Semana Santa 2014

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Semana Santa

Triduo

Pascual 2014

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Orientaciones Litúrgicas

Semana Santa

PRESENTACIÓN Nos disponemos a celebrar una vez más los misterios pascuales, en los que hacemos memoria (conmemoramos) y hacemos presencia (representamos) la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Siempre debemos estar atentos a no caer en la rutina. La rutina es como un cáncer que de manera lenta e imperceptible penetra en el corazón y lo vuelve insensible ante lo Sagrado e incapaz de maravillarse frente a la Presencia viva y santificadora de Dios en cada sacramento. Esta semana santa debe ser preparada con un cariño y un cuidado especial, para que “sacudamos del corazón toda mediocridad y fijemos la mirada en Jesús” (Ver Heb 12, 1), de modo que podamos renovar nuestro encuentro personal con El, o al menos, tomar la decisión de dejarnos encontrar por El. (Ver E.G. n. 3) La Semana Santa es una ocasión importante para evangelizar y catequizar a nuestro pueblo, que a pesar de los avances del secularismo y la sociedad de consumo, mantiene en su memoria colectiva el valor de estos días santos y asiste multitudinariamente a nuestras iglesias y confesionarios. ¡Que inmensa responsabilidad! Quiero destacar dos aspectos que los sacerdotes, religiosos(as), maestros y laicos evangelizadores debemos tener en cuenta en estos días santos: a) Preparemos bien las homilías, predicaciones y catequesis. El Papa Francisco nos insiste en el valor de la predicación que debe ser kerygmática y encarnada, de modo que sea una fuente constante de renovación y crecimiento para nuestros fieles. Preparemos bien las homilías, dejándonos conmover por la Palabra con un corazón dócil y orante, de modo que seamos testigos auténticos del Amor de Dios. b) Seamos celosos para cuidar los detalles de la liturgia y la piedad popular. No solo se predica con la palabra, sino también con los signos. Cada símbolo de la rica liturgia del Triduo Pascual posee una riqueza capaz de tocar el corazón y suscitar conversión. Esmerémonos en preparar cada celebración litúrgica y cada procesión, cuidando los pequeños detalles: los ornamentos, el sonido, la luz, la esmerada preparación de los lectores, ministros sagrados y cantores. La liturgia es como un bello concierto en que cada instrumento debe estar cuidadosamente afinado y sincronizado, para que la bella melodía penetre en el corazón de quien participa y lo lleve al encuentro con Dios. Espero que este sencillo folleto pueda ayudar a preparar y a vivir intensamente estos días santos en cada una de las comunidades de nuestra arquidiócesis Que María, la Virgen de la escucha y la contemplación nos conceda la reverencia y la fe para vivir junto a Ella la Pascua de su Hijo. Unidos en la Oración, P. Juan Carlos Rivva Lamas VICARIO EPISCOPAL DE PASTORAL -2-

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1. TRIDUO PASCUAL Historia La historia del Triduo Pascual se remonta a los orígenes del cristianismo. Ya desde la época de los apóstoles se tienen noticias del paso de la celebración semanal a la celebración anual de la Pascua, en la que se hace memorial del paso de Jesús de este mundo al Padre. Vemos como desde los tiempos apostólicos se distingue la Pascua Cristiana de la Pascua Judía. En el siglo III, la Tradición apostólica de Hipólito, menciona el ayuno del viernes y del sábado, que acaba con la celebración de la Eucaristía en la Vigilia Pascual. Otros testimonios, como la Didascalia de los apóstoles, extienden el ayuno a toda la semana, pero concediendo una significación especial a los tres últimos días. En Palestina, adonde llega la peregrina Egeria en la segunda mitad del siglo IV, los cristianos recorren los lugares sagrados, reproduciendo los pasos de la Pasión y Resurrección del Señor Jesús con los evangelios en la mano. Este afán de reproducir la historia está en el origen de muchas fiestas del año litúrgico. De hecho, San Ambrosio en Milán y San Agustín en el norte de África coinciden al mencionar, naturalmente por separado, el «sagrado triduo de Cristo crucificado, sepultado y resucitado». Por Tertuliano y por la Tradición apostólica, nos enteramos que en la Vigilia Pascual en Roma, se administraba el bautismo a los catecúmenos antes de pasar al banquete eucarístico. La Vigilia duraba toda la noche y comprendía varias lecturas que rememoraban la creación, el sacrificio de Abrahám y el paso del Mar Rojo, pasajes que están presentes en la liturgia de la palabra del rito actual. Junto con las lecturas se hacían oraciones de súplica y acción de gracias, y se invocaba la segunda venida gloriosa del Señor, que algunos pensaban que iba a suceder en el marco de la Vigilia Pascual. Antes de amanecer se daba inicio a la liturgia eucarística en la que culmina el ayuno eucarístico y Jesús Resucitado se hace presente sacramentalmente en medio de la Iglesia. En la configuración de los ritos en occidente, juega un papel importante las celebraciones en Jerusalén. La adoración de la Cruz, la lectura de la Pasión, el lavatorio de los pies que aparece también en Jerusalén a mediados del siglo V e incluso la procesión de los ramos, son imitados por todas las Iglesias. A lo largo de la Edad Media se introducen una serie de ritos de los que es muy difícil determinar su origen exacto: la bendición del cirio pascual, la bendición del fuego, la entronización de la Cruz con la aclamación «Mirad el árbol de la Cruz», la solemne traslación de la reserva eucarística, el despojo de los altares, etc. Cuando en 1951 el papa Pío XII inicia la reforma de la semana santa, la primera medida consistió en retornar la Vigilia Pascual a su hora natural nocturna. Y así ocurrirá en 1956 también respecto de la misa vespertina de la Cena del Señor y de la acción litúrgica de la Pasión. La reforma litúrgica del Vaticano II es también explícita en este punto. -4-

Sentido Teológico La Iglesia celebra cada año los grandes misterios de la redención de los hombres desde la Misa vespertina del jueves en la Cena del Señor “hasta las Vísperas del domingo de Resurrección”. Este período de tiempo se denomina justamente el “Triduo del crucificado, sepultado y resucitado”; se llama también “Triduo Pascual” porque en su celebración se hace presente y se realiza el misterio de la Pascua, es decir el tránsito del Señor de este mundo al Padre. En esta celebración del misterio, por medio de los signos litúrgicos y sacramentales la Iglesia se une en íntima comunión con Cristo, su Esposo. Carta Circular sobre la preparación y celebración de los misterios pascuales. Orientaciones Litúrgicas sobre el Triduo Pascual • Es sagrado el ayuno pascual de los dos primeros días del Triduo, en los cuales, según una antigua tradición, la Iglesia ayuna “porque el Esposo ha sido arrebatado”. El Viernes Santo de la Pasión del Señor hay que observar en todas partes la abstinencia, y se recomienda que se observe también durante el Sábado Santo, a fin de que la Iglesia pueda llegar con el espíritu ligero y abierto a la alegría del domingo de Resurrección. • Se encarece vivamente la celebración en común del Oficio de Lectura y Laudes de la mañana del Viernes de la Pasión del Señor y también del Sábado Santo. Sería recomendable que los párrocos los recen con sus fieles • El llamado “oficio de tinieblas”, es una liturgia que ayuda a la meditación y contemplación de la Pasión, Muerte y Sepultura del Señor, en espera del anuncio de su Resurrección. •

Para la celebración adecuada del Triduo Pascual se requiere un número conveniente de ministros y colaboradores, que han de ser instruidos cuidadosamente con anticipación acerca de lo que han de hacer. Los pastores no dejen de explicar a los fieles del mejor modo posible el significado y la estructura de las celebraciones, preparándoles a una participación activa y fructuosa.

• Tiene una importancia especial en las celebraciones de la Semana Santa y, especialmente durante el Triduo Pascual, el canto del pueblo, de los ministros y del sacerdote celebrante, porque es concorde a la solemnidad de dichos días y también porque los textos adquieren toda su fuerza precisamente cuando son cantados. No se omitan con facilidad los textos litúrgicos de los cantos para la participación del pueblo; procúrese que las traducciones de los mismos sean provistas de melodías adecuadas. • Es importante preparar con especial esmero los ornamentos, purificadores y vasos sagrados que se han de utilizar en estos días santos, así como cuidar de la limpieza, iluminación y ornamentación de la iglesia. -5-


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• Para poder celebrar el Triduo Pascual con el máximo provecho, conviene que los mismos pastores hagan lo posible para comprender mejor tanto los textos como los ritos, a fin de poder dar una mistagogia que sea auténtica.

2. DOMINGO DE RAMOS

Citas bíblicas

Por eso, este domingo tiene un doble carácter, de gloria y de sufrimiento, de alegría y de dolor, que es lo propio del Misterio Pascual. La liturgia de las palmas anticipa en este domingo, llamado pascua florida, el gozo de la Resurrección; mientras que la lectura de la Pasión nos enfrenta con el drama de la Pasión y nos invita a tomar conciencia del precio de esa alegría, ingresando con un corazón compasivo a la Semana Santa de la Pasión gloriosa y amorosa de Cristo el Señor.

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Primera Lectura: Isaías 50,4-7

• La entrada del Señor Jesús en Jerusalén, se debe conmemorar con una procesión que debe ser única y debe tener lugar antes de la Misa en la que haya más presencia de fieles. Para ello se puede hacer la reunión de la Asamblea en otra capilla o en un lugar apto fuera de la iglesia hacia la cual se dirigirá la procesión. Los fieles que participan en esta procesión, deben llevar en las manos ramos de palma, de olivos o de otros árboles, y durante la procesión entonar cantos apropiados a Cristo Rey. Los sacerdotes y los ministros, llevando también ramos, deben preceder en el orden de la procesión al pueblo.

Salmo 21 Segunda Lectura: -Filipenses 2,6-11 Evangelio: Lucas 22, 14-23. 56

Sentido teológico El Domingo de Pasión, más conocido como Domingo de Ramos abre solemnemente la Semana Santa. En este día la Iglesia celebra la entrada triunfante de Cristo en Jerusalén para realizar su misterio pascual. Los cuatro evangelistas relatan este acontecimiento y subrayan su importancia. Jesús es presentado como el Rey-Mesías, que entra y toma posesión de su ciudad. Pero no entra como un rey guerrero sino como un Mesías manso y humilde, cumpliendo así la profecía de Zacarías (9,9): “He aquí que tu rey viene a ti; él es justo y victorioso, humilde y montado en un asno”.

• La bendición de los ramos y palmas tiene lugar antes de la procesión y se debe instruir a los fieles cristianos a que conserven en sus casas, junto a las cruces o cuadros religiosos que hay en los hogares, los ramos bendecidos como recuerdo de la victoria pascual del Señor Jesús. Asimismo es una noble tradición que para el año siguiente se usen estos ramos y palmas para confeccionar la ceniza que nos será impuesta en la frente el día miércoles con que se da inicio al ejercicio de la Santa Cuaresma. •

El color litúrgico de los ornamentos es el rojo. El sacerdote puede realizar la procesión con capa pluvial, que se quitará al comenzar la Misa. Los ramos no se inciensan; solamente se asperjan con agua bendita en silencio. Una vez que el pueblo tiene los ramos, el sacerdote al llegar, saluda al pueblo y tras una oración rocía los ramos con agua bendita, sin decir nada. A continuación se proclama el Evangelio que narra la entrada del señor, según el ciclo que corresponda. Luego de la lectura se puede hacer si se considera oportuno una brevísima homilía para motivar a los fieles a participar en la procesión. El turiferario abre marcha y tras él va la Cruz con ciriales, sacerdote, ministros y toda la asamblea de fieles. Es bueno que el pueblo forme un grupo compacto, manifestando que es todo un pueblo el que camina festivamente. Durante la procesión mientras se baten las palmas y los ramos, se cantan salmos, antífonas e himnos a Jesucristo, Rey y Mesías.

En las otras misas se puede hacer una entrada solemne con bendición de palmas y ramos como prescribe el Misal Romano. También se puede hacer una entrada sencilla, cuando existan dificultades para las formas anteriores, pero no por comodidad o facilismo.

Los ramos no son un talismán ni un simple objeto bendito. En un bello texto que aparece en el Oficio de Lecturas de este día nos explica San Andrés de Creta cual es el simbolismo de los ramos y las palmas: “Corramos, pues, con Él que se dirige con presteza a la Pasión, e imitemos a los que salían a su encuentro. No para alfombrarle el camino con ramos de olivo, tapices, mantos y ramas de palmera, sino para poner bajo sus pies nuestras propias personas, con un espíritu humillado al máximo, con una mente y un propósito sinceros, para que podamos así recibir a la Palabra que viene a nosotros y dar cabida a Dios, a quien nadie puede contener…Aclamémoslo también nosotros, como hacían los niños, agitando los ramos espirituales del alma y diciéndole un día y otro: Bendito el que viene en nombre del Señor, el rey de Israel.” -6-

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• Otro elemento muy importante del Domingo de Ramos es la proclamación de la Pasión. Es aconsejable que se mantenga la tradición de proclamar el Evangelio con tres personas que hagan las veces de Cristo, del cronista y del sanedrín. La Pasión ha de ser proclamada por diáconos o presbíteros, o, en su defecto, por lectores, en cuyo caso la parte correspondiente a Cristo se reserva al sacerdote. Para la proclamación de la Pasión no se llevan ni luces, ni incienso, ni se hace al principio saludo al pueblo como de ordinario para el Evangelio, ni se signa el libro. Tan sólo los diáconos (no los lectores) piden la bendición al sacerdote. Para el bien espiritual de los fieles, conviene que se lea por entero la narración de la Pasión y que no se omitan las lecturas que la preceden. En caso de proclamarse la lectura completa se puede permitir a los fieles sentarse en algunos momentos de la narración, si su edad o circunstancias lo aconsejan. La homilía posterior no se debe omitir, pero ha de ser necesariamente breve. Homilía 1. Jesús entra en Jerusalén. La muchedumbre de los discípulos lo acompaña festivamente, se extienden los mantos ante él, se habla de los prodigios que ha hecho, se eleva un grito de alabanza: «¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto» (Lc 19,38). Gentío, fiesta, alabanza, bendición, paz. Se respira un clima de alegría. Jesús ha despertado en el corazón tantas esperanzas, sobre todo entre la gente humilde, simple, pobre, olvidada, esa que no cuenta a los ojos del mundo. Él ha sabido comprender las miserias humanas, ha mostrado el rostro de misericordia de Dios y se ha inclinado para curar el cuerpo y el alma. Este es Jesús. Este es su corazón atento a todos nosotros, que ve nuestras debilidades, nuestros pecados. El amor de Jesús es grande. Y, así, entra en Jerusalén con este amor, y nos mira a todos nosotros. Es una bella escena, llena de luz – la luz del amor de Jesús, de su corazón –, de alegría, de fiesta. Al comienzo de la Misa, también nosotros la hemos repetido. Hemos agitado nuestras palmas. También nosotros hemos acogido al Señor; también nosotros hemos expresado la alegría de acompañarlo, de saber que nos es cercano, presente en nosotros y en medio de nosotros como un amigo, como un hermano, también como rey, es decir, como faro luminoso de nuestra vida. Jesús es Dios, pero se ha abajado a caminar con nosotros. Es nuestro amigo, nuestro hermano. El que nos ilumina en nuestro camino. Y así lo hemos acogido hoy. Y esta es la primera palabra que quisiera deciros: alegría. No seáis nunca hombres y mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca os dejéis vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús; que está entre nosotros; nace del saber que, con él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles, aun cuando el camino de la vida tropieza con problemas -8-

y obstáculos que parecen insuperables, y ¡hay tantos! Y en este momento viene el enemigo, viene el diablo, tantas veces disfrazado de ángel, e insidiosamente nos dice su palabra. No le escuchéis. Sigamos a Jesús. Nosotros acompañamos, seguimos a Jesús, pero sobre todo sabemos que él nos acompaña y nos carga sobre sus hombros: en esto reside nuestra alegría, la esperanza que hemos de llevar en este mundo nuestro. Y, por favor, no os dejéis robar la esperanza, no dejéis robar la esperanza. Esa que nos da Jesús. 2. Segunda palabra: ¿Por qué Jesús entra en Jerusalén? O, tal vez mejor, ¿cómo entra Jesús en Jerusalén? La multitud lo aclama como rey. Y él no se opone, no la hace callar (cf. Lc 19,39-40). Pero, ¿qué tipo de rey es Jesús? Mirémoslo: montado en un pollino, no tiene una corte que lo sigue, no está rodeado por un ejército, símbolo de fuerza. Quien lo acoge es gente humilde, sencilla, que tiene el sentido de ver en Jesús algo más; tiene ese sentido de la fe, que dice: Éste es el Salvador. Jesús no entra en la Ciudad Santa para recibir los honores reservados a los reyes de la tierra, a quien tiene poder, a quien domina; entra para ser azotado, insultado y ultrajado, como anuncia Isaías en la Primera Lectura (cf. Is 50,6); entra para recibir una corona de espinas, una caña, un manto de púrpura: su realeza será objeto de burla; entra para subir al Calvario cargando un madero. Y, entonces, he aquí la segunda palabra: cruz. Jesús entra en Jerusalén para morir en la cruz. Y es precisamente aquí donde resplandece su ser rey según Dios: su trono regio es el madero de la cruz. Pienso en lo que decía Benedicto XVI a los Cardenales: Vosotros sois príncipes, pero de un rey crucificado. Ese es el trono de Jesús. Jesús toma sobre sí... ¿Por qué la cruz? Porque Jesús toma sobre sí el mal, la suciedad, el pecado del mundo, también el nuestro, el de todos nosotros, y lo lava, lo lava con su sangre, con la misericordia, con el amor de Dios. Miremos a nuestro alrededor: ¡cuántas heridas inflige el mal a la humanidad! Guerras, violencias, conflictos económicos que se abaten sobre los más débiles, la sed de dinero, que nadie puede llevárselo consigo, lo debe dejar. Mi abuela nos decía a los niños: El sudario no tiene bolsillos. Amor al dinero, al poder, la corrupción, las divisiones, los crímenes contra la vida humana y contra la creación. Y también –cada uno lo sabe y lo conoce– nuestros pecados personales: las faltas de amor y de respeto a Dios, al prójimo y a toda la creación. Y Jesús en la cruz siente todo el peso del mal, y con la fuerza del amor de Dios lo vence, lo derrota en su resurrección. Este es el bien que Jesús nos hace a todos en el trono de la cruz. La cruz de Cristo, abrazada con amor, nunca conduce a la tristeza, sino a la alegría, a la alegría de ser salvados y de hacer un poquito eso que ha hecho él aquel día de su muerte. 3. Hoy están en esta plaza tantos jóvenes: desde hace 28 años, el Domingo de Ramos es la Jornada de la Juventud. Y esta es la tercera palabra: jóvenes. Queridos jóvenes, os he visto en la procesión cuando entrabais; os imagino haciendo fiesta en torno a Jesús, agitando ramos de olivo; os imagino mientras aclamáis su nombre y expresáis la alegría de estar con él. Vosotros tenéis una parte importante en la celebración de la fe. Nos traéis la alegría de la fe y nos decís que tenemos que vivir la fe con un corazón joven, siempre: un corazón joven incluso a los setenta, -9-


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ochenta años. Corazón joven. Con Cristo el corazón nunca envejece. Pero todos sabemos, y vosotros lo sabéis bien, que el Rey a quien seguimos y nos acompaña es un Rey muy especial: es un Rey que ama hasta la cruz y que nos enseña a servir, a amar. Y vosotros no os avergonzáis de su cruz. Más aún, la abrazáis porque habéis comprendido que la verdadera alegría está en el don de sí mismo, en el don de sí, en salir de uno mismo, y en que él ha triunfado sobre el mal con el amor de Dios. Lleváis la cruz peregrina a través de todos los continentes, por las vías del mundo. La lleváis respondiendo a la invitación de Jesús: «Id y haced discípulos de todos los pueblos» (Mt 28,19), que es el tema de la Jornada Mundial de la Juventud de este año. La lleváis para decir a todos que, en la cruz, Jesús ha derribado el muro de la enemistad, que separa a los hombres y a los pueblos, y ha traído la reconciliación y la paz. Queridos amigos, también yo me pongo en camino con vosotros, desde hoy, sobre las huellas del beato Juan Pablo II y Benedicto XVI. Ahora estamos ya cerca de la próxima etapa de esta gran peregrinación de la cruz de Cristo. Aguardo con alegría el próximo mes de julio, en Río de Janeiro. Os doy cita en aquella gran ciudad de Brasil. Preparaos bien, sobre todo espiritualmente en vuestras comunidades, para que este encuentro sea un signo de fe para el mundo entero. Los jóvenes deben decir al mundo: Es bueno seguir a Jesús; es bueno ir con Jesús; es bueno el mensaje de Jesús; es bueno salir de uno mismo, a las periferias del mundo y de la existencia, para llevar a Jesús. Tres palabras: alegría, cruz, jóvenes.

Martes Santo

Pidamos la intercesión de la Virgen María. Ella nos enseña el gozo del encuentro con Cristo, el amor con el que debemos mirarlo al pie de la cruz, el entusiasmo del corazón joven con el que hemos de seguirlo en esta Semana Santa y durante toda nuestra vida. Que así sea.

El Lunes, Martes y Miércoles Santos prolongan este ambiente prepascual del domingo de Ramos. Las primeras lecturas recogen los cantos del Siervo Sufriente de Isaías, mientras que los evangelios narran episodios que hablan de la inminencia de la Pasión: la unción en Betania el día lunes, el anuncio de la negación de Pedro y de la traición de Judas el día martes y la consumación de la traición el día miércoles. Son días de profunda meditación y preparación. Se debe motivar y ofrecer en estos días a los fieles la celebración del sacramento de la Reconciliación. Se debe recordar que en la Arquidiócesis está prohibida la celebración de la penitencia con absolución general.

Papa Francisco, Homilia del 24 de marzo de 2013.

3. LUNES, MARTES Y MIÉRCOLES SANTO

Primera Lectura: Isaías 49,1-7; Salmo 70 Evangelio: Juan 13,21-33.38

Miércoles Santo Primera Lectura Isaías 50,4-9; Salmo 97 Evangelio: Mateo 26,14-25

Sentido teológico:

4. JUEVES SANTO

Citas bíblicas: Misa Crismal

Lunes Santo

Primera Lectura: Exodo 12,1-8.11-14

Primera Lectura: Isaías 42,1-7;

Salmo 115

Salmo 26

Segunda Lectura: I Corintios 11,23-26

Evangelio: Juan 12,1-11

Evangelio: Juan 13,1-15 - 10 -

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MISA CRISMAL Esta misa es la expresión más palpable de nuestra comunión arquidiocesana. En ella se congregan todos los fieles, alrededor del Obispo, como Padre y Pastor, junto con los presbíteros, sus cercanos colaboradores, que renuevan cada año sus compromisos sacerdotales. La Misa Crismal es una verdadera epifanía del sacerdocio y expresa la vocación sacerdotal de la Iglesia que participa del único sacerdocio de Cristo, en su doble dimensión de sacerdocio común de los fieles y sacerdocio ministerial. Manifiesta también la unidad de la Iglesia, Cuerpo de Cristo orgánicamente estructurado que crece por la diversidad de carismas y ministerios. Cristo es el verdadero «ungido», y esta unción se derrama desde la Cabeza a todo su Cuerpo Místico, difundiendo por todo el mundo el buen olor de Cristo. Todos los bautizados somos llamados «cristianos» es decir “ungidos” y “consagrados” para participar de la misión profética, sacerdotal y real de Jesucristo. (cf. Lc 4,18; Heb 11,26...). Por otra parte, la consagración del crisma y bendición de los óleos subraya el carácter sacramental de la Iglesia, que a partir de los sacramentos (Bautismo, Confirmación, Orden Sacerdotal, Unción de enfermos) actualiza el misterio pascual, predica la Palabra, crece con nuevos miembros, y se edifica en medio del mundo. La entrega de los óleos a los presbíteros párrocos por parte del obispo, expresa esta misión sacramental para la extensión de la Iglesia. El que todo esto suceda dentro de la Eucaristía, indica su centralidad en relación con los otros sacramentos. En la cercanía de la Pascua se bendicen estos óleos para indicar que todos los sacramentos proceden de Cristo Resucitado y que la Pascua es novedad absoluta Homilía Celebro con alegría la primera Misa Crismal como Obispo de Roma. Os saludo a todos con afecto, especialmente a vosotros, queridos sacerdotes, que hoy recordáis, como yo, el día de la ordenación. Las Lecturas, también el Salmo, nos hablan de los «Ungidos»: el siervo de Yahvé de Isaías, David y Jesús, nuestro Señor. Los tres tienen en común que la unción que reciben es para ungir al pueblo fiel de Dios al que sirven; su unción es para los pobres, para los cautivos, para los oprimidos... Una imagen muy bella de este «ser para» del santo crisma es la del Salmo 133: «Es como óleo perfumado sobre la cabeza, que se derrama sobre la barba, la barba de Aarón, hasta la franja de su - 12 -

ornamento» (v. 2). La imagen del óleo que se derrama, que desciende por la barba de Aarón hasta la orla de sus vestidos sagrados, es imagen de la unción sacerdotal que, a través del ungido, llega hasta los confines del universo representado mediante las vestiduras. La vestimenta sagrada del sumo sacerdote es rica en simbolismos; uno de ellos, es el de los nombres de los hijos de Israel grabados sobre las piedras de ónix que adornaban las hombreras del efod, del que proviene nuestra casulla actual, seis sobre la piedra del hombro derecho y seis sobre la del hombro izquierdo (cf. Ex 28,6-14). También en el pectoral estaban grabados los nombres de las doce tribus de Israel (cf. Ex 28,21). Esto significa que el sacerdote celebra cargando sobre sus hombros al pueblo que se le ha confiado y llevando sus nombres grabados en el corazón. Al revestirnos con nuestra humilde casulla, puede hacernos bien sentir sobre los hombros y en el corazón el peso y el rostro de nuestro pueblo fiel, de nuestros santos y de nuestros mártires, que en este tiempo son tantos. De la belleza de lo litúrgico, que no es puro adorno y gusto por los trapos, sino presencia de la gloria de nuestro Dios resplandeciente en su pueblo vivo y consolado, pasamos ahora a fijarnos en la acción. El óleo precioso que unge la cabeza de Aarón no se queda perfumando su persona sino que se derrama y alcanza «las periferias». El Señor lo dirá claramente: su unción es para los pobres, para los cautivos, para los enfermos, para los que están tristes y solos. La unción, queridos hermanos, no es para perfumarnos a nosotros mismos, ni mucho menos para que la guardemos en un frasco, ya que se pondría rancio el aceite... y amargo el corazón. Al buen sacerdote se lo reconoce por cómo anda ungido su pueblo; esta es una prueba clara. Cuando la gente nuestra anda ungida con óleo de alegría se le nota: por ejemplo, cuando sale de la misa con cara de haber recibido una buena noticia. Nuestra gente agradece el evangelio predicado con unción, agradece cuando el evangelio que predicamos llega a su vida cotidiana, cuando baja como el óleo de Aarón hasta los bordes de la realidad, cuando ilumina las situaciones límites, «las periferias» donde el pueblo fiel está más expuesto a la invasión de los que quieren saquear su fe. Nos lo agradece porque siente que hemos rezado con las cosas de su vida cotidiana, con sus penas y alegrías, con sus angustias y sus esperanzas. Y cuando siente que el perfume del Ungido, de Cristo, llega a través nuestro, se anima a confiarnos todo lo que quieren que le llegue al Señor: «Rece por mí, padre, que tengo este problema...». «Bendígame, padre», y «rece por mí» son la señal de que la unción llegó a la orla del manto, porque vuelve convertida en súplica, súplica del Pueblo de Dios. Cuando estamos en esta relación con Dios y con su Pueblo, y la gracia pasa a través de nosotros, somos sacerdotes, mediadores entre Dios y los hombres. Lo que quiero señalar es que siempre tenemos que reavivar la gracia e intuir en toda petición, a veces inoportunas, a veces puramente materiales, incluso banales – pero lo son sólo en apariencia – el deseo de nuestra gente de ser ungidos con el óleo perfumado, porque sabe que lo tenemos. Intuir y sentir como sintió el Señor la angustia esperanzada de la hemorroisa cuando tocó el borde de su manto. - 13 -


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Ese momento de Jesús, metido en medio de la gente que lo rodeaba por todos lados, encarna toda la belleza de Aarón revestido sacerdotalmente y con el óleo que desciende sobre sus vestidos. Es una belleza oculta que resplandece sólo para los ojos llenos de fe de la mujer que padecía derrames de sangre. Los mismos discípulos –futuros sacerdotes– todavía no son capaces de ver, no comprenden: en la «periferia existencial» sólo ven la superficialidad de la multitud que aprieta por todos lados hasta sofocarlo (cf. Lc 8,42). El Señor en cambio siente la fuerza de la unción divina en los bordes de su manto. Así hay que salir a experimentar nuestra unción, su poder y su eficacia redentora: en las «periferias» donde hay sufrimiento, hay sangre derramada, ceguera que desea ver, donde hay cautivos de tantos malos patrones. No es precisamente en autoexperiencias ni en introspecciones reiteradas que vamos a encontrar al Señor: los cursos de autoayuda en la vida pueden ser útiles, pero vivir nuestra vida sacerdotal pasando de un curso a otro, de método en método, lleva a hacernos pelagianos, a minimizar el poder de la gracia que se activa y crece en la medida en que salimos con fe a darnos y a dar el Evangelio a los demás; a dar la poca unción que tengamos a los que no tienen nada de nada. El sacerdote que sale poco de sí, que unge poco – no digo «nada» porque, gracias a Dios, la gente nos roba la unción – se pierde lo mejor de nuestro pueblo, eso que es capaz de activar lo más hondo de su corazón presbiteral. El que no sale de sí, en vez de mediador, se va convirtiendo poco a poco en intermediario, en gestor. Todos conocemos la diferencia: el intermediario y el gestor «ya tienen su paga», y puesto que no ponen en juego la propia piel ni el corazón, tampoco reciben un agradecimiento afectuoso que nace del corazón. De aquí proviene precisamente la insatisfacción de algunos, que terminan tristes, sacerdotes tristes, y convertidos en una especie de coleccionistas de antigüedades o bien de novedades, en vez de ser pastores con «olor a oveja» –esto os pido: sed pastores con «olor a oveja», que eso se note–; en vez de ser pastores en medio al propio rebaño, y pescadores de hombres. Es verdad que la así llamada crisis de identidad sacerdotal nos amenaza a todos y se suma a una crisis de civilización; pero si sabemos barrenar su ola, podremos meternos mar adentro en nombre del Señor y echar las redes. Es bueno que la realidad misma nos lleve a ir allí donde lo que somos por gracia se muestra claramente como pura gracia, en ese mar del mundo actual donde sólo vale la unción – y no la función – y resultan fecundas las redes echadas únicamente en el nombre de Aquél de quien nos hemos fiado: Jesús. Queridos fieles, acompañad a vuestros sacerdotes con el afecto y la oración, para que sean siempre Pastores según el corazón de Dios. Queridos sacerdotes, que Dios Padre renueve en nosotros el Espíritu de Santidad con que hemos sido ungidos, que lo renueve en nuestro corazón de tal manera que la unción llegue a todos, también a las «periferias», allí donde nuestro pueblo fiel más lo espera y valora. Que nuestra gente nos sienta discípulos del Señor, sienta - 14 -

que estamos revestidos con sus nombres, que no buscamos otra identidad; y pueda recibir a través de nuestras palabras y obras ese óleo de alegría que les vino a traer Jesús, el Ungido. Amén. Papa Francisco, Homilía de la Misa Crismal, 28 de marzo de 2013.

MISA IN COENA DOMINI Citas bíblicas Primera Lectura: Exodo12, 1-8.11-14; Salmo 115, 12-13. 15-16bc. 17-18 Segunda Lectura: 1 Corintios 11,23-26; Evangelio: Juan 13,1-15

Sentido teológico Con la misa que tiene lugar en las horas vespertinas del Jueves Santo, la Iglesia comienza el Santo Triduo Pascual recordando y actualizando aquella Última Cena en la cual el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, ofreció a Dios Padre su Cuerpo y su Sangre bajo las especies del pan y del vino y los entregó a los apóstoles como alimento de salvación; mandándoles que ellos y sus sucesores en el sacerdocio repitiesen el mismo gesto en conmemoración suya. Toda la atención del espíritu se centra en los misterios que se recuerdan en la Misa: es decir, la institución de la Eucaristía, la institución del Orden Sacerdotal y el mandamiento del Señor sobre la caridad fraterna. Son éstos los puntos que se han de meditar para que tan grandes misterios puedan penetrar más profundamente en el corazón de todos los fieles. En la Última Cena Jesús quiere perpetuar su presencia entre nosotros de manera sacramental, cumpliendo la promesa de quedarse con nosotros hasta el fin de los tiempos. En esta Cena el Señor ofrece de modo anticipado e incruento, el sacrificio de su Cuerpo inmolado y su Sangre derramada que tendrá lugar al día siguiente en el Calvario. La Eucaristía es el don más preciado que nos ha dejado el Señor Jesús, pues Ella «contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida, que da la vida a los hombres por medio del Espíritu Santo». - 15 -


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Dentro de la celebración, el gesto del lavatorio de los pies, es un hermoso sacramental que expresa el abajamiento de Jesús que inaugura el camino pascual que encontrará su momento de máxima humillación y entrega en la Cruz. Significa el servicio y el amor de Cristo, que “no ha venido para ser servido, sino para servir” (Mt 20, 28) y nos recuerda, entre sus seguidores, también han de ser humildes servidores de sus hermanos. Orientaciones Litúrgicas • En cada parroquia o iglesia se ha de celebrar una misa por la tarde, en la hora más oportuna para que participe toda la comunidad local. • Con permiso del Ordinario se puede celebrar otra misa por la tarde o incluso por la mañana, en caso de verdadera necesidad y cuando lo exija el bien de los fieles, especialmente para los ancianos y enfermos • Al comenzar la misa el sagrario ha de estar abierto y vacío. Se han de consagrar suficientes hostias para que comulguen los fieles en esta misa y en la celebración de los Oficios de la Pasión del Señor al día siguiente, así como para llevar la comunión a los enfermos.

• Terminada la oración después de la comunión, comienza la procesión, precedida por la Cruz en medio de cirios e incienso, en la que se lleva el Santísimo Sacramento por la iglesia hasta el lugar de la reserva. Mientras tanto, se canta el himno “Pange lingua” u otro canto eucarístico. • El Sacramento ha de ser reservado en un sagrario o en una urna. No ha de hacerse nunca una exposición con la custodia u ostensorio. El sagrario o la urna no han de tener la forma de un sepulcro. Evítese la misma expresión “sepulcro” pues la capilla de la reserva no se prepara para representar “la sepultura del Señor”, sino para conservar el pan eucarístico destinado a la comunión de los fieles en el Oficio de la Pasión y para llevar el Viático a los enfermos. Es también una invitación a la adoración del Sacramento admirable, instituido en este día. • Invítese a los fieles a una adoración prolongada del Santísimo Sacramento durante la noche. En esta ocasión es oportuno leer una parte del Evangelio de San Juan (cap. 13-17). Pasada la media noche la adoración debe hacerse sin solemnidad, dado que ha comenzado ya el día de la Pasión del Señor. Se pueden organizar turnos de adoración al Santísimo por grupos parroquiales, de modo que se pueda acompañar al Señor en esta noche de su pasión.

• El “Gloria” se canta con solemnidad y se hacen sonar las campanas, que ya no se vuelven a tocar hasta el “Gloria” de la Vigilia Pascual.

• Terminada la Misa se despoja el altar en el cual se ha celebrado. Conviene que las cruces que haya en la iglesia se cubran con un velo de color rojo o morado. No se encenderán velas o lámparas ante las imágenes de los santos.

• En la homilía se debe meditar en torno a la institución de la Eucaristía, la institución del Orden Sacerdotal y el mandamiento del Señor sobre la caridad fraterna.

Homilía

• No debe omitirse el lavatorio de los pies, a doce varones designados y representativos de la comunidad eclesial. Debe ser un gesto expresivo, lavando, secando y besando los pies de aquellos que representan a los apóstoles. • Debe hacerse la procesión del pan y del vino, como aporte de la comunidad a la materia de la Eucaristía. También es recomendable llevar en procesión el aporte para los pobres que se ha podido reunir durante la Cuaresma. • Se recomienda utilizar la primera plegaria eucarística, el Canon Romano, por la rica expresividad de sus textos, así como el primer prefacio de la Eucaristía. Se debe estar atentos a incluir los párrafos propios del Jueves Santo que indica el misal. • Hoy es un día muy adecuado para distribuir la Sagrada Comunión a los enfermos de la parroquia. - 16 -

Esto es conmovedor. Jesús que lava a los pies a sus discípulos. Pedro no comprende nada, lo rechaza. Pero Jesús se lo ha explicado. Jesús –Dios– ha hecho esto. Y Él mismo lo explica a los discípulos: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis» (Jn 13,12-15). Es el ejemplo del Señor: Él es el más importante y lava los pies porque, entre nosotros, el que está más en alto debe estar al servicio de los otros. Y esto es un símbolo, es un signo, ¿no? Lavar los pies es: «yo estoy a tu servicio». Y también nosotros, entre nosotros, no es que debamos lavarnos los pies todos los días los unos a los otros, pero entonces, ¿qué significa? Que debemos ayudarnos, los unos a los otros. A veces estoy enfadado con uno, o con una... pero... olvídalo, olvídalo, y si te pide un favor, hazlo. Ayudarse unos a otros: esto es lo que Jesús nos enseña y esto es lo que yo hago, y lo hago de corazón, porque es mi deber. Como sacerdote y como obispo debo estar a vuestro servicio. Pero es un deber que viene del corazón: lo amo. Amo esto y amo hacerlo porque - 17 -


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Semana Santa

el Señor así me lo ha enseñando. Pero también vosotros, ayudadnos: ayudadnos siempre. Los unos a los otros. Y así, ayudándonos, nos haremos bien. Ahora haremos esta ceremonia de lavarnos los pies y pensemos: que cada uno de nosotros piense: «¿Estoy verdaderamente dispuesta o dispuesto a servir, a ayudar al otro?». Pensemos esto, solamente. Y pensemos que este signo es una caricia de Jesús, que Él hace, porque Jesús ha venido precisamente para esto, para servir, para ayudarnos. Papa Francisco, Homilía de la Misa de la Cena del Señor, 28 de marzo de 2013

5. VIERNES SANTO Citas Bíblicas Primera Lectura: Isaías 52,13-53,12; Salmo 30, 2 y 6. 12-13. 15-16. 17 y 25 Segunda Lectura: Hebreos 4,14-16; 5,7-9; Evangelio: Juan 18,1-19,42

Visita a las Siete Iglesias

Sentido Teológico

La tradición de visitar las ‘siete Iglesias’ nació en Roma y se ha ido adoptando en el mundo entero. Su iniciador fue el “gran santo” San Felipe Neri. La visita de las “siete Iglesias”, tiene un desarrollo semejante al Vía Crucis, ya que tiene siete estaciones y en las que se lee la Escritura, y se reza y medita sobre la Pasión del Señor. Los católicos aún realizan el recorrido por 7 templos recordando las siete estaciones que hizo Jesús desde el Jueves Santo hasta el Calvario.

El Viernes Santo la Iglesia celebra la muerte gloriosa y victoriosa de Jesús. La liturgia de este día es austera y sobria, no exenta de majestad. Se centra en la inmolación del Cordero que quita el pecado del mundo y en la Cruz como señal de reconciliación.

Las 7 Estaciones: 1º.- Desde el Cenáculo hasta el Huerto de los Olivos; 2º.- Del huerto a la casa de Anás; 3º.- De la casa de Anás a la casa de Caifás; 4º.- El tránsito al pretorio de Pilato; 5º.- Del pretorio de Pilato a la casa del Rey Herodes; 6º.- De la casa del Rey Herodes es llevado por segunda vez ante Pilato; 7º.- El recorrido hacia el Calvario con la Cruz a cuestas.

El centro de la liturgia del día lo ocupa la meditación en torno a la Pasión y Muerte del Señor, la intercesión por la salvación del mundo, y la adoración de la Cruz que conmemora el nacimiento de la Iglesia del costado abierto del Salvador (Cfr. Jn 19,34). El Viernes Santo es día de ayuno; pero no de un ayuno penitencial, como el de la Cuaresma, sino pascual (cf. SC 110), porque nos hace vivir el tránsito de la Pasión a la Resurrección. Este ayuno no es un elemento secundario del Triduo Pascual. Por eso, la Iglesia recomienda que se guarde también durante todo el Sábado Santo.

Orientaciones Litúrgicas • Los ornamentos sagrados que se usan son de color rojo, el color propio de los mártires en señal de victoria. • La Iglesia, siguiendo una antiquísima tradición, en este día no celebra la Eucaristía; la sagrada Comunión se distribuye a los fieles solamente durante la celebración de la Pasión del Señor; sin embargo, los enfermos que no pueden participar en dicha celebración pueden recibirla a cualquier hora del día. • El Viernes de la Pasión del Señor es un día de penitencia obligatorio para toda la Iglesia por medio de la abstinencia y el ayuno.

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Orientaciones Litúrgicas

Semana Santa

• Está prohibido celebrar en este día cualquier sacramento, a excepción de la Penitencia y de la Unción de los enfermos. Las exequias han de celebrarse sin canto, sin órgano y sin tocar las campanas. • Se recomienda que en este día, se celebre en las iglesias el Oficio de lectura y las Laudes, con participación de los fieles (cf. n. 40). • La celebración de la Pasión del Señor ha de tener lugar después del mediodía, cerca de las tres (h. 15). Por razones pastorales puede elegirse otra hora más conveniente, pero nunca después de las nueve de la noche. • El orden de la acción litúrgica de la Pasión del Señor (liturgia de la Palabra, adoración de la Cruz, y Sagrada Comunión), que proviene de la antigua tradición de la Iglesia, ha de ser conservado con toda fidelidad, sin que nadie pueda arrogarse el derecho de introducir cambios. • El sacerdote y los ministros se dirigen en silencio al altar sin canto alguno. Si hay que decir algunas palabras de introducción, debe hacerse antes de la entrada de los ministros. • El sacerdote y los ministros, hecha la debida reverencia al altar, se postran rostro en tierra; esta postración, que es un rito propio de este día, se ha de conservar diligentemente por cuanto significa tanto la humillación «del hombre terreno», cuanto la tristeza y el dolor de la Iglesia. • Los fieles durante el ingreso de los ministros están de pie, y después se arrodillan y oran en silencio. • Las lecturas han de ser leídas por entero. El Salmo Responsorial y el canto que precede el Evangelio, cántense como de costumbre. La historia de la Pasión del Señor según San Juan se canta o se proclama del mismo modo que se ha hecho en el domingo de Ramos. Después de la lectura de la Pasión hágase la homilía y al final de la misma los fieles pueden ser invitados a que permanezcan en oración silenciosa durante un breve espacio de tiempo. •

La oración universal ha de hacerse según el texto y la forma establecida por la tradición, con toda la amplitud de las intenciones, que expresan el valor universal de la Pasión de Cristo, clavado en la Cruz para la salvación de todo el mundo.

• Cada uno de los presentes del clero y del pueblo se acercará a la Cruz para adorarla; dado que la adoración personal de la Cruz es un elemento muy importante de esta celebración, y únicamente en el caso de una extraordinaria presencia de fieles, se utilizará el modo de la adoración hecha por todos a la vez. • Úsese una única cruz para la adoración tal como lo requiere la verdad del signo. Durante la adoración de la Cruz cántense las antífonas, los “improperios” y el himno, que evocan con lirismo la historia de la salvación, o bien otros cantos adecuados. • El sacerdote canta la invitación al «Padre nuestro», que es cantado por toda la asamblea. No se da el signo de paz. La comunión se desarrolla tal como está descrito en el Misal. • Durante la comunión se puede cantar el salmo 21, u otro canto apropiado. Terminada la distribución de la comunión, el píxide o copón se lleva a un lugar preparado de la iglesia. • Terminada la celebración se despoja el altar, dejando la Cruz con cuatro candelabros. Dispóngase en la iglesia un lugar adecuado para colocar allí la Cruz, a fin de que los fieles puedan adorarla, besarla y permanecer en oración y meditación. • Los ejercicios de piedad, como son el «Via Crucis», las procesiones de la Pasión y el recuerdo de los dolores de la Santísima Virgen María en modo alguno pueden ser descuidados, dada su importancia pastoral. Los textos y los cantos utilizados en los mismos, han de responder al espíritu de la liturgia del día. Los horarios de estos ejercicios piadosos han de regularse con el horario de la celebración litúrgica de tal manera que aparezca claro que la acción litúrgica por su misma naturaleza está por encima de los ejercicios piadosos.

Homilía

• En la ostensión de la Cruz úsese una cruz suficientemente grande y bella. De las dos formas que se proponen en el Misal para mostrar la Cruz, elíjase la que se juzgue más apropiada. Este rito ha de hacerse con un esplendor digno de la gloria del misterio de nuestra salvación; tanto la invitación al mostrar la Cruz como la respuesta del pueblo hágase con canto, y no se omita el silencio de reverencia que sigue a cada una de las postraciones, mientras el sacerdote celebrante, permaneciendo de pie, muestra elevada la Cruz.

Sepamos amar y ser amados. Así vemos en todo este pasaje de la Pasión muchas reacciones diferentes. Por eso no solamente nos quedemos en el dolor y en el maltrato que nosotros le damos a Jesús, sino reflexiona: Ese Jesús que te dirá hasta el último instante de tu vida: “Aquí estoy porque te amo, te amo porque eres mío”. Por eso, no dudemos que ese amor está dispuesto a perdonar siempre. Esta es la gran lección de la Pasión del Señor, ha empezado una nueva manera de vivir por amor, se ha inaugurado una nueva manera de convivir entre los hombres y mujeres: el perdón, estamos destinados a una felicidad eterna. Este es el panorama que quisiera que ahora, en silencio y brevemente, cada uno medite por su cuenta: El

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amor de Jesús que me perdona, el destino eterno que me quiere dar y cómo soy yo respondiendo a eso. Cardenal Juan Luis Cipriani, Liturgia de la Pasión, 29 de marzo de 2013

«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lucas 23,46) Via Crucis I Estación: Jesús es condenado a muerte (Mateo 27, 22-23.26) II Estación: Jesús con la cruz a cuestas (Mateo 27, 27-31)

Sermón de las Siete Palabras Esta devoción consiste en reflexionar en las últimas siete frases que pronunció Jesús en la cruz, antes de su muerte. El iniciador del sermón fue el Sacerdote Jesuita Francisco del Castillo, nacido en Lima el 9 de febrero de 1615. Era reconocido como el Apóstol de los indios y negros y por su cerrada defensa de sus derechos como seres humanos. En 1659 Francisco del Castillo tomó a su cargo la Ermita Capilla de Nuestra Señora de los Desamparados ubicada a espaldas del Palacio Virreinal, y, el Viernes Santo de 1660, al evocar el dolor de Cristo y compararlo con el sufrimiento de los esclavos e indígenas de la época colonial peruana, se extendió durante tres horas en una predica o sermón frente a la efigie del Señor de la Agonía. Así nació el Sermón de las Tres Horas, que es peruano y se extendió con rapidez al resto del país, luego en las Américas y Europa, y así, en todo el mundo católico.

III Estación: Jesús cae por primera vez (Isaías 53, 4-6) IV Estación: Jesús se encuentra con su Madre (Lucas 2, 34-35.51) V Estación: El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la cruz (Mateo 27, 32; 16, 24) VI Estación: La Verónica enjuga el rostro de Jesús (Isaías 53, 2-3) VII Estación: Jesús cae por segunda vez (Lamentaciones 3, 1-2.9.16) VIII Estación: Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén (San Lucas 23, 28-31) IX Estación: Jesús cae por tercera vez (Lamentaciones 3, 27-32)

Primera Palabra

X Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras (San Mateo 27, 33 -36)

«Padre, Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lucas 23,34).

XI Estación: Jesús clavado en la cruz (San Mateo 7, 37-42)

Segunda Palabra

XII Estación: Jesús muere en la cruz (San Juan 19, 19-20)

«De cierto te digo hoy: estarás conmigo en el paraíso» (Lucas 23,43) Tercera Palabra

XIII Estación: Jesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre (San Mateo 27, 54-55)

«Mujer he ahí a tu hijo, hijo he ahí a tu madre» (Jn 19, 26)

XIV Estación: Jesús es puesto en el sepulcro (San Mateo 27, 59-61)

Cuarta Palabra «Dios mío, Dios mío por que me has desamparado› (Mt 27,46)

6. SÁBADO SANTO El sábado es el segundo día del sagrado triduo. Durante este día la iglesia, permanece junto al sepulcro del Señor meditando su Pasión y Muerte, su descenso al lugar de los muertos y aguarda con esperanza su Resurrección gloriosa. Se abstiene absolutamente del sacrificio de la Misa, quedando desnudo el altar hasta que, después de la solemne Vigilia se inauguren los gozos de la Pascua, con cuya exuberancia iniciarán los cincuenta días pascuales.

Quinta Palabra «Tengo sed» (Jn 19,28) Sexta Palabra «Todo está consumado» (Juan 19,30)

En María, conforme a la enseñanza de la tradición, está como concentrado todo el cuerpo de la Iglesia: ella es la “credentium collectio universa”. Por esto la Virgen

Séptima Palabra - 22 -

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María, que permanece junto al sepulcro de su Hijo, tal como la representa la tradición eclesial, es imagen de la Iglesia Virgen que vela junto a la tumba de su Esposo, en espera de celebrar su Resurrección. En este día debemos aguardar unidos a María, con silencio, recogimiento y esperanza la resurrección del Señor. Durante estas horas de oración es muy recomendable el rezo comunitario de las Laudes y el Oficio de Lectura, así como el rezo del Santo Rosario. 7. LA SOLEMNE VIGILIA PASCUAL Citas Bíblicas ANTIGUO TESTAMENTO 1. Génesis 1,1-2,2; Salmo 103 o Salmo 32 2. Génesis 22,1-18; Salmo 15 3. Éxodo 14,15-15,1, Cántico del Éxodo 15,1-18 4. Isaías 54, 5-14; Salmo 29 5. Isaías 55 1-11; Cántico de Isaías 12,2-6 6. Baruc 3,9-15.32-4,4; Salmo 18,8-11 7. Ezequiel 36,16-28; Salmo 41 o Salmo 50 NUEVO TESTAMENTO 8. Romanos 6,3-11; Salmo Aleluyático (Salmo 117) 9. Marcos 16, 1-7 Sentido Teológico La Vigilia Pascual inaugura el domingo de Pascua de la Resurrección del Señor. En este día de fiesta se celebran dos misas, la misa de la Vigilia Pascual que tiene lugar en el curso de la vela nocturna y la misa del día propiamente.

La Vigilia Pascual es llamada por San Agustín “la madre de todas las Vigilias” pues se trata de la celebración litúrgica más importante de la Iglesia, el vértice de todas las conmemoraciones tanto del Triduo Pascual como de todo el año. Todos los momentos de la vigilia están cargados de simbolismo y de belleza. La acción se desarrolla en cuatro partes bien definidas: Liturgia de la Luz o Lucernario; Liturgia de la Palabra; Liturgia Bautismal y Liturgia Eucarística. a) Primero el lucernario o rito del fuego y de la luz, cuyo origen hay que buscar en la antiquísima práctica judía y cristiana de encender la lámpara pronunciando una bendición al Señor. La preparación del Cirio Pascual, que se enciende con el fuego nuevo y es llevado en procesión hacia el interior del templo, evoca la columna de fuego que guiaba por la noche del desierto al pueblo de Israel y simboliza la luz de Cristo Resucitado que vence las tinieblas del pecado. Concluye esta primera parte con el canto solemne del Pregón Pascual, que es un anuncio exultante de la alegría de todo el cosmos y de la Iglesia por esta noche de la Vida y de la Reconciliación definitivas. b) En la Palabra de Dios la Iglesia contempla las maravillas que Dios ha obrado a favor de su pueblo desde los orígenes hasta llegar a la Resurrección de Cristo. Las lecturas del Antiguo Testamento tienen una cohesión lógica muy bien cuidada y se presentan como figuras claves para comprender toda la historia de la salvación a la luz de la Resurrección de Cristo. Quizás sea difícil leer todas las lecturas en todas las parroquias, pero no hay que reducir demasiado la duración de la Vigilia ni tener temor de velar durante algunas horas con el Señor Jesús en su paso de la muerte a la Vida. c) La Palabra de Dios anunciada y acogida en la fe, es celebrada a través de los signos sacramentales, especialmente el sacramento del Bautismo que nos incorpora a la muerte y resurrección de Cristo. Junto con los nuevos bautizados, la comunidad cristiana renueva las promesas bautismales, renunciando a la vida antigua del pecado y profesando la fe en Cristo Resucitado. Conviene que en las parroquias se celebre de ser posible algún bautismo, sobretodo de adultos. d) La eucaristía de la noche santa de la Pascua tiene un encanto especial como anuncio eficaz de la muerte del Señor y proclamación gozosa de su resurrección en la espera de su segunda venida gloriosa (cf. 1 Cor 11,26; 16,22; Ap 22,17.20).

El domingo de Pascua, tercer día del Triduo Pascual, inaugura un tiempo de fiesta y alegría que dura cincuenta días (símbolo de plenitud y eternidad). Los primeros ocho días de este período, que constituyen la octava de Pascua, forman, con el domingo de resurrección, un solo e idéntico «día de fiesta», un gran domingo que se celebra como solemnidad del Señor.

Esta vigilia es figura de la Pascua auténtica de Cristo, de la noche de la verdadera liberación, en la cual, “rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo”, como anuncia el pregón pascual. Los fieles, tal como lo recomienda

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el Evangelio (Lc 12, 35-48), deben asemejarse a los criados que con las lámparas encendidas en las manos esperan el retorno de su Señor, para que, cuando llegue, los encuentre en vela y los invite a sentarse a su mesa.

Orientaciones Litúrgicas La Vigilia Pascual es una vigilia nocturna. Por tanto, no debe escogerse ni una hora tan temprana que la Vigilia empiece antes del inicio de la noche, ni tan tardía que concluya después del alba del domingo. Hay que evitar que esta celebración se asemeje, en cuanto a la hora, a una Eucaristía vespertina más de día sábado. Por otra parte, se debe evitar presentar la Vigilia Pascual como una celebración del Sábado Santo: aunque cronológicamente se realice el sábado, forma parte de la Liturgia del Día de la Santa Pascua, es decir del domingo. Es bueno considerar los elementos constitutivos de cada una de las partes de la celebración de esta Vigilia que, siendo distintas, son complementarias y van in crescendo en su temática y realización. A nadie le está permitido alterar el orden establecido de los ritos. •

Lucernario: La primera parte consiste en una serie de acciones y gestos simbólicos que conviene realizar con tal dignidad y expresividad que su significado propio sugerido por las moniciones y las oraciones, pueda ser realmente percibido por los fieles. En el lugar adecuado y fuera de la iglesia, se preparará una buena hoguera (no una pequeña fogata) destinada a la bendición del fuego nuevo, cuyo resplandor debe ser tal que disipe las tinieblas e ilumine la noche.

• Prepárese el Cirio Pascual que, para la veracidad del signo, ha de ser de cera auténtica y nuevo (no deben volver a usarse los cirios de años anteriores, pues la Pascua es novedad). El cirio ha de ser relativamente grande, de manera que pueda evocar realmente que Cristo es la luz del mundo. La bendición del Cirio se hará con los signos y las palabras propuestas por el Misal, colocando los cinco clavos de cera según lo prescrito. • La procesión en la que el pueblo entra a la iglesia se ilumina únicamente por la llama del Cirio Pascual que va delante de la procesión. Al encender el cirio e iniciar la procesión el celebrante entona la primera aclamación: “Luz de Cristo” a la que la asamblea responde “Demos gracias a Dios”. Se inicia la procesión que puede ser en silencio o entonando un canto apropiado. • Al llegar al presbiterio, o si se considera oportuno en la puerta de la Iglesia se entona el segundo “Luz de Cristo” y la llama del Cirio Pascual pasará poco a poco a las velas que los fieles tienen en sus manos. La luz de las velas se debe - 26 -

originar en la luz del Cirio y por ello no se deben prender las velas con fósforos o encendedores. Entretanto, la Iglesia debe permanecer con la luz eléctrica totalmente apagada. • Cuando todas las velas han sido encendidas se entona el tercer “Luz de Cristo”, se encienden las luces del templo y se procede a la entonación del pregón pascual que puede ser entonado por el propio celebrante, por un diácono o si es necesario proclamado por un cantor. Los fieles deben permanecer con las velas encendidas durante el pregón pascual. • La Liturgia de la Palabra constituye la segunda parte de la Vigilia. Los textos elegidos de la Sagrada Escritura describen momentos culminantes de la historia de la salvación, cuya plácida meditación se facilita a los fieles con el canto del salmo responsorial, el silencio y la oración del sacerdote celebrante que concluye cada bloque. • La estructura restaurada de la Vigilia presenta siete lecturas del Antiguo Testamento entresacadas de los libros de la Ley y de los Profetas y dos del Nuevo Testamento, es decir la lectura del Apóstol y del Evangelio. De esta manera, la Iglesia “comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas” (Lc 24,27) interpreta el misterio pascual de Cristo. Por lo tanto, en la medida en que sea posible, léanse todas las lecturas indicadas para conservar intacta la índole propia de la Vigilia Pascual que exige una cierta duración. • Sin embargo, si las circunstancias pastorales aconsejan que se reduzcan aún el número de las lecturas, léanse al menos tres lecturas del Antiguo Testamento, de manera que estén representadas la Ley y los Profetas; nunca se puede omitir la lectura del capítulo 14 del Éxodo, con su cántico correspondiente. • El significado tipológico de los textos del Antiguo Testamento tiene sus raíces en el Nuevo y aparece sobre todo en las oraciones que el sacerdote celebrante pronuncia después de cada lectura; podrá también ser útil para llamar la atención hacia este significado una breve monición hecha antes de cada lectura. • Después de cada lectura se canta el salmo con la respuesta del pueblo. Evítese con todo cuidado que los salmos responsoriales sean sustituidos por otro salmo o por cantos populares. • Terminada la lectura del Antiguo Testamento, se canta el himno “Gloria a Dios”, se hacen sonar las campanas según las costumbres de cada lugar. El Gloria simboliza el paso de la antigua a la nueva alianza; en algunos lugares existe una hermosa costumbre de vestir durante el Gloria con flores el altar, el cirio pascual y la pila bautismal. • Luego del Gloria el sacerdote pronuncia la oración colecta y de este modo se pasa a las lecturas del Nuevo Testamento. Se lee la exhortación del Apóstol - 27 -


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sobre el Bautismo entendido como inserción en el misterio pascual de Cristo. • Después, todos se levantan y el sacerdote entona por tres veces el “Aleluya”, elevando gradualmente la voz, y repitiéndolo la asamblea. • Luego el salmista o cantor entona el “Aleluya”, que el pueblo prosigue intercalando la aclamación entre los versículos del salmo 117, tan a menudo citado por los apóstoles en la predicación pascual. • Sigue el anuncio de la Resurrección del Señor con la lectura del Evangelio, culmen de toda la liturgia de la Palabra. Terminada la proclamación del Evangelio no se omita la homilía, aunque sea breve. • La liturgia bautismal es la tercera parte de la Vigilia. Es aconsejable culminar la iniciación cristiana de adultos celebrando los sacramentos pascuales. Si no es posible, se puede también celebrar el bautismo de algún niño. • Aún en el caso en que no haya bautizos en las iglesias parroquiales, se hace la bendición del agua bautismal. Si esta bendición no se hace en la fuente bautismal sino en el presbiterio, el agua bautismal debe ser trasladada después al baptisterio. • Donde no haya bautizos ni se deba bendecir el agua bautismal, hágase la bendición del agua para la aspersión de la asamblea, a fin de recordar el bautismo. • Para bendecir el agua el sacerdote invocando al Espíritu Santo puede introducir si lo cree oportuno tres veces el cirio pascual en el agua. • A continuación tiene lugar la renovación de promesas bautismales introducidas por la monición que hace el sacerdote celebrante. Los fieles, de pie y con las velas encendidas en sus manos responden a las interrogaciones. Se puede entonar un canto apropiado mientras se encienden las velas. •

Después tiene lugar la aspersión: de esta manera los gestos y las palabras que los acompañan recuerdan a los fieles el bautismo que, un día, recibieron. El sacerdote celebrante hace la aspersión pasando por toda la nave de la iglesia, mientras la asamblea canta la antífona “Vidi aquam” u otro canto de índole bautismal.

culminante, porque es el sacramento pascual por excelencia, memorial del sacrificio de la cruz, presencia de Cristo Resucitado, consumación de la iniciación cristiana y pregustación de la Pascua Eterna. • Hay que poner mucho cuidado para que la liturgia eucarística no se haga con prisa; es muy conveniente que todos los ritos y las palabras que los acompañan alcancen toda su fuerza expresiva: la procesión de las ofrendas, en las que convienen que participen los neófitos, si los hay; la plegaria eucarística de ser posible cantada, con sus embolismos propios; la comunión eucarística que es el momento de la plena participación en el misterio que se celebra. Algunas indicaciones de carácter pastoral • Cuídese de tal modo la liturgia de la Vigilia Pascual que se pueda hacer llegar al pueblo cristiano las riquezas que contienen las plegarias y los ritos; es necesario que se respete la verdad de los signos, se favorezca la participación de los fieles, y que no falten ministros, lectores y cantores para el buen desarrollo de la celebración. • Se recomienda encarecidamente a los pastores que en la formación de los fieles insistan en la conveniencia de participar en toda la Vigilia Pascual, combatiendo la idea errónea y arraigada de culminar la Semana Santa en la crucifixión. • Hay que favorecer el hecho que los grupos particulares tomen parte en la celebración común de la Vigilia Pascual en la parroquia, de suerte que todos los fieles, formando una única asamblea, puedan experimentar más profundamente el sentido de pertenencia a la comunidad eclesial. Evítese celebrar dos Vigilias Pascuales en una misma comunidad.

Homilía Queridos hermanos y hermanas

• La Liturgia de la Eucaristía es la cuarta parte de la Vigilia, y su punto

1. En el Evangelio de esta noche luminosa de la Vigilia Pascual, encontramos primero a las mujeres que van al sepulcro de Jesús, con aromas para ungir su cuerpo (cf. Lc 24,1-3). Van para hacer un gesto de compasión, de afecto, de amor; un gesto tradicional hacia un ser querido difunto, como hacemos también nosotros. Habían seguido a Jesús. Lo habían escuchado, se habían sentido comprendidas en su dignidad, y lo habían acompañado hasta el final, en el Calvario y en el momento en que fue bajado de la cruz. Podemos imaginar sus sentimientos cuando van a la tumba: una cierta tristeza, la pena porque Jesús les había dejado, había muerto, su historia había terminado. Ahora se volvía a la vida de antes. Pero en las mujeres

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• Es aconsejable que los Domingos de Pascua se reemplace el rito penitencial por la aspersión del agua, según lo prescribe el misal. • El rito bautismal concluye con la Oración de los Fieles, en las que los neófitos y toda la comunidad ejercen su sacerdocio bautismal.


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permanecía el amor, y es el amor a Jesús lo que les impulsa a ir al sepulcro. Pero, a este punto, sucede algo totalmente inesperado, una vez más, que perturba sus corazones, trastorna sus programas y alterará su vida: ven corrida la piedra del sepulcro, se acercan, y no encuentran el cuerpo del Señor. Esto las deja perplejas, dudosas, llenas de preguntas: «¿Qué es lo que ocurre?», «¿qué sentido tiene todo esto?» (cf.Lc 24,4). ¿Acaso no nos pasa así también a nosotros cuando ocurre algo verdaderamente nuevo respecto a lo de todos los días? Nos quedamos parados, no lo entendemos, no sabemos cómo afrontarlo. A menudo, la novedad nos da miedo, también la novedad que Dios nos trae, la novedad que Dios nos pide. Somos como los apóstoles del Evangelio: muchas veces preferimos mantener nuestras seguridades, pararnos ante una tumba, pensando en el difunto, que en definitiva sólo vive en el recuerdo de la historia, como los grandes personajes del pasado. Tenemos miedo de las sorpresas de Dios. Queridos hermanos y hermanas, en nuestra vida, tenemos miedo de las sorpresas de Dios. Él nos sorprende siempre. Dios es así. Hermanos y hermanas, no nos cerremos a la novedad que Dios quiere traer a nuestras vidas. ¿Estamos acaso con frecuencia cansados, decepcionados, tristes; sentimos el peso de nuestros pecados, pensamos no lo podemos conseguir? No nos encerremos en nosotros mismos, no perdamos la confianza, nunca nos resignemos: no hay situaciones que Dios no pueda cambiar, no hay pecado que no pueda perdonar si nos abrimos a él. 2. Pero volvamos al Evangelio, a las mujeres, y demos un paso hacia adelante. Encuentran la tumba vacía, el cuerpo de Jesús no está allí, algo nuevo ha sucedido, pero todo esto todavía no queda nada claro: suscita interrogantes, causa perplejidad, pero sin ofrecer una respuesta. Y he aquí dos hombres con vestidos resplandecientes, que dicen: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado» (Lc 24,5-6). Lo que era un simple gesto, algo hecho ciertamente por amor – el ir al sepulcro –, ahora se transforma en acontecimiento, en un evento que cambia verdaderamente la vida. Ya nada es como antes, no sólo en la vida de aquellas mujeres, sino también en nuestra vida y en nuestra historia de la humanidad. Jesús no está muerto, ha resucitado, es el Viviente. No es simplemente que haya vuelto a vivir, sino que es la vida misma, porque es el Hijo de Dios, que es el que vive (cf. Nm14,21-28; Dt 5,26, Jos 3,10). Jesús ya no es del pasado, sino que vive en el presente y está proyectado hacia el futuro, Jesús es el «hoy» eterno de Dios. Así, la novedad de Dios se presenta ante los ojos de las mujeres, de los discípulos, de todos nosotros: la victoria sobre el pecado, sobre el mal, sobre la muerte, sobre todo lo que oprime la vida, y le da un rostro menos humano. Y este es un mensaje para mí, para ti, querida hermana y querido hermano. Cuántas veces tenemos necesidad de que el Amor nos diga: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? Los problemas, las preocupaciones de la vida cotidiana tienden a que nos encerremos en nosotros mismos, en la tristeza, en la amargura..., y es ahí donde está la muerte. No busquemos ahí a Aquel que vive. Acepta entonces que Jesús Resucitado entre en tu vida, acógelo como amigo, con confianza: ¡Él es la vida! Si hasta ahora has estado lejos de él, da un pequeño paso: te acogerá con los - 30 -

brazos abiertos. Si eres indiferente, acepta arriesgar: no quedarás decepcionado. Si te parece difícil seguirlo, no tengas miedo, confía en él, ten la seguridad de que él está cerca de ti, está contigo, y te dará la paz que buscas y la fuerza para vivir como él quiere. 3. Hay un último y simple elemento que quisiera subrayar en el Evangelio de esta luminosa Vigilia Pascual. Las mujeres se encuentran con la novedad de Dios: Jesús ha resucitado, es el Viviente. Pero ante la tumba vacía y los dos hombres con vestidos resplandecientes, su primera reacción es de temor: estaban «con las caras mirando al suelo» – observa san Lucas –, no tenían ni siquiera valor para mirar. Pero al escuchar el anuncio de la Resurrección, la reciben con fe. Y los dos hombres con vestidos resplandecientes introducen un verbo fundamental: Recordad. «Recordad cómo os habló estando todavía en Galilea... Y recordaron sus palabras» (Lc 24,6.8). Esto es la invitación a hacer memoria del encuentro con Jesús, de sus palabras, sus gestos, su vida; este recordar con amor la experiencia con el Maestro, es lo que hace que las mujeres superen todo temor y que lleven la proclamación de la Resurrección a los Apóstoles y a todos los otros (cf. Lc 24,9). Hacer memoria de lo que Dios ha hecho por mí, por nosotros, hacer memoria del camino recorrido; y esto abre el corazón de par en par a la esperanza para el futuro. Aprendamos a hacer memoria de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas. En esta Noche de luz, invocando la intercesión de la Virgen María, que guardaba todas estas cosas en su corazón (cf.Lc 2,19.51), pidamos al Señor que nos haga partícipes de su resurrección: nos abra a su novedad que trasforma, a las sorpresas de Dios, tan bellas; que nos haga hombres y mujeres capaces de hacer memoria de lo que él hace en nuestra historia personal y la del mundo; que nos haga capaces de sentirlo como el Viviente, vivo y actuando en medio de nosotros; que nos enseñe cada día, queridos hermanos y hermanas, a no buscar entre los muertos a Aquel que vive. Amén. Benedicto XVI, Vigilia Pascual, 30 de marzo de 2013

8. DOMINGO DE RESURRECCIÓN Citas bíblicas Primera Lectura: Hechos 10, 34a. 37-43 Salmo 117 Segunda Lectura: Colosenses 3, 1-4 Evangelio: Juan 20, 1-9 - 31 -


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Sentido Teológico El amanecer del día Domingo de Pascua anuncia el gran día en que actuó el Señor. El sepulcro vacío anuncia la Resurrección de Cristo. Los apóstoles proclaman con firmeza el misterio de la Resurrección. ¡Aleluya! ¡Cristo ha resucitado! Es el anuncio pascual que resuena hoy con toda su fuerza en el corazón de los creyentes. Cristo vive y ha vencido a la muerte; es el Señor de vivos y muertos. Cristo Resucitado es el centro de la vida cristiana y el fundamento de nuestra fe. Si hemos resucitado con Cristo, debemos buscar las cosas de arriba y comenzar una vida nueva.

Orientaciones Litúrgicas ü La Pascua es la solemnidad de las solemnidades y por ello debe ser celebrada con el máximo esmero y cuidado. Son muchos los fieles que no pudiendo asistir a la Vigilia Pascual desean celebrar con gozo la Resurrección de nuestro Salvador Jesucristo. ü En lugar del acto penitencial, es muy conveniente hacer la aspersión con el agua bendecida durante la celebración de la Vigilia. Con la misma agua bendecida conviene llenar los recipientes (pilas) que se hallan a la entrada de la iglesia. ü El canto del Aleluya deberá ser resaltado tanto en la Misa como en las demás celebraciones litúrgicas. ü El Cirio Pascual, que tiene su lugar junto al ambón o junto al altar, enciéndase al menos en todas las celebraciones litúrgicas de una cierta solemnidad de este tiempo, tanto en la Misa como en Laudes y Vísperas hasta el domingo de Pentecostés. Después, ha de trasladarse al baptisterio y mantenerlo con todo honor para encender en él el cirio de los nuevos bautizados. En las exequias, el Cirio Pascual se ha de colocar junto al féretro, para indicar que la muerte del cristiano es su propia Pascua. ü Los cincuenta días que van desde el domingo de Resurrección hasta el domingo de Pentecostés han de ser celebrados con alegría y exultación como si se tratase de un solo y único día festivo, más aún, como un gran Domingo. Homilía Hoy la Iglesia nos anuncia con gozo que Jesús ha resucitado, no está en el sepulcro, la vida pudo más que la muerte. Hermanos, la resurrección gloriosa del Señor es un hecho histórico, que es la clave para poder interpretar toda nuestra vida, y es el fundamento de nuestra fe. La Resurrección explica el porqué de nuestra confianza en Dios, de nuestra búsqueda de la vida eterna, de nuestro morir con Cristo al - 32 -

pecado para resucitar con Él a la gloriosa eternidad; es todo un modo de pensar, de actuar y de decidir; es el fundamento en el cual se apoya toda nuestra fortaleza, nuestra alegría y nuestra entrega. Todo lo que Jesús nos enseñó es verdad; porque Él, por encima de todas las fuerzas naturales, demuestra que es dueño del mundo. Esta realidad tiene muchas consecuencias, pero es bueno que las afirmemos hoy con claridad, diciendo: “Señor, creo y espero en ti. Te amo Señor, auméntame la fe”. La Iglesia recibe esta revelación: Cristo ha resucitado. Y lo repite año tras año para que cada uno de nosotros lo haga realidad en su vida. Cristo vive, ese es el significado de la Pascua. Hemos salido del pecado para vivir de la gracia de Dios; hemos salido de la muerte a la vida, de la esclavitud a la libertad, y todo ello por Cristo. No es cualquier libertad, ni cualquier felicidad, es la felicidad de la verdad cristiana. Esta es la fiesta en la que celebramos nuestra redención, basta que abramos el corazón para pedir perdón. La Resurrección de Cristo nos deja esa enorme luz; por lo tanto, hoy celebramos una gran fiesta de acción de gracias, en la que se une la Iglesia triunfante: todos los santos y santas del cielo, todos los ángeles y arcángeles, todos alrededor de la Trinidad Beatísima y de nuestra Madre la Virgen María. Es una fiesta inmensa en el cielo y también en la tierra. Por eso, una forma cristiana de vivir la Resurrección es la alegría, que es una forma de dar gracias a Dios por los innumerables dones que nos regala. La alegría es el primer tributo que le debemos de una manera sencilla y sincera. Demostramos con la alegría que todo lo que tenemos y todo lo que somos viene de Cristo. Con la alegría se abren muchas puertas en los corazones, en el trabajo y en la familia; mucho bien se puede hacer a nuestro alrededor y la alegría es la mejor forma de la caridad. Por eso, con el gozo de la Pascua de Resurrección, vivamos la alegría, ¡Cristo está vivo! Y Dios siempre está en nuestra puerta ofreciendo el perdón en el sacramento de la Reconciliación. Son motivos para estar alegres, porque somos hijos de un Dios vivo. La Resurrección de Cristo se significa con una luz que disipa las tinieblas en el entendimiento para saber comprendernos, para saber perdonar, para saber quitar los odios y las venganzas, es una luz en toda nuestra vida para darnos a los demás. Toda esa luz de la Resurrección nos lleva a nosotros a proclamar y a anunciar que Cristo vive: “Ir por todos los rincones del mundo”, y más aún, ir por todos los rincones de nuestras almas. Iluminemos bien nuestras almas, para que siempre haya luz, no dejar olvidados esos rincones donde se puede quedar guardada una falta de fe, una pequeña envidia, o algo que no hemos sabido perdonar. Ir por todos los rincones, e ir a nuestra alma, para que ahí Dios nos ilumine, San Agustín, ese hombre que nos da tantos ejemplos, dice unas palabras que son muy - 33 -


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bonitas para este día: “¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo”. Piensa en esto de tener un gran invitado en el alma como Jesús que te puede decir: “tú no estabas”. “Yo estaba en ti, en tu casa, en tus pensamientos, en tus dolores. Yo estaba contigo, pero no te vi a ti”. Cuántas veces esa ausencia nuestra hace que no veamos a Dios que está más presente que nosotros mismos. Dios nunca abandona a sus criaturas, nunca se cansa de buscarnos, nunca dice “basta”, siempre estará buscándonos. Y decía San Agustín: “Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera”. Que día más bonito para elevarnos por encima de los acontecimientos menudos que tantas veces atraen nuestras pasiones, pecados e inquietudes. Hoy contemplemos las cosas del cielo, Jesús ha resucitado, el dueño de la vida ha vencido a la muerte. Nadie se queda solo porque Dios está con nosotros. Pero te puede decir: “estoy en tu corazón y no te encuentro”. Hermanos, qué día más bonito para que sepamos en la familia que hoy -de una manera muy especialJesús sacó el bien de todas las formas de mal que existen en el mundo. Y Jesús nos dice: “mi resurrección constituye el contenido fundamental de mi mensaje”. Jesús con su misericordia nos mira, nos perdona y nos acompaña. Hermanos, ser cristianos es vivir de manera pascual y gozosa. No olvidemos -en este día-de felicitar a nuestra madre, María Santísima. ¡Qué gozo de la Virgen de la Alegría al contemplar a su Hijo resucitado! Madre mía, enséñanos, acompáñanos y fortalécenos para saber acompañar a tu Hijo siempre. Te felicitamos con profundo cariño. Madre mía, Madre de la Iglesia, Madre de cada uno de nosotros.

de la Cena del Señor, recitamos o cantamos el himno eucarístico del “Tantum Ergo” (“Adorad Postrados”). - Si visitamos por espacio de media hora el Santísimo Sacramento reservado en el Monumento para adorarlo. Viernes Santo -

Sábado Santo -

- Si asistimos a la celebración de la Vigilia Pascual (Sábado Santo por la noche) y en ella renovamos las promesas de nuestro santo Bautismo.

CONDICIONES Para ganar la Indulgencia Plenaria además de haber realizado la obra enriquecida se requiere el cumplimiento de las siguientes condiciones: a.

Exclusión de todo afecto hacia cualquier pecado, incluso venial.

b.

Confesión sacramental, Comunión Eucarística y Oración por las intenciones del Sumo Pontífice. Estas tres condiciones pueden cumplirse unos días antes o después de la ejecución de la obra enriquecida con la Indulgencia Plenaria; pero conviene que la comunión y la oración por las intenciones del Sumo Pontífice se realicen el mismo día en que se cumple la obra.

c.

Es oportuno señalar que con una sola confesión sacramental pueden ganarse varias indulgencias. En cambio, con una sola comunión eucarística y una sola oración por las intenciones del Santo Padre sólo se gana una Indulgencia Plenaria.

d.

La condición de orar por las intenciones del Sumo Pontífice se cumple si se reza a su intención un solo Padrenuestro y Avemaría; pero se concede a cada fiel cristiano la facultad de rezar cualquier otra fórmula, según su piedad y devoción.

Cardenal Juan Luis Cipriani, Misa del Domingo de Pascua, 31 de marzo de 2013

Durante el santo Triduo Pascual podemos ganar para nosotros o para los difuntos el don de la Indulgencia Plenaria, si realizamos algunas de las siguientes obras establecidas por la Santa Sede. Obras que gozan del don de la Indulgencia Plenaria durante el santo Triduo Pascual Jueves Santo -

Si rezamos juntos el rezo del Santo Rosario.

Vigilia Pascual

¡Feliz Pascua de Resurrección a todas las familias del Perú!

9. INDULGENCIA PLENARIA DURANTE EL TRIDUO PASCUAL

Si el Viernes Santo asistimos piadosamente a la Adoración de la Cruz en la solemne celebración de la Pasión del Señor.

Si durante la solemne reserva del Santísimo Sacramento, que sigue a la Misa - 34 -

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