PASTORAL
SIGLO XXI Aテ前: 6 No: 58
CONOCE> VOCACION A LA VIDA RELIGIOSA / P. 7
COSTO DE EDICION: $10.00 MEDITA> EL SUFRIMIENTO HUMANO / P. 11
OCTUBRE 2013
LA VOZ DE LA IGLESIA EN MONTERREY VIVE>
CELEBRAR LA VIDA Y CELEBRAR LA FE / P.14
!VIVAMOS LA UNIDAD EN LA IGLESIA!
CONOCE
Pastoral Siglo XXI > p.2
UN DIOS MISIONERO S
CONOCE > EDITORIAL
i nos fijamos bien, Dios nuestro Padre tiene un objetivo muy concreto para todos nosotros que somos su creación, pero también somos sus hijos: “mostrarnos su amor”. Pero parece que esto no queda claro en el ser humano. Y queriéndose escoger un pueblo, Israel, para manifestar su amor, éste pueblo no lo entendió. A este pueblo le costó mucho entender que de lo que se trataba era sólo experimentar el amor de Dios, y con ello verse protegido y salvado. Quiso la protección, es decir, que lo rescatara de la esclavitud de Egipto, que no les faltara bebida y alimento en el desierto, que les ayudara a ganar todas las guerras en la conquista de la tierra prometida, que les diera jueces y reyes y muchas otras cosas más; pero él (el pueblo) ni siquiera se esforzó por responder con un poco de amor a Dios. Al contrario, hasta lo sustituyó por un becerro de oro y alcanzaron a decirle cuando se hartaron del maná y de las codornices, que mejor los hubiera dejado de esclavos en Egipto. Que lastima, el pueblo no entendió la protección y el amor de Dios. Dios tenía un plan para ellos, para llevarlos por el camino de la verdad, de la dignidad, del amor y de la santidad. Quizá no sólo satisfaciéndolos en las necesidades humanas y materiales que ellos necesitaban, sino a través de la lucha, de la escasés, del sufrimiento porque ahí es donde madura el carácter, la visión de la vida y el control de los sentimientos, las emociones y las pasiones. El pueblo no entendió el amor de Dios. Entonces tuvo que enviar, como misionero, a su Hijo Jesucristo, para que nos pusiera el ejemplo de cómo quería que alcanzáramos la santidad. Es precisamente, con el ejemplo de Cristo, como Él nos explica lo que espera de nosotros. Jesús fue capaz de someterse en obediencia a la voluntad del Padre, para decirnos cómo podíamos alcanzar la santidad y experimentar su amor. Es precisamente luchando contra nosotros mismos: “ ¡En pie! Pues, ceñida su cintura con la verdad y revestidos de la justicia como coraza, calzados los pies con el celo por el Evangelio de la paz…” (Ef. 6, 1415) y no dejándonos llevar por la tentación del mundo: “Confíate a Él, y Él, a su vez, te cuidará; endereza tus caminos y espera en Él” (Eclo. 2,6) , para demostrarle a Dios que somos capaces de amarle siguiendo el ejemplo de su Hijo, y precisamente para demostrarle que lo amamos, sometiéndonos a su voluntad y no sólo dejándonos llevar por la satisfacción de nuestros gustos y placeres. Dios Padre es un gran misionero al enviarnos a su Hijo. Y cuando Jesús cumplió su misión, nos envió al Espíritu Santo para que nos guiara precisamente hacia el encuentro con Dios y entonces, auxiliados por este Espíritu, la misión se la encarga a su Iglesia, por medio de sus apóstoles. La misión sigue vigente y ahora le toca a la Iglesia enseñar y ser misionera. Incluso en ese tenor: experimentando el amor de Dios a través del esfuerzo de cada día, que se vive en la lucha diaria contra aquello que nos deja muchas satisfacciones humanas pero que nos aparte del amor de Dios. Después de los apóstoles la misión continúa en los Obispos y sacerdotes que al frente de sus comunidades, tienen que dar a conocer el amor de Dios al mundo, al pueblo, a los laicos. Pero un amor, lo repito por tercera vez, tratando de quitarnos de la mente, que Dios sólo existe para darme lo que le pido, si no, no me ama. Él ya me ama, de eso tengo que estar convencido; lo que no he entendido es que lo único que falta es que yo le corresponda a su amor ¿cómo? No pensando que Él está sólo para satisfacer mis necesidades, sino demostrarle que soy capaz de hacer a un lado el pecado, viviendo con sobriedad, esforzándome por dar el mejor testimonio de Él en el mundo. Por eso la respuesta de amor mía hacia Él, es una lucha, es un amor que me pide que le demuestre que estoy dispuesto a hacer un lado todo cuanto pueda separarme de Él, y no verlo sólo como un negocio: que Él no me falle y a ver cuando le demuestro mi amor. Y por último todos los laicos bautizados deben continuar la misión que está basada en el amor del Padre y que quiere que todos lo experimentemos. Los invito a que hagamos conciencia de que todos tenemos que salir al encuentro de todos para extender ese amor y así conozcamos a Dios debidamente. Pbro. Walter Fdo. Gómez Olvera Parroco Santa Cecilia de Monterrey
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CONOCE > LA VOZ DEL PASTOR CONTENIDO CONOCE EDITORIAL / p.2 LA VOZ DEL PASTOR / p.3 SORPRESA Y PRIMAVERA / p.4 EL AMOR FRATERNO ENTRE CRISTIANOS/ p.5 MEDITA VOCACION A LA VIDA RELIGIOSA / p.6 NOCHE DE BRUJAS / p. 7 ¿QUÉ QUIERE DECIR “TRINIDAD”?: TODO DEPENDE... / p.8 CARTA A PEDRO / p.9 SINFONIA INCONCLUSA / p.10 EL SUFRIMIENTO HUMANO / p.11 COMPROMETETE UNA AVENTURA COMPARTIDA / p.12 AMAR BIEN Y MEJOR / p.13 CELEBRAR LA VIDA Y CELEBRAR LA FE / p.14 VIVE LA UNIDAD EN LA IGLESIA / p.15
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Pastoral Siglo XXI > p.3
LA FORMACIÓN DEL DISCÍPULO MISIONERO 1a. Carta Pastoral: El kerigma, una experiencia permanente (continuación...)
8. El encuentro con Cristo en el kerigma, en la Eucaristía y la oración personal necesitan el apoyo de la comunidad para comprender desde la fe que el encuentro con Cristo nos llama a la conversión, cuya madurez se manifiesta en el discipulado comprometido y la comprendemos como una vida de amistad con Cristo. En la comunidad eclesial, hemos llamado a este momento “catequesis” la cual nos ayuda a profundizar en la vida de fe, mediante un proceso formativo permanente para crecer y madurar como discípulos de Cristo. En la catequesis vamos experimentando cada vez más profundamente el amor misericordioso del Señor, el cual nos invita a cambiar aspectos de nuestra vida como respuesta a ese encuentro personal, en el cual la gracia y el esfuerzo humano se unen fortaleciendo la vida en la caridad. Es necesario que nuestra comunidad ofrezca estas experiencias catequéticas de profundización y acompañamiento, que lleven la experiencia kerigmática a su madurez. 9. Las Palabras del Papa Benedicto XVI son provocadoras: “¡No teman! ¡Abran, más todavía, abran de par en par las puertas a Cristo!...quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada –absolutamente nada– de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera... ¡No tengan miedo de Cristo! Él no quita nada y lo da todo. Quien se da a Él, recibe el ciento por uno. Sí, abran, abran de par en par las puertas a Cristo y encontrarán la verdadera vida.” Los obispos en Aparecida nos exhortan a entregar libremente la vida a Cristo decidiéndonos a ser amigos suyos e ir tras Él, cambiando la forma de pensar y de vivir, aceptando la cruz de Cristo, conscientes de que morir al pecado es alcanzar la vida. Esta vida de amistad madura con Cristo es uno de los primeros objetivos de la formación catequética. 10. Ya contamos con procesos formativos, quiero recordar el valor y empeño de comunidades parroquiales, religiosas y asociaciones de laicos que han desarrollado itinerarios formativos, desde el primer encuentro con Cristo, la iniciación cristiana y compromisos de vida cristiana, pero debemos cuidar que todos ellos ayuden a alcanzar esta madurez del discipulado, manifestado en la comunión plena con Cristo en su Iglesia y la misión evagelizadora y caritativa. A la luz de la primera y tercera líneas de acción de nuestro Plan de Pastoral Orgánica 2011-2015, los diversos sectores de la pastoral debemos proveer la acción necesaria para la experiencia kerigmática y la formación de los discípulos, cuidando que nuestras propuestas y actitudes hagan visible la comunión que el Espíritu Santo obra en la tarea evangelizadora de la Iglesia. Alentamos a que todos los sectores eclesiales entremos en discernimiento, para buscar juntos una experiencia eclesial de encuentro y conversión, de formación y compromiso con Jesús que nos permita madurar en la fe en comunión, incluyendo siempre un carácter vivencial que ayude a los fieles a encontrar sentido de fe en experiencias concretas de vida. Este discernimiento exige de todos, especialmente de los pastores, una mayor estatura moral como discípulos de Cristo y responsables de la comunidad eclesial. + Mons. Rogelio Cabrera López Arzobispo de Monterrey
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Pastoral Siglo XXI > p.4
CONOCE > ARTE SACRO
SORPRESA Y PRIMAVERA
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l Museo de Historia mexicana ha inaugurado recientemente una exposición que lleva por nombre “La Bella Época 1890- 1914: Evocación y nostalgia”. Como se indica en la página web del museo la muestra es una “Exposición temporal (…) que reúne fotografías, objetos, indumentaria, audios, mobiliario y ambientaciones que muestran este periodo caracterizado por el progreso y el desarrollo de la ciencia”.
En la misma página web del museo se da una breve explicación acerca de lo que se considera la Bella Época: “(…) es una expresión que designa al periodo comprendido entre la última década del siglo XIX y el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914 y remite a una visión nostálgica que embellece el pasado, como una especie de “paraíso perdido” donde imperaba el equilibrio, decoro, orden y seguridad (…)”. Parte esencial de la muestra es la recreación, en el vestíbulo del museo, de un aparador de un almacen regiomontano de aquellas épocas que llevaba por nombre Sorpresa y Primavera. Este comercio funcionó desde 1891 hasta 1926 año en que se destruyó su edificio a causa de un lamentable incendio. La muestra del Museo de Historia Mexicana nos da pie para hablar un poco de bienes culturales de nuestra Iglesia relacionados con la Bella Época y con los mencionados almacenes.Hace algunos años cuando realicé el Catálogo completo de los bienes culturales de Catedral encontré entre las vestiduras antiguas un juego muy bello con la etiqueta de los mencionados almacenes Sorpresa y Primavera. Se trata de un juego de vestiduras color azul que incluyen una casulla (del estilo llamado de “guitarra”), cuatro dalmáticas, cuatro estolas, dos manípulos y una bolsa de corporales; estos dos últimos son ornamentos ya en desuso. Cuando realizamos, de manera conjunta con la UDEM, el libro acerca de la Catedral, las mencionadas vestiduras fueron analizadas por la experta Martha Turok quien escribió lo siguiente acerca de ellas:“El sobrio conjunto de Catedral se compone de 12 piezas de finales del siglo XIX-principios del XX, de probable factura europea o realizada en México con tela europea, seda brocada con hilos de plata y galón sencillo de hilo de plata. Lleva la etiqueta “Sorpresa y Primavera (…)”. La misma Maestra se dio a la tarea de localizar a los descendientes de los propietarios de los mencionados almacenes, así en el mismo libro ella señala: “Juan Llaguno Farías, descendiente de esta familia, amablemente me informó que: “Estaba localizado en el lado norte de la calle Morelos, entre Escobedo y Zaragoza. Vendía toda clase de artículos, muchos de ellos importados de Europa y EUA. Tristemente se quemó en 1926 y ya no volvió a abrir sus puertas”. A pregunta expresa nuestra si el almacén pudo haber surtido ornamentos a Catedral nos explica que no hay información precisa, pero suena lógico, además de que su abuela María Cantú Treviño “era una mujer muy religiosa y muy cercana a la Iglesia y seguramente apoyó a Catedral en estas necesidades. De hecho en esos años (1900-1925) vivían muy cerca de Catedral.” OTRO ASUNTO Conforme a la información que tengo a mi disposición, cuatro parroquias celebran en estas fechas su primer siglo de haber sido eregidas como tales: Nuestra Madre Santísima de la Luz (centro de Monterrey), la Parroquia y Basílica de Guadalupe (Col. Independencia), San Nicolás Tolentino (centro de San Nicolás de los Garza) y la de Guadalupe en el centro del municipio del mismo nombre. Pbro. Lic. José Raúl Mena Seifert Miembro de la Dimensión de los Bienes Culturales de la Iglesia. jmena@arquinetmty.com En facebook: difusiondeartesacro
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Pastoral Siglo XXI > p.5
CONOCE > ARTE SACRO
EL AMOR FRATERNO ENTRE CRISTIANOS
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a primera comunidad cristiana se fue formando en la ciudad de Jerusalén y lo que más se destaca de esa comunidad según Hch 2, 44_47 es cómo ponían en práctica el mandamiento del amor que les había dejado Jesús. Vivían unidos, ponían los bienes en común, repartían el dinero según las necesidades de cada uno y no había ningún indigente. Se reunían para rezar en el templo, celebraban la Eucaristía en las casas, alababan a Dios y gozaban de la simpatía y credibilidad de la gente. Era la realización del proyecto de Dios: que en su pueblo no hubiera indigentes (Dt. 15, 4) y que cada uno tuviera según sus necesidades (Num. 26, 52-55) dentro de una economía comunitaria y solidaria. Por su parte los apóstoles se presentaban sin plata ni oro, como una Iglesia pobre y promoviendo la dignidad de los pobres, más allá de la beneficencia la Iglesia se difundió principalmente gracias a la práctica del amor fraterno y mientras era pobre y perseguida; en ella brillaba la fuerza del Espíritu. TLos primeros cristianos sabían que Dios creó los bienes de la tierra para todos sus hijos; por eso todo lo que se ponía en común era sagrado. Atentar contra ello era considerado un delito gravísimo y no se podía engañar a los hermanos; los esposos Ananías y Safira que así lo hicieron, fueron condenados (Hch. 5, 1-11). En Corinto, una ciudad portuaria de Grecia, Pablo fundó una comunidad cristiana la que antes de la Eucaristía solía tener una reunión con una cena fraternal; cada uno llevaba un poco de comida y bebida, que tenían que poner en común para cenar todos juntos como hermanos. Pero cada uno comía de lo suyo. Pablo se indigna profundamente porque así se desprecia la asamblea de Dios (1Cor. 11, 17-34). Santiago en otra asamblea litúrgica se queja porque ponen en un lugar de honor a los ricos: No debe haber diferencia entre una persona y otra; en este caso cometen pecado y son culpables ante la ley de Dios (Sant. 2, 2-9). En aquellas comunidades había como una organización especial para atender a enfermos, viudas y huérfanos (Hch. 6,1-6). Y cuando Pablo hace una colecta para los pobres de Jerusalén en momentos de carestía, afirma: No se trata de que ustedes pasen necesidad para que otros vivan en abundancia, sino de que haya igualdad (2Cor. 8, 13). ¿Hoy también en muchas pequeñas comunidades urbanas se da la misma fraternidad y el mismo compromiso? El cristianismo se difundió prodigiosamente debido a su mensaje de dignidad, libertad, justicia y fraternidad en nombre de Cristo, el Libertador. Pablo escribía que ya no hay diferencia entre judío y griego, entre esclavo y hombre libre; no se hace diferencia entre hombre y mujer (Gál. 3, 28); somos todos hermanos en Cristo. Y lo demuestra en el caso del esclavo Onésimo que devuelve bautizado a su patrón Filemón para que lo trate ya como un hermano muy querido (Flm. 16). Ese clima de fraternidad y solidaridad marcó los comienzos del cristianismo. A mitad del siglo segundo escribe san Justino: Antes nos tentaban la codicia del dinero y las propiedades privadas. Ahora ponemos en común nuestros bienes y hacemos partícipes de ellos a todos los necesitados. San Justino describe cómo en la eucaristía dominical al momento de las ofrendas todos traían comida y prendas para los pobres. Era la comunidad la que enviaba a los misioneros, la que rezaba cuando Pedro y los apóstoles estaban presos, la que se reunía para la Eucaristía y la proclamación de la Palabra, la que se organizaba para un mejor servicio a los necesitados. Y sin embargo muchas veces en la historia la parroquia se ha transformado en un masivo lugar de culto. Hoy la Iglesia en el documento de Aparecida nos pide revitalizarla como “comunidad de comunidades” (n.179) o “red de comunidades y grupos” (n.172), donde los cristianos puedan practicar realmente el conocimiento fraterno y la ayuda mutua, la comunión de bienes y proyectos, el servicio a los hermanos. Pbro. Santiago Gutiérrez Sáenz Rector de la Catedral Metropolitana y Coordinador de la Pastoral Bíblica
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Pastoral Siglo XXI > p.6
VOCACION A LA VIDA RELIGIOSA
La vocación religiosa es algo esencial en la vida de la Iglesia, tiene un valor irreductible, supone un don que el Espíritu Santo hace a la Iglesia y que la ayuda a ser ella misma en las diversas circunstancias de la historia . El Papa Pablo VI explica acerca de la vocación religiosa: Los religiosos, también ellos, tienen en su vida consagrada un medio privilegiado de evangelización eficaz. A través de su ser más íntimo, se sitúan dentro del dinamismo de la Iglesia, sedienta de lo Absoluto de Dios, llamada a la santidad. Es de esta santidad de la que ellos dan testimonio. Ellos encarnan la Iglesia deseosa de entregarse al radicalismo de las bienaventuranzas. Ellos son por su vida signo de total disponibilidad para con Dios, la Iglesia, los hermanos. Por esto, asumen una importancia especial en el marco del testimonio que, como hemos dicho anteriormente, es primordial en la evangelización. Este testimonio silencioso de pobreza y de desprendimiento, de pureza y de transparencia, de abandono en la obediencia puede ser a la vez que una interpelación al mundo y a la Iglesia misma, una predicación elocuente, capaz de tocar incluso a los no cristianos de buena voluntad, sensibles a ciertos valores. Los religiosos y religiosas encarnan y concretan algo que la Iglesia está llamada a vivir en su conjunto. Son un símbolo de la tensión espiritual que debe caracterizar a todos los creyentes: tensión evangelizadora, tensión hacia la santidad de vida, tensión hacia el futuro. Es lo que llamamos en una palabra: radicalidad. Los religiosos y religiosas son un signo de aquello que toda la comunidad cristiana está llamada a ser, son como la brújula que señala el camino, o como un faro que guía en la oscuridad. Ellos muestran a toda comunidad que Dios es el valor absoluto en la vida del hombre, por eso relativizan todos esos bienes que en el mundo tienen a idolatrarse: el dinero, la autonomía, el sexo. No desprecian estas realidades, simplemente las colocan en su justo lugar, dándoles un sentido nuevo, en el que resplandece la luz del evangelio. Tiene sus raíces en los ejemplos y enseñanzas de Cristo Jesús. Es un don de Dios Padre a la Iglesia por medio del Espíritu. Abarca a toda la Iglesia porque comprende a cristianos de toda condición que hacen radicalmente el don de sí mismos por amor al Señor Jesús. Todas esta pautas nos ayudan a resaltar que todos estamos llamados a una vocación la cual la podemos vivir desde nuestra situación actual. Los religiosos y religiosas viven en el mundo las características de Cristo hasta convertirse páginas vivas del Evangelio.
Pbro. Oscar Efraín Tamez Villarreal Coordinador del Departamento de Pastoral Vocacional
MEDITA
MEDITA > REFLEXION
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NOCHE DE BRUJAS
Pastoral Siglo XXI > p.7
esde hace muchos siglos y en casi todas las culturas, el ser humano ha querido descubrir los misterios de la vida a través de medios sobrenaturales. Tanto conocer el futuro de la historia, como el nuestro, lo que nos deparará el destino cuando seamos ancianos, ¿cómo nos irá en el amor y en el dinero?, es toda una incógnita. Nos hacemos éstos y muchos otros cuestionamientos porque hay algo en el interior que nos mueve a buscar respuestas. Lamentablemente el motor que muchas veces conduce estas inquietudes son el miedo y la curiosidad. Nos cuesta vivir el presente y asumir lo que la vida nos presenta como sorpresa. Cada día es algo nuevo que debemos descubrir, cada día es una aventura que debemos enfrentar. Pero, ante la falta de una vida espiritual sólida y donde la confianza en Dios sea absoluta, la inquietud, el deseo desenfrenado y la incertidumbre, nos carcomen por dentro. Y es entonces que se buscan medios “extraños” para conocer lo que según se cree, será la verdad. Es aquí donde aparecen la lectura de cartas, el café, los horóscopos, la astrología (que no es lo mismo que la astronomía), la nigromancia, la adivinación, etc. Todo aquello que explícitamente está prohibido en la Sagrada Escritura porque atenta contra la confianza en Dios, el abandono absoluto a su Persona y su Voluntad. Muchos jóvenes de hoy entienden como juego lo que es mucho más serio y delicado. La Ouija y otros instrumentos (juegos) como éste, si bien no son diabólicos en sí mismos, sí pueden llegar a serlo si los utilizamos como medios para contactar a los que no pertenecen a este mundo. Lo más triste de todo es que estos “juegos” los puedes encontrar en tiendas departamentales, en el área de juguetes para niños y a bajo costo. San Agustín identificaba al demonio como un perro amarrado. Si no te le acercas no te hará nada, sólo oirás su ladrido, pero si te acercas, seguro te morderá. No es difícil caer en las fauces del enemigo. El mismo san Pedro afirma que “el demonio, como león rugiente ronda buscando a quien devorar”. Por eso el Apóstol nos invita a “resistirle firmes en la fe”. El mal, en la actualidad, no es sólo alejarse de Dios, sino prescindir de Él, es decir, vivir como si Dios no existiera o como si Dios no tuviera que ver con nosotros. Además, otro mal comienza a gobernar en la sociedad: ignorar la incidencia del mal y del demonio en el mundo. Precisamente, una artimaña del maligno es actuar de manera oculta y velada. No hay necesidad de buscar al demonio, porque él ya ha salido a nuestro encuentro, pero quien lo busca, seguro lo encontrará. No olvidemos que la mayor actividad del mal es la tentación, porque en ella, el demonio quiere apartar nuestro corazón del amor de Dios. Pero la tentación no es la única forma de manifestarse. Por eso debemos estar atentos, para no caer en la tentación y no dejarnos engañar por él. Tristemente oímos a más personas confundir el bien con el mal y viceversa. ¡Ahora resulta que las virtudes y los valores son cosa del pasado y que cada quien tiene la última palabra de los juicios que se hacen de valor!. Los extremos siempre serán malos. Ver demonios por todos lados sería caer en otro tipo de error. Sonaría más a una persona desequilibrada, que espiritual y cuerda. Hay Cuatro “TENEMOS” que nos ayudarán a salir adelante en nuestra vida: 1. Tenemos que aprender a vivir el momento: La famosa frase “carpe diem” se nos ha olvidado. No debemos dejar que el pasado sea un baúl lleno de angustias y remordimientos, ni que el futuro sea un túnel oscuro e incierto donde lo que está por venir es peor que lo que vivimos actualmente. Lo único con lo que contamos es con el “presente” y este lo debemos vivir con pasión, optimismo y alegría. 2. Tenemos que aprender a obtener las cosas como fruto de nuestro trabajo y esfuerzo: Ganar mucho con poco es una vana ilusión. Obtener los bienes a costa de los demás: robando, asesinando, es actuar como animales irracionales. Las cosas se consiguen con el sudor de la frente. Lo que vale la pena implica sacrifico y entrega. 3. Tenemos que estará atentos contra las insidias del enemigo que se manifiesta de muchas formas: El mal está siempre al acecho y la mejor estrategia del enemigo es el engaño. Por eso debemos estar atentos. Oración y sacrificios son la mejor arma para no caer en tentación. 4. Tenemos que esforzarnos por llevar una vida de gracia: Si queremos una vida plena, tenemos que buscar al Señor, porque Él ha venido a darnos vida en abundancia. Dirigir nuestro corazón al Señor, hacer el bien, ayudar a los demás le darán sentido a nuestra existencia y no tendremos que buscar respuestas mas que aquellas que nos conducen a la vida eterna. Esas respuestas las encontrarás en la oración y en una vida digna, recta y santa. Pbro. Roberto Figueroa Mendez Parroquia Juan Pablo II de García, N.L.
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MEDITA > FE
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¿QUÉ QUIERE DECIR “TRINIDAD”?
TODO DEPENDE...
e decía Omar a Pepe: <<Oye ya sabías que Juan le andaba echando los perros a Bety, tu vecina>>, y el ingenuo de Pepe, muy extrañado preguntó: <<y ¿qué?... ¿a poco la mordieron?>>. <<No>>, le dice Omar, <<eso quiere decir que Juan pretendía a Bety para novia>>; <<Ah bueno... es que todo depende de cómo se digan las cosas>>, dijo Pepe para justificarse. Y es muy cierto que el significado de una palabra depende de un determinado contexto. Así por ejemplo, la palabra <<margarita>> puede significar una bebida alcohólica, una flor, un pan y hasta el nombre de una muchacha, <<todo depende>>, como dijo Pepe, si el contexto en el que la palabra se dice es una florería, un bar, una panadería o una persona. Así también, la distintiva confesión cristiana: <<Jesucristo es el Hijo de Dios>> puede entenderse de muchas maneras, <<todo depende>>. Como ya en el siglo IV empezaban a circular algunas interpretaciones, poco adecuadas en torno a la identidad de Jesús, fue necesario “definir” el sentido propio de tal confesión. Para Arrio, sacerdote oriundo de Libia y radicado en Alejandría (256 -336 d.C.), la frase <<Jesucristo es Hijo de Dios>> podía prestarse al malentendido politeísta según el cual, no habría un solo Dios, sino al menos dos, uno hijo de otro. Pero si se decía que <<el Espíritu Santo era Dios>>, entonces, serían ya tres dioses; éste último también hijo del Padre y, por tanto, hermano de Jesucristo. Para San Atanasio, sucesor de Alejandro en la sede de Alejandría, Egipto (ca. 296 – 373 d.C.), la negación de la divinidad de Jesucristo, sostenida por Arrio, amenazaba la causa de nuestra salvación, pues si Jesucristo no era Dios, entonces no nos habría salvado con su muerte y resurrección porque <<sólo Dios puede salvar>>. Desde el año 313, el llamado “Edicto de Milán”, al promulgar la libertad de religión en el Imperio, había puesto fin a las persecuciones y había dado inicio al paulatino reconocimiento del cristianismo como oficial religión romana. En esta nueva etapa de pacífica relación con el estado, discusiones, como la suscitada por Arrio, amenazaban la unidad imperial. Apenas en el año 324, Constantino se estrenaba como único emperador, tanto de Oriente, como de Occidente y la polémica situación arriana empezó a preocuparle, al grado de ordenar reunir a los Obispos en la ciudad de Nicea, un 20 de mayo del año 325 para que se llegase a un arreglo definitivo sobre el asunto de la identidad, divina o no, de Jesús. Las discusiones fueron poco provechosas, pero finalmente, los Obispos acordaron que la afirmación <<Jesucristo es Hijo de Dios>> debía entenderse con el término filosófico griego <<homoousios>>. ¿Qué...queeé? Sí, <<homoousios>>, leyó Ud. bien. <<Homoousios>>, es lo que nosotros decimos de Cristo, cada domingo, cuando rezamos en Misa: <<Creo en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios...consubstancial al Padre>>, o como reza la fórmula actual: <<de la misma naturaleza del Padre>>. Lo cierto es con el término <<homoousios>> se acabó la discusión porque los arrianos entendieron que esa palabra quería decir que <<Jesucristo era semejante a Dios, pero no igual o idéntico a El>>; por otro lado, los cristianos, fieles a la enseñanza apostólica de san Atanasio, entendieron que el término quería decir que <<Jesucristo es Hijo de Dios>> porque Él, a diferencia de todo ser humano y de todo cuanto existe, <<había sido engendrado, y no creado, de la misma naturaleza del Padre>>. San Atanasio trabajará incansablemente en explicar el sentido católico, es decir, apostólico, de la expresión <<homoousios>> hasta que, en el año 381, los Obispos se volverán a reunir en una Asamblea de carácter normativo, conocida como “Concilio de Constantinopla”, a causa del nombre de la ciudad en donde se llevó a cabo la reunión. Este segundo Concilio, considerado como “ecuménico”, dado el valor “universal” que su doctrina y decretos tienen para la Iglesia de todo el mundo, fue ocasión para “definir” que también <<el Espíritu Santo procede de la misma naturaleza divina del Padre y del Hijo, y que siendo este Espíritu un mismo Dios, con ellos, recibe por ello, una misma adoración y gloria>>. Este fue el recorrido histórico - doctrinal, de ese credo que recitamos, especialmente, los domingos del tiempo ordinario y en otras festividades de la Iglesia y que por remontarse a los dos primeros concilios ecuménicos mencionados, es llamado “credo niceno constantinopolitano”. Pbro. Alberto Anguiano García Prefecto de Estudios y Confesor del Instituto de Teología del Seminario de Monterrey
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Pastoral Siglo XXI > p.9
CARTA A PEDRO
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dmirado Pedro, tu testimonio de vida es para mí una motivación a darle más importancia a la Gracia de Jesús que a la gran cantidad de errores que he cometido. Recorro sediento cada pasaje en el que apareces en relación con el Maestro y que son muchos. No hay apóstol que aparezca tantas veces rechazando, presumiendo, sugiriendo, ofreciendo, prometiendo, y negando a Jesús, y no intento hacerte ver mal, lo cierto es que tu relación con Jesús te llevó a hacer todo esto, y estar tan relacionado con él, no es otra cosa que fe. Creo que tu mayor problema no fue tanto dudar de él como dudar de ti. De lo que creías de él, de lo que sentías por él, y eso puedo comprenderlo porque yo también lo he vivido muchas veces. Ahora por otro lado va tu personalidad, voluntariosa y extrema, tus afectos extrapolados, de la efusividad al pesimismo, de la paz al coraje en un solo momento. Tu obstinación merece toda una disertación, pero tu humildad es la que merece todo un tratado. Fuiste capaz de soportar la reprimenda más fuerte de Jesús: “¡apártate de mi Satanás!” e imagino tu rostro adolorido contemplado por los otros once sin saber que en tu interior lo que más te dolía era que aquella frase saliera de quien tanto amabas. Dicen algunos teólogos de mi tiempo que Jesús te formó en el sufrimiento, y eso creo que es el mayor halago que nos pueden hacer. Nadie sufre por alguien a quien no ama, y tú lo amabas mucho. Y mientras estuviste con él fueron más los momentos de gloria que los de tristeza, mira que tener el privilegio de irte a orar con él a esos lugares apartados, o estar con él en la transfiguración viéndolo tal cual era, como Dios verdadero, o por último, ser el primero a quien le lavara los pies. Definitivamente te admiro. Poco a poco su amor te fue transformando y obligándote a vaciarte de ti. Lo último de ti que quedaba fue el veneno de humanidad que te hizo negarlo, separarte de él como lo hiciera a Adán con su Creador. Pero aún ahí tuviste el privilegio de una última mirada llena de amor y compasión. Tu llanto amargo es quizás de las cosas que más amo de ti querido Pedro. Lloraste por negar con tanto encono a aquel a quien amabas, en quien creías, a quien te tuvo tan cerca. Así con los ojos inundados viste muy de lejos a tu Maestro morir en la cruz, mientras en tu interior sabías que él hubiera deseado tenerte cerca. Y sabiéndote pecador no dejabas de sentir su amor y su predilección, las llaves en tus manos y la iglesia sobre tus hombros. Sin embargo la tristeza aun continuaba y aquellos tres días fueron largos y pesados, hasta que en tu impetuosidad y tratando de espantar las culpas que todavía gritaban en tu cabeza te decidiste a ir a pescar y los otros –casi en la misma situación- te acompañaron. Allí fue el encuentro, el momento decisivo, el punto más alto de lo que viviste con él en el mundo. Tus ojos hinchados no supieron reconocerlo y fue el discípulo amado el que te lo indicó. Estaba ahí, en la orilla, era el Maestro. Como antes tu impulsiva alegría y amor te hicieron desnudarte y arrojarte al agua, ahora ya no importaba caminar sobre ella, sabías nadar y lo importante era llegar a él. Y al fin llegaste y frente a él no supiste qué hacer, miles de sentimientos desconocidos se agolpaban en tu pecho y lo mirabas frente a ti vivo y amante. Después vendría la más hermosa conversación que hayas tenido con él. Era su testamento y con eso concluía tu formación. Dos “me amas”, tres humildes y honestos “te quiero” dichos con la garganta destrozada por el dolor y la culpa que se desvanecía milagrosamente ante su confianza fiel en ti: “apacienta mis corderos”. Y después regreso a su Gloria, sin abandonarnos a nosotros. Ahí empezó la historia de Pedro, el primero de los apóstoles cuyo corazón se había transformado manteniendo lo más maravilloso que había en él, la humildad. Y entonces déjame decirte que me fascina tu respuesta en aquel encuentro con Cornelio quien se arrodilla ante ti mientras tú le dices “levántate, que yo también soy un simple hombre” y fue también tu humildad la que estuvo presente al final de tu vida en una cruz invertida pues asegurabas no merecer morir de la misma manera que tu Maestro. Definitivamente, mi querido Pedro, eres mi santo favorito, aunque la expresión te sonroje en el cielo. De ti estoy aprendiendo a formarme aun a pesar de mis grandes errores, necedades, negaciones. De ti tenemos que aprender a tener la humildad para no creer que nuestros pecados son más grandes que su gracia y su misericordia. Así que ya que estás tan cerca de él te pido que pidas por todos sus apóstoles y por mí, que disfruto tanto de su misericordia, pero que necesito tanto de su paciencia. . Pbro. Ignacio Pulido Mendiola Vicario Parroquial en San Juan Bautista (Centro Cadereyta)
MEDITA
MEDITA > REFLEXION
Pastoral Siglo XXI > p.10
SINFONIA INCONCLUSA
A
nadie nos gustan las despedidas, y sin embargo, todos debemos ser conscientes de que los caminos tienen un principio e incluyen un final, que toda competencia tiene su señal de salida e incluye una meta, que todos los libros deben tener una introducción y contemplan una conclusión, que todo prólogo promete un epílogo, que los días tienen amaneceres y anocheceres, que existe una aurora y un ocaso, que la primavera acusa el invierno, que toda obra musical posee una obertura y tiene una nota final. No obstante, los hombres de nuestro tiempo vivimos de tal manera, que pareciéramos querer olvidar la transitoriedad que encierra la vida y de todo aquello que se gesta en el tiempo. Nuestras actuaciones diarias denuncian una falta de conciencia en torno a nuestra contingencia existencial. Nuestra vida diaria se vive, en ocasiones, con tanta frivolidad, que pareciéramos tener como presupuesto la eternidad mientras vivimos en la temporalidad. Y es entonces, que surgen las escenas tristes que nos hablan de nuestros fracasos humanos: edificios sin terminar en las grandes avenidas, casas residenciales a medio construir, carreteras interrumpidas en su realización, sinfonías inconclusas de la vida. Hoy, somos tantos los que cargamos con nuestra propia sinfonía inconclusa, cuando no somos capaces de prever la limitación de nuestros recursos. Somos cada vez más, los que hemos puesto los cimientos de nuestras grandes construcciones, pero no hemos pensado en la necesidad de diseñar y prever las últimas etapas de nuestros edificios. Es bueno que, no te quedes discurriendo solamente en el entorno material, y que transcendiendo el pensamiento, puedas darte cuenta de que muchas de nuestras familias y de nuestras vidas son esas enciclopedias inacabadas. Somos tantas las personas que no asumimos la caducidad de la vida y que actuamos como si fuéramos eternos. Piensa y trata de resolver estas preguntas: ¿Tu familia está preparada para cuando sobrevenga tu ausencia? ¿Si el día de mañana Dios te llamara, y tú ya no te encuentras junto a los tuyos, las cosas podrían continuar con su desarrollo normal? ¿Están preparados tus seres queridos para asumir el timón de la embarcación y seguir el rumbo de la vida, cuando tú no estés al frente de ellos? El Señor nos recuerda a cada uno en lo personal que, junto con la voluntad general de Dios, que consiste en la salvación de todos los hombres, actúa también en nuestra vida una voluntad específica de parte de Dios: Dios nos ha enviado al mundo con una misión. ¿Te has dado cuenta de que un día tenemos que escribir la última letra en el libro de nuestra vida? Los cristianos, por la Ascensión comprendemos la esperanza de lo que obramos, alcanzamos a contemplar que nuestra vida es un camino que tiene como destino el cielo. ¿Y cuándo a tí te toque despedirte, crees que las cosas y los tuyos continuarán con su curso? . Pbro. Rogelio Narváez Martínez Párroco Nuestra Señora del Rosario
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MEDITA
Pastoral Siglo XXI > p.11
MEDITA > ESPIRITUALIDAD
EL SUFRIMIENTO HUMANO
“El sufrimiento en sí no tiene sentido, sólo lo tiene el sufrimiento que asumimos en la lucha contra el sufrimiento” (D. Sölle). “El sufrimiento no se acepta, se combate” (U. Hedinger). “Para la fe el sufrimiento sigue siendo un enigma. ¿Es posible que la cruz otorgue sentido al sufrimiento? Una corriente teológica rechaza cualquier intento de buscar sentido al sufrimiento y protesta contra el intento mismo de buscar sentido, aunque fuese en Dios. Intentar justificar el sufrimiento, porque también Dios está presente en el sufrimiento de la cruz, sería inútil, y sería, alienante… Sin embargo, hablar del sufrimiento de Dios en la cruz es, pues, reflexión teológica, pero creemos que no es una reflexión arbitraria. Pablo dice que Dios estaba en la cruz de Jesús, y en Marcos 15,39, el centurión hace la confesión de fe: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios”, después de la muerte de Jesús. Lo central en esta reflexión es, pues, que el mismo Dios ha aceptado, al modo de Dios, encarnarse consecuentemente en la historia, dejarse afectar por ella y dejarse afectar por la ley del pecado que da muerte. La cruz no hay que verla como designio arbitrario de Dios ni como castigo cruel hacia Jesús, sino como consecuencia de la opción primigenia de Dios: la encarnación, el acercamiento radical por amor y con amor, lo lleve donde lo lleve, sin salirse de la historia, sin manipularla desde fuera. Y eso, en palabras humanas, significa también la aceptación del sufrimiento por parte de Dios. A esto no hay que ver ni sublimación ni justificación del sufrimiento. A lo que Dios anima es a la encarnación real en la historia, pues sólo así la historia será salvada, aunque eso lleva a la cruz. Lo que el sufrimiento de Dios en la cruz dice, en definitiva, es que el Dios que lucha contra el sufrimiento humano ha querido mostrarse solidario con los seres humanos que sufren, y que la lucha de Dios contra el sufrimiento es también a la manera humana. No es quizás una verdad filosófica, ni sabemos si está muy presente en otras tradiciones religiosas, pero es esencial a la tradición bíblica y, ciertamente, a la cristiana que hay que luchar decididamente contra el pecado para erradicarlo, pero que esa lucha pasa con el cargar con el pecado” (Jon Sobrino, Jesucristo Liberador). “Se tambalea el rico y sobran manos para sostenerlo; tropieza el pobre y su vecino hasta lo empuja; habla el rico y muchos lo ponderan, incluso encuentran elocuente su hablar desmañanado; se equivoca el pobre y es unánime la burla, habla con sensatez y se voltean para otro lado; El rico toma la palabra y no se escuchan ni las moscas y ponen por las nubes su talento; acierta el pobre y todos se preguntan: “¿quién es éste?” Y echan por tierra lo que diga (Ben Sirá 13, 21-23). Hay millones de pobres en México, ¿qué podemos hacer concreta y humanamente delante de su situación muchas veces acompañada de sufrimiento? ¿La fe les dice algo a estos hombres y mujeres que sufren los desajustes económicos y sociales? ¿Es ético vivir en la opulencia? ¿Qué nos vamos a llevar cuándo el Señor nos llame? Pbro. Hugo Alberto Chávez Jiménez Rector de Templo en Señor de la Misericordia (Jardines de Anahuac)
COMPROMETETE UNA AVENTURA COMPARTIDA COMPROMETETE > PASTORAL FAMILIAR
Pastoral Siglo XXI > p.12
El matrimonio es la aventura más apasionante de un hombre y una mujer en búsqueda de la felicidad. Metas comunes, sueños realizados, sufrimientos compartidos, alegrías sin fin…Esto es el matrimonio. El dialogo sincero, la palabra amable y la comprensión son los eslabones claves de la unión del matrimonio… Y cuando creas que, con tu esposa, los abrazos y los besos ya pasaron de moda, es la hora de inventarlos otra vez. Cuando el barco del hogar es impulsado por el viento del amor, es seguro que llegue al puerto de la dicha. Ya lo sabes, en materia matrimonial, cada pareja escribe su propia historia. En el matrimonio, los cónyuges amorosos son como dos brillantes rayos que, arrancados del sol por un poder misterioso, viajan a través del universo dando su luz como si fueran uno solo. Se parecen también a dos flores que brotaron y crecieron en un mismo jardín, pero que un día fueron arrancadas para formar un ramillete y así adornar un altar y perfumar un ambiente. Y, se puede comparar con dos aves a quienes el destino unió, en el bello escenario de una rama con el cielo como fondo, para inspirar sentimientos de amor y alegrar el paisaje con su canto. Los desposados son como dos mariposas que, seducidas una por la belleza de la otra, han unido su vuelo para saborear la miel y regar la semilla del color. El matrimonio es un designio de DIOS para hacer posible la felicidad y la prolongación de la vida.Un consejo para los hombres: Cuando ella se enoje contigo, te dé la espalda o se vaya y te deje, búscala o síguela. Cuando te empuje o intente golpearte, abrázala y no la dejes ir y cuando empiece a maltratarte o tratarte mal, bésala y dile cuanto la quieres. Cuando se quede callada, pregúntale qué le sucede, cuando te ignore, dale tu atención y cuando quieras besarla o abrazarla y se haga para atrás, abrázala fuerte pero sin lastimarla. Cuando la veas desarreglada, dile que se ve hermosa y cuando la veas llorando, no le digas nada, solo abrázala. Cuando la veas caminando, corre hacia ella y abrázala por la cintura y cuando esté asustada hazla sentir protegida. Cuando ponga su cabeza en tu hombro, acaricia su cabello, y hazla reír siempre. Cuando no te contesta por mucho tiempo, asegúrate de que todo esté bien a pesar que esté odiosa y cuando parezca que tiene frío, dale tu camisa, chaqueta o lo que tengas. Cuando te dice que te quiere, te quiere en verdad más de lo que te imaginas. Cuando agarre tu mano, agarra la de ella y juega con sus dedos. Cuando te cuente un secreto, guárdalo muy bien y cuando te mire fijamente a los ojos no despegues tu mirada hasta que ella lo haga.Cuando este enojada contigo abrázala muy fuerte y le preguntes si algo anda mal y te dice que no, no le creas, hazle saber que es importante en tu vida, aun a pesar de los problemas, el amor siempre es más fuerte. . Pbro. Benito Ramírez Márquez Párroco en San Pedro Apóstol (Allende Centro)
COMPROMETETE COMPROMETETE > CARIDAD
Pastoral Siglo XXI > p.13
AMAR BIEN Y MEJOR
P
Segunda Parte...
ara decirlo con ejemplos, pienso en el amor de la mamá y en el no-amor del, llamado así, “amante”. Algunas mamás se sienten mal y creen que no aman por el reproche de sus hijos o por el sentimiento de tristeza que experimentan cuando les llaman la atención. Pero ¿a poco no es amor querer el bien de los hijos y prevenir una enfermedad al ponerles una vacuna aunque lloren un poco? ¿a poco no es amor cuando llamas su atención porque están destruyendo su propia vida y ellos nos reprochan nuestro “sermón”?... es evidente que el diálogo jugará una parte de la madurez del amor mutuo, pero este amor: vacunar y corregir no es placentero para los hijos, y tampoco para los papás… sin embargo, en cuanto busca el bien de la persona amada y la realización de su propia vida… entonces es amor… afinarlo es cuestión de todos los días. Aquí requerimos paciencia, perseverancia, iluminación de Dios y de educadores, quizá. En cambio, el beso al “amante” puede ser placentero, las palabras y las caricias agradables… pero se interponen al proyecto de ser felices de verdad. ¿ se ocultan esas cosas porque pueden destruir el amor familiar? ¿a poco es amor, exponer por un ratito agradable, todo el proyecto de vida, de familia y fe que alguien tiene? … No es posible decir que se ama a alguien cuando uno mismo se pone como piedra de tropiezo (aunque sea una piedra agradable) en el proyecto de vida de un esposo, de una esposa, de un amigo, de un jefe… sólo por poner algunos ejemplos. Cuando agradas siendo cómplice, cuando agradas dejando que el otro haga lo que quiere aunque le sea perjudicial, cuando con tal de escuchar que “eres la mejor persona del mundo” no tienes el valor de corregir al que está de frente, cuando le permites dañarse a sí mismo, conscientemente o no, pero le dejas andar el camino que lleva a la tristeza ¿eso se llama amor? El tema no es la infidelidad, es el amor, porque esto que parece amor, no lo es… ya luego platicaremos de la infidelidad y del discernimiento, para que cada uno pueda elegir lo mejor, y recalcando, no lo más agradable, sino lo mejor. Entonces hoy quisiera compartir esto: el amor crece, madura, se confunde, equivoca los caminos, los retoma, es iluminado por la fe y oscurecido por el egoísmo y otras distracciones que tenemos cerca… por eso el amor incluye en su esencia la razón y la fe. No es amor sólo porque es agradable, ni tampoco deja de ser amor por el hecho de que nos implique alguna incomodidad o sentimiento difícil de vivir. Así se puede comprender también que Jesús nos haya mostrado su buen amor en la Cruz… El amor es amor cuando ilumina la vida del otro, cuando le acompaña e impulsa en su propio proyecto de vida, cuando le ayuda a estar en el camino de su propia y verdadera felicidad, allí donde está cerca de Dios. Para el cristiano un criterio al dar amor podría ser: si lo aleja de Dios, entonces no es amor, tampoco si lo aleja de sí mismo, del amor a los demás y del mundo… no es el amor más pleno; en cambio, si le une a Dios y a la humanidad, si le fortalece, le ilumina, le ayuda a retomar este camino divino, entonces sí que lo es. Finalmente, a ti que eres cristiano, te invito a recordar que serlo, no se trata sólo de que no hagas el mal… se trata de amar, de amar bien y mejor cada vez. Como diría San Ignacio, de dar la mayor gloria a Dios que podamos en el amor a los demás. La mayor gloria. ¡La mayor! Siempre podemos amar más y mejor. Siempre podemos amar, porque somos amados. Habría que atreverse a cuestionarnos a nosotros mismos si amamos de verdad, en este sentido, si nos hemos quedado cortos o no. Si nos encontramos en el camino del amor o en el de complacer solamente. Y cuando las fuerzas nos falten, cuando dudemos si es amor lo que damos, ¡Que su Espíritu nos ilumine! Amar es la tarea, hacerlo más y mejor cada vez es buscar la mayor gloria de Dios… ¡contamos con su ayuda! por eso San Ireneo decía: ¡la gloria de Dios es que el hombre viva! … allí, en el buen amor, en el mejor, hay un camino a la alegría… y a la santidad.
Pbro. Rodolfo Antonio García Martínez Vicario Parroquial en San Juan Bautista (Centro Garcia N.L.)
COMPROMETETE
CELEBRAR LA VIDA Y CELEBRAR LA FE L COMPROMETETE > VICARIA DE PASTORAL
Pastoral Siglo XXI > p.14
a vida transcurre muchas veces en medio de acontecimientos rutinarios que ocupan casi mecánicamente las horas y los días. Pero es también la oportunidad para que se den otros acontecimientos, buscados expresamente o simplemente inesperados, capaces de romper esa rutina y hacer que se les dedique un tiempo especial para “celebrar”. La diferencia entre los acontecimientos rutinarios y los que rompen la rutina está en el sentido con el que se viven. Celebrar es una dimensión propia de la vida de las personas humanas, un tiempo para gozar más intensamente y capaz de romper esa rutina. Las formas de hacerlo varían mucho de acuerdo a los ambientes y las culturas, pero hay una que tiene un sentido muy especial: la fiesta. La fiesta es un tiempo que se dedica para celebrar un acontecimiento. Llega a ser muy importante porque nos permite romper la rutina, experimentar la profundidad de la vida, sentirla como regalo y descubrir que vale la pena ser vivida; nos da la posibilidad para manifestarnos en un clima de libertad y espontaneidad. Es un espacio ideal para el encuentro, la comunicación y el diálogo. En una sociedad donde el diario vivir se nutre de acciones muchas veces interesadas, la fiesta es un tiempo para la gratuidad; en una realidad de injusticia y dependencia, la fiesta es participación en el dinamismo de la liberación y la utopía; en un mundo materialista e individualista, la fiesta permite expresar la propia fe, vivirla en comunidad y abrirse al sentido pleno de lo trascendente. Entendida de esta manera, la fiesta es una realidad profundamente humana que eleva y dignifica, impide quedarse en la dimensión meramente horizontal de la existencia, lleva a Dios y permite celebrar la vida. El cumpleaños, la finalización de los estudios, el reencuentro con un ser querido y mil otras celebraciones más van alegrando y enriqueciendo el diario vivir. La Liturgia, tiempo para Celebrar la Fe en Jesucristo. El sentido de la fiesta descrito anteriormente, vale también para la celebración de la fe. Celebrar la fe es tener ese tiempo para el encuentro con el Señor de la vida y de la historia, es tiempo para encontrarse con Dios y con la vida nueva que él ofrece, para renovarse, entusiasmarse y animarse. Para hacer realidad el seguimiento de Jesús, no alcanza con “saber” mucho de él y de su Evangelio, es necesario “experimentar” su presencia y entrar en relación con su persona viva. Las celebraciones litúrgicas y los sacramentos de la fe son los momentos fuertes de la celebración cristiana. La celebración es el tiempo privilegiado en que el Señor se hace presente para acompañar el caminar de los hombres por la historia, es el momento para celebrar la salvación, la liberación y la presencia de Jesús resucitado en medio de su pueblo.
Pbro. Luis Castillo Leal Párroco en Jesús el Buen Pastor (Col. Ciudad Satélite)
VIVE
VIVE > IGLESIA
E
Pastoral Siglo XXI > p.15
LA UNIDAD EN LA IGLESIA
n el «Credo» nosotros decimos «Creo en la Iglesia, una», o sea, profesamos que la Iglesia es única y esta Iglesia es en sí misma unidad. Pero si miramos a la Iglesia católica en el mundo descubrimos que comprende casi 3.000 diócesis diseminadas en todos los continentes: tantas lenguas, tantas culturas. Con todo, las miles de comunidades católicas forman una unidad. ¿Cómo puede suceder esto? Una respuesta sintética la encontramos en el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, que afirma: la Iglesia católica difundida en el mundo «tiene una sola fe, una sola vida sacramental, una única sucesión apostólica, una común esperanza y la misma caridad» (n. 161). Es una bella definición, clara, nos orienta bien. Unidad en la fe, en la esperanza, en la caridad, unidad en los sacramentos, en el ministerio: son como los pilares que sostienen y mantienen junto el único gran edificio de la Iglesia. Allí donde vamos, hasta en la más pequeña parroquia, en el ángulo más perdido de esta tierra, está la única Iglesia; nosotros estamos en casa, estamos en familia, estamos entre hermanos y hermanas. Y esto es un gran don de Dios. La Iglesia es una sola para todos. No existe una Iglesia para los europeos, una para los africanos, una para los americanos, una para los asiáticos, una para quien vive en Oceanía, no; es la misma en todo lugar. Es como en una familia: se puede estar lejos, distribuidos por el mundo, pero los vínculos profundos que unen a todos los miembros de la familia permanecen sólidos cualquiera que sea la distancia. Preguntémonos todos: yo, como católico, ¿siento esta unidad? Yo, como católico, ¿vivo esta unidad de la Iglesia? ¿O bien no me interesa, porque estoy cerrado en mi pequeño grupo o en mí mismo? ¿Soy de los que «privatizan» la Iglesia para el propio grupo, la propia nación, los propios amigos? Es triste encontrar una Iglesia «privatizada» por este egoísmo y esta falta de fe. ¡Es triste! Cuando oigo que muchos cristianos en el mundo sufren, ¿soy indiferente o es como si sufriera uno de la familia? Cuando pienso u oigo decir que muchos cristianos son perseguidos y dan hasta la vida por la propia fe, ¿esto toca mi corazón o no me llega? ¿Estoy abierto a ese hermano o a esa hermana de la familia que está dando la vida por Jesucristo? ¿Oramos los unos por los otros? Os hago una pegunta, pero no respondáis en voz alta, sólo en el corazón: ¿cuántos de vosotros rezan por los cristianos que son perseguidos? ¿Cuántos? Que cada uno responda en el corazón. ¿Rezo por ese hermano, por esa hermana que está en dificultad por confesar y defender su fe? Es importante mirar fuera del propio recinto, sentirse Iglesia, única familia de Dios. Demos otro paso y preguntémonos: ¿hay heridas en esta unidad? ¿Podemos herir esta unidad? Lamentablemente vemos que en el camino de la historia, también ahora, no siempre vivimos la unidad. A veces surgen incomprensiones, conflictos, tensiones, divisiones, que la hieren, y entonces la Iglesia no tiene el rostro que desearíamos, no manifiesta la caridad, lo que quiere Dios. Somos nosotros quienes creamos laceraciones. Y si miramos las divisiones que aún existen entre los cristianos, católicos, ortodoxos, protestantes... sentimos la fatiga de hacer plenamente visible esta unidad. Dios nos dona la unidad, pero a nosotros frecuentemente nos cuesta vivirla. Es necesario buscar, construir la comunión, educar a la comunión, para superar incomprensiones y divisiones, empezando por la familia, por las realidades eclesiales, en el diálogo ecuménico también. Nuestro mundo necesita unidad, es una época en la que todos necesitamos unidad, tenemos necesidad de reconciliación, de comunión; y la Iglesia es Casa de comunión. Humildad, dulzura, magnanimidad, amor para conservar la unidad. Estos, estos son los caminos, los verdaderos caminos de la Iglesia. Oigámoslos una vez más. Humildad contra la vanidad, contra la soberbia; humildad, dulzura, magnanimidad, amor para conservar la unidad. Pablo decía: un solo cuerpo, el de Cristo que recibimos en la Eucaristía; un solo Espíritu, el Espíritu Santo que anima y continuamente recrea a la Iglesia; una sola esperanza, la vida eterna; una sola fe, un solo Bautismo, un solo Dios, Padre de todos (cf. vv. 4-6). ¡La riqueza de lo que nos une! Y ésta es una verdadera riqueza: lo que nos une, no lo que nos divide. Esta es la riqueza de la Iglesia. Que cada uno se pregunte hoy: ¿hago crecer la unidad en familia, en la parroquia, en comunidad, o soy un hablador, una habladora? ¿Soy motivo de división, de malestar? ¡Pero vosotros no sabéis el daño que hacen a la Iglesia, a las parroquias, a las comunidades, las habladurías! ¡Hacen daño! Las habladurías hieren. Un cristiano, antes de parlotear, debe morderse la lengua. ¿Sí o no? Morderse la lengua: esto nos hará bien, porque la lengua se inflama y no puede hablar y no puede parlotear. ¿Tengo la humildad de remediar con paciencia, con sacrificio, las heridas a la comunión? ¿Quién es el motor de esta unidad de la Iglesia? Es el Espíritu Santo que todos nosotros hemos recibido en el Bautismo y también en el sacramento de la Confirmación. Es el Espíritu Santo. Nuestra unidad no es primariamente fruto de nuestro consenso, o de la democracia dentro de la Iglesia, o de nuestro esfuerzo de estar de acuerdo, sino que viene de Él que hace la unidad en la diversidad, porque el Espíritu Santo es armonía, siempre hace la armonía en la Iglesia. Es una unidad armónica en mucha diversidad de culturas, de lenguas y de pensamiento. Es el Espíritu Santo el motor. La oración al Espíritu Santo, para que venga y construya la unidad en la Iglesia. Pidamos al Señor: Señor, concédenos estar cada vez más unidos, no ser jamás instrumentos de división; haz que nos comprometamos, como dice una bella oración franciscana, a llevar amor donde hay odio, a llevar perdón donde hay ofensa, a llevar unión donde hay discordia. Que así sea. PAPA FRANCISCO Audiencia General, Plaza de San Pedro 25 de septiembre de 2013
VIVE
VIVE > NOTICIAS
Pastoral Siglo XXI > p.16
DIOS AMA AL QUE DA CON ALEGRÍA CON TU DIEZMO AYUDAS A LA IGLESIA
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TU DIEZMO
un día de tu salario al año
Inicio diciembre 1 y continúa durante 2014