Pastoral Siglo 21 - Mayo 2012

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PASTORAL

SIGLO XXI AÑO: 4 No: 46

CONOCE> HISTORIA DE LA COMISIÓN ARQUIDIOCESANA PARA LOS LAICOS / P. 4

COSTO DE EDICION: $7.00 MEDITA> LA DELICIA DE CADA JUEVES / P. 6

MAYO 2012 LA VOZ DE LA IGLESIA EN MONTERREY VIVE> EUCARISTIA DOMINICAL / P.16

CONVIERTETE EN UNA FUERZA DE CURACION


CONOCE EL KERYGMA DEL RESUCITADO

Pastoral Siglo XXI > p.2

CONOCE > IGLESIA

J

esucristo nuestro Señor, desde que se fue a Galilea a buscar y seleccionar a sus discípulos y apóstoles, sabía que tenía que pasar un buen tiempo viviendo con ellos, como una forma de catequizarlos e irlos preparando para lo que vendría para Él, al final de su camino. Creo que les explicó muchas cosas, unas las entendieron, otras no, y estoy seguro que Él estaba consciente de ello, por eso no se desesperaba por sus incredulidades, debilidades, búsqueda de poder incluso interpretando con un “poder” equivocado, todo su plan de amor y de servicio. Jesús, encontró a gente sencilla, pero eso sí, con caracteres muy diferentes, esto no importaba, porque sus explicaciones, o mejor dicho, su catequesis, es la misma para todos y todos la vamos acoplando a nuestra realidad para transformarnos a Él. Todo este tiempo de amistad, fraternidad, incluso todo este tiempo de amor y paciencia, eran en realidad la preparación para que comprendieran lo mejor posible lo que vendría con su MUERTE y RESURRECCIÓN. Jesús se lleva a la cruz los pecados de todos nosotros, de todos los tiempos, de toda la humanidad y los vence, para que en lo sucesivo a su muerte, todo el que peque tenga la certeza de que ese pecado está vencido y podemos pedirle al Padre Celestial el perdón de nuestros pecados, pero porque Cristo ya pagó con su muerte lo necesario para que a nosotros siempre se nos perdonen. Todos los pecados son perdonables, todos absolutamente (aunque algunos requieren ciertas condiciones) pero todos son perdonables, y aquí es donde debe estar la alegría de todos nosotros, porque no hay peor muerte, que la que se experimenta por el pecado, porque él nos priva de la gracia y de los beneficios del Reino de los Cielos. Pero lo mejor de todo son los beneficios de la Resurrección. Jesús se estuvo apareciendo a varias personas, incluso a grandes grupos, pero me llama la atención, que se le apareció a Pedro y después a los discípulos de Emaús. Ellos compartieron sus experiencias que rebasaban el cariño y el amor de lo que sintieron por Jesús antes de morir. La experiencia del resucitado lleva a decir a los discípulos de Emaús: “con razón nuestro corazón ardía cuando nos explicaba las Escrituras y al partir el pan”. Posteriormente se les apareció también al resto de los apóstoles, pero aquí surge una pregunta: ¿no bastaba con el testimonio de Pedro y de los discípulos de Emaús, para que todos los discípulos creyeran en la resurrección y tuvieran esa experiencia profunda y llena de amor del resucitado? Parece ser que Cristo nos quiere enseñar que cuando otros nos compartan sus experiencias es algo maravilloso, pero el verdadero ideal para experimentar su amor es que todos tengamos ese encuentro vivo y verdadero con Él. Aquí es donde empieza realmente la doctrina cristiana, en el amor por Jesús. Hay que asegurar que nuestra relación con él inicie con este encuentro. Debemos estar muy motivados en querer hacer siempre su voluntad, debemos estar convencidos que nuestra vida está dirigida por Él, y nosotros debemos dejarnos conducir por Él sin miedos y llenos de confianza. No piensa igual y tampoco actúa igual una persona que ha experimentado la conversión en su vida a alguien que no se ha convencido de la necesidad de vivir según los mandamientos de Dios. Todos nos equivocaremos sí, pero los convencidos buscarán inmediatamente regresar a la gracia y no dejar pasar tiempo en la muerte del pecado; los no convencidos dejarán pasar tanto tiempo antes de su confesión. Ojalá que Cristo Resucitado, nos haya convencido de que lo que hizo, lo hizo por ti y por mí, y ojalá que seamos capaces de vivir dentro de este misterio donde se encuentra la verdadera paz y la verdadera felicidad. Pbro. Walter Fernando Gómez Olvera Rector de Templo en Santo Niño de la Salud (Mitras Sur)


CONOCE CONOCE > IGLESIA CONTENIDO

CONOCE EDITORIAL / p.2 LA VOZ DEL PASTOR / p.3 HISTORIA DE LA COMISIÓN ARQUIDIOCESANA PARA LOS LAICOS../ p.4 LA CASULLA DEL PADRE CACHO / p.5 MEDITA LA PIETÁ DE SANTA MARIA DEL FIORE/ p.6 Y MI PALABRA ES LA LEY / p.7 LOS INDIVIDUOS LLEGAN A SER PERSONAS / p.8, p.9 LA ESCUELA DE LOS VIEJOS / p.10 LA DELICIA DE CADA JUEVES / p.11 COMPROMETETE CONVIERTETE EN UNA FUERZA DE CURACION / p.12 LA DEMOCRACIA EN MÉXICO HA DE CONSOLIDARSE EN LA PAZ, EL DESARROLLO, LA PARTICIPACIÓN Y LA SOLIDARIDAD / p.13 LECTIO DIVINA / p.14, p.15 VIVE EUCARISTIA DOMINICAL / p.16

DIRECTORIO

Subdirector Pbro. Juan José Martínez Segovia Director Editorial Pbro. Walter Fernando Gómez Olvera Coordinación Lic. Juan Pablo Vazquez Rodríguez Consejo Editorial Lic. Yolanda Ruiz Martínez Lic. Jorge Rodríguez Tueme Pbro. Juan José Martínez Segovia Pbro. Walter F. Gómez Olvera Pbro. Javier Hernández Raygoza Pbro. Leopoldo García Mtz. Colaboradores Secretariados, Departamentos y Comisiones de la Arquidiócesis. Representantes Parroquiales. Redacción y Revisión Departamento de Comunicación Diseño LDGP Daniel Garcia Impreso Servicios Integrales Offset Distribución Mensajería y paquetería Galgo S.A. de C.V. Contabilidad Jasso Silva y Asociados S.C. Directorio Periódico Mensual Mayo de 2012. Editor responsable: Pbro. Walter F. Gómez Olvera. No. de certificado de Reserva otorgado por el Instituto Nacional de Derecho de Autor: 04-2007- 072412073100-01. No. de Certificado de lícitud de Título: 13903. No. de Certificado de licitud de Contenido: 11476. Domicilio de la Publicación: Calle Zuazua 1100 Sur, Barrio Antiguo, C.P. 64000, Monterrey N.L. Imprenta: SERVICIOS INTEGRALES OFFSET Priv. Apodaca 2109 Col. Topochico, Monterrey N.L. C.P. 64260 Tel. 83-52 30 27 Distribuidor: Mensajeria y Paquetería Galgo, Calle 16 de Septiembre 413 Ote. Col. Independencia C.P. 64720 Monterrey, N.L.

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Educar a los jóvenes en la justicia y la paz (continuación…)

Educar en la justicia 4. En nuestro mundo, en el que el valor de la persona, de su dignidad y de sus derechos, más allá de las declaraciones de intenciones, está seriamente amenazado por la extendida tendencia a recurrir exclusivamente a los criterios de utilidad, del beneficio y del tener, es importante no separar el concepto de justicia de sus raíces transcendentes. La justicia, en efecto, no es una simple convención humana, ya que lo que es justo no está determinado originariamente por la ley positiva, sino por la identidad profunda del ser humano. La visión integral del hombre es lo que permite no caer en una concepción contractualista de la justicia y abrir también para ella el horizonte de la solidaridad y del amor[6]. No podemos ignorar que ciertas corrientes de la cultura moderna, sostenida por principios económicos racionalistas e individualistas, han sustraído al concepto de justicia sus raíces transcendentes, separándolo de la caridad y la solidaridad: «La “ciudad del hombre” no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión. La caridad manifiesta siempre el amor de Dios también en las relaciones humanas, otorgando valor teologal y salvífico a todo compromiso por la justicia en el mundo»[7]. «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados» (Mt 5,6). Serán saciados porque tienen hambre y sed de relaciones rectas con Dios, consigo mismos, con sus hermanos y hermanas, y con toda la creación. Educar en la paz 5. «La paz no es sólo ausencia de guerra y no se limita a asegurar el equilibrio de fuerzas adversas. La paz no puede alcanzarse en la tierra sin la salvaguardia de los bienes de las personas, la libre comunicación entre los seres humanos, el respeto de la dignidad de las personas y de los pueblos, la práctica asidua de la fraternidad»[8].La paz es fruto de la justicia y efecto de la caridad. Y es ante todo don de Dios. Los cristianos creemos que Cristo es nuestra verdadera paz: en Él, en su cruz, Dios ha reconciliado consigo al mundo y ha destruido las barreras que nos separaban a unos de otros (cf. Ef 2,14-18); en Él, hay una única familia reconciliada en el amor. Pero la paz no es sólo un don que se recibe, sino también una obra que se ha de construir. Para ser verdaderamente constructores de la paz, debemos ser educados en la compasión, la solidaridad, la colaboración, la fraternidad; hemos de ser activos dentro de las comunidades y atentos a despertar las consciencias sobre las cuestiones nacionales e internacionales, así como sobre la importancia de buscar modos adecuados de redistribución de la riqueza, de promoción del crecimiento, de la cooperación al desarrollo y de la resolución de los conflictos. «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios», dice Jesús en el Sermón de la Montaña (Mt 5,9). La paz para todos nace de la justicia de cada uno y ninguno puede eludir este compromiso esencial de promover la justicia, según las propias competencias y responsabilidades. Invito de modo particular a los jóvenes, que mantienen siempre viva la tensión hacia los ideales, a tener la paciencia y constancia de buscar la justicia y la paz, de cultivar el gusto por lo que es justo y verdadero, aun cuando esto pueda comportar sacrificio e ir contracorriente.

Benedicto XVI


CONOCE CONOCE > IGLESIA

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HISTORIA DE LA COMISIÓN ARQUIDIOCESANA PARA LOS LAICOS

L

a historia reciente del Laicado Organizado se inicio en el año 1963 con la Institución del “Centro Arquidiócesano del Apostolado Seglar”, CAAS por sus siglas, siendo Arzobispo de Monterrey Don Alfonso Espino y Silva. La CAAS inició sus operaciones con 14 organismos y el primer coordinador fue el Contador Público Hermes Campos. Bajo su gestión se compró el Colegio del Sagrado Corazón (Actual Escuela Superior de Música y danza en Nuevo León) en el año 1964. El año 1977 se fundó FIMAC (Formación Integral de Monterrey, A.C.), bajó el gobierno pastoral de Don José de Jesús Tirado y Pedraza en orden a fortalecer el patrimonio de los laicos en la Arquidiócesis. El ejercicio de la CAAS se transformó en el año 1987 siendo su último asesor diocesano bajo esta denominación Mons. Pablo Ponce. El 18 de Julio de 1987 Su Eminencia Don Adolfo A. Suárez Rivera nombró a Mons. José Lizares Estrada responsable del Laicado Organizado fundándose la Comisión Coordinadora del Apostolado de los Laicos siendo el primer presidente el Sr. Humberto Rosales, quien al morir al poco tiempo fue sucedido por los Sres. Raúl y Silvia Garza Sloan. El 17 de Agosto de 1989, con el usufructo generado de la venta del edificio del Colegio del Sagrado Corazón se construyó el edificio del Centro de Formación para los Laicos en Paso Hondo, Allende, N. L. A los Sres. Raúl y Silvia Garza Sloan les siguieron los Sres. Oscar y Ernestina Pérez Villarreal, y a estos los Sres. Gilberto y Concepción Martínez Bueno durante dos períodos, a estos últimos les seguirían los Sres. José Luis y Lilia Rodríguez. Todos ellos bajo la conducción de Su Excelencia Mons. José Lizares Estrada. El 20 de Noviembre de 2005 el Arzobispo Don Francisco Robles Ortega nombró a Mons. Alfonso Cortés Contreras como Vicario Episcopal para atender al laicado organizado, y le agradeció a Mons. José Lizáres Estrada su intenso trabajo efectuado a favor de este importantísimo sector del Pueblo de Dios. Bajo la responsabilidad de Mons. Cortés se consideró adecuado nombrar al Pbro. Rogelio Narváez Martínez como Secretario General de la CAL, y en esta nueva etapa se convocó a elecciones efectuadas el 12 de Febrero de 2006, y así el día 01 de Marzo de 2006 se hizo público el nombramiento de los Sres. Alejandro y Rosy Caballero Lankenau como los actuales presidentes de esta estructura diocesana que actualmente se le denomina Comisión Arquidiócesana para los Laicos. Los Presbíteros que le siguieron en la responsabilidad como Secretarios Generales son; el Pbro. Luis Alejandro Jaime Flores, Pbro. Marcos Martínez Martínez y del 2009 a la fecha el Pbro. Gerardo María Mayela González Farias, en este mismo año Mons. Alfonso Cortés Contreras fue designado Obispo de la Diócesis de Cuernavaca, en todo este ejercicio se ha procurado darle continuidad al trabajo efectuado. La CAL ha tenido y conserva la siguiente estructura buscando siempre: “Conseguir la Unidad en la Diversidad para así ser un signo de comunión y participación en la vida de la Iglesia, en comunión permanente con el Obispo, signo e instrumento de unidad en la Iglesia local”. El Consejo de la CAL está formado por: Coordinador: Pbro. Gerardo María Mayela González Farias Presidentes: Alejandro y Rosy Caballero Lankenau Secretarios: Alejandro y Ana Zambrano Rosales Tesorero: Rafael Moreno Merino Coordinador Área Catequesis: Gaspar y Rita Navarro Gutiérrez Coordinador Area Cultura: José Manuel Canepa Novelo Coordinador Área Familia: Mario y Rosario Sandoval Elizondo Coordinador Área Juvenil: Magda Leija Hernández Coordinador Área Liturgia: María Guadalupe Garza de Meza Coordinador Área Social: Juan José Valdés Bernal

Comisión Arquidiocesana para los Laicos


CONOCE CONOCE > ARTE SACRO

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LA CASULLA DEL PADRE CACHO

E

n 1998 se filmó una película que en México llevó el nombre de “El Violín Rojo”. Este film canadiense narraba la historia ficticia de un violín, la trayectoria de este instrumento musical traspasaba los límites geográficos de los continentes desarrollándose desde Europa hasta China y así avanzaba de una época a otra. Un film muy interesante y muy recomendable. La historia que narra la película es ciertamente ficticia pero describe el fluir de los objetos artísticos: hoy están aquí ¿Dónde han estado antes? ¿Dónde estarán mañana? Las obras de arte cambian de dueño por muchas razones: por robo, por donación, por venta, entre otras muchas. Seguir la huella de la historia de cada objeto es muy difícil. Cuando esta historia llega a conocerse es en muchas ocasiones muy interesante e inclusive puede llegar a ser apasionante. En la Parroquia de san Juan Bautista de Cadereyta tenemos un objeto, una casulla, que nos da algunas pistas acerca de su historia. Se trata de una casulla “de guitarra” que está elaborada en tela azul con decorados en hilo de plata. Una pieza bella que es acompañada por su estola elaborada con los mismos materiales. A simple vista pareciera ser del primer cuarto del siglo XX pero en su interior hay un dato interesante que precisa más su historia. En el forro interior posee la siguiente leyenda escrita a mano: “Adolfo L. Cacho Ordozgoiti, diciembre 8 de 1919”.

La inscripción anterior nos revela el nombre, muy probablemente de su primer propietario, quien orgullosamente decidió marcarla en una fecha significativa: la fiesta de la Inmaculada Concepción. El hecho de marcarla a mano es realmente curioso. Así pues ya no solo podemos afirmar que sea del primer cuarto del siglo XX sino que apoyados por esta inscripción podemos fijar como fecha de su elaboración una fecha cercana anterior al año de 1919. Pero ¿Quién es él mencionado Adolfo? ¿Qué relación tuvo con Cadereyta Jiménez? ¿Qué hace una casulla de su propiedad en esta población? Internet nos ayuda con un poco de información; en la Red podemos averiguar que Adolfo Cacho fue sacerdote en la Ciudad de México; en el año de 1944 fue el primer párroco de la Parroquia de la Asunción de la capital (http://signhos.wordpress.com/2009/11/13/de-establo-y-morgue-a-residencial/). No me fue posible localizar más información acerca de él. ¿Cómo fue que una casulla tan bella de su propiedad vino a formar parte del patrimonio de la Parroquia de Cadereyta? ¿La habrá obsequiado a algún amigo sacerdote que estuvo en esta localidad? Los historiadores pudieran investigar más acerca del Padre Cacho y probablemente en un futuro alguien pueda dar respuesta a la historia de esta bella casulla que hoy está en esta Parroquia. ¿Dónde estará mañana esta casulla? Ojala permanezca siempre en el patrimonio de esta Parroquia pero quién sabe, la historia de las piezas bellas da muchas vueltas. San Engelberto y La Purísima San Engelberto fue Arzobispo de Colonia, Alemania; murió en el año de 1225. La famosa “Vida de los Santos” de Butler afirma que “Aunque nunca ha sido formalmente canonizado, su fiesta se celebra en Colonia y su nombre figura en el Martirologio Romano” (Tomo IV, 7 de noviembre). Su nombre nos será seguramente desconocido. Pudiéramos pensar que no hay relación ninguna entre san Engelberto y nuestra Arquidiócesis. La relación viene por un templo a él dedicado en su ciudad: Colonia. Este templo parroquial fue diseñado por el Arquitecto Dominicus Böhm en el año de 1932; la planta del templo es circular y sobre esta se desplantan los arcos parabólicos que vemos en las imágenes, especialmente en la fotografía exterior. Vea usted bien la imagen del interior de esta parroquia ¿le recuerda algo? Efectivamente, muy seguramente puede Usted distinguir elementos que conocemos muy bien en nuestra ciudad en la arquitectura de la Basílica de La Purísima. Muy seguramente el templo del Arquitecto Böhm sirvió de inspiración a la Basílica regiomontana. Vea cómo está colgada la cruz sobre el altar mayor, vea como hay arcos parabólicos a la derecha y a la izquierda del altar mayor, las similitudes con lo realizado en la Basílica de La Purísima es innegable. Sin lugar a dudas podemos afirmar que los artistas que trabajaron junto con el Sr. Tritschler en el diseño de La Purísima tuvieron conocimiento de este templo alemán. Hay otra similitud aún más clara: el púlpito. El púlpito en la Basílica de La Purísima fue retirado lamentablemente hace algunas décadas pero si apreciamos una imagen del extinto púlpito veremos que casi es idéntico al de la Parroquia de Colonia. Los historiadores del arte en nuestra ciudad deberían profundizar más la relación entre ambos templos e inclusive sería conveniente revisar en los archivos de nuestra Iglesia para sustentar, no solo en similitudes, la relación entre ambos templos parroquiales. . Pbro. Lic. José Raúl Mena Seifert Miembro de la Dimensión de los Bienes Culturales de la Iglesia. jmena@arquinetmty.com En facebook: difusiondeartesacro


MEDITA LA PIETÁ DE SANTA MARIA DEL FIORE

MEDITA > REFLEXION

Pastoral Siglo XXI > p.6

U

no de los destinos turísticos más visitados de Italia es, sin duda, la ciudad de Florencia, cuna emblemática del Renacimiento. Una vez, sucedió que un turista, al finalizar su recorrido por el museo de Catedral (Museo dell’opera del Duomo), se detuvo, de pronto, en el descanso de las escaleras que él había bajado con dificultad, abrumado ya por el largo recorrido. Justo ahí, un pórtico daba la entrada a una pequeña estancia en la que se hallaba, precisamente, la pieza artística conocida como la Pietá. En cuanto el fatigado visitante vio la figura, se sintió sobrecogido por la fuerza de su expresión. Él también, como aquel cuerpo inerte que contemplaba, sintió desplomarse entre los brazos de Nicodemo, María y Magdalena. En el mármol pesado y frío de aquel cuerpo, encontró alivio y descanso, al tiempo que recordaba aquella profética página de Isaías: “No tenía apariencia ni presencia; le vimos y no tenía aspecto que pudiésemos estimar. Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien uno se tapa el rostro para no verle, despreciable, y no le tuvimos en cuenta. ¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba! El ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y por sus llagas hemos sido curados.” (cf. Is. 53, 2-5). Esta dramática representación de Jesús yacente entre los brazos de su Madre, suele ser llamada “piedad”, o “pietá” en su original lengua italiana, y es obra del famoso artista florentino Miguel Ángel Buonarroti, el mismo que cinceló la conocida y célebre “Piedad” que se conserva en el templo de san Pedro, en el Vaticano. A diferencia de esta última, cuya exquisita y sublime belleza salta inmediatamente a la vista, la “Piedad de santa Maria del Fiore”, como se le conoce a la otra, por el nombre de lugar donde se encuentra, posee una rara belleza que habrá que descubrir más allá de la forma incompleta y los trazos inacabados. Quizá, se antojaría pensar que esta talla de mármol, manifiesta los inicios inexpertos de su autor, mientras que la “Piedad de san Pedro” evidenciaría la plenitud de su carrera escultórica. Pero nada de eso, es justamente al revés. Realizada entre los 72 y 80 años de edad, la “Piedad de santa Maria” es obra de la madurez artística y espiritual de Miguel Ángel. Tal vez, ante esta “Piedad”, como dice Isaías, uno también preferiría “voltear el rostro para no verle” y dirigir la mirada hacia la “Piedad” de San Pedro. El cuerpo flácido de ese Jesús de rostro burdamente delineado, con el brazo astillado y la pierna izquierda inexistente no parece tener, de inmediato, “apariencia ni presencia, o aspecto alguno que pudiéramos estimar”. Pero las “apariencias” pueden ser engañosas y no hemos de olvidar que, como dijo el zorro al Principito, “lo esencial es invisible a los ojos, pero visible al corazón”. Algunos estudiosos de “la Piedad de santa María del Fiore” sostienen que el viejo Miguel Ángel, a sus setenta y tantos años, ya entrado en los ochenta, retrató sus propias facciones en el rostro de Nicodemo, aquel que en la oscuridad de la noche preguntara una vez a Jesús: “¿Cómo puede uno nacer de nuevo siendo ya viejo? ¿Puede acaso uno entrar otra vez en el seno de su madre y volver a nacer?” (cf. Jn. 3,4). Fueron las tinieblas de este discípulo secreto, las que el Verbo de Dios disiparía cuando le dijo: “En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que sus obras no sean censuradas. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios” (cf. Jn. 3,3.20-21). Así como Miguel Ángel se retrató en la figura de Nicodemo y así como el fatigado turista, visitante del “Museo de Catedral” de Florencia, se vio reflejado en el apesadumbrado cuerpo de Cristo, así también tú puedes retratarte en esta bella escena de piedad. Sólo hay que mirar la imagen, justamente como imagen, de modo reflejo, como “tu imagen”; es decir, del mismo modo como cuando miras tu imagen en un espejo. Se ve hacia fuera, pero con la intención de mirar hacia dentro de uno mismo. El continuo mirar hacia dentro de ti con la luz del resucitado, te ayudará a esculpir en ese tu corazón, que a veces puede parecer más duro que el mármol, un monumento de piedad. Curiosamente, desde la antigua época grecorromana, la “piedad” se ha entendido como el sentimiento de veneración y respeto de los hijos hacia sus padres, pero en las “Pietá” de la iconografía cristiana esta relación pareciera invertirse, atribuyendo el sentimiento de veneración, más bien, a la Madre que al Hijo. Sin embargo, no hay piedad más grande que la obediencia de un hijo a la voluntad de su Padre, incluso, hasta el extremo de entregar su vida. En la escultura del gran florentino, la piedad parece entonces, proferida, pronunciada desde los labios marchitos de un corazón que ha muerto por amor: “porque ha bajado del cielo, no para hacer su voluntad, sino la voluntad del Quien lo ha enviado. Y esta es la voluntad del que lo ha enviado; que no pierda nada de lo que él le ha dado, sino que lo resucite el último día.” (cf. Jn. 6,38 -40). Pbro. Alberto Anguiano García Vicario Parroquial en San Juan María Bautista Vianney (Fracc. Azteca)


MEDITA

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Pastoral Siglo XXI > p.7

Y MI PALABRA ES LA LEY

“También han oído ustedes que se dijo a los antepasados: “No dejes de cumplir lo que hayas ofrecido al Señor bajo juramento.” Pero yo les digo: simplemente, no juren. No juren por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Ni juren ustedes tampoco por su propia cabeza, porque no pueden hacer blanco o negro ni un solo cabello. Baste con decir claramente “sí” o “no”. Pues lo que se aparta de esto, es malo”. Mateo 5, 33-37 La gente mayor dice que “antes” bastaba la palabra empeñada para cumplir un compromiso entre dos personas, ya sea la venta de un terreno o de una casa, el cierre de un contrato, etc. Dicen que era impensable que alguno abusara de este medio de la palabra para sacar provecho y ventaja. Poco a poco esto fue cambiando, ahora se tienen que firmar documentos que respalden los acuerdos. No basta la palabra sola, hay que hacer algo más. Aún y cuando mucha gente del siglo pasado se resiste a esto, es un hecho que en la actualidad necesitamos hasta de un notario público para que dé fe y legalidad a lo pactado. En pocas palabras: “papelito habla”. ¿Qué es lo que está sucediendo? Que creemos menos en la gente, hay menos confianza en las personas por más cercanas que éstas sean. La mentira, el soborno, la avaricia y el deseo desenfrenado por la posesión de bienes materiales hacen que las trampas y los abusos aparezcan constantemente. No sólo en la guerra y en el amor todo se vale, sino también en los negocios, en el reparto de bienes, en las herencias y en muchas otras cosas más. Esto tiene un origen y un trasfondo muy claro, el problema está en la FALTA DE VALORES de los individuos y de la sociedad, cada vez más se dificulta creer en los demás. Para darnos el permiso de ser traicioneros y chantajistas malentendemos aquel texto de la Escritura que dice “maldito el hombre que confía en el hombre”. Es por esto que en un mundo donde reina el poder, la avaricia y la hipocresía nos cuesta confiar ciegamente en los demás. Tantas decepciones, traiciones y mentiras hacen que dudemos de aquellos que nos empeñaron su palabra. Qué doloroso es descubrir el NO después de que nos habían dicho Sí, que triste darnos cuenta que, después de estrechar la mano para sellar un acuerdo, las cosas fueron totalmente distintas porque nos engañaron. En la actualidad ¿crees en los acuerdos de paz entre las naciones, sobre todo cuando dos presidentes están firmando el documento de cese a la guerra?, ¿qué pasa con las parejas que se prometieron amor y respeto para toda la vida y a los dos meses del consentimiento matrimonial todo se terminó?, ¿qué podemos decir de los candidatos a puestos públicos y de las promesas de los políticos?. Pocas personas e Instituciones son verdaderamente creíbles. Dice Von Baltasar que “sólo el amor es digno de fe” La mayor prueba de ello es el mismo Señor Jesús que, un día antes de su muerte le dijo a sus Apóstoles: “nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” y unas horas después estaba clavado en la cruz dando la vida por todos, por sus amigos y por sus enemigos a fin de salvarnos a todos. Quien no merecía tal castigo ocupó el lugar que nos pertenecía por ser pecadores. Él, el Justo, por nosotros los injustos. Por eso dice el apóstol san Juan que “Dios nos amó primero”. Por este sacrificio en la cruz y por su contundente resurrección de entre los muertos, creemos en todo lo que Él nos dijo. El testimonio de su vida hace que su palabra tenga una fuerza sin igual. Creemos en Jesús porque lo que nos dijo estuvo acompañado de compromiso, entrega total y un AMOR SIN LIMITES. Así, el cristiano y toda persona en este mundo, a la luz del testimonio de Jesús, tiene que regresar a la verdad y una verdad de peso. No se trata sólo de hablar con la verdad, sino sobre todo de vivir en ella. Para esto será necesaria la congruencia de vida y el compromiso total con lo que decimos. No movamos únicamente los labios, sino actuemos desde lo más profundo del corazón. Tenemos que ganarnos la confianza de los demás y recuperar lo que ya formaba parte de nuestra vida y que lamentablemente perdimos por alguna razón. La confianza no es algo que se merece…se gana y para ganarnos la confianza de los demás debemos hacer actos de confianza, una y otra vez, manteniendo una vida fiel. Hoy más que nunca necesitamos creer en el prójimo, saber que el que está a mi lado está a mi favor y no en mi contra, que somos de los mismos y buscamos lo mismo. Es el momento de regresar a aquellos tiempos donde no se necesitaban papeles, donde la palabra valía haciendo que nuestro SÍ sea Sí y el NO sea NO, porque lo demás (mentira, hipocresía, falsedad…) viene del maligno. Recordemos algo de lo que nos dice la Sagrada Escritura sobre la palabra: “Tu palabra es luz para nuestros pasos..:” “Tu palabra es como una espada de doble filo…” “Con que digas una sola palabra, mi criado quedará sano…” “Y la Palabra de Dios se hizo carne…”

Pbro. Roberto Figueroa Mendez Párroco en san Rafael Arcángel


MEDITA

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Pastoral Siglo XXI > p.8

LOS INDIVIDUOS LLEGAN A SER PERSONAS

“ Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga la vida eterna.

N

uestra vida cristiana la hemos recibido como un regalo sobrenatural de parte de Dios, que eleva, la ya de por sí, muy digna naturaleza humana creada por Él mismo. Por tanto, una auténtica vida en Cristo consiste en la actuación de la gracia de Dios que, si bien eleva la naturaleza, nunca la suprime. Si Dios suprimiera la naturaleza no tendría mérito alguno la santidad ni culpabilidad el pecado. La Solemnidad de la Santísima Trinidad nos invita a que dirijamos la mirada a este Dios uno en esencia pero triple en sus personas. Un Dios que en no pocas ocasiones ha sido representado parcialmente: unos ven en él la luz y otros expresan su experiencia de oscuridad, algunos ven la altura y otros la profundidad, algunos la naturaleza y otros el Imperio, algunos el vacío y otros la pobreza, algunos el fuego intenso y otros el viento sutil, algunos el desierto y otros el verde prado. Todas las expresiones anteriores nos muestran a un Dios que siendo Persona nos trata como personas a cada uno de nosotros y que quiere que como personas desarrollemos todos nuestros campos de posibilidades. Dios no es sólo para nosotros una afirmación especulativa sino una experiencia de vida. La revelación nos ha mostrado a Dios que efectivamente se ha revelado, ha quitado el velo que cubría su rostro para mostrarnos su bondad, un Dios que establece relaciones con nosotros, un Dios que ha favorecido el encuentro con el hombre y que se ha manifestado como el Dios con nosotros, el Emmanuel, el Padre de bondad y el Espíritu del amor. Se trata de un Dios que ha favorecido el trato personal con diferentes individuos, ya que para Él las personas tienen un nombre, porque al final de cuentas nuestro nombre va estrechamente ligado a la expresión de individualidad que tenemos cada uno de nosotros. El llama a Simón por su nombre, le advierte a Martha sobre sus excesos, le saluda a María en el huerto del Getsemaní en la mañana de la resurrección, le reclama a Felipe el no asimilar todo lo que le ha revelado en su bondad, le indica a Tomás que son dichosos los que sin ver han creído e invita a Zaqueo a que descendiendo del árbol le abra las puertas de su casa y de su corazón. El Señor sabe ver en nosotros personas y no cosas, ni casos, ni mucho menos problemas,... Y esta es quizá la parte de nuestra vida que no hemos comprendido, nuestro ser personas. Ante Dios solamente podemos llegar cuando valoremos realmente nuestra persona como existencia irrepetible, con voluntad, con libertad y con inteligencia, para así no caer en determinismos, y que estemos abierto a la relación y con apertura a la Trascendencia. Y es que el ser personas en el ser humano, se debe convertir en una de nuestras máximas fuerzas. Pero, al mismo tiempo, al no vivirse plenamente en sus cualidades, se puede convertir en nuestro máximo adversario, o por lo menos, en algún momento de la vida, en nuestro más duro e insobornable acusador. Por persona entendemos el sujeto último de todo ser y de todo obrar. Se trata de un sujeto distinto a todo otro. Podríamos agregar a lo anterior, que la persona es aquella que recibe el don y la posibilidad del ejercicio de las facultades, así llamadas, espirituales: inteligencia, voluntad y libertad. El ser persona es un elemento fuertemente dinámico, y esto puede ubicarse adecuadamente en esa posibilidad personal que tenemos cada uno de nosotros, de escribir el propio “argumento” de nuestra misma historia. El ser persona es, al mismo tiempo, un gran reto, así como nuestro riesgo y puede convertirse en nuestro más crítico juez, ya que exige de nosotros el compromiso de ejercitar rectamente las facultades del espíritu. Solamente nosotros como personas humanas podemos elegir, discernir y amar. Podemos entender bajo este contexto aquella expresión del dominio común: “El hombre nace pero la persona se hace”. Aquí es también entendible aquello que el enciclopedista Jean Jacques Rousseau escribía en su libro titulado Las Confesiones: “Yo solo. Siento mi corazón y conozco a los hombres: no soy como ninguno de cuantos vi, y aun me atrevo a creer que como ninguno de los que existen. Si no valgo más, soy, al menos, distinto de todos. Tan sólo después de haberme leído, podrán juzgarme si la Naturaleza hizo bien o mal al romper el molde en que me vaciara”. Lo que escribió Rousseau lo solemos utilizar en una expresión tan simple como profunda:“¡Después de que Dios te creó Él rompió el molde!” Nuestro ser personas en la individualidad de nuestras realidades es algo constatable y una verdadera gracia en nuestra vida. Solamente nosotros los hombres podemos ser héroes pero también villanos, podemos ser protagonistas o antagonistas, podemos ser famosos o infames, solamente nosotros podemos aspirar a la santidad o ser pecadores. Se trata de la ley de la libertad de elección.


MEDITA

Pastoral Siglo XXI > p.9

MEDITA > REFLEXION

No podemos sentirnos salvados por el sólo hecho de haber sido bautizados en la Iglesia Católica o en alguna otra confesión cristiana. Si bien, “somos salvos en Cristo al confesarlo y al creer con nuestro corazón”, tenemos que aceptar que entre el ser y el estar puede existir un abismo de distancia que solamente se puede superar con el bien obrar, con la fe operante, con la praxis cristiana o con la gracia ejercitada. Y en este color de los términos que compartimos, bien podría parecer una contradicción el hablar de “la fragilidad en la vida de un cristiano”, sin embargo la conciencia de esa fragilidad, que brota no de Dios sino de nuestra inconsistencia, nos debe recordar la posibilidad de perder nuestra inserción en Cristo. ¡No dudamos de Dios sino de nosotros! Se trata de aquello que el mismo Evangelio nos advierte al decirnos que un sarmiento que se separa de la vid se seca y será cortado y lanzado a la hoguera. Se trata de aquel que es consciente, junto con el apóstol san Pablo de quien celebramos el pasado miércoles la fiesta de su conversión, de que después de haber dado la señal de partida para la más noble competición, puede quedar descalificado. Este es el contexto en el que entendemos nuestra vida de bautizados como una lucha constante. En esto de ser personas el trato con los demás también es importante, ya que se nos invita a valorar la persona de los demás, a tratarles como personas y no como cosas, ya que hoy vivimos el más terrible de los pecados, consitente en el trato que infringimos a las personas cuando los vemos como aquellos que “fueron hechos para...”, lo anterior hace que le desdibujemos el rostro humano al hermano. La persona no tiene precio, de no ser así podríamos comerciar con el hermano. Distingamos entre el ser persona y el ser sólo individuos: la persona se mueve en el ser y el individuo en el tener, la persona es abierta y el individuo vive en la cerrazón, la persona vive en las coordenadas del presente y el individuo en las de pasado y de un futuro del que nadie tiene certidumbre, la persona vive su existencia y el individuo lo racionaliza, la persona admira y el individuo critica, la persona experimenta el amor el individuo se sumerge en el egoísmo, la persona ama y el individuo usa, la persona es libre y el individuo ha inventado nuevas esclavitudes, la persona sabe aceptarse y el individuo permanece en la insatisfacción, la persona sabe superarse y el individuo se vive comparando con todo el que se encuentra. Dios ama al hombre, le trata como persona y quiere que en la comunión con Él como personas podamos ofrecer los frutos que en el corazón tenemos. Al final de cuentas, se trata de la cooperación del hombre a la acción operante de la gracia de Dios. El hombre es quien tiene que poner sus 5 panes y sus 2 pescados para que así sea Cristo el que los multiplique abundantemente y sacie el hambre de la multitud. Nosotros llenamos de agua los odres hasta el borde y Cristo se encarga de convertirla en un exquisito vino... Es el hombre que se pone de pie para gritar y con ello recibir de Cristo la luz en sus ojos ciegos... Es la mujer que estira la mano para tocar la orla del manto del Maestro... Es el pescador que desembarca cansado, fastidiado y desilusionado y que le hace caso al Maestro de remar mar adentro y de lanzar la red de nuevo para conseguir una pesca cómo jamás la hubo imaginado... Son aquellos hombres que saben que Jesús le puede devolver la salud al amigo pero que ellos tienen que ingeniárselas y hacer peripecias y malabares para que el Maestro tenga frente a sí aquel paralítico que saldrá de allí por su propio pie. Son aquellas hermanas y aquellos parientes de Lázaro que tienen que aprender que no pueden quedarse con los brazos cruzados y ser solamente espectadores sí es que quieren que Jesús le devuelva la vida a aquel que experimenta ya el proceso de la descomposición... Reconozcamos la parte personal que tendrá siempre el proceso de la salvación. No es el estar en un lugar, o con una congregación o comunidad, lo que nos hace santos ni tampoco lo que puede convertirnos en endemoniados. Se trata de nuestro ejercicio personal. Ahora entiendo el cómo puede ser posible que también coincidan en el tiempo y en el espacio, devastadores destructores dignos de la amnesia colectiva junto a seráficas criaturas como lo fue San Francisco de Asís. Se trata del aprender a asumir nuestro rol como personas. Ahora entiendo el por qué han concordado en nuestro tiempo otros devastadores que llegaron a proclamar nuevas guerras santas, guerras en el nombre de Dios, “tormentas en el desierto” y personas que han buscado vivir el más puro amor a Dios, como la Beata Madre Teresa de Calcuta, el inolvidable Juan Pablo II y otros muchos. Se trata de historias de personas que han asumido su compromiso con la vida y con la historia. Se trata de la ley de la libertad, se trata de voluntades firmes iluminadas por la gracia de Dios, personas que han sido dóciles a los impulsos de la vida interior, pero que han puesto la parte que les correspondía en su propia historia de salvación. La vida no sólo es algo que nos acontece. Podemos elegir, esa es nuestra grandeza o nuestra fragilidad. A cada instante elegimos qué dirección debemos tomar: hacia la luz o hacia las tinieblas, hacia la libertad o hacia la esclavitud, hacia la gracia o hacia el pecado. Si el ser persona será siempre un proceso, ¡cuánto más lo será la vida cristiana! No somos más que cristianos en gestación, como lo recordaba Sören Kierkkegaard, y todos, tanto en el interior como en las afueras de la Sinagoga, necesitamos de la obra redentora del Hijo de Dios. Pbro. Rogelio Narváez Martínez

Párroco en el Rosario, Col. Roma


MEDITA

MEDITA > PASTORAL FAMILIAR

Pastoral Siglo XXI > p.10

“LA ESCUELA DE LOS VIEJOS”

C

uando niño uno se divierte, juega, bromea, corre y percibe cosas pero llega el momento en que se va creciendo y llegamos a la adolescencia, esta última nos lleva muchas veces a centrarnos en nosotros mismos y olvidamos a los que nos rodean, en la mayoría de los casos es más fácil dejarle de prestar atención a los adultos que a los niños. Sin embargo al llegar al paso del tiempo nos volvemos más reflexivos y observadores, esto permite voltear hacia atrás y ver a la gente que camina con nosotros. En mi caso, a mí me gusta ser muy observador y esto me ha permitido ver el paso de los años en mí mismo y en los demás; he podido observar cómo crecen mis amigos y se hacen adultos y como los adultos se hacen ancianos. Debo decir que esto genera una sensación bastante alarmante y en ocasiones estremecedora e impotente ante lo que ésta conlleva. Siempre he dicho que mi padre es una persona fortísima, que se queja poco del dolor, que busca siempre hacer las cosas por sí mismo y que su ejemplo de trabajo es para nosotros sus hijos una bendición; al igual puedo decir de mi madre, pues siempre busca hacer las cosas lo mejor que puede con su trabajo dedicado y lleno de calidad. Dos ejemplos de mis padres son los siguientes: Primero, mi padre siempre sale temprano, en ocasiones aun de madrugada, para ir al trabajo sin importar cuanto haya descansado o cuan bien se sienta de salud; esto me muestra su compromiso, su tenacidad, su entrega. Segundo, recuerdo a mi madre venir asoleada del centro de Monterrey después de haber surtido libretas, lápices, botones, etc. para abastecer la mercería y papelería que en aquel entonces teníamos en casa y con la cual lográbamos obtener otro ingreso económico además del que obteníamos del trabajo de mi padre. En verdad que dicha tener unos padres así. Desde hace un tiempo los he visto poner más esfuerzo en hacer las cosas que ordinariamente hacían, pues con el paso del tiempo esto se les vuelve poco a poco más complicado. Pero aun con el peso del tiempo encima ellos siguen logrando el mismo objetivo: trasmitirnos su entrega para beneficio de su familia. Todavía tengo que decir una cosa más acerca de ellos: que nos han enseñado a cuidarlos, a quererlos, pues ellos mismos se han entregado por el cuidado de sus padres hasta el último momento, hasta que Papá Dios los llamó a su presencia. Mis hermanos y un servidor solo repetimos ahora lo que ellos nos han enseñado. Pero me surge una pregunta, ¿Qué pasa cuando los padres no dan el ejemplo que deberían de dar? ¿Serán acaso motivo de escándalo para sus hijos? ¿Los hijos aprenden a ser igual que sus padres? Hay un texto de la Sagrada escritura que siempre me ha llamado la atención, pues su relato es sorprendente e intrigante; regularmente la gente lo escucha con mucha atención, pues cuando la liturgia nos lo presenta es común ver a gente que ha asistido a la celebración que fijan su mirada en el lector o en el misalillo si es que cuentan con alguno, con una expresión en su rostro que denota querer escuchar su final. Me refiero al de “la casta Susana y el juicio de Daniel” (Cfr. Daniel 13, 1-64). El texto nos presenta la acción de dos viejos y, además, que su acción ha hecho que toda la comunidad encuentre pecado donde no lo hay, pues proponen acabar con la vida de la inocente, dado que Susana no cede a sus peticiones. Que difícil situación, qué triste tener padres así, qué triste aun en la ancianidad se velen más por los intereses personales y no por el bien de todos. ¿Acaso el dicho con el que Daniel en el ya citado relato expone a los viejos, es vigente en nuestro tiempo? Viejos en años y en crímenes” o “Viejos en años y en mañas”. Ciertamente que sí. Hace unos días transitaba por las calles de Monterrey y pude ver que un vehículo golpeaba a un hombre al intentar este cruzar la calle. Al verlo me asusté puse las intermitentes de mi carro y me fui orillando para auxiliarlo, cuando llegué a donde él, éste ya estaba de pie en unas especie de barda y el hombre que lo había arrollado estaba junto con él. Pregunté si se encontraba bien pero solo escuché una voz asustada y algunos quejidos, señalándome la pierna donde se le había golpeado. Revisé el golpe y a simple vista pude ver que solo había sido raspadura, pero él indicaba el dolor que sentía; nuevamente le pregunté sobre su estado y sobre de donde venía, a lo que él respondió que no era de este Nuevo León. Le dije al conductor que hablara a su seguro para que mandaran a un médico que le revisara, pero justo cuando este hombre (de unos cuarenta años aproximadamente) lo iba a hacer, del vehículo salió otro hombre que, al juzgar por la apariencia y la edad (unos 70 años) supuse que era el padre del conductor, preguntó qué se iba hacer y cuando se le informó, inmediatamente se puso a regañar al que había cruzado la calle diciéndole que porqué no se fijaba que iba caminado como tonto, que para que quería un médico, que se lo llevarían a un hospital y allí le harían muchas preguntas y le sacarían radiografías y perdería mucho tiempo, que mejor así le dejara. Yo respiré hondo para contener mi coraje e insistí en que se le hablara a la aseguradora para que proporcionaran ayuda profesional. Luego el viejo me dijo que mejor yo me lo llevara a algún consultorio cercano, para ellos continuar su camino... Después de algunos intercambios de pensamientos y palabras el conductor lo subió a su carro y determinó llevarlo al médico. De camino a casa me preguntaba cómo era que el viejo había reaccionado de esa manera, no dudé en pensar que este viejo me había dado una mala lección, pensé en la educación que debió haberle dado a su hijo. Qué difícil situación. Regularmente de los ancianos suponemos sabiduría pero en ocasiones obtenemos totalmente lo contrario. Daniel pudo ver que los viejos del relato se habían dejado llevar por sus pasiones y por sus intereses, “viejos en años y en crímenes”. Hay otros ancianos en la Sagrada Escritura, como por ejemplo Eleazar, que dan un testimonio excelente para los jóvenes y, se convierten en Escuela para los demás; tal como lo han sido mis padres conmigo. Creo que todos los adultos mayores son verdaderas escuelas de formación para los jóvenes pero como todo, estas pueden ser buenas o malas, según ellos mismos se hayan formado. La Escuela de mis viejos es de las que uno con el simple hecho de estar ahí se aprende lo mejor. Bendigo a Dios por la formación que me han dado mis padres. Pbro. Jesús Gerardo Delgado Martínez Vicario Parroquial en Jesús Nazareno (Col. 25 de Noviembre)


MEDITA

MEDITA > PASTORAL LITURGICA

LA DELICIA DE CADA JUEVES

Pastoral Siglo XXI > p.11

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ebo reconocer que una de las cosas que más disfruto desde que llegué a mi comunidad parroquial de la Natividad del Señor es la Hora Santa cada jueves. Ya desde el seminario tenía referencias de este momento por un amigo antecesor en la parroquia y cuando llegó el día en que tuve la oportunidad de exponer el Santísimo Sacramento y mirar la gran cantidad de gente que miraba con amor y respeto el “Misterio de nuestra fe” me sentí sobrecogido. Y así he visto transcurrir durante ya casi dos años, jueves tras jueves a la comunidad reunida para orar con gran devoción con “aquel que saben que los ama”, en palabras de la gran enamorada. Durante este semestre anterior se propuso un proyecto para animar nuestras Horas Santas, para que quienes fueran los responsables de dirigirlas las prepararan y organizan diligentemente. Mis muchachos de pastoral juvenil fueron especialmente responsables de muchas de ellas, y con mucho gusto los veía preparar la ambientación y los guiones para cada uno de esos momentos. Su empeño fue edificante. Sin embargo hoy, después de confesar, tomé lugar en las bancas y me dispuse a disfrutar un momento de todo aquello, y aunque hoy no había nadie dirigiendo, salvo el coro que deliciosamente aderezaba con cantos la oración, disfruté muchísimo ver a mi Señor y frente a él a todos sus discípulos. No necesité nada más. ¿Qué podría necesitar si Dios estaba frente a mi? Viene otro proyecto en puerta para ambientar las oraciones de cada jueves, sin embargo, yo quisiera compartirles la misma pregunta que resuena en mi conciencia: ¿Tendremos la capacidad de orar en silencio durante una hora reconociendo en presencia de quien estamos? o seguimos necesitando de cosas que llenen los espacios cuando empiezo a pajarear o a distraerme, necesitamos lagrimas o gritos, o fuertes impresiones. Obviamente esta pregunta funcionaría únicamente en quienes hemos recorrido ya algún trayecto en el proceso espiritual desde nuestro encuentro con Dios. Me refiero a ese terrible riesgo que todos enfrentamos de ir buscando para la oración cosas que nos entretengan y que de alguna manera, no intencional, nos evitan llegar a ese momento de silencio, en el que Dios empieza a hablar no en el huracán, ni en el terremoto, ni en el fuego, sino entre simples susurros de viento suave como lo haría con Elías. Hoy creo, y espero que sea inspiración divina, que la mejor manera de mejorar nuestras Horas Santas no es, en primer lugar, lo que se hace en ese momento, sino la devoción Eucarística que se tendría que fomentar entre nosotros. De esa manera aprenderemos a reconocer a Cristo, el mismo Cristo en cada sagrario, sin diferencias ni distinción, sin creer que uno es mejor que otro por el show que le montamos. ¡Vaya! es importante primero cambiar nuestra percepción personal si es que anda un poco perdida, para que entonces la ambientación, los rezos, las velas, los cantos, los gestos ocupen su digno segundo lugar en nuestros intereses espirituales. Por lo pronto yo sigo disfrutando de la Hora Santa de cada jueves en mi parroquia, disfruto al coro que canta y que a veces desafina, disfruto a los noviecillos que no son capaces de soltarse ni siquiera en ese momento y que imagino que quieren demostrarle su amor a Dios, disfruto del calor que tantos aguantan estoicamente porque hay cosas más importantes que esa incomodidad, disfruto del niño que llora, pero sobre todo disfruto de ver a quien amo y a quien me ama, todo lo demás es solo adorno.

Pbro. Ignacio Pulido Mendiola Vicario Parroquial en Natividad del Señor (López Mateos)


COMPROMETETE COMPROMETETE > PASTORAL SOCIAL

Pastoral Siglo XXI > p.12

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CONVIERTETE EN UNA FUERZA DE CURACION:

odos necesitamos el apoyo de los demás en algún momento, todos queremos ser escuchados y comprendidos. Entre las cosas más valiosas de la vida están los vínculos con las personas que se preocupan por nosotros y que saben protegernos y hacernos sentir seguros. No obstante, también es importante convertirnos en una fuerza de curación. Esto significa ser persona que brinde apoyo a los demás, que los auxilie en épocas de necesidad o que simplemente estén ahí cuando sea necesario.

Ser una fuerza de curación no significa ser un mártir, ser siempre el más fuerte y el más centrado, ni endulzar la realidad ni fingir que es distinta. De hecho, una de las peores cosas que podemos hacer por una persona que sufre es decir que todo está bien cuando no es así. Las personas que son una fuerza de curación simplemente están disponibles y se hacen presentes cuando se les necesita, están dispuestas a estar, saben que a veces lo mejor no es dar consejos, sino escuchar. Hay muchas maneras de ser una fuerza de curación. Una vez que tenemos la intención de serlo y comprendemos su importancia, la mejor manera de hacerlo es callar nuestra mente. De este modo, estamos disponibles, menos dispersos y podemos escuchar mejor. Otra manera de acallar la mente es bajar el volumen de nuestros pensamientos, incluso los juicios y valoraciones, abriendo la puerta a nuestro potencial para ayudar a los demás. No olvides que el pensamiento siempre está recreando la realidad que percibimos y experimentamos…cuando nos sentimos apresurados es porque tenemos pensamientos de apremio…así como la persona percibe la impaciencia, también percibe la paciencia, y así como advierten los juicios y opiniones, advierten el amor. Cuando comprendamos la influencia de los pensamientos en los sentimientos, facilitaremos que los demás hagan lo mismo, cuando experimentamos paz, quienes nos rodean la sienten también. Nuestra alma serena se convierte en una herramienta de ayuda y curación. PODEMOS SER UNA FUENTE DE CURACION Y DE AMOR. El factor determinante es la medida en que permitimos que los pensamientos interfieran con nuestra capacidad de escuchar y de estar disponibles. Al ser una fuerza de curación somos sumamente intuitivos y sabemos cuándo se nos necesita. Tendemos la mano con tacto y sin rudeza, incluso antes de que nos lo pidan. Incluso estamos dispuestos a hacernos a un lado, nuestra intención es ayudar, y nos damos cuenta de que en ocasiones la mejor manera de hacerlo es alejarnos. El último requisito para ser una fuerza de curación no puede ser subestimado, pues es una de las mejores maneras de enfrentar cualquier situación. Es casi imposible estar preocupado, ansioso molesto cuando nuestro interés principal es ayudar. Cuando se le pregunto a la Madre Teresa como podía ayudarse a sí misma, respondió: SAL A AYUDAR A OTROS.

Pbro. Benito Ramírez Márquez Párroco en San Pedro Apóstol Allende N.L.


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Pastoral Siglo XXI > p.13

LA DEMOCRACIA EN MÉEXICO HA DE CONSOLIDARSE EN LA PAZ, EL DESARROLLO, LA PARTICIPACIÓON Y LA SOLIDARIDAD

1. Los Obispos de México ante el inminente proceso electoral, animamos a los fieles cristianos a participar de una manera informada, consciente y responsable de la gran fiesta democrática programada para elegir el próximo primero de julio a nuestras autoridades federales. 2. Los Obispos estamos convencidos que el sistema democrático es la mejor opción para la construcción y desarrollo de una sociedad equitativa en México. La democracia ofrece la posibilidad de establecer y fortalecer las estructuras adecuadas para generar las condiciones de vida de todo mexicano, acordes a su dignidad como persona, amada por Dios, y lo lleven al compromiso y donación a los demás para la construcción de bien común. Ya que “el hombre… no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás”.[1] 3. Un nuevo escenario, de situaciones, de consensos, de unión de fuerzas, de una nueva, importante y decisiva generación de jóvenes que se unirá al proceso, exige identificar las realidades que los ciudadanos debemos enfrentar para la toma de decisiones. ¿Qué país tenemos y cómo sería el que queremos?, ¿qué aspectos del sistema económico, político y social debemos replantear? y ¿qué debemos desaprender y aprender de nuevo, de nuestra Historia como País?. I - HACIA LA CONSOLIDACIÓN DE NUESTRA DEMOCRACIA 4. Ya en nuestro anterior mensaje en torno al proceso electoral del año 2009, los Obispos de México mencionábamos que no habría democracia verdadera y estable, sin participación ciudadana y justicia social[2], en este año 2012, añadimos que la misma democracia no existirá, si no va apuntalada con procesos de paz, de desarrollo, de participación ciudadana y de solidaridad. 5. En esta etapa crucial de la historia de nuestra sociedad mexicana, anhelamos despertar y alentar en todos los ciudadanos, la vital importancia de recuperar juntos la confianza social en las instituciones, en los ámbitos público y privado; para ello, es necesario restablecer con firmeza y responsabilidad conjunta, nuestro modo de proceder, en base a los principios éticos. 6. La doctrina de la Iglesia propone aprender del pasado los principios que necesitan ser transmitidos de manera positiva a las nuevas generaciones, como el valor de la vida y el de cada ser humano.[3] Ante los nuevos desafíos en el tiempo presente es necesario recurrir a la Historia, como Maestra de la Vida, para descubrir cimientos sólidos de nuestro futuro. La Paz 7. La paz no es simplemente ausencia de guerra, ni siquiera un equilibrio entre fuerzas adversarias, sino que se funda en una correcta concepción de la persona humana y requiere la edificación de un orden según la justicia y la caridad. La paz es fruto de la justicia (Is. 32,17) y se construye día a día, en la búsqueda del orden querido por Dios y solo puede florecer cuando cada uno reconoce la propia responsabilidad para promoverla.[4] 8. Las diferencias económicas, sociales y culturales demasiado grandes entre los pueblos provocan tensiones y discordias y ponen la paz en peligro. Combatir la miseria y luchar contra la injusticia es promover, a la par que el mayor bienestar, el progreso humano y espiritual de todos, y por consiguiente, el bien común de la humanidad.[5] El Desarrollo 9. Cada hombre está llamado a promover su propio progreso, porque la vida de todo hombre es una vocación dada por Dios para una misión concreta.[6] 10. El desarrollo integral podría parecer imposible en regiones donde la preocupación por la subsistencia cotidiana acapara toda la existencia de familias incapaces de conseguir un trabajo que les prepare para un porvenir menos miserable. Y, sin embargo, es precisamente a estos hombres y mujeres a quienes hay que convencer que realicen ellos mismos su propio desarrollo y que adquieran progresivamente los medios para ello. Esta obra no irá adelante, sin un esfuerzo concertado, constante y animoso. Que cada uno se persuada profundamente: está en juego la vida de los pueblos pobres, la paz civil de los países en vía de desarrollo y la paz del mundo.[7] 11. Hoy muchos hombres, quizá la gran mayoría, no disponen de medios que les permitan entrar de manera efectiva y humanamente digna en un sistema de empresa, donde el trabajo ocupa una posición realmente central. No tienen la posibilidad de adquirir los conocimientos básicos que les ayuden a expresar su creatividad y desarrollar sus capacidades. No consiguen entrar en la red de conocimientos y de intercomunicaciones que les permitiría ver apreciadas y utilizadas sus cualidades. Ellos, aunque no son explotados propiamente, son marginados ampliamente, y el desarrollo económico se realiza, por así decirlo, por encima de su alcance, limitando incluso los espacios ya reducidos de sus anti­guas economías de subsistencia. Parece, pues, que el mayor problema está en conseguir un acceso equitativo al mercado internacional, fundado no sobre el principio unilateral de la explotación de los recursos naturales, sino sobre la valoración de los recursos humanos.[8] 12. La cooperación al desarrollo de todo el hombre y de cada hombre es un deber de todos para con todos. Desarrollo que además de implicar los aspectos económicos y sociales, debe comprender también la identidad cultural y la aper­tura a lo trascendente de los pueblos.[9] 13. La verdad del desarrollo consiste en su totalidad: si no es de todo el hombre y de todos los hombres, no es el verdadero desarrollo. [10] Continuará….. Conferencia del Episcopado Mexicano


COMPROMETETE COMPROMETETE > ESPIRITUALIDAD

L

Pastoral Siglo XXI > p.14

LECTIO DIVINA

a Lectio Divina, más que un método de lectura y oración de la Biblia, es una experiencia de Dios, pues a partir del conocimiento del texto escrito se busca la experiencia fundante que está como base de toda la revelación. En sí todo texto escrito es fruto de una experiencia vivencial del escritor sagrado o del pueblo; una experiencia de encuentro y conocimiento de Dios que lo ha marcado, y ha tenido la capacidad de transmitir aquello que ha sido determinante en su vida o en el de la comunidad, como ser el descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos en la revelación explícita. Este hecho que ha sido impactante y que lo ha llevado a conocer al Señor que lo ha tocado y marcado, lo ha puesto por escrito. De ahí, que el texto en sí mismo es una experiencia de Dios, en la que el creyente, al acercarse al texto escrito, debería hacer su propia experiencia de Dios, partiendo del texto revelado, buscar el encuentro vivencial con el Señor. La Lectio Divina más que un método de lectura de la Biblia es una EXPERIENCIA DE ENCUENTRO CON EL SEÑOR, pues la dinámica interna de los pasos que sugiere no se agotan en el texto en sí, sino que los trasciende haciendo que, partiendo del texto escrito en la Biblia, se busque el encuentro personal con el Señor. De ahí, que la Lectio Divina es una instancia para una experiencia espiritual, buscando rehacer y retomar la experiencia original del escritor sagrado actualizándola en la propia vida. Este proceso de búsqueda del Señor es una experiencia mística, donde no entra únicamente lo intelectual, sino que es una experiencia de Dios en el hoy, aquí y ahora. De nada sirve conocer lo que han sentido y vivido otros personajes si uno mismo no es capaz de hacer esa experiencia. Es esto lo que posibilita y facilita la Lectio Divina, pues por medio de una lectura gradual del texto se va profundizando y adentrando en el mensaje que transmite, buscando al Señor que se da a conocer por medio de esa revelación. Es por eso que la Lectio Divina no es simplemente un método de lectura, que se limita y agota en el texto escrito, sino que partiendo del texto de la Escritura favorece la búsqueda del Señor, siendo él el sentido de toda la lectura y de la búsqueda del Señor. La Lectio Divina, como medio para la experiencia de Dios a partir de la Escritura, no se agota en el texto escrito en sí, eso no es el fin del método, sino que partiendo del texto se busca al Señor, para encontrarlo vivo y presente en su Palabra escrita, para reconocerlo en su palabra viva en la vida de cada día. Y de este encuentro con el Señor, que siempre es un encuentro vivo y actual, que siempre es novedoso, que siempre tiene facetas y modos diferentes y únicos, se llega a la vida, que es el lugar donde se cataliza y se visualiza toda experiencia de Dios. Es en el actuar, en la cotidianeidad del día a día, donde aquello que fue rezado se debe manifestar. Es por esto que la Lectio Divina, si bien trabaja el texto escrito, lo profundiza, lo reflexiona, lo reza, siempre tiene la perspectiva de la vida, siempre busca aplicar esa palabra al día a día, a hacer vida aquello que fue conocido por medio de la Escritura. Para los cristianos, el texto bíblico no es meta en sí misma, no buscamos apenas conocer cosas de la Biblia para repetirlos mecánicamente, sino que la finalidad y la meta de la revelación es la adhesión consciente, libre y amorosa a Aquel que se nos ha revelado en las Escrituras. Es por esto que decimos que la Lectio Divina nos introduce a una experiencia de Encuentro con Señor por medio de pasos que van profundizando el texto bíblico. Pues es sabido que lo fundamental no es saber cosas de la Biblia, sino vivirlas y hacerlas actitudes y gestos concretos, actualizando la vida y el proyecto del Señor Jesús. Decimos que la Lectio Divina favorece un encuentro con el Señor, ya que la metodología no se limita ni se agota en tratar el texto en sí mismo, buscando conocer su situación, su estructura, su gramática, ni su teología. Todo esto sí se tiene en cuenta, y son la base para cualquier reflexión bíblica, de hecho, estos aspectos son considerados en la LECTURA y la MEDITACION. En la medida que se tenga información sobre el texto, será de mayor utilidad a la hora de buscar aplicar este pasaje a la propia vida, evitando así una manipulación del mensaje que nos transmite el pasaje bíblico. Pero la Lectio Divina tiene todavía otros pasos que llevan a que todo el conocimiento que se pueda tener de las Escrituras sean un medio para llegar al Señor, ya que la finalidad de toda nuestra fe es el encuentro vivencial con el Señor. De ahí, que después de haber conocido el texto bíblico por medio de la lectura y la meditación de dicho pasaje, se pasa a la ORACIóN, pues una vez que uno haya tenido esa experiencia de encuentro con el Señor, que lo haya conocido, que se haya buscado el conocimiento íntimo del Señor, viendo, reflexionando, conociendo sus actitudes, su manera de ser, sus sentimientos y habernos colocado delante de él para mirarnos a la luz de su Palabra, en la oración, uno coloca todo lo que se está viviendo en sus manos, pidiendo su ayuda y su gracia para iluminar y dar sentido a toda la vida a la luz de la Palabra del Señor. De allí se busca el encuentro vital, personal, transformador con el Señor, por medio de la CONTEMPLACIóN. Y esto es el punto alto, la cima y el culmen de toda la Lectio Divina. Es aquí donde uno se mete en el mundo de Dios, donde ya no hay reglas, ni estrategias,


COMPROMETETE

Pastoral Siglo XXI > p.15 COMPROMETETE > ESPIRITUALIDAD ni metodologías, donde simplemente se vive la experiencia de la gratuidad del Señor, que se da a conocer y que busca el encuentro con nosotros. Y esto es el mundo de la gracia de Dios, donde nada es debido y todo es don y gratuidad. De este encuentro con el Señor, se desprende el paso siguiente, la ACCIóN. Esto es como una consecuencia natural, donde el texto ya no es fin en sí mismo, sino que eso busca iluminar la propia vida, de ahí que se pretende asumir la propuesta hecha en las Escrituras, haciéndola vida en nuestro hoy, aquí y ahora, sabiendo que el texto sagrado no es información, sino que es una buena nueva, que la debemos hacer vida, para tener la vida que solamente el Señor nos la puede dar. Esta dinámica que parte del texto y que busca reflejarla en la vida, viviendo la propuesta de vida que el Señor hace a través de las Escrituras, es la motivación y el espíritu de la Lectio Divina, es decir, buscar, conocer, amar y seguir al Señor, imitándolo y viviendo su estilo de vida. La Lectio Divina propone un método centrado en la Palabra escrita, pero cuya finalidad básica y fundamental es el Señor. Jesús, como centro y sentido pleno de toda la Escritura, es al que se busca, es a él a quien se quiere conocer, es a él a quien se quiere imitar y seguir, buscando adquirir “la ciencia suprema de Jesucristo” (Flp 3, 8). Este conocimiento vivencial y existencial de la Escritura pretende y apunta a crear discípulos, aprendices del evangelio; personas que, enamoradas del Señor, busquen identificarse con la propuesta y el estilo de vida del Señor Jesús. De ahí que se busca conocer para imitar, adherirse para identificarse, en vista a la vida para hacer vida aquello que fue conocido. Actitud La Palabra no es magia, no es automática. El hecho de utilizar unos pasos que en sí son medios para el encuentro con el Señor, no significa ni garantiza un encuentro vital. Es verdad, que ella es siempre eficaz, pero no es automática, no es algo mecánico, sino que requiere una disposición, es imprescindible una apertura y una docilidad a la acción del Señor en uno por medio de su Palabra. Siempre va a requerir una respuesta a la manifestación y a la acción de Dios en nuestra vida. La Lectio Divina, y en sí la lectura de la Sagrada Escritura, es un adentrarse en el mundo de la gracia, en el mundo de Dios, donde todo es don, donde todo es gratuidad, donde todo es manifestación del Señor, donde nada es debido, sino que todo es expresión de amor. El encuentro con el Señor por medio de su Palabra es algo vital, es algo renovador y transformador, es acción directa del Espíritu Santo por medio del texto escrito, pero es fundamental una respuesta a esa manifestación, que requiere una correspondencia, al amor preferencial del Señor que se revela por medio de su Palabra. Si de verdad hay encuentro con el Señor, nunca, de ninguna manera, uno puede salir siendo la misma persona. Eso no, sino que el encuentro lleva a la transformación y esta transformación es respuesta y docilidad a la acción del Señor en uno mismo. Una metodología para una espiritualidad bíblica. La Lectio Divina es una metodología que busca profundizar el texto bíblico en vista a la vida, que trasciende lo escrito para adentrarse en el mundo de Dios que está como base de toda la Escritura. En sí es una experiencia espiritual con la Biblia, haciendo que ella sea Palabra viva de Dios para cada uno de nosotros por medio de la oración. Es un modo de asumir la espiritualidad, es tener la Biblia como elemento básico de toda la vida, es hacer de la Palabra escrita el alimento diario para la fe. Es buscar al Señor por medio de la Palabra que se revela en ella, para encontrarlo vivo y presente en el hoy, aquí y ahora. La Palabra escrita en la Biblia es un medio para el conocimiento y el encuentro con el Señor, de ahí que ella es fuente de vida espiritual tanto personal como comunitaria. En la medida que cada uno tenga familiaridad con la Palabra, que se acostumbre a leerla personalmente, a rezarla y a utilizarla como medio para el encuentro vivencial con el Señor, el encuentro comunitario será mucho más rico y profundo, pues será un compartir las experiencias y las riquezas del encuentro con el Señor a partir de la Palabra. La Lectio Divina no es simplemente pasos para conocer la Biblia, sino un medio privilegiado para conocer existencial y vivencialmente la Palabra, para hacer de la Escritura el alimento y la vitalidad para la vida de fe. Pasos La Lectio Divina busca profundizar el texto de la Biblia por medio de cinco pasos que son consecutivos y concatenados, pues uno está en relación al otro y el anterior da elementos al posterior, llevando a un conocimiento gradual del texto, teniendo diferentes acercamientos al texto escrito, buscando el mensaje que transmite y la actualidad que tiene para nuestra vida, queriendo así hacer vida la propuesta que nos presenta el Señor por medio de su Palabra escrita. De ahí que los pasos de la Lectio Divina son medios que, partiendo del texto, se busca iluminar y transformar la vida. Con la Lectio Divina se busca el encuentro personal y vivencial con el Señor, para esto se parte del texto escrito, pero la meta no es lo escrito, sino Aquel que suscitó la Escritura y que motivó al escritor sagrado a comunicarlo. Esto es gracia y don del Señor, de ahí la necesidad de acercarse al texto de la Biblia con el corazón abierto y disponible para escuchar al Señor y que de esa escucha surja el encuentro vivo y actual con él, que siempre está presente y es el que nos motiva a conocerlo y amarlo por medio de su Palabra. En la Lectio Divina se siguen cinco pasos, que son momentos de oración y de búsqueda del Señor, como son: LECTURA, MEDITACIÓN, ORACIÓN, CONTEMPLACIÓN Y LA ACCIÓN.


VIVE EUCARISTIA DOMINICAL

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Pastoral Siglo XXI > p.16

A propósito de nuestra asistencia semanal a Misa, un autor del Siglo II, S. Justino, escribe: “El día llamado del sol (Sunday) se reúnen todos en un mismo lugar, tanto quienes habitan en la ciudad como los que viven en el campo… y nos reunimos todos, en este día, en primer lugar, porque el día primero de la semana Dios creó el mundo; y porque es el día en el que Jesucristo Nuestro Señor resucitó entre los muertos”. Desde el comienzo de la Iglesia el sábado judío dio paso al domingo cristiano. Cada domingo es una ocasión de especial encuentro con la Palabra, la Eucaristía y los hermanos; pero también para recordarnos que es una constante invitación a la conversión del corazón. Los textos de hoy nos lo descubren todavía más: “arrepiéntanse y conviértanse para que se les perdonen sus pecados”. Es invitarnos a vivir como el Señor, resucitados”. Decía el bueno de Pedro después de la curación milagrosa

del paralítico, en el Templo: “Juan y yo no hicimos el milagro, lo hizo Jesús, el Justo, el Santo, el Autor de la vida; Ustedes pidieron el indulto para un asesino mientras mataron a Quien Dios ha resucitado”. Hoy, en algunos países, y en el nuestro también, se absuelve a los criminales y se condena a los inocentes. Se venden jueces, se sobornan guardias, se considera que los derechos humanos los tienen los culpables y los inocentes no son tomados en cuenta. Si vivimos como “resucitados” no podemos aprobar injusticias ni penas inmerecidas, pero las correctas sanciones que por ley merezca quien viola gravemente una norma, hemos de considerarlas como penas medicinales no vindicativas.

Las realidades que cada día nos tocan vivir -graves violaciones a la ley; el crimen y la violencia se enseñorean del ámbito nacional- causan en nosotros “desconcierto y temor”. El sello de Jesús con los suyos -y lo somos todos- fue siempre alentar, tranquilizar, animar. Hay desconcierto en gobernantes y gobernados; en ovejas y Pastores; en padres y en hijos; hay desconcierto en ricos y en pobres; en jóvenes y en viejos; hay temor en el Ejército y en la policía, en burócratas, en creyentes e incrédulos; en quienes aman al pueblo y en quienes no les importa; seamos de unos u otros, a El sí le interesamos; nos lleva en sus llagas, y quiere asegurarnos –ya resucitado- su mismo e incondicional amor: -“miren mis manos y pies; tóquenme, convénzanse”. Tengo un cuerpo, el mismo que entregué por Ustedes y lo he recuperado glorioso por Ustedes. Me pregunto, hermanos: ¿cuándo saldremos del desconcierto y el temor que nos agobian? Deja que Jesús vuelva al cenáculo de tu casa y familia; lo encontrarás ahí. Deja que venga a la reunión de amigos; que no lo consideres intruso; El nunca es inoportuno; déjalo permanecer en tu ambiente de trabajo, de descanso, de silencio; y volverá tu alegría. Si la alegría te falta a ti o a los tuyos; si las reuniones parecen tediosas o aburridas; si el trabajo no es realización personal y fuente de gracias, ¿No será que El vive al margen o quizá se le excluyó o se le dejó ir? La Eucaristía semanal del Domingo no es sólo un recuerdo, como lo son los aniversarios del nacimiento de cada uno, o un acontecimiento patrio, sino una renovación de la presencia del Señor, tanto en su Palabra como en la Comunión. Como Iglesia que somos, cumplimos –procuramos hacerlo por amor y por precepto- el 3er. mandamiento del Decálogo, cuando nos manda El Señor: “Santificarás las Fiestas”. Decía Pio XII: “Por ser Dios para nosotros el primer valor, todos los demás valores humanos, culturales y sociales de la fiesta deben ocupar un segundo lugar, sin que otra actividad oscurezca o sustituya lo que debe ser fundamental”. Después de la Misa, tienen un lugar importante para nosotros como creyentes, otras manifestaciones de piedad litúrgica y popular como el culto Eucarístico fuera de Misa: Visitas al Santísimo, Procesiones, el Rosario, las novenas personales o comunitarias en preparación a otras fiestas, etc. Asistir a la Eucaristía Dominical trae consigo más abundantes gracias, y más si comulgamos. Así como es mucho lo que se pierde cuando voluntariamente, y sin causa justa, omitimos el precepto nosotros o nuestra familia, es mucho lo que ganamos al participar. Cuando faltamos injustificadamente, sucede que esa inconsciencia nos priva de abundantes bendiciones, porque las gracias previstas para nosotros por Dios, se pierden para siempre puesto que una oportunidad que descuidamos es una pérdida, porque el tiempo se pasa, y la gracia se nos escapa. Procuremos no sólo a la familia, sino a cuantos podamos, enseñarles con el ejemplo y la aclaración de la doctrina, hacerles caer en la cuenta que, cuando cumplimos un precepto del Señor, siempre es ganancia. Mucha gente que falta al mandamiento de santificar las fiestas, no es que sea mala o rechace a Dios y sus leyes, sino es más bien que no se calibra lo que ganamos cuando nos acercamos a Él, y lo que perdemos al descuidar un acto que de por si nos asegura el cumplimiento de varios mandamientos importantes a los ojos de Dios y de la Iglesia que nos invita, en su Nombre, a participar activa, piadosa y conscientemente en la Eucaristía semanal. Mons. Juan José Hinojosa Vela Párroco en Nuestra Señora de Fátima (Del Valle)


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