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II. Frutos
ese momento inexplorados, atravesando ríos, ciénagas, montañas y tantos otros peligros inesperados por su desconocimiento del lugar. Las recién fundadas poblaciones como Iximché en 1524 en Guatemala; y San Salvador en 1525 en el actual territorio salvadoreño no ofrecieron estabilidad para vivir y mucho menos para convertirse en centros de evangelización. Las continuas incursiones de los indios luchando por expulsar a los invasores empujaron a los conquistadores a refundar las ciudades en sitios más seguros. En otras ocasiones fueron las fuerzas de la naturaleza las que provocaron esta toma de decisiones. Más ni unas ni otras detuvieron a la Iglesia. Antes bien decidieron quedarse sin abandonar jamás la evangelización.
56. Las raíces que habían brotado desde su llegada al Caribe, iban roturando la tierra cada vez más profundo, haciendo de la naciente Iglesia, una planta fuerte que ni vientos ni mareas eran capaces de lanzar por tierra. Los dos primeros sacerdotes que llegaron – uno a la ciudad de Almolonga y el otro a la Villa de San Salvador – a finales de la década del veinte en el siglo XVI, fueron testigos de la erección de la antigua Diócesis de Guatemala que tuvo lugar el 18 de diciembre de 1534, comenzando desde esa memorable fecha a producir muchos frutos visibles y sensibles con gran fuerza entre los siglos XVII y XVIII. Frutos reforzados con la llegada de las órdenes religiosas que, desde aquellos años han permanecido en todo el territorio del istmo centro americano, tal y como se lee en los siguientes numerales.
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II. Frutos
57. Largo; y quizá hasta cansino, es de mencionar los frutos que ha dado la Iglesia bajo la sombra del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; pero, deseo mencionar en los siguientes numerales algunos, para mostrar cómo Dios ha pasado por