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20 El exilio
Entre octubre de 1972 y mayo de 1974 Elena Garro y su hija vivieron en el estado de Nueva York. Primero en Shelter Island; después en la isla de Manhattan. Helena Paz fue operada del cáncer de pecho y matriz que padecía. La noticia de su enfermedad y la falta de recursos llegaron a la prensa mexicana. “Helena Paz Garro, hija de escritores, está enferma en Nueva York, víctima del terrible cáncer, a decir de los diagnósticos. Por el abandono en que se encuentra su mamá, Elena Garro, se ha tenido que recurrir al recurso de la colecta en los medios intelectuales de la Ciudad de México, pues la situación de las dos es realmente angustiosa.”1 Nueva York fue la primera estación de su autoexilio. Solas, sin familia y sin teléfono en casa, las cartas y telegramas se convirtieron en su principal medio de comunicación. Su única compañía fueron dos gatos callejeros que recogieron, Lola y Petrouchka, que más tarde Garro convirtió en personajes literarios. José Bianco fue uno de los grandes confidentes de Garro; la otra fue la escritora Ninfa Santos, quien estuvo casada con el escritor Ermilo Abreu Gómez; la amistad entre ambas, su nutrida correspondencia, es un tema por estudiar. Las cartas entre Garro y Bianco cruzaban el continente americano: de Nueva York a Buenos Aires. El 21 de noviembre de 1972 Elena le escribió. Su tono 195
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era de derrota y de nostalgia, en particular al hablar de Adolfo Bioy Casares, a quien amó durante años: Ya sólo me interesa la suerte de los animales y sólo me reconozco en ellos. Cuando menos tienen la decencia de no hablar […] ¿Te acuerdas de la hermosura de Bioy? Es raro que [él] tenga lumbago. No sé qué es. En todo caso, esa enfermedad la veo color azul ligeramente acerado, como el plumbago, una flor que de niña me gustaba mucho, y que cubría los muros del jardín. Muy de Bioy enfermarse de una flor.2
Para animarla, José Bianco le contó de los cuatros gatos que envió a Argentina, los cuales vivían felices en una finca de Bioy Casares y Silvina Ocampo y, además, los habían capado. La misiva del argentino contaba: La última vez que fui a lo de Bioy se habló mucho de tus gatos. No los tienen en la casa sino en una quinta donde los cuidan como si fueran animales preciosos, de una casta que el día que ellos se extingan se extinguirá para siempre […] El amarillo […] estaba gordísimo, espléndido y muy cariñoso. De los otros tres también se habló, pero ya no recuerdo lo que se dijo salvo que “Elena y la Chata pueden estar bien contentas porque los gatos están a la perfección”. La quinta donde se alojan (a quince minutos en auto de la casa de los Bioy) es muy cómoda, con césped y árboles. No los tienen en casa porque allí hay dos perros (un policía animal y otro chico, de no sé qué raza, al cual yo trato de no acercarme porque muerde los tobillos) y tienen miedo de que pueda armarse un conflicto entre los dos perros y tus cuatro gatos.3
La noticia, por el contrario, enfureció a Elena. “¡Deshacerse así de mis gatos!”, llegó a exclamar, indignada. Y en ese instante todo 196
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el amor que llegó a tener por Adolfo Bioy Casares se murió. Nunca más volvieron a escribirse. No hay más apuntes sobre él. Nada. El escritor se convirtió en un recuerdo. El amor más loco, más grande de su vida, se secó. Helena Paz, por su parte, seguía en comunicación con Ernst Jünger. Ella le escribía largas cartas sobre sus ideas políticas y su situación en Estados Unidos, donde su madre y ella habían solicitado asilo político para no regresar a México. En una carta del 17 de noviembre de 1972 acusaba a Octavio Paz de ser “el poeta oficial del régimen”. También le contaba que tuvo que vender su departamento de París para tener dinero y poder vivir en México. La joven continuaba con miedo por su vida: aseguraba que el gobierno mexicano era experto en que ocurrieran asesinatos “accidentalmente”, como el de Carlos Madrazo, o en “suicidios inexplicables”. En aquella época Elena Garro veía con rencor a los intelectuales después de octubre 1968, pues consideraba que se habían cumplido las críticas que ella les hizo durante el movimiento: sólo buscaban el poder político. Bajo el lema “¡Echeverría o el fascismo!”, Carlos Fuentes y otros escritores dieron su respaldo al ex secretario de Gobernación cuando se erigió como presidente, a pesar de su responsabilidad en los hechos de Tlatelolco. Además, es famosa aquella gira a Sudamérica del presidente acompañado de los intelectuales. Pronto, Fuentes obtuvo el cargo de embajador de México ante Francia y Rosario Castellanos fue embajadora ante Israel, hasta su muerte accidental. Fueran ciertos o no sus juicios, Elena los siguió viendo como corresponsables de su situación, por supuestamente haberlos “traicionado”: “Monsiváis, Cuevas, Benítez, Fuentes, han sido nuestros verdugos —afirma Elena Garro—. Esta manga de intelectuales, defensores de los derechos humanos, nos han arrancado a mi hija y a mí 197
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todos nuestros derechos, hasta los más elementales. Nos han perseguido y acosado…”4 Con el paso de los años, no obstante, Elena se reconcilió con Carlos Fuentes, con quien se reencontró en España a finales de los setenta, y llegó a expresar cariño hacia Carlos Monsiváis. La escritora dijo, con el paso del tiempo, que no sentía remordimientos por nada. Pero cuando ya era una anciana, admitió que toda su vida había sido una secuencia lamentable de errores. “Me equivoqué en todo”, dijo con arrepentimiento.5 En marzo de 1973, estando en Nueva York, fue Garro quien escribió a Ernst Jünger para pedirle que él, a su vez, le enviara un mensaje a Helena, pues estaba muy enferma. Una carta de él podría tener el efecto milagroso de salvarla. Éstas son algunas líneas de esa carta: Querido Ernst Jünger: mi hija Helena Paz está enferma… Después de que el Gobierno mexicano nos quitó todo honor, ella ha perdido las ganas de vivir… Vivimos una campaña de difamación… Fuimos echadas del país… Un amigo, el médico Roberto Garza, jefe de Cancerología, nos dijo: “La política llega hasta las mesas de operación”. Enviamos nuestros gatos a Argentina, a la casa de Borges… Estamos en el total abandono… Yo creo que usted es un mago blanco… Hemos solicitado el asilo político aquí para evitar la extradición pero no estamos seguras de obtenerlo, ni de vivir aquí a causa de las complicaciones con el actual gobierno comunista de México… Yo sé que una palabra de Jünger puede decidir la suerte de Helena…6
Garro y su hija tramitaron dos peticiones de asilo para permanecer en Estados Unidos. Una ante el Departamento de Migración y otra ante la onu. Ambas fueron llevadas por el abogado William Oltarsh, 198
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jefe de un bufete que todavía hoy en día se especializa en casos migratorios. Él, un hombre mayor a los 80 años, se puso al teléfono en el verano de 2016. Aunque recordaba pocos detalles del caso —y el expediente ya no existía—, confirmó que llevó su caso. “Yo fui su abogado. Ellas querían quedarse en Estados Unidos. Ya no recuerdo muchos detalles. Sabía que habían tenido problemas con el presidente de México [Luis Echeverría] y con su esposo, el escritor Octavio Paz. Al final me despidieron, ya no llevé más su caso y no volví a saber de ellas.” La poeta costarricense Eunice Odio, fallecida en 1973, también le escribía a Elena e incluso se convirtió en una intermediaria entre la escritora y Octavio Paz y los hermanos Echeverría, es decir, el presidente y su hermano, el actor Rodolfo Landa. Garro llegó a asegurar que Odio y una mujer identificada como June Cobb, a quien apodaba la Giganta, la espiaban por órdenes del gobierno mexicano. En abril de aquel año, Eunice Odio le escribió a Elena: Octavio me dijo que estaba dispuesto a ver por Chata, pero tú tienes que decirme qué es lo que necesitan para poder enterarlo a él. Julio [Bracho] también me dijo que Rodolfo Echeverría te había ofrecido apoyo económico y tratamientos y todo lo demás, incluyendo el viaje de regreso a México. Julio me dijo que te había aconsejado aceptar. Yo digo lo mismo.
Se desconoce dónde quedaron las respuestas de Elena. No hay registros de un archivo o herederos de Eunice Odio. La poeta costarricense le escribió de nueva cuenta en agosto de 1973: Acaba de hablarme Rodolfo Echeverría. Le conté todo. Hasta la conversación que había tenido con el señor Octavio Paz. Me confortó
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el espíritu que estaba atormentado, entristecido y fregado a morir, esa conversación con Rodolfo Echeverría. Lo sentí tierno, solidario, de bella conciencia. Un hombre, un hombre como pienso que deben ser los hombres verdaderos como el padre que tuve. Me dijo: “Las quiero mucho, las conozco desde hace mucho y se hará todo para ayudarlas”. Yo: Me comuniqué con usted porque supe que se interesaba, junto con su hermano el presidente, en venir en auxilio de dos mujeres que están en desgracia y que honran a México en un grado máximo. Él: Sí, yo lo sé.Y por eso, independientemente de mi admiración hacia ellas, hay afecto. Sólo quiero que usted les escriba inmediatamente y les diga que digan, concretamente, qué necesitan, con qué médicos hay que entenderse, con qué hospitales, qué necesidades tienen de alojamiento, alimentación, etcétera. Espero que tú y mi hermanita Helena sean muy razonables en sus tratos con Rodolfo Echeverría, que me habló de ustedes como si fueran de su sangre: Con dulzura, con respeto profundo, con amor. Manéjense bien, por lo que más quieran, y estén en contacto conmigo permanente. Porque no seré la mediadora entre ustedes y Octavio Paz sino entre ustedes y los Echeverría.7
El contacto entre la escritora y el presidente Luis Echeverría y Fernando Gutiérrez Barrios se mantuvo durante aquella época. Garro llamaba al jefe de la dfs o le dejaba mensajes de parte de la Doña. Con Echeverría, Elena llegó a escribirse telegramas o también por teléfono. Contó a José Bianco sobre esas comunicaciones. Hubo una carta en la que narró que negoció con Echeverría su regreso a México a cambio de trabajo. “Eche me puso un telegram (que conservo) y me rogó por teléfono también que volviera. No lo hice porque no llegamos a un acuerdo. El acuerdo era que me diera trabajo.”8 200
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Bianco, un escritor alejado de la política, no entendía del todo las cartas de Elena. Él se dedicaba a la edición de la revista Sur y todo lo que implicara política lo irritaba. Así se lo hizo saber a Garro: No entiendo nada (tienes razón, en cierto sentido, cuando hablas de mi ceguera política) y lo peor del caso es que no puedo hacer nada, absolutamente nada por ti, salvo quererte y desear con toda el alma que salgas de este mal paso en que te encuentras y en que no sé bien por qué te encuentras (no trates de explicarme: tampoco entendería). Por de pronto, no sé qué puede tener el presidente de México para hacerte un juicio político. ¡Qué has podido hacer, Dios santo!9
El 20 de mayo de 1974 Elena envió a Bianco un paquete que contenía su obra de teatro Sócrates y los gatos, su versión dramatizada de los sucesos ocurridos en el departamento de María Collado. Era un mensaje apresurado, lleno de miedo. La obra permaneció oculta cerca de 30 años: “Pepe querido: Guárdame esto, me tengo que ir de aquí. No me escribas. Te diré a dónde voy, todavía no lo sé”. A finales de ese mes Elena tomó la decisión de ir a España, confiada en que tenía familia y era más barato que Nueva York. Estaba decidida a no volver a México. Fue un error: en tierras españolas pasaron la peor época. Conocieron el hambre y la pobreza. Su miedo se incrementó. Fueron años perdidos para Garro y su hija. Cuentan que llegaron a vivir en un asilo para indigentes. Debido a su estatus migratorio, Elena decidió renunciar a su nacionalidad mexicana y recuperó la española, a la que tenía derecho por línea paterna. A distancia supo de la muerte de su madre, Esperanza Navarro. La urgencia de dinero y la inestabilidad afectaron su producción literaria. Había otras urgencias, como alimentarse. 201
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El 24 de noviembre de 1980, cuando Garro y su hija vivían en Madrid, Rodolfo Echeverría le escribió una breve carta: Muy querida Elena: Días después de mi regreso a México, tuve que volver urgentemente a Europa y regresé antier, razón por la cual hasta ahora te escribo estas breves líneas para comunicarte que la carta que me enviaste a mi hotel en Madrid, fue puesta oportunamente en manos de su destinatario. ¿Has recibido alguna noticia?10
¿Escribió Elena Garro, acaso, una carta al ex presidente Luis Echeverría y se la envió a través de su hermano? No queda claro, aunque es posible. El ex mandatario nunca ha hablado de su relación con la escritora. Qué ocurrió entre ellos durante octubre de 1968 y los años posteriores, es un secreto que quizá nunca se conozca. En 2016 se le envió una carta al ex presidente solicitando una entrevista, pero no hubo respuesta. A inicios de los ochenta Helena Paz también reanudó la relación con su padre. El acercamiento entre ambos se dio gracias a que el ex alcalde de Madrid, Tierno Galván, ayudó a Garro y su hija cuando supo que vivían en un albergue para mendigos. El político escribió entonces a Paz y éste ayudó a las dos mujeres. Su apoyo no quedó ahí, pues Paz intervino ante el gobierno mexicano para conseguirle, por segunda ocasión, un trabajo en la embajada mexicana en Francia. Un documento desclasificado por la Cancillería mexicana da cuenta de que el historiador Enrique Krauze fue el intermediario entre Paz y el político Emilio Gamboa Patrón, entonces secretario particular del presidente Miguel de la Madrid, para que dieran un empleo a Helena. Aunque Octavio Paz había renunciado a su puesto en la India en 1968, su influencia en la cancillería aún era importante. 202
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La carta de Krauze, quien por aquella época era subdirector de la revista Vuelta, fundada por el poeta, dice: Querido Emilio: Te resumo el caso de la hija de Octavio Paz. Su nombre es Elena Paz Garro.Vive en París […] Se le ha dado en la Embajada de México en Francia una comisión de traducciones con un pago de 500 dólares al mes. Se le dijo a Octavio Paz que después de un plazo se le dará un trabajo más firme, de planta y con un sueldo adecuado. El plazo venció y no se ha cumplido. Lo que Octavio Paz quisiera es un puesto de canciller en el nivel más inferior para que ella vaya subiendo poco a poco en la carrera diplomática. Elena Paz tiene la preparación más que suficiente para tener un desempeño correcto. Si esto es imposible, la segunda alternativa es un puesto de Traductora de planta. Cualquiera de las dos supone un sueldo de 2,000 a 2,500 dólares. Te agradezco muchísimo tu apoyo de siempre. Creo que lo que te pido es una retribución mínima, pero muy importante, para uno de los mexicanos ejemplares de nuestro tiempo. Te abraza, Enrique Krauze
A partir de la carta del director de Letras Libres, comenzaron a correr los trámites para que Helena fuera contratada en la embajada ante Francia. A pesar de las buenas recomendaciones de Krauze, la hija de Paz y Garro fue una pésima empleada. Un memorándum interno de la cancillería, fechado el 2 de enero de 1992, dio cuenta de su pésimo desempeño como funcionaria pública durante ocho años; tal parece que sólo la mantenían en el cargo por ser hija del Premio Nobel.
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Desde su nombramiento como Canciller del Servicio Exterior Mexicano (sem), en enero de 1984, la C. Paz ha acumulado 20 licencias médicas (408 días), se le han concedido seis licencias económicas (82 días) y ha disfrutado de seis periodos de vacaciones (172 días). Lo que equivale a 662 días en ocho años de servicio […] Por otra parte, cabe destacarse que tanto en su adscripción en el Consulado General en París como en la Embajada de Francia, los titulares la han calificado como una empleada además de mediocre, irresponsable y faltista.
Un año antes, en 1991, Elena Garro visitó México, acompañada de su hija, para un homenaje nacional que amigos escritores y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) le habían organizado. Ese viaje fue el preámbulo para que la escritora y Helena regresaran a México, de manera definitiva, en 1993. La cancillería pagó el regreso, pues Helena Paz seguía siendo empleada. De todos los documentos, sólo en uno fue nombrada Elena Garro. El oficio, fechado el 23 de julio de 1993, dice: El día 10 de junio, la señora Helena Paz Garro, acompañada de su madre Elena Garro, salió de esta ciudad al término de su nombramiento. Debido a las circunstancias excepcionales del repatriamiento de la Sra. Paz, se procedió a solicitar los servicios de la Compañía ______ para la transportación de su menaje de casa.
Tras 21 años de autoexilio, Elena Garro y Helena Paz volvieron a México. René Avilés Fabila, muchos años más tarde, reconoció que fue un error haber repatriado a Garro y que ella debió permanecer con su hija en Francia, donde su situación anímica y económica era mucho mejor que en México.11
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