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Contenido Prefacio ........................................................................... 7 1. Creencias equivocadas sobre la ira .............................. 11 2. Disfrazando la ira .......................................................... 21 3. Los resultados catastróficos de la ira mal manejada ................................................................. 27 4. Principios bíblicos acerca de la ira .............................. 37 5. ¿Cómo maneja usted su ira? ........................................ 49 6. Preparándose para manejar su ira ............................... 59 7. Manejando su ira (PRIMERA PARTE) ............................ 73 8. Manejando su ira (SEGUNDA PARTE) ........................... 93 9. Poniendo en práctica lo aprendido ........................... 107 10. Previniendo la ira ........................................................ 121 11. Cómo comunicarse constructivamente ................... 139 12. Manejando la ira conforme al modelo de Jesucristo ................................................................... 145 Notas ............................................................................. 153
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Creencias equivocadas sobre la ira
Jan es una atractiva estudiante de segundo año de la universidad. Tiempo atrás se paró sobre el puente Vincent Thomas en San Pedro, California, y seriamente consideró saltar el equivalente a 18 pisos para quitarse la vida. Algunas semanas antes había intentado suicidarse tomando una sobredosis de pastillas. Ella se sentó en mi oficina, lista para la sesión de terapia de esa semana. Comenzó contándome sobre un evento que aconteció el jueves a la tarde. Jan dijo que se sintió rara y confundida, y caminó sin rumbo por el campus y por el centro comercial cercano. Esta confusión le duró varias horas, y luego regresó al dormitorio de la universidad y se sintió mejor. —Eso fue todo —dijo—. ¡Eso es todo! —¿Quieres decir que tuviste este episodio de confusión sin sentido por varias horas y eso es lo que te estaba molestando? —le pregunté. —Sí —me dijo. Esperé que dijera algo más, pero todo lo que obtuve fue silencio. Le pregunté si había algún otro sentimiento que pudiera 11
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haber estado perturbándola o si había sucedido algo en particular aquel día. Aun así no surgió nada. Ella no tuvo ningún otro sentimiento ni tampoco sucedió nada fuera de lo común durante las 24 horas previas a su episodio. Ya habían pasado 20 minutos de la sesión, y parecía que estábamos progresando muy poco. Finalmente le pregunté: —Qué haces normalmente los jueves en la tarde alrededor de las 14:30? Ella respondió que normalmente iba a su clase de Química. —¿Entonces no fuiste a clase el jueves? —pregunté. —No —respondió. Cuando le pregunté por qué, parecía no saber. Dado que yo sabía que Jan era muy concienzuda y que este era un comportamiento muy raro en ella, continué haciéndole más preguntas. Finalmente descubrí que en la clase anterior de Química su compañero de laboratorio había tenido problemas en entender las instrucciones, de modo que Jan trató de ayudarlo explicándole en voz baja. Pero el instructor escuchó los murmullos y le dijo con dureza: “Jan, haga silencio”. Jan inmediatamente hizo silencio y no pronunció una palabra más por el resto de la clase. Cuando le pregunté cómo la hizo sentir lo que le dijo el instructor, al principio ella negó haber tenido una reacción o haber sentido algo. Sin embargo, a medida que averiguaba y le señalaba que tuvo que haber una razón poderosa para que ella faltara a la clase, finalmente fue capaz de conectarse con un ligero sentimiento de irritación hacia su compañero de laboratorio y hacia su profesor. Usted puede ver que uno de los problemas básicos de Jan es que es una persona muy sensible que siempre se ha sentido incómoda con los sentimientos de ira. Cuando se entregó a Cristo, se le enseñó que la ira es un pecado. Por lo tanto, ella progresivamente escondió de sí misma sus propios sentimientos
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de irritación e ira. Esta poderosa fuente de energía se había reprimido a tal nivel que ella literalmente no sentía nada. Incluso aun cuando estaba a punto de saltar del puente, dijo que se sentía “entumecida”. Cuando la gente la insultaba no se sentía herida ni enojada pero, por otro lado, cuando sucedía algo bueno tampoco era capaz de sentirse feliz. El caso de Jan ilustra la Creencia Equivocada #1 que muchas personas tienen acerca de la ira: Si usted no se ve, no se siente, o no parece estar enojado, entonces no tiene un problema de ira. Joseph Cooke, un misionero en Tailandia, nos proporciona un ejemplo de otra creencia equivocada que la gente tiene acerca de la ira. En su libro Free for the Taking (La gracia de Dios al alcance de todos), él dice: …pretender suprimir nuestros sentimientos nunca paga. De hecho, es como tapar una válvula de vapor en una caldera. Cuando se detiene el vapor en un lugar, saldrá por otra parte. Sucederá eso o todo el asunto le explotará en la cara. Y los sentimientos reprimidos son exactamente lo mismo. Si, por ejemplo, usted reprime su ira, por lo general esta se manifestará de otra manera mucho más difícil de manejar. Se transforma en mal humor, autocompasión, depresión, o en comentarios sarcásticos, hirientes… Las emociones reprimidas no solamente pueden desbordarse en varias formas desagradables; también pueden acumular presión hasta que simplemente estallan. Y, cuando esto sucede, casi siempre alguien resulta herido… Recuerdo que por años y años de mi vida me esforcé para mantener mis emociones bajo control. Una y otra vez, en la medida en que mis emociones afloraban, yo las controlaba en mi intento para alcanzar lo que aparentaba ser un espíritu cristiano digno e imperturbable. Al final, había logrado engañar
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SUPERANDO EL DOLOR Y EL ENOJO prácticamente a todo el mundo; incluso, en cierta medida, a mi propia esposa. Pero todo era una farsa. Yo tenía una apariencia externa “muy linda”; sin embargo, por dentro, estaba prácticamente vacío... Pero muy en el fondo, casi completamente fuera del alcance de mi mente consciente, la masa de sentimientos permanecía reprimida. Yo mismo ni siquiera me percataba de que estaban allí, excepto cuando sus tenues sombras salían a la superficie de vez en cuando en varios tipos de actitudes y reacciones no santas. Sin embargo, ahí estaban. Y llegó el momento cuando todo me estalló en la cara, provocando un colapso emocional. Todas las cosas que habían estado enterradas por tanto tiempo salieron a la vista. No hubo posibilidad de sanidad, de recuperación o de construir una nueva vida para mí hasta que todos esos sentimientos estuvieron resueltos, y hasta que aprendí a reconocerlos y aceptarlos por lo que eran y a encontrar una forma de expresarlos con honestidad y de una manera no destructiva1.
A pesar de sus mejores intenciones, Joseph Cooke fue víctima de la Creencia Equivocada #2: Si usted ignora sus dolores y su ira, desaparecerán y no le causarán ningún problema en el futuro. Joe es un maquinista de 26 años de edad. Una cosa es cierta: él no tiene ningún problema en expresar sus sentimientos. Él expresa su enojo con mucha claridad, quizás con demasiada claridad. Todo el mundo se percató de su hostilidad cuando rompió su guitarra en mil pedazos solo porque su amigo criticó la forma en que tocaba. Su hijo supo que estaba enojado con él por dejar su bicicleta en la rampa de entrada al garaje, dado que Joe deliberadamente le pasó por encima con el auto a la rueda trasera de la bicicleta. Su esposa estaba bien consciente de sus sentimientos cuando él rompió ventanas, puertas, platos y muebles.
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Joe estaba aplicando la teoría popularizada en la década de 1970 que decía que si uno exteriorizaba sus sentimientos e ira se sentiría mejor y todo estaría bien. Sin embargo, hay un solo problema con este punto de vista: no funciona y, a la larga, termina destruyendo la salud y las relaciones de la persona. Ciertamente a Joe no le estaba funcionando, pues generalmente se sentía miserable y frecuentemente al borde del suicidio. Él había caído presa de la tentadora Creencia Equivocada #3: Solo tiene que descargar todos sus sentimientos y su ira —simplemente sáquelos de su sistema— y usted resolverá sus problemas con la ira. Brenda, una secretaria de aspecto profesional, está bien consciente de su dolor y sus sentimientos de ira, pero nunca se le ocurriría expresarlos de la manera en que lo hace Joe. Ella me dice: “No puedo enojarme con nadie; si pudiera, no estaría aquí. No puedo enojarme porque entonces nadie me amará”. Añade: “No puedo ni siquiera enojarme con un hombre que trata de seducirme”. Brenda representa a un gran grupo de pacientes que he conocido que no son capaces de hacerle daño a nadie, que nunca están enojados y que aparentan tener un temperamento ideal. Las personas como Brenda son amigables, caen bien a todo el mundo, son “agradables”. Pero este tipo de personas pagan un precio muy alto por su perpetua “agradabilidad”. Después de algunos años, a menudo desarrollan enfermedades físicas y emocionales que afectan su salud, sus relaciones familiares y su desempeño en el trabajo. Brenda es una víctima de la Creencia Equivocada #4: Emocionalmente no me costará mucho ser una persona agradable que nunca se enoja con nadie. Mary, una cajera bancaria de 42 años de edad, buscó mi ayuda debido a síntomas de mareo y malestares estomacales. Su médico internista no pudo encontrar una causa física para sus síntomas, que eran tan severos que estaban interfiriendo con
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su trabajo. Al preguntarle, Mary no parecía estar albergando ninguna amargura o ira hacia nadie que conociera, ni siquiera contra quien fuera su esposo por 20 años. Pero a medida que avanzábamos con la terapia, se hizo evidente que había estado enterrando una gran cantidad de heridas durante años. Al principio, ella no veía ninguna relación entre esas viejas heridas y sus síntomas actuales. Nuestro próximo obstáculo fue su resistencia a aceptar que un cristiano consagrado no solo puede tener estos sentimientos, sino que también puede resolverlos de una manera constructiva. Ella temía que si expresaba sus verdaderos sentimientos a su esposo, que no era creyente, él dudaría de su fe, pudiera abandonarla o incluso sufriera un ataque al corazón y muriera, dejándola con el sentimiento de culpa. Pero, luego de un tiempo, ella empezó cautelosamente a aplicar los principios que se describen en este libro y, para su sorpresa, su relación con su esposo empezó a mejorar, no a empeorar. Empezó a desarrollarse entre ellos un nuevo amor recién descubierto y los síntomas de ella desaparecieron. El caso de Mary ilustra la Creencia Equivocada #5: Si expreso mi dolor y mi ira a la persona con la cual estoy enojado nuestra relación sufrirá. Soy de la opinión de que al menos un 50 por ciento de todos los problemas emocionales, psicosomáticos e interpersonales (incluyendo problemas familiares y matrimoniales) son el resultado de un manejo inadecuado de la ira. Además de esto, se ha comprobado reiteradamente que muchas enfermedades físicas —tales como la hipertensión, los ataques al corazón e incluso el cáncer— son más comunes en individuos que tienen un problema con la ira. Lo más asombroso es que un gran porcentaje de estas personas ni siquiera se dan cuenta de que tienen un problema con la ira. Pudiera ser que algunas de ellas estén conscientes de
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que están alimentando un cúmulo de viejas heridas, pero muchas otras desconocen el rol que juegan los sentimientos y la ira en la vida de ellas. A medida que ha estado leyendo las historias de estos pacientes, quizás usted se diga a sí mismo: “Menos mal que yo no tengo un problema con la ira como el de ellos”. Pero le pido que considere el hecho de que precisamente la persona que piensa que nunca se enoja es quien a menudo tiene el problema más serio de ira. Puede que este individuo siempre llegue tarde a sus compromisos, esté de mal humor, quejumbroso o molesto; puede que sea cínico, envidioso o resentido; puede que le guste saborear injusticias secretas, chismee “farisaicamente” o interactúe con los demás con un humor hiriente; puede que sea sarcástico, haga comentarios mordaces o desarrolle un complejo de mártir; pero si le pregunta si tiene un problema de ira, sonreirá inocentemente y dirá: “¿Quién? ¿Yo? No, yo nunca me enojo”. El problema es que esta persona no reconoce estas cosas como sintomáticas de un problema subyacente con la ira. Como muchos de nosotros, tiene una noción simplista de lo que es la ira. La mayoría pensamos que una persona que tiene un problema de ira es alguien que le grita a sus hijos y patea a su perro. Pero la persona que sufre en estoico silencio es a menudo la que tiene un problema con la ira. Las personas que entierran la ira o la expresan en formas disfrazadas, tales como la amargura, el cinismo o la envidia, frecuentemente no son capaces de reconocer los indicadores de ira en su vida. Ellas no reconocen como ira esas pequeñas punzadas que sienten en su interior cuando, por ejemplo, un amigo las insulta en medio de una conversación utilizando palabras finas y escogidas. No reconocen como ira esos atisbos de amargura contra su familia por no apreciar todo lo que hace a favor de ella.
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Muchas personas que no son capaces de reconocer la ira en su vida sí pueden sentir que han sido heridas muchas veces en el pasado y que muchas de estas heridas no han sanado. Si usted descubre que comúnmente siente dolor más que ira, quizá le sea de ayuda sustituir la palabra dolor por la palabra ira cuando lea este libro, de manera que se aplique mejor a su vida. La raíz de muchas de estas creencias equivocadas acerca de la ira es una desconfianza y hasta una negación de nuestras emociones. La falacia de negar nuestras emociones de dolor y de enojo o ira pueden ilustrarse con el siguiente ejemplo: Mi primer automóvil tenía muchos problemas, entre ellos una tendencia a recalentarse. En aquellos días el indicador de temperatura era una aguja que lentamente empezaba a subir y subir. Mis niveles de ansiedad subían en forma paralela al indicador de temperatura, ocasionando un sudor nervioso que me acompañaba por kilómetros hasta llegar a mi destino o al menos hasta la estación de servicio más cercana. Pude haberme evitado mucha angustia si hubiese puesto mi mano sobre el indicador de temperatura o incluso si lo hubiese pintado de negro, de manera que no pudiera ver que la aguja estaba subiendo. Pude haberme evitado mucha ansiedad. Sin embargo, si hubiese hecho esto, no me habría percatado de que el auto se estaba recalentando hasta ver el vapor saliendo por debajo del capó delantero del vehículo, indicando que algo serio estaba sucediendo. A pesar de que pintar el indicador de temperatura pudiera parecer algo bien ridículo, es precisamente eso lo que muchas personas hacen con la ira. La ignoran e incluso niegan su existencia hasta que hace ebullición, punto en el que ya no pueden continuar evitándola. Pero, para ese momento, puede que ya haya causado un daño incalculable a la persona misma y a los que la rodean.
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Así como nuestros vehículos necesitan un indicador de temperatura, el cual jamás se nos ocurriría cubrir con pintura, de igual forma necesitamos nuestras emociones y nunca renegar de ellas. Nuestros sentimientos, incluyendo la ira, son regalos de Dios que nos servirán bien si podemos saber que existen y actuamos con respecto a ellos de manera apropiada.
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¿Está la ira robándole el gozo de vivir? ¿Es la ira un pecado? Es posible que usted necesite ayuda porque sus emociones gobiernan su vida cotidiana. Quizá usted esté cerca de alguien que lucha con emociones fuertes. El doctor Dwight Carlson cree que las emociones (en este caso la ira) son una bendición de Dios, pero también entiende que pueden ser difíciles de manejar. Por medio de este libro, que es una guía práctica paso-por-paso, usted descubrirá: !
Por qué los sentimientos de ira y de dolor son normales y aceptables
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Qué pasa cuando las emociones intensas son mal manejadas Cómo lidiar con las emociones fuertes cuando estas surgen Qué hacer con las heridas y la ira del pasado Cómo luce el perdón y cuándo considerarlo
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Superando el dolor y el enojo está basado en principios bíblicos y
está lleno de experiencias de la vida real. Su lectura le proporcionará el conocimiento y las herramientas que necesita para relacionarse con personas y circunstancias en una manera sana. Usted puede procesar los problemas a medida que ellos surgen, mantener la comunicación abierta, y permitir que la gracia y el amor de Dios fluyan de usted para ser de influencia a otros. Dwight Carlson, un estudioso de la Biblia, disfruta ayudando a la gente por medio de la enseñanza y sus conferencias. Antes de especializarse en psiquiatría fue médico internista por 10 años. Dwight vive con su esposa, Betty, en el sur de California.
Vida cristiana/Vida práctica/Aflicción, sufrimiento y consolación
ISBN-0-311-12139-X ISBN 978-0-311-12139-7 www.editorialmundohispano.org
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