digno en marchas plurales y tranquilas... Era puro porro drogadicto, webones sin oficio ni beneficio, nada más quemando camiones y asaltando transeúntes”. Y Roberto Guerrero: “Puro pendejo 100% manipulable!!!”. Y Héctor Ulloa sobre las marchas del 2 de octubre: “Día nacional de asaltar oxxos!!!” Echizera Luna de Sol subrayaba que no habían sido verdaderos estudiantes: “De una parte el gobierno escucharás puro chairo pendejo que sólo fue a perder su tiempo y quitarle un lugar a un verdadero estudiante fueron quienes organizaron su desmadre del 2 de octubre un pretesto [sic] para no estudiar”.
De alguna manera, los sentidos de la conjura siguen siendo los mismos que en 1968: los estudiantes fueron manipulados, no eran capaces por sí mismos de haber hecho lo que hicieron; pero cambian sí las palabras: en 2015 no eran ingenuos estudiantes manipulados por el comunismo, sino “pinches comunistas drogos”, “puro porro drogadicto, webones sin oficio ni beneficio”, “puro pendejo 100% manipulable”.
Hay que insistir: la “teoría de la conjura” –aunque agonizante durante décadas– se niega a morir, y tiene sus espacios de difusión, incluso en redes sociales en la actualidad. En otros países de América Latina, este tipo de memoria tiene una gran difusión (Allier Montaño y Crenzel, 2015), algo que –como se ha visto– en México no ocurre; pero ello no significa que no exista.
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Como se ha ido viendo, en las últimas décadas se ha ido conformando un cierto consenso político sobre la relevancia del 68 en la historia nacional reciente. Tal consenso parece alcanzar a la academia. Para el periodo de 2000 a 2015, se pudieron localizar 17 obras de historia nacional. De ellas, 15 tuvieron entre sus contenidos al movimiento estudiantil. Y en varios de ellos se abordó el 68 específicamente.
Por ejemplo, en el tomo 2 de Conservadurismo y derechas en la historia de México, coordinado por Erika Pani (2009), se encuentra el texto “El lado oscu ro de la Luna. El movimiento conservador de 1968”, de Ariel Rodríguez Kuri. En los volúmenes 6, 14, 15 y 16 de Los grandes problemas de México, de El Cole gio de México (2010), se hace referencia al 68. En Una historia contemporánea de México. Transformaciones y permanencias, de Ilán Bizberg y Lorenzo Meyer (2003), varios de los artículos de los cuatro tomos abordan el 68 desde distintas ópticas: política, económica, en la relación con Estados Unidos.
En este nuevo siglo xxi se conocieron novedosas tendencias relativas a las investigaciones sobre el 68 mexicano. La primera tuvo que ver con los estudios
de género y la participación de las mujeres en el movimiento estudiantil. Deborah Cohen y Lessie Jo Frazier publicaron en 1993 “‘No sólo cocinábamos’: historia inédita de la otra mitad del ‘68”; y en 2009, Gender and Sexuality in 1968. Transformative Politics in the Cultural Imagination. Por su parte, Gloria Tirado Villegas presentó, en 2004, La otra historia. Voces de mujeres del 68: Puebla y, en 2018, la biografía María Fernanda Campa Uranga: geología y revo lución (2 de octubre, 1968. Por: el Perverso). El libro de 2004 de Tirado Villegas también abrió la brecha al estudio del 68 fuera de la Ciudad de México, así como los de Sergio Arturo Sánchez Parra: Estudiantes en armas: una historia política y cultural del movimiento estudiantil de los enfermos (1972-1978) (2012) y El 68 en Sinaloa. Una juventud en lucha por la democracia (2018).
Una segunda tendencia tiene que ver con la historia cultural. Ahí encontra mos el trabajo de Alberto del Castillo alrededor de la línea editorial fotográfica de los periódicos en torno al movimiento estudiantil: Ensayo sobre el movimiento estudiantil de 1968. La fotografía y la construcción de un imaginario (2012). También debe referirse el relevante libro de Eric Zolov, Refried Elvis: The Rise of the Mexican Counterculture (1999) que, centrándose en el Rock and Roll, revisa los aspectos contraculturales del movimiento estudiantil.
Una tercera línea se vincula con los Juegos Olímpicos y su relación con el movimiento estudiantil. Ahí se encuentra el libro de Ariel Rodríguez Kuri, Museo del universo. Los Juegos Olímpicos y el movimiento estudiantil de 1968 (2019), que rastrea no sólo los orígenes del movimiento, sino su desenlace y su vínculo con las Olimpiadas. En esta misma perspectiva, Kevin B. Witherspoon publicó en 2008 un libro sobre ese lema del 68 mexicano en los Juegos: Before the Eyes of the World: Mexico and the 1968 Olympic Games.
Una línea interesante de investigación vincula a los estudiantes con los es pacios de politización, las sociabilidades y sus posteriores rutas vitales. Ahí hay que volver a mencionar el libro de Sergio Arturo Sánchez Parra, Estudiantes en armas: una historia política y cultural del movimiento estudiantil de los enfermos (1972-1978) (2012), que muestra que estos vínculos llevaron no sólo a movi mientos estudiantiles sino a movimientos armados como el de Los enfermos, en Sinaloa. En ese mismo sentido, Louise E. Walker (2013) llevó a cabo un origi nal seguimiento de las clases medias luego de las represiones del 2 de octubre de 1968 y del 10 de junio de 1971 en contra de los estudiantes: Waking from the Dream. Mexico’s Middle Classes after 1968.
Los textos sobre violencia de Estado también tuvieron un espacio especial en este nuevo siglo. Hay que volver a mencionar el libro de Elaine Carey, Plaza of Sacrifices: Gender, Power, and Terror in 1968 Mexico (2005), y el de Victoria
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Carpenter, The Tlatelolco Massacre, Mexico 1968, and the Emotional Triangle of Anger, Grief and Shame: Discourses of Truth(s) (2018), que estudia la masacre de Tlatelolco tanto desde el punto de vista del gobierno como de los estudiantes, al igual que las emociones (enojo, tristeza) que ha suscitado.
Finalmente, deben señalarse dos libros. Por una parte, el de Jaime Pensado (2013), que es quizás uno de los pocos en abordar los largos sesenta: no se cen tra en 1968, sino que aborda también los movimientos estudiantiles previos en la década de los cincuenta. Por otra parte, el de Susana Draper, México 1968: experimentos de la libertad. Constelaciones de la democracia (2018).
Imposible detenerme en este espacio en todos esos textos; pero quisiera al menos decir unas palabras sobre el trabajo de Alberto del Castillo a manera de ejemplo en las novedades historiográficas, ya que es un texto relevante en el panorama nacional por su novedosa forma de abordar el 68, y porque se trata de un trabajo de largo aliento.
Alberto del Castillo presenta un libro original, que busca abordar el 68 mexicano desde una perspectiva novedosa: el análisis del movimiento estudian til no desde los clásicos documentos gubernamentales, no desde las valiosas referencias testimoniales de los protagonistas, sino desde las fotografías que capturaron lo que se ha considerado como el acontecimiento más importante de la segunda mitad del siglo xx en México.
Ensayo sobre el Movimiento Estudiantil de 1968. La fotografía y la construcción de un imaginario desentraña los contextos de las imágenes de 1968 y sugiere posibles lecturas de los procesos para dar sentido a las imágenes. En el texto, las fotos generan el discurso: las imágenes no son utilizadas como mera ilustración sino como fuente para hacer la historia. Por ello puede decirse que sus fuentes para estudiar el movimiento de 1968 son novedosas: fotografías pu blicadas en la prensa y las revistas en la coyuntura misma del proceso; imágenes no publicadas, resguardadas en archivos de periódicos y de algunos fotógrafos independientes; testimonios orales de algunos fotógrafos activos en aquellos meses; e imágenes procedentes de los servicios de inteligencia del Estado que han ido conociéndose en los últimos años. Importante es decir que para Del Castillo las fotografías no son entendidas como espejos de la realidad, sino como representaciones que contribuyen a la creación de imaginarios visuales que deben ser leídas en relación con contextos concretos:
La fotografía de prensa será contextualizada en su propia coyuntura, en los entornos políticos y culturales correspondientes y con las propuestas editoriales elaboradas en los propios medios. A partir de ello trazaremos distintos puentes
con el testimonio de los fotógrafos, el material no publicado por algunos perió dicos, los archivos de los fotógrafos independientes y las referencias aportadas por los servicios de inteligencia del Estado, consultados cerca de cuatro décadas después de ocurridos los hechos (2012: 29).
Así, el libro es original por partida doble: por las fuentes utilizadas y por el tipo de historia realizada. Una historia de las representaciones fotográficas del movimiento estudiantil de 1968, que ofrece una perspectiva del sistema político autoritario mexicano desde las relaciones entre el gobierno y la prensa: el control de esta última mediante el papel para imprimir, los desplegados y la publicidad comercial. Y a partir de ello, Del Castillo estudia cómo difundió la prensa mexicana el discurso oficial (la teoría de la conjura) sobre los estu diantes: “La prensa se subordinó a las coordenadas políticas de un régimen de partido de Estado en 1968” (33).
En ese sentido, un punto fundamental de esta obra es que el autor se desmarca de la visión teleológica centrada exclusivamente en los hechos del 2 de octubre. “Consideramos que en este caso resulta muy claro que este tipo de interpretaciones que asocian las manifestaciones estudiantiles con la represión han privilegiado el lado oscuro de un movimiento que no puede quedar acotado a esos límites” (15).
Pocos historiadores hoy en día estarían en desacuerdo con Del Castillo y su opción por no favorecer una fecha que, ciertamente, ha sido trágica y concentra la injusticia del sistema político mexicano del pasado y que aún sigue exigiendo una aclaración histórica y jurídica, pero que de ninguna manera fue el centro del movimiento estudiantil de aquel año.
A partir de sus más de 300 páginas de análisis, Del Castillo muestra que no hubo un comportamiento homogéneo entre los directores y editores de la prensa: desde la derecha empresarial anticomunista hasta los grupos radicales de izquierda. Así, en el libro se cuestiona la tradicional imagen de Excélsior como un aliado incondicional de los estudiantes, señalando que tuvo distintos matices y claroscuros. Respecto de El Heraldo de México, se muestra que la política editorial se plegó a la teoría gubernamental de la conjura comunista.
Por su parte, La Prensa habría constituido uno de los puntos de vista más reveladores de la estrecha relación entre el poder y los medios periodísticos, representando los acontecimientos del 68 como un gran caso de nota roja. El trabajo de El Día es catalogado como un punto intermedio entre el poder y la sociedad. Respecto a El Universal, se sugiere que problemas financieros dismi nuyeron su distancia crítica frente al gobierno. Por último, la revista Por qué? representó la visión de la izquierda en los siguientes 20 años.
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Ese casi consenso que hubo en 1968 por parte de los medios escritos respecto al movimiento estudiantil, se ha transformado en un nuevo consenso contemporáneo: el de la importancia del 68 en la historia nacional reciente de México (Allier Montaño, 2009). Un consenso que se ha ido conformando con el transcurso de los años, y que en este último periodo ve su clímax. De hecho, es señalado por diversos diputados en la Cámara. Por ejemplo, María del Rosa rio Tapia Medina (prd) mencionaba ya en 2001:
Hoy, si ustedes están pendientes de los medios de comunicación, si están pendien tes de los analistas políticos, de los historiadores, nadie en este momento niega el papel que jugó el movimiento estudiantil en la lucha por la apertura democrática en nuestro país. En su momento fueron tachados de rebeldes, de comunistas, de prácticamente soliviantar la paz social. Hoy, después de 31 años, me atrevo a de cir, hasta Televisa reconoce y lo plantea en sus noticieros, de que gracias al papel que jugó el movimiento estudiantil, este país se abrió a la democracia (Diario de los Debates, 2 de octubre, 2001: 999).
La inclusión del 68 en los libros de historia nacional ha sido seguida por la inserción del movimiento estudiantil en muchos libros de divulgación histórica, esos que sí conforman best sellers en las librerías. Imposible detenernos en todos. Veamos sólo unos ejemplos.
Probablemente uno de los autores que más libros haya vendido sobre historia en los últimos años es el controvertido Francisco Martín Moreno. Autodefinido como “conferencista, líder de opinión, columnista y autor de las novelas históricas más provocadoras”, escribió el libro histórico México engañado (2015), una apología en contra de los libros de texto gratuitos. Arguyendo que estos libros engañan, manipulan y ocultan la realidad, Martín Moreno se propuso escribir un ensayo sobre las falsedades, embustes y omisiones de la his toria oficial. Y en ese libro abordó el 68. Una de las primeras críticas del autor va dirigida a la pedagogía elegida en el libro:
Por qué someter a un chiquillo de apenas diez años de edad a esta espantosa ensalada de conceptos, para luego preguntarle: ¿Qué aprendiste, hijo mío? Sólo que éste es únicamente un ejemplo de la estructura equivocada y antipedagógica del libro de texto y sus panoramas del periodo, una salvajada educativa (483).
Hemos analizado ya el libro de texto gratuito de historia que, desde 2002, aborda el movimiento estudiantil. Puede ser tildado de oficial, sí, pero no de
incorrecto. Pues para Martín Moreno, se encubre la verdad. Tras revisar lo que dice el texto oficial, el autor comienza su análisis:
Las páginas dedicadas al 68, aunque hayan sido manejadas en un incomprensible desorden, dejan constancia de esos hechos que volvieron a enlutar a México en realidad no por cuestiones económicas, sino por la participación encubierta del presidente Lyndon Johnson, uno de los criminales en la guerra de Vietnam, como se verá a continuación (485).
“¿Qué les parece la siguiente versión de los hechos, apartada de todos los libros de texto en torno al movimiento estudiantil de 1968? La cia […] había transformado ese año a la Ciudad de México en la Berlín americana: un enor me centro de espionaje. ¿Qué tal?” (Ibid.). Da inicio entonces a seis páginas de una interpretación ultrajante del movimiento estudiantil, en la que todo se debió a la injerencia de la cia en México. No fueron los estudiantes actores políticos y sociales con voluntad, sino títeres en las manos del imperialismo norteamericano:
Cuando comenzaron las protestas estudiantiles de 1968, deliberadamente provoca das por sus incondicionales mexicanos […] Scott261 dio quince diferentes versiones de los hechos para de esta forma evitar que se conociera la injerencia de la cia en el conflicto, que tenía la finalidad de organizar un golpe de Estado contra Díaz Ordaz para que el ejército asumiera el control del país (485-486).
En ese sentido, ni siquiera es original, ya que esa misma tesis era formulada en 1968 por Vicente Lombardo Toledano del Partido Popular Socialista (pps). Además, Martín Moreno busca quitar la culpa al ejército: “el ejército mexicano ha cargado injustamente con la responsabilidad criminal de la cia” (487). Afirma que los funcionarios y militares incondicionales de la cia fueron quienes organizaron, desde el Departamento del Distrito Federal, a los francotiradores que el 2 de octubre dispararon hacia la Plaza en contra de población civil y militares. Y asevera: el ejército mexicano en todo momento vio por la vida de los manifestantes […] El ejército no disparó, el ejército fue a arrestar a los dirigentes del Consejo y otros tantos estudiantes incontrolables, pero no, no disparó en contra de la gente (489).
261 Winston Mackinley Scott, jefe de la estación de la cia en México durante 1968.
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Hay que resaltar que mientras el ejército actuó en defensa y protección de los ciudadanos, los estudiantes eran incontrolables.
Si la idea es vender libros, definitivamente resulta más interesante una historia de espionaje que una sobre unos cuantos miles de jóvenes cansados del sistema político. La importancia de la injerencia norteamericana en el movimiento estudiantil, en particular de la cia, no es nueva.
Como lo señala Francisco Martín Moreno, Carlos Mendoza la trabajó en su documental La conexión americana (2008). Más aún, es abordada con el apoyo de fuentes documentales por Sergio Aguayo en 1968. Los archivos de la violencia (1998). Es una cuestión probada, aunque aún quede mucho por decir.
No obstante, de ahí a sostener que el movimiento estudiantil tuvo como causa fundamental el papel desempeñado por la cia para lograr un golpe de Estado, y que los estudiantes sólo fueron marionetas en ese teatro, hay una gran distancia. Se trata de una interpretación que resta importancia al papel de los estudiantes como actores políticos con iniciativa y objetivos. Una versión que desde filas políticas ya se dio a conocer, con el respaldo del pps y Lombardo Toledano durante 1968 y en los años posteriores.
Eso con respecto a los libros de divulgación histórica que como best seller inundan las librerías del país. Sin embargo, el mercado literario infantil es cada vez más amplio e importante; no sólo en cuestión de literatura, historietas: lo dedicado a la divulgación de la ciencia ocupa un espacio nada desdeñable en ventas. Y el dedicado a la divulgación histórica también ha vuelto la mirada hacia el 68 para explicarlo a los niños. Un ejemplo importante me parece que se encuentra en el libro de Antonio Flores Medina, Historia de México para niños (2010). Se trata de un libro de gran formato que, a modo de historietas, presenta ilustraciones que abarcan toda la página, con un pequeño recuadro explicativo. En la historia reciente del país se mencionan los movimientos estudiantiles. Bajo el título de “La crisis del 68 y 71”, se afirma:
México organizó los Juegos Olímpicos de 1968. Una ola de agitación estudiantil conmovió al país ese año: frente a las demandas de los jóvenes el gobierno fue in capaz de dar una respuesta que no fuera el uso de la fuerza y, después de tomar el ejército la Ciudad Universitaria (unam) y el Casco de Santo Tomás (ipn), el 2 de octubre disolvió una manifestación en Tlatelolco matando a cientos de personas.
Acompaña el texto un dibujo donde se ve en primer plano a un joven tirado en el piso con sangre que le sale de la boca, y al lado un hombre vestido de civil con una pistola humeando en la mano izquierda, que está envuelta en una tira
blanca. Al fondo se ven más jóvenes asesinados, una mujer de rodillas supli-cando a un soldado, un tanque, y otro hombre vestido de civil con un guante blanco jalando de los cabellos a un joven.
El 68 pues hace parte ya de la historia nacional, tanto en su versión más aca-démica como en aquella que se dedica más a la divulgación, incluida la dirigida a los niños.
los momentos detonAntes de lA memoriA 525