Javier Das
en estas 4 paredes
Gracias a todos los que me habéis apoyado, a los que me habéis dado ánimos para llegar hasta aquí, a mi familia, a mis amigos, a Carmen, y en especial a Manuel J. Campuzano, sin el cual este libro no habría sido posible.
Diseño: Javier Das Diseño de la portada: Javier Das
© Textos: Javier Das, 2007 © Foto: Javier Das
ISBN: 978-84-612-1545-4 Depósito Legal: Impreso en España.
A mi padre.
AQUÍ Y TARDE Siento decirte, al borde del camino, que nunca eché de menos la baranda.
Siento decirte, ahora, cansado al final, que nunca quise caminar tan lejos.
Pero la locura pudo conmigo y ahora tengo que detenerme y mirar, esperar en esas piedras y escuchar la caída del río.
Es una simple cuestión de espacio, y yo ya acabé el mío. Por eso, si más abajo te preguntan por mí, respóndeles
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que me quedé esperando.
Que bajaré tan pronto como acabe de comprender qué hay que hacer para subir de nuevo.
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MANTENERSE A FLOTE No merece la pena vivir si a cada paso que das no sientes un latigazo.
Si no te dejas devorar cada noche, si no prendes fuego a un piano mientras bailas en sus teclas.
Merece la pena perder la cabeza por la canci贸n que tarareas, merece la pena ponerte el sombrero y encender las farolas de la ciudad.
Con el fr铆o en el bolsillo de tu chaqueta, con la hora cambiada para trasnochar cien veces.
Porque saltar es algo en lo que hay que mantener los ojos abiertos. Porque en cada dormitorio,
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esta noche, robaremos los zapatos. Porque en la calle, esta noche, los colgaremos del tendido elĂŠctrico.
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INTENTO Intento escribir sin la ayuda de unos labios secos, sin la ayuda de una caricia que mal apoyada, se escurre por mis piernas.
Intento escribir sobre una lámpara de bombillas fundidas, al lado del sueño que te arrebaté anoche, cerca de la ventana por la que siempre se ve llover. Intento escribir desnudando una calle, repasando los restos de un asesinato, observando un café en un vaso de cristal.
Intento escribir porque él murió y aún no sé por qué. Intento escribir
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porque en casa siempre me espera calor en invierno.
Intento escribir veintiséis años colgados en el balcón.
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CALLE SOLÓN, 6 Te podría contar que me he quedado toda la tarde leyendo, escribiendo, pintando, tocando el piano.
Pero te diré la verdad, y entonces sabrás que en mis libros las letras se habían descolocado, mi cuaderno escapaba por el balcón, un reguero de óleo me demostró su suicidio, y mi piano había estado bebiendo y no se acordaba de cantar. Te podría contar que he sido feliz a tu lado, que echo de menos cuando me pedías un abrazo, que duermo en el sillón para no preguntarme
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por qué no estás. Te podría contar tantas cosas, pero muchas de ellas ya las sabrás y otras ni siquiera se me ocurrirán a mí.
Así que mejor seguiré aquí, con la luz de esta lámpara iluminando la mesa y los pies fríos por la humedad.
Y mañana, quién sabe, puede que tenga algo nuevo que contarte.
Quizá que me enrolé en un barco, quizá que me tocó la lotería, o quizá, simplemente, te diré que hay mil cosas que te podría contar.
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EN CASO DE ACCIDENTE Se acerco a mí y me pidió para un bocadillo y una cerveza. Me contó que vivía en un coche, que tenía todos los pies llenos de llagas y que no tenía ni para unos calcetines que le protegiesen. Me acerqué al cajero, saqué diez euros y se los di. Entonces ocurrió algo que no me esperaba, se echó a llorar, me abrazó y me dijo, textualmente: “pásate un día y te invito a una cerveza, y si algún día necesitas algo, sangre,
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o un órgano, cuenta conmigo, gente como tú queda muy poca”.
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TAMPOCO ES TAN COMPLICADO No pido más. Acercarme a la librería a recoger los libros encargados, - hoy son David González y Karmelo Iribarren. Caminar echándoles un ojo, sentarme en la plaza Uncibay y tomarme una cerveza. Volver a casa, comer algo y jugar con la gata.
No pido más, si acaso, poder repetirlo cada sábado.
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REFUGIO Deja escapar el aire una noche de otoño, deja tus manos, tu sonrisa, tus sueños y vente conmigo. Conozco un lugar en el puerto desde donde escapar. Allí podremos observar a los pescadores partir de madrugada y a las gaviotas perseguirles hasta mar adentro. Allí el tiempo se detiene cada mañana y no retoma el rumbo hasta que el tiempo no retrocede. Allí nadie llora, porque nadie aprendió antes a reír. Y no hace falta mucho, tan solo una manta,
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algo para comer, un cuaderno y un cigarro para calentarnos los pulmones.
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MADRUGADAS EN VELA Miles de pájaros golpean los cristales, con barro acumulado en sus picos y ciudades atrapadas en sus patas. Ellos no dormirán hoy, miles de ventanas en llamas les esperan. Y aunque el frío hiele las aceras y las calles sean imágenes en blanco y negro aún quedarán besos que dar, y alguna que otra madrugada que pasar en vela.
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MI MADRE Nunca he conocido a una persona más fuerte que mi madre.
Es más fuerte que tú, que tú, que tú, y que yo también.
Y lo sé por una sencilla razón, nadie tira tanto de sí mismo como lo ha hecho ella. Y nadie te dice, como me dijo a mí:
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“Si te metes en una depresión te saco a hostias”.
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ESA MAÑANA Mientras buscabas escarcha en tu pelo amaneció al otro lado de la habitación.
Donde el sol dibuja los pasos que nos saltamos anoche.
Donde dejamos olvidadas tantas canciones que queríamos aprender.
Con jardines sin flores creciendo al borde de tu almohada.
Y tinta seca en la unión de los días, ensuciando el recuerdo que nos mantiene despiertos.
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EL FIN DEL MUNDO Porque el fin del mundo puede estar en una cama.
Con las notas desenfocadas de una nana descolgándose de la pared.
Y de repente tu mirada, y ya no importa el tiempo transcurrido, ni las canciones de fondo, ni la luz que cierra tus ojos.
Ahora huelo tu cuello y encuentro girasoles en él.
Con nuestros zapatos en un rincón de la habitación.
Y cientos de días a asesinar, guardados entre pilas de libros.
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UN TRATO Como has comprobado tengo poco que ofrecer. Así que cógelo todo y haz con ello lo que quieras. Y si encuentras a alguien que te dé algo a cambio recuerda que vamos a medias.
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MIS ABUELOS Vivían el uno para el otro. Por eso sé que, cuando él murió -se arrojó desde un balcón porque no aguantaba la idea de la silla de ruedasella perdió, en cuestión de seis meses, su salud por completo. Dicen que él se la llevó porque quería tenerla cerca. Pero yo creo que, en realidad, ella no aguantó el silencio
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de su vacĂo en la cama.
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INVIERNO Si fuera está nevando alguien olvidó tu nombre esta noche.
Alguien que busca en su cama un lugar seguro donde evitar el vértigo.
Mientras en la calle la nieve calma el insomnio de la ciudad.
Con demasiado peso en cada una de tus manos y el frío entre tus dedos atrofiándolos.
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Nunca antes una pared pareci贸 un pasillo sin puertas, el muro contra el que golpear tus sue帽os. Y te muerdes el labio para despertar, aunque la sangre te indica que es hora de asumirlo todo. Mientras en la calle se congelan las parejas en los parques, mientras s贸lo buscan darse calor mutuamente.
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EL LOCO DEL PELO ROJO Cuando decidió suicidarse Van Gogh se llevó a la tumba un lienzo pintado de amarillo.
Cuando quiero entender por qué merece la pena seguir, pinto a mi alrededor de amarillo y buceo en él. Un color para definirlo todo, un color para volverse loco.
Y en la calle me gritan que deje de hacerlo, que existen colores menos arriesgados. Pero yo sé que, al final,
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cuando todo el mundo se plantea lo que hace, cuando todos dudan de ellos mismos, entonces envidian al loco que les desafi贸 a todos.
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AUTORRETRATO Soy el niño que, lentamente, sueña contigo cada noche.
Soy una mano sin anillos, un cuello sin deseo, unos labios con estrías.
Soy el mendigo al que nunca miras, el cielo al que recurres cuando tienes miedo, el volcán que entierra una ciudad bajo el mar.
Soy un libro con esquizofrenia, un columpio agorafóbico, un grito en la ducha.
Soy todo lo que nunca soñé que sería, soy el girasol que en lugar de al sol, te mira a ti, el armario que esconde tres docenas de pistolas. Soy hoy,
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y tal vez mañana.
Soy una hora en punto desde lo alto de la catedral.
Soy el perro que pasa por delante.
Soy él.
Soy tú.
Soy quien nunca has podido imaginar.
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5 DE ENERO DE 2001 Hace más de seis años vi morir a mi padre en una cama de hospital.
Y no hubo música, no hubo ninguna canción triste, no hubo espectadores con lágrimas.
Porque cuando ves la muerte tan de cerca te das de bruces con la vida real. Y es más jodido que cualquier cosa, porque nunca puedes entenderlo, nunca te respondes a todas esas preguntas. Lo curioso es que desde entonces
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casi no he escrito sobre ello.
E incluso he tenido momentos en los que he creído comprenderlo y aceptarlo.
Pero en cambio, un día, te das cuenta de todo lo que le echas de menos.
Y piensas en todo aquello que podrías haber compartido, en todo lo que te podría haber enseñado.
Piensas en toda esa música que le habrías enseñado, en todo lo que habríais vivido juntos. Y es cuando caes en la cuenta de que aún no ha pasado el tiempo suficiente. Aún sigues preguntándote el por qué de aquella vez.
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Porque es como empujar la primera ficha del dominó.
Y hay que levantar todo de nuevo.
Tienes que caminar mucho tiempo sin echar la vista atrás. Hay que seguir adelante.
Y puede que no siempre sea fácil, no siempre nos valemos yendo solos.
Así que tal vez jamás llegue ese momento en el que nada importe. Tal vez no deje de ser una rueda que girando de vez en cuando te golpea y te recuerda que te duele.
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EN GUARDIA Todo el mundo podrá leerme. Podrán criticarme, elogiarme, envidiarme, cualquier cosa.
“No es bueno, se repite”.
Y entonces yo seguiré aquí, con los guantes puestos, esperando poder esquivar el siguiente derechazo.
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ESTAS NOCHES He visitado cientos de veces el espacio que queda entre nuestras camas.
He calculado la presión mínima a ejercer para no entrar en tus sueños.
A veces cuando duermes te giras y me besas,
a veces cuando duermes me miras con tus ojos cerrados, a veces cuando duermes yo me siento a observarte. Sin más que hacer que dejar pasar el tiempo.
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Apoyando mis brazos sobre mis piernas.
Juntando mis pies.
Dejando pasar el tiempo.
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ESPERÁNDOTE Mientras te espero alguien está gritando en su habitación.
Desde mi ventana sólo percibo su figura tras la cortina, pero puedo diferenciar dos cuerpos.
Quién sabe si hoy ya no dormirán juntos, si ella le está diciendo que es mejor dejarlo, que necesita un tiempo, que se ha enamorado de otro. Por eso mientras espero enciendo un cigarro y dejo que se consuma
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sin llevármelo a los labios.
Porque ese hombre quizá mire por la ventana, quizá piense que merece la pena saltar y dejar todo atrás.
Y entonces, si me ve, le ofreceré una calada, aunque sé que está demasiado lejos como para alcanzarlo.
Pero quién sabe, tal vez nunca llegues, y éste sea el único pasatiempo mientras me doy cuenta que hace rato que me miro al espejo.
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EL OTRO CAMINO ¿Qué hay de los que no queremos volver?
¿Qué hay de los que atravesamos el callejón aunque suenen las puertas a nuestra espalda?
En algún lugar reside el miedo a perder el equilibrio, a encender la luz y encontrarnos lejos de nuestra habitación.
Pero tratamos de dejar atrás los mapas, tratamos de perseguir esa luz que se asoma por la ventana. Y a cada paso la necesidad de continuar se hace mayor.
Y a cada paso estamos más seguros de no conocer que paso debemos dar ahora.
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Porque la vida es algo que no todos los d铆as muestra su cara
Y por eso, a cada minuto, buscamos expectantes ese par de ojos que indiquen d贸nde dormiremos esta noche.
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NICK Fue compañero de mi padre, y después mío también.
Le conocí hace muchos años, cuando yo era pequeño. Él vivía en uno de los edificios más viejos de mi barrio.
Era inglés, y a causa de un accidente en el trabajo uno de sus pulgares estaba medio aplastado. Era un rockero, un antiguo hippie. Se había recorrido media Europa y un poco de Asia hacía años en furgoneta.
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Era un gran tipo, y se merecía un pequeño homenaje.
Porque yo ya tengo una foto suya, que le quité un día de su mesa de trabajo, un día que estuvo de baja.
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UN POEMA SIN MÁS Cuando te sientas y no salen las palabras estás escribiendo un poema con todas aquellas ideas que alguna vez pasaron por tu cabeza y que, ingenuamente, creíste que más tarde recordarías.
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MIEDO No, no tengo vĂŠrtigo, no tengo miedo al agua, ni a los lugares abiertos.
Tampoco temo los ascensores, ser asesinado, secuestrado, linchado.
No tengo miedo a nada de eso. Esto va mucho mĂĄs allĂĄ. Tengo miedo
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de no hacer nada, 多entiendes?, de no hacer nada. Tengo miedo de perderlo todo, la cabeza, el dinero, mi vida. Todo.
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DUELO Cuando el hombre se visti贸 en frente de aquel espejo comprendi贸 lo sucedido.
Sus ropas eran ahora demasiado grandes, y su mirada un punto cada vez m谩s peque帽o.
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ESCRIBO Escribo con una guitarra en mis brazos, con las botas calzadas, con el revólver cargado.
Escribo en las líneas de un papel pautado, en clave de sol, con la música clavada en mi cabeza.
Escribo mientras espero que todo salga ardiendo, mientras me quema la espera. Escribo porque nunca seré músico, ni marinero, ni payaso, ni pintor. Escribo porque tal vez nunca sea un poeta.
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Escribo porque puede que esto sólo sean palabras demasiado juntas.
Escribo porque así evito echar la vista atrás, así evito el vértigo de mirar hacia delante.
Escribo porque tampoco se el porqué, porque es lo único que sé hacer.
Escribo porque en cada poema dejo un poco de mí mismo, para que un día alguien queme mis libros, para ser recordado, para que todos me olviden.
Escribo por todo, aunque lo podría hacer por nada.
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Escribo porque me siento y viene a mí.
Escribo para ti, escribo porque así escapo de tus manos.
Escribo porque hoy sale el sol, escribo porque mañana tal vez no deje de llover. Escribo, escribo, escribo.
Y sólo pido que nunca, nunca, me dé por vencido.
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SUS OJOS La oficina de Alfred estaba en el segundo piso.
- Joder Javier, no te había reconocido, cómo has cambiado.
Me presentó a todo el mundo y me invitó a un café.
A través de un cristal, en un despacho, un hombre hablaba por teléfono.
- Ven, te voy a presentar al director, era amigo de tu padre. ¡Jorge!, mira a los ojos a este chaval y dime a quién te recuerda.
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- A Vicente Das.
Mi padre había muerto hacía cuatro años, y yo no había visto a ese hombre en mi vida.
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MI ABUELA Mi abuela fue hija de soltera, sombrerera en su juventud y estuvo en un campo de concentración en la guerra civil.
Mi abuelo, guardia civil, perseguía a los maquis pero si les veía les dejaba escapar.
Mi abuelo murió antes de que yo naciera. Según dicen, le encantaban los niños.
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Mi abuela, con sus 89 años, sigue viviendo en un cuarto piso sin ascensor.
Y yo, su único nieto, tendría que llamarla más a menudo.
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EN ESTAS CUATRO PAREDES Lo encontramos por internet.
Cincuenta metros cuadrados, ningún pasillo (lo que te provoca no perder espacio), luminoso (tres ventanas a dos patios interiores), muebles de IKEA, cama de matrimonio (una delicia después de meses compartiendo una cama de noventa). Compramos una sartén, una cazuela, sábanas, una cortina nueva para el baño. Llenamos el mueble
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con libros, el maletín de un juego de magia, una gallina de madera, un barquero que anda si le das cuerda.
Una lámina de Van Gogh, La Naranja Mecánica, Chaplin, Klimt.
Y poco después el teléfono, internet, y hasta ahora, que me doy cuenta de lo vacío que se queda cuando tú no estás y tengo que dormirme cada noche con el sonido de la radio y el flexo encendido.
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INCERTIDUMBRE Ese preciso instante en el que sabes que algo ha cambiado, en el que esperas que se venga abajo el techo y caiga sobre ti.
Pero momentos despuĂŠs la mĂşsica sigue sonando.
Y sales con la certeza de que ver amanecer se aprecia mejor cerca del mar, con sus manos rodeando tu cintura, mientras miras por la ventana y un pĂĄjaro se posa durante unos segundos.
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COMPAÑÍA Espero que aún quieras verme dormir una vez más.
Espero que aún te sientas atraída por caminar en la misma acera que yo.
Ya sabes que busco la sombra de los edificios, la intimidad de esas calles donde nadie tiene nombre.
Y poco a poco llegar a algún sitio en donde pedirte un abrazo, aunque al final nunca estás, y entonces me conformo con echar una mirada al cielo.
Hay pocos momentos tan intensos como vaciar una ciudad a primera hora de la mañana. Cuando el frío aún es húmedo
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y no te puedes abrigar. Caminando sin rumbo alguno y cualquier sitio es bueno para pararse y mirar alrededor.
Realmente espero que me acompaĂąes estos dĂas, en los que hacer todo y nada ocupan el mismo lugar.
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LA ESCALERA He instalado una escalera en mi salón, al lado de la ventana.
Una de esas escaleras que abiertas forman una A.
Y me siento en su último escalón, con mi acordeón sobre las rodillas. Y toco alguna canción.
Mientras en el suelo están mis zapatos como macetas de unos girasoles.
Nadie puede explicar por qué lo hago,
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ni siquiera yo. Pero allí arriba nada me alcanza.
Allí arriba sólo tengo que preocuparme de acertar en la siguiente nota.
Porque dentro de un rato bajaré y volverás. Y guardaré la escalera.
Y hasta mañana, cuando lo repita de nuevo, no me sentiré libre de verdad.
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SEGURIDAD Puedes tener cientos de horas reservadas, bebida y comida para una vida entera.
Puedes tener la mesa clavada al suelo, y lámparas de reserva por si estalla una tormenta.
Varios pares de zapatos, música para cada momento, e incluso un teléfono para hablar con algún amigo.
Puedes, si quieres, rodearte de toda la seguridad que te permitan tus manos. Y respirar tranquilo creyendo que nada fallará. Pero, tal vez,
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sólo haga falta un leve golpe de viento para tirar la torre de naipes.
Un cambio inesperado para que el mapa deje de marcar cómo llegar al tesoro.
Tal vez sólo tengas que plantearte quién eres, qué estás haciendo, para dejar abandonado todo.
Porque realmente, al final, nada, absolutamente nada, puede quitarte la sensación de que no vales ni un céntimo. Nada te hará frenar cuando abras esa ventana y esta mañana el suelo no parezca tan lejos.
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A TODOS VOSOTROS Cuando volvía a casa de salir por ahí, siempre veía a mi madre durmiendo sola en su cama.
Puede resultar raro, pero cuando más notaba que no estaba mi padre era en esos momentos. Un día, después de contarme que había conocido a alguien, le escribí una carta dándole todo mi apoyo.
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Ahora la veo tres años después, contenta, sin un hueco en la cama y pienso:
Jodeos todos los que le disteis la espalda, todos los que pensasteis que no iría bien, es feliz y no es gracias a vosotros, así que nunca vengáis a intentar solucionarle la vida.
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SOLUCIĂ“N Cuando te tiemblan las manos, lo mejor es atarlas.
Y cuando tiemblas tĂş, lo mejor es que me pidas que te rodee con mis brazos.
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ERAN OTROS TIEMPOS Mi padre nunca estudió una carrera, y aún así fue director de una gran compañía aérea durante 29 años. Vivió en Londres y en París.
En el primero trabajó en un hotel, y cuando las del servicio de limpieza estaban en las habitaciones, él entraba y cerraba la puerta tras de sí. En París pasó hambre, mucha hambre, con una onza de chocolate al día
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y un trozo de pan. Ahí fue donde se quedó calvo.
La dueña de un bar, que era española, le contrató unos días.
“Ayúdeme o me muero de hambre”.
Eran otros tiempos.
Ahora, todo el mundo viaja y aprende idiomas. Y si entras en un bar pidiendo ayuda, probablemente acabes en la calle, muriéndote de hambre, de frío, y de soledad.
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INVIERNO EN LA GRAN VIA Las calles se hacen tuyas con un cigarrillo en tus manos, o con un café caliente en un vaso de cartón.
Con la camisa nueva, los zapatos gastados, y un mapa que indica dónde te perdiste anoche.
Porque eres invisible cuando nadie repara en ti, cuando tu hueco está marcado en el suelo, cuando sabes tu nombre y el dinero guardado en tu bolsillo. Con el frío en tu cara, y el vaho haciendo el amor con esos ojos verdes que no cesan de mirarte.
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EL DESEO Coge el coche, te invito a escuchar un disco nuevo que me he comprado. Y de paso, si quieres, cenamos en algún bar de carretera, en el que quieras, di un kilómetro y nos paramos. Seguro que allí no hay tanta luz, y con un poco de suerte, si la noche está despejada, podremos ver las estrellas. Creo que si lo pienso nunca he visto una estrella fugaz. Y tal vez ese sea el problema en todo esto, que nunca he podido
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formular mi deseo.
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ALGO NO FUNCIONA Hay algo irónico en todo lo que nos rodea. Algo que no tiene demasiado sentido y demuestra que esto sigue sin funcionar. Como cuando vas con un libro por la calle y de tu derecha sale un ejecutivo, muy bien vestido, muy bien peinado, muy bien integrado, y detrás de él hay un anciano que se viste de payaso (triste, porque el
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maquillaje no lo disimula), y que tiene que pasar demasiadas horas en estas calles para poder ganar cuatro mĂseras monedas.
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A LOS PIES DE TU CAMA Me gusta observarte mientras duermes.
Me gusta observarte esas veces que no sabes que estoy ahí, mirándote.
Cuando la realidad se reduce a ti, a la expresión de tus ojos.
Y luego despiertas, y sonríes, y me miras. Y unas veces te quedas así, mirándome, y otras
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vuelves a dormirte.
Y de nuevo yo vuelvo a estar ahĂ, atento a como respiras, atento a cualquier cambio que se produzca en tu cara.
Como quien puede distinguir por primera vez aquello que le da un motivo para seguir y necesita unos segundos para confirmar que es real.
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ACABARÁS AHÍ En el centro de un gran salón descansa un viejo sillón verde,
una lámpara tiñe las paredes de naranja
y una banda toca una canción triste a mi espalda.
En el centro de un gran salón una alfombra se desangra
y los cuadros respiran despacio para no perder la pintura.
Es el salón de una mansión, de una cafetería
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o del Ăşltimo piso del edificio donde vives.
Donde acaban las personas que no recuerdan como regresar.
Donde nadie habla pero todos tienen secretos.
Y las horas son montaĂąas de arena que lentamente lo inundan todo. Es un lugar sin entradas ni salidas, sin ventanas a la calle, sin invitados ni anfitriones. Un lugar al que muchos huyen,
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y que otros tantos nunca podrán conocer.
Y mientras tú lees este poema, alguien, ahí fuera, encuentra una puerta que antes no había visto.
Donde la mirilla es un espejo que distorsiona los rostros.
De donde nunca, cuando entras, puedes ya escapar.
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MÚSICA Compongamos una canción hoy, quedan notas en alguno de esos sobres y alguna idea sujeta a ese tablero.
Compongamos una canción hoy en la que siempre comience a nevar, con vaho en las ventanas y coches con los faros encendidos.
Busquemos la duración adecuada, el ritmo correcto, la intensidad precisa para no rasgar el papel.
Hagámoslo sin luz, sin música, sin bolígrafos y sin tinta.
Como dos niños pintando con los dedos que no respetan los límites.
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Atropellando aviones de papel a nuestro paso.
Y nuestros cuerpos en equilibrio sobre el respaldo de cualquier silla.
Tal vez si empezamos hoy mañana podamos borrarlo todo y comenzar de nuevo.
Ni siquiera importa si al final tú, o yo, no escribimos la letra.
Porque a este rincón de la habitación siempre llega la misma música.
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GUARDADA EN EL CAJÓN
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EN EL LÍMITE Estás a punto de decir adiós, hacer las maletas y tachar de la lista todas tus camisas.
Estás a punto de escribir esa nota que lo explica todo, “No aguanto más, me voy”.
Pero poco a poco, sin darte cuenta, alargas el final.
Aún conservas la esperanza de que alguien aparezca para frenarte, alguien que te explique por qué ahí fuera aún sale el sol cada mañana. Y tus zapatos avanzan más lentos
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de lo habitual. Y tus ojos comienzan a teñirse de lágrimas.
Hoy ha sido un día duro, realmente demasiado duro.
Pero todo acabará en breves momentos.
Y cierras la puerta detrás de ti, y dejas las llaves en el buzón.
Esta noche espera algún parque cercano, algún cartón de vino.
Para mañana empezar de cero, con nada en los bolsillos, con las manos llenas de esperanza falsa.
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Cuando te despiertes y eches de menos todo lo anterior.
Cuando a cada paso que des dejes de sentir la persona que eras.
Y olvidar, gradualmente, todo el daño acumulado.
Para de nuevo sonreír, o al menos forzar la mueca.
Y entonces, un día de estos, sentarte a escuchar la música.
Mientras a tu casa nadie vuelve.
Mientras ella se fue antes que tú.
Con todos tus libros, con toda tu vida por delante.
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ANTES SĂłlo hacĂa falta una tarde contigo para cambiarlo todo. Llegar a casa, montar en el coche y poco mĂĄs. Pero ahora no estoy en la misma ciudad ni conduzco el mismo coche. Y las tardes no son ni por asomo lo que eran antes.
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UN FINAL FELIZ Esta historia tiene un final feliz, un final de esos de película, un final de tres letras, un final con el beso de la pareja, con el aplauso del público.
Aunque ahora haya dejado de leer y la cafetera no funcione como debería.
Pero esta historia tiene un final feliz.
Aunque no disfrute de la música que pongo, aunque haga frío y no encuentre el modo de aplacarlo.
Y tiene un final feliz porque todo eso que ocurre
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le da sentido a estar aquí, le da sentido a tirar la ropa por la ventana y bañarse a las tres de la mañana.
Le da sentido a una lámpara sin bombilla, a un alquiler demasiado caro, a un edificio con mal olor.
Le da sentido porque elegirlo fue la clave, porque yo fui quien quiso que todo sucediese como te lo cuento.
Y el final feliz se lo das tú, cuando en media hora entres en mi coche y me saludes con un beso.
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NOCHEBUENA En las fotos de la cena de Navidad, entre huevos rellenos, platos de jamón, paté y salmón, destaca una cara entre todas, la de mi padre, con 5 meses y medio de enfermedad a sus espaldas, y en cambio, 40 kilos menos de peso. Fue una de las pocas veces que pudo cenar algo sólido y no basar su alimentación en batidos especiales con sabor a plátano.
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Lo que sorprende al ver el resto de las caras, es que ninguna muestra el más mínimo signo de tristeza, todo son risas, felicidad, como cualquier otro año.
Porque el regalo que todos recibimos ese año, fuera de objetos materiales y dinero, fue compartir esa cena con él, prepararla a su lado, verle sonreír, y por una vez, ganarle la partida
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a un cáncer de estómago, aunque solamente diez días más tarde nos demostrase a lo que había venido.
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DEDICATORIA Te dedico un terrón de azúcar en café caliente.
Esperando en un sillón rojo a que se apaguen las luces.
Te dedico una habitación de espaldas al mar.
Te dedico un jardín de sauces llorones.
Pasando las horas delante de tu ventana. Asómate para que pueda verte.
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Asómate y salta a este jardín húmedo.
Te dedico esta noche, o cualquier otra.
Te dedico los minutos que tardé en escribir esto.
Te dedico un trozo de mi vida, aquel que nunca sé cómo utilizar.
Te lo dedico, hoy, y mañana quizás también. Y si te gusta podremos repetir, si quieres, si al final te convence, si todo esto te puede emocionar lo más mínimo.
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HOSTAL PORTUGAL Una habitación de hostal es el mundo durante unas horas. Un mundo donde la tienes a ella y nada ni nadie os molesta. Un mundo donde hacer el amor sin pensar en nada más. Pero sólo has pagado unas horas y todo se acaba demasiado pronto, cuando sales de allí y ella recibe una llamada de él.
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MÁLAGA Tiran los edificios pero dejan en pie las fachadas. Calles en silencio como el decorado para una película del oeste. Habrá que estar preparado, nunca se sabe quién puede batirnos en duelo. Por momentos parece una ciudad abandonada, solares con escombros y basura de los vagabundos que duermen ahí cada noche. Pero quieren que sea en el 2016 ciudad de la cultura. Y decorarán las calles con flores y no habrá basura en el suelo. Pero sólo una calle separará a Picasso
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de un saloon donde Billy el Ni単o carga sus pistolas.
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VÉRTIGO Si te quedas parado, si te sientas y nada te hace continuar, entonces en tu espalda sólo sientes su caricia.
La vida te deja de lado si no reparas en agarrarte a ella con fuerza.
Nada te hará moverte si, antes en tu cabeza, no has tenido ese deseo.
Porque un día te miras al espejo y ves que tu mirada se ha derretido.
Porque aunque no lo deseases no hiciste nada por evitarlo. Piénsalo.
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La vida no espera a nadie. Ni a ti.
Ni a mí.
Y el día menos pensado querrás mirar atrás y sentirte orgulloso.
Para no tener que guardar en un cajón todos esos interminables minutos. Ese tiempo en que no dijiste ni hiciste nada.
Ese tiempo en el que te has ido muriendo, ese tiempo en el que has enfermado sin conocer las causas.
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ENFERMO Me encuentro enfermo de poesía.
Enfermo de algo tan intenso que es capaz de revolver mi cuerpo.
No sé cómo se llega a este punto, pero una vez aquí la marcha atrás es imposible.
Y cada día duele más, porque son pocos momentos en los que te sientes tranquilo. Momentos que logras aplacar la presión en tu pecho. Y aunque pienses en dejarlo de lado,
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sabes que no puede ser.
Algo te ata y te atará a seguir día tras día buscando esas palabras.
Porque escribirlas ya supone un esfuerzo.
Y al releerlas no siempre te quedas satisfecho.
Aunque las pintes en letras grandes y rojas, aunque elabores con ellas una pared en tu habitación.
Nunca es suficiente, nunca has escrito aquello que te deje seguir tranquilo. Y seguirás enfermo, sin poder evitarlo, sin querértelo perder.
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ÍNDICE Aquí y tarde . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .13 Mantenerse a flote . . . . . . . . . . . . . . . . . .15 Intento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .17 Calle Solón, 6 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .19 En caso de accidente . . . . . . . . . . . . . . . .21 Tampoco es tan complicado . . . . . . . . . .23 Refugio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .24 Madrugadas en vela . . . . . . . . . . . . . . . . .26 Mi madre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .27 Esa mañana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .29 El fin del mundo . . . . . . . . . . . . . . . . . . .30 Un trato . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .31 Mis abuelos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .32 Invierno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .34 El loco del pelo rojo . . . . . . . . . . . . . . . .36 Autorretrato . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .38 5 de Enero de 2001 . . . . . . . . . . . . . . . . .40 En guardia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .43 Estas noches . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .44 Esperándote . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .46 El otro camino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .48 Nick . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .50 Un poema sin más . . . . . . . . . . . . . . . . . .52
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Miedo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .53 Duelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .55 Escribo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .56 Sus ojos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .59 Mi abuela . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .61 En estas cuatro paredes . . . . . . . . . . . . .63 Incertidumbre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .65 Compañía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .66 La escalera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .68 Seguridad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .70 A todos vosotros . . . . . . . . . . . . . . . . . . .72 Solución . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .74 Eran otros tiempos . . . . . . . . . . . . . . . . .75 Invierno en la Gran Vía . . . . . . . . . . . . .77 El deseo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .78 Algo no funciona . . . . . . . . . . . . . . . . . . .80 A los pies de tu cama . . . . . . . . . . . . . . .82 Acabarás ahí . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .84 Música . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .87 Guardada en el cajón . . . . . . . . . . . . . . . .89 En el límite . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .90 Antes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .93 Un final feliz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .94 Nochebuena . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .96 Dedicatoria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .99 Hostal Portugal . . . . . . . . . . . . . . . . . . .101
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Málaga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .102 Vértigo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .104 Enfermo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .106
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