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‘Quiero ser ingeniero’

Por vÍCtor L aGos

Llegó hace siete días a Nueva York. Se prepara un café en el ‘break’ de las clases de construcción de OSHA 40 en la sede de Alianza Ecuatoriana Internacional, ubicado en la calle 104 de la Roosevelt Avenue en Corona, Queens. Vestía el clásico chaleco fosforescente que se usa en la industria de la construcción, jeanes y zapatillas. Escogió Nueva York porque un familiar le brinda posada.

Miguel Ángel Zurita tiene 27 años y lo que más extraña es su familia en Ecuador.

“En mi país se preocupaban por mí, si estoy bien, si comía, o no, en cambio aquí, no. Cada quien va por su lado, el trato es más frio. Y uno aprende a valorar lo que tuvo”, dijo Zurita.

Está obteniendo su tarjeta de OSHA y por ahora hace labores de limpieza en un lugar de construcción de Brooklyn. “Gano centavos y necesito la tarjeta para ganar mejor”, dijo Zurita enfrentando el frío.

“Me dicen que sino tienes la OSHA no te podemos contratar y el Departamento de Edificios nos puede sancionar con multas de 15 hasta 20 mil dólares”.

Acerca de sus metas, Zurita dijo: “Aspiro primero a tener un trabajo, luego, volver a estudiar, graduarme. Y ¿porque no?, ser un ingeniero ya que voy a trabajar en la construcción”. Tiene problemas con el idioma y por eso está estudiando inglés en un centro comunitario.

Le gusta la ciudad de Nueva York y dijo que está con suerte porque aún no ha nevado. Odia las ratas que abundan en algunas viviendas.

“No cocino muy bien, pero me defiendo. En casa, cada uno aporta para la renta, para el gas y la comida”, dijo Zurita al explicar el sistema de vida en este país de inmigrantes

Se moviliza con facilidad gracias al GPS que tienen hoy en día los teléfonos celulares. Su primo le dijo, “toma este celular, si te pierdes yo te voy a encontrar, cuídalo mucho”, recuerda Zurita. ““Lo bueno del metro es que las paradas están talladas y te puedes orientar”.

Como muchos inmigrantes, atravesó la temida selva del Darién, los peligros, las inclemencias del tiempo, la discriminación y el maltrato “al llegar a un país que no conoces”, añadió Zurita.

“Vi mujeres embarazadas, mujeres con dos niños en brazos y personas que llevaban 4 o 5 días perdidos. Crucé ríos fuertes y vi cadáveres putrefactos por estar descomponiéndose en el sol. Me impresionó mucho ese recorrido por la selva entre Panamá y Colombia”, dijo Zurita. Para tener algo de dinero y seguir su travesía, Zurita en Panamá se puso a trabajar cargando legumbres en el mercado y le pagaban en dólares.

Estando en México, “tuve la mala idea de irme por un lugar que no conocía y la mafia me cogió, estuve como siete días en el monte, nos dejaron botados y pidieron recompensa a mis familiares, que pagaron 1,500 dólares. Hecho el depósito, me dejaron cerca de la carretera y me cogió inmigración de México, estuve preso varios días y luego me soltaron.

“Tomé un carro que me llevó a Mexicali, nos entregamos a inmigración de Estados Unidos, estuve dos días encerrado, al tercer día me soltaron con un celular de rastreo satelital. Me dijeron, lo vamos a liberar dentro de Estados Unidos, pero con esta condición, tiene que tomarse una foto en el día y a hora indicada.

“Mi consejo para quienes deseen llegar a este país es que tengan bien puestos los pantalones, porque dejas todo atrás, vienes a empezar de cero, a dormir en el piso con una cobija y tienes una sola muda de ropa. No tienes nada más. Hay que prepararse mental y psicológicamente y con Dios a lado”.

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