AYOTZINAPA

Page 1

Powered by TCPDF (www.tcpdf.org)


Jhosivani Guerrero de la Cruz, el guerrero oculto Por Karla Portugal La última vez que Jhosivani vio a Doña Martina, su mamá, fue en su casa en Omeapa, el 19 de septiembre de 2014. Sólo pasó un día en familia y al siguiente regresó a Ayotzinapa. Bastaron 24 horas para que notaran algo extraño en el estudiante, algo diferente: comía lo que nunca, los frijoles que antes no le gustaban, y hasta había limpiado su cuarto que, hasta antes de ese día, era un desastre entre cables y aparatos eléctricos que le gustaba desarmar y componer. Pero en esa visita se dio el tiempo de dejar todo en orden. Jhosivani Guerrero de la Cruz es el más pequeño de una familia de siete hijos, se lleva ocho años con la menor de sus hermanas, Alma Rosa. Para cuando empezó a ir a la escuela, sus hermanos se habían ido de la casa: Nahú, Ubisael e Iván se fueron con su papá, Don Margarito, a Estados Unidos cuando Jhosi tenía 2 años; se fueron a perseguir el sueño americano. Sus hermanas se dedicaron a estudiar y formar sus familias, Luzmi estudió en la normal en Tlapa y la acabó en Puebla, Anayeli estudió la prepa y Alma Rosa terminó la licenciatura en informática en el Instituto Superior de Especialidades Pedagógicas, en Tixtla. Para cuando su papá volvió a México Jhosi tenía 11 años. Al principio pedía a su mamá que lo corriera, decía que ese no era su padre, que el suyo había muerto. Después aceptó que había regresado para quedarse y trabajaba con él en el campo de vez en cuando, pero la relación con su mamá siguió siendo mucho más estrecha que con su padre, Don Margarito. Incluso cuando comenzó a estudiar en el Conalep en Tixtla, iba y regresaba a Omeapa todos los días porque no le gustaba dejar sola a su mamá. A ella le pedía dinero cuando no tenía o no le alcanzaba, con ella organizaba el gasto de lo que recibían ambos del programa Oportunidades, y fue ella quien acudió a identificar el cadáver cuando sus compañeros decían que era al que habían desollado. Supo que no era su hijo por la forma de los dedos de sus pies y por los boxers que usaba. El difunto los tenía con la bandera americana y a Jhosivani siempre le molestó tener boxers con figuritas. El día de la desaparición Jhosivani mantuvo comunicación con su familia hasta las 6 de la tarde, aproximadamente. Nunca ha salido de México y apenas conoce otros municipios en Guerrero. La Normal fue una oportunidad para conocer otros estados con sus compañeros, y aquél día justo llegaba de Tlaxcala, después de acudir a botear. Ese fin de semana planeaba estar con su familia en el bautizo de una de sus sobrinas. Cuando se enteraron de la balacera, los Guerrero fueron directo a Ayotzinapa. Llegaron a las 10 de la noche ese 26 de septiembre. Encontraron su toalla aún mojada, su celular, su cartera y parte de su ropa. Sus compañeros dijeron que se acababa de ir 20 minutos atrás, lo buscaron por la normal sin éxito. Pronto salieron a Chilapa a celebrar el bautizo al que Jhosivani quería asistir. Minutos antes de entrar a misa, su cuñado Pedro recibió el aviso de que el enfrentamiento había dejado dos muertos y uno de ellos era Jhosivani.


Regresaron a la normal cuando los estudiantes estaban en conferencia de prensa y aseguraban que uno de los muertos era él. Martina y Don Margarito fueron a Iguala a reconocer el cadáver. El primero en pasar fue su papá. Sus compañeros insistían en que el desollado era Jhosivani, su padre lo confirmaba, su madre decía que no. Dos veces acudieron a identificar el cuerpo hasta que se determinó que se trataba de otro normalista apodado El Chilango, y el segundo fallecido seguía sin ser identificado, pero no era él.

Camino a la Normal En su comunidad, a Jhosivani le decían Peter. Un día, estando sus hermanas en casa, se dio un baño y salió en toalla. Una de ellas, por hacerle “la maldad” se la quitó y empezaron a decirle que estaba muy flaco, que se parecía a Peter La Anguila, él imitó el baile del cubano exiliado y desde entonces lo apodaron Peter. Jhosivani mide 1.75 metros, usa lentes cuando maneja y cuando hace la tarea. En Omeapa pertenece al equipo de futbol y basquetbol. En basquet su equipo ganó un primer lugar de competencias con las comunidades en diciembre de 2013, pero para jugar fútbol es más nervioso, según cuenta su hermana Anayeli. En su equipo le hacían bromas porque cada vez que tenía que entrar a jugar en un partido importante, él sentía que le daba diarrea. “Jhosi ponte pañal porque ya vas a entrar”, le decía su cuñado Pedro Juárez, con quien jugaba en el Independiente de Omeapa. De su vida escolar, Anayeli cuenta que cuando Jhosivani iba en segundo de primaria hubo un momento en el que dijo que ya no quería seguir estudiando. Sus calificaciones no eran las mejores, sus hermanos estaban en Estados Unidos, sus hermanas ya estaban fuera de casa y su mamá no sabe leer ni escribir. No tenía apoyo de nadie para hacer la tarea o para las dudas que tuviera. Logró mantenerse en la escuela y se daba tiempo para alimentar una pasión que compartía con su cuñado Pedro: ir al monte y cazar venados y conejos con una cueshclera (un arma de pólvora). Solía llevar su navaja automática de supervivencia, la misma que aún se mantiene intacta en su cuarto. Jhosivani terminó la primaria y la telesecundaria en Omeapa. Cuando entró al Conalep viajaba todos los días a Tixtla, unos 20 minutos por viaje y 20 pesos menos en sus bolsillos. Hubo días en los que el dinero no era suficiente, ni con los cinco viajes que hacía transportando agua que vendía en su comunidad y que le generaban 80 pesos, ni con la venta de leña que le dejaba entre 100 y 200 pesos, ni con los mil 700 que recibía cada dos meses como beca del programa Oportunidades. Cada 6 meses pagaba a la escuela mil 550 pesos y el resto era para sus traslados, materiales escolares y comidas. Jhosivani terminó el Conalep como Técnico Bachiller Mecánico, aunque según las estadísticas oficiales en su comunidad sólo hay seis automóviles. En realidad, él quería estudiar en Iguala Medicina Veterinaria, pero había que pagar la escuela y el cuarto. El dinero no alcanzaba. Y en Tixtla sólo hay posibilidad de estudiar en Ayotzinapa o en el Centro Universitario Simón Bolívar, que es un colegio privado especializado en Educación Artística. Cuando Jhosi hizo el examen de admisión a la Normal fue de los primeros a los que visitaron


en Omeapa para realizarle el estudio socioeconómico. Tenía un buen promedio, pasó su examen y la semana de prueba, aunque en esos días lastimó su pie durante las actividades. En algún momento, después de lesionarse, dijo a su hermana que ya no estudiaría ahí. Estaba desanimado pero le importaba mucho más la decepción que sería para su familia y finalmente eligió quedarse. De Omeapa son tres los jóvenes normalistas que desaparecieron: Jhosivani, Everardo y su primo Emiliano. El primero era su mejor amigo desde el jardín de niños, estudiaron juntos e incluso salió del Conalep un año antes que Jhosivani y lo esperó un año entero para que pudieran entrar al mismo tiempo a la Normal de Ayotzinapa. En el Conalep Everardo y Jhosivani coincidieron con uno más de los normalistas desaparecidos, Marco Antonio Gómez. Juntos presentaron el examen a la normal y a decir de sus maestros, quienes los vieron días antes de su desaparición, estaban muy contentos de haber logrado un lugar en esa escuela, tenían la ilusión de ser profesionales.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.