Pastoral Siglo XXI / Marzo 2013

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PASTORAL

SIGLO XXI AÑO: 6 No: 52

CONOCE> LA ALEGRÍA DE LA FE / P. 3

COSTO DE EDICION: $10.00 MEDITA> CINCO VICIOS DE LA CONFESIÓN / P. 9

MARZO 2013 LA VOZ DE LA IGLESIA EN MONTERREY COMPROMETETE>

ESPIRITUALIDAD DE COMUNIÓN / P.12

ASAMBLEA ECLESIAL

DIOCESANA


CONOCE

PADRE NUESTRO

CONOCE > LA VOZ DEL PASTOR

Pastoral Siglo XXI > p.2

Y LA VIVENCIA COMUNITARIA L

a oración del Padre Nuestro, es la plegaria dominical, la que Jesús nos enseñó. Quiero ver la segunda parte del padre Nuestro, porque la comunión, la convivencia, la vivencia comunitaria se finca en 4 cosas que dice el Padre Nuestro al final: En el Pan único y partido, en el perdón de las deudas, en no caer en la tentación y estar atentos a los estragos del maligno. - Danos hoy el pan de cada día: Gracias a Dios todos los padres de la Iglesia han interpretado de modo muy amplio y rico estas palabras. Hay un pan que no da vida pero hay un pan que se convierte en algo esencial, lo escuchamos en la Biblia, no solo de pan vive el hombre. Hay un pan esencial como dice el Padre Nuestro, el Pan de cada día y se refiere aquel pan que Israel comió en el desierto y que cada día caía en el campamento de tal modo que nadie podía guardar nada para el día siguiente. Es el pan no acumulativo, no es el pan que se convierte en algo de propiedad única y que no se comparte, es el pan único y partido, es lo que recitamos en la Eucaristía, ese pan universal que se convierte en la esperanza de comunión de la humanidad y también de la Iglesia, con toda razón los Santos Padres vieron aquí el pan Eucarístico, el maná bajado del cielo, el pan de cada día. Una vivencia comunitaria se basa en el pan, es el signo de comunión. Perdona nuestras ofensas: Esta traducción que se hizo muy recientemente no es la que aprendí de niño, aunque es más literal tiene mayor significado, “perdónanos las deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Esto habla de algo muy concreto: una sociedad que necesita compartir el dinero, una sociedad que vive del crédito no es ahora, es de todos los tiempos y que ha dividido a las comunidades. El dinero es causa de división en todos lados, lo dice el apóstol Santiago, las guerras y las divisiones provienen de ambicionar lo que uno no tiene, no logras tener lo que deseas y haces la guerra. La comunidad humana, la comunidad cristiana pasa a través de la comunión de bienes y ésta tiene una expresión fundamental, el perdón de la deuda, donde queda a prueba la capacidad de compartir de los seres humanos. Hermanos, el Padre Nuestro nos enseña que en las deudas debe haber simetría, “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden” “perdona las deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores” allí se fija y se finca la vivencia comunitaria. Aquellos que ven en esos relatos paradigmáticos del libro de los Hechos de los Apóstoles como ideales no realizables se equivocarían, porque ¿qué es la ética? es creer en un ideal, es valorar lo que no es pero que tiene que ser, la ética no se basa en lo que es, sino en lo que tiene que ser, es decir, en los ideales de convivencia, no son alcanzables plenamente pero son siempre incentivo para alcanzarlos; es una comunidad ideal que pone el libro de los Hechos de los Apóstoles pero no por ello irrealizable, puede ser una utopía, pero una utopía que nos exige caminar cada día y acercarnos a ese modelo de la Iglesia primitiva que sigue siendo para nosotros la razón de nuestros esfuerzos, queremos comunidades como las comunidades de la Iglesia primitiva, que comparten el pan, se perdonan las deudas, que son capaces de reconciliarse ¿quién no quisiera una realización interpersonal y comunitaria donde no hubiera que pedir perdón?. Mientras somos de carne y hueso el perdón es el punto fundamental para sostener la comunión; el perdón en nuestra lengua tiene un bonito significado, es darse de más, más allá de lo que te toca, de lo que te corresponde, eso es perdonar.

“No nos dejes caer en tentación”. Ésta homeostasis, este equilibrio de comunión que lo da el pan único y partido, que lo da el perdón, también necesita una referencia que es Dios, por eso decimos no nos dejes caer en la tentación, no nos dejes mirarnos a nosotros mismos sino mirarte a tí y confiar en tí. Es cuando la comunidad cristiana sabiendo sus limites aspira a lo ideal, no se vence y sigue adelante, por eso no cae en la tentación de echarse para atrás, de negar la bondad de Dios, de negar que esta Iglesia, así como es santa y pecadora, es la Iglesia de Dios. “Líbranos del maligno”. El maligno quiere hacer absoluto lo que es relativo y quiere ser relativo lo que es absoluto, Dios es el único absoluto y todo lo demás depende de Él; por esa vivencia comunitaria, tiene que tocar estas realidades cotidianas, es una realidad que esta centrada en el pan, por eso la Eucaristía. Una comunidad sobrevive y vive por el perdón, recuerden como el primer cristiano mártir, San Esteban dijo: “perdónalos porque no saben lo que hacen”. Cuando uno llega a esta experiencia mística de ver en la ofensa algo no tan grave, ha entrado en la dimensión de Cristo, nosotros agrandamos el problema, por eso decía Jesús, es necesario quitarse esa astilla que no permite ver con objetividad. Vamos a pedirle eso al Señor, porque no hay Iglesia, no hay presbiterio sin perdonarnos, sin aceptarnos, sin tolerarnos, sin valorarnos.


CONOCE

CONOCE > EDITORIAL CONTENIDO

CONOCE LA VOZ DEL PASTOR / p.2 EDITORIAL / p.3 EL NIÑO DE LA PASTORELA DE MARZO / p.4 y p.5 EL SACRAMENTO DEL PERDÓN / p.6 MEDITA ERES POLVO Y ERES HIJO / p.7 “PA’L CASO... ¿ES LO MISMO?” / p.8 CINCO VICIOS DE LA CONFESIÓN / p.9 COMPROMETETE MIRARNOS COMO DIOS NOS VE / p.10 LA DIMENSIÓN HUMANA DE LA VIVENCIA COMUNITARIA / p.11 LA ESPIRITUALIDAD DE LA COMUNIÓN / p.12 VIVE ENCUENTRO DEL SR. ARZOBISPO ROGELIO CABRERA LÓPEZ CON LOS LAICOS / p.13 ASAMBLEA ECLESIAL DIOCESANA / p.14 y p.15 MEMORIAS ASAMBLEA ECLESIAL / p.16

DIRECTORIO Subdirector Pbro. Juan José Martínez Segovia Director Editorial Pbro. Walter Fernando Gómez Olvera Coordinación Lic. Juan Pablo Vazquez Rodríguez Consejo Editorial Lic. Yolanda Ruiz Martínez Lic. Jorge Rodríguez Tueme Pbro. Juan José Martínez Segovia Pbro. Walter F. Gómez Olvera Pbro. Javier Hernández Raygoza Pbro. Franciso Gomez Colaboradores Secretariados, Departamentos y Comisiones de la Arquidiócesis. Representantes Parroquiales. Redacción y Revisión Departamento de Comunicación Diseño LDGP Daniel García Impreso Grupo Publicitario Distribución Mensajería y paquetería Galgo S.A. de C.V. Contabilidad Jasso Silva y Asociados S.C. Directorio Periódico Mensual Marzo de 2013. Editor responsable: Pbro. Walter F. Gómez Olvera. No. de certificado de Reserva otorgado por el Instituto Nacional de Derecho de Autor: 04-2007- 072412073100-01. No. de Certificado de lícitud de Título: 13903. No. de Certificado de licitud de Contenido: 11476. Domicilio de la Publicación: Zuazua 1100 Sur, Barrio Antiguo, C.P. 64000, Monterrey N.L. Imprenta: Grupo Publicitario Calle Chapala 147-1 Col. Mitras Sur, Monterrey, N.L. México Distribuidor: Mensajería y Paquetería Galgo, Calle 16 de Septiembre 413 Ote. Col. Independencia C.P. 64720 Monterrey, N.L.

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uchas personas no quieren saber nada de la religión porque la consideran aburrida, pesada, comprometedora y sobre todo cuestionadora de nuestra vida y nuestra manera de actuar. Nuestra doctrina cristiana no es una doctrina que tiene como fin alcanzar los bienes terrenos, como nos lo hacen ver los medios de comunicación y el tipo de gobierno que se vive en el mundo, así como la globalización, el internet y la posmodernidad. Nuestra doctrina cristiana está basada en la FE de una Persona Divina que nos invita a tener una relación de amor con Él, para que podamos alcanzar la felicidad verdadera. Muchas personas al no ver a Dios, no creen en Él, dudan de su existencia y llegan a negarlo. Hay que saber ubicar muy bien nuestra vida de FE en relación con ese Dios que nos ha creado. Dios no existe sólo para satisfacer nuestras necesidades y si no las satisface, es que no le importamos y dejo de creer en Él. Pensamos que Él está a nuestro servicio y antojo, y esto no es así, “es al revés”. Dios nos ha creado y tiene un plan para ti y para mí. Nosotros lo que debemos hacer es tener la FE bien puesta en la confianza de saber que Dios nos cuida, nos guía y estamos en sus manos. Pero tenemos miedo dejarnos llevar por Él, primero porque dudamos de su amor, segundo porque no sabemos si nos va a conceder lo que le pedimos y tercero, no vaya a ser que nos conceda algo diferente a lo que le pedimos. Si nosotros nos adelantamos y nos predisponemos a pedirle sólo aquello que nos hace sentirnos bien, ahí hay que tener cuidado; porque lo condicionamos a que Él nos conceda lo que queremos, pero son cosas que muchas veces, no digo que siempre, estén basadas en la vanidad, en el orgullo, y quizá hasta en la venganza; y lo que sería peor, es pedirle, que no vaya a tener una consecuencia negativa para nosotros, el pecado que a veces cometemos. La FE es algo muy diferente, es confiar en Dios, no adelantarnos, dejarlo que Él nos lleve por la vida, según su voluntad; sin tener miedo a lo que venga porque de Él sólo pueden venir cosas buenas. No envidiar lo que otros van recibiendo y sobre todo saber esperar. La FE se hace ESPERANZA cuando nos confiamos a Dios: “En efecto, ESPERANZA es una palabra central en la fe bíblica, hasta el punto de que en muchos pasajes las palabras FE y ESPERANZA parecen intercambiables. Así, la Carta a los Hebreos une estrechamente la plenitud de la fe (10,22) con la firme confesión de la esperanza. (10,23)” (cfr. Carta Encíclica “SPE SALVI” del Papa Benedicto XVI; impreso en México por Ed. Paulinas; pág. 6). Pero como decía: “es al revés”; nosotros nos ajustamos a su voluntad, no Él a la nuestra. Muchas veces tomamos el papel de Dios y queremos que Él tome el de laico. Que Él se acople a mi voluntad. No, la alegría de la FE es saber que Él lleva nuestra vida y a nosotros lo que nos toca es confiar y disfrutar de la certeza de que Él nos va guiando, nos va satisfaciendo en nuestras necesidades; a nosotros lo que nos toca es simplemente ESPERAR. Hace falta crecer en esta virtud teológica, que es la que nos permite tomar adecuadamente nuestro papel en la relación con Dios. FE y ESPERANZA, virtudes necesarias en la vida que estamos desarrollando en este mundo. Y una firme certeza de que a Dios le importamos, creer firmemente que Él se encarga y se encargará de nosotros. No como una ESPERANZA superficial o con una FE falsa. Decir que creo en Él simplemente por decirlo, este ha sido el gran ERROR de mucha gente que dice creer en Dios y vive desesperadamente; decir que cree en Dios y querer asegurar su gusto a través de la influencia, la manipulación y la mentira, incluso, lo vuelvo a repetir, pidiéndole a Dios que le conceda aquello que de antemano está basado en el pecado. Tenemos que llegar a ese nivel de alegría y espiritualidad: “Cristo murió por todos, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para él que murió por ellos” (cfr. 2 Cor. 5,15). Esta es la verdadera alegría que debo reflejar en mi vida, una esperanza que se alcanza en esta tierra pero que llega hasta el infinito. Aquí es donde el hombre debe poner su FE, en saber que la vida está centrada en múltiples esperanzas pero llegará el día en que alcanzará la última de ellas que lo llevará a la alegría eterna de la FE Pbro. Walter Fdo. Gómez Olvera Parroco en la Parroquia Santa Cecilia


CONOCE CONOCE > ARTE SACRO

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EL NIÑO DE LA PASTORELA DE MARZO

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a fe del pueblo cristiano se manifiesta concretamente en objetos. Una imagen de Cristo crucificado revela el credo de quien lo posee. Los católicos poseemos imágenes de Nuestro Señor, de la Virgen y de los santos; especial importancia tiene dentro de las familias creyentes la imagen del Niño Dios. En ocasiones el Niño Dios es heredado de los mayores que ya se han adelantado, a veces es de fino material o de barro simple, en muchas ocasiones se viste, se le consigue una silla, se le consigue un padrino o una madrina cada año. Es un testimonio elocuente de la fe familiar. En ocasiones, como el caso que se presenta a continuación, el Niño Dios es objeto de una especial devoción concretizada en interesantes manifestaciones familiares que son muy interesantes desde el punto de vista cultural.

EL NIÑO

Hace más de un siglo, en el último cuarto del siglo XIX, un comerciante del Uro llamado Eufemio Salazar adquirió una imagen del Niño Dios. Siendo joven encargó la imagen que según la tradición de sus descendientes fue traída de España. La imagen es de porcelana y es muy pequeña. Desde hace muchos años es acompañada por un par de imágenes de porcelana de la Virgen y de san José que no corresponden ni en calidad, ni en tamaño ni en estilo al Niño. Eufemio falleció en 1942. Él dejó el Niño en herencia a su hija Concepción Salazar Martínez quien falleció en 1993 y ella lo dejó a su vez a su hijo Santiago Alvarado. Desde que Eufemio lo adquirió el Niño estuvo en la casa familiar en El Uro, después la familia se trasladó a la Colonia Nuevo Repueblo. La segunda propietaria Concepción, hija de Eufemio, lo trasladaba personalmente para protegerlo adecuadamente en cada mudanza dado que la familia cambió de residencia en varias ocasiones siempre en esta misma colonia. El cuidado que la pieza merece de la familia ha merecido siempre que sean pocas manos, siempre adultas, las que lo toquen y las que lo muevan. Desde hace muchos años se tiene la costumbre familiar de hacerle cada año un vestido al Niño, así los vestidos que ha tenido y que se conservan se cuentan por docenas. Los primeros vestidos eran muy rústicos realizados con manta. En algunas ocasiones de remanufacturaba alguno de los anteriores añadiéndole algo de material nuevo. Los vestidos han fluctuado entre camisones muy simples hasta ropones que asemejan a los de los niños cuando son bautizados.

LA PASTORELA Eufemio se dio a la tarea de componerle una pastorela a la pequeña imagen del Niño Dios. Más tarde él mismo se encargó de pedirle a un conocido que le ayudara a transcribirla. El guión de la pastorela aún está en posesión de la familia y está fechado en el año de 1894 “Hoy día 2 de noviembre de 1894 a la una en punto de la tarde se acabó de trascribir esta obra (…)”. La pastorela era representada por la familia en El Uro, era representada la noche previa al día en que el niño era levantado: el 19 de marzo día del señor san José. Duraba toda la noche, comenzaba cerca de las 10 p. m. hasta concluir en la madrugada siguiente cerca de las 6 a. m. El último año en que se montó la pastorela fue cerca de 1942. Eufemio era el encargado de dar vida al personaje de Lucifer. Esta pastorela era tan importante para él que él mismo se retrató con el vestuario del personaje que le correspondía. Es de subrayar la importancia que debió haber tenido para él su participación en la pastorela que pagó para retratarse en un estudio fotográfico con el vestuario correspondiente. Cosa interesante es que el vestuario no es nada similar a lo que esperaríamos de una persona que caracteriza a un demonio según nuestros esquemas modernos habituales de las pastorelas.


CONOCE

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CONOCE > IGLESIA

El vestuario de Eufemio fue conservado por muchos años por la familia en un baúl hasta que uno de sus descendientes dispuso de tal manera de él que ya no se supo nada de esas vestiduras, ni siquiera del sable que era parte de la indumentaria. Muchas partes de la pastorela eran textos cantados. Estos se interpretaron por décadas. La señora Hortensia, esposa de Santiago, actual propietario del Niño, al notar que las personas que los conocían eran ya personas de edad logró que los grabaran en un casete para que cuando las personas faltaran no se perdiera la riqueza de los cantos que eran aprendidos de memoria por los integrantes de la familia. Recientemente la grabación se transfirió a un disco compacto. Además de los mencionados cantos, que son parte integral de la pastorela, el Niño era adorado con cantos realizados ex profeso por la familia; estos son entonados por la familia Alvarado hasta el día de hoy.

EL GUIÓN El escrito de la pastorela comienza con la lista de los personajes, 18 en total; además del representado por Eufemio aparecían san José, la Virgen, san Miguel, san Gabriel, el profeta Simeón, seis pastores y algunos otros personajes “malignos” como Satanás, Astucia, Asmodeo y Astaro. En el escrito además se incluye la descripción del vestuario, así Lucifer debía aparecer con vestido negro y velo negro. Más adelante aparecen algunas indicaciones para el montaje como por ejemplo la indicación que una misma persona podrá representar dos personajes. La pastorela es presentada bajo el siguiente nombre “La mayor dicha del mundo y astucias de Lucifer” esta misma frase es la última del guión de la pastorela. El objetivo de toda la obra se presenta de la siguiente manera en las indicaciones introductorias: “Es mi deseo dejar recuerdos a las generaciones venideras y no olviden los recuerdos del nacimiento de nuestro Redentor que en una hermosa cruz expiró en el Gólgota por nosotros”. El primer texto a declamar estaría a cargo de Lucifer: “Luego que subí y bajé fui príncipe y fui luz bella pero se opacó mi estrella al instante que pequé”. (En los textos citados provenientes de la pastorela se ha actualizado el castellano para facilitar su lectura). En la última página el que la ha transcrito se disculpa por los errores de ortografía que pudo haber cometido “(…) según mi poca inteligencia siendo mi profesión labrador y jornalero”. En esta misma página, que es la 307, se encuentra el dato que el tomo en propiedad de Santiago Alvarado es la tercera copia realizada y que quedó en propiedad del “católico creyente Felipe”.

EL PORVENIR La pastorela, lamentablemente, ya no se ha representado. Algunos objetos de la misma se han ido extraviando poco a poco. El Niño ya no es levantado el 19 de marzo sino en enero o el 2 de febrero como es una costumbre mucho más extendida el día de hoy en muchos hogares. Santiago, nieto de Eufemio, y actual heredero ha dispuesto que sea su hija mayor Teresa quien vive al sur de la Ciudad de Monterrey a que ella sea la siguiente heredera del preciado Niño, muy probablemente será la siguiente casa del Niño y eso lo llevará fuera de la colonia que por 70 años ha sido su residencia. Ojalá que en futuro pudiera trascribirse y actualizarse el texto de la pastorela y ojalá que se pudiera representar en honor de Nuestro Señor representado en la pequeña imagen del Niño Dios de la familia Alvarado . Pbro. Lic. José Raúl Mena Seifert Miembro de la Dimensión de los Bienes Culturales de la Iglesia. jmena@arquinetmty.com En facebook: difusiondeartesacro


CONOCE EL SACRAMENTO DEL PERDÓN CONOCE > SACRAMENTOS

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“Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados –dijo al paralítico- : a ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.” (Lc 5, 24). ño tras años la iglesia levanta la voz en la conciencia de todos los fieles y nos invita a la conversión y al arrepentimiento en este tiempo de cuaresma. El mensaje cuaresmal es claro y exigente no basta con la ceniza, esto es solo un indicador de alguien que está dispuesto a hacer lo verdaderamente importante, la conversión del corazón (a través del arrepentimiento y la confesión) y la búsqueda de las penitencias que me empobrecen y me hacen necesitado al mismo tiempo que buscan enriquecer al que vive empobrecido. Sin embargo lo segundo solo se logrará y tendrá un verdadero sentido cuaresmal si todas esas prácticas exteriores son fruto de un quiebre interior de mis propias soberbias y un reconocimiento de mis grandes faltas expresadas en el sacramento de la confesión, a la que sin miedo a fallar en el juicio, tantos batallamos en acercarnos. Nunca ha sido fácil para el hombre reconocer sus errores, ponerse en evidencia, expresar sus atrocidades. Pero es que olvidamos que el sacramento de la confesión es el momento más tierno y bello de la vida de fe. Es el momento del abrazo amoroso, de la recepción jubilosa de aquel Padre que esperaba el retorno del hijo que había despilfarrado no su dinero si no su vida.

A

El sacramento de la confesión es el momento de la intimidad más real y honesta con Dios. Es el espacio kairológico en que las palabras de la creatura son escuchadas de la manera más directa por su Creador y Padre en un clima de amor sobrenatural que el mundo nunca entenderá. Es el momento de los setenta veces siete, del pastor que sale por la oveja perdida y la carga en hombros. La iglesia recibió este gran regalo del mismo Jesús que lo veía como algo absolutamente necesario para sus discípulos, que a partir de su ascensión, tendrían que vivir en continua batalla con el pecado en una guerra en la que bajar la guardia implica pecar y pecar es algo connatural al hombre cuando abandona la fortaleza sobrenatural de la gracia. Aquel día después de la resurrección se apareció a los discípulos, sopló sobre ellos y les ordenó: «Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados les quedarán perdonados, a quienes se los retengan les quedarán sin perdonar» (Jn 20, 22) Igualmente Pedro como representante de los apóstoles recibe esta autoridad que comparte con los demás pastores (Mt 16, 19). Esta autoridad reconocida a partir de los evangelios siguió evolucionando hasta formar el rito que actualmente conocemos. Ciertamente el rito y la forma en que se realizaba en los primeros años de la Iglesia encuentra un desarrollo, pero los elementos invariables son el arrepentimiento verdadero del penitente, la confesión a la autoridad apostólica y la absolución de la culpa. Muchos santos y escritores cristianos de la Iglesia de los primeros años nos han dejado un legado histórico de la práctica del Sacramento de la confesión. Orígenes (185-254 d.C.), un Padre de la Iglesia y eminente teólogo nos cuenta acerca de los medios para obtener el perdón entre ellos la penitencia: «La remisión de los pecados por la penitencia cuando el pecador lava su almohada con lagrimas … cuando no se retiene de declarar su pecado al sacerdote del Señor…» San Cipriano (258 d.C.) dice: «Os exhorto hermanos carísimos, a que cada uno confiese su pecado, mientras que el que ha pecado vive todavía en este mundo, o sea, mientras su confesión puede ser aceptada, mientras la satisfacción y el perdón otorgado por los sacerdotes son aún agradables a Dios». Entiendo de manera muy personal que lo difícil no es en nuestro tiempo el deseo de pedirle perdón a Dios, sino la “vergonzosa” tarea de acercarte al sacerdote y manifestar tus pecados. Ante esto te invito a que consideres lo siguiente. Un sacerdote es un ser humano, pecador como tú y como todos los hombres, y precisamente su propia realidad le permite escucharte y comprender tu dolor porque él mismo conoce la inmensa misericordia de Dios. Pero esto no es lo más importante. El sacerdote sabe que sólo es un administrador de una gracia y una salud que Dios quiere dar a todos aquellos hijos suyos que conscientemente deseen recibirla. Sólo Dios en ese misterio de gozarse en lo pequeño para mostrar su grandiosidad pudiera explicarnos porqué ha querido delegar su misericordia en manos humanas imperfectas. Cuando los fariseos se escandalizaban por que Cristo perdonaba los pecados de los enfermos diciendo que sólo Dios podía hacer aquello, Jesús les demostraba que precisamente, él siendo Dios, quería en primer lugar perdonar esos pecados que esclavizan más que una enfermedad y con la inmensidad de su poder no solo perdonaba los pecados sino que restablecía a los enfermos. Para Dios nada hay imposible, y puede (y quiso) valerse de los sacerdotes para hacer llegar su misericordia a todos nosotros. No despreciemos un don tan grande y tan necesario para nuestra rota naturaleza como es el sacramento de la confesión y busquemos durante este tiempo de cuaresma, la caricia paternal y los brazos tibios de quien nos está esperando sin reclamos, sin condenas. Pbro. Ignacio Pulido Mendiola Vicario Parroquial en La Natividad del Señor (López Mateos)


MEDITA

MEDITA > AÑO DE LA FE

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ERES POLVO Y ERES HIJO “Abraham respondió, y dijo: He aquí, ahora me he atrevido a hablar al Señor, yo que soy polvo y ceniza”. (Génesis 18, 27)

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ada más triste que una mala noticia. Éstas, frustran hasta los momentos más especiales y significativos de la vida. Después del pecado de nuestros primeros padres, lo pronunciado por la boca de Dios fueron sentencias tristes para el ser humano: “-dijo a Adán Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; … a la mujer le dijo: “parirás con dolor” y la sentencia más conocida por todos: “pues polvo eres, y al polvo volverás.”. (Gn 3, 1ss). Con esta última expresión no sólo se frustró el destino que nuestros primeros padres deseaban, pues querían ser como dioses, sino que el final fue humillante (recordemos que humildad proviene de la palabra latina humus: tierra), pues del polvo salieron y al polvo retornarían. Nada de ser dioses, nada de paraíso…sólo el polvo. El polvo del que hemos sido creados señala nuestra condición frágil, débil e inestable. Este material de la tierra es inconsistente, fácilmente conducido por el viento. Hablar de polvo es hablar de suciedad y bajeza. Es por esto que en la Iglesia Católica, al iniciar la Cuaresma, se nos recuerda con el gesto de poner ceniza en la cabeza nuestra condición humana. Somos frágiles, débiles y pecadores. Pareciera que el mal tiene una vía libre hacia el interior de cada hombre para hacer con él, todo cuanto le plazca. Pero, ¿será ésta nuestra única realidad y condición?, ¿sólo éste es nuestro origen y nuestro destino final?. Afortunadamente, para todos hay una luz de esperanza, ya que la última palabra no la tiene el pecado y el mal que parecen reinar en el mundo. Es cierto, fuimos creados del polvo, pero Dios también nos creó a su imagen y semejanza, con las facultades espirituales de la inteligencia y voluntad, y sobre todo, con la capacidad de amar, pues recibimos, desde el inicio de la creación, su “ruaj” o viento de vida. Haber sido creados a su imagen y semejanza fue sólo el inicio de algo aún más maravilloso, ya que Dios tenía preparado para todos una gran sorpresa. Dios proyectó desde el principio que llegáramos a ser sus hijos. Para realizar esta obra extraordinaria envió a su Hijo muy amado. Él también formó parte de nuestro polvo, haciéndose hombre elevó nuestra dignidad a algo nunca antes imaginado. Con razón, Ortega y Gasset afirma que “Si Dios se ha hecho hombre…ser hombre es la cosa más grande que se puede ser”. Jesús, el Señor, alcanzó para todos la filiación divina; somos hijos en el Hijo. De modo que nuestra condición actual supera y por mucho, a la inicial, porque “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”, como afirma san Pablo (cf. Rom.5,20). Lo que recibimos en Cristo Jesús es infinitamente mayor a lo recibido por nuestros primeros padres en el jardín del Edén. Si las malas noticias nos entristecen, las buenas noticias nos transforman y nos llenan de una profunda alegría. Jesús vino a traernos la Buena Noticia del nuevo destino de la humanidad. Ya no será el polvo, sino el cielo, el paraíso que se había cerrado desde el principio. Ya no somos hijos de la tierra, sino que ahora somos hijos muy amados de Dios. La Buena Noticia es que Dios se hizo hombre para que nosotros alcancemos una vida que no nos es propia, pero que Él nos ofrece en abundancia: la vida eterna. Fuimos creados para la eternidad. Dios se ha unido a nuestro polvo, para que nosotros nos unamos a su divinidad por medio de su sacrificio en la cruz, su resurrección gloriosa y nuestra inserción a la vida de la gracia por el sacramento del bautismo. Todo es don y tarea. Ser hijo de Dios es un regalo muy valioso que nos viene del Cielo, pero es también una tarea. Tenemos la responsabilidad de manifestar al mundo aquello que somos. Un hijo debe comportarse como su padre y si nuestro Padre es el tres veces santo, la santidad tiene que ser nuestro distintivo; y si Dios es amor, el amor tendrá que ser nuestra bandera y nuestra carta de presentación. Se trata de un amor que transforme el mundo que nos rodea, donde se luche por el bien, la justicia, la verdad, especialmente para los más desprotegidos, los que menos tienen, los marginados, los que nada valen a los ojos del mundo y los que ,para muchos, no son mas que polvo. A ellos debemos llegar con nuestro amor. Si queremos pasar del polvo a la dignidad de ser hijos de Dios, debemos comportarnos como tales. No se trata sólo de llamarnos hijos de Dios, sino de serlo en verdad. Pbro. Roberto Figueroa Mendez Párroco San Rafael Arcángel Monterrey


MEDITA

Pastoral Siglo XXI > p.8

MEDITA > NUESTRA FE

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“PA’L CASO... ¿Es lo mismo?”

n nuestra, así llamada, “era global”, las fronteras geográficas, culturales y religiosas tienden a desvanecerse bajo el universal dominio de los modernos medios de transporte y las nuevas tecnologías de comunicación. “Global” es un adjetivo que se puede aplicar a todo, lo mismo a la política que a la economía, por ejemplo, ya que los puentes que avecinan hoy a las naciones del mundo facilitan un ágil y rápido tráfico comercial. Mientras que, en la época de Marco Polo o Crsitóbal Colón, explorar el planeta exigía desafiar, durante meses, los océanos y cabalgar por kilómetros atravesando paisajes de todo terreno, hoy basta sentarse, por unas cuantas horas, en un nave marítima o aérea para llegar hasta lugares apartados e inhóspitos. Hoy en día, nuestro mundo se ha convertido en una pequeña aldea en la que el intercambio mercantil, no sólo implica la migración de productos, sino también el ir y venir de personas que llevan acuestas ideas, valores y costumbres. En la moderna aldea global no es raro el matrimonio de un bieloruso con una africana, la venta de tortillas en China o algún perdido anuncio comercial de Cocacola en la Plaza roja de Moscú. Las razas y las culturas de la tierra conviven, codo a codo, con sus distintas lenguas, ropajes y artesanías, pero también con sus distintos credos. Por ello, en esta sociedad marcada por la diversidad y la pluralidad, tampoco es extraña la pregunta por la propia confesión religiosa. Se trata de una pregunta a la que conviene responder, especialmente, en este año dedicado a la fe. Cuando alguien nos pregunta ¿en qué crees? no se puede simplemente responder diciendo “creo en Dios”, porque ello sería tan ambiguo como decir “soy extranjero” en cualquier otra parte que no fuera la propia patria. Hay muchos que creen en Dios, pero el cristiano no cree sencillamente en Dios, sino más propia y específicamente, cree en Jesucristo, Hijo de Dios y salvador nuestro. Semejante confesión cristiana supone la imagen de un Dios que sin dejar de ser uno solo, es sin embargo, una comunidad de personas distintas. Creer en Dios, o crer en Dios trino y uno no es simplemente lo mismo. Sucedió, por ejemplo, en algún lugar del mundo que, frente a una imagen de la Divina Providencia, una persona, de avanzada edad, oraba de esta manera: “Nuestro Padre Jesús que nunca nos falte casa, comida y sustento...”. Su nietecito, aprendiz de catecismo, que alcanzó a escuchar la susurrante oración, se atrevió a corregir a su abuelita: “Pero abue... Jesús no es nuestro Padre, sino el Hijo de Dios Padre.” “Ay mijito, pa’l caso es lo mismo, a fin de cuentas como quiera es Diosito,” respondió la señora. “Cuentos de este estilo” no sólo reflejan la creencia de algunas personas con escasa formación religiosa porque, por ejemplo, en el siglo XVIII, uno de los más grandes personajes de la época moderna, el filósofo alemán Emmanuel Kant se expresaba con estas palabras del misterio del Dios trino: “Al alumno no le cuesta nada aceptar que en la divinidad adoramos tres o diez personas. Para él es lo mismo una cosa que otra, ya que no tiene ninguna idea sobre Dios en varias personas. Más aún porque de esta distinción no se deriva absolutamente ninguna pauta para su conducta. De la doctrina de la Trinidad no se saca definitivamente nada importante para la práctica, incluso cuando se pretende entenderla, mucho menos todavía cuando alguien se convence de que supera absolutamente todos nuestros conceptos.” Si entendemos a Dios solamente como un “Alguien Todopoderoso” con el que conviene quedar bien para poder gozar de sus beneficios, entonces nuestra oración no será otra cosa que la cantaleta de un “pedinche”, y como dijo la viejecita: “pal caso es lo mismo”, finalmente lo que importa es que seamos complacidos en nuestras demandas. Si por otro lado, lo poco o mucho que sabemos de Dios lo consideramos tan sólo como un conjunto de verdades que medio entendemos, pero que, a la hora de la hora, no nos sirven para nada, entonces, la doctrina trinitaria “es algo con lo cual y sin lo cual nos quedamos tal cual”. Lo mismo da comer arroz con palillos que con cuchara o con la mano, lo importante es comer, lo demás sobra y da lo mismo. Por lo tanto, muchos pensarán, tal vez, que es prácticamente irrelevante confesar a Dios como un misterio de tres personas; si fueran cuatro, más o menos, eso no pasaría de ser una sofisticada doctrina que no afectaría en nada nuestro deseo de que Dios cumpla nuestras súplicas y, pa’l caso... es lo mismo. Por la fe, nosotros creemos que Jesús de Nazareth nos ha revelado quién es Dios y qué quiere que seamos nosotros para él, de modo que las verdades de nuestra fe no son meras curiosidades intelectuales que, a fin de cuentas, salen sobrando. Dios nos ha revelado que Jesús es su Hijo para que así conozcamos su entrañable amor de Padre por nosotros. Si en Jesús, Dios se nos ha revelado como nuestro Padre es para que libremente y con la fuerza de su Espíritu Santo nos decidamos, cada día, a vivir como hijos suyos en la obediencia dócil de su divina voluntad. Si de veras queremos rezar Padre nuestro, hay que esforzarnos, como Jesús, el Hijo amado, en escuchar lo que Dios nos pide que hagamos, antes de pedirle lo que queremos que él haga por nosotros, y pa’l caso.... ya no es lo mismo invocar a Jesús como Padre que invocarlo como Hijo porque en esa invocación está una invitación a “hacernos hijos del Padre”(cf. Mt. 5,48) del mismo modo como lo fue Jesús en sus días sobre este mundo: en escucha y obediencia (cf. Hebr. 5, 7- 10). Pbro. Alberto Anguiano García Vicario Parroquial en San Juan María Bautista Vianney (Fracc. Azteca)


MEDITA

MEDITA > SACRAMENTOS

Pastoral Siglo XXI > p.9

CINCO VICIOS DE LA CONFESIÓON

Aquí les ofrezco unas pistas de meditación para conocer algunos vicios en torno al sacramento de la confesión. 1.Colocarme yo mismo en el centro. Me coloco en el centro y entonces mi examen de conciencia girará en torno a mí con preguntas como estas: ¿qué cosas he hecho? ¿en qué me siento mal? ¿de qué me avergüenzo? ¿en qué me faltó luchar? Todo esto parece verdadero y auténtico, pero es engañoso. Porque si estoy en el centro entonces aquellos es obra mía, es vanidad y soberbia. En el centro está la imagen manchada de mi propia pureza y virtud, y me siento tan mal que mejor acudo a la confesión para mejorar la autoimagen. Y de pasada le pido perdón a Dios. Pero si en el centro está Jesús entonces las cosas cambian radicalmente. Las preguntas irán dirigidas a él, pues es Jesús quien me ha elegido a mí, no yo a él. Las cosas que he hecho son pecado no porque van en contra de mi proyecto sino porque van en contra del proyecto al que Jesús me invita. Entonces vale la pena preguntarle, escucharlo y tener paciencia.

2 Olvidar que Dios me ha amado primero. A veces me parece que creemos que la confesión es mi firme determinación por amar a Dios y ser mejor. Pero sucede que el arrepentimiento y la conversión es fruto del corazón contrito que se descubre amado por Dios; si no fuera así sería nuevamente vanidad y orgullo. Dios me ha amado primero y me sigue amando, porque soy su hijo. De hecho, el amor que Dios me tiene es lo que hace posible que me acerque a la confesión. Y no se trata de ir a rogar que Dios me ame de nuevo, sino más bien de volver a celebrar el amor que Dios me tiene, que había olvidado y había provocado que tomara ciertas decisiones que no me ayudaban a vivir en plenitud. La confesión va más allá de confesar mis propios pecados a Dios; es más bien la confesión de Dios hacia mí: él me dice y me vuelve a repetir que me ama entrañablemente porque soy su hijo. 3. Buscar ‘calmar la conciencia’ y olvidar la ‘responsabilidad’. A veces me confieso porque necesito comulgar, quizá porque falté a misa, eso es un mandamiento y no me siento bien. Con frecuencia escucho expresiones como: ‘me confieso para estar bien con Dios, para estar en paz con él.’ Pero detrás se esconde el deseo de calmar la conciencia, que es como una voz que habla en mí y entonces hay que calmarla para que no estorbe, no moleste, no me agreda, no me eche en cara que soy pecador, pues maltrata mi autoimagen y me inquieta. Entonces la confesión funciona como una anestesia: me adormece, me pacifica. Me retira el dolor que producen mis pecados, hace desaparecer la vergüenza, el rechazo incluso hacia uno mismo. Y por eso le agarro gusto a la confesión: porque como anestesia, la necesito lo más seguido que se pueda. Se nos olvida que la vida cristiana es respuesta constante, permanente, día a día, movido no por mi firme determinación sino por el grandísimo amor de Dios. La conciencia calmada o pacificada no responde, no lucha, solamente se goza. El corazón atribulado por el pecado y sanado luego por la misericordia de Dios, se vuelve responsable. 4. Caer en el ‘borrón y cuenta nueva’ y olvidar que la conversión es ‘camino’. Me parece que es fácil ver la confesión como aquello que aprendimos cuando niños: ‘borrón y cuenta nueva’. Como si Dios fuera anotando o guardando en su memoria todas nuestras fechorías y como Dios es bueno pues nos parece que al confesarme él borra todo y todo comienza de nuevo. Qué maravilloso suena esto: dejar toda mi inmundicia en el confesionario y salir limpio; pero otra vez es una trampa. No debo borrar y olvidar todo en cada confesión, porque esa es mi historia que se convierte en historia de mi salvación. No es borrón y cuenta nueva, todo olvidado todo pasado. No. Aunque no guste, es más bien camino. 5. Pensar que es mérito mío y olvidar que es, ante todo, un don. Con frecuencia escucho: ‘quiero cambiar por eso me acerco a la confesión; quiero luchar en esta cuaresma y por eso me confieso; estoy arrepentido y por eso me acerco al confesionario.’ Pero hay que tener cuidado porque detrás de esto puede esconderse el vicio contra el que Jesús luchó incansablemente contra los fariseos y escribas: pensar que en el Reino de Dios tengo méritos propios. Nada más falso. La experiencia del amor misericordioso de Dios en la confesión es eso, gracia. No lo merezco ni por nada pero es Dios el que me lo da, mejor dicho, se da a sí mismo, a manos llenas, sin reservas. El perdón, la reconciliación y la misericordia de Dios es don, y por eso, también es tarea. Pbro. José Luis Fernandez Guajardo


COMPROMETETE

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COMPROMETETE > ESPIRITUALIDAD

Pastoral Siglo XXI > p.10

omos muchos los que de vez en cuando no queremos acercarnos a confesar por vergüenza, miedo o por esa sensación de incertidumbre frente a la posibilidad de no pecar más. De allí la necesidad de aprender a mirarnos como Dios nos ve, con esa mirada de comprensión y compasión frente a nuestra fragilidad, con esa confianza y amor que pone en nosotros para vencer el mal. De modo que confesarnos, nos permita vivir de nuevo, retomar las llamadas de Dios y sentir su presencia en medio de nuestra vida cotidiana. Describo aquí un breve camino para preparar la propia confesión o para hacer un examen de conciencia de cada día, contemplando el cuadro del Hijo pródigo de Rembrandt, que me enseñó un amigo sacerdote durante unos ejercicios espirituales. Te sugiero tomar un papel y lápiz para ir leyendo y anotando, de modo que al terminar hayas hecho verdaderamente un examen de tu vida:

MIRARNOS COMO DIOS NOS VE

1. Abrazarnos de la mirada del Padre y agradecer los últimos beneficios del Padre. Hacerlo concretamente, recordando que no somos nada sin Él, y descubriendo el valor de ser una persona agradecida, que constata cada día su presencia en nosotros. Anota algunas cosas concretas que agradeces del día: “te doy gracias por haber llamado a mi familia y que estén bien” “te agradezco la lluvia y las lecturas de hoy en la misa”

2. Pedir luz… para podernos mirar con la ternura de Dios, con su realismo, para estar alerta y saber hacia dónde nos quiere conducir, para perdonarnos a nosotros mismos y sepa reconocer eso donde puedo conducirme mejor. “Dame tu Espíritu para…” 3. Recorrer con el Padre nuestra vida (nuestro día) y nuestro proceder desde la última vez que me confesé, echar a andar hacia atrás la película de la vida y preguntarme si Dios me pidió mayor seguimiento de Jesús en tal o cual cosa y descubrir esas cosas donde me hace falta más conversión. “Me doy cuenta que me faltó amabilidad al responder…” En realidad habrá que recordar que confesarnos no se trata sólo venir y “escupir” nuestros pecados con el sacerdote, sino de examinar el consiente y descubrir los caminos por donde puedo andar para proceder, cada vez más, como Dios quiere y así vivir más plenamente. 4. Descubrir las actitudes que me permitan la conversión de mi corazón. Mirar con responsabilidad el fondo de mi propio corazón, mirar cara a cara a Dios y preguntarme si he seguido sus llamadas, si estamos dispuestos a seguirlo, si hemos correspondido a sus bendiciones. Sin culpabilidad, ya que Jesucristo transformó la culpa en experiencia de paz y gozo al sabernos perdonados y amados; di en el corazón: “Padre, te fallé, me duele, perdóname”. Ten presente que Dios nos amó cuando aún éramos pecadores, para que eso empape y transforme mi corazón; sentirme agradecido y orar como el Publicano en el templo: soy un pecador, ten compasión. 5. Entrar al banquete como Hijo. Imaginarme el día de mañana(o al terminar la confesión); concretar algunos propósitos. Buscar con el Padre lo que puedo hacer con la ayuda de su gracia y planear el día siguiente o reflexionar un poco sobre mis actitudes: lo que me hace pasar de la muerte a la vida, la mirada del futuro con la mirada del amado, confiar en que no nos faltará la ayuda de Dios y pedirle que nos conceda unir nuestros quereres, por ejemplo: “quiero empezar a mirar a tal persona como la mira Dios”. Adelantar mi imaginación: ¿cómo actuaría si Dios me permite vivir tal circunstancia? ¿cómo actuaría Jesús? … Dejar salir los santos sentimientos que tenemos en nosotros para vivir lo que nos queda: “quisiera volver a intentarlo”, “me doy cuenta que quiero crecer en solidaridad con los débiles”. Este pequeño recorrido puede ayudarnos en nuestra diario caminar al lado de Jesús… es necesario que todos nos examinemos cada día y con honestidad delante de Dios, de modo que el proceso de conversión no se detenga. Al final podríamos dar gracias y orar: “conviértenos, Señor, y nos convertiremos, concédenos verdadero arrepentimiento y dolor de nuestros pecados, pero unido a la certeza del amor que tú, Padre bueno, nos tienes. Dame la humildad de reconocer mis debilidades, de mirarme a mí mismo y preguntarme ¿Qué he hecho por Cristo? ¿qué hago por Cristo? ¿qué quiero hacer por Cristo?, pero sobre todas las cosas haz nuestro corazón semejante al vuestro”. Ahora sí, cada noche date la oportunidad de crecer, y aprovecha el tiempo de Cuaresma para confesarte, eres tú el que va a vivir mejor. Deseo que no te quedes estancado frente al mal, la violencia, cualquier desánimo o dificultad personal… deseo que te muevas hacia la esperanza, que creas y hagas algo por ti y los otros, que te hagas el gran regalo de crear la vida y el mundo que deseas, que confíes que Dios te promete de nuevo en el 2013: Yo estoy contigo para salvarte... no temas, no te asustes… Coloca pilares, planta señales, fíjate bien en el camino por donde caminas… Con amor eterno te amé, te reconstruiré, bailarás alegremente… (31,3). Deseo que el año de la fe, te mueva al amor y fortalezca tu esperanza, porque como dice la Biblia: Hay esperanza de un porvenir… (Jer 31,17) Pbro. Rodolfo Antonio García Martínez Vicario Parroquial en San Juan Bautista (Centro García N.L. )


COMPROMETETE LA DIMENSIÓN HUMANA DE LA VIVENCIA COMUNITARIA COMPROMETETE > ASAMBLEA ECLESIAL DIOCESANA

Pastoral Siglo XXI > p.11

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l gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder a las profundas esperanzas del mundo, es hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión, un lugar donde se viva la comunidad. Podemos decir como Carmelo Fricano que la comunión es algo fundamental en nuestra vida, como cristianos dependemos mucho de ella para ayudarnos los unos a los otros. Sin embargo si la vivencia comunitaria no esta fundada en Dios de nada sirve, la fe le da un nuevo sentido y significado a la vivencia comunitaria. La comunión es grande, agradable y buena si tiene por origen a Dios, porque entonces luchamos por nuestros hermanos y la anhelamos en la vida.

Recordemos que el ser humano es un ser social. Desde que nace para satisfacer sus necesidades se relaciona con otros seres humanos, después de ser ayudado podrá valerse por sí mismo y desarrollar cualidades altas. Por ello, debemos desarrollar las capacidades que poseemos de desenvolvernos y darnos a conocer con otros individuos dentro de una comunidad, dentro de la sociedad, de manera que faciliten nuestra convivencia con las personas que forman nuestro entorno parroquial, familiar y social. Dependiendo del nivel en que esta relación sea buena o mala, la ínter actuación que tengamos con otras personas se nos hará más fácil o difícil para vivir en armonía. La vivencia comunitaria se logra desde el plano humano con buenas relaciones humanas y éstas se logran través de una buena comunicación, de la aceptación y de la madurez humana que poseamos. La aceptación es un elemento muy importante para logar una buena vivencia comunitaria humana y cristiana. Este elemento implica la capacidad de aceptarme a mí mismo, aceptar a los demás y que los demás me acepten a mí. De estas tres aceptaciones nacen la buena comunión y las buenas relaciones con quienes me rodean. Si logro conocerme mejor a mí mismo y a las personas que conviven conmigo, se podrá mejorar la convivencia con ellos, se facilita la eficacia y la buena comunicación interpersonal, existirá armonía, se contribuirá al crecimiento personal y se eliminarán las causas de las fricciones. Sabemos por experiencia lo satisfactorio y placentero que es el disfrutar de buenas relaciones humanas y la tragedia que significa el no tenerlas. El tan inquietante y comentado estrés (tensión) en los seres humanos es prácticamente un producto de experiencias de relaciones humanas insatisfactorias o del riesgo de que así ocurra. Es decir, una mala comunión o unas malas relaciones humanas implican una amenaza claramente comprobada de problemas de salud tanto mental como orgánica. No es necesario ser un experto para saber cómo afectan a las personas los conflictos al interno de una parroquia. En efecto, es bien conocido el que las llamadas enfermedades psicosomáticas tienen como factor destacado a la tensión. Además, los trastornos mentales funcionales: trastornos mentales con suficiente conservación del juicio de la realidad (neurosis), inhibiciones y psicosis funcionales dependen esencialmente de las problemáticas en relaciones humanas. Incluso, el fracaso en una comunidad parroquial deriva en la mayoría de los casos de relaciones humanas perturbadas con el párroco, el vicario, el personal que labora en la parroquia, los coordinadores de los grupos parroquiales, los miembros de los grupos apostólicos, la gente que asiste a Misa, la gente que acude a la comunidad a pedir un servicio. En síntesis podemos decir, que para tener una vida feliz es requisito indispensable el gozar de buenas relaciones humanas.

Pbro. Armando de León Rodríguez Párroco en el Sagrado Corazón de Jesús (Centro Monterrey)


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Pastoral Siglo XXI > p.12

LA ESPIRITUALIDAD DE LA COMUNIÓN

La Espiritualidad de la Comunión es mencionada en los nn. 43-45 de la Carta Apostólica Novo Millennio Inneunte del Papa Juan Pablo II como un principio educativo básico para la Iglesia y como un recurso que nos posicionará en el mundo como testigos del amor. Definamos qué entendemos por espiritualidad: “La espiritualidad cristiana es un estilo de vida propio del bautizado, que acentúa determinadas verdades de la fe, prefiere algunas virtudes según el ejemplo de Cristo, persigue un fin y se sirve de particulares medios y prácticas de piedad, mostrando a veces notas distintivas características. ” 1. DIAGNÓSTICO DE NUESTRO TIEMPO. El análisis de la realidad en la que vivimos nos ofrece elementos de reflexión generadores de un diagnóstico que exige una terapia y una atención urgente. Vivimos en un tiempo “sin amor”, en el que conviven la soledad, el aislamiento, el individualismo en una sociedad anónima y masificadora . Al parecer los mismísimos lazos interiores “se han desanudado”. El Papa Paulo VI diagnosticó el padecimiento: “El mundo está enfermo. Su mal está… en la falta de fraternidad… ”. Diagnóstico que hizo suyo S.S. Benedicto XVI en el mensaje de la Cuaresma del 2012 . Dom Helder Cámara, padre conciliar, elevaba a Dios la siguiente oración: “No nos condenes, Señor, a estar solos, a pesar de estar juntos. Permítenos estar juntos, a pesar de estar solos”. 2. LA ESPIRITUALIDAD DE LA COMUNIÓN. Ante el diagnóstico, SS Juan Pablo II ofreció un medicamento: La Espiritualidad de la Comunión. El Papa nos invita a vivir como Iglesia, es decir, ser “como un sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad con Dios y de la unidad de todo el género humano” . El Card. Van Thuan, afirmó que la comunión es “el lugar privilegiado del encuentro del hombre con Dios” y refiere a San Juan: “Si nos amamos unos a otros, Dios ‘mora’ en nosotros” (1Jn 4, 12). La Espiritualidad de la Comunión es una actitud interna y externa que implica cuatro actitudes: • Es una mirada del corazón sobre todo hacia el Misterio de la Santísima Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida en el rostro del hermano. • Es la capacidad de sentir al hermano en la unidad profunda del Cuerpo Místico de Cristo como “uno que me pertenece”. • Es la capacidad de ver lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como un regalo de Dios: un “don para mí”, además de que nosotros seamos también un don para el hermano. • Es saber “dar espacio” al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros (Cfr. Gal 6,2) y rechazando las tentaciones egoístas que engendran competitividad . “No nos hagamos ilusiones: sin este camino espiritual, de poco servirían los instrumentos externos de la comunión. Se convertirían en medios sin alma, máscaras de comunión más que sus modos de expresión y crecimiento .”

Pbro. Rogelio Narváez Martinez Párroco Nuestra Señora del Rosario, Col. Roma


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Pastoral Siglo XXI > p.13

ENCUENTRO DEL SR. ARZOBISPO ROGELIO CABRERA LÓPEZ CON LOS LAICOS

El pasado mes de febrero se llevó a cabo en la Basílica de Nuestra Señora del Roble el primer encuentro del Sr. Arzobispo con los grupos apostólicos de la Comisión Arquidiócesana para los laicos. Desde temprano llegaron laicos con sus estandartes y camisetas representativas del grupo al que pertenecen formando así un gran mosaico de colores, reflejando con estos signos la variedad de Carismas que el Espíritu Santo ha derramado en nuestra ciudad. Este encuentro inició con la Eucaristía presidida por el Sr. Rogelio Cabrera y concelebrada por el padre Gerardo Ma. Mayela González, coordinador de la comisión y de 20 sacerdotes asesores de los diferentes grupos y movimientos que conforman la CAL. El mensaje del Sr. Arzobispo fue muy claro, sencillo y emotivo. Recordó los 50 años del Concilio Vaticano y los frutos que ha dado a la Iglesia y en especial en Monterrey donde inició el apostolado de los lacios en 1963, apenas iniciado el Concilio Vaticano II. Exhortó a los laicos a trabajar incansablemente: “El mundo necesita del evangelio, de la Iglesia, necesita de nosotros, de la labor incansable de cada uno de ustedes de los múltiples y variados carismas que el Señor ha regalado”. “Somos pecadores para los pecadores pero también santos para los santos. Ahí el misterio de la iglesia que es santa y pecadora. Es santa porque en ella habita el Espíritu Santo y la conduce a Dios. Es pecadora porque está formada por todos nosotros”, apuntó Cabrera López. Exhortó a laicos a seguir trabajando intensamente: “Todos son importantes para nuestra iglesia. Un miembro no le puede decir al otro no te necesito como dice San Pablo. Nadie les puede quitar su derecho de participar de la vida de la iglesia y del anuncio del evangelio. En Monterrey hay miles de personas esperando la llamada al Señor, a la conversión, están esperando ese encuentro con Cristo. Hay prisa de anunciar el evangelio. Hay mucho que servir y sobre todo hay muchas personas a quien amar. Esa es nuestra tarea, esa es nuestro deber”.

Envíanos tus comentarios y sugerencias: pastoralsiglo21@arquinetmty.org


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Pastoral Siglo XXI > p.14

Asamblea Eclesial Diocesana

COMPROMETETE > AÑO DE LA FE

MONTERREY, N.L. (Pastoral Siglo XXI).- El pasado mes de febrero se llevó acabo la asamblea eclesial diocesana que tenía como objetivo profundizar en la vivencia comunitaria, segunda línea de acción de nuestro Plan de Pastoral Orgánica 2011-2015. Las actividades del primer día iniciaron con la celebración de la palabra presidida por Mons. José Lizares Estrada, Obispo Auxiliar Emérito. “Al iniciar la asamblea eclesial diocesana que este año quiere fijarse muy seriamente en la espiritualidad de comunión. Creo el Señor nos invita a que veamos nosotros en todos un conjuntos de hermanos creados por Dios con quienes debemos vivir en comunión y participación y juntos alcanzar la vida eterna”, apuntó en su reflexión.

El Arzobispo de Monterrey Mons. Rogelio Cabrera López dirigió el mensaje de bienvenida y en un primer momento explicó cómo sería su participación: “Esta primer asamblea me toca ver, escuchar, pensar y poco hablar, porque tengo que comprender este caminar de la Arquidiócesis. Posteriormente explicó desde dónde debe partir la reflexión de esta asamblea de la iglesia de Monterrey: “La iglesia, que es un hecho humano, pero también es una realidad divina, como es el misterio de Cristo, así también es el misterio de la Iglesia, humana y divina, como Cristo verdadero Dios y verdadero hombre. La realidad divina va haciendo que esta realidad humana se perfeccione, se vaya alineando a la doctrina de Cristo, deja de ser terrestre y asuma su realidad celeste, porque esta iglesia es sacramento, es visibilidad de una realidad superior de la iglesia que está en el cielo, si nos olvidamos de esto hay el riesgo de que el tema comunitario sea solo un asunto sociológico y no teológico”. La iglesia sin Cristo no es nada , pierde su razón de ser, su esencia, según aquella imagen de los santos padres del misterio de la luna, esa iglesia que va poco a poco en medio de esta historia humana perfeccionándose, convirtiéndose a Dios, yendo más allá de ser una realidad pecadora en una realidad de gracia, añadió Mons. Cabrera. Invitó a ver el punto de partida y los alcances del trabajo de estos días: “La asamblea es para ponernos los lentes del evangelio, para permitirnos mirar siempre muy lejos más allá, trascender, ir de lo visible a lo invisible, es trazar nuevos horizontes, horizontes históricos, teológicos, horizontes éticos, místicos, no es solo volver atrás, es cierto lo que hemos hecho atrás se vuelve en una necesidad de ser evaluado, de ser cotejado frente a la Palabra de Dios, pero la asamblea es siempre propositiva, nos plante siempre nuevos desafíos, nos hace ir muy lejos”. Señaló además cuál sería uno de los riesgos de reflexionar sólo desde el plano humano: “Si solamente nos vemos a nosotros como un hecho sociológico terminaremos hablando muy mal de nosotros, como los que hacen hoy la crítica a la iglesia por la renuncia del Papa Benedicto XVI, que la ven como un acto meramente sociológico que permite hacer rumores, plantear sospechas, emitir juicios de personas, buscar culpables. Sí así nos ponemos en la Asamblea terminamos diciendo quien tiene la culpa, quien es responsable de aquello que no hacemos bien, o nos parece que no estamos bien. Convocó a los asistente a tomar el papel que le toca a cada uno dentro del cuerpo místico de Cristo: “Cada uno se enfrenta a su propia decisión, no hay una predeterminación, pero si hay responsabilidades, las cosas no son “así nomás”, tenemos responsabilidad personal con nuestra propia vida, con nuestras decisiones, somos responsables de lo que decimos, del manejo de nuestros sentimientos, somos responsables de nuestras obras, pero también la iglesia católica es responsable de la misión que Cristo le ha encargado, no da lo mismo evangelizar que no evangelizar, no da lo mismo ponerse dinámico que cruzar los brazos; dije al llegar a esta Arquidiócesis, para lo único que tenemos prisa es para evangelizar, es la única prisa y es la que tenemos que acelerar, el mundo se muere, como dice uno de los himnos de la liturgia “se muere de frio”, necesita de esta iglesia y somos signo cuando vivimos comunitariamente, es el signo que llama la fe, en esto conocerán que son mis discípulos en que se aman unos a otros”. Finalmente añadió: “Gracias a Dios en la iglesia hay santos que nos animan, que dan la cara por todos, que aportan lo que nosotros no hacemos, pero es tiempo de testimoniar el evangelio, está de por medio la fe del pueblo, está de por medio la credibilidad del evangelio, que no se vuelva a repetir aquello que decía Gandhi “me gusta el evangelio pero no los cristianos”, hagamos de esta iglesia una expresión bella, recuperemos el rostro de la belleza de la iglesia, no podemos seguirla empañando, no podemos afearla hay que embellecerla y lo hacemos con nuestra fe, nuestra esperanza y con nuestra caridad y de modo especial la vamos a embellecer con una vivencia comunitaria”. La actividad de la tarde continuó con la primera charla titulada la vivencia comunitaria en la Biblia y la Teología a cargo de los sacerdotes Juan Armando Pérez Talamantes, Carlos Alberto Santos García y Alberto Anguiano García.


COMPROMETETE COMPROMETETE > AÑO DE LA FE

Pastoral Siglo XXI > p.15

La jornada del primer día de la asamblea terminó con la reunión y trabajo en equipos donde se compartió lo visto durante el día. El segundo día de la asamblea eclesial diocesana dio comienzo con la celebración eucarística presidida por el Obispo Auxiliar de Monterrey Mons. Jorge Alberto Cavazos Arizpe quien compartió durante su reflexión lo que nos une a todos los cristianos: “Agradecemos que Dios se nos revele como Padre, no es solamente, voy a decirlo así Dios, sino que es Padre y eso nos hace familia y nos da un sentido comunitario, nos hace pensar que como Padre nos ha creado a su imagen y semejanza. Posteriormente Mons. Rogelio Cabrera López dio la bienvenida a los asistentes y comentó: “quiero agregar algo sobre la oración del Padre Nuestro, es la plegaria dominical, la que Jesús nos enseñó. Quiero ver la segunda parte del padre Nuestro, porque la comunión, la convivencia, la vivencia comunitaria se finca en 4 cosas que dice el Padre Nuestro al final: En el Pan único y partido, en el perdón de las deudas, en no caer en la tentación y estar atentos a los estragos del maligno”. Después de escuchar las reacciones al primer panel por parte del Padre Hugo Chávez, Rector del Templo el Señor de la Misericordia y el Padre Ricardo Valdez Misionero de Juventud y Familia, continuó la jornada con el primer tema “La Dimensión Humana en la Vivencia Comunitaria”, expuesto por el Padre Armando de León Rodríguez y por las Licenciadas Cecilia Sotomayor Reyes y Adriana Gorena Barrera. “Tener una vida feliz es requisito para tener buenas relaciones interpersonales” apunto el Padre Armando de León en su tema. La comunión, las buenas relaciones interpersonales y la buena comunicación tienen como experiencia fundante del discípulo misionero la comunión con Dios y la comunión con el hermano, resaltó el también párroco de la comunidad del Sagrado Corazón de Jesús en Monterrey. Por la tarde prosiguió la jornada con el tema “La Dimensión Pastoral de la Vivencia Comunitaria”, por el Padre Benjamín Bravo. “Hoy día existen varios tipos de ‘Iglesia de casa’. En algo se parecen y en algo se diferencian. Se parecen porque a) son grupos pequeños que se reúnen periódicamente; b) en una vivienda del vecindario; c) coordinadas por laicos(as), discípulos-misioneros; d) escuchan la Palabra de DiosBiblia; e) tratan de llegar a ser una comunidad eucarística. Sin embargo, se distinguen entre ellas porque a) el tipo de destinatario o interlocutor a quien se dirigen; b) su método; c) su apertura mayor o menor a la realidad circundante, entre otras. Por eso se habla de ‘distintos tipos de iglesia de casa”. Apunto el Padre Bravo. Luego se trabajó por equipos donde se encontró mucha riqueza y retroalimentación y finalmente terminar el día con el rezo de las vísperas.Durante el tercer día el Arzobispo de Monterrey dio la bienvenida y señaló la importancia de la creatividad en la Pastoral: “La creatividad surge de una buena convicción, los modos, las formas, las oportunidades de vivir en comunidad son muy variadas, no hay un solo modelo, una diócesis no tiene un único modelo de pequeña comunidad, no puede ni debe tenerlo, pero sí una convicción de que la fe, se vive en comunidad en ese trato cercano personalizado de unos y otros, donde tengamos con quién convivir”. Añadió cuál es la misión que los participantes de la asamblea deben de llevar como tarea: “Debemos salir convencidos de esta Asamblea, que hay que promover pequeñas comunidades de distinto tipo, necesitamos de un espacio comunitario, no podemos ser cristianos solos. Un sacerdote no puede estar contento si no lleva el proceso evangelizador a establecer estas posibilidades para sus fieles de encuentro personal, de cercanía, de intercambio, de escucha de la Palabra, de fortalecimiento de las relaciones interpersonales, de señales de comunión a través de la comunión de bienes, etc”. Posteriormente el Padre Rogelio Narváez compartió la conferencia la Pastoral Social para la vivencia comunitaria, quien resaltó que: “La Iglesia debe ser una casa, un hogar, en donde se viva y se experimente la Espiritualidad de la Comunión”. Una participación muy especial sobre todo para los aficionados al futbol, fue la que compartió el Ing. Jorge Rodríguez presidente del club Tigres y Don Jorge Urdiales expresidente del Club de futbol Monterrey, quienes compartieron su experiencia comunitaria. “Antes que Tigres o Rayados somos cristianos. Todos jugamos el partido de la vida y hay que ganarlo”, señaló el presidente de los Tigres. Más tarde se tuvo un plenario y finalmente Mons. Rogelio Cabrera dirigió las palabras finales de la asamblea donde resaltó la importancia del tema vocacional: “Promover una cultura vocacional, refiriéndome a Ustedes laicos y las y los consagrados y nosotros los Presbíteros. El hecho de que haya una crisis vocacional en alguno de estos sectores del pueblo de Dios refleja que también hay una crisis en los otros sectores, si disminuyen las vocaciones es porque el entorno no es vocacional, es decir, como pueblo de Dios, tenemos que aprender a oír la llamada de Dios, cuando un pueblo mira al cielo, se le abre al cielo y tiene vocaciones”. Concluyó invitando a los presentes a poner toda su creatividad para que todos tengan un lugar dentro de nuestra iglesia. Lic. Juan Pablo Vázquez Rodríguez Coordinador Pastoral Siglo XXI


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MEMORIAS ASAMBLEA ECLESIAL

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Pastoral Siglo XXI > p.16


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