El periodista de RTVE Óscar Mijallo, con su equipo en acción.
LAS GAFAS DEL DIRECTOR
La realidad
Escribí cosas similares al hilo de la cobertura mediática de la Guerra del Golfo. Ahora, la guerra de Ucrania ha destapado lo peor y puesto en valor lo mejor de nuestro mundo hiperconectado. Pocas cosas pueden haber despertado recientemente mi repugnancia más que la entrega con la que algunos han acudido al trabajo de desmentir la tragedia, buscando entre las fotos de cadáveres supuestas muestras de metralla en Photoshop, contando víctimas con cuentahilos para denunciar la huella de una invisible manipulación. Y pocas cosas pueden hacerte sentir más orgulloso de la profesión elegida que encontrarte cada mañana con la mirada valiente y “live from Ukraine” de periodistas como Mikel Ayestaran, Sara Rincón, Oscar Mijallo o Alberto Sicilia. Han sido los cronistas de guerra de toda la vida, los que llevan siglos dejándose la sangre en las lindes de
MAYO 2022 _esquire
los frentes (desde las Termópilas a Mariúpol) los que han devuelto la fe en la capacidad de esta máquina que llamamos ‘prensa’ para arrojar luz donde demasiada gente querría rezongar en un mar de oscuridad. De devolver a la maltrecha profesión de cuentahistorias la condición más valiosa: la credibilidad. Tuve la suerte de charlar con Óscar Mijallo pocas horas después de que llegara a España tras 50 días en el frente de Ucrania. Andaba el hombre ya casi más pensando en volver que en descansar. “No se puede ser un olvidador de historias”, nos dijo. Lo que ves en la guerra no cabe en un informativo, mucho menos en un tuit. Por eso Óscar vuelve de los conflictos y se pone a escribir libros, máquinas de la realidad que registren la verdad que él ha visto, no la que nos han contado. La verdad no es moneda de cambio cuando no hay modo humano de medirla. Cuando el mensaje está tan atomizado, tan disperso en canales, tan a la mano de cualquiera que se ha convertido en una sopa de quarks. Así que terminaremos sustituyendo lo veraz por lo verosímil. Y la realidad ya no será como nos la cuentan, sino porque nos la cuentan. Más vale que elijamos bien quién nos la cuenta. Yo ya tengo los míos: Óscar, Alberto, Mikel, Sara... y tantos colegas de la vieja profesión que hacen oír su voz entre quienes solo se dedican a emborronar photoshops para Twitter.
Jorge Alcalde @joralcalde @alcalde.jorge
FOTOGRAFÍA FERNANDO ROI
Tal como vaticinara Gonzalo Rojas, la máquina de la realidad ha envejecido. Se ha desgastado hasta el punto de producir una copia cada vez menos afinada, más grosera, en más baja resolución. Se le ve el grano a la foto realista que pretendemos pintar hoy los que escribimos en periódicos y revistas y redes sociales, los que hablamos en la radio, los que ponemos el rostro a enmarcar entre las cuatro esquinitas de la televisión o reproducimos fragmentitos de vida en TikTok. Nos saltan los píxeles a borbotones y empezamos a correr el riesgo de que se nos vea la trama, de que se nos conozca como somos: frágiles, dubitativos, pero aún vanidosos, henchidos de un poder de ordinal indefinido (‘cuarto poder’ lo llaman) supuestamente otorgado, como una carta magna que no se escribió jamás. Y por efecto de este desvalijamiento general de la máquina de reproducir verdades, resulta que ha crecido kilométricamente el trecho que hay del hecho al dicho. Ya no hay nada más alejado de la realidad, dicen, que el lienzo que emborronamos cada mañana los que generamos contenido de actualidad.