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Esnifando letras
Recopilación de la Bitácora “Cosas que nunca te diré” por Eva Márquez (Año 2009)
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(Fotografía: Eva Márquez)
“Esnifando letras” consiste en la recopilación de los escritos (poesía y narrativa en todas sus vertientes) de los autores publicados en la Bitácora “Cosas que nunca te diré” durante el año 2009. Edición, maquetación y diseño: Eva Márquez Web: http://cosasqnuncatedire.blogspot.com Email: Enaipau@gmail.com Fotografía portada y contraportada: Ángel Muñoz Rodríguez. Todas las imágenes y fotografías (excepto portada, contraportada y las imágenes de las páginas 2, 6, 7, 57 y 81) han sido extraídas del banco de imágenes de Google y, pertenecen en primera y última instancia a sus respectivos autores y, en todo caso, a los fotógrafos que en su día retrataron dichas imágenes. Este proyecto ha visto la luz gracias a: Ana Patricia Moya y Andrés Ramón Pérez García, por animarme a realizarlo. Ángel Sáez García y Catalina Gómez Parrado, por su labor correctiva. Antonio Calleja, por su inestimable ayuda en la maquetación del mismo. Y especialmente, gracias a la profesionalidad de Ángel Muñoz Rodríguez, por realizar esta portada y contraportada ajustándose fielmente a mis indicaciones e instrucciones.
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Hoy, me parece absurda la idea de buscar una justificación al propósito de esta sencilla iniciativa, que, por otra parte, no consiste más que en reunir, con cierto orden y en un mismo documento, todos los escritos poéticos y narrativos de los diversos autores que, durante el pasado año 2009, han sido publicados en este blog, “Cosas que nunca te diré”, que gestiono con la mejor intención (aunque no de manera tan bella como quisiera). La explicación es simple: ¿y por qué no? Hace algo más de un año, cuando decidí comenzar a escribir una bitácora, no tenía ni la más remota idea de lo que en ella escribiría, ni de qué hablaría, y ni tan siquiera de cuánto tiempo me duraría esta nueva neura mía. Mucho menos me importaba si alguien, detrás de mi pantalla, más allá en la vorágine de este mundo cibernauta, llegaba al blog y leía todo cuanto en él escribiera con mi nombre o publicara con la firma de otros. La razón para comenzarlo fue simple: paliar los síntomas de ese virus llamado Amor y desamor. No recuerdo en qué bitácora leí que el acto de iniciar un blog y de escribir en él era una acción puramente exhibicionista, y aunque razón no le faltaba a ese enunciado, para mí, ha sido la psicoterapia perfecta para vomitar los ardores cardio-emotivos que a diario me acompañan. Y sin duda, ha sido mucho más barata, efectiva y saludable que acudir a la consulta del psiquiatra y tomar los antidepresivos por él prescritos. “Esnifando letras” es una recopilación de todos esos escritos. La selección de los mismos no obedece a ninguna razón que puedas entender. No conozco ni conocía a los autores, que tan generosamente me han dado su permiso para aparecer en esta atípica colección, y tan sólo a unos pocos he tenido el gran placer de conocerlos en persona después de llegar a sus letras. Sin embargo, todos y cada uno de estos autores, con sus escritos, con sus poemas, nacidos de sus entrañas, con sus relatos, paridos desde la imaginación, y con sus capacidades de saber
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comunicar, han logrado formar un todo homogéneo, un bálsamo curativo perfecto para mi dolencia. Gracias a ellos, he llorado, he reído, he disfrutado, me he identificado, he soñado, me he sentido copartícipe, siendo una parte espectadora de pequeños pedazos de otras vidas; y con ello, me he convertido en una adicta, esnifando letras de vida ajena; comprendiendo que a veces, muchas veces, no tiene sentido buscarle una razón a la vida. Lo quieras o no lo quieras, estás dentro de ella, y contigo y sin ti va a continuar. Todos vosotros me habéis enseñado a desgranar cada décima parte del dolor, a colocar cada cosa en su sitio, a disfrutar cada cuasi segundo del bienestar que llega por sí solo y, a escribir dónde, cuánto y qué parte de mí me duele; y sobre todo, a valorarme a mí misma por encima de todo. Aprendiendo con ello, a curarme. Hoy, atentando nuevamente contra el título de este blog, os reitero mi agradecimiento por vuestro saber escribir, por vuestro saber desnudaros para los demás, por vuestro saber compartir dolores y alegrías; en definitiva, vuestro saber daros a los otros sin pedir nada a cambio. Vosotros, con vuestros escritos, habéis contribuido a que pudiera exprimir todo el néctar que contiene ese proverbio sueco que dice que “una alegría compartida es una alegría doble; una pena compartida es la mitad de una pena”. Es posible que el miedo a entregarse al prójimo que a todos nos invade a diario, el miedo a vernos desprotegidos y a sentirnos vulnerables ante el ser humano que tenemos enfrente nos impida darnos sin tapujos, y nos estemos convirtiendo en almas enjauladas dentro de píxeles, suplicando por una comunicación con el exterior; pero si de algo estoy segura, tras esta aventura bloguera, es de la patente necesidad que todos tenemos de intercomunicación mutua. Y de la imposibilidad de vivir solos. Ahora sé, que, sienta cuando sienta dicha necesidad, siempre habrá alguien ahí fuera dispuesto a escucharme (leerme) y a intentar cobijarme bajo el porche de sus propias experiencias. Sin más dilación, os doy mil gracias a todos por vuestra participación en este “Esnifando letras”, y ya sabéis lo que os toca hacer ahora. Es vuestro turno.
Eva Márquez.
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“Dad palabra al dolor: el dolor que no habla, gime en el corazón hasta que lo rompe” William Shakespeare
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Ana Patricia Moya, Ana Pérez Cañamares, Ana Vega, Ángel Petisme Ángel Rodríguez, Ángel Sáez García, Ada Menéndez, Alberto Batania, Begoña Leonardo, Catalina Gómez Parrado, Dani Orviz, David González, David Morán, Dioni Blasco, Eduardo Andradas, Eva Vaz, Hasier Larretxea, Francisco Cenamor , Gsús Bonilla, Inma Luna, Isabel García Mellado, Javier Das, Jorge Ampuero, José Ángel Barrueco, Juako Escaso, Andrés Ramón Pérez Blanco, Leire Olmeda, Lluís Pons Mora, Mario Crespo, Marta Zafrilla Díaz, Mario Fernández, Mª Rosa Comas, Pedro Chincoa, Rolando Revagliatti, Santiago Tena, Uberto Stabile, Víctor Sierra, Yolanda Sáenz de Tejada, Roberto Arévalo Márquez, Enrique Arias Vega, Virginia Barbancho.
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Botas en la ventana Cuando desperté estaba destrozado en un hospital por haber pasado un par de largos días tirado en el estiércol al borde de la nada. Con cara de rata inflamada y una sonrisa insaciable salí de aquel lugar escuchando aquello que siempre me decían: - ¡tú verás lo que haces con tu vida! Poco o nada quería hacer con ella. Pero vi que todavía llevaba puestas aquellas botas que me regalaste Así que les hice un buen nudo y las lancé con toda mi fuerza consiguiendo dejarlas al segundo intento colgadas en el semáforo, ese que hay justamente enfrente de tu ventana. Y así, por cojones, fijo que al verlas dando vueltas te acuerdas un instante de lo que siempre decías cuando te llevaba a casa. Y espero que al menos le provoque una carcajada aunque sea estúpida a ese comemierdas que va ahora a tu lado Y tus padres que me vieron tantas veces presumiendo de que tú me las compraste dirán que a mi cabeza ya no le llega para más.
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Y al ponerse de pronto el semĂĄforo en rojo comprendĂ que no eran las botas sino el reloj lo que debĂa de dejar para siempre a la sombra de tu ventana.
Dioni Blasco
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Paradojas de la belleza ¿Cuántos kilos de marfil se necesitan para construir el teclado de un piano? ¿cuántas toneladas de elefantes hay que abatir para escuchar en los salones una polonesa de Chopin?
¿Cuántos bosques más deben talarse a cambio del placer de Shakespeare o Quevedo?
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¿Cuántas montañas se deben arañar para que el metal y la piedra se sueñen entre las manos de Brancusi o Giacometti? ¿Cuántos esclavos de guerra se deben emplear para que los tiranos levanten sus cruces, construyan sus pirámides...? ¿Cuánta naturaleza hay que ultrajar para que las top-models nos fascinen con sus potingues, sus sombras, sus pestañas postizas, por la divina comedia de las revistas y las pasarelas? ¿Cuánta ignorancia más se debe financiar, cuánta depredación se debe tolerar, cuánta vida se debe exterminar para que lo vacuo, el lujo, la fanfarria nos entretengan y nos envilezcan? La muerte se exhibe con distante belleza, retorcida cosmética, seductores demonios, pero huelen tanto a descomposición todas sus industrias y sus estrategias, que a veces quisiera dejar de esculpir, pintar, escribir, cantar, contemplar, para no ser Cómplice, ni un segundo más, de la Casquería.
Ángel Petisme
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cansancio ajeno hay cada mañana una mujer maría que se sienta al borde del abismo de su cama mira hacia abajo antes de saltar y duda sin remedio de si irá al trabajo hay cada tarde un hombre manuel que se sienta cansado en un banco del gimnasio mira su peluda barriga que no baja y piensa en sacar mañana todo su dinero e irse hay también cada mañana un joven raúl que coge sus libros para ir al instituto mira con ojos dormidos el desorden de su mesa y encuentra el cedé que le gustaría quedarse a escuchar hay cada atardecer una abuela cipriana que abandona con paso cansado el cementerio mira con envidia la tumba del marido y siente que pronto se liberará de su pesado cuerpo hay cansancio en estos días extraños y aunque me levanto de la mesa y lo dejo me dan ganas de escribir al final del poema que tal vez sean mis ojos los que se han cansado.
Francisco Cenamor
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Santiago Tena
Te lo voy a contar: yo sé el secreto el secreto es saber que no depende para nada de ti, que todo pasa según ha de pasar, que no hay salida, esfuerzo o decisión posible, todo fluye según ha de fluir el secreto no es forzar el flujo, ni creer que esforzarse por fluir conduce a algo, el secreto no es querer fluir, más bien es el secreto saber que todo fluye por si solo y por tanto volar, no sufrir si no es lo que yo quiero, no sufrir si no logro, si no puedo, más bien saber seguro que no puedo, que puedo pero no cuando yo quiero, que quiero pero no cuando quiero querer, el secreto es tan solo estar seguro de que todo sucede cuando ha de suceder, de que todo mi esfuerzo canta en vano, de que no es en mi esfuerzo donde está la llave del deseo
14 es secreto es saber que todo es, que todo incluso yo es lo que es, y que ser y pasar y suceder son como un todo, que en el todo los tres, los dos, los cuatro somos un solo estar, un solo suceder, el secreto es querer que el suceder perfecto, creer que el suceder perfecto, saber que el suceder eterno es en mi un solo ser con el suceder pleno que aun no atisbo, el secreto es saberse relevado del deber de intentar, el secreto es quererse liberado, el secreto es volver, ser inocente, ser Dios todo inocente como el ninho inocente que es mi fe .
HAY UN POEMA AÚN QUE NO SE HA ESCRITO y el poema soy yo cuando sé que tú eres poema en mi poema, en ti y en lo que ves, en lo que mi hombro dice cuando apoyas en él toda tu vida, y cada vez que dices que me quieres me hago poema yo, y cuando con la mano buscas mi protección yo soy niña también, también soy tú. Y no voy a hacer caso a quien quiera tratarte con dureza, voy a ser todo padre, todo amor, todo madre, todo hermano pequeño, todo bebé en tus brazos, voy a ser todo tú.
Santiago Tena
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Muelas y señales (fragmento) Hete aquí viviendo como un gusano día tras día, genio del hambre, fiel a una vocación sagrada. John Fante
Maldigo a quienes creen que ser bohemio y maldito es agradable y encantador. Me llamo Martín de Acero y soy escritor. Algunas personas, en esta ciudad, se empeñan en ofenderme despojando mi identidad de ese sustantivo, pero siempre dije que si uno pasa la mañana escribiendo cuentos, o fragmentos de novelas, o ensayos, o lo que sea, bueno, el caso es que no es barrendero, ni notario, ni empleado de oficina. Es, simplemente, un tipo que escribe, que se dedica a escribir. No hay vuelta de hoja. Tengo veintinueve años y en breve voy a cumplir los treinta y sé que quizá estas páginas no vean nunca la luz. No me importa. Llevo los zapatos gastados y rotos y los dobladillos del pantalón hechos trizas. Mis camisas, a menudo, conservan los lamparones del día anterior. Suelo ir por la calle sin afeitar, con barba de una semana, y en invierno me pongo un abrigo largo, uno de esos que llaman tres cuartos, que me otorga el aspecto de bohemio cuya etiqueta se empeñan en adjudicarme. Mi estampa no es elegante y nunca me he puesto traje y corbata, pero siempre salgo a la calle con el cabello limpio. En las cafeterías a las que acudo pido café o un zumo que me revitalice el organismo, y los sábados procuro emborracharme, así que, en teoría, para los habitantes de esta ciudad estoy empezando a tomar una inusual fama. Aún vivo con mi familia. Pertenecíamos a la clase media. Pero eso era antes. Ahora me temo que somos de la clase baja. A veces nos cuesta llegar a fin de mes sin que nos corten el agua caliente o sin que la compañía de la luz nos deje a oscuras. Quizá sea mi aspecto, pero algunas personas me consideran un escritor maldito y un bohemio en regla. Para ser un maldito nadie tendría que haberme publicado, y algunas de mis obras circulan por ahí. Y, si doy pinta de bohemio, tal vez sea por mi bajo nivel de vida. Escribir es un trabajo. La gente piensa que es una aventura romántica. Nada de eso. Procuro madrugar, me siento ante el ordenador y las horas transcurren. Es un ordenador viejo que va a trompicones y tiene las teclas desgastadas. Cuando la mañana termina, suele dolerme el culo y en la espalda tengo molestias.
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Un escritor vende poco, salvo si es uno de esos tipos célebres que arrasan en las librerías y cuyos libros todo el mundo regala por Navidad. Los críticos y los esnobs acostumbran a machacar sus novelas y su reputación, pero no veo nada de perjudicial en enriquecerse escribiendo. Si un doctor se enriquece sanando enfermos, ¿querrá eso decir que es un mal médico? Hace unas semanas pasé unos momentos malos. Muy malos. Debía algún dinero y, a menudo, me encontraba a esa gente con la que había contraído deudas. -¿Cuándo demonios vas a pagarme? -Pronto, muy pronto. -¿Vas a ganar algún premio gordo? -Sí, Alfredo, voy a ganar un premio gordo y luego te pagaré. -Más vale que sea cierto. Por supuesto, era mentira. No es barato enviar relatos y novelas a los concursos. Cuesta dinero. Dinero para el cartucho de tinta, dinero para hacer copias en la copistería, dinero para los sobres y los sellos y también para los envíos certificados. En aquellos días de los que hablo no llevaba mis cuentas muy mal. Con mis ahorros podía permitirme salir los fines de semana, invitar a una chica de vez en cuando a cenar y comprar folios y cartuchos de tinta. Entonces me cogí un catarro (a pesar de que era verano) y empezaron a dolerme las muelas. [....]
José Ángel Barrueco
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Deseo Quedarme tan solo un instante más enredada en las sábanas de la cama que huelen a nosotros dos una noche cualquiera amándonos. Porque te deseo, deseo, deseo, deseo que fluye por mi cuerpo en forma de silueta que dibujan dos cuerpos amándose, amándose como nosotros dos absortos en el deseo, el deseo, ese deseo que aún permanece intacto en el hueco de tu ausencia. Porque anoche, como tantas otras, tu cuerpo y el mío cabalgaron juntos hasta perderse en el abismo que se crea a nuestro alrededor, cuando en el centro mismo del magma que forma la esencia de nosotros dos
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amándonos, fundiéndonos en lo más profundo de lo que no se dice, que apenas se ve, y que, sin embargo, se percibe lentamente en el jadeo agridulce que se nos escapa de la boca cuando a punto estamos de rendirnos tras la batalla, y ese último beso se alza entonces junto a las miradas febriles que aún aguantan en pie las embestidas del amor y es entonces que al fin susurro con el alma misma, que lo que a ti me ata en ese instante es el deseo animal porque no hay más explicación empírica ante el hecho más evidente que puede producirse en una cama, entre dos cuerpos que entrelazados, en un baile lento y rítmico, a veces convulso e indeterminado, pero del todo lúcido pues, allí y ahora, ellos se conocen y conocerán mejor que nunca, allí, el deseo, el firme deseo, de penetrar más allá del alma del otro se convierte en la respuesta definitiva, aquello que conjuga en un breve silencio que se interrumpe por el suspiro último de tu boca y la mía,
tu cuerpo y el mío, en una misma noche, una madrugada que estalla y se rompe bajo unas sábanas, que quiebra en cierto modo todo amanecer posible pues el día se transforma ya para siempre en el momento mismo en que cruzas la puerta, te abalanzas sobre mí, y el felino que se esconde dentro me abandona porque niega toda defensa y es entonces cuando he de admitir lo evidente, el deseo, que el deseo me conduce a ti, porque el deseo me transforma en la mujer que escribe estas palabras ahora que ya te has ido. Desearte me conduce entonces hacia mí misma, hacia el centro neurálgico del deseo mismo que empuja toda vida hacia delante. Deseo de tener, tenerte, desear sin más, deseo al fin y al cabo que me mantiene viva, deseando…
Ana Vega
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Guijarros y carmín una rodilla ensangrentada y el rímel corrido entre las piernas la paliza me la debías -no preparé a tiempo la cena merecía el latigazo con el cinturón de cuero -era cierto que me habían visto con otro era tu deber saltarme un diente -no me acosté con él pero deseé hacerlo era justo que me jodieras dos costillas -encontraste la cama sin preparar y la comida deshecha tenías derecho a abrirme el labio -a pesar de tus gritos no pedí perdón ni grité hijoputa mientras me molías a palos no lloré al ver de nuevo sangre en mi camisa no pedí perdón ni grité ni lloré tampoco cuando alejándote de espaldas te rompí la cabeza con el horrible jarrón que nos regaló tu madre por navidad.
Puto jarrón. Me corté en un dedo con su horrible cerámica pintada con flores azules.
Marta Zafrilla Díaz
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Cambio de sentido Si decides cambiar tu vida, si decides que llegados a un punto nada tiene sentido, si decides largarte de donde estás o por el contrario decides volver a tu casa, recuerda, no dejes que tu vida se estanque, no te permitas no poder avanzar ni retroceder. Porque al final empezarás a echar de menos, empezarás a pasarlo mal, empezarás a verle sentido a lo que dejaste atrás y no hay peor sensación que la de pensar que a lo mejor te equivocaste. Tu vida ha cambiado, tú has cambiado, así que empieza a caminar de una vez, el sol está saliendo justo delante de ti.
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Si te quedas parado, si te sientas y nada te hace continuar, entonces en tu espalda sólo sientes su caricia. La vida te deja de lado si no reparas en agarrarte a ella con fuerza. Nada te hará moverte si, antes en tu cabeza, no has tenido ese deseo. Porque un día te miras al espejo y ves que tu mirada se ha derretido. Porque aunque no lo deseases no hiciste nada por evitarlo. Piénsalo. La vida no espera a nadie. Ni a ti. Ni a mí. Y el día menos pensado querrás mirar atrás y sentirte orgulloso.
Javier Das
Para no tener que guardar en un cajón todos esos interminables minutos. Ese tiempo en que no dijiste ni hiciste nada. Ese tiempo en el que te has ido muriendo, ese tiempo en el que has enfermado sin conocer las causas.
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nervios y médulas remotas morfologías del alma algo que ladra al silencio y lo deshace abriéndome las venas hasta llover en mí y desterrarme más allá de la escritura y su danza profética sombría o luminosa baba abortiva pero fértil.
Jorge Ampuero
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G S Ú S B O N I L L A
Sé que no estoy en mi juicio y que me falta inspiración. Todo me saca de quicio qué desilusión! ROSENDO MERCADO
DESILUSIÓN para Sonia Fides
a medida que trago la vida tomo conciencia de ella –no mucha- , pero me pasa. y me pasa que al igual que a las gallinas necesito muy poco. si acaso, una miajita de luz algo de alimento, y un lugar donde reposar mis huevos. la lucha me enseñó -también-
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a excretar sólido y líquido en una misma deposición. -no sé si lo entendí biensupongo que la felicidad consiste en cagarme de miedo o mearme de risa según voy abriendo o cerrando períodos.
Gsús Bonilla
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EL CLAN PRIMIGENIO (Microrelato) Darak era el mejor cazador de la tribu. Todo el clan dependía de él desde que una mala cacería se llevó a cinco de sus hombres. Pero ya nada de eso le importaba. No desde que apareció aquella extraña mujer de piel blanca como el invierno. Llegó a él una noche, envuelta en bruma, hermosa y distinta. Encontraron un lugar privado en una gruta escondida. Apenas recordaba sus encuentros, retazos de caricias prohibidas, sangre y pasión... Sólo sabía que le pertenecía, que aquella mujer poseía su cuerpo y su mente, nublando su voluntad. Darak permanecía confinado en la cueva, pues su piel ardía al contacto con la luz. Ella llegó con las sombras y le dio el último beso. Ahora ya estaba preparado. Pronto visitarían el poblado para crear su propio clan: los primeros hijos de la noche....
Catalina Gómez Parrado
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Quiéreme Manifiéstate de súbito. Choquémonos, como por arte mágico en este sitio, un Miércoles. Pidámonos disculpas. Sonriámonos. Intentemos tirar el muro gélido diciéndonos las cuatro cosas típicas. Caigámonos simpáticos. Preguntémonos cosas. Invitémonos a bebidas alcohólicas. Dejémonos llevar más lejos. Déjame que despliegue mi táctica. Escúchame decir cosa estúpidas y ríete. Sonríeme. Sorpréndete valorándome como oferta sólida. Y a partir de ahí quiéreme.
Dani Orviz
Sin rúbrica, pero por pacto tácito acepta ser mi víctima. Déjame que te lleve hacia la atmósfera, acompáñame a mi triste habitáculo. Sentémonos, mirémonos, relajémonos y pongamos música. De pronto, abalancémonos besémonos con hambre, acariciémonos, Desnudémonos rápido y volvámonos locos. Devorémonos como bestias indómitas. Mostrémonos solícitos en cada prolegómeno. Derritámonos en abrazos cálidos Virtámonos en húmedos océanos. (sigue)
30 Ábrete a mí, abandónate y enséñame el sabor de tus líquidos. Mordámonos, toquémonos, gritémonos permitámonos que todo sea válido y sin parar, follémonos. Follémonos hasta quedar afónicos Follémonos hasta quedar escuálidos. Durmámonos después, así, abrazándonos. Y al otro día quiéreme. Despidámonos rígidos, y márchate de regreso a tus límites satisfecha del paréntesis lúbrico pero considerándolo algo efímero sin segundo capítulo. Deja pasar el tiempo, mas sorpréndete recordándome en flashes esporádicos y sintiendo al hacerlo un sicalíptico látigo por tus gónadas. Descúbrete a menudo preguntándote qué será de este crápula. Y un día, sin siquiera proponértelo rescata de tus dígitos mi número llámame por teléfono y alégrate de oírme. Retransmíteme, ponme al día de cómo van tus crónicas y escucha como narro mis anécdotas. Y al final, algo tímidos, citémonos. En cualquier cafetín de corte clásico volvámonos a ver, sintiendo idéntico vértigo en el estómago. (sigue)
Y en ese instante quiéreme. Apenas pasen un par de centésimas sintamos al unísono un relámpago de éxtasis limpio y cándido, y en un crescendo cinematográfico dejémonos de artificios y máscaras. Rindámonos a la atracción magnética que gritan nuestros átomos y sintámonos de placer pletóricos por sentirla recíproca. Unidos en un abrazo simétrico perdámonos por esas calles lóbregas regalándonos en cada parquímetro con besos mayestáticos que causen graves choques de automóviles y estropéen los semáforos. Y para siempre quiéreme.
Dejemos que se haga fuerte el vínculo, unamos nuestro caminar errático, declarémonos cómplices, descubramos restaurantes asiáticos, compartamos películas, contemplemos bucólicos crepúsculos, charlemos de poética y política y celebremos nuestras onomásticas regalándonos fruslerías simbólicas en veladas románticas. Y entre una y otra quiéreme (sigue)
31 Dejemos de quedar con el grupúsculo de amigos. Que los follen por la próstata. Pues si ponemos el asunto en diáfano solo eran una pandilla de imbéciles. Cerrémonos, y en un afán orgiástico con afición sigamos explorándonos buscando como ávidos heroinómanos el subidón de aquel polvo iniciático. Y aunque no lo logremos. Da igual.
Quiéreme. Para evitar que nuestra vida íntima se corrompa con óxido busquémonos alternativas lúdicas apuntémonos a clases de kárate o de danzas vernáculas juntémonos en cursos gastronómicos. Presentémonos a nuestros mutuos próceres anteriores del árbol genealógico y a lo largo del cónclave sintámonos con ellos algo incómodos más felices de haber pasado el trámite.
Comprémonos un piso. Hipotequémonos Llenémoslo con electrodomésticos y aparatos eléctricos, y paguemos en precio de las dádivas regalándole nueve horas periódicas a trabajos insípidos que permitan llenar el frigorífico. Y mientras todo ocurre, solo quiéreme, del fondo de tu útero saquemos unos cuantos hijos pálidos, bauticémoslos con nombres de apóstoles, llenémoslos de amor y contagiémoslos con nuestra lóbrega tristeza crónica. Apuntémoslos a clases de música de mímica y de álgebra, y démosles zapatos ortopédicos, aparatos dentales costosísimos, fórmulas matemáticas y complejos edípicos que llenen el diván de los psicólogos. Releguemos nuestro ritual erótico a la noches del sábado cuando ellos salgan vestidos de góticos a ponerse pletóricos ciegos de barbitúricos. Paguémosles las tasas académicas a los viajes a Ámsterdam. Dejemos que presenten a sus cónyuges y al final, entreguémoslos para que los devoren las mandíbulas de este mundo famélico. Y ya sin ellos
Y quiéreme después. Sigue queriéndome, continuando con el proceso lógico juntemos nuestras vidas en un sólido matrimonio eclesiástico, casémonos a la manera clásica, hagamos un bodorrio pantagruélico, y cual pájaros de temporada en éxodo vayámonos de viaje hacia los trópicos y bailemos el sóngoro cosóngoro mientras bebemos cócteles exóticos. Y al regresar, sentemos nuestros cráneos. (sigue)
quiéreme a lo largo de apuros económicos y de exámenes médicos, mientras que nos volvemos antiestéticos más cínicos, sarcásticos, nos aplaste el sentido del ridículo y nos comen los cánceres y úlceras. Quiéreme aunque nos quedemos sin diálogo Y te pongan histérica mis hábitos. Enfádate, golpéame, hasta grítame y como única válvula catártica desahógate en relaciones adúlteras con amantes más jóvenes y regresa entre lágrimas y súplicas perjurándome que aún sigues amándome.
Y yo contestaré tan solo quiéreme. Quiéreme aunque te premie salpicándote en escándalos cíclicos y te insulte, y te haga sentir minúscula y me pase humillándote y me haya vuelto un sátrapa que roza cada día el coma etílico y me haya vuelto politoxicómano y me conozcan ya en cada prostíbulo. Continúa queriéndome mientras pasan espídicas las décadas y nos envuelve el tiempo maquiavélico en un líquido amniótico que borre el odio que arde en nuestros glóbulos y nos arroje al hospital geriátrico a compartir habitación minúscula inválidos, mirándonos sin más fuerza ni diálogo que el eco de nuestras vacías cáscaras. Quiéreme para que pueda decirte cuando vea la sombra de mi lápida Y antes de que venga y cierre la mano de la muerte mis párpados: “Ojalá, ojalá como dijo aquel filósofo el tiempo sea cíclico y volvamos de nuevo reencarnándonos en dos vidas idénticas, y cuando en el umbral redescubierto de una noche de miércoles pretérita tras chocarme contigo girándote, me digas: "Uy, perdóname" le ruego que permita el dios auténtico que recuerde en un segundo epifánico cómo será el futuro de este cántico cómo irán nuestras flores corrompiéndose cómo acabaré odiándote cómo destrozarás cuanto fue insólito en este ser, cómo la vida empírica nos tornará en autómatas patéticos hasta llevarnos a la justa antípoda de nuestro sueño idílico."
"Y sabiendo todo esto, anticipándolo pueda mirarte directo a los ósculos y conociéndolo muy bien. Sabiendo el devenir de futuras esdrújulas destrozando en un pisotón mi brújula
te diga solo
(sigue)
quiéreme.”
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Cuando Crezca la espiga de trigo en mi corazón, la tierra en mis ojos, la palabra abandone mi boca y mis manos escriben aullidos de viento, antes que la vida desgaste mi nombre y certifique de muerte mi historia, que el tiempo me desgarre del día, me borre con una losa de mármol. Hablare de las lunas dormidas del invierno, vencido de primavera, de la amnistía que el sol concedió a la noche, de la arena de mar que fue lapida de olas desorientadas, de el agua altiva que se desprendió del cielo, del beso que calladamente, dejo esparcido amor, de las nubes que asaltaron abril, de las flores sepultadas de llanuras de nieve tardía, de la lluvia que se hizo arco iris en el altiplano del horizonte, de los ríos que suben las montañas, que se alejan del océano, de los latidos que disemina el alma, esperando que el vivir no le asfixie. El día que el mundo me derribe de su seno, que la brisa y la luz, sean los únicos presentes de mi muerte, porque de mi vida ya hice muchos testigos.
Eduardo Diego de Andradas
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Polvo de estrellas A él se lo escuché: al científico, al escritor: a John Gibbin: Básicamente, dijo, somos polvo de estrellas. Sí, repitió, eso es lo qué somos: polvo de estrellas. Convendría no olvidarlo. Tenerlo siempre presente. Polvo. No estrellas.
D A V I D
Pesadillas últimamente mis sueños suelen ser auténticas pesadillas mejor así no me asusto tanto al despertar.
G O N Z Á L E Z
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EXCUSA no, yo no trabajo en una fábrica de armas ni levanto muros de cemento armado o redes de alambre de espino no, yo no trabajo en ese ramo de la construcción ni soy el brazo de la ley que trata de llegar al cuello o a las ropas de inmigrantes i legales cuando tratan de pasar por encima de esos muros y alambradas ni tampoco soy, en otro orden de cosas, el gancho, la porra, el rifle o el arpón que asesinan a sangre fría focas, ballenas o cualquier otra especie animal que se les ponga por delante no, yo no trabajo en ninguna de esas historias o en otras por el estilo no, lo lamento, yo no tengo vuestra excusa yo no tengo crías que alimentar.
David González
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DIARIO Los recuerdos son náufragos flotando en nuestra memoria Solemos rescatarlos con asiduidad: unos necesitan una ducha y un simple afeitado El resto
Algunos, además de aseo, alimento o cuidados intensivos Unos mueren sucios y ahogados El resto se acuesta cada noche con nosotros.
Víctor Sierra
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No estoy limpia No estoy limpia. Vengo de un cuento de hombres y mujeres tan verdad y mentira como cualquiera. No hace falta contar lo que se ve en mis brazos, lo amordazado de mis ingles. Tú sabes. Yo aprendo. Esa es la parte buena del negocio. Que estoy dispuesta. Quería decírtelo personalmente mientras te abro la boca para que puedas devorarme. Me pongo así en tus manos y empieza el juego. No estoy limpia. Atrás se quedan cosas que me han dejado estrías en la tripa, rayas blancas, brillantes, en las que puedes colocar tu lengua para que lama a trompicones la inexperiencia que dan los años, las señales que delatan mi edad de árbol. Empezaré soplando el color de tu carne. La acercaré a mis labios, me hundiré en el sabor de cada trago como si fueras mi nutriente. Luego, cuando conozca tu grado de acidez, llegaré a más. No habrá contemplaciones. Seré una plaga de dedos que entren y salgan y arañen, froten, lleven y traigan líquidos y olores. Seré dientes que hagan crujir tus huesos y arrebaten las regiones más blandas. Seré una pierna dúctil y escurridiza anudada en tu origen. Me ensartaré en todos tus extremos hasta verme inundada. No estoy limpia. Ya lo ves. No es necesario que me tapes ahora. No es necesario. No tengo nada que ocultar. Las manchas que arrastramos son las que nos dan forma. Ahora quiero que te quedes aquí, que me dejes hacer, que me dejes hacerme.
Inma Luna
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Historia de almohada (cuasi – no – haikus) Cadenas
Hambre de tu piel. Sed de tu boca. Esclava de tu cuerpo. Dedos deslizándose
Testigo: el colchón. Aromas de fruta mezclados. El mundo en tu vientre. No-amor Sábanas húmedas. Aliento cálido en mi nuca.
Ana Patricia Moya
Sin título
Vacío. Cambio mi papel de buena de la película por la de la malvada bruja de cuento. Todo es vacío. Manzanas envenenadas para los amantes, algunos se atragantan con un gusanito y otros se comen los pedazos sin cuestionar nada.
Mi corazón ausente.
38 Demasiado vacío. Un temblor recorre la piel áspera, colmada de caricias de soledad: alguien tira la fruta roja. Me desafía a la transformación de mi verdadero yo, me insinúa que vuelva a ser triste princesa. Tan vacío… Y, como bruja que soy ahora, ignoro las intenciones - sean buenas o malas: no sé si es cordero o lobo disfrazado y remato con un espectacular número de escapismo.
No encuentro placer en joderle a nadie pero, en la moderna selva urbana de hipocresías, carente de valores e ilusiones, sólo te queda ser una astuta y cobarde bruja.
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Bragas Abro los ojos, perezosa. Me encuentro nuestras bragas encima de la mesita de noche, los sujetadores y el resto de la ropa tirada por el suelo de mi cuarto. A mi lado, está ella, durmiendo, respirando rítmicamente; me gusta mirarle cuando duerme, pero jamás lo confesaré. Me levanto, me pongo una bata y me voy a la cocina. A mi regreso a la habitación, con una taza en la mano, me la encuentro de píe, frotándose los ojos y estirándose. Yo me apoyo en la pared, la observo, en silencio, con curiosidad lujuriosa: es cierto que no tiene un cuerpo espectacular, pero para mis ojos es una mujer bellísima a pesar de su estatura, su barriguita y sus marcadas estrías. Sus imperfecciones me resultan de lo más erótico. Ella me gusta, y lo sabe; me sonríe y comienza, muy coqueta, a vestirse. Le ofrezco quedarse en la cama todo el día si quiere… ella dice no. Le invito a almorzar fuera con unos amigos… y rechaza la oferta… no sé por que me molesto en insistir con insinuaciones porque siempre obtengo un no por respuesta… pero bueno… la fuerza de la costumbre, quizás. Termina de arreglarse, le da un sorbito a mi café, me besa y prometemos vernos la noche del próximo sábado. Con el portazo de despedida, me siento en la cama. Aspiro fuerte por la nariz: su aroma se mezcla con el de la taza. Sí: es una egoísta. Va a lo que va. Sexo… todo es sexo. Estuvo claro desde el principio. A pesar de que llevamos acostándonos meses, somos desconocidas. El roce no hace el cariño, sino el placer. Ella se limita a abrirse de piernas y evitar abrir su corazón. Sí… es egoísta… muy egoísta… pero, pienso, que yo también soy egoísta por pretender quererla.
R E L A T O
Ana Patricia Moya
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B E G O Ñ A L E O N A R D O
...Y entonces llegaba el buen tiempo del casi verano, como hoy. Los días de parques, de bicicletas, de combas, de pelotas saltarinas... Días de sombras con helado de fresa a la orilla del Duero... Días de grillos y ranas, como hoy. Días de largos paseos nocturnos de refrescos/tormenta, lluvias torrenciales en diez minutos corriendo por Santa Clara. Días de películas refugio en el cine Barrueco para contarnos... Del que nos gustaba. Días de juegos de niñas de caras empolvadas en cromos y flores con olor a naftalina. Días de besos, de versos; tímidos apuntes en el papel del chicle más duradero del mundo. ...Y los días de verano, de las vacaciones. Días plácidos, consentidos, perezosos... Apretando el paso camino de la piscina sofocados y felices, donde exhibíamos nuestros progresos entre ahogadillas tirándonos en bomba y salpicando al indeciso, como haces tú. Subversivos días sin colegio, con postillas, orgullosas heridas de guerra recuerdo de batallas por el descampado... Días de madres con escotes, de padres en pantalón corto con sandalias de penitente. Mejor sin calcetines ¡por favor! Días cálidos, remolones. Días de siestas interminables sin sueño y con cuento, como hoy.
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Me voy de este cuento Cántame la canción que nos libere y cuéntame un cuento. Uno, donde nadie se acomode donde el amor llegue lento detrás del respeto. Pasos, que acaricien la alegría de alcanzarte Que suave, se apoderen de la risa, de la melodía de ser libres y completos. Tú, me contaste uno antiguo, rancio y verde... La condena que enloquece a Cenicienta. ¿Dónde están las perdices que no quiere la princesa? Yo no quiero un príncipe encantado quiero, encantarme con el príncipe. Me voy de este cuento... Hay un tren a las diez.
Donde quiero ser Hay un espacio un trozo de tiempo donde el peso de la tierra se relaja. Un punto exacto. Donde aterrizan profetas videntes del lodo saltimbanquis no terrestres cuerdos y fogoneros del universo. Un lugar donde mi mundo se dilata donde encuentro el infinito el lugar al que regresan las palabras. Allí, donde germinan tus flores tus besos... Tus versos.
Begoña Leonardo
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Amor invisible (relato) Los primeros acordes del piano de aquella canción siempre sonaban en mi mente cuando menos lo esperaba. Esa melodía lenta, tranquila y pausada que me recordaba la misma debilidad, la misma ilusión, el mismo secreto que el de la chica de aquella letra. Era como si aquella cantante la hubiese escrito para mí, que hablase de mí, aunque por otro lado era imposible, porque ella era de Nueva York y yo del otro lado del charco. No sabía nada de mi vida, ni me conocía, por lo tanto ¿Por qué iba a escribir sobre mí? Aun así, daba igual, eso era lo de menos, la cuestión era que cada vez que surgía aquella melodía, emergían de mí diferentes sentimientos encontrados: Tal vez alegría, tal vez tristeza... no sé, al final, cuando acaba, sólo sentía una cosa: pena, pena de mí, de mi vida, de mi fracaso de vida. ¿Alguna vez habéis estado enamorados? Yo sí, desde hace mucho tiempo. Aun lo estoy... y de una persona a la que no conozco. Por no conocer, ni siquiera sé si existe. Apareció hace mucho tiempo en mi memoria, emergiendo de una de las fantasías que tenía de pequeña, cuando entonces todas mis amigas salían con sus novios y yo me quedaba relegada en casa, sin ningún plan, sola, aburrida. Solía quedarme en mi habitación, con la puerta cerrada a cal y canto para que mis padres no me viesen llorar, y ponía la música en alto para dejarme llevar por las letras románticas de amores perfectos. De ahí emergió él. Al principio no era más que la imagen difusa de ese concepto romántico de mi príncipe azul. Un simple chico que estaba a mi lado, enamoradísimo de mí, y que me susurraba al oído las canciones que me acompañaban en aquellas tardes. Pero luego, con el paso del tiempo, aquel chico empezó a cobrar otra dimensión. Empecé a imaginar como era su mirada, sus impactantes ojos azules con los que me observaba abnegado, sus cejas bien definidas y sus pestañas perfectamente alineadas. Luego dibujaba sus labios, ni muy anchos ni muy estrechos, bordeados por una fina y delicada barba muy sutil, sus pómulos, su mandíbula y su aterciopelado cabello rubio... una cara de un hombre bello, varonil, de expresión serena y muy gentil. Continué imaginando como era el torso de su cuerpo y su altura, un poco más alto que yo, pero solo un poco, y después su forma de vestir, su manera de sonreír, el aliento de su boca, su olor, su tacto sobre mi piel... Así, poco a poco, con el paso de los años, fui imaginándome cada cosa de aquel chico que me acompañaba en mis horas más solitarias, y fui otorgándole una personalidad afín a la mía.
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Era un hombre bueno, romántico, comprensivo, fiel... era mi hombre perfecto, con el que bailaba al son de la canción del piano, quien me acompañaba en mis entrañables viajes por el mundo de mi mente. ¡Y no existía! Al menos, no en este mundo. Hasta que llegó un momento en el que tuve que salir de mi ilusión. Él solo vivía en mi memoria, no era real, y yo necesitaba alguien de carne y hueso. Mi época de niña ya había acabado y el mundo que me rodeaba era distinto, no aquel tan cruel que uno vive en plena adolescencia, y empecé a salir, a conocer gente, a hombres reales. Eran tan diferentes a él... De todos los que conocí, no encontré a ninguno que se aproximase a esa visión romántica que me había creado. Mi hombre imaginario era tan perfecto que nadie lograba superarle, y en consecuencia, terminaba por dejarles. Eso sin contar mi absurda sensación de estar haciendo algo malo, como si tuviera remordimientos por ser infiel a un hombre tan perfecto, cambiándole por estos otros tan normales... Y aun así, él me perdonaba, pues cuando llegaba a casa, sola, después de otra noche fracasada, él volvía aparecer, ofreciéndome su mano y me preguntaba con su amplia sonrisa - ¿Me concedes este baile? - y yo bailaba. Le abandoné en dos ocasiones. Dos momentos de mi vida donde ya no se aparecía en mis sueños. La primera vez fue hace diez años, cuando conocí a un chico que... se parecía tanto a él. Es más, creí que era él. Tanto tiempo buscándole y al final le encontraba. Me sentía tan dichosa, tan afortunada. Estuve con aquel chico durante dos años: el primero fue maravilloso, el segundo ya no tanto, donde todo lo mágico y bonito fue desapareciendo lentamente, hasta que al final se rompió del todo. Fue entonces cuando me dejó y volví a estar sola... bueno, sola no, Él volvió aparecer, con su amplia sonrisa. Pasaron los años y decidí volver a buscarle. Si podía verlo en mis sueños, tenía que existir en algún lugar, estaba convencida de ello. Y empecé una ardua búsqueda por toda clase de sitios, locales y ambientes sin tener mucho éxito: Me topé con toda clase de hombres; ejecutivos, obreros, oficinistas, funcionarios, profesores, catedráticos, informáticos, barrenderos... y él no estaba. Tan solo conocía una especie de masa babosa que no tenía nada que ver con la imagen que habitaba en mi memoria... Hasta que un día me topé con un hombre, un pelín más bajito que yo, pero muy bueno, comprensible, cariñoso... y me dije: Se parece mucho. Inicié así una segunda relación convencida, no tanto en haber encontrado
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a mi hombre perfecto, pero sí de tener a aquel que más se le aproximaba. Tal vez ya había empezado a ser consciente de que él no aparecería y debía conformarme con lo que me daba la vida. Al fin y al cabo, aquel muchacho era un buen hombre, aunque no fuese exactamente Él. Pero, a medida que pasaba el tiempo a su lado... no sé, al final volvía recurrir a mi hombre perfecto, a dejarme llevar en sus bailes en un enorme salón vacío donde solo estábamos los dos, moviéndonos al ritmo de un vals, con el tiempo detenido en aquellos instantes tan emocionantes. Terminé dejando a ese hombre que tanto me quería. Y es que yo no podía amarlo mientras siguiera enamorada de mi hombre perfecto, y él se merecía una mujer que le quisiera tanto como él me quería. Entonces, me prometí a mí misma que nunca más lo volvería hacer. No estaría con nadie por el simple hecho de que se aproximase a mi imagen de amor perfecto. No, el siguiente sería porque de verdad le amase. Así he llegado hasta hoy, en mi búsqueda por el amor perfecto. Aun no lo he encontrado, y ya he empezado a asumir que jamás lo encontraré. Porque él no existe. Sólo habita en los salones de mi memoria, y aparece solo cuando le invoco en mi soledad. Puede que esté viviendo una mentira, mi propia mentira, y por eso, tumbada en el sofá de mi casa, escuchando aquella canción de piano que habla de una mujer enamorada de un hombre a quien jamás ha visto, al que jamás ha tocado, pero al cual conoce perfectamente, no puedo evitar sentirme patética, absurda, tonta: Por estar esperándolo, por seguir buscándolo, por creer que le encontraré, por pensar que él está en otro lado buscándome a mí... Luego me detengo y digo: Vale, él no existe, pero mi amor por él sí ¿Acaso no basta con eso? ¿No es suficiente con eso?
Roberto Arévalo Márquez
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La historia del príncipe (cuento-relato) Erase una vez, en un reino muy lejano, un príncipe que vivía en un gran castillo. Era el hijo mayor del rey y a sus espaldas tenía las más grandes y mayores hazañas. Su padre, ya anciano, se reunía con él todos los días, y trataba de instruirle en el arte de reinar para que, cuando ya no estuviera, su hijo supiera guiar al pueblo. Era un joven muy atento, trabajador y muy eficiente, por lo que el anciano no tenía dudas sobre su valía. Sin embargo, había algo que fallaba. Su hijo, el futuro rey, estaba solo. Su timidez y su falta de amistades hacían que jamás hubiera conocido una mujer. Pasaba mucho tiempo estudiando y el poco tiempo libre que le quedaba solía emplearlo en perfeccionar, lo que le convertía en un heredero muy huraño. Un día el rey hizo llamar a su hijo. Se encontraba débil, y pronto debería cederle el trono. No obstante, no quería que esto sucediera sin que el príncipe tuviera a su princesa. Y con este mismo objetivo, tuvo una audiencia con él. - Hijo, has de saber que un rey no es nadie sin su reina -comentó el anciano- tú has visto mi reinado, mis logros y mis éxitos. Sabrás que todos fueron conseguidos gracias a la reina, a tu madre. - Claro que lo sé, padre -respondió con firmeza el príncipe. - Pues bien, es hora de que encuentres a tu princesa. Es un imperativo que asciendas al trono del lado de una mujer que te ayude. Y debes hacerlo pronto, pues casi no tengo fuerzas y no me gustaría irme sin tener a mi hijo en nupcias.
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- Pero, padre, yo no conozco a ninguna mujer que desee quererme. Ni siquiera sé lo que es el amor. - Tranquilo, hijo, pues los árboles del bosque arrastran un rumor. -susurró el anciano con una pícara sonrisa- dicen que, más allá de la espesura, se encuentra una princesa en apuros. Su madrastra, celosa de su extraordinaria belleza, ha vertido una maldición sobre ella y ahora descansa en un sueño eterno hasta que los labios de un príncipe la despierten. Vive lejos, muy lejos de aquí. Por eso es necesario que partas de inmediato. Toma el corcel real y galopa raudo hasta la espesura. Allí encontrarás a siete enanos que custodian su ataúd de cristal. Pídeles que te dejen verla, y posa tus labios sobre los suyos para romper la maldición de su madrastra. - Pero ¿Y si no se rompe? - Se romperá, hijo. La maldición caerá con el primer beso de amor. - Pero yo no la amo -contestó desconcertado. - Es infinitamente bella, hijo mío. Cuando la veas, quedarás prendado por su belleza y la amarás. Entonces tus labios se convertirán en el néctar de su salvación. El príncipe, sin rechistar más a su padre, tomó el caballo real y galopó tal y como le había ordenado el rey. Viajó por el bosque, cruzó el río, ascendió por las más altas montañas y sufrió al solitario desierto, hasta que al fin entró en la espesura del lejano reino. Entonces, el tímido príncipe aminoró la marcha, mientras se sumergía en sus miedos acerca de la belleza de la muchacha a la que debía despertar. ¿Y si no se quedaba prensado de ella cuando la viera? ¿Y si al posar sus labios, ésta continuaba dormida? Jamás se había enamorado, no sabía lo que era el amor, y tampoco le daba muchas garantías aquello de encomiarse al azar, a la probabilidad de quedarse atrapado de la mujer más bella. Todos sus logros habían sido fruto del trabajo y esfuerzo, y que todo quedase en el aire, a la espera de que una emoción apareciese en el instante de encontrarse con ella, sólo le creaba más inseguridad. Pero prosiguió con su camino hasta que topó con los siete enanos a los que había hecho mención su padre. - Buenos días -irrumpió con la voz quebrada- Soy un príncipe de lejanas tierras. El bosque dice que aquí hay una princesa en un eterno sueño. Los enanos le miraron con desconfianza, recelosos por si se trataba de algún tipo de artimaña de la madrastra de la muchacha, pero tras deliberar entre ellos, y de analizar las facciones del apuesto príncipe, optaron por dejar que la viese. Finalmente se encontró con ella. Sí, era hermosa, y metida en aquel ataúd de cristal daba cierta sensación de fragilidad. El príncipe la miró detenidamente, con un nudo en la garganta y con un peso en el estómago que jamás había sentido. ¿Sería el amor? Se preguntaba, y sin más dilación, se acercó a ella y acarició las pálidas mejillas. A su alrededor estaban los siete enanos, todos expectantes. - ¿Por qué no la besa? -preguntó uno de los enanos. - Tengo miedo de que no se despierte, que mis labios no sean aquellos que la saquen de la maldición - Si está enamorado de ella, su beso la despertará. No tema.
47 - Pero no sé si esto es amor o sólo es miedo a fracasar por primera vez en mi vida. Me siento extraño. Siempre he estado muy seguro de mí mismo, porque mis éxitos dependían de mi esfuerzo, y me he esforzado siempre mucho. Pero ahora, no depende de mi perseverancia o de mi trabajo, sino de la suerte. - Pero príncipe, eso es el amor: suerte. ¿Por qué no la besa y así sale de dudas? El príncipe miró a los enanos y luego a la dama que yacía a su lado. Era cierto, era muy hermosa. La mujer más bella que había visto a lo largo de su vida. Era imposible no enamorarse de ella. Hizo acopio de valor y se reclinó suavemente sobre ella. Sus labios sólo se posaron como una leve caricia, para luego aferrarse con más energía, como si desease que a través de ellos la muchacha recobrara las ganas de vivir y despertara de su sueño. Se reincorporó y esperó unos segundos, extasiado por la emoción que fluía por sus venas, convencido de que ésta despertaría. Pero la muchacha no despertó. El príncipe lo intentó de nuevo, ahora con más fuerza, y después probó tres veces más, incapaz de creer que sus besos no sirvieran para ayudarla. Pero la princesa siguió dormida y la tristeza y la pena inundaron el lugar, donde todos los presentes lloraron por ella. Todos salvo el príncipe, quien lloraba porque, antes del amor, había conocido el fracaso.
Roberto Arévalo Márquez
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sábado, mientras baño a mis hijas… Isabel tiene 12 años. En su cuerpo (abrigado por mis besos) se adivina el mar de hormonas que la inundan, irrumpiendo en su cerebro con la necesidad animal de sentirse mayor. Dentro de su piel, su corazón fluye tan vertiginosamente que casi puedo acariciarlo con mis manos. La comparo contigo y con tus amigas, niña desconocida, con esa miseria de vida que os compra y os vende como perras en edad de parir, cuando sólo sois niñas sin infancia en edad de jugar…
Jasmin era la mejor, de lo peor. Sus amigas la llamaban Labios de Oro y con sólo 14 años (una noche) se acostó con 12 soldados italianos. —Seguro que no durmió—. Son las once de la noche en Sarajevo, en la base militar de la OTAN. (La que los defiende). La niña, que no lleva minifalda para no quedarse
Dentro, apoyado en un contenedor, la espera un soldado. —Esta vez es francés—. Pagará 50 marcos alemanes por una felación. Pero ella se llevará 10. Seguro que el soldado tiene madre,
o hermana, entre las alambradas, o hija, que es peor… pasa escondida Y seguro que no sabe en un asqueroso (el mal nacido) abrazo de que Jasmin, la noche. esa noche, al volver a su casa, desapareció. atrapada
Yolanda Sáenz de Tejada
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DICE GUILLESPIE Dice Guillespie que la muerte no es lo peor que no es el dolor la mejor escuela ni el hambre nos convierte en campeones. Dice Guillespie que no son más fuertes quienes más pueden que los son quienes más resisten quienes de la derrota levantan caricias. Dice Guillespie que lo más peligroso nunca es el peligro que lo más peligroso es la seguridad con la que eludimos siempre el mismo peligro. Dice Guillespie que no es un hombre acabado que es sólo un hombre que está acabando que nunca el final sustituye al fin, porque en realidad dice Guillespie que le dijo Parker que le contó Cortázar que en lugar de hacer el amor ya va siendo hora que el amor nos haga.
Uberto Stabile
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Rostro Interminable
El libro total es tu cuerpo. Y para todas las leyes del ciclo, aplica las variaciones del nombre. Vuelve a los mismos materiales 22 letras + un punto + un espacio + una coma. Como esa vez que regresas a una biblioteca desconocida donde una serpiente se muerde la cola.
F O T O G R A F Í A P E D R O
Caótica musa de vida. Renacen los sexos, figuración abierta, semántica del deseo senos suspensivos, medias con tinta, secretas despedidas, voluptuosidad ilimitada.
C H I N C O A
Subes en la parada de un labio bajas lentamente hacia una nube
de pezones mamantis servidos en una bolsa de incertidumbre al vacío.
Pedro Chincoa
Apoya el boca a boca. Aprueba el curso de liberación humana. La noche es cíclica la imagen retornable. El lenguaje ensaya combinaciones narra conflictos se posiciona muta suave cuela incorrecciones esculpe curvas refuerza el placer. Para un masaje cardíaco inyéctese dopamina.
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Lo que sé de mutaciones Lo sabemos desde hace tiempo nosotros los europeos los yanquis los chinos la especie invasora somos como la perca del Nilo nocivos si hablamos de efectos en un ecosistema de infarto donde caen balones de oxígeno parcheados con tiritas de cualquier oenege ¿Y las causas? Piénsalo cuando esperas tu turno en el mercado observa el ojo del pez como suda quién sostiene esa mirada inquietante.
Pedro Chincoa
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Y qué hago Y qué hago con el alma ésta que se mudó de mí qué hago con la luna de mi calle con lo escrito en mi retina qué hago qué hago vagando entre bloques altos como el cuello que no se deja tocar y con las llaves de casa y las del miedo qué hago con lo vivido en invierno colgando en las manos y lo que debe venir y no viene qué hago si la paz y la lanza si la ternura y el fuego si la razón se dispara y se estrella todita contra este milenio huérfano de nadie escarmentado de besos que no sabe qué hacer consigo vencido qué hago con la mitad ajena o qué con lo que ya nunca ha sido.
Porque Porque tengo huesos y sed y te debo y me debes cosas que no existen ni tienen latido. Porque los años no curan los versos los enredan los inclinan hacia la voz que guardas en las cenizas sobre la tierra un árbol que esconde su piel de gallina y no se aparta de ti ni de aquel hortelano que llora todavía. Porque hay hombres que anidan las venas. Que no se los lleva el aire.
Virginia Barbancho
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BIENVENIDO A LA REPÚBLICA INDEPENDIENTE DE TU CASA (relato) Hoy no tengo nada que contar. Mi vida es un coñazo. Bueno, podría contar lo que hice ayer. Ayer fui a trabajar. Luego fui a comer. Un menú barato. Entre el café y la copa de coñac me estuve trabajando a la camarera. Está buenísima... La copa de coñac, digo. La camarera, pues verán, un poco como yo, fea y algo gorda. Pero es igual, ambos necesitábamos follar. Lo hacemos a menudo. Siempre hay un roto para un descosido. Te paso a buscar a la salida. Podrías pasar por IKEA y comprarme una mesita pequeña de estudio. Joder, me va a salir caro el polvo. IKEA está a cascarla de aquí. Grandes pasillos que recrean la casa de tus sueños. De tus sueños proletarios. Artículos baratos y de baja calidad, pero bonitos. Me dieron un metro de papel y pensé que era para medirme la polla. 24. Le dije a una chiquilla que pasaba por allí… ¿y tú, qué es lo que te mides? En el camino a IKEA bebí demasiado coñac. Los de seguridad me sacaron del brazo. Lo bueno es que no tuve que pagar la mesita, se olvidaron que llevaba un objeto de la mano. Unos fascistas. Joder, y eso que es una república independiente, si llega a ser una monarquía totalitaria igual me encierran en la Bastilla. Un rato después me fui a buscarla. A su casa, la casa de mis sueños. Yo tomé la Bastilla y ella su anticonceptivo. Después montamos la mesa de IKEA. Sin instrucciones. ¿Quieres casarte conmigo?, se escapó de mi boca.
Mario Crespo
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Mi ego discrepo con mi ego todo los días por el simple hecho de arrebatar unos míseros segundos a la cruel realidad que rodea nuestras ciudades el paro el hambre y no hace falta irse ya a África la falta de formación y la poca educación que ello conlleva la necesidad de una buena hostia a tiempo a muchos malcriados delincuentes precoces y carne picada de esta sociedad que poco o mucho le da igual asuntos así el miedo a salir a sobrepasar el umbral de mi bloque por si tropiezo con el tío del frac mi recelo a dejar de dialogar con mi ego pese a darme jaque mate diario y tener que curar las heridas de mi rey con algún ansiolítico prefiero estar encapsulado con mi ego y mis tristes pelotas a que cualquiera de los terrores anteriores me las castre.
55 F O T O G R A F I A Á N G E L R O D R I G U E Z
empollón era un empollón UN EMPOLLÓN y eso antes igual que ahora es motivo para arrinconarte ser y hacerte distinto por obligación de los demás los que de enanos inician carrera de matones prescindí del estudio casi un año a cambio me alineé con la jet set de la clase
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las notas cantaron solas como los capones de Don José mi profesor al conocer los motivos volví a la clase obrera con la sensación amarga del que se sabe descolocado ninguneado desalojado igual que ahora.
Ángel Rodríguez Muñoz
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F O T O G R A F Í A E V A M Á R Q U E Z
Si existieras El invento paso uno guardar el alma en un lugar húmedo y oscuro paso dos verterla en un cuerpo en ebullición paso tres remover cuidadosamente sin derramar una gota hasta que el alma se disuelva o esperar a que el cuerpo se haya consumido paso cuatro difrute y contemple la propia desaparición.
Mario Fernández
mujeres que vuelan a dos metros del suelo interesantes inteligentes impecables que te descolocan que te arrastran que te manejan que te hacen víctimas de su deseo que vuelan que trato de atrapar sin más éxito que el fracaso de ver como se alejan dejándome el recuerdo de su ausencia a dos metros del suelo.
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Soy NADA Soy la mujer más hermosa Los camareros me silban Mientras compro tabaco Y me agacho para recoger la vuelta Apuntándoles con mi trasero Hermoso Porque soy la mujer más hermosa
Soy la mujer más inteligente Resuelvo problemas ajenos Todo el mundo escucha Y desea mis opiniones Inteligentes Porque soy la mujer más inteligente
Soy la mujer más simpática Ilumino viviendas oscuras Donde la gracia no habita Resplandezco con mis ojos Simpáticos Porque soy la mujer más simpática Pero, entonces, un día subo al metro Convencida De ser la mujer más hermosa Más inteligente Más simpática Totalmente convencida
Frente a mí se sienta una mujer Aún más hermosa Más inteligente Más simpática La miro La observo La analizo Yo soy diminuta Estúpida Aburrida
Ada Menéndez
Y la diosa Ni percibe mi presencia.
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Soñé una tinta dentro de mi corazón, tan repentina y lenta como mi amar y de un color cualquiera. Soñé un significado dentro de mi ser, una marisma de escombros y caricias. Soñé una tarde en que los pájaros de la ciudad recortaban las grúas del centro, y el viento había muerto por inanición, y el Sol mal suponía que éramos de arena, nos abrasaba. He ahí la síntesis. Lo único que puedo recordar. El resto pertenece a la realidad, y no es fiable.
Lluís Pons Mora
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La tarde siguiente a la noche que subimos a la sierra a cazar estrellas cayó una tormenta de rayos y truenos en medio de agosto, y gracias a ella se limpió el patio y el corazón de nuestro amigo, de nuestro amor, de nuestra casa. La noche anterior a la tarde que cayó la tormenta de verano vimos varias perseidas tirarse sobre las montañas, fumamos marihuana todos juntos al filo del barranco, y pasamos frío; hacía mucho frío, y gracias a él nos arrejuntamos, nos refugiamos unos en otros, y se congeló el corazón del enemigo.
Lluís Pons Mora
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Quiste paterno Estamos hartos pero no subimos las manos Nos comprometemos haciendo que nuestras sombras respondan a ultranza por la firma aprisionada en el papel Nos compadecemos del vecino dejando correr la propia sangre por el hediondo pasaje del vertedero Repudiamos la riqueza desigual a cambio de la miseria equitativa Suplicamos al cielo por lo que debemos hacer y no para corresponder por lo que hemos hecho.
Recuerdo que sueño Dibujo una nota musical que en el recuerdo suena al pensamiento absorto. En el espacio onírico las formas indescifrables vigilan desacomodando sin extenuarse la fantasía que nos lee desde dentro.
Aliento de vida Inhala la muerte para sobrevivir a la desgracia; Sólos, en el nirvana que entierra el hambre. Las palomas del parque no comulgan con esa pazni los poemas cobran por la desgracia hecha arte.
David Morán
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Á N G E L S Á E Z G A R C Í A
A VUELTAS CON LOS CONDONES (NO ME TOQUES LOS CAJONES) No hay quien a “rojilla” entienda. Quien sufría candidiasis Reprocha que satiriasis No exhibiera antaño el menda, A la hora de la merienda. Que el coito se retrasara Me propuso y que comprara Preservativos aduje, Sí, hasta el cielo del empuje Y el orgasmo, y no olvidara. A la cita no acudió Quien cien excusas me dio, Un rimero de embelecos. Con los lagrimales secos, Servidor la repudió.
EL “AFFAIRE” DE PALMA ARENA Algo huele a putrefacto En la España del momento. Da la tele el documento Y, además de grima, el acto Da asco, por falta de tacto. ¿Quién se saltó lo ordenado Y no siguió al delegado Del Gobierno? ¿Qué decencia O presunción de inocencia Vivió el quinteto, esposado?
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No sé si quiero No sé si quiero saber cuánto pasa por el mundo. Saber qué está ocurriendo con estas gentes, en esas calles y esas plazas. Que me cuentes con voz de cada día, que me enseñes con precisión de última conquista electrónica, las caras y los cuerpos de esos que no saben
María Rosa Comas Cerdá
"lo mucho que hemos avanzado". No sé si quiero saber que no es posible, el ruedo de una flor enamorada del sol y de la lluvia, que no es posible la bienvenida de una voz en una lengua distinta a la del que llega, ni una mano blanca sosteniendo el desmayo de una mano negra, ni un trozo de pan compartido, ni la dulce sonrisa de una madre que amamanta sin miedo a violentos personajes, ni angustia por dolorosos presagios. Un rostro de mujer, son muchos rostros. Un niño aterrado, son muchos gritos de niños asustados. Un hombre con miembros amputados, son muchos hombres sin mañana. Porque su miedo es el Miedo, Porque su hambre es el Hambre, Porque su muerte es la Muerte.
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Silencios Dormidos De la seda de los sueños y del agua de los llantos, la memoria es una cuna; donde duermen los silencios que se envolvieron en hilos de seda y sal.
María Rosa Comas Cerdá
Mejor que duerman; si se despiertan tendrán su metamorfosis; serán palabras que irrumpirán con fuerza, rompiendo los cimientos de todo lo construido.
Ausencia En esta orilla... todo es silencio. Sin un murmullo las olas lamen la arena, y con sigilo se retiran. Quedan al sol: los peces muertos, conchas que contuvieron vida, largos tallos de algas escupidas sin pudor por un mar implacable, yo sin palabras, y tus recuerdos.
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Te conté lo que nunca dije: lo oíste respirado en mis pechos de caracol asustado en una madrugada de marzo. Pasó abril y en septiembre respondiste a mi secreto con hojas perdidas del árbol que abrazaste cuando decías mentiras que quise creerme. Lo peor de todo te lo digo ahora.
Leire Olmeda
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64 MUJERES FUERON ASESINADAS POR SU PAREJA EL AÑO PASADO EN ESPAÑA LEGÍTIMA DEFENSA Cuando el juez le preguntó Por qué tuvo que matar, Mona, seria, respondió: -Fue el calor y la humedad-. Nacho Vegas. Lo hice porque tenía que hacerlo. Me lo pedían las varices. Me lo dijo el espejo. Lo hice sin más motivos que mi tristeza. Lo hice porque me dolía la conciencia. Porque me dolía la espalda. Porque me dolía la fregona. Porque me dolía su carne Asfixiándome el útero cuando tenía que descargar. Lo hice porque me dolía la artrosis que me dejó en las últimas vértebras rotas.
E V A V A Z
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Lo hice porque aún me quedaba sangre en los pechos de su último mordisco. Lo hice porque había que hacerlo. Lo hice porque a los niños les hubiera gustado que fuera él… Y no yo.
Eva Vaz
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La película que nunca vi (relato) No me siento culpable. Si Begoña me hubiera esperado a la puerta del cine, nada de esto habría ocurrido. Así es que llegué tarde, como siempre. —Es allí —le dije al acomodador, al divisar la nuca familiar de Begoña y un asiento libre a su derecha. El cine estaba de bote en bote. En la pantalla, la acción transcurría de noche. —Hola, cariño —dije a mi chica. Y la besé en la mejilla mientras, como de costumbre, introducía mi mano en su entrepierna. —¡Aaaahhhhhh! —chilló la otra, como la sirena de una fábrica. El tipo de al lado se sobresaltó. —Asun, ¿qué ocurre? A la tal Asun le había dado un ataque de nervios. Y a mí, el mayor sofoco de mi vida. Me había equivocado de chica. Antes de que el otro me soltase un guantazo de órdago, me estaba escurriendo de mi asiento. La bofetada le llegó, como un obús, a un tipo de la fila de delante, que se había girado para saber qué pasaba. Yo, en mis prisas por huir, pisé salvajemente a un señor gordo y me di de bruces con un niño que comía cacahuetes. La esposa del agredido gritó, sin
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saber a quién: —¡Salvaje! El niño arrollado gimió: —¡Mamá! ¡Mamá! Un individuo de la fila de atrás se indignó: —¡A ver si se callan! De dos filas más allá se oyó: —¡Que nos dejen ver la película! Un amigo del que recibió el guantazo se rebulló y pegó a ciegas. También se equivocó de destinatario. —¡Su puta madre! —se indignó el recién llegado a la trifulca. —¡Mi niño! —se desesperaba la madre del chaval de los cacahuetes. —¿Qué pasa allí? —preguntaba otro, gritando. Un acomodador corría por el pasillo, con un zigzagueante haz de linterna delante de él. Tropezó con un espectador que se había levantado a fisgar. También dijo: —¡Aaaahhhhhh! —mientras esquiaba sin esquíes por el pasillo central. Al final se oyó: —¡Craaaac! Y otra voz femenina: —¡Federico, un señor está encima de mí! —¡Mi niño! —seguía la madre de antes. —¡Su padre! —se oía dos filas más allá. —¡Toma, tú! —antes de un sonoro cloc en otro lado. —¡Que no se oye la película! —llegaba desde el fondo. Uno de la primera fila de arriba, que se había asomado a ver qué pasaba, cayó con estrépito sobre el patio de butacas. —¡Desgraciado! —se seguía oyendo abajo. —¡Mi marido! ¿Qué le hace a mi marido? —¡La luz! ¡Que den la luz! —entraba en liza otra voz. —¡Un hombre que vuela! —había gritado uno que vio caer al del gallinero. —¡Que venga la policía! —intentaba imponer una persona de orden. —¡Federico, que me violan! —¡Mi niño! —¡Maricón! Cuando llegó la luz, a mí me cogió gateando por el pasillo lateral, muy cerca ya de la puerta de salida. Entre doscientas y trescientas personas se hallaban enzarzadas en un lío
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fenomenal. El tenue ruido de unas sirenas se aproximaba desde fuera. Al día siguiente, como si nada hubiese pasado, le dije a Begoña: —Ya podías haberme esperado en el cine. —Y te esperé —respondió—. Pero ayer el espectáculo se dio en el cine “Ideal”, al otro extremo de la ciudad. ¿No has visto el periódico? Me quedé lívido. Así que me había equivocado de película. Un grueso titular del periódico ponía: “Vandalismo en un cine”. Después explicaba: “Cincuenta heridos, tres violaciones, quince carteras robadas y daños por valor de dos millones y medio de pesetas”. En otro destacado, el periódico aventuraba una hipótesis: “Se sospecha de una banda organizada de delincuentes juveniles”. Y acababa con una llamada: “¿Hasta cuándo tendremos que seguir aguantándolo?” Un sudor frío comenzó a correr por todo mi cuerpo. Inocente, Begoña preguntó: —¿Vamos otra vez al cine? Pero yo no he vuelto nunca más.
Enrique Arias Vega
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Alberto Batania El jardín botánico Entre el gris de los geranios y un trébol de jilgueros, en la línea recta que va de Lauros a Basauri, bajo robles y encinas, perales y manzanos que no siempre están en flor, allí me enamoré de Iratxe y su boca sin calendario. Todo fue así, tal como digo, pero, al ser yo un proyecto de poeta, quise demostrar en verso la amplitud de mis sentimientos, y leídas en las grandes páginas de la poesía universal las palabras excelsas que se deben escribir, pronto me olvidé de esos nombres, pues me parecían demasiado simples, demasiado pobres,
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demasiado claros, y halladas en los libros las palabras (nunca sabidas hasta entonces) de rododendro, meliloto y aladierno, los pájaros (nunca vistos por mí) como la oropéndola o el aguanieves, lugares (a los que nunca he ido) como Tracia, Arcadia y Antioquía, nombres de mujer (ya olvidados) como Tisbe, Perséfone o Deyanira, elegí éstos para referirme a aquéllos, y en lugar de escribir, por ejemplo, Iratxe camina entre los ciruelos de Lauros... escribía esto: Deyanira vaga entre los rododendros de Antioquía..., sin saber qué mujer pudiera ser Deyanira (nunca conocí ninguna) qué árbol sea un rododendro (pero es tan bella, la palabra) qué lugar Antioquía (sonoro, refulgente, señero). Pero un día, paseando por El Prado, me dio por entrar en el Jardín Botánico, y cuando vi lo que realmente era un aladierno, lo que realmente era un rododendro,
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lo que realmente era un meliloto, me quedé muy confundido: no, la realidad no confirmaba la belleza de sus nombres. Desde entonces ya no quiero Deyaniras sino Iratxes. No quiero oropéndolas sino jilgueros. No quiero rododendros sino los manzanos de Lauros, aunque no siempre estén en flor.
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LIMPIEZA (relato) Marcelina se levanta cuando todo el mundo sueña, antes incluso de que los tenues rayos de un desganado sol por tan inmemorial rutina, intenten calentar el cuerpo y el alma (si la tuvieren) de los desdichados madrugadores, prestos para acudir a sus lugares de trabajo donde cada día mueren un poco más, a cambio de conseguir el pan y la sal. Marcelina, antaño luz y ahora la sombra más errante de esta ciudad que huele a muerte en cada rincón. Marcelina, ducha fría en esta alborada sin cantos de pájaro. Y, de desayuno, las lágrimas de la noche anterior. Noche sin luna, por supuesto. En esta ciudad no hay poetas. Marcelina, camino al trabajo. A un lugar donde se derraman los sueños. Donde los hombres expulsan sus miserias en sórdidos habitáculos en los que proyectan los monitores de televisión toda clase de escenas de sexo muy explícito. Marcelina, limpia, fija y da esplendor a esas infectas cabinas donde las miserias de sus ocupantes son derramadas a cambio de unas monedas. Marcelina, a veces ríe. Pues seguro que alguna de estas miserias que recoge ha podido ser provocada por ella. O por lo que fue ella. Marcelina fue conocida hace tiempo como Mengana Bananas, toda una estrella del porno clásico (sí, en el porno existen los clásicos). Marcelina sabe que alguna de las míticas películas que protagonizó junto al malogrado Fulano Flauta aún se visionan en estas cabinas. Toda aquella generación de actores, la mejor generación de actores del cine X han sido olvidados. Y el abismo los devoró. A todos, excepto a Marcelina quién, pese a todo, pudo levantarse. Marcelina ahora limpia los blancos, espesos y pegajosos fluidos que derraman los clientes del sex-shop al visionar, después de tantos años, sus películas. Marcelina así se siente y se sentirá siempre Mengana Bananas. Y no pierde, ni perderá nunca, su único patrimonio. Su orgullo.
Andrés Ramón Pérez Blanco
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En las noches errantes la luna, desdentada, devora sueños. Me derramé en ti: lloré recuerdos. Ausencia de cariño en las miradas. No te ensucié con mis viscosas miserias. Sólo brotaron lágrimas en el tiempo de alquiler. La luna, desdentada, por asolar las almas de meretrices y poetas atormentados.
Andrés Ramón Pérez Blanco
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Aunados Los otros personajes me expulsaron de todas mis películas Me diluyeron, me exoneraron me fusilaron o enterraron vivo Me extirparon los otros personajes alentados por el director o por el guionista Según cada propuesta fílmica por los productores, por los técnicos y una vez hasta por mi representante No desisten en colaborar en la concepción irrefrenablemente mutilada de mi trayectoria.
Rolando Revagliatti
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¿cuánto papel se necesita para disecar el cadáver de un niño? ¿cuántas veces habría que repetir la palabra sangre hasta conseguir un olor semejante? ¿cuántos pares de ojos caben en uno solo de los gritos desgarrados entre labios? ¿cuántas veces repetirme el valor de la libertad para no lanzar la piedra? ¿cuántas veces convencerme de esta misma libertad? ¿qué lluvia es necesaria para borrar el rastro de lo que nunca he hecho; cuántas palabras para creer en las palabras y una vez más, así, justificarme? ¿cuántos humos deberé disimular para no hacerme consciente del incendio?
Juako Escaso
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Yo, quien se escurre en giros, que se escudriña bajo la sombra interminable de los últimos versos punzantes, afilados, ladeados, ecualizador de la verborrea sin piel, escamas ni saliva espumosa, no soy poesía Esto no es poesía Aquí y ahora nada es poesía. Y te preguntarás: ¿y entonces, qué es la poesía? ¿Dónde se encuentra? La poesía no es más que todo lo que creías que no era. Todo lo que no has sabido sentir ni vivir, hasta esta palabra hasta este verso.
Hasier Larretxea
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(Según estricto orden de aparición) Dioni Blasco (http://dionisioblasco.blogspot.com/) Ángel Petisme (http://www.angelpetisme.com/) Francisco Cenamor (http://franciscocenamor.blogspot.com/) Santiago Tena (http://stenapoeta.blogspot.com/) José Ángel Barrueco (http://thekankel.blogspot.com/) Ana Vega (http://elcuadernogriego.blogspot.com/) Marta Zafrilla Díaz (http://nuncaprendiasilbar.blogspot.com/) Javier Das (http://callados.blogspot.com/) Isabel García Mellado ( http://laotrapequenyita.blogspot.com/) Jorge Ampuero (http://jorgeampuero777.blogspot.com/) Ana Pérez Cañamares (http://elalmadisponible.blogspot.com/ ) Gsús Bonilla (http://gsusbonilla.blogspot.com/) Catalina Gómez Parrado (http://relatossorprendentes.wordpress.com/) Dani Orviz (http://novedadesincreibles.blogspot.com/) Eduardo de Diego Andradas (http://elleteoenverso.blogspot.com/) David González (http://www.davidgonzalezpoeta.com/) Víctor Sierra (http://victorsierra.blogspot.com/) Inma Luna (http://inmalunatica.blogspot.com/) Ana Patricia Moya (http://www.revistagroenlandia.com/ana_patricia.htm ) Begoña Leonardo (http://aquinohaycerraduras.blogspot.com/) Roberto Arévalo Márquez (http://esperandoserleido.blogspot.com/) Yolanda Sáez de Tejada (http://yolandasaenzdetejada.blogspot.com/) Uberto Stabile (http://ubertostabile.blogspot.com/) Pedro Chincoa (http://chincolandia.blogspot.com/) Virginia Barbancho (http://jardinesprivados.blogspot.com/) Mario Crespo (http://mariocrespo.blogspot.com/) Ángel Muñoz Rodríguez (voltios) (http://angelrodriguezpoeta.blogspot.com/) Mario Fernández (http://www.bubok.com/libros/10300/antes-de-ti) Ada Menéndez (http://gotasdelcantabrico.blogspot.com/) Lluís Pons Mora (http://lluisponsmora.blogspot.com/) David Morán (http://neurocosmo7.blogspot.com/) Ángel Sáez García (http://blogs.periodistadigital.com/otramotro.php) Mª Rosa Comas (http://mrcomas.lacoctelera.net/) Leire Olmeda (http://saturada.blogspot.com/) Eva Vaz (http://minombre.es/evavaz/) Enrique Arias Vega (http://www.articuloz.com/authors_159838.html) Alberto Batania (http://neorrabioso.blogspot.com/) Andrés Ramón Pérez Blanco (Kebran) (http://elkebrantaversos.blogspot.com/) Rolando Revagliatti (http://www.revagliatti.net/) Juako Escaso (http://deliciosamentira.blogspot.com/) Hasier Larretxea (http://www.hasierlarretxea.com/)
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Declaración de Intenciones Dioni Blasco Ángel Petisme Francisco Cenamor Santiago Tena José Ángel Barrueco Ana Vega Marta Zafrilla Díaz Javier Das Isabel García Mellado Jorge Ampuero Ana Pérez Cañamares Gsús Bonilla Catalina Gómez Parrado Dani Orviz Eduardo de Diego Andradas David González Víctor Sierra Inma Luna Ana Patricia Moya Begoña Leonardo Roberto Arévalo Márquez Yolanda Sáez de Tejada Uberto Stabile Pedro Chincoa Virginia Barbancho Mario Crespo Ángel Muñoz Rodríguez (voltios) Mario Fernández Ada Menéndez Lluís Pons Mora David Morán Ángel Sáez García Mª Rosa Comas Leire Olmeda Eva Vaz Enrique Arias Vega Alberto Batania Andrés Ramón Pérez Blanco (Kebran) Rolando Revagliatti Juako Escaso Hasier Larretxea Datos de los autores
4 8 10 12 13 15 18 20 21 23 24 25 26 28 29 32 33 35 36 37 40 42 48 49 50 52 53 54 57 58 59 61 62 63 65 66 68 71 74 76 77 78 79
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“Mis palabras suben volando, mis pensamientos se quedan aquĂ abajo; palabras sin pensamientos nunca llegan al cielo.â€? William Shakespeare
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Esnifando letras:
recopilación de la Bitácora “Cosas que nunca te diré”
gestionada por Eva Márquez (Año 2009) Dirección web: http://cosasqnuncatedire.blogspot.com Email: Enaipau@gmail.com
Publicación electrónica gratuita. Editada, maquetada y diseñada por Eva Márquez. Fotografías de Ángel Muñoz Rodríguez (portada, contraportada e imagen de la página 55), Pedro Chincoa (página 50), Ana Patricia Moya (página 38), Eva Márquez (páginas 2, 6, 7, 57, 81 ), Juako Escaso (página 77) e Ignacio Navas (página 71); el resto de las imágenes, han sido extraídas del banco de imágenes de Google y pertenecen a los respectivos autores retratados en ellas. Todos los contenidos de esta publicación están protegidos bajo Licencia Creative Commons.