AUXILIO AUXILIO PROYECTO
Auxilio para los amigos que
Josh McDowell y Ed Stewart Traducido por Raquel Contreras
EDITORIAL MUNDO HISPANO
s o t n e imi c e d a Agr
Q uisiéramos
agradecer a las siguientes per-
sonas: David Ferguson, director de Intimate Life Ministries (Ministerios Vida Íntima) en Austin, Texas, quien ha hecho una gran contribución a esta colección de libros. La influencia de David, junto con los principios del mensaje de Intimate Life Ministries, se siente a través de cada libro en esta colección. David es un modelo de cómo ser instrumentos de Dios para consolar, apoyar y animar a otros. Les animamos a aprovechar los seminarios y recursos 3
Auxilio para los amigos que que Intimate Life Ministries ofrece. (Vea en las páginas 57-62 más información de cómo Intimate Life Ministries puede ayudarle.) Dave Bellis, mi (Josh) asociado por más de 23 años, quien trabajó con nosotros para darle forma a cada libro en esta colección. Cada historia, en los ocho libros que componen el proyecto, se derivó de los segmentos auditivos de Youth in Crisis Resource (Recursos de Juventud en Crisis) que Dave escribió. También él fue responsable del diseño y la coordinación de este proyecto. Estamos muy agradecidos por sus talentos y la manera en que Dave los usa. Joey Paul, de Publicaciones Word, quien no solo creyó en el proyecto, sino que lo apoyó. Josh McDowell Ed Stewart
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ria o t is n h a L arme C de
C armen Ramírez, de solo quince años, sabía
para qué era esta “reunión familiar”, aun cuando su mamá no le había dicho nada específico. Claudia, la hermana de Carmen, y su hermano Daniel también lo sabían. Tendrían que haber sido ciegos, sordos o tontos para no darse cuenta de lo que estaba sucediendo. Sus padres estaban planeando decirles que su “separación de prueba” no había dado el resultado esperado y que se iban a divorciar. Carmen estaba segura de que la “reunión del divorcio” iba a ser tan terrible como lo había sido la “reunión de la separación” tres meses antes.
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Auxilio para los amigos que Ella habría preferido lanzarse a una piscina llena de ácido sulfúrico y desaparecer para siempre, en vez de estar aquí esta noche. Claro que no literalmente. Ella sabía que el suicidio era una manera cobarde de enfrentarse a los problemas, además de ser pecado. Pero, ¿para qué reunirse si al terminar todos se sentirían aún peor de como se sentían ahora? ¿Para qué hacer del divorcio algo tan importante, para lo cual debían sentarse alrededor de la mesa del comedor para anunciarlo? Carmen se dejó caer sobre su cama y se puso a escuchar sus discos compactos, porque no quería escuchar el silencio que reinaba en su casa. Su hermana Claudia, que tenía 18 años, llegaría del trabajo como en media hora, justo antes de que tuvieran la no muy esperada reunión. Si Claudia estuviera en casa ahora, estaría dando portazos y gritándole a todo el mundo. Desahogarse, lo llamaba ella. Claudia siempre expresaba claramente su enojo, especialmente desde que sus padres se habían separado en aquella “reunión de la separación” en abril. Al menos cuando Claudia se desahogaba, Carmen se sentía un poco mejor. El silencio era terrible. Su hermano menor Daniel tenía 12 años, él estaba en casa pero era totalmente opuesto a
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sus padres se est n divor Claudia. Después de la “reunión de la separación”, la mamá le preguntó cómo se sentía. Él solo se encogió de hombros y volvió a su juego de computadora, actuando como si nada hubiera pasado. Lo más probable es que él también estaba en su cuarto con sus audífonos puestos, sistemáticamente aniquilando a las fuerzas del mal del planeta Zarg en su computadora. Carmen sabía que la crisis familiar le estaba afectando mucho, él solo estaba bloqueando sus sentimientos. A ella le atemorizaba pensar qué pasaría cuando él finalmente se desahogara. Carmen sabía que su mamá también estaba en casa, pero estaba escondida en algún rincón leyendo alguna de sus novelas románticas. Carmen pensaba que ella se sentiría mejor si su mamá estuviera con ella regañándola porque no limpiaba su cuarto o no cumplía con sus deberes. Pero aparentemente la mamá también quería estar sola como ella y su hermano. Su papá no estaba en casa, por supuesto. Después de la “reunión de la separación” él se había cambiado a un departamento a unos ocho kilómetros de distancia de ellos. Él traería algunas pizzas, les había dicho su mamá. Carmen arrugó la cara con solo pensarlo. ¡Qué chiste más
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Auxilio para los amigos que cruel! Sentarse a comer pizza como si nada estuviera pasando, mientras la familia se deshacía. Ella no tenía nada de hambre. Hacía tres meses no estaba comiendo bien. Tampoco dormía muy bien, tenía una alergia en la piel que le picaba mucho y también tenía pesadillas horribles. Todo había comenzado en abril. Si así era como se sentía después de la separación, ¿cómo iba a ser cuando sus padres realmente se divorciaran? Ni siquiera lo quería saber. Mientras la música sonaba con fuerza en sus oídos, Carmen trató de orar. Ya casi tenía un año de ser cristiana, pues había entregado su vida al Señor el verano anterior en el campamento de jóvenes de la iglesia. Había notado una diferencia muy positiva en su vida desde que había conocido a Jesús. La oración, el estudio bíblico y la adoración formaban una parte muy importante de su vida. Pero hasta ahora esta diferencia no se notaba en su familia, especialmente en sus padres. Ellos solo asistían a la iglesia una vez cada dos meses cuando el grupo musical de los jóvenes participaba en el culto, ya que Carmen cantaba con ellos. En todo caso, sus padres se habían separado cada vez más, aun cuando Carmen oraba por ellos todo el tiempo.
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sus padres se est n divor Orar para que sus padres se reconciliaran ahora parecía no tener ninguna esperanza. Para empezar, Carmen asumía que la separación era en parte su culpa. Ella podría haber sido más obediente y amable, y haber estado más dispuesta a ayudar, especialmente antes de llegar a ser cristiana. Ella sabía que, en ocasiones, su carácter había hecho la vida de sus padres aún más difícil. Muchas veces le había pedido a Dios que la perdonara. Ahora que faltaba menos de una hora para que su papá llegara a casa, Carmen principalmente oraba por Claudia y Daniel, y por ella misma también, por supuesto. La “reunión del divorcio” fue una parodia de la vida familiar. Su papá y Daniel comían pizza y hablaban de béisbol como si fuera una fiesta. Carmen, Claudia y su mamá solo probaron la comida por cortesía, luego empujaron sus platos y se sentaron en silencio. Su mamá estaba al borde de las lágrimas. Claudia tenía fuego en sus ojos, como si fueran una bomba de tiempo a punto de estallar. Carmen solo quería que todo terminara para poder volver a su cuarto. “Su mamá y yo tenemos algo que decirles”, finalmente les dijo su papá. “Nuestros problemas han empeorado desde que me fui de la casa. La
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Auxilio para los amigos que separación y la consejería no nos han ayudado. Así que hemos decidido divorciarnos. Pero queremos que sepan que no tiene nada que ver con ustedes, es acerca de su mamá y yo. Los amamos mucho a los tres y nosotros...”. Claudia se paró tan rápidamente que su silla se cayó y golpeó el piso muy fuerte. “Esto me enferma”, les gritó a sus padres. “Si realmente nos amaran, no nos harían esto. ¿Por qué no se pueden arreglar? Yo creo que ustedes no están haciendo ningún esfuerzo. Creo que ni siquiera quieren hacerlo”. Carmen nunca había escuchado a su hermana hablar así. Su papá trató de interrumpirla varias veces, pero era como escupir al viento. Así que se sentó y escuchó. Carmen sabía que él no cambiaría su manera de pensar. Su mamá cerró los ojos y lloró en silencio. Daniel solo miraba su pizza. Mientras más hablaba Claudia, Carmen sentía que su propia rabia y dolor aumentaban. Claudia estaba diciendo las cosas que ella deseaba decir. Era como si su hermana mayor estuviera desahogándose por las dos. Cuando finalmente Claudia empezó a llorar, Carmen sintió un nudo en su garganta y lágrimas sobre sus mejillas. Aun cuando no estaba de acuerdo con
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sus padres se est n divor todo lo que su hermana había dicho ni tampoco como lo había dicho, Carmen envidiaba su habilidad para desahogarse. En menos de dos minutos, que más parecieron dos horas, todo se había terminado. Su papá dijo lo que tenía que decir, y Claudia explotó. Entonces su papá les explicó que todavía estaban discutiendo los arreglos para vivir, es decir, quién viviría con quién y por cuanto tiempo. Esto fue una sorpresa para Carmen, pues Claudia le había comentado que ella estaba segura de que su papá estaba saliendo con alguien y que seguramente no quería que ellas o Daniel vivieran con él, por razones obvias. Ahora su papá estaba hablando de separar a la familia aún más. Mirando a Carmen dijo: “Quizás alguno de ustedes quiera venir a vivir conmigo cuando comience la escuela”. Su papá tenía una cita de negocios a la 1:30 de la tarde, así que se fue un poco después de que les dio la noticia. Carmen quería mucho a su papá, pero estaba feliz de verlo irse. Ya había tenido suficiente con la “unidad familiar” por un día. Claudia ayudó a su mamá a limpiar después de la comida, Daniel volvió a sus juegos electrónicos y Carmen se fue a su cuarto a escuchar música.
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Auxilio para los amigos que Ella sabía que su mamá y Claudia estarían repasando todos los detalles de lo sucedido, y eso era lo último que Carmen quería hacer. Un divorcio era algo que debía ser decidido en privado y luego enterrado, pensaba ella. No es algo de lo que hablas casualmente, como hablar de una película. Ni tampoco es algo de lo que hablas con amigos, como “me acabo de comprar un par de zapatillas en una liquidación, y mis padres se están divorciando”. Carmen de repente se dio cuenta de un beneficio de ser cristiana que antes no había notado: Sus mejores amigos eran chicos de la iglesia, incluyendo a los consejeros de jóvenes Celia y Pablo. Ya que ninguno de los chicos conocía a su familia, no tendrían por qué saber del divorcio de sus padres, a menos que ella les dijera —lo que nunca haría—. Aun su mejor amiga, Noemí, quien la había invitado al campamento de jóvenes un año atrás y orado con ella para que aceptara a Cristo, solo sabía que sus padres se habían separado. Iba a ser muy importante que Noemí le ayudara a mantener lo del divorcio en secreto. Pero, por supuesto, Noemí tenía que saber acerca del divorcio si le iba a ayudar a mantenerlo en secreto. Así que
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sus padres se est n divor Carmen decidió contarle a ella, pero solo a ella. “Voy a casa de Noemí y vuelvo como a las cinco”, le dijo Carmen a su mamá mientras iba saliendo. Ya iba en su bicicleta antes de que su mamá pudiera decir algo. Se sintió bien al poder salir en esa hermosa tarde de verano. Mejor aún se sintió al poder alejarse de su casa y no sentir el olor a pizza que le recordaba el anuncio de su papá. Se preguntaba si alguna vez sería capaz de volver a comer pizza. “¿Tus padres se van a divorciar? Cuanto lo siento, Carmen”. Las palabras de Noemí tomaron por sorpresa a Carmen. Lo decía con tanto sentimiento, con tanto amor, y en ningún momento la hacía sentir culpable. Las dos chicas habían andado en bicicleta en el parque de la ciudad y ahora se habían sentado en unos columpios cuando Carmen le contó a Noemí lo que había pasado en su casa. Carmen le respondió: “Gracias,... pero es un secreto, ¿de acuerdo?”. “¿Un secreto? ¿Qué quieres decir?”. “Quiero decir que no quiero que nadie en la iglesia sepa, y ahora que tú sabes, no quiero volver a hablar de este asunto”. “¿Pero por qué, Carmen?”.
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Auxilio para los amigos que Carmen se puso un poco nerviosa, preguntándose cuán honesta podía ser. Ya que le había dicho bastante a Noemí, Carmen decidió ser sincera con ella aunque era difícil. “Porque... porque... la familia Ramírez no es normal, ¿de acuerdo? Mis padres no son cristianos, y yo no me siento para nada orgullosa de que ellos estén haciendo esto. Prefiero que la gente no sepa”. Al decir esto, Carmen empezó a columpiarse aún más fuerte. Noemí hizo lo mismo y las dos chicas se balancearon una al lado de la otra por varios minutos. Cuando los columpios estaban otra vez quietos, Noemí le dijo: “¿Y a Celia tampoco?”. Celia y su esposo Pablo tenían más o menos treinta años, y eran los consejeros voluntarios de los jóvenes de la iglesia. Celia también había estado presente cuando Carmen le había entregado su vida a Cristo el verano pasado. Además había discipulado a Carmen por varias semanas después del campamento. “¿Qué hay con Celia?”, le preguntó Carmen. “Ella es tu hermana mayor espiritualmente hablando, lo has dicho tú misma. Creo que le debes contar a Celia lo que está pasando en tu casa. Seguro que ella te podrá ayudar a manejar
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sus padres se est n divor tus emociones por el divorcio de tus padres”. “Yo las estoy manejando, Noemí. Las estoy manejando... bueno... más privadamente de lo que otras personas lo hacen”. “Un divorcio es algo muy grande como para manejarlo privadamente”, le dijo Noemí, con un tono que sonaba como el de una hermana mayor. “Te dije a ti, ¿verdad?”. “Sí, y yo voy a estar orando por ti. Yo soy tu amiga, y estoy aquí para ayudarte”, le aseguró Noemí. “Pero creo que Celia te ayudará a manejar tus emociones mejor de lo que yo puedo hacerlo”. “¿Emociones? Yo no soy la emotiva de la familia. Para eso está mi hermana Claudia”. Carmen no quería argumentar con Noemí. Tampoco quería que su amiga le estuviera diciendo lo que ella necesitaba, aunque tuviera la razón. Noemí se quedó en silencio por un minuto, mientras Carmen se preguntaba si ya se había dado por vencida. Pero le dijo: “¿Te acuerdas cuando mi hermano murió hace dos años?”. Carmen pensó por unos momentos. “Apenas te conocía en aquel entonces, ¿verdad?”.
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Auxilio para los amigos que Noemí asintió. “La muerte de Samuel sacudió fuertemente a mi familia. Yo pensé que la mejor manera de manejar la situación era volver a la normalidad lo más rápido posible. Así que me dije a mí misma que debía seguir con mi vida. No me di cuenta de que había un proceso natural de duelo por el que yo debía pasar. Celia y Pablo me ayudaron a expresar mis sentimientos para que pudiera manejarlos mejor”. Carmen esperó la conclusión, pero Noemí no le dijo nada más. No tenía que hacerlo. Un divorcio es como una muerte. Carmen se dijo a sí misma: Necesitas pasar por el proceso del duelo; necesitas compartir tus sentimientos con alguien que te pueda ayudar a manejarlos. Celia es tu guía espiritual. Necesitas verla pronto. Después de unos minutos de columpiarse silenciosamente, Carmen dijo: “Mejor me voy a casa. Me preocupa Daniel. Necesito pasar tiempo con él”. Antes de subir a su bicicleta, Noemí le dio un fuerte abrazo a Carmen. “Realmente lo siento mucho, Carmen. Me da mucha tristeza que tengas que pasar por esto”. Carmen le devolvió el abrazo. “Gracias. Gracias por preocuparte”. Carmen no tomó el camino más corto a
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sus padres se est n divor casa. Quería pensar un poco más acerca de contarle o no a Celia acerca de uno de los días más tristes y difíciles de su vida. Algo para pensar Divorcio es una de las palabras más dolorosas, especialmente para los hijos de padres divorciados. Este dolor parece afectar mucho más a las personas en estos días que en las generaciones pasadas. Durante la primera mitad del siglo veinte, el índice de divorcios en Estados Unidos era cerca del 25 por ciento. En la década de 1960 esta cifra comenzó a aumentar incluso a niveles superiores al 50 por ciento. Es muy probable que la mitad de tus compañeros de estudios provengan de hogares tocados por el dolor que produce la separación de los padres o aun su divorcio. Es probable que tú estés leyendo estas palabras en este momento porque eres uno de ellos. El divorcio es muy doloroso y triste porque hace pedazos la verdadera base de los comienzos de tu vida. Como si fueras tan indefenso como un bebé o un niño pequeñito, así ves a tus padres como tu fuente principal de amor y seguridad. Así es como Dios diseñó a la familia. Aun con el aumento de la independencia que viene apareja-
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