CRÓNICA LEONESA No. 1

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Después del 2 de enero

enero-marzo 2022 #1

La victoria de los ciudadanos DESPUÉS DEL DOS DE ENERO DE 1946 1


CRÓNICA LEONESA SEGUNDA ÉPOCA Número 1

ÓRGANO DE DIVULGACIÓN DEL CRONISTA MUNICIPAL DE LEÓN SECRETARÍA DEL AYUNTAMIENTO H. AYUNTAMIENTO DE LEÓN, GTO. 2021-2024


Presentación

MUCHO QUE CONTAR

C

rónica Leonesa nació bajo la tutela del cronista Carlos Arturo Navarro Valtierra, dando espacio a una extensa serie de temas que abordó o retomó con el mismo espíritu que moldeó el conjunto de su obra: poner a disposición del lector la información y las referencias que permitan construir una idea general sobre los muy variados tópicos de nuestra historia e identidad. Esa primera epóca, sellada por la partida de su autor, se extendió de noviembre del 2015 al mes de abril del 2020. Retomando ese ánimo de divulgación, surge esta segunda época de Crónica Leonesa, ahora en versión digital. Sí, con otro estilo, buscando distintos ángulos y usando otros recursos, pero con objetivos similares: abrir nuevas ventanas, releer los hechos, acicatear los recuerdos y documentar los imaginarios. Más aún, aclarar algunas dudas y sembrar otras tantas, para que no dejemos de preguntarnos cómo es que se ha forjado esta ciudad y el carácter de su gente. Que sea de su agrado este y todos los números que vengan, porque felizmente, tenemos muchas cosas que contarnos. Luis Alegre Vega Cronista Municipal de León


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Después del 2 de enero

H. AYUNTAMIENTO DE LEÓN, GTO. 2021-2024

MTRA. ALEJANDRA GUTIÉRREZ CAMPOS Presidenta Municipal MTRO. JORGE DANIEL JIMÉNEZ LONA Secretario del Ayuntamiento C. LUIS ALEGRE VEGA Cronista Municipal CRÓNICA LEONESA (segunda época) es una publicación trimestral a cargo del Cronista municipal de León bajo el auspicio de la Secretaría del Ayuntamiento. Registros en trámite.

LA VICTORIA DE LOS CIUDADANOS Después del 2 de Enero de 1946

Editor Luis Alegre Vega Apoyo documental Ana Alejandra González Vallejo y Cecilia Guadalupe Hernández Zárate Diseño editorial BearLab/ Reed Multimedia S. de R.L. de C.V.

Oficina del Cronista Justo Sierra 216, Centro Histórico luis.alegre@leon.gob.mx

CRÓNICA LEONESA Enero-marzo 2022


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Después del 2 de enero

DESPUÉS DEL DOS DE ENERO

L

a tarde del 19 de febrero de 1946, Carlos A. Obregón rindió protesta como presidente de la nueva Junta de Administración Civil que gobernaría en León a partir de ese momento y hasta el 31 de diciembre de 1947.

Antes que convocar nuevamente a elecciones, el gobernador provisional del estado, Nicéforo Guerrero, prefirió entregar directamente el mandato al abanderado de la Unión Cívica Leonesa (UCL). Así se cumplía la voluntad popular de los leoneses y se cerraba simbólicamente el funesto episodio provocado por la imposición del candidato oficialista. Esta primera edición de la segunda época de Crónica Leonesa versa sobre lo ocurrido entre el 3 de enero y el 19 de febrero de aquel año y particularmente, sobre la toma de posesión del candidato opositor, para lo cual reproducimos las crónicas publicadas al día siguiente en la edición extraordinaria del semanario La Voz de León, fundado por los hermanos José y Alfonso Trueba, ex sinarquistas y miembros de la propia UCL, así como el discurso íntegro del nuevo edil y el comunicado del Gobernador sobre el tema, piezas que en su conjunto, representan un venturoso epílogo luego de los trágicos hechos del dos de enero de 1946. Sirva esta versión de los hechos para documentar e ilustrar los acontecimientos sucedidos hace ya 76 años, los cuales, al representar finalmente un triunfo de los ciudadanos, habrían de marcarnos como cuna del Municipio Libre, refrendando a su vez el espíritu de una ciudad que no se vence jamás ante la adversidad.

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CORRIDO DE LOS SUCESOS DEL 2 DE ENERO

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Voy a quitarme el sombrero para empezar a cantar lo que pasó el dos de enero... ¡Ni me quisiera acordar!

El miércoles dos de enero cuando el sol ya despuntaba, la gente salió a la calle a averiguar qué pasaba.

Oiga toda la Nación como a unos hombres cabales asesinaron en León los soldados federales.

Y fue muy grande su muina al ver que la imposición nombró a Quiroz presidente Y no a Carlos Obregón.

Fue una terrible matanza ¡Hay, que de sangre corrió! Lloro nomás de acordarme lo que mi pueblo sufrió.

¡Oh, que burla tan sangrienta para este pueblo tan leal, que siendo así se le enfrenta, aunque pague bien por mal!

Querían municipio libre todas las gentes de León, y el 16 de diciembre votaron por Obregón.

Como señal de protesta el trabajo se paró y como es un día de fiesta pronto el jardín se llenó.

Pero el partido Perreme el triunfo desconoció y aquí fue donde la gente como un león se levantó.

¡Qué coraje se miraba en este pueblo burlado! ¡Su libertad y su honor se lo habían atropellado!

¡Hay, que pueblo tan valiente en defender sus derechos! ¡Todos pusieron de frente a los fusiles los pechos!

Al ver al pueblo furioso, Quiroz cambió de repente Y a Trueba Olivares dijo: “Por favor, calmen a la gente”.

“Esta gente no se calma”, Le contestó al Licenciado, “Renuncie a la Presidencia y el asunto está arreglado”.

Hombres, mujeres y niños como espigas se doblaban; ¡Ni ante la sangre inocente los soldados se paraban!

Quiroz se fue a Guanajuato, pero el pueblo insatisfecho exigía triunfo completo o morir por su derecho.

¡Pobrecitas criaturitas que en esa noche cayeron! ¿¡Cuál fue el crimen horroroso que esos niños cometieron!?

Así pasaron las horas, con el comercio cerrado, y el pueblo como una fiera por las calles enojado.

¿Y cuál fue el crimen, señores, de los hombres balaceados? Solo pedían una cosa: ¡Gobierno de hombres honrados!

Ricardo Hernández Sorcini, presidente de la Unión, estaba en las oficinas, en permanente sesión.

¡Madre Santa de la Luz, ten compasión de tu pueblo! Dile al Señor en la cruz que le dé paz y sosiego.

A las nueve de la noche, ¡Qué hora tan señalada! empezó la balacera contra la gente agrupada.

Yo vi correr mucha sangre en tan terrible desgracia, ¡Que caro cuesta a los pueblos conquistar la democracia!

¡Qué crimen tan mas villano pues la gente no iba armada! ¡El feroz coronel Cano ordenó carga cerrada!

Yo pregunto respetuoso si la misión del soldado es asesinar al pueblo cuando lo ve desarmado.

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Después del 2 de enero

No, soldados mexicanos, vuestra sagrada misión no es asesinar hermanos, sino darles protección.

Los doctores muy activos y también atribulados curaban a los heridos con los ojos empañados.

Pero esos que ametrallaron a hombres valientes y leales, no son soldados, señores, son los peores criminales.

Nuestros buenos sacerdotes ¡Qué celosos y que amantes! Los santos óleos ponían a muchos agonizantes.

Los federales tiraban hasta contra la Cruz Roja; al decirlo da tristeza y hasta el alma se acongoja.

¡Qué noche tan espantosa! ¡Los perros tristes aullaban y en el cielo las estrellas parecía que hasta lloraban!

Ya no quiero referir tan horrenda matazón, que nomás de recordarla se me parte el corazón.

¡Oh, mi gran pueblo de León, pueblo valiente y honrado, Contigo en mi corazón tus desgracias he llorado!

Cuando se oyó el tiroteo, todo León se conmovió; Las familias preguntaban: ¡Qué ha sido lo que pasó?

Por tu valor y tu nombre eres un León de verdad, con tu sangre conquistaste tu honor y tu libertad.

Desde el centro hasta los barrios se escuchaban las sirenas de la Cruz Roja que andaba mitigando tantas penas.

Aquí termina el corrido, voy a ponerme el sombrero; Señores les he cantado lo que pasó el dos de enero.

En el puesto de socorros yo vi más de 100 heridos, fueron puestos en la sala, y hasta en los patios tendidos.

(Cántese con música del “Hijo Desobediente”) León, Gto., Enero de 1946. A.T. y R.M.

LA VICTORIA DE LOS CIUDADANOS

D

urante las primeras horas del tres de enero, un ejército de doctores, pasantes, estudiantes, enfermeras, socorristas y voluntarios luchaban para salvar la vida de decenas de heridos repartidos entre el hospital civil, la Cruz Roja y un par de sanatorios particulares. Mucha gente iba de uno a otro tratando de saber si sus familiares estaban en la lista de los vivos o los muertos. Solo las madrugadas de las inundaciones de 1888 y 1926 podrían haber sido más dolorosas que la tragedia que se vivía en ese momento. Solo que esta vez no era la fuerza de la naturaleza, sino la vileza de unos cuantos la que ensombrecía en un abrir y cerrar de ojos a tantos hogares. De manera ilegal, como venía ocurriendo desde las elecciones celebradas 15 días antes, el Gobierno del Estado ponía en manos del Ejército la protección de sus intereses políticos, dándole trato de enemigos a sus contrarios. Con esa lógica, el primero de enero reprimieron violentamente un mitin de los simpatizantes de la Unión Cívica Leonesa (UCL) en el parque Hidalgo. Ante la manifestación del día siguiente, no se tentaron el corazón. Militarmente hablando, lograron una victoria absoluta. La plaza estaba a salvo, el enemigo se retiraba con un enorme número de bajas entre heridos y muertos y a cambio, entre la tropa no tenían ni un soldado descalabrado. Todo era perfecto, salvo que sus oponentes eran civiles desarmados. Ni las piedras que les arrojaron los más encendidos, ni las mentadas que les gritaron y mucho menos las exigencias de respeto al voto habían hecho mella a los defensores de la “democracia dirigida” que pregonaba cínicamente el gobernador Ernesto Hidalgo. “Misión cumplida”, podría haberle dicho el torvo coronel Emilio Olvera Barrón a sus superiores. Las autoridades en turno se fueron a la cama creyendo que las balas silenciarían por fin las protestas que generaba la imposición del candidato del Partido de la Revolución Mexicana (PRM), Ignacio Quiroz, como alcalde de León.

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Sin embargo, serían justamente los médicos leoneses los primeros en alzar la voz ante la cobarde represión. Al amanecer de ese mismo día, dirigieron un telegrama al Presidente Manuel Ávila Camacho sin ahorrarse palabra alguna. “Con pena le participamos que anoche (dos de enero) fue ametrallada la multitud en la plaza principal y calles adyacentes, habiendo resultado, hasta estos momentos, treinta muertos y cuarenta y cinco heridos graves e incontables desaparecidos, hombres y mujeres y niños, presentando en su mayoría orificios de entrada por la espalda, producidos por proyectil de arma de fuego de uso del Ejército. Una ambulancia de Cruz Roja fue baleada. Damos la anterior información con carácter médico y como ciudadanos, le rogamos ordenar se den amplias garantías y se castigue enérgicamente a los culpables. Encontrándose detenidas personas que sabemos son inocentes, le rogamos tratarlos con decencia, que sus vidas sean respetadas y que se definan responsabilidades. “Suscriben el telegrama: Isauro Videgaray, José C. Castro, Jesús Rodríguez Gaona, Guillermo Díaz Infante, Adolfo Isla Cosío, Ezequiel Macías, Jesús Solís Segura, Enrique Portillo, José G. Valadez, Pedro Gama Carpio, Carlos Farías Silva, Raúl Aranda de la Parra, Fernando Tejada, Alberto Aranda de la Parra, Armando Hernández Cruz, Vicente Reynoso Vela, J. Arturo Guedea Larios, Fernando González Soto, Mucio Moreno Castañeda, Victoriano Pérez Moreno, Miguel Torres Figueroa, Guillermo Morfín, José Sánchez García, Miguel Padilla, Pablo del Río, Carlos Ramírez Prado, Manuel Gómez Camargo y Alfredo Lozano Padilla”. A la residencia oficial de Los Pinos habrán llegado sin duda muchos más telegramas y telefonazos. Los suficientes para obligar a que el gobernador Ernesto Hidalgo reculara y citara a un respetable grupo de 60 ciudadanos para tratar de recomponer en lo posible el desastre. La reunión fue en el Instituto Lux y el ofrecimiento era desconocer el Ayuntamiento impuesto por él mismo y nombrar una Junta de Administración Civil. Soberbio, el mandatario quiso imponer a uno de los suyos al frente -el abogado Juan José Torres Landa-, pero los convocados no aceptaron. Minutos más tarde, una nueva llamada desde la Ciudad de México -aparentemente desde Palacio Nacional- lo hizo doblar las manos y aceptar la propuesta de los notables convocados.

La gente abarrotó las calles el 4 de enero de 1946 para acompañar a las víctimas de la matanza hasta su última morada. Imágenes del recorrido por Madero y frente al portal Guerrero. Fotografías sin autor identificado/ Colección particular.

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Esa misma tarde, tomó protesta dicha Junta, encabezada por Jesús Pérez Bravo, quien formaba parte de la Unión Cívica Leonesa. Completaban la planilla prácticamente puros afines a la misma: Gonzalo Torres Martínez, G. Sojo, Bonifacio Zermeño y Rubén Cabrera. Solo uno -Ricardo Acosta- era de la confianza de Hidalgo. Esa decisión apaciguó los ánimos en lo inmediato. Era como un empate con sabor a triunfo para los opositores, pero era mayor el dolor que la alegría.

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Al anochecer llegó a León el secretario de Gobernación, Primo Villa Michel. Mientras sus agentes de Inteligencia iniciaban sus propias averiguaciones, él se reunió en el hotel México con los miembros de la nueva Junta de Administración Civil. La cita se prolongó hasta la madrugada. Horas más tarde se dedicaría a dialogar “con todos los sectores sociales, políticos y no políticos, oficiales y no oficiales”, según explicaría a la prensa. A la mañana siguiente, los periódicos de la capital brindaban los primeros reportes y fotografías de las víctimas de la cobarde matanza, haciendo crecer la indignación. En rueda de prensa, el gobernador Hidalgo hacia circo, maroma y teatro para acusar a los imaginarios responsables de “provocar” la represión y negar de paso cualquier responsabilidad en los hechos. “Los ojos de toda la Nación están pendientes de cómo será satisfecha la vindicta pública y muy difícil será que este caso vergonzoso en los anales de la historia política de México, pueda quedar impune, como pretenden los culpables, naturalmente interesados en desvirtuar la verdad de lo acontecido”, sentenciaba un artículo publicado en La Prensa sobre “feroz matanza en León”. Mientras tanto, miles de leoneses salieron a las calles para acompañar el cortejo fúnebre de los mártires del dos de enero, desde la plaza principal hasta el panteón de San Nicolás. Los cálculos más conservadores hablan de 20 mil personas y otros del doble. León tenía entonces 150 mil habitantes aproximadamente. A su vez, las nuevas autoridades locales ordenaron 15 días de duelo. Por primera -y única- vez en el siglo se suspendían oficialmente las Fiestas de Enero. Para el 5 de enero, los leoneses radicados en la Ciudad de México, con el jurista Toribio Esquivel Obregón al frente, convocaban a una marcha en el Ángel de la Independencia y pedían ir de luto. Los manifestantes exigían la intervención de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Lo mismo solicitaron la Barra de Abogados y la dirigencia de Acción Nacional. Aquello propició un debate que encabezó el ministro leonés Hilario Medina. Los magistrados, por abrumadora mayoría, decidieron abrir una investigación sobre los hechos ocurridos en León. Finalmente, la noche del 7 de enero, el propio Ávila Camacho fue más allá y pidió a la Comisión Permanente del Congreso la desaparición de poderes en el estado. Los legisladores correspondieron al día siguiente, nombrando gobernador provisional al también guanajuatense Nicéforo Guerrero, ministro de la Corte.

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Aquello era histórico: los tres poderes de la Unión se aliaban para hacer justicia al pueblo leonés. Diez días antes, una comisión de la UCL se había reunido, infructuosamente, con representantes de los mismos tres poderes para pedir que se respetara la voluntad de los leoneses. Se tardaron casi 30 muertos y no menos de 100 heridos en reaccionar. La primera acción del nuevo Gobernador fue venir a León y ofrecer todo su apoyo para recomponer las cosas. “Consagraré todos mis esfuerzos al pronto restablecimiento de la tranquilidad indispensable para que nuestro honrado y laborioso pueblo no interrumpa la trayectoria de su progreso moral y material”, había declarado el licenciado Guerrero al tomar posesión. El punto es que tal progreso, en lo que tocaba al Gobierno, no se había interrumpido, simplemente no existía. Más aún, en aras de tal progreso, el alcalde saliente, doctor Salvador Muñoz, contrató un crédito millonario para emprender las obras de introducción del drenaje y agua potable, así como la urgente pavimentación de la ciudad. Eran un reclamo que llevaba décadas. En menos de año y medio, los constructores se acabaron el dinero comprometido y llevaban las obras a medias y de pilón, mal hechas. Y faltaba pagar el oneroso crédito que dejaba las finanzas públicas en vilo. La ineficiencia y corrupción de las autoridades y sus comparsas despertó la mayor indignación y enojo en la ciudadanía, que terminaría por respaldar a la entonces naciente Unión Cívica Leonesa en la búsqueda de un gobierno honrado y a la altura de su pueblo. Y es que en esa época todo le dolía a León. A pesar de generar cuantiosos recursos el trabajo de su gente, las autoridades de todos los niveles le tenían en el peor de los abandonos. Faltaba un hospital moderno, nuevos mercados, muchas escuelas -ni pensar en una universidad- para la creciente población y se carecía de suficiente energía eléctrica para sostener la pujante industrialización de sus empresas. Y así como no tenía la ciudad nuevas calles o avenidas, tampoco las carreteras circunvecinas estaban terminadas después de largos años de obras a cuentagotas Los servicios públicos municipales eran igualmente insuficientes; los bomberos tenían un solo carro antiguo y obsoleto -cabe recordar que en 1945 se incendió y destruyó el portal Bravo ante la falta de agua y equipo- y la Policía era chiquita, pobre y corrupta.

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Lo único que hacía verdaderamente felices aquellos días era el futbol. Y ahí sí, el anterior gobernador -Enrique Fernández Martínez- cumplió la promesa de construir el primer estadio moderno de la ciudad, edificado sobre los antiguos terrenos de la llamada Huerta de Uraga (actual esquina de López Mateos y Miguel Alemán) y bautizado justo con su nombre en reconocimiento a su obra, aunque la cuenta final la pagaría su sucesor, Ernesto Hidalgo. El surgimiento del equipo León y su fulgurante debut en el también naciente futbol de paga en 1944 suponía un fenómeno en términos de orgullo e identidad. Al año siguiente nacía un segundo equipo profesional en la ciudad, el San Sebastián, cuyos directivos, encabezados por Alfonso Guerra, habían encontrado un socio fuerte en la persona del empresario Carlos A. Obregón -el mismo que en diciembre de 1945 aceptó la candidatura de la Unión Cívica Leonesa- para construir su propio estadio en una fracción del rancho de La Martinica. Justamente sería el futbol el encargado de romper el duelo por la matanza del dos de enero. El domingo 20 de ese mismo mes -en el aniversario de la fundación de la ciudad- los esmeraldas enfrentarían al Moctezuma, pues el partido se pospuso días antes por la misma causa. Una semana después se jugaría por primera vez en el “Fernández Martínez” el naciente “derby” local entre el León y San Sebastián, que terminaría con un salomónico empate. El mediodía del domingo 3 de febrero -en un ambiente de moderada alegría- se inauguró el parque San Sebastián (luego llamado popularmente La Martinica) con un empate entre los locales y al América. Las tribunas de sol todavía no se terminaban, pero tenían cierta urgencia por abrirlo ya, porque en el campo político todo indicaba que la verdadera victoria estaba cerca… Un mes después de la matanza muchas cosas habían cambiado. El doctor Ignacio Quiroz -director del hospital Civil antes de ser candidato por el PRM- salió de León la tarde del dos de enero para plantear su renuncia al Gobernador -según los dirigentes de la UCL- y nunca regresó (se mudó a Querétaro). No fue Alcalde ni 48 horas. El gobernador Ernesto Hidalgo, quien asumió el cargo el 26 de septiembre de 1943, salió por la puerta trasera el 8 de enero de 1946, defenestrado y señalado como el culpable de la matanza, pero nunca castigado. Los cálculos más conservadores estiman que 20 mil personas siguieron el paso del cortejo fúnebre hasta el panteón de San Nicolás. Ataúdes por Madero Imágenes de la revista La Nación número 222, 16 de enero de 1946/ Colección particular.

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Al poco tiempo publicó un libro que en el largo título explica su vana defensa: “El caso de Guanajuato ante la conciencia de la Nación: defensa de la soberanía de los estados, justificación de un régimen vilipendiado y atentatoriamente abatido, un jurado de honor y su fallo absolutorio”. Los “jueces” eran periodistas capitalinos como él, aliados del régimen revolucionario y encabezados por Martín Luis Guzmán. Los mandos militares directamente involucrados en los hechos de sangre fueron enviados a su base en Irapuato. La Secretaría de la Defensa Nacional anunció hasta el 1º de febrero que los coroneles Emilio Olvera Barrón -responsable de la Guarnición de León- y Pablo Cano Martínez -jefe del Estado Mayor de la 16º zona militar de Irapuato- quedaban a disposición del Ministerio Público Militar. Fueron encarcelados junto con otros subalternos de menor rango como el teniente coronel Jesús Hernández Orozco mientras duró su proceso (meses más tarde serían absueltos de los cargos criminales y solo infraccionados por faltar “a sus deberes militares”). El Partido de la Revolución Mexicana (PRM), creado en 1938 por Lázaro Cárdenas como sucesor del Partido Nacional Revolucionario (PNR) -que formara años antes Plutarco Elías Calles para agrupar a los distintos caudillos y caciques regionales emanados de la Revolución-, fue disuelto el 18 de enero para dar paso al Partido de la Revolución Institucional (PRI), donde los civiles ocuparían el lugar protagónico que se habían reservado hasta entonces los militares. Por su parte, la Suprema Corte de Justicia de la Nación designó a los magistrados Carlos L. Ángeles y Roque Estrada para venir a León y hacer una investigación cuyo informe fue presentado el 31 de enero y en él se consignaría la verdad legal: las garantías individuales de los leoneses fueron violentadas igual que su derecho al voto y se cometieron delitos federales. También se establecería el evidente triunfo de la Unión Cívica Leonesa y lo más importante: que los militares dispararon sin provocación de por medio y contra la población inerme.

“León de los Mártires. Su sangre no ha sido estéril” Contraportada de la revista La Nación número 222, 16 de enero de 1946/ Colección particular.

A lo largo de ese mismo mes se sucederían desplegados en los diarios capitalinos y diversas protestas y manifestaciones de apoyo en todo el país por los hechos ocurridos en León. Destacan entre ellas el paro solidario de industrias y comercios en todo el estado de Guanajuato el día 11 -convocada por la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX) y la Confederación de Cámaras de Comercio- y la muy concurrida marcha silenciosa del 14 en la Ciudad de México, misma que culminaría en el Zócalo.

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Después del 2 de enero El palacio Municipal de León sería tomado por los militares desde el último día de 1945 para asegurar la imposición del candidato oficialista. Postal de Palacio Municipal sin autor identificado c. 1944/ Colección particular.

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A la par, la sociedad leonesa se organizaría a través de un Comité de Ayuda Pro-Mártires del Dos de Enero para ayudar económicamente a los deudos y las víctimas de aquella noche aciaga. Para hacerse de fondos recurrieron a distintas asociaciones, cámaras, particulares y figuras públicas. Para mayo de ese año -según consigna el investigador Héctor H. Rodríguez en su libro “Los Mártires de la Democracia”- llevaban recaudados casi 137 mil pesos. Más de la mitad de esos recursos serían reunidos gracias al apoyo de celebridades como Jorge Negrete y Mario Moreno “Cantinflas”, líderes a su vez del gremio artístico en la llamada época de oro del cine mexicano. Ambas figuras encabezarían una comitiva de artistas que vino a León cinco semanas después de los trágicos sucesos. El primer evento fue una charlotada en el coso México -actual Descargue Estrella-, lleno a reventar y en el que Negrete partió plaza vestido de charro. En el ruedo dieron muestra de sus habilidades Manuel Medel y Roberto “Panzón” Soto -dos grandes cómicos que pasaron de la carpa al cine-, el trío Calaveras y como gran figura, “Cantinflas”. Más tarde se presentarían en el teatro cine Hernán (luego cine Plaza), también con todas las localidades vendidas. “El festival del Hernán fue un mitin político con canciones. Hablaron elocuentemente el Panzón Soto, Medel, Negrete y Mario Moreno. Todos ellos condenaron el crimen (y) se conmovieron al recordarlo, expresaron su admiración al Pueblo Mártir y manifestaron que estaban con él en su lucha por la libertad y la justicia. Fueron ovacionados con calor”, según informa La Voz de León en su edición del 10 de febrero de 1946. Para cerrar la brillante jornada, según se consigna en el semanario citado, se ofreció una cena en el Casino de León a los artistas -entre los que se incluían don Andrés Soler, Mapy Cortés, Hugo del Carril y Tito Junco-; tanto Jorge Negrete como Mario Moreno pronunciaron vehementes discursos hablando de la sangre derramada en León. Negrete dijo: “El país ya está cansado de los sinvergüenzas. Ahora queremos los mexicanos gobernarnos por nosotros mismos, elegir nuestros representantes. Es un derecho por el que murieron los mártires del 2 de Enero”. Por su parte, “Cantinflas” aseguró que estaban a las órdenes del pueblo de León. “Era una obligación de nosotros contribuir al alivio de sus penas. Cuantas veces nos llamen estaremos a su lado. No tienen nada que agradecernos. Hemos cumplido con un deber que es de hombres y de mexicanos”. Sobra decir que no cobraron un centavo y según la misma nota, se habrían reunido 72 mil pesos de utilidades en beneficio de las víctimas.

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Los heridos abarrotaron el antiguo hospital Civil. No alcanzaban las camas. Revista La Nación número 222, 16 de enero de 1946/ Colección particular.

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Mario Moreno “Cantinflas” y Jorge Negrete en la ya desaparecida plaza México. Imágen de la Mediateca del INAH.

En esos mismos días, el gobernador provisional iba tomando protesta de las distintas Juntas de Administración Civil en el estado (todos los municipios estaban acéfalos al anularse los poderes). Él mismo Guerrero había comunicado a la UCL que dejaría León al final. Sin embargo, quedaba la duda si reconocerían el triunfo como tal -aunque formalmente no quedara evidencia puesto que las elecciones habían sufrido tremendas irregularidades desde su origen- o si convocarían a nuevas elecciones, donde el nuevo PRI sería derrotado de postularse otra vez Carlos A. Obregón. Más aún ¿quién querría ser el candidato sacrificado? A cambio, las buenas noticias parecían fluir por fin. En la primera quincena de febrero se anunciaba que por fin habría dinero para comenzar la presa del Palote y se terminarían por fin las carreteras León-Irapuato y León-San Francisco del Rincón. Además, el propio Gobernador negociaba con Hacienda un crédito “puente” para retomar las obras de drenaje. Finalmente, el sábado 16 de febrero sonó el teléfono en casa de Carlos A. Obregón y con toda formalidad le pedían que se presentará puntualmente el martes siguiente en Guanajuato capital…para rendir protesta como presidente de una nueva Junta de Administración. Tenía unos días para elegir su planilla y le pedían generosidad para integrarla con visos de mínima pluralidad. Dos meses después de las elecciones llegaba la ansiada victoria de los ciudadanos que nunca se vencieron, ni aún en las horas más dolorosas. A su manera, con sangre y lágrimas, habían cambiado la historia de León. 26

A continuación se reproducen los textos íntegros incluidos en esta edición extra de La Voz de León, publicada el 20 de febrero de 1946.

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30,000 GENTES LO ACLAMARON

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yer, a las 7:20 horas (de la tarde), el ciudadano Carlos A. Obregón se hizo cargo de la Presidencia del Municipio, puesto para el que fue electo por los ciudadanos de León.

El acto revistió los caracteres de una apoteosis. Nunca en la historia de la ciudad se había visto una manifestación de alegría tan grandiosa como la de ayer. El pueblo celebró con júbilo extraordinario la llegada de don Carlos Obregón a la Presidencia, hecho que significó el triunfo democrático más grande de los últimos cuarenta años. Vamos a reseñar, aunque sea brevemente, el acto histórico.

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ESTALLA EL JÚBILO El desfile a través de Madero fue una parada triunfal. Todas las casas estaban adornadas. Desde los balcones, las familias aplaudían y arrojaban confetis y flores. Don Carlos, conmovido, agradecía las manifestaciones de simpatía. ENTRA A PALACIO Los relojes marcaban las 7:20 horas cuando don Carlos atravesó la puerta de Palacio, abriéndose camino a través de la muchedumbre. Al llegar a la puerta fue saludado con las notas del Himno Nacional. Entonces el pueblo cantó a coro el Himno. Fue un momento de emoción inolvidable. Se sentía a la Patria palpitar en los corazones de cada uno.

ACUDEN A LA PLAZA Antes de las 6 de la tarde había ya una concurrencia extraordinaria en la Plaza de los Mártires. Numerosas personas, con brazaletes azules, daban instrucciones. De pronto, el color azul -bandera del Municipio Libre- dominó otra vez en la ciudad.

En el Salón de Cabildo esperaba a don Carlos el presidente de la Junta de Administración saliente, señor Jesús Pérez Bravo, quien, con breves palabras, dio posesión al nuevo presidente. Abrazáronse y el pueblo aplaudió.

La avenida Madero, en un momento, fue adornada con moños azules. Y un clima de alegría, de entusiasmo, reinaba en la ciudad. Por un momento nos olvidamos de los asesinos. La ira cedió su puesto a la alegría.

HABLA DON CARLOS Momentos después el Presidente apareció ante el pueblo, quien lo saludó con un clamor de entusiasmo. Pidióse a la multitud que guardara un minuto de silencio. Y se hizo el silencio más absoluto. Luego don Carlos pronunció el discurso que publicamos en otro lugar.

A través de un altoparlante instalado en la Casa Municipal se daban noticias al pueblo. La multitud crecía a cada momento. De todas las calles, ríos de gente se desbordaban en la plaza. LLEGA EL PRESIDENTE Don Carlos Obregón y los miembros de la Junta que preside salieron a Guanajuato a las 2:30 de la tarde, en coches. Fueron recibidos en el Palacio de Gobierno y rindieron la protesta ante el Gobernador. Fue una ceremonia breve y sencilla. A las 5 pm emprendieron el viaje de regreso a León. Al llegar a Silao, una persona avisó por teléfono que estaban en camino. Se comunicó la noticia al pueblo y se le pidió que se trasladara a la Calzada de los Héroes a recibir al Presidente. Miles de gentes se fueron entonces a la Calzada. Carlos entra al territorio municipal de León. Al reconocerlo, los campesinos lo saludaban, agitando sus sombreros. Antes de entrar a la ciudad, don Carlos abordó el coche abierto de González Calderón. A sus lados, se sentaron José Trueba y Ricardo Hernández Sorcini. 28

En seguida hablaron el licenciado José Trueba, el señor Ricardo Hernández Sorcini, el señor Pérez Bravo y el licenciado Héctor Ponce, quien pronunció un breve y bellísimo discurso que la muchedumbre aplaudió con frenesí. Luego el presidente Obregón estuvo recibiendo las felicitaciones del pueblo. Miles de gentes, de todas las clases, invadieron palacio para saludar al candidato, quien, complacido y fatigado, recibía los parabienes del pueblo que lo eligió. Así fue esta jornada cívica, la más gloriosa que registra la historia de León. Crónica publicada en La Voz de León, edición del 20 de febrero de 1946

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ANUNCIO DEL GOBERNADOR SOBRE LA JUNTA DE ADMINISTRACIÓN CIVIL Habla el C. Gobernador. El C. Gobernador hizo ayer a la prensa las siguientes declaraciones: “A raíz de los lamentables acontecimientos de León, fue removido el Ayuntamiento impuesto y sustituido por una Junta de Administración Civil que con todo patriotismo y desinterés hizo frente a la situación creada. Sus miembros renunciaron los emolumentos que pudieran corresponderles y contrajeron personales compromisos para satisfacer los primeros gastos de la exhausta Administración Municipal que recibieron. Pero el problema político siguió en pie, por cuanto el pueblo leonés ambicionaba tener al frente de su Municipio a quien encarnó la voluntad ciudadana en las últimas elecciones. El Gobierno provisional del Estado, siguiendo el camino recto y justiciero que ha trazado el Señor Presidente de la República, General Manuel Ávila Camacho, y la firme convicción del Primer Magistrado acerca de que la democracia municipal y el debido respeto al voto público son la base en que descansan las instituciones republicanas del país, ha procedido a resolver el caso de León y al efecto designó, el día de hoy, nueva Junta de Administración Civil, presidida por el ciudadano Carlos A. Obregón y compuesta por algunos elementos de la planilla que obtuvieron la voluntad mayoritaria y por otros que también cuentan con la confianza de los leoneses. Los miembros de la Junta de Administración Civil que hoy concluye su misión transitoria, merecen la gratitud de sus ciudadanos y el bien del Estado. De la nueva Junta habrá que esperar que en todo momento sepa hacer honor a la confianza del pueblo y que así como el sistema democrático establecido por la Constitución Federal permitió que, aún dentro de la anormal situación de Guanajuato, el pueblo hiciera sentir su voluntad y ves a la postre al frente del Municipio a quienes ungió con su voto, tenga siempre presentes, a la vez, los demás postulados que la Revolución Mexicana supo cristalizar en la misma Constitución y leyes secundarias, los respete íntegramente y les dé amplia vida y desarrollo. Satisfechas substancialmente las demandas del pueblo leonés, el mejor tributo que puede rendir a los caídos en su lucha cívica, es el de entregarse con sus nuevas autoridades, a un trabajo constante y entusiasta en bien del progreso material, social y cultural de León”. (Guanajuato, Gto. Febrero 19 de 1946. – Comunicado del Gobernador Provisional del Estado, licenciado Nicéforo Guerrero)

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AYER A LAS 7 EN LA PLAZA

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ra el mismo pueblo. Estaba ahí, en el mismo sitio. Ante sus ojos, la Casa Municipal, que antes fue guarida de fieras y hoy es recinto de autoridades ungidas con el voto popular. Ahora todo fue distinto. Pero el pueblo era el mismo. Los soldados no estaban ahí. La Casa estaba abierta de par en par, para que entrasen todos. Se habían derrumbado las barreras de odio entre el pueblo y los que gobiernan. No había fusiles, ni rostros patibularios.

Ahora estaba abierta, de par en par, la Casa. Y llena de luz. Se habían despejado las sombras en las que Olvera Barrón esperó la hora para asesinar al pueblo. Todo era luz. La Cueva sombría se convirtió en Palacio de Libertad, como si la hubiesen tocado con una vara mágica.

En la plaza que se regó de sangre, la multitud, clamorosa. Como aquel día, como el 2 de enero. Y en el mismo sitio. Ahí donde vibró el grito de protesta y la queja del moribundo. Donde cayeron los cuerpos acribillados.

Y se hendió la multitud para que pasara el hombre. El ungido. Y así, entre ovaciones y bajo flores, atravesó la puerta, la misma puerta desde donde habían disparado contra el mismo pueblo. Y lentamente subió las escaleras, mientras el Himno de la Patria, cantado por veinte mil voces, hacía vibrar las almas.

Eran los mismos. Los que salvaron de la muerte. Los que vieron las ráfagas de fuego, y a los que caían, abiertos los brazos, bajo la noche estrellada. Los que habían reclamado autoridades libres, electas por el pueblo.

Y el hombre ocupó su sitio.

Otra vez la multitud. Aquella que, al día siguiente del crimen, sobre las baldosas llenas de sangre, estaba de pie, muda, frente a los asesinos, que bajaban la mirada. Pero ahora todo fue distinto. Sólo el sitio era el mismo. Y la hora. Las siete de la noche, que iluminó aquel día el resplandor de una palmera, cuando brotaba del pecho del pueblo la canción alborozada. Y llegó el hombre que esperaban. Sin la protección de los soldados, sin gañanes ebrios. El hombre sonriente, entre las ovaciones y el repicar de las campanas, y bajo lluvia de flores. Solo eso quería el pueblo. Que mandaran los que él había electo. Y por eso lo mataron. Una vil pandilla, de almas oscuras, quiso burlar al pueblo. “Échenle bala”, dijo. “Esas ganas de libertad se aplacan con tiros”, sentenciaron los cínicos. Y le echaron balas al pueblo. Y el soldado se convirtió en asesino. Y anduvo por la plaza segando aquel campo de espigas. Y se embriagó de sangre, de odio. Pero las ganas de libertad no habían muerto. Como una llama, en medio de la plaza, ardía la esperanza del pueblo. Era una plaza florecida en rosas de libertad sobre la sangre de los niños y de los jóvenes.

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El que le correspondía. El sitio en el que quiso instalarlo el pueblo. Y se desbordó la alegría. Los rostros estaban radiantes. Y cada corazón era un manantial de gozo. La juventud heroica lanzó su grito de guerra. La juventud que paseó en hombros el cadáver de la tiranía. La que salvó a su pueblo. La que trabaja en el taller y hace próspera la ciudad. La que ora en los templos. La que canta. Y la que sabe morir. Entonces, cuando todo era bullicio, volvieron los ojos a buscar a sus amigos. A los que anduvieron aquella noche del crimen. Y los amigos no estaban ahí. No estaban a nuestro lado. Pero entonces volvimos la cara al cielo. Y ahí estaban los muertos. En las estrellas mirando el triunfo de su pueblo. Editorial de La Voz de León, edición extra del 20 de febrero de 1946.


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TEXTO ÍNTEGRO DEL DISCURSO DEL SEÑOR CARLOS A. OBREGÓN.

PUEBLO DE LEÓN

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espués de haber tomado posesión del cargo de Presidente de la Junta Municipal en cuyas manos va a quedar confiada, por algún tiempo, la autoridad de la ciudad, considero un deber mío dirigir a ustedes algunas palabras.

Ante todo quiero expresar a nombre mío, a nombre de la Junta que voy a presidir, y a nombre del pueblo de León cuyos sentimientos conozco, nuestro reconocimiento al Presidente Ávila Camacho, por su intervención resuelta para que se hiciera justicia al pueblo de León, y especialmente por el desconocimiento de los Poderes del Estado, con cuyo acto, en las horas negras de intenso dolor que hemos vivido, trajo alivio a nuestra pena, confortó nuestro ánimos ensombrecidos, y reafirmó esa confianza y esa adhesión que este pueblo siempre ha tenido para la persona del actual Jefe de la Nación. Igual reconocimiento y adhesión quiero expresar hacia los demás Poderes Federales, representados por la Suprema Corte de Justicia de la Nación y por la comisión Permanente del Congreso de la Unión; ya que, al acordar ésta favorablemente la petición presidencial y designar Gobernador Provisional al Lic. Nicéforo Guerrero, realizó un acto de justicia y de acierto del cual esperamos los más grandes beneficios para nuestro Estado, puesto que el Gobernador designado es una garantía de seguridad para las vidas y los derechos todos de los guanajuatenses, y su presencia en el Gobierno es augurio de administración honesta y constructiva; y ya que, por otra parte, el Informe de la Suprema Corte sobre los sucesos tristes del día dos, constituye la más eficaz defensa de este pueblo en contra de las versiones calumniosas que pretendían propalar algunos enemigos de León, y además vino a reafirmar nuestra fe en el más Alto Tribunal del País y en la capacidad del régimen para hacer justicia. Quiero también, en nombre de ustedes, declarar formalmente que todo León está dispuesto a prestar su más leal e intensa colaboración al Gobierno Provisional, en la ardua tarea que el Jefe de la Nación le ha confiado, como es la de restaurar el orden legal y de encauzar la vida del Estado y de todos sus municipios por un sendero de paz laboriosa, de trabajo constructivo, de honestidad y de prosperidad. Ahora, dirigiéndome especialmente a ustedes, quiero pedirles que con su conducta se esfuercen en lograr la más estrecha unión y la más grande concordia entre todos los habitantes del municipio, dentro de un espíritu de respeto para los derechos de todos, y de la más amplia tolerancia para los errores y los defectos de los demás. Esto no impedirá, sin embargo, que a través de los órganos gubernamentales, se procure el castigo de quienes se hayan hecho acreedores a él por faltas o delitos plenamente comprobados. 34

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Tampoco se impedirá con esto que en la determinación de las personas que deban ocupar los cargos y empleos municipales, se haga una selección cuidadosa según los antecedentes, méritos y aptitudes, desterrando consideraciones que sean dañosas para el bien de la comunidad. Por último, quiero declarar que trabajaré con todas mis fuerzas, en unión de los miembros de la Junta, por hacerme acreedor a la distinción y al honor de que fui objeto por parte de ustedes, cuando en la campaña electoral del año pasado se adhirieron con entusiasmo a mi candidatura. Por tanto, no ahorraré trabajos ni sacrificios para conseguir, con la cooperación sin reservas de ustedes, y con la orientación y la valiosísima ayuda del Gobierno Provisional, dar satisfacción a las ingentes necesidades que actualmente tiene la población proveyendo de la mejor manera a los servicios públicos que se encuentran en estado tan lamentable. A este respecto el mismo pueblo, en un programa de Gobierno Municipal que formuló, tiene señalado con bastante acierto cuáles son las tareas más urgentes que hay que realizar. Por mi parte procuraré que esas tareas se lleven a cabo en la mejor forma y con la mayor celeridad posible. No quiero dejar pasar esta ocasión sin expresar públicamente a los miembros de la Junta Municipal saliente, la gratitud del pueblo por la voluntad y el desinterés con que hicieron frente a una situación difícil, sacrificándose en beneficio de León. Tampoco podríamos olvidarnos de expresar nuestros sentimientos de gratitud hacia todos nuestros compatriotas que, al conocer los trágicos sucesos del día dos de enero, desde todos los rincones del País nos enviaron sus conmovedoras condolencias y se unieron a nuestras protestas y peticiones de justicia, ofreciendo su ayuda para aliviar la situación de los deudos de las víctimas. Por último, para terminar, quiero pedirles no olvidar nunca el sacrificio de los que cayeron y de sus deudos, a fin de que su recuerdo nos sirva de acicate que nos impulse a trabajar porque su sangre sea fecunda en toda suerte de bienes, y nos aliente a cumplir el enorme deber que tenemos de laborar por un León mejor y por la buena convivencia de todos los leoneses.

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DE PILÓN LA PLAZA DE LOS MÁRTIRES DEL DOS DE ENERO

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razada desde la fundación de la villa en 1576, la plaza mayor -o de armas según fuera el caso- de León, fue conocida así hasta 1813, año en que se ordenó que todas las plazas principales de las villas y ciudades de la Nueva España llevaran el nombre de “la Constitución”, en alusión a la de Cádiz, aprobada en 1812. En los breves años del Imperio de Maximiliano se le cambió el nombre por el del Emperador y de paso se le trazó su primer jardín. Escenario de la matanza del 2 de Enero de 1946, se le comenzó a llamar popularmente “de los Mártires” por iniciativa de los miembros de la Unión Cívica Leonesa. Un año después de los trágicos acontecimientos, el nombre se oficializó. “La Junta de Administración Civil que presido, haciéndose eco del sentir de los habitantes de este Municipio, tuvo a bien acordar el cambio del nombre de la Plaza Principal o Plaza de Armas de esta ciudad que por costumbre indistintamente se le daba, por el de PLAZA DE LOS MÁRTIRES DEL DOS DE ENERO, en conmemoración de la jornada cívica que culminó en aquella fecha”, anunció Carlos A. Obregón en su primer informe de gobierno, realizado el 31 de diciembre de 1946.


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Este primer número digital de CRÓNICA LEONESA (2ª época) fue realizado para su disfrute y difusión por Reed Multimedia S. de R.L. de C.V. en febrero de 2022. León, Guanajuato, México.

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PRESIDENCIA MUNICIPAL DE LEÓN H. AYUNTAMIENTO 2021-2024

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