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CILLIAN MURPHY

MARCO ASENSIO

JUSTIN H. MIN

N.283

MAXI IGLESIAS

ANDRÉ RICARD

ABRIL 2022

PHILIPPE STARCK

TAMAR NOVAS


SUMARIO

ESTILISMO: JOANA DE LA FUENTE.

Abril

Cillian Murphy dice adiós a Tommy Shelby, el personaje de Peaky Blinders que le ha hecho célebre en todo el mundo. Jersey y pantalón Prada, clutch Montblanc Meisterstück, pluma Montblanc Meisterstück 149 y reloj Montblanc 1858 Geosphere UltraBlack.

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CARTA DEL DIRECTOR

Sin miedo en la vida, todas nuestras decisiones, incluso la chaqueta que cogemos cada mañana, tiene una única razón de ser. Bueno, dos: o encajar con la mayoría o diferenciarnos del resto. No hay mucho más. O llevo lo que está de moda —esto es, aceptado— o llevo lo contrario para dejar claro que no quiero estar en ese sitio tan concurrido. Es extremadamente difícil colocarse justo entre ambas cosas. Ni siquiera tengo claro que exista ese lugar en medio de ningún sitio. Hasta que veo y escucho a Nicolas Cage y todo salta por los aires, claro.

TODO LO QUE HACEMOS

Cage es el mejor ejemplo posible de persona-universo, todo empieza y termina en él. No hay iguales, no hay referentes, no hay imitadores. Es muy popular, pero no sabemos si por las razones adecuadas; es famoso, pero no dirías que es el hombre más famoso que se te pasa por la cabeza; es extraño, pero su peculiaridad traspasa la línea de los hombres extraordinarios. 40 años en Hollywood, 120 películas a sus espaldas, una leyenda imposible. Lo reconozco: tuvimos muchas dudas al decidir si era o no una portada adecuada. ¿Es un actor en serio o en broma? ¿Elevarle así es respeto o ironía? ¿Nos gusta o nos espanta?

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Hubo un momento, no sabría decir cuándo fue, en el que Cage pasó de ser un actor consagrado de su generación a ser casi una caricatura de todo eso que consiguió. Pero es precisamente ese viaje delirante —y casi increíble, lean y verán— el que le da sentido a todo. Un hombre que compró un esqueleto de dinosaurio que luego tuvo que devolver. Un actor que pudo ser Superman, pero nadie sabe muy bien por qué no lo fue al final, y hay una foto de él con el traje que nos vuela la cabeza. Cada línea de su vida, cada historia que cuenta, es absolutamente salvaje y épica. Y eso sí merece toda nuestra atención. No vas a leer una entrevista igual en mucho tiempo y eso es algo que sólo

podría pasar en GQ. Nicolas Cage vestido de Balenciaga, con una serpiente al cuello, posando junto a una excavadora. ¡Qué más quieres! Hemos ilustrado su nombre y su historia con un tatuaje clásico, uno con forma de serpiente. Cuando yo me hice mi primer tatuaje se lo enseñé a mi abuelo (él llevaba muchos) y se enfadó. Pero no por el hecho de llevar uno, sino por el diseño que elegí. Para él, un tatuaje de verdad era un corazón en llamas, un águila quizá, una serpiente por supuesto. Para hacerse tatuajes, resumía, no hay que tener miedo ni buscar dibujos mínimos. Así que aquí está la serpiente y aquí estamos nosotros, sin miedo a hacer las cosas que nadie esperaría que hiciéramos. Cage no tiene miedo tampoco, porque todo lo que hace tiene como objetivo borrar las fronteras entre encajar y diferenciarse. Y hay que ser muy muy valiente para vivir haciendo eso.

Daniel Borrás HE AD OF EDITORIAL C O N T E N T G Q E S PA Ñ A

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fue elegido (como papa, no como Francisco), ya se avisó respecto a sus intenciones de que ir derecho a la pobreza desde la cúspide del Vaticano iba a costar muchísimo dinero. Francisco expresa sus buenos deseos pero evita cuantificarlos. Una Iglesia de pobres para pobres es una Iglesia de hace 2.000 años, cuando unos perseguidos muertos de hambre predicaban el amor al prójimo. Volver atrás es una misión sagrada pero tremendamente arrogante. Lo sabe el papa, que antepone el condicional como un hombre rodeado de inmensos poderes y riquezas que sólo desea regresar a la infancia para disfrutar del amor de sus padres, como Residente en René. CUANDO EL PAPA FRANCISCO

Licor Café

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Francisco tenía como extraño objetivo ser pobre y sigue obrando en consecuencia, dejando detalles de calidad austera. Hasta es hincha de un club de fútbol, que es rasgo primitivo de pobreza. ¿Pero sabe el papa la fortuna que cuesta tenerlo pobre al frente de la Iglesia? Eso no hay cabeza que lo soporte. La pobreza no es una virtud, y predicarla, tampoco. Lo que se hace con la pobreza es acabar con ella. La de uno y la de los demás. Lo primero que sorprendió del papa Francisco en sus primeros tiempos fue algo positivo: lo mal que le quedaba la indumentaria. No mejor de lo que le quedaría a Cristo. No parece hecha para él. En realidad parece un señor de carnaval. Se diría que la Iglesia en su momento forzó tanto el giro que la mitra podría parecer una verdadera afrenta. Pero la transición iniciada, entiéndase transición como ironía, se ha visto ahora alumbrada por nuevos movimientos. Uno en relación a la igualdad (se estudia que las mujeres puedan presidir los ministerios vaticanos) y otro dirigido a la paz con llamadas a Zelensky, presidente de Ucrania, aunque algo nos dice que serían más efectivas las llamadas a Putin. Las intenciones son las mismas. Los problemas, también. Dios dice cosas en público mientras hace otras en privado, como todos. Observemos sus políticas públicas de diversidad sexual. Puestos a ser injustos con el rebaño, a separar las ovejas malas de las buenas con arbitrariedad, puestos a estigmatizar a un grupo por el color de la lana, la Iglesia debería tener al menos la decencia de hablar claro. Y superar ese mensaje de con todos pero sin todos. Como con aquel embajador francés del Vaticano que era gay y la Iglesia calló hasta que le echaron hace unos años. No le dieron el plácet durante quince meses. Lo dejaron estar. Se quedaron callados señalándolo con el dedo mientras se subían a la mesa espantados. Ésa fue toda la valentía moral con la que se pueden defender unos principios fallidos para el ser humano. Y fue también toda la valentía de Francia, que retiró a su embajador suponemos que para enviar a uno que se enamorase de la gente correcta. Es conocida que la principal característica de Dios es la impuntualidad. Dios con los asuntos de la moral es ese amigo que siempre “está llegando” y a veces todavía no salió de casa. Lo que hizo el papa Francisco reconociendo que una pareja homosexual pueda formar una familia fue ir quizá todo lo lejos que pueda llegar un papa en referencia a las uniones de personas homosexuales. Pero faltan hechos en casa. La pobreza no sólo puede ser económica, también hay que evitar que sea espiritual. M A N U E L JA B O I S

es periodista y escritor.

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OPINIÓN

escribió su imprescindible ensayo Tres guineas en el período turbulento que Europa vivió en los años 30 del pasado siglo, cuando ya el nazismo avanzaba y las heridas provocadas por la Primera Guerra Mundial todavía sangraban. En una propuesta radicalmente feminista y pacifista, la autora de Mrs. Dalloway cuestiona un mundo hecho a imagen y semejanza de los hombres, detentadores del poder y la autoridad, legitimadores durante siglos del uso de la violencia para resolver los conflictos. Es en ese libro donde Virginia proclama que como mujer ni tiene ni quiere patria. Porque si la patria representa una forma de organización política basada en los pactos masculinos, excluyente de las mujeres y legitimadora de las guerras, ella rechaza formar parte de esas componendas. Por el contrario, proclama su ciudadanía del mundo y vindica la necesidad de buscar nuevos métodos y nuevas palabras con los que organizar la convivencia. VIRGINIA WOOLF

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Las costumbres del Sol

Como mujer no tengo patria He vuelto a Tres guineas en estas semanas en las que hemos vuelto a sentir la guerra tan cerca, y con ella el dolor de quienes son sus principales víctimas, mujeres y menores de edad. Otra guerra en suelo europeo que nos enfrenta a las masculinidades preparadas para al combate y a la estrecha conexión que existe entre virilidad, poder y violencia. Un triángulo de consecuencias dramáticas que vemos perfectamente tatuado en Putin. Él es el mejor emblema de esa

permanente puesta en escena que representa la hombría, proyectada en un cuerpo hiperviril y despojada de cualquier atisbo de empatía sin la cual es imposible construir la dignidad. El hombre como sujeto depredador, de territorios, de pueblos, de recursos naturales, de seres humanos en general y de mujeres en particular. La omnipotencia como esa ficción mediante la cual nos hemos creído siempre superhéroes y que no es sino parte de la mentira sobre la cual hemos construido el patriarcado: nuestra superioridad sobre las mujeres. Para mantener esta posición hegemónica hemos tenido que recurrir siempre a las violencias de todo tipo. Controlar, dominar, conquistar: tres verbos que resumen a la perfección cómo la mitad masculina de la Humanidad nos hemos creído dioses, habitualmente entretenidos en esos juegos consistentes en demostrar quién la tiene más larga. Lo anterior no quiere decir que los hombres seamos violentos por naturaleza, mientras que las mujeres son pacíficas y cuidadoras. Son los procesos socializadores, la cultura y la política, los que nos han ido perfilando como seres opuestos, con capacidades y habilidades desarrolladas de manera diferenciada, al servicio siempre de una jerarquía en cuya cúspide siempre hemos estado nosotros. Un mundo en el que mujeres y hombres hemos disfrutado de un desigual estatus y en el que la guerra vendría a ser la máxima expresión de cómo la masculinidad entiende el poder, los territorios y las vidas. En esta perversa concepción que insiste en justificar que, como bien ha explicado Judith Butler, hay vidas que parecen valer más, que son más dignas de duelo, de lágrimas incluso cuando se pierden o viven precarias sobre el alambre. Las que vemos sucumbir en el Mediterráneo, las que huyen sin derechos hacia tierras de nadie, las que ahora vemos de nuevo refugiarse bajo tierra cuando suenan las sirenas. Cualquier guerra tiene argumentos geopolíticos complejos, en muchos casos anclados en una historia mal resuelta, pero en todas ellas encontramos el factor común de una concepción del poder y de lo público que sigue marcada por los pactos de varones. Ésos que no han dejado de generar víctimas en muchos lugares del planeta y que ahora nos tocan más de cerca. En una Europa en la que de nuevo tendríamos que recuperar la voz de Virginia y su vindicación de cambiar las patrias por un mundo en el que cualquier ser humano tuviera garantizado el derecho a tener derechos. La matria soñada por tantas mujeres que a lo largo de los siglos se han visto impotentes ante la crueldad que supone parir hijos destinados a morir en la guerra. es jurista y escritor, miembro de la Red de Hombres por la Igualdad.

OC TAVIO SALAZAR

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OPINIÓN

N A D A C O M O una situación de emergencia para descubrir un montón de cosas de las que no tienes ni idea, y que son fundamentales para tu supervivencia. Estos días, como dijo Woody Allen, me he dado cuenta de que “en caso de guerra sólo podría hacer de prisionero”. Últimamente no escucho ninguna tertulia de radio o televisión de nuestro país en la que no se nos insulte a todos los varones entre 18 y 60 años. Justo después de elogiar la valentía del pueblo ucraniano, siempre hay alguien al que se le ocurre recordarle a Putin que a España nadie saldría a defenderla. En 2020 descubrimos que no teníamos sanidad, en 2021 energía, y en 2022 ni defensa ni dignidad. Más allá de la dignidad que se le presupone a alguien que cree que vive en un país digno de ser invadido. Llevo un montón de días viendo la guerra, y uno siempre espera que acabe antes de mirarse los tutoriales de cócteles molotov, o cómo soldar barricadas con forma de aspa. Es como cuando veo a mi hijo pequeño atragantarse, y de inmediato me arrepiento de no haberme leído con detalle, y ya no digo practicado, cómo hacer la maniobra de Heimlich. Luego el niño sigue comiendo con normalidad y ya se me pasa, hasta el siguiente atragantamiento. Y lo mismo con los meses que llevo para cambiar una simple bombilla, por llamar

Soltaré a Brian

Merluzo de alguna manera a la cosa diminuta con ganchos, y que se parece al personaje de Sheldon J. Plankton de Bob Esponja, de la lámpara que está justo al lado del ordenador desde el que escribo este artículo. Abrigo la esperanza de que algún día se encienda por sí sola, o por mediación de Mr. Big, como la de Carrie en la última temporada de Sexo en Nueva York. Años de escuela aprendiendo ecuaciones, nombres de ríos y la mejor definición para un morfema, para al final caer derrotado por una bombilla, o por la letra pequeña de una hipoteca. A veces es una cuestión de motivación, y no hay mejor motivación que la supervivencia. En 2021, por ejemplo, con la subida de la electricidad me obsesioné en intentar fabricar mi propia energía, y sigo siendo el mismo que no sabe cambiar una bombilla. Uno de los momentos más traumáticos de mi infancia y adolescencia se sucedía cada martes, a la hora de comer, por culpa de la merluza rebozada. Demasiados éramos

para que la mujer que cuidaba de nosotros en casa, además de cocinar, tuviera que pensar en cambiar de plato. Desde los seis hasta los dieciséis años, cada martes de mi vida me sentaron ante una o dos rodajas de unos quince centímetros de merluza rebozada, que me dieron fama de que no me gustaba el pescado, cuando lo único que no me gustaba era ese pescado o, más concretamente, esa forma de cocinarlo. El caso es que ese trauma me llevó a aprender a cocinar enseguida. Demasiados éramos en casa para que llamara la atención un niño de siete años tratando de cocer un huevo a la sal. Ahora me defiendo con unas sofisticadas vieiras con langostinos, y en caso de ir a Master Chef, lanzaría mi candidatura con alguna variedad de bacalao a la portuguesa. Durante años me tragué aquella merluza disfrazándola con mayonesa, otros muchos con kétchup, y otros muchos con tabasco, sin que el rebozado aderezado de ajo y perejil perdiera un ápice de sabor. He calculado que mi cuerpo se ha visto obligado a procesar unos 78 metros de merluza rebozada a lo largo de su vida. El equivalente a unas cinco ballenas de tamaño medio. La última generación mejor preparada de la historia. R I C A R D O F. C O L M E N E R O

es periodista

y escritor.

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El jugador del Real Madrid está haciendo la mejor temporada de su vida tras superar una tremenda lesión que no sólo no ha acabado con su carrera, sino que le ha hecho más fuerte. Hablamos con él sobre rachas, golazos, zapatillas, su estilo pulcro en un mundo dominado por los tatuajes y los peinados estrafalarios y el espejo en el que se mira: Karim Benzema. P o r N É S T O R PA R R O N D O F O T O G R A F Í A S E S T I L I S M O

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madridismo, Marco Asensio (Calviá, 1996) es más que un jugador. Es una enseña. Cuando el Real Madrid lo fichó en 2015 por 3,5 millones de euros, no sólo se convirtió en merengue, sino también en un gran hito. Asensio es considerado como uno de los negocios del siglo que ha hecho el Real Madrid. El club lo ficha en 2015 con 18 años y lo cede al Espanyol, donde maravilla con su juego en cada partido. La siguiente temporada ya debuta como madridista, deslumbra como hombre de rotación, con golazos que desafían la física y que tienen un enorme impacto en la historia del club —como en la final de la Supercopa de Europa y en la final de la décimosegunda Champions—. El madridismo lo ama, pero su progresión se ve cortada por dos hechos. El primero, por el bajón general que sufre el equipo tras la primera marcha de Zinedine Zidane y el adiós de Cristiano Ronaldo en 2018. El segundo, por la maldita lesión que sufre en verano de 2019 en la que se rompe el cruzado y el menisco. Para muchos futbolistas, esa lesión significa el fin de su trayectoria. Para ARA

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Marco Asensio, no. Más bien parece que ha sido un punto de inflexión que le ha hecho volver con más fuerza y más determinación a los terrenos de juego. Nadie puede negar que la presente temporada está siendo la mejor de su carrera, con goles que se han traducido en valiosos puntos y un rol más determinante en el equipo. Así nos describe su presente: “Me encuentro muy bien después de pasar un par de años difíciles. Estoy encontrando otra vez mi forma. Me encuentro muy bien”, ratifica, “estoy muy feliz”. Asensio ha encontrado su sitio en el Real Madrid gracias al apoyo de Carlo Ancelotti. Con el entrenador lombardo, el balear se ha desatado. Ahora es más agresivo, roba más balones, es más vertical y tiene más oportunidades de conducir en carrera. A estas cualidades se suma una pierna izquierda que es un cañón y, a la vez, un guante. Efectivamente, suficientes cualidades para ser titular en el Real Madrid. “Estoy muy agradecido con la confianza que me está dando el míster”, concede con aplomo y sonriendo. “Me da libertad para aparecer en zonas más intermedias, que es donde aporto mi máximo rendimiento, no tengo que

estar atado a la banda. Entendemos el fútbol de la misma manera y eso me da mucha confianza a la hora de jugar”. Sus grandes noches esta temporada no sólo significan que Marco Asensio ha dado un paso adelante, ése que el madridismo le ha pedido con insistencia, sino también que la lesión, la maldita lesión, se ha olvidado. “Recuperar las buenas sensaciones es un proceso difícil. Me costó hacerlo. Toqué fondo; anímicamente es muy complicado de superar. Sólo tienes dos opciones: dejarte llevar o coger el toro por los cuernos”, explica. En su recuperación ha sido clave tanto lo físico como lo psicológico. “Formé un equipo que me ayudó a recuperar la forma, trabajar el estado de ánimo, la alimentación, el descanso… Creo que se ha visto el cambio. Como te decía, me encuentro mejor que nunca y estoy en un momento muy feliz de mi vida. Y eso se nota en el campo y en la sensación de querer ir a por todas”, analiza. Lo psicológico también es clave para el grupo. Asensio lo sabe bien por el bajón que experimento el Real Madrid con la salida de Cristiano Ronaldo. ¿Por qué suceden este tipo de situaciones? Asensio resuelve el misterio que, en su opinión, no radica ni tiene nada que ver con lo físico: “El fútbol es un estado de ánimo. Cuando el equipo gana, se refuerza mucho más. Cuando pierde, aparecen las dudas. Tenemos que estar conectados con lo que hacemos, unidos. Ahí es cuando aparecen las buenas rachas. Cuando el estado de ánimo se hunde, llegan los malos resultados”.

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de Marco Asensio ha sido una montaña rusa. Cuando los chavales de su edad sueñan con aprender a conducir, él ya estaba echándose a la espalda equipos de Primera División. Si tuviera una máquina del tiempo, ¿qué le diría a su yo de los 15 años? “Que siguiese con esa fuerza, con ese desparpajo, que no perdiera la ilusión”, vuelve a sonreír. “También le diría que es importante que expresara LA CARRERA

“Me encuentro muy bien después de pasar un par de años difíciles. Estoy encontrando otra vez mi forma. Me encuentro muy bien. Estoy muy feliz” —MARCO ASENSIO


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sus dificultades, que es algo clave. Pero sobre todo le diría que iba a cumplir su gran sueño: jugar en el Real Madrid”. En el fútbol, los tatuajes y los peinados estrambóticos son la norma. Lo raro es el estilo pulcro de Marco Asensio. El mallorquín no tiene ni un milímetro de tinta en su piel y se peina igual que cuando tenía 15 años. Su ropa es sobria, huye de colores estridentes y de logos exagerados. “Me gusta, sobre todo, la ropa cómoda y elegante que pueda llevar cada día”, sintetiza él. ¿Y hay alguna prenda que le guste especialmente? “Me encantan las zapatillas de adidas, sobre todo las colecciones Y-3 [del diseñador japonés Yohji Yamamoto] y las Yeezy [del rapero Kanye West]. No te puedo decir un modelo concreto que me guste más… En realidad me las compro porque me gusta el color y la forma y así voy creando mi colección”, dice riéndose. A pesar de tener un estilo propio basado en los principios de la comodidad y la elegancia, no hay ninguna prenda que Marco Asensio no se pondría. Pero sí tiene claro, por ejemplo, que “los pantalones pitillo no nos sientan muy bien a los futbolistas porque, obviamente, nos quedan muy apretados por los músculos. Lo que yo busco es comodidad, pero eso no implica que haya prendas que descarte”. En Instagram, divina fuente de inspiración a base de scroll, Marco Asensio sigue a J Balvin, Bad Bunny o Drake, todos ellos referentes de la nueva masculinidad. ¿Tiene algún ídolo a nivel estético? “Todos ellos me gustan por cómo visten y cómo piensan. Pero lo que más me gusta es su colección de zapatillas”, confiesa con una risa franca. Asensio ha adoptado los golazos como rutina y a Benzema como ejemplo. Esta temporada, ha logrado su primer hat-trick con el Real Madrid en el partido de Liga contra el RCD Mallorca y, como ya viene siendo habitual en él, ha metido un buen puñado de golazos que pasarán a formar parte de sus grandes éxitos,

“Lo de Benzema tiene un mérito tremendo. Ha aprovechado las críticas para hacerse mejor. Para mí es una inspiración, por cómo ha crecido como futbolista y como persona” —MARCO ASENSIO

como los que consiguió contra el Inter de Milán o contra el Granada. Pero a pesar de la espectacularidad de sus tantos, el atacante se sigue quedando con el primero que marcó de blanco, el de la Supercopa de Europa contra el Sevilla en 2016. “Ese gol es difícil de igualar por varios motivos: por el ambiente que había en las gradas; por lo importante que fue; porque mi familia estaba en las gradas; porque hizo que me diera cuenta de que ya era jugador del Real Madrid… Fue un momento muy especial. Aunque yo siempre digo que el mejor gol siempre está por llegar”. de Asensio no sólo se percibe en su entrega, sino en detalles como la celebración de los goles. Aunque le hemos visto quitarse, desaforado, la camiseta, la esencia para expresar alegría consiste en pellizcarse sus hombros para que su nombre se lea bien cuando la lleva puesta. “Raúl celebraba los goles así, señalándose la camiseta. Es uno de mis referentes”, cuenta. “Siempre he pensado que cuando metiera un gol importante, iba a hacer lo mismo, para mostrarme y para reivindicarme. Lo EL RENACIMIENTO

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hice contra el Bayern, en los cuartos de final de la Champions de 2017. A la gente le gustó, así que me he quedado con ese estilo”. Su carrera mantiene ciertos paralelismos también con la de Benzema. El francés es uno de los mejores delanteros del momento y un referente absoluto del Real Madrid. Pero al principio no fue comprendido por el Bernabéu. “Lo de Benzema tiene un mérito tremendo”, remarca él. “Ha aprovechado esas críticas para hacerse mejor. Para mí es una inspiración, por cómo ha crecido como futbolista y como persona. Es un emblema y un gran capitán”. Está claro que Asensio aspira a seguir los pasos del galo. De momento, es una divisa que no ha parado de subir de valor. Y eso, en el fútbol, es oro. N É S T O R PA R R O N D O

de G Q .

es redactor


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Un canto (más necesario que nunca) al amor Tras dejar atrás tragedias colectivas y personales, Michael Bublé vuelve a cantarle al optimismo vital y al amor, que falta nos hace. P o r C A R M E N C O C I N A

P U E D E S permitírtelo, habla en números. Veamos los de Michael Bublé. 25 años como músico profesional. 20 desde su debut con su disco homónimo. Nueve álbumes de estudio (el último de ellos, Higher, verá la luz a finales de marzo). 80 millones de copias vendidas. Cuatro largometrajes. 22 premios internacionales, entre ellos cuatro Grammys. Séptima gira mundial a la vuelta de la esquina. 65 millones de dólares en entradas para sus conciertos… sólo en 2010. Y last but not least, una esposa, tres hijos y el cuarto en camino. Quién dijo miedo. Y ya estaría. Porque desde el otro lado del océano, Michael Bublé sólo quiere hablar del amor. La periodista habla con los números en la mano; Michael Bublé lo hace desde la plenitud y la fe. El querubín que, con dos añitos, se arrebujaba con su Biblia entre las sábanas y le pedía al Altísimo que lo convirtiera en un cantante famoso es hoy por mérito I

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propio (había que decirlo) el mejor caso de éxito que nos viene a la mente para cualquier catequista que quiera devolver al redil a la oveja descarriada de turno. Una ojeada a su biografía, sin embargo, deja claro que lo determinante ha sido el con el mazo dando. Higher, el primer álbum de estudio de Bublé en tres años, es un suma y sigue de colaboraciones estelares (para empezar, la versión de My Valentine compuesta por Paul McCartney), canciones propias y versiones de hits de la música popular estadounidense. Al otro lado del charco y de la pantalla, Bublé es polite a rabiar. Lleva el uniforme del crooner de toda la vida: americana negra, camiseta blanca, un tupé perfectamente engominado y unas entradas mínimas que, a sus 46 años, son peccata minuta. En LA son las nueve de la mañana, pero Bublé emana un aura beatífica, como si no tuviera por delante cinco horas de entrevistas en las que quizá (y sólo quizá) le toque repetir alguna que otra respuesta seis o siete veces. Intentaremos hacérselo lo más llevadero posible. ¿Cómo se ha gestado el disco? M I C H A E L B U B L É : He pasado una racha difícil con mi hijo y con la pandemia, y el disco arrancó cuando volví a sentirme libre. Fue como si me hubiera curado: por fin era capaz de sentir alegría y de darla. Tenía ganas de abrir mi corazón, de cantar un sí rotundo y de disfrutar la magia de la creación, y que ésta no surgiera del miedo ni de la inseguridad, sino de que mi vida GQ:

El nuevo disco de estudio de Michael Bublé, Higher, ya está a la venta.

y mi familia estaban bien de nuevo. Me rodeé de gente afín a mí, incluidos artistas a quienes considero genios. Intercambiamos ideas y fluyó la pasión. Para todos nosotros fue un acto de amor. Cuando terminamos no nos podíamos creer que habíamos llevado a cabo un proyecto tan ambicioso. Creo que hemos hecho uno de los mejores discos de nuestro tiempo. Hemos esperado mucho para sacarlo. La canción que abre el disco, I’ll Never Not Love You, dice: “Sé que hay una parte de ti que siente pánico ante la idea de volver a amar”. ¿Te ha pasado alguna vez? ¡Nos ha pasado a todos! El amor tiene un gran coste, no sale gratis. Cuanto más intenso es lo que sientes, cuanto más das, cuanto más tienes, más tienes que perder. Pero esta canción está llena de esperanza. Para mí es una secuela de I Haven’t Met You Yet: ambas miran al futuro pensando que si te lo permites, si eres valiente, si te arriesgas, puedes vivir algo maravilloso. De eso va esta canción, de superar el miedo y de permitirte enamorarte. Es un tema peliagudo, porque no siempre sale bien. Pero ése es el precio del amor, ¿no? La mayor parte de tus canciones hablan de amor. Pareces un romántico empedernido… El amor es una emoción mágica. A veces me pregunto si Dios es amor y el amor es Dios. Para mí es algo místico, fantástico. No es sólo una reacción química. Me demuestra que


el mundo es más vasto y complicado de lo que creemos. El amor es dolor, es temor, es romance… Da igual de dónde seas, tu edad, tu orientación sexual, si eres rico o pobre, joven o viejo, el idioma que hables: todo el mundo puede identificarse con él. Lo sentimos por nuestras parejas, por nuestros hijos, por nuestras mascotas, por nosotros mismos. ¿Son tus letras una traslación literal de lo que sientes o hay en ellas una cierta abstracción en aras de la poesía? Lo segundo, sin duda. Aunque depende de la canción. Algunas son muy personales y muy gráficas, pero siempre está presente la teatralidad narrativa. Normalmente empiezo a escribir sobre algo muy propio: mis emociones me dictan la melodía. Un acorde me despierta una emoción y me lleva al siguiente paso: escribir las letras que canalizan esas melodías. Ambas cosas suelen surgir al mismo tiempo: toco algo y sé exactamente lo que quiero decir. El amor se ha definido de infinitas maneras; los griegos, por ejemplo, diferenciaban cinco tipos. ¿Cuál es el ingrediente principal? No sabría decir. Cada persona lo vive a su manera, y hay personas cuya bioquímica no les permite sentir el amor como lo sienten otros. Por ejemplo, quienes padecen autismo lo expresan de forma muy distinta. Y algunos lo hacen mejor que otros. Cada vez que hablo por teléfono con mi abuelo le digo: “Te quiero”. Y él cuelga. Es de la vieja escuela, los hombres de su edad no han aprendido a abrirse de esa forma. Y sé que me quiere más que a nada en el mundo, pero no es capaz de decirlo. Es curioso porque a mí me resulta muy fácil expresar lo que siento a través de la música y decirles a mi mujer, mis hijos y mis padres lo mucho que les quiero, pero en otras situaciones me cuesta mucho mostrar mi intimidad. Me pasa con mis amigos, en masculino, y en los funerales, donde soy incapaz de llorar. Veo lo fácil que les resulta a mis amigos

“El amor tiene un gran coste, no sale gratis. Cuanto más intenso es lo que sientes, cuanto más das, cuanto más tienes, más tienes que perder” —MICHAEL BUBLÉ

abrirse y me digo que ésa es una de mis grandes debilidades. Quizá exista en mí ese poso de tosquedad masculina que me dice que si lloro es porque soy débil. Y sé que no es cierto, que llorar es valiente, pero sigo sin poder hacerlo. Quizá si me gusta tanto componer es porque me permite soltarme emocionalmente en público. Fuiste testigo de la eclosión del grunge cuando eras adolescente. ¿Por qué fue el jazz lo que llamó tu atención? Si he podido hacer este disco es porque soy difícil de etiquetar. He escrito canciones pop que las emisoras ponen junto a Justin Bieber o Ariana Grande. Canto con Tony Bennet, una leyenda del jazz, temas country con Willie Nelson, soul y góspel. Y creo que si me muevo de un género a otro con esa facilidad es porque me encantan el grunge, el rap, el rock y la música clásica. Lo que me gusta es la música, sea como sea. Cuando la oigo es como si me hablara Dios. Y lo quiero todo: cantarlo, sentirlo… Cuando empezamos este disco le toqué al productor Greg Wells algunas de las canciones que escribí y le dije: “Quiero meter esta versión y ésta y ésta”. Me miró y dijo: “Tío, no puedes poner todo eso en el mismo disco”. Y le contesté: “Puedo y lo haré”. Trabajé durante tres semanas en el disco y acabamos con Pirate, una canción propia muy discotequera y muy distinta de las demás. Me miró con los ojos muy abiertos y dijo: “Mike, ahora lo entiendo. Mientras elegíamos las canciones veía que no tenían nada que ver entre sí y buscaba el hilo conductor. Y ahora lo sé: es tu voz”. Ha sido un privilegio para mí surcar todos esos géneros. En efecto, tu voz profunda y elegante hace a todas tus canciones reconocibles. Pero hoy en día hay pocos crooners. ¿A qué crees que se debe? Interesante pregunta. Creo que depende de qué consideremos un crooner. Según el diccionario, es alguien que canta suavemente y con sensualidad. Cuando se empezó a hablar de ellos todo el mundo pensaba en Bing Crosby [canturrea] y Perry Como, pero después la gente empezó a asociarlo con un hombre con esmoquin cantando arrebatadamente. Así que depende de cómo lo definas. Yo creo que tenemos crooners fantásticos. Ed Sheeran es maravilloso. Bruno Mars también. Luis Miguel. Adele. Podría seguir hasta el infinito. Eddie Vedder: es emotivo, es hermoso, tiene garra… La primera vez que lo oí, con su voz profunda y varonil, me dije: “Ha vuelto Elvis Presley”. El mundo está

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lleno de crooners. Hasta Justin Bieber lo es, tiene una voz fantástica. ¿Hay algún reto profesional que tengas pendiente? [Muy serio] Sí. Todavía no he ganado ningún Grammy. Quiero cuatro [se echa a reír. Lo cierto es que ya los tiene]. No puedo estar en mejor momento para contestar a esa pregunta. Empecé a cantar en clubs cuando tenía 16 años. Firmé mi primer contrato discográfico con 26. Conseguí mi primer éxito comercial con 27. Me hice famoso con 28. Resumiendo: este disco es la recompensa de veinte años de trabajo. El mejor disco de mi vida. Y creo que muchos de sus temas serán hits. Es difícil hacerse un nombre y alcanzar el estrellato, pero lo es mucho más permanecer durante tanto tiempo. Para terminar: ¿alguna vez has estado soltero y sido feliz al mismo tiempo? [Abre mucho los ojos, luego se echa a reír]. Sí, creo que sí. Quizá demasiado feliz. De hecho, estar soltero es peligroso. Adictivo. Empiezas a decirte: “¡Uauh! No quiero nada de esto, no necesito a nadie, estoy fenomenal así”. Yo hasta me sentía mal, porque me encantaba. Y no hablo sólo de no tener pareja, sino de estar solo de verdad. Ir a casa y no tener que hablar con nadie. Tirarme ocho días escribiendo sin parar. Y al final te dices: “¿Sabes qué? No quiero ni veros. La gente es gilipollas. Con gustarme a mí mismo me basta, quiero estar conmigo y punto”. Pero para mí ya es tarde. Mira. [Coge su móvil y lo acerca a la pantalla del ordenador. En él veo a una niña de unos cinco años balbuceando con su lengua de trapo en tono demandante y cariñoso. Bublé saca una voz de pito como nunca la oiremos en sus discos]: Mamá, ¿dónde está papá? Quiero que venga papá. Papá, te echo de menos. Esto es de anoche. Se pasan el día presionándome [risas]. Así que ya ves: no voy a volver a estar solo en mi vida. Y no sabes lo feliz que me hace. Le brillan los ojos. Sonríe hasta las orejas. Crooner, romántico y padre: tres de tres. CARMEN COCINA

es periodista y

colaboradora de G Q .

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llevan décadas viviendo en su propio mundo. Un universo donde lo pagano, lo efímero y lo artificial se funden en una misma cosa. Por ahora, Fangoria no piensan en álbumes sino en epés, un formato que les permite lanzar canciones certeras en una época en la que el apetito por la identificación con algo perdurable es cada vez mayor. Edificaciones paganas es el título que acoge sus cinco nuevas canciones. ANGORIA

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Hechos para durar, Fangoria regresan con otro epé y una canción que, sin pretenderlo sus autores, le pone banda sonora a la nueva normalidad. El escapismo pop es y será cosa de dos. P o r R A FA C E R V E R A

GQ: ¿Cuáles son esas edificaciones

paganas a las que hace referencia el título del nuevo epé? A L A S K A : Durante siglos, las mayores inversiones de las civilizaciones fueron destinadas a las edificaciones sagradas, templos, lugares de peregrinación. Y a partir del siglo XIX y durante todo el siglo XX aparecen estos nuevos templos que hay en Las Vegas o Chicago o Nueva York, que son arquitectura civil en el sentido más estricto del concepto y a la vez son edificaciones paganas. También hay otro tipo de edificaciones paganas que es la arquitectura del desarrollismo español que es vivienda conceptual y utilitaria, y que a Nacho y a mí nos vuelve locos. Seguramente esta afirmación os produzca cierto repelús, pero primero con Momentismo absoluto, y ahora con Mi burbuja vital, estáis creando canciones para los tiempos que corren. N AC H O C A N U T: Pero no lo estamos haciendo adrede. Mi burbuja vital es como Autosuficiencia [canción de Parálisis Permanente cuya letra escribió Canut en 1980], es sobre alguien que está encerrado. A mí me da mucha vergüenza que pueda parecer un comentario sobre la actualidad. Nunca me han gustado los grupos que hablan sobre lo que está pasando en ese momento, el único que se salva es Sex Pistols. Porque, salvo que seas el mejor letrista del mundo, te acaba explotando en la cara. A.: Son letras que, obviamente, tienen que ver con el momento actual, pero sobre todo tienen que ver con la vida. La vida es eso, hoy estás haciendo planes que mañana quizá no se cumplan porque te mueres o porque hay una guerra o te toca la lotería, es momentismo absoluto. Hemos oído hablar durante estos dos años de formar burbujas, pero ¿qué demonios

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FOTOGRAFÍAS: CORTESÍA DE WARNER MUSIC.

Remedios contra la realidad


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hemos hecho Nacho y yo desde que somos pequeños más que formar una burbuja vital para sobrevivir en un mundo que seguramente no va a sernos propicio? Es lo mismo.

“Nacho y yo hemos formado una burbuja para sobrevivir en un mundo que no nos era propicio”

Explicad cómo es vuestra burbuja vital. A . : Mi actual burbuja vital no es muy distinta a la que hice cuando tenía 14 años. Nacho forma parte de ella. Se trata de un mundo paralelo en el que, por ejemplo, la adoración a Bowie está por encima de otros dioses más habituales, donde tu lenguaje está marcado por cómo habla Fabio [McNamara]. Es la misma burbuja de entonces, pero con la diferencia lógica que marcan la edad y los años. N .C. : Mi burbuja vital, desde que soy pequeño y escuché la canción In My Room de Brian Wilson, es mi habitación, es mi casa; y mi casa, que es muy pequeñita, la comparto con mi novio y está en un bloque.

—AL ASKA

Y esa burbuja, ¿va renovando sus materiales nutritivos? A.: Siempre hay elementos nuevos del cine, la música o la literatura que vas incorporando. Lo que pasa es que yo sospecho que a nuestra edad nada nos va a cambiar ya la vida. Porque lo que va llegando te va gustando o no, pero solamente forma parte de tu vida, no te la cambia. A mí Raw Alejandro no me va a cambiar la vida, está presente en dos de mis canciones favoritas del año pasado, Tiroteo y Todo de ti; me parecen canciones preciosas, pero no me van a trastocar como en su día lo hicieron el punk, el acid o la disco music. En Fangoria nunca habéis tenido tapujos a la hora de expresar vuestra disconformidad e individualismo. En la era de las redes sociales da la sensación de que hay que cuidar mucho eso. N .C. : Cuando llegue el momento de que todos podamos volver a decir lo que opinamos, entonces diré claramente algunas cosas. Pero ojo, que no es que con esto me ponga en plan “ahora vivimos en una dictadura de la corrección política”, no. No es que no se pueda decir lo que quieras: por supuesto que se puede. Lo que pasa es que ahora te tienes que hacer responsable de lo que dices y tienes que dar explicaciones, lo cual no está tan mal. Pero como no me apetece estar dando explicaciones, prefiero no

decir ciertas cosas. Si no es algo de lo cual tenga completa certeza, prefiero no hablar. Y como hay tan pocas cosas de las que pueda hablar con total seguridad, pues no las digo y ya está.

El último EP de Fangoria reúne cinco canciones bajo el título Edificaciones paganas.

Alaska, como estudiante de Historia que eres, ¿cómo crees que nos está afectando esta situación global que ha traído la pandemia? A . : Es una situación que ha creado una serie de enfrentamientos que antes no existían. También ha supuesto un recorte curioso de las libertades sin que realmente parezca que pase nada extraordinario, una coyuntura que ha provocado

situaciones que, si las analizamos fríamente, en épocas anteriores no se habrían permitido, como por ejemplo que te digan qué es lo que tienes que hacer. Por otro lado, soy lo bastante vieja como para haber visto el mundo dar la vuelta varias veces. De niña he visto mujeres quemando sujetadores y luego he visto a Madonna llevar el sujetador como si no fuera ropa interior. Lo que ha cambiado las cosas no es únicamente la pandemia, es también internet y el uso que hacemos de ello retuiteando todo lo tuiteable… es periodista musical y colaborador de G Q .

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Aura Garrido no teme a los muertos vivientes La actriz apuesta por el puro entretenimiento con la salvaje Malnazidos, mezcla de aventuras, cine bélico, humor y terror zombi. También hablamos con ella de teatro, Superman y el nacimiento de su vocación interpretativa. P o r N O E L C E B A L L O S

P R E M I S A básica de Malnazidos, dirigida por los especialistas en comedia Javier Ruiz Caldera y Alberto de Toro, parece casi un regalo para los aficionados al terror más excéntrico: ¿y si se hubiese desatado una plaga zombi en plena Guerra Civil española? Por suerte, ahí está Aura Garrido para defendernos. Su personaje, casi un cruce entre Buffy (la cazavampiros, por supuesto) y La Pasionaria, le ha permitido divertirse como nunca en un rodaje. Pero dejemos que sea ella misma la que nos explique cómo acabar con un ejército de no-muertos en este momento tan dulce de su carrera como actriz. A

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GQ: ¿Te veías haciendo una

película como Malnazidos o te encontraste con los zombis por casualidad? AUR A G ARRI D O : Pues la verdad es que no. ¡Creo que nunca habría pensado que acabaría apareciendo en un proyecto así! Así como por ejemplo María [Botto, su compañera de reparto en el proyecto] es ultra-fan del género, hasta el punto de que hacer una película de zombis era el sueño de su vida, yo hasta ahora

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me solía mover por otros lugares, aunque sí es verdad que me gusta muchísimo la ciencia-ficción y la fantasía. Sin embargo, no soy muy consumidora de terror. O sí, pero tiene que ser un tipo de terror muy concreto. Por ejemplo, me encanta Bienvenidos a Zombieland (Ruben Fleischer, 2009), donde se mezcla el género con un componente de humor y aventura que la convierte en algo muy divertido. Entonces aquí te sentirías como en casa, ¿verdad? Sí, en ese sentido Malnazidos era algo que sí me apetecía mucho hacer: ha sido un rodaje muy divertido y, además, el resultado final es un tipo de película que me flipa como espectadora. Creo que tiene un componente aventurero que la acerca a sagas como Indiana Jones, que siempre me ha parecido brutal. Hay películas con las que tienes la sensación de que el elenco y el equipo se lo pasaron muy bien haciéndolas. Existe una suerte de entusiasmo generalizado que sale de la pantalla. ¿Ésta es una de ellas? Sin duda. El hecho de que sea una peli tan coral contribuyó a que se

generara un ambiente de diversión y compañerismo en el rodaje, ya que desde el principio sabíamos que ésta no iba a ser una de esas producciones de acción en las que un único héroe o heroína solitario se enfrenta al mundo. Aquí se trataba de juntar a tropecientos energúmenos para pasar el día entero haciendo escenas de acción monte arriba, monte abajo [risas]. Eso al final une mucho, así que acabamos haciendo muy buenas migas. Volviendo a lo que decías sobre el género fantástico, es verdad que ha sido importante en tu carrera. ¿Es algo que hayas buscado o más bien ha sucedido por accidente? No ha sido especialmente buscado, no. Yo creo que desde fuera parece que las actrices y los actores elegimos más de lo que elegimos… Podemos generar la sensación de que orientamos nuestra carrera en base a determinados objetivos, pero la realidad es muy diferente. Al final, a ti te llaman para lo que te llaman, luego muchas veces son otros quienes eligen por ti. Siempre puedes responder que sí o declinar la oferta, pero más allá de eso... Tú eliges muy poquito. Lo que ocurre en mi caso es que he tenido bastante suerte


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Y además has tenido la posibilidad de combinar proyectos muy diferentes desde el principio de tu carrera. ¿Crees que de todos se aprende algo? Totalmente. A mí me encanta variar lo máximo posible, creo que es una de las cosas que más disfruto de esta profesión. Y me siento como una gran privilegiada por haber tenido la oportunidad de combinar cine, teatro y televisión del modo en que los he podido combinar. Lo mejor de todo al final está en poder saltar todo el tiempo entre géneros y encarnar a personajes tan diferentes entre sí. Me parece una pasada y, sobre todo, un privilegio. ¿Recuerdas el momento exacto en que te enamoraste de la actuación? Siempre me ha gustado la interpretación, no recuerdo un momento anterior a ello. Sin embargo, sí que hay un par de ocasiones bastante clave que tengo grabadas a fuego en la memoria. La primera es cuando vi Superman (Richard Donner, 1978), porque una vez más volvemos a mi pasión por el cine de aventuras... Yo era muy pequeña la primera vez que la vi, una verdadera enana. Aún así, recuerdo lo que sentí: era más que una película. Yo quería estar ahí. Fue algo que me pasó durante toda la infancia: veía cualquier película que me gustase y me imaginaba viviendo en ese universo. Con el tiempo, descubrí que ésa era una profesión que

“Para la mayoría de los actores, hacer teatro equivale a estar en casa. Es una experiencia mágica, casi un ritual” —AURA GARRIDO

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realmente estaba a mi alcance, que no era sólo un sueño infantil. Se puede una ganar la vida con la imaginación… Exacto, era posible, te podías dedicar a ello. El otro momento que recuerdo como si fuera ayer tuvo lugar cuando era ya más mayor. Debía de tener como unos trece años cuando mis padres me llevaron al teatro para ver un monólogo de una actriz maravillosa: María Jesús Valdés. Nada más entrar al María Guerrero ya me voló la cabeza, porque era la primera vez que veía una sala de esas dimensiones. Así que ésos serían para mí los dos momentos clave: descubrir que podías dedicarte a vivir en esos universos de ficción que veía a través de la pantalla y conocer el teatro gracias a María Jesús Valdés. ¿Sientes el teatro como algo especial? ¿Tiene una magia diferente a la del cine o la televisión? Sí, totalmente. Totalmente. El teatro es… El teatro es la hostia [risas]. Creo que es algo que nos pasa a casi todos los actores, aunque es verdad que hay quien prefiere actuar para la pantalla y tiene sus razones para ello. Pero para la inmensa mayoría, hacer teatro equivale a estar en casa. Es una experiencia mágica, casi un ritual para mí. Por definición, siempre te da cosas que no pueden darte otros medios. Por ejemplo, la convivencia con la compañía. Ir todas las noches allí para representar la función y que cada vez sea diferente. Y sentir la conexión con el público, claro. Esa sensación de estar representando directamente para el público es poderosísima. ¿Cuál dirías que es el mayor regalo que esta profesión te ha hecho hasta ahora? La profesión en sí misma es un regalo. Como te decía, me siento muy afortunada de haber podido dedicarme a esto, así que eso ya es un regalo en sí mismo que me ha ido llevando a recibir otros pequeños regalos a medida que paso más tiempo dedicándome a ello. Si te soy sincera, quizá los mayores han sido la posibilidad de conocer gente muy similar a mí, personas que empezaron siendo amigas y se han ido quedando con el paso del tiempo, como

si fueran ya de la familia. La gente que trae a tu vida este trabajo suele ser gente que acaba formando parte de ella, o al menos yo he tenido la suerte de que sea así. ¿Y el mayor reto que te ha planteado? Bueno, ha habido momentos duros, claro. Momentos de plantearme incluso tirar la toalla, porque te asaltan las dudas y hasta llegas a preguntarte por qué quieres dedicarte a esto, si quizá esto no es lo tuyo… No podemos pasar por alto que en este trabajo siempre hay un grado de frustración, ésa es la realidad. Por eso yo intento todo el tiempo recordarme a mí misma lo afortunada que soy. Se mueven muchas cosas, no hay nada fijo o estable, por lo que es muy fácil entrar en dinámicas mentales que pueden acabar frustrándote y llevándote hacia todo tipo de inseguridades. Y creo que hay que aprender a convivir con ellas, porque también forman parte de nuestra vida y nuestro día a día. Es importante aprender a convivir de algún modo con nuestras pequeñas crisis. Sí, al menos para mí. Tiendo a relativizarlas cuando me doy cuenta de que formo parte de un porcentaje muy pequeño que puede vivir de la interpretación en este país, lo cual es un privilegio que nunca podré olvidar. He tenido muchísima suerte. Es recordarme a mí misma esa suerte y ponerlo todo en perspectiva. Pero si hablamos de retos más prosaicos… Te voy a contar un gran reto al que tuve que enfrentarme hace no mucho. Por favor. El personaje que hice en la película La piel fría [Xavier Gens, 2017] es el más desafiante hasta el momento, por muchas razones. Para empezar, no hacía de humana, sino de bicho marino [risas]. Llevaba encima un maquillaje prostético que tardaban ocho horas en ponerme y dos en quitarme cada día de rodaje. ¡Además, era un personaje mudo! Tenía que interpretar debajo de todas aquellas prótesis de maquillaje sin poder hablar, así que era necesario que lo expresase todo a través del movimiento. ¡Hay pocos retos mayores que ése!

FOTOGRAFÍAS: CORTESÍA DE SONY PICTURES.

de poder participar en proyectos que me han gustado mucho como actriz y también como espectadora. Supongo que por eso siempre he dicho que sí a propuestas que tenían que ver con el género fantástico. O sea, que todo ha sido bastante accidental, pero también ha habido, en la medida de lo posible, una decisión personal.


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¿Cómo ves el momento de ebullición por el que atraviesa ahora la industria audiovisual en España? Da la sensación de que están surgiendo nuevas voces interesadas en contar historias que antes no se contaban. Es un momento muy interesante. Nuevas voces, nuevos formatos de producción, nuevos formatos de edición… Todo eso crea un panorama muy propicio para que empiecen a surgir historias diferentes. El gran cambio se está dando, creo, sobre todo en televisión: hasta hace muy poco, había cosas que en una serie pensada para emitirse en una cadena tradicional sencillamente no cabían, pero las plataformas de streaming nos están permitiendo ir ahora hacia producciones más de nicho. Proyectos en los que puedes arriesgar más y apelar a un tipo de audiencia más minoritaria. ¿Se pueden contar historias que vayan más allá del público tradicional, del espectador medio? ¿Son las que a ti más te interesan en estos momentos?

Es que es importante que se hayan abierto tantas puertas hacia la originalidad, a historias más personales y particulares que nos descubran visiones diferentes a las que estamos acostumbrados. Yo creo que la pluralidad de voces es clave en la cultura. Por otro lado… Bueno, vamos a ver hacia dónde nos lleva este presente tan prometedor, porque creo que todos tenemos ciertas dudas sobre si un boom así se puede mantener para siempre o si la burbuja está condenada a explotar en algún momento. Nadie en la industria puede predecir ahora mismo lo que va a pasar a medio plazo. Por ejemplo, ¿qué va a pasar con el cine? ¿Dirías que el streaming podría estar haciéndole un daño irreversible a las salas? No, yo tengo muchísima confianza y muchísima fe en el futuro de las salas de cine, pero es cierto que el desembarco de las grandes plataformas lleva asociadas una serie de consecuencias que hacen que las salas se estén resintiendo mucho. No creo que sea algo irreversible: las

cosas siempre se pueden modificar y no debemos dar nada por perdido. Siempre habrá una posibilidad de evolucionar, si bien es probable que haya muchos cambios en nuestra industria. Ya estamos teniendo que hacerlos, pero probablemente vengan muchos más en el futuro. Hay películas, como Malnazidos sin ir más lejos, que te piden una pantalla grande… Total, por eso creo que nunca va a desaparecer del todo. No es sólo la magia de ver las cosas en la gran pantalla, sino también todo el proceso, toda la experiencia. No me importa ver películas en casa, pero a mí me gusta ir al cine a vivir una experiencia completamente diferente y compartirla con los demás. Quedar con amigos para comprar palomitas, tener una cita, ver algo especial rodeado de desconocidos… Ese componente casi comunitario que tienen las salas de cine es muy especial. No podemos perderlo. NOEL CEBALLOS

es redactor

de G Q .

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Que la muerte (y también la vida) nos pille bailando Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga reflexionan sobre la vejez y la muerte en su último libro. P o r HÉCTOR IZQUIERDO

libro de esta peculiar pareja de intelectuales parte, obviamente, de una premisa engañosa. Arsuaga, claro está, es un homo sapiens, pero Millás dista mucho de ser un neandertal, por más que se identifique sentimentalmente con aquel antepasado nuestro. Y, además, La muerte contada por un sapiens a un neandertal no es en absoluto una lección magistral del académico al escritor. “El libro no consiste en que yo le dé clase a Millás”, replica Juan Luis. “Nosotros no hacemos eso. Yo le llevo a sitios donde creo que hay respuestas a nuestras inquietudes y allí hablamos con personas que nos ayudan a entender el tema”. Hecha esta salvedad, y a pesar de que ambos confiesan haberse arsuagizado o millasizado respectivamente durante el transcurso de sus investigaciones, sí que es cierto que el libro refleja dos posturas que coinciden con nuestros dos tipos de pensamiento: el racional y el mágico. El racional, cuyo pináculo es el pensamiento científico, nos dicta que la naturaleza no tiene ningún propósito y que la evolución sólo obedece al azar. El mágico trata de darle algún sentido a todo eso. “Yo creo que desde que aparece la autoconciencia en un homínido que se llama homo sapiens”, asegura Millás, “que es una singularidad, porque somos la única especie que sabe que se va a morir y que es consciente de que envejece, aparece inmediatamente la pregunta del para qué, del sentido. El ser humano ha L SEGUNDO

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Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga, escritor y paleontólogo, acercan la ciencia a los lectores con abundantes dosis de inteligencia, sentido del humor y materialismo.

demostrado que es un buscador de sentido, todos los trabajos artísticos tienen que ver con la búsqueda del sentido”. “La vida es absurda, no tiene sentido, no tiene dirección, es puro azar, pero claro, eso es muy duro de aceptar”, sigue Millás, al que Juan Luis matiza: “Pero muy divertido”. “Arsuaga solía decir ‘ah, la vida no tiene sentido, qué bien, pon a enfriar el Champagne”, ríe Millás. “Es muy liberador por un lado, pero por otro te pone frente a un horizonte… Y de hecho en el libro se ve que Arsuaga me dice todo el rato que elimine el ‘para’ de mi vida. Porque yo le digo: ‘Para qué muere la gente, ¿para dejar sitio a los otros?’, pero para nada es así, es muy difícil eliminar el ‘para’.

Finalmente tenemos que aceptar que no hay sentido pero que nosotros podemos construírnoslo, ya que estamos aquí. Esto es lo que intenta el ser humano, darle un sentido”. de sentido, Millás nos deleita con su fina prosa y nos guía en sus vagabundeos con Arsuaga, de un desguace de coches a un laboratorio especializado en determinar la edad biológica de los pacientes, pasando por zoológicos o bosques que esconden árboles milenarios. A través de todas estas aventuras iremos aprendiendo conceptos tan reveladores como que en la naturaleza no existe la vejez, sino sólo la plenitud y la muerte. “En el planeta sólo envejecemos los humanos, los animales EN ESA BÚSQUEDA


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de vida. Se piensa que en la prehistoria un homo sapiens a los 30 años ya era viejo, y no, los que llegaban a los 60 llegaban de puta madre. Qué es la vejez? Hemos conseguido llegar a la fecha de caducidad y seguir vivos”. para enfatizar la ausencia de propósito de la naturaleza, se detalla un experimento que se llevó a cabo en una isla de Canadá con ciervos wapitis. Los dejaron allí, en libertad y sin depredadores, para comprobar qué pasaría. Lo que ocurrió es que empezaron a multiplicarse sin control hasta que se lo comieron todo y se extinguieron. ¿Podría ser un buen ejemplo de lo que está haciendo con el planeta otra especie que carece de depredadores?, le preguntamos a Arsuaga y Millás. “Sí, exactamente”, nos contesta el paleontólogo. “Nosotros le dimos en la Sociedad Geográfica Española un premio a Javier Castroviejo, que fue director del coto de Doñana muchos años. Ser director del coto de Doñana es vivir en un sufrimiento permanente. Porque es quizás el lugar que ha sufrido más amenazas del planeta. No somos capaces de conservar ni 50 mil hectáreas. Le han hecho una urbanización, Matalascañas. Llevan años, que lo acabarán consiguiendo, intentando hacer una autopista por encima. Le meten la romería del Rocío con un millón de personas. Y hay más de 1.500 pozos ilegales que ahora quieren legalizar. Y por eso yo soy de los que creen que hay que defender a ultranza el coto de Doñana, porque si perdemos el coto de Doñana lo perdemos todo, si no somos capaces de conservar eso no tenemos salvación”. “Últimamente no soy optimista”, dice Millás. “Suelo decir que está venciendo Tánatos sobre Eros, y además de un modo acelerado. Somos una especie que crece sin control, que consume todos los recursos naturales y que además tiene visión a corto plazo. Tal y como es la situación del planeta y de nuestra relación con él yo no soy muy optimista, me parece que nos parecemos a esos ciervos, la capacidad creativa del ser humano es tremenda, pero la destructiva está ganando claramente”.

FOTOGRAFÍAS: CORTESÍA DE ALFAGUARA.

EN EL LIBRO,

domésticos y los del zoo”, afirma Arsuaga. “Ya de entrada, el envejecimiento nos interesa a los humanos porque somos los responsables de que exista la vejez. En la naturaleza no la hay. Si viene un extraterrestre y le pregunta a un hipopótamo: ‘la vejez, ¿cómo la llevas?’, le contestará que qué es eso de la vejez, ‘no sé de lo que me hablas’. La vejez es un tema particular de una especie, y de otras especies controladas por ésta”. Y entonces —la pregunta del millón—, ¿por qué envecemos? “La respuesta, para simplificar, es que nosotros tampoco tenemos vejez, porque tú estás estupendo”, sigue Arsuaga, mirando con demasiados buenos ojos al que esto suscribe. “Las enfermedades crónicas se desarrollan

a partir de los 60 años y sobre todo a partir de los 70. La vejez como tal no existe, pero las enfermedades crónicas sí, y consumen una parte muy importante de los recursos de un país, pero empiezan a partir de cierta edad. ¿Qué edad es ésa? La edad a la que en la naturaleza deberías estar muerto. Cuando ya estás fuera de garantía”. “La vejez, que es específica de una especie que es el ser humano –y los animales domésticos y los del zoo–, es un producto cultural, y aparece cuando ha acabado tu fecha de caducidad y sigues vivo”, matiza Millás. “Nosotros como especie tenemos una longevidad. Porque la gente cree que la longevidad ha cambiado de la prehistoria a ahora. Y no, la longevidad es la misma, otra cosa es la esperanza

La muerte contada por un sapiens a un neandertal (Alfaguara) es el segundo libro de Millás y Arsuaga, tras La vida contada por un sapiens a un neandertal.

HÉCTOR IZQUIERDO

es redactor

jefe de G Q .

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GQ World Fotografía

La memoria en de México La Fondation Cartier pour l’art contemporain muestra el trabajo de la fotógrafa Graciela Iturbide, cronista del México más tradicional y ancestral. P o r R E D A C C I Ó N G Q

conocida nos enseña en exquisitos retratos en blanco y negro a los los indios Seris del desierto de Sonora o a las mujeres de Juchitán. También los rituales, fiestas y tradiciones ancestrales de los pueblos mexicanos, que la fotógrafa descubrió en sus viajes en los años 70 junto a su mentor, el también fotógrafo Manuel Álvarez Bravo. Sin embargo, menos conocida y exhibida, la fotografía de objetos y paisajes ha compuesto el cuerpo principal de la obra reciente de Graciela Iturbide, que poco a poco ha ido deslizándose por la pendiente de la abstracción. Todo ello, la ingente producción de la fotógrafa desde la década de los 70 hasta hoy, podrá contemplarse hasta el 29 de mayo en la Fondation Cartier pour l’art contemporain, en la U

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OBRA

MÁS

primera gran exposición en Francia de esta abanderada de un realismo poético, a veces considerado ‘mágico’, que se ha convertido en una de las figuras claves de la fotografía latinoamericana —premio W. Eugene Smith en 1987 y premio Hasselblad en 2008—. La muestra se titula Heliotropo 37 en alusión a la dirección del estudio de Gabriela en el barrio de Coyoacán, en la ciudad de México —un edificio de ladrillo rojo que fue concebido en 2016 por su hijo, el arquitecto Mauricio Rocha—. Entre las fotografías que se exponen figura también un encargo de 2021 de la Fondation Cartier, por el que Iturbide viajó a Tecali, cerca de Puebla (México) para inmortalizar la extracción del alabastro y el ónix en las canteras. Una rara ocasión de descubrir su trabajo a todo color.

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I T U R B I D E

FOTOGR AFÍAS: CORTESÍA DE L A FONDATION CARTIER.

De izda. a dcha., de arriba abajo: Benarés (India, 2000). Saguaro, Desierto de Sonora (México, 1979). Mujer Ángel, Desierto de Sonora (México, 1979). Carnaval, Tlaxcala (México, 1974). Nuestra Señora de las Iguanas, Juchitán (Oaxaca, México, 1979).


GQ World Accesorios

Elegancia técnica Los accesorios P/V de Guess son cómodos, deportivos y muy elegantes. Perfectos para aventuras urbanas. Po r REDAC CI Ó N G Q

L U R B A N I T A moderno se enfrenta en su día a día a una carrera de obstáculos personales y profesionales que le exigen dar el máximo físico y mental. Por ello, ya no le vale con usar prendas elegantes de vocación casual. Cada vez más, con independencia de la ocupación o del dress code de su oficina, necesita prendas técnicas y deportivas que le ayuden a llegar a la meta de forma eficiente y confortable. En esa dirección va la nueva línea de Accesorios y Footwear Primavera / Verano de la firma Guess. Una colección de mochilas y zapatillas para

FOTOGRAFÍAS: CORTESÍA DE GUESS.

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hombres deseosos de triunfar en la jungla urbana. Entre las nuevas mochilas, el modelo Business (en la imagen) nos parece la perfecta combinación entre practicidad —con un bolsillo que ofrece una excelente protección para el portátil y correas acolchadas para mayor comodidad— y la elegancia, que se expresa en el mejor cuero marrón, con el logotipo triangular de Guess al frente. En el capítulo del calzado, Guess presenta cuatro modelos de zapatillas clave para complementar los looks de la temporada. Están confeccionadas en una mezcla de cuero

flexible en el empeine, suela de goma esculpida y plantillas de cuero, lo que garantiza la transpirabilidad y el confort. De entre todas ellas, nos quedamos con la Certosa Basket Hi (en la imagen), en blanco con detalles naranjas y negros en el talón y en la puntera. Ofrece una reinterpretación contemporánea de la clásica zapatilla de basket, con un toque de elegancia retro y, por supuesto, acabada con el logo triangular de la firma norteamericana. Pero, si lo prefieres, el resto de modelos se caracterizan por la caña baja y van de la declinación más técnica a la más vintage. Para que nada te detenga en tu día a día.

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La nueva línea de accesorios de Guess presenta mochilas y sneakers técnicas y confortables.

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REALIZ ACIÓN: JOANA DE L A FUENTE. PRODUCCIÓN: NATALIA TORRES. ASISTENTE DE FOTOGR AFÍA: EDY PÉREZ. ASISTENTES DE ESTILISMO: JUAN LUIS ASCANIO, PAUL A TODOLÍ, MAIDER LOPE TEGUI, GEMMA REY Y TANYA RUDNY TSK A.

GQ World Accesorios

Sol y Prada Déjate mecer por la suave brisa del mar con este bolso de lona de Prada que huele a vacaciones estivales. P o r R E D A C C I Ó N G Q

y el cuerpo lo sabe. Empieza el calor y miramos al cielo con ganas de playa. Aunque estés atascado en la gran urbe, puedes llevar un pedacito del litoral con este bolso de lona triangular de Prada con el logo en relieve bien visible en la parte S PRIMAVERA

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delantera y bandolera ajustable. Estampado con rayas Bayadere, nos recuerda irremediablemente a las coloridas decoraciones geométricos de los accesorios playeros, como sillas o sombrillas. Cíñetelo bajo el brazo y empieza a oler a esa mezcla de humedad y salitre que se parece tanto a la felicidad de la niñez.

Bolso de lona con estampado de rayas Bayadere Prada (1.400 €).

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PELUQUERÍA: MELISSA DEZ AR ATE (AVERY GINSBERG). PÁGINAS SIGUIENTES: CORTESÍA DE L A FIRMA (LOUIS VUIT TON). FOTOGR AFÍA: MARTIN BROWN; ESTILISMO: SHARON RYAN DE HALLEY RESOURCES (RESTO DE L AS IMÁGENES).

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Drops

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Hoy en día, la ropa más cool y exclusiva que puedes comprar con dinero está reciclada, suprarreciclada o en sintonía con las prácticas de sostenibilidad más avanzadas. POR SAMUEL HINE

GUIÑO AL SURF Inspirada en el estilo de vida buenrrollero y de bajo impacto medioambiental de los surfistas, la colección cápsula de Emporio Armani está confeccionada con algodones reciclados y estampados sin flúor. El embalaje, además, es compostable.

Avery Ginsberg lleva un par de botas recicladas y veganas que él mismo ha diseñado para Ground Cover, su nueva firma de moda ética.

Camiseta Emporio Armani Sustainable. Sudadera, botas y calcetines Ground Cover.

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TABIS ECO Tabi, la icónica bota de Maison Margiela, presenta un diseño nuevo y radicalmente sostenible: unos zapatos derby realizados con caucho reciclado.

CAMISA COLLAGE El joven diseñador británico Bethany Williams es líder en el campo de la manufactura social. Para crear su colorida colección suprarreciclada, formó a comunidades con un alto índice de desempleo. Además, el 20% de las ventas lo donará a asociaciones que ayudan a londinenses sin techo.

UNA BOINA CON ROLLO Dina Knapp, una jefaza del punto, ya tejía accesorios como esta boina desde mucho antes del advenimiento del cottagecore.

UN PAISAJE EN TU BOLSA DE VIAJE Stephen Sprouse y Takashi Murakami reinterpretaron la bolsa de viaje de Louis Vuitton, pero la versión más icónica es quizás esta deslumbrante versión con estampado paisajístico. Confeccionada con jacquard de poliéster reciclado, es uno de los mejores diseños de Virgil Abloh, perteneciente a su penúltima colección para la maison francesa.

CINTURÓN RECICLABLE El modelo y diseñador Avery Ginsberg (en la página principal) fundó Ground Cover en 2018 cuando se dio cuenta de que no había botas veganas bonitas. Ahora la firma fabrica botas robustas y cinturones resistentes con materiales de última generación realizados con cactus y piña.

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ZAPATILLAS ECO Giuseppe Zanotti sabe muy bien cómo darle a una silueta clásica un giro inesperado. En este caso, las nuevas zapatillas Ecoblabber de la firma están confeccionadas con botellas de plástico recicladas.

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GUARDAPOLVO VAQUERO Glenn Martens ha convertido Diesel en una de las firmas más modernas y favoritas de las celebs, pero lo más relevante que ha hecho para la firma italiana es la Diesel Library, una colección de básicos de bajo impacto medioambiental que dura toda la vida.

‘SHORTS’ BICOLORES Los legendarios shorts de Patagonia están confeccionados con nylon extraído de redes de pesca recicladas. Cuando ya los tengas muy desgastados, puedes enviárselos a Patagonia Worn Wear para que les den una segunda vida (y un segundo dueño).


RELOJ DE PLÁSTICO OCEÁNICO Todo lo que es de plástico en este reloj deportivo de Tom Ford está reciclado y procede de los océanos, desde la caja y el bisel, hasta la correa y el envoltorio. VAQUEROS DE CARPINTERO RECICLADOS Con base en Fukuyama, la capital japonesa del denim, Rekrow recicla uniformes de trabajo con los que crea tejidos para confeccionar preciosos jeans y vaqueros de carpintero (Rekrow x Transnomadica).

CAMISA SUPRARRECICLADA El excéntrico universo de la firma neoyorquina Collina Strada es divertido y al mismo tiempo profundamente serio. Hillary Taymour, su fundadora, es una de las voces jóvenes más destacadas que abogan por un futuro sin residuos.

CAMISETA INTERIOR ZURCIDA Los básicos de Baserange, como esta camiseta con bordes ondulantes, están ayudando a la firma a sentar las bases de la ropa interior ética desde el punto de vista del medio ambiente.

PULSERA DE ORO VIEJO Con su nueva línea de pulseras de oro y plata de ley reciclados, David Yurman se monta en la ola de alta joyería realizada con metales recuperados de adornos navideños descartados.

BOLSO REGENERADO Gracias al programa Re-Nylon de Prada, todo el nylon que usa la firma procede de materiales recuperados. Nunca te imaginarías que las famosas y lujosas bolsas de la firma están hechas con materiales residuales .

PASOS CONSCIENTES Prácticamente todos los materiales que usa Salvatore Ferragamo en estas novísimas zapatillas eco, desde la suela de termoplástico biológica hasta el hilo de coser, son de poliéster procedente de plástico reciclado.

POLO DEPORTIVO 100% ALGODÓN Ralph Lauren lleva décadas innovando la indumentaria masculina, y ahora, junto con Natural Fiber Welding, presenta su primer polo confeccionado con algodón virgen y reciclado en lugar de con fibras sintéticas de plástico. CAMISA(S) DE CUADROS VINTAGE Amadas por reyes del estilo como A$AP Rocky, las camisas de cuadros de Needles, de las que sólo existe una por modelo, elevaron el upcycling al mainstream cuando debutaron en 2012 con Rebuild by Needles.

IMPERMEABLE SÚPER LIGERO Uno de los sucios secretos de la industria del outerwear son los químicos tóxicos, conocidos como PFC, que se usan en las prendas impermeables. La chaqueta Flight Lightriser de alta gama de The North Face para corredores es ligera como una pluma, transpirable y, lo mejor de todo, resistente al agua gracias a su acabado sin PFC.

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Nadar y lucir la ropa La colección Fendi x Arena combina rendimiento y estilo en unos complementos únicos.

nuestro estilo mientras practicamos natación en una piscina, cuando más del 90% de nuestra anatomía está sumergida en el agua, es un asunto harto complicado. Pero no imposible. Porque incluso en esas circunstancias, todavía es factible marcar la diferencia a través de los únicos complementos que se quedan al aire mientras nadamos: el gorro y las gafas. Y mira que es complicado que la suma de estos dos accesorios le quede bien a alguien, pero Fendi y Arena, firmas líderes en los mundos de la moda de lujo y el deporte, lo han conseguido con una colaboración que se pudo ver sobre la pasarela Spring/ Summer 2022 de la marca italiana. El gorro de natación está hecho en lycra y presenta el clásico logotipo FF PATAR

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de la Maison. Por su parte, las gafas, que se venden en edición limitada y se han desarrollado a partir del modelo más vendido de Arena, The One, cuentan también con el logotipo FF fijado a las lentes espejadas especializadas de policarbonato —como una trama— gracias a la tecnología de Thélios, la empresa experta en gafas del grupo LVMH. La construcción de la pieza en talla única garantiza una perfecta ergonomía, ya que se adapta al rostro y a las órbitas oculares de cualquier nadador —cuentan con un puente nasal autoajustado y una correa dentada de silicona—. Cuando salgas del agua, además, puedes guardar tus gafas en una funda de lujo que muestra asimismo los logotipos de la marca y cuenta con un mosquetón para que la transportes de forma práctica, segura y, de nuevo, con mucho estilo.

Los accesorios Fendi x Arena estarán disponibles en boutiques Fendi y en ópticas seccionadas.

FOTOGRAFÍAS: CORTESÍA DE FENDI.

Po r REDAC CI Ó N G Q


OPINIÓN

Porque lo digo yo

ILUSTRACIÓN: 4.12 STUDIO.

Todas las tiendas de segunda mano huelen igual

D I C E N Q U E E L O L F A T O es el sentido que mejor registra los recuerdos, las memorias. Incluso más que el de la vista. Por mucho que digan que una imagen vale más que mil palabras, nunca es comparable a la huella que deja un simple olor. La fragancia llega y lo inunda todo, no la puedes obviar, como sí puedes hacerlo con el tacto y el gusto, o incluso con el oído o la vista; no sería la primera vez que oímos sin escuchar o vemos sin mirar. Hasta aquí, la teoría muy bien, nací con la cabeza muy dura, pero eso de los olores y los recuerdos, en la práctica, como que no. Era más del “si no lo veo, no lo creo”, hasta que me convertí a la religión del “si no lo huelo, no lo creo”. La primera vez que experimenté la sensación fue sentado en un taburete de espaldas a una decena de fragancias. Lo importante no era su nombre, su color o el diseño del frasco, sino lo que yo oliera. Para mi carcajada y como nariz

atrofiada que soy, no detecté ni una sola de las notas olfativas, aunque sabía perfectamente dónde me llevaban: a un domingo de paella en casa, a una merienda de retaguardias envaradas o a una noche de copazos. Ni la una olía a arroz ni la otra a bollería recién horneada. Todavía a día de hoy no sabría descifrar los componentes de aquellas lociones, pero sí lo que desbloquearon en mi cabeza. Por primera vez fui consciente del olor. Desde esa espontánea experiencia olfativa, vivo obsesionado con el olor. La culpa no fue del chachachá, sino de Daniel Figuero, Fragrance Ambassador de Christian Dior y experto en perfumería contada sin artificios —quien mucho sabe, bien lo cuenta—. Desde entonces, todo me huele a todo. Hace un par de días me sumergí en un texto sobre el gusto de las nuevas generaciones por las compras de segunda mano. No es

que hayan descubierto la rueda. Heredar o mercadear con ropa usada se ha hecho toda la vida, pero hoy vive un nuevo momento de gloria. Nos han vendido que algunas de las razones principales de esta casualidad son, por un lado, la preocupación de los centennials por cuestiones sociales, como la economía circular; y, por otro, su gusto por la estética de épocas pasadas, lo que ha dado lugar al estilo Y2K (eso de vestir como a principios de los 2000). No quito razón a los analistas, aunque me da en la nariz que en la práctica es más una cuestión de economía monetaria en plena crisis que de valores prioritarios. Sea como fuere, mientras intentaba concentrarme en la lectura del artículo, mi nariz no paraba de mandarle señales a mi cabeza. De repente, me vi recordando el aroma a tienda de segunda mano. El poder del recuerdo olfativo. Ese olor está vinculado a estas tiendas vintage como firma inequívoca. Poco importa a qué local entres, todos olerán igual: a retro, a vintage, a vivido. Lo cual me llevó a preguntarme por qué todas estas tiendas huelen igual sin ponerse de acuerdo. Ni siquiera es cuestión de marketing sensorial, como hacen algunas firmas en todos sus locales a base de ambientadores. Me cuesta creer que todos los marchantes de artículos de tiempos pasados estén conchabados en una mafia olfativa… No hay demasiadas explicaciones al respecto para dar sentido a esa fragancia que nos encierra a cal y canto y bajo llave al fondo de un baúl. La explicación más coherente sería la del olor de su portador, el olor humano natural. Eso de cuando coges una prenda y huele a “esa persona”, entiéndase que sin perfumes ni aditivos. Otros añaden a la ecuación el componente de los productos de lavado en seco a los que someten a cada reliquia antes de colgarla para ser rescatada. Aunque la guinda del pastel del caldo primordial, el generador de ese olor a cerrado que sella en nuestra mente el recuerdo de estos establecimientos, son el tiempo y el continente de letargo donde haya descansado la pieza. Cuanto más estanco, más solera y más adherencia. Un olor que invade el recto nasal hasta incrustarse en el cerebro y recordarnos a otra era. Una fragancia que, estemos donde estemos, siempre funcionará como una máquina del tiempo que nos hace viajar a un pasado que, si no mejor, sí posee un olor característico —e imborrable por más que lo lavemos en el presente—. JAV I E R G I R E L A

es editor de moda de G Q

España.

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En busca del tiempo

El tiempo es oro, literalmente El oro vuelve a la relojería con idea de quedarse durante un tiempo. Y, para ser más precisos, lo hace en su color más característico: el amarillo. No sabemos si su vuelta se debe al deseo de elevar la cifra de las exportaciones de relojes suizos, a que en tiempos inciertos el patrón oro es el valor más seguro; o, simple y llanamente, a que las modas son cíclicas. Además de que también es una forma de que muchos coleccionistas o especuladores se hagan con piezas importantes para después venderlas en mercados que por la situación política actual no están en condiciones de comprar. Premisa que avala el departamento de análisis y mercados de Bankinter, que apunta al lujo como el segundo sector preferente a la hora de invertir en los próximos meses, sólo por detrás del tecnológico y por delante de otros mercados como el de los chips semiconductores, el financiero o el relacionado con la ciberseguridad. Otro tema, este último, del que se está hablando mucho en la industria relojera. El caso es que ha aparecido un gran número de modelos realizados en el material noble por excelencia. Curioso momento para SE CONFIRMA.

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reaparecer, se pensará, ahora que la industria de la moda y de la relojería sufren una oleada inflacionista. Pero si leemos los informes de la Federación de la Industria Relojera Suiza, vemos cómo los relojes de acero, que representan más del 60% del volumen total, marcaron la pauta en 2020 y en parte del año siguiente. Y llegar a la cifra anual con relojes de acero no debe de ser fácil para las manufacturas, que, aunque han experimentado un incremento de sus ventas en 2021, no pueden aspirar a los números anteriores al paréntesis pandémico si no es con modelos realizados en materiales que añadan ceros a las previsiones. Esta premisa la confirma el CEO de Hublot, Ricardo Guadalupe, en la entrevista que publicamos en este número: “El precio medio ha aumentado porque nos centramos, no en aumentar demasiado las cantidades, pero sí el valor, para lo cual hemos optado por relojes en oro, cerámica o zafiro con movimientos Unico”. Y continúa, enlazando con nuestro otro postulado sobre la vuelta del oro amarillo: “Es un momento ideal para reintroducir este color de oro, porque hay muy pocas marcas que lo utilicen en este momento. De hecho, el 90% de los relojes de oro que se venden son de oro rosa”. Es cierto que el oro rosa lleva años reinando en el sector con mano férrea, a pesar de que las firmas son cada vez más ingeniosas en la búsqueda del oro, si no perfecto, al menos sí de sello propio. Sin ir más lejos, hasta ahora Hublot empleaba el Magic Gold, el primer oro de 18 K resistente a los arañazos, y el King Gold, con un tono más cálido que el tradicional oro 5N.

Omega hizo su incursión en el oro de autor con el Sedna, eligiendo para ello el modelo Constellation Sedna en 2013, que fue el primer reloj realizado en este material, una aleación propia de oro rosa intenso. La marca dispone también del oro bronce, logrado a base de oro, paladio y plata, y del oro Canopus, que combina oro blanco, platino, rodio y paladio para darle color y estabilidad. Más recientemente, en 2019, la exclusiva aleación de oro Moonshine, también de Omega, inspirada en la luz de la luna sobre un cielo azul oscuro, presenta un tono más pálido que el tradicional oro amarillo de 18 kilates, además de una alta resistencia a la pérdida del color y el brillo con el paso del tiempo. Su composición es de un 75% de oro, un 14,5% de plata, algo menos de un 9% de cobre y casi un 1 % de paladio. Éste es el material en que se ha realizado el nuevo Speedmaster Moonwatch. Por su parte, Roger Dubuis ha patentado el Eon Gold, una aleación de oro 5N 750/1000 que es más resistente a la empañadura al exponerlo a condiciones extremas y que ha dado forma al Excalibur Dr. Woo Monotourbillon. Rolex utiliza exclusivamente oro de 18 kilates, una aleación formada por 750‰ (milésimas) de oro puro, más la combinación exacta de elementos como plata y cobre, necesaria para producir los diferentes tipos de oro: amarillo, blanco y Everose, una aleación de oro rosa exclusiva de la casa. En cuanto al oro rojo empleado por Panerai, se trata de una aleación con un porcentaje de cobre más alto del habitual, que le da un color particularmente intenso, y una pequeña cantidad de platino que ayuda a prevenir la oxidación. Actualmente, Panerai propone una amplia selección de relojes fabricados con el innovador material Goldtech, un tipo de oro que destaca por sus elevados porcentajes de cobre y platino, metales responsables de su intenso color y su alta resistencia al óxido. Pero volviendo al oro amarillo, la lista de relojes realizados en este material es larga y variada: desde el cincuentañero Royal Oak Jumbo de Audemars Piguet, hasta los seis modelos de la Yellow Gold Collection de Hublot, pasando por los clásicos Pasha (el primero que apostó por el ochentero oro amarillo hace dos años) y Tank de Cartier o varios modelos de Bulgari y Rolex. Hasta la híper deportiva firma TAG Heuer apuesta por el bicolor (acero y oro amarillo) para algunos modelos Aquaracer. Y es que en esta rueda del tiempo todo muta y todo vuelve y, al igual que firmas como Piaget, Patek Philippe o Vacheron Constantin, por poner un ejemplo, tardaron siglos en crear un reloj de acero, quizá las actuales también recorran un tramo muy largo antes de volver a los modelos todoterreno e inoxidables. es periodista experta en relojería y colaboradora de G Q .

BEATRIZ ROLDÁN

ILUSTRACIÓN: 4.12 STUDIO. FOTOGRAFÍA DEL RELOJ: CORTESÍA DE AUDEMARS PIGUET.

OPINIÓN


GQ World Fragancias

El club de los chicos malos abre el cupo de admisión Bad Boy Cobalt es la nueva fragancia de la exitosa franquicia de Carolina Herrera. P o r H É C T O R IZQUIERDO

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años en el mercado, durante los cuales ya ha experimentado dos mutaciones —una que la ha dotado de más intensidad, llamada Le Parfum, y otra que ha sido una edición limitada apellidada Superstars—, Bad Boy de Carolina Herrera ya se puede considerar todo un éxito. Y, como suele ocurrir con las fragancias que se abren camino en el gusto masivo de su tiempo, sin duda va a seguir teniendo distintas declinaciones en el futuro que interpretarán su frasco y su jugo. La última en llegar a las perfumerías es Bad Boy Cobalt, futo de la colaboración entre Carolina A. Herrera, directora creativa de fragancias de la casa, y la perfumista Domitille Michalon-Bertier. La idea inicial, por supuesto, era conseguir un acorde mineral que infusionara toda la creación, sin perder su identidad masculina y sexy. Finalmente, este acorde, llamado Magic Spark Elixir —de tonos cítricos y terrosos—, se combina con la pimienta rosa y la lavanda para crear

FOTOGRAFÍA: 4.12 STUDIO.

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Carlina Herrera Bad Boy Cobalt Eau de Parfum Électrique. (100 ml, 104 €).

una salida chispeante y aromática. El geranio y la ciruela negra le dan el toque floral y jugoso al corazón. Mientras que, en el fondo, los acordes de trufa, vetiver y madera de cedro lo impregnan todo de una masculinidad clásica —lo cual tiene su lógica, pues el concepto del lanzamiento está basado en la idea de la hermandad entre caballeros—. El color del frasco, por su parte, se transforma en un degradado de azul

que transita, como no puede ser de otra manera, por los tonos cobalto. Por último, y como queda dicho, Bad Boy Cobalt Eau de Parfum Électrique nace para celebrar la fraternidad; y, en ese espíritu, cuenta con cuatro embajadores de excepción: Josh Upshaw, Ty Ogunkoya, Eric Martin y Aiden Andrews. HÉCTOR IZQUIERDO

es redactor

jefe de G Q .

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Nicolas Cage. Pág.56

André Ricard. Pág.120

Cillian Murphy. Pág.80

Justin H. Min. Pág.72

Maxi Iglesias. Pág.88

Philippe Starck. Pág.110 Tamar Novas. Pág.94

Paul Harnden. Pág.106

Cambio climático. Pág.98

Semana Santa. Pág.112



Es uno de los grandes actores de

Por Gabriella Paiella Fotografías: Jason Nocito Estilismo: Simon Rasmussen


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Abrigo y gafas de sol Balenciaga. Camiseta Saint Laurent by Anthony Vaccarello. Pantalones vintage Helmut Lang del David Casavant Archive. Cinturón y hebilla Kieselstein-Cord. Botas Nick Fouquet x Lucchese. Reloj TAG Heuer. Collar Chrome Hearts. En todas las páginas, lleva un anillo propio en la mano izquierda. → PÁGINA SIGUIENTE:

Chaqueta, sudadera con capucha y collar (abajo) Balenciaga. Collar (arriba) Vitaly.

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La Franja de Las Vegas, en el interior de una tranquila urbanización cerrada, subiendo por un camino de ladrillos rojos flanqueado por palmeras que parecen rozar el cielo del Desierto de Mojave, vive el hombre que, dicen, amasó y perdió una fortuna de casi 140 millones de euros; que poseyó castillos en Europa, la casa embrujada más grande de Estados Unidos, el Lamborghini del Sah de Irán, dos cobras reales albinas y una serpiente bicéfala. El hombre que tuvo que devolver su preciado cráneo de dinosaurio tras enterarse de que había sido robado en Mongolia; el que un buen día decidió correrse una aventura y buscar el Santo Grial; el que, cuando su original existencia llegue a su fin, descansará en un cementerio de Nueva Orleans bajo una enorme lápida piramidal. La puerta se abre y aparece Nicolas Cage vestido con un traje de kung-fu. “Éste es mi traje de kung-fu Wing Chun”, me explica dándome la bienvenida y ofreciéndome una taza de café. “Estudié con Jim Lau, mi shifu, cuando tenía 12 años porque era un gran fan de Bruce Lee. Es como mi uniforme para relajarme”. Habla en voz baja, arrastrando las palabras con actitud meditativa, imbuyéndolas de profundidad filosófica. Escuchar a Nicolas Cage hablar de su ropa para distenderse es como escuchar a alguien reflexionando sobre el cosmos. “Todavía estoy decorando, así que disculpa”, dice, mientras caminamos a través de su casa. Un imponente reloj de caoba suena cada media hora. Unos majestuosos dragones de bronce hacen guardia en el pasillo, de cuyas paredes color berenjena salen brazos lacados que sostienen antorchas para iluminar el camino. Avanzamos sobre una alfombra persa de colores intensos y abigarrados. El techo, del que cuelga un candelabro de cristal, está decorado con un póster original de La mujer y el monstruo. Y frente a nosotros hay una fotografía enorme de Prince haciendo skate en pantalones cortos y con una camiseta de tirantes de Batman. Ya en el corazón de la casa, un dibujo a carboncillo de su difunto padre, August Floyd Coppola, preside la chimenea. Cage se mudó a esta casa el verano pasado, pero se instaló en Las Vegas en 2006 porque no se pagan impuestos estatales. No tardó en apreciar el ritmo de vida de una ciudad pequeña y la posibilidad que le brindaba de desaparecer del radar. “En muchos sentidos”, me dice, “mudarme aquí fue mi salvación”. Su mejor amigo me estudia desde una silla. Tiene el porte de un emperador, con su elegante melena de cabello gris, sus sabios ojos dorados y su espléndida cola. Sí, es un gato. Un mapache de Maine llamado Merlin. “Es muy amable y muy cariñoso”, me repite Cage varias veces. “A veces, cuando estoy durmiendo, me rodea con el brazo y pienso que es mi esposa y le digo: ‘Oh, Riko...’. Pero es Merlin”. El dueño de su tienda de mascotas favorita falleció recientemente y Cage se hizo cargo de un par de tortugas y de un pez con un ojo vago que se habían quedado ahí en el limbo. Viven en varios acuarios dispuestos por la cocina y las barras de bar (su Oscar también anda por ahí). “Mi trabajo es cuidarlos, asegurarme de que están felices y a salvo”, dice mientras vemos nadar a una tortuga de agua dulce. “En algún momento, tendré que donarla, como hice con mi serpiente de dos cabezas, que ahora está en el Zoológico de Audubon”. Podría decirse que la serpiente se le apareció en un sueño, aunque más que con un reptil, soñó con águilas bicéfalas. Al día siguiente, un tipo le llamó para ofrecerle un ejemplar de serpiente por unos 74.000 euros. Aceptó de inmediato, pero después comprobó que para alimentarla tenía que poner una espátula entre las cabezas para evitar que se pelearan por la comida, y eso suponía mucho trabajo, así que se la llevó al zoológico, donde falleció recientemente a la avanzada edad de 14 años. Con Cage es muy fácil sentir que tu espíritu está levitando un centímetro por encima de tu cuerpo mientras escuchas absorta anécdotas que sólo le pueden haber pasado a una persona como él. ¿Acaso no era esto lo que buscaba? ¿Visitar su guarida encantada para hablar de serpientes, cráneos y otras rarezas —y quizás cortarme levemente con una espada de samurai o algo parecido— para después poder escribir sobre serpientes, cráneos y otras rarezas?

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Sin embargo, encontré algo más sorprendente: un ser humano que ha bajado a los infiernos en varias ocasiones, muchas de ellas conocidas por el público, muchas otras no, pero de las que ha emergido entendiendo mejor su vida y entendiéndose mejor a sí mismo. En invierno pasó mucho tiempo en casa leyendo guiones, viendo películas y preparándose para la llegada del bebé que tendrá con Riko Shibata, con quien se casó hace un año. Ya han elegido el nombre: Akira Francesco si es niño y Lennon Augie si es niña. “Augie era el apodo de mi padre. Y de mi tío” —el cineasta Francis Ford Coppola—, “pero se cambió el nombre a Francesco”, dice mostrándome emocionado la imagen de una ecografía que se hizo Riko a los dos meses de embarazo y que guarda en el teléfono. “Es encantadora. Es como un pequeño edamame. Una alubita”. Nos quedamos en su salón, donde, una taza de café tras otra, trataré de encajar a la persona sensible y consciente de sí misma que tengo delante con el ridículo mito que se ha creado en torno a su figura y que flota en nuestro imaginario colectivo. Y él, a su vez, me explicará todo lo que es aparentemente inexplicable sobre Nicolas Cage. Pero primero quiero conocer a su cuervo parlante. Se llama Huginn y Cage dice que lo suyo fue “amor a primera vista”. Vuela en picado desde el exterior de una cúpula geodésica enorme y nos acercamos un poco más para verlo mejor. Tiene un plumaje de un negro reluciente, excepto en el pecho, que es de un sorprendente blanco puro. Se posa sobre una percha a la altura de nuestros ojos y sostengo la respiración. “Huginn, te presento a Gabriella”, dice Cage. “Hola”, dice Huginn. veo a Cage claramente y de frente por primera vez. Tiene 58 años. Es alto y aún delgado. Tiene el pelo oscuro y bastante corto. La cara que hemos visto durante prácticamente toda la vida se ha suavizado con la edad. Es un rostro caleidoscópico: el más leve cambio de expresión o de iluminación revela a uno de sus personajes: el panadero exaltado con una mano de madera en Hechizo de luna, el guionista alcohólico que toca fondo en Adiós a Las Vegas, el paramédico quemado en Vidas al límite, el afable expresidiario de Arizona Baby, el otro afable expresidiario de Con Air, el buen policía de Te puede pasar a ti, el mal policía de Teniente corrupto, el villano y el héroe que se cambian la cara gracias a los avances científicos de los 90 de Cara a cara, o el Charlie Kaufman de Adaptation. El ladrón de orquídeas. Un par de pobladas cejas enmarcan los ojos azules más trabajadores de la industria. “Existe un conflicto espiritual entre los ojos de Nick y su cara”, me dijo Martin Scorsese. “Es un conflicto abierto, visible, que deja traslucir un malestar absoluto y un cuestionamiento interno: ¿Me podré salvar? ¿He hecho lo suficiente?”. La redención parece haberle llegado por fin a Cage. Tras amasar una deuda por valor EN EL SALÓN,


de millones de dólares y de trabajar después a destajo para quitársela de encima, ha protagonizado muchas películas —demasiadas quizás—, reforzando la idea de que, a lo mejor, un poco loco sí que estaba. Y sin embargo, durante los 12 años posteriores a la muerte de su padre, a quien tenía en gran estima; del caos que supuso acercarse al abismo de la bancarrota y del rechazo que sufrió por parte de los grandes estudios de Hollywood, Cage no ha dejado de darnos pruebas, a través de proyectos pequeños, de lo brillante que es como actor. En Mandy (2018), interpreta a un leñador que reside en el bosque, afligido porque ha perdido todo lo que ama. En Pig (2021), se mete en la piel de un desconsolado chef que vive también en el bosque y que también ha perdido todo lo que ama. Con estas dos películas nos ha recordado lo que siempre hemos sabido: que Nicolas Cage es uno de los mejores actores vivos que existen. Es en este momento y contexto en el que el pasado y el presente, lo real y lo falso, se darán cita en su nueva película: El peso del talento. En 2019, Cage recibió una carta del cineasta Tom Gormican con una propuesta. Gormican y el escritor Kevin Etten habían finalizado un guion y querían que Cage participara en la película. Interpretaría a un personaje llamado Nick Cage, una estrella del cine de acción venida a menos y sin suerte que se ve involucrada en un plan de la CIA para capturar a un traficante internacional de armas. Gracias a la tecnología, a Cage le quitan años de encima para interpretar a su segundo personaje, una versión de sí mismo mucho más joven, salvaje y molona que se hace llamar Nicky. Cage no tenía muy claro si quería adentrarse tanto en sí mismo para interpretar ese papel. “Tom siempre decía que el Nick Cage neurótico es el mejor Nick Cage”, me cuenta. “Pero yo insistía en que no todo en mí es neurosis. Paso mucho tiempo tranquilo en casa, sentado en el sofá, viendo la televisión o leyendo un libro de Murakami”. Tenía miedo de convertirse en un chiste y no le hacía ninguna gracia que el personaje fuera un padre narcisista y distante. Pero también le atraía la idea de poder recordar al público que tiene una vis cómica y al final decidió incluso convertirse en productor de la película, que distribuirá Lionsgate. Los grandes estudios no tenían fe en Nicolas Cage el actor, pero sí, al parecer, en su personalidad. Una fe en cantidades industriales. Esa personalidad nos ha acompañado desde que su carrera empezó a despuntar a finales de los años 80 y principios de los 90. Al comienzo, estaba desatado. Basta recordar la gira de promoción de Corazón Salvaje, el febril sueño de David Lynch. Cage hizo su entrada en el programa de televisión británico Wogan dando volteretas y patadas de kárate; después se quitó la camiseta y terminó la entrevista envuelto en sudor y mostrando el pecho bajo una cazadora de cuero. (La primera pregunta de Wogan fue: “¿Sueles entusiarmarte mucho?”). En El peso del talento, Nicky hace gala de un estilo bastante similar. “Nicolas nos decía: ‘Cada vez que lo recuerdo… Qué mal me cae ese yo”, me contó Gormican. Conmigo, Cage tira de cautela porque ya no quiere ser ese tipo. No ha querido serlo desde que tuvo su primer hijo, a los 26 años. (Cage tiene dos vástagos, Weston, de 31 años, y Kal-El, de 16). “Es verdad que hubo momentos en los que se me fue la pinza e hice alguna salvajada, pero casi todo estaba pensado”, dice. “Mucha gente decidió que estaba un poco chiflado, lo cual fue divertido al principio”. Después, desde mediados de los 90 hasta mediados de los 2000, Cage se convirtió en uno de los protagonistas más rentables de Hollywood, pero finalizada esa racha comenzó a perder el control de su imagen pública. Primero fue YouTube, después una red social tras otra. Cuando, alrededor de 2010, su carrera y sus finanzas comenzaron a resentirse, Internet entró en un frenesí. Aunque extravagantes, sus interpretaciones encajaban con el tono de

sí, sí que me importaba.” 6 0

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las películas, pero se sacaron de contexto y se reunieron bajo rúbricas como ‘Nicolas Cage perdiendo el control’, ‘40 vídeos de Nicolas Cage gritando sin parar durante un minuto’ o ‘Nicolas Cage: sus mejores idas de olla (versión SIN CENSURA)’. Millones de visualizaciones después, toda una vida entregada a la gran pantalla quedó reducida a una farsa. Nicolas Cage se convirtió en una suerte de meme infinito. Las redes sociales se propusieron buscar al Cage más estrafalario y lo encontraban, pongamos que hablando de consumir setas con su gato en el programa de David Letterman o diciéndole a un periodista que una vez le acosó un mimo, lo cual incitaba a la búsqueda de más vídeos de Cage siendo más estrambótico aún. Aaron Stewart-Ahn, el coguionista de Mandy, me contó que, en 2017, estando de rodaje en un bosque de Bélgica, le preguntó qué había hecho el fin de semana. Cage solía responder que se había dedicado a ver cine raro de otros países, pero, en esa ocasión, se había ido a Kazajistán para asistir a un festival de cine. Se hizo viral una foto de Cage ataviado con un atuendo tradicional Kazajo, que después se insertó en cientos de contextos absurdos. “Nick me dijo: ‘He ido a Kazajistán y me he convertido en un puto meme”, recuerda Stewart-Ahn. “Después me pidió que le sacara una foto ahí mismo, en el bosque, con la cara ensangrentada, y que hiciéramos un meme de verdad para publicarlo en internet”. Al principio, cuando vio todas aquellas superposiciones e imágenes photoshopeadas, se ofendió, pero terminó aceptándolo. “No puedes resistirte mucho a ciertas cosas”, dice encogiéndose de hombros. Para ser justos, internet lo ha convertido, a su manera, en un personaje más querido aún. Rara vez un actor ha inspirado una afición tan ávida y reverente. En el subreddit dedicado a Cage r/onetruegod (El verdadero Dios), los fans lo adoran: se tatúan su cara, asisten a sesiones maratonianas de sus películas que pueden durar todo el día, para después descansar sobre almohadas estampadas con su rostro y adornadas con lentejuelas. Eso no significa que, en 2022, se sienta del todo cómodo con su imagen pública. Durante un tiempo, Saturday Night Live incluyó un segmento en el que Andy Samberg encarnaba una versión jovialmente psicótica del actor. En 2012, Cage se armó de coraje y apareció junto a Samberg en un sketch que hacía referencia a La búsqueda [película de 2004 en la que interpreta a un ingeniero que busca un presunto tesoro escondido por los padres fundadores de Estados Unidos], en el que suelta: “¡Hagamos un trío con la Declaración de Independencia!”. Dice que SNL lo ha invitado como anfitrión esta primavera, pero no está muy seguro. “Me dan ganas de decir: ‘¿Por qué no llamáis a Andy Samberg? Creo que está libre”. Le pregunto si ve en El peso del talento una oportunidad para recuperar el control de su imagen memeificada y decir la última palabra. ¿Acaso hay algo que pueda superar a Nick Cage interpretando a Nick Cage? “En la película hay algo de eso. Creo que fue una forma de aceptar lo que había pasado”, dice.


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Incluso hubo momentos en los que quiso llevar la idea más lejos. Hay una escena en la que los dos Cages, el joven y el mayor, se besan. “Eso fue idea de Nick”, me dijo Gormican. “Se suponía que lo tenía que besar en la mejilla, pero me dijo que prefería un morreo”. Aunque Cage se ha mostrado cada vez más dispuesto a participar del fervor sobre su persona, no termina de encajar ciertas cosas. “No entiendo del todo la fascinación por mi cara o por mis expresiones faciales de esos memes”, dice. Los estudios están promocionando una campaña de El peso del talento en Walmart, me cuenta, que consiste en poner su cara con ayuda de Photoshop en carteles de otras películas de Lionsgate, desde John Wick a Terminator 2. “Vale, les dije, como queráis, pero ¿por qué?”, se pregunta algo desconcertado. cinco años y aún era conocido como Nicolas Kim Coppola, visitó un día a su abuelo Carmine Coppola, el compositor. Encima de una mesa, vio una bandeja con un rostro pintado en la superficie y le preguntó a su abuelo quién era. Carmine le dijo que era un compositor llamado Beethoven. “Y le pregunté: ‘¿Era bueno?”, recuerda. “Y me contestó: ‘Tan bueno como yo’. Me fui a casa y se lo conté a mi padre, que se cogió un cabreo tremendo”. Carmine no sería Beethoven, pero sí ganó un Oscar por la banda sonora de El Padrino II, dirigida por su hijo Francis y protagonizada por su hija Talia Shire. (De niño, Cage correteaba por el plató con sus primos). Nicolas Cage nació en Long Beach, California, en esta familia de eruditos y talentos que moldearía su carácter y lo influenciaría de manera indeleble, en especial su padre August, profesor de literatura comparada. “Era siempre el más listo del lugar”, dice Cage. “Lo sabía y se aseguraba de que lo supiéramos también”. Mientras criaba a Cage y a sus dos hermanos mayores prácticamente solo, August le ponía películas de Fellini y cine expresionista alemán. Su madre, una exbailarina y coreógrafa llamada Joy Vogelsang, estuvo internada por esquizofrenia y depresión durante gran parte de la niñez de Cage. August y Joy se divorciaron cuando tenía 12 años. Cage veía a su madre hablar con las paredes, pero decidió tomárselo con surrealismo. “Pude haberlo interpretado como algo malo”, dice. “Pero la veía y pensaba: ‘Esto es realmente interesante”. Su padre fue quien fomentó en Cage el amor por el cine, pero gracias al poder que su tío tenía en la industria conoció el fascinante ambiente del Nuevo Hollywood. Al salir de una proyección de Apocalipsis Now, se encontró de cara con un Dennis Hopper ataviado con sombrero de vaquero que le preguntó por su tipo de música favorita. “Le dije que me gustaba la música clásica, y me respondió: ‘Anda, pues tienes que CUANDO CAGE TENÍA

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escuchar El amor de las tres naranjas de Prokofiev”, cuenta. “Tenía como mucho interés en que lo escuchara. Me pareció un tipo con muy buen corazón”. Francis le dio algunos de sus primeros papeles, pero, para evitar acusaciones de nepotismo, tomó una decisión con la que pondría la primera piedra de la construcción de su mito: se cambió el apellido a Cage, inspirado por el compositor avant-garde John Cage y por el superhéroe negro Luke Cage. De joven, tenía una particular noción de sí mismo que estaba resuelto a mostrar: “Yo tenía algo más allá de haber nacido en la familia Coppola, una forma única de sentir y ver las cosas”. A partir de ahí, se pasaría los siguientes 40 años de su vida en platós de cine. Resulta difícil imaginarse una consecuencia más congruente. “Nick es un actor nato”, me dijo Oliver Stone, quien lo dirigió en World Trade Center y en Snowden. “Si no actuara, no sé qué otra cosa podría hacer”. “Si Nick no hubiera sido una estrella de cine, habría sido presidente”, me dijo Alex Wolfff, coprotagonista de Pig. “Es una esfera mágica que se supone que tiene que hacer cosas mágicas”. Cuando era un veinteañero, hizo de todo para salir del montón. Es famosa la anécdota del rodaje de la comedia de horror experimental El beso del vampiro (1988), en la que interpreta a un yupi agente literario llamado Peter Loew que cree que es un vampiro, y durante el cuál insistió en comerse una cucaracha viva en una escena. (Ahora dice que se siente mal por el bicho). En Peter reflejó cualidades de sus padres: hablaba con las paredes como su madre con el acento de su padre. Sigue siendo mi película favorita de todas las que ha hecho. Estaba tan decidido a ir más allá, que en un principio declinó hacer Hechizo de luna porque le parecía una comedia romántica poco arriesgada. (Recordemos que es la película cuyo personaje aparece por primera vez cubierto de sudor, con una mano de madera y gritando desaforado: “¡Tráeme el cuchillo grande!”). “Ahora la veo y tengo claro que es una de mis películas favoritas en las que he actuado”, dice. “Además, me gusta que se represente a los italoamericanos como una familia bien avenida, y no sólo como mafiosos”. Antes de ganar el Oscar en 1996 por su crudo e íntimo retrato de un hombre que se alcoholiza hasta la muerte en Adiós a Las Vegas, película con un presupuesto de tres millones de euros, un hada madrina llamada Jerry Bruckheimer lo eligió para actuar junto a Sean Connery en The Rock, lo que supondría el inicio de su etapa como protagonista de películas comerciales. “Es simplemente maravilloso”, me dice Bruckheimer. “Nunca sabes por dónde va a salir”. Incluso en películas de gran presupuesto, con persecuciones de coches y aparatosas explosiones, Cage siempre trataba de canalizar el espíritu del cine mudo alemán. El actor se ríe mientras recuerda cómo insufló de ese espíritu a Castor Troy en Cara a cara: “John Travola dijo: ‘Ah, vale, que vamos a hacer ese tipo de interpretación”.


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Cage se convirtió en una superestrella de cine, en una un tanto barroca y de ojos tristes, pero una superestrella al fin y al cabo. El director David Gordon Green, que trabajó con Cage en Joe (2012), me contó una vez que, durante un viaje por el sur de Estados Unidos, pararon en un bar de moteros. “Estábamos tomando algo y vemos que se acerca un tipo. Te esperas que le diga algo como: ‘Ey, tío, soy muy fan de Cara a cara’, o ‘Con Air es lo más’, pero va y suelta: ‘Sólo quería decirte lo mucho que me gustó La mandolina del capitán Corelli”. Pese a los tropiezos que dio durante la década pasada, es fácil pasar por alto que Cage siempre ha estado un paso por delante. ¿El beso del vampiro? No ganó dinero, pero ahora es un clásico de culto. ¿Hechizo de luna? Trés décadas después de su estreno, es difícil no tropezarse con una milenial en Brooklyn a la que no le ponga Ronny Cammareri. ¿Que todas sus interpretaciones son exageradas y pomposas? Un reciente artículo de tendencias publicado en The New York Times señalaba que los actores están evitando la naturalidad en pos de un estilo más operístico. Quizá la forma más sencilla de definir a Cage es que es un hombre franco en un mundo irónico. “No hay ni pizca de cinismo ni de ironía en él”, me dijo Michael Sarnoski, director de Pig. Roger Ebert escribió una vez sobre su “estremecimiento interior”, sobre el hecho de que es “siempre muy sincero. Y no importa lo inverosímil que sea su personaje, nunca guiña el ojo al público”. Nos lo venía diciendo desde hace tiempo. ¿Recuerdan su discurso cuando ganó el Oscar? “Sé que no mola decirlo”, admitió, agarrando con fuerza la estatuilla, “pero me encanta actuar”. Nada en Cage es artificio. Ni el traje de kung-fu, ni el cuervo parlante. Es un excéntrico nato, un inconformista de los que ya no quedan en el panorama cada vez más banal de las celebridades estadounidenses. Nunca publica en redes sociales acompañando su cara de un texto autocrítico o inspirador, ni suelta comentarios escuetos en la alfombra roja. Este hombre es físicamente incapaz de ser sucinto.

“Nick es majísimo, muy buena persona, y creo que la gente no lo entiende”, me dijo John Woo, director de Cara a cara. “Algunos dicen que es muy raro, pero yo no lo veo así. Creo que es un tío bastante normal y que sólo necesita un amigo, es todo”. Todas las personas con las que he hablado que han trabajado con Cage en las dos últimas décadas me han dicho lo mismo, que la gente quiere cotilleos extravagantes sobre Nicolas Cage, pero que en el plató es muy concienzudo y trabajador”. “Siempre está muy centrado cuando trabaja”, me dijo el director de El peso del talento. “Hacía ejercicio de 3:00 a 4:30 de la mañana y después leía el guion y me enviaba una lista de preguntas, ideas y comentarios para el rodaje del día siguiente”. Kevin Etten, el coguionista de la película, dijo que era “probablemente el actor más trabajador que conocía”. “Es profundamente detallista, y eso no suele ser habitual”, me dijo David Gordon Green. “Siempre te pregunta: ‘¿Qué necesitas? ¿Qué haces el domingo? Quedemos y hablemos”, cuenta Green, y hace una pausa. “¡Cage se lleva su propio cuchillo de sierra cuando va a restaurantes a comer carne! Me parece genial. Te vas con Nick a comer un solomillo y va y saca un precioso cuchillo con el mango tallado a mano”. A L G O Q U E C A G E quiere dejar claro, y es que la culpa de su ruina no la tuvieron los cráneos de dinosaurios, en concreto aquel ejemplar de Tyrannosaurus bataar que le costó más de 250.000 euros y que, según dicen, le ganó a Leonardo Dicaprio en una subasta. Poco después tuvo que entregárselo al Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos porque había sido robado en Mongolia. Lo que le llevó a la quiebra fueron una serie de malas inversiones inmobiliarias. La mansión LaLaurie de Nueva Orleans, que estaba supuestamente embrujada. La hacienda Gray Craig de Rhode Island. La isla Leaf Cay de las Bahamas. Tenía más hipotecas de las que podía pagar y una burbuja que le reventó en la cara, como a todos los demás. “Nunca me ha dado por invertir en bolsa porque para mí es como una apuesta y me parece peligroso, pero al menos de una acción puedes deshacerte”, dice reflexionando sobre la crisis de 2008. “Con los bienes raíces la cosa no es tan fácil ni tan rápida”. En 2009, demandó a su antiguo administrador por, supuestamente, “haber provocado su ruina financiera”. El administrador contraatacó con una demanda en la que establecía que el despilfarro del actor era incontrolable. Al año siguiente, se informó de que ambas demandas habían sido desestimadas. Sea como fuere, Cage le debía al fisco alrededor de 13 millones de euros y unos cuantos millones más a varios acreedores. Aunque a lo largo de su carrera ha llegado a ganar 20 millones de euros por película, Cage no creció nadando en la abundancia. Antes de dirigir al actor en La búsqueda, Jon Turteltaub fue su compañero en el instituto Beverly Hills High. “Era un poco ajeno a aquel ambiente”, HAY


me dijo. “Vivía en un apartamento con su padre, no en una casa, y no tenía esa pátina de niño rico. En cierto modo, le funcionaba muy bien porque le hacía diferente y más interesante. Pero creo que se sentía un poco desconectado”. En casa tampoco había mucho dinero. Cage veía a su tío Francis rodeado de lujos en el Valle de Napa, donde vivió con él durante una temporada. En antiguas entrevistas, Cage se compara con Heathcliff, el intrigante huérfano de Cumbres Borrascosas. “No me digas”, dice con tono quejoso cuando se lo menciono. “Estaría fascinado por el estilo de vida de mi tío. Mi padre tenía un sueldo de profesor. Vivíamos en una casa pequeña en Long Beach, que a mí me encantaba, pero nada que ver con la casa de mi tío. No sabía cuánto costaban las cosas. Sólo me gustaba el aspecto que tenían”. Cage terminaría ganando dinero suficiente para comprar esas cosas que tanto le gustaba mirar. También le compró una casa a su padre en Newport Beach. “Era el paraíso. Solíamos ir a comer oreja de mar y a beber Martinis a 21 Oceanfront”, dice. “Sabía que le estaba haciendo un poco más feliz antes de que se marchara”. Cuando Cage era más joven, las cosas entre ellos no fueron fáciles, pero al final hicieron las paces. “Éramos nuestros mejores amigos”, cuenta. “Mantuvimos una gran relación durante años. Por eso su fallecimiento me dejó devastado. Mi padre solía decirme: ‘Nicolas, ¿con quién vas a hablar cuando me muera?”. ¿Y con quién hablaste? Sonríe. “Lo intenté con Francesco, pero no sé, creo que soy un poco pesado”. Tras el fallecimiento de su padre y de su ruina financiera, su vida se convirtió en una odisea para hacer el mayor número de películas posible por la mayor cantidad de dinero posible y así saldar sus deudas. La sinopsis de alguna de aquellas películas comenzaba así: “John Milton se escapa del infierno, llevándose consigo el arma de Satán”. Cage hizo 46 películas en esa época, una experiencia que compara con estar subido a “una cinta transportadora”. (Durante ese mismo período, Brad Pitt hizo 19 películas; Tom Cruise, 11; y Leonardo DiCaprio, 9). Cage es muy claro cuando explica cómo pasó de protagonizar películas taquilleras a hacer películas para vídeo bajo demanda. “El teléfono dejó de sonar”, dice. “Fue como: ‘¿A qué te refieres con que no se hará La búsqueda 3?’. Han pasado 14 años. ¿Por qué no?”. A veces se andaban con rodeos, pero sabía cuál era el asunto que todos evitaban mencionar. “Vale, Ghost Rider. El motorista fantasma fue un fracaso de taquilla, y Furia ciega pasó sin pena ni gloria”. Con el bache en su carrera comenzaron también los problemas en su vida personal: embriaguez pública, un divorcio tras 12 años de matrimonio; una boda que anuló a los cuatro días alegando que se casó bajo los efectos del alcohol; vídeos publicados por TMZ en los que lo daba todo en un karaoke después de aquel mal trago. Pero había más cosas que no veíamos. Aún guardaba duelo por su padre y estaba cuidando a su madre anciana. “Me perseguían mis acreedores y el fisco, y para evitar meter a mi madre en un psiquiátrico tenía que desembolsar 20.000 euros; no podía con todo a la vez”, me dice. Cage tenía claro que nunca se declararía en bancarrota, pese a que le aconsejaban lo contrario. Y quiere rebatir una concepción falsa sobre el trabajo que tuvo que realizar para evitarlo. “Hacía cuatro películas al año, una tras otra, pero tenía que encontrar algo en ellas que me motivara para darlo todo”, señala. “No funcionó ninguna. Algunas fueron increíbles, como Mandy, pero otras fueron un fracaso. Lo que quiero dejar claro es que puse todo mi entusiasmo en todas. La gente pensaba no me importaba mucho lo que hacía, pero sí, sí que me importaba”. Al final le salieron las cuentas y hace cerca de un año y medio terminó de pagar todas sus deudas. Y lo hizo gracias a la intervención de una suerte de trato fáustico: el papel que le permitiría firmar ese cheque a hacienda consistía en interpretarse a sí mismo. en Nueva Orleans una noche lluviosa y oscura. El personal del Antoine’s, un clásico restaurante del barrio francés, vibra de emoción, como si estuvieran recibiendo a un dignatario extranjero. Cage se desliza por la puerta. Lleva una chaqueta de ante verde esmeralda y, antes siquiera de sentarnos, pide un Baked Alaska [un postre a base de helado cubierto con láminas de bizcocho y merengue] para que lo pruebe. Parece diez centímetros más alto. Está en su salsa, listo para

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Camiseta Givenchy. Pantalones Dolce & Gabbana. Botas Nick Fouquet x Lucchese. Gafas de sol Carolina Lemke. Reloj Bulgari. Brazalete Chrome Hearts.


Cazadora Tom Ford. Camisa de tirantes David Samuel Menkes Leather. Pantalones Dolce & Gabbana. Cinturón Chrome Hearts. Botas Nick Fouquet x Lucchese. Gafas Rhude x Thierry Lasry. Anillo propio.

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“como la idea de que estoy loco, que a la gente le encanta pensar, pero siempre digo que no puedes sobrevivir 43 años en Hollywood ni protagonizar más de 120 películas si estás loco. No te van a meter en una camisa de fuerza. No trabajarías nunca”, afirma. “Tienes que estar bien de salud”, agrega. “Mi doctor dice que tengo el hígado de un chaval de 13 años”. A lo largo de la cena, bebe bastante Coca-Cola Cero y café solo como para llenar el Mississipi, pero se contiene como un monje ante las ostras a la brasa y los cangrejos de caparazón blando que ha pedido. (“La verdad es que ahora mismo esto lo tengo excluido de la dieta”, dice con un suspiro. “Estoy intentando perder peso para convertirme en el Delgado Duque Blanco, es decir, en Drácula”). El alcohol está descartado cuando trabaja. “Me tengo que concentrar, y beber me provoca ansiedad”, dice. “Es más difícil recordar un diálogo”. ¿Cómo, entonces, explica sus episodios de embriaguez? “No suelo beber”, dice, “y cuando pierdes la práctica, es más fácil liarla”. Sus matrimonios ocupan un lugar visible en el imaginario público creado en torno a su persona. Su quinta esposa, Shibata, tiene 27 años. “Soy un romántico, y cuando estoy enamorado quiero dárselo todo a esa persona”, dice. “Es mi manera de expresarme y de decir: ‘Te amo. Quiero pasar el resto de mi vida contigo’. Lo es todo para mí”. Mueve la cabeza de un lado a otro mirando su plato y hablando consigo mismo. “A lo que me refiero es a que esto no sucederá otra vez, a que es la definitiva”. Piensa en su nuevo comienzo, en cómo probablemente no habría hecho algo como Pig, el papel que ha roto su mala racha, de haber seguido haciendo películas taquilleras. En cómo, después de más de 100 películas, fue la primera vez que sintió que ya era un actor consumado. “Sean Connery solía decirme: ‘Tienes que saber cómo entrar en un lugar. Cuando entras, tienen que darse cuenta”, me dice. “En esa película, sentí precisamente eso”. Cage quiere seguir haciendo cine independiente. “Disfruté más haciendo Pig y Adiós a las Vegas que películas como La búsqueda”, dice. Cuando le digo que Jerry Bruckheimer está trabajando en algo, niega que sea en La búsqueda 3. “Cuando hablo de buenos amigos en Hollywood, no me refiero a Jerry, sino a Disney”, dice. “Son como un transatlántico. Una vez han tomado un rumbo, necesitas un millón de botes remolcadores para que cambien de dirección”. Podría trabajar con su tío Francis Ford Coppola por primera vez desde Peggy Sue se casó (1986), posiblemente un pequeño papel en Megalópolis, el próximo proyecto de su tío. “Estoy siendo extremadamente selectivo”, dice. “Quiero que cada película que haga sea como si fuera la última”. La muerte es insoslayable y él está preparado, pero ahora, además, tiene la oportunidad de reescribir su legado: ha saldado todas sus deudas, ha enderezado su carrera, ha vuelto a casarse y está iniciando una nueva vida. Pero el pasado es aún muy reciente. Él y Shibata contrajeron matrimonio el día del cumpleaños de su padre. Cuando finalmente se fueron de luna de miel, lo hicieron a Venecia, un lugar que encierra otra gran historia. Su padre siempre quiso que sus cenizas fueran esparcidas en el Gran Canal, tarea fácil si aún hubiera tenido el yate que tuvo que vender antes de la muerte de August. Poco después de su fallecimiento, Cage comenzó a tener sueños recurrentes en los que August jugaba en la calle a dar patadas a una lata. Los interpretó como una señal: su padre estaba en el más allá esperando a que su hijo cumpliera su promesa. Así que empaquetó bien la caja con la cenizas y se dirigió al aeropuerto. “Era un manojo de nervios”, dice. “No quería que nada saliera mal, tenía que conseguirlo. Iba de luto total”. En el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles, lo pararon para inspeccionar la caja con las cenizas , pero él insistía: “No, es mi padre. No es una bomba. Es mi padre”. Finalmente pasó y cogió un vuelo a Frankfurt. Cuando aterrizó, conoció a una amable empleada del aeropuerto y alcanzó a ver su nombre en la pechera: ¡Savannah! Ahí vivía su padre antes de mudarse a California. Vale, pensó. Intenta decirme algo. Savannah lo embarcó en un pequeño avión que lo llevaría a Venecia. “Sentía como si estuviera hablando conmigo todo el rato, como si fuera una radio”. Aterrizó y cogió un taxi acuático. Una vez ya en el centenario canal, pudo respirar tranquilo. “Era la medianoche del día de Halloween y había luna llena”, cuenta. “Esparcí las cenizas en el agua”. ¿Y después? “Después empezaron a sonar las campanas de las iglesias, todas a la vez”. Vida. Muerte. Renacimiento. Todo de uno. G A B R I E L L A PA I E L L A

es redactora de GQ.

M A Q U I L L A J E Y P E LU Q U E R Í A : K U M I C R A I G C O N D R . LO R E T TA E N T H E WA L L G R O U P. S A ST R E R Í A : L AU R A S H R E W S B U RY. E ST I L I S M O D E O B J E TO S : C H E R E T H E R I OT. P R O D U C C I Ó N : H E N ’ S TO OT H P R O D U CT I O N S . A G R A D E C I M I E N TO S E S P E C I A L E S A AVERETT RANCH.

convertirse en el centro de atención en una sala de pequeñas dimensiones de paredes rojo rubí y con una vinoteca. Le digo, a modo de cumplido, que me siento como si estuviéramos en el cuento La barrica de amontillado. “He pensado en ese cuento muchas veces cuando visitaba el viñedo de mi tío”, bromea. Se encuentra en la ciudad haciendo la preproducción de Renfield, una película de monstruos dirigida por Chris McKay. Interpretará a Drácula, esta vez de verdad, y tiene una idea de quién será su inspiración. “August Coppola regresará”, dice Cage. “Y lo hará como Drácula”. Hay fantasmas por todas partes. Es lo que sucede cuando tienes un pasado en un lugar. Cage ha vivido en Nueva Orleans y filmado aquí algunas de sus películas más memorables. Aquí es donde “empecé a entender más el mundo romántico”, dice. “Esta ciudad puede tener un lado oscuro, está muy presente. Y la verdad es que puede que nunca me vaya de aquí”. Es lo más seguro porque aquí es donde está su tumba. “De eso no hablo”, dice levantando las manos y riéndose. Le cuento que la visité el día antes y se sorprende, pero asiente: “Bueno, entonces tú sí que puedes hablar”. Vale, aquí vamos. Cuando Cage fallezca, será sepultado en el histórico cementerio No.1 de St. Louis, uno de los lugares más exclusivos de Estados Unidos para pasar el resto de la eternidad. Su tumba es una impecable pirámide blanca de casi tres metros de altura. Voy a verla por la tarde. El sol la baña con una luz dorada que ilumina la inscripción omnia ab uno (Todo de uno). Un cuervo sobrevuela la escultura, aleteando furiosamente mientras el guía turístico dice sobreactuando un poco: “Aquí no están sus restos humanos, ¡pero sí los de su carrera! (“Aunque debo admitir que sus películas han ido mejorando”, rectifica. “Tengo muchas ganas de ver ésa en la que se interpreta a sí mismo”). Cuando nos dispersamos media hora más tarde, le pregunto si conoce algún cotilleo sobre la tumba. Menciona que en el pueblo se dice que un guardia de seguridad vio cómo le caía un rayo, que Cage pagó unos 225.000 euros por ella y que la compró para romper la maldición que le cayó al comprarse la [supuestamente embrujada] mansión LaLaurie. Pero deja claro que no son más que habladurías. La tumba se considera la prueba definitiva de su excentricidad, el ejemplo más palmario de que Nicolas Cage sigue siendo el Nicolas Cage de siempre. Pero aclaremos varias cosas: la adquirió en 2010 (por unos 18.000 euros, por cierto), un año después de que todo empezara a ir cuesta abajo. Que su padre acababa de fallecer. Que detrás de cada uno de sus enigmas las cosas son mucho más simples y que, al menos, las explica: “Dicen que en algunas partes de Asia, como en Corea, hacer planes por adelantado da buena suerte y significa que tendrás una vida saludable. También creo que está bien quitarle presión a tu familia. ¿Quién quiere lidiar con estas cosas cuando alguien fallece?” Es comprensible que no quiera entrar en pormenores, considerando las percepciones erróneas que se forman en torno a su figura,


FOTOGRAFÍAS YOSHIYUKI MATSUMURA

POR YANG-YI GOH

ESTILISMO JON TIETZ

Alcanzó la fama dando vida a un fantasma en The Umbrella Academy, de Netflix. Ahora es un androide en After Yang, en la que le mantiene el pulso a Colin Farrell. En la vida real, es sencillamente Justin: un actor de sensibles dotes, con una ambición profunda y versátil, que trabaja duro a la espera de su momento.


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H. Min ha leído muchos libros de autoayuda últimamente. “Acabo de terminar Hábitos atómicos, de James Clear”, me cuenta mientras recorremos las calles neblinosas, salpicadas de sol, de Los Feliz, en Los Ángeles. Min es un lector voraz —recibió clases de lectura rápida de niño, habla maravillas de la escritora Lydia Davis, y ahora mismo, de hecho, nos dirigimos a su librería favorita, donde alaba la última novela de Kazuo Ishiguro. Pero lo de la autoayuda es nuevo. “Me daban un poco de yuyu”, admite, “pero por alguna razón me estoy enganchando”. En realidad, esa razón parece bastante obvia: a sus 33 años, Min se halla en medio de un camino al estrellato que promete cambiar drásticamente su lugar en el mundo. Ha logrado críticas entusiastas por su personaje protagonista en el drama de ciencia ficción After Yang, de A24, y el próximo verano vuelve con la tercera temporada de The Umbrella Academy, donde Netflix mezcla X-Men con Los Tenenbaums. El valor de Min cotiza alto entre dos públicos extremadamente leales y rentables: los cinéfilos de Twitter y los frikis de los cómics. Es el mejor y más emocionante momento para ser Justin H. Min. Pero Min no ha surgido exactamente de la manera tradicional en Hollywood. Él sabe que ahora es popular —lo demuestran sus 2 millones de seguidores en Instagram—, pero ha pasado los dos últimos años entre confinamientos. El reparto completo de Umbrella estuvo aislado en Toronto durante ocho meses el pasado año bajo estrictos protocolos de Covid. Hubo otras situaciones extrañas: el último marzo,

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en su cumpleaños, Min se despertó con la noticia de que un grupo de fans surcoreanos habían reunido dinero para comprarle una valla en Seúl. “Decía literalmente ‘Feliz cumpleaños Justin’ con una foto mía enorme”, explica, riendo entre dientes. Y luego está el pequeño detalle de ser asiático. Min siempre se ha sentido orgulloso de ser coreanoamericano (la H es de Hong-Kee, su nombre coreano), y su carrera despunta justo cuando Hollywood ha empezado a fichar a actores asiáticos en más y mejores papeles. Pero esa recién descubierta disponibilidad de trabajo, unida al terrible estallido del sentimiento antiasiático desde el comienzo de la pandemia, le obliga a lidiar con su identidad étnica —y lo que significan los papeles que escoge— de una forma que no había vivido antes. Los libros de autoayuda le están… ayudando. “Durante ocho o nueve años estuve en modo de pura supervivencia para encadenar trabajos”, dice Min. “Por primera vez en mi vida, puedo quitar el pie del acelerador un poco e intentar crecer en otros ámbitos”. En otras palabras: si las cosas le siguen yendo bien a Justin H. Min, puede que no estemos sólo ante una nueva superestrella rompecorazones de primera división, sino ante una que se ha estado preparando para su ascenso como nunca antes habíamos visto. Min tuvo una educación típicamente asiaticoamericana en Cerritos, un barrio marcadamente asiático de Los Ángeles. Sus padres emigraron desde Corea del Sur; ya en los Estados Unidos, su padre trabajó para un periódico coreano y su madre abrió una tintorería. “Lo que más recuerdo de mi infancia es que mis padres trabajaban todo el día”, comenta. “Fue duro”. La abuela de Min vivía con la familia y le ayudó a cultivar su afición por las historias en la sobremesa de la cena, “entreteniéndonos con sus emotivos relatos sobre su huida de Corea del Norte, sobre la Guerra de Corea. Me quedaba embelesado”. Pero a diferencia de muchos asiaticoamericanos, Min no creció sintiéndose parte de una minoría. “Mi escuela era predominantemente asiática y coreana”, asegura. “Iba a la iglesia coreana los domingos. Siempre estuve rodeado de mi cultura”. En el colegio, los niños blancos “eran los que intentaban aprender, probaban la comida coreana”. Como consecuencia, nunca se sintió “coartado o inseguro por ser quién era, por mi identidad o mis opiniones”. A los veintitantos, cuando Min decidió probar suerte en la interpretación, fue otra hospitalaria comunidad asiática la que le ayudó a encontrar su camino. Una reunión casual con el equipo de Wong Fu —la productora asiaticoamericana que lanzó a Randall Park y Harry Shum Jr.— derivó en su primer papel protagonista. “Era un anuncio de cubos de basura”, recuerda Min con una sonrisa de superioridad. Era un sketch cómico, financiado por una empresa de cubos de basura, que recibió millones de visitas en YouTube y Facebook. Gracias a ello, Min logró representante. El significado de aquella oportunidad no se le ha olvidado. “Parece una nimiedad”, puntualiza Min, “pero nunca antes habíamos sido protagonistas ni siquiera de un anuncio de cubos de basura. Es importantísimo para nosotros acceder a esos espacios, experimentar, probar cosas y mostrarle al mundo lo que podemos hacer. Permite a la gente vernos fuera de esos círculos asiáticos”. Con el tiempo, la confianza que Min adquirió al crecer y trabajar en ambientes liderados por asiáticos se trasladó a su labor en Hollywood. “Cuando llegué a esta industria me di cuenta de que estaba dominada por una mayoría blanca, solía mantener la cabeza baja, hacía mi trabajo, no causaba problemas”, confiesa Min. “Pero cuando empecé a decir lo que pensaba, fue un shock [para los demás]”. Tras la primera temporada de The Umbrella Academy, Min compartió con los productores algunas de sus inquietudes sobre la evolución de su personaje. “Hay una tendencia en un montón de guiones que leo de escribir personajes asiaticoamericanos perfectos”, afirma. “Sin defectos. Parece como si fuera una forma de compensar todas las representaciones negativas de los asiáticos que se han dado en el cine. Para un actor eso no es interesante. Quieres ver gente con la que EN CIERTO MODO,


“Crecí hablando el idioma. Iba a una escuela coreana todos los coreano? No lo sé. La exploración es parte de la diversion y del viaje” padres occidentales pronunciaran mal un nombre que se escribe y-an-g. No harían el esfuerzo deliberado de pronunciarlo correctamente”. El director explica que Yang, con su pelo cortado a tazón y su nombre fracturado, representa “el constructo de una corporación sobre lo que significa ser asiático” —una potente metáfora sobre la búsqueda de identidad y pertenencia de todos los asiaticoamericanos, atrapados entre diferentes culturas y comunidades—. “Su viaje es mi viaje”, dice Ming sobre Yang, “y uno similar al de todos los que somos asiáticos en América. Mira, crecí hablando el idioma, comiendo comida asiática, iba a una escuela coreana todos los sábados. ¿Eso me hace coreano? No lo sé. Es algo con lo que lucho permanentemente. Me refiero a que parezco coreano, parezco asiático. ¿Es eso lo que me hace coreano? No sé si obtendré una respuesta satisfactoria, pero esa exploración es parte de la diversión y del viaje”. te puedas identificar, porque todos nos hemos sentido rotos alguna vez. Todos estamos hechos un lío”. Aquellas conversaciones fueron productivas y bien recibidas, al igual que cuando un año después, en el apogeo de las protestas por George Floyd, Min envió un email a la producción de Umbrella al completo. “Tenemos un reparto muy diverso, y está muy bien, pero creo que podríamos trabajar para que haya más diversidad detrás de las cámaras”, recuerda haber escrito. Cuando la serie se retomó el pasado febrero para rodar la tercera temporada, Min dice que el equipo era el más diverso con el que había trabajado nunca. Fue un gesto sutil, pero lo percibieron otros colegas como su compañero Elliot Page. “Obviamente, me gustaría que estuviéramos en una situación en la que él no tuviera que reivindicar eso, en la que no tuviera que verse en esa posición”, me contó Page vía email. “Pero es increíblemente admirable, porque decir lo que piensas no es fácil. Es un reflejo de su sinceridad, valentía y empatía únicas”. Si el objetivo de Min es explorar en pantalla lo que significa ser asiaticoamericano, entonces After Yang es un trampolín perfecto para la siguiente etapa de su carrera. Escrito y dirigido por el autor indie Kogonada, nacido en Corea del Sur, se trata de un austero cuento sobre un futuro cercano en el que Min da vida a Yang, un androide adquirido por una familia para que les ayude a criar a su hija adoptada, a hacerla conectar con sus raíces chinas. La película explora las mismas cuestiones sobre la identidad que le fascinan a Min: en una escena, un personaje pregunta literalmente: “¿Qué es lo que hace asiático a alguien?”. La cinta y su actuación son bellas, aunque tuve una pequeña pero seria objeción, y es que se pronuncia mal el nombre de Yang —mi nombre—. Correctamente se pronuncia “yahng”, y en la película (y al parecer en cualquier lugar del hemisferio occidental) rima con “gang”. Pero Min califica ese error como una decisión tomada cuidadosamente. “Kogonada y yo tuvimos muchas conversaciones al respecto”, asegura Min. “¿Deberíamos probar con la versión real o con la pronunciación americanizada? Decidimos que encajaría con la historia que esos

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cercana a su cama, colgada de una tira de celofán azul, Min tiene una rueda de las emociones. Es un gráfico en forma de tarta con docenas de segmentos jerarquizados, que realiza el recorrido completo del espectro emocional: “Inspirado” e “Inseguro”, “Impotente” y “Tranquilo”. Empezó a usarla hace un par de años por recomendación de su terapeuta, que pensó que le resultaría beneficioso poner nombre a sus sentimientos. Pero últimamente ha llevado el ejercicio más allá. “He llegado al punto en el que no sólo puedo identificarlas [esas emociones] sino permitirme sentirlas y soltarlas”, me cuenta Min. “Creo que tenía la manía, porque soy muy cerebral, de identificar un sentimiento y luego escribir sobre él y sobre las razones por las que podría estar sintiéndome así. Pero ahora estoy tratando de poner en práctica eso de ‘Vale, una vez que los identifico, no tengo que racionalizarlos para escapar de ellos. Sino dejarme sentirlos”. Min traslada el mismo análisis riguroso a su trabajo como actor. Últimamente piensa mucho en la economía de la expresión que practican algunos de sus artistas favoritos, buscando la forma de aplicarla a su propia técnica. “Lydia Davis. Algunas de sus historias tienen una extensión de tres oraciones, y son muy potentes”. Recuerda sorprenderse cuando Kogonada editó After Yang en la sala de montaje. “Cortaba y cortaba y cortaba. Incluso tras estrenarla en Cannes, siguió cortando”. Min quieren dotar a sus interpretaciones de una cualidad similar. “Es mejor enseñar poco, dejar más espacio al misterio”, afirma. Todo lo que hace —cada personaje, cada emoción, cada libro de autoayuda— está al servicio de la idea de que, sintiéndose seguro con su propia identidad, será capaz de habitar mejor la de otros. Observando a Colin Farrell, su compañero de After Yang, toma tras toma, comprendió que lo que distingue a las verdaderas estrellas de cine son las decisiones más pequeñas y sutiles: el arqueo de una ceja, el movimiento de un dedo. Un nivel al que se acerca un poco más cada día. “No hace falta mostrar mucho más”, afirma. “Puedes proyectar lo que quieras en mí”. EN LA PARED

YANG -YI GOH

es editor de moda de GQ.




amanece en el condado de Wicklow, al sur de Dublín, frente a los verdes (y no es un tópico) montes y a la laguna que en esta parte aún es el río Liffey y que terminará besando el mar a su llegada al estuario de la capital irlandesa. Frente a nosotros se levanta Russborough House, una mole de granito de estilo paladiano construida a finales del XVIII por el arquitecto Richard Castle para el conde de Milltown y que hoy es un museo —exquisitamente cuidado por la Alfred Beit Foundation— que ANARANJADO MIENTRAS

contiene las colecciones de arte y propiedades de las tres familias que lo han habitado. Pinturas, jarrones de Sèvres, libros encuadernados en cuero y que forman parte de una biblioteca especializada en arte y arquitectura, un piano Steinway & Sons, plata y ornamentos italianos se mezclan como los árboles genealógicos de la tercia de dinastías que aquí residieron. Después de desayunar con esa fuerte, oscura y aromática mezcla de hojas que conforman el tradicional Irish tea —para tratar de sacarnos el frío de una mañana de diciembre en la que el sol pareciera que despertó con pereza y que en cualquier momento fuera a ocultarse en el horizonte— caminamos por los jardines y pasillos de la mansión tratando de imaginar cómo será ese actor irlandés que interpreta a un gángster inglés en un escenario más propio de la Ópera del mendigo —esa divertida parodia de las clases privilegiadas británicas escrita por John Gay a comienzos del XVIII— que de los avatares

del indiscutible protagonista de la serie que ha cambiado hasta nuestra forma de vestir. Mientras Simon Watson, el fotógrafo, se mueve por la casa como un valet de Downton Abbey de energía imbatible y nos urge a ver las distintas estancias para buscar el ángulo y la luz más adecuados, moviendo alfombras y protestando divertido por la insólita decoración navideña, Cillian Murphy (Cork, 1976) llega solo conduciendo su MINI Cooper y saluda educadamente a todos los asistentes con un cierto aire de timidez que contrasta con el papel que lo ha catapultado al estrellato, streaming mediante. Está muy delgado y los pómulos se le marcan duramente en la cara, como si fuera el hijo de la Gran Hambruna irlandesa. Se encuentra preparando su próximo personaje. Es curioso que nos confiese que los castings no son lo suyo. “No soy bueno con las audiciones. Creo que si de verdad quieres ser sobresaliente en la actuación, debes de pasar por un gran proceso de contacto con el personaje que interpretas, reconocer lo que sucede e involucrarte con lo que vas a crear; y las pruebas son todo lo opuesto. Me estresan. No puedes ponerte en el papel en 15 segundos, en eso soy muy malo”. Durante la sesión conversará con Simon y se dejará fotografiar mucho más relajado cuando no le pidamos que mire a cámara. “Ese es mi trabajo, no querría tener que repetirlo hoy también”. Pienso que pueda ser inseguridad más que extravagancia ya que, aunque serio, se mostrará relajado durante todo el día y compartirá con nosotros un almuerzo en el que obviamente los platillos contarán con una abundante ración de papas de todos los estilos irlandeses. A veces, me sentiré tentado de ejercer de madre o abuela y servirle más en el plato, pero me retiene el recuerdo de las, en ocasiones muy violentas, escenas de Peaky Blinders, y no quiero arriesgarme a enfadar a Tommy Shelby cerca de un cuchillo. Murphy aprendió muy pronto lo que significaba estar frente al público. Desde los diez años experimentó inquietudes musicales y formó en la adolescencia una banda con su hermano. Una fallida carrera como estudiante de derecho, la visión de un montaje teatral de La naranja mecánica y un encuentro con un maestro que le animó a seguir en la actuación, le permitieron participar en el drama teatral Disco Pigs, un papel que interpretó tanto en el escenario como en su versión cinematográfica. GQ: Desde pequeño, toda tu vida ha girado en torno a la creación y la actuación. ¿Crees que exista eso de llevar el arte en los genes? CILLIAN MURPHY: Creo que uno lleva en los genes el hecho de querer actuar y presentarse ante la gente. Hay talentos que desde que eres pequeño se pueden mostrar, como cocinar o hacer algún deporte. Y entre ellos está el de representar un show para el público. No estaba en mi familia, eso es cierto.


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¿Cómo participó tu familia en ese camino? Siempre hubo libros y mucha música en casa. Mi familia giraba alrededor de lo moderno y lo tradicional en lo musical, así que siempre encontré esta retroalimentación en mi hogar. No era una casa muy artística, pero había incentivos y fueron éstos los que me motivaron en un inicio, desde ir a un pub con mi papá hasta acudir al teatro. Es ahí también donde comienzas tus primeros proyectos… Sí, yo tocaba un poco el piano y mi hermano Páidi es un gran músico que adora el jazz. Toqué con él casi hasta los 20 años. Yo no era muy bueno, así que no lo haría de nuevo, pero me encantaba la música y ahí crecí en muchos sentidos. ¿Por qué decidiste ser actor? Creo que estaba en segundo curso cuando tuve la oportunidad de tomar clases con un gran maestro. Fue algo que me gustó mucho. Parece tan lejano hablar de eso hoy… Siempre estaba distraído, pero esas clases me ayudaron a enfocarme y a empezar a entender que quería estar cerca de la actuación para vivir. Luego me inicié en el teatro musical a través de algunas audiciones para obras locales y ahí comencé a encontrar definitivamente mi camino.

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la ruta que le ha hecho aparecer en muchos títulos considerados como míticos y a los que ha asomado esos ojos azules que son uno de sus grandes instrumentos en la construcción de un personaje. Su mirada se ha posado en cintas como Desayuno en Plutón (2005), donde interpretó a una joven transexual; dio vida al Espantapájaros en las versiones de Batman que dirigió Christopher Nolan; fue el superviviente post cataclismo de Exterminio (2002) y un soldado con estrés postraumático en Dunkerque (2017). Después, y durante seis temporadas, vistió los trajes de tweed del líder de una banda de gángsters de Birmingham en Peaky Blinders, cuya evidente violencia (aunque nuestro Tommy siempre esté a favor de los más desfavorecidos) y estilo han marcado una época en la televisión reciente. Y PRONTO ENCONTRÓ

¿Qué es lo que más has disfrutado de estos últimos años de tu carrera, en los que la fama y el éxito están muy presentes gracias a Peaky Blinders? He disfrutado mucho la evolución de mi último personaje y eso se lo debes atribuir siempre a un muy buen equipo de escritores que te ponen en situaciones únicas y desafiantes. Mi preocupación es crecer como actor y ver las posibilidades del personaje. Creo que me falta un poco

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de distancia y perspectiva para entender lo que ha pasado en esta época y cómo lo he enfrentado. ¿Cómo trabajas todos estos papeles tan intensos? Es importante tomarte tu tiempo entre personaje y personaje para poder abordarlo desde la perspectiva correcta y ayudarlo a crecer. Creo que tardé cerca de tres meses en salir de un protagonista que fue muy importante para mí. No es que sea un actor de método que convive todo el tiempo con su papel en la vida real, pero sí me afecta y debo tomar distancia para poder enfrentarme a otro reto. ¿Cómo realizas ese proceso de limpieza?

Necesitas tiempo para estar solo y escapar. Me acerco a mi familia [Murphy vive a las afueras de Dublín con su esposa y sus dos hijos] y trato de estar cerca de ella en estos lapsos. Creo que eso me ayuda mucho.

la importancia de sus otros personajes, Tommy Shelby en muchos sentidos ha sido el más importante si lo evaluamos en términos de reproducciones y de influencia en el público. Basada lejanamente en la historia de una banda que existió en Birmingham en las fronteras de los siglos XIX y XX, su manera de ejercer el control de los negocios ilegales de la ciudad inglesa, su forma de vestir, sus peinados y las formas exquisitas en las que en ocasiones ejecutan una violencia extrema han hecho que el SIN OLVIDAR

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público haya seguido, temporada tras temporada, sus andanzas. Sobre todo por el hecho de que no está muy clara la posición ética desde la que debemos evaluar la ficción. No todo es blanco o negro. No siempre el mismo personaje transita por los mismos dilemas morales. Y a su manera, Tommy Shelby trata de ser un hombre (violentamente) justo.

revisa con cuidado el vestuario y rechaza amablemente algunas prendas, pero se divierte con otras que, confiesa, no entrarían nunca en su guardarropa. Por supuesto, mantiene un gran respeto por las nuevas piezas de Montblanc que le acompañarán en la sesión. Quizá por su suave clasicismo de modernas formas redondeadas, una sofisticada piel con un tacto más suave y un tono negro incluso en acabado brillante. “Nuestro objetivo era acercar aún más el producto por excelencia de la maison: el artículo de escritura Meisterstück”, explica Marco Tomasetta, el nuevo Director Artístico de la firma, acerca de esta nueva colección. HOY,

Últimamente observamos personajes que son directamente antihéroes. ¿Cómo explicas ese interés por este tipo de historias vitales? Todos sabemos que no existe algo tan sólido como el héroe o el villano y a la gente le gusta esa área entre el bien y el mal en la que todos habitamos. De ahí que se sientan conectados. Antes, esa dualidad reducía todo entre la batalla del héroe y el villano, pero últimamente se han contado historias acerca de personas que viven esta realidad en la que hay problemas, errores y grandes dilemas, y es mucho más interesante ver eso en pantalla. No se trata únicamente de intentar hacer lo correcto, también vas equivocándote y tus errores cuestan y tienen consecuencias. ¿Cuál es tu opinión de esos antihéroes con comportamientos violentos que parecen ser glorificados a través de las cámaras? Pienso, por ejemplo, en México y las series y películas sobre el narcotráfico que dibujan a esos personajes como una especie de celebración… El público históricamente ha sentido una gran atracción por el mafioso que parece ser global. Ahí está Martin Scorsese, por ejemplo, para demostrarlo. No sé si tenga que ver con la visión de la vida y la muerte o si lo ven como un modelo a seguir, pero es cierto que romper las reglas le parece atractivo a la gente. En lo particular, no sé qué pensar sobre eso. Las personas se apropian del personaje, sobre todo en la televisión, y quieren más y más de él.

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perfectamente cómo es su manera de pensar. ¿Escribes con pluma y a mano? Lo intento muy seguido. Nadie recibe cartas ya, pero trato de hacerlo con mi familia. Antes tenía un diario, pero ya no. Creo que es un poco triste que se haya perdido el acto de la caligrafía y su belleza. D E S U P R O L Í F I C A carrera como actor, Cillian ha desarrollado en paralelo una serie de importantes campañas como activista. Sus posturas sobre la necesidad del voto de los jóvenes irlandeses, sus acciones para ayudar a las personas sin hogar, su papel como Embajador ante la UNESCO para la protección de los menores y su posicionamiento ideológico (abandonó con su familia Londres en medio de la tóxica niebla londinense del Brexit) es muy claro sobre algunos aspectos: “Estamos observando una polarización extrema en ciertos lugares del mundo que da miedo. Creo que todos los políticos son terribles y me parece que ser terrible es parte del hecho de ser político”, nos cuenta. ADEMÁS

¿Cómo eliges tus proyectos de filantropía? Siempre a través de la empatía, que es lo que más necesita el mundo. Me gusta mucho participar en proyectos de educación en mi país. El mundo está muy polarizado. Además, para los niños y los jóvenes las redes sociales son un lugar muy difícil en el que crecer. Toda esa competencia y ese juicio que existe ahí dentro termina por presionarlos mucho. Así que mi trabajo hoy es tratar de enseñar sobre el poder de la empatía, que puede ser una gran respuesta a lo que nos pasa. Y además, la empatía es una herramienta esencial para ser actor, ya que tienes que aprender a escuchar al otro para poder interpretarlo. Escuchar es un acto de generosidad, necesitamos más gente que escuche.

El público está enamorado del vestuario de Peaky Blinders. ¿Has incorporado algo de esta vestimenta? No es mi estilo, la verdad, pero me encanta usar trajes. En la serie nos los hicieron a medida y es algo que me emociona, aunque en la vida diaria me gusta vestir mucho más casual. En mi guardarropa puedes encontrar buenas botas, excelentes jeans, un buen abrigo, bufandas… Todo a medida me encanta.

ha terminado como comenzó: frente a una taza de Irish tea. Le noto cansado, pero durante toda la jornada Murphy ha sido colaborador y su única extravagancia ha sido tratar de ser un personaje que no es consciente de que la cámara le está disparando. Sólo se me ocurre una última pregunta a alguien que, desde luego, no parece que tenga el habitual ego de muchas de las celebridades del cine.

¿Cómo decides trabajar con una marca como Montblanc? Soy muy clásico y me gustan los objetos que tienen una tradición y respetan su manufactura. Ahí es donde encuentro puentes para colaborar, como he hecho con Montblanc. Ahora que trabajo con plumas, entiendo

¿Hoy eres un buen actor? Alguien dijo, no recuerdo quién, que te lleva cerca de 30 años ser un buen actor. Llevo 25 y no he terminado mi labor. He aprendido trabajando y observando; me he instruido de grandes nombres y sí, creo que estoy cerca de ser un buen actor.

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ASISTENTES DE FOTOGRAFÍA: ALEXANDER FIVES Y LUKE MCCORMACK. ASISTENTE DE ESTILISMO: JUAN LUIS ASCANIO. GROOMING: GARETH BROMELL DE PREMIER HAIR Y MAQUILLAJE CON PRODUCTOS DE OXYGENETIX Y BUMBLE & BUMBLE. PRODUCCIÓN: GROSSOPROD. AGRADECIMIENTOS: RUSSBOROUGH HOUSE.

ha coincidido con el inicio de una campaña publicitaria para la firma Montblanc. Si ha habido programas que han influido de una manera evidente en nuestros hábitos de vestir, desde luego Peaky Blinders ha sido uno de ellos, principalmente entre los grupos más jóvenes del Reino Unido. Por supuesto esto ha sido una asunción de estilo, ya que en la ficción la ropa sirve para marcar visualmente las personalidades de los diferentes actores. No visten igual Tommy, quien quiere ser percibido como un elegante upper class englishman, que su hermano Arthur, a quien esa preocupación le resulta irrelevante. Y desde luego, la adaptación del vestuario a una época y lugar concreto, tras una Guerra Mundial y en una fría ciudad con un alcantarillado deficiente (de ahí el corte de los dobladillos del pantalón siempre alzados sobre el zapato, porque realmente habría cosas en el suelo que no querías pisar), los cortes de pelo y el uso de unas boinas muy particulares en las que, además, se escondían navajas para defenderse o atacar llegado el caso. EL FINAL DE LA SERIE


Camisa Ermenegildo Zegna. Pantalón Hermès. Bolso messenger Montblanc Meisterstück. Reloj Montblanc 1858 Geosphere UltraBlack.

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POR VÍCTOR M. GONZÁLEZ

FOTOGRAFÍAS SILVIA TORTAJADA

REALIZACIÓN JOANA DE LA FUENTE

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Son las cuatro de la tarde de un viernes en España, con la jornada de trabajo a punto de terminar, cuando al otro lado de la pantalla, a través de un Zoom, aparece Maxi Iglesias (Madrid, 1991). Él se encuentra en México, donde son las nueve de la mañana, aunque desde las seis le ha dado tiempo a entrenar, desayunar, prepararse y ponerse ante el ordenador (luce un ligero y ajustado jersey ocre, barba de bastantes días y el pelo largo húmedo y algo rizado). Hay una especie de propósito y diligencia con la que el actor parece haberse dispuesto a todo que contrasta con algunas cosas que creemos conocer de él. Es como rasgar el papel pintado de sus personajes juveniles, algunos rompecorazones de sonrisa de medio lado, y descubrir al hombre, al profesional. (bueno, seguramente penúltima) parada de un periplo profesional que encaja en un tópico recurrente: Maxi Iglesias se está haciendo las Américas. Aunque no puede decirnos qué proyecto tiene actualmente entre manos, Netflix estrenó el pasado 18 de marzo la película peruana Hasta que nos volvamos a encontrar, de la que es protagonista. Hace no tantos años lo vimos en la serie mexicana Ingobernable, también de la plataforma estadounidense, en la telenovela argentina Separadas y en la chilena Dueños del paraíso. Comprobamos así que la trayectoria ÉXICO ES LA ÚLTIMA

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del actor tras la ficción que lo convirtió en estrella tanto tiempo atrás, Física o química, es más amplia que las producciones españolas en las que ha participado, de Velvet a La embajada, de Desaparecidos a La cocinera de Castamar, de Valeria a Toy Boy. “El hecho de que yo ahora esté trabajando aquí ha sido un proceso largo por el que llevo apostando desde los 21 años, cuando vine por primera vez, teniendo trabajo y estando muy a gusto en España. Fue una decisión que tomé muy joven, y de ésas que con el tiempo tienes que ir revisando, ver lo que te va a aportando y lo que supone en tu vida. Cuando me decidí a cruzar el charco quería trabajar fuera sí o sí. Lo tenía clarísimo. A día de hoy sigue siendo así, pero tengo la oportunidad de elegir además entre distintos países. Para mí es un privilegio”, explica Maxi. Curiosa la clarividencia que tuvo el madrileño: las estrellas emergentes siguen mirando hacia la saturada Hollywood como lugar de proyección, pero Maxi Iglesias acertó ya hace unos cuantos años con Latinoamérica. Que tras el boom del streaming se ha convertido en un paraíso para todas las oportunidades profesionales que tienen que ver con la ficción audiovisual. “No te puedo mentir. No te puedo negar que me encantaría trabajar en Hollywood, pero ya he estado allí. Una vez hice un casting y en aquel pasillo había diez como yo, más altos, con los ojos más azules, con todo lo que tú quieras, pero más. Había de Portugal, de Italia, de Turquía, de donde fuera. Como dijeron una vez en unos Oscar o unos Globos de Oro, el porcentaje de actores que realmente trabajan en Estados Unidos como actores es de un diez por ciento. En España igual”. “Ahora con la pandemia y los selftapes, con los que puedes grabarte en casa y mandar una prueba a otra parte del mundo, ya no tienes que residir allí, pero a mí me gusta hacer cosas, me gusta aprender, me gusta estar en constante cambio y evolución. Es muy cómodo grabar una prueba en casa y ver qué pasa, pero no me siento igual de realizado que por ejemplo ahora estando aquí en México. Es una manera de abrir ese camino. No estoy en Los Ángeles, pero nunca sabes si a lo mejor alguien de allí va a ver una serie hecha aquí a nivel local”, continúa. La carrera de Maxi Iglesias ha recalado en Hasta que nos volvamos a encontrar, una película peruana de Netflix en la fórmula de la comedia romántica. La historia sigue los pasos de Salvador, un joven arquitecto español enviado a Perú por la empresa familiar para hacerse con unos terrenos en los que construir un gran hotel. Allí conoce a Ariana (Stephanie Cayo), una espontánea mujer que reside en el humilde alojamiento rural que regenta su tía. La atracción inicial va acompañada de ciertos desencuentros personales y hasta ideológicos que puedes imaginar. Uno de los grandes atractivos de este largometraje es la presencia insustituible de Perú, de sus escenarios y paisajes, de su atmósfera, de su cultura, de sus gentes…



“Fue muy bonita la manera en que llegó el proyecto. Estaba rodando en Argentina, y mi amiga Leticia, que estaba con su pareja en Perú, me escribió y me dijo: ‘Max, con lo que te encanta viajar, tienes que venir’. Y esa misma semana me llegó el guion”. Tras las pruebas y negociaciones pertinentes (el papel estuvo a punto de escapársele de las manos, porque buscaban un perfil más adulto), Maxi Iglesias fue el elegido para dar vida a Salvador. Leticia debe de conocerlo bien, porque Perú es uno de los grandes motivos de su entusiasmo con Hasta que nos volvamos a encontrar. “Es un personaje más. Yo, desde la ignorancia y el desconocimiento total, sólo visualizaba Perú y Machu Picchu. Pero cuando empiezo a leer el guion y veo los diferentes parajes especificados, pienso: ‘¿De verdad vamos a poder mostrar en una película todo esto?”, recuerda sorprendido. “Es como si en España en una cinta viajas por Cádiz, luego saltas a la Costa Brava, de ahí a Galicia, te trasladas al interior y ves Soria… Fueron casi unas vacaciones pagadas, si no fuera por el gran trabajo de producción en un momento tan complicado por la pandemia, de tantas restricciones. Fue un rodaje intenso en ese sentido, porque había que grabar en muchos sitios de acceso complicado, y en poco tiempo. Sí o sí había que rodar ese día, no había más”.

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Hasta que nos volvamos a encontrar plantea interesantes cuestiones más allá de las relaciones personales. Una de ellas, muy vinculada al componente local y muy de actualidad en el último año, es la de las diferentes formas de colonialismo que han experimentado los países latinoamericanos. Ahora, como en el caso de la empresa familiar de Salvador, a través del capitalismo. “Dará pie a ese tipo de conversaciones, y a más cosas. Se pueden ver las pinceladas de ello en los diálogos, sobre todo en el personaje de Ariana. Pero es importante entender que en la mezcla está lo bonito, que si alguien se va a a trabajar a otro país puede encontrar ciertas diferencias, pero cuando conecta realmente con alguien, es muy gratificante ese encuentro. También nos enseña a no limitarnos a nosotros mismos. Con esta película me gustaría que pasaran dos cosas. Primero, que la gente visitara Perú, un país muy rico, no sólo por la comida, como dice todo el mundo, sino por su afabilidad y cercanía. Y después ojalá sirva para que alguien se pregunte: ¿realmente estoy haciendo lo que quiero, o me estoy autolimitando, encerrado en esta idea de lo que creo que me hace feliz?”, reflexiona. Otro tema importante de Hasta que nos volvamos a encontrar es la dificultad de echar raíces. ¿Le preocupa eso a Maxi, dado que lleva años moviéndose entre un país y el siguiente? “Me apasiona mi trabajo. Me encanta lo que hago y poder disfrutar de la oportunidad de trabajar fuera de España, pero soy muy consciente de que en algún momento tendré que parar. O no. Todo se trata de organización, y todo reside en la voluntad y las ganas que le eches. Hay momentos en los que te puedes sentir solo, pero también sabes que lo estás haciendo porque tú quieres, y lo que te aporta es muy satisfactorio”. Preguntarle a Maxi cuál va a ser su próxima parada cuando acaba de aterrizar es audaz. Ahora, además de Hasta que nos volvamos a encontrar, puedes verlo en Toy Boy (“Conseguimos dibujar un personaje muy concreto pero que me diera la oportunidad de hacer algo diferente”), y pronto de nuevo en Valeria (“Estamos ilusionadísimos; ya he leído los guiones y pinta muy bien”). Pero, ¿qué le ayuda a Maxi a mantener los pies en el suelo entre tanto vuelo? “Me encanta hacer deporte a diario, sacar un ratito de lectura, 50 minutos para ver aunque sea el capítulo de una serie, escaparme una vez a la semana al cine… Y luego, lo más relevante, aunque haya diferencia horaria y distancia, mantener cerquita a la gente que es importante para mí, mi familia y mis amigos”. El hogar a veces hay que llevarlo puesto. VÍCTOR M. GONZÁLEZ

es redactor de G Q .

PRODUCCIÓN: NATALIA TORRES POLO. MAQUILL A JE Y PELUQUERÍA: CYNTHIA DE LEÓN (COOL) PARA ELIZABETH ARDEN Y KIEHL’S. ASISTENTE DE FOTOGRAFÍA: LUIS IRUEL A. ASISTENTES DE ESTILISMO: JUAN LUIS ASCANIO, PAUL A TODOLÍ, MAIDER LOPE TEGUI, GEMMA REY Y TANYA RUDNY TSK A. AGR ADECIMIENTOS: HOTEL WELLINGTON (WWW.HOTEL-WELLINGTON.COM). CALLE VELÁZQUEZ, 8. MADRID.



Decir de un artista que está en su mejor momento es un cliché que casi carece de significado a estas alturas. Pero Tamar Novas, a sus 35 años, está en su mejor momento. Las Navidades pasadas protagonizó uno de los hits mundiales de Netflix, A 1.000 km de la Navidad, y el 13 de abril estrena otra comedia —en este caso romántica— de gran ambición comercial, El juego de las llaves. También ha hecho una incursión reciente en el cine de terror con O corpo aberto y, mientras lees, participa en la adaptación televisiva de Los pacientes del doctor García, de la añorada Almudena Grandes. Sí, a la pandemia se le ha sumado una guerra, pero el espectáculo debe continuar. 9 4

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POR HÉCTOR IZQUIERDO

FOTOGRAFÍAS SERA ZELVA

ESTILISMO ANTOINELLA

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teníamos que hacer mucho esfuerzo para no reírnos en toma y pasó muchas veces. Es una de las cosas más bonitas que recuerdo”. En la ficción, la suya es la relación más abierta de cuantas se enredan en el juego perverso de los deseos cruzados, pero en la realidad Tamar nos confiesa que lo suyo va más por el carril de lo tradicional. “Más que de experiencias personales para preparar el papel, me he alimentado de todos los terrores que me imagino que sufriría si me enfrentara a algo así. Me parece una auténtica locura innecesaria”, nos cuenta. “Yo en particular vivo muy condicionado por lo que he tenido en casa. Yo soy hijo y hermano, somos una familia que se podría llamar tradicional, aunque ahora casi cualquier etiqueta está condenada a ser absurda en sí misma. Pero mis padres son una pareja que lleva muchos años junta. Y nunca he vivido nada así, parejas abiertas. Y eso condiciona un poco lo que haces en la vida”. en el momento en que intentamos hacer por primera vez esta entrevista, Tamar está rodando Los pacientes del Doctor García, una serie basada en la novela de Almudena Grandes, y nos cuesta encontrar una fecha. Cuando por fin conseguimos conversar por teléfono, Rusia acaba de invadir Ucrania y lo que menos nos apetece —aunque hagamos de tripas corazón y lo hagamos de todos modos— es hablar de una comedia. “Quiero pensar que cuando se estrene esta película, el 13 de abril, todo esto ya se haya solucionado. Tengo esa esperanza, pero es más un ejercicio de fe”, nos dice. “Están siendo años muy tensos”, continúa, “en todos los sentidos, pasamos de una a otra, parece un guion malo de una peli de domingo por la tarde. Es como si el futuro se estuviera convirtiendo en una profecía autocumplida del cine más banal de catástrofes. Yo la verdad es que esta semana, sinceramente, lo he sufrido mucho, me está afectando bastante. Era algo que no me imaginaba que fuera a vivir, tenerlo aquí al lado, esa sensación de que cada vez está más cerca, abruma bastante. Quiero pensar que las películas al final son eso, momentitos de evasión y entretenimiento que, igual que las hemos necesitado durante la pandemia, las necesitamos ahora. Pero está claro que el foco de todos, de nuestras vidas, está en otro sitio ahora mismo. Da miedo. Yo tengo bastante miedo”. Tamar nos explica también que ha encontrado un inesperado aliado en el trabajo para lidiar con el trauma colectivo de la guerra y la violencia sin sentido. “Curiosamente, estos días estamos grabando esta historia [Los pacientes del Doctor García] que se desarrolla desde que estalla la Guerra Civil hasta los años de posguerra, y lo hemos notado tanto los actores como el resto del equipo, que lo que estamos contando de repente ha cobrado realidad. Hay algo, una especie de clima que nos hace comprender un poco esa historia. Porque al final un conflicto como éste, o un A MEDIADOS DE FEBRERO,

entre grandes amigos con un juego de intercambio de parejas parece, a priori, la mejor receta para cocinar un drama. Pero no se puede negar que una premisa así, según el ángulo desde el que se aborde, tiene también todos los mimbres de una buena comedia. Y con ese acento de comedia romántica teñida de desinhibición sexual ha rodado Vicente Villanueva El juego de las llaves, una adaptación cinematográfica de la serie homónima mexicana en la que varias parejas en su madurez ponen a prueba los cimientos de sus respectivas relaciones y saldan cuentas —ya de paso— con los deseos pretéritos y los amores frustrados de su juventud. Dentro del reparto coral de la película, Tamar Novas (Santiago, 1986) es Quique, un tipo inmaduro con complejo de Peter Pan y alma perroflauta que vive mantenido por Raquel, su novia, interpretada por una gloriosa Miren Ibarguren. “Yo entré el último en esta película, casi de casualidad, porque acababa de trabajar con la productora Nadie Es Perfecto en la película de Netflix sobre la Navidad y me lo había pasado muy bien. Me mandaron el guion cuando ya estaban a punto de empezar. Ya estaba casi todo el reparto armado. Incluso me propusieron otro personaje, pero yo prefería hacer éste porque Miren es una persona con la que quería trabajar. Y al final pudo ser, llegamos a un acuerdo y fue la razón por la que me embarqué, y me lo pasé genial con ella… es una maravilla. Aparte de que es una compañera fantástica, TERMINAR UNA CENA

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←← PRIMER A PÁGINA:

Total look Mans. Collar y anillo Two Jeys x Manu Rios. SEGUNDA PÁGINA:

Total Look Louis Vuitton. Pendiente Two Jeys x Manu Rios. ARRIBA:

Bomber y jersey Ana Locking.


IZQUIERDA:

Total look Hugo. ABA JO

Total look Dsquared2. Reloj Aviador Cronógrafo IWC Schaffhausen.

Jugaba con todos esos clichés navideños y, a mí, hacer una peli de ésas que yo he consumido desde pequeño del cine yanqui, con renos, con magia, con acción… me apetecía muchísimo”. “Creo que ha sido bueno para mi carrera”, reflexiona sobre el impacto de una película que de repente se hace tan grande. “Ahora la gente piensa en mí para cosas que antes no pensaba. Y se lo agradezco tanto a Nadie Es Perfecto como a Fernández Armero. Si no hubiera hecho esa película no me habrían llamado para hacer El juego de las llaves, que está muy bien y es una película con vocación comercial grande. Son oportunidades que surgen. Pasé de esa película a hacer otra peli indie en Portugal que no tiene nada que ver”. Esa película es O corpo aberto, “un proyecto que se iba a hacer hace dos años y se retrasó con la pandemia. El otro proyecto que tenía prepandemia era una serie de Amazon de cuatro capítulos de Cortés, que protagonizaba Javier Bardem y producía Spielberg. Estábamos en México cuando todo estalló, estuvimos dos semanas rodando y nos tuvimos que volver, y esto no se recuperó. Pero O corpo aberto sí, una película de una directora que se llama Ángeles Huerta y que es una historia de terror ambientada en Portugal y Galicia. Están terminando el montaje ahora y tengo muchas ganas de verla. O sea, que estoy con cosas muy variopintas”. Y que siga. HÉCTOR IZQUIERDO

es redactor jefe

ASISTENTE DE FOTOGRAFÍA: ARTURO HEYMANS. RETOQUE: ABRAHAM FERNÁNDEZ. AYUDANTE DE ESTILISMO: ÓSCAR GARCÍA.

de G Q . conflicto civil, o en general estas disputas entre humanos en las que se llega al extremo de quitar la vida al otro, son difíciles de comprender. Y el estar en este clima con la serie está siendo, entre comillas, un refugio en lo creativo, intentar reflexionar sobre esto. Porque la novela de Almudena Grandes habla precisamente de estos temas, de cómo se pierde la identidad, y de cómo el hecho de perder la identidad hace que unos tengan derechos sobre los otros, como está siendo en el conflicto de Ucrania, la ley del más fuerte y de la falta de respeto a la vida. Y sí, estamos grabando y estoy feliz de grabar y contar esta historia, y este personaje en particular”. La cultura, la música, el cine, el arte, no nos cansaremos de decirlo, nos salvan porque nos explican el mundo, o porque nos evaden de él cuando más lo necesitamos. Y están siendo tiempos éstos de necesitarlo. “Una cosa que me pasó durante la pandemia es caer a veces en un cierto sentido de la inutilidad, de mi inutilidad como ciudadano. Pensaba: ‘yo, ahora mismo en una situación como ésta, para qué sirvo’. Y he tenido varios momentos conflictivos con eso, pero luego al final te dices que es verdad que el entretenimiento, las series, las películas, son relevantes, nos han permitido pasar ese tiempo. Aunque está claro que no somos médicos, ni sanitarios, y que no somos tan importantes”. y pandemias, queremos hablar también con Tamar del éxito mundial —inesperado, tal vez— de A 1.000 km de la Navidad, una comedia de género que protagoniza el actor y que llegó al número dos de las películas más vistas de Netflix en todo el mundo. “Siempre intento no tener ninguna expectativa con lo que hago”, nos dice. “Pero sí que es verdad que desde el principio le vi muchas posibilidades a esa historia. También me apetecía trabajar con Fernández Armero, que es quien quiso contar conmigo, y había algo de la inspiración —salvando las distancias— en ese tipo de historias como El día de la marmota: un tipo que aparentemente cae fatal, que es un cenizo, y al que se le acaba abriendo un poco el corazón. MÁS ALLÁ DE GUERRAS

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POR EMILY ATKIN & CAITLIN LOOBY

LETTERING & ILUSTRACIÓN BIG LEO & JUAN VELÁZQUEZ

FOTOGRAFÍA DE APERTURA SILVIA TORTAJADA


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ulia Baum, bióloga marina de la Universidad de Victoria (Columbia Británica), lleva años estudiando los arrecifes de coral amenazados por el cambio climático, pero hace poco decidió cambiar de estrategia. “Me di cuenta de que la mejor manera de salvar los arrecifes de coral no consistía en trabajar sobre el terreno”, dice, “sino en impulsar la transición energética”. Y es que, en la actualidad, la principal causa del cambio climático es el consumo de combustibles fósiles, que representa el 85 % de las emisiones de dióxido de carbono. A menos que acometamos una rápida transición hacia las energías limpias, cualquier esfuerzo destinado a salvar los arrecifes de coral —o a evitar el calentamiento del planeta— será en vano. Todos nos enfrentamos a esta realidad. Si queremos preservar los lugares que amamos, debemos renunciar de inmediato a los Unidas en febrero de este año, dejó claro que la destrucción irreversible de ecosistemas es ya inevitable. Por tanto, la pregunta ya no es cómo revertir el cambio climático, sino cuánto de ese daño irreversible estamos dispuestos a aceptar a fin de continuar extrayendo y consumiendo combustibles fósiles. Desde el siglo XIX, cuando la Revolución Industrial condujo a un consumo a gran escala y sin precedentes de combustibles fósiles, la temperatura Jacobabad, Pakistán media del planeta ha aumentado 1,1 ºC. La única esperanza (Páginas anteriores) que albergan hoy los científicos del clima es no alcanzar los Ni un grado más 1,5 ºC. Para algunos, se trata de una tarea imposible, y estiman en una de las que el aumento mínimo de la temperatura será de 2 ºC con ciudades más respecto a los niveles preindustriales. El discurso sobre el calurosas del mundo. cambio climático oscila entre estos dos umbrales, pero ambos implican un cambio profundo de las tendencias actuales. El Valle de la Muerte (California) alcanzó en 2020 los 56,7 ºC, la temperatura más En la Cumbre del Clima de Glasgow, representantes de los alta jamás registrada. Pero Jacobabad, países más contaminantes del mundo acordaron reducir las ciudad de la provincia pakistaní de Sindh, es, probablemente, la ciudad más calurosa emisiones con el fin de cumplir los dos objetivos establecidos y la más inhabitable del mundo. En verano en la Cumbre de París en 2015: limitar el aumento de la es normal que las temperaturas superen los 50 ºC. Según un estudio reciente, en esta temperatura a un nivel “muy inferior” a los 2 ºC y “llevar a cabo ciudad de 190.000 habitantes —un millón si esfuerzos” para no superar los 1,5 ºC. Hay voces que afirman contamos el área metropolitana— el calor y los niveles de humedad pueden ser tales que el que el Acuerdo de París es imperfecto porque, aunque se cuerpo humano ya no puede refrescarse, y ya ha sucedido en cuatro ocasiones. exijan proyectos para reducir las emisiones, no hay forma “Mis amigos y mi familia han fallecido por de hacerlos cumplir, y seis años después de París seguimos golpes de calor”, dice Muhammad Jan Odhano, de 43 años, empleado en una organización instalados en un camino que aboca al desastre. Según un comunitaria con base en Jacobabad que estudio reciente, de seguir vigentes las actuales políticas, se dedica a mejorar el acceso a la atención médica y la educación. “Para nosotros es el mundo alcanzará unos catastróficos 2,7 ºC en 2100. ¿Qué normal, forma parte de nuestra rutina”. Según nos espera entonces si no renunciamos a los combustibles Odhano, mucha gente se muda durante el verano, pero la naturaleza de su trabajo exige fósiles? Las transformaciones ya son visibles: pistas de esquí que él y su familia se queden en la ciudad, trabajando de noche o a primera hora de la desnudas, tormentas más intensas, regiones cada vez más mañana y descansando entre las 10:00 y las inhóspitas. Si en un futuro la temperatura aumenta 2 ºC, 17:00. “Cada año parece más caluroso que el anterior”, dice Odhano. “No es justo. Aquí no estas tendencias continuarán y las consecuencias serán emitimos muchos gases de efecto invernadero. devastadoras. Pero si frenamos el consumo de combustibles Necesitamos un movimiento político para combatir este mal. Llevo 30 años viviendo en fósiles, limitaremos el aumento a 1,5 ºC. El margen es muy Jacobabad. Nací aquí. Emplazo a la gente a pequeño. Como explica Baum, “la gente no se da cuenta de que venga y lo vea”. No sería mala idea porque, de continuar la tendencia actual, cada vez en que cada décima de grado importa”. He aquí algunos lugares más lugares del mundo sentirán en sus carnes en los que el más mínimo incremento sería demoledor. temperaturas de hasta 50 ºC. —EMILY ATKIN 1 0 0

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FOTOGR AFÍAS: MAT THIEU PALEY (JACOBABAD, PAKISTÁN) Y BRIAN SKERRY (ISLAS DE LA LÍNEA).

Un padre y sus hijos se refrescan en Jacobabad, Pakistán, donde las temperaturas superan habitualmente los 50ºC.

ISLAS DE LA LÍNEA En la costa de este paraíso del Pacífico hay un arrecife de coral que rebosa vida.

Los arrecifes de coral son vitales tanto para la vida humana como para los ecosistemas oceánicos, ya que protegen la costa de las tormentas y la erosión y sirven de cobijo para la vida marina. En la actualidad, corren un riesgo espantoso porque el aumento de la temperatura produce unas condiciones por las que adquieren un tono blanco fantasmal, quedando expuestos a los mantos de algas. Eso es lo que Kim Cobb, científica del clima del Instituto de Tecnología de Georgia, presenció un día de 2016, cuando nadaba hacia el arrecife de las Islas de la Línea, en el Pacífico, un lugar que llevaba 18 años estudiando. Una ola de calor había aniquilado o blanqueado el 95 % de los corales. “Era

una carnicería”, recuerda. Perturbaciones como la contaminación y la pesca quedan relativamente fuera de la zona de estudio de Cobb, así que la causa tenía que estar en el aumento de la temperatura. El impacto era devastador, dice, y añade: “No me puedo imaginar el aspecto que tendrían si se alcanzaran los 2 ºC”. De atajarse el calentamiento, podrían sobrevivir. Científicos como Hollie Putnam, bióloga marina de la Universidad de Rhode Island, están diseñando supercorales con la capacidad de soportar temperaturas y niveles de acidez más altos. Putnam expone a los corales a estresores de cambio climático y cultiva los

que mejor sobreviven, creando así organismos hiperresilientes. Pero los supercorales tendrían mayores probabilidades de subsistir si el calentamiento no aumenta demasiado. “Si forzamos el sistema y alcanzamos los 2 ºC, sólo el 1% de los arrecifes perdurarán”, afirma Cobb. “En este caso, la ingeniería para diseñar corales más resilientes tendría menos posibilidades de prosperar. Putnam afirma que es esencial limitar la subida a 1,5 ºC, un escenario en el que al menos el 30 % de los arrecifes se salvarían. Si eso sucediera, uno de los arrecifes más salvajes del mundo podría fortalecerse. Si no, ni la ingeniería más avanzada sería suficiente para rescatarlos. —E. A.

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Valle de Napa, California Los incendios forestales y las sequías están arrasando viñedos, arruinando cosechas y envenenando el futuro de la gran región vinícola estadounidense.

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En julio del año pasado, Julie Johnson caminaba por su viñedo de St. Helena, en el Valle de Napa, cuando se dio cuenta de que las vides estaban exhaustas y que el terreno colindante estaba chamuscado. Pero no era algo del todo sorprendente. El oeste de Estados Unidos está sufriendo una megasequía, la peor en mil años. En 2020, los incendios forestales quemaron el 42 % de la superficie del Condado de Napa, y el aumento de las temperaturas está modificando el suelo y el vino mismo. El tipo de uva está muy ligado al terruño, y el más mínimo cambio del suelo importa. Según Johnson, el norte de California es ahora más seco y el suelo ya no absorbe el agua como

antes. Los enólogos también se enfrentan a otro reto causado por los incendios, ya que el humo aporta un aroma ceniciento a los caldos. “El sabor del vino está cambiando”, afirma Kimberly Nicholas, científica de la Universidad de Lund (Suecia) especializada en sostenibilidad y procedente de una familia de enólogos de Sonoma. Algunos viticultores admiten que algunas de las uvas preferidas de la zona, como la pinot noir, no crecen debido al calor y las han sustituido por variedades más resistentes, como la uva garnacha. Johnson está mejorando la salud del suelo para aumentar la resiliencia de sus viñedos orgánicos, pero aun bien preparados

para lidiar con la sequedad del suelo, la cosecha ha disminuído un 20% con respecto al año anterior. La industria vinícola del Valle de Napa estima que el incendio forestal acaecido en otoño de 2020 en el norte de California costó a la región más de 900 millones de euros, pérdidas que son sólo un aperitivo de lo que está por llegar. “La diferencia entre 1.5 ºC y 2 ºC es la diferencia entre la vida y la muerte para mucha gente y muchos lugares del mundo, afirma Nicholas. “Los viticultores son inteligentes y se adaptarán, pero habrá limitaciones. Me preocupa que los paisajes y la industria vinícola con la que crecí deje de existir si la temperatura alcanza los 2 ºC”. —CAITLIN LOOBY


FOTOGR AFÍAS: SAMUEL CORUM/AFP/GE T T Y IMAGES ( VALLE DE NAPA, CALIFORNIA), JONAS BENDIKSEN/MAGNUM PHOTOS (OIKIQTAR JUAQ, NUNAVUT, CANADÁ) Y TOMASO CL AVARINO (ALPES ITALIANOS).

Qikiqtarjuaq, Nunavut, Canadá El hielo marino cercano a esta isla ártica está desapareciendo, amenazando una vital tradición de una comunidad inuit. Los casi 15.000 inuits residentes en Qikiqtaaluk, una región situada entre Groenlandia y la Canadá continental compuesta sobre todo por islas árticas, son famosos por su resiliencia. En 2019, el gobierno canadiense se disculpó formalmente tras años de prácticas coloniales traumáticas, como la separación forzada de padres e hijos. Pero ahora los Qikiqtani se enfrentan a otro tipo de amenaza. Dependen del hielo marino para cazar, una práctica que cumple una función cultural y económica muy importante. El hielo está disminuyendo en la Bahía Baffin, incluyendo la zona que rodea Qikiqtarjuaq, una isla en la que residen casi 600 personas. Los habitantes reconocen que una capa de

hilo más pequeña y menos estable dificulta las labores de caza. La isla de Qikiqtarjuaq también es vulnerable a las olas que rompen en su costa. “Cuando el hielo marino se derrite, aumenta el nivel del agua, lo que provoca más tormentas”, afirma John Walsh, científico del clima de la Universidad de Alaska en Fairbanks. “Las tormentas forman olas más grandes, que inundan y erosionan la costa”. Según Walsh,

aún puede preservarse el hielo marino, pero sólo si se toman medidas rápidas para limitar el aumento de la temperatura. “Con un incremento del 1,5 ºC, el manto de hielo marino del Ártico se estabilizaría”, dice Walsh. “Las simulaciones climáticas que realizamos lo dejan muy claro”. Pero dichos modelos también concluyen que un aumento de entre 2 ºC y 3 ºC causaría un deshielo completo a largo plazo”. — E . A .

Los Alpes italianos Unas pistas sin nieve y más estaciones de esquí cerradas supondrían el fin para este clásico destino europeo de esquí. Los Alpes italianos es una de las regiones de esquí más afectadas por el cambio climático. Cerca de 200 estaciones de esquí han sido clausuradas. Marcello Cominetti, un esquiador extremo del noreste de Italia, relata el impacto que la subida de temperaturas está teniendo en las montañas donde nació: Vivo en un pueblo de los Dolomitas, en una cabaña de madera construida hace 350 años. Desde mi ventana puedo ver el glaciar más grande de la zona. Llevo viviendo aquí cuatro décadas y recuerdo el aspecto que tenía hace unos años. Salta a la vista lo mucho que ya se ha derretido. En invierno esquío todos los días. Hoy he ascendido la montaña y el descenso ha sido increíble, pero me protejo del frío menos que antes. Hace años, se esperaban temperaturas de -20 ºC durante muchos días de invierno, pero ahora sólo se alcanzan durante dos o tres. No sé cuántas temporadas más podremos continuar. Muchos de estos valles viven del esquí y la nieve artificial es cara. Tengo muchos amigos que se ganan la vida en la montaña. Vivo en un lugar maravilloso, pero estoy preocupado. —DECL ARACIONES A E.A.

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En una de las regiones más frías del mundo, el deshielo del permafrost está liberando niveles altísimos de metano y de algo peor.

entre 1,5 ºC y 2 ºC para este tipo de permafrost es la diferencia entre la vida o la muerte”, afirma Vladimir Romanovsky, geofísico de la Universidad de Alaska en Fairbanks. Romanovsky conoce bien el permafrost yakutsiano, el cual, dice, es particularmente preocupante porque contiene cantidades anormalmente altas de hielo. “Si la cantidad de hielo es enorme, toda esta base se transformará en un

Cuna de la biodiversidad, el cambio climático podría destruir este ecosistema y acelerar la extinción de multitud de especies.

Los bosques de Miombo del sur de África

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El bosque de Miombo —nombre que toma de los árboles de amplia copa que lo habitan—, se extiende por todo el sur de África. Allí viven elefantes, leones, leopardos, hienas pintadas, búfalos, antílopes y jirafas. Sin embargo, es un entorno cada vez más inhóspito. Las lluvias son más esporádicas e intensas, lo que puede provocar más incendios forestales y poner en peligro a la característica fauna de la región, como es el caso de los rinocerontes negros, especie a punto de extinguirse a causa también de la caza furtiva. Jeff Price, científico del clima de la Universidad de East Anglia y conocedor de la región, advierte de que un aumento de 1,5 ºC crearía unas condiciones de vida

—E.A.

inadecuadas para la mitad de las especies que habitan en la región, y que un incremento de 2 ºC expulsaría a casi el 75 %. Los insectos polinizadores también preocupan mucho a Price, ya que sostienen el ecosistema entero y su desaparición socavaría el suministro de alimentos de la región. Limitar el aumento a 1,5 ºC pondría a los insectos contra las cuerdas, ya que son más sensibles al aumento de temperatura que las plantas y los animales. La inminente disminución de la biodiversidad corre pareja a otra transformación. Los países con bosques de miombos están experimentando un aumento de la población, lo que supone una pérdida de la superficie boscosa. Se estima que, desde los años 80, ha disminuido un 30 %. Según Natasha Ribeiro, científica natural de Mozambique que lleva décadas estudiando la región, la característica biodiversidad de estos bosques supone el sustento económico del 80 % de los habitantes de la región, una población que, además, está ejerciendo presión sobre los recursos naturales. Como dice Ribeiro, “el cambio climático nos está creando un reto más”. —C. L.

FOTOGR AFÍAS: K ATIE ORLINSKY ( YAKUSTK, RUSIA), MARTIN LINDSAY/AL AMY STOCK PHOTO (EL BOSQUE DE MIOMBO, EL SUR DE ÁFRICA) Y JOSE JIMENEZ TIR ADO/GE T T Y IMAGES (ANTIGUA Y BARBUDA).

Yakutsk, Rusia

Yakutsk, en el este de Siberia, es la ciudad más fría del mundo, con temperaturas que suelen alcanzar los -40 ºC. Al igual que la mayor parte del área colindante, la ciudad descansa sobre permafrost, una capa de suelo que tradicionalmente permanece helada todo el año. Pero el permafrost ha comenzado a derretirse, iniciando lo que podría provocar un hundimiento catastrófico. “La diferencia

lago”, cuenta. “Imagínate que, además, está en pendiente”. Los efectos de este deshielo son incluso más dramáticos en la región más amplia de Yakutsk, donde el hundimiento de la tierra ha formado cráteres. El cráter Batagaika (en la imagen) mide un kilómetro de ancho y 50 metros de profundidad. Estas heridas abiertas en la superficie de la tierra emiten altos niveles de metano, acelerando a su vez el cambio climático, así como bacterias y virus que han permanecido helados durante mucho tiempo. “El peligro es enorme”, admite Romanovsky, ya que hay fragmentos de material genético de la viruela que puede sobrevivir en el permafrost durante cientos de años. Pase lo que pase, dice Romanovsky, Yakutsk necesitará ayuda. “Incluso un aumento de 1,5 ºC puede desestabilizar el permafrost”, afirma. La diferencia es que, con ese incremento es posible implementar con éxito soluciones para recongelar la tierra. Pero si la temperatura aumenta 2 ºC, poner en marcha este tipo de ingeniería “será más caro y, probablemente, poco o nada práctico”.


Antigua y Barbuda Este país isleño azotado por los huracanes está defendiéndose y contratando abogados para enfrentarse a las superpotencias industrializadas más contaminantes.

Todas las islas están amenazadas por el aumento del nivel del mar, pero muchas de ellas, además, deben sortear otro peligro exacerbado por el cambio climático: los huracanes. Quedó escandalosamente claro en 2017, cuando dos huracanes separados por apenas unos días arrasaron Antigua y Barbuda. Irma causó desperfectos en el 81 % de los edificios de Barbuda. “Irma y Maria diezmaron la zona”, confiesa a GQ Gaston Brown, primer ministro del país isleño. Por eso, en octubre del año pasado se alió con Tuvalu, otra pequeña isla del Pacífico, para crear una comisión que exija

responsabilidad legal a los países más contaminantes por los efectos adversos del cambio climático. “El principio básico del derecho internacional establece que quien contamina, paga”, dice Payam Akhavan, asesor jurídico de la comisión. “No puedes operar en tu territorio de manera que perjudique a otros países”, concluye. Akhavan defiende que países como el suyo no tienen otra opción. El Acuerdo de París no incluye ningún mecanismo que obligue a los signatarios a cumplir el compromiso de rebajar sus emisiones. “Los países industrializados creen que ayudarnos a adaptarnos y a mitigar los

efectos del cambio climático es un acto de caridad”, se queja Brown. “Debería haber una compensación legal”. Palau se ha unido a la comisión y Akhavan afirma que otros países isleños pequeños están en proceso de sumarse a la iniciativa. Juntos desarrollarán una estrategia legal. Pero Akhavan espera proporcionar a sus clientes algo más que justicia financiera. “Están lanzando el mensaje de que lo que les está pasando hoy nos pasará a los demás mañana”, dice. “Al escucharlos, creo que podríamos evitar al resto de la humanidad esta catástrofe colectiva”. —E.A.

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Jeremy Strong, el actor que interpreta a Kendall Roy en Sucesión, estuvo en Brighton (Inglaterra). Allí reside Paul Harnden, un diseñador que confecciona ropa de aires vintage ligeramente dickensiana con tweed tradicional, seda o algodón Ventile en algunas de las manufacturas más antiguas del país. Strong, conocido por su esotérico y romántico estilo en el vestir, aprovechó la ocasión para localizar a Harnden. Lo intentó a través de las direcciones de la empresa, probó con Google Earth, hizo todo lo que pudo, me dijo, “con la esperanza de conseguir un par de sus codiciadas botas”. Pero fue en vano. A Harnden no había Dios que lo encontrara. “Me quedé sin pistas. Localizarlo se convirtió en un acertijo envuelto en un misterio contenido en un enigma concebido con arte y mucho esmero”, me confesó Strong. Para él, esta experiencia no hizo más que acrecentar el atractivo del diseñador. “Es un tipo solitario que no es nada codicioso y que está totalmente entregado a su trabajo, unos

valores que, para mí, son instrínsecos a su ropa”, me contó sobre Harnden, un tipo que tiene fama de ser extremadamente particular y reservado. Vende en un puñado de tiendas, por lo general no más de una o dos en cada ciudad; apenas modifica sus siluetas e insiste en no rebajar sus prendas. Nunca presta sus diseños para realizar editoriales de moda y comprar su ropa nueva por internet es tarea imposible. “Hace totalmente lo opuesto a lo que Walter Benjamin definió en El arte en la era de la reproducción mecánica”, me dijo Strong, en referencia a la teoría que mantiene de que la replicación socava el ‘aura’ de un objeto. Define la obra de Harnden como “inefable y real” y subraya que, “en un mundo cada vez más ruidoso”, él está intentando componer un sonido único y personal. “Alguien como Harnden, sea en el campo que sea, escasea y, al mismo tiempo, es vital”, concluyó el actor. Brad Pitt también lleva ropa de Harnden. Y Richard Serra. Y John Galliano, quien, en 2010, confesó que todo lo que se ponía se lo compraba al escurridizo diseñador. “Es

muy Greta Garbo”, declaró a WWD. “No hay manera de ponerse en contacto con él. Creo que vive en algún lugar de la costa inglesa”. Poco después, WWD publicó ‘El misterioso Paul Harnden’, artículo en el que Adrian Joffe, esposo de Rei Kawakubo y director de Dover Street Market, donde pueden encontrarse los diseños de Harnden, decía de él que “trascendía la moda”. Busco infructuosamente un número de teléfono, una dirección de correo electrónico, lo que sea. En su página web no hay información de contacto, sólo una página en blanco con un batiburrillo de símbolos, letras y números: ^8m*+,J1/4%?@p=~#3Kf. Lo meto en Google por si hay suerte y encuentro una pista. El único resultado que arroja es una entrada de blog con fecha de 2010 de alguien que, precisamente, se queja de que es imposible contactar con Paul Harnden. Finalmente, lo intento por Instagram. Me impresiona comprobar que tiene un perfil (no sigue a nadie y postea ocasionalmente fotografías granulosas o imágenes, por lo general

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“Localizar a Harnden se convirtió en un acertijo envuelto en un misterio contenido en un enigma concebido con arte y mucho esmero” —JEREMY STRONG impenetrables y fantasmagóricas, de los cortos que crea para mostrar sus prendas). Mientras escribo un mensaje con cierto tono de desesperación, como el de alguien que intenta recuperar a un ex que le ha hecho ghosting (“Oye, sólo quiero que hablemos”), me doy cuenta de que es el canal con el que tendré menos probabilidades de ganarme su simpatía. Quienes llevan sus diseños suelen hablar de ellos en términos filosóficos, como Strong. Lo primero que deben entender los recién llegados al mundo de Harnden es que sus prendas nunca parecen nuevas. La punta de sus botas tiende a curvarse hacia arriba, como si estuvieran deformadas por el uso. Pueden dar la impresión de tener mucho trote, pero en realidad son como reliquias de otra época. A finales de enero, mis mensajes de Instagram seguían sin contestar, así que recurrí a SyleZeitgeist, una página web para obsesos de la moda con querencia por la ropa semigótica surgida a finales de los 80 y principios de los 90, creada por diseñadores como Carol Christian Poell, Carpe Diem y Rick Owens. En los foros de la página, hay un hilo dedicado a Paul Harnden que tiene 80 páginas y 1.644 entradas únicas. Algunas informan con entusiasmo de los nuevos lanzamientos de Harnden. Otras se quejan de que ya es demasiado mainstream. Y hay quienes se burlan de esos lamentos por considerarlos absurdos: ¿Acaso “os chafa la fantasía de creeros un deshollinador de la época victoriana?”, se mofa una entrada. Abundan las teorías, el cotilleo y el entusiasmo. Uno de los usuarios colgó una foto de alguien que parecía Harnden tomando algo en un pub de Brighton. “Puta leyenda”, escribe un usuario llamado Silver. Otro cita a Harold Pinter hablando de Samuel Beckett: “Cuanto más mete mi nariz en la mierda, más se lo agradezco”. Eugene Rabkin, el fundador de la página, me dijo que, en 2006, cuando abrió los foros, Harnden atraía a la gente porque parecía funcionar “fuera del sistema de la moda”. El modelo de Harnden —su repudio de la fama y del ritmo que impone lo digital— se interpretaba como un rechazo a todo lo que representa la moda contemporánea, tras pasar de ser una industria artesanal a convertirse en un robusto pilar de la cultura pop. “Entonces era único de verdad. Nadie más creaba ese look de campesino decimonónico, pero era muy caro”, me dijo Rabkin. “Lo opuesto al lujo superficial”. “Entrevisté a Wim Wenders una vez”, continuó Rabkin. “Nada más verlo, le comenté algo

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sobre la chaqueta de Paul Harnden que llevaba. Y me miró con cara rara, como diciendo: ‘Sabes que no se habla de esto”. de Harnden es que nació en Canadá en mayo de 1959. Antes de establecerse por su cuenta, trabajó brevemente para el zapatero John Lobb. Residió en Londres, después en Escocia y ahora vive en Brighton. Lanzó su firma en 1987. Al principio sólo diseñaba calzado, pero después, bajo la dirección de su socia Elena Dawson, expandió el negocio hacia la confección. Trabajaron juntos unos años. Tras la marcha de Dawson, que ahora tiene su propia firma en Sussex, Harnden continuó diseñando ropa. Al igual que él, sólo trabaja con un puñado de minoristas. El punto de partida para confeccionar sus prendas es la tela, no el boceto. “Nunca he puesto el foco únicamente en la confección de ropa, sino también en la manera de hacerla”, me dijo. “El enfoque debería estar en la ropa misma”, y añadió que, a lo largo de los años, los periodistas simplemente han dejado de preguntar por ese aspecto. Me habló de Harnden con diplomacia y me confirmó que habían trabajado juntos, pero me aseguró que su trabajo tiene poco que ver con el suyo. Proliferan los rumores, pero también las certezas: que Harnden tiene mal genio, que le gustan los coches caros, que hace gala de un sentido del humor un tanto alborotador… Quienes lo conocen de verdad son reacios a hablar. Una antigua empleada me dijo que no podía decir nada porque había firmado un contrato de confidencialidad. Otra me dijo que tenía que pedir permiso a la ex esposa de Harnden y nunca más me volvió a escribir. “Le importa un comino la fama”, me dijo uno de sus compradores, no sin antes dejar bien claro, como si me acabara de revelar un secreto de Estado, que no podía revelar su nombre. Myung-il Song, la fundadora de la boutique vienesa Song, vio por primera vez el trabajo de Harnden en 2003 en la concept store parisina Leclaireur; después estuvo años intentando localizarle para comprar su ropa. Cuando finalmente lo contactó, Harnden trató de convencerla de que no comprara demasiado. “Me pidió que revisara mi pedido, e insistía en preguntarme si estaba segura de que necesitaba un vestido u otro. Quería ropa de hombre y de mujer, pero él no estaba muy por la labor”, me dijo. Al final accedió, para después cancelar el pedido de ropa masculina justo antes de la entrega. “Es más radical incluso que Margiela”, me dijo LO QUE SÍ SABEMOS

Song. La compradora Ruth Spence, de Envoy of Belfast, lleva 14 años vendiendo la ropa de Harnden y está de acuerdo con Song: “No cede nunca”, me dijo. “Muchos diseñadores intentan lo mismo, pero no pueden mantener esa actitud durante mucho tiempo; sin embargo, a él se lo dejan pasar”. Hace unos años, justo antes de que comenzara la pandemia, Song visitó a Harnden en Brighton. No es rico, me dijo, pero vive bien. “Cultiva un manzanal y hace sidra. Al otro lado de su casa, tiene un espacio donde muestra sus colecciones”. Le pregunté a Song si creía que la suya era una relación cercana, si lo consideraba un amigo. “Un poco. Pero nunca sabré realmente quién es”, me contestó. “Y tampoco quiero saberlo”. Tras navegar mucho por internet, encuentro el nombre de alguien que, al parecer, lo conoce muy bien. Se trata de Andrew McDonald, un zapatero australiano que tiene su propia marca de zapatos en Sidney. Lo llamé una mañana desde Londres. Conoció a Harnden a finales de los 80 o principios de los 90, me dijo. McDonald estaba haciendo skate en el barrio londinense de Southbank cuando vio a un tipo un poco pintoresco. “Era como un cruce entre Fagin [el personaje de Oliver Twist] y los protagonistas de Steptoe and Son [una comedia de situación británica sobre un padre y un hijo que trabajan como traperos]”, me dijo. “Empezamos a hablar, nos fumamos un porro, nos hicimos amigos… y me hizo un par de zapatos”. Entonces McDonald trabajaba como fotógrafo, pero se pasó al diseño de calzado. A mediados de los 90, estuvo unos meses trabajando para Harnden y conviviendo con él y con su familia en un pequeño pueblo del interior de Aberdeen (Escocia). En aquella época, hacían zapatos y por las noches jugaban o se iban al pub en bici a beber whisky. Mantuvieron el contacto durante bastante tiempo, pero llevan sin hablar unos cinco años. “Nunca habla por teléfono. Sólo lo veo cuando viajo a Reino Unido. Lo mejor es pasarse directamente por su casa”. Le pregunté qué opinaba del secretismo que rodea a Harnden y se rio. “Es pura estrategia”, contestó. “Su padre dirigía su propia agencia de publicidad y tiene una idea muy clara de cómo publicitar su imagen”. El fotógrafo Stuart Pitkin, que lleva trabajando intermitentemente con Harnden en sesiones de fotos y cortos desde 1987, me dijo algo parecido. “Por lo general, la mayoría de las firmas presentan la ropa de una manera bastante aceptada. A Paul le interesaba más crear cierto misterio alrededor de sus diseños”, me dice. “Un brillo sobre la tela por aquí, un detalle emergiendo de una sombra por allá…”. Le dije a McDonald que aún confiaba en hablar con Harnden en persona. “¿Entrevistar a Paul? Nunca concedería una entrevista a nadie”, me dijo, y añadió que le parecía un principio “muy inteligente” y que forma parte de la imagen que quiere proyectar. Tras consultar una buena cantidad de registros financieros públicos, consigo la dirección postal de Harnden y decido escribirle una


carta. Quiero cuidar mucho los detalles y escojo un papel blanco de barbas naturales y alto gramaje, donde escribo que sólo quiero hacerle tres o cuatro preguntas. Mientras me dirijo a la oficina de correos bajo la lluvia, me invade un ligero sentimiento de arrepentimiento. ¿Pero quién es este tío? ¿Por qué tiene que ser tan difícil hablar de zapatos? Empiezo a pensar que todo su rollo es demasiado pretencioso y que hablar de él requiere un esfuerzo desmesurado. De vuelta a casa, sopeso la idea de marcarme un Strong y cogerme un tren a Brighton para buscar a Harnden, pero después caigo en que al presentarme en su casa estaría invadiendo su privacidad, en que Brighton es una ciudad de casi 300.000 habitantes y en que la idea de toparme en un pub o en la calle con alguien al que no estaría muy seguro de reconocer es una locura. Tampoco se me escapa el hecho de haber conseguido que el mismísimo Jeremy Strong, un actor premiado con un Emmy, me haya hablado de Paul Harnden, pero no que Paul Harnden me hable de Paul Harnden. De repente, cambio de postura y acepto que no importa que su secretismo responda a una sincera búsqueda de privacidad o que no sea más que un ardid para hacerse el interesante: Harnden es un genio. el director de la tienda-galería londinense Blue Mountain School, afirma que, cuando llegan prendas nuevas de Harnden, “el apetito de compra de la gente es voraz”. Piensa que Harnden es tan relevante hoy como lo ha sido siempre. “Paul tiene en cuenta a la pequeña industria manufacturera británica y está intentando preservar una tradición. No produce en masa. Su ropa y sus zapatos no son el resultado de estudios de mercado ni siguen las tendencias, no salen de una cinta transportadora”, me dijo. “Él ha sido un pionero, y se ha mantenido porque gusta esa idea de recompensa postergada, de comprar moda slow, de llevar algo muy personal”. Pensé entonces en otros diseñadores más jóvenes que comulgan con el mismo ethos para dar respuesta a los extraordinarios problemas de residuos que enfrenta la industria de la moda y que no han parado de aumentar desde que Harnden lanzara su firma. Aogu Otsuka, de Andrew Driftwood, confecciona prendas con fibras hiladas a mano en un almacén abandonado de Reino Unido; Emily Bode hace ropa con materiales de segunda mano; y John Alexander Skelton crea la mayoría de sus telas desde cero y suele colaborar con tejedores manuales y con gente independiente que hace punto. Skelton se graduó en Central Saint Martins en 2016. Tampoco permite que su ropa se venda por internet y se opone a rebajar sus prendas, unas condiciones cuyo cumplimiento es muchas veces tan imposible como “sacar agua de las piedras”, me dijo. Quedamos en su estudio del este de Londres. Los pantalones negros y la chaqueta que llevaba eran suyos pero parecían antigüedades. Admira a diseñadores de los 80 como Harnden, Dawson y House of Beauty and RICHARD MILES,

Una de las pocas imágenes disponibles del enigmático Paul Harnden en su estudio de Brighton.

Culture, que se negaban a que el mainstream los “contaminase”. Pero, al contario que Harnden, no quiere ser un “ermitaño” ni un “separatista categórico”. Cree que la comunicación es útil porque es comprensible que los consumidores jóvenes quieran conocer los valores de una firma. “Es bueno que la gente comprenda cómo se hace la ropa que lleva”, dijo. “Y que entiendan por qué ciertas técnicas llevan su tiempo, por qué las telas importan, cuánto tiempo nos cuesta confeccionar la ropa de la mejor manera posible o el hecho de que no tomemos atajos en pos del beneficio”. caminaba por el centro de Londres cuando vi que tenía una llamada perdida de un número desconocido y di por hecho que era spam. Durante mi trayecto, me dio por pensar en secretos, significados y nostalgia. Pensé que, en la actualidad, bajo el inmenso paraguas de la industria de la moda, hay personas en los márgenes trabajando duro para preservar cierta sensibilidad y conexión con la ropa. Recordé algo que me dijo Elena Dawson acerca de cómo nos hace sentir una prenda: “Puedes ver imágenes en internet, pero hasta que no te la pruebas, no la sientes como algo tuyo”. UNOS DÍAS DESPUÉS,

Esa noche, me volvió a sonar el teléfono. Respondí y escuché la voz de una mujer. Me preguntó si había escrito una carta a Paul Harnden recientemente. En ese momento, me senté en una silla y respiré hondo, como si hubiera recibido la llamada del Palacio de Buckingham o, peor, de una persona recientemente fallecida. Me preguntó qué quería. Su voz era firme y directa, como la de una farmacéutica o la de una profesora. Le dije que quería hablar con Paul Harnden, que sabía que no concedía entrevistas, pero que creía que era muy interesante hablar de un diseñador magnífico, alabado por muchos diseñadores, pero que, sin embargo… “¿Nadie sabe quién es?”, dijo finalizando la frase. “Exacto”, contesté. Le pregunté si cabía la posibilidad de mantener una breve charla telefónica con él, que tenía sólo tres o cuatro preguntas. Silencio. Le dije que no cecer ante la presión era una forma original de operar. Sentía que ella quería colgar, pero yo no. Le dije que me parecía todo muy insólito. “Sí”, respondió. “Lo es”. Y me deseó buenas noches. Pero justo antes de colgar, me dijo que, a lo mejor, volvería a ponerse en contacto conmigo. es un colaborador de G Q residente en Londres. L O U S T O P PA R D

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POR SILVIA SUÁREZ

¿Qué tienen en común el interior de una estación espacial, una silla inspirada en el reinado de Louis XVI, un centro municipal de cultura en Bilbao o un exprimidor? Que todas estas cosas llevan la misma firma, PhS —la del francés Philippe Starck—, o lo que es lo mismo: uno de los creadores más importantes de los últimos 50 años, que acaba de colaborar con la marca valenciana Andreu World, y que aquí reflexiona sobre la necesidad del decrecimiento material, la creación artística como base evolutiva o sobre el modo en que la arquitectura y el diseño pueden (y deben) salvar el futuro.

un árbol para hacer una silla es un asesinato”, responde con firmeza Philippe Starck, desde el estudio de su firma en la capital francesa. “Todo creador tiene una obligación, una responsabilidad; ya no podemos fabricar cualquier cosa, sólo podemos producir cosas de forma ecológica”, continúa. “Afortunadamente, topé con la ecología hace 50 años”. A sus 73 años, este parisino —Premio a las Artes y las Letras y miembro de la legión de honor gala— acaba de lanzar, junto a la firma española Andreu World, Adela Rex: la primera colección con “HOY EN DÍA CORTAR

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el certificado FSC en su totalidad, cuyos elementos cumplen el 100% de las medidas de sostenibilidad, incluyendo madera procedente de bosques reforestados y obtenida exclusivamente de forma ecológica. “A lo largo de los años he buscado la forma de trabajar con madera contrachapada; es un producto inteligente, ligero y muy resistente. Antes este material no tenía demasiado potencial creativo, pero durante 30 años insistí a los fabricantes en usarlo, quizá porque sabía que era posible hacer muebles en 3D al precio de 2D. Entonces llamé a Andreu”, comenta sobre el origen

LETTERING BIG LEO

Philippe Starck asegura que no le interesan ni la arquitectura ni el diseño. “Por eso intento hacer el trabajo como lo haría un explorador, un poeta o un filósofo”.

de esta colaboración. “Nunca trabajo con empresas, sólo con seres humanos, y Jesús [Llinares, CEO de Andreu World] y su equipo son extraordinarios. Sólo una organización como la suya, que trata a sus productos con inteligencia, puede ofrecer el precio adecuado y la tecnología necesaria en el momento preciso”. Diseñador industrial de formación, Starck es un creador incansable —su más famoso exprimidor lo ideó en la servilleta de un restaurante—, cuya trayectoria encapsula una completa y variada experiencia en materia arquitectónica y de diseño, así como en sectores como el urbanismo, la alimentación, la higiene, la ropa o los accesorios de casa. Su carrera comenzó en 1976, gracias al proyecto de decoración del club Le Main Blue y —dos años más tarde— del renombrado Les Bain Douches. A finales de la década fundó su propio estudio de diseño industrial —Starck Product, después rebautizado como Ubik—. En el 83, Mitterrand eligió su proyecto para la residencia del Elíseo y en los siguientes años —y pese a no considerarse un arquitecto— creó el Asahi Beer Hall en Tokio, la extensión de la escuela de Artes Decorativas de París o las tiendas de la expansión internacional de Jean Paul Gaultier, Hugo Boss o Taschen. Para el nuevo milenio, el nombre del parisino ya era uno de los más reputados internacionalmente. Firmó proyectos tan diversos como el hotel Paramount de Nueva York, el nuevo logo de la ciudad de Venecia o el rediseño de la tarjeta de transporte público parisino, algo que pasó a verse como la “democratización de la elegancia”. Esta última es una cualidad por la que Starck siente predilección, al igual que lo que denomina “objetos entretenidos”. Las sillas, sin embargo, como las de su última colaboración en España, son otro cantar. “Son lo más difícil de diseñar”, comenta. “Una silla puede ser un futuro clásico o un fracaso por un margen de error de tan sólo cinco milímetros”. Parte de toda esta experiencia lo configura —a partes iguales— como un ser poético y político, pragmático y subversivo, particular y especialmente comprometido con su entorno. Aun así, la suya no es una definición en exceso benevolente con la materia que le ocupa o su papel en la misma. “No me interesan la arquitectura o el diseño, quizá por eso intento hacer este trabajo de forma diferente, como lo haría un explorador, un poeta o un filósofo”, adelanta.


FOTOGRAFÍAS: CORTESÍA DE ANDREU WORLD.

“Estoy mucho más interesado en lo que la gente siente y experimenta con mis creaciones. Así que, mientras que vea oportunidades a la hora de mejorar la vida de los que me rodean, seguiré intentando cosas”. Starck es consciente de que, todavía, una de las cuestiones más debatidas en materia de sostenibilidad es precisamente el encarecimiento que, en ocasiones, conlleva asegurar el proceso de fabricación, distribución, montaje y reciclaje bajo un mínimo impacto ambiental. Por eso, su objetivo con Adela Rex ha sido el de hacer el mejor producto con lo mínimo posible. “Ahora mismo, los productos manufacturados en las fábricas son los únicos que pueden garantizar calidad y longevidad al mejor precio y para un mayor público. La única forma de ser sostenible es mediante una producción vertical”, explica. “Mi estrategia actual pasa por mezclar tres elementos: madera contrachapada —que es realmente ecológica—, 2D y bioplástico (derivado de productos vegetales), potenciados mediante la inteligencia artificial. Además, si tienes la madera adecuada, con un solo árbol se pueden fabricar kilómetros de este material.” A U N Q U E E L F R A N C É S —que se declara fan del pintor alemán Neo Rauch o el artista perfomativo Gerard Garouste— está convencido de que la creatividad es “la mayor muestra de desarrollo en la inteligencia humana”, le preocupa especialmente que el mundo no vaya en la dirección correcta. “El ser humano es una especie que se ha apoderado de la evolución, pero desafortunadamente, hoy en día estamos en un periodo materialista, sobre todo respecto a términos productivos. Por eso creo firmemente en el decrecimiento positivo”, razona. “¿Cómo vamos a seguir creciendo sin producir materias tóxicas? Por suerte, ya existe un movimiento considerablemente relevante por la desmaterialización, hacia una intelectualidad en un mundo donde tengamos más servicios y más autonomía pero con menos materialismo”. En la defensa por este movimiento, Starck cita a Raymond Loewy, padre del diseño industrial y a quien define como un “gran talento, pero que lamentablemente oficializó la veneración del diseño diciendo que lo feo no vende”. Aunque la belleza tiene su funcionalidad —y tampoco está reñida con lo esencial de una creación—, la utilidad lo es todo para un hombre que se ha pasado la mayor parte de su carrera bus-

cando la precisión, en la forma pero —especialmente en las últimas dos décadas— en el fondo, desde los materiales de sus diseños hasta la música que escucha mientras trabaja: “Cuando vives en la música, como yo, la calidad es muy importante porque tu trabajo es el resultado directo de lo que escuchas”, argumenta. “Por ejemplo, cuando dibujo escucho a Brian Eno, Lou Reed, Laurie Anderson o Ryuichi Sakamoto. Tanto es así que hace 15 años mi amigo [el ingeniero de sonido] Stephan Crasneanscki me hizo lo que llamó el 24 hours Starck mix, una mezcla de sonidos y música especialmente adaptada a mi estado de ánimo dependiendo de la hora o momento del día, y que todavía está disponible en Soundcloud”. La esencialidad de las cosas ha hecho que Philippe Starck —que vive con su esposa en mitad del campo francés— haya llegado hasta el reset mediante el hábitat natural. Quizá por eso el creador se declara un bionista convencido: “Será una mezcla de tecnologías, inventadas por nuestro cerebro pero, sobre todo, inventadas por nuestros hábitos y nuestro cuerpo”. Frente a la paradoja social de una individualidad creciente, el parisino recurre a la personalización como la herramienta ganadora en un futuro inmediato: “Todos tenemos los mismos productos en masa, pero a la vez queremos ser únicos, tener cosas especiales. En este contrasentido de la sociedad actual, la customización resulta clave”, argumenta. “También aquí es donde lo digital y las redes sociales pueden ayudar a conectar

La silla Adela Rex para Andreu World es un modelo sostenible y asequible.

con los clientes, como ya hemos hecho con TOG”, explica. TOG, la app colaborativa de customización de muebles que su empresa lanzó en 2014, se define como la primera marca en levantar un puente entre el mundo del cliente y el proveedor para intentar resolver este reto en la demanda: “Unir lo mejor de la ingeniería tecnológica [además de su filosofía de alta calidad al mejor precio posible] con lo mejor de la imaginación, en el sentido de la inventiva y la capacidad creatividad individual”, explica Starck. “Aunque tampoco el diseñador de hoy será el de mañana porque éste será el entrenador, el dietista, el psiquiatra o lo que quiera… Pero, de ninguna forma, el productor material”. Con un futuro que pasa intrínsecamente por “la atemporalidad”, el creador encuentra una conclusión más inmediata en los actos de consumo actuales como elecciones que reflejan nuestros valores y un lugar político en el mundo. “Todo es política, todo es una elección”, afirma el francés. “Comprarse una bicicleta y no un coche es un acto político. En ese sentido yo soy político, aunque lamento hacer algo inútil como diseñar; si yo fuera más inteligente, con una educación superior y menos cobarde, definitivamente preferiría estar en política, o cantar. Quizá por eso sigo dedicándome a hacer cepillos de dientes, escobillas o muebles; no es la mejor forma de dejar un mensaje poderoso ni efectivo, pero es la única herramienta que conozco”. S I L V I A S U Á R E Z es periodista y colaboradora de G Q .

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POR VÍCTOR M. GONZÁLEZ

FOTOGRAFÍAS MILES ALDRIDGE

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Cuenta Miles Aldridge (Londres, 1964) que la primera vez que visitó España fue en 1989. En la última parte de su viaje, que terminaba en Sevilla, recaló en Córdoba. En Semana Santa. Desde entonces, ha vuelto en varias ocasiones. Por eso, cuando Louis Vuitton le ofreció participar en su colección Fashion Eye —decenas de libros que vinculan a un aclamado fotógrafo de moda con una ciudad— no tuvo que pensarlo mucho. Ésta es la obra más espontánea de un artista renombrado por sus reportajes en estudio, en cabeceras como GQ, Vogue o The New Yorker.

no tenía ni idea de lo que era la Semana Santa. Estaba tomando algo en un bar de tapas, y escuchamos un sonido increíble, como de tambores, trompetas y cánticos. La gente empezó a salir fuera, y por la calle vimos bajar a la Virgen María, rodeada de velas… Fue uno de los momentos más inolvidables de mi vida”. Miles Aldridge recuerda todo esto, aún emocionado, en una conversación por Zoom, desde su amplio estudio de Londres. En aquel 1989, con veintipocos años, él era ilustrador, no el reputado fotógrafo de moda que es hoy. De hecho, las piezas que componen Córdoba, de Louis Vuitton —casi todas tomadas en su última visita, en 2019— resultan tremendamente naturales si las comparamos con su trabajo para las grandes marcas y revistas.

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Estas fotografías de Miles Aldridge retratan el contraste entre la iconografía religiosa, el costumbrismo y las emociones de la gente normal.

Córdoba, de Louis Vuitton, es parte de la colección Fashion Eye, ahora alrededor de los 30 volúmenes, en la que fotógrafos de moda reúnen sus trabajos en torno a ciudades que les han marcado.

“En mi obra más famosa, todo está completamente escenificado: tienes el casting, el fondo, la iluminación… Es como hacer una película en un estudio. Cuando fui a Córdoba era todo lo contrario. No tenía ningún control, así que apuntaba la cámara a lo que me parecía interesante visualmente, pero no podía parar la procesión. A la gente que conoce mi trabajo le sorprendería saber que hago fotos constantemente. Para un fotógrafo es importante observar el mundo real”, nos explica. No es difícil entender el impacto que la Semana Santa de Córdoba provocó en Miles Aldridge. Por ello ha regresado al menos en seis ocasiones. “No soy religioso, pero la energía es maravillosa, con todas esas efigies gigantes desfilando. Por la noche es todavía más emocionante, todo iluminado por las velas, en una ciudad tan antigua, de estilo mozárabe, con calles tras estrechas… Además, es como una gran fiesta familiar, con el padre, la madre, los niños, los abuelos. Todos allí en una procesión a las cuatro de la madrugada. Me encanta ese contraste entre la gente normal y esas imágenes tan extremas de la Biblia”. Hay dos cosas que a Miles Aldridge le llamaron especialmente la atención. Una fue la procesión de los legionarios (en la primera página): “Cuando ves a esos tipos cargando a Jesús, con su pelo corto y sus uniformes militares, es como estar en los años 40”. La otra es su fotografía preferida de la colección (a la izquierda): “Se ve a Jesús en un sarcófago, es de noche, y parece una película de Kubrick, como aterrizado del espacio”. Si algo nos emociona de estas fotografías de Córdoba es el factor humano, la emoción detrás de ellas. “La primera vez que estuve en Córdoba no sabía nada de español. Iba con mi libro enorme sobre Lorca, pero no podía hablar de ello con nadie. En un bar, un hombre intentó traducir lo que yo decía, y nos hicimos amigos. Se llamaba Manolo y era profesor de inglés. Cada vez que volvía, nos veíamos, y cuando regresé en 2019, pensé que había muerto, porque su casa estaba completamente cerrada. Así que fui al bar y brindé por él. Luego descubrí que no había muerto, sólo se había cambiado de casa. Así que fue un final feliz”. VÍCTOR M. GONZÁLEZ

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es redactor de G Q .

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Por EUGENIO VIÑAS

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De cómo las discotecas se convirtieron en mecenas para una saga de autores de cómic, pintores y diseñadores a finales del siglo XX. Su arte se exhibe en el IVAM como otra muestra de la cultura que quedó tapada por el true crime escrito al calor de las nuevas televisiones en España.

a ruta tiene un mérito envenenado: cualquiera, al nombrarla, al conectar las ideas de Valencia, discotecas y música electrónica, es capaz de proyectar una imagen sobre ella. Algunos lo hacen porque formaron parte. Cientos de miles pasaron un fin de semana allí y creen saber de lo que hablan. Tras ellos, millones de personas nos enfrentamos al juego de analizar el cadáver. 20 años después de convertirse en tabú, herida social y marca indeleble del espíritu fiestero local, se acumulan las autopsias y todas acaban dando el mismo resultado: no era el táctel del chándal lo que allí relucía. Entonces, ¿de qué va la marxa? ¿Y qué o quién ha tergiversado el relato? El Institut Valencià d’Art Modern exhibe hasta el 12 de junio Ruta Gráfica. El diseño del sonido València, una exposición que recoge dos años de investigación y digitalización realizados por los dj’s y productores Moy Santana y Antonio J. Albertos, comisarios junto al editor Alberto Haller. El prólogo lo firma Paco Roca y, uy, vamos a empezar a preguntarnos qué pintaban allí un montón de personas. ¿Qué pintaba —mucho— el autor de cómic español más vendido en el mundo, ganador de un Eisner (los Óscar del cómic) por La casa? “Las discotecas nos permitieron a muchos de nosotros dar nuestros primeros pasos profesionales. Visto en perspectiva era un

trabajo maravilloso. Cada mes te entraba un encargo, en la mayoría de los casos anunciando fiestas, y teníamos libertad absoluta para hacer lo que quisiéramos explorando los estilos y técnicas que nos apeteciese”.

Roca resume lo sucedido entre la Ruta y los pintores y diseñadores locales con un solo concepto: “mecenas”. Sí, lo fueron en la música, con una cantera de dj’s que acabó determinando la primera escena de clubbing de España. Su influencia en el resurgir de la Ibiza de los 90, en la explosión nocturna del Madrid de la época y la makina catalana está documentada. Pero esta exposición y el libro que la inspira (editado por Barlin) vuelven a demostrar que lo acontecido en Valencia durante los años 80 y 90 fue algo muy distinto al crimen de Alcàsser. ¿Por qué nunca nadie repara que durante casi una década, cada fin de semana, en las principales discotecas, había performances con total naturalidad? Y en torno a cada fin de semana, un cartel, flyers y, finalmente, merchandising. Multipliquen fines de semana por 10, 15 o 20 años, según la biografía de cada sala. Multipliquen esto junto a los nombres que firmaron pósters, interiorismos y hasta muebles: Mariscal, Francis Montesinos, Paco Roca, Micharmut, Sento Llobell, Daniel Torres, Mique


libre y sin normas, en un marco social de anomia, donde las drogas no estaban tipificadas como tal, el horario comercial de una discoteca no tenía límites y las ordenanzas de ruido no se cruzaban con el objetivo del rédito electoral. Del laissez faire, laissez passer de la época, de la modernidad urbanita y rural que dinamizaron las discotecas permitiendo a su fauna acceder a una música, estética y experiencias que su economía y contexto no les permitían, de la autenticidad vivida en Valencia gracias a estar fuera del foco mediático de la Movida; del melting pot en

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FOTOGRAFÍAS: CEDIDAS POR LA EXPOSICIÓN Y LOS EDITORES DEL LIBRO.

Beltrán, El Hortelano, Edu Marín y un sinfín de anónimos. También de nombres no tan conocidos y clave en una producción vastísima, como el de Elisa Ayala o el colectivo DequeDéque, rescatado en este libro con 320 hojas a todo color. También la obra incomparable de Paco Bascuñán y Quique Company, de la cual se siguen produciendo (hoy) camisetas, llaveros y cuyo cartelismo vuela a otro nivel historiográfico. La publicación y la exposición del IVAM (abierta hasta el 12 de junio) llegan en el marco de la World Design Capital València 2022, y su lema nos sirve para una reflexión que lo abraza todo: “no es casualidad”. Que aquí existiera una marca genuina en torno a la expresión gráfica para las discotecas no fue casualidad. En los años 50, la producción valenciana de cómic cubrió España de historietas. La Nueva Línea Clara, a imitación y refinamiento del cómic belga, fue clave en los 70 y 80 y se conecta desde el espíritu fanzinero con la Ruta. Pueden recorrerse las piezas que componen esta obra heterogénea y reconocer los saltos tecnológicos y la total libertad de expresión, propia de una juventud desencadenada en las actitudes tras la represión franquista;


Exposición Ruta Gráfica. El diseño del sonido València. En el Institut Valencià d’Art Modern hasta el 12 de junio de 2022. Libro Ruta Gráfica. El diseño del sonido València. Autores: Moy Santana y Antonio J. Albertos. Edición: Alberto Haller. 320 páginas. Formato: 21x30 cm. A todo color.

que se convirtieron los clubes, sus conciertos y performances, dando cabida a una revolución sexual tardía pero disfrutona; de la creación de un espacio de seguridad inédito para el colectivo LGTBI+ que, como en tantas otras latitudes, acabó apoderándose de su belleza y sus libertades de pensamiento; de todo aquello que fue la antítesis de lo que hacia la mitad de los 90 alimentó el documental de Canal+ (que otorga vía YouTube un máster en tópicos sobre la Ruta) pero que, efectivamente, sucedió en las mismas salas donde autores de cómic, impresores, diseñadores y artistas encontraron a unos mecenas jóvenes y adinerados… De todo ello hablan esta exposición y este libro. Lo hacen a través de las imágenes, desde la última producción artística de cartelería pre internet, donde el aerógrafo, la superposición de fotocopias, la litografía, el copy art, las tipografías como base compositiva, la acuarela y el gouache hablan del espíritu creativo valenciano. EUGENIO VIÑAS

es periodista y colaborador de G Q .

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André Ricard

¿Diseñador, inventor o genio? “Me hubiera gustado que el reconocimiento que se ha despertado hacia mí hubiera llegado en mi momento de efervescencia proyectual”. Así, directo, imparable y sin sutilezas responde, a sus 92 años, el diseñador industrial, profesor y escritor en nuestra primera conversación telefónica. De esta manera, la intención de sentarnos y reflexionar sobre su visión del diseño se transforma en un ejercicio al más puro estilo Ricard. POR FRANCESCA TUR

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FOTOGRAFIAS CÉSAR SEGARRA

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Bienvenidos a una suma de seis extractos que nos permiten reflexionar sobre lo superfluo y lo útil, el concepto de novedad, la velocidad de las tendencias y el consumo hoy, ayer y siempre. En 1987, en la conferencia Un modo de entender el diseño, impartida en la Universidad Menéndez Pelayo, Ricard reivindicaba el papel del diseñador y el usuario en la vorágine de la sociedad industrial. “El diseñador no puede claudicar y tendrá que ser el último defensor del usuario mudo al que sólo se le reconoce el derecho de adquirir y soportar los productos que la industria ha decidido que tendrá que desear. Describir en estos términos al consumidor puede parecer excesivo pues, en principio, parece libre de adquirir o de ignorar lo que se le ofrece. Sin embargo hoy las modas y los medios nos llegan a influir de tal manera que resulta difícil saber si adquirimos lo que necesitamos o lo que nos han hecho desear”. Un año más tarde, en De lo necesario a lo superfluo, conferencia en la misma universidad, pero en Sevilla, Ricard ahondaba sobre el concepto de novedad. “Del mismo modo que hubo épocas en que todo lo nuevo se veía con recelo, como algo turbador, hoy por el contrario lo nuevo atrae y lo conocido aburre. Se llega incluso a utilizar el término ‘nuevo’ como sinónimo de ‘mejor’. Sin embargo, no todo lo innovador

André Ricard, en el estudio de la planta baja de su vivienda. En las fotografías se observan obras de arte y diseños del propio Ricard.

el problema, volver a conversar sobre el cenicero Copenhagen, el plato para las aceitunas con un doble fondo para poder tirar los huesos, la antorcha de los Juegos Olímpicos de Barcelona o el interruptor Ibiza, con cantos rodados, una vez más. Lo analiza de manera ágil y propone, rápidamente, sin intermediarios ni asistentes, una solución para que funcione de la mejor manera posible. “Últimamente estoy con la idea de revisar las más de 200 conferencias que he impartido durante estos años; tengo los textos escritos, eso siempre restó naturalidad, pero me permitió añadir profundidad a las reflexiones. Si os parece bien, podría seleccionar tres o cuatro para que entendáis mi esencia en cuestiones de diseño”. Una solución Ricard en estado puro: construir, no repetir y resolver, sin artificios, buscando lo mejor para el usuario final. Puntual, y con posterior llamada de confirmación de acuse de recibo, manda un email con seis de sus conferencias. Y aquí empieza el lujoso ejercicio de leer al André Ricard del pasado.

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NDRÉ RICARD ENTIENDE

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es mejor que lo conocido, pues una innovación sólo tendría que producirse cuando aporta una mejora a lo que ya existe. Se debería aplicar un criterio selectivo que filtrara las novedades dejando sólo aflorar aquellas que aportan una mejora real. Pero no es así”. Ricard profundiza, una y otra vez, sobre los perfeccionamientos puntuales, aquellos que sin grandes cambios consiguen las grandes mejoras en la calidad de vida. “El logro de una auténtica optimización de la eficacia y utilidad de las cosas que nos sirven suele ser poco aparatosa y, por tanto, poco llamativa visualmente, poco aparente en su superficie, pero profunda en eficacia. La eficacia de un objeto útil suele descubrirse en la discreta intimidad del uso”, afirmaba en 1989 en La Técnica a escala humana, la lección inaugural de la Universidad Politécnica de Catalunya. “Es por haber acertado en dar con una mejora de la función útil, en el momento oportuno, que algunos objetos han franqueado las barreras del tiempo y de las modas llegando hasta nosotros como un mensaje del pasado cargado con toda la esencia de siglos de cultura”, puntualizaba en De la ideal al diseño, conferencia impartida en IESE Madrid en 1994. En De la creación, condición y evolución de los objetos útiles, compartida por videoconferencia en el Congreso CIDI Córdoba, Argentina, en 2012, Ricard habla de la creatividad, los homínidos, lo artificial y su proceso evolutivo, las variaciones y el impulso creativo, volviendo a su punto de partida constante: entender y contextua-

“Se debería aplicar un criterio que filtrara las novedades que aportan una mejora real” —ANDRÉ RICARD

lizar el problema que se quiere resolver. “Por muy minucioso que haya sido el análisis de un problema, nada puede garantizar que la solución que se proyecta resulte ser conveniente. La problemática real es siempre más compleja que como la percibimos. Según Teilhard, el Hombre después de descubrir lo infinitamente pequeño y lo infinitamente grande, ha descubierto que además existe otra dimensión, la de lo infinitamente complejo. Una dimensión más difícil de aprehender. Es precisamente en la medida en que existe esta inseguridad de acierto en lo que se crea, que se confirma esa analogía evolutiva que existe entre naturaleza y cultura. El amplio margen de error posible que cualquier idea o decisión humana posee le da a lo que se acierta el mismo carácter casual y fortuito que tienen los azares de la genética”. Y cerramos con este pensamiento con el que Ricard cerraba su discurso, en septiembre de 1992, Diseñar hoy. Por una creatividad responsable, en la Universidad de Granada: “Creo que un planteamiento creativo que logre mantener una distancia con las modas, que se libere de la esclavitud excesiva de las técnicas y de un desaforado consumismo, permite aún hallar soluciones magistrales a los muchos problemas cotidianos que nos incordian. Estas soluciones son, además, las que tienen mejores probabilidades de perdurar más allá de su propio tiempo y contribuir positivamente al bagaje cultural de nuestra época.” Reflexión con más de 30 años y más vigente que nunca. André Ricard: ¿Diseñador, inventor o genio? FRANCESCA TUR

es publicista.

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ESTILISMO: BRIE WELCH. PELUQUERÍA: BARRY WHITE DE BARRYWHITEMENSGROOMING.COM.

a v e u d n a la rmalid o n a La pandemia ha cambiado nuestro ritmo de vida y de trabajo. El columnista de GQ Joe Holder te explica cómo ahora depende de ti crear los hábitos necesarios para avanzar.

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AN PASADO MÁS DE DOS

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Para Holder es vital su equipo ergonómico en casa y mantenerse hidratado. PÁ G I N A A N T E R I O R Y A B A J O:

Pantalón 2 Moncler Genius 1952. Colgante (en todas) propio.

años desde que la pandemia puso nuestra vida patas arriba. Tal vez has estado esperando que tu trabajo (y el resto de tus hábitos) vuelva a la normalidad, y ahora te sientes frustrado, ¿verdad? Ya no hay consenso sobre lo que significa normalidad. A algunos les encanta trabajar desde casa. Otros lo odian. Lo que está claro es que la jornada habitual de 9 a 6 no va a volver nunca, y ahora depende de ti crear la mejor rutina posible con lo que está en tu mano. Escribo este artículo para quienes estáis comenzando ese híbrido de oficina a tiempo parcial, pero son consejos válidos para cualquiera que experimente cierta incertidumbre en el trabajo. Es algo con lo que he tenido que lidiar yo mismo: incluso antes de la pandemia, mi vida laboral —y mi vida-vida, francamente— ya era frenética. Siempre estoy de un lado para otro. En contacto con mis clientes en el momento y lugar en que tienen tiempo para hacer ejercicio. Es raro que tenga un día “normal”. Pero he aprendido que, en lugar de confiar mi estabilidad a factores externos, puedo usar mis rutinas para poner los pies en el suelo entre tanto caos. Y no importa a qué te dediques; esto también te puede ayudar a ti.

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NO TE LEVANTES CON EL TELÉFONO

La mañana suele ser la parte del día sobre la que tienes más control. Has

dormido y despejado tu mente. No tengas prisa en llenarla con noticias o Tiktoks o emails o Slacks. Algunas personas dejan su teléfono en otra habitación, pero eso no te sirve si estás en un hotel. Yo pongo el mío en modo avión antes de irme a dormir. Por la mañana, antes de mirar el teléfono, debes acostumbrar tu cuerpo a los ritmos naturales del despertar. Yo realizo diez respiraciones profundas y diez giros de muñeca, tobillo y tronco. Bebo algo de té y no como nada inmediatamente, para no acumular sobre lo que ingerí durante la cena. Un concepto importante para las mañanas es la motilidad —cómo funcionan tus digestiones; los giros de tronco ayudan a estimularlas (hay un proceso digestivo natural… que te ayudará a saber si lo estás haciendo bien). Una vez que hayas estirado y pasado por el baño, puede comenzar la avalancha digital. APROVECHA LOS RATOS MUERTOS

Antes de la pandemia, los viajes de ida y vuelta al trabajo eran difíciles de evitar. Ahora que volvemos a hacerlos, nos resultan una pérdida de tiempo. Pero no lo son del todo. Son una puerta entre actividades que pueden ayudarte a resetear. Cada vez que cruces un umbral, ya sea literal (en la oficina) o metafórico (entre Zooms), aprovecha el momento para practicar tu resiliencia emocional y mental. Respira profundamente, estira el cuello y los hombros y corrige tu postura.


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Deberías hacer ejercicio para sentirte bien. A veces eso implica levantar pesas (abajo), pero también tienes que cuidar tu tejido conectivo (izquierda). Sudadera, pantalón y sus propias zapatillas Nike. Calcetines Jordan Brand.

EN ESTA PÁGINA, LOCALIZ ACIÓN: INDEPENDENT TR AINING SPOT ( SOHO, NUEVA YORK).

ORGANIZA TU JORNADA DE TRABAJO

No importa dónde trabajes en cada momento, sino la disciplina. Primero tómate unos minutos para ordenar tu espacio de trabajo con cierto sentido. Yo lo aprendí a las malas: tenía que forzar tanto la mirada en la pantalla del ordenador que me costaba concentrarme. Ahora, esté donde esté, intento colocarme frente a una ventana. Después de trabajar un buen rato, me dedico durante unos segundos a proyectar la vista hacia diferentes distancias y profundidades. Y esto sólo es un factor: un ratón ergonómico y un teclado externo son mucho más beneficiosos para los tendones de la mano y la muñeca que el portátil. No siempre podrás usar un escritorio de pie, pero ponte una alarma para recordarte que debes moverte y estirar. También quiero que planees con sensatez tus comidas en el trabajo. Hay gente que come de más, pero muchos otros estamos malnutridos. Eso se debe a que, cuando ves que el día avanza, es más fácil coger algo rápido de pobre calidad nutricional o directamente —pero igual de malo— no tomar nada. Por eso he empezado a marcar la hora de las comidas en una tabla, e incluso señalo lo que voy a comer. No hace falta que te vuelvas loco con la preparación —sólo quiero que seas diligente a la hora de reservar tiempo y sensato con lo que vas a ingerir—. Y lo mismo si te llevas tu

propia comida de casa o pillas algo en cualquier sitio cerca de tu oficina. No adoptes ningún mal hábito alimentario de tus compañeros. De hecho, resiste la presión social en general. Si has trabajado desde casa a menudo, seguro que has desarrollado tus propias manías. Quizá te dé vergüenza llevarte tu equipo ergonómico o hacer tus estiramientos delante de los demás, pero créeme: a tus compañeros también les duelen las articulaciones. Lo entenderán. ENTRENA PARA DESCONECTAR

A la gente le encanta discutir sobre si es mejor entrenar por la mañana o por la tarde. Fisiológicamente no es tan importante, aunque debes moverte todos los días. Pero un gran motivo para hacerlo después de trabajar es combatir esa sensación de falta de consistencia de la vida pospandémica. Te ayuda a rematar el día. Ya hemos hablado de cómo empezar la mañana con unos buenos estiramientos, así que aprovecha ese empuje para completar tu jornada. Puede ser ir al gimnasio, pero también dar un paseo de desconexión. Sobre todo, debe hacerte sentir bien. Incluso para quienes aman su trabajo, trabajar todo el día es un suplicio. No te castigues también con el fitness. Luego ve a casa, prepárate una cena completa y haz algo relajante (te lo has ganado) que te facilite conciliar el sueño. Al día siguiente, despiértate y repite.

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contrato entre la empresa y el individuo, se puede generar una estrategia de explotación de este nuevo maná del futuro. Yo creo que todavía estamos en pañales en relación a todo su potencial. Desde luego estamos trabajando en ello.

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Rumbo a un futuro de sostenibilidad

Tienes tres hijas. ¿Crees que irán en coches 100 % autónomos? Yo creo que ellas sí. Creo que la incorporación se hará paulatinamente, partiendo de rutas donde sea más sencillo el balizamiento y la interconexión con el medio, pero claro que lo verán. De hecho, los coches ya van incorporando elementos de autonomía. Todos los asistentes de conducción que no existían hace diez años ya van tomando pequeñas decisiones por nosotros. Pero creo que para que sea masivo todavía quedan muchos años. El gran reto es hacerlo sin renunciar a la completa seguridad.

José Miguel Aparicio, director general de Audi España, pilota en nuestro país la transición de la marca hacia un futuro lleno de retos. P o r H É C T O R I Z Q U I E R D O OSÉ MIGUEL APARICIO

(Madrid, 1973) es ingeniero industrial, máster en Ingeniería de Automoción por el INSIA y máster en Dirección y Administración de Empresas por el IESE. Se declara “un ingeniero de letras”, amante de la historia, la literatura y la filosofía; y, aunque su carrera siempre ha transitado al más alto nivel en el mundo del automóvil, nos asegura que él sólo soñaba con impactar en la sociedad de un modo positivo. Ahora tiene una excelente ocasión de hacerlo como director general de Audi España, cargo que desempeña desde 2018, en este momento crítico de transformación hacia una movilidad sostenible.

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GQ: Por si no fuera poco para el

sector con la pandemia y la crisis de los semiconductores, ahora tenemos la guerra de Ucrania. ¿Cómo os enfrentáis a la situación? J O S É M I G U E L A PA R I C I O : Nos gusta decir que nunca la mar en calma hizo experto al marinero. Hemos atravesado muchas crisis y en cada una de ellas hemos salido fortalecidos. Vivimos en un tiempo en que están sucediendo cosas que nos parecían impensables. Pero lo cierto es que nos hemos hecho expertos en superar la adversidad y nos hemos crecido en ella. Audi encandenaba 25 años como marca premium líder en España hasta 2018. ¿El objetivo principal es volver a serlo? El liderazgo ya no consiste en vender un coche más que nuestros competidores. Estamos en un momento de transformación total, en el que nuestra principal misión es anticipar el futuro. Dentro de esa transformación tenemos tres grandes ejes, y cada uno comporta cambios sustanciales. Movernos del motor de combustión al eléctrico; movernos de un coche que es conducido por uno mismo a uno autónomo. Y movernos del coche

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propio al coche compartido, migrar de vender un vehículo a ofrecer un servicio de movilidad. Por tanto, el liderazgo para nosotros tiene que ver con triunfar en todas estas dimensiones y sentar las bases de nuestro éxito. De hecho, nuestros competidores van a ser otros en el futuro en cada una de estas tres dimensiones. El mundo está cambiando a gran velocidad y lo que tenemos muy claro es que de la misma forma que hemos estado a la vanguardia de la técnica en el mundo del motor de combustión queremos estar a la vanguardia de la técnica en el mundo del motor eléctrico.

El cliente se fija cada vez más en la sostenibilidad de los productos. ¿Es el gran desafío para una marca como Audi? Es algo crucial. Nos llena de sentido contribuir a la sostenibilidad del planeta. Nosotros, que hemos sido percibidos como un problema para la sostenibilidad, hemos desarrollado la tecnología para convertirnos en parte de la solución de esta emergencia planetaria. Tenemos la capacidad de hacer una contribución masiva a la resolución de este problema. Y esto es algo que nos está movilizando y que nos hace trabajar con un sentido de finalidad y propósito que merece la pena.

En la era eléctrica las marcas tendrán que reposicionarse. ¿Qué atributos deberá tener Audi? Los elementos diferenciales van a tener mucho que ver con la experiencia a bordo y con el espacio interior. A finales de esta década vamos a ver coches autónomos, y creo que en un entorno del coche autónomo las reglas del juego cambian. Por eso van a ser muy importantes también la conectividad y el software, la capacidad del vehículo de interactuar con su entorno. En esta transición, en Audi aportamos nuestros atributos históricos, como la tecnología de vanguardia y, por supuesto, el diseño. Y también la sostenibilidad. Nuestra marca apuesta porque los productos sean neutros en CO2. Una fuente importante de ingresos en el futuro serán los datos que genere el coche conectado. ¿Está en el centro de vuestra estrategia? Sí, nosotros pensamos que el vehículo probablemente sea la plataforma que más datos generará, y además datos muy diversos y útiles. Pero estamos convencidos del principio de integridad en el tratamiento del dato. Los usuarios son los verdaderos propietarios, no las empresas, y tenemos que establecer un contrato con ellos que genere confianza. Esto en el futuro se convertirá en una ventaja competitiva. Partiendo de ese

José Miguel Aparicio es también un apasionado del deporte, sobre todo del baloncesto. Y planta de jugador tiene.

En el mundo del automóvil hemos visto una constante evolución en el último siglo. ¿Quizás ha llegado el momento de la revolución? La gran revolución fue pasar del coche de caballos al automóvil. Y ninguno de los grandes fabricantes de carruajes triunfó en el mundo del automóvil. Ahora estamos viviendo otra revolución. Y cada vez hay más jugadores en la partida. Hay que ser muy humilde de cara al futuro. Decía nuestra vicepresidenta hace unos años que debíamos ser conscientes de que teníamos una posibilidad de no existir en 15 años. Afortunadamente, esa probabilidad se ha ido reduciendo mucho según hemos ido dando pasos decididos, pero muchas veces esa clara concepción de las empresas de que se están jugando su supervivencia es lo que hace que tomen decisiones valientes. Y las decisiones valientes son necesarias en los tiempos que vivimos. HÉCTOR IZQUIERDO

es redactor

jefe de G Q .

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Nueva sastrería

Max Montlleó se inspira para Caine en referentes como la tribu mod, la estética de la Ivi League o los rude boys.

FOTOGRAFÍAS: CORTESÍA DE LA MARCA.

Caine By Max Montlleó revoluciona el traje a medida con un corte que bebe de la estética rudeboy . P o r PA B L O G A N D Í A


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I LOS ADOLESCENTES

de hoy quieren vestir como sus padres, ni tampoco los que había en Inglaterra a finales de los 50, conduciendo motos Vespa y uniformados con camisas Ben Sherman, cárdigans o un traje al estilo de los que empezó a confeccionar Max Montlleó en 2020, cuando montó la marca Caine partiendo de esa referencia estilística, la de los primeros mods. “Luego ha derivado en la tendencia rudeboy”, cuenta él por videollamada desde su taller de sastrería en Mataró, a pocos kilómetros de Barcelona. Allí recibe a los clientes y les toma las medidas: “Lo que hago es pensar en la fisonomía de la persona al completo”. Se explica: “Calculo la altura de la espalda y su curvatura, en qué dirección se mueve el brazo, el ancho del cuello o si los hombros van hacia delante o hacia atrás. Esos detalles no se tienen en cuenta en el made to measure (el servicio su misura, hecho a medida en un 70 %), pero son los que hacen que una prenda quede como un guante”. Montlleó propone un muestrario de tejidos siempre de algodón, lino o lana Mulesing Free certificada, todos procedentes de casas italianas como Piacenza Cashmere y Caccioppoli. También inglesas, entre las que figuran Bower Roebuck y Abraham Moon; o directamente de Cataluña, desde Cotó Roig en Manresa a

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Sidogras en Terrassa. Con el tejido ya definitivo, en Caine se corta el patrón y se efectúa la primera prueba, una guía que al sastre le ayuda a comenzar un proceso —“75 % a mano, 25 % a máquina”, concreta él— que a veces puede durar semanas. Para pulir adecuadamente una chaqueta se precisan alrededor de cuatro pruebas con el cliente, tres en el caso del pantalón y entre una y dos al tratarse de camisas. De media, 75 horas de trabajo hay detrás de cada traje. A Montlleó le compensa: “A medida que hacemos las pruebas, yo anoto los arreglos y ajusto el patrón base, de modo que puedo reutilizarlo cuando esa persona necesita otra prenda”. Y esto pasa. Cada vez a más gente de 30 a 50 años parece interesarle la sastrería de la firma y el día en que se animan, señala el fundador, repiten. Por el precio, que no es asequible, pero tampoco caro —los uniformes para clientes primerizos rondan los 750 euros—, y porque la percepción está cambiando, aunque muy poco a poco. “En España, llevar ropa así se asocia a una cuestión elitista cuando, en realidad, es un acto revolucionario”, opina el catalán. “Significa que no le estás comprando a las grandes multinacionales, que además nunca te ofrecerán un traje hecho a medida al 100%”. P A B L O G A N D Í A es periodista y colaborador de G Q .


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De los dispositivos más pequeños surgen los cambios más grandes

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1. SAMSUNG

2. APPLE

3. ADNTRO

Galaxy Book 2 Pro 360

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Test genético

4. HUAWEI

5. SONY

6. XIAOMI

Watch GT Runner

LinkBuds

Mi Smart Air Fryer

Híbrido entre ordenador y tableta que funciona con Windows 11. Su pantalla es táctil, es compatible con el lápiz óptico Samsung S Pen y, lo mejor de todo, es compatible con las redes 5G. ( C. P. V.).

El primer reloj profesional de running de Huawei está diseñado para un entrenamiento autónomo que se adapta a todos los perfiles de corredores, ya sean amateurs o profesionales. (329 €).

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El servicio de entrenamiento de Apple tiene 11 tipos de clases diferentes, entre las que destacan las de alta intensidad, yoga o meditación. Para usarlo, es necesario tener un Apple Watch. (9,99 €).

Unos auriculares que no son como los demás. ¿Ves ese pequeño ‘donut’ que tienen? Permite escuchar música a la vez que entra el sonido del entorno, para que puedas estar atento a tu alrededor (180 €).

Prueba de ADN que puedes hacer en casa y enviar al laboratorio por correo. Tu perfil genético te dirá a qué enfermedades eres más propenso, cómo deberías comer y qué tipo de ejercicio te conviene. (125 €).

Freidora que no sólo cocina con apenas una cucharada de aceite, sino que además asa, prepara yogurts, deshidrata fruta y, por si fuera poco, descongela. Todo un prodigio. (99 €).

FOTOGRAFÍAS: CORTESÍA DE LAS MARCAS.

Te garantizamos que estos seis aparatos van a cambiar tu vida... A mejor, evidentemente. P o r N É S T O R PA R R O N D O


OPINIÓN

I love techno

fusionarán ordenadores y ‘tablets’? usuario de Windows, tienes la respuesta a la pregunta del título de esta columna. Sí, hace tiempo que hay portátiles con software de Microsoft que funcionan como híbridos tablet-PC. La propia compañía de Bill Gates comercializa el que seguramente sea el aparato más famoso de esta categoría: Microsoft Surface. Incluso hay marcas como Samsung que han lanzado aparatos que van más allá, como Samsung Galaxy Book 2 que fusiona Windows con el mundo Galaxy, el ecosistema móvil de la marca coreana. Tanto Surface como el invento de Samsung tienen una pantalla táctil y son compatibles con un lápiz óptico, para que los usuarios puedan dibujar o escribir de su propio puño y letra en su display. También tienen teclados físicos, por si esos mismos usuarios necesitan trabajar como si fueran portátiles. Sin embargo, si eres usuario de Apple, todavía no puedes responder a la pregunta que encabeza este texto. La compañía que dirige Tim Cook no ha lanzado ningún aparato que se pueda denominar como híbrido. Sí, todos los actuales iPad son compatibles con teclados físicos (e incluso con ratones). Pero adolecen de una limitación que impide que sean considerados de la misma forma que los inventos de Microsoft o Samsung: los iPad tienen un sistema operativo, iOS, diferente al de los ordenadores Mac. ¿Llegará Apple a lanzar un portátil MacBook con pantalla táctil? Nadie fuera del círculo más poderoso de Cupertino lo sabe. Lo que sí se sabe es que ya hay en el mercado dos iPad que cuentan con el mismo procesador de los ordenadores Mac. Tanto el iPad Pro como el iPad Air llevan el chip M1 de sus primos ordenadores. La inclusión del M1 en el iPad Air, un dispositivo que siempre ha sido más caro que el iPad más básico y menos potente que el iPad más sofisticado, el Pro, podría significar

ILUSTRACIÓN: 4.12 STUDIO.

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que el deseado híbrido de Apple está un pelín más cerca. Durante años, los expertos en tecnología y los consumidores se han preguntado si los dispositivos iOS de Apple y sus MacBook se fusionarían de alguna manera. Eso aún no ha sucedido. Desde el punto de vista del hardware, un portátil con un teclado real sigue proporcionando una utilidad que una tableta no tiene, incluso si esa tableta tiene un teclado accesorio. Apple ha rechazado sistemáticamente la idea de que vaya a poner una pantalla táctil en uno de sus portátiles. Un vistazo a la estrategia de software de Apple muestra que la empresa considera que sus plataformas móviles y de escritorio no son demasiado diferentes. Hace unos años, Apple lanzó un proyecto —que todavía sigue funcionando— llamado Mac Catalyst para que los desarrolladores de software crearán aplicaciones para todo el ecosistema de Apple, empujando al móvil, a la tablet y al ordenador hacia un matrimonio poligámico. Aunque iOS, iPadOS y MacOS comparten el mismo núcleo de software, siguen teniendo

interfaces de usuario claramente diferentes. La imposibilidad de almacenar archivos locales en la pantalla de inicio, o de manipular fácilmente las ventanas de las aplicaciones, siguen siendo dos de las diferencias más desesperantes entre el iPad y cualquier otro ordenador portátil o de sobremesa. Los procesadores Apple Silicon son, de momento, el punto de encuentro más perfecto entre el iPad y el Mac. Otro cruce es la opción Continuidad, que permite que el Mac y otros dispositivos de Apple compatibles (como iPhone, iPad, iPod touch y Apple Watch) trabajen conjuntamente. Por ejemplo, se puede usar un iPad como segunda pantalla de un ordenador o la cámara de un iPhone para escanear un documento que puede aparecer automáticamente en un Mac. ¿Irá a más Apple y juntará ambos universos? ¿O seguirá haciendo que vivan en paralelo? Si tienes que jugarte el dinero, apuesta por la segunda opción. N É S T O R P A R R O N D O es experto en tecnología y redactor de G Q España.

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El Hotel Wellington cambia para que nada cambie

de principios del siglo XX, cuando los hoteles de cinco estrellas eran templos del buen gusto y un segundo hogar para la clientela más selecta.

Nuevas suites, espacios remozados y mayor protagonismo del spa. El cinco estrellas se renueva por fuera y por dentro. P o r R E D A C C I Ó N G Q

ENTRE LAS NUEVAS

también han de modernizarse. Para adaptarse a los tiempos, para seguir siendo relevantes en diferentes épocas y para satisfacer las necesidades cambiantes de sus clientes —sobre todo, en el cada vez más competitivo mercado del hospedaje, en el que se multiplican las opciones—. Renovarse o morir, solía decirse. Y eso es lo que ha hecho el capitalino Hotel Wellington que, por cambiar, ha cambiado hasta su nombre. Ahora se llama Wellington Hotel & Spa Madrid, tras haberse culminado una acción de rebranding que trata de poner de relieve la importancia de su oferta de bienestar y salud: no en vano, Le Max Wellness Club, su zona de belleza y relax, se ha convertido en un paraíso de 1.500 m2 dedicado a los más exclusivos tratamientos faciales y corporales —en los que se utilizan los productos de las más prestigiosas firmas de cosmética—.

Pero no es lo único que ha cambiado en el Wellington Hotel & Spa Madrid. También presenta otros espacios renovados, como los salones, suites, las cocinas o el hall. El remozado de todas estas instalaciones ha corrido a cargo del decorador portugués Vasco Aragao, que se han inspirado en el glamour de la hostelería

OS CLÁSICOS

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El área de wellness cuenta con 1.500 m2 para tratamientos corporales y faciales. Las nuevas suites The Wellington Club gozan de terraza y ducha spa.

incorporaciones al hotel, cabe destacar también las suites con terraza y spa The Wellington Club, que ha diseñado el equipo de Touza Arquitectos —el mismo que se hizo cargo del spa—. Estas suites destacan por sus suelos de madera, sus camas king size y las duchas horizontales de 8 m2, en las que se puede disfrutar de masajes acuáticos igual que en la zona de aguas de un spa. Para alojarse con todo el confort y toda la relajación del mundo.

FOTOGRAFÍAS: CORTESÍA DE WELLINGTON HOTEL & SPA MADRID.

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GABINETE POP

El cuento más triste del mundo POR NOEL CEBALLOS

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una noche, probablemente a finales de la década de 1920, Ernest Hemingway se encuentra bebiendo en un bar junto a unos amigos, todos ellos también escritores. De repente, alguien plantea una apuesta: quien sea capaz de escribir allí mismo una historia corta usando tan sólo seis palabras se llevará diez dólares de cada uno de los presentes. Hemingway no se lo piensa demasiado, coge una servilleta y escribe: “For sale: baby shoes, never worn”. O lo que es lo mismo: “Se venden: zapatos de bebé, sin usar”. Todo el mundo calla. Alguno incluso llora un poco EL MITO:

mientras busca un billete de diez en su bolsillo, consciente de haber perdido. Lo cierto es que no hay ninguna evidencia histórica de que el autor de Fiesta escribiese el que está ampliamente considerado como el cuento más triste del mundo. El rumor se originó en una carta que Arthur C. Clarke, supuesto testigio presencial del evento, envió a un humorista canadiense, luego puede que ambos estuviesen de broma. La versión oficial es, por tanto, que esos famosos zapatos de bebé son anónimos, pero en ocasiones resulta tan tentador imprimir la leyenda…

I L U S T R A C I Ó N

J O A N

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