UNIDAD 1: Jesús y el discipulado
Jesús llamó discípulos
Verdad central:
Jesús basó la continuación y el éxito de su ministerio en la selección, comisión y ministerio de sus discípulos. Principiando con los doce apóstoles, incluye a los discípulos de todos los tiempos.
Material bíblico devocional: Juan 1:35-42
Material bíblico completo:
Mateo 10:1-8; Marcos 3:13-19; Lucas 6:12-19; 10:1, 2
Texto para memorizar y aplicar a la vida:
“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. Mateo 16:24
I
ESTUDIO
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INTRODUCCIÓN
niciamos con este estudio una serie sobre un asunto trascendental dentro del cristianismo: el discipulado. Sus repercusiones determinan el empuje que la obra del Señor tiene en el mundo. El ministerio público del Señor estuvo dedicado a discipular a los que habrían de dirigir a los que creyeran en él después de su partida. El Señor sabía que a menos que hubiera hombres comisionados para predicar su obra de redención en la cruz y su resurrección de entre los muertos, el mundo no conocería el camino al Padre. ¿Cómo conocerían, además, la manera de vivir de un hijo de Dios, que él había ejemplificado, a menos que hubiera quién se la mostrara? Los creyentes que empezaban a rodearlo necesitarían quienes los pastorearan cuando él subiera al Padre. Se necesitaban hombres regenerados que encarnaran en su vida al Verbo hecho carne. I. Oración y elección Lucas 6:12-16
Aconteció en aquellos días que Jesús salió al monte para orar, y pasó toda la noche en oración a Dios. 13 Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y de ellos escogió a doce, a quienes también llamó apóstoles: 14 a Simón, al cual también llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Jacobo y a Juan; a Felipe y a Bartolomé; 15 a Mateo y a Tomás; a Jacobo hijo de Alfeo, y a Simón llamado el Zelote; 16 a Judas hijo de Jacobo, y a Judas Iscariote, que también llegó a ser el traidor. 12
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“En aquellos días”, cuando la popularidad del Señor empezó a extenderse, cuando ya había un buen número de creyentes, y un buen número de personas que lo seguían siempre, es decir, había discípulos. El Señor debió comprender que había llegado el momento de escoger a los doce, a los que dio también el nombre de “apóstoles” (enviados). Era una decisión difícil, de la que dependerían los resultados futuros de su obra de redención. En consecuencia, hizo lo que nosotros también debemos hacer: depender de la sabiduría del Padre. Pasó toda la noche orando hasta sentir la respuesta de Dios. ¡Cuánto debió haber conocido a todos los discípulos que lo seguían para escoger a doce! En su oración habría repasado mentalmente a todos los discípulos. ¿Qué vio Jesús en los doce que escogió? No era su conocimiento, porque después, cuando son mencionados los doce, se les describe como hombres sin letras. Con todo, dos de ellos escribieron Evangelios y cartas que forman parte de la Biblia. No era su prudencia, porque con frecuencia daban muestras de violencia, aunque la narración bíblica los muestra después como hombres de corazón tierno y abnegado. No eran hombres de notable espiritualidad; con todo, después fueron hombres de visiones que contemplaron al mismo Dios siendo adorado por las huestes celestiales y por los santos de todos los tiempos. ¿Qué vio Jesús en ellos? No lo que eran, por cierto, sino lo que serían después de estar con él. No los veía solos, sino con él y con el poder que recibirían de él. Sin embargo, sí vio algo en ellos: una disposición sincera de seguirlo y de hacer su voluntad. Y eso fue bastante. Lo demás lo haría él.
II. Instrucciones para el discipulado Mateo 10:5-8
A estos doce los envió Jesús, dándoles instrucciones diciendo: “No vayáis por los caminos de los gentiles, ni entréis en las ciudades de los samaritanos. 6 Pero id, más bien, a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 7 Y cuando vayáis, predicad, diciendo: ‘El reino de los cielos se ha acercado’. 8 Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad fuera demonios. De gracia habéis recibido; dad de gracia”. 5
Habiendo llamado a los doce, Jesús les da una comisión. Los envió, los hizo enviados (apóstoles). En la urgencia de la hora, Jesús les advirtió de no ir “por los caminos de los gentiles” y de no entrar “en las ciudades de los samaritanos”. No había ningún prejuicio en sus instrucciones; era más bien que conocía el prejuicio de sus apóstoles y trataba de evitarles una situación que hiciera violencia a su formación judía legalista. Por el momento, no estaban preparados para llevar esa carga, pero llegaría el tiempo cuando, andando con él, comprenderían el significado de la salvación universal. Sus esfuerzos inmediatos debían concentrarse en “las ovejas perdidas de la casa de Israel”, en su propio pueblo, que tenía conocimiento de la Escritura para poder entender el significado de la salvación provista en Cristo Jesús. El mensaje que debían predicar era la cercanía del reino de los cielos. Ellos eran discípulos del reino, e irían anunciando a Cristo para aumentar el grupo 8
de discípulos. En las instrucciones de Jesús es evidente que él tenía interés en el individuo íntegro, no solamente en su “espíritu”. Los apóstoles debían cuidar también del cuerpo de los hombres, sanando enfermos, limpiando leprosos, resucitando muertos y echando fuera demonios. Jesús motivó a sus apóstoles recordándoles la deuda que tienen con él: habían recibido “de gracia” y así debían dar. Ya tenían la salvación; ahora debían mostrarla a los todavía perdidos. Desde el principio de su ministerio los apóstoles deberían entender el significado de la gracia de Dios en la vida de los hombres.
los demás discípulos también recibieron preparación, en la que participaron los doce. De los discípulos el Señor escogió a otro grupo, “otros setenta”. A estos setenta los envió de dos en dos. Ninguno iba solo; así se apoyarían mutuamente y vería uno por las necesidades del otro. Es interesante notar que Jesús envió a los setenta delante de él a todo lugar a donde él iría. No iban ellos después, para interpretar lo que significaba la venida de Cristo; iban antes de él, anunciando su llegada y preparando el lugar para él. Esto es lo que todavía hacemos: vamos anunciando las bendiciones de recibir a Cristo, su obra en la cruz y el cambio que se opera en la vida del creyente. Vamos, entonces, preparando el camino del Señor, como los discípulos primitivos lo hicieron. Juntamente con las instrucciones, el Señor ayudaba a los discípulos a entender la necesidad de aumentar constantemente el grupo de los escogidos. La mies estaba creciendo y era necesario un grupo mayor de obreros que la trabajaran. El Señor puso en los discípulos una cierta responsabilidad en el llamamiento de más discípulos. No son los discípulos los que llaman más discípulos, sino es Dios quien los envía. Nuestra responsabilidad es rogar al Señor que los envíe. Conforme vamos interiorizándonos de la obra del Señor comprendemos la necesidad de que haya más gente que se consagre a su obra. Entonces, de un corazón consagrado y apasionado por la obra del Señor, brotan las palabras de súplica: Señor, envía obreros a tu mies.
III. El grupo mayor de los discípulos Lucas 10:1, 2
Después de estas cosas, el Señor designó a otros setenta, a los cuales envió delante de sí de dos en dos, a toda ciudad y lugar a donde él había de ir. 2 Y les decía: “A la verdad, la mies es mucha, pero los obreros son pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”. 1
El grupo de discípulos del que había escogido a los doce no fue descuidado. Mientras que los doce habían sido llamados para una tarea particularmente especial, como sería la de servir de modelo y guía a los demás discípulos cuando él faltara, y de tener el privilegio de acompañarlo todo el tiempo para recibir de él atención especial en su preparación,
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1. Si Cristo fuera a escoger en estos momentos a los doce, ¿qué vería en mí digno de ser considerado como una posibilidad de ser su apóstol?
2. Si yo fuera uno de los doce escogidos, ¿qué le diría al Señor al momento que me hubiera comunicado su elección?
3. Reconozco que pedirle al Señor que envíe obreros a su mies es: Muy importante De regular importancia Sin importancia.
Por tanto, lo que voy a hacer es
DEVOCIÓN
Lunes: Mateo 10:1-15
Martes: Mateo 10:16-25
Miércoles: Mateo 10:26-33
Jueves: Mateo 10:34-39
Viernes: Mateo 10:40-42
Sábado: Mateo 18:1-5
Domingo: Juan 1:35-42
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UNIDAD 1: Jesús y el discipulado
Jesús describe al discípulo
Verdad central:
Jesús describe las características que deben llegar a ser parte de la naturaleza total del discípulo suyo.
Material bíblico devocional: Salmo 1
Material bíblico completo: Mateo 5—7
Texto para memorizar y aplicar a la vida:
Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, de modo que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. Mateo 5:16
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ESTUDIO
2
INTRODUCCIÓN
e acuerdo con las palabras de Jesús en la Biblia, no hay en su pensamiento y propósito una separación o diferencia entre ser cristiano y ser su discípulo; en realidad, son sinónimos. Jesús hablaba del discipulado con una connotación de relación. El discípulo cristiano es el que ha nacido de nuevo, y tiene la naturaleza de Cristo. El énfasis está en su relación con Cristo. Ser discípulo de Cristo no es sólo el resultado de una “profesión de fe”, sino que describe una relación de amor y obediencia entre el discípulo y su Maestro. Las bienaventuranzas son la base para el estudio de hoy. Son la introducción al discurso o enseñanza conocido como el Sermón del monte, y son una descripción del discípulo. I. La nueva ley Mateo 5:1, 2 1 Cuando vio la multitud, subió al monte; y al sentarse él, se le acercaron sus discípulos. 2 Y abriendo su boca les enseñaba diciendo:
Muy al principio de su ministerio, el Señor Jesús pronunció este discurso inmortal. No había escogido aún a los apóstoles ni a los setenta, pero ya tenía discípulos. A ellos, en primer lugar, y al resto de la gente que se acercaba a escuchar sin la misma dedicación de los discípulos, en segundo lugar, Jesús dirigió esta enseñanza. Podría llamarse “Manual del discípulo cris11
tiano”, o “El ABC de los seguidores de Cristo”. Este discurso serviría para empezar a formar el grupo que formalmente sería llamado de los discípulos. Al escuchar los requisitos del discipulado, muchos se volvieron atrás. Estos serían los que tenían sus ojos puestos en las cosas temporales y que pensarían que seguir a Jesús les significaría alguna ventaja en este mundo. Los que siguieron adelante, tendrían ideales más elevados. Hay gran solemnidad en la narración de este evento. Este sería el equivalente cristiano a la entrega de la ley a Moisés en el monte Sinaí. En las dos ocasiones la ley se dio sobre un monte y Dios habló al hombre, pero hay interesantes diferencias que es conveniente notar. Los Diez Mandamientos fueron dados en un ambiente amenazador, lleno de advertencias, mientras que el Sermón del monte fue entregado en un ambiente lleno de promesas de bendición. En el monte Sinaí se le permitió subir sólo a Moisés; aquí fueron participantes todos los que quisieron. Los truenos, relámpagos y humo del Sinaí, en el monte de Galilea fueron sólo dulces palabras de Jesús: “abriendo su boca, les enseñaba diciendo”. Para un pueblo que necesitaba conocer el poder de Dios fue el ambiente atronador; para los que deseaban conocer el amor de Dios se mostró la presencia de Cristo, sentado, enseñando.
“Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. 5 “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. 6 “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. 4
Jesús usó nueve veces la palabra “bienaventurados” para introducir una promesa de bendición a los discípulos. Esta palabra puede interpretarse como “dichosos” o “muy felices”. Cada vez que Jesús la menciona, no declara que hay felicidad en la pobreza de espíritu, o en llorar, o en la mansedumbre de por sí, sino que la felicidad vendrá por lo que Cristo hará, como ser dar el reino de los cielos, o entregar la tierra por heredad, o consolar, etc. La felicidad, en el sentido más alto, como la expresó Jesús, no es el resultado de circunstancias, sino es un estado de relación con Dios. De una manera natural las bienaventuranzas podrían clasificarse en dos grupos: 1) Bienaventuranza para los necesitados, y 2) Bienaventuranza para los parecidos a Cristo. En la primera clasificación podemos ver las siguientes bienaventuranzas: Los pobres en espíritu son los que reconocen su pobre condición espiritual y su incapacidad natural de alcanzar esa justicia. La gracia de Dios mostrada en Cristo nos da el reino de los cielos. Los que lloran, por su cercanía a la declaración anterior, se relaciona con la misma como llorar por la pobreza espiritual, y ¡qué gloria, porque la consolación no vendrá sino de Dios!
II. La felicidad de la pobreza Mateo 5:3-6
“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. 3
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Hasta ahora los bienaventurados son pobres, cristianos que no tienen pero anhelan y en la sinceridad de su anhelo Dios les asegura su felicidad. Ahora los bienaventurados son personas que tienen algo que dar, que pueden hacer, que pueden bendecir, pero todo en la base de la pobreza anterior. Los bienaventurados son revestidos de Cristo. Las cualidades del carácter de Cristo han aparecido en ellos y ahora tienen algo que ofrecer porque son canales de las bendiciones de Dios. Ellos no son la fuente, sino el medio para que las bendiciones se hagan realidad para la gente. Los misericordiosos son los que simpatizan con los que están en aflicción y desean aliviarlos. ¿Su promesa? “Ellos recibirán misericordia”. Los de limpio corazón: a estos los define otro versículo: “...y la santidad sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14). ¿Y la bienaventuranza qué dice? “Ellos verán a Dios”. Entonces, los de limpio corazón no son sino los santos. Los que hacen la paz son fieles imitadores de Jesús, que es el “príncipe de paz”. Es el que cumple el ministerio de reconciliación. El que pone paz en el mundo, porque él mismo tiene paz, será llamado hijo de Dios. ¡Qué privilegio y qué bendición! Los que son perseguidos por causa de la justicia, o la santidad, como ya hemos visto, tienen el “reino de los cielos”. Prefieren enfrentar la persecución antes que dejar la santidad. Y, finalmente, “Bienaventurados sois” nos incluye a todos en la situación de ser perseguidos. Es situación de gozo y alegría, porque es evidencia del galardón en los cielos.
Los mansos son aquellos cristianos en cuyo carácter la violencia es desconocida. Son aquellos que no devuelven mal por mal, sino que, sin ser tímidos ni apocados, saben detener el impacto de la violencia con blandas respuestas, y que, conforme a la promesa, “recibirán la tierra por heredad”. Los que tienen hambre y sed de justicia son aquellos que tienen tal anhelo de justicia y santidad en el mundo, que sufren verdaderamente como el cuerpo sin alimento y sin agua. Tal era la condición de Lot según la describe 2 Pedro 2:6-8. III. La felicidad en la semejanza a Cristo Mateo 5:7-12
“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos recibirán misericordia. 8 “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. 9 “Bienaventurados los que hacen la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. 10 “Bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. 11 “Bienaventurados sois cuando os vituperen y os persiguen, y dicen toda clase de mal contra vosotros por mi causa, mintiendo. 12 Gozaos y alegraos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros”. 7
A partir de la quinta bienaventuranza hay un cambio sutil en las declaraciones. 13
1. Escriba el significado de: a. Pobres en espíritu b. Mansos c. Misericordiosos
2. Escriba las bienaventuranzas que no se aplican a usted:
3. ¿Qué piensa hacer respecto a esas bienaventuranzas, para que se apliquen a usted también?
Lunes: Mateo 5:1-12
DEVOCIÓN
Martes: Mateo 5:13-16
Miércoles: Mateo 5:17-20 Viernes: Mateo 5:27-30
Jueves: Mateo 5:21-26
Sábado: Mateo 5:31, 32
Domingo: Salmo 1 14