El arte de la poda de Antonio Chemor (o lo que habrá al otro lado de la montaña)

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El arte de la poda de Antonio Chemor (o lo que habrá del otro lado de la montaña)

Mi método predilecto es el de la poda, por aquello que decía Huidobro del adjetivo; que el que no da vida, mata. Hugo Padeletti 1 Antes de comenzar a hablar de la obra escultórica de Antonio Chemor, hay que decir que el trabajo de este escultor es desconocido hasta el momento de la publicación de este libro (que es un compendio de su primera exposición en la Galería Arte Hoy.) Es usual encontrarnos en la primera exposición de un artista con influencias explícitas, con búsquedas no consolidadas, con titubeos, con algunos pasos en falso, ya que el artista está en proceso de crear su propio lenguaje, su tono, su manera inconfundible de expresión, si es que llega a tenerla. Nada más alejado en esta ocasión que lo anterior ya que, con sus esculturas, nos encontramos ante una obra consolidada, madura y de una coherencia excepcional. Antonio Chemor acaba de cumplir sesenta años, y lleva siete años dedicado totalmente a la escultura en piedra. ¿Qué hizo antes de comenzar a tallar, cómo llegó a crear en este corto tiempo una obra tan consistente? Creo que todo lo que hizo antes fue una preparación espiritual-artística para poder llegar a tener una visión de lo que quería o lo que tenía que hacer. La lectura de lo mejor en poesía, en filosofía y su interés en la música contemporánea de vanguardia, han sido los maestros de Chemor, ya que éste nunca trabajó con algún escultor en un taller de piedra: todo el trabajo técnico lo ha aprendido por sí mismo y lo ha creado con sus propias manos: ningún ayudante, ningún cantero le hace su trabajo. Antonio encuentra el placer, el gozo y lo que está buscando y no sabía que encontraría, en su taller, como aconsejaba Cézanne. En la historia del arte encontramos algunas anécdotas ejemplares que nos enseñan, por una parte que “el arte sopla donde quiere y cuando quiere”, y por otra, que los caminos del artista, como la vida misma, son misteriosos. Comentaré dos de ellas: Cuenta Tápies que el monje y artista (pintor, calígrafo, poeta) japonés Hakuin, a los veinte años, “cuando ya era un monje hábil en la caligrafía convencional”, abandonó la práctica artística durante cuarenta años porque encontró que “lo que le interesaba en una caligrafía era la calidad humana del artista”, lo que no siempre se encontraba aun en reconocidos artistas. “A partir de ese entonces, Hakuin- nos dice Tápies- dejó de pensar en el arte y se concentró, más que nunca, en su preparación interior”, a partir del estudio y práctica del


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