Así de simple

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Así de simple

Toño Malpica • Roger Ycaza


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© 2020 Antonio Malpica (texto) © 2020 Roger Ycaza (ilustraciones) D.R. © Editorial Océano, S.L. Milanesat 21-23, Edificio Océano 08017 Barcelona, España www.oceano.com

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D.R. © Editorial Océano de México, S.A. de C.V. Homero 1500-402, col. Polanco Miguel Hidalgo, 11560, Ciudad de México www.oceano.mx www.oceanotravesia.mx Primera edición impresa: 2020 Primera edición libro electrónico: 2020 eISBN: 978-607-557-059-4 Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita del editor, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. ¿Necesitas reproducir una parte de esta obra? Solicita el permiso en info@cempro.org.mx hecho en méxico / made in mexico

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A sí

Toño Malpica • Roger Ycaza


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A Zek le gustaba, simplemente, explorar el universo.


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Iba de galaxia en galaxia, simplemente, conociendo estrellas nuevas y planetas nuevos.


Zek era muy curioso. Y lo hacía muy feliz, simplemente, estrechar la mano de seres que, bueno, a veces ni siquiera tenían mano.

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O sonreír a seres que, bueno, a veces ni siquiera tenían boca. Y así.


Por eso, aquella tarde… O tal vez era de mañana… O tal vez era fin de año… Zek, simplemente, hizo bajar su nave en aquel planeta tan hermoso.

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Quería explorarlo y, tal vez, saludar a sus habitantes... aunque era probable que ni siquiera tuvieran una palabra para decir “hola”.

Zek no tardó en dar con ellos y, simplemente, se puso muy feliz.


Y los saludó diciendo: “Hola, ¿qué tal el clima? ¿Conviene cargar paraguas?”, que usualmente era una buena frase para abrir conversación. Aunque en su idioma sonó, simplemente, como dos tubos metálicos y tres gatos furiosos golpeándose entre sí.

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Aquellos habitantes no tomaron muy bien el saludo y Zek tuvo que volver a su nave a toda prisa.

Pero aquél era un planeta tan hermoso que Zek, simplemente, programó su nave para volver otro día.


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Y en efecto… Otro día… Simplemente… Zek volvió. (Era un poco testarudo.)


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De nuevo dio con algunos habitantes. Simplemente decidió saludarlos de otra manera: “Hola. ¿Dónde puedo cambiar algo de moneda extranjera?” Lo malo es que en su idioma sonó como veinte osos padeciendo dolor de estómago. Tuvo que salir volando otra vez para salvar el pellejo. Pero era tan testarudo que, simplemente, decidió que tenía que volver otro día.


Y volvió. Esta ocasión tenía pensado utilizar un nuevo saludo. Uno distinto y que, simplemente, le había funcionado muy bien en varias galaxias: “Hola. ¿Podrían indicarme el camino al estadio? Soy fanático del equipo local de futbol.”

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Ahora fue como si se estrellaran quince ambulancias con un tren a toda marcha.


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Era el colmo. Zek, simplemente, no podĂ­a creer su mala suerte con ese planeta. Pero no olvidemos que era testarudo como cientos de estrellas de miles de millones de aĂąos.


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Y así fue que… Una tarde… O tal vez era de mañana… O tal vez era fin de año… Zek aterrizó de nueva cuenta. Esta vez, simplemente, resuelto a no irse de ahí hasta hacerse de un amigo o dos.


Ahora sabía exactamente cómo dirigirse a aquellos habitantes tan difíciles de aquel planeta tan hermoso. Después de todo, ya habían pasado algunos días desde que llegó a aquel mundo por primera vez. Aclarándose la garganta, simplemente dijo:

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“Hola. Soy, como ustedes, ciudadano del universo. Creo que si nos fijamos más en nuestras semejanzas que en nuestras diferencias podemos ser amigos hasta el fin de los tiempos y un día.”


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El saludo, simplemente, sonĂł como siempre ha sonado desde el principio hasta el fin de los tiempos. Y un dĂ­a.


Y lo mejor de todo: consiguiรณ que, simplemente, los habitantes de aquel planeta se hicieran amigos entre ellos.

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Simplemente, Zek se hizo de uno o dos amigos esa tarde.


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‌O tal vez no tanto.


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A Zek le gustaba, simplemente, explorar el universo. Y lo hacía muy feliz, simplemente, estrechar la mano de seres que, bueno, a veces ni siquiera tenían mano. Pero un día llega a la Tierra y descubre que hacer amigos, simplemente, no es tan fácil como pensaba.


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