La cárcel de los pensamientos

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La cárcel de los pensamientos Ariana Juárez

Editorial Luciérnaga


Ariana cursa actualmente la carrera de Arquitectura en el Tecnológico de Monterrey. Desde niña ha tenido un interés en la lectura lo que la llevo a empezar a escribir a los 23 años. La cárcel de los pensamientos es su primera recopilación de cuentos.

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La cárcel de los pensamientos Ariana Juárez

Editorial Luciérnaga

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La cárcel de los pensamientos Derechos de autor: Ariana Juárez Derechos editoriales: Editorial Luciérnaga Primera Edición Editor: Joaquín Leos ISBN: en trámite “No se permite la reproducción, almacenamiento o transmisión total o parcial de este libro sin la autorización previa y por escrito del editor. Todos los derechos reservados.”

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Este libro está dedicado a Griselda, mi mama, quien siempre me acompaño en los momentos más difíciles

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¿Y ahora qué? «Y ahora qué?», me pregunto, parada en medio de mi reluciente cuarto, lista para limpiarlo por quinta vez en el día en un desesperado intento por sentir un poco de control. Esta vez me decidí por limpiar mi escritorio, el cual estaba ya reluciente. Agarre uno de los cajones y tiré su contenido en el piso para poder volverlo a acomodar. Así ha sido mi vida estos últimos meses desde que me gradué de carrera. Mi vida ha girado en torno a mi cuarto y lo que hay en él. Mi cama, mi mesita de noche, mi closet, mi escritorio y el pequeño espacio vacío que queda entre todas estas cosas, en el cual a veces me cacho caminando en círculos cuando me acuerdo que he estado sentada todo el día. Mis días consisten en despertarme alrededor de las 2 de la tarde, bajar a la cocina para agarrar algo rápido de comer, regresar a mi cama, ver la tele, acordarme que llevo mucho tiempo sentada, caminar, volverme a

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acostar y después volverme a dormir. Desde hace dos semanas he tratado de agarrar el hábito de mantener mi espacio más limpio, lo cual rápidamente se volvió una obsesión y ahora estoy aquí limpiando una vez más mi escritorio. Así ha sido mi vida desde que me gradué. Mi graduación, un día tan emocionante para mí, mi familia y mis amigos, en donde parecía que desde ese momento todo sería mejor y habría un mundo de posibilidades. Si tan solo hubiera sabido que ese mundo de posibilidades se volvería tan abrumador e intolerable para mí. Pero, ¿realmente que esperaban de mí? Cómo esperan que de no tomar ninguna decisión y de no tener ni un decir en qué hacer con mi vida por más de 20 años, ahora sabría perfectamente que hacer con esta libertad. Parecería que este sistema estuvo construido para romper a algunos de nosotros, los cuales vivíamos tan felizmente en lo que parecía esta educación eterna.

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Desde que apenas sabía caminar y hablar he estado en un salón de clases. Del kínder pasé a la primaria, de la primaria a la secundaria, de la secundaria a la prepa y ahora por último a la carrera. Entonces, llego a lo mismo, por más de 20 años de mi vida no tuve que tomar ninguna decisión realmente importante, y ahora se supone que de repente, de un día al otro ¿tengo todo el control de mi vida? Me paro en una foto de mis amigos, la cual se encontraba en medio de todas las cosas que se encontraban en el cajón. Y puedo ver nuestras caras tan felices y sin preocupaciones. «Bueno, al menos ellos si supieron que hacer», pienso. La mayor parte de mis amigos no batallaron, rápidamente después de salir de carrera encontraron un trabajo y siguen en este aún un año después. Suena tan sencillo, ¿Por qué no hice eso? ¿Por qué no hago eso?

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Bueno, la verdad es que al principio si lo intenté. Antes de graduarme traté de buscar trabajo, pero no logré encontrar ninguno que me gustara, y después de varias aplicaciones de trabajo rechazadas me rendí. Me gradué y desde ese momento he estado, según yo, en busca de algún trabajo que me llame la atención, que me dé ganas de salir de mi casa, pero ninguno lo ha hecho. La mejor y peor parte de todo es que a la mayoría de mis amigos les ha ido muy bien. Con los que aún sigo en contacto de repente me llaman o me mandan mensajes preguntando cómo estoy. Yo sé que están preocupados por mí, yo también lo estaría. Pero si supieran que envidio tanto sus vidas y los eventos tan afortunados que los llevaron a donde están. Algunos se fueron a vivir a Ciudad de México, otros, aún más afortunados, a Europa. Y yo sigo aquí, en el cuarto de mi infancia, a los 25 años de edad, sin ninguna esperanza de salir de aquí algún día. Si mi yo del pasado me conociera en este momento probablemente estaría muy decepcionada. Viendo como

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de ser una persona con muchas metas e ideas de que hacer después de graduarse se diera cuenta que realmente no hicimos ninguna, y procrastinamos y atrasamos esto por los próximos tres a cuatro años, y ahora que estamos graduadas no tenemos ni idea de que hacer. Sé que tengo la misma habilidad que mis amigos, y que pudiera ponerme las pilas y salir de mi casa a buscar algún trabajo, cualquiera. Pero no logro encontrar las ganas en mi de hacerlo. La idea de estar sentada en alguna oficina trabajando hasta mi jubilación me parece insoportable, pero al mismo tiempo sé que ese es el camino que debo de tomar. Y sin mencionar todo el conocimiento de adulto que debería de tener en este momento. Deudas, impuestos, el temido SAT, no sé absolutamente nada sobre ser adulto independiente y el miedo a lo desconocido me petrifica. Creo que eso es lo que tengo, miedo.

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Termino de acomodar el cajón y lo regreso al escritorio. Me levanto del suelo y me acuesto en mi querida cama. Me pongo mis audífonos y decido poner un podcast para dejar de pensar…miedo a lo desconocido, miedo a fracasar, miedo a otro trabajo malo, miedo a otro jefe grosero, miedo a endeudarme, miedo a descubrir que no soy tan buena como mis compañeros y no merezco las mismas oportunidades… Detuve el podcast. Que agotador ha sido este último año. Yo sé que por lo que estoy pasando es un episodio depresivo, porque este no ha sido mi primero, pero creo que es el que más he sufrido y el que más he batallado en salir. Antes tenía la escuela, no importaba que tan mala estuviera mi depresión tenía que seguir entregando tareas y proyectos, que de cierta manera me obligaban a salir de mi mente. Ahora no tengo nada. Mi familia y mis amigos han tratado de sacarme, pero en vano, y sé que yo soy la única que puede terminar esta etapa de mi vida a la cual sigo aferrándome con demasiada fuerza. Sé que debo darle cierre a lo que fue

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mi etapa universitaria, recordarla por lo que fue y por lo que me sirvió, y seguir adelante con mi vida. Porque adentro de mí sé que hay otras cosas por las que vale la pena vivir. Creo que lo que realmente más extraño son a mis compañeros. Ver sus caras todos los días en los pasillos de la universidad, en las clases, hasta en el zoom cuando teníamos clases en línea. Extraño a los compañeros que solo saludaba, con los que platicaba de vez en cuando, con los que llegué a salir algunas veces y a mis amigos cercanos. Estos últimos de repente los veo, pero de verlos todos los días a verlos una vez al mes es un cambio muy drástico que no he tomado de la mejor manera. Pero lo peor de todo, extraño a los amigos que se fueron a sus ciudades o encontraron trabajo en otros lados. A esos amigos que queda en incógnita si alguna vez los voy a volver a ver. Pero debo de dejar estos miedos ir y tratar de seguir con mi vida.

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Me paro de mi cama y vuelvo a acomodar el ya anteriormente acomodado cajón, y me siento en mi extremadamente tendida cama viendo por la reluciente ventana de mi cuarto, a la calle, en donde unos niños estaban jugando con el balón. Suspiro y decido irme a dormir de una vez, esperando que en mis sueños pueda escapar de mi actual realidad.

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Paranoia

—Este día hay que tratar no hacer ningún movimiento brusco —digo en voz baja levantándome de la cama. Como todos los días, me quito las muñequeras con las que tengo que dormir y las pongo en mi buro, hago pequeños estiramientos con mis muñecas, me pongo mis lentes y bajo a desayunar. Desde que tuve mi lesión de muñecas mi vida se ha vuelto muy complicada y poco a poco ha empezado a girar solo alrededor de mi lesión. Lo que al principio parecía una lesión temporal y fácil de curar, se volvió cada vez más grave. Y lo que antes parecía un dolor que me iba a durar solo algunas semanas, se extendió a 7 meses, en los cuales poco a poco fue consumiendo cada aspecto de mi vida. Y ahora se ha vuelto mi vida entera. Suspiro y bajo las escaleras en camino a la cocina. En el camino me encuentro a mi madre viendo la TV en la sala de estar.

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—¿Cómo estás esta mañana? —me pregunta mi madre con un rastro de preocupación en su rostro—. Dejé unos hotcakes en la mesa del comedor, por si quieres desayunar. Yo sé qué hace esto porque piensa que no estoy comiendo bien y probablemente tiene razón. La mayor parte del día me la paso en mi cuarto y a veces se me olvida comer, algo que ha afectado mucho a mi madre. —Hasta ahorita muy bien —le respondo, con un falso optimismo en la voz—. Gracias por los hotcakes. —De nada Pao—Me responde con una sonrisa y regresa a ver la TV. Pobre de mi madre que ha tenido que pasar cada etapa de mi lesión y las consecuencias que ha traído en mi vida. Podría asegurar que siente que lo está viviendo ella misma. Lo peor que me ha traído mi lesión es nuestra nueva relación co-dependiente, la cual, aunque nos ha vuelto más unidas, realmente nos ha vuelto una, de la peor manera posible. Todo lo que estoy pasando se lo

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cuento a ella. Cada dolor, cada sensación en las muñecas, cada pensamiento negativo, cada tristeza, cada frustración, cada enojo, se lo he contado. Lo que al principio eran solo algunos comentarios cada ciertos días, se ha convertido en un tornado de emociones y eventos que todos caen en los hombros de mi madre, y yo, como una niña pequeña, busco todas las respuestas en ella. Sin mencionar las cantidades de dinero que ha puesto en miles de consultas con doctores, sesiones con fisioterapeutas, todo esto que hasta ahorita parece en vano. No puedo evitar sentir una gran culpa adentro de mi de haberla involucrado tanto en mi lesión. Salgo de mi estupor, dándome cuenta que me había quedado viendo la TV. Voy al comedor por los hotcakes y regreso a mi cuarto. —¿Ahora qué hago? —digo en voz baja en el centro de mi habitación.

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Mientras el tiempo con mi lesión aumenta, ha disminuido la cantidad de actividades que me permito hacer. ¿Ejercicio? Ni de loca, demasiado peligroso. ¿Salir con amigos? Demasiado peligroso, podría hacer algún movimiento brusco y lastimarme más. ¿Dibujar? Muy cansado para mis muñecas. —Creo que lo único que haré hoy será leer. Agarro un libro de mi escritorio y me siento con cuidado en el piso, tratando de no usar mis manos para no hacer esfuerzo en mis muñecas. Una de las peores partes de mi lesión es que tengo que estar siempre consciente del movimiento de mis manos y muñecas, porque con cualquier movimiento incorrecto me puede doler un poco más. Poco a poco, mientras pasan los meses, me he vuelto exageradamente paranoica. Al punto de que hasta pasar tiempo con mis amigos y mascotas se ha vuelto casi insoportable para mí. Escucho unos maullidos afuera de mi puerta y sé que es Milo, mi gato.

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—No puedes pasar Milo—le digo, segundos después los maullidos se detienen. Rápidamente me llena una sensación de tristeza en todo mi cuerpo y siento como algunas lágrimas salen de mis ojos. No querer pasar tiempo con mis mascotas por miedo a lastimarme ha sido de las partes más difíciles de mi lesión. Sé que es un miedo irracional, pero si mi gato intentara jugar conmigo y me lastimara creo que me volvería loca. Y como siempre que me lastimo, caería en una desesperación que es muy difícil detener. Lo que pasa cada vez que me lastimo la muñeca es que me llena una sensación de miedo que me paraliza, la cual rápidamente hace que me ponga muy ansiosa. Pensamientos negativos inundan mi cabeza y casi siempre termino en llanto. Lo que hago para tranquilizarme es, como es de esperarse, ir con mi mamá, la cual ya no sabe que nuevas palabras de consuelo decirme.

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Al darme cuenta que no estoy leyendo mi libro decido sentarme en el piso de mi cuarto, en donde tengo un rompecabezas que estaba sin terminar. Me pongo a hacerlo. Veo mis manos y sus movimientos pausados en las piezas y empiezo a llorar. No puedo soportar tanto miedo, el cual llena cada espacio de mi cuerpo y de mi cuarto. El miedo, el miedo a mi gato, el miedo a los movimientos bruscos, el miedo a salir de mi cuarto, el miedo a salir de mi casa, el miedo a lastimarme más, el miedo a cansar a mi mamá, el miedo a hacer que mi familia gaste más dinero, el miedo a nunca recuperarme, el miedo a no poder hacer tarea. Todo lo que he experimentado estos últimos meses es miedo, dolor y desesperación. He tratado de todo y sé que soy una persona fuerte, pero esta es una situación nueva que no creo estar manejando de la mejor manera posible. Sé porque tengo tanto miedo, y porque mi mente me lleva a estos pensamientos irreales. Pero saber que son irreales, y creerlo, son dos

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cosas distintas, y me siento completamente atrapada en este estado mental. Tú, lector, podrás estar pensando que a lo mejor soy muy exagerada, que al tocar a mi gato, que al salir con mis amigos, que al dibujar, que al hacer ejercicio, no me va a pasar nada. Pero si me ha pasado, me he lastimado anteriormente haciendo esas cosas y la posibilidad de que me vuelva a pasar me consume y consume mi vida. Después de unas horas termino el rompecabezas y empiezo a sentir unas punzadas en la muñeca derecha. Respiro profundamente y decido irme a dormir de una vez. Me acuesto en mi cama y soy consumida por mis pensamientos, los cuales son, como siempre, sobre mi lesión.

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Dos extraños

—¿Cuánto más faltará? —me pregunto en voz alta. Se me había olvidado que tenía el celular con el GPS enfrente de mí, recargado en su tripié. Lanzo una mirada rápida. —2 horas —leo soltando un suspiro y regreso la vista a la carretera. Estaba en camino a la casa de mis suegros, en la cual me iba a quedar el fin de semana por el cumpleaños de mi sobrina. Se hace aproximadamente 5 horas de camino, las cuales, hace años, se me pasaban volando platicando con mi esposo. Pero ahora todo era diferente. Ahora, cada segundo se siente como una eternidad y en cada kilómetro va creciendo en mí una pesadez que me abruma poco a poco. —Ahora si siento la distancia —digo.

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Al principio en mi relación con Javier pensábamos que iba a ser muy fácil visitar a sus padres cada fin de semana y vaya que al principio lo fue. Claro que éramos 20 años más jóvenes, pero la pasábamos muy bien. Empezamos a visitarlos juntos en el segundo año de nuestra relación. Nos conocimos en universidad cuando yo tenía 23 y estaba terminando mi licenciatura, y él tenía 26 y estaba comenzando su posgrado. El click fue inmediato. Tuvimos una amistad relativamente corta y a los dos meses ya éramos novios. En nuestros primeros viajes solíamos empacar nuestros CD´s favoritos y nos presentábamos a nuestros artistas favoritos, nuevos descubrimientos, canciones chistosas, canciones que nos recordaban cosas, etc. Esos viajes pudieron haber sido eternos y creo que nunca nos hubiéramos aburrido. Me llega un mensaje de Sofi. —Ya estamos con tía Roció —Leo.

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Siento como un peso menos se me quita del pecho. Mi hermana iba a recoger a Sofía y a Bruno de la escuela y ellos se iban a quedar con ella este fin. Los tuvimos a los 5 años de ser novios, fueron inesperados. Yo sentí como mi mundo y el de mis papás se venía abajo con esa inoportuna sorpresa, pero para suerte de todos ya estaba en nuestros planes casarnos y adelantamos la boda. A los 5 meses de embarazo me casé con Javier y ellos nacieron un 4 de abril a las 5 de la tarde. Nunca en mi vida había estado tan asustada, pero emocionada al mismo tiempo. Y estaba tan feliz de pasar por todo eso con Javier. —¡Era una estúpida! —exclamo. La etapa de luna de miel nos duró hasta que los niños cumplieron 8. Yo sentía que estábamos perdidamente enamorados y sé que el también. Pero las cosas cambiaron de un día al otro. Yo había regresado a trabajar cuando los niños cumplieron 6 y creo que ahí empezaron las grietas de nuestra relación.

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Conseguí un muy buen trabajo, el cual pagaba mejor que el de Javier y además me demandaba más tiempo. No me gusta aceptarlo, pero Javier siempre fue muy tradicional y nuestra relación hasta cierto punto lo fue. El me mantenía a mí y a los niños, y dependíamos completamente de él. Algo que en el fondo le encantaba. Aún me acuerdo del día que le di la noticia de que conseguí un buen trabajo. Yo estaba completamente feliz, le conté a mis amigas más cercanas, a mis padres, pero le daba vueltas de contarle a Javier. Sé que en lo más profundo de mi ya sabía que no le iba a agradar nada, y así fue. Cuando le conté durante la cena me felicito con una enorme sonrisa, pero la sentí vacía, yo lo conocía muy bien y podía darme cuenta que estaba incomodo con la noticia. Ya no volvimos a mencionar nada al respecto, pero poco a poco nuestras vidas cambiaron. Yo podía pasar menos tiempo con los niños entonces él tenía que estar, por primera vez, al pendiente de donde estaban, de sus lonches, de quien los iba a recoger, de sus salidas, del

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futbol, del tenis, etc. Y yo, aunque aún cuidaba a los niños gran parte del día, me dediqué mucho a mi trabajo. Y así, nuestra relación se fue distanciando cada vez más y más. Suena tan básico, conseguí trabajo y de repente ya no éramos pareja. Bueno, no fue así de sencillo. Después de la situación con mi trabajo empezaron a llegar más problemas a la relación. Casi todos involucrando a nuestros hijos. La verdad del asunto es que él nunca fue un buen padre, y cada cosa que tenía que hacer por ellos lo sentía como un gran sacrificio o como una pérdida de tiempo. Cuando Sofía y Bruno cumplieron 12 Javier se deslindó por completo de ellos. Yo sé que les pegó muy fuerte a mis hijos el abandono de su padre, que ni tan abandono fue porque seguía viviendo en la casa y comía con nosotros, pero nada más. Pero no fue así de la nada, el abandono estuvo ligado a una situación que tuvimos, que dio lugar al fin de nuestra relación.

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Lanzo otra mirada al celular. «1 hora». Vaya, las horas se sienten que pasan cada vez más lento cada vez que tengo que venir acá. Desde que conseguí mi trabajo la relación con Javier se había vuelto cada vez más distante, tanto, que a los 3 años de que esto sucediera él empezó a viajar a la casa de sus padres sin mí y yo solo lo acompañaba cuando era completamente necesario, como lo es ahora. Pero un día me dejó de avisar por completo y se iba fines seguidos sin notificarnos de nada. Al principio fue muy difícil, me daba miedo de que algo le hubiera pasado, pero a los meses de que esto sucediera me acostumbre. Al año de esto empezamos a dormir en cuartos separados. Pero, ¿Por qué no nos divorciábamos? Parece algo tan sencillo. Pero para ser sincera no era algo que considerábamos siquiera posible. No queríamos que nadie se enterara de nuestros problemas personales, y es por eso que mis suegros piensan que tenemos la mejor

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relación del mundo y que estamos igual de enamorados que en nuestros primeros meses de novios. Suelto una carcajada, vivíamos una mentira afuera de la casa. Con nuestra familia y amigos seguíamos siendo una pareja, pero adentro del hogar no podíamos ni siquiera fingir ser amigos. Bueno, todos pensaban esto menos Vicky, mi mejor amiga de la universidad. Cuando conocí a Javier, yo estaba con Vicky, y la amistad entre los dos creció al mismo tiempo que mi relación con Javier. Por eso no fue tan inesperado cuando me los topé juntos en el cuarto que antes compartía con Javier. No fue inesperado porque yo sabía que tenían una buena relación, pero nunca me había dolido tanto algo como eso. Y tengo que aceptar que me dolió más la traición de Vicky que la de Javier, para ese momento Javier y yo solo estábamos juntos porque estábamos casados en papel, pero nada más.

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Veo como la casa empieza a asomarse entre los árboles. Siento las lágrimas en mis mejillas y me las seco rápidamente. Llego a la casa y puedo ver a Javier desde la ventana de la cocina y siento una pesadez en mi estómago. Respiro profundamente varias veces y me bajo del carro lista para hacer una vez más la mejor actuación de mi vida.

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Caleb

Ahora mi amistad con Caleb no está en el mejor sitio y me duele porque por casi 5 años hemos sido casi inseparables. Me asomo por la ventana de mi carro y el día estaba muy lluvioso. Iba camino a la escuela para, una vez más, estar todo el día encerrada en el salón de clases. Esta rutina de estar todo el día encerrada y sentada no estaba ayudando nada a mi estado de ánimo, y tampoco mi situación con Caleb. Creo que la parte más difícil de nuestra amistad, y la que ha resultado en nuestro distanciamiento, es que tenemos vidas muy distintas. Mientras mi carrera demanda la mayor parte de mi tiempo entre semana y los fines, él casi siempre está muy relajado y está todo el tiempo buscando que hacer y con quien salir. Esta gran diferencia la había notado antes, pero no me había molestado hasta ahora, y al tratarle de seguir el ritmo al principio de semestre, terminé completamente agotada.

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Mi vida se había vuelto un constante adelantar trabajos para poder salir con él y sus amigos entre semana y los fines. No quiero que suene que me la pasaba mal o que no lo quería ver, lo contrario, trataba de hacer todo lo posible para ir con ellos a cada salida y cada evento, y me la pasaba muy bien. Pero, la sensación de que era algo que tenía que hacer empezó a cansarme. Si faltaba a algún plan o no podía ir me sentía ligeramente excluida, o como si lo estuviera defraudando. Creo que empezó a haber problemas cuando empezó a esperar cosas de mí que no podía darle. No es la primera vez que me pasa algo así con una amistad cercana. Me parece algo completamente normal que por el tiempo y las circunstancias empecemos a distanciarnos y a volvernos diferentes. Y por experiencia propia, no ha sido algo que me haya hecho perder amistades, y sé que es posible reencontrarnos en el camino. Pero pasar por esa situación nunca es fácil y menos si es con alguien que quiero mucho.

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Por fin llegue a la facultad, y como todos los días, llegue a mi salón, me senté y fui absorbida por todas las cosas que tenía que hacer. Una de las partes más difíciles de estar todo el tiempo trabajando es que mi mente busca maneras de distraerme y no hay nada más eficaz que pensar en mis problemas. Y como puede esperarse empecé rápidamente a pensar en Caleb. Traté de distraerme con otras cosas o hasta en otros problemas, pero fue en vano, no podía dejar de pensar en ese miércoles que no los pude acompañar y como poco a poco mis faltas me han ido distanciando de su vida y la de sus amigos. Traté de concentrarme en la tarea y logré terminarla, un poco a la fuerza y un poco mal, pero terminé. Guardé mis cosas en la mochila y decidí ir por algo de comer antes de regresarme a mi casa a seguirle un poco más a la tarea. El campus estaba bastante vacío, lo más probable es que fuera porque estaba lloviendo y la mayor parte de la gente estaba encerrada en algún salón, pero también, simplemente hay días más vacíos que otros. Me detuve

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en la cafetería y me compré un café y un pan. Me senté en una mesa y me puse a comer, y como es de esperarse volví a pensar en Caleb. ¿Pero cómo no hacerlo? Justo hace exactamente dos semanas había sido su fiesta de cumpleaños y se sintió como si el distanciamiento nunca hubiera sucedido, como si nuestra amistad no hubiera cambiado. Por un momento sentí que todo iba a ser como antes, pero la fiesta terminó y también la fantasía. Y pues, desde ese entonces no lo he vuelto a ver. Después de terminar una parte de la tarea, me regresé a mi casa. Y ahí mi día terminó después de hacer un poco más de tarea, pensar un poco más en mis problemas y pensar un poco más en Caleb. Yo me conozco y sé que cuando tengo un problema lo voy a pensar y pensar y pensar hasta que logro verlo en cada ángulo posible, y aun así lo sigo pensando un poco más. Lo bueno de esto es que pude darme cuenta de algunos problemas que hay en nuestra amistad. Uno de ellos es que nuestras interacciones se han vuelto hasta cierto punto superficiales. Ya no hablamos de

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nuestros sentimientos, de nuestros problemas, y de las cosas difíciles en nuestras vidas. Ahora hablamos solo de situaciones sociales y chismes. Simplemente ya no hablamos como antes. Puedo acordarme que en algún momento de mi vida en cada problema que tenía sabía que podía contar con Caleb, él siempre estaba para mí y siempre tenía el mejor consejo para darme. Y yo agradecía siempre su ayuda, pero ahora, creo que llevo meses sin contarle sobre mis problemas o sin pedirle algún tipo de opinión. Nada. Y el tampoco a mí. Me acuesto en mi cama para irme a dormir y una vez más la imagen de Caleb viene a mente. Yo sé que lo único que puedo hacer para arreglar mi situación con mi amigo es hablar con él y decirle lo que siento, pero siempre es muy difícil hacer eso. Empiezo a sentirme ansiosa pensando en lo que pudiera pasar si le dijera y me quedo dormida, arrullada por mis problemas con Caleb.

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Donde los sueños mueren

Me despierto con la alarma de mi celular, la cual marcaba las 5:00 am, mi hora de despertar. Me levanto con cuidado de la cama para no despertar a Marcelo, el cual seguía dormido plácidamente y seguiría así por otra hora. Me meto a bañar, me pongo la ropa que usaré en el día y a las 5:40 am aproximadamente, empiezo a maquillarme. A las 6 voy a despertar a Ana y a Gabriela, y después bajo a la cocina a hacerles de desayunar. Desde que mis niñas tienen 6 años he tenido esta misma rutina, la cual repito sin excepción todos los días. Decido hacerle un huevo con jamón a Ana, un sándwich a Gabriela y una avena a Marcelo. Sin ellos no sé qué haría y sin mí no sé qué harían ellos. Mi día gira completamente en torno a las necesidades de mis hijas, mi esposo y mi casa. Todos los días les hago de desayunar, comer, cenar y hago sus snacks, limpio la casa, alimento a las mascotas, plancho la ropa y estoy al

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pendiente y a la disposición de ellos por si llegan a necesitar algo. Esta rutina ha ocupado todos mis días por los pasados 6 años, tanto así que ya no me acuerdo que era mi vida sin ser ama de casa. Termino los desayunos y los sirvo en la mesa. A las 6:30 los tres bajan a comer y uno por uno se van por la puerta de la entrada, no sin antes pedirme sus snacks y darme un beso de despedida. Gabriela, la última en irse, cierra la puerta atrás de ella y puedo escuchar el silencio que dejan con su partida. Me siento un rato en la sala, disfrutando el momento de paz, y después de 15 minutos me paro a seguir cumpliendo con mi rutina. Le doy de comer a las mascotas a las 7:15 am y a las 8 en punto las saco a pasear, llego a las 8:30 de vuelta a la casa y después de hacerme mi desayuno y comer viendo mi novela me pongo a limpiar la casa. Comienzo con el cuarto de las niñas, empezando por recoger los juguetes y terminando con tender la cama. Me paso después a la estancia, la sala, la cocina, el patio y por último la habitación mía y de Marcelo. Ahí me aseguro que la ropa

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de ambos esté bien acomodada y planchada, y al asegurarme de que todo está en orden termino con la limpieza. Volteo al reloj y marcan las 11, esta es la hora en que ya no tengo nada que hacer y usualmente mato el tiempo viendo una serie, esperando que de la 1 para recoger a las niñas. Hoy decido hacer una pequeña rutina de ejercicio. Empiezo el estiramiento y me golpea lo vacía que me siento. Sé que nada de lo que hago hace un impacto más allá de los miembros de mi familia. Vivo para ellos y todo mi día gira en torno a ellos, pero me acuerdo que, en algún momento, antes de que mi vida se convirtiera en esta interminable rutina, tenía sueños. A veces me acuerdo que fui a la universidad y me gradué como ingeniera en sistemas computacionales, se siente como algo tan lejano, y hasta cierto punto lo siento externo a mí. Me acuerdo que soñaba con trabajar en Google o en alguna otra empresa grande, pero una mala decisión llevo a otra y terminé con una vida completamente diferente a la que alguna vez soñé.

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Yo amo mucho a Marcelo, pero cuando empecé a salir con él a los 21 años no esperaba que nuestra relación se volvería lo que es ahora. Yo nunca fui una mujer muy feminista o de ideas muy fuertes y él es una persona muy tradicional. Esto se empezó a reflejar en nuestra dinámica como pareja, la cual ahora es muy tradicional. Ambos cumplimos los papeles que se espera cumplan la mujer y el hombre en un noviazgo, y siento que eso poco a poco terminó con mi independencia. A los 2 años de ser novios terminé embarazada de Ana y para esconder que teníamos relaciones sin estar casados, nos casamos a los 2 meses de enterarnos. No me arrepiento para nada de nuestra boda, pero nuestro noviazgo pasó tan rápido que se establecieron cosas en nuestra relación, que después de casarnos, ya no supe cómo cambiar. Y debido a que estaba embarazada cuando nos casamos y seguía sin trabajo, mi trabajo se volvió orgánicamente el de un ama de casa.

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Cuando nació Ana, mi vida se volvió completamente hacerme cargo de ella y de Marcelo, y cuando llegó Gabriela, sus necesidades se volvieron también mi prioridad. Y es así como mi vida empezó poco a poco a solo girar alrededor de ellos, tanto así que empecé a perder los pocos hobbies que tenía y también la oportunidad de algún día ejercer. 12 años después me he vuelto víctima de esta rutina eterna y como yo lo describiría, básicamente me he vuelto sirvienta de mi familia. Termino de estirar y hago una rutina rápida de yoga, para cuando termino eran las 12:30 y era tiempo de ir a recoger a las niñas. Me meto en la camioneta y arranco para la escuela. A las 2 ya estábamos las tres de vuelta en la casa. Les serví de comer y cuando terminaron subieron a hacer la tarea. Marcelo solía llegar hasta las 8 del trabajo, entonces tenía que estar preparada ya con su cena en la mesa para esa hora. Por mientras podía disfrutar de un momento libre para ver mi novela y ayudar a las niñas con la tarea.

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A las 8 en punto llegó Marcelo y su cena ya se encontraba en la mesa. Cené con él y las niñas, y al terminar recojo la mesa y limpio la cocina. A las 10 había terminado y me fui a prepararme para dormir. Una vez más no pude evitar sentir un vacío en mi cuerpo, un vació en mi vida. Me acosté en la cama, sintiendo la presencia de Marcelo a un lado mío. ¿Mi vida hubiera sido diferente si no me hubiera casado con Marcelo?, si hubiera abortado ¿Mi vida sería lo que es ahora?, si nos hubiéramos dado más tiempo de novios ¿Nos hubiéramos casado? Mil preguntas se apilaron en mi cabeza, preguntas que, al fin de cuentas, nadie puede responder. Siento como el sueño se va apoderando de mi cuerpo y me quedo dormida. Me despierta una vez más el sonido de la alarma de mi celular, que, como todos los días, sonaba a las 5. Me levanto a arreglarme y maquillarme, y como siempre le hago de desayunar a mis dos hijas y a mi esposo. Los

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despido como siempre, con sus snacks y un beso. Y como siempre, limpio toda la casa y espero la hora de recoger a las niñas de la escuela. Les doy de comer, las ayudo en la tarea, les hago de cenar a todos y limpio la cocina sola. Nadie lava ni un solo plato y ni se les pasa por la cabeza ayudarme debido a lo acostumbrados que están a que yo haga todo. Llega la hora de dormir y una vez más me duermo, esperando que la alarma de las 5:00 me despierte en la mañana para comenzar mi rutina una vez más y una vez más y una vez más.

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Principio y Final

Cerrar ciclos, uno de los principales problemas en mi vida. Sé que cada etapa de la vida tiene un principio y un final. Creo que es de las pocas cosas que son 100% ciertas. Amistades comienzan y terminan, libros comienzan y terminan, clases comienzan y terminan, y la universidad comienza y termina. Estoy sentada en mi cuarto escribiendo el ultimo cuento de este libro, a dos semanas de que mi generación se gradué de la universidad. Tratando de saber porque siempre he batallado tanto en dejar ir, en cerrar ciclos. Te podrás preguntar lector, si hablaré del mismo tema que en el primer cuento. Pero hay algo en mí que siente la necesidad de explicar porque no soy una exagerada, porque para mí no es tan sencillo terminar la universidad y dejar ir. Porque para mí no es tan sencillo dejar ir todo lo que viví, a las personas que conocí, a los lugares en donde pasé la mayor parte de mis días, a la

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gente que llegué a ver más que a mi propia familia. Porque para mí no es tan fácil seguir adelante. Sé que todos pasamos por lo mismo, que todos terminamos etapas y que todos tenemos que comenzar nuevas. Sé que no soy la única que va a terminar la universidad y que mis compañeros y yo estamos pasando por lo mismo juntos. Pero eso no me evita sentir que estoy batallando un poco más que los demás. No puedo evitar pensar en todos los recuerdos que tengo con mis compañeros de carrera. Tengo la fortuna de que al estudiar arquitectura teníamos un taller para nosotros solos. Pero creo que esto fue el principio de mis problemas debido a que me dio la oportunidad de conocer a todos mis compañeros de carrera, de genes mayores y de genes menores. Y la manera en que puedo explicarlo es que se sentía como primaria. Teníamos un salón gigante para todos, en donde pasábamos mayor parte del día juntos. Lo que nos obligó a volvernos cercanos.

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En este taller he creado nuevas amistades, pero también he perdido, he reído, he discutido, he platicado, he trabajado, entre muchas cosas. Y en este momento, a casi dos semanas de despedirme de la mitad de mi generación, puedo agradecer que tuve la oportunidad de conocer a cada una de esas personas muy bien y que los recordaré con mucho cariño. Y sé que lo que vivimos por siempre formará parte de mí. Aun me acuerdo cuando me gradué de secundaria. Ese ha sido uno de los momentos más difíciles de mi vida. Aunque ahorita en retrospectiva puedo decir que no tuve las mejores experiencias en esa escuela, en ese momento era todo lo que conocía. A esas personas que dejé al graduarme, las conocía desde los 3 años y tardé mucho en dejar ir. Esta fue mi primera experiencia en lo que yo considero cerrar un ciclo. Y creo que desde ese momento comencé mal. Puedo aceptar que le tengo envidia a la gente que termina con una etapa de su vida, batalla un poco en superarla, pero fácilmente comienza la otra. ¿Cómo sé

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que esa gente existe? Porque puedo verlas ahorita en la universidad. Yo sé que muchos están pasando por los mismos sentimientos que yo, pero puedo ver gente que sabe que tiene otras cosas en su vida además de la escuela, y es ahí donde creo esta mi problema. Mi vida entera fue la secundaria, fue la prepa y ahora es la universidad. No tengo nada más. Mi vida entera está completamente guiada por las entregas parciales, proyectos de la escuela, amistades de la escuela, actividades de la escuela y vacaciones de la escuela. Mi vida entera depende de esta estructura, no hay nada más afuera de ella de lo que me pueda aferrar. En este momento estoy tratando de pensar que más pudiera haber hecho para que mi vida entera no fuera la escuela, pero para ser sincera no se me ocurre nada. No se me ocurre otra cosa que me permita sentir que sigue habiendo estructura en mi vida después de la universidad. Podría decir que a lo mejor un trabajo me podría dar esa estructura. Pero hasta ahora no he encontrado alguno que me guste y he pasado por dos

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puestos de practicante fallidos. Creo que en este momento lo único que me queda es tratar de ordenar mis sentimientos y pensamientos, y aceptar que todo termina en algún momento. Creo que una de mis más bonitas coincidencias de la carrera es que a mis amigos más cercanos de ella los conocí en el primer semestre. En este momento se siente como si hubiera estado todo planeado. A la mayoría de las personas que siguen marcando mi vida y con las que sigo siendo amiga las conocí en mis primeras clases. Creo que tuve mucha suerte. Yo había entrado a la carrera sin conocer a absolutamente nadie y creo que eso me dio la oportunidad de poder abrirme a conocer a todos los que pudiera. Es por eso que tengo la fortuna de ahorita decir que no me arrepiento de nada. Creo que le di una oportunidad de amistad a todas las personas de mi carrera y ahorita que está a punto de terminar, creo que termine con muy buenas amistades. Lo que más me duele son los amigos que no son de aquí. Ha este momento no me he atrevido a preguntarles que

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sigue en sus vidas. Si regresarán a sus ciudades o si se quedarán en Monterrey. Obviamente yo prefiero la segunda, pero yo tampoco sé que sigue con mi vida. Sé que no me quiero quedar en Monterrey y es por eso que batallo tanto con la idea de que no quiero que la gente me abandone, pero ¿yo los quiero abandonar? La palabra abandonar es muy fuerte en ese contexto, ya que no es algo que se haga con intención de lastimar a los demás. La gente tiene metas y me alegra mucho que quieran seguirlas, y si esa meta es dejar monterrey espero que lo logren. Y espero que yo también lo logre. Creo que por eso batallo con todo lo que estoy sintiendo ahorita. Porque yo sola me estoy contradiciendo. Trataré de enlistar lo que siento en este momento: 1. No quiero que termine la carrera. 2. No quiero dejar de ver a mis amigos. 3. No quiero que mis amigos se vayan de Monterrey 4. No quiero dejar a mis amigos y para hacer eso tengo que quedarme en Monterrey. 52


5. Quiero irme de Monterrey. Hace mucho sentido ¿no? Últimamente mi mente ha estado saturada de pensamientos y de sentimientos, y con justa razón. Este semestre ha sido muy especial para mi debido a muchas cosas. Una de ellas es que es el primero que tenemos completamente presencial desde la pandemia, y la otra es porque es el último semestre de mi generación. No lo mencioné, pero yo aún no me graduó, lo que hace la situación un poco más difícil. Porque yo activamente me atrase para aun no graduarme, pero eso no evita que muchos de mis amigos se gradúen, y es esto lo que batallo en procesar. Batallo en aceptar el hecho de que el siguiente semestre regresaré al Tec y no va a estar la misma gente. Muchos de mis compañeros van a estar en otro momento de sus vidas, en una nueva etapa. ¿Y yo? Aun en la universidad. Además, creo que otra cosa que hace todo esto más difícil es la pandemia. Es la sensación de que perdí

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muchos momentos con mi generación, muchas oportunidades de conocer nueva gente, de vivir nuevas cosas, de salir a más lugares. Esos dos años que nos quitó la pandemia están repletos de posibilidades. Pero simplemente, no pudieron ser. Ahora que siento que estamos en lo más cerca de la normalidad de la que hemos estado en mucho tiempo. Mi generación se gradúa. Parece un chiste malo, pero así nos tocó. Mientras muchos se graduaron durante pandemia, lo cual suena terrible. Nosotros tuvimos la oportunidad de un último semestre juntos y la agradezco. Para concluir con la montaña rusa de pensamientos que escribí, la universidad, como todas las etapas en mi vida, tuvo principio y tiene final. Ese final está más cerca de lo que me gustaría, pero voy a tratar de recibir con brazos abiertos la siguiente etapa de mi vida y atesorar los momentos que pude vivir en esta.

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Índice

¿Y ahora qué? ................................................................... 8 Paranoia.......................................................................... 17 Dos extraños ................................................................. 25 Caleb .............................................................................. 33 Donde los sueños mueren .......................................... 39 Principio y Final........................................................... 47

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La cárcel de los pensamientos. Este libro se terminó de escribir el 7 de junio de 2022 en Monterrey, Nuevo León.

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“Un acercamiento a los pensamientos de la autora y sus experiencias de vida como adulta joven, recomendado para chavos que están terminando la Universidad.” – Griselda Rodríguez

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