, separado de su esposa, profesor de filosofía y ciencias sociales, ganándose la vida desde hace dos años como datero. Recuerdo bien lo que me dijo: “me rajé el lomo estudiando cinco años para poder ser un profesional de provecho, y mira en donde estoy ahora”.

Me doy cuenta que me enfrasco cada vez más y Papashu no ha terminado con la segunda parte de su historia; por eso es que oriento la conversación hacia la combi, el cobrador, el datero. “Shillico, quiero saber que pasó aquel día fatídico del tiroteo de los delincuentes con la policía”, casi grito en mis adentros.

- Es que el hambre no respeta ni a los doctores, tío; y no hay trabajo. Yo he visto a muchos robar porque ya no pueden más… - La pobreza te puede empujar a obrar mal, porque es más fácil hacer el mal que hacer el bien. Por eso se necesita valentía para vivir honradamente, aunque pobres; por cierto que es más fácil para los jóvenes dedicarse a la delincuencia y a la droga. Por eso a ustedes los felicito, porque han apostado por el amor. Si todos optáramos por el amor derrotaríamos la maldad. Tú estás, Papashu, trabajando no interesa de qué, tu novia si no lo está haciendo, está buscando; por favor, no pierdan oportunidad de seguir estudiando también. - Claro que sí, tío, gracias; pero tienes que ayudarnos a salir adelante. No sé cómo ocurrió el milagro de conocerte, tal vez es


obra de mi padre que está en el cielo. Felizmente yo estoy chambeando. Creo que ningún trabajo es humillante.

- ¿Por qué ha de ser humillante, mi amor? –Interviene su novia- Un “dateador” gana casi S/1400 al mes descansando cinco días. - Eso es mucho más que el sueldo promedio del profesor universitario, el profesor de escuela gana un poco más de la mitad de esa suma, un cajero de banco no llega a ganar 800 y un policía gana casi igual que el maestro de escuela -intervengo nuevamente.

Doce del día. Llegó la hora de ir a la universidad a dictar clases. Todavía me he quedado intrigado… “¿Shillico chico habrá sido controlador antes de ser cobrador?”, pues, en mi recorrido, tras los micros y combis y sus paraderos, ningún controlador me manifestó que de “datero” se había pasado a cobrador; pero sí, era común, que ocurriera al revés. Eso fue el caso de Edgar, a quien conocí en el cruce de la avenida La Marina con Riva Agüero. Antes de ser datero él fue cobrador de la misma línea para la que ahora trabaja pagando S/1.50 por su permanencia en el puesto, “por eso a veces me recurseo como albañil y también como chofer; estos trabajos los alterno cuando hay oportunidad”, me contaba. De controlador trabaja de tres de la tarde a once y media de la noche, por una “propina que a duras penas me alcanza –dice él- para mantener a mi esposa y a mis dos pequeños hijos; aunque no tengo contrato con las líneas para quienes laboro, ni recibo beneficio social, es el mejor trabajo que hasta ahora he encontrado para sobrevivir”.

- Hay de todo, tío, en la chamba de la marcación y la cobrada. - Cuéntanos, Shillico… - Conocí a un pata de la línea 48 que antes trabajaba como mozo en el Gran Hotel Shera. Dejó esa chamba porque le metían siempre como empleado nuevo, para no reconocerle sus beneficios. Entonces, con lo que le pagaron cuando salió de su chamba más sus ahorros compró una combi de segunda, contrató un chofer y él se puso a cobrar; pero vio que controlando se ganaba más y se puso a datear. Pero no aguantó la chamba y se enfermó, el tío, cuando se sanó, regresó de cobrador.

- Cómo fue tu caso, Papashu. - Yo antes de ser cobrador, fui datero. La ventaja de este oficio está en que nadie te friega. - Pero, amorcito, a cambio de soportar el humo, la contaminación, el frío, el hambre, la sed, las ganas de ir al baño, y el peligro, mi cielo. - Sí. Claro, claro. Cuando ocurrió aquel tiroteo de miér… yo estaba de controlador, por eso sé cómo es ese negocio. Ser datero independiente resulta más beneficioso porque no tienes que pagar a otro una parte de lo que ganas; aunque al principio algunos cobradores no te dan nada, pero yo estuve mejor que antes, cuando era lavador de carros. - ¡Precisamente porque le hirieron es que se puso de cobrador! Así saca menos plata, pero es más suave la chamba, ¿no amorcito?. - Así es. Yo fui datero independiente, un “soplón” como nos dicen, pero es mejor, porque no tienes que pagar a otro, parte de lo que ganas. En cambio sí, los controladores que trabajan para una empresa contratados en forma directa o a veces mediante “servi”. - Services. - Al principio no me daban nada; pero, aún así, como marcador, estuve mejor que lavador de carros, pues lo que ganaba no me alcanzaba para comer. - Dime, Cirilo, finalmente, ¿cómo fue que te pusieron el nombre de “Papashu”? - Cuando ese inocente cobrador que murió… ¿Sabes quien fue, no tío? … - ¡No me digas que fue el señor que se retiró de mozo del Gran Hotel Shera y compró su combi de segunda! -repliqué con aire de incrédulo y asombrado. - Sí, tiocito. Su chofer se compadeció de mí, y me llevó al Hospital de Emergencia. Cuando me dieron de alta él pagó mis gastos, me dijo vamos a mi casa hasta que te mejores, y yo le dije: ¡GRACIAS PAPACHO!… así agradecía mi padre a la gente buena.

El chico enmudeció por unos minutos. Nuestros ojos se bañaron de lágrimas. Shillico chico infló su pequeño pecho de pichuichanca, pero esta vez para soltar un hondo y tembloroso suspiro, antes de levantarse de su asiento.

Nos paramos. “Gracias, muchas gracias”, “gracias tío”... “De nada”. “Los quiero chicos, como si fueran mis hijos”. Llamé


al mozo para pagar la cuenta. A Shillico chico le faltó contarnos cómo se vino dejando a su madre y a su hermana. “Será la próxima vez”.

Doce del día cinco minutos del ocho de octubre del 2004. Salimos de El Torito por el jirón Ayacucho hasta el cruce con el jirón Doña Delmira. En la esquina, un bello surtidor de agua derrama el cristalino líquido a través del cántaro de barro en brazos de una surcana de antaño. Al pie, otros cántaros adornan la pileta y, detrás, una parra da vistosidad a la acogedora esquina. Cruzamos la vereda para ponernos al costado de aquel escenario.

Los chicos, tomados de las manos, abordan “El Rápido” que sube por Ayacucho. Yo me perdí en aquella avenida, envuelta en una extraña soledad, con la mente y los pasos chamuscándose en el sol, mientras rumiaba, en silencio, olvidados ritmos que, cual nenúfares, flotaban en mi memoria desde Chuclus chanca hasta Hava Naguila.

Estando frente al mar barranquino, no me olvido aquel titular del diario chicha:

“Durante tiroteo con delincuentes tombo voló cabeza cobrador de combi. Cirilo Fernán, amigo del occiso, resultó gravemente herido”.

Después de varios meses de búsqueda encontré a su hijo. Él también se llamaba Cirilo, como su padre, pero le decían Papashu. Gritaba desde una combi “¡TODO MARINAFÓCEAYROPUERTO SANTAROSA PACASMAYO”.

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1 Hermosa laguna antes del túnel de Cahuish; sus heladas y tranquilas aguas cambian de color al ser observadas de diferentes ángulos, según nuestra situación en las curvas de la carretera que se culebrea antes de introducirse a dicho túnel. 2 Bellísima perdiz silvestre, de color gris el cuerpo y blanco con negro la cola; vive en las alturas cordilleranas, sale de su covachita para alimentarse y tomar sol entre los ichus. 3 Gorrión. 4 Exquisita papa arenosa cocinada en fogón de leña. 5 “Garaco”, “pituco” en su versión serrana, es antónimo de cholo o indio; es el blanco adinerado.


EL CONGRESISTA QUE EL PAÍS NECESITA

Señor Presidente:

Quiero saludar a mi pueblo, que, muy lejos de aquí, nos está mirando por el Canal 7; aunque, nosotros, jamás le hemos tendido una mirada. Primero quiero rendir mi homenaje a los que se quedaron en aquella tierra colorada, a pesar de todo. El gran Neruda decía, señor, “que el desarraigo de los seres humanos es una frustración que de alguna manera u otra entorpece la claridad del alma”, que no se puede vivir “sin poner los pies, las manos y el oído” en la tierra; “sin sentir la circulación de sus aguas y de sus sombras, sin sentir cómo sus raíces buscan en su légamo las sustancias maternas”... – (¿nada?; pensé que mis colegas aplaudían -en voz baja- recua de ignorantes, carajo).

Señor Presidente, por su intermedio, quiero decirle al Ministro que el paquetazo que acaba de descargar al país nos ha hecho perder toda esperanza en este gobierno...al fin y al cabo, todos los gobiernos, compran la receta al FMI, cuya factura pagan los pobres, que se hacen más pobres, principalmente los campesinos, por los efectos, de los paquetazos.

Señor congresista, concrétese al tema. Quiero, decirles a mis coterráneos, que siembren trigo. Señor Ministro, usted sabe... -El presidente le dice que se dirija a la mesa y no directamente al ministro. Si, señora, por su intermedio, le decía al ministro que nuestro país, antes, se auto abastecía del trigo. Hoy el 99% del trigo que consumimos, en forma de harina, pan, fideos viene del exterior. Mi tierra, llamada la Ucrania Ancashina, produce el trigo más bello del mundo. Por eso quiero decirles a mis paisanos, por su intermedio, que se olviden de los fideos, que hagan tallarines en casa, como antes, que desayunen con machka de trigo, cebada, lino o quinua... Sólo que, señor ministro, perdón señor presidente, hay un problema para moler el trigo; el ministro, hábil ingeniero, diseña máquinas para hacer panes, que ayude a solucionar el problema de la falta de agua para mover los molinos de piedra. Podemos sustituir el agua de riego, recogiendo las lluvias en los meses de invierno... ¿Cómo?...Construyendo mini represas, para recoger las aguas de las laderas, y la lluvia que caen por los techos, y vaciarlas, en lagunas artificialmente techadas. También embalsar, obstruyendo artificialmente a las quebradas que flanquean el pueblo, y aprovechando sus contrafuertes, con un túnel, trasvasarlo a los canales de regadío; y se puede aprovechar su caída para generar energía y mover no sólo los molinos sino la industria... Sólo necesitamos dinero y técnicos...

Señor congresista tiene usted tres minutos para terminar. ... para que modifiquen las superficies de siembra y de regadío, como hacían los incas, evitando desperdicio del agua y erosión del suelo. Que siembren arbustos y plantas para que la lluvia no abra heridas en el suelo... Que cuiden la pureza del aire, el agua y la tierra, evitando el uso de fertilizantes y pesticidas químicos que envenenan los frutos y esterilizan la tierra. En fin, que reciclen en la chacra los rastrojos del trigo, cebada, maíz, quinua y el guano del ganado. Señor congresista, ya pasó un minuto, le aviso

Perdone, señor presidente, usted no me avise nada, usted también escúche y aprenda... y déjeme concentrarme...

Señor, mi tierra tiene ricos valles, hoy abandonados, cobijan sólo a zorros y terrucos que merodean comiendo chirimoyas que nadie los siembra, salvo los guardacaballos que van “soltando” las semillas ya “abonadas”... Hace cincuenta años, Señor, esos valles Diríjase a la mesa y no al señor ministro directamente


No me estoy dirigiendo al ministro... estaban llenos de caña de azúcar, de las que se estrujaba la miel, la chancaca, el guarapo y la shajta. No necesitábamos azúcar, ni conocíamos la cerveza por más rubia que podía habernos parecido, porque teníamos la chancaca y el guarapo que subían de los valles, y la chicha de jora o de molle que espumosa bajaban en cántaros. Sabe usted, Señor presidente, y dígaselo al Ministro, ¿Qué ... –Le cortó. Señor congresista le vamos a dar dos minutos adicionales para que termine. ... ¿qué paso con el aguardiente de los valles de la sierra y de la selva, que hoy no se encuentra ni para remedio? La respuesta la vamos a encontrar en los paquetazos que también este congreso aprueba; como aquel impuesto al aguardiente doméstico, no 30 veces como hoy ha subido el pan, pero si 3 veces más, suficiente alza para que los pequeños agro industriales nativos se olvidaran de sus valles y salieran a probar suerte a la costa; los comerciantes empezaron, señor, a comprar alcohol en latas que empezaron a transmontar las cordilleras en lomo de mulos y burros. Se cumplieron sus dos minutos... ¡Cosas de la modernidad!”, dirá usted ingeniero. Pero mi pueblo tiene más hambre que antes, cosas de la modernidad también. Señor... (Este miserable no me va a interrumpir: voy a salir afuera). Pide permiso a la sala para abandonar la sala, y se dirige a la puerta del congreso: Voy a terminar, señores periodistas, invocando a mis paisanos que me están escuchando por radio, finalmente, que vuelvan a sembrar en los valles la caña, el pashuru, pacae; más arriba, yacón y cien cosas más... ah, y que críen abejas, para que con un poco de miel endulcen su bienestar por sí mismos. Muchas gracias. -Retorna a su escaño.


CON MI LEBREL DE ESPUMA

Las espumas revientan uno por uno y se convierten en agua. Los recuerdos son espumas que se inflan para convertirse en ráfagas de vida. Los recuerdos necesitan de alguien o algo, que los recoja, los cuide y los guíe para continuar viviendo. Son, en realidad, un lebrel de recuerdos; un pequeño cazador de hechos y situaciones pasadas. Yo ando con mi pequeño lebrel de espuma, a todas partes. Pero somos uno.

Por mi Huaraz querido

Hoy nos asomamos, por las callecitas estrechas, y tersamente empedradas, al parque de Huaraz. La plaza nos invita a darnos unas cuantas vueltas, al son de la música de Atusparia de radio “Huascarán”.

-Camina, pequeño lebrel de espuma, ¡camina hasta 1956! Quiero estar un rato en aquel Quillcay y sus piedras, que un día me despidieron, tendidas como pañuelos blancos... -No te preocupes. Visitaremos todos esos sitios, y terminaremos por Tacllán, por donde saliste un día del cual jamás querías recordar. - Cierto. Es que abandonaba la pequeña ciudad de mis amores, donde pasé cinco años de vida; y me iba a una monstruosa ciudad con olor a harina de pescado.

El cachorrito vuela a cualquier año pasado; pero no intenta ir hacia adelante a partir del presente. Ahora, por ejemplo, me veo entrando a la biblioteca de La Cantuta. Es el edificio mejor conservado; con sus tres pisos y salas de lectura brillando de limpio; igual que sus pequeños ambientes, en el último piso, para Apreciación musical, Pintura, Teatro, Danzas, etc. Es un verdadero templo del saber. Entré a escribir un artículo para el periódico mural de la Asociación de Estudiantes Ancashinos.

He escrito sobre un viaje imaginario a Huaraz. Por Pativilca, subiendo hasta la laguna de Conococha, y bajando hasta Ticapampa, ciudad con su cicatriz de tierra que ha dejado la minería, se llega a Huaraz. El artículo, de apenas una página, describe aquel Huaraz que aún dormía con sus soñolientas luces colgadas en postes de madera, sus eucaliptos salpicados de paca pacas, sus estrechas callecitas empedradas, sus bellas y presumidas mujeres que van al cine, sus campanas que llaman al rezo...Y allí mismo, por donde pasa el río Santa, Huaraz también se despierta con sus picachos blancos, su arado enterrando la buena semilla, sus retamas pidiendo al cielo que no le enturbien el aire, que no le envenenen su suelo, que no le echen plásticos ni basura a sus aguas.

Como la vida necesita de la muerte para vivir, o el día, de la noche para hacer brillar su existencia; yo necesité una caída para seguir caminando; y seguiré, por algún tiempo, Dios sabe hasta cuándo, porque la ciencia y su tecnología han soldado mis vértebras desastilladas.

Días antes para que me dieran de alta, un hospitalario amanecer escribí una carta: Hospital Dos de Mayo, Sala San Juan de Dios, cama 5.- Lima, junio de 1957. “Amor mío: No sé dónde te encuentres, ni sé si sabes que aún sigo queriéndote en medio de mi dolor... “Quisiera seguir escribiéndote de tantas cosas más; contarte que allá afuera, frente a mi sala, una palmera, en las noches calladas, a la luz de laluna, cuida de mí y mis horas sin sueño, sin madre y sin ti, definitivamente.”


Mi pequeño y travieso lebrel, pero coherente, me trae hasta mediados de setiembre de 2001. Frente a mi computadora abro mi correo; y me quedé sorprendido porque en la pantalla aparece la respuesta a mi carta escrita en 1957; mire amigo lo que dice el mensaje:

“wav1937@hotmail.com. Leía tu carta del Hospital cuando aviones, como puñales, rompieron las Torres Gemelas donde vivo. He recogido algo de mi corazón despedazado para enviártelo antes de arrojarme abajo donde me espera la muerte, amor mío.”

He leído muchas, pero muchas, veces esta rara respuesta escrita el 11 de setiembre del 2001. Incrédulo me pregunto ¡cómo pueden suceder las cosas de esa manera! Después de tanto pensar, concluyo: así como yo sigo leyendo, año tras año, esta su respuesta rara, ella también hacía lo mismo con mi carta, por eso, la última vez que lo hizo, fue el fatídico día de la catástrofe de las torres gemelas.

Hoy, cuando lo hacía una vez más (pienso será la última) el ruido de mi CPU, convertido en mismísimo Marañón, me conduce al hermoso Valle, a orillas del río. Enero de 1952.Antes de mi accidente en Lima. ¡Cosas de mi travieso lebrel engreído! warapo y no verás ese hermoso disco

-Cuidado con insultarme: No te haré probar miel de oro pálido...

-... dentro, San José y la Virgen, con su Niño, busca de hospedaje.

montada en un burrito, caminando por las calles

de

caña,

ni

de Belén en

El aire que sube desde el río, recogiendo el sabor de los shahuintos, poroqzas, limones y chirimoyas maltratadas en disputas entre zorritos y papagayos chillones. Ya todo parece haberse dormido. Se diría que el valle se ha callado si no fuera por el chirriar de los chiyampuyes y el ruido del riachuelo acompasando el monótono sonido del Marañón. Afuera, detrás de la casa, la luna ilumina el camino ancho que llega al portón pasando por los restos de lo que fue -dicen- el panteón. Al interior de aquel silencioso escombro, tal vez algún alma solitaria pena su lenta o violenta muerte; o quizá, cuida alguna olla llena de oro. Algunos viajeros de paso que pernoctan detrás del portón junto a sus acémilas, han visto encenderse llamas hasta en más de dos sitios, pero ubicados dentro de aquel lugar, en las noches sin luna.

El Ichik Ollquy y el Apallimé.

La otra noche, me relataba un peón, había escuchado voces, no sabía si eran de un apallimé o de un ichik ollguy

-Podría ser del ichik ollguy, -le replico. -Al apallimé le gusta “aparecerse” en caserones abandonados, junto a los molinos de piedra, las noches de luna llena para molestar a la gente que hace moler su grano. -explica el peón. -Hace años aparecieron estos duendecillos en el

molino de Allapatay, que queda cerca.

-Sí, conozco; de don Favio, papaa- inerrumpe. -De repente su molino se paró en seco, a pesar de que el agua seguía entrando por el túnel subterráneo, debajo del piso donde están las dos gigantes piedras circulares, tapa y base. Nunca ha pasado eso porque es raro que pare estando moliendo -aporta el peón. -Entonces don Favio, él mismo, bajo y entró al oscuro túnel. Y no bien caminó unos pasos, sintió que alguien saltó a su espalda. El peso iba aumentando, y de pronto, con una vocecita de niño engreído, le ordena que le saque afuera y le haga pasear de arriba abajo y de abajo arriba. Al molinero no le quedó otra cosa que obedecer, porque el duendecillo de marras no se desprendía de su espalda. -¡Jajajajaaaa! ¿Yyyy, papaa.? -Cuando ya era noche, y no llegaba a su casa, sus hijos lo buscaron, y lo encontraron tirado en el suelo espuma por la boca, debajo del molle. -El Ichik Ollguy es adulto pero chiquito

también, papaa.

botando


-Un enanito, tal vez no más travieso que el

apallimee. Vive en los puquiales, o

quebraditas.

-Tiene ajitos azules, paapaa. -Le encanta hacer bromas. También frecuenta los molinos, los trapiches, para detenerlos abrazándose de sus ejes. Su voz, sin embargo, es de un adulto; cuando se “aparece” por los molinos le gusta tirarse a la tolva; pero su sitio favorito es una quebrada o un puquial. Adiós al colegio De la Libertad. 1956. Quinto año de media. Cinco años de estudios en Huaraz, como un solo pedazo de nieve, se derritía en mis manos aquel accidentado año académico, justo al empezar el segundo semestre. El temor a ser expulsados nos desesperaba.

-¡Abajo el Director! -¡Abajo! -¡Fuera con sus chanchos, sus perros, sus patos!

-¡Fuera!

-¡Viva la huelga! -¡Viva!. Muchos éramos chibolos todavía. Moleno me fue a buscar y me dijo que en la noche iba a haber una reunión en la Av. Tarapacá, en casa de Pelli. No recuerdo si llegué a ir.

-Pero sí te acuerdas que después de casi un mes de “lucha”, el retorno de las calles a nuestras un olor a triunfo -replica mi pequeño lebrel de recuerdos.

aulas

-Habría sido un día de octubre de 1956. Lo se después de la huelga.

primera cla-

tengo en mente, mi querido lebrel de espuma, la

tenía

-Muy bien, lo contamos en otra oportunidad. Un oasis espiritual Los últimos años de los cincuenta han entrado al camino que se abre ancho en la bruma de los sesenta. Mi compañero avista un oasis para nuestra mente y espíritu, y se detiene en mayo de 1961. Ha transcurrido un año desde que a La Cantutas le arrancaron su categoría universitaria, mediante una ley que expandió el sistema universitario de manera caótica con la creación desordenada de universidades privadas. Ha trascurrido, también, exactamente un año, de aquel Día de la Madre en que alumnos y profesores, en el Gimnasio de San Marcos, rendíamos un homenaje a la madre chosicana, por su labor en la recuperación de la autonomía y categoría universitaria arrebatada a La Cantuta. La parte más intensa de la lucha empezó en abril. Jueves 21 de abril de 1960. “Fuerzas policiales rodean la Escuela. Intensifican medidas para impedir ingreso de personas y víveres”, informan los principales diarios de Lima. El río hablador le va encandilando en su enmarañado lenguaje a mi pequeño lebrel de recuerdos, que jadeante observa el discurrir del tiempo. Nuestra ración en la bandeja ha disminuido a media tasa de quáker, medio pan untado con mantequilla; el almuerzo adelantado, con media ración, en el que no se perdía, como postre, el humor de siempre. Hasta un delgaducho plátano cortado era motivo de risa. Era chistoso cuando contaban cómo el “Cachimbón” se cayó cruzando el río con un saco de papas en el hombro (la gente humilde del mercado de Chosica nos obsequia papas y otras comidas). El problema era trasladarlos a la Escuela sin que se dieran cuenta los policías. Pero entre ellos había siempre, uno que otro, “buena gente”, que mirando a su costado se hacía de la vista gorda. Este mismo día, la noche del 21, por fin, emprendimos la larga y silenciosa caminata hacia Lima. Acampamos a las dos de la madrugada a la altura de Ñaña. Dirigentes de la FEP, FUSM, de la Asociación de Centros de Ingeniería, de la Universidad Católica y de Agronomía organizaron el campamento. A las 5.15 a.m. levantamos el campamento y seguimos avanzando hasta Santa Clara, donde desayunamos. Por Vitarte estuvimos a las 9 y a las 11 nos detuvimos a la altura de Santa Anita. En camionetas y automóviles, diversas instituciones distribuían bebidas, frutas y otros alimentos.


Cuando a las doce del día la caravana llegó a Hierbateros, se encontró con Coronel y el Prefecto, quienes permitieron el paso de los profesores, alumnos y madres de familia. Silenciosamente ingresamos a Lima a las 12 y 10 minutos, tomando ambos lados de la pista de la Avenida Grau, hasta Abancay, donde nos dieron el encuentro los estudiantes de San Marcos, Ingeniería, Agronomía, La Católica, Bellas Artes. Al pasar frente al Ministerio de Educación, las voces de los estudiantes limeños arreciaban contra las autoridades de ese Ministerio. “Cueva de ladrones”, “Sepulcro Blanqueado”, eran gritos que parecían retumbar los edificios. Después de 16 horas de marcha ingresamos, al fin, al Gimnasio de San Marcos, en medio del aplauso de los estudiantes allí congregados. Se entonó el Himno Nacional con bastante patriotismo y fruición humana. El Presidente de la FEP dijo: ...“habéis escrito una página brillante de la historia de las luchas estudiantiles, con lo que acabáis de realizar, hecho que no se había registrado jamás en el Perú. Finalizada la actuación, fue servido el almuerzo preparado por alumnas de San Marcos y la Católica, que consistió en una ensalada, huevo duro, fruta y refresco.

En la noche, casi la mitad de los alumnos pernoctaron sobre el piso de madera del Gimnasio; algunos durmieron en el local de la Ciudad Universitaria, otros recibieron ayuda de sus comprovincianos residentes en Lima para dormir en un hotel. En la mañana siguiente tomaron desayuno en el interior del mismo gimnasio donde se improvisó un comedor. Habían cocido papas y preparado avena. La FUSM entregó un número de cupones para que almuercen en el comedor de estudiantes. A mediados de mayo de 1960, el movimiento de La Cantuta, iniciado con la promulgación del Estatuto Universitario, tomó cuerpo político en todo el territorio y simbolizaba una situación de rechazo al régimen. En el Cuzco una manifestación de estudiantes quemó las efigies de trapo y cartón del Premier y del Ministro. Diciembre de 1961. Llegó el día de la graduación. Un escueto programa se cumple fríamente: Himno Nacional, entrega de títulos, juramentación de los egresados, palabras del Director de la Escuela (por cierto no es Peñaloza). Pero terminábamos con un sabor agridulce de haber disfrutado de la denominada “época de oro de La Cantuta”; o lo que puede ser lo mismo, La Cantuta de Peñaloza. Nos parecía ayer cuando, hace tres años -gracias a nuestro pequeño lebrel de recuerdos- con nuestras maletas en mano, entrábamos al cuarto 306 del tercer piso del Pabellón de los Cachimbos: César del Pino (limeño), Walter Leyva, (de Pachascucho), Manuel Peñafiel (de Cañete) y quien les cuenta (ancashino). Terminaba así, aquel diciembre del 61, lo que pareció ser un oasis espiritual. Un reencuentro de libertanos en Huaraz. Lunes 16 de marzo de 1981. Instalación y Juramentación de Junta Directiva de la Asociación de Ex-alumnos de la Promoción 1956. Celebrando sus Bodas de Plata llevaron a cabo un almuerzo de camaradería en el local del Club Ancash, la que se propone realizar una serie de actividades con el objeto de reunir fondos para la adquisición de equipos de laboratorio, los mismos que serán donados al Colegio en Huaraz con ocasión de celebrar dicho plantel el 125 aniversario. Así informaba “El Comercio”

Huaraz, aunque nos recibió con sendos discursos, en el palacio municipal, era otro Huaraz. Sentimos, más que el cariñoso frío de sus picachos, el frío amable de su modernidad. Pero igual, nosotros beodos de emoción y sentimiento libertano, sin conceder tregua al tiempo, subimos inmediatamente a nuestro Colegio -que tampoco se parecía a la que dejamos-; al día siguiente escuchamos misa en el patio celebrado por nuestro querido ya encanecido P. Albertito y cantamos, digo mejor gritamos-lloramos, la canción “Tu Reinarás”, mientras la santa hostia, más blanca y más grande que nunca, flameaba en las temblorosas manos del lindo curita. Casi todos comulgamos, aun sin habernos confesado.

Del patio pasamos al aula a escuchar “la clase del recuerdo” del profesor Favi Solio; es cuando recordamos a nuestros queridos maestros de ayer y de siempre. Seis años después, en Lima, nos reunimos en un almuerzo recordando aquél viaje del reencuentro. Una perla verde en la Tierra -Termina, mi bello lebrelillo, por favor, estás

cansado, -digo en tono de súplica.

-Bueno, pues. Demos fin a tu recorrido por los cansados senderos del recuerdo. –Pero mueve la cola,

travie-


so, husmeado en los cielos lo que parece

ser un avión.

-Sabes, me has hecho vivir, y muchísimo. Aquel último domingo de abril del 2001, a las 6 de la mañana, subimos al cielo Coloni, Jancho, Marcio y quien te cuenta este cuento. A las 3 de la tarde ya estábamos aterrizando en suelo cubano. El Director de Relaciones Internacionales nos da la bienvenida y ordena nuestro traslado “de los profesores”a la Universidad de Holguín. Los otros dos, alumnos de la Maestrìa en Docencia Universitaria, se quedaron en la Habana. -¿Total... No estabas perdiendo tiempo conmigo? -No, lebrelito, para nada. Solo que me preocupa los cansados recodos del recuerdo”.

que estés muy cansado; pero este es el último

viaje,

“por

Una copiosa lluvia nos acompaña. Amanecemos en Holguín. Nos dirigimos a la Casa de Visitas de la Universidad de Holguín. Tomamos dos “bici taxis”, son bicicletas a las que se les ha acoplado un asiento más en forma de cesto al costado del pedalista o delante de él. -Los dos bici taxistas aceptan llevarles porque les jaaa... -está al tanto de todo el cachorrito flacucho. - Sí; porque está prohibido conducir en bici taxi

confunden con cubanos, por el color de sus

caras, jajaja-

a turistas.

Había sido una ciudad no tan moderna. Por sus calles lo que más circula son bicicletas, bici taxis, moto taxis, muy pocos carros. Al parecer no hay construcciones nuevas, pero sí parques con frondosos y gigantes árboles. Llegamos a la Casa de Visitas, su administrador, nos recomendó alojarnos en Tourcade, a cuatro cuadras de donde estamos; también nos informa que hay hospedajes que dan las familias del lugar, y que cuestan menos. -Ustedes prefirieron el Tourcade. -Sí, nos alojamos en ese hotel. Es pequeño, modesto, pero acogedor hotel de la Universidad de Holguín, de dos pisos. Nos asignan una habitación en el segundo piso, con dos camas, una pequeña refrigeradora con gaseosas y cerveza, un baño y una barandita con vista a la calle. Después de acomodar nuestras maletas bajamos, para ir a la Universidad. Antes de las 12 estuvimos en la Universidad. Nos recibe la Directora de Relaciones Internacionales. Acordamos con ella tres reuniones de intercambio de experiencias con los profesores de postgrado y un programa de visita guiada. Terminando la programación, nos sugiere degustar la comida típica en el restaurante Don Tiburcio. -Nos puede acompañar, profesora a ese restaurante - Colo le invita a una profesora que allí estaba participando de la la reuniòn. -Encantada, vamos –dice con agrado la bella profesora -Por aquí cortamos camino, -añade señalando un atajo que se perdía entre plantas. Cruzamos la extensa chacra, mientras mi compañero invisible insistía en trasportarme a las chacras y potreros del Valle. Salimos del campus universitario y, cruzando una ancha avenida, entramos al famoso restaurante, subiendo por unas escalinatas a la puerta ancha. Almorzamos y retornamos con las mismas. -Esperamos que les haya gustado todas las cositas que han visto -nos dice la Directora con mucha sencillez y amabilidad- Mañana, 1° de mayo, es feriado; si gustan reunirse con nosotros para el desfile, podemos ir al hotel a recogerlos; la Universidad va a desfilar también. Coloni y yo, nos miramos y acordamos tácitamente ir al desfile por nuestra cuenta. -Muchas gracias, Directora; pero preferimos ir por nuestra cuenta... -Para conocer bien esta ciudad y su gente. Pero

estaremos aplaudiéndoles cuando desfilen. –

añado.

Aquel 1° de Mayo, bajamos al comedor muy temprano. Pero para sorpresa nuestra, nos encontramos con nuestros


alumnos Jancho y Marcio. -¿Qué hacen aquí ustedes? –pregunta Coloni -Querpiamos conocer Holguìn ... -y saludarlos a usteden por el Dìa de Trabajo – Todos festejamos la ocurrencia. Nos sirvieron un vaso de agua helada, luego otro vaso de jugo de fruta (néctar), café, leche, un plato de huevo frito con una variada ensalada, una canastilla de papas fritas y panes. Después del desayuno, salimos los cuatro del hotel con dirección desconocida, observamos que la gente se encaminaba a la Plaza de Holguín a participar del desfile. También nosotros, cada uno con su bici taxista, enrumbamos a ver el desfile. Los bici taxistas nos dejan a unas ocho cuadras del lugar donde estaba la concentración; a pie seguimos hasta llegar a la plaza. Realmente, nos quedamos sorprendidos por la cantidad de gente, que en realidad es un inmenso campo lleno de verdor, cerca de la universidad. No encontramos una ubicación buena para ver todo, por lo que anduvimos por más de cinco lugares; pero así, itinerantes, logramos ver pasar a todas las instituciones y empresas públicas. El día viernes tuvimos libre para conocer algunos lugares de la ciudad. Subimos al mirador de Holguín y desde allí observábamos la ciudad, que lleno de verdor, parecía realmente una perla. De allí bajamos las 540 gradas de cemento, para tomar un taxi al restaurante “Isla azul”, que queda en la punta de una colina llena de vegetación, cerca al mar. -Hola, cómo te llamas, -le dice Colo a la mesera

que se acercó a la mesa para tomar el pedido.

-Mi nombre es raro, -replica; luego me tiende una hermosa mirada al tiempo que sonriendo nos ¿no? –nos pregunta ansiosa. Antes que Colo empiece con su broma, me apresuré a contestar

-Ustedes son perua-

-Así es, somos del Perú; ¿cómo adivinaste?. Mi jefa, que trabaja conmigo, es del Perú, que ustedes -responde. Jancho le extiende una mirada intensa a Marcio

y habla

-A ver llámala –le pide Marcio al tiempo que le

igual

devuelve una mirada ansiosa a Jancho

-Sí, llámala. A ella le vamos a hacer el pedido, - dice Colonilo. -Voy a darle el encargo; vayan anotando aquí lo

que desean. –sale y no tardó en regresar.

-Mi amiga les pide que le esperen dos minutos, y les envía estos bocaditos mientras... –Pone al centro de la mesa un platillo con cuatro bocadillos. Nos damos cuenta que los chicos están muy inquietos, cruzándose miradas furtivas. Jancho muestra un sonrisa agasapada; mientras que Marcio se muestra muy nervioso. -Qué está pasando muchachos...-No hubo

tiempo para respuesta alguna, porque se les acercó una hermosa da-

ma. -Me llamo Edy, yo soy del Callejón de Huaylas. Me da gusto de saber que son peruanos. –al tiempo que no tiende una tierna mirada a todos, se le acercó a Marcio. Tenía la carita encendida de rosa en contraste con su blusa blanca como el Huascarán y un delantal azul intenso como el cielo huaracino. Huaraz y Holguín, los picachos del ande y el mar que flamea allá, abajo, como un beso azul. Marcio, con la mirada fija a sus ojos negros y casi pegado a su rizo que ondeaba su oreja, le repitió algo inaudible. lee repetí unos versos que los creía perdidos.

____________________ se pronuncia “ollguy”. traducida literalmente del quechua


PABLUSHA EN LA ÉPOCA DE LA HAMBRUNA

La hambruna golpeó mortalmente a Chacas

Cuentan los viejitos de mi tierra, que hace muchísimos años, vino a esta región una hambruna, la más macabra que habían conocido hasta entonces. Era la época en que no había los carros que llegan de la costa trayendo víveres, la época en que nuestros jóvenes todavía no intentaban irse de aventura a las haciendas de la costa. Era la época en que la gente se auto abastecía; pero, ese año de la hambruna, hubo pésima cosecha, encima había sequía y nuestros animales se morían por falta de pasto. Las chacras desoladas no pudieron darnos frutos. Dicen que Chacas fue el lugar más golpeado. Los niños se morían en las casas, los ancianos quedaban regados por las calles del pueblo y los caminos.

En los valles de la región la situación no era tan dramática; así, en las pocas haciendas y fundos de los valles de Puchka y Marañón, pudieron cosechar un poco de caña de azúcar, la que molieron en trapiches para elaborar el guarapo, la miel, la chancaca y el aromático aguardiente por destilación del jugo madurado (mosto).

En esas circunstancias dramáticas, cuentan, que don Ashi, próspero comerciante llamellino, que tenía su fundito a orillas del Marañón, en la banda, o sea en parte correspondiente al departamento de Huánuco, decidió, él mismo, viajar a Huari a surtirse de algunas cosas que no llegaban por falta de arrieros y burros. Bajó a su fundo, llevando su fiambre, llenó dos barriles de chaqta (aguardiente), dos barriles de miel de caña; unas cuantas tapas de chancaca, plátanos y limones en cajones y se fue a Huari. Ensilló y montó su noble Pallar, y arrió a sus dos mulos bien cargados.

Pomachaca: Puerto terrestre para las

provincias conchucanas y marañonenses.

No tuvo necesidad de Llegar a Huari, pues en Pomachaca le hicieron quedar a don Ashi. Se hizo humo su pequeño cargamento que cambió por un saco de sal, otro de azúcar, arroz y algunas cositas más que van de Huaraz y de la costa.

Don Ashi se regresó satisfecho. No le fue de maravilla; pero hizo un excelente trueque. Esa tarde moría cuando estaba por llegar a la hacienda de Uchupata, cuyo dueño era su “pata” (jerga de hoy). El hacendado se alegró por su visita, le invitó a una merienda donde no faltó una exquisita copa de pisco, para asentar el charqui.

No, no Ashi; saliendo a las ocho estás en Llamellín en la tarde. No tienes porqué madrugar. ¿Qué hora saliste de Pomachaca? Ah, si hubiese madrugado habría estado en LLamellín antes que oscurezca. Es que con mulos no puedes correr. Pero son mulos, no burros. A los mulos hay que darles látigo y caminan junto con tu caballo. Ashi, pero el desayuno va a estar temprano para que estés antes de las tres en tu Llamellín. Puede llover, sí, sí. Pero no debes de molestes, tengo mi fiambre. No es ninguna molestia; ¿acaso tú te molestas cuando yo voy a Llamellín y estoy dos o tres días en tu casa? Bueno, pues, gracias. Voy a descansar temprano de todas maneras. Que descanses, Ashi. Hasta mañana.


Uchupata hoy es un vistoso centro poblado en plena puna, a tres mil metros del nivel del mar. Pertenece al distrito de Llamellín; pero tiene más relación con la capital de provincia que es Huari. La Hacienda prácticamente ocupa el 100% del territorio. Extensas punas, potreros, ganados lecheros constituyen su riqueza geoeconómica. Don Ashi, ya dentro de su cama, relativamente temprano por el frío y cansancio, está por quedarse dormido; pero ha recordado a su ahijado que trabaja en la Hacienda. “Qué será de Juancito? No no lo he visto no se ha acercado...”

Pablusha entre los ichus sin saber a dónde va

-¡Padrinooo!, -Juan toca la puerta despacito- ¿se

puede?...

-Entra no más, Juan. Ayer no te vi... me quedé dormido queriendo

preguntar por ti.

-Estuve en Huari, padrino, haciendo papeleos de la Hacienda. Llegué ya muy noche, ya no quise interrumpir tu descanso. Cómo estás padrino, cómo está mi madrina, los chicos. ¿Vienes de Huaraz? -No; de Pomachaca no más. Fui a comprar sal, azúcar, arroz para la tienda, no encontré arrieros, y los animales de carga se están muriendo, Juancito. Esta hambruna está matando mucha gente. Acá al parecer que no se siente. -Sí, también; nosotros estamos asustados. jas casi están llenas todavía.

Felizmente la Hacienda

tiene un poco de

provisiones. Las tro-

-A propósito, Don Ashi, el ingeniero me dijo anda mira si tu padrino ya se despertó; has que toalla, para que se lave las manos; luego, bajan a desayunar.

le lleven agua tibia y

-Comerán mucho queso, tomarán leche...

-Gracias, pero les estoy dando trabajo...

-Para nada, padrino. Aquí está la jarra con agua –señala el corredor silla, en cuanto esté listo baja a desayunar, padrino.

junto a su cuarto- y el lavatorio encima de la

-Gracias; vamos, vamos. Me hago tarde, ahijado. -Es temprano; estarás a las cuatro en Llamellín.

Después de un suculento desayuno con semita, mantequilla, estrellado y café con leche, don Ashi puso el pie izquierdo al estribo y cabalgó ágil su noble pallar y, ya montado, se quita el sombrero para volver a agradecer encima de su caballo al hacendado y personas que le despidieron.

Pasó la extensa puna de Choccopita; y, antes de emprender la bajada a la quebrada, distingue algo que se mueve entre los ichos. Acercó su caballo y vio a un chico, que también se le acercaba con el sombrerito pidiendo algo de comer. ¡Dios Santo! Nunca se ha visto esto que estoy viendo, -dice en sus adentros.

-¿De dónde eres, hijo? -De Chacas, Señor. -¿A dónde te vas? -No sé...

Es más o menos medio día. Don Ashi se apea, le dice al pequeño que le va a invitar su fiambre y le indica que jale el mulo que tiene soga (el otro le sigue), acá junto al caballo, para que los tres coman el pasto, mientras nosotros comemos el fiambre. Tendió un pequeño mantel sobre el verdor piso; desató la servilleta que contenía cancha, numia, una pierna de cuy, un tozo de pechuga de gallina, dos o tres roscas; el molde queso, envuelto en papel grueso, devolvió a su alforja tal como le obsequió su amigo, el hacendado de Uchupata; en cambio sacó un termo con agua caliente. Al chico, ver tanta comida en el piso de icho, le pareció un sueño. Devoró lo que su futuro patrón le daba en su mano, como nunca lo había hecho en su vida... Mientras almorzaban le hizo muchas preguntas que el chico fue respondiendo: su nombre, su familia, etc. , etc. También le preguntó si quería ir con él a Llamellín; el chico aceptó con los ojitos encendidos de alegría. Emprenden la bajada.


Bien acomodado en la grupa del caballo, y sin soltarse de la cintura de Ashi, Papashu no resistió de entonar una canción sentimental de su pueblo:

Japa llaa kuyaa-ku-na-ta Japa-llá wayllu-ku-na-ta, me-gan garaa-kuraa tip-shi-par paa- sa-rillaan


PICHIUCHANCA DIRIGE CORO DE NIÑOS

El coro de niños del convento de San Antonio de Huaraz acompaña las misas, desde un segundo nivel, encima del altar, donde el sacerdote celebra la santa misa. Aquel día de la semana navideña, ya el coro estaba posesionado en su lugar de costumbre, listo para participar bajo la dirección del Hermano Julio.

Empezó la misa. El coro ejecutó hasta dos canciones introductorias; después de lo cual, el Hermano Julio, abandonó al parecer por una emergencia corporal. “Ya regreso”, les dijo y bajó corriendo por las escaleras. En el piso bajo, se encaminó a paso ligero hacia donde estaban los servicios higiénicos. Al parecer no estaba bien del estómago.

Mientras tanto los niños empezaron a preocuparse porque el Hermano Julio tardaba; pues, el coro debía ejecutar ya la canción pertinente. Y nada, no había noticias del director del coro. El sacerdote hizo un silencio en espera de la respectiva canción y no tenía respuesta. Justo en esos instantes una pichuichanca ingresó a la iglesia por una de las ventanas semi abiertas, y fue exactamente al lugar desde donde el Hermano Julio dirigía su coro. El pajarito aleteó delante de los niños, infló el pechito y abrió el pico para lanzar un potente Pichuiiii- chill.

Los niños comprendieron que debían de arrancar con la canción que ya sabían cuál; y el pajarito, bien erguido, empezó a aletear en el mismo lugar. Dio la voz de inicio, con su “pichiuuu-chilllll” agudo y tendido, y el coro obedeció entonando al unísono la canción respectiva.

El sacerdote, después de explicar el evangelio, se aprestaba para presentar el principal acto de la misa: la Consagración. Mientras tanto el coro seguía cantando bajo la dirección del pichuichanca.

¡píiiii chiuuuu ...Niño Manuelito chilllllll… tápame con tu ponchito ¡píiiii…de esta peste tan maligna que ha venido a matarnos. .

Al fin, el Hermano Julio se hizo presente. Tenía la carea desencajada y su semblante mostraba una palidez rara. Los niños le hicieron una señal con el dedo poniéndose encima de sus labios, y el Hermano Julio se dio cuenta de la presencia del pichuichanca y se quedó ahí mismo quietecito y en silencio absoluto; instante en el cual el pichuichanca alzó su vuelo, mientras el coro entonaba la tierna y festiva canción navideña “Niño Manuelito”.

El pajarito sobre voló encima de todos los asistentes, empezando por el sacerdote, a los aplausos de los fieles. Tan


pronto terminó de despedirse, alzó vuelo en dirección a la ventana abierta al norte, con vista al Huascarán. Siguió volanddo con rumbo fijo al infinito, donde un ángel le dio alcance. Lo cogió, le dio un beso y lo soltó libre.

Enseñanza: Seguramente no somos tan libres como la pichuichanca. Si intentáramos volar resultaríamos con las alas destrozadas. Hay pichuichancas con corazón del tamaño de un capulí. Hay humanos con corazón del tamaño de un tambor. Qué pena que el tamaño del corazón nos engañe.




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