Bajo la Fría Luna de Noviembre

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Juancarlos Porras y Manrique

BAJO la fría luna de NOVIEMBRE

Bicentenario del arribo y ascenso de Martín Xavier Mina Larrea a la historia patria mexicana 1817-2017



Leer León Divulga las letras, la historia, las ideas y el arte del Bajío en ediciones de precio popular.

SERIE AZUL Historia

GRUPO OCHOCIENTOS División editorial


BAJO LA FRÍA LUNA DE NOVIEMBRE 12 DE NOVIEMBRE DE 2020, DÍA NACIONAL DEL LIBRO

Primera edición no venal, 2020 Exclusiva para los lectores de Platino News. Noticias para la nueva generación. platino.news D. R. © 2020, Juancarlos Porras y Manrique. D. R. © 2020, Centro de Investigación y Estudios Literarios de León D. R. © 2020, Grupo Ochocientos, Blvd. Palma de Mallorca #308, Col. Satélite, León, Gto. México. C.P. 37400. Apdo. Postal 1-1307. Tel. móvil (045-477) 196-8925 cartas@grupoochocientos.com www.grupoochocientos.com Comentarios y sugerencias: editor@grupoochocientos.com Diseño y coordinación editorial: Constancio librero Ulises editor Portada: Apunte de Gastón Ortiz, 2005. Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático. Impreso y hecho en México.


A la memoria de Arturo Villanueva también conocido como la Amenaza Elegante contertulio del Café con libros de León.



PRESENTACIÓN Los hechos aquí narrados forman parte del inicio del clímax de la Consumación de la Independencia de la Nueva España (1821) que derivó en la instalación del Primer Imperio mexicano para dar paso luego a la constitución de los Estados Unidos Mexicanos, es decir, México. Uno de sus protagonistas Martín Xavier Mina Larrea (1789-1817) llegó a esta tierra convencido de dar apoyo a la causa de la libertad, así como a la del libre comercio, con un variopinto grupo de mareantes que algunos calificaron de ingenuo e insolventes. No así sus camaradas de la Sociedad de los Caballeros Racionales quienes lo patrocinaron para hacerse a la mar. Su lucha fue genuina y auténtica. Lucas Alamán o Alamancillo para nuestros fines literarios supo bien de lo anterior por ser gran observador “de todo lo relacionado con su país, gracias a su capacidad, interés y espíritu autodidacta” (Amor Mildred Escalante: 2003). Al ilustre personaje se le considera el |9


creador de la gran industria nacional pues cimentó las bases para la instalación de las grandes industrias textiles y la primera empresa ferretera. Fue, según Manuel Leal, verdadero dique ante la absorción del imperialismo norteamericano, y su labor de historiador medular y honesto. En sus páginas autobiográficas Alamancillo (1843) apuntó que México le debe el beneficio de la inversión de capital extranjero en la explotación de las minas de su propiedad en Guanajuato (Cata y Mellado) por la configuración de la Compañía Anglo-Mexicana (1822) que puso en giro las minas e imitaron otros dueños. Tuvo una posición de privilegio cuando fue Ministro de Relaciones Exteriores e Interiores (1823-1825) que aprovechó muy bien en los negocios para la habilitación de varias minas, como la de Rayas. Años más tarde fue nombrado Director General de Industria (1842) con el aval del general Bravo. Como parte de lo escrito e inédito que dejó “en un legajo en la alacena grande” de su casa (1850) el poeta Triunfo Manrique localizó un cartapacio con varios folios en un archivo institucional donde se daba cuenta del traspaso del soldado español por estos lares. 10 |


De aquellos apuntes tomó debida nota y lo comunicó a su asistente León Manrique-Cohen quien transcribió datos y frases que le permitieron elaborar un primer abordaje de la historia que leerán. Luego, en lo particular y en lo domestico, me comunicó la noticia de viva voz. Entonces le pedí contrastar los apuntes aludidos con otros textos de Alamán y dimos por sentado su origen, así como su pertenencia, es decir, el estilo de lo expresado ahí. El primer borrador que hice (2015) con ciertas licencias literarias, lo vieron Ricardo Jaime Guerra Sánchez y Arturo Villanueva ambos lectores de historia. Con este último tuve diversas discusiones en el café donde hacíamos tertulia con miras a ajustar mejor el texto en ciernes. Sus observaciones fueron clave para convenir el entramado literario. Pero, de manera desafortunada aquella versión justa, se perdió por un robo a mi residencia (2018) donde sustrajeron, entre otras cosas y enseres, el ordenador que guardaba el archivo digital con todos los documentos, mismo que (pensamos) vería su pronta edición para conmemorar los 200 años del paso de Mina por León. | 11


Pero no fue así sino hasta los días recientes, por el paro obligado por la pandemia de SARS Cov-2 que genera la enfermedad del Covid-19, en que me decidí a reconstruir lo perdido con ayuda de un borrador junto con otras apuntaciones que conservé. Ahora lo doy a conocer bajo el título de ‘Bajo la fría luna de noviembre’ (sugerencia de Arturo Villanueva q.e.p.d.) donde destaca la lucha y el pensamiento de uno de los Padres de la Patria mexicana como lo es Xavier Mina quien ofrendó su vida por todos nosotros, visto por el señor Alamán. Finalmente agradezco a Gema del Campo por su confianza para invitarme a presentar a la doctora Guadalupe Jiménez Codinach en la ciudad, donde otorgó una conferencia magistral a favor del personaje español, en el Museo de las Identidades Leonesas, MIL. Allí hospedaron una serie de libros y revistas escritos por varios autores que abordan el tema señalado: Agustín Rivera, Martín Luis Guzmán, José Ruiz Miranda, Manuel Ortuño Martínez, la propia doctora Jiménez Codinach, José Luis Pescador (en cómic), entre otros, que pertenecen a mi biblioteca personal y presté con gusto para vestir una exposición. En aquella memorable fecha (agosto de 12 |


2017), la doctora nos dio plena luz, así como la mesura suficiente para comprender más y mejor el avatar de Mina desde Londres con el secularizado padre Mier y su viaje a la América española, ya fraccionada por otros intereses. Como también nos preparó para entender lo que son las letras y las armas junto con el comercio de la época y las sociedades adjuntas que miraron por sus intereses propios y comunes. El autor.

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Fomentar la revolución de la Nueva España, pero más, vengarse del rey Fernando VII y dar vuelo a sus ideas liberales. Así escribió en el cartapacio con letra quebrada don Lucas Alamán o “Alamancillo” hombre en la madurez de la edad que recordaba bien los relatos de aventuras de las guerras de los indios durante su infancia. Trazó luego en el pliego un esbozo, a manera de línea del tiempo, de uno de los dos Minas, Martín Xavier oriundo de Otano lugar de Navarra tierra de labradores comedidos. En aquel lugar se formó Xavier para vivir y ensayarse en el aprendizaje de todo: suelo-cielo, valle-frontera, sotos de árboles-aguas vivas, doctrina-razón, algunas mozas y… estrategias. Es decir, el mundo de los gestos para saber maniobrar los posibles reveses que vinieran en la vida. La navegación le pareció en su momento más cercana pues, desde un viernes 7 de octubre de 1814 pensó en recalar en algún puerto de la América para hacer una pequeña guerra —como príncipe de los guerrille| 15


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ros— pues sabía que al pisar suelo mexicano no iba a conquistar sino a auxiliar a los ilustres defensores de los más sagrados derechos de los hombres en sociedad. Martín Xavier, a sus 25 años, recordó que para hacerse a la mar no sólo necesitaba saber rezar sino saber pedir contribución de dinero para después contagiar a los mareantes liberales que le ayudarían en su propósito como empresa libertaria. Decidió lo anterior cuando supo del alzamiento del cura de Carácuaro don José Ma. Morelos y Pavón: aquel de “rostro torvo y ceñudo, inalterable en todas circunstancias”. Entonces, los amigos de la Sociedad de los Caballeros Racionales lo patrocinaron y… Se hizo adonde debió, no sin aconsejar a sus expedicionarios primero el respeto a la religión, luego a las personas y después a las propiedades “y espero no olvidaréis el principio, de que no es tanto el valor como una severa disciplina, lo que proporciona el éxito de las grandes empresas”, recordaría, y afianzaría tiempo más tarde, en las inmediaciones del río Bravo del Norte. Los expedicionarios, un singular grupo de soldados liberales junto con un teólogo y literatos —como los doctores don Servando Teresa de Mier y don Joaquín Infante haba16 |


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nero en su calidad de literato y periodista— zarparon en el buque Caledonia rentado en mayo de 1816. La notable asamblea, treinta oficiales españoles e italianos y dos ingleses, llevaban la liberalidad a flor de piel. Sobre todo al secularizado padre Mier, caballero racional y patriota americano, quien vio su traspaso por la vida como una serie de aventuras y relató las mismas en sus Memorias —“Mi historia le pareció una novela, y seguramente fingida”— pues reconoció que tal fue la reacción de uno de sus interlocutores cuando le narró sus peripecias. Pero este fue un escucha ideal del joven soldado navarro quien decidió probar suerte por estas geografías. Magüer el viaje fue habitual, pero con algunas afectaciones: demanda de quatro botellas diarias de cerveza, desobediencia, quexas, más desobediencia, regaños y dos ataques de bilis que sufrió el pobre Mina. Se previó desembarcar con holgura en tierras novohispanas, aunque la notificación de la salida de alguno de los dos Minas, Xavier o Francisco era noticia vieja. La prevención por las autoridades de los puertos de Nueva España, por citar uno solo, el de Veracruz, era necesaria y justa, según ellos. “Es un traidor del Rey Nuestro Señor”, dije| 17


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ron con coraje. Por eso tomaron a la sazón medidas convenientes en aquel diciembre grisáceo del 816. Donde las aguas pueden volverse reveladoras a la par de los vientos frescos. De manera precisa el desvelo del carácter y actitud de cuatro oficiales españoles nubló la providencia de la Expedición Mina. “Durante la navegación”, apuntó el antimilitarista, “tuvo Mina una disputa con ellos”. Y en el desembarco de Norfolk aquellos fueron con el chisme a don Luis de Onís ministro del Reino de España en los Estados Unidos de América “y pusieron en conocimiento todo el plan”. El ministro agradeció la noticia. Solicitó a su personal que atendieran a los oficiales lo mejor posible. Los vio como parte de la restauración del Reino. Éste acudió a avisar a las autoridades correspondientes “para que estorbase la expedición”. Pero la reclamación no procedió pues los estadounidenses consideraron “no ser suficientes los datos en que su reclamación se fundaba”. Así que Martín Xavier Mina Larrea no tuvo empacho en desembarcar como bien merecía y preparar, con la proveeduría de armas y municiones, su lucha. Pues ninguna ley impedía la exportación de municiones. 18 |


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LAS CALMAS DEL MAR en Haití por el paso del huracán, todavía sin nombre alguno pero que los habitantes del rumbo no deseaban ponerle alguno pues su presidente el general Alfredo Petiani —aquel que facilitó a don Simón Bolívar los medios necesarios para salir de Los Cayos rumbo a las costas de Venezuela para liberar y proclamar la libertad de los esclavos— llamó a reconstituir desde Puerto Príncipe hasta la última aldea la nación haitiana. El general dio ayuda también a Xavier Mina pues supo de la importancia de su misión por los amigos de Lautaro. Como lo identificó otro grupo de mareantes franceses —los de la capa al hombro*— se unió al de la expedición que saldría a la mar un jueves 24 de octubre del año en curso. Volvieron en aquel momento las bienaventuradas calmas. Estas retardaron el viaje y apareció la fiebre amarilla. El susto paseó por el buque, pero la muerte llegó precisa hacia el bergantín y la goleta. Y esta última sufrió tanto que tuvo pérdidas humanas y se vio en la necesidad de ser arrastrada por el bergantín. Iba rumbo a San Luis ó Galveston, pero la fecunda labor del doctor Hennessy detuvo la tragedia. *Ola de aventureros, la consideraron algunos. | 19


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En las islas Caimán “se proveyeron de tortugas, con cuyo alimento y viento frescos —que comenzaron a soplar— la epidemia cesó y la expedición siguió su derrotero”, hasta llegar a la isla de San Luis un domingo 24 de noviembre entrada la tarde. Ya en tierra fueron recibidos por el comodoro Aury gobernador de la provincia de Tejas y general del ejército mexicano. Les ofreció “víveres frescos, con los cuales acabaron de restablecerse los enfermos”. Pero los vientos del Norte obligaron a los expedicionarios a proceder en consecuencia. Guardaron víveres y municiones en un casco viejo anclado en el puerto e instalaron un campamento donde Mina comenzó por organizar los cuadros de los regimientos. Las calmas en el papel, por el señalamiento del puño y letra —vertido desde el pensar, el sentir y el hablar— era testimonio impecable del valor y astucia del buen soldado: iniciación además de la proclama de los motivos de su expedición libertaria. A Mina lo movió no “la venganza ni otras bajas pasiones, sino el interés nacional, principios los más puros y una convicción íntima e irresistible han influido sobre mi conducta pública y privada”, pronunció. Por eso fundó la Guardia de Honor del 20 |


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Congreso Mexicano donde participaron el coronel Young, el teniente coronel Myers, el conde de Ruuth, entre otros hombres notables. A SU ARRIBO A Galveston en los Estados Unidos de América lanzó una proclama en el acre verdor del sábado 22 de febrero de 1817 al mediodía, que comenzó a circular en hojas volantes impresas por el doctor Infante: “Permitidme, amigos, permitidme participar de vuestras gloriosas tareas, aceptad la cooperación de mis pequeños esfuerzos en favor de vuestra noble empresa… Contadme entre vuestros compatriotas”. Pero en el Bajío, un apunte anónimo y sin fecha afirmaba que, “el perverso Mina contaba con 400 hombres y que salió el ejército con dirección a Tejas para impedir cualquier invasión. Con él se halla aquél célebre dominico Mier, que se expatrió de México para España y que tanta guerra nos dio en el tiempo de las Cortes con su pluma sangrienta y revolucionaria”. Prontamente recaló por el río Santander en Soto la Marina y se abrió paso, poco a poco, por Valle del Maíz [Tamaulipas]; Peotillos y Real de Pinos [San Luis Potosí] hasta llegar al Fuerte del Sombrero [Guanajuato] con 300 hombres, para unirse a las huestes | 21


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de don Pedro Moreno “el Toro” y pactar un ataque certero a la villa de León y sus inmediaciones tomadas por los soldados realistas, fieles al absolutismo español con el Mariscal Pascual Liñán a la cabeza, estuvieron entre sus planes más precisos. Mina recordó aquel papel difícil que tuvo en Pamplona cuando daría el aliento a la rebelión para combatir a los honrados patriotas que defendían, con su sangre y su vida, a salvar a la nación y al rey Fernando VII. Lo que no sabía, y le esperaba, era que la posterior Junta de Jaujilla —con el doctor don José de San Martín y con don Antonio Cumplido comisionados— lo nombraría con el mando superior ante el celo del padre José Antonio Torres teniente general que lamentó la designación y auguró un mal destino: “Del monte sale quien el monte quema”. ALAMANCILLO LLAMÓ LA atención cuando escribió en el pliego —con buena tinta— que, en los primeros días de julio, de próximo a encontrar los 140 mil pesos del Marqués del Jaral y que se redujeron a 107 mil por el robo ocasionado por algunos soldados que se dieron a la fuga, “Mina, en medio del desengaño que ya tenía, puesto en una situación de que no podía salir, se 22 |


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empeñó en hacer todos los esfuerzos conducentes para hacer triunfar el partido que había abrazado, y con los recursos que le proporcionó la presa del Jaral, e hizo que se trabajase sin descanso en habilitar armamento y municiones, y en hacer vestuarios y calzado, que contrató en la misma villa de León ocupada por los realistas”. El contrato con los zapateros de León, así como con los curtidores y talabarteros, además de la sastrería, vio ganancia en ellos. Fabricar todo esto para 300 hombres era una fortuna. En el pequeño taller de don Fernando Gómez Cerrillo hicieron la corambre al lado de Chon «el Capa Negra». Luego los Vega curtieron las pieles. Los Plasencia hicieron zapatos. Don Alfredo Gutiérrez Álvarez e hijos cosieron alforjas y otros enseres que marcaron con dos letras ocultas que daban cuenta de aquella primigenia Sociedad de los Caballeros. Los Porras fabricaron los arreos de los jinetes y las bestias. La prendería fue de La Moderna. Ya repuesto del engaño Mina recibió lo demandado por medio del merchante Ricardo Rocha Aguilar «el Negro» quien fungió como negociador. | 23


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Los rebeldes celebraron aquel momento con el atavío para la guerra en el cálido verano de la geografía central del Reino de la Nueva España y que, el Barón de Humboldt, consignó con soltura en diversos detalles aquel lugar en sus apuntes de 1803. Otros recordaron la letrilla compuesta por el doctor Joaquín Infante convertido ya en auditor de la división auxiliar de la República mexicana y cantaron al unísono: Acabad mexicanos, De romper las cadenas, Con que infames tiranos Redoblan vuestras penas. De tierras diferentes Venimos a ayudaros A defender valientes Derechos los más caros. En vuestra insurrección, Todo republicano Toma gustoso acción, Quiere daros la mano. Acabad mexicanos…

Los que apenas sabían castellano, como el mareante londinense de raza negra George «el del Catalejo», tararearon la letrilla con la música como pudieron y de pie pulsaron la 24 |


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comunión del grupo. Mina dispuso su marcha. EL ANUNCIO DE QUE el brigadier Pedro Celestino Negrete salió de la villa de León y por ende se quedaron sin protección de tropa realista alguna, favoreció a los planes de Martín Xavier Mina. Su servicio de espionaje fue eficaz y procuró no llamar la atención en el recorrido desde el llano abierto hasta la sierra. Era sábado. La tropa estaba en buenas condiciones a pesar de las molestias de las lluvias de la temporada por el rumbo del Sombrero. Mina decidió atacar por sorpresa con 500 hombres y una pieza de artillería. El destacamento sabía que la noche del domingo les favorecía porque era día de guardar. Pero no contaban con el encuentro fugaz de una partida de soldados realistas a quienes evitaron lo más posible. Esto alertó a los patriotas del rey ya que dieron aviso. Para el asedio, Mina y sus hombres llegaron de Ibarrilla por el camino de Santa María de los Lagos. Cruzaron el río de los Gómez por un ligero vado. No encontraron fortificación alguna, al menos por el momento, para la defensa de la villa. | 25


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La corriente del río era leve y no profunda por el remanso a pesar de las lluvias. Los caballos resistieron el paso firme. Los de a pie también. Todos se condujeron sobre una barriada de la villa donde la población veneraba al patrono de España, el Apóstol Santiago. En aquel sitio sus habitantes vieron con alarma el movimiento de las tropas realistas y se resguardaron más en sus modestas casas de una sola planta con ventanales cubiertos de rejas y con macetas en las guarniciones. Las calles tiradas a cordel quedaron completamente vacías en un pis pas. Un grupo de los insurgentes avanzó sigilosamente por el resbaladizo callejón de indios, en la plazuela de Santiago, hasta la cuadra que llaman del Codo donde comenzó la refriega del combate. La batalla fue progresiva e intensa. La guardia realista, con cierta ideación de combate frontal no se arriesgó ya que prefirió retroceder hasta el Fortín de San Antonio donde le formularon las primeras bajas por los pistoletazos lanzados a los insurgentes. Los gritos de los hombres, como lamentos en el camposanto, fueron similares entre un bando y otro. Mina conminó al avance de sus tropas y 26 |


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llegaron, por la segunda cuadra de la Puerta del Campo, hasta tomar la cuarta y, después, la tercera cuadra del Sol, en convergencia de las calles Sirena y Olvido, para combatir con astucia. El avance precipitado del Teniente Coronel Gabriel Márquez y sus hombres, quienes treparon por las paredes de las casas y subieron a las azoteas, provocó la reacción de los adversarios quienes los abatieron prontamente. Al tomar el Mesón, que llaman de las Ánimas, les sobrevino una afrenta mortal. La muerte se posó sobre uno de sus más fieles amigos de Mina: Gabriel Márquez quien fue destrozado por una descarga. Además de la muerte de otros tantos soldados, incluyendo al de raza negra: George «el del Catalejo». El intrépido Xavier Mina les lloró. Y recordó la infausta caída de Porlier. Las fuerzas realistas tuvieron una sensible baja de hombres, pero fue mayor la de los insurgentes, entre muertos, heridos y prisioneros sumaron 180. “Cómo defender ahora el Fuerte del Sombrero”, pensó Mina mientras daba órdenes de retirada. Apareció la Luna en el firmamento. El puñado de luz emitido anunció la entrada a la profunda noche. Aquel vestigio les ayudó | 27


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a resurgir cuanto antes del amargo suceso vivido y abandonaron la villa leonesa casi tomada. ES VERDAD QUE EL EXTRAVÍO llega en un momento de la vida cuando nadie se lo espera. Así pensó don Lucas Alamán cuando a la luz de la vela leía lo escrito días atrás. Recordó que luego de la profunda noche llega el amanecer de otro día. Así que anotó el cortesiano refrán: “Al alba dar en sus enemigos”. Pero aquella cavilación, no exenta de simbolismo, encajó de sobremanera en cómo la dispersión en la sierra se le dio a Mina, con cierto aliento, pero también a don Pedro Moreno, ante hombres como don Anastasio Bustamante y Villaseñor conocedor del rumbo. Alamancillo continuó la escritura de su relato. Anotó que tanto el mariscal Pascual de Liñán, y los demás cabecillas, fieles al Rey, Francisco de Orrantia, Juan Ráfols, Pedro Celestino Negrete y José Ruiz, habían ocupado Querétaro, Guanajuato, el pueblo de Dolores, San Felipe, Silao, León hasta copar el Fuerte del Sombrero la tarde del jueves 31 de julio. La división hecha por Liñán funcionó de 28 |


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manera asertiva pues la mañana del viernes 1º. de agosto los cañones rompieron el fuego contra las trincheras del Fuerte. Los que defendieron el sitio, “300 a 400 tunantes” a decir del comunicado de Orrantia al comandante Francisco Falla, venidos de “los pelotoncitos de pícaros despreciables”, según José Mariano Reynoso en carta dirigida también a Falla, saben lo que es padecer dolor, sed y hambre. Las noches posteriores del jueves 7, viernes 8 y posteriores, hasta llegar al martes 12 del augusto mes, Mina no pudo acercar la suficiencia de galleta y maíz a los suyos. Pero mientras Liñán pedía maíz para la caballada e informaba a Falla que los rebeldes intentaron introducir víveres y agua en el Fuerte, fueron rechazados, uno de los insurgentes pronunció estas palabras: “La chingada hambre que nos recuerda que somos de carne y hueso: hombres mortales pues”. Tres días más tarde, un certero ataque de Liñán, desde una colina, produjo la baja del coronel Young. Luego de conferenciar con Bradburn y el doctor Henessy, dijo: “¡El rechazo es completo, gracias a Dios por la victoria!”. Y le cayó una granada que lo derribó. Sus compañeros le rindieron honores por su valentía y lo dejaron solo en su gloria. | 29


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Pero si antes, en la casi tomada villa de León, le habían herido una arteria a Martín Xavier —por la pérdida de su amigo Gabriel Márquez en el Mesón de las Ánimas— ahora le daban en un resquicio del corazón que apenas bombeaba la suficiente sangre para vivir. LA HUÍDA DE DON PEDRO MORENO fue inevitable. La de Mina también. Sus soldados fueron abatidos por un rencoroso Liñán que ordenó fusilar a todos: “Prisioneros, heridos y enfermos”, dijo, “todos los que hay en el hospital”, remató. Entre ellos un negro social de los extranjeros venidos con el traidor Mina. La consigna era determinante: “Atajar los pasos al traidor” pues de lo contrario “nos dará mucho qué hacer y nos pondrá en consternación”. Pero el soldado español que sabía de las sacudidas de las batallas, vengó a los suyos días más tarde cuando atacó la Hacienda del Bizcocho y allí mismo dio la orden de matar a 31 hombres de los 70 de la guarnición atrapados. “Que formen el pelotón y los fusilen”, sentenció. Y concluyó la orden con otra mani30 |


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festación del ojo por ojo y diente por diente: “¡Quemen la hacienda!”. El clérigo Torres quien defendía las fortificaciones del cerro de San Gregorio previas al Fuerte de los Remedios se descubrió la cabeza. Pronunció una oración en voz baja y se santiguó. Después se colocó el sombrero. Acto seguido, alertó a los suyos para saber pelear por lo que les pertenece y, aún más, sentenció: “Defendamos a los beneméritos de nuestra patria”. Y, como final del cuadro, culminó su proclama al insistir: “No importa que nos llamen facinerosos”. EL VAIVÉN DE LA GUERRILLA obligó a todos a repensar las estrategias de batalla para fincar bien los ataques, para tomar y defender alguna congregación como los Sauces, por ejemplo. Y más en el mes de octubre cuando la luna hace de las suyas y encanta a quien la mira fijamente. Por ello, decían algunos, malicia al cautivo. Así Xavier Mina ocupó San Luis de la Paz, luego fue contra San Miguel el Grande y después sobre Valle de Santiago. Mientras el padre Torres guarnecía el cerro de San Gregorio el contingente retrocedió hacia la Sierra de Guanajuato y su líder optó por | 31


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encontrarse con El Toro, Pedro Moreno, en Silao. El adalid navarro no tuvo tregua. Pensó que lo mejor era combatir de frente y hombre por hombre contra el enemigo: guerrilla pura. Pero la sorpresa de su proceder, ahora, fue harto conocida. Con sus hombres, el coronel Orrantia, rumió que “es buena señal que el perverso Mina esté en la Hacienda de la Caja. Ya tiene medida la mortaja pues bajó del cielo. Ora nomás hay que empujarle a ella”, dijo con sorna hablando en tono mexicano. Pero la indisciplina de los hombres de Mina fue decisiva. Este se dirigió al rancho de Paso Blanco y luego a Jaujilla. Pensó en atacar Guanajuato y liberar el Fuerte de los rebeldes. Afincadas las tropas realistas, donde el cura Hidalgo y los suyos hicieron lo que les convino tiempo atrás, propinaron la retirada de los libertadores. La dispersión fue mayor y tomaron rumbo al Mineral de la Luz. Allí disolvió su grupo. La mañana era fresca y asomó ya una de las primeras heladas del rumbo. El domingo 26 de octubre llegó al rancho del Venadito con los hermanos Moreno, don Pedro y don Pascual. 32 |


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Las recientes apariciones de la luna, en el fragor de las batallas, dieron por sentado a Martín Xavier que tal vez el infortunio lo perseguía. Uno de sus allegados le mencionó que eran rumores sin fundamento: “Esas son herejías mi señor. Cosa de la gitana endrina. No pierda la cabeza”, le dijo. “Pero ¿ya no me dejará?”, preguntó el creyente. “Nunca”, sentenció la gitana, en voz del practicante. Aquella creencia, en la cabeza del soldado, no fue suficiente para despejar aquel pensamiento enclavado en el cielo por donde el ir y venir —del sol y la luna— hacían de las suyas hacia la tierra adentro, así como la revolución en la memoria de Martín Xavier. Y la siempre dispuesta luna, vigilante nocturna, sagaz por las mañanas e intrépida por las tardes, se notó y pareció recordarle, como a los antiguos mexicanos la lucha de la Serpiente Emplumada contra los 400 surianos. Mina no midió la caída de don Pedro Moreno por la batalla que sostuvo contra Orrantia —al día siguiente— y… supo, de nueva cuenta, cómo ser solitario/solidario por la pérdida de un hombre que piensa y deja su cuerpo sin memoria —por el cerce| 33


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namiento de su cabeza— es agua quemada, pensó. En comunicación formal los realistas apuntaron a don Francisco Falla: “La cabeza del rebelde Moreno [está dispuesta], para que en primera ocasión la dirija Vd. al comandante de Lagos”. Al soldado navarro entonces le sobrevino el quebranto cuando cayó en manos de los opresores realistas. “¿Dónde quedaron aquellos 800 hombres que defendieron el Fuerte?”, se preguntó el detenido sin tener noticias relativas a los rebeldes. “¿Indultarse o perecer? Lo primero nunca. Lo otro, sin remedio, por la libertad”, dijo para sí. Pero el pronóstico de una paz octaviana, por lo aquí relatado, pareció muy próxima, deslizó Alamancillo sobre el papel. EL ENOJO DE ORRANTIA fue singular. “Seguir y seguir a este miserable traidor y su gavilla”, y soltó una carcajada al ver a Martín Xavier venido a menos. Tomó su sable. Le arrojó un par de golpes sobre la humanidad del libertador español: “¡Zis, zas! ¡Zis, zas!”. Al recibir los sablazos Mina les recor34 |


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dó: “españoles ¿de cuándo acá la felicidad consiste en la degradación de una parte de nuestros hermanos?”. El soldado siguió en pie, digno, aun con las risas y burlas de sus enemigos, quienes le consideraron como “verdadero rebelde, traidor al Rey”. Habría que castigarlo como tal. Y profirió las siguientes palabras: “Siento haber caído prisionero; pero este infortunio es mucho más amargo por estar en manos de un hombre que no respeta el nombre español ni el carácter de soldado”. Otros soldados realistas detuvieron la burla. Más de alguno bajó la cabeza por vergüenza. Orrantia enfureció más, pero bajó también la guardia del sable y dio órdenes de poner los grillos en los pies. Después conducir al prisionero a Silao y luego a Irapuato. La escolta no mencionó palabra alguna más en el camino. Orrantia fue a la vanguardia del grupo. Miró el paisaje otoñal y se quejó del sol que no le calentaba ni las chingadas nalgas. Sintió frío. Y la bocanada de aire, que tomó, le hizo arrojar cierto vapor al ambiente como braza a punto de prender. Lo mismo hizo su inquieto caballo cuando bufaba. | 35


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Horas después llegaron al campamento de Liñán frente al Fuerte de los Remedios. Los vítores por la detención de Mina fueron muchos en el gobierno virreinal. A los aprehensores los premiaron según la costumbre: dinero, ascenso en grados militares, títulos. Hasta un escudo que conmemoró el hecho fue realizado. Todo por detener a quien pensaba que sería mejor, este mundo, cuando no haya monopolistas que sostengan el despotismo. PARA CUMPLIR SU CICLO la Luna dio luz a un corazón postrado, pensó Alamán mientras sostuvo sus anteojos glaucos —ópticamente inservibles—. Escribió con su letrilla hondonada: “Desde las entrañas de la penumbra baja una especie de ala del cielo y cubre la piel del patriota. Los rayos del sol acariciaron las nubes. Y estas se dejaron llevar por el aura. El arrullo del viento permaneció incólume porque nadie habló”. El pelotón de fusilamiento se alistó. Era un martes 11 de noviembre de 1817. ¡Que no se olvide esta fecha! La luna viajó por su órbita definida y el frío de la hora nona también. Martin Xavier Mina fue conducido al ce36 |


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rro del Bellaco. “Le va bien el nombre a este”, dijo su captor, “bellaco”. Y lo repite sin cesar: “¡Bellaco! ¡Bellaco!”, y le escupió. El hijo de Otano está sereno y consciente. Respira tranquilo. Lleva aire no sólo a sus pulmones sino también a su cabeza. Sus hombros suben y bajan como la franca persecución del astro rey sobre la luna. Aquel soldado español, de origen navarro, que proclamó por estas tierras aquello de: “Permitidme, amigos, permitidme participar de vuestras gloriosas tareas, aceptad la cooperación de mis pequeños esfuerzos a favor de nuestra noble empresa… Contadme entre vuestros compatriotas. Ojalá que yo pudiese merecer ese título haciendo que vuestra libertad se enseñorease, o sacrificando mi propia existencia. Entonces decid a lo menos a vuestros hijos en recompensa esta tierra feliz fue dos veces inundada en sangre por españoles serviles, esclavos abyectos de un rey; pero hubo también españoles amigos de la libertad, que sacrificaron su reposo y su vida por nuestro bien”, está a punto de morir… MINA ES FUSILADO por la espalda. Su cuerpo está abatido. El corazón aún le late: Un-dos, un-dos, un… Unos segun| 37


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dos más de vida, pero… el meollo detuvo su andar. La sangre irriga ahora el campo y no más al ser. La hierba silvestre —en el áspero breñal— arraiga y absorbe un cuerpo que la soledad y el desconsuelo formaron. Una raicilla extraña llegó al suelo mexicano: Tierra-sangre en un nuevo Edén próximo a resurgir. Pero las soeces maledicencias no dieron contentamiento a los déspotas. La implosión del momento arrojó un chorro de vida a los insurgentes como cuando hicieron, unas cuantas horas atrás, los hombres libres del Fuerte del Sombrero con don Pedro Moreno como tutor y con la ayuda de doña Rita Pérez e hijos, juntamente al valeroso hombre. El ocaso llegó y un aire confidencial, de manera misteriosa, arrojó un último alarido: soplo efímero del soldado venido a menos. A Mina le estallaron los oídos, la cabeza y su quijada quedó deshecha… En la tierra su cadáver, con pecho a tierra echó raíz (un hombre adámico) bajo la fría luna de noviembre. “¿Y ahora?”, Alamancillo detuvo su pluma. Preguntó para sí mismo: “¿Cabrá una endecha sobre el lastimado cuerpo y cora38 |


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zón del militar de honor quien, adicto al plan original, luchó por la Independencia novohispana?”. *** “Certifico que hoy día de la fecha, a las 6 de la tarde, se me ha llamado para reconocer el cadáver del traidor Xavier Mina, el que llevaba dos horas de fusilado, en el que, reconocido, encontré una herida bastante grande en la cabeza, en el hueso occipital, quedando el dicho hueso completamente fracturado, pues las balas causantes de la citada fractura, salieron por la boca, padeciendo ambas mandíbulas; otra herida en las espaldas, causada por la misma arma hasta perforarle el pecho, cuyas heridas son físicamente mortales, como se verificó en dicho cadáver. Esta es la verdad, la que doy fe en el crestón del Bellaco, a 11 de noviembre de 1817. Doctor Manuel Falcón cirujano del primer batallón americano. *** “Mi corazón está brotando flores en mitad de la noche”, leyó un versículo del Can| 39


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to del Tamal-de-Agua la doctora Guadalupe Jiménez Codinach quien no paró de pensar en el héroe español —pro-americano— al recordar algunos detalles de los veintitrés archivos que revisó y estudió en Londres que involucraban al héroe patrio. Previo a su viaje a la ciudad de León de los Aldama —otrora villa de san Sebastián y antes de san Diego— para dictar una conferencia magistral sobre M. X. Mina por los doscientos años del acontecimiento, observó más datos del mecanuscrito que le fue enviado a su domicilio del otrora San Miguel el Grande hoy de Allende, por un pariente cercano del poeta municipal y rusticano Triunfo Manrique, León Manrique-Cohen para sugerir el bien de la historia por aquello de los huéspedes literarios. La especialista en Historia de la Independencia posesionó sobre la hoja en blanco, con su letra manuscrita, el argumento que sigue, citando a don Alfonso Reyes: “En el conjunto de los hechos humanos de la Independencia nacional siempre es importante la mesura, puesto que —y citó a Quevedo— se equivoca quien llamó hermanas las letras y las armas, pues no hay más diferentes linajes que hacer y decir”. Y comenzó la redacción de su respuesta. 40 |


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APÉNDICE De las páginas escritas con viveza por Alamancillo y que va colando en su ministerio, agregó, días más tarde, una hoja más al cartapacio: “A Xavier Mina se le recuerda como Benemérito de la Patria en grado heroico dado por el Soberano Congreso Mexicano el 23 de julio de 1823. Sus restos, luego de ser exhumados el 27 de agosto de 1823 salieron rumbo a diversas ciudades para reposar, primero en la Catedral Metropolitana, donde fueron colocados, temporalmente, en la capilla de San Felipe de Jesús y luego en el Altar de los Reyes.

Luego a lápiz una notación harto liberal:

Allí le rinden culto los patriotas liberales de la Logia Lautaro”.

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CODA En 1925 los restos de Martín Xavier Mina Larrea (1789-1817) fueron trasladados a la Columna de la Independencia, donde ahora reposan. Con motivo de la conmemoración del Bicentenario del inicio de la gesta de la Independencia de México (2010) su nicho, en la citada columna, fue restaurado. El lozano soldado español es uno de los padres de la Patria mexicana.

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El Autor agradece el apoyo desinteresado, técnico y económico de: Olimpia Zapata Padilla Ricardo Rocha Aguilar para llevar a cabo esta empresa literaria que abona a la industria creativa. | 43


Bajo la fría luna de noviembre de don Juancarlos Porras i Manrique conmemora el Bicentenario del arribo y ascenso a la historia patria mexicana de Martín Xavier Mina Larrea. Se terminó de imprimir y encuadernar en noviembre de 2020 en León, México. La edición, que consta de 200 ejemplares numerados y firmados, estuvo al cuidado del autor y de Dorian Fernando Cano Mendoza de Almanza de Grupo Ochocientos.

EJEMPLAR No. ____ /800/5781

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