PASTORAL
SIGLO XXI AÑO: 4 No: 40
CONOCE> LA RELACIÓN ENTRE PAZ Y PASTORAL / P. 2
COSTO DE EDICION: $7.00 MEDITA> CAÍN, ¿DÓNDE ESTÁ TU HERMANO? P. 5
NOVIEMBRE 2011 LA VOZ DE LA IGLESIA EN MONTERREY COMPROMETETE> TRACENDER PARA RECONSTRUIR / P. 13
LA EUCARISTÍA ALIMENTO DEL PEREGRINO
CONOCE CONOCE > EDITORIAL
Pastoral Siglo XXI > p.2
LA RELACION ENTRE...
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uestra pastoral y toda la pastoral de la Iglesia, entre muchos otros fundamentos, no puede olvidar el de la paz. Ya que la paz, no es sólo buscar un apaciguamiento de actitudes que pudieran evitar la guerra o los conflictos que se presenten entre dos personas. La paz va mucho más allá, es más… requiere de muchos otros aspectos para que ésta se dé. Primero que nada se requiere de una seguridad social en la que al hombre se le asegura vivir con libertad y no esté expuesta su vida en cada paso que da. La paz requiere de un conjunto de leyes que le aseguren al ser humano, derechos que le permitan alternar con otras personas, sin que esté en peligro su vida. La paz requiere de Instituciones que le permitan alcanzar sus ideales y objetivos, que sean medios de realización y crecimiento personal y comunitario, donde pueda conseguir su felicidad. La paz nos debe llevar entonces a vivir como hermanos, dando testimonio de fraternidad, de convivencia, de comunión, de ayuda mutua, pero sobre todo, que esto se dé para que haya estructuras que le permitan vivir en un orden social. Pero no sólo pensemos en acciones externas a la persona, que si no se le proporcionan no se puede alcanzar la paz. Se requieren además, acciones internas, acciones que broten de la misma persona para que contribuya también a la paz. Cada uno de nosotros debe estar consciente primero, de la importancia de formarse una conciencia moral y cristiana donde fundamente sus actos y “conscientemente” se relacione con los demás en base al respeto, en base a la dignidad y a la verdad. Todos debemos de esforzarnos por procurar relaciones que estén basadas en estos valores. ¿Cómo lograr la paz, si no nos respetamos? ¿Cómo lograr la paz, si pisoteamos la dignidad de las personas? ¿Cómo alcanzar la paz, si en lugar de la verdad, actuamos en base a la mentira, el engaño, el desfalco y el robo? La pastoral nos debe llevar a formar esa conciencia moral cristiana, donde cada ser humano sea capaz de esforzarse y poder dominar sus debilidades y sus vicios. ¿Y para que buscamos tanto la paz? ¿Por qué la deseamos tanto? La paz, como ya decía, no es el evitar que haya balas en las calles y en la sociedad, la paz en tan importante porque ella nos llevará entonces a alcanzar los más grandes ideales para el ser humano: el respeto por la vida, la convivencia comunitaria, la ayuda mutua, la superación de conflictos, pero sobre todo, es la que nos puede llevar a vivir en el amor, que es el máximo ideal de realización del ser humano. La paz la debemos buscar y alcanzar todos. Por ello, en nuestra pastoral de las comunidades parroquiales, debemos insistir en que todos participemos por este ideal y fundamento de la sociedad. La formación cristiana, que le damos a los laicos, debe contribuir a que ellos conozcan la importancia y el verdadero significado de la paz. Aunque no estuviéramos viviendo situaciones difíciles en nuestras comunidades, la paz se tiene que seguir profundizando, porque ella nos debe llevar a vivir en el amor, que tanta falta nos hace en nuestra sociedad. Pbro. Walter Fdo. Gómez Olvera Vicario Episcopal de Pastoral
CONOCE
Pastoral Siglo XXI > p.3
CONOCE > LA VOZ DEL PASTOR CONTENIDO
CONOCE EDITORIAL / p.2 LA VOZ DEL PASTOR / p.3 UN EXORFANATORIO Y UNA SANTA EN EL CENTRO / p.4 MEDITA CAÍN, ¿DÓNDE ESTÁ TU HERMANO? / p.5 TRES REGALOS: “EL CIELO, LA LUNA Y EL MAR” / p.6, p.7 “DIOS NO PIDE MUCHO SINO QUE PIDE TODO” / p.8, p.9 LA EUCARISTÍA, ALIMENTO DEL PEREGRINO / p.10 COMPROMETETE PREGÚNTALE AL SACERDOTE / p.11 VOLVAMOS AL PADRE / p.12 PREGÚNTALE AL SACERDOTE / p.13 VIVE TESTIMONIO DE UN APOSTOL / p.14 NOTICIAS / p.15, p.16
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NUESTRA MISIÓN
EN LA IGLESIA
El mes de octubre, está marcado por la reflexión que hacemos, en toda nuestra Iglesia, sobre la actividad misionera de los bautizados. Fue el Papa Pío XI, de feliz memoria, quien de una manera particular impulsó en la Iglesia las obras misioneras. Su pontificado fue del año 1922 a 1939. En su célebre Encíclica Rerum Ecclesia, reafirma la urgencia e importancia de los objetivos misioneros: “La Iglesia, no tiene otra razón de ser sino la de hacer partícipes a todos los hombres de la redención salvadora, dilatando por todo el mundo el reino de Cristo”. Es en el año de 1926 cuando este mismo Pontífice, instituye la Jornada Mundial de las Misiones, como una forma de recordar a todo el pueblo de Dios la responsabilidad misionera de dimensión universal. El mensaje de la liturgia del DOMUND, resaltará la voluntad que Dios tiene de salvar a todos los hombres, y cómo Dios lleva a cabo esa voluntad de salvarnos por mediación de su Hijo Jesucristo. Jesucristo es el único mediador entre Dios y los hombres, no hay salvación que no nos venga por el Hijo Único de Dios. Ahora bien, quedando claro lo anterior, también se distingue en el Evangelio cuál es la misión y el papel que Cristo ha querido confiarnos a nosotros, la comunidad de sus discípulos. Antes de subir al cielo, dice Jesús: “Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra” (Mt 28, 17). Jesucristo es Dios hecho hombre y tiene todo el poder salvador, con esa autoridad envía a sus discípulos: “Vayan por todo el mundo, enseñen y bauticen a todos los que han de creer y enseñen a guardar todo cuanto Yo les he dicho” (cfr. Mt 28, 18ss). La Iglesia no se da a sí misma una misión, nosotros como bautizados, no inventamos para qué estamos en este mundo, no se nos ocurre a nosotros la misión que tenemos como Iglesia; la misión que tenemos nos viene por la autoridad del Señor, quien garantiza su asistencia perenne a los discípulos: “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”(Mt 28, 20). No se entiende la presencia de la Iglesia en el mundo, si no es por la misión que ha recibido de su Señor, no existe la Iglesia en el mundo para otra cosa que no sea anunciar, proclamar y dar a conocer a todos los hombres la voluntad que Dios tiene de salvarlos. Si la Iglesia dejara de cumplir su misión, sería una ONG más, una asociación, tal vez como un club, pero no más. Nosotros, creyentes, unidos a Jesús por la fe y por el bautismo, tenemos una misión: “Vayan, bauticen y enseñen a guardar todo cuanto Yo les he dicho”. Esto es muy importante de retomarlo y profundizarlo, no se trata de hacer discípulos por hacer discípulos y de bautizar por bautizar, y que aumente y que crezca sin más el número de creyentes; no, no se trata de eso. Se trata de unir a Cristo por el bautismo, pero luego se trata de enseñar todo cuanto Jesús nos ha mandado, de profundizar en su Palabra, asimilar sus actitudes y hacer vida su Palabra en nuestra vida. Sólo así somos verdaderos discípulos y seguidores de Jesús. Queridos hermanos y hermanas, asumamos la conciencia de nuestra identidad, esto es una gracia, un don. Asumamos que, por el hecho de ser discípulos de Cristo, estamos destinados de manera permanente a predicar, a bautizar y a enseñar cuanto Cristo nos ha dicho. Tomemos conciencia de fortalecer esta identidad, de concretar nuestra participación en la misión permanente, puede ser en la oración, o en nuestra participación directa para ir a los lugares de misión, o bien con nuestro aporte económico para que la Iglesia cumpla sus necesidades allá en los lugares de misión. Acojamos este mensaje, reavivemos el gozo de la Salvación de Dios en Cristo y renovemos nuestra identidad de ser misioneros de Cristo en el mundo. Les envío de corazón mi bendición. + J. Francisco Cardenal Robles Ortega Arzobispo de Monterrey
CONOCE UN EXORFANATORIO Y UNA SANTA EL CENTRO
Pastoral Siglo XXI > p.4
CONOCE > ARTE SACRO
“El templo de Nuestra Señora de la Luz se inició el 6 de enero de 1894 y se dedicó el 6 de enero de 1900: lo transformó notablemente en la década de los cuarenta el canónigo J. Trinidad Ruiz” (Enciclopedia de México, tomo IX, p. 159).
T
an cerca del centro de Monterrey y tan lejos de los historiadores. Hasta parece mentira que la historia del templo de Nuestra Madre Santísima de la Luz localizado en pleno centro de Monterrey sea tan poco conocida a pesar de contar con una trayectoria que pisa ya tres siglos. Acerquémonos a este templo repasando brevemente algunos temas. EL ORFANATORIO Mons. Aureliano Tapia en su libro de Santa María de Guadalupe presenta algunos datos de La Luz y su orfanatorio anexo los cuales nacen en 1895 (sic) como un proyecto de un grupo de distinguidos regiomontanos para construir “un templo y una obra de beneficencia en algún barrio pobre de la ciudad”. En 1904 se habría abierto el anexo para la atención a la niñez pero habría sido cerrado, e incautado por el gobierno, con motivo de la Revolución en 1914; poco después habría reabierto sus puertas gracias a las gestiones de la Sra. Octavia Rivero. En 1919 habrían llegado unas religiosas para hacerse cargo de la obra educativa. En 1926 en la persecución callista el orfanatorio de la Luz habría sido nuevamente clausurado y así las alumnas y las maestras se habrían visto obligadas a abandonar el plantel el día 29 de julio. Desde este año el anexo quedó en manos del gobierno (Ed. Jus, 1973, p. 178 ss.).
SANTA LIBRADITA En 1911 habrían sido traídos los restos de santa Librada para edificación de la juventud que estudiaba en el orfanatorio (Santos entre los regios, El Norte, 4-II-2001); junto con los restos de santa Libradita, como es llamada con cariño por los fieles, llegó también una vértebra del santo dominico Jacobo Salomón. Recientemente el cráneo de santa Librada ha sido reconstruido dado que se encontraba en muy malas condiciones de conservación; se colocará en el nuevo espacio que se ha acondicionado para osarios al norponiente del templo en lo que era la antigua sacristía y el antiguo bautisterio. El cráneo ya ha sido colocado en una urna mexicana de reciente adquisición. LA PARROQUIA Según los registros de la Curia la parroquia habría sido erigida el 25 de septiembre de 1913. En el mapa anexo, del año 1945, vemos su enorme extensión que abarcaba parte del centro de Monterrey y una extensa área hacia el norte, casi hasta Apodaca, abarcando así muchos ejidos y ranchos fuera de lo que entonces era la ciudad. Ojala que pronto se haga un estudio a fondo de la historia de este templo y de su patrimonio de bienes culturales. Pbro. Lic. José Raúl Mena Seifert Miembro de la dimensión de los bienes culturales de la Iglesia jmena@arquinetmty.com En facebook: difusiondeartesacro
MEDITA MEDITA > REFLEXION
Pastoral Siglo XXI > p.5
CAÍN, ¿DÓNDE ESTÁ TU HERMANO? “¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?” Génesis 4,9
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l capítulo 4 del libro del Génesis inicia con el nacimiento de los dos primeros hijos de Adán y Eva: Caín y Abel. Caín era agricultor y Abel era pastor. Caín vivía cabizbajo y molesto porque su ofrenda no era tan agradable a Dios como la de su hermano. Por eso Dios le dijo: “¿por qué te enfureces? ¿por qué andas cabizbajo? Si obraras bien, llevarías bien alta la cabeza; pero si obras mal, el pecado acecha a tu puerta y te acosa, aunque tú puedes vencerlo”. Gn 4, 5-7. La molestia de Caín no tenía fundamento ya que no era ni por Dios ni por Abel lo que hacía que sus cosechas no fueran bien retribuidas en bendiciones. Fue Caín quien tomó la decisión de ser mezquino en su ofrenda a Dios y por lo mismo el fruto obtenido siempre fue pobre; su corazón nunca se desapegó de los malos sentimientos. Todo lo malo que le sucedía a Caín no era por lo que estaba fuera de él sino dentro; por eso permanecía cabizbajo, triste y solo. Esto tiene una explicación, ya que una actitud negativa ante la vida trae como consecuencia lógica resultados negativos; no porque se esté condenado a recibirlos, sino porque uno mismo los atrae y hasta los provoca. La predisposición negativa hace prácticamente imposible un resultado positivo, aunque en el mismo texto dice: “tú puedes vencerlo”. Este texto quiere decir que cada quien puede revertir el mal que nos acecha, pero no está fuera de nosotros el lograrlo, sino dentro. En una ocasión el Señor Jesús nos enseñó que no es lo de fuera lo que mancha al hombre, sino lo de dentro, porque es del corazón de donde salen las injusticias y toda clase de maldades. Mientras buscamos culpables fuera de nosotros, no nos damos cuenta que el problema y LA SOLUCIÓN, están dentro de nosotros mismos. Caín quiso “tener a Juan y a las gallinas”, es decir, darle a Dios lo menos posible, con un corazón egoísta y además recibir toda clase de bendiciones y preferencias. Así no funcionan las cosas, ya que Dios actúa a través de nuestra buena disposición y de nuestra generosidad. No nos preguntemos ¿por qué nos va mal? o ¿por qué Dios la trae contra nosotros?, sino más bien preguntémonos: ¿qué estoy haciendo mal en mi vida?, ¿en qué me estoy equivocando?, ¿qué tanto entusiasmo le pongo a las cosas que emprendo? y ¿qué tan agradecido soy con Dios por todo lo que Él me da?
Creo que otra parte del problema está en lo que hizo Caín: aislarse. El aislamiento le provocó principalmente 2 cosas: a) rompió su relación con su hermano y con sus padres haciendo a un lado la necesidad que tenía de la familia o de la comunidad. b) Permitió que lo consumiera el odio, el rencor, la envidia y la avaricia. Toda la vorágine de malos pensamientos dentro de sí mismo, hizo en él un nudo que no fue capaz de desenredar. Todo esto lo consumió y no tuvo otra forma de acabar con SUS PROBLEMAS que matando a su hermano. Pero, ¿acabaron los problemas para Caín? Definitivamente que no, puesto que sus cosechas fueron las mismas y nunca pudo sentirse privilegiado o protegido, porque el conflicto siguió dentro de él. Después de la muerte de su hermano y cuando la sangre de Abel clamó hasta el cielo, Dios apareció y le preguntó a Caín: “¿Dónde está tu hermano?”, esto lo preguntó porque lo que hizo fue abominable y totalmente detestable para Dios. En nuestros tiempos, en nuestro País, en nuestras ciudades y en nuestros barrios, Caín sigue matando a sus hermanos. En el mismo día en que escribí este artículo, escuché dos ráfagas de balazos: el nuevo Caín matando a sus hermanos y creo que sus motivos no son tan distintos a los del original, al primogénito de Adán y Eva. El deseo de poder, de riquezas mal habidas, las pasiones desordenadas, el odio, la envidia y el malentendido deseo de SER ALGUIEN EN ESTE MUNDO ha llevado a Caín a secuestrar, a torturar y a matar a sus hermanos, pensando en que, al acabar con ellos dejará de estar cabizbajo, triste, solitario y vacío. El pecado sigue acosando el corazón del nuevo Caín (de todos los que están en las calles haciendo el mal), y aunque puede vencer este pecado, cada vez más extendido, parece que no lo desea. Por eso, hoy me dirijo a ti, Caín, que huyes de la justicia, que haces el mal y ofendes a tus hermanos: Caín: estás dejando a muchas mujeres viudas, a muchos niños huérfanos, estás destruyendo hogares donde antes reinaba la paz y la alegría. No es justo que tomes venganza con la gente inocente porque tuviste un pasado duro, difícil y de maltratos. Caín: estás dejando a muchos bebés, niños, hombres y mujeres sin el sustento diario, muriéndose de hambre y sin trabajo. Pbro. Roberto Figueroa Méndez
Párroco en San Rafael Arcángel (Fomerrey No. 35)
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al o bien, pero todos aprendimos “el credo” cuando íbamos al catecismo; se trata de ese largo texto que recitamos de memoria en las misas de domingo y que comienza así: “Creo en un solo Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra.” Fue esta la primera frase que aprendimos y que todavía ahora repetimos, sin saber, quizás, lo que semejante expresión pueda significar en pleno tercer milenio. Decir “creo en Dios Padre, creador de cielo y tierra” ¿tendrá algún sentido todavía?, ¿no será mera palabrería o una fórmula que hay que decir sólo por decir? En realidad, ¿podemos creer en eso sin ser tenidos por tontos o ignorantes? En pleno siglo XXI, ¿es sensato confesar la existencia de un Dios creador, sin caer en incoherencias? ¿Acaso, nos habremos fijado de veras, al menos por curiosidad, en lo que estamos diciendo o queremos decir? Si es verdad que Dios creó cielos y tierra en seis días, junto con todo lo que existe, entonces qué pensar de las teorías evolucionistas de Darwin que incluso, hoy día, han sido ya perfeccionadas por los modernos avances de la ingeniería genética, como por ejemplo, el sorprendente hallazgo de la decodificación del genoma humano. En otras palabras, si alguien nos pidiera explicación o nos preguntara si verdaderamente creemos en lo que decimos, tal vez nos encogeríamos de hombros para decir simplemente: “No sé”, o en el peor de los casos: “Es cosa de fe”, como si la fe no sólo no exigiera, sino además excluyera una mínima coherencia con la razón.
TRES REGALOS:
“EL CIELO, LA LUNA Y EL MAR”
Si alguna vez pensamos que la Biblia era una colección de narraciones periodísticas que con lujo de detalle nos cuentan cómo ocurrieron las cosas, entonces estaremos confundidos. Si alguna vez pensamos que la Biblia ha sido finalmente desmentida por la ciencia moderna, luego, estaremos decepcionados de nuestra fe. Pero, lo cierto es que no debemos ignorar que la Biblia no es una narración periodística; ella no nos cuenta las cosas para informarnos sobre cómo y cuándo ocurrieron tales o cuales acontecimientos. El texto bíblico no es un mero libro de historia que narra hechos del pasado. Todo cuanto se nos relata en la Biblia ha sido puesto ahí, por una comunidad de personas creyentes, abiertas a un significado que está más allá de la sola materialidad de los hechos. Quien lee la Biblia sólo para “informarse”, pero no para “formarse” en la escuela de la fe, difícilmente entenderá que el texto sagrado busca comunicarnos un criterio que nos ayude a vivir nuestra propia historia con sentido y esperanza, a pesar de todas las dificultades. La Sagrada Escritura no busca hacer crecer nuestra ciencia, pero sí formar nuestra conciencia. La Biblia no es un libro de ciencia, ni pretende sustituir el esfuerzo científico que la humanidad debe realizar en el conocimiento de su entorno. El relato del Génesis no nos miente cuando dice que Dios creó todo, aunque la teoría del “big ban” suponga que esto no pudo ocurrir en seis días. Y es que no debe haber dificultad en admitir que el pasaje, como toda la Biblia, no contiene una verdad científicamente comprobable; pero igualmente hay que admitir que la verdad científica no agota la realidad. Por ejemplo, es absolutamente verdadero que un enamorado, queriendo tanto a su amada, le prometa el cielo, la luna y el mar como “tres regalos”, según dice una canción, aunque es materialmente imposible que el amante pueda envolver semejantes regalitos. Según los “exégetas”, estudiosos de la Biblia, el relato de creación del Génesis (Gen.1,1-2,4b) fue escrito muy probablemente en el siglo VI a.C., época en la que el pueblo de Israel fue sometido por el imperio de Babilonia. Esta Nación sacó a gran parte del pueblo hebreo de su tierra, la querida tierra que Dios había prometido a Abraham y su
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Pastoral Siglo XXI > p.7
descendencia (Cfr. Gen.12,1-3). En esta circunstancia, el pueblo de Israel comienza a dudar de su Dios y se pregunta: ¿Por qué hemos perdido la tierra prometida?, ¿Acaso Marduk, el jefe de los dioses babilonios será más poderoso que Yahvé nuestro Dios?, ¿Será que Dios no puede o no quiere salvarnos de esta esclavitud? En esta crítica situación, los profetas y los creyentes más piadosos de Israel buscaron comunicar al pueblo abatido por la duda, un mensaje de fe y de esperanza. Fue en este contexto donde se escribió el relato de la creación como parte de la historia de las genealogías del pueblo de Israel. Esta historia se desarrolla a lo largo de los once primeros capítulos del Génesis, los cuales son conocidos como “protología” porque narran los orígenes de la humanidad y de Israel. La historia concluye en el capítulo doce, con el relato de la vocación de Abraham, Padre del pueblo de Israel. Mediante las genealogías, es decir, mediante el relato de las generaciones que precedieron al pueblo de Israel, el autor del pasaje busca recordar al pueblo su propia identidad: Israel es el pueblo que Dios ha “creado”, el pueblo de Abraham. Este Dios es el único y el verdadero, porque El lo ha creado todo. El sol y la luna, y los demás astros no son dioses como piensan los babilonios: “Dijo Dios: <<Haya luceros en el firmamento celeste para apartar el día de la noche... Y así fue. Hizo Dios los dos luceros mayores.” (Gen.1,14). Sólo el Dios de Israel, el creador de todo, sólo él es Dios. En aquella dolorosa situación de exilio, el relato de la creación era el mensaje mediante el que Dios invitaba a su pueblo a confiar en El, a no temer ni desfallecer, a no dejarse oprimir por nadie porque todo ser humano es “imagen y semejanza de Dios.” (Cfr. Gen, 1,26-27). El relato de la creación no es un relato científico sino una invitación a la esperanza, a confiar en la bondad de lo creado porque Dios es su hacedor y Dios es infinitamente bueno: “Vio Dios cuanto había hecho y todo estaba muy bien.” (Gen.1,31) Muchas veces, en circunstancias dolorosas y difíciles como la del pueblo de Israel, nosotros tenemos también la tentación de pensar que los males que nos aquejan son obra de Dios y entonces divinizamos los males, creemos que los astros, el sol o la luna o las constelaciones estelares pueden determinar nuestro futuro y, por eso, consultamos los horóscopos o, simplemente, le echamos a Dios la culpa, argumentando que “El lo creó todo”. Se nos olvida que Dios nos hizo a imagen y semejanza suya y como él, nosotros también somos capaces de crear esperanza, belleza y bondad donde todo parece caos y confusión. El pasaje del Génesis nos enseña que Dios nos ha creado para que sin dejarnos deprimir por las contrariedades de este mundo finito y temporal, sigamos, a su imagen y semejanza, haciendo todo muy bien para bendición y santificación de nuestro prójimo y de toda la naturaleza (cfr. Gen.2,1-3). Pbro. Alberto Anguiano García Vicario Parroquial San Juan María Bautista Vianney (Guadalupe)
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MEDITA
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MEDITA > REFLEXION
“DIOS NO PIDE MUCHO
SINO QUE PIDE TODO”
¡Q
ué lamentable es la situación de esclavitud que nos han acarreado estas nuestras cadenas de oro que tanto presumimos! Vivimos bajo las seducciones del mundo y nos hemos acostumbrado a nuestra prisión de diamantes. Este mundo en el que vivimos nos ha engañado arteramente y parece que tú y yo hemos convertido los grilletes en prolongación de nuestras extremidades. Hoy, tenemos que admitir, aunque nos avergüence, que hemos caído en su juego y que ladinamente nos ha entrampado. Sucede que todos nos hemos dejado embaucar y hemos dejado que nos mintiera con sus falacias y sofismas. ¡Creánme!, no se trata solamente de una visión negativa del mundo, ni se trata de alguien que carga irremediablemente sus fobias patológicas. Puedo asegurarles que no tengo delirios persecutorios. Se trata, más bien, de una visión realista sobre este mundo que necesita de redención. Se trata de un mundo, que sin duda es valioso, pero que en nuestro tiempo se ha erguido como si fuera el valor absoluto y ha desplazado a Dios, en un sin fin de corazones. Digamos que este es el elemento externo o exógeno que nos ha acarreado no pocas veces la desventura de un proyecto divino no alcanzado en muchos nosotros. Al mismo tiempo, tenemos que ser justos y asumir en nuestro cuadro de responsabilidades todo aquello que desde nuestra condición humana, tenemos de propensiones. Considero
que los hombres nos hemos convertido en una presa si no fácil sí al menos poco difícil de nuestra misma constitución concupisciente: Olvidamos la grandeza de una historia de libertad cimentada en el ejercicio de la inteligencia y de la recta voluntad, para así orientarnos instintivamente hacia el mundo terreno, temporal y experimental, y esto hace que se vaya retrasando e impidiendo nuestra apertura hacia los bienes superiores, y especialmente a Dios. Lo anterior, se ha convertido también en la razón principal por la cual ilusamente nos hemos creído de las enseñanzas erráticas de este, nuestro mundo, que nos ha hecho creer que lo importante en la vida es el “blof”, la apariencia, el ostentar, el presumir, el disimular, el fingir, el comprar y el consumir. Nuestro tiempo, no es otro sino el de aquellos que equivocadamente pensamos que nuestras cosas sólo son valiosas en cuanto que son costosas y nos gastamos la vida confundiendo el valor de algo con su costo monetario. Hoy todos nos pasamos la existencia juzgando las cosas por el volumen, la cantidad, la forma, el aspecto, la figura... por la apariencia. Y, en la realidad de nuestra vida auténticamente tangible, que poco tiene que ver con lo efímero de las quimeras, nos convertimos en unas víctimas de lo ilusorio, lo ficticio y lo engañoso. ¡Qué eficiente Peste es ésta, al mismo tiempo tan contagiosa y tan mortífera, y que lamentable pandemia la de este mal endémico! Los hombres nos hemos convertido en seres vulnerables de nuestras propias pretensiones, y cuando el enfermo se enamora de los estragos que le ha traído la enfermedad qué inoperante se vuelve el medicamento. Se trata de algo tan real y extraño, que se da en esta situación, y que, sin lugar a dudas, puede ser tan difícil de explicar, pero tan fácilmente de experimentar y... de padecer. Lo más interesante de todo, radica en nuestras torpes creencias, o mejor dicho, en nuestra ingenuidad de pensar que Dios cae en nuestros propios juegos. Se nos olvida que mientras que los hombres miramos y juzgamos por las apariencias, Dios es Aquel que realmente conoce el corazón del hombre, y que en el laberinto de nuestro corazón Él conoce lo más secreto. Pero, por favor díganme: ¿qué podemos hacer? Es cierto que ni tú ni yo podemos abstraernos de este mundo cuantificante, en el que el uso de las matemáticas se utiliza como único criterio valorante. Y tenemos que admitir que es esta nuestra actitud ordinaria con la cual nos presentamos ante Dios, y ante nuestros seres más queridos. Es por ello, que te invito para que nos detengamos a mirar la escena que Jesús ha contemplado con sus ojos divinos, en el grandioso e imponentísimo Templo de Jerusalém.
MEDITA MEDITA > REFLEXION
Detente a mirar, por un solo momento aquello que contempla Aquel que es dueño de todo y de todos, al presenciar a aquella viuda pobre y su ofrenda,... y su corazón,... y date cuenta de que, como lo diría Santa Teresa de Ávila, “Dios no pide mucho sino que pide todo”. ¿Sabes qué? Dios conoce a la perfección y distingue con claridad cuando lo que se le da se trata de un todo que puede ser poco y cuando puede ser un mucho que no lo es todo, y,... aunque no lo entiendas, aún cuando algo aparenta ser poco y otro se presumiera como si fuera mucho, a Él le agrada más ese todo de la mujer sencilla, que la ofrenda de aquellos que ofreciendo lo mucho no le entregan la totalidad. El Señor nos está invitando a que le demos a Dios no de lo mucho que nos sobra, sino a ofrecerle todo nuestro haber, aunque pareciera ser poco. Ofrecerle a Dios mucho y no todo es un querer engañar a quien le son claras nuestras motivaciones. Al Señor le interesa nuestra calidad más que la cantidad. A Él le agrada mucho más el óbolo, la pequeña ofrenda de la viuda que todo ese dinero del mundo que dan aquellos que le ofrecen de lo que les sobra. Tanta razón tenía San Ambrosio, Obispo de Milán, al predicarle a su pueblo en la segunda mitad del siglo IV, acerca de la ofrenda en nuestra vida cristiana: “¿Quieres saber cómo es tu ofrenda para Dios? Tienes que saber que Dios no se fija en lo que das, sino en aquello con lo que te quedas”. La viuda de Sarepta en la primera lectura y la viuda que asiste al Templo de Jerusalém en el Santo Evangelio, han sabido ser generosas desde su pobreza. El pan más valioso, aunque no el más costoso, se le ha ofrecido al profeta de Dios en aquel que se elaboró con el último puñado de harina. Unas monedas pequeñas, insignificantes pero divinamente invaluables, están cayendo casi sin hacer ruido como el más precioso tesoro a través de aquella rendija en la alcancía del Templo. ¿Oye cura, entonces cuál es la propuesta? ¿La vida cristiana consiste en dar poco o en dar mucho? Ni una cosa ni otra, se trata de darlo todo. No podemos engañar a Dios, ya que para Él tan valioso le resultó la ofrenda de un San Pedro que al hablarle de “todo aquello que han dejado” para seguirle, se está refiriendo a una barca avejentada y a unas redes que necesitan estarse remendando con frecuencia, así como valiosa le resultó aquella ofrenda en manos de un San Luis de Gonzaga quien también renunció a la totalidad, y su totalidad para él significó renunciar a favor de su hermano a aquel puesto de la nobleza por ingresar a la formación sacerdotal. Los ojos de los hombres se engañan, pero Dios sabe valorar tanto la renuncia del humilde pescador de Galilea como la de aquel joven de la nobleza. Ellos le están ofreciendo no poco ni mucho, sino todo. Tú sabes que hay unas palabras de la Beata y añorada Madre Teresa de Calcuta que me agradan en demasía y que casi se me han convertido en una especie de letanía:
Pastoral Siglo XXI > p.9 “No importa lo que das, sino el amor con el que lo das”. Pareciera que la referencia es explícita sobre la escena de la ofrenda de la viuda: “A Dios, no le interesa lo que das, sino el amor con el que lo das”. Se trata de ofrecer lo que posees: El último puñado de harina, el último hilo de aceite, las últimas monedas que se tienen para vivir.
Si tú y yo dirigiéramos por un solo segundo nuestra mirada al escenario de nuestras vidas cotidianas después de mirar aquella escena que el Señor contempló en el Templo y escucháramos la profundidad de su Palabra podríamos encontrar una de las razones de aquello por lo que padecemos los hombres. Los abuelos, los nietos, los esposos, los padres, los hijos, los hermanos, los amigos, los clérigos, los feligreses, debiéramos ser conscientes de que lo que importa no es lo que damos, sino el amor con el que lo damos. Oye ¿En alguna parte de este planeta tú haz oído alguna expresión irónica como: “Yo no se de qué te quejas si no te falta nada”? ¿Te parece familiar una expresión vulgar y corriente como la siguiente: “Muchas personas quisieran tener lo que tú tienes y estar en dónde tú estás”..?.¿Dónde lo hemos escuchado? ¿Dónde lo he escuchado: ”Tú lo tienes todo, no te falta nada”? Y cuántas veces nos agradaría responder con ironía aunque no con vulgaridad ni correntía: “Tienes toda la razón en decir que no nos falta nada, ¡No nos falta nada! en realidad nos falta alguien... Alguien que nos escuche, que esté con nosotros, que aconseje o que corrija a sus hijos, que nos apoye, que nos respete... nos falta alguien que nos ame”. Es posible, que ahora estés ya en la posibilidad de comprender que existen muchas cosas que si bien pueden ser demasiado costosas no tienen real y auténticamente tanto valor en la vida, y que al mismo tiempo, hay no pocas cosas que son tan valiosas aún cuando no tienen un alto costo, al menos en lo monetario. Revisemos nuestra vida cotidiana y aprendamos a tener un juicio adecuado no tan sólo sobre lo que le ofrecemos a Dios sino también a nuestros seres más queridos. ¡Cuánta razón tenía Antonio Machado cuando afirmaba que solo los necios, confunden el valor y precio! Pbro. Rogelio Narváez Martínez Párroco de la Parroquia del Rosario
MEDITA MEDITA > REFLEXION
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LA EUCARISTÍA
ALIMENTO DEL PEREGRINO
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a Eucaristía es así, alimento para el peregrino, para el que se ha atrevido a confiar en Dios y andar la ruta de la libertad, del amor, de la verdad, la justicia y el perdón.
En el Antiguo Testamento Dios sacó a su pueblo de Egipto y lo alimentó en el desierto, con el maná (harina que aparecía sobre la superficie cada mañana para elaborar el pan) mientras lo conducía a la tierra prometida. Este maná no lo habían conocido jamás los Israelitas cuando estaban en Egipto, ni lo volvieron a ver después de que llegaron a Jerusalén. El maná fue entonces, el alimento para quien peregrinaba a la tierra prometida. Por eso cuando san Juan identifica a Jesús con el nuevo maná que ha bajado del cielo (Jn 6,51), podemos comprender que Jesús es el alimento para quien va en peregrinación hacia la “tierra prometida”. Dios nos invita a dejar nuestras seguridades y nuestros pecados y salir “de Egipto” para vivirnos en con libertad como sus hijos, alimentados sólo por su Hijo y confiados en que será Él quien nos hará alcanzar nuestro encuentro definitivo con Él. La Eucaristía es así, alimento para el peregrino, para el que se ha atrevido a confiar en Dios y andar la ruta de la libertad, del amor, de la verdad, la justicia y el perdón. Para quienes han decidido este camino es indispensable Dios. Es Dios quien nos llama a salir de nuestra zona de confort y a esforzarnos por vivir con nuestro corazón puesto en Él, para ello nos ofrece a su Hijo. Por eso nos dice Jesús: si se deciden caminar hacia el Padre…, “sin mí, nada pueden hacer”. Hay mucha gente que cree que puede vivir sin la Eucaristía, que comulga en “los eventos importantes”, que comulga “cuando le nace”. Estos no son peregrinos y por lo tanto no han sentido la necesidad del Alimento para el camino… Respondamos al llamado del Padre que nos invita a caminar hacia Él, confiados en que seremos alimentados por su Hijo y guiados por su Santo Espíritu. . Pbro. Héctor Mario Pérez Villarreal Prefecto Disciplinar del Instituto de Teología del Seminario Arquidiocesano de Monterrey
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Pastoral Siglo XXI > p.11
Pregunta: “Padre, a nosotros se nos ha inculcado que nadie ha conocido el misterio de la muerte, es decir nadie sabe que sucede después de la muerte, sin embargo, de acuerdo a la Escritura, Lázaro falleció y Jesucristo lo resucitó al tercer día. La pregunta es: ¿Será que Lázaro conoció algo sobre lo que sucede después de la muerte? Muchas gracias por su respuesta”. Respuesta: Sobre el tema de la muerte, tenemos, por un lado lo que nos informa la Sagrada Escritura y por otro lado algunas experiencias de personas, como Lázaro, y otros, que habiendo experimentado la muerte han regresado a nuestro mundo, fenómeno llamado hoy “beyond and back”. Te propongo, para abarcar este tema que lo dividamos de esta manera y podamos resolver tu cuestión. Sobre la muerte, o más bien lo que hay después de la muerte, la Sagrada Escritura, principalmente en el NT nos dice, que Dios tiene preparado para nosotros, los que le amamos, el Paraíso que en palabras de San Pablo sería: “… ni el ojo vio, ni el oído escuchó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios tiene preparado para los que le aman”(1Co. 2,9). Es decir, que lo que existe después de la muerte es el Cielo, el cual se identifica con un estado de vida en el que ya no hay dolor ni sufrimiento de ninguna clase, en el que se experimenta el gozo extremo e inimaginable de vivir en Dios. De esto no tenemos elementos experimentales ni experienciales, pues entra en el ámbito de la fe. Para poder profundizar en el tema que se propone será bueno que ahora nos preguntemos ¿qué es la muerte? Teológicamente se define como: “la incapacidad absoluta que tiene el cuerpo de retener el alma”. De manera que la muerte ocurre cuando el alma se separa del cuerpo... Y nos referimos al alma espiritual, no al elemento biológico natural que mantiene viva físicamente a la persona. Ahora bien, dado que uno de los elementos que muestran la presencia del alma humana es la actividad cerebral (no me meto en todo lo que esto implica), cuando se demuestra que ya no hay actividad cerebral, aunque esté aun “físicamente vivo” (es decir que el corazón y las demás funciones parasimpáticas, se mantengan en el cuerpo), la persona realmente ya ha muerto. En ese momento la persona entra en lo que hoy se conoce como un “transito”. Por las experiencias de quienes han presentado ya una muerte clínica y que después han regresado a la vida, fenómeno que llamamos RESUCITACIÓN, para distinguirlo de la RESURRECCIÓN la cual se dará solo en el juicio final, se tienen muchos testimonios científicamente comprobados en los que aquellos que la han vivido, hablan de una “experiencia” de “camino”. En todos ellos la experiencia común es que no llegan al final del viaje (a veces presentado como puente, como río, como camino, etc.). De estos testimonios podemos inferir que en todos esos casos, esas personas no han sido aun juzgadas... No han llegado al Cielo... Y por lo tanto no han tenido la visión beatífica total, como nos lo dice San Pablo en Corintios, en donde el hombre conocerá a Dios como él lo conoce a uno mismo. En estas experiencias, es común también el hecho de la no espacialidad y no temporalidad que le es propio al estado celestial, el estado en el que vive Dios mismo. De manera que aunque a los que permanecemos en el ámbito temporal, parecería que han pasado una dos o más horas, incluso días, para la persona en su experiencia ATEMPORAL serán solo segundos o minutos, ya qué al salir de este mundo, en este proceso de tránsito, se tiene una concepción de tiempo que no corresponde a la realidad que nosotros conocemos. La resucitación implica una regeneración de la parte afectada del cuerpo que causaba la enfermedad y que finalmente causó la muerte. En todos los casos, incluyendo el de Lázaro, las personas regresan de ese tránsito con una curación “milagrosa” de manera que no se explican los médicos cómo es que la causa que provocó la muerte ha sido totalmente sanada. Otra de las experiencias comunes es que las personas tienen una “conversión profunda a Dios” cualesquiera que sea la imagen de Dios que la persona tenga. Esto de ordinario cambia radicalmente su vida. Con todo esto que hemos dicho, podemos concluir que la experiencia real del Cielo, solo lo podemos saber por la fe, sea por lo que la Escritura nos ha revelado, como por las experiencias místicas de los maestros espirituales. La experiencia que conocemos de los que han revivido, es solo una experiencia parcial que no puede ser tomada como la experiencia del Cielo; por lo que sus testimonios sólo serán elementos confusos de una realidad que ya no es la de la tierra (espacio-temporales), pero que no se puede equiparar a lo que es el Cielo prometido por Cristo, o en caso de un una vida perversa, la experiencia del infierno. . Pbro. Ernesto María Caro Osorio Escríbenos a: Párroco en la Santa Cruz San Nicolás de los Garza pastoralsiglo21@arquinetmty.com
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Pastoral Siglo XXI > p.12
La infinita misericordia de Dios se manifiesta de muchas maneras. Desafortunadamente no todos han querido vivirla y prefieren permanecer indiferentes.
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a infinita misericordia de Dios se manifiesta de muchas maneras. Desafortunadamente no todos han querido vivirla y prefieren permanecer indiferentes ante la llamada de amor de Aquel que nos ha creado por amor. Una de las parábolas más hermosas que encontramos en la Sagrada Escritura es la del Hijo Pródigo (Lc 15, 11-32). Es un mensaje hecho para los hombres y mujeres de todos los tiempos, es un mensaje siempre actual, tiene la bellísima intención de levantar la moral de aquellos que se encuentran deprimidos espiritualmente. Si el corazón humano es duro con el débil, el corazón de Dios es infinitamente tierno y misericordioso. Junto a esto, leemos varias veces en el Evangelio las acusaciones de las que es víctima nuestro Señor. Los fariseos constantemente le restriegan que convive mucho con los pecadores y hasta come con ellos, a lo que Jesús responde con una sola frase: “No son los sanos, sino los enfermos, los que necesitan del médico” (Mt 9, 12). En esta parábola el Señor nos demuestra su gran amor, podemos decir que son muchas historias en una sola. Aquel padre vive todavía, existen hijos e hijas que van y vienen constantemente. Otros que no se atreven a volver, ya que han despilfarrado todo lo que se les ha dado, perdieron la gracia, la dicha que buscaban se disolvió de repente. Son vidas desperdiciadas, quemadas antes de tiempo, viejos prematuros para quienes todo se acabó, excepto la esclavitud de sus vicios. Humanamente hablando nada se podría esperar, pero ante Dios, TODO ES POSIBLE. La vuelta a la Casa del Padre es un milagro de la gracia que siempre es posible, pero nuestro buen Dios, siempre respeta la libertad de sus hijos y no suele forzar a nadie. El Padre siempre estará esperando; pero no mandará al policía. Si en lo humano lo que cuenta muchas veces son las actitudes exteriores, las apariencias, ante Dios lo único que vale es lo voluntariamente salido del corazón. Dios está esperando con el corazón siempre abierto. Este mensaje debe ser para nosotros una invitación a la reflexión y a la decisión de volver a nuestro Padre Dios. El signo de esta vuelta, está al alcance de nuestra mano y bien sabemos que cuesta, pero los resultados son maravillosos: La Confesión. Este sacramento, instituido por Cristo, es el que nos permite vivir la regeneración, es el sacramento por el que el hijo pródigo se levanta nuevamente, constituido como hijo, con todos sus derechos. Levantarse de la confesión es sentirse nuevo, recién nacido, libre de todo mal que ahogaba nuestra vida. En los más humildes confesionarios, de cualquier Iglesia del mundo, se vive constantemente la escena del hijo pródigo feliz en los brazos de su padre. No tengamos miedo de reconocer nuestra necesidad de Dios, antes bien, dispongámonos a dejarnos envolver por su infinita gracia y misericordia.
Pbro. Juan José Martínez Segovia Párroco en San Juan Bosco
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Pastoral Siglo XXI > p.13
RECONSTRUIR
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espués del 25 de agosto del 2011, fecha que nos recuerda el triste acontecimiento del Casino Royale, no solo en Monterrey sino en todo el País, únicamente podemos pensar en el mensaje con el que nuestro arzobispo, Don Francisco Robles Ortega, nos deseaba felices Pascuas para 2011 invitándonos a asumir la tarea de reconstruir nuestra Cuidad a partir de la verdadera fe cristiana. La realidad social que nos envuelve, teñida de sangre fraterna derramada de una forma tan cruel e irracional, ha llegado a constituir un signo de los tiempos, tan fuerte y alarmante, frente al cual los discípulos de Jesucristo ya no podemos permanecer ciegos, insensibles y acobardados. Entonces es hora de reaccionar, es hora de volver los ojos hacia el Resucitado y de clamar con fuerza para que nos devuelva el Espíritu de valentía: el mismo Espíritu que permitió a los primeros discípulos partir de cero para sustituir la idolatría del mundo con la fe cristiana. Reconstruir la ciudad de Monterrey, reconstruir México y trascender para reconstruir el mundo entero es una obra humanamente imposible como sería querer echar al abismo una inmensa montaña con el puro poder de la Palabra. Pero lo que es imposible a los hombres no es imposible para Dios, porque para él todo es posible. Si, de verdad, nos hemos dado cuenta de esto, podemos empezar a realizar la tarea. El primer paso es reconocer que Jesucristo, la piedra rechazada por los constructores, debe ser seleccionado de nuevo para ser puesta como piedra angular de la construcción, que urge levantar. Y el segundo paso es amoldar todas las otras piedras vivas, que acepten colaborar en la misma construcción, a semejanza de la primera. Para ello no nos es lícito trabajar como evangelizadores incompetentes. Necesitamos aprender a edificar del mismo y único Maestro que se nos ha dado, que es Jesús de Nazareth, el Ungido de Dios. ¿Cuándo comprenderemos que la nueva evangelización consiste en volver a las fuentes neo-testamentales de la fe cristiana? Este retorno a las fuentes de la fe implica muchas cosas, pero una de las fundamentales es recuperar el método aplicado por Jesucristo y por sus inmediatos discípulos. Mientras no asumamos el método de Jesucristo seguiremos perpetuando la reproducción de una estructura eclesial obsoleta. De lo contrario, volviendo al método de Jesús, descubriremos cómo comunicar su verdadero Espíritu. Estamos, pues, en frente de un reto colosal. Es el mismo reto al que se afrontó Jesús: ¿hay que empezar por renovar las estructuras o renovar las personas? La opción de Jesús fue clara y también determinante: fue por cambiar primero a las personas. Pbro. Gian Claudio Beccarelli Ferrari Vicario Episcopal de Vida Consagrada
VIVE
CANTABO IN AETERNUM MISERICORDIAS DOMINI...
VIVE > TESTIMONIO DE UN APOSTOL
Pastoral Siglo XXI > p.14
A todos nos ha quedado claro que el don del sacerdocio es sólo signo de misericordia y gracia, no de nuestros méritos. Conociéndonos y amándonos, Dios ha querido ponerse en nuestras manos y valerse de nosotros, con todo y limitaciones, para estar presente entre los hombres y actuar en su favor. También al convivir en estos días con mis hermanos neo sacerdotes, se nota que en nuestra vida una gran alegría ha tocado a nuestro corazón al descubrir que Dios está tan cerca de nosotros en la Eucaristía y brota un profundo agradecimiento por el hecho de que Él se confíe a nuestra debilidad. ¿Cómo no estar alegres por haber recibido de él el mandato: “hagan esto en conmemoración mía”?
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urante las cantamisas casi todos temblábamos cuando mostrábamos por primera vez la Santa Eucaristía a la comunidad y decíamos: “Por Cristo, con Él y en Él”. En unos era evidente y en otros imperceptible… unos tuvimos que hacer pausas para detener el llanto, otros no podían ocultar la sonrisa… pero la experiencia era la misma: nos sentíamos rotundamente amados por Abbá. Esa Eucaristía era una meta y un punto de partida, una gran bendición, al mismo tiempo que una gran misión. Ser testigos del milagro e instrumentos del mismo fue para todos una experiencia que hace temblar… Se tiembla, es cierto, pero con gran confianza y gratitud; se tiembla cantando eternamente, como dice el Salmo, la gran misericordia divina y recordando que al que mucho se le da, mucho se le pide… era conciencia de saber quiénes somos y confianza de que Dios también supo quiénes somos cuando nos llamó… Tenemos grabados en el corazón los sentimientos del apóstol que escribió: “Sé en quién he puesto mi confianza”, porque no la hemos puesto en nosotros mismos sino en nuestro buen Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos y para quien nada es imposible, y nos ama… y nos llama. Al recordar lo que cada uno compartimos en las cantamisas me doy cuenta que nunca faltó la palabra “misericordia” o “gracia” al reflexionar sobre el sacerdocio…
Algo más que reflexionar es que este regalo de Abbá a Jesucristo: catorce jóvenes para estar con Él, se dio en un contexto social de violencia y miedo en nuestra Arquidiócesis de Monterrey… y ya que el don también se torna misión y compromiso de “responder al valor y la humildad de Dios con nuestro valor y nuestra humildad”, nos encomendamos a su oración. Sin su oración nuestro sacerdocio más difícilmente estará arraigado en lo íntimo del corazón de Jesús; sin su oración y la nuestra, difícilmente seremos la fuente de agua viva para los hombres que vamos a encontrar en el camino, sedientos y buscando; difícilmente responderemos a la llamada y al don que se nos ha dado en un contexto histórico concreto, para dar esperanza y llevar Vida en abundancia. Oren por nosotros. En estos días también están en nuestra mente y corazón los seminaristas, a quienes deseamos vivan con mucho entusiasmo y santidad su vocación para que reciban un día la ordenación, y con los sacerdotes que ya estaban, los que ahora nos unimos y ustedes en el futuro, unidos todos al amor de Jesús por las personas, cuidemos de ellos y les hagamos experimentar en lo concreto el infinito amor de Abbá, que tanto amó al mundo, que nos dio a su Hijo Jesús. Oremos unos por otros, diciendo: Jesus, mitis et humilis corde: fac cor nostrum secundum cor tuum… Pbro. Rodolfo Antonio Martínez García Vicario Parroquial en San Juan Bautista (Centro García)
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ยกTU PUE DES SER
SA CER DO TE!