No se mata la verdad

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Feminismo y pandemia: el periodismo contra la pared… Y el presidente

Los primeros meses del año 2020 trajeron dos nuevos grandes retos que forzaron a la sociedad a tomar postura, y de los que, en general, casi todos los actores salieron muy mal parados, entre ellos los medios de información. El primero fue la insurgencia feminista, que alcanzó el protagonismo global a fines de 2019, energizada por la intervención artística “El violador eres tú”, de Las Tesis, una colectiva chilena, que cuestiona al Estado, el establishment y los hombres agresivos o indiferentes por ser cómplices de las violencias machistas. Fue un éxito instantáneo, con su replicación en pocos días por grupos de mujeres en todo el mundo, de Buenos Aires a San Petersburgo, de Estambul a Sidney y de Nairobi a Vancouver, y representaciones en el Zócalo de Ciudad de México que pueden haber sido las más concurridas, el 29 de noviembre de 2019. Mientras en China empezaba a sacudirse la pandemia que detendría el mundo, la crisis de feminicidios era el tema central de enero y febrero, en la ruta hacia el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo. El nuevo régimen de la Cuarta Transformación marcó hitos sustantivos en temas de equidad de género, con paridad casi exacta de 50% en las cámaras del Congreso de la Unión y en el gabinete presidencial, un discurso oficial favorable al feminismo y figuras destacadas como la secretaria de Gobernación Olga Sánchez Cordero, la joven secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde, y la jefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. Desde la perspectiva del presidente, su administración enviaba un mensaje político claro y sólido de compromiso feminista, y no había motivos para el descontento. Desconocía, sin embargo, que las expectativas de cambio veloz eran mucho más altas que las que ofrecía su gobierno en los hechos; que en el feminismo mexicano las voces más sonoras eran las de corrientes fundamentalmente anti establishment, que lo veían a él como nuevo patriarca del mismo establishment de siempre; y que el discurso no era suficiente para dejar de lado que, en la calle y en la casa, a las mujeres las mataban al mismo ritmo que con el ancien régime, y no había perspectivas creíbles de cambio. 293


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López Obrador pudo haber abanderado la incuestionable exigencia de alto a los feminicidios. En sus manos y las de sus ministras estaba lanzar una gran campaña nacional que educara a la población para convertirla en apoyo fundamental de las mujeres, al tiempo en que reformaba el sistema judicial y los cuerpos policiacos para erradicar el machismo que prevalece en ellos y garantizar protección efectiva a las mujeres. Sin embargo, ante la incomprensión del fenómeno, cometió un error muy grave: identificar al movimiento feminista del momento como un artilugio desplegado en su contra por sus enemigos: “De repente, los conservadores se disfrazan de feministas”, declaró el 6 de marzo; “muy raro, porque vieron que era una posibilidad de atacar, cuando nosotros siempre hemos defendido los derechos de las mujeres”. Su sentido de la oportunidad se había dormido. Sólo estaba tomando nota de una parte de las evidencias, las que detectaba su olfato de autodefensa. Percibía, con acierto, que actores políticos y grupos de interés que siempre habían actuado para preservar el sistema machista, ahora se manifestaban con fervor en contra de los feminicidios. Y la derecha, efectivamente, supo ver que AMLO abría grietas por las que se podía colar. Desde su derrota electoral, el pasmo del que fue arrasado, las pugnas y rivalidades internas y una enorme fragmentación le impedían desarrollar una oposición consistente, más allá de la denuncia puntual y desenfocada. Tras año y medio en el marasmo, la primera ocasión importante que vio de generar un discurso común para golpear duro al presidente surgió de donde no lo esperaba: del feminismo. Los movimientos de mujeres habían cerrado el diafragma sobre su argumento más inapelable e incontrovertible, el que tenía mayor eco en la sociedad. Lo hicieron tan bien que los grupos conservadores y neoliberales pudieron asumirlo y repetirlo sin morderse la lengua: ¿quién puede estar a favor de matar mujeres? Lograron lavarse la cara, ganar legitimidad y dotarse de punch político —para utilizarlo contra AMLO— sin tener que comprometerse con ninguna otra causa de la lucha feminista: nada de derechos reproductivos o sexuales; cero diversidad, ¿eso qué tiene que ver?; ni hablar de darles las mismas oportunidades de promoción a las mujeres, de pagarles lo mismo que a sus compañeros. Como el 8 de marzo era domingo y se impuso la idea de hacer un paro de labores, que destacara la importancia de la participación femenina en la vida económica mediante su ausencia, se separaron la marcha de protesta del Día de la Mujer, que no cambió de fecha, y se planteó la huelga de una jornada para el lunes. 294


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Los arzobispos de la Iglesia católica, las más grandes empresas, la Confederación Patronal de la República Mexicana, el Consejo Mexicano de Negocios (le acaban de quitar “de Hombres de Negocios” al nombre, porque de 60 miembros, cuatro son mujeres), pri, pan, el ex presidente Felipe Calderón y otros pudieron montarse en la gran ola feminista sin pagar ningún costo, porque la agenda completa se quedó el domingo, relegada, y ellos se sumaron con fanfarrias al #UnDíaSinMujeres del lunes, contra los feminicidios. Ni siquiera tuvieron costos económicos: les concedieron a sus empleadas permiso para hacer huelga, y les pidieron a sus empleados que fueran solidarios con ellas realizando su trabajo. La empresa no pierde. Ni cambia: los patrones pudieron despedir a sus empleadas el viernes, con una gran sonrisa porque estaban con su causa, y recibirlas de nuevo el martes con las mismas condiciones opresivas de trabajo, la desigualdad, los malos salarios, los contratos basura, las malas prestaciones… el acoso sexual. Todo igual. Los medios de comunicación tradicionales también “apoyaron”. En los canales de Televisa, las presentadoras desaparecieron para dejar que los hombres se amontonaran en los programas de cocina, dieran el horóscopo y se mataran de la risa porque se sentían ridículos haciendo cosas que, en su costumbre, son “de mujeres”. De igual forma, se trataba de la simulación. No sólo porque la mujer seguiría siendo sexualmente explotada en pantallas y en privado, también porque en sus cotidianos espectáculos de sensacionalismo seguirían violando los derechos de las mujeres víctimas. El diario La Prensa, el impreso que por décadas ha disfrutado de mayor circulación en México y que despliega en los puntos de venta callejeros sus portadas e interiores chorreantes de sangre, con titulares que algunos consideran “ingeniosos” burlándose de lo ocurrido a una persona a la que acaban de torturar y asesinar, realizó una cobertura exhaustiva de la marcha del domingo y el paro del lunes, destacando las demandas y la indignación en la presencia femenina y el impacto en su ausencia. Estaba tratando de mostrar arrepentimiento. En pleno auge del movimiento, La Prensa fue individualizada por las feministas cuando publicó en gran despliegue fotografías del cuerpo de Ingrid Escamilla, de 25 años, mutilado por su pareja, Francisco Robledo, el 9 de febrero. “Descarnada”, fue el titular. El 12, cientos de mujeres protestaron con violencia moderada frente a las oficinas del periódico. Dos días después, La Prensa colocó en portada, con la palabra compromiso en letras enormes, un artículo de ocho párrafos en el que hace afirmaciones como “contamos lo que otros callan”, “aportamos a 295


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esta sociedad que sigue negando que la violencia y los riesgos son parte de la realidad”, “les damos voz a ese tipo de problemas que nos lastiman”. Trataban de atribuirle un sentido social a su mercadería del dolor. Su compromiso no fue renunciar a ese método de ventas, que en todo caso es la esencia de su oferta editorial, sino algo tan vago como que “revisaremos” los criterios y “nos acercaremos a actores sociales que aporten ideas y que validen cada decisión que tomemos”.1 Alrededor del texto, ordenaron una selección de ocho portadas para demostrar que consistentemente han combatido el acoso y la violencia machista. Pero miles, miles de portadas publicadas a lo largo de su historia los desmienten: ¿quién puede hacer el cálculo de cuántos cuerpos de mujeres asesinadas han sido exhibidos en condiciones indignas en la portada de La Prensa? ••• La manifestación contra el diario La Prensa fue contra los medios en general, no sólo sobre ese periódico, porque, en palabras de la antropóloga Rita Segato, “cuántas veces se mata a una misma mujer en la pantalla de la televisión. Se glamoriza en el sentido de que se transforma en un espectáculo (…) Cuando se informa, se informa para atraer espectadores y por lo tanto se produce un espectáculo del crimen, y ahí ese crimen se va a promover”. “Aunque al agresor se le muestre como un monstruo”, continúa Segato, “es un monstruo potente y para muchos hombres la posición de mostrar potencia es una meta. Entonces el monstruo potente es éticamente criticado, es inmoral, pero a pesar de eso es mostrado como un protagonista de una historia y un protagonista potente de una historia. Y eso es convocante para algunos hombres, por eso se repite”. Por esa razón, la feminista argentina pide “un debate entre editores, profesores de comunicación, dueños de periódicos, dueños de canales de televisión, psicólogos sociales. Un debate mucho mayor sobre cómo se muestran estos fenómenos a la sociedad, de manera de informar sin promover, sin contagiar. Debe haber información, sólo que está mal dada porque está como espectáculo”.2 1   “Compromiso”. Artículo editorial en La Prensa, 14 de febrero de 2020, https://www. la-prensa.com.mx/mexico/la-prensa-refrenda-su-compromiso-con-los-lectores-4834399.html 2   “Rita Segato: ‘Los femicidios se repiten porque se muestran como un espectáculo’ ”. Entrevista con Ailín Trepiana en portal lmneuquen.com, https://www.lmneuquen.com/rita-segato-los-femicidios-se-repiten-porque-se-muestran-como-un-espectaculo-n649114

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••• Dos de los medios que se dijeron “más comprometidos” con el paro de mujeres, El Economista y El Universal, no tienen a una sola mujer en sus directorios, denunció el grupo Periodistas Unidas Mexicanas (pum). Una revisión de los puestos directivos que 19 impresos y tres portales (no se explica el criterio de selección) publican en internet, halló que de un total de 280 cargos, sólo un 22% son ocupados por mujeres. Sólo en dos de 22 cabeceras hay paridad de género, Sin Embargo y Récord, y en otros dos hay predominancia femenina, Noroeste (57%) y Animal Político (60%).3 En marzo de 2019, durante uno de los momentos de auge del movimiento #MeToo de denuncia de agresores sexuales, pum entrevistó a 392 trabajadoras de medios periodísticos mexicanos y obtuvo los siguientes datos: 73% ha sufrido acoso, hostigamiento o agresiones sexuales; 63% identifica como agresores a sus compañeros; 49%, a sus jefes directos; y 43%, a sus fuentes de información. A pesar de lo cual, cinco de cada seis entrevistadas dijeron que en sus empresas no hay protocolos o mecanismos para protegerlas.4 Específicamente sobre #MeToo, las administradoras de la cuenta de Twitter @PeriodistasPUM reportaron haber publicado —del 23 de marzo al 10 de abril de 2019— 250 denuncias contra 197 periodistas hombres, entre los que 12 tuvieron de tres a cinco señalamientos.5 “El acoso y el hostigamiento sexual no son violencias entre particulares, es (una violencia) estructural”, concluyó pum. “Las empresas tienen la obligación y la responsabilidad social de garantizar espacios laborales libres de violencia y discriminación”. ••• La pandemia de la covid-19, que tuvo en México como día uno (el de los primeros cien casos registrados y el primer fallecimiento relacionado) el 18 de marzo de 2020, exhibió la pésima preparación del periodismo nacional. No hay forma de evadirlo: mostró que AMLO y su oposición comparten la visión decimonónica de la prensa, que sigue siendo por sobre todas las cosas reflejo   Tweet con gráfico de @periodistasPUM, 12 de marzo de 2020.  “Acosodata: Termómetro del acoso sexual contra las mujeres en medios periodísticos”. Comunicado 1 de Periodistas Unidas Mexicanas, 7 de marzo de 2019, https://mailchi.mp/5d0e7fc75bb7/periodistaspum_acosodata1 5   Tweet de Periodistas Unidas Mexicanas en la cuenta @PeriodistasPUM, 12 de abril de 2019, https://twitter.com/PeriodistasPUM/status/1116676150502338560 3

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dócil de la sociedad política (tanto de la que ahora se atrinchera recién llegada al poder como de la que fue desacomodada y acribilla desde fuera) y que prevalece el interés político sobre el informativo; que su actualización al siglo xxi es lamentable porque se queda en priorizar el espectáculo sobre el servicio; y que —de manera dolorosa— ha sido incapaz de superar su muy bajo nivel ya no sólo de interpretación, sino de entendimiento. Como crisis global, sacó a la luz deficiencias en todas las áreas y en todo el mundo. Y a nivel de gremios periodísticos en otros países, hay que buscar con cuidado para encontrar uno que haya sabido responder adecuadamente al reto. En México, de cualquier forma, fue muy duro porque quedó claro que no existe algo que se pueda describir con rigor como periodismo especializado en salud, aunque algunos buenos profesionales se inscriban de manera individual en él. Las revistas llamadas “médicas” se dedican a la promoción publicitaria y los grandes medios de información arrojan “salud” a una bolsa de temas considerados soft como educación, trabajo y medio ambiente, cuya cobertura diaria le asignan a alguno de los reporteros menos favorecidos de la redacción, que por la tarde debe llegar con una docena de notas escritas al vapor, para ver cuál deciden publicarle en un rincón de interiores. Este reportero será uno de los peor pagados en un prolongado contexto de precarización profesional. En el siglo xx, había veteranos y redacciones que se enorgullecían de incorporar jóvenes para formarlos y hacerlos crecer. En el xxi ya es raro. Los egresados recientes son incorporados mediante esquemas de explotación disfrazados de buena obra social, llamados “prácticas profesionales” (en España los llaman “becarios” porque reciben sueldos por debajo del mínimo legal), que utilizan y desechan empleados antes de que adquieran derechos laborales. De esta forma, sirven para mantener deprimidos los salarios de sus compañeros contratados. Con suerte, algunos, muy pocos, serán seleccionados de entre la multitud de descarte para incorporarlos a los niveles inferiores de la escala reporteril. Su experiencia, sin embargo, seguirá siendo pobre. En un ambiente mediático en el que la mayoría de los usuarios de internet busca la satisfacción efímera y salta de imagen en imagen en segundos, sin comprometer su atención en un contenido de mayor extensión y profundidad, y en el que la publicidad impresa desaparece y la digital difícilmente cubre los costos de hacer buen periodismo, los medios tienen que competir con una ferocidad apabullante por cada clic al tiempo en que comprimen los gastos que les cuesta ganarlo. El periodista, reducido —o más bien microrreducido— a generador de contenidos, debe cobrar muy poco por publicar mucho, y 298


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mientras menos conocimientos o experiencia tenga, aspirará a cobrar menos y se resignará mejor a sufrir abusos. Muchos creen que sí, que les están dando una oportunidad. “El periodista es un océano de sabiduría con un centímetro de profundidad”: esta frase de Indro Montanelli (pero que yo creía de Borges, ¡hay que verificar!) no ha conducido a corregir el problema, que se ha agravado con internet (y nosotros, ingenuos, que supusimos que la veloz y amplísima disponibilidad de datos mejoraría el periodismo y democratizaría la sociedad). Hoy más que nunca, el periodista tiene que escribir sobre muchos temas de los que sabe muy poco. Hace muchos años, pasé una vergüenza con Jonathan Heath, entonces analista en jefe de hsbc y ahora vicepresidente del Banco de México. Un editor de la revista Expansión me pidió elaborar un pronóstico económico del año siguiente. ¿Por qué a mí? Ni idea, pero no he dejado de ser el entusiasta de todo y tomé el tema. Cuando lo entrevisté, Heath me explicaba cosas hasta que se cansó: “No sabes de lo que te hablo, ¿verdad?” Vergüenza. Lo admití, me disculpé y fui a decirle al editor que muchas gracias. El periodismo es escribir bien, sí, pero también conocer muy bien el tema que trabajas para poder investigarlo y hacer preguntas y entender lo que te responden y ser capaz de ordenar los datos y sintetizarlos y presentarlos de una manera que pueda ser comprensible y útil para el público, ese público que además no es todo El Público, sino un segmento que debes tener bien ubicado para averiguar qué información necesita. El problema, un problema muy grave, es que de las escuelas de comunicación y periodismo no salimos sabiendo lo suficiente de los temas a los que queremos dedicarnos. En realidad, apenas sabemos nada. Por aquella época, entrevisté a Luis H. Álvarez, un senador panista muy polémico al que yo le tenía admiración porque, como presidente municipal de la ciudad de Chihuahua (antes de aliarse con el pri de Salinas), había encabezado una huelga de hambre en protesta por los fraudes del pri. Llegué a su oficina, me vio joven y se dedicó a burlarse de mí. Me faltaron herramientas para vencer sus bluffs y artimañas. En este caso, su maltrato hizo evidente su juego. ¿Qué pasa cuando te quieren engañar con cortesías y lisonjas, como hacen los buenos manipuladores? Si no sabes de economía, ¿cómo detectas que el que te habla en términos de ortodoxia o heterodoxia quiere que asumas que la Biblia fue escrita en Chicago? Si no sabes de historia, ¿cómo reconoces si el que te pone de ejemplo la Europa de entreguerras está exagerando o no los paralelismos? Si no sabes de salud, ¿cómo evitas que te convenzan de que los coronavirus no mutan naturalmente sino sólo en laboratorio? 299


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Uno de los aciertos que el presidente López Obrador ha presumido más, y esta vez con razón, es que permite que los expertos en salud conduzcan la respuesta a la crisis de salud. Esta decisión fue amplificando su impacto positivo, además, porque el científico escogido para representar la estrategia nacional de respuesta a la pandemia resultó ser un antes desconocido y ahora súbitamente popular gran comunicador, Hugo López-Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, doctor en epidemiología por la Johns Hopkins University (una de las líderes mundiales en la respuesta a la pandemia de la covid-19) y fogueado en la epidemia de influenza porcina de 2009. Desde el 28 de febrero de 2020, de lunes a domingo, a las 19:00 horas, conduce lo que él en broma llama “la nocturnera”, un informe del estado de la epidemia en el que responde a las preguntas de la prensa. Y lo hace con un estilo que contrasta con el de AMLO: pone cuidado en reconocer y apreciar a sus interlocutores, rara vez asume una provocación o un ataque, maneja un cuidado lenguaje incluyente, explica cada asunto con claridad, detalle y buen ritmo, repite siempre que es necesario y sólo cuando lo es, y transmite la serenidad y la armonía que le hace falta a una sociedad bajo amenaza. Sobresale su paciencia. Una paciencia que parece más larga que la peor cuarentena de la historia. Una paciencia cuya dimensión crece mientras más torpes, mal intencionadas o distraídas sean las preguntas que le hacen los periodistas, mientras más se hace evidente la conciencia que algunos de ellos tienen de que las conferencias en directo son un show y se desesperen por protagonizar sus 15 segundos de luces, cámara y acción (hay algunas excepciones de buena reportería, escasas y opacadas por la multitud). Una paciencia mucho mayor que la del público mexicano, también atravesado por una polarización política que barre con conciencias y principios universales, que empezó a mirar más allá de los bien vestidos presentadores de televisión para conocer en las mañaneras a los periodistas de calle —los desfavorecidos por sus medios— en confrontación con el presidente, y se inclinó por castigar sin miramientos tanto sus agresiones como sus más pequeños errores, ahora tenía angustia, incertidumbre y miedo; el público que en las nuevas nocturneras pudo observar a una industria de medios desvestida en sus reporteros malpagados y sin preparación, casi todos incapaces de llevar dignamente la responsabilidad más importante que les haya ofrecido su carrera, la de informar en estado de emergencia global. El error del público es individualizar la precariedad en los reporteros. Los reporteros son precarizados por una industria que es al mismo tiempo voraz, mezquina, arrogante y temerosa, y desvergonzadamente parcial. La industria mediática. 300


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