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Nuevo Mercedes-AMG SL

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Gama AMG SL: consumo combustible WLTP 12,3 – 13 l/100 km y emisiones de CO2 280-294 l/100 km.


JOSÉ ANDRÉS

ALIZZZ

N.284

QUIM GUTIÉRREZ

OMAR AYUSO

LOS SIMPSON

CHANEL


SUMARIO

Mayo GQ World

En portada

Chanel. ..................... . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . 19 Ingrid y Silvia............ . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24 Andreu Buenafuente.... . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30

Chrome Hearts.......... . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34 Griezmann................ . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . 44 Jean Arnault............... . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . 52

Rosalía, fotografiada por Jack Bridgland, con estilismo de Oliver Volquardsen, viste mono vintage Costume – The Stylist Room y body Saint Laurent by Anthony Vaccarello.

Reportajes →

Rosalía.................... . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57

OMAR AYUSO

Sinceridad brutal

El actor deja la serie que le ha hecho famoso, Élite, y se sincera sobre la fama, los complejos y la salud mental.

José Andrés............... . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74 Alizzz...................... . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90 Omar Ayuso............... . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Quim Gutiérrez........... . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Zoom Island.............. .. . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . 119 Motor. ...................... . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126 Jacques Cavallier-Belletrud. . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130 G Q

Euro-favorita

Polémicas aparte, su SloMo es la apuesta más segura que hemos llevado a Eurovisión en años.

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← CHANEL

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→ QUIM GUTIÉRREZ

Vis cómica

Protagoniza Amor de madre, de estreno en Netflix, junto a la inconmensurable Carmen Machi.

CARTIER).

Virginia Feito.............. . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . 32


ESPAÑA

Director

Daniel Borrás

Presidenta y Ceo

Natalia Gamero del Castillo

Juan Manuel Martín-Moreno

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Director creativo Ángel Perea Malo

Chairman of the Board Jonathan Newhouse

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MADRID JEFE DE PUBLICIDAD

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Redactor jefe

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D E L E G A C I Ó N I TA L I A

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E D I TO R A E J E C U T I VA I N T E R N AC I O N A L

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Redacción

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F. Javier Girela jgirela@condenast.es

Néstor Parrondo

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Emily Sussman

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Víctor González

Creative Studio

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D I R E CTO R

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Talent Associate Editor Ingrid de la Puente

Ana García Siñeriz Lina Calzado

Rafael Martínez

Director de comunicación Alberto Pereira

Jorge Madrid S U B D I R E CTO R A

María Jiménez

D I R E CTO R D E A RT E

Xabier Mauleón DISEÑO

Arte J E FA D E M A Q U E TA C I Ó N

Cristina González Vieco

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Ruth Varillas

DISEÑADORAS

PRODUCCIÓN Y EDICIÓN GRÁFICA

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Cristina Serrano

elena.calvo@condenast.es

Ana Muñoz Moraga amunozmoraga@condenast.es

Han colaborado en este número REDACCIÓN

Belén Afonso Guillermina Carro A RT E

Juan Manuel Vallespín Juan Velázquez MODA

Syndication & Photo

Reyes Domínguez (directora) Cristina Verd

Relaciones públicas Verena Bustillo

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Fernando Bohúa

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Administración

1 World Trade Center. New York, NY 10007. Tel.: +1 (212) 286-2860.

Rocío Lozano

Natalia Torres Polo (producción) Juan Luis Ascanio FIRMAS

Arden, Serwah Attafuah, John Balsom, Jacopo Bedussi, Lola Beltrán, Marta Bercebal, Jack Bridgland, Martin Brown, Adrià Cañameras, Ricardo F. Colmenero, Bobby Doherty, Pegah Farahmand, Giovanni Franco, Tomás De La Fuente, Pablo Gandía, Laia Garcia-Furtado, Yang-Yi Goh, Matt Groening, Samuel Hine, Pilar Hormaechea, Manuel Jabois, Dr. Juanpa, David Kushner, Brett Martin, Melanie Metz, MH Miller, Cristina Pérez Hernando, Beatriz Roldán, Octavio Salazar, David Silverman, Andrea Stanley, Silvia Suárez, Silvia Tortajada, Juan Vallecillos, Noemí Villamuza, Oliver Volquardsen

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CARTA DEL DIRECTOR

B de brava más o menos, unas diecisiete horas en total con Rosalía preparando este reportaje. En Barcelona, en un garaje-estudio escondido primero, un par de tardes no demasiado frías para ser de febrero, y en Los Ángeles un poco después, más tranquilos, al sol. Era San Valentín y ella tenía motivos y compañía para haber estado paseando por la playa de la mano bien pegados (la orilla es demasiado estrecha para los amantes) y no haciéndose fotos, pero lo hizo todo con una sonrisa de mariposa. Literal y brillantemente. Es un alma libre, desinhibida y consciente, es una artista cargada de pureza. ESTUVIMOS,

Sólo una frase que dijo nada más llegar, y nos disculpará esta pequeña intromisión al off the record: “Quiero que la sesión cuente una historia, no hacerme varias fotos bonitas sin conexión…”, le dijo al equipo. La sesión de fotos casi como un disco más,

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conceptual, con discurso, sólido. Ella conocía el trabajo del fotógrafo y qué podía salir de ahí. Todo tenía sentido porque todo lo que hace tiene sentido. Aunque a veces no lo entendamos a la primera. O no sea lo que esperábamos. O no nos gustaría que fuera así. Como si su arte fuera sólo nuestro, maleable. Decía un músico una vez eso de que el significado de sus letras dejaba de ser suyo cuando llegaba a la gente, que cada uno las interpretaba a su manera y eso estaba bien. Pero no es verdad. Hay una razón detrás de lo que hace cada artista; tal vez podamos conectar con ese sentimiento, tal vez no, pero siempre será su sentimiento. Motomami es un disco bombástico y enorme,

inspirador y explosivo, un bombón de lluvia. Un trabajo, inevitablemente, atado de manos y pies a la incomprensión: la gente esperaba a la Rosalía de antes (¿qué demonios significa antes?), mientras Rosalía huía corriendo de la obviedad. Pero es, por encima de todo, el álbum que ha querido hacer ahora. En esta sesión de fotos exclusiva para GQ, Rosalía deja claro su sentido lúdico del trabajo y la creación. Hay pelucas, gafas, uñas imposibles, monos de motorista, pistolas de burbujas, ositos gigantes de peluche. Un universo inesperado, una mente de bizcochito. No hay poses de bailaora, no hay primeros

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planos de porcelana. Es como el martilleo electrónico que entra en el minuto cincuenta y cinco de Hentai. Rosalía es ‘todas las cosas’. Rosalía toca y cura, también besa y mata. La gente la ama y también se sienten obligados a decidir por ella. Está en todos los rincones, en cada trama de salón, en la música de los ascensores. Tiene un abecedario entero que la define, pero nosotros nos hemos quedado con tres palabras. Dinamita, enigma, titánica. Añadiría única. Y maravillosa también, con M de Motomami. Motomami, motomami, motomami.

Daniel Borrás HE AD OF EDITORIAL C O N T E N T G Q E S PA Ñ A

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OPINIÓN

Licor Café

Vida breve de Basilio Romero, un cuento B A S I L I O R O M E R O fue el primero que dijo en España “mis dieses”. No era broma: guardaba el tuit de 2008 en el que escribió, a propósito de un chiste de otro usuario, “mis dieses”, y aquello era irrefutable. La expresión tuvo éxito tan pronto y tan rápido que Basilio Romero quedó en el olvido y ya nadie recordaba a quién se le había ocurrido decir “mis dieses”. También se arrogaba haber sido el primero en decir “es bien” cuando algo le parecía bien (?), pero esa titularidad le estaba costando más porque otra persona, una mujer muy ingeniosa de Segovia, aseguraba haberla dicho antes en Forocoches. A un par de streamers

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famosos les hacía tanta gracia aquella disputa que, tratándolos como a dinosaurios (ellos ya decían cosas como “funar”, jugaban en la liga de los nacidos en 2010), los reunió en un debate que siguieron 630.000 personas, “más audiencia que las campanadas en el canal de Ibai”, según los periódicos. Pasó lo peor que podía pasar: Basilio y la chica, que se hacía llamar Trinaranjus en Twitter, empezaron a salir. Eran dos seres tan autopercibidos como sensibles a lo nuevo y lo moderno, no lo que está de moda sino lo que está a punto de estar de moda, que sus conversaciones eran un despropósito. Llevaban años pronunciando “lmao”, que es una cosa que me dejaba alucinado porque me parece imposible pronunciar algo así, y Basilio había dejado de reírse para decir, secamente, a veces sin levantar la vista, “lol”. No puedo describir el asco que me daban. Dejé de quedar con ellos cuando un día Trinaranjus me dijo que yo era una “persona muy favorita”, una expresión tan estúpida que ya me pareció una tomadura de pelo. No podía ser otra cosa que una desubicada y a ella y a su novio empezaría a tratarlos como tales. Aquella tarde Basilio levantó la mano e hizo triscar los dedos de tal forma que el camarero lo debió suponer ministro; de milagro no se acercó también el caballo de

la policía montada, que estaba a trescientos metros. Basilio pidió una “cerveza doble, o sea normal”, haciendo ese mismo comentario fastidioso que hacía cada vez que llegaba a Madrid, y luego reclamó de la mesa “tres minutos” para ver sus redes sociales. —¿Qué le pasa a tus redes? —le pregunté. —A las mías nada. Las de los otros son las que me preocupan —dijo. A Basilio Romero le llamábamos Basi. Cuando tenía 16 años desapareció de nuestra vida y volvió, seis meses después, diciendo que había estado haciendo pruebas en Lezama para jugar en el Athletic de Bilbao cuando en realidad había estado en un internado y ya para entonces pesaba 84 kilos. Ahora era un hombre enganchado enfermizamente a lo que decían de él en internet, y eso que en internet no le conocieron cuando tenía 16 años. Él mismo colgaba pocas cosas en sus redes, pero si lo hacía se cogía un día libre para atender a su publicación. Era un misterio saber de qué exactamente se cogía los días libres, y qué iba a decir nadie de él, un hombre triste de 44 años, en ninguna red social, pero se había inventado una vida y había que respetarlo, o eso cree él. M A N U E L JA B O I S

es periodista y escritor.

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OPINIÓN

L A M E M O R I A que me lleva a mis abuelas tiene mucho de patios y de terrazas. De macetas que por esta época del año desafiaban todos los colores y se apropiaban del horizonte. El patio siempre fue para esas mujeres que vivieron hacia dentro, sin ningún papel en lo público, un trozo de cielo en el que ellas desafiaban a los miedos y los fantasmas. Sus manos, siempre las manos femeninas en acción, laboriosas y creativas, llevaban escrito sin saberlo lo que podríamos llamar ética del cuidado. Ellas, condenadas a ser idénticas, mientras que sus maridos y padres exhibían individualidad ante los otros, fueron tramando valores y prácticas que, sin necesidad de teorías, me llevaron a sentir que de mayor preferiría parecerme a ellas más que a mis abuelos. En los patios, que durante el mes de mayo en Córdoba se convierten en una especie de parque temático para goce y derroche de quienes viven del turismo masivo, y de quienes disfrutan yendo donde va Vicente, danzaba entonces la vida a un ritmo que nada tiene que ver con el presente. De la misma manera que los guisos se iban cociendo a fuego lento, durante toda la mañana, exhalando sin pausa pero sin prisa aromas cálidos, de esos que impregnaban toda la casa, subían por las escaleras y hasta se apropiaban de las camas hechas desde primera hora con mimo y dolores de espalda. En las antiguas casas de vecinos cordobesas, el patio era además el lugar de encuentro y de

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Las costumbres del Sol

La memoria de los patios trueques, de solidaridades que entonces no formaban parte del discurso político y de alientos que demostraban que la felicidad era como ese tapiz siempre por hacer que necesita de muchos dedos empujando el hilo. Allí es donde se vivían y compartían las penas y las alegrías, las bodas y los entierros, las edades y las estrecheces. Lo común como un espacio en el que, sin que sus habitantes fueran conscientes, se iba construyendo una ética democrática. La que hoy se nos ha evaporado en las burbujas desde las que contemplamos, como en una trinchera, al otro como un enemigo. Cuando ahora me asomo a uno de los patios de mi ciudad, intento descubrir, tal vez debajo de la hoja de un ficus, o entre los “pendientes de la reina” que tanto me recuerdan a las mujeres de mi pueblo cuando se arreglaban para ir de fiesta, un trocito de aquellos años en los que quizás resultaba más evidente el reconocimiento de nuestra fragilidad y, por tanto, de nuestra necesaria interdependencia. Pero no lo hago

con la angustia propia de la melancolía, ni con el romanticismo absurdo que nos deja bloqueados ante el color de las flores. Busco ese fragmento de vida como quien conjura el olvido, sabedor de que sin memoria las utopías no alcanzan a escapar del papel escrito. Miro los patios y me miro en ellos, yo, un hombre educado para ser fiel a los mandatos de la virilidad, en el intento de recuperar al menos una parte de ese aliento que tantas mujeres compartieron como si fuera una invisible banda sonora de un tiempo en el que hacían malabarismos para sobrevivir. En mayo, cuando el tiempo parece acelerarse hacia el mar frondoso que nos aguarda enseguida, mi ciudad, que arrastra esa mochila a veces muy pesada de los lugares atravesados por el esplendor del pasado, abre las puertas de muchas de sus casas para que lo privado se haga público. Y aunque ahora apenas quede una suerte de escenificación de lo que tiempo atrás fue la vida compartida en los patios, me emociona descubrir que la belleza, en estos tiempos de tanta desolación, se abre paso desde las macetas en las que creo reconocer a mis abuelas. Y sus cuidados. Y sus manos que tejían y entretejían. Bendita democracia que ellas apenas si pudieron adivinar bajo el cielo limitado de sus patios de pueblo. es jurista y escritor, miembro de la Red de Hombres por la Igualdad.

OC TAVIO SALAZAR

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OPINIÓN

D E L A S M E J O R E S cosas que hizo mi abuelo fue prepararme para el apocalipsis. Mi abuelo nació a la vez que Sartre, Greta Garbo, la Revolución rusa y Boca Juniors. Había sobrevivido a dos guerras mundiales, a la Revolución cubana y a una civil, por eso había que prestarle atención, aunque eso yo no lo sabía. Una de las peores cosas de las guerras es pensar que nunca van a volver a ocurrir, o que de sus desgracias se extraen enseñanzas que las convierten en irrepetibles, como aquello de que el mayor triunfo del demonio es hacernos creer que no existe. Mi abuelo se pasó los años 90 tratando de enseñarme a cavar la tierra, a moler maíz, a plantar patatas, a fabricar vino y a alimentar UNA

Soltaré a Brian

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y asesinar a distintos animales según la época del año. Se quejaba ante mi madre de mi falta de interés por estos asuntos, y ésta encima se ponía de mi lado. Que para qué iba a servirme todo eso, si a mí se me daba bien estudiar. Y él le decía que algún día los jóvenes volverían al campo que un día abandonaron, y tenía que estar preparado. Mi abuelo era de esos personajes a los que te pegarías si vivieras en The Walking Dead o en La carretera, de Cormac McCarthy. Y por experiencia sabía lo poco que una vida humana se pasa fuera del rodaje de The Walking Dead o La carretera de Cormac McCarthy. Pero también era lo suficientemente viejo y sabio para saber lo absurdo que resulta en tiempos de paz escuchar a alguien decir que tu vida puede saltar por los aires en cualquier momento. O que en tiempos de operar a corazón abierto por ordenador a miles de kilómetros, uno va a estar encerrado en casa para parar una pandemia. Del Covid hemos salido menos, y también más crédulos. Y esto segundo no es malo. El apocalipsis siempre fueron calles vacías. Y la felicidad se volvió algo parecido a lo que creía mi abuelo, que pobres de los jóvenes que no hubieran vuelto al campo a pasar el encierro. El otro día, por culpa del precio de la luz, saqué de un cajón las velas. Que eran una cosa que se usaba en mi casa en los 80 cuando se iba la luz, y que ahora se había convertido en regalo aromático, zen y de formas extraordinarias, cuyo único destino es acabar en el fondo de un cajón, tras con suerte haber vivido unas cuantas noches de pasión. O abandonadas en la última mudanza, que es lo que no empaquetas cuando la pasión se termina. Como periodista de sucesos durante al menos diez años, raro era el incendio en una vivienda cuya causa no había sido un cigarrillo o una vela. La vida raras veces es como te la planteas, pero a veces ocurren milagros. Hay un tipo de chica que me encanta, y tuve la suerte de casarme con una de ellas. También es el mismo tipo de chica que le gusta al padre de Sergio, uno de los mejores amigos del cole de mi hijo de cinco años. Por eso las pasadas navidades, el padre de Sergio y yo hacíamos bromas de cuando ambos llegaran a la universidad y se fueran de fiesta. En concreto, a los pubs de la ciudad de la madre de Sergio, donde se quedarían en casa de algún pariente, y encontrarían lo más parecido al paraíso tardoadolescente que guardábamos en nuestra imaginación. Y que como Fantasía, en la historia interminable, se ha hecho pedazos en Odesa. R I C A R D O F. C O L M E N E R O

es periodista

y escritor.

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GQ World

Música

Siempre primera Chanel Terrero (La Habana, 1991) es una de las mujeres que más ha dado de qué hablar en España (y en parte del extranjero) en los últimos meses. Aunque ya sabíamos que eso de que Eurovisión no le interesa a nadie es sólo un mito, la representante española de 2022 en el Festival Europeo de la Canción nos ha devuelto la esperanza con el tema SloMo. Y no sólo a la hora de romper esa maldición de malos puestos, sino incluso de conseguir la victoria. Por VÍCTOR M. G O N Z Á L E Z Y F. J AV I E R G I R E L A

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pega… Y cuando los abres, ves que la puesta en escena no sólo acompaña, sino que la eleva un montón. Diría que el punto fuerte es ese sentido 360.

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¿A qué cosas crees que tienes que meterle más caña de aquí al Festival? Soy superautoexigente. Siempre. Creo que hasta que no me dedique más a ello, me va a pasar lo mismo. Cuanto más veo mis actuaciones, más cosas veo que se pueden mejorar, aunque sea una mirada. Puede parecer una tontería para el espectador, pero quien está encima del escenario cree que podría haberlo hecho mejor. Como artista me gusta ser exigente con esos detalles y subirle un punto más al conjunto. Kyle Hanagami hizo la dirección artística y también está en el equipo de Turín. ¿Qué indicaciones de espacio y aspectos técnicos os han dado para ir trabajando? Hemos estado ensayado con Kyle y con Leroy. El escenario ya se ha revelado y ya tenemos los planos, los hemos dibujado en el suelo de la sala de ensayos como referencia, quien se haya fijado en los vídeos lo ha podido ver [risas]. Lo que más me ha llamado la atención es esa grandeza del escenario. Cuando me voy de gira con musicales, cada escenario es diferente, más grande o más chiquito, pero en este caso es diferente. No sólo por el escenario en sí, las luces, etc., sino por el hecho de que va a ser televisado, toda la gente que lo va a ver.

I N E M B A R G O , éste no es el punto de partida de su carrera, la cual se extiende a lo largo y ancho de 15 años de experiencia sobre las tablas, participando en reconocidos musicales como El Rey León, El Guardespaldas, Mamma Mia! o Flashdance, el cual protagonizó. Las cámaras tampoco se le resisten, y la hemos visto en series como Águila Roja o El secreto de puente viejo. De hecho, sus aptitudes interpretativas la convirtieron en una de las cinco finalistas para interpretar el papel de Anita en el remake de West Side Story dirigido por Steven Spielberg —y que terminó interpretando Ariana DeBose—. No obstante, el camino reciente de Chanel ha estado plagado de retos (y de polémicas). En esta entrevista, la cantante, bailarina y actriz lo cuenta todo: el proceso por el que fue seleccionada para interpretar SloMo, su

controvertida participación en el Benidorm Fest, su preparación para Eurovisión (cuya final se celebra el 14 de mayo en Turín) y los puntos de inflexión de su sólida carrera.

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Ya estamos en la cuenta atrás definitiva hacia Eurovisión. Teniéndolo todo más reposado, ¿cuáles dirías que son los puntos fuertes de la candidatura y qué cosas crees que tienes que pulir todavía? C H A N E L : En realidad, cuando fuimos al Benidorm Fest la propuesta ya estaba bastante cerrada. Algunas cosas aún no estaban tan pulcras como me hubiera gustado, pero otras como la coreografía, el vestuario, el maquillaje, el pelo, estaban bastante cerradas. Creo que los puntos fuertes de la candidatura van más allá de la canción. Si la escuchas con los ojos cerrados, te transmite alegría, ganas de bailar, te motiva, es catchy, se GQ:

P R I M E R A PÁ G I N A

Camisa plisada Issey Miyake. E S TA PÁ G I N A

Plumas Moncler Genius + DingYun Zhang. Body Roberto Cavalli.

En algún momento has citado a artistas como Shakira o Selena como guías de tus shows. ¿Tenéis alguna idea o referencia para la actuación de SloMo en la final? En realidad estamos trabajado sobre lo que ya teníamos, con mucho baile y mucha coreo, y el look es muy importante. Ésa ha sido la base. No hemos querido homenajear a nadie. Estamos formando la propuesta de nuevo con nuestras inspiraciones propias y desde nuestras ideas. Un tema que se comenta mucho es el de la imagen. Lo tuyo fue más notorio porque de la semifinal a la final del Benidorm Fest tuviste un cambio de look. En Eurovisión, ¿veremos algo en esa línea o va a ser completamente diferente?¿Cómo te gustaría que fuera estéticamente y con qué estás realmente cómoda para este número? Me estás preguntando todo lo que no puedo contar [risas]. Todavía no lo sabemos. Estamos barajando muchas opciones y queremos que el look sea


perfecto, que acompañe lo que estamos creando. Tenemos un montón de opciones encima de la mesa. Sobre lo que me gustaría, me encantan los bodys, los monos, un pantalón y un top sería supercómodo… También los vestidos con cola larga, pero no podría bailar con ello… Estoy cómoda con cualquier cosa que me permita bailar, que no me quite movilidad, que me permita abrirme de piernas, hacer el dance break… o no [risas]. Algo cómodo, bonito, que me estilice y de lo que no tenga que estar pendiente. ¿Cómo está siendo tu entrenamiento, tu preparación física para llegar a esos tres minutos de canción? Mi preparación física ha sido durante toda mi vida, y esto es real. Si yo no me hubiera formado en ballet, en contemporáneo, en jazz, no habría podido llegar a hacerlo. O sí, pero no con esas líneas limpias de coreografía. Es una coreo para alguien que baila. Sobre el entrenamiento, cuando me enteré de que Kyle Hanagami quería hacer la coreografía, me preparé muchísimo para coger fondo, porque sabía que iba a ser potente. El nivel de exigencia estaba superalto. Tenía que cantar y bailar a la vez, y la letra no descansa, casi no puedes respirar. No quería que hubiera ningún tipo de limitación física por mi parte. Enseguida me subí a la cinta a correr mientras cantaba la canción. ¡El primer día no aguantaba ni una cuarta parte! Tardé una semana en hacerla entera sin ahogarme. Fue entonces cuando subí un nivel más alto: me calcé los tacones y vuelta a empezar hasta conseguirlo.

porque me conocía de musicales, y me dijo: “Esta canción te pega muchísimo”. En aquel momento estaban buscando voz para SloMo y me puso en contacto con Leroy. Sé que recibió a muchas chicas. Yo le canté la canción a modo de prueba y le gusté. Después entró el tema en el Benidorm Fest. ¿Qué pensaste en esas primeras escuchas, cuando te la preparabas para el casting? Sinceramente, en la primera escucha creí que alguien me había estado espiando. Cuando me presentaron el proyecto, pensé que era una locura, porque yo me dedicaba a otra cosa y no había sacado una canción en mi vida. Me daba respeto. Pero en cuanto la escuché, dije: “Esto me pega un montón”. Es una canción que bailaría, cantaría, de tesitura me viene perfecta, los giros también. Me apeteció meterme de cabeza de inmediato. Y salió bien.

Después del lanzamiento de la canción, ha habido un gran análisis de la letra. ¿Cómo reaccionasteis cuando sucedió todo esto? Este análisis de la letra vino después de una polémica muy grande. Yo ya estaba acostumbrada a las opiniones en masa por mi profesión y me considero una mujer bastante empática, entiendo que cada uno tiene su perspectiva, y la entiendo, pero cuando se rebasa la línea de la falta de respeto, de los insultos…, te frustras, obviamente. Una cosa es que yo no esté de acuerdo con una opinión y otra que me sienta atacada. Eso es lo que peor he llevado. Sin embargo, cuando me voy a mi casa, duermo tranquila. Sé que la gente que ha escrito la canción no lo ha hecho con ninguna mala intención, lo hemos pasado bien, lo hemos dado todo. Opiniones hay muchas y cada uno tiene la suya.

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Vestido de punto con prints setenteros y botas de cuero Fendi.

¿Cómo de segura te hace sentir esa experiencia profesional que ya tienes? ¿O cada actuación es como empezar de cero? Esto me ha llegado en el momento perfecto porque tengo la juventud de poder disfrutar, de poder hacer físicamente este tipo de coreo, y además la edad y experiencia para que no me venga grande. Ha sido esencial para mí el haber trabajado en tantos musicales, haber tenido una rutina de cuidar la voz, haber estado en programas de televisión bailando o actuando y saber dónde está la cámara, jugar con ella, ser consciente de lo que es un plató, poder escucharte con un micrófono en un estadio tan grande. No es un mar en el que no sepa nadar. ¿Cómo fue el proceso de conocer al compositor, Leroy Sánchez, y que SloMo acabara siendo tuya? Tony Sánchez-Ohlsson, que es asesor de escena de Eurovisión, me llamó

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Tras ganar el Benidorm Fest, lo primero que te preguntó Kyle Hanagami es cómo estabas anímicamente. En la rueda de prensa llegaste a decir que si no sentías apoyo no pasaba nada. ¿Cómo recuerdas ahora aquel momento y cómo has crecido hasta llegar a esta recta final? Pasado un tiempo, miro atrás y me siento… Iba a decir orgullosa, pero me asombra, me sorprende lo fuerte que fui. Ahora, con perspectiva, veo que lo que sucedió fue muy fuerte. Actué bien, naturalmente, y lo volvería a hacer igual. Me siento superorgullosa de la gente que tuve al lado, de los que dieron la cara por mí… Observándolo con distancia, me doy cuenta de la grandeza y la magnitud de lo que sucedió. Yo en aquel momento estaba en plan: “Ok, vamos a minimizar esto, que está siendo demasiado grande”. ¿Qué le dirías a la Chanel de aquel fin de semana del Benidorm Fest? Sigue teniendo la conciencia tranquila, que todo pasará, todo se coloca.

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Sujetador y choker con pedrería Dolce & Gabbana. Pantalones lenceros y braga Gonzales.

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¿Tienes algún coach emocional que te ayude a gestionar ya no la polémica, sino lo que supone ir a Eurovisión y estar en el foco? Los míos, mi gente son mi apoyo. Por lo que he vivido, creo que eso es lo más importante cuando pasan estas cosas. A mí me está salvando tener a la gente que me recuerda de dónde vengo, quién soy de verdad. No hace falta estar dándole vueltas a lo mismo todo el día, simplemente con una copa de vino te desahogas, te ríes y no todo es tan importante como parece. Cuando estás en la palestra, hay veces que piensas: “Si me toco el pelo de esta manera a lo mejor alguien se lo toma mal”. Cuando estás con los tuyos, eso no importa, todo está bien.

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Después de vivir esta experiencia, y considerando la cifra tan alta de suicidios entre los jóvenes, el hate en redes sociales… ¿Qué mensaje lanzarías? El mensaje que me salió natural en su momento sin haberlo pensado ni analizado mucho fue que tenemos que tener cuidado con lo que decimos en redes. Como sociedad, somos responsables de ello, es cosa de todos. Hay muchas cuestiones que aprender, que cambiar, de las que ser conscientes… Debemos tener la empatía como prioridad, porque es muy importante en estas situaciones. Yo he llegado a recibir amenazas, comentarios machistas, racistas… No podemos quedarnos en un simple tuit en el Día de la Mujer o, en el caso de la salud mental, esperar a que suceda una tragedia para llevarnos las manos a la cabeza y compartir 50.000 posts. Hay que trabajarlo día a día los 365 días del año. Todas estas polémicas y debates alrededor de SloMo parecen haber sido de puertas para adentro. Fuera de España, todo el mundo está flipando contigo, España está en los primeros puestos en casas de apuestas, el tema sigue imparable subiendo en escuchas… ¿Cómo te enfrentas a esto? Flipo muchísimo. Me siento como una niña pequeña todo el rato. El día de la semifinal estaba con mi mejor amiga en la habitación nada más acabar la actuación, nos pusimos YouTube y había muchísimos vídeos de reacciones. Fue como: “¿Esto está pasando de verdad?”. Ahí empezó todo. Es muy divertido ver de repente a una persona de Filipinas, de Estados Unidos o de cualquier parte del mundo reaccionando al vídeo. Recuerdo que vimos un vídeo divertidísimo en Wiwibloggs. Todo el rato comentaban sobre el booty hipnotic, diciendo: “Esto lo voy a utilizar en mi día a día”. Es genial ver a la gente tan implicada. ¿Qué es lo que más respeto te da de la actuación de Eurovisión? Algo que no pueda controlar. Que se vaya el inear y no pueda escuchar bien, que se caiga un foco [risas], que se rompa el vestuario… Lo que yo puedo controlar ya lo estoy ensayando, ya estoy en ello. ¿Cuándo te diste cuenta de que querías ser artista, de que ya no era un juego o un hobby? Ha sido algo bastante natural en mi vida. De pequeña no era la típica que decía “quiero ser bombero” o lo que fuera, siempre bailaba, cantaba, actuaba… Poco a poco empecé a tomar clases.

Por aquel entonces, para mí ya era algo serio, nunca fue un juego, porque competía, me examinaban… Siempre había ese punto de profesionalidad y disciplina. La primera vez que me cogieron para un trabajo fue con 16 años, para el musical de Mortadelo y Filemón, y dije: “Ah, ok, puedo vivir de esto”. Supongo que esto supuso un punto de inflexión para ti, ¿qué otros puntos de inflexión marcarías en tu carrera? Sí, fue un punto de inflexión porque salí de casa y me independicé. También lo fueron cuando me seleccionaron para la primera serie que hice, Águila Roja; cuando conseguí mi primer papel protagonista con el musical de Flashdance y cuando bailé con Shakira en los premios MTV Europe Music Awards de 2010, fue muy fuerte. En el teatro y en las series interpretas a otras personas. ¿Cómo es la faceta de Chanel cantante que te tienes que montar tú? ¿Hacia dónde va Chanel después de SloMo? Estoy en ello. Me tengo que descubrir como artista porque es la primera vez que no interpreto a ningún personaje, pero está siendo muy divertido, y raro a la vez. En plan: “Ya está. Ésta soy yo. Esta coreografía y este movimiento me sale así, y está bien, porque soy yo”. Tengo muchas ganas de descubrirme, pero si en el primer tema me siento así de definida, vamos por buen camino. Me inspira mucho Selena Quintanilla, Shakira también, Nathy Peluso me vuelve loca, Beatriz Luengo, Celia Cruz… Te podría decir un millón de personas. ¿Cómo crees que Eurovisión te va a cambiar la vida? Yo pensaba que era fan del festival, pero me he dado cuenta de que hay un mundo superguay por descubrir. Estoy aprendiendo un montón. No sé cómo me va a cambiar la vida. No me gusta planear, me gusta vivir el momento, con metas a corto plazo. Lo que venga, bienvenido será. Tengo ganas de que suceda y verlo. He hablado con Ruth Lorenzo, con Miki Núñez, con Alfred, con Blas Cantó… Todos coinciden en que disfrute el proceso, que lo pase muy bien y que descanse, que duerma un montón porque es muy exigente. Y una última pregunta: ¿cómo va a ser la actuación de Eurovisión? ¡Increíble! Va a ser booty hipnotic. V Í C T O R M . G O N Z Á L E Z Y F. JAV I E R G I R E L A

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son redactores

PRODUCCIÓN: NATALIA TORRES. MAQUILL A JE Y PELUQUERÍA: CRISTO RODRÍGUEZ. ASISTENTE DE FOTOGR AFÍA: FL AVIO ORSOL ATO. ASISTENTES DE ESTILISMO: MAIDER LOPETEGUI, GEMMA REY Y PAUL A TODOLI. DIRECCIÓN DE MODA: JOANA DE L A FUENTE. DIRECCIÓN DE ARTE: FERNANDO VALLESPÍN.

¿Ser ganadora ha sido más duro de lo que pensabas? Sí, cien por cien [risas]. La vida me ha cambiado mucho en apenas unas semanas. De repente estar aquí, en una sesión de fotos, a la que llego tarde porque vengo de otro lado. Mi agenda está a full. Conozco a gente todos los días, hablando de este tema todos los días. No tanto por la parte artística, porque yo siempre he trabajado mucho, pero ahora tengo una responsabilidad detrás. Eso no lo esperaba. No era consciente de que traería todo esto. Por otra parte, está siendo una experiencia muy guay, porque la gente te para por la calle para darte un abrazo, recibo mensajes bonitos todos los días… Eso es maravilloso.


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Ingrid García-Jonsson y Silvia Alonso protagonizan Veneciafrenia, la primera incursión de Álex de la Iglesia en el género slasher y una magnífica excusa para regresar a las salas de cine. Por HÉCTOR IZQUIERDO

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Y S I L V I A tienen la complicidad de dos buenas amigas. En frente de la cámara del fotógrafo y, por supuesto, detrás. También lo son, amigas, aunque en este caso más bien lo finjan, o lo interpreten, en la última película de Álex de la Iglesia: Veneciafrenia. En este largometraje (que se estrena el próximo 22 abril, tras varios retrasos por la pandemia) ambas se embarcan en un viaje de despedida de soltera en Venecia, junto a otras parejas, que pronto empezará a torcerse de la peor manera posible. Poco más se puede contar del argumento de la película sin hacer spoilers, salvo que es la primera incursión de Álex de la Iglesia en el cine de horror puro y duro y que, si te gusta el género slasher, no te va a decepcionar. Aunque por sus connotaciones NGRID

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Vestido de cuero Hermès. Pulseras Clash en oro rosa Cartier. S ILV I A:

Falda y brassiere Hermès. Pendientes Juste un Clou en oro amarillo y pulsera Clash en oro rosa con brillantes Cartier.

“Me encantaría hacer una peli que lo pete en salas, que la gente acuda en masa a verla, y ojalá sea esta peli, porque llama a verla en grupo” —INGRID GARCÍA-JONSSON

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italianas, y la presencia de actores transalpinos, como Cosimo Fusco y Alessandro Bressanello, también podría considerarse un giallo (ese género local de filme de suspense con acentos de terror y misterio). El terror en sí —y aquí acabamos, palabrita del niño Jesús, con nuestro destripe del argumento de Veneciafrenia— se desencadena cuando el movimiento de protesta en contra de la turistificación de la ciudad y de los grandes cruceros que destruyen la laguna sobre la que está construida degenera en una asociación secreta y, digámoslo así, violenta. “De hecho, existe un movimiento que lucha contra esto en Venecia”, apunta Silvia Alonso. “No de la misma manera, hasta donde sabemos, pero eso existe. Claro, también es que el turismo, especialmente en Venecia, es una locura. Nosotros hemos sido muy privilegiados por estar allí rodando en pandemia. Las circunstancias eran terroríficas, pero hemos sido muy privilegiados, porque no creo que mucha gente haya visto Venecia como la hemos visto nosotros”. “Pudimos ver la ciudad sin gente a cualquier hora del día. Tuvimos la ciudad para nosotros”, añade Ingrid sobre la filmación de Veneciafrenia. “Cuando llegamos había libertad de movimientos total, pero a medida que fue avanzando el rodaje se fueron endureciendo las normas debido a la pandemia y la gente tenía que estar a las cuatro de la tarde en su casa. Luego se prohibió el turismo, luego empezaron a cerrar los locales y al final estábamos solos nosotros”. El rodaje en sí, no obstante, fue todo lo complicado que puede ser rodar una película en una ciudad que, literalmente, está construida sobre el agua. “Es incomodísimo. Creo que es la peor ciudad para rodar del mundo”, confiesa Ingrid. “Porque es verdad que en el momento en que colocas la cámara es todo precioso y funciona siempre bien, pero toda la logística es muy complicada, porque todo hay que transportarlo en barcas, y no tienen ni la velocidad ni la capacidad que tiene un camión. Así que es muy difícil, hay que currar mogollón, íbamos cargando con las cámaras de un lado para otro, físicamente yo creo que ha sido un rodaje bastante retador, ningún departamento lo ha tenido fácil”. Para Ingrid García-Jonsson (Skellefteå, Suecia, 1991; la recordarás por Hermosa Juventud, Sweet Home

o Explota Explota), la ciudad en sí fue también todo un descubrimiento. “No había estado nunca, ¿y sabes esta catetada de tener que llamar a tu madre para decirle que es verdad, que está encima del agua? ¡Es que está encima! Y yo la había estudiado en arquitectura y todo, pero cuando lo ves de verdad, cuando te das cuenta de que lo que has visto en fotografías es verdad, que la gente vive allí… Fue como muy sorprendente. Y es muy bonita, tiene muchos contrastes, de pronto es preciosa y de pronto es un poco grotesca, tiene esa cosa… Esos callejones tan estrechos, esa relación con la muerte, que está tan presente, el Puente de los Suspiros… Y la verdad es que es una ciudad que merece la pena visitar y conocer”. a las dos si alguna vez han vivido uno de esos viajes que, como el de la película, empiezan de forma idílica y acaban convertidos en una pesadilla. Silvia Alonso (Salamanca, 1992; la recordarás por La corona partida, Tierra de lobos o Durante la tormenta) nos asegura incialmente que no: “La verdad es que siempre he tenido bastante suerte. Ha habido algún viaje que me he podido aburrir un poco y decir, bueno, pues igual ya está bien. Pero… No”. Ingrid la secunda: “Historias de terror en viajes, no, afortunadamente. He tenido la suerte de ser una turista bastante respetuosa y no he tenido ningún problema”. Aunque, acto seguido, las dos se enzarzan en un cruce de anécdotas que sugiere lo contrario. LE PREGUNTAMOS

La mayor decepción fue este verano, que fuimos a Suecia las dos, y la llevé de safari a ver alces y cuando llegamos no vimos ni un perro. S I LV I A A L O N S O : En realidad, fuimos a jugar al disco ball [imaginamos que se refiere al KanJam] y su prima la intentó matar [risas]. I . G - J . : Es verdad, eso fue peligrosísimo [risas]. S . A . : Y la primera vez que fuimos nos metimos por una senda que había muchísimos mosquitos… I . G - J . : La verdad es que casi morimos [risas]. S . A . : Y yo tengo otra experiencia, pero no fue en un viaje, fue en un rodaje, en Tenerife, cuando cayó la peor calima de los últimos 40 años. De repente no se podía respirar y no había mascarillas por el Covid. Luego llegó una plaga de langostas, I N G R I D G A RC Í A-J O N S S O N :


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Mono en piel de becerro Chanel.

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E S TA PÁ G I N A I N G R I D:

Abrigo y bandeau en punto de algodón Max Mara. S ILV I A:

Peacoat en lana y cahsmere y mini vestido de tirantes Max Mara.

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incendios, el viento, todo… Fueron cuatro días que yo dije, pues ya está, hasta aquí he llegado [risas].

PRODUCCIÓN: NATALIA TORRES. MAQUILL A JE Y PELUQUERÍA: RICARDO CALERO. ASISTENTE DE FOTOGR AFÍA: SANDR A ANGSTADT HIDALGO. ASISTENTE DE ESTILISMO: BENEDE T TA PER A Z ZO.

Reconducimos la conversación hacia el cine y Veneciafrenia, una película muy esperada, tras los sucesivos éxitos de taquilla de Álex con Perfectos desconocidos y 30 monedas. GQ: El cine de Álex de la Iglesia es muy particular. Si no te gusta su universo, es posible que no entres. ¿Os interesaba ese universo antes de rodar Veneciafrenia? S . A . : Bueno, creo que Álex tiene un código muy concreto, y sí que es cierto que si no te gusta el código de Álex no te gustan sus películas, pero luego tiene películas muy diferentes entre sí. Además, yo creo que lo más complicado a la hora de currar con Álex es entender su código y su manera de trabajar, y meterte en eso. I. G-J.: La verdad es que tiene pelis muy diferentes. También hace comedias, como Mi gran noche o La comunidad, que es mi película favorita. También El día de la bestia, que es Álex en estado puro, Perfectos desconocidos, que de repente es un largometraje como muy comercial… Me parece un director muy prolífico, no para de trabajar, y puede llamar a públicos muy diferentes. Y esta peli también es muy distinta de todas las que viene haciendo. Creo que sí que puede resonar un poco a Balada [triste de trompeta] o El día de la bestia, pero al final es la primera vez que hace terror sin más, y en ese sentido es un slasher puro y duro. Así que te puede no gustar Álex pero sí los slashers y conectar por ahí. Creo que es una película bastante diferente de lo último que le hemos visto.

La pandemia ha reorganizado aún más una industria audiovisual que estaba en pleno proceso de reestructuración, con el streaming como máximo protagonista y las salas pasándolo mal. ¿Es ésta una de esas películas que merece la pena ver en el cine? S . A . : Al final, si los espectadores van a volver al cine en el futuro o no, no lo sabe nadie, no hay un algoritmo para saberlo. Yo creo que es una película que sí que merece la pena ver en un cine, porque creo que cualquier película de Álex de la Iglesia… Para empezar, creo que cualquier película merece la pena ir a verla al cine, pero adaptándonos a los tiempos que corren, yo creo que en ésta

en concreto la experiencia es muy diferente si la ves en una sala. Nos estamos acostumbrando a ver el cine en casa, pero es complicado concentrarse en la historia de una película así, porque estamos rodeados de estímulos. Estás en casa y estás viendo una peli, pero estás con el móvil, vas al baño… El hecho de ir al cine hace que te metas en ese universo de una manera mucho más sencilla. No sé, evidentemente hay mucha gente que ya no va al cine, no sé si habría que reestructurar o rediseñar la experiencia de ir al cine, no sé cómo se tendría que hacer. Ojalá se encuentre otra manera de llamar la atención de la gente que ha dejado de ir al cine porque creo que es una experiencia muy guay. I . G - J . : Esta peli la ves solo en casa y no duermes en dos días, no apetece nada [risas]. Sinceramente, que cada cual vea las películas como le dé la gana. A mí me encantaría hacer una peli que lo petara en salas de cine, tengo muchas ganas de hacer algo que lo pete de una vez, y que se vea mucho y que la gente acuda en masa a verlo, me haría muchísima ilusión, y ojalá sea esta peli, porque es una peli que llama a ir verla en grupo y con palomitas, es muy palomitera, y creo que con amigos y compartiéndola se va a disfrutar más. Pero lo bueno de ahora es que sabemos que las pelis van a tener una vida después, y esta peli ya está pensada para eso, tendrá estreno en plataformas, así que eso también te da una tranquilidad. Que la gente vea películas, eso es lo importante, donde sea y como quiera, que cada uno lo haga como le dé la gana pero que las vea, porque el cine abre la mente y nos ayuda a ser mejores personas. Por cierto, puestos a sacar el pescado a vender, ¿en qué estáis ahora? S . A . : Yo tengo por estrenar una serie que se llama Fuerza de paz, que rodamos el año pasado para TVE, pero de momento no sabemos cuándo se estrena. Luego acabo de terminar otra serie para Amazon Prime, que se llama Sin huellas, y ahora mismo estoy rodando una peli de la que no puedo decir nada todavía. I . G - J . : Cuando salga esta entrevista ya se habrá estrenado Camera Café, supongo [supone bien, se estrenó el 25 de marzo]. En junio estreno Nosotros no nos mataremos con pistolas, de María Ripoll, que es una adaptación de una obra de teatro, y eso es todo. He terminado de rodar

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“Hemos sido muy privilegiados de rodar en Venecia en pandemia, no creo que haya mucha gente que la haya visto así” —SILVIA ALONSO

una peli, pero es que ahora hay tanto secretismo que no te puedo decir cuál es ni cuándo se estrena ni nada. En mayo-junio empiezo a rodar en Marruecos, y luego… S . A . : ¿Te vas a Marruecos? ¡Si tenemos muchas cosas que hacer aquí…! I . G - J . : Pues sí, en mayo o junio me voy dos semanas. Y luego en septiembre me hace mucha ilusión por fin rodar Una ballena, de Pablo Hernando, que llevamos mucho tiempo con ello y es una gran película. Si el mundo no se acaba antes, claro, porque vaya panorama… I . G - J . : El satélite llega el 6 de mayo [bromea entre risas]. S . A . ¡Nos lo han dicho tardísimo! [protesta Silvia].

Vestido de seda Loewe. Pendientes de oro rosa Suárez.

Que el fin del mundo nos pille rodando… I . G - J . : Y bailando, bailando también. HÉCTOR IZQUIERDO

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Lo último de Andreu es un libro de literatura infantil. Salido de una broma, pero escrito muy muy en serio. P o r H É C T O R I Z Q U I E R D O

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GQ: De Nadie sabe nada han nacido muchas cosas, entre ellas la broma que da vida a este libro infantil. ANDREU BUENAFUENTE: Sí, yo soy como uno de esos padres y madres que pasamos esta prueba diaria —que a mí me encanta, por cierto, pero que no deja de ser difícil— de poner a tu hijo a dormir. Como en el programa cabe todo y el guion es nuestra vida, decidí hacer un poco de broma sobre eso. Porque una vez de verdad, agotado ya y sin recursos, le leí a mi hija una lista de animales. Susurrada al oído, como la última bala. Y dije: ‘Pues mira, yo he hecho esto con mi hija, me parece que puede funcionar…’. De ahí hice una grabación de esta lista, y quedó como una broma interna del programa. Pero luego hay un editor que me dice:

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ILUSTR ACIONES DEL LIBRO: NOEMÍ VILL AMUZ A Y MARTA BERCEBAL / CORTESÍA DE L A EDITORIAL.

El método Buenafuente para soñar como un niño

—y a Andreu Buenafuente le gusta recordarlo— que un cómico ha de tener siempre un pie en la infancia. Nietzsche, por su parte, dejó escrito que la madurez de un hombre consiste en recuperar la seriedad con la que jugaba de niño. Y hay una cierta unanimidad en que podemos aprender cosas de los infantes, tales como su habilidad para vivir en el presente o de encontrar la felicidad incluso en los momentos más terribles. Los niños adoran la espontaneidad, y algo nos dice que Andreu, en los últimos años, ha hecho suyo todo lo anterior para reivindicar un humor construido desde la vida y la verdad. Desde luego, algo de regresión hay en su programa de radio Nadie sabe nada, junto a Berto Romero, que es el podcast en español más escuchado. Y de ese magma inclasificable sale el proyecto que presenta en estas páginas, La lista mágica de animales, su primera incursión en la literatura infantil. “Es un proyecto al que le tengo mucho cariño, porque me parece que es como un destilado de toda nuestra vida humorística”, nos explica Andreu sobre Nadie sabe nada. “Y lo podemos hacer gracias a que hemos hecho todo lo anterior. Llevamos ya 10 años y es un ejercicio de complicidad y libertad creativa total, con la improvisación como herramienta. Fantaseo con Berto con que ya no hay otra pantalla más, que más se puede pedir que te permitan hacer comedia con un amigo, sin guion, que la vida sea el argumento…”. ECÍA WOODY ALLEN


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‘Yo veo ahí un libro infantil’. Y pensé: ‘Hombre, ahí me has matado’, porque mira que yo veo cosas, pero esto… Y montamos un equipo para hacerlo. Me rodeé de buenas ilustradoras, porque no iba a meterme como un elefante en una chatarrería, nunca mejor dicho. Y finalmente ha quedado como algo incluso emocionante, poético. Madre mía, la de vueltas que da la vida… ¿Cómo es el tránsito de hacer humor adulto a hablar a los niños? Pues difícil, ¿eh? Porque los críos son superexigentes, son los críticos más duros, captar la atención de un niño es algo titánico. No caigamos en el error de pensar que por su inmadurez… No, no, no. Si no le interesa, un crío desconecta a los 30 segundos. Así que era una presión añadida. Y volviendo al tema, los que dormimos a niños (parece un colectivo [risas], los que dormimos a niños…) sabemos lo complicado que es y lo exigentes que son. Es también una buena escuela de creatividad. ¿ Le ha dado el imprimátur tu hija? Sí, se lo ha dado muy seria, lo normal en ella, me ha dicho muy seria que está bien. Un ‘está bien’ muy plano que yo me lo tomo como que es la bomba. Porque ella no es de regalar los oídos. Ahora que no tienes un programa diario, tienes más tiempo libre, y eso en un tipo como tú es peligroso… [Risas] Sí que es peligroso, sí, porque ahora se están sembrando los agobios del futuro [risas]. Y no soy consciente ni yo mismo. Una vez se lo decía a un amigo, ahora que estamos tranquilos, estamos sembrando el estrés del futuro. Pero es el ciclo de la vida artística. He pasado unas semanas vaciándome un poco para volverme a llenar, y realmente es gustoso, porque el programa diario tantos años es genial, pero también es bonito planificar una vida artística en la que cada creación se pueda disfrutar un poco, que es lo que me ha faltado en los últimos años. Demasiada ejecución, demasiado rock ‘n’ roll, que digo yo. Desde fuera, da la impresión de que ahora estás haciendo un poco lo que te da la gana. ¿Es así? Me gusta que lo digas, porque este tema sale bastante a colación últimamente. Yo me he marcado como reto

personal, desde el respeto al oficio, tener más libertad creativa, más disfrute, y ser un poco más gamberro. Aprovechar que ya no tengo tanto que demostrar para jugar más. Berto me suele decir que cuanto más mayor me hago, más gamberro me vuelvo. Me gusta eso, porque creo que va en consonancia con lo que te digo del oficio. Venga, vamos a darle caña, vamos a darle rock, voy a hacer cosas que te pueden sorprender pero que realmente son las que tocan ahora. ¿Se agradece no tener un programa diario de humor en televisión tal y como está el mundo? Me lo pregunto mucho estos días. Pero igualmente hemos atravesado la época más convulsa de España de los últimos 50 años. Pandemia, crisis identitarias, crisis mundial, crisis climática… Hemos hecho un máster

La lista mágica de animales tiene guion de Andreu Buenafuente e ilustraciones del dúo Grillo en Casa, compuesto por Noemí Villamuza y Marta Bercebal.

en traducir a comedia la desgracia, aunque es verdad que la guerra soporta muy mal la broma. A lo mejor también maduramos con la vida misma, de ser unos niños mayores con tontería empezamos a contar la vida, y recuerdo programas donde hubo poca comedia. Nos hicimos un programa en Lesbos, me fui a Manchester para hablar con españoles jóvenes que se habían tenido que pirar de España… Me gustó eso de que la comedia también tenga que contar la vida. Tengo una niña de cinco años. Si no funciona el libro para dormirla, ¿devolvéis el dinero? [risas] No hemos previsto eso… Porque si no se duerme es tu culpa, el método es infalible. HÉCTOR IZQUIERDO

es redactor

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psicológico en la ficción. ¿Cuáles son las influencias literarias o cinematográficas de esta novela? VIRGINIA FEITO: La novela se me ocurrió viendo Las Horas, en concreto la escena de Meryl Streep en la floristería. Pero también hay mucho de Shirley Jackson, cuyo terror doméstico ha sido crucial para mí. Aunque, si te digo la verdad, no sé si me han influido más pelis que libros; es interesante porque creo que ahí hay un buen equilibrio. Y luego hay muchas que son las dos, como American Psycho, que veo el libro y me llevo una cosa, y con la película, otra. Al igual que Black Swan, que me leí el guion hasta la saciedad. Luego hay otra que no suelo mencionar y que es Animales nocturnos, en este caso el libro, porque me provocó muchísima ansiedad y también habla de una mujer leyendo el manuscrito de su ex marido, de un personaje que hay basado en ella, y que es como una agresión a través de las páginas.

De Mrs Dalloway a Mrs March, pasando por NYC Virginia Feito, la escritora del momento, nos cuenta cómo concibió La señora March y nos habla de su futura adaptación audiovisual. P o r S I LV I A S UÁ R E Z M O T I V O de su vuelta a la que fuese su ciudad de adopción durante meses, ahora convertida en el escenario de su primera novela —La señora March—, hablamos con la escritora del momento mientras descubrimos que —contrariamente a la protagonista de su bestseller internacional— el sentido del humor, el ingenio y la grandilocuencia verbal corren por sus venas. “Histriónicamente feliz e histérica”. Así define Virginia Feito (Madrid, 1988) a la señora March, el polémico personaje que protagoniza y da título a su primera novela (Ed. Lumen), que en sólo tres meses ya ha sobrepasado su tercera edición en España y va camino de convertirse en uno de los récords de ventas del año, además de en un fenómeno internacional. No en vano la premiada actriz, directora y productora Elisabeth Moss (El cuento de la criada, Mad Men) ha comprado los derechos ON

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de la ficción para llevarla a las pantallas. En un paréntesis entre este hollywoodiense proyecto y la producción de su segundo libro, Feito participa en la edición neoyorkina del Festival Literatura Expandida, que tendrá lugar en el INNSiDe by Meliá New York Nomad el 5 de mayo. Aprovechamos la ocasión para ponernos al día con ella. GQ: En

la forma y estilo de la novela, hay referencias a varias formas de terror

Has dicho que en el momento en el que concebiste en tu mente a la señora March, quisiste destruirla. ¿Cuál fue tu acercamiento a este personaje? En mi caso, cogí varias cosas de mí que no me gustan, las inflé de manera grotesca [risas] —porque yo soy una muy buena persona, con sentido del humor y hago autocrítica—; pero sí, hay cosas de ésas que hago. Inevitablemente hay cosas que ha heredado que son mías y que creo que, desgraciadamente, muchas hacemos; sobre todo lo de hablarnos mal delante del espejo, evitar nuestros cuerpos o probarnos veinte vestidos y tapar complejos que nadie entendería por qué están ahí. Siento que es un personaje que vive, además, en un ciclo de ansiedad. Es lo contrario a feminista, pero tampoco es machista porque en el fondo odia a los hombres… Desde luego. Ella como persona no es feminista porque es muy crítica, especialmente con las mujeres; vive en un eterno concurso

“Es genial ver que por fin podemos trabajar y tener carreras, como nos merecíamos; pero queremos tenerlo todo y hacerlo todo perfecto. Mientras que antes era tener hijos y poner la lavadora” —VIRGINIA FEITO

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pagan por aparentar perfección… No sé, es como Las esposas de Stepford [risas]. Ya estás trabajando con Elisabeth Moss para adaptar la historia al cine. ¿Cuál es el mayor desafío de este proyecto? Fue todo muy rápido e intenso el verano que conocí a Elisabeth y a su compañera de producción, además de a varias productoras distintas, mi representante en Hollywood, un abogado, etc., así que el verdadero reto era intentar mantener la calma. Tengo que decir que aún no he empezado con el guion, pero es que ella es una persona tremendamente ocupada, sólo tienes que echar un vistazo a su Imdb… Aunque, en ese sentido ya estoy más tranquila, porque habrá un equipo detrás y eso a mí me alivia enormemente. Al final te das cuenta de que todo hay que disfrutarlo y de que todo está bien.

La señora March está ambientada en Nueva York, que también ha sido hogar adoptivo de Virginia Feito.

Y si alguien tuviese que interpretar tu próximo libro, ¿quién te gustaría que fuese? De pronto se me ocurre Florence Pugh… Pero la verdad es que necesito pensarlo más porque el libro aún es un feto.

con todas las mujeres de su vida, incluso con niñas que le dan envidia. Pero sí creo que, como personaje, es feminista como en una especie de reivindicación, porque es un personaje que vive atormentada, que no es buena madre ni salva al niño del pozo, o es la detective que está volviendo loca a un hombre… ¿Sabes? Creo que hay veces que hay que aceptar que somos las mujeres las que somos un poquito putas [risas], casi como si fuéramos seres humanos. Quizá hay algunos comportamientos de los March que pueden no llegar a entenderse bien por las nuevas generaciones. Aunque, por otro lado, la exigencia y presión sobre la mujer, lejos de relajarse, ha aumentado. Creo que fue mi ginecólogo quien me dijo que ahora a las mujeres les cuesta más tener hijos, no quieren tenerlos o, en muchos casos, no pueden, por el nivel de estrés. Por un lado, es genial verlo como que por fin podemos trabajar y tener carreras, como nos merecíamos; pero, por otro, queremos tenerlo absolutamente todo y hacerlo todo absolutamente perfecto. Mientras que antes era tener hijos y poner la lavadora [risas]. Desde luego esto me parece horrible, pero es que ahora tenemos todas las presiones del trabajo que el hombre siempre ha tenido, más comer healthy —que

Además de en Nueva York, has vivido en Londres y París. ¿No has pensado en convertirlos en escenarios de tus historias? Absolutamente, como ambientación. Además es que la atmósfera British victoriana y Dickensiana, con esas calles tan oscuras, sus adoquines y tabernas, me parece espectacular. Y el humor seco y las tostadas con marmita, que no hay quien se las coma [risas]. Me encanta esa cultura, aunque también me gusta la americana con Disney World, las amas de casa de los años 50 y Patricia Highsmith.

esto ya es generacional—, estar en forma y estar fuerte, demostrar que podemos hacer todo lo que hacen los hombres físicamente, psíquicamente y emocionalmente… Y encima, ya que estamos, estar guapas y con las uñas puestas, además de que parezca que no te importa tanto, porque entonces eres un poco loser [risas]. No sé, tía… Yo estoy exhausta. También están las redes sociales. Sí. Es que ahora, encima, existen las herramientas para ello, que a mí me hubieran destruido como adolescente si las hubiera tenido. Es decir, desde el momento en el que existen trabajos que se llaman influencer y donde te

He leído que además vas a formar parte del proyecto como productora ejecutiva también. Sí, de hecho ya he estado en reuniones como tal, lo que básicamente significa que estoy en mute todo el rato para no cagarla [risas]. También se me cae la baba cada vez que habla Elisabeth, porque además me está dando mucha voz en el proyecto y hasta me ha dejado hacer a mí el pitch a los productores… Lo malo y lo bueno de ella es que cree mucho en las personas [risas]. Pero bueno, tampoco se puede pensar que vamos a calcar el libro, porque el libro ya está escrito. SILVIA SUÁREZ

es colaboradora de G Q .

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Hearts: todo queda en casa La escurridiza familia responsable de uno de los fenómenos más inopinados de la moda cuenta cómo ha convertido Chrome Hearts en un imperio caro, exclusivo y sorprendentemente seductor. Por SAMUEL HINE

1988, Cher estaba ensayando en un estudio de grabación de Los Ángeles cuando entró un tipo de semblante serio y pelo rizado un tanto asilvestrado. Richard Stark acababa de crear Chrome Hearts, una marca de joyas, ropa y accesorios para moteros y estrellas de rock que promocionaba haciendo uso de una versión añeja del márketing de influencer: recorrer la ciudad en su Harley para convencer a algún famoso de que le comprara algo. Por aquellos días, abundaban las marcas que vendían cazadoras de cuero para heavys y joyas de estilo rockero. Pero Stark, un obstinado y astuto mayorista de cuero oriundo de Utica, Nueva York, tenía una visión más lujosa del género. Como trabajaba con curtidurías, tenía acceso a pieles muy gruesas que, por lo general, se utilizaban para hacer tapicerías. Pero él se dedicó durante años a hacer pruebas con ellas en su garaje de Hollywood, diseñando robustas cazadoras que él y sus colegas se ponían para ir en moto. Gracias al consejo de un amigo que trabajaba en producción de moda, sus creaciones eran bonitas y estaban bien confeccionadas. Su verdadero logro, sin embargo, fue añadir piezas de plata de ley personalizadas: tachuelas, cierres de cremallera, adornos de NA TARDE DE

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Kristian Stark, sentado en un sillón de Chrome Hearts. Derecha: Laurie Lynn en la tienda de Chrome Hearts del West Village, Nueva York.

cruces. De repente, una cazadora de Chrome Hearts no sólo te salvaba el pellejo en un accidente con la Harley. También te abría las puertas de restaurantes exclusivos. Stark pronto se convertiría en uno de los creadores de ropa para famosos más influyentes de su época. Pero en 1998, en ese estudio en el que Cher ensayaba, él era el único que lo sabía. “Estábamos en una sala de ensayo”, me cuenta la cantante por teléfono, “y de repente entra un tipo extraño vestido de cuero con una correa de guitarra en la mano”. La correa, de cuero grueso y adornada con una filigrana barroca de plata, era preciosa, recuerda Cher. El único problema era que pedía 5.000 dólares por ella, el doble de lo que costaba un Birkin de Hermès por aquel entonces. “Pensé, ¿y este tío? No sé ni quién es y me

viene con una correa de guitarra de 5.000 dólares”. Cher lo despachó enseguida, pero nunca se olvidó del todo de aquel encuentro. “No podía quitarme de la cabeza el trabajo tan extraordinario que había invertido en aquella correa”, dice. También le maravillaba el hecho de que un tío relativamente desconocido estuviera tan convencido de lo que hacía como para entrar en el estudio e intentar venderle una correa de guitarra por ese precio. A lo mejor Stark no era tan raro como parecía y sí más guay de lo que pensaba. Tres décadas después, el proyecto de Richard Stark ha resistido la embestida de críticos y de tendencias y se ha pasado la lógica empresarial convencional por el forro al convertirse en un inesperado imperio de moda con 34 tiendas y más de 1.000

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empleados en todo el mundo. Aunque Chrome Hearts nunca revela datos financieros ni de ventas, su capital dentro de la cultura pop es fácil de cuantificar. Cher se convirtió en una de las fieles más famosas de la marca cuando se dio cuenta de que necesitaba una buena cazadora de cuero para el vídeo de The Shoop Shoop Song. Llamó a Stark y al día siguiente éste se presentó con una cazadora de cuero acolchada con flecos. El diseño, cuenta Cher, era una preciosidad, todo un ejemplo de la interesante combinación de “alta costura y Ángeles del Infierno” que ofrecía la firma. Desde entonces, Cher ha sido una de sus fans más leales y líder de un diverso y ferviente culto de seguidores famosos que ha ido creciendo con los años y entre los que figuran, o han figurado, gente como Lou Reed, Drake, Nicolas

Cage, Bella Hadid, Dennis Rodman, The Weeknd y Karl Lagerfeld. En la actualidad, la ropa de motero ocupa sólo una pequeña fracción del universo de Chrome Hearts. La firma diseña todo tipo de productos, desde sudaderas con capucha, gafas de esquí y bolsos, hasta cristalería para el hogar, sofás de piel con tachuelas y novedades varias como escobillas de baño de ébano o un exprimidor manual de limón de plata de ley. “No creo que nos estemos forrando con ese exprimidor”, dice Laurie Lynn Stark, esposa y socia de Richard. “Pero mola muchísimo”. Aunque nunca formó parte de sus planes, Richard, Laurie Lynn y sus tres hijos se han convertido en personalidades del mundo de la moda. “Nunca quisimos ser diseñadores famosos, sino artistas famosos”, dice Laurie Lynn, y añade que sus hijos “fliparon

cuando Drake mencionó la firma en una canción”. Los famosos acuden a los Stark en busca de sensacionales modelitos de lujo. Muchos son obra de Kristian Stark, de 18 años, responsable de que gente como Young Thug y Lil Uzi Vert vistan de Chrome Hearts, como sus padres también lo fueron de vestir a los Sex Pistols y a Guns N’ Roses. Odell Beckham Jr. se marcó su primer touchdown en los playoffs de la NFL de este año con unos guantes de Nike amarillos y azules adornados con cruces de cuero, una colaboración no oficial creada en el atelier de Chrome Hearts en Hollywood. Cuando Drake se compró un Rolls-Royce Cullinan, les pidió que lo rediseñaran todo, hasta las alfombrillas de piel. ¿Por qué? A sus 25 años, el DJ Zack Bia, consejero de Drake y amigo de Kristian, lo explica así: “Chrome Hearts es una de las mejores firmas que existen”. Lo cual resulta extraño, porque Chrome Hearts no parece particularmente apta para capturar el espíritu actual de la moda, un espíritu que está a años luz de la barroca estética motera que surgió allá por los 90. Muchas firmas asociadas a aquél movimiento (Von Dutch, Ed Hardy) se hundieron durante los primeros 2000, pero Chrome Hearts ha permanecido fiel al metal bruñido y a las cruces de cuero, a las flores de lis y a los puñales, una imaginería que, en otro contexto, resultaría desfasada, por no decir hortera. Tampoco es que sea especialmente fácil comprar algo de Chrome Hearts. La empresa es una de las pocas del sector del lujo que no dispone de una tienda online permanente. Tampoco publicita la firma ni publica imágenes de sus colecciones en su página web. Para saber qué están haciendo en un momento dado, lo mejor es visitar una de sus tiendas físicas, si es que la encuentras. La mayoría funciona con la misma lógica exclusiva y del boca a boca de los clubes privados, y tampoco es que se prodiguen mucho en letreros exteriores. Luego están los precios, que en joyería pueden alcanzar las cifras más altas de cinco dígitos. En este sentido, poco ha cambiado desde que Stark diseñaba correas de guitarra. “Mucha gente no se tomaba Chrome Hearts en serio”, dice Cher sobre los inicios de la firma. Al principio, explica, reaccionaban igual que ella ante el quijotesco proyecto de Stark. “Decían: ‘Ah, es ese tío que trabaja con cuero”. La

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Entre la clientela de famosos de Chrome Hearts figuran Drake, Machine Gun Kelly, Offset, James Harden y Cher. Abajo: Richard y Laurie Lynn Stark en su fábrica de Hollywood en 2002.

un respiro, pero la mayoría de los días se despierta en Malibú —donde los Stark al parecer poseen varias casas— mucho antes del amanecer. A las cinco de la mañana, ya está en su Harley camino de la fábrica, que ocupa tres bloques en el centro de Hollywood. Su oficina, situada en unos de los varios edificios que conforman el complejo, es grande como un hangar, aunque se le suele encontrar trabajando junto a los cientos de artesanos que emplea. Posiblemente sea el único dueño de una firma de lujo que se pasa la mayor parte del tiempo haciendo cosas con las manos. “Me muevo por todas partes”, me dice Stark, de 61 años, por FaceTime. Apenas concede entrevistas y prefiere que la firma hable por sí misma. Se formó como carpintero antes de meterse en el negocio del cuero y tras una vida rodeado de motos y herramientas mecánicas chirriantes y yendo a conciertos de rock se ha quedado un poco sordo, así que cuando hablamos, veo sobre todo su canal auditivo en la pantalla. Conseguí atisbar su atuendo, el mismo uniforme que lleva años usando: cazadora de cuero, chaleco acolchado y pantalones de cuero acampanados para que le quepan las botas. “Si te mueves en moto, casi siempre llevas lo mismo”, dice. Apenas eran las 12 del mediodía y Stark ya había pasado por cuatro talleres diferentes. Prácticamente todos los productos de Chrome Hearts, a excepción de los jerséis de cachemir, salen de esta fábrica. Uno de los edificios alberga un taller de carpintería y otro un taller de orfebrería. También hay talleres de

gafas, de gráficos y de engarce. Cada vez que se pone a la venta un edificio en el barrio, Richard y Laurie Lynn lo compran aunque no sepan para qué lo van a utilizar. El complejo continúa creciendo porque Chrome Hearts crece más rápido de lo que su capacidad productiva le permite. Durante una reciente visita a su tienda de Londres, en Selfridges, Laurie Lynn comprobó que las estanterías estaban vacías. El año pasado fue uno de los mejores años de su historia. A veces la fábrica tenía que estar funcionando las 24 horas del día para enviar género a las tiendas, diez de las cuales están en Japón. Debido a la enorme demanda, los precios que alcanzan los productos de Chrome Hearts en el mercado secundario, especialmente las ediciones limitadas y la ropa hecha por encargo, están desbocados. Ahora mismo sale más a cuenta invertir en Levi’s personalizados con piezas de plata y cruces de piel de la firma que en oro. Vincent Ferraro, dueño del showroom 4Gseller de Nueva York, me dijo que sólo en febrero de este año había ganado más de 90.000 euros vendiendo vaqueros de la firma. Los mejores clientes de Chrome Hearts suelen ser los primeros en ver las piezas más especiales, y sólo los mejores de los mejores pueden aspirar a comprar prendas personalizadas. “Tener una prenda customizada de Chrome Hearts es como tener un Ferrari. No puedes ir y comprarte uno así por las buenas”, dice Ferraro, quien hace poco puso a la venta un par de vaqueros de Chrome Hearts, supuestamente diseñados para Drake, por más de 70.000 euros. “Es una locura”,

FOTOGR AFÍAS DE ARCHIVO DE RICHARD Y L AURIE LYNN STARK: CORTESÍA DE L AURIE LYNN STARK. DR AKE: JOSIAHW/BACKGRID. MACHINE GUN K E L LY: M A R C PAT R I C K / B FA .C O M . O F F S E T: K E V I N M A Z U R / G E T T Y I M A G E S PA R A T H E R E C O R D I N G A C A D E M Y. J A M E S H A R D E N : C O RT E S Í A D E LO S BROOKLYN NE TS. CHER: RON GALELL A /COLECCIÓN RON GALELL A VÍA GE T T Y IMAGES.

industria de la moda no está aún muy segura de qué pensar sobre Chrome Hearts. Pese a su estética profundamente americana, no fue incluida en la reciente exposición del Instituto del Traje del Museo Metropolitano de Nueva York dedicado a la moda estadounidense. Sin embargo, cada vez es más difícil ignorar a Chrome Hearts. “Richard tenía un sueño”, dice Cher. “Y no era simplemente ser ‘el tío ése que trabaja con cuero”. Uno pensaría que después de forrarse a lo grande con Chrome Hearts, Richard Stark se permitiría


dice sobre los precios exorbitantes que alcanzan las prendas de la marca en páginas web como Grailed. “Pero no es chiripa. Ahí están las cifras”. Richard Stark accedió a hablar conmigo no para hablar de sí mismo o del reciente éxito de la firma. Es increíblemente reservado y no muy amigo de la prensa, y además “nunca habla mucho de sí mismo”, me cuenta la artista Marina Abramovic, amiga y cliente de Chrome Hearts. Richard me habla en su lugar de Laurie Lynn, quien se unió al negocio en 1994, y de sus tres hijos. “Cuando empecé con Chrome Hearts, quería que fuera una empresa que llegara a 150 años”, dice Richard. “Y para conseguir eso necesitas a tu familia”. Ahora, tras pasar incontables mañanas cubierto de serrín en su fábrica, su perilla mosca empieza a enseñar canas. Pero ya tiene a un sucesor en mente. Una tarde de invierno, quedo con una firme y formal Laurie Lynn en la tienda de Chrome Hearts del West Village, donde te recibe un brontosaurio de cuero de tres metros de altura. En lo alto de una monumental escalera de ébano se encuentra el club privado no oficial de los Stark en la costa este, una sala con aspecto de almacén en la que hay más cruces que en el Vaticano. Kristian se paseaba por ella con unas Chuck Taylor desgastadísimas y unos voluminosos pantalones de cuero. Frankie Belle, su hermana gemela, trabajaba en una mesa de comedor con unos compañeros de la escuela de arte donde estudia. Jesse Jo, la mayor de los Stark, estaba en Londres grabando un disco. Me aconsejaron que no acariciara a Chicken Nugget, la mascota

En esta página: Laurie Lynn Stark, cofundadora de Chrome Hearts, y su hijo Kristian, responsable de introducir la firma a las nuevas generaciones. Toda la ropa es vintage o de Chrome Hearts. Todos los accesorios y piezas de mobiliario son de Chrome Hearts.

familiar, un pequeño bichón maltés de mordisco fácil. “Los tres tienen vena artística”, dice Laurie Lynn. “No sé cómo ha sucedido. Algunas personas tienen tres cerebritos que lo único que quieren es ir a Harvard, pero éstos tienen estilo los tres”. Al entrar vi una sudadera con capucha y cremallera confeccionada con cuero grueso colgada de una percha. Tenía un cierre de plata maciza y un forro acolchado. Subiendo las escaleras, se la menciono a Kristian, que luce un moreno de surfista y una actitud relajada a juego. Resulta que la diseñó él a los 10 años, y eso que cuando era niño Chrome Hearts no le parecía una marca que molara. “Antes solía ir con sudaderas de capucha y chándal”, dice Kristian. “Es lo que me gustaba”. Pero necesitaba una cazadora para ir con su padre en la Harley, así que un día se fueron los dos a la fábrica y diseñaron una versión de motero de su sudadera favorita. Después hicieron 50 más y las enviaron a las tiendas, donde no duraron demasiado. Muchas de las prendas de Chrome Hearts se venden nada más llegar a las tiendas, pero Kristian tiene un talento especial para diseñar ropa con mucho rollo. Cuando gente como Offset, Drake, Travis Scott y Lil Uzi Vert visten de Chrome Hearts, no parecen moteros. Se parecen más bien a Kristian con sus vaqueros adornados con cruces de cuero y sus chinos diseñados junto a Matt DiGiacomo, un artista criado en Malibú que tiene su propio taller en la fábrica. No es casualidad que la mayoría de los productos que se venden en Grailed por un precio muy superior a su precio de venta sean obra de Kristian, cuya edad explicaría su instinto para saber qué quieren llevar los jóvenes ricos y famosos de hoy. Intencionadamente o no, ha sido Kristian quien ha logrado que Chrome Hearts haya dado ese giro tan extraordinariamente delicado. En los últimos años, y al igual que el resto de la industria del lujo, ha tenido que conquistar a una nueva generación de consumidores versados en redes sociales y obsesionados por el estatus (como Zack Bia) sin distanciarse de sus clientes más leales y de más edad (como Cher). Gracias al tremendo hype que se genera cuando gente como Drake viste de Chrome Hearts, la firma no ha tenido que reinventarse. Los 90 vuelven a estar de moda, así que ellos también. “Me encanta que los padres me digan: ‘‘¡Mi hijo se está adueñando de todoas mis cosas de Chrome Hearts!”, dice Richard. “Lo cuál significa que estás de moda”. Un día, la nueva generación tendrá que decidir hasta donde quiere que crezca Chrome Hearts. En el momento

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de la entrevista, los Stark tenían previsto abrir cinco tiendas más en los próximos cinco años, entre ellas una en la calle Quai Voltaire, en París, renovada por Jean Nouvel y con galería de arte incluida. También estaban pensando en ampliar el universo de la firma. “Serán lugares que se puedan alquilar”, me revela Laurie Lynn, “pequeños edificios” que llevarán la marca de Chrome Hearts hasta en las bisagras. “Lo único que no estamos haciendo ahora mismo son cafeteras”, añade. Para poder dar salida a la demanda, han creado un programa de formación para artesanos y abrirán un nuevo centro de producción en Italia. Pero su modelo de negocio no puede crecer mucho más. Los Stark reconocen que están invirtiendo enormes cantidades de dinero en fabricar objetos como exprimidores de limón manuales en Hollywood, cuando podrían estar vendiendo por internet almacenes enteros de sudaderas con capucha de Chrome Hearts x Drake fabricadas en el extranjero. Los grandes conglomerados del lujo han invertido millonadas en adquisiciones, pero Chrome Hearts es un negocio familiar en el más puro sentido del término: los cinco miembros de la familia Stark tienen voz y voto en todas las decisiones. Y tiene pinta de que va a seguir quedándose todo en casa, al menos hasta la próxima generación. Cuando Laurie Lynn menciona que han recibido “jugosísimas” ofertas de compra, Kristian salta y zanja la conversación: “No quiero vender”. Para Richard, que Kristian se convierta en jefe del negocio es cosa del destino. “A mis tres hijos les encanta, pero sobre todo a Kristian”, dice. Cuando le pregunto dónde ve la firma en un futuro próximo, gira el teléfono para que le pueda ver la cara. Un día, dice, cuando Kristian tenía unos 13 años, Marina Abramovic estaba en casa y le preguntó qué quería ser de mayor. (Kristian se acuerda perfectamente de su respuesta: “Le dije: ‘Me voy a hacer cargo de la empresa familiar”). Cuando Richard recuerda la anécdota, da la impresión de que se le están empañando los ojos. “Cuando lo oí, pensé: ‘Qué maravilla, Chrome Hearts tendrá la oportunidad de convertirse en una empresa con 150 años de historia”. SAMUEL HINE

es redactor de

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Surfear el cambio climático El mundo del surf inspira la colección sostenible P/V de Emporio Armani.

del futuro será sostenible o no será. Y el mundo del lujo lleva tiempo tomando nota de esta máxima que se cimenta en la emergencia climática que nos impele a actuar ya. Tanto en los procesos de fabricación, como en los tejidos y el packaging de los productos. Así, la colección sostenible de Emporio Armani para P/V 2022 utiliza como ingredientes principales el crepé de nylon reciclado con estampados sin flúor; el ripstop teñido en hilo; el denim de algodón orgánico o A MODA

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el elastano reciclado. Todo con siluetas oversize y espíritu casual. La inspiración viene el mundo del surf, con su estilo deportivo y relajado, sus colores brillantes y psicodélicos, las superposiciones de prendas o los estampados llamativos. Incluye gabardinas, camisetas, blusones, camisas, pantalones cortos y jerséis. También un reloj con un 50% de acero reciclado o unas gafas de poliamida que emplean al menos un 50% de material de origen bio y un 30% en las lentes. El embalaje, para cerrar el círculo, también está certificado como compostable.

Colección sostenible de Emporio Armani.

FOTOGRAFÍAS: CORTESÍA DE ARMANI.

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GQ EN COLABORACIÓN CON AUDEMARS PIGUET

REDACCIÓN: BELÉN AFONSO. FOTOGTAFÍAS: CORTESÍA DE AUDEMARS PIGUET. REALIZACIÓN: CNX SPAIN.

los 70, la relojería de lujo solo se entendía cuando hacía referencia a modelos pequeños, redondos y elaborados con materiales preciosos. Genta cambió el rumbo de la historia al lanzar un ejemplar grande, octogonal e industrial. Y, encima, elaborado en acero inoxidable y con pulsera integrada en el mismo material.

50 años pautando el cambio en la relojería

Ese ya famoso bisel octogonal que evoca las escafandras de los buceadores, con sus ocho tornillos hexagonales, fue un antes y un después. El modelo se lanzó en plena crisis del cuarzo. Consistió en una atrevida respuesta a un momento de transición en la industria relojera. Uniendo tecnología y savoir-faire, se había inspirado en la revolución cultural e industrial de 1970. Había bebido del arte, la música, la arquitectura, los deportes y, por supuesto, la propia industria relojera. Pero su creación se convirtió en un icono que terminaría por inspirar de vuelta en todos esos ámbitos.

En 2022 se cumplen cinco décadas del primer Royal Oak de Audemars Piguet. La marca celebra la efeméride con nuevos modelos de la colección.

A lo largo de los últimos 50 años, el Royal Oak se ha reinventado en múltiples ocasiones para seguir inspirando al mundo. Ahora, con motivo de su 50 cumpleaños, lo hace una vez más.

Podemos contar con los dedos de las manos los momentos definitorios de la historia de la relojería. Uno de ellos tuvo lugar el 15 de abril de 1972, cuando Gérald Genta presentó el Royal Oak. La primera idea sobre el Royal Oak surgió en 1970. El momento clave fue en una feria de relojería. La noche antes del encuentro, Carlo de Marchi, Charles Bauty y Charles Dorot, agentes SSIH, retaron a Genta a crear un reloj de acero inoxidable, en línea con el estilo de vida del hombre del momento. Y Genta cumplió. Aquel primer Royal Oak, diseñado en una sola noche y desarrollado durante dos años, rompió barreras. Hagamos un pequeño viaje en el tiempo: a principios de

La primera gran innovación que estrena en 2022 es una colección de 5 nuevos calibres. Además, la clásica silueta del Royal Oak ha vivido una actualización para adaptarla a las necesidades de esta década; y los modelos de la colección incorporan una masa oscilante de oro que conmemora el aniversario. El modelo creado por Gérald Genta para Audemars Piguet en 1972 se reinventa para el hombre de 2022: nuevos calibres, nuevo diseño y nuevos colores disponibles.

www.audemarspiguet.com/es

La joya de la corona es un Royal Oak Jumbo de 39 milímetros (ref. 16202). Este modelo extra fino viene en tres versiones. Una de ellas presenta una esfera en tonos azules que se contrasta gracias al gris ahumado y el oro amarillo de sus detalles. Otra se suma a la tendencia y se viste de platino para acompañar una esfera verde ahumada y base tostada. La tercera, por su parte, sigue el estilo openworked y muestra su movimiento calibre 7121.


OPINIÓN

Porque lo digo yo

E S A S O M B R O S O cómo, incluso de manera inconsciente, adjudicamos ciertas características a las personas. Un mecanismo que se resume finalmente en un escueto “eso es muy tú”. Es curioso que todos caigamos en esta síntesis cuando en realidad sabemos que nunca terminamos de conocernos ni a nosotros mismos. ¿Cómo puede entonces alguien saber lo que somos? No me digas “eso es muy tú”, porque ni siquiera yo sé lo que es muy yo. A Rosalía le ha pasado un poco esto. Rosalía ha dicho que siempre ha sido una motomami, pero nos lo ha enseñado ahora —para espanto de muchos—. Su primer álbum transitó la muerte y el duelo, el segundo buceó en el maltrato a través de una obra de un siglo tan pasado que ni siquiera podemos recordar —aunque con un significado y una historia tan presentes que asustan—, y ahora que por fin la vemos a ella, le decimos que eso no es ella. Que ella es esto y aquello, pero no lo que dice ser. Que la estrella se estrelló. Que era mejor la de antes, no la de ahora. Aunque lo mejor de todo es que antes y ahora sigue siendo Rosalía. En sus primeros discos, más solemnes, la cantante prestó su voz a sendos mensajes. Una voz y un sonido que encandiló al mundo al cabo del tiempo. Con Los Ángeles le llovieron las críticas de los flamencos más puristas. Con El mal querer, el chaparrón de comentarios negativos no fue menor, comparándola con lo que fue. Y ahora la historia se repite. Una historia que, si atendemos a lo que ya conocemos, terminará en triunfo absoluto y público (y haters) a los pies del talento. En su tercer disco, más irónico, más crítico, más suyo y más generoso, Rosalía deja a un lado otros mensajes para enseñarnos, si no todo lo que es —porque eso sería imposible—, sí mucho de lo que es en este momento: la euforia, la ternura, el sexo y el talento. También la fiesta y el refugio del hogar. La más absoluta técnica y la querencia por experimentar. Los puñetazos en la mesa y la necesidad de dejar las cosas a medias para hacer otras

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al instante. Lo que fue y lo que es gracias a lo que ha vivido. Rosalía se ha desnudado literalmente —en su portada— y metafóricamente —con su voz desprovista de efectos— en un ejercicio de generosidad absoluto, o porque ahora está preparada para hacerlo, pero la llaman bruja, le dicen fea, comentan que éste es su fin. ¿Realmente cambiamos, lo que implica convertirse en otra persona, o evolucionamos? ¿Evolucionamos o por fin estamos preparados para enseñar una nueva faceta de nuestro yo al mundo, una que quizá nosotros acabamos de descubrir y aceptar? Rosalía no ha tenido prejuicio en ser y en enseñar, con el miedo que da eso. Nos da miedo no cumplir con las expectativas, con lo que esperan de nosotros, con la imagen que debemos proyectar. Nos aterra salirnos de la zona de confort porque ¡qué van a pensar! Nos preocupa más lo que piensen los demás que lo que queremos de verdad, JA. ¿Es mejor ceñirse al “es muy tú”, a lo que nos hacen creer que somos? Puede que acierten o puede que no; pero, en cualquier caso, mejor no sacar los pies del tiesto, no vaya a ser que nos convirtamos en parias. Mientras al resto del mundo nos tiemblan

las rodillas y se nos entrecorta la voz ante el simple hecho de subirnos a una pequeña palestra, ella se ha subido al escenario más grande del mundo, ha metido caña al acelerador y ha estallado la crisálida para echar a volar. Y le da un poco igual lo que pienses de su vuelo, porque ella ya no es ni va a ser tu bizcochito, porque ella planea los vientos convencida de lo que ha hecho. Rosalía molesta porque no es la idea de lo que sus detractores pensaban que era. El “es muy tú” no se cumplió en su caso y eso escuece a quien se equivoca. El cambio nunca es cómodo. Y cambiar no está mal. Por mucho que duela, las uñas, el tra-tra o Motomami ya son sellos eternos que le pertenecen, y nunca se aceptaron de primeras. Hoy, sin embargo, son parte de nuestro vocabulario y cultura contemporáneos, como lo es su abecedario, la nueva manera de comunicarse de las nuevas generaciones. No sabemos lo que vendrá después, salvo el éxito del talento, pero lo que sin duda siempre será muy Rosalía es ese poder de revolucionarlo todo siendo siempre ella. F. JAV I E R G I R E L A GQ

España.

es editor de moda de

ILUSTR ACIÓN: 4.12 STUDIO. PORTADAS: CORTESÍA DE SONY MUSIC.

N de Ni se te ocurra decirme otra vez ‘eso es muy tú’


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TAMAÑO MINI La Trunk bag de Marni fue diseñada originalmente por la fundadora de la marca, Consuelo Castiglioni, ciclista entusiasta que se inspiró en antiguos monederos para dar con una cartera que poder llevar en sus rutas. BANDOLERA DE PIEL Nadie entiende la forma en que los neoyorquinos visten hoy (ni diseña los accesorios que éstos adoran) como Maryam Nassir Zadeh.

UN LIENZO PARA LLEVAR La mejor estrategia para conseguir que tu bolso sea el más llevado y codiciado de 2022 es convertirlo en una obra de arte única. Matthew M. Williams lo ha logrado colaborando con el pintor Josh Smith, cuyas figuras espectrales e ingeniosas escenas adornan ahora las carteras de piel de Givenchy.

TOTE VOLCÁNICA Esta lujosa creación de piel de ciervo de Salvatore Ferragamo añadirá apuntes sensacionales a tus looks del verano.

EL NUEVO BUSHWICK BIRKIN A rebufo del éxito revolucionario de su exclusiva y funcional Shopping Bag, conocida como Bushwick Birkin, Telfar ha lanzado la elegante Circle Bag. Será más cara que su hermana, pero se vende igual de bien.

UN TOQUE PUNK La icónica Jackie bag de Gucci fue (con un nombre diferente) el ojito derecho de la antigua primera dama, y hoy es uno de los artículos más interesantes de Alessandro Michele.

PARA EL TELÉFONO Esta temporada, la cartera 3.1 Phillip Lim Pashli, que triunfó tras su lanzamiento en 2011, llega en tamaño para iPhone (y la vas a querer).

UN BOLSO QUE SE TRANSFORMA Este ingenioso diseño de Ashya tiene una empuñadura circular y un tirante que se desabrocha para pasar de útil bandolera a refinado bolso en un segundo. 4 2

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LO MEJOR DE DOS MUNDOS La marca japonesa Porter-Yoshida & Co. es popular por sus mochilas de sarga de nailon, amplias y elaboradas de forma meticulosa. La británica Paul Smith destaca por su gracia y color. Si las juntas, el resultado es tan práctico como mágico.

E ST I L I S M O : M E LO D I E D E W I T T D E C R E AT I V E S PA C E A RT I ST S M G M T ( 3 .1 P H I L L I P L I M , T E L FA R , M A R N I , G I V E N C H Y, A S H YA Y PAU L S M I T H ) . E ST I L I S M O, S H A R O N RYA N DE HALLEY RESOURCES (MARYAM NASSIR Z ADEH, HERMÈS, SALVATORE FERR AGAMO Y GUCCI).

BOLSOPATÍN Si te queda alguna duda sobre la influencia del universo del skate en la moda, esta suntuosa bandolera de Hermès (con una pequeña tabla de monopatín en su base) las mandará a paseo de una vez por todas.


BOLSO DISCO La advenediza marca neoyorquina Commission se ha especializado en la moda de fiesta más atrevida y extravagante —y puedes combinarla con sus atrevidos y extravagantes bolsos plateados—.

ESTILISMO: MELODIE DEWIT T DE CREATIVE SPACE ARTISTS MGMT ( THOM BROWNE, CHANEL, ISSEY MIYAKE, THE ROW, BODE, COMMISSION, MONCLER Y LEMAIRE). ESTILISMO: SHARON RYAN DE HALLEY RESOURCES (MAISON MARGIEL A, DRIES VAN NOTEN Y BALENCIAGA).

CIENCIA FICCIÓN En el mundo futurista de Bao Bao Issey Miyake, la tote más exótica se transforma en una exploración geométrica 3D de las sublimes texturas que se pueden encontrar en el mundo animal.

UNA MEZCLA IMPOSIBLE Las combinaciones posmodernas son marca de la casa Maison Margiela, que siempre va un paso más allá. Su última adición al modelo 5AC es un bolso de goma con una suela para cualquier superficie.

COLOR VIBRANTE El cuero de plena flor es robusto y bello en cualquier tono, pero el inesperado esmeralda de esta pieza de Thom Browne, con tirante para el hombro, resulta actual como pocos.

RIÑONERA ACOLCHADA El relleno de plumas de esta propuesta de Moncler es un guiño a los abrigos acolchados para esquiar, y además protege cualquier cosa que lleves en su interior.

UN CLÁSICO EXÓTICO Bajo el mando de Demna, Balenciaga ha producido lujosas bolsas de Ikea, de la compra y de la basura, pero el popular y elegante bolso de piel de cocodrilo de la firma no ha dejado de destacar.

DOS EN UNO ¿Sueles salir de casa sólo con algo de dinero, las llaves y el teléfono? Este elegante dúo de cartera y bolso de The Row, de piel de lagarto, es ideal tanto para el hombro como para la cadera, como si fuera el cinturón multiusos de Batman.

PARA ELEVAR CUALQUIER LOOK Con su intrincada cadena de tejido metalizado y piel de cordero, esta miniatura de Chanel trasciende su tamaño reducido y hace destacar cualquier decisión de estilo que tomes.

UNA PIEZA RENACENTISTA Con el estampado de una pintura del artista flamenco Pedro Pablo Rubens, esta espaciosa tote de Dries Van Noten es una obra maestra en toda regla.

UNA MOCHILA PARA EL CAMPUS Desde su estampado sesentero de rayas, de inspiración en el rugby, a su diseño de cierre de cuerdas, esta mochila de Bode es perfecta para los universitarios más rebeldes de la Ivy League.

A TU MEDIDA La forma de cruasán de esta bandolera oversize de Lemaire es ergonómica de por sí, pero su material revestido de lino está diseñado para amoldarse a tu cuerpo con el tiempo.

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GQ World Entrevista

GQ: Dime tres prendas que definan el ‘estilo Griezmann’. A N TO I N E G R I E Z M A N N : Una camisa de manga corta, corte cubano, oversized. Y un pantalón que puedas llevar todo el día, uno con el que puedas coger un avión o un tren. La tercera prenda sería una sudadera, que sea cómoda pero que tenga un toque premium.

¿Tienes algún referente de estilo? David Beckham. Por todo lo que hace, tanto dentro del campo como fuera. ¿Cuáles son tus zapatillas favoritas? Me gustan las de Mango, son perfectas para mí, que ando de puntillas. ¿Eres feliz en Madrid? Soy muy feliz en Madrid, mi familia está muy contenta de estar aquí. Lo que más me gusta hacer ahora mismo es estar con mis hijos (tiene 3 hijos, Mía, nacida en 2016, Amaro, nacido en 2019 y Alba, nacida en 2021). Como jugamos cada tres días no estás tanto tiempo con tu familia, y es lo que más me apetece hacer en mi tiempo libre. Aprovechas y disfrutas cada tarde, cada baño que les damos, o incluso al dormirles. Ahora mismo son los momentos que más disfruto y en los que más desconecto. ¿Sigues siendo fan del videojuego Fornite? Me sigue gustando, pero con tres niños es imposible. Llego agotado por la noche y solo quiero dormir [se ríe].

vive ‘partido a partido’

Si hubiera un incendio en tu casa, y todos tus seres queridos estuvieran a salvo, ¿qué es lo que salvarías primero de todas tus posesiones? Soy cero material. Sólo quiero que mi familia esté bien y por su puesto mis perritos. Eso es lo único importante en la vida, lo demás me da igual. Lo único que me importa es estar con mi gente, con la que quiero.

El delantero del Atleti estrena armario de Mango para afrontar un año lleno de retos. P o r N É S T O R PA R R O N D O ANTOINE

GRIEZMANN

(Mâcon, 1991) entra por la puerta de la habitación donde le espero y lo primero que suelta es un estentóreo —tan efusivo que es como si las palabras se escribieran en mayúsculas en el aire— “¡GUAU! ¡ME FLIPA! ¡QUIERO ESTO!”. No se refiere ni al mobiliario minimalista del hotel en el que nos encontramos, a las afueras de Madrid, ni a la extrañamente enorme cafetera que

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preside la estancia, ni mucho menos, yo que sé, a mis zapatillas. Se refiere a dos grandes lonas que adornan la estancia. ¿Qué se ve en ellas? Al propio Griezmann, posando tremendamente guapo para la última campaña de Mango, de la que es imagen. Gracias a la marca española, podemos conversar con el delantero del Atlético de Madrid unos minutos sobre su estilo, su amor por la capital de España y sus sensaciones de cara al Mundial de Catar.

¿Cómo te encuentras ahora mismo como futbolista? Bien, aunque ya soy mayor. Griezmann viste ropa de Mango en todas las fotos.

¿En serio te sientes mayor? Los años están pasando… Este año me he lesionado [en enero se hizo


GQ World Entrevista

daño en el muslo, en un partido de Copa del Rey, lesión de la que no se ha recuperado del todo hasta finales de marzo]. Ahora mismo me encuentro mejor y ya puedo volver a disfrutar del fútbol. ¿Notas si has recuperado el cariño de la afición del Atlético de Madrid? Estamos trabajando en ello. Me toca ganar la confianza de la afición y sé cómo hacerlo: sólo lo puedo lograr dentro del campo, trabajando partido a partido. Para mí es un enorme orgullo jugar en el Atlético de Madrid. ¿De todos los goles que has marcado, cuál es tu gol favorito? Me quedo con dos goles. El primero fue el que marqué en la Champions, con la Real Sociedad, contra el Olympique de Lyon (una acrobática chilena). El segundo fue el primer gol que se marcó en el Wanda Metropolitano. Lo metí contra el Málaga [el Atlético ganó 1-0, en septiembre de 2017]. Me gusta porque ese gol va a hacer que mi nombre pase a la historia del club y del estadio. ¿Cómo enfoca Francia el Mundial de Catar? Todavía queda mucho. Somos cautos. Tenemos buen equipo. Llevamos nueve partidos sin perder, es buena señal, pero en el Mundial todo es más difícil.

“Soy cero material. Sólo quiero que mi familia esté bien y por supuesto mis perritos. Eso es lo único importante en la vida, lo demás me da igual” —ANTOINE GRIEZMANN

¿Creéis que podéis ser la primera selección en 60 años en ganar dos mundiales consecutivos? Es que es un desafío muy difícil. En cuatro años las selecciones pueden cambiar mucho el equipo. Nosotros hemos cambiado bastante, y no sólo por los jugadores, sino por la forma de jugar. Hay que trabajar. Somos conscientes del nivel que tenemos,

pero queda mucho camino. Todo se verá en el campo. ¿Cuáles son los favoritos para el Mundial? Brasil, Argentina, España y Francia. Y luego siempre hay sorpresas. N E S T O R PA R R O N D O

de G Q .

es redactor


En busca del tiempo

Metaverso y realidad (en el buen sentido) relojeros teníamos ganas de asistir de manera presencial a la primera feria internacional tras un largo paréntesis era evidente. Que ésta tuviera lugar en Ginebra en vez de en Basilea suponía un gran incentivo; pero que, además, el nuevo evento (en realidad, con un nombre viejo) Watches & Wonders resultara una equilibrada mezcla entre los desaparecidos SIHH y Baselworld ha sido de nota. Y como siempre hay que pensar en el bien común más que (o antes que) en el propio, si los resultados del evento han sido tan espectaculares como nos ha parecido a los que hicimos historia con nuestra modesta presencia, computando como uno de los mil periodistas llegados de casi todos los QUE LOS FRIKIS

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rincones del planeta —o, si somos más universalistas, de los 22.000 visitantes—, entonces podemos decir que por fin ha vuelto la normalidad (o nuevalidad, si se me permite) al universo relojero. Según datos de la organización de Watches & Wonders, en la que ha sido la cumbre de relojería más grande jamás celebrada en Ginebra, los lanzamientos de nuevos productos de 38 marcas han demostrado una gran creatividad, produciendo tan buenos resultados para los expositores que, en ocasiones, superaron todas las expectativas, ya que algunas marcas vendieron todas sus piezas antes de que concluyera el evento. Cuando leí el informe, me encantó que se revelara un detalle tan “humano” y tan real —pues yo misma lo experimenté— como

que “en más de una ocasión, el puro placer de ponerse relojes en la muñeca y de reencontrarse y charlar, casi hizo que algunos invitados llegaran tarde a sus citas”. Vamos, que la febril actividad que se produjo durante una semana en Watches & Wonders —con 1.700 sesiones Touch & Feel para la prensa, 20 Keynotes de maisons expositoras, 7.000 reuniones con minoristas, sin mencionar los numerosos paneles de discusión— no habría podido ser medida por todos los smartwatches del mercado. En términos de diseño y avances mecánicos y tecnológicos, los nuevos relojes confirman la tendencia generalizada de brazaletes intercambiables y modelos con reservas de marcha cada vez más grandes. Por su parte, los diferentes relojes GMT u horas mundiales han competido en número y fuerza con los cronógrafos, de corte elegante. Otra tendencia notable son los modelos equipados con repetición de minutos, un movimiento esqueletado o un tourbillon, al igual que las esferas que demuestran las habilidades de oficios artísticos como la marquetería o el esmalte, por nombrar sólo algunos. En cuanto a los materiales empleados en la realización de las cajas, el platino compite con el oro amarillo (material supertendencia), al tiempo que el titanio se generaliza, amén de otras aleaciones de origen sostenible. Por lo que respecta a los colores elegidos, éstos siguen siendo el azul y el verde, aunque el negro, en acabado brillante o mate, está volviendo con fuerza. El naranja, el coral y el rojo se limitan a unos pocos diseños, al igual que los tonos minerales, beige y verde bosque, pero ofrecen un prometedor festival de color que se agradece para subir los ánimos. Y la última tendencia tiene que ver, cómo no, con el metaverso. Y es que Watches & Wonders Geneva acaba de demostrar que el saber hacer relojero, la artesanía artística y las NFT pueden coexistir en armonía. es periodista experta en relojería y colaboradora de G Q .

BEATRIZ ROLDÁN

ILUSTR ACIÓN: 4.12 STUDIO. FOTOGR AFÍAS: CORTESÍA DE HUBLOT (CL ASSIC FUSION TAK ASHI MUR AK AMI SAPPHIRE R AINBOW).

OPINIÓN






POR L A I A G A R C I A - F U R TA D O

Rosalía alcanzó la fama haciendo algo muy concreto: actualizar el flamenco para la era digital.

Pero Motomami, su nuevo disco, mezcla varios estilos y contiene temazos para la pista de baile, demostrando lo expansiva que puede ser su música. ESTILISMO O L I V E R VO L Q UA R D S E N

LET TERING F E R VA L L E S P Í N

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F OTO G R A F Í A S JAC K B R I D G L A N D



¿Chica, qué dices? Motomami, el último disco de Rosalía, comienza con esta pregunta aparentemente sencilla, pero tiene más enjundia de lo que parece. Después de todo, nadie, ni mucho menos ella, podía haber anticipado que El mal querer (2018), un disco cantado en español que compuso y produjo de manera independiente como parte de su proyecto de tesis, la catapultaría a la fama mundial. La insólita mezcla de flamenco con sonidos urbanos que fluye a lo largo del disco fascinó a los oyentes y encajó en lo que algunos denominaron “la segunda explosión latina”, tras una primera hornada de artistas como Ricky Martin, Marc Anthony y Enrique Iglesias que, a finales de los 90, irrumpieron en el pop anglosajón con éxitos cantados en inglés. La diferencia ahora es que Rosalía y otros músicos como Bad Bunny, J Balvin o Luis Fonsi cantan en español, negándose a someterse a las condiciones de un mercado concreto para alcanzar el éxito. Al disco le siguieron una serie de sencillos —algunos con arreglos de flamenco y otros no— que compuso junto a eminencias del reguetón y de la música urbana, cuando no con figuras de alto voltaje como Travis Scott, The Weeknd y Billie Eilish. Y, mientras tanto, Rosalía se convirtió en un fenómeno pop en español y en pionera a la hora de componer música para las pistas de baile globales. Esa sencilla pregunta oculta, pues, otras más complicadas. ¿Qué haces cuando alcanzas la cima del pop y en todo el mundo quieren bailar al son que tú les digas? ¿Cómo superar un disco que te ha cambiado la vida para siempre? ¿Repites la fórmula o intentas ir más allá y hacer algo completamente nuevo? ¿Rosalía, qué dices? en este proyecto, la pregunta que me planteaba era cómo hacer una instantánea de este momento”, me explica en los Electric Lady Studios de Nueva York, donde ensambló casi todas las piezas de Motomami. Las puertas de la terraza están abiertas y el sol entra hasta el interior. “¿Cómo hago un autorretrato?”, se pregunta. “¿Cómo traduzco mi experiencia, aquí y ahora, en música?”. Rosalía lleva un vestido de cuello halter con aberturas a ambos lados de Coperni, con un estampado a cuadros decorados con iconografía de los 90 (el ying y el yang, un sol con rayos ondulados, Beavis and Butt-Head…), y unas voluminosas botas de plataforma. Nos sentamos en un sofá rojo y, cuando pone alguna de sus canciones, cierra los ojos, maquillados con una brillante sombra verde, y se deja llevar por la música. Marca el ritmo con los pies, y las melodías moviendo la cabeza a los lados. Si no fuera una superestrella, pensaría que somos un par de adolescentes escuchando discos. “Sigo dedicando casi todo mi tiempo a la música”, me cuenta. “No he cambiado lo básico. Lo que sí ha cambiado ha sido el contexto”. El mal querer le abrió las puertas del mundo. Se convirtió en una figura habitual en el circuito global de la moda, sentada en primera fila entre Virgil Abloh y Drake un día y al otro actuando en la presentación de la colección Savage x Fenty de Rihanna. Pulió su estilo tanto en vídeos musicales como en actuaciones en directo a base de combinar una estética motera con prendas de diseñadores de renombre. (Así apareció, brevemente, en el vídeo de WAP, la colaboración entre Cardi B y Megan Thee Stallion que reventó internet en 2020). Hizo nuevos amigos. “Con Rosa puedes sentir que su cuerpo y su espíritu están perfectamente alineados, lo cual le permite crear desde su verdad”, me cuenta su amiga Alexa Demi, una de las “CUANDO ESTABA TRABAJANDO

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→ Falda Prada. Tanga Calvin Klein Underwear.

estrellas de Euphoria. “Tiene mucho poderío, pero al mismo tiempo es capaz de sondear las profundidades de su vulnerabilidad, y luego compartir ambos aspectos sin ningún esfuerzo”. “Pasaron muchas cosas”, dice Rosalía: “En tres años mi vida ha dado un giro de 360o. Hacer música sobre todos estos cambios ha sido mi manera de poder procesarlo todo”. Durante dos años, ha vivido en Estados Unidos, sobre todo en Miami, Nueva York y Los Ángeles, lugares donde ha trabajado en la composición del disco. Ha sido el periodo de tiempo más largo que ha pasado fuera de España y lejos de su familia. Pero el cambio de escenario, dice, ha terminado siendo de ayuda. “En estos dos años que he pasado en Estados Unidos he redescubierto mi centro”, dice. “Porque si ocupas tu centro a nivel creativo, compones desde la honestidad, produces desde la honestidad y haces arreglos desde la honestidad”. Eso significaba explorar tipos de música con los que hasta ahora nadie la había asociado. Saoko, el tema que abre el disco, fue la última canción que grabó para Motomami. Estaba en el estudio improvisando y, quizá porque había estado escuchado mucho reguetón, “me salió ‘Saoko, papi, saoko”, dice en referencia al éxito de Wisin y Daddy Yankee de 2004. El resto de la canción construye una filosofía. Rosalía no es una presencia musical estática. (“Yo soy muy mía, yo me transformo / Una mariposa, yo me transformo”). No va a permitir que la presión del éxito interfiera en sus instintos creativos. (“Frank me dice que abra el mundo como una nuez”, canta, refiriéndose a su amigo Frank Ocean. “Si me muero, que me muera por la boca como muere el pez”). Si nada de esto ofrece al oyente pistas sobre la metamorfosis que tiene lugar en el corazón de la canción, el interludio con piano de jazz que introduce hacia el final proporciona una prueba definitiva de su voluntad de entregarse a experimentos musicales tan extraños como quiera. “Le debo tanto al flamenco… Ha sido mi hogar y siempre será la base de mi música”, dice. “Pero para mí no hay una música mejor que otra, no hay una música que sea buena y otra que sea mala”. La cosa era así de fácil: “Creo que era muy guay abrir el disco con una canción que creara el clima adecuado y que contuviera todas las referencias del disco, especialmente el reguetón


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“El mal querer era un estado de ánimo, un estado de ánimo muy serio, además. Y un estado de ánimo refleja un momento, y los momentos no se pueden repetir” clásico, que me encanta. Me pasé toda la adolescencia escuchando reguetón. Recuerdo que bailaba con mis primas canciones de Don Omar, de Lorna, de Ivy Queen, todos los clásicos, así que ¿por qué no hacerles un homenaje?”. En el paisaje sonoro de Motomami conviven reguetón, bachata, un poco de dembow e incluso una versión de Delirios de grandeza, un bolero de 1968 del cantante cubano Justo Betancourt. Da la impresión de que Rosalía se ha dado un paseo por el jardín de su música favorita, ha cogido flores de distintas especies, las ha injertado y ha creado nuevos híbridos, o eso da a entender con las múltiples y eclécticas menciones a artistas que van apareciendo a lo largo del disco: el salsero Willie Colón, las raperas Lil’ Kim y M.I.A., los artistas flamencos José Mercé, Niña Pastori y Manolo Caracol… Durante nuestra conversación, Rosalía se refiere al disco como una “radiografía”, no como una imagen de rayos X, sino como una combinación libre de las palabras ‘radio’ y ‘biografía’. Las referencias no hacen sino fundamentar aún más el proyecto en lo autobiográfico: ésta es la música que crecí escuchando. puede osificar una carrera artística, particularmente si se trata de una mujer joven con intereses que no cumplen con las expectativas sociales. La historia de Rosalía Vila Tobella se convirtió rápidamente en el mito de Rosalía. Nació en Sant Cugat del Vallés, a poco más de 10 kilómetros al norte de Barcelona. Cuando tenía siete años, cantó para su familia y les arrancó las lágrimas. A los nueve empezó a tocar la guitarra, y a los 13 se enamoró del flamenco. Estudió en la Escuela Superior de Música de Cataluña, en un programa que sólo acepta a un estudiante por año. Actuaba en tablaos, a veces a cambio de una cena. Lanzó Los Ángeles, su álbum de debut, un disco de flamenco grabado únicamente con una guitarra y su voz. La fama llegó pronto con El mal querer, un disco basado en una novela clásica del siglo XIII, por el que recibió críticas excelentes, y un papel en Dolor y gloria, la película de Pedro Almodóvar estrenada en 2019. Todo esto la convirtió en una artista muy seria con intenciones muy serias. No era difícil imaginarse lo que vendría después. Pero Rosalía tenía otras ideas en mente; siempre las había tenido, de hecho. Creció escuchando de todo: Bon Iver y Kate Bush, Aphex Twin y Janis Joplin. Aprendió a escribir canciones ella sola, en parte con la ayuda de los libros de letras de canciones de Bob Dylan y Patti Smith que le había dado su madre. Como niña de los 90 que creció con internet, la idea de ceñirse a un solo género musical le resultaba demasiado restrictiva. “Con su música no sólo quiere ser más grande y llegar a más gente, sino también conectar de una forma más profunda y espiritual con el público de todo el mundo”, me cuenta Arca, amiga de Rosalía. Ambas suelen conectar con “notas de voz melódicas”, alentándose mutuamente en sus empeños artísticos. “Su estrella va a brillar mucho”, me asegura la música. En El mal querer incorporó sonidos del pop global. Después comenzó a trabajar con los artistas más importantes del mundo. Rosalía encajó a la perfección. Con Altura, su canción reguetonera que compuso junto a J Balvin y El Guincho, lleva más de 2.000 millones de reproducciones en YouTube. Las expectativas más probables, que cosechara un reconocimiento dentro de la escena independiente global, aumentaron hasta convirtirse en una fama absoluta en todo el mundo. Motomami prolonga este proceso. Cambia de marcha y transmuta. Ésa ha sido siempre la idea, aunque a muchos les ha costado pillarle el rollo. “El mal querer era un estado de ánimo, un estado de ánimo muy serio, además”, dice Rosalía. “Un estado de ánimo es un momento, y los momentos no se pueden repetir. Lo más honesto que podía hacer en este proyecto era sincerarme de verdad”. UN PRIMER ÉXITO

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←← Camiseta de tirantes Louis Vuitton. Gafas vintage. Las joyas y el accesorio dental son de la artista.

En este caso, sincerarse significaba crear un personaje: la motomami. Todo el trabajo que había acumulado —“Había una parte muy atrevida, que tenía mucha energía, y otra más frágil y vulnerable”— requería de una cualidad específica. Entonces se acordó de la dirección de correo electrónico de una vieja amiga: motomami. Rosalía se había quedado con el apodo y ahora le traía nuevas ideas a la mente. Sonaba duro, pero suave al mismo tiempo; femenino, pero en un sentido no demasiado rígido. También le recordaba a su madre. “Mi madre siempre se ha movido en una Harley y ha llevado cuero”, dice. Y aunque se le ocurrió cuando el disco ya estaba bastante avanzado, Motomami representaba algo que, de alguna forma, era anterior a ello, anterior incluso a su vida. Se convirtió en una suerte de afirmación, me dice: “Yo soy una motomami porque mi madre es una motomami y la madre de mi madre es una motomami y la madre de la madre de mi madre era una motomami también”. Una motomami tiene un lado divertido. En Hentai, el tercer single del disco, se inspira en el manga erótico para componer una lista de deseos sexuales. La letra causó algo de revuelo entre una parte de sus fans. “Cuando compartí unos 15 segundos de la canción a principios de este año”, dice, “a mucha gente le gustó y yo estaba muy contenta y agradecida, pero otros se llevaron las manos a la cabeza y yo pensaba: ¡Pero si Lil’ Kim lleva toda la vida escribiendo letras explícitas!”, dice riéndose. “Puede que la gente tenga ciertas expectativas porque mis otros dos proyectos eran muy serios, pero en este disco quería crear más espacio para el humor, para la ironía y para todos los otros temas que son parte de mi vida”. La motomami existe para estos momentos. “La gente suele ser implacable cuando una mujer no hace lo que se espera de ella”, dice. Así que Rosalía ha aprendido a ser implacable también. “Al final, digo: Motomami y p’alante”. Esa cualidad le ha venido muy bien para lidiar con las complicaciones a las que ha tenido que enfrentarse en su nueva vida. Primero le acusaron de hacer flamenco siendo paya, una crítica que cobró un impulso renovado tras el éxito mundial de El mal querer, un disco mucho menos tradicional que Los Ángeles. Luego, después de recibir varias nominaciones a los Grammy



Abrigo y zapatos Prada. → Gafas de sol Balenciaga. Guantes Thomasine.



“Para mí no hay una música mejor que otra, no hay una música que sea buena y otra que sea mala” Latinos por El mal querer, las críticas viraron hacia su inclusión en unos premios en los que, en realidad, siempre han figurado artistas españoles, ya que se trata de unos galardones que premian la música en español, en portugués y en otros idiomas hablados en Latinoamérica y la península ibérica. Le pregunto si pensó en estas cosas cuando estaba grabando Motomami, tan lleno como está de estilos musicales caribeños y latinoamericanos.

“Sólo puedo hablarte desde mi verdad, que no significa que sea la correcta”, me dice. “Para mí, hacer música es una manifestación humana. Es lo que me hace levantarme por la mañana con ganas, lo que me da esperanza, y es mi forma de comunicación más sincera”. Continúa hablando de un tema al que claramente le ha dado muchas vueltas. “Una de las razones por las que quería dedicarme a la música

→ Mono de moto vintage Costume – The Stylist Room.

era porque así viajaría y aprendería cosas nuevas y conocería gente distinta”, dice. “Todo ello me afecta como persona, y quiero que también afecte a mi sonido…”. “Comprendo y empatizo con la gente que siente de otra forma, pero si me parara a pensar que hay una manera correcta y otra incorrecta de estar inspirada, no podría hacer música. Hay muchas cosas y mucha gente que me han influido y me han permitido hacer música. He elegido estilos musicales, ahí están el reguetón clásico, el dembow, la bachata y el bolero; y lo he hecho desde el amor, la admiración y el respeto más profundos”. Unas semanas después de nuestra entrevista, Motomami, el producto de toda una carrera de exploración sónica —y de exploración personal también—, está cerca de publicarse. El lanzamiento está a la altura de la estrella de primer nivel en la que se ha convertido Rosalía: entrevista en The Tonight Show de Jimmy Fallon, como invitada musical y como entrevistada. Actuación en directo en Saturday Night Live, cantando en español para millones de espectadores. Y luego, una noche antes del lanzamiento oficial de Motomami, la emisión de un concierto especial en TikTok en el que interpreta junto a un grupo de bailaries un popurrí de todas las canciones del disco en media hora, usando muchos de los efectos especiales propios de la aplicación, y explicando que el concierto tenía que verse en el móvil. Es una actuación que rezuma confianza y desenvoltura, diseñada para una audiencia todo lo amplia que uno pueda imaginar, y que deja bien clara una cosa: que con sus dos primeros discos, Rosalía creó un mundo al que nos invitó a entrar, pero que su nuevo trabajo, y lo que venga después —desafiante, hermosamente caótico e inequívocamente Rosalía— llegará a un mundo donde el pop estará moldeado, de manera sutil pero indeleble, por su influencia. ¿Chica, qué dices? Y responde: todo. es residente en

LAIA GARCIA-FURTADO

redactora de G Q Brooklyn.

PELUQUERÍA:SERGIO SERPIENTE DE ONE OFF ARTISTS CON PRODUCTOS SEBASTIAN. MAQUILLAJE: MARIONA BOTELLA CON MAC COSMETICS. MANICURA: ANNA SANCHO. ARREGLOS DE ROPA: ROSA PÉREZ CADENAS. DISEÑO DE SET:CHLOE ROOD DE DAIS A G E N C Y. P R O D U C C I Ó N : S U S A N A & K I K U D E BCN SKIES PRODUCTIONS.


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Por Brett Martin Foto Melanie Metz


Si dar de comer a los afortunados lo elevó al estrellato, alimentar a los desafortunados lo ha convertido en un santo. Ahora José Andrés intenta equilibrar esa vocación épica que consiste en responder a todo tipo de emergencias a través de su ONG World Central Kitchen con el imperio de restaurantes que ha ido forjando por el camino. Estuvimos con el chef en la frontera polaca con Ucrania, en sus cocinas de Washington D. C., y asistimos también a todo lo que mediaba entre una cosa y la otra. Y lo que nos hemos encontrado es mucho más complejo e interesante que un simple santo.

tiene 42 años y un food truck llamado Syty Wół (El buey satisfecho) a las afueras de Łańcut, Polonia, a unos 80 kilómetros de la frontera occidental con Ucrania. Mroczka sirve hamburguesas y sándwiches. Especialidades como el Syty —carne de vacuno, bacon, rúcula y salsa especial casera— le valieron en 2021 una nominación a los European Street Food Awards. En temporada alta, entre abril y octubre, se echa a la carretera para trabajar en festivales de música y otros eventos al aire libre. “No nos intimidan los eventos de masas”, presume la página web de Syty Wół. “Podemos alimentar a cientos de personas en una noche”. A finales de febrero, Mroczka tendría oportunidad de demostrarlo. Poco después de que Rusia invadiera Ucrania, llegaron noticias a Łańcut de la entrada de refugiados a Polonia cerca de Korczowa. “La gente estaba exhausta, tenía hambre y frío y necesitaba ayuda”, me dijo Mroczka. “Decidí que, dada mi experiencia, iba a echar una mano, pero no sabía a dónde dirigirme exactamente”. Así las cosas, sonó el teléfono. Era World Central Kitchen (WCK), la ONG fundada por el chef español José Andrés para coordinar a chefs y cocineros durante desastres naturales y situaciones de emergencia. En la última década, WCK ha pasado de ser el comprometido proyecto paralelo de un celebrity chef, a convertirse en un gigante de la ayuda humanitaria que ha estado presente en algunas de las peores crisis de nuestra época —el terremoto de Haití de 2010, el huracán María de Puerto Rico, la pandemia—, pero también en otros desastres de menor envergadura, todo lo cual ha convertido a José Andrés en una estrella del sector. Aunque es más pequeña que otras ONG como Cruz Roja, la huella que imprime WCK es enorme, en parte gracias a su enorme y carismático líder, pero también a una estrategia que consiste en aprovechar los recursos locales, como restaurantes, cocinas, cocineros y food trucks. “Somos como el Airbnb o el Uber de la ayuda humanitaria”, me dijo Andrés el invierno pasado. Mroczka aparcó su camioneta en la frontera con Korczowa. Cada noche servía 1.700 hamburguesas pagadas por WCK a un chorreo de refugiados que pronto se convirtió en una riada. Cubrían el turno de madrugada, hasta las siete de la mañana. El frío arreciaba y el trabajo era agotador. “Mentalmente era difícil porque la mayoría de los refugiados son mujeres y niños”, me dijo Mroczka, padre de dos niños. “Pero la gratitud y la sonrisa de la gente nos dio más fuerza y más ganas de trabajar”. En 11 días su food truck había servido 18.100 comidas. MACIEJ MROCZKA

“La gente era increíble. Algunos venían convencidos de que tenían que hacer algo. Era muy bonito de ver”, me dijo José Andrés semanas después. Llamaba desde Przemyśl, otro paso fronterizo donde WCK estaba dando comida a un flujo constante de ucranianos desplazados antes de subir a autobuses que los conducirían a otros destinos de Polonia o del resto de Europa. Al contrario que un huracán, tras el cual las cosas van mejorando con los días, la guerra causa un desastre tras otro. “A veces está todo muy tranquilo y, de repente, se desata el caos”, me dijo, para a continuación tatarear la melodía de la Cabalgata de las valquirias de Wagner. Para entonces, el chef llevaba cuatro semanas enviando mensajes desde la frontera ucraniana y desde zonas del interior del país devastadas por la guerra. Comenzó a postear un videoselfi tras otro, un formato que se ha convertido en un elemento vital de la narrativa y de la identidad de WCK, y a menudo también en la primera fuente de imágenes sobre el terreno disponible tras un desastre. En ellos se puede ver una panadería de Lviv repartiendo miles de barras de pan entre los refugiados albergados en la estación de tren; a chefs en Kyiv haciendo bollos rellenos de col y patata para enviarlos a orfanatos; el mercado gastronómico de Odesa convertido en un centro de donación y distribución de comida; las enormes paelleras de WCK reconvertidas en gigantescas cazuelas para preparar borscht [la clásica sopa de remolacha ucraniana] y salsa de manzana; tráilers llenos de harina y otros productos básicos saliendo rumbo a zonas donde el conflicto estaba demasiado enconado como para instalar cocinas. “A dondequiera que vayamos en Ucrania, ¡la comida es el centro de la resistencia!”, tuiteó José. Durante los meses anteriores al estallido de la guerra, pasé algún tiempo con él en Chicago, donde iba a inaugurar dos nuevos restaurantes, y en su casa de Washington D. C. Entonces parecía que la pandemia —durante la cual WCK lanzó un balón de oxígeno a unos 2.500 restaurantes de 400 ciudades de todo el país al pagarles para que dieran de comer a los más necesitados— parecía el tipo de calamidad para la que José Andrés y WCK se habían estado preparando todo el tiempo sin saberlo. Ahora, lo que requería todos sus recursos y ponía a prueba sus estrategias era un desastre provocado por la especie humana. Me acordé de una conversación que mantuvimos durante una fría tarde de diciembre en el patio de su nuevo restaurante con vistas a uno de los recodos del río Chicago. José se estaba fumando un puro. “Creo que ahora mismo WCK ha creado la red de equipamiento más potente de la historia”, dijo. “Cada cocina es nuestra. Y cada coche. Y cada barco. Y cada helicóptero. Cada cocinero es parte de nuestro ejército, aunque aún no lo sepan”. Dio una calada al puro y reflexionó. “No lo digo abiertamente, porque la gente pensará que estoy loco, pero es como yo lo veo: somos la organización más grande de la historia de la humanidad, aunque sólo tengamos a 75 personas en plantilla”. criaturas literales. Tratan con lo concreto y lo elemental: entradas y salidas, materia y energía. Bajo la superficie del plato más lírico, ése que evoca el sol besándote la piel o el cálido abrazo de tu abuela, hay tamaños de porciones, análisis de costes, cifras de gastos generales y cálculos de desperdicios, todos ellos expresados en contenedores de plástico marcados con cinta adhesiva azul. Una metáfora no se puede comer. Así que cuando José Andrés dice que quiere alimentar al mundo, no está usando una figura retórica: lo dice en serio. Se hizo famoso cocinando para los afortunados y se convirtió en un héroe dando de comer a los desafortunados. Al mismo tiempo, ha hecho lo posible por alimentar al resto de la gente. José Andrés suele apelar a Tom Joad, uno de los personajes de Las uvas de la ira: “Dondequiera que se luche por dar de comer a los hambrientos, allí estaré”. Steinbeck era un escritor y empleó una metáfora. José Andrés es un chef y compra billetes de avión. Su omnipresencia puede resultar casi cómica: un día te enteras de que ha sobrevenido un desastre en algún lugar del mundo y al siguiente aparece in situ en tus redes socialees. “Da la impresión de estar en todas partes al mismo tiempo”, dice el golfista Sergio García, amigo de José. “Sabes que es imposible, pero es lo que parece”. Cabe la posibilidad de que el lector haya olvidado, o posea un conocimiento muy vago, de algunas de sus misiones: al principio de la pandemia, cuando dieron de comer a la tripulación y a los pasajeros de algunos transatlánticos atracados en Japón y en Oakland; los incendios del Bronx y del Condado de Bounty, Colorado; LOS CHEFS SON

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World Central Kitchen ha creado la red de equipamiento más potente de la historia. Cada cocina es nuestra. Y cada coche. Y cada barco. Y cada helicóptero. Cada cocinero es parte de nuestro ejército, aunque aún no lo sepan

los tifones y los tsunamis de Filipinas e Indonesia, la erupción volcánica de La Palma, la explosión de amonio en el puerto de Beirut. Incendios en verano y huracanes en otoño. José y su equipo están tan versados en tormentas, que parecen profesores pasando lista en clase: Sally, Michael, Laura, Ida, Sandy. Las emergencias se han convertido en una condición permanente en el mundo y es difícil pensar en una cara que esté más asociada a ellas que la de José Andrés. Hace unos años, un periodista le preguntó qué le gustaría inventar. “La olla que alimenta al mundo”, respondió. La anécdota surgió hace poco en la sede de ThinkFoodGroup (TFG), en Washington D. C. Los presentes se rieron, pero José se quedó callado y reconsideró la idea, convirtiendo la fantasía en pragmatismo. “Creo que sería posible”, dijo. “Es posible”. Se podía sentir cómo los empleados tomaban nota mental de la ocurrencia, como si fuera algo que mereciera la pena investigar. Decir que José Andrés quiere alimentar a todas las personas sobre la faz de la tierra no es del todo exacto, ni en lo que se refiere a las personas, ni en lo que se refiere a la tierra. Poco antes de la anécdota sobre la olla mágica, uno de los chefs de I+D+i que trabajaban en la cocina abrió una bolsa de vacío llena de pisto con cerdo ibérico para que lo oliera. Era la comida que se serviría en la misión Ax-1 a la Estación Espacial Internacional de Axiom Space; poco después, reflexionaba en voz alta sobre otro frente potencial de la misión: la comida para mascotas. Es absurdo, casi infantil, pero los números no mienten: desde 2010, WCK ha servido casi 70 millones de comidas en prácticamente todo el mundo. Lo que antes era una organización sin ánimo de lucro con dos empleados que ofrecían ayuda según hiciera falta, a menudo tirando de la tarjeta de crédito de José Andrés, se convirtió en un gigante que en 2020 recaudó casi 246 millones de euros. Jeff Bezos descendió de su nave espacial New Shepard con un sombrero de vaquero en la cabeza para anunciar que donaría poco más de 90 millones de euros a José Andrés para que se lo gastara en lo que quisiera. Parte de ese dinero lo está empleando para costear su misión en Ucrania. Pero todo eso es sólo una pequeña parte de la visión primordial de José Andrés. Recientemente, WCK creó un Fondo de Desastres Climáticos con el fin de recaudar cerca de 1.000 millones de euros para abordar la causa principal de las catástrofes para los que son más reclamados. Andrés imagina una suerte de Cuerpo de Servicios de Emergencia de Alimentos en cada estado, algo parecido a la Guardia Nacional de Estados Unidos. José Andrés también gestiona un imperio gastronómico. TFG ocupa tres plantas de un edificio en Penn Quarter, donde también tiene seis de los 28 restaurantes que gestiona en siete ciudades de Estados Unidos (además de uno en las Bahamas y nuevos proyectos a la vista en Los Ángeles y en Nueva York). Uno de ellos es Jaleo, el restaurante que lo llevó a Washington D. C. a la edad de 23 años y que inició en Estados Unidos la era de las tapas. Otro es Minibar, un pequeño establecimiento para doce comensales con menú degustación y uno de los primeros en introducir la

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gastronomía molecular que José Andrés había aprendido cuando era un joven cocinero en el legendario El Bulli, de Ferran Adrià. Una de las tardes que estuve allí, la oficina era un ajetreo de diseñadores, empleados de márketing, cocineros del departamento de I+D+i, un chef de Barcelona de prueba para ocupar una vacante y empleados de José Andrés Media, una productora que el chef acaba de crear. También había un maestro cortador de jamón titulado que parecía estar pasando el rato, como si fuera un samurai itinerante, por si apareciera un jamón que precisara de su maestría con el cuchillo, algo que por otro lado era bastante probable. WCK opera sobre todo de manera remota. Varias oficinas de WeWork en D. C. hacen las veces de sede. Ambas organizaciones funcionan sin necesidad de que su líder esté presente físicamente, y si acude a las oficinas siempre pueden apretarse y hacerle un sitio. Hay quien podría considerar las dos caras de la vida de José Andrés inherentemente contradictorias. Si uno piensa que el capitalismo se encuentra en la raíz de todos o de casi todos los desastres, tanto los naturales como los causados por los humanos, entonces el chef no será santo de su devoción. “Tengo que ganarme la vida”, dice encogiéndose de hombros cuando le pregunto si piensa renunciar a esa parte. Los últimos años han sido muy duros para todos los restauradores de Estados Unidos. En su caso, dice, durante la pandemia ha perdido entre el 20 % y el 30 % de su patrimonio en TFG sólo por tener los restaurantes abiertos. Admito que me dejé llevar ligeramente por el cinismo cuando el equipo de José Andrés me invitó a conocerlo en la inauguración de sus nuevos restaurantes en Chicago, en lugar de en la base de operaciones de WCK. (“Ahora todo el mundo quiere visitar aquello”, me dice después con un suspiro). Al final, entendí las dos partes de la vida del chef como una extensión de la visión principal que subyace a WCK: que el temperamento y las habilidades necesarias para dar de comer a la gente en un restaurante —el espíritu emprendedor, el pragmatismo, la improvisación, el vigor, la planificación y, sí, el carisma y ese aura de celebridad— encajan, de una forma muy particular, en lo que implica dar de comer durante una emergencia. Y que ambas emanan del mismo impulso resolutivo, elemental y hasta podría decirse que demasiado simple: alimentar. en Honduras que cree que José Andrés podría haber curado el cáncer. Una vez, durante un partido de playoffs de los Washington Wizards, el chef salvó a un hombre que se había atragantado con un trozo de salchicha practicándole la maniobra de Heimlich. Después desapareció entre el público, dejando como única pista de su identidad el garbo con el que le había servido un vaso de agua a la víctima. “Se notaba que trabajaba en un restaurante”, confesó el hombre a The Washington Post. Y aunque ninguno de los dos quiere admitirlo del todo, parece ser que el chef sí tuvo algo de responsabilidad en la victoria de Sergio García en el Masters de Augusta, ya que accedió a cocinar para el golfista únicamente si le prometía ganar, por fin, su primer grande (“¡Claro que se lo prometí!”, confirma García. “¡Quería la comida!”). Hay islas enteras en el Caribe donde todavía es imposible que José Andrés se pague una copa. La más pequeña de sus tres hijas le pidió que quitara el logo de WCK del jeep familiar porque atraía a demasiada gente que quería agradecerle su labor, pero él se queja porque dice que ahora le ponen más multas de aparcamiento. José ha convertido a la mitad de sus seguidores en redes en un comité de nominación al Premio Nobel, mientras que sus seguidores más ardientes apuntan aún más alto y quieren beatificarlo. (De hecho, fue nominado oficialmente a los Premios Nobel de 2019 tras su labor en Puerto Rico tras el huracán María). En cada rincón y superficie libre de sus oficinas y de su casa —en Bethesda, Maryland— hay pequeños montones de premios, menciones, placas y otros trofeos, batiburrillos de metacrilatos grabados que parecen miniaturas extraídas de La fortaleza de la soledad [de DC Cómics]. “Deberías ver lo que tengo almacenado”, dice el chef. La publicidad que recibe es tan persistentemente buena que se puede perder de vista el hecho de que la recibe por su infatigable deseo de hacer el bien. ¿Cómo se escribe sobre un santo? Ayuda que no oculte las características que lo hacen más común entre los mortales. Cuando se pasa tiempo con él, se descubre a un hombre inquieto y sin filtro. Tan pronto está nervioso como entra en un estado contemplativo. Lo mismo está irritable (o, como él prefiere decir, “gruñón”) como está inspirado. Pasa de la humildad a la jactancia, de la generosidad con los equipos HAY UNA MUJER


FOTOGRAFÍA: CORTESÍA DE WORLD CENTRAL KITCHEN.

José Andrés en la misión de World Central Kitchen de Lviv, Ucrania, en marzo de 2022.

encargados de plasmar su visión a no darse cuenta del efecto que sus impulsos y su constante cambio de planes ejercen sobre ellos. A veces sientes que estás en compañía de un anfitrión consumado, y otras, que te han atado al Capitán Ahab de Moby Dick. Finalmente, asistí a la fiesta de inauguración de los tres restaurantes de José Andrés en Chicago, situados en sendas plantas contiguas del rascacielos de Bank of America. Debajo, en el restaurante de marisco Bar Mar, los invitados comían sashimi de atún español bajo la enorme y luminosa escultura de un pulpo. Arriba, en Bazaar Meat, los puestos servían algunos de los platos típicos de Andrés: las aceitunas esferificadas, esa pequeña explosión de alegría salada, o su “algodón de azúcar” de foie gras. No podía faltar el jamón ibérico, el tesoro español que José Andrés ha popularizado en Estados Unidos después de superar incontables obstáculos regulatorios en los 90. “Ahora los chefs sólo tienen que hacer una llamada para conseguirlo”, me dice señalando un puesto cubierto de platos de jamón. “Lo que quiero decir es que nada me ha sido fácil”. A medida que entrábamos en los restaurantes, José Andrés se paraba cada dos metros para hacerse un selfi. En uno de ellos, posó con un jamón ibérico sobre el hombro. El chef llegó a pesar 136 kilos, pero perdió casi 32 durante la pandemia gracias a una dieta de 21 días a la que se sometió en España. Con una silueta más delgada, su barba blanca y su gorra de repartidor de periódicos recuerda a un Zorba o a un Hemingway de antaño. Aparenta más años de los 52 que tiene, pero ahora luce un porte más poderoso que cuando era más joven. Habló con Ertharin Cousin, la antigua directora del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, que había estado ejerciendo presión por el apoyo del chef para realizar una conferencia sobre alimentos en la Casa Blanca, la primera de su clase desde 1969. Nunca a demasiada distancia se encontraba el jefe de personal de José Andrés, un antiguo voluntario de los Peace Corps de 30 años llamado Satchel Kaplan-Allen, cuya experiencia incluye un poco de todo, desde estrategia política hasta programación de eventos y hacer fotocopias. Esta noche, dice bromeando, una de sus labores era asegurarse de que en las docenas de conversaciones que estaba teniendo su jefe no estuviera “prometiendo hacer algo que después tuviera que hacerse”. A medida que avanzaba la noche, José Andrés encontraba lugares para escaparse un rato. En un momento dado, se metió en la barra de marisco —para terror de los desbulladores que estaban trabajando— y empezó a preparar ostras con erizo de mar. También salió sin chaqueta a la calle, a una temperatura de -8 oC y con un viento

desapacible, para fumar un puro mientras miraba al interior de la fiesta a través del enorme y reluciente ventanal. A L A M A Ñ A N A S I G U I E N T E , nos sentamos en la barra del Topolobampo,

el seminal restaurante mexicano de Rick Bayless, para beber margaritas y comer guacamole a las 11 de la mañana. Le pregunto qué hubiera ocurrido si, durante una inauguración, un huracán hubiera dado un giro problemático en el Golfo, o una explosión hubiera devastado una ciudad en Venezuela. Incluso si continuara sacándose selfis, dice, se iniciaría de inmediato una cadena de eventos. Los chats de Whatsapp de WCK se activarían, se consultaría a expertos en metereología y se descargarían mapas en los móviles en caso de que la conectividad en destino se interrumpiera. Se empezaría a trasladar equipo desde uno de los Centros de Operaciones de Ayuda de WCK, en las afueras de Maryland; o desde el centro de Oxnard, California —o, en un futuro próximo, desde un nuevo centro en Nueva Orleans—: vehículos anfibios, purificadores de agua, cocinas solares; las llamadas unidades de cocina desplegables (DKU en sus siglas en inglés), cocinas de campaña con forma de cúpula geodésica de nueve metros de diámetro y nueve de alto almacenadas en contenedores modulares para poder cargarlos en un avión o en un camión. Si la situación requiriese que José viajara a la zona afectada, se harían reservas, le facilitarían una de las varias mochilas preparadas para este tipo de casos, y, cuando saliera por la puerta del restaurante, habría un coche esperándolo con un plan ya pensado. Al día siguiente, lo verías en tu feed de Twitter emitiendo desde el lugar en cuestión. En su teléfono tenía una lista de chats de WhatsApp, cada uno dedicado a distintas operaciones de WCK. Sacó un mapa de Haití cubierto de chinchetas digitales. “Visitamos todos estos puntos cada día”, dijo. Haciendo clic en cada uno de ellos, aparecía un informe detallado de todas las comidas que se habían servido y a quién, el tipo de informe que generaría para saber cuántas croquetas y cuántas ensaladas de endivias se habrían despachado en Jaleo la noche anterior. Aquella mañana había comenzado con una reunión con Richard Wolffe, el director gerente de la nueva productora audiovisual de José Andrés, en la que hablaron sobre una nueva serie de televisión que se estrenaría en España. Antes de que finalizara el día, el chef revisaría el menú de la inaguración de Bar Mar, grabaría un segmento con el programa The Daily Show with Trevor Noah hablando de inseguridad alimentaria; subiría a lo alto de la Willis Tower para dar una charla

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ante los líderes empresariales del Executive Club de Chicago sobre la necesidad de eliminar estructuras de gestión piramidales; y revisaría la cantidad de foie gras que se añadiría en un entrante de Pigtail, la nueva coctelería situada en el sótano de Jaleo cuyo protagonista es el jamón ibérico. ¿Con una agenda así, sus misiones con WCK no le reportan cierto alivio? “Todo lo demás desaparece”, responde. Nada más aterrizar, divide el mapa de la zona afectada y se sube a un todoterreno —a veces él solo—, en busca de gente necesitada de agua y comida. Suele llevar bastante efectivo encima por si se encuentra, por ejemplo, a un pescador a quien comprarle al día siguiente toda la captura de langostas espinosas, como le sucedió en la isla colombiana de Providencia tras el huracán Iota en 2020. Me dijo que en casa se preguntaba a veces si estaría fracasando. Pero en este tipo de situaciones, todo era más sencillo: “¿Estamos dando de comer a todo el mundo o no? Si no lo estamos, entonces tenemos que hacer mejor las cosas”. José Andrés ha cultivado un personaje que recuerda en parte al contable de la película Dave (1993), interpretado por Charles Grodin, un tipo que resuelve los problemas presupuestarios del país echando mano de un sencillo sentido común que a menudo se les escapa a los políticos; y en parte a un policía macarra sin respeto por las normas y los reglamentos a quien su superior despediría si no fuera tan bueno en su trabajo. Dice que su gente nunca emplea más de media hora en una reunión. No hay nada que le guste más que apropiarse de un helicóptero o, en su defecto, de un helipuerto, como cuenta que hizo en las Bahamas después del huracán Dorian tras decirle al primer ministro: “¿Quieres dar de comer a tu gente o no? ¡Porque yo al menos estoy intentando hacerlo!”. La mayor parte del mundo presenció por primera vez la chulería de José Andrés en junio de 2015, cuando Donald Trump comenzó su campaña presidencial diciendo que los inmigrantes mexicanos eran todos unos traficantes de drogas y unos violadores. Andrés canceló su decisión de abrir un restaurante hispanojaponés en el nuevo hotel que Trump abriría en Washington, convirtiéndose así en uno de los personajes públicos críticos con Trump más prominentes, y en uno de los pocos que sabía de manera intuitiva cómo trolear a un trol. En Twitter, el chef se mofó de Trump diciendo que su deposición en el juicio posterior a su renuncia había sido más larga que la del presidente, cuya obsesión con los tamaños y las larguras es por todos conocida. Pero su reprimenda más dura a la administración Trump llegaría tras el huracán María, acaecido en septiembre de 2017. El ciclón tropical devastó Puerto Rico y causó la muerte de cerca de 4.600 personas, dejando al territorio estadounidense completamente paralizado. José Andrés viajó a la isla junto a dos chefs y con el tarjetero lleno con la intención de permanecer allí unos días, pero terminó quedándose tres meses y sirviendo 3,7 millones de comidas ante una respuesta federal inexistente. Según Nate Mook, antiguo realizador de documentales que se unió al chef en Puerto Rico y que pronto se convertiría en el primer CEO de WCK, aquello fue una espectacular demostración del concepto que define a WCK. “Estábamos profesionalizando el trabajo que hacemos, mostrando un nuevo modelo, una nueva manera de hacer las cosas”, dice Mook. “Aquello podía hacerse en cualquier parte del mundo, al primer aviso, y estar en primera línea”. junto a José Andrés y se apasiona con lo que te cuenta, se gira para mirarte, poniendo énfasis en todos los puntos con un breve pero resuelto golpe en tu antebrazo. El mío ya estaba empezando a resentirse un poco a medida que caminábamos por el Loop, la zona más céntrica de Chicago. El chef avanzaba a pasos cortos contra un viento cortante, su mochila bien sujeta a la espalda. De repente, nos paramos en seco. Había dicho algo que le había cabreado. “¿Qué narices estás diciendo?”, me suelta. Lo que había dicho es que la mayoría de los estadounidenses no se sentían libres de llamar a la puerta de sus representantes para expresar sus opiniones, pese a que —como él acababa de decir— era de las características que hacían única a la democracia estadounidense. “¡Podéis! ¡Es uno de vuestros deberes como ciudadanos!”, continuó. “Hay que joderse. Me pone de los nervios que la gente me diga: ‘Ya, es que tú has conseguido todo esto porque eres José Andrés’. Cuando me presenté ante el primer ministro de las Bahamas y le dije que necesitaba un helipuerto, ¿te crees que sabía de lo que estaba hablando? Si hubiera sabido que era un chef, seguramente me habría CUANDO CAMINAS

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tomado menos en serio. Sólo vio a un tipo que tenía las cosas muy claras y que estaba un poco cabreado. ¡Así que todos podemos ser José Andrés!”. ¿Pero quién habla así en 2022? Así es como José Andrés se ha convertido en un contrincante nato y eficaz de Trump, porque se cree todos aquellos aspectos sobre Estados Unidos que Trump considera para gilipollas. Es el fervor arquetípico de un inmigrante. Cuando le pregunto por qué decidió nacionalizarse estadounidense en 2013, se queda pensando unos segundos y responde: “Porque en la vida eres 100% algo o nada”, dice finalmente. “Te mojas o no te mojas. Y tuve que hacerlo. Si quería que mi voz se oyera más, no podía quedarme fuera”. José Andrés llegó al Nuevo Mundo navegando, como Colón mismo, a bordo del Juan Sebastián Elcano. Se fue de casa pronto. Primero encontró trabajo en las cocinas de restaurantes de Barcelona y después con Ferran Adrià en El Bulli. Gracias a este pedigrí, cuando le llegó el turno de hacer la mili convenció a sus superiores para que le dejaran hacerla en el Juan Sebastián Elcano como chef privado de un almirante. El mismo barco que había visto atracado en el puerto con su padre cuando era niño lo llevaría ahora a conocer mundo: las Islas Canarias, Abidjan, Montevideo, Río de Janeiro y después… ¡Pensacola! “La ciudad de las cinco banderas”, como invariablemente se refiere a ella, como si esta localidad del oeste de Florida fuera aún un puerto exótico. Probó por primera vez el pastel de cangrejo y los cangrejos de concha blanda y se enganchó. José Andrés nunca ha dejado de ser un militar. Durante los primeros días de la pandemia, se llevó a su equipo a una barbería del barrio chino de Oakland para que se rapasen el pelo. “Les dije: ‘Ahora somos marines”, cuenta. ¿Y cuál es la visión de WCK, si no una visión idealista de lo que el imperialismo estadounidense de toda la vida puede alcanzar? En enero de este año, el Smithsonian anunció que colgaría el retrato de José Andrés en la National Portrait Gallery. El chef podía imaginarse cómo luciría porque, durante años, había cruzado el museo infinidad de veces, ya que era el camino más directo entre el Zaytinya —el restaurante mediterráneo situado en la Calle 9 N. W.— y Jaleo, ubicado en la Calle 7. El hecho de que José Andrés recalara en Washington reviste una importancia que no se puede exagerar, especialmente en lo que se refiere a su activismo y trabajo humanitario. “Nada hubiera ocurrido si no hubiera estado aquí”, dice. En Nueva York o en San Francisco, los engranajes del poder —y cómo manejarlos—es algo más abstracto; pero en D. C. eran literales y estaban a su alcance. El antiguo senador por Nueva York, Daniel Patrick Moynihan, vivía a la vuelta de la esquina de Jaleo y era un amigo y cliente habitual. José aprendió a moverse por Capitol Hill, donde se encuentra el Capitolio, a presionar para que se aprobaran leyes y a sentarse en consejos. El antiguo senador republicano Lamar Alexander se pasaba por el restaurante para presumir de los tomates de Grainger County, Tennessee, y Andrés le podía decir cosas como: “Me encanta que te encanten estos tomates. ¡Espero que apruebes la ley para protegerlos!”. Su faceta como notorio analista político, práctico y bien enterado, ha tenido un impacto mayor que otras a la hora de avanzar en sus propósitos. Incluso durante su disputa con Trump, él y los empleados de WCK mantuvieron una comunicación regular con los miembros de la Administración, entre ellos Ivanka Trump. Senadores de ambos partidos han hecho cola para visitar —y ser fotografiados en— el centro de operaciones de WCK en la frontera con Ucrania. El presidente Biden estuvo de visita cuando viajó a Varsovia el pasado marzo. José Andrés es un miembro muy activo del Grupo de Trabajo de Seguridad Alimentaria y Nutricional del Centro de Políticas Bipartidistas. Entre otras cosas, ha apoyado legislación para ampliar programas de nutrición infantil. Se muestra cauto a la hora de revelar quién figura en su agenda de contactos, aunque por entrevistas secundarias que me ofrece su equipo se deduce que son muchos y muy influyentes. En una de sus declaraciones, la vicepresidenta Kamala Harris destacó el trabajo realizado junto a José Andrés en la Ley FEED, aprobada en 2020 para permitir al gobierno federal compensar a restaurantes que proporcionaran comida a personas en situación de necesidad. “Su trabajo nos recuerda que nuestras mesas siempre serán lo bastante grandes para recibir a aquéllos que necesiten ayuda, y que una sola persona —como José Andrés— puede ejercer un impacto monumental en la vida de la gente”, decía Harris. Tim Scott, senador republicano por Carolina del Sur y uno de los


patrocinadores de la Ley FEED, afirmó que la legislación se había inspirado en el modelo de WCK. “Nunca he tenido nada en contra de los republicanos”, afirma José Andrés. “Sino con un republicano”. tampoco se libran de las críticas. “El modelo general de respuesta ante los desastres consiste en que alguien de fuera llegue a un lugar para salvarlo, y no creo que sea lo mejor”, afirma Devin De Wulf, fundador de una creativa y ágil ONG de Nueva Orleans llamada Krewe of Red Beans. En 2020, cuando la ciudad luchaba contra una primera ola de Covid especialmente dura, su organización recaudó cerca de un millón de euros en seis semanas para financiar la comida que servirían 45 restaurantes a los trabajadores sanitarios que se encontraban en primera línea. Pero llegó WCK y de un plumazo se hicieron con todo. “Creo que los desastres deberían gestionarse a nivel local, porque a la gente le importa su comunidad. Los habitantes de un lugar entienden su paisaje cultural y político de una manera que alguien que llega en paracaídas no entiende”. Andrés y Mook afirman que el modelo de WCK consiste en conectar recursos locales, con un énfasis cada vez mayor en dejar infraestructura operativa a su paso. “Lo que he aprendido es que en ese tipo de situaciones”, añade José, “los habitantes suelen estar sobrepasados. No hay dinero para empezar de cero. Recaudar lleva muchísimo tiempo. La gente dona cosas que no son necesarias. Por eso una organización como la nuestra llega con una idea muy clara de cuál es la mejor respuesta; y luego, además, se trabaja con la gente del lugar”. Es típico en José Andrés oscilar entre la aceptación y la frustración ante ésta y otras críticas. “Tiene gracia, porque ahora basta con que una persona exprese una crítica y con que un periodista la escriba —o quizás dos críticas para pasar al plural—, para que vengan con ‘la gente dice que…’. No, ¡la gente no dice nada! Es una persona”. Se queda en silencio y añade: “Estoy empezando a sentirme como Trump y sus ‘fake news”. Parece indiscutible que José Andrés el humanitario tiene un efecto positivo en José Andrés el empresario. Sus publicaciones en redes desde Lviv y otras zonas azotadas por el desastre atraen a más de un millón de seguidores, casi tantos como las noticias de sus inauguraciones o de sus colaboraciones empresariales. Andrés señala que su trabajo humanitario también le distrae de su negocio principal. “Cuando desaparezco en medio de Puerto Rico durante 90 días, no son sólo esos 90 días, sino también lo que tardo en regresar mentalmente”, dice. “Créeme: si invirtiera el 100% de mi energía en mi empresa, tendría muchísimo más éxito. Cuando la gente dice: ‘José, estás sacando provecho de todo esto…’. ¿En serio? ¿En serio? Preferiría tener la vida que tenía antes, ya te lo digo”. ¿Lo dice de verdad? “No”, contesta meneando la cabeza. “Me gusta ayudar a la gente. También podría pasar y dedicarme a competir en el Ryder Cup Celebrity Match [un partido de golf entre famosos], pero no, estoy en las montañas de Haití. ¿Qué quieres que te diga? Antes de comenzar todo esto también tenía una buena vida”. Me lo cuenta al final de un largo día en Washington D. C., durante una de esas noches en las que, cada varios minutos, cambia de idea sobre qué hacer a continuación. El crítico de restaurantes de The Washington Post se encuentra en el Minibar, así que debería zanjar ya esta entrevista; un grupo de chefs españoles que se encuentran de visita en la ciudad van a ver a Rafael Nadal en la final del Open de Australia en su casa, así que lo más probable es que se pongan todos a cocinar. Al final, no hace ni una cosa ni la otra y se decanta por enviar un montón de comida de su restaurante China Chilcano —especializado en gastronomía peruana, china y japonesa— a su hija Inés, estudiante de Política Internacional en la Universidad de Georgetown, e irse a comer cangrejos. Hay un tipo en el Bethesda Crab House que se llama Yen Lee, dice, que sabe de cangrejos más que nadie en Estados Unidos. Andrés ignora constantemente el consejo de Siri mientras conducimos por el centro de D. C., a través de Clara Barton Parkway y por las tranquilas calles de Bethesda hasta que divisamos la solitaria luz del restaurante. Ha llamado antes a Lee y a su mujer, Patricia, para que lleve una bolsa térmica con champagne y vinos armenios. Tiene copas en el restaurante expresamente para ello. Nos sentamos fuera bajo los calefactores de exterior. Patricia, natural de Cádiz, trabajaba en la embajada española cuando conoció a José. Se casaron hace 26 años. Patricia destila la elegancia cálida y tolerante de una primera

En una emergencia, ¿estamos dando de comer a todo el mundo o no? Si no lo estamos, entonces tenemos que hacer mejor las cosas

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dama, y la confianza de una mujer que se pone un abrigo blanco para ir a comer cangrejos. Los dos se muestran un afecto juguetón. “Siempre pensé que era un tipo divertido”, dice Patricia cuando le pregunto sobre la primera impresión que tuvo de su marido. “¿Por qué no puedes decir que estaba bien bueno?”, se queja José. El infatigable chef está cansado. “A veces sólo quiero ser como mi madre y mi padre cuando nos daban de comer a mí y a mis hermanos. Como mi padre cuando daba de comer a sus amigos. Nada más. Sin dramas. ¿Que entra más gente? Envíame más arroz”, dice. “Me convertí en marido antes incluso de ser un señor hecho y derecho. Te conviertes en padre antes de convertirte en un buen marido. Necesitas ser un empresario curtido antes de saber cómo ser un chaval cocinando en una cocina. Y nada viene con instrucciones”. Abre una botella de vino. “Quiero acabar con el hambre en India y en África. Soy lo bastante osado y estoy lo bastante loco como para pensar que puedo hacerlo”, dice. “Pero entonces piensas: tengo aún a una hija cerca que me necesita, y yo también a ella. Mi esposa y mis socios también me necesitan. Y todo está aquí encima”, dice dándose golpecitos en los hombros. “Todo descansa sobre estos dos”. Es posible que toda esta ambivalencia responda a un estado de ánimo concreto. Quizás, a medida que el Covid vaya desapareciendo y la máquinaria de WCK esté mejor engrasada, el chef se siente a la deriva, inseguro sobre qué hacer a continuación, aunque 28 días después de esta conversación, Putin le proporcionaría una respuesta, al menos temporal. Ahora se le ilumina la cara al ver una bandeja de cangrejos humeantes encima de la mesa. “Mira, presta atención”, dice con vigor. Coge un cangrejo y con un movimiento le arranca las patas y las deja a un lado. “¡Bum! Esto sí que es disfrutar. ¿Sí o no?”. Separa con el pulgar la cabeza del crustáceo y levanta la parte de arriba del caparazón. Retira la capa de esponjosas branquias con un cuchillo de plástico y traza las líneas de la cáscara más blanda que hay debajo. “Esto es muy importante. He realizado la abertura perfecta del cuerpo. ¿Por qué? Porque estoy escuchando al cangrejo. El cangrejo me está diciendo dónde cortar”, afirma mientras extrae una tira perfecta de carne blanca. Se la pasa a Patricia. “¿Sí o no?”. Ahora coge la otra mitad del cuerpo y las patas, llenando la parte superior del caparazón convexo rápidamente de carne blanquísima. “Los cangrejos son buena gente. Quieren que tenga éxito. Incluso cuando están muertos”, dice. Añade mantequilla a la montaña de carne, echa un chorrito de vinagre blanca y espolvorea especias picantes. “La vida consiste en saber cómo comer”, dice con un tono serio. “Todo el mundo piensa que consiste en saber cocinar, pero es mucho más importante saber comer”. Coge una cucharada y la extiende por encima de la mesa, parando a unos centímetros de mi boca. En mis manos tengo una libreta y un boli, así que miro a ambos lados, me inclino hacia delante y, antes de darme cuenta, José Andrés me acaba de dar de comer a mí también. BRETT MARTIN

es corresponsal de G Q .

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Nueve zapatillas y un zueco que lo están petando. Estos diez diseños encarnan la audacia creativa y colaborativa que caracteriza a la moda actual. FOTOGRAFÍAS: BOBBY DOHERT Y

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DISEÑO DE SET: ANDREA STANLEY



GUCCI X ADIDAS GAZELLE Cuando en febrero Gucci presentó sobre la pasarela su muy anunciada colaboración con Adidas, vimos muchísimas florituras y extravagancias típicas de Alessandro Michele: gorros de mohair y sudaderas a juego; fluidos vestidos de seda inspirados en chándales; botas de tacón con las tres rayas de Adidas. Pero el diseño que más nos gustó era el más sencillo: unas icónicas Gazelle cubiertas por el monograma de Gucci, desde el cuerpo hasta las suelas de goma. —Y. G.

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BALENCIAGA DEFENDER Cuando estás tan de buenísima racha como Demna Gvasalia, necesitas un par de zapatillas audaces y frikis que estén a tu altura. Las Balenciaga Defender son un modelo de aires techno de los primeros 2000 con una suerte de banda de rodamiento bastante gruesa en la base. El resultado es una zapatilla voluminosa que recuerda un poco a Mad Max. Pero el suave tono monocromático de las zapatillas las ubican firmemente en el campo de lo ponible. —Y. G .


COMME DES GARÇONS SHIRT X ASICS GEL-LYTE V Para su cuarta colaboración con el titán japonés Asics, Comme des Garçons ha elegido el modelo Gel-Lyte V, una leyenda tanto entre los corredores profesionales como entre los chavales adictos al streetwear desde que se lanzaran allá por 1993. Las capaces manos de Rei Kawakubo han elevado el modelo a una nueva dimensión, gracias al estampado de leopardo blanquinegro, en sintonía con la colección primavera-verano 2022 de CdG Shirt. —Y. G .

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BOTTEGA VENETA RIPPLE Uno puede caminar descalzo sobre la hierba fresca o bien ponerse el césped en los pies. La última creación viral de Bottega Veneta, creada por Daniel Lee durante su último año en la firma antes de abandonarla en noviembre del año pasado, tiene un aire a las clásicas slip-on de los skaters. El cuerpo de aterciopelada pana de tela chenilla descansa sobre una suela sideral con crestas. —Y. G .

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NIKE AIR JORDAN 4 MILITARY BLACK De todos los modelos clásicos de Air Jordan, las Jordan 4, diseñadas por Tinker Hatfield y lanzadas en 1989, disfrutan de un estatus de culto entre los sneakerheads. A lo largo de los años, se han lanzado en docenas de combinaciones cromáticas diferentes y como parte de colaboraciones, pero nunca las habíamos visto en blanco y negro y con estos toques de gris acerado. — S A M U E L H I N E

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GIVENCHY TK-360 Matthew M. Williams, director creativo de Givenchy, llama a este nuevo modelo de zapatillas “el calzado de sus sueños”. No cabe duda de que los sueños de Williams son radicalmente originales, incluso para un diseñador como él, conocido por aplicar la tecnología más punta en sus prendas. Con cierto aire a bota de fútbol, están recubiertas hasta la suela con un tejido de punto sin costuras. ¿Qué aspecto tendrán las zapatillas en el futuro? Probablemente uno muy parecido a este. — S . H .


NIKE PEGASUS TURBO NEXT NATURE Nike se fundó hace 51 años en Oregón como una marca para corredores. Las últimas zapatillas Pegasus, lanzadas este año, representan el cénit de aquellas décadas de innovación estética y de materiales. Realizadas con un 50% de componentes reciclados, son las zapatillas más sostenibles de la marca hasta la fecha. También son de las más ligeras —pesan 272 gramos—, y vienen con una media suela de espuma Zoom X, una tecnología de Nike que aporta más energía a la pisada. —S. H.


DIOR X BIRKENSTOCK TOKIO MULE Si hay algo que encapsule el momento actual de la moda masculina es el hecho de que los zuecos y los mules pueden desatar tanta locura como las zapatillas. El Tokio Mule de Dior x Birkenstock es el zueco más esperado de la historia de la moda. Kim Jones dedicó su colección otoñoinvierno 2022 al propio Christian Dior, un ávido horticultor. Bordadas con las flores que inspiraron a Dior durante toda su vida, estas Birkenstock son la versión de la maison de los zapatos de jardinero del modista francés. —S . H .

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Alizzz ha roto todas las barreras posibles del nuevo pop español: la de haber firmado su primer éxito de ventas junto a C. Tangana y Rosalía en 2016 —Antes de morirme—, la de erigirse como ganador de tres Grammy Latinos (entre otros reconocimientos) como productor de El Madrileño, y la de sobrepasar los límites del streaming un año después del lanzamiento de su tema con Amaia —con El encuentro—. Ahora, tras publicar su primer álbum en solitario —Tiene que haber algo más, el pasado mes de noviembre—, el catalán tiene pendiente una gira de festivales que se extiende hasta verano y que le llevará, entre otros, al Tomavistas, del 19 al 21 de mayo en Madrid.

ristian Quirante (Castelldefels, 1984) se pierde hablando de música. Desde playlists hasta referencias internacionales, son muchos los detalles que denotan su pasión por una profesión por la que, como el mismo C. Tangana dijo, apostó sin tener “plan b”. De hecho, nos responde al teléfono sin mucha constancia del día en el que se encuentra, inmerso en algo que no clasifica de rutina, pero que le hace acudir al estudio prácticamente a diario. “Ahora mismo mi vida es bastante diferente a como era hace unos meses”, explica. “Me despierto medio pronto, entre las 8 y las 9, sin despertador. Intento no tener nada que hacer por la mañana porque en eso soy horrible, y me tomo un café muy despacio. Soy lentísimo desayunando y es una de las cosas con las que disfruto más: no tener que ir a ningún sitio con prisa, ponerme la radio y escuchar, casi siempre, alguna tertulia política”, detalla durante la llamada. “Luego, sobre las 12, cuando ya estoy un poco más despejado de cabeza, me meto en el estudio. Sin mucha pretensión, porque siento que tengo bastantes ideas pero también que de esta forma es como mejor salen las cosas”. A él le han salido especialmente bien desde que en un festival se enamoró de la electrónica y decidió apostar por la música, a pesar de haber estudiado Ingeniería de Telecomunicaciones. En particular, más de una década después, cuando conoció al que fue su tándem creativo hacia el éxito: C. Tangana, también su socio artístico hasta que decidió embarcarse en un proyecto como músico independiente, cuya primera referencia vio la luz hace unos meses. Además de producir al madrileño, también ha hecho lo propio con Becky G, Cupido, Lola Índigo o Aitana… Y sigue formando cantera, ahora como director artístico. Tu primera referencia fue un EP en 2013 [Whoa!], en un registro bien diferente al actual. ¿Qué fue lo que te atrajo de la música urbana para abrazar este estilo? ALIZZZ: Creo que la música pop y su manera de hacer siempre me han acompañado. Incluso cuando hacía electrónica, tenía en mente estructuras y armonías que venían del indie, del britpop, del postpunk o del R&B, y que después transformaba en música electrónica de baile. Ahí también cogía mucho de lo urbano y del rap, así que de alguna manera conecté con las producciones más urbanas y más cercanas a este género, que es lo que hice en el disco de Ídolo [el primer álbum de C. Tangana]. FOTOGRAFÍAS: CORTESÍA DE ALIZZZ.

GQ:

Los primeros singles de tu primer disco en solitario (Todo me sabe a poco, Ya no siento nada o Salir) podrían ser considerados como himnos generacionales, abarcando incluso a más de una. ¿Qué te motivó a escribir esos temas? Supongo que pasaron bastantes cosas, entre ellas que no estaba en el momento tranquilo en el que estoy ahora. Entonces (hace un par de años) estaba trabajando mucho, posiblemente demasiado, y pensando sólo en el momento. Quizá por eso necesitaba tener un poco de perspectiva y ver bien qué quería hacer. Al final yo vengo del underground, así que siempre me he sentido medio incómodo en el mainstream, donde en ese momento me había instaurado un poco… En general,

tengo la sensación de que es una música —y, en cierto modo, una vida— un poco frívola, así que por eso tuve la necesidad de conectar un poco con lo emocional y me ha salido un disco así: para poder explicar lo que me estaba pasando. Ese hilo argumental del que hablas se ve en el disco. Además de tener influencias tan diversas como Los Secretos, Extremoduro o Antonio Vega, se nota ese feeling melódico de los 80. ¿Por qué esa fijación con esta época? Yo creo que tanto Antonio Vega como Robe son compositores que hacen canciones redondas, independientemente de si son de pop, rock o bossanova, como en el caso de Ketama. Al final están muy bien escritas y son emocionantes. Creo que eso es lo que une a todos esos compositores que me han influido. La música que siempre me ha gustado es la que te toca un poquito el corazón. Tampoco tengo problemas de pasar de un género a otro… Tengo mis obsesiones a la hora de componer y producir, pero creo que siempre hay un hilo argumental en todo. Lo que sí que creo es que ahora, con mi disco, he vuelto un poco a lo que es el pop independiente, que es la música que me marcó más desde adolescente y me ha acompañado más desde entonces. De alguna manera tiene sentido que, si me pongo a cantar, me hayan salido canciones con esa atmósfera. ¿Y qué tiene que tener un tema para que sea redondo? Creo que el primer impacto es importante, pero tienes que ir cubriendo más cosas. Hay temas que sólo te pegan una primera impresión, y está guay también, pero te tiene que mantener el interés: que no se haga pesado, que sea como un chicle pero que sea algo bueno… Que no lo cantes mientras estés haciendo la comida y pienses “estoy hasta los huevos de esta canción y ojalá se me vaya ya de la cabeza”. Al final se trata de un cúmulo de cosas que son algo intangibles pero que, sobre todo, tienen que ver con la melodía, la letra y la manera en la que se expresa. Una de las magias del pop es que la letra y la melodía coincidan, que tengan un sentido pleno y que estén bien hechas. También creo que el arte de escribir buenas letras no está tan de moda ahora mismo… Siento que estamos entrando en un ciclo algo más profundo, donde buenos escritores van a tener oportunidades de hacer cosas. El encuentro [su tema con Amaia, que ya supera los 22 millones de escuchas en Spotify] cumple todos esos requisitos. ¿Sientes que ha habido antes y un después de este tema? Creo que ha sido tanto con el tema como con el disco. Yo no tenía ni idea de que iba a tener tanto éxito, pensaba que sería algo anecdótico dentro de mi carrera… Y al final se ha convertido en el centro de lo que estoy haciendo. También siento que El encuentro ha conseguido conectar con mucha gente porque el mensaje, de lo que habla la canción, es algo que todos hemos vivido al menos una vez en la vida. Además de la composición y la producción, algo que en tu caso concibes como un proceso casi inseparable, te has lanzado de lleno con tu carrera de artista en solitario. ¿Cómo conviven estos roles en tu vida y cómo lo compatibilizas todo? Con mi proyecto he perdido tiempo para juntarme con más gente. De hecho, ahora mismo estoy en el estudio componiendo. Para mí, esto que dices de que la composición y la producción van de la mano, es tan real como que lo tengo delante en la pantalla del ordenador; aunque no hayas dado con el sinte adecuado aún, el sonido que encuentras te puede llevar hacia una armonía u otra. Por eso afecta tanto la producción a la composición: porque el propio sonido, la propia estética de la canción, hace que ésta al final sea una cosa u otra. Junto a C. Tangana o Víctor Martínez, que forman parte del equipo con el que trabajas habitualmente como productor, ¿quién le da forma al proyecto de Alizzz, tu proyecto en solitario? Ahora mismo estoy trabajando mucho con David Soler, que es un guitarrista leyenda de Barcelona y que además produce a María Arnal i Marcel Bagés, un proyecto súper interesante y que para mí tiene uno de los mejores discos del año pasado. Con Marcel, que es el otro productor en su banda, también estoy haciendo cosas. Después, Rafa

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sonido que viene de aquí, que tiene que ver con nuestra propia cultura, con la tradición y con el pop español, pero también con el sonido más europeo o americano. Lo que sí que es cierto es que, por muy obvia que sea esta influencia, aquí siempre hay un volumen considerable de propuestas mucho más variadas que en otros países.

Castells es el director creativo del proyecto; con él he hecho todas las fotos y la portada… Bueno, un poco todo a nivel estético. Fuera de esto, que es el eje, la verdad es que yo he trabajado mucho los temas en solitario; he compuesto y producido todo yo, aunque ahora estoy abriéndome a producir con otra gente también. Por ejemplo, he trabajado con Inner Cut, que es un productor de aquí del Maresme que vive en Madrid. Además de esto, está la banda con la que giro y mi equipo técnico, de luces, de management… Ya has presentado tu disco en Madrid y Barcelona, ¿tienes ganas de abordar el directo en festivales? Estoy muy contento, porque las presentaciones han ido increíble. El otro día en Barcelona estaba todo sold out desde hacía meses, y la verdad es que nunca hubiera imaginado que metería a 2.200 personas en Razzmatazz… Ni que el público tuviera esa entrega, coreando todos los temas. Además, tengo muchas ganas de los festivales, porque he tocado muchas veces, pero en ninguno como frontman. Estoy emocionado, pero también tranquilo, porque llevamos un show muy sólido. Hablando de éxitos, El Madrileño es un proyecto que ha reinventado por completo la iconografía popular. Primero con el extrarradio, el nuevo lujo y el chándal de Gucci, y luego con la rumba, el nuevo sonido latino y el pop más noventero. ¿Sientes que eres parte de la historia de la música española? Eso se tiene que ver con perspectiva dentro de unos años, a ver cómo han cambiado las cosas con el trabajo que hemos hecho. Al menos sí que siento que estoy intentando proponer cosas y que estoy intentando que la cultura española, y la música popular aquí, se expanda y encuentre su sitio, porque creo que lo ha perdido un poco en los últimos años. ¿Hay muchos complejos en la industria española? No sé muy bien qué ha pasado, pero sí siento que hemos perdido un poco de relevancia, en el sentido de que los artistas no han acabado de encontrarse ni de conectar con el público internacional. Quizá porque nos hemos encerrado un poquito en nosotros mismos y hemos recurrido a la música de fuera, sobre todo en Latinoamérica, como el lugar de comodidad del oyente medio español. Y en ese proceso de intento de adaptación, nos hemos olvidado de encontrar cuál es el

“ Igual en España no tenemos una fórmula de éxito como en otros países, pero sí que hay muchas maneras de entender la música y muchas propuestas”. —ALIZZZ 9 2

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España tiene una cantera de talento sobresaliente. Sí, es que aquí siempre hay ideas originales, aunque cueste que lo revienten y pasen a un terreno más popular, o que crucen fronteras. Por ejemplo, con el trap argentino ha pasado que el top 50 allí está copado por este género, y que incluso aquí se escucha mucho, pero es todo muy similar; es decir, no es que cada uno tenga una propuesta muy loca o muy propia, sino que es algo más de fórmula. Sin embargo, en España igual no tenemos esta fórmula, pero sí que hay muchas maneras de entender la música y muchas propuestas. Tres Grammys latinos [Mejor canción de pop-rock por Hong Kong, Mejor canción alternativa por Nominao y Mejor ingeniería de grabación de un álbum por El Madrileño] y cuatro nominaciones, un premio como artista del año y otro en los MIN… ¿Qué reconocimiento ha sido más importante para ti y cuál te gustaría tener como artista? Me hacen todos mucha ilusión porque nunca había ganado ninguno [risas]. Probablemente los Grammy es lo más importante que me ha pasado como artista, aunque nunca hubiera imaginado que me darían un premio a músico del año ni que ganaría un premio MIN [los premios nacionales de la música independiente], porque tengo que decir que otra de las cosas que define mi proyecto es que es independiente; todas las canciones han sido publicadas así y, aunque tengo a Warner en la distribución, al final soy un artista independiente. Precisamente Tiene que haber algo más está publicado bajo tu propio sello [que se llama como su primer EP]. ¿Cómo terminaste con otro frente abierto? Es una herramienta que tengo y que sirve para, además de sacar mi música personalmente, poder publicar a otros artistas en cualquier momento. De hecho, hemos editado bastantes cosas en el pasado, pero se quedó un poco on hold porque no podía hacerlo todo a la vez… ¿Y tienes pensando editar a otros artistas próximamente? Ahora, por ejemplo, vamos a sacar a un artista en breve. Mi idea es publicar sólo a artistas independientes con los que esté involucrado creativamente. También te declaras fan de artistas que manejan cierto riesgo y valentía artística, y te has rodeado de ellos en este trabajo, como es el caso de Little Jesus o Rigoberta Bandini. ¿Con quién te gustaría trabajar próximamente? Me gustaría abrir un poco el foco y hacer cosas también con gente de fuera. Hasta ahora he mirado un poco para adentro, porque siento que me apetecía hacer cosas en España y colaborar con Los Planetas, que ha sido un sueño, tener la canción con Amaia o Little Jesus. Pero también me molan cosas como The Marías, que cantan en español y en inglés; Boy Pablo, que es noruego; Cuco, que es un mexicano de Los Ángeles… Todos ellos tienen la sensibilidad de la música más anglo pero cantando en español, así que me encantaría tratar de juntarme con ellos. ¿Y qué escuchas cuando no estás trabajando? Últimamente me he reconciliado con Thom Yorke, al que en un momento perdí la pista y dejé de seguir como artista en solitario. Pero ahora estoy escuchando mucho la banda sonora que hizo para Suspiria, que suena entre terrorífica, de suspense y también algo celestial. Hace poco hice una playlist donde metí a Spiritualized, Fugazi, los Beatles y cosas que me sonaban a música como para comunicarse con los dioses… Igual la gente no lo entiende mucho [risas], pero me flipé bastante con el tema. También me he dado cuenta de que muchos de los temas no sé si hablan de Dios, de las drogas o del amor, así que ahora mismo estoy metido en este proceso de investigación. Silvia Suárez es periodista y colaboradora de GQ.

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Nacida como una sátira de la clase media estadounidense para el horario de máxima audiencia, Los Simpson se ha convertido en algo más: en inspiración para cualquier tipo de arte elevado, de las pasarelas de Balenciaga a los lienzos de KAWS. GQ se introduce en la mente de los creadores de la serie —y obtiene una inusual entrevista con Matt Groening— para explorar la otra vida de la comedia más influyente.

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el equipo detrás de Los Simpson produjo un vídeo para la casa francesa de lujo Balenciaga que debutó en octubre en la Semana de la Moda de París (ésta es una frase que nunca pensé que escribiría). La pieza mostraba a los personajes de la serie desfilando por la pasarela con diseños de Balenciaga, y parecía, según la forma de verlo, un anuncio largo de la marca o un episodio breve de la ficción. David Silverman, el veterano productor y animador de Los Simpson que dirigió el corto, lo define como “una de las cosas más difíciles que he hecho nunca”. Demna, director artístico de Balenciaga y, como muchos otros cuarentañeros, fan de Los Simpson desde niño, le hizo una anotación tras otra, intentando acertar con el equilibrio entre la caricatura y una presentación seria de sus prendas. “Los personajes de Los Simpson”, explica Silverman, “tienen proporciones muy diferentes a las humanas, así que en algunos aspectos nos tomamos grandes libertades. Hicimos trampas, como decimos nosotros”. Un trabajo de un año que al final dio a la gente algo que no sabía que necesitaba: a Homer Simpson —un zoquete entrañable que llegó a engordar 28 kilos para que le concedieran una discapacidad y así poder trabajar desde casa— posando con un plumas rojo de Balenciaga, una versión más reciente del que cuesta 2.600 euros. Que la industria de la moda busque inspiración en Los Simpson resulta extraño si tenemos en cuenta que sus personajes casi nunca se han cambiado de ropa. Pero Bart, con su monopatín y su mente impresionable, tiene madera de coleccionista de streetwear como pocos. Y en un episodio reciente que parodia la moda contemporánea, The Weeknd presta su voz al dueño de una marca que está arrasando: Slipreme. Adidas tiene una colección de zapatillas de Los Simpson, y Nike produjo un modelo con los colores de Marge (con franjas en azul, como su pelo, y verde luminoso, como su vestido) que alcanza un escandaloso precio medio de 800 euros en el mercado de segunda mano. Desde el comienzo, los creadores de la serie entendieron la importancia del negocio. En los 90, Los Simpson fueron imagen de llaveros y barritas Butterfinger —y se rieron de sí mismos por su obsceno mercantilismo—. Como dice un springfieldiano tras ver que la familia Simpson se ha vendido al capital por enésima vez (en un anuncio del disco Los Simpson cantan Calypso), “Tío, esto se sale de

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madre”. Tres décadas después, es un síntoma de la longevidad de la serie, por no hablar del progreso de Estados Unidos, que Los Simpson sigan apareciendo en llaveros, sólo que ahora son de piel, de una marca de lujo y cuestan 240 dólares. Incluso en una cultura obsesionada con reciclar ideas —hemos visto más de ocho películas protagonizadas por Spider-Man en los últimos 20 años—, Los Simpson son omnipresentes. En el extravagante videoclip de Bad Bunny para el single Te deseo lo mejor, la estrella del pop, animada al estilo de Los Simpson, ayuda a Homer y Marge a reconciliarse tras una discusión. Los artistas se empeñan en rastrear la serie en busca de material, ya que su imaginario, como Mickey Mouse o el símbolo de McDonald’s, se ha convertido en una representación del materialismo estadounidense. En 2019, el diseñador NIGO vendió un cuadro del autor conocido como KAWS que muestra, bastante fielmente, la portada de un disco de 1998 en el que cantaban los personajes de Los Simpson, y donde el elenco al completo posa como en el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de los Beatles. Aquel CD costaba 11 euros; el cuadro de KAWS recaudó 13,5 millones en Sotheby’s. Y el creador conceptual Tom Sachs hizo una serie de pinturas de Krusty el Payaso, el cínico y desquiciado presentador del programa favorito de Bart y Lisa. Algunas llevan el tramposo sello de calidad que Krusty otorga a esos dudosos productos que patrocina (pistolas, tests de embarazo, vallas de contención…): “No sólo es bueno. ¡Es suficientemente bueno!”, algo que Estados Unidos podría emplear como eslogan. Nos hallamos en un momento de la historia donde muy pocas generaciones han conocido un mundo sin Los Simpson. “Las primeras 10 temporadas marcaron un fenómeno cultural”, me cuenta Sachs. “¿Por qué fue tan importante? Era popular y subversiva al mismo tiempo. Surgió de la cultura punk y supo simbolizar la desconfianza de la gente hacia el gobierno y la policía, hacia las corporaciones que los controlaban. Como era animación, se salió con la suya. Podía decir y mostrar cosas que eran demasiado violentas, inaceptables o anarquistas para la televisión en abierto. Y lo hizo todas las semanas durante una década”. En el punto álgido de su popularidad, en 1990, 28 millones de personas sintonizaban Los Simpson cada domingo. Sachs recuerda una ocasión en la que se sorprendió de la influencia que había logrado la serie, incluso en los círculos más eminentes. Una noche de 1994, el artista se encontraba en el National Arts Club, situado en una mansión gótica victoriana de Manhattan, enfrente de Gramercy Park, donde Roy Lichtenstein, el pintor del siglo XX conocido por su apropiación de la iconografía del cómic, iba a recibir la medalla de honor de la institución. Era domingo, ¿y qué hizo Lichtenstein en su discurso? Le agradeció a todo el mundo haber accedido a perderse el episodio semanal de Los Simpson. Lichtenstein dinamitó las barreras entre el arte elevado y el popular, haciendo de lo

mundano una significativa fuente de inspiración —una visión que Los Simpson desplegaron más allá del siglo XX—. La serie se estrenó con la caída del muro de Berlín, y hoy, 33 años después, se sigue emitiendo en la misma cadena y a la misma hora, los domingos a las 8 de la noche. Los fans incondicionales suelen asegurar que la primera década de Los Simpson es su era clásica, y aun así parece que su vasta influencia no tiene límite. Ahora es un cliché decir que Los Simpson predijeron con exactitud algunos capítulos de la historia del siglo XXI, entre otros la crisis de la deuda en Grecia, la impresión de un billete de un millón de billones de dólares (durante la administración de Obama se discutió que fuera la solución al problema del techo de deuda), y, en lo que podría ser un pacto con el diablo para permanecer en emisión otros 20 años, un chiste de la temporada 11 donde la presidencia de Donald Trump destruye la economía. Los Simpson entendieron en sus mejores momentos hacia dónde se dirigía el mundo. Hay un episodio de la temporada 7 que no me saco de la cabeza, que comienza cuando un oso se adentra en Springfield. Los ciudadanos irrumpen en el despacho del alcalde Quimby para reclamar protección, y él instaura una “patrulla antioso”, que rastrea el pueblo en camiones armados y aviones militares sin ningún éxito. Cuando los vecinos descubren que el alcalde tendría que aumentar los impuestos para pagarlo, vuelven a su oficina, coreando: “Abajo los impuestos”. Quimby le pregunta a un asistente, “¿Estos idiotas son cada vez más tontos o simplemente son más ruidosos?”. El ayudante comprueba sus notas y responde. “Más tontos, señor”. Todas las comedias tienen detalles de actualidad hasta cierto punto. Su objetivo siempre ha sido ofrecer una ventana a las vidas de una familia o de un grupo de amigos en una época determinada. Pero Los Simpson trascendieron ese acuerdo. Parece que fueron capaces, nada menos, de crear el mundo en el que vivimos. esta serie —unos dibujos que ahora llegan a la mediana edad, de la misma cadena que nos dio truños históricos como El show de Chevy Chase, Autopsia a un extraterrestre o Temptation Island— que permanece en ese pozo rebosante que es nuestro conocimiento colectivo? No soy capaz de recordar los números de mi cuenta bancaria, pero sí varias escenas de las primeras 12 temporadas de Los Simpson, con tal claridad que parece que son parte de mis recuerdos más preciados. Hay una coña entre los guionistas de televisión —especialmente los que trabajan en series animadas— que dice que “Los Simpson lo hicieron antes”, y se ha convertido en sinónimo de la futilidad de cualquier idea original en el mundo post-Homer. En su primera década, Los Simpson satirizaron casi cualquier elemento del final del siglo XX y los temores que alumbró, con chistes que resultan inquietantes y proféticos hoy: de las miserias de las marcas corporativas (“No podemos permitirnos el lujo de comprar en tiendas con principios”, dice ¿QUÉ TIENE


ILUSTR ACIONES: MAT T GROENING/ THE SIMPSONS™ Y ©2022 20TH TELEVISION.

El animador David Silverman realizó este diseño preliminar de Marge en un vestido de fiesta dorado de la colección primavera-verano de 2020 de Balenciaga.

Marge) al sinsentido del sistema legal (otra observación jocosa de Marge: “Tal vez la justicia no funcione, pero mientras todo el mundo grabe a todo el mundo, seguiremos hablando de justicia”). Incluso avanzaron los horrores del conglomerado Fox, en un gag de cuando el comentarista Tucker Carlson tenía su columna en el Arkansas Democrat-Gazette. “El eslogan es cierto: si ves la Fox sufrirás condenación”. “Estados Unidos ha acabado convirtiéndose en Springfield”, asegura Matt Selman, actual guionista jefe junto a Al Jean. “Voy a decirlo con tacto: es fácil engañar a las buenas personas. Eso siempre ha estado en el ADN de la serie, pero ahora está en el ADN del país. La nuestra era una ficción sobre el pensamiento colectivo americano, y sobre cómo se puede engañar a los americanos —la publicidad, las empresas, todas esas instituciones que en el fondo no quieren lo mejor para la gente—”. Es difícil imaginar la sorpresa inicial de los creadores ante la relevancia de la serie. “Es cuestión del momento perfecto, ¿verdad?”, me cuenta por teléfono un ligeramente desconcertado James L. Brooks, cocreador junto a Matt Groening y al fallecido Sam Simon. Brooks, que arrasó en los Oscar con su película La fuerza del cariño, de 1983, ya era una leyenda antes de Los Simpson. “Es el director de algunas de las mejores películas de la historia”, lo describe Groening. En su despacho, Brooks tenía colgada una tira cómica de La vida en el infierno, de Groening. Se titulaba Las formas de morir en Los Ángeles (eran, en este orden: un arma, un coche, las drogas, el mar, el aire, la policía, la guerra, el fracaso y el éxito). Brooks llamó a Groening para una reunión, y éste, reticente a terminar La vida en el infierno, creó Los Simpson allí mismo, en la recepción,

usando a su familia como modelo. Ni siquiera cambió los nombres, a excepción del suyo —el hermano mayor pasó de Matt a Bart, “que me pareció un nombre divertido”, añade—. Homer, Marge, Bart, Lisa y Maggie comenzaron su andadura en los últimos días de la presidencia de Reagan, en una sección breve en El show de Tracey Ullman, un programa humorístico y musical que nunca funcionó en audiencia. Les dieron su propia serie en diciembre de 1989, y entonces todo se precipitó. “¿Recuerdas la película Tootsie?”, pregunta Brooks. “¿Cuando ella se hace famosa y aparece un montaje con diferentes portadas de revistas? Eso es lo que nos pasó a nosotros. Había una revista titulada Satellite Times, y nos pusieron en portada. La colgué en mi pared. ¡Porque estábamos en la portada de algo! Poco después, la pared estaba cubierta. Y luego la serie se convirtió en lo que fue y es. Cuando quieres sacar algo adelante, existe la posibilidad de que te sobrepase y tú sólo seas capaz de intentar seguirle el ritmo”. Fox era por entonces una cadena nueva que intentaba asentarse, y Brooks un productor influyente, así que los ejecutivos dejaron que los creadores hicieran lo que quisieran —una tormenta perfecta que permitió que Los Simpson se hicieran tan famosos—. Durante la creación de la primera temporada, la idea de que la serie durara décadas y se convirtiera en parte de la cultura popular era una posibilidad tan remota que Simon, el más pesimista de los productores, tenía la filosofía de “13 y fuera”: 13 episodios y luego a otra cosa. Fue uno de los animadores —Silverman, al que Groening describe como “el alma” del equipo de animación de Los Simpson— quien se encontró con Brooks en una fiesta de Navidad y lo convenció

de que podían hacer su propia serie. “Estaba borracho”, cuenta Brooks, “me arrinconó contra la pared y me dijo con vehemencia que teníamos la oportunidad de hacer una serie de media hora, que no había habido una en 25 años, y que sería muy importante para la animación”. La última ficción animada en horario de máxima audiencia que había durado más de tres temporadas había sido Los Picapiedra, estrenada durante la administración de Eisenhower. “Lo tenía a cinco centímetros de mi cara y podía sentir su preocupación”, continúa Brooks. “Fue un momento clave para mí. Le dio a todo como un toque religioso”. “Puede que me dejara llevar un poco”, afirma Silverman, y apunta: “Me alegro de haber dicho lo que pensaba”. En la temporada de 1989-1990, las series de prime time más famosas de la televisión en abierto, según las audiencias de Nielsen, eran Roseanne, El show de Bill Cosby y Cheers. La primera temporada de Los Simpson tuvo suficiente éxito como para entrar en el top 30, una de las pocas razones por las que Fox sobrevivió a sus primeros días. El equilibrio de la serie entre la honestidad y la sátira resonó en un público cuya vida se sostenía sobre dos pilares: casi cuatro décadas de televisión popular y el miedo entonces presente de un holocausto nuclear. Que Homer trabajara en una central donde las tuberías rezuman residuos radiactivos, siempre al borde de una catástrofe tipo Chernóbil, resultaba tétricamente actual. Hoy hay que defender incluso las series buenas de aquella época con el argumento de que pertenecen a su tiempo, pero da la sensación de que cualquier episodio de los inicios de Los Simpson es una comedia sobre el presente, o un mensaje sobre un futuro probable. “La

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animación es el verdadero medio atemporal”, asegura Jean. “Si existiera un Bart real, ahora tendría 40 años. Pero en la animación puedes ser eternamente joven”. Cuenta Groening que fue Brooks quien le dijo a todo el mundo que se olvidara de que estaba trabajando con dibujos animados, para que se esforzara en conseguir profundidad emocional en lugar de bobadas simplonas. Éste es otro motivo por el que la serie, como asegura Selman, es “lo único de los 90 que aún existe”. Les ayudó tener un reparto inmensamente talentoso. Brooks recuerda un episodio de la temporada 2 en el que Lisa se enamora de un profesor sustituto encantador, a quien dobla Dustin Hoffman, y que al final se marcha a trabajar en otra escuela. Los dos se despiden de forma emotiva, y Brooks se empeñó en que Hoffman y Yeardley Smith (que presta su voz a Lisa) se metieran en la misma sala, que interpretaran esa escena cara a cara. Es un momento desgarrador, porque Lisa tiene que decir adiós al único profesor que realmente la ha tomado en serio. Con aquel capítulo, explica Groening, “nos dimos cuenta de lo que éramos capaces de hacer”. P O R M U C H O Q U E el mundo haya cambiado desde los 90, la habilidad de la serie para seguirle el ritmo es una constante. “Alguien dice algo divertido y otro lo escribe”, señala Brooks. Los chistes han mantenido la serie con vida —y muchos han sobrevivido a los temas que satirizaban—. “Hay grandes series que triunfaron y se acabaron”, dice Silverman, “y nosotros hemos seguido trabajando sin pausa. Como un iceberg de la comedia”. Los Simpson trascendieron todas las opiniones y crearon un nuevo tipo de sitcom —más divertida, más extraña, más conceptual— que hoy sigue siendo la comedia televisiva por defecto. “Fuimos la avanzadilla previa a la invasión de comedias más hirientes y retorcidas en prime time”, defiende George Meyer, uno de los mejores guionistas de la serie. “Las revistas de humor que nos gustaban, como National Lampoon o The Onion, se la jugaron mucho y apostaron por las carcajadas en lugar de las risillas. ¿Cómo no íbamos a intentarlo nosotros, con la libertad que nos dio Fox?”. Encuentro dos vetas en el humor de Los Simpson. Una es la parodia de la edulcorada falta de gracia y las bromas buenistas de otras series de los 90. El moralismo empalagoso y complaciente y la manipulación paternalista eran tan definitorias de la televisión de aquella época como los desnudos gratuitos en los dramas modernos de HBO. Por eso, tras la escena tierna de turno, Homer se arrodilla junto a uno de sus hijos, y adoptando la diligencia amable del Danny Tanner de Bob Saget en Padres forzosos, con almibarada música de fondo, le da el peor consejo posible en cada ocasión: “Niños, os habéis esforzado y habéis fracasado estrepitosamente. La moraleja es: no os esforcéis”; o “La gente muere constantemente. Tú mismo podrías aparecer muerto mañana… Hala, a dormir”. Mi momento favorito de ésos es de un episodio de la temporada

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3, para mí tal vez el punto álgido de la historia de la televisión. Marge y Homer le compran a Bart una guitarra, y él pasa de tocarla: Homer: ¿Cómo es que ya nunca tocas la guitarra? Bart: Te diré la verdad, papá. Lo primero que intenté tocar no me salió bien, así que lo dejé. Pero no te enfades. Homer: Hijo, ven aquí. [Bart se sienta en su rodilla con amable música instrumental in crescendo]. Pero, ¿cómo voy a enfadarme? Si algo te resulta difícil, no vale la pena que lo hagas. Guarda la guitarra en el armario junto a tu emisora de onda corta, tu traje de kárate y tu monociclo, y vamos a entrar en casa a ver la tele. Bart: ¿Qué ponen? Homer: [Con cariño]. ¿Y eso qué más da?

Si Los Simpson hubiera sido sólo una divertida parodia de la comedia estadounidense, no habría perdurado tanto. El diálogo anterior es un buen chiste, pero también mucho más que eso. Lo escuches hoy, o en la primavera

la pierden y así hasta que resultan graciosos otra vez. Uno de los ejemplos más famosos — posiblemente el patrón oro del humor de Los Simpson, y que tanto Brooks como Groening citaron como uno de sus momentos favoritos— es cuando Homer intenta enseñar a Bart una lección sobre responsabilidad y termina saltando accidentalmente el cañón de Springfield en monopatín. “Patina sin querer sobre el borde del cañón, atraviesa el aire con una confianza equivocada, y cree que lo va a conseguir. Luego, de repente, se cae. Se golpea contra un lado del precipicio y aterriza en el suelo dolorosamente. El monopatín le da en la cabeza. Luego un helicóptero lo saca en camilla del cañón, y se golpea otra vez contra la pared. Después lo ponen en una camilla y lo meten en una ambulancia. La ambulancia arranca, avanza unos tres metros y se choca contra un árbol. Las puertas de la ambulancia se abren y Homer se cae otra vez por el precipicio”. Los Simpson no inventaron este tipo de humor —Groening se lo atribuye a Buster

Un boceto de Homer como King Kong, peleando con un dinosaurio, para el episodio La casa-árbol del terror III, emitido en octubre de 1992.

de 1992, cuando Kurt Cobain todavía era el músico más famoso y Johnny Carson aún presentaba The Tonight Show, era una lección de vida para una generación de holgazanes aburguesados que interiorizarían esa reflexión y se convertirían en adultos deprimidos y consumidos por la ansiedad. Por si fuera poco, es capaz de destilar, en sólo unas líneas, lo que significaba crecer siendo un chaval blanco en EE UU en los 90: un individuo eternamente frustrado, uno de esos “tipos de clase mediaalta-baja” a los que Homer se refirió una vez. El otro rasgo característico de los chistes de Los Simpson va un poco más allá. A menudo tienen gracia nada más escucharlos, luego

Keaton—, pero sí lo perfeccionaron. “¿Cuál es tu chiste favorito de Los Simpson?” es una pregunta que llevamos tres décadas haciéndonos. Homer es mi héroe (Meyer lo describe como alguien “ajeno a la contención, la reflexión o el arrepentimiento… un camión sin volante”), pero, si me insistes, te diré que mi preferido es uno de Marge, que me resulta más divertida según me hago mayor. Hay algo en su intensa racionalidad que me parece honrado. Es del episodio en que los padres del mejor amigo de Bart, Milhouse, se divorcian tras discutir en público en una cena organizada por Marge. Cuando Marge y Homer se meten en la cama, ella, que se siente culpable (“Cúlpate una sola


vez y a otra cosa”, le dice Homer), se pregunta qué pudo ir mal. “No debí servir esas galletas coreanas de la suerte”, lamenta. “Eran insultantes. ‘Eres un cobarde’. A nadie le gusta que le digan eso después de una cena”. Este chiste me ha hecho reír durante los últimos 25 años. Le pregunté a Meyer qué lo hace tan divertido exactamente. “Es un ejemplo excelente del humor de Los Simpson”, asegura, “y creo que lo que lo hace destacar es la última parte. La frase clave es realmente ‘Eres un cobarde’. Pero la respuesta de Marge al insulto encaja perfectamente con su forma de ser, e intenta desviar el golpe bajo usando la lógica. Es su versión del ‘Nadie me respeta’ de Rodney Dangerfield”. R E S P E C T O A E S T O último, es hora de hacer frente al elefante en la habitación. Eso que muchos críticos argumentarían —y lo han hecho— acerca de que Los Simpson dejó de ser una buena serie hace dos décadas. Exactamente cuándo o si esto ha sucedido

Otra forma de decirlo es que los 90 se habían acabado definitivamente. ¿Cómo podía seguir siendo relevante la gran parodia de la década? La serie no cambió, pero el mundo a su alrededor sí. Es tentador decir que el siglo XXI —que Los Simpson predijeron tan acertadamente— también causó su caída. “Créeme. Soy consciente de la opinión popular sobre cuáles son las temporadas buenas y cuáles no”, me cuenta Selman. “Escribimos algo con lo que la mayoría de la gente tiene algún tipo de relación, como casi cualquier otra película o serie. Los Simpson es como una autovía que todo el mundo ha cogido, o ha elegido deliberadamente no hacerlo, en algún momento de su vida”. Por supuesto, Los Simpson también pronosticaron esta respuesta negativa. Fue en un episodio titulado El show de Rasca y Pica y Poochie, sobre los dibujos animados preferidos de Bart y Lisa, actualización ultraviolenta de Tom y Jerry que a su vez era una representación meta de Los Simpson. Cuando Rasca y

Un dibujo a lo Ralph Steadman de Selma, hermana de Marge, en una alucinación que tiene Lisa tras beber agua de una atracción de un parque temático, para el episodio La elección de Selma, de 1993.

es debatible, aunque incluso las valoraciones más generosas datan el final de la era clásica en la temporada 12, que comenzó en 2000 —la primera durante la administración de George W. Bush—. Una época, en otras palabras, en la que los gobernantes más poderosos del país comenzaron a cometer crímenes de guerra con la actitud de “Caray, ¿he sido yo?” de un personaje televisivo de la peor comedia imaginable. Las payasadas de un idiota entrañable como Homer no eran recibidas de la misma forma en un mundo en que el presidente estadounidense estuvo a punto de violar los Convenios de Ginebra por atragantarse con un pretzel.

Pica comienzan a patinar en audiencias, los niños participan en un focus group, donde los ejecutivos de la cadena intentan diagnosticar el problema. Lisa, siempre la más inteligente, ofrece un razonamiento que aún hoy sirve para explicar la propia trayectoria de Los Simpson: “En realidad”, dice, “no le pasa nada a El show de Rasca y Pica: es tan buena como siempre. Lo que ocurre es que después de tantos años los personajes han dejado de causar el impacto que causaban antes”. O, como me cuenta Sachs, “la vanguardia siempre acaba devorada por lo mainstream, y después de una década, pierde la magia”. Esto fue en la octava temporada de Los Simpson,

normalmente el punto donde incluso las comedias más queridas empiezan a desinflarse. Al ser personajes de dibujos, el reparto contaba con la ventaja de no envejecer, pero el desgaste era inevitable. Sus creadores parecían haber aceptado la posibilidad de una crisis. La serie no tenía ni un episodio malo, pero podía ocurrir. Como suele suceder en las comedias, el problema de Rasca y Pica se resuelve de forma poco sutil al final del episodio, y Bart y Lisa vuelven a partirse de risa con ellos. “Debemos agradecer que sigan realizando una serie de tanto calibre desde hace tantos años”, dice Lisa, y luego mira a la audiencia. En ese momento, Los Simpson se acercan como nunca antes a una auténtica lección moral. Tras una breve pausa, Bart pregunta, “¿Qué otra cosa hay?”, y Lisa cambia de canal. Pero en esta era de interminables sagas recicladas, nunca cambiamos realmente de canal. La muerte no es el final. Como ejemplo, las novedades de la plataforma Peacock: Bel-Air, una reinterpretación dramática de la comedia de Will Smith de los 90. Space Jam: Nuevas leyendas, una peli que podrías ver en una cartelera del centro de Springfield en otro de esos clarividentes gags de Los Simpson. En 2019, Disney, compañía propietaria de Marvel, Pixar y la franquicia Star Wars, adquirió Fox, incorporando Los Simpson al gran mastodonte de la industria del entretenimiento. Esto ilustra a la perfección cómo han cambiado nuestros hábitos de consumo. La perspectiva de elegir una serie de entre un puñado de cadenas es hoy un anacronismo de finales de los 90. En aquella época, tenías que esperar hasta el domingo por la noche, o convencer a tus padres para poner las noticias locales y pillar una reposición a primera hora de la tarde entre semana. La imagen de la familia reunida todas las noches en torno a la televisión —la idea germinal con la que jugaban Los Simpson— ha pasado de moda como cualquier prenda de ropa. Pero a diferencia de otras reliquias de décadas pasadas, Los Simpson son más accesibles, sus reposiciones más fáciles de encontrar. Y ahora que son una estrella más en ese universo de contenidos del streaming, son incluso más relevantes como punto de referencia. La comedia observacional que nos sobrevivirá a todos. Puede parecer innecesario, pero Jean me cuenta su idea para el final de la serie, si es que alguna vez sucede. Sería como un regreso al primer episodio, que comienza con la familia en una representación en la Escuela Primaria de Springfield. “Siempre he tenido esa idea para el último capítulo”, confiesa, “deberíamos volver a esa fiesta de Navidad —como si la serie fuera un bucle continuo en el que los personajes no tienen principio ni final, nadie envejece, nadie aprende nada—. Eso es lo que haría”. “Pero”, concluye, “no creo que se vaya a acabar nunca”. M . H . M I L L E R es director de reportajes de T: The New York Times Style Magazine.

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POR VÍCTOR M. GONZÁLEZ

FOTOGRAFÍAS ARDEN

ESTILISMO GIOVANNI FRANCO

Tras cerrar su etapa en Élite, la icónica serie adolescente, y debutar como guionista y director con su propio corto, Matar a la madre, el actor Omar Ayuso echa la vista atrás con reflexiones ponderadas. Sobre lo que ha aportado a una ficción tan polémica, pero también sobre lo que la fama y la exposición han dejado en él. La estrella más libre de Netflix se sincera y nos ofrece unas conclusiones muy críticas. M A Y O

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LETTERING FER VALLESPÍN



en el que vivimos hoy, da la sensación de que la trascendencia es una utopía. Las cosas tienen muchísima importancia durante unos minutos, unas horas, unos días, y luego se olvidan. Sucede en la política, en la que los eventos, las declaraciones y las decisiones ocupan la actualidad mediática durante un breve lapso de tiempo para ser rápidamente remplazadas sin consecuencias por otras. Sucede en las redes sociales, cuando alguien dice algo incendiario y se exprimen todas las implicaciones posibles, aunque en la vida fuera de Twitter nadie se haya enterado. Sucede con las series, que devoramos y comentamos con ansiedad, hasta que aparece otra la semana siguiente. ¿Qué oportunidad tienen los jóvenes, las nuevas estrellas, los nuevos creadores, de legar algo realmente significativo a la posteridad? EN EL MUNDO

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Todas estas reflexiones resultan tremendamente oportunas (¿durará siquiera esta certeza?) cuando charlamos con Omar Ayuso (Madrid, 1998), un joven actor, ahora también guionista y director, conocido sobre todo por Élite, pero que parece querer trascender los comentarios y debates más fugaces de la serie de Netflix. La temporada 5 de la popular teleficción adolescente, para la que Ayuso se mete por última vez en la piel de Omar (un chaval gay siempre bienintencionado, de origen humilde, que intenta prosperar en un contexto hostil de abuso de poder y privilegios), se estrenó a comienzos de abril, y en sólo unos días se analizó desde muchos puntos de vista. La gran polémica de los últimos episodios fue su tratamiento de la violencia sexual, una cuestión actual que debería tener especial calado en la

audiencia juvenil, pero vino precedida de otra no menos importante: los referentes de belleza de la serie. El pasado febrero, la edición digital de la revista Fotogramas recogió unas declaraciones en las que Carlos Montero, creador de Élite, daba respuesta a un interrogante que se hacen usualmente los espectadores y los críticos: ¿por qué en esta serie solo hay chicas y chicos guapísimos con cuerpos delgados, tonificados o musculados? Al reflexionar sobre esta ausencia de físicos no normativos, el guionista se escudaba en la cualidad de fantasía de la producción: “Es una estilización, una idealización. Igual que muestro piscinas de ensueño, muestro también cuerpos de ensueño”. Pero, ¿quién dice lo que es aspiracional y lo que no? ¿No se puede fantasear con cuerpos gruesos, bajitos o con


discapacidad? Por cuestiones de actualidad, y de interés, vaya, preguntamos a Omar Ayuso sobre esto. “Mi postura es totalmente opuesta, y creo que eso es positivo. Para eso están las opiniones, para tenerlas y para que otros puedan expresar otra diametralmente opuesta”, contesta rotundo y sincero. que es conveniente, interesante, sano, que existan todo tipo de realidades, todo tipo de físicos, todo tipo de masculinidades, de feminidades e identidades en cualquier producto audiovisual, porque creo de verdad en el poder del medio para convertirse en referente y para que la gente que lo ve encuentre en ello un lugar en el que sentirse identificado”. Y continúa vehemente: “Creo que hay que tener cuidado con los mensajes que lanzamos cuando tenemos plataforma para hacerlo, y no sé hasta qué punto, si yo fuera una persona con un cuerpo no normativo, leer esa opinión me sentaría bastante mal, y probablemente me arruinaría uno o dos días. Hace unas semanas, hablando con un amigo, me dijo algo que yo nunca había pensado, y es que él no puede ver Élite. Lo pasa muy mal porque le vienen a la cabeza cosas como: ‘¿Por qué yo no tengo un cuerpo como Manu Ríos? ¿Por qué yo no mantengo relaciones sexuales como las de la serie? ¿Por qué yo no voy a ese tipo de fiestas ni tengo ese tipo de ropa?’. Creo que si a alguien le pasa eso, deberíamos replantearnos el mensaje que estamos lanzando”. Esta conversación en torno a Élite es especialmente habitual ahora que las series y películas adolescentes están tan de moda de nuevo. ¿Tienen los creadores algún tipo de responsabilidad respecto a los mensajes que transmiten, si consideramos que se dirigen a un público tan joven? “Yo no creo que una serie como Élite deba ser modélica, pero sí que debe quedar claro que Élite no es una serie modélica. No creo en esa exigencia, pero sí que deberían existir productos que sean modélicos a la par que existen otros más frívolos. Las generaciones que a día de hoy tienen 14, 15 y 16 años necesitan un referente mucho más inclusivo en el audiovisual, y espero que esas juventudes se estén viendo reflejadas en Euphoria, que me parece mucho más inclusiva, con un mensaje mucho más social y unas tramas y conflictos más profundos y sanos”. Y concluye honestamente: “Dicho esto, a mí me encantaría que Élite fuera mucho más modélica de lo que es”. “YO

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“Yo no había tenido complejos físicos nunca, y no había percibido hasta qué punto pueden dominar tu vida” —OMAR AYUSO Omar Ayuso habla con una frontalidad que encontramos extraordinaria en las estrellas de su edad, que pueden pensar que llevar la contraria a sus productores, a sus directores, a sus plataformas, es sinónimo de hipotecar su futuro. Él siempre se ha mostrado así (además, ya se ha liberado de sus cadenas con Élite), pero es consciente de sus limitaciones: “Yo intento que mi visión salga de alguna manera lo máximo posible en mi trabajo, pero tengo que entender que como actor soy una herramienta al servicio de un guión y unas directrices. Trato de poner mi mirada, pero quitándome el peso de que la responsabilidad no es mía”.

Eso no quiere decir que no sepa de lo que habla (o que no pueda hablar de ello), por lo inteligente que parece, por la profesión a la que se dedica y por la serie en la que trabaja. Élite se caracteriza por una presencia evidente y fantasiosa de los desnudos y el sexo. “Yo no me he sentido cosificado en un sentido sexualizado de la palabra. Es decir, nunca he sentido que la mirada que prima sobre mí sea sexualizada. Pero sí he tenido que lidiar con la presión del físico y de la aprobación externa a través del físico. Desde la cosa más tonta como eso tan pesado de ‘depílate las cejas, depílate las cejas, depílate las cejas’. No entiendo por qué aún la

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gente no ha entendido que si en cinco años no me he depilado las cejas, no lo voy a hacer. A veces soy tan torpe que miro en Twitter lo que dicen de mí, y es curioso que cada vez que veo a gente tuiteando sobre el tema de las cejas, me meto en sus perfiles y son lgtbfriendly, en pro de la igualdad, y esos discursos van en contra de lo que dicen de mí”. “Y luego hay una cosa quizá más oscura y profunda”, continúa, “y es que en el último año he engordado ocho kilos. Ya me los estoy quitando, pero lo he pasado muy mal, como nunca antes. Yo no había tenido complejos físicos nunca, o no destacables, y no había percibido hasta qué punto pueden paralizarte o dominar tu vida. De querer salir a la calle, ponerme un pantalón que no me cierra y quedarme en casa. O subir fotografías antiguas mías en Instagram, o imágenes en las que cuido mucho que no se note que he engordado. Hasta que ya llega un punto en el que digo, ‘mira, o autolegitimo mi físico o me voy a volver loco”. Ese cambio corporal coincidió con el rodaje de la temporada 4 de Élite. “Empecé más hinchado por una serie de circunstancias personales, y luego fui adelgazando. No lo ha notado nadie, pero se puede ver que en un mismo capítulo hay escenas en las que tengo más peso y otras en las que menos”. Le preguntamos: “A la hora de trabajar, ¿has sentido presión en el sentido de que te hayan dicho: ‘oye, has subido de peso’? ¿O por ti mismo, porque te preocupara tener que rodar?”. Y responde: “Ambas, ambas”. No sorprende la sinceridad de Ayuso, pues es una cualidad de la que ha hecho gala en muchas ocasiones, pero menos ahora que sabemos que la temporada 5 de Élite es la última para él. Días después de esta charla, a mediados de abril, el actor compartió una publicación de Instagram en la que se despedía de la serie, y entendimos que muchas de sus reflexiones eran una especie de vistazo atrás. Aunque Élite no es una ficción tan modélica como a Omar le gustaría, hay algo de lo que se siente muy orgulloso: Omander, la pareja que su personaje formó junto a Ander (Arón Piper). “Fue uno de los puntos fuertes de Élite en cuanto a la representación, con un trabajo muy grande de guionistas, de casting, de directores, y de Arón y mío. Se cuidó que la trama y los personajes tuvieran el suficiente calado y las suficientes capas como para no quedarse en un conflicto superficial, que no fuera el chico mono gay que descubre que es

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“Me cuesta muchísimo volver al pueblo, por haber sido el niño gay más que por ser famoso. De hecho, por ser famoso, los mismos que hace años se reían de mí ahora me aprueban” —OMAR AYUSO gay porque se enamora de un chico blanco gay. Aún me llegan mensajes tipo ‘verte en la pantalla ha sido para mí el resorte para hablar con mis padres y mis amigos de mi sexualidad’. Es una de las cosas más reconfortantes que puedes recibir”. entiende lo relevante que Omander pudo ser para tantos y tantos jóvenes, porque él experimentó vivencias similares. “He vivido una evolución con Omar paralela a mi propia evolución como actor. Empecé en Élite siendo el novato de todo el reparto, no había trabajado ni tenía formación, y de alguna manera siento que el peso y la implicación del personaje han ido aumentando con el paso de las temporadas, así como mi comodidad a la hora de trabajar. Y también he vivido un proceso de normalización de mi propia orientación sexual, de salida del armario con mi familia, de descubrir las relaciones homosexuales a través de un primer encuentro con un chico del pueblo. Pero eso me pasó mucho antes. Mi primer beso con un hombre me lo di con 12 años, y salí del armario con 14”, comparte generoso. Mucho antes de eso, Omar, que creció en un municipio madrileño relativamente pequeño, Manzanares el Real, ya se sentía el bicho raro. “En primer lugar por mis gustos y mis inquietudes. Me gustaban las películas de El Señor de los Anillos, de Harry Potter, y mi ídolo musical era Alaska. Te puedes imaginar lo que pensaban en los pasillos del instituto. Durante la adolescencia no lo tuve tan presente, me empoderé muy rápido. Hice mucho eso de apropiarme del insulto y de la discriminación, y pasé muchos años pensando que mi proceso de descubrimiento y crecimiento personal no me había dejado ninguna secuela. Ahora me doy cuenta de que sí, de que me afectó mucho. Los niños gays nacemos con una mochila emocional bastante grande. No crecemos como nosotros mismos, sino que creamos una versión sacrificando nuestra autenticidad para minimizar el acoso y el ataque. Cuando te haces mayor, tu tarea es descubrir qué parte de esa máscara es realmente tuya y cuál era supervivencia”. Volver a Manzanares el Real, como ha hecho durante una temporada, al hogar familiar, para escapar del caos de Madrid, sigue siendo extraño para Omar. “Me cuesta muchísimo, pero más por haber sido el niño gay del pueblo que por ser famoso. De hecho, por ser famoso ahora todo el mundo me aprueba. Los mismos que hace unos años me gritaban y se reían de mí ahora me aprueban. Y me pasa una cosa muy graciosa: cada vez que bajo a pasear y me encuentro con la madre de algún compañero del colegio, o con la panadera, me dicen mucho lo de ‘qué bien te va, me alegro mucho por OMAR AYUSO

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ti’. Y tú a lo mejor estás hecho una puta mierda, y contestas: ‘No te creas, no es oro todo lo que reluce’. E insisten: ‘Que sí, que sí, que estás en Netflix’. Y Netflix no es un estado mental. También te dicen eso de: ‘No cambies’. Y yo pienso: ‘Por favor, si yo lo que quiero es cambiar. Con todo el dinero que estoy invirtiendo en terapia, en deporte, cómo no voy a cambiar”. Otra madeja que Omar Ayuso está aprendiendo a deshilar, incluso cuatro años después de su debut en Élite, es la de la fama, la exposición, las críticas… “Estoy constantemente en ese proceso de descubrir mecanismos inconscientes que utilizaba para no gestionar ciertas situaciones. Además, esto no es como un ‘hito conseguido, esto ya no tengo que volver a tocarlo’, sino que experimentas épocas muy buenas y de repente una más baja, y vuelves a encontrarte con el mismo fantasma. Eso lo he trabajado con mucha terapia, con mucha paciencia, intentando tener un núcleo de toma de tierra muy sólido, tratando de dar la menor importancia a las redes sociales, entendiendo que mi perfil de Instagram es una cuenta profesional aunque la personalice. Sobre todo, tratando de dejar que lo que te pase, te pase, no anestesiarlo”. Por declaraciones como éstas, Omar Ayuso es la estrella más libre de las que han surgido de Élite, también por sus coqueteos con la moda más transgresora y por sus provocadoras campañas y reportajes de fotos. “Lo hago de una forma muy natural, no para incomodar, sobresalir o diferenciarme del resto. No soy tonto, sé cuándo las hago, cuándo van a incomodar y cuándo no, pero te aseguro que me reprimo mucho más de lo que me gustaría. En los tiempos que corren, la autocensura está muy presente, y yo me autocensuro bastante. Cada vez que voy a lanzar un mensaje, me mido mucho, miro los 25 lados por los que podría interpretarse”. Su marcha de Élite le permitirá respirar de todo eso. Al menos temporalmente. “No tengo miedo de que decaiga el boom. De hecho, incluso lo deseo un poco. No puedes estar todo el día arriba, también hay que bajar. Últimamente pienso mucho sobre eso. El finde pasado fui a Ámsterdam y estaba muy feliz porque nadie me reconocía por la calle, y hacía mucho que no tenía esa sensación. Pero a los dos días, ya echaba de menos que me pidieran una foto o algo así. Como dice Alaska, si hay algo peor que en una alfombra roja te grite todo el mundo es que no te grite nadie. Cuidado cuando

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deseas que no te echen fotos o que no te paren por la calle, porque cuando no sucede lo echas de menos. La fama por una parte la odias y por otra la amas. Y para nuestro trabajo es necesaria”. Ni Netflix es un estado mental, como apunta Omar Ayuso, ni el final de Élite es el final del camino. De hecho, hace más de un año, el actor estrenó su primer cortometraje como guionista y director, Matar a la madre, protagonizado por Ana Fernández-Villaverde, cantante conocida como La Bien Querida, e Iván Pellicer. Esta pieza, con un tono que navega entre referentes como Pedro Almodóvar, Xavier Dolan y el melodrama clásico de Hollywood (“también hay algo de Álex de la Iglesia, y creo que me ha quedado un poco Haneke”), está dedicada a su abuela,


Dorita. “Mi abuela tuvo un primer hijo que murió a los tres meses de vida, una Nochebuena, y le marcó muchísimo. Es un homenaje. Ella tiene Alzheimer, y el corto habla mucho del recuerdo, de la imaginación del entorno, de la distorsión…”. Hay otro detalle que muchos desconocen: Omar Ayuso es bisnieto de Pedro Pablo Ayuso, “el primer actor de radionovelas que hubo en España”, y su tía abuela es Marisol Ayuso, “que además de por 200.000 películas y obras de teatro”, es muy popular por Aída. Omar reconoce que mucha gente cree que Matar a la madre es un adiós a la interpretación. “El corto es la única vez en mi vida que haciendo algo he dicho: ‘Valgo cien por cien para esto, y me siento cien por cien comódo con esto’. Como actor tengo muchísimo

síndrome del impostor, y hay días que lo paso muy mal en el rodaje, me lo llevo a casa, no duermo y se me hace muy cuesta arriba. Pero ser director, de verdad, es una cosa mágica”. No obstante, tiene muy claro cómo se imagina dentro de cinco o diez años: “Quiero seguir siendo actor, y desarrollarme más como escritor y director. Lo veo como habitaciones que están contiguas pero que son totalmente distintas, como vasos comunicantes que se retroalimentan y se nutren el uno del otro”. Tras cerrar su etapa en Élite y debutar detrás de las cámaras, Omar Ayuso no se encuentra ni mucho menos desocupado. “Estoy preparando un papel para una película, Maternar, y luego tengo una serie en verano, pero no puedo decir nada. Y a partir de otoño

empiezo a ensayar una obra de teatro maravillosa, El sonido oculto, junto a Toni Acosta, que dirige Juan Carlos Rubio”. Da la impresión de que, en esa batalla por la trascendencia que parece perdida, en un momento en el que nos cuesta prestar atención a cualquier cosa durante más de unos minutos, a Omar Ayuso le irá bien, pertrechado de esa inteligencia emocional. Y de esa voz tan auténtica. “No hay cosa que me aburra más que una persona sin voz. De ésas ya hay muchas. No hemos vivido todo este proceso para quedarnos en una cara, en un cuerpo, en un número de seguidores o en un número de likes”. VÍCTOR M. GONZÁLEZ

es redactor de G Q .

PRODUCCIÓN: THE ROYAL PRODUCTION COMPANY @T H E R OYA L P R O D U CT I O N C O M PA N Y. P R O D U CTO R : PA B LO G U T I É R R E Z @PABLOG98. MAQUILL AJE Y PELUQUERÍA: AMPARO SÁNCHEZ PARA FENT Y BEAUT Y @AMPAROSANCHEZM. ASISTENTE DE FOTOGRAFÍA: JOSE SEÑORÁN @JOSESENORAN. SEGUNDA ASISTENTE DE FOTOGRAFÍA: LAURA MORNEZ @LAURAMORNEZ. DIRECTORA DE ARTE: I R I A R U S E W S K Y @ I R I A _ R U S E V S K Y. C H A R L I E D O M Í N G U E Z R A I D I @ DOMINGUEZRAIDI. ASISTENTE DE ESTILISMO: @KELSOOOOOOOOOOOOOOO. AYUDANTE DE PRODUCCIÓN: DAVID RUBIO @RUBIODAV_. RETOQUE: HENAR DE TORRES @HENARDETORRES. AGRADECIMIENTOS: @ESPACIOMUELLE36 @1826_FILML AB.

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Tras un rodaje que se ha alargado casi dos años debido a la pandemia, Quim Gutiérrez (Barcelona, 1981) regresa a Netflix con una comedia, la recién estrenada Amor de madre, en la que comparte protagonismo con Carmen Machi, una de las primeras espadas del género en España y con la que forma un tándem de alto voltaje cómico.

CON MUCHO HUMOR.

POR

MARTA CARO

FOTOGRAFÍAS

ADRIÀ CAÑAMERAS

ESTILISMO

JOANA DE LA FUENTE

Entre tanto, el actor catalán también ha rodado dos películas en Francia: el thriller Madeleine Collins, estrenado en diciembre de 2021, y Un año, una noche, sobre los atentados en la sala parisina Bataclan, aún por estrenar. Con una carrera que abarca más de dos décadas y decenas de proyectos, Quim responde a nuestras preguntas con una energía rebosante que revela un profundo amor por su trabajo. 1 0 8

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U N M O M E N T O en las primeras escenas de Amor de madre en el que el rostro de José Luis, el papel que interpreta Quim Gutiérrez, parece un poema. Sus facciones se tornan oscuras y se endurecen, como si el ramo de flores que su novia ha dejado caer al huir del altar donde estaban a punto de casarse y que él recoge del suelo fuera la mismísima Medusa, la figura mitológica que petrificaba con la mirada. Sería difícil evitar un hermetismo tan turbador como el que trastoca la cara de José Luis después de semejante plantón, y más aún tras comprobar que el culpable de tu infortunio (interpretado por el actor y modelo Andrés Velencoso) ha irrumpido en tu boda derrapando en un deportivo rojo cual gallardo caballero resuelto a rescatar a su amada. Pero no se confunda el lector, porque esto no es un dramón, sino una divertida comedia construida en torno a una relación maternofilial algo pasada de rosca, en la que una dependencia no reconocida fluye por el subsuelo, determinando conductas potencialmente adversas en lo sentimental. “José Luis no ha superado ciertas etapas, como dejar de buscar a una madre en una pareja y desligarse de esa figura”, nos explica Quim Gutiérrez. “No es consciente de lo susceptible que es de fracasar en sus relaciones románticas porque no ha madurado ese aspecto y en realidad no sabe estar solo”. Una papeleta que se sospecha no poco habitual en un país como España, donde independizarse no está al alcance de muchos (según un estudio de Injuve publicado en 2020, el 64,5 % de los jóvenes entre 18 y 34 años viven aún con sus padres, y AY

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Trench Acne Studios. Camisa y pantalones Dries Van Noten. Reloj Santos-Dumont Cartier. ESTA PÁGINA

Camisola Acne Studios. Reloj Tank Américaine Cartier.

la edad media de emancipación es de 29,5 años). Forzados a permanecer en el nido durante tanto tiempo, atenazados por unos indicadores macroeconómicos hostiles y tocados por crisis, pandemias y guerras, soltar amarras emocionales con los padres puede suponer un desafío. Como miembro de una generación milenial que ha engrosado —y aún engrosa— tan desalentadoras estadísticas, ¿cuánto de José Luis hay en Quim? “Soy muy distinto, no tengo nada que ver con él en este sentido. Tengo la suerte de tener unos padres que me han dado una educación muy razonable y muy cuerda. Si hemos pecado de algo, no ha sido precisamente de hablar de más. Eso genera muchos conflictos, pero de ese modo los pones encima de la mesa para resolverlos y no repetir esquemas obsoletos que no funcionan”. Una desternillante Carmen Machi intepreta a su madre, Mari Carmen, quien intentará alejarlo de esa deriva inmadura y románticamente estéril en la que está instalado. Es la primera vez que ambos actores trabajan juntos; de hecho, Carmen Machi fue uno de los tres elementos que convencieron a Quim Gutiérrez para


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PRODUCCIÓN: NATALIA TORRES. MAQUILL A JE Y PELUQUERÍA: HELENA LIÉBANAS (COOL) PAR A NARS Y GHD. ASISTENTE DE FOTOGR AFÍA: LUIS IRUEL A. ASISTENTES DE ESTILISMO: JUAN LUIAS ASCANIO, PAUL A TODOLÍ, MAIDER LOPE TEGUI, GEMMA REY Y TANYA RUDNY TSK A.

“Tengo la suerte de tener unos padres que me han dado una educación muy razonable y muy cuerda. Si hemos pecado de algo, no ha sido precisamente de hablar de más”

lanzarse de cabeza a realizar este proyecto. “Estaba Paco Caballero, con quien ya había trabajado en El vecino y que es un director que me deja mucho terreno y con el que existe una retroalimentación creativa muy jugosa; luego estaba Netflix (y Morena, la productora); y, por supuesto, Carmen Machi”, confiesa el actor. “Fue amor a primera vista. Nos hemos reído muchísimo. Entendemos el humor de una manera muy orgánica y en Carmen, además, hay mucha voluntad de juego, algo que me parece fundamental para hacer buena comedia. Es difícil renunciar a una película que cuente con Carmen Machi”. La cuestión de quién tiene que madurar ciertos comportamientos, sin embargo, no es unidireccional. Mari Carmen convence a su hijo para aprovechar juntos el viaje de luna de miel ya pagado a Islas Mauricio, donde espera encontrar algo de solaz después de tanto follón y desconsuelo. Allí, en un entorno concienzudamente diseñado para aparcar los problemas, el espectador comprobará que Mari Carmen también tiene que hacer los deberes con respecto a la relación que mantiene con su hijo. “Éste es en realidad uno de los temas que estaban encima de la mesa cuando empezamos a trabajar en el guion con Paco. Resultaba difícil saber quién era más gañán o más víctima de los dos. Ninguno quiere soltar lastre del todo y al mismo tiempo se quejan de ello. A José Luis le molesta que su madre esté permanentemente encima, pero, al mismo tiempo, necesita de esa presencia. Y Mari Carmen quiere hacer su vida y disfrutar de sus vacaciones, pero no puede evitar ser una madre extremadamente entrometida. Era muy difícil señalar quién tenía la culpa de la situación en la que viven porque la responsabilidad es compartida”. ha ocupado cerca de dos años en la vida de Quim Gutiérrez, “el proyecto más largo en el que he participado”, dice, a causa de los parones de la pandemia, pero también ha trabajado en otras películas, sobre todo fuera de nuestras fronteras. Si bien insiste en que sus derroteros profesionales no están tan animados por la geografía como por la calidad de los proyectos. Durante unos meses, el actor tuvo representante en Los Ángeles. Allí interpretó a la malvada momia de un conquistador español en Jungle Cruise (2021), una superproducción de Disney protagonizada por Dwayne Johnson y Emily Blunt. “Me

—QUIM GUTIÉRREZ

AMOR DE MADRE

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lo pasé como un niño, lo disfruté mucho, aunque estaba un poco irreconocible por los efectos especiales”, se ríe. “Pero no tengo un plan de hacer las Américas”, continúa. “En su momento, quise hacer una primera toma de contacto y hacer castings. Si hay un buen proyecto, voy encantando, pero ante una película que me enriquezca o que me suponga un reto aquí o allí, me quedo aquí”. Si atendemos a sus últimos proyectos, aquí bien podría significar la vecina Francia. En diciembre de 2021 se estrenó Madeleine Collins, de Antoine Barraud, una película sobre la doble vida de una mujer bígama, intepretada por Virginie Efira, y en la que Quim encarna a una de sus parejas. “Ésta ha sido mi tercera película en Francia y la primera en la que tengo un personaje con una cierta enjundia, que es importante para la trama, complejo y difícil de clasificar. Me siento muy afortunado por haber hecho esta película y por actuar junto a Virginie, una actriz muy importante dentro de la industria del cine francés con una trayectoria muy personal y que emana mucha fuerza en la pantalla”, explica el actor. También forma parte del elenco de Un año, una noche, una coproducción hispanofrancesa aún por estrenar en cines sobre el atentado yihadista perpetrado en 2015 en la sala parisina Bataclan, dirigida por el catalán Isaki Lacuesta con actores franceses y españoles, y en la que el cantante C. Tangana debuta como intérprete. “Disfruté mucho del proceso, fue una experiencia muy inmersiva, pero también fue un rodaje bastante duro porque las escenas eran muy dolorosas. Después de escuchar clips de audio y ver material difícil de digerir, era muy complicado no anticipar los acontecimientos en plena escena. Te ponías en el lugar de la gente, en cómo seguramente pensaban que los disparos eran baquetazos de la batería o un efecto de otro instrumento, o que era normal en un concierto de death metal que la gente se abalanzara hacia delante. En ese sentido fue duro”, confiesa. Recién acabado el rodaje de otra película en Francia —École de l’air, dirigida por Robin Campillo, grabada en otro paraíso como es Madagascar y cuyo estreno está previsto para este año—, Quim Gutiérrez está sopensando otros proyectos de los que no puede decirnos nada. Visto lo visto, sea una comedia, un drama o un thriller; sea en español, en francés o en inglés, su futuro se presenta muy entretenido. MARTA CARO

es redactora de G Q .

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el trajín matinal comenzará otra vez. El tráfico congestionado, los trenes abarrotados, los ascensores que escupen a los trabajadores a sus escritorios. Pero aquí en Ponta do Sol, un antiguo pueblo en la isla subtropical de Madeira, el día no comienza así. Empieza con una sesión de yoga al amanecer en lo alto de un acantilado. “Inspira, conecta con el océano”, insta Lindsay Barrett, la ágil instructora, de pelo rubio como la arena, a media docena de millennials en una nítida y fresca mañana de octubre. Están sentados en un patio de piedra a unas decenas de metros sobre el Atlántico, que choca ruidosamente contra las rocas volcánicas. Una luz rosa anaranjada se extiende por el horizonte azul, a través de montañas verdes y saltos de agua. Pero no son ricos de vacaciones. Son expatriados de clase media-alta, de multitud de países, que durante la pandemia se han venido aquí a vivir y trabajar. Barrett, de 31 años, fichaba todos los días en una gran consultoría de Nueva York, pero en 2019 sacó un billete de ida hacia este destino para reconectar consigo misma. “Quiero trabajar”, explica, “pero también disfrutar de la vida y no estar siempre compitiendo”. Ella no es la única. A través de las serpenteantes calles empedradas, fuera de las cafeterías, en el interior de los parques, en portátiles y iPads, este antiguo pueblo bulle con unos 200 conejillos de indias del trabajo del futuro. Según la taxonomía viajera, reciben el nombre de nómadas digitales, exploradores pioneros de la generación Zoom, liberados por la tecnología y dispuestos a cambiar la cultura corporativa allá donde haya Wi-Fi. Como afirma John Weeding, un redactor freelance de 30 años y pelo largo, de Kansas City, Missouri, mientras enrolla su esterilla de yoga, “quiero seguir viajando, tío. Ahora es posible”. En ningún sitio es tan posible como en Madeira. Mientras países desde Aruba a Georgia han intentado atraer a los nómadas para estimular sus economías deterioradas por la pandemia, esta diminuta isla frente a la costa noroeste de África está abriendo el camino. Barrett y los otros viajeros son parte de Digital Nomads Madeira, un programa único que satisface sus necesidades —les ayuda a encontrar alquiler, les ofrece espacios punteros de cotrabajo en el centro del pueblo, y organiza eventos sociales, como la sesión de yoga de hoy, a través de un canal privado de Slack—. Esto es resultado de la visión del ambicioso fundador del programa, Gonçalo Hall, un tipo fornido y sociable de 34 años, de Lisboa, que va “siempre en bañador”, como él mismo reconoce. ÁS PRONTO QUE TARDE,

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Hall es uno de los profetas de esta emergente nación nómada. Con una inversión del gobierno local de unos 32.000 euros, lanzó Digital Nomads en febrero del año pasado, después de que la economía del turismo de la isla cayera en picado. En sólo seis meses, los nómadas crearon una comunidad sostenible y vibrante y ayudaron a reconstruir la economía de la región. Micaela Vieira, gestora de proyectos de Startup Madeira, una incubadora de empresas sostenida con ayudas del gobierno, explica que los nómadas han generado una cifra estimada de 1,5 millones de euros al mes. “Una ayuda significativa”, dice. ¿Cómo fueron capaces de todo esto los nómadas? ¿Y qué tuvieron que sacrificar? Fui a averiguarlo a Madeira. Como afirma Hall, integrar a un puñado de nómadas en un antiguo pueblo de pescadores ha sido un experimento tan social como económico. Y como en cualquier otro experimento, no todo va siempre sobre ruedas. “Somos como una familia”, reconoce, “pero no puedo controlar a todo el mundo”. en una recóndita región del Atlántico Norte, a unos 900 kilómetros al oeste de Casablanca, en Marruecos, tan lejos como puedas imaginar de cualquier oficina. Para Hall, que lleva visitándola desde su infancia, era el lugar perfecto para su isla de nómadas. Como nómada que es, Hall conoce de primera mano los retos que supone dejar atrás una vida cómoda. Hace cuatro años, trabajaba para una compañía de apuestas deportivas en Alemania. “Era feliz, tenía pareja, un buen sueldo”, recuerda. Pero cuando cumplió los 30, se dio cuenta de que se sentía triste. “Fue como un golpe en el estómago, y comprendí que ésa no era la vida que quería. No quiero una vida estable en una bonita ciudad de Alemania. Quiero viajar por el mundo. Quiero vivir aventuras. Quiero montar mi propio negocio”. Dejó su trabajo y, junto a su novia Catarina, diseñadora de interfaz de usuario, viajó alrededor del mundo, de Polonia a Bali pasando por Vietnam. Se convirtió en un pionero defensor del estilo de vida nómada —y lanzó su propio podcast, Remote Work Movement Podcast, que organiza conferencias sobre teletrabajo y asesora a empresas sobre cómo incorporarlo—. Su pasión no es sólo vivir sin ataduras, sino ayudar a quienes quieren hacer lo mismo en lugares remotos, como Ponta do Sol, gracias a trabajos online lucrativos y gratificantes. “El trabajo remoto es una herramienta que puede cambiar el mundo”, asegura. Cuando el Covid irrumpió en febrero de 2020, el planeta se llenó de repente de trabajadores remotos. A la vez, el turismo se derrumbó, dejando a los países que dependían de ello en una gran crisis. Madeira fue uno de esos lugares. La isla reunía a una media aproximada de 1,5 millones de turistas al año antes de la pandemia; gran parte del sector, que antes suponía el 20 % del PIB, desapareció debido al Covid. Como muchos residentes de toda la vida, Marisa Freitas, propietaria del popular restaurante Steak & Sun, de Ponta do Sol, se temió lo peor. “Pensaba que iba a perder mi negocio”. Hall vio la oportunidad de ayudar a personas como Freitas. En septiembre de 2020, presentó un plan al secretario de Economía: traer a nómadas que estimularan los negocios locales, y tal vez inspiraran otros nuevos. “Lo que nos interesa es mantener el pueblo fuerte”, dice. “Es la gente de aquí la que tiene que salir ganando”. Tras escuchar a Hall, Startup Madeira consiguió un acuerdo para financiar su plan de crear lo que denominaron el primer Pueblo de Nómadas Digitales del mundo, en Ponta do Sol. No sabían qué iba a pasar. “Esperábamos 500 solicitudes como mucho”, explica Vieira, “pero empezamos a recibir 200 cada día”. Esto supuso un reto formidable: convertir un pueblo del siglo XV, de pocos habitantes, en uno del siglo XXI. El primer punto del orden del día era encontrar un lugar que transformar en un espacio de cotrabajo. Justo en el centro de Ponta do Sol, cerca de una calle de restaurantes MADEIRA SE ASIENTA


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y bares, había un centro cultural dedicado al escritor estadounidense John Dos Passos, con paredes de cristal, vistas ajardinadas y una sala dedicada a exposiciones que podía usarse como coworking. Se asociaron con NOS, la empresa de telecomunicaciones, para dotarlo de internet a una velocidad de 500 megabits por segundo, con routers interiores y exteriores. Una agente inmobiliaria local, Susana Pestana Silva, trabajó con propietarios para acondicionar rápidamente sus apartamentos para los nómadas, instalando escritorios, mejorando las conexiones de internet y convenciéndolos para atraer a los inquilinos con tarifas más bajas, a veces con un descuento del 50 %. Pero no eran internet y las casas lo único que había que modernizar. Los turistas vienen a Ponta do Sol por su marisco: gambas exquisitas y deliciosas lapas bañadas en aceite fresco de oliva y ajo, y sus brochetas de cordero local a la brasa. Pero como una cuarta parte de los nómadas son vegetarianos o veganos, los restaurantes tuvieron que ponerse al día con el tofu y las verduras. En Steak & Sun, Freitas añadió opciones vegetarianas: “Traición a la Carne”. en el Pueblo Nómada y he salido a trabajar. La élite digital se acerca paseando desde sus apartamentos en los callejones empedrados en busca de un lugar donde acomodarse. Un joven comercial online británico con gafas de aviador atiende una llamada en el patio. Un desaliñado programador informático de Rusia preside una mesa exterior mientras sus hijos, educados en casa, colorean a su lado. Aunque son un grupo errante, hay cierta familiaridad entre ellos. Cuando sonríen o saludan con gestos mientras busco dónde ponerme, da la sensación de que forman parte de una broma compartida: la broma de que realmente han venido aquí a trabajar. Ahmed Hamouda, un desarrollador de software de 33 años, de Alejandría (Egipto), dejó su trabajo en Amazon para trasladarse aquí con su novia. Me cuenta que mereció la pena con tal de ser nómada. “Por el clima, por la compañía”, explica, “nos gusta este estilo de vida”. Durante la semana que estoy aquí, Hamouda y otros 1.000 trabajadores remotos, de más o menos 50 países, se encuentran en la isla, distribuidos entre varias localizaciones principales: la caleta que linda con el mar, en Ponta do Sol; la ciudad de Machico, a 45 minutos; y la cercana y atestada capital de Funchal. Algunos alquilan apartamentos, a menudo con precios razonables, con vistas a las exuberantes plantaciones de bananas. Otros comparten lo que Hall describe como granjas antiguas y dispersas con bodegas de 200 años en el sótano. Cuando toca ponerse a trabajar o conectarse a un Zoom, cogen sus portátiles y caminan a cualquiera de los muchos espacios de cotrabajo. Pero este experimento no fue un camino de rosas en las primeras llegadas. En aquel momento, Spela Tezak sólo quería escapar. Esta gerente de turismo de 33 años vivía en su Eslovenia natal cuando el coronavirus acabó con su trabajo. Anteriormente, Tezak había estado viajando varias semanas, trabajando con agencias turísticas y jóvenes aventureros. Luego, de repente, todo se paró. “Tenía mucho tiempo para pensar en mí misma”, me cuenta una tarde Tezak, que habla muy rápido y lleva su largo pelo rubio en una coleta, en la terraza de una cafetería de Funchal. ES MEDIA MAÑANA

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Después de leer sobre Digital Nomads Madeira, pensó que la isla era el lugar perfecto para esperar a que terminara la pandemia. Como mucha gente de su edad, podía trabajar online, así que realmente daba igual dónde viviera. Muchos nómadas no son ricos en absoluto, simplemente se las ingenian para ir tirando. Y además su estilo de vida está pensado para ser asequible. Se ofreció para alquilar un apartamento barato en Ponta do Sol y compró un billete de ida en marzo de 2021. Sólo había un problema cuando llegó. Ponta do Sol estaba muerto. “Parecía un pueblo fantasma”, afirma. A pesar del atractivo de trabajar desde un lugar exótico, no puedes escapar a la realidad: aprender el lenguaje, trabajar en una zona horaria diferente, y tal vez lo más crucial, encontrar tu comunidad. Como bien sabía Hall de sus años de vida nómada, no basta con ayudar a estos recién llegados a obtener visados y encontrar internet rápido. “La comunidad es la clave”, asegura. “Es la razón por la que otros están fracasando a la hora de atraer a los nómadas digitales. Les falta lo más importante, y es que los nómadas viajan entre comunidades, no entre lugares. Viajo porque mi gente, mi familia, mis amigos y mi tribu están en ese lugar”. Eso hicieron los nómadas que empezaron a llegar a la isla en el verano de 2021. “Hay un par de problemas que tienen los nómadas, y uno de ellos es: ¿cómo creas una comunidad?”, asegura Pamela Smit, una consultora de sostenibilidad de Países Bajos que llegó aquí en marzo del año anterior. Como señala Smit, “¿Cómo no voy a sentirme sola si todo el mundo está trabajando y haciendo sus cosas?”. En lugar de dejar a los nuevos vecinos a su suerte, Hall creó un canal de Slack que sirviera como foro para hacer contactos. Habla de nutrir a su comunidad como si de una próspera ciudad de Los Sims se tratase. “No puedes forzarlo”, dice. “Tienes que construir la infraestructura, pero no es tuya. Tienes que dar ese poder a los nómadas lo antes posible”. Hall aceleró las cosas proponiendo caminatas al atardecer y excursiones vespertinas a la playa, pero finalmente los recién llegados se hicieron con el canal para realizar sus propias actividades. En poco tiempo, recuerda Hall, “los nómadas se organizaban a sí mismos”. Merle Makoben, una estudiante universitaria de 24 años de Lübeck (Alemania), trabajó como community manager de los nómadas de Ponta do Sol hasta enero de este año. Comprendió que compartía con ellos un deseo común: el crecimiento personal. Es una cualidad que Hall descubrió en la escuela de trucos útiles del emprendedor Tim Ferriss, y que inspiró a muchos a lanzarse a la aventura. Organizaban clases de yoga, de salsa, jam sessions… “Creo que todos buscamos libertad y desarrollo personal”, explica Makoben. Jorge Frietas, de familia inmigrante, camarero de The Small, uno de los pocos bares de la calle principal de Ponta do Sol, experimentaba reacciones ambivalentes al atender a aquellos jóvenes cosmopolitas que pedían chupitos de Jägermeister y se perdían en sus teléfonos. Algunos eran buenos clientes, pero otros un tanto maleducados. El pueblo se preocupó: podían traer Covid. Para impedir que el virus se extendiera, Madeira instauró un toque de queda a las 7 de la tarde entre semana. Pero algunos viajeros lo rompieron igualmente, según Makoben, lo


que obligó a la policía a “reprenderlos”. Los vecinos inquietos demostraron estar en lo cierto cuando en primavera, según cuenta Hall, uno de los nómadas enfermó de Covid, y después otros tres. Los nómadas que habían tenido contacto estrecho con ellos hicieron cuarentena por su cuenta. “Tomaron la decisión deliberada de aislarse de la gente de aquí para no ponerlos en peligro ni transmitir el virus”, dice Makoben. Pero después, cuando los contagios descendieron, los nómadas se pusieron un nuevo objetivo. “Pasamos de querer separarnos de ellos para protegerlos a integrarnos, porque estamos en su casa y no queremos vivir en una burbuja”. “Queríamos hacer algo positivo”, asegura Tezak. “Queremos devolverle a este magnífico pueblo lo que nos ha dado”. Empezaron a hacer voluntariado, organizando limpiezas de playas, pintando murales y ofreciendo actividades a los vecinos, como las clases de salsa de un nómada de Alemania. Al poco tiempo, Ponta do Sol comenzó a cobrar vida de nuevo. Freitas, propietaria de Steak & Sun, dijo que los nómadas fueron imprescindibles en la recuperación del restaurante. “Se han portado muy muy bien con nosotros. Les digo que son mis ángeles”. construyendo su proyecto en Ponta do Sol, no era el único emprendedor nómada en Madeira. A media hora al este, en el hotel de un complejo de cinco estrellas de Funchal, se asentó un tipo muy diferente de comunidad para un tipo muy diferente de viajero que no tenía nada que ver con lo que Hall había pensado. “Tengo mis principios”, explica diplomáticamente. “Creo que lo que hicieron fue increíble, pero no se corresponde con mi visión”. En una tarde de calor insoportable, subo a la planta de la piscina y la azotea panorámica del lujoso resort Savoy Palace para conocer a la persona responsable de esta visión rival: Bogdan Danchuk, a quien sus colegas nómadas apodaron Boggy D. Es un tipo amistoso de 34 años, con su pelo rubio recogido en un moño, que viste unos vaqueros y una formal camisa denim. Saluda a los empleados del hotel como la estrella de rock que es aquí. “Echo de menos este sitio”, me dice con un suspiro. A la vez que Hall conducía a sus nómadas hasta Ponta do Sol, Danchuk reunió a su propia gente aquí. Sus visiones, no obstante, no podrían ser más diferentes. Mientras Hall trabajaba para mantener la perspectiva local y comunitaria dentro de un pequeño pueblo, Danchuk apostó por algo más corporativo y deslumbrante: consiguió un acuerdo que le permitía a él y a 168 de sus amigos nómadas trasladarse a este complejo de lujo justo cuando los casos de Covid estaban aumentando. Durante seis meses, disfrutaron del hotel para ellos solos, y vivieron una especie de fantasía decadente y distópica repleta de alcohol, fiestas y criptomonedas. CUANDO HALL ESTABA

“Aún no me creo lo que pasó”, cuenta con aire melancólico, mientras mira a la piscina infinita del océano. “Fue una experiencia increíble”. Danchuk, que de niño, en Ucrania, era tan pobre que a veces sólo cenaba cebolla y un poco de pan, nunca había soñado con nada como esto. Después de que su familia se mudara a Israel, se convirtió en un joven emprendedor —fue un popular delegado de clase que juró no volver a pasar hambre nunca más—. Fundó su propia firma de marketing digital a los 18, y se lanzó a la aventura nómada un año después. Desde entonces, Danchuk ha estado en unos 36 países, de Estados Unidos a Vietnam, unos meses en cada uno antes de viajar al siguiente. Pero había un lugar en el que quería estar: Madeira. “Me fascinó ver este sitio, que tiene todas las cosas que uno imagina que quiere en su vida”, asegura. “Es como esa sensación de gran ciudad pero rodeada de naturaleza”. Sólo había una desventaja: los típicos turistas pesados. “Había gente desde los 70 hasta la muerte”, dice con una carcajada. “Eso era lo único negativo para los nómadas en este lugar, pero lo tiene todo para convencer a la gente a venir”. Después de que llegara la pandemia y de conocer Digital Nomads Madeira, se le ocurrió un plan para hacer la competencia. Quería encontrar un hogar donde él y otros nómadas hallaran refugio. Un hotel, pensó, podía ofrecer esa experiencia de colegio mayor, pero con servicios para adultos. “Tienes acceso a bares, restaurantes, puedes socializar”, dice. “Es como tener compañeros de piso en un edificio enorme”. Danchuk envió emails a hoteles de toda la isla, proponiendo un paquete especial para nómadas. Sólo por probar, incluyó al grupo Savoy Signature, propietario del Savoy Palace, que le parecía el resort más extravagante de la isla. Originalmente, el plan era que los nómadas se instalaran en otro hotel Savoy en Calheta, en la costa oeste de la isla. Pero luego, en los peores momentos de la pandemia, el Savoy se puso en contacto con él. Los otros hoteles Savoy Signature habían cerrado debido a la crisis del turismo, pero el Savoy Palace, insignia de la cadena, permanecería abierto. Los nómadas de Danchuk podrían ayudarles a seguir en funcionamiento. El Savoy Palace era suyo. “No me lo podía creer. Era una noticia loquísima”, asegura Danchuk. “Pero una parte de mí también estaba un poco asustada”. Con casi 100 nómadas millennials conviviendo en un hotel de cinco estrellas durante una pandemia mundial, ¿qué podría salir mal?

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Danchuk hizo correr la voz en varios círculos de nómadas en Facebook, Instagram, Whatsapp y Slack. No había requisitos para mudarse al Palace —sería llegar y besar el santo—, pero mucha gente quería entrar: unas 1.000 personas para sólo 168 plazas. Mientras que el pueblo nómada de Ponta do Sol de Hall atraía con sus apartamentos y su ambiente local a gente más joven y menos experimentada, la oferta lujosa de Danchuk sedujo a un grupo más adulto y emprendedor de teledoctores, corredores de criptomonedas y fundadores de startups. Una de las primeras en llegar, en febrero del año pasado, fue Lorelie Dijan, de 33 años, una mujer moderna y fiestera de Filipinas. Cuando llegó la pandemia, Dijan trabajaba como gestora de proyectos informáticos para una compañía de automóviles de Frankfurt (Alemania). Me cuenta que cuando entró en la recepción del Savoy, con sus lámparas de araña y sus baños de oro, no podía creerlo. “Fue como, vale, esto es impresionante”. Y aun así le pareció surrealista verlo tan abandonado, aparte de los pocos empleados que esperaban para recibirla. “No había prácticamente nadie”, me contó en noviembre en un Zoom desde su apartamento en Alemania. Teemu Tiilikainen, de 32 años, cofundador de una empresa de consultoría informática de Finlandia, y su mujer, Sofia Seger, ingeniera de software, llegaron con la esperanza de encontrar no sólo refugio del Covid, sino algo que a veces elude a los jóvenes profesionales: nuevos amigos. “A esta edad, la mayor parte de tu vida gira en torno a tu trabajo o tus aficiones”, comenta él. “No hago nuevos amigos muy a menudo. Pero aquí vinimos a convivir todos en esta burbuja”. Debido al Covid, la burbuja era real. Los nómadas tenían que dar negativo en los tests para entrar en Madeira. Y a causa del estricto toque de queda de la isla, los savoyanos, como se llamaban a sí mismos, tenían que permanecer dentro del hotel durante las horas posteriores. Por supuesto, estar atrapado en un lujoso palacio tiene sus ventajas. Los nómadas transformaron el Savoy en el colegio mayor de sus sueños. Danchuk lo define como un servicio de habitaciones continuo que te permite enchufar la Playstation a la televisión de la sala de fumadores. Iban al gimnasio, recibían masajes y bebían chupitos de poncha, el dulce y cítrico cóctel insignia de la isla, en uno de los bares del hotel —Danchuk persuadió a los dueños de mantenerlo abierto 24/7; el Savoy Palace asegura que los bares nunca abrían después medianoche—. Usando un canal de Slack para organizarse, empezaron a hacer amistad en grupos, acompañándose del buffet del desayuno a la piscina rodeada de palmeras o la playa rocosa. Hacían clases de yoga, karaoke en las salas de conferencias, e incluso un ritual de autoayuda al que llamaron “el círculo”, reuniéndose en el césped

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para compartir reflexiones, emociones y miedos. Los propios nómadas estaban diseñando un nuevo tipo de convivencia —con servicio de habitaciones—. “Después de dos semanas éramos casi como una familia”, asegura Dijan, “todas las noches y los fines de semana hacíamos algo”. Se hicieron tan amigos que liarse entre ellos, bromea, “parecía incesto”. “Fue surrealista ver todo esto surgir delante de mis ojos”, reconoce Danchuk. “Me pellizcaba para comprobar si esa familia que estaba creciendo bajo el mismo techo era real”. Aquellos momentos encerrados en casa, cada uno en su barrio, aislados y solos, eran historia. A través de las plataformas sociales, la gente podía crear sus propias comunidades en cualquier lugar del mundo. Ahora podían incluso instalarse en ellas. “Hoy en día, puedes encontrar grupos de Facebook que sientas como tu tribu, y puedes construir tu propia realidad”, dice Danchuk. La tormenta perfecta de la pandemia, Madeira y el Savoy demostraron que esa forma de enfocar la vida era viable. “Ya estaba sucediendo”, afirma Danchuk, “pero era la primera vez que lo vivíamos”. Mientras el resto del planeta se enfrentaba a las restricciones y el aislamiento, los savoyanos se abandonaron a su extraño y distópico paraíso. “Lo llamo la magia de Madeira”, apunta Dijan. “La gente aplazaba sus viajes o cancelaba sus vuelos, todo era cada vez más loco”. Gran parte de esa locura se debía a la otra cara de la tormenta mágica de Madeira: el boom de las criptomonedas. En el hotel, comenta Danchuk, había gestores de fondos de cobertura, corredores y directores de transacciones de criptomonedas, que compraban y vendían divisas e intercambiaban trucos sobre otras nuevas, pertrechados con sus portátiles y sus chupitos de poncha. Danchuk afirma que dos nómadas fundaron su propio fondo de cobertura centrado en criptomonedas con un capital de casi dos millones de euros de gente del hotel, y otro ganó más de 180.000 euros con una inversión de unos 2.000. “Algunos se replantearon su carrera confiando en los consejos de los demás”. Uno de ellos fue Lucas Braun (que prefiere usar un pseudónimo para proteger su identidad). Braun era comercial de ventas en Berlín, y visitó Madeira en un viaje de tenis con sus amigos a finales de 2020. Con sólo una bolsa de deporte llena de ropa, se registró en el Savoy y se sumergió en el universo cripto. En poco tiempo aprendió a hacer negocios, y se dedicaba a compartir su conocimiento con los demás. “Cuando te metes en las criptomonedas, tienes que abrirte a nuevas ideas, a nuevos campos”, afirma Braun, que compara hacer negocios con criptomonedas con tomar drogas psicodélicas, habitual entre algunas personas de la escena cripto. “Las psicodélicas son muy buenas para abrir tu mente y hacer contactos. No preguntas mucho, simplemente lo entiendes todo”. Finalmente, dejó su trabajo. “Fue uno de esos momentos que te cambian la vida”, reconoce. “Me abrió los ojos completamente. Abandoné mis antiguos esquemas de pensamiento sobre hacer las cosas de una determinada manera”. Terminó quedándose todo un año. Mientras el dinero corría y el sol brillaba, los habitantes del “cripto-hotel”, como apodaron al Savoy, hacían viajes en yates, cogían taxis y se daban cenas de besugo fresco y vino de Madeira. Una noche, cuenta Danchuk, el CEO del Savoy apareció en la recepción cuando los nómadas estaban tocando Wonderwall a la guitarra. Hacían fiestas de ecstatic dance, contoneándose en la completa oscuridad


Mientras el dinero corría y el sol brillaba, los habitantes del “cripto-hotel” hacían viajes en yates, cogían taxis y se daban cenas de besugo fresco y vino de Madeira. Organizaban fiestas de ecstatic dance, contoneándose en la completa oscuridad de las habitaciones, y veían el amanecer desde sus fiestas en la playa. de habitaciones con los muebles apartados, y veían el amanecer desde sus fiestas en la playa. Pero el coste de su estilo de vida recayó en Danchuk, que paraba todas las quejas del hotel, incluyendo una televisión destrozada. “Me despertaba con cientos de mensajes de Whatsapp cada día”, recuerda. Cuando los turistas volvieron al hotel, le pidieron que no perdiera de vista a los savoyanos, incluyendo al nómada desaliñado que se paseaba por los salones con extravagantes zapatillas. “¿Puedes decirle que no puede andar por un hotel de cinco estrellas con pantuflas de lobos?”. Al final, lo que mató esta fiesta de era pandémica fue la propia recesión de la pandemia. Sucedió el pasado mayo cuando, debido al descenso de los casos de Covid, el turismo regresó a Madeira. Uno a uno, los autobuses llenos de jubilados de cabello plateado volvieron a fluir por el pueblo. Para los savoyanos, eso marcaba en junio el final de su querido paquete de vacaciones, y de su efímera fantasía. A diferencia del proyecto de Hall en Ponta do Sol, éste estaba condenado a agotarse. Danchuk fue testigo de cómo varios tiarrones se deshacían en lágrimas cuando lo abrazaban de camino a la salida. “Adiós a esos tipos de carreras de éxito que de repente habían encontrado una familia, que habían intimado con los demás en una experiencia como de colegio mayor, pero en un ambiente más gratificante”, dice Danchuk. “Era su nueva normalidad, su familia, su vida. Aquello tan mágico sucedió y terminó. No se querían ir por nada del mundo”. Dijan estaba entre ellos. “En Frankfurt vivo sola”, explica. “Tengo amigos, pero no los veo todas las noches. Y luego allí, de repente, eres parte de esa comunidad. Incluso con la gente que se quedaba sólo dos semanas, creabas un vínculo. Cada vez que alguien se iba, era como ‘¡Oh, no!’. Se te rompía el corazón”. Cuando un savoyano le contó a Sofia Seger lo fácil que había sido perder el contacto con la realidad en aquella burbuja, Seger contestó: “Eso es precisamente lo que tenía que pasar. Tenía que ser lo normal”. me dice Arkadi Silverman mientras desliza el dedo por su iPhone. “Mira esta foto del apartamento que me he comprado”. Es una noche estrellada en Ponta do Sol. Silverman, un despreocupado israelí, de 32 años, que lleva muchas joyas, y otros tantos nómadas han ocupado un bar en lo alto del acantilado para su fiesta semanal privada, Purple Rain. La fiesta recibe ese nombre por la espectacular vista de la puesta de sol, entre violeta y carmesí, desde la pista de baile, que se estremece cuando el océano arremete contra las piedras volcánicas más abajo. Como consta en el listado online del evento, este encuentro exclusivo es para “hacer contactos, fiestear y bailar”. Silverman, que se define como jugador de póker profesional retirado, gestiona ahora carteras de criptomonedas y negocia con NFT —incluyendo el “apartamento” que se acaba de comprar por 430 euros de Ethereum—. En su teléfono, me enseña un salón en formato de dibujo animado, con una mesa, sillas y una ventana. El nómada digital se ha comprado un apartamento digital. “Muy chulo, ¿verdad?”. “EY, TÍO”,

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Cuando hago mi visita en octubre, la isla está a reventar de nuevo. Las discotecas han reabierto, los viñedos dan cita para las catas. Mientras el resto del mundo vuelve a la oficina, el sueño al que los nómadas se refieren como estilo de vida “de localización independiente” se hace más real cada día. Según una encuesta reciente de Digital.com, unos dos tercios de los negocios estadounidenses han cerrado todas o parte de sus oficinas desde el comienzo del Covid. Antes de la pandemia, menos del 6 % de los estadounidenses teletrabajaban. Ahora se espera que lo hagan cerca del 25 % de los trabajadores a tiempo completo. Para 2025, se estima que 36,2 millones de personas trabajen desde casa —a no ser que estén en la playa, en una yurta, o en cualquier otro sitio de ensueño que no parezca un lugar de trabajo—. Y esas empresas que confían tozudamente en atraer a los trabajadores de nuevo hasta sus cubículos con el descenso del Covid se enfrentan a lo que se ha denominado la Gran Renuncia, con una cifra récord de 21,6 millones de empleados que han abandonado su trabajo desde septiembre de 2021 hasta enero de este año. Al mismo tiempo, esta especie de nomadismo digital pionero en Madeira sigue ganando popularidad. Hay libros para nómadas (Nomad Capitalist, The Digital Nomad Survival Guide, y el que muchos consideran la biblia del movimiento: 4-Hour Workweek, de Tim Ferriss). Hay podcasts para nómadas (Nomadtopia Radio, Nomad on Fire, The Nomadic Executive). Hay convenciones para nómadas, webs de ligue para nómadas, y un crucero transatlántico para nómadas (“diseñado para inspirar y desglosar los fundamentos necesarios para crear un negocio online mientras viajas por el mundo”, como anuncian). Cada vez más gobiernos, como el de Portugal, se suben al carro. En noviembre, el parlamento del país aprobó una nueva legislación laboral para proteger y atraer a los nómadas. Entre otras cosas, los empleadores se enfrentan a multas por ponerse en contacto con sus trabajadores remotos después de su horario, excepto en circunstancias atenuantes. “Creemos que Portugal es uno de los mejores lugares del mundo en el que pueden vivir los nómadas digitales y trabajadores remotos”, afirmó la ministra de Trabajo, Solidaridad y Seguridad Social, Ana Mendes Godinho, en la conferencia Web Summit de Lisboa, en noviembre. “Queremos que vengan a Portugal”. En este extraño nuevo universo del teletrabajo, los últimos dos años pasarán a la historia como su Big Bang. Los experimentos sociales de Madeira ya se están exportando. Danchuk espera instaurar su modelo de Edén Remoto en lugares como Tokio, Boston o Hawái. Hall sigue supervisando el programa Digital Nomads Madeira, que ofrece los mismos servicios a los trabajadores remotos que llegan a Ponta do Sol u otros pueblos de la isla. También intenta llevar el proyecto de Madeira a otros países. Hace poco volví a hablar con él a través de Zoom, y estaba en Cabo Verde, un archipiélago de islas a unos 1.600 kilómetros al sur de Madeira. “Es muy tranquilo”, me dice con una gran sonrisa. “Arena blanca, puedes nadar con tortugas, música en directo en todas partes”. Mientras el estilo de vida nómada se extiende, el único obstáculo que impide a alguien unirse a la tribu es el miedo. “Es el statu quo y el miedo lo que separa a la gente de la vida nómada”, continúa. “La mayoría de la gente no lo entiende. Dicen: ‘Qué suerte poder vivir así. Yo no puedo porque —y ponen cualquier excusa—’. Pero creo que hay que romper con el statu quo. Ésa es la parte difícil para casi todas las personas. Es cómodo vivir en el statu quo. Tal vez por eso la comunidad nómada es tan interesante. Porque todos en esta comunidad han tenido que romper con el statu quo. Todos dijeron: ‘Dejo este trabajo. No quiero vivir aquí. No quiero comprarme una casa. No quiero un coche y un perro. En lugar de eso, daré la vuelta al mundo”. es el autor de Maestros del Doom, Alligator Candy y otros libros.

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El arte de la metáfora El maestro perfumista de Louis Vuitton nos presenta su última creación, City of Stars, una fragancia cítrica y floral que conjuga la frescura de la colonia y la sofisticación del perfume. P o r M A R TA C A R O

Jacques CavallierBelletrud en su despacho de Les Fontaines Parfumées, el centro de creación de Louis Vuitton en Grasse (Francia).

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Los Ángeles en ese momento en el que el atardecer se funde con la noche? A nadie se le escapa la dificultad que reviste responder a esta pregunta sin tener maña para la metáfora, si destilar lo concreto de lo abstracto no forma parte de tu manera habitual de ver el mundo, ni mucho menos de reflejarlo en algo tangible, aunque sea en moléculas olfativas que se escapan a la vista. Para ello existen maestros perfumistas como Jacques CavallierBelletrud, quien, además de nacer en Grasse, centro y cuna de la perfumería mundial, lo hizo en una familia de perfumistas que instiló en él la pasión por el oficio a una edad muy temprana. Gracias a ese talento innato, a toda una vida construyendo una intimidante paleta olfativa, CavallierBelletrud ha firmado perfumes icónicos —como L’Eau d’Issey, de Miyake, o Classique, de Jean Paul Gautier— y desde 2012 dirige la entonces recién resucitada sección de perfumería de Louis Vuitton, que no lanzaba una fragancia al mercado desde 1946. El nariz francés ha creado más de dos decenas de perfumes para la maison francesa desde Les Fontaines Parfumées, un centro de creación situado en Grasse con un jardín habitado por más de 350 especies de plantas. Un vergel que, para alguien como Cavallier-Belletrud, debe de ser lo más parecido al cielo en la tierra. Allí ha ideado City of Stars, el último lanzamiento perteneciente a la colección que el perfumista ha dedicado a California, una fragancia vespertina para hombres y para mujeres que combina la espontaneidad de la colonia y la sofisticación del perfume partiendo de una de sus obsesiones: la frescura. “La frescura no tiene sexo ni género, y la colonia, al ser universal y bastante sencilla, es perfecta para expresarla. Trato de extraer lo mejor de lo femenino y de lo masculino e intento mezclarlo”. La fascinación de Jacques por el paisaje de la costa oeste estadounidense recorre toda la colección. “Algunos lugares son más inspiradores que otros. California, y en concreto Los Ángeles, es como mi segunda casa. Encuentro la misma inspiración que en Grasse por la luz y el sol, pero de allí, además, me atrae el contraste entre el océano y el desierto y la atmósfera de una ciudad como Los Ángeles. Es un entorno que me resulta muy inspirador”. QUÉ HUELE

FOTOGRAFÍAS: CORTESÍA DE LOUIS VUITTON.

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El sol que aún permanece en la piel a última hora de la tarde y las primeras luces de la ciudad inauguran la propuesta olfativa de City of Stars, conceptos que el perfumista encarna a través de una explosión de cinco cítricos: naranja sanguina, limón, mandarina roja, bergamota y lima. “Quería trabajar específicamente con la pulpa de la naranja sanguina para crear el corazón de esta fragancia, ya que tiene una nota carnosa deliciosa y optimista. Todos estos cítricos provienen de Sicilia y Calabria y reflejan el brillo deslumbrante de esas regiones bañadas por el sol”, nos cuenta. Pero City of Stars es también una oda a la libertad y a la sensualidad de la noche angelina, y ese tránsito entre la tarde y la noche, entre la frescura y la voluptuosidad, Cavallier-Belletrud lo resuelve con una mezcla de flor de Tiaré, sándalo y almizcle empolvado. “Es una fragancia más extrovertida que sus predecesoras”, nos cuenta. “Una que invita a salir y a socializar. Mi noche favorita es estar con amigos en lo alto de las colinas de Los Ángeles con la ciudad enfrente y todas esas luces, en un ambiente cálido perfumado por los aromas que el viento arrastra desde el océano”, prosigue. “Lo fantástico de esta ciudad es que muchas cosas son inesperadas: puedes encontrar el amor, tener experiencias fantásticas estando en lugares increíbles que no existen en otro lugar. Ofrece un contraste entre lo eterno y lo improvisado que es muy atractivo”. Q U E D A C L A R O que su punto de partida creativo es la emoción. No estamos ante un perfumista que disfrute afanándose entre frascos, pipetas y demás aparatología propia de un hacedor de esencias. “No tengo un perfil técnico. Soy un creador, una especie de poeta de los olores. Traduzco las emociones en perfumes: una noche, o la sensación de estar una mañana en la playa, me evocan diferentes emociones, por ejemplo frescura, ternura o suavidad. Ante cualquier situación, respondo de una manera muy visual: el azul del cielo y el color de la arena de la playa crean un contraste en mi mente; el azul es frescura y la arena es algo mucho más cálido. Después creo una fórmula basada en esa emoción, elijo los ingredientes y los aplico en proporciones muy precisas para dar con el resultado que busco”. Con el vocabulario olfativo que atesora Cavallier-Belletrud se podría

“La frescura no tiene sexo ni género, y la colonia, al ser universal y bastante sencilla, es perfecta. Intento extraer lo mejor de lo femenino y lo masculino y mezclarlo” —JACQUES CAVALLIER-BELLETRUD

City of Stars se une a la colección de colonias perfume de Louis Vuitton, un viaje olfativo por la costa oeste de EE UU animado por la emoción que sus paisajes despiertan en el perfumista.

llenar la biblioteca de Alejandría. Después de toda una vida creando perfumes, debe de ser difícil elegir un favorito. “Me gustan todos porque cada uno corresponde a una parte de mi vida y de mi viaje creativo. Tengo especial cariño por L’Immensité”, cuenta acerca de un perfume de LV muy fresco —como no podía ser de otra manera— protagonizado por el jengibre, el árbol de pomelo y el ámbar. “Es el perfume que me pongo los fines de semana”, dice. “También me gusta mucho el perfume femenino Attrape-Rêves”. Al término de esta entrevista, y con el olor de City of Stars aún en mi piel, dominado ya por las sensuales notas florales de fondo, me formo una idea del olor de Los Ángeles al anochecer. Aparece en mi mente una imagen que me saca de la oficina y me transporta al ambiente nocturno, denso y excitante, de la ciudad de las estrellas. Y entonces me pregunto qué sería de nosotros sin la magia de los perfumes. M A RTA C A RO

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es redactora de G Q .

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GQ End Artesanía

Cintos con 80 años de historia Los diseños de Ancien La Belle ensalzan el oficio del artesano desde un taller familiar en el mismo corazón de Valencia. P o r PA B L O G A N D Í A

P E S E A L O S guiris, los restaurantes de diseño y unos alquileres cada vez más prohibitivos, todavía existe algo en la Ruzafa de Valencia que hace que esta zona en el centro siga pareciendo un barrio. Tal vez es su iglesia, o su mercado. O el hecho (todo suma) de que un taller de cinturones abierto en 1942 allí mismo continúe en pie, y que sea rentable gracias a que la tercera generación de la familia esté hoy al mando del negocio, y no de cualquier manera. Uno de los nietos, Pablo Vaello (30 años), figura entre los ocho artesanos del equipo desde que era adolescente. “Aquí veníamos a trabajar los veranos cuando terminábamos el colegio”, reconoce el valenciano, que tras graduarse en derecho y ADE y compaginar un despacho de abogados con los fines de semana en la fábrica, en 2019 decidió dedicarse a la empresa al cien por cien. Allí producen los cinturones de muchas marcas de lujo, pero también se ocupan de los que venden en la web de Ancien La Belle, la firma que Vaello montó, dice, para depender un poco menos de los clientes de fuera: “Queríamos aprovechar lo que muy pocos tienen, porque en el taller hay gente que lleva casi 50 años trabajando la piel. Una experiencia así

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Con Andrea Senon, responsable de diseño, la marca trabaja una línea permanente de cinturones a los que, a lo largo del año, se le retiran o añaden nuevos modelos.

no es fácil de encontrar”. Y a ellos se les reconoce: cada vez que alguien compra un cinturón recibe el nombre de quien lo ha confeccionado, junto a un código QR en el que se aprecia un vídeo de su fabricación con algunos de sus 30 procesos. “A la gente que nos visita le sorprende lo lento que puede llegar a ser, se piensan que esto se hace en media hora”, cuenta. En realidad hacen falta unas cuatro o cinco horas. Con la piel que les suministran desde la Toscana sobre la mesa, curtida sin productos químicos, descartan las zonas que presentan daños; y las que no, las buenas, se recortan en bandas según los tamaños de los cinturones, para después añadirles los agujeros y trabajar las

puntas de la correa y la mosa, donde se cose la hebilla de metal. Luego hay que lijar los cantos de la pieza y pintarla de cuatro a cinco veces —con un secado natural—. “Se puede secar en hornos, pero la tinta no agarra igual”, dice. “Éste sería el proceso que se ve en el QR, aunque obviamente es un resumen. No queremos que la gente se nos duerma viendo lo que hacemos”. C A D A C I N T U R Ó N de Ancien La Belle ronda los 130 euros, y si a los pocos años de adquirirlo se rompe por un fallo de la producción, en la marca no tienen problema en cambiárselo al cliente. Aun así, según Vaello, el suyo es un producto que en España se vende casi como artículo de regalo,

FOTOGRAFÍAS: CORTESÍA DE LA MARCA.

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GQ End Artesanía

El único punto de venta físico de Ancien La Belle en España está en Valencia y se llama Poppyns Store

de ahí que trabajen con tres tiendas surcoreanas —Neidatz, Etcseoul y Havati—, y que en París lo distribuya Isciacus Store. El único punto de venta físico en España está en Valencia y se llama Poppyns Store. Pero, más allá de las ventas, ¿es fácil que los demás entiendan tu oficio? Ríe: “Cuando en el colegio nos preguntaban a qué se dedicaban nuestros padres, uno era ingeniero, el otro abogado y yo decía: ‘Pues el mío fabrica cinturones’. A la gente le choca que trabajes en un taller. Cuesta entenderlo porque, desde mi punto de vista, son profesiones muy pasionales”. P A B L O G A N D Í A es periodista y colaborador de G Q .

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Cosas bonitas que se doblan, se enrollan o se pliegan En 2022 no sólo las bicis se pliegan: también los móviles, los auriculares o incluso los televisores. P o r N É S T O R PA R R O N D O

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1. SAMSUNG

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Galaxy Z Fold3 5G

Signature OLED R

Electric C Line

Roller MK01

TheraFace Pro

La tercera versión del teléfono plegable de Samsung es ultra resisitente, cuenta con conexión 5G y, sobre todo, tiene una gloriosa pantalla de 7,6 pulgadas. Su batería puede durar hasta 18 horas de uso intensivo. (1.699 €).

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Un televisor que se se enrolla para esconderse en la peana. Su tamaño máximo es de 65 pulgadas y su resolución es 4K. Cada unidad se ensambla a mano y la marca tarda 4 meses en montarlo, así que paciencia. (99.999 €).

La marca reina en el mundo de las bicicletas plegables también tiene una gama enchufable, para que no te canses de camino al trabajo. Está hecha a mano, en la fábrica que la marca tiene en el mismísimo Londres. (3.495 €).

Unos auriculares con alma de reloj de lujo. Como pasa con las correas de las grandes joyas suizas, la diadema de este aparato está formada por eslabones de metal que facilitan el plegado y su transporte. (3.240 €).

La marca famosa por las pistolas de terapia percusiva lanza este aparato pensado para masajear, limpiar y sanar el rostro. Funciona con diversos cabezales que permiten numerosos tratamientos faciales. (399 €).

FOTOGRAFÍAS: CORTESÍA DE LAS MARCAS.

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OPINIÓN

I love techno

La magia viral de Rosalía es el disco más experimental de Rosalía. Después de El Mal Querer, un disco que encandiló a las masas por su mezcla de flamenco y música urbana, el último lanzamiento de la artista catalana es mucho más arisco y complejo. Su tercer disco es, como ella admite, un collage. No sólo entre canciones, sino en los propios temas, que pasan de un género a otro con saltos absolutamente imprevisibles. A pesar de sus complicaciones, Motomami ha sido entendido tanto por la crítica como por el público. En su primera semana, hasta seis temas del nuevo disco entraron en el top 200 mundial de Spotify. En nuestro país, rompió todos los récords: con 5,79 millones de streams en las primeras 24 horas, se convirtió en el segundo mejor debut de la historia en España de la plataforma que patrocina al FC Barcelona. Es innegable que Rosalía se ha apoyado en su fama para lograr estas cifras. Pero también ha realizado una muy inteligente campaña viral para disparar el interés por Motomami. Cada aparición suya en los medios de comunicación ha sido una masterclass de cómo hacer ruido, pero sin pasarse. En su entrevista en el programa de Jimmy Fallon se mostró la portada de Motomami censurada. En 2022, este tipo de mojigaterías sólo consiguen una cosa: disparar las ganas de saber qué demonios hay debajo de ese borrón digital. En Saturday Night Live la cantante interpretó Chicken Teriyaki enfundada en un vestido-nórdico que se ha convertido en un icono. Por último, y no menos importante, en El Hormiguero se disfrazó y se hizo pasar por una reportera para preguntar a la gente de la calle su opinión sobre sí misma —y recibió estopa con una sonrisa en la cara, por cierto—. Estas tres apariciones televisivas fueron un absoluto éxito y dejaron momentos para MOTOMAMI

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la historia. Y lo mismo ha pasado con sus acciones publicitarias en internet, a cada cual más genial, sobre todo en TikTok e Instagram. Rosalía ha manejado como nadie eso que en las agencias especializadas en marketing viral llaman el efecto WTF (por What The Fuck, que podríamos traducir finamente como ‘qué carajo’). Declamó los versos más sexuales de Hentai subida en un telesilla (6,6 millones de reproducciones), mientras la nieve caía. Hizo lo mismo con las frases más pegadizas de Chicken Teriyaki mientras ejecutaba una coreografía desganada (32 millones de reproducciones). Hizo un cameo en dos vídeos de Francis Bourgeois, un joven británico obsesionado con los trenes (5 millones de reproducciones); y, lo más importante, presentó su disco con un concierto emitido en TikTok, pensado para ser reproducido

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exclusivamente en la pantalla de un móvil y grabado por completo con un iPhone. Su acción más arriesgada ha sido la de sentarse junto con el youtuber Jaime Altozano para analizar, canción a canción, los secretos de Motomami. ¿Cuántos artistas se sentarían al lado de un experto musical para que destripase su obra? El resultado es un delicioso vídeo de casi 40 minutos en el que no sólo queda clara la profundidad de su último proyecto musical, sino también la inteligencia publicitaria de la cantante de San Esteban Sasroviras. Rosalía maneja como nadie los códigos mediáticos de 2022: sabe llamar la atención, sin trucos baratos, de una audiencia que está sobreestimulada. N É S T O R P A R R O N D O es experto en tecnología y redactor de G Q España.

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Más británico no se puede (ni más ‘smart’) Jenson Button repite como embajador de Hackett para su campaña de P/V 22. Por HÉCTOR IZQUIERDO E S T E texto con una obviedad: Jenson Button representa como pocos el espíritu del gentleman inglés. Diríamos, de hecho, que es un gentleman driver, si no fuera porque ese término tiene connotaciones de amateurismo y Button no sólo es un piloto profesional, sino todo un campeón del Mundo de Fórmula 1. Respect. De lo anterior se deduce que cualquier marca que represente la elegancia británica estaría encantada de contar con Jenson como embajador; e, incluso, de repetir. Es lo que acaba de hacer Hackett con su colección P/V 22, que retrara al piloto en un paseo por las famosas playas de Camber Sands. “De Hackett me gusta, sobre todo, la diversidad. Creo que es genial que hagan ropa muy informal y cómoda, con la que suelo viajar, pero también trajes a medida. Me encanta vestirme para las ocasiones MPECEMOS

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En la colección P/V de Hackett destacan los trajes de lino o las clásicas chaquetas de pana con cinturón.

especiales y, obviamente, mi traje de boda, que era absolutamente impresionante, fue de Hackett. Tienen una gran variedad y todo es muy británico, lo que me encanta, así como los excelentes tejidos y su preocupación por la sostenibilidad”. Button, que se retiró de la F1 en 2016, ha seguido involucrado con el deporte del motor como piloto en otras categorías, como comentarista televisivo y como embajador de Williams. En junio, afrontará un nuevo reto, en una categoría de reciente creación: “Voy a correr las Nitro Rally Cross, que es un campeonato internacional. Con vehículos eléctricos. Coches de 1.000 CV. Así que hay mucha acción, con grandes saltos

y cosas por el estilo. Estoy muy emocionado. Es algo muy diferente para mí, estoy muy lejos de mi zona de confort, pero seguro que será divertido”. Por último, le preguntamos cuál es el estilismo perfecto para pasear por el paddock de la F1. “Me gusta llevar ropa ligera, porque normalmente hace mucho calor en las carreras. Así que pantalones ligeros, chinos. Vaqueros delgaditos también, aunque se pueden hacer pesados. Pero también una camisa formal. Eso es lo que suelo llevar. En las carreras más fresquitas, también una chaqueta de traje para lucir un poco más elegante”. HÉCTOR IZQUIERDO

es redactor

jefe de G Q .

“Me encanta vestirme para las ocasiones especiales y, obviamente, mi traje de boda, que era impresionante, fue de Hackett” —JENSON BUT TON

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FOTOGRAFÍAS: CORTESÍA DE LAS MARCAS.

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HASTA LOS ANDARES Se suele decir que del cerdo se aprovechan hasta los andares, y cualquiera que haya vivido en un pueblo y haya asistido al ritual de la matanza sabe que es tan cierto como que la lluvia moja. Con ese espíritu en mente, Señorío de Montanera, la conocida marca de jamones 100% ibéricos de la D.O.P. Dehesa de Extremadura, lanza una nueva edición de El Club del Cerdo Ibérico, una iniciativa que te permite comprar un cerdo ibérico entero y recibir los productos elaborados de manera periódica e individualizada. El ritmo al que llegan a tu casa responde a los diferentes tiempos de los procesos naturales de maduración y la trazabilidad está garantizada al 100%. Este año, como novedad, los clientes recibirán en su envío una lámina y un calendario, así como una botella de Cepa 21, el prestigioso caldo de la Ribera del Duero, para regar los productos de la tierra con un tinto de altura. Precio: 1.395 €.

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GABINETE POP

La última carrera de James Dean POR NOEL CEBALLOS

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3 O D E S E P T I E M B R E de 1955, a eso de las cinco de la tarde, dos automóviles protagonizaron en California una de las colisiones automovilísticas más tristemente célebres de la historia. A un lado, el Ford Tudor de un universitario llamado Donald Turnupseed. Al otro, el Porsche 550 Spyder de un James Dean que, a sus 24 años, ya era todo un icono del cine, amén de un enamorado de los coches de carreras. De hecho, estaba preparando su bólido para competir en un circuito profesional cuando el azar tomó cartas en el asunto. Turnupseed y el mecánico que acompañaba a EL

Dean en el asiento del copiloto salieron ilesos. El chico de oro de Hollywood, por su parte, se convirtió aquel día en leyenda trágica. Se cuenta que aquel Porsche, a quien su propietario había bautizado como Little Bastard, estaba maldito. Se dice también que George Barris, genio de la customización, se hizo con sus restos y lo volvió a ensamblar en su garaje. El pequeño bastardo protagonizó un espectáculo morboso que dio la vuelta al país: al parecer, todo el mundo quería ver con sus propios ojos el vehículo que mató a James Dean.

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