Pacificar México Por Ricardo Raphael
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n d r é s M a n u e l López Obrador no arrebató el poder a nadie, lo halló tirado en uno de los rincones más oscuros de la historia mexicana. En julio de 2018, fecha en que se celebraron los comicios que le entregarían el mandato presidencial, conspiraba contra el país una fila de males muy ingratos relacionados con la violencia, la corrupción, la impunidad y la desigualdad. Durante ese año, el malestar desbordó los ánimos de una mayoría que acudió a las urnas exigiendo un cambio de raíz. De acuerdo con las encuestas de la época, ocho de cada diez personas manifestaban animadversión frente al statu quo. La misma proporción afirmaba que el país iba por un rumbo equivocado.1 1. Encuesta de GEA-ISA (junio de 2018).
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Poco más del 53% del voto emitido en julio de 2018 confió en López Obrador como la mejor alternativa para que se produjera la transformación. Las otras opciones que aparecieron en la boleta no obtuvieron credibilidad suficiente para traducir las pretensiones de cambio. En la fecha de los comicios, la inseguridad era la preocupación principal del electorado, seguida muy de cerca por los problemas económicos. Respecto a la economía, el reclamo estaba ligado a los ingresos familiares y también a las precarias oportunidades de empleo. En un distante tercer lugar se ubicaba la corrupción y luego la política.2 El mandato más importante para López Obrador fue la pa cificación de un país desgarrado severamente por 12 años de una crisis que arrebató la vida y el patrimonio a decenas de miles de mexicanos. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), durante la administración de Felipe Calderón Hinojosa murieron asesinadas 127 mil 163 personas. En el gobierno de Enrique Peña Nieto se añadieron 156 mil 437 homicidios. En total, las muertes violentas, entre 2007 y 2018, rondan las 283 mil.3 A la cifra anterior se suma el número de personas desaparecidas durante ese mismo periodo: 73 mil víctimas, según datos oficiales actualizados.4 En 2018, uno de cada tres hogares reportó haber sido víctima de la delincuencia. El robo a mano armada en el trans2. Ídem. 3. INEGI. 4. Informe sobre Búsqueda, Identificación y Versión Pública del Registro de Personas Desaparecidas de la Comisión Nacional de Búsqueda de la Secretaría de Gobernación (13 de julio de 2020).
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porte y los espacios públicos, así como la extorsión y el fraude, aparecen en la lista de los delitos más frecuentes.5 A esta fotografía de la época se suman, en promedio, 80 mil secuestros por año.6 Durante los últimos tiempos, la tasa delictiva en México creció a un ritmo de 3.3%.7 Como consecuencia, se desplomó la confianza en el gobierno respecto a su capacidad para lidiar con el fenómeno delictivo. Las instituciones responsables de conducir la política criminal dejaron de ser creíbles para la gran mayoría de las personas. En 2018 sólo el 19% de la población tenía confianza en la policía, 23% en el Poder Judicial, 16% en el gobierno, 22% en el Congreso y 11% en los partidos políticos.8 Cabe destacar que no todas las instituciones del Estado eran vistas con la misma desconfianza: cuando el actual presidente arrancó su mandato, la Marina y el Ejército tenían tasas de aprobación que rondaban el 50%.9 La falta de confianza en las instituciones civiles se expresa en la infrecuencia con que las personas denuncian los delitos ante la autoridad. Policías y Ministerios Públicos únicamente tienen noticia del 7% de los crímenes cometidos; es decir que 93% de los delitos que ocurren en México suceden a es paldas del poder público.10 Esta desconfianza social encuentra explicación en la débil eficiencia de las instituciones responsables de investigar, 5. Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe), 2018. 6. Ídem. 7. Ibídem. 8. Latinobarómetro 2018. 9. Ídem. 10. Envipe, 2018.
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procurar y administrar la justicia. Del total de denuncias presentadas, más de la mitad no tienen ninguna consecuencia y únicamente dos de cada 100 asuntos criminales logran una sentencia condenatoria.11 El fenómeno de la criminalidad no se comporta de manera homogénea ni estable dentro del territorio mexicano. En 2018, entre las regiones más peligrosas destacaban los estados de Baja California, Coahuila, Nuevo León, Aguascalientes, Jalisco, Estado de México, Guerrero, Ciudad de México, Tabasco, Puebla, Zacatecas e Hidalgo.12 La incidencia delictiva impacta también con arbitrariedad dependiendo del género y la edad de las víctimas. Así lo muestra la percepción de riesgo que domina entre las mujeres: 81% de las personas del sexo femenino valoran su circunstancia como muy riesgosa.13 El despliegue del fenómeno del feminicidio ha colocado el tema de la violencia contra las mujeres en el centro del debate público. De su lado, personas de entre 19 y 25 años son las prin cipales víctimas del fenómeno criminal.14 Entre las 300 mil muertes y 73 mil desapariciones hay de manera desproporcionada jóvenes humildes. Las cárceles también están pobladas por varones que se encuentran en ese rango de edad. Este dato no quiere decir que se trate de victimarios confirmados, sino de individuos que pertenecen al sector más vulnerable a la hora de topar con las arbitrariedades policiales. 11. Ídem. 12. Ibídem. 13. Ibídem. 14. Jóvenes: entre la delincuencia y la agresión (2018), Dossier, México SOSIbero SOS.
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