Palabra del Obispo
Hoy, Domingo de Pentecostés, Día de los Apóstoles Laicos (Domingo 19 de Mayo de 2013) † Alberto Suárez Inda, Arzobispo de Morelia Este domingo 19 de mayo, Fiesta de Pentecostés, celebramos en nuestra Arquidiócesis el Día de los Apóstoles Laicos. Así queremos resaltar cómo la fuerza del Espíritu Santo, derramada en el interior de los fieles desde el Bautismo y la Confirmación, los impulsa a vivir y renovar cada día su compromiso de discípulos y misioneros. El Beato Juan Pablo II, en la Exhortación Apostólica sobre los laicos, afirmaba que “el Espíritu Santo unge al bautizado, le imprime su sello indeleble y lo constituye en templo espiritual; es decir, le llena de la santa presencia de Dios gracias a la unión y configuración con Cristo. De esta manera el bautizado participa también en la misma misión de Jesús, el Cristo, el Mesías Salvador” (No. 13). El Espíritu Santo inflama a todos los cristianos con el fuego de su amor y los impulsa, especialmente a los laicos, a ejercer su apostolado en el mundo sin miedo a las adversidades. En estos tiempos críticos que vivimos se requiere sabiduría, fortaleza y audacia para dar testimonio de la verdad y comprometerse con la justicia en los distintos ambientes. Hay una urgente necesidad de sembrar esperanza y reconstruir la paz en nuestros pueblos y ciudades. En los lugares de trabajo, en las escuelas y los hospitales, en el interior de los hogares, la presencia de hombres y mujeres dispuestos a servir con humildad y amor desinteresado creará un ambiente sano de convivencia y confianza mutua. La riqueza del Espíritu Santo es inagotable y se manifiesta en la diversidad admirable de carismas. Catequistas y animadores de la liturgia, coordinadores de grupos juveniles y de apostolado familiar, servidores en la evangelización y ministros de la comunión, laicos comprometidos en la pastoral social, en las cárceles y atención a enfermos, cristianos metidos en el mundo de la educación y la cultura, en los medios de comunicación social; en fin, hay una gama sorprendente de apostolados. La Iglesia aprecia muchísimo las asociaciones y movimientos que dan formación y acompañamiento con un método especial a quienes se adhieren a ellos; pero valora y respeta también la acción de aquellos que, sin pertenecer formalmente a un grupo, realizan su apostolado con perseverancia y seriedad en el oficio o profesión propia, en grupos de voluntariado y en las ocasiones que les va presentando la vida. No olvidemos que el Espíritu Santo es el protagonista principal de todo apostolado y que somos simples instrumentos de Dios. Mientras actuemos con sencillez y humildad,
resplandecerá más el poder de la gracia, en nuestra debilidad y pobreza brillará la gloria de Dios. La oración será siempre fuente que inspire, oriente y dé fecundidad a la acción apostólica que es mucho más noble y eficaz que un simple proyecto filantrópico o que la búsqueda de diplomas y reconocimientos efímeros.