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II. JESUCRISTO

matanzas y sometimiento en el proceso de conversión pasa a ser comprensión y la Iglesia, como Ella, acogió en su seno a los nuevos hijos que con dolor y en sombras fueron engendrados. María la Guadalupana, la Inculturada, pedía con su lindo rostro ovalado y su tierna mirada la paz. Pedía a los conquistadores un cambio de actitud. En su mayoría desoyeron su voz maternal; pero, la Iglesia la asumió y ha defendido los pueblos originarios con ardor como se lee en el ver y el juzgar de esta Carta; y, después del Concilio ratificó con nuevo ardor esa opción de amor. La opción no quedó reducida a los indígenas sino a las víctimas de la historia, creada por los pocos victimarios que han atacado a los hijos de Abel.

326. Las palabras de los Obispos en Puebla confirman lo antes expuesto: Desde los orígenes – en su aparición y advocación de Guadalupe – María constituyó el gran signo, del rostro maternal y misericordioso, de la cercanía del Padre y de Cristo, con quienes ella nos invita a entrar en comunión. María fue también la voz que impulsó a la unión entre los hombres y los pueblos (DP 282). Por ello, agregan los Obispos, María tiene que ser cada vez más la pedagoga del Evangelio en América Latina (DP 290). Es en su imagen donde debemos aprender cómo amar a todos por igual, ya que todos somos hermanos de Cristo; y en Él, hijos de Dios.

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II. JESUCRISTO

327. La Palabra hecha carne es Jesucristo. Afirmación que indica espacio y tiempo de la encarnación. Los Evangelistas San Mateo y San Lucas proporcionan importantes datos. En primer lugar, el nombre de los monarcas de la época: Nació en tiempos del rey Herodes escribe el primero (cf. Mt 2, 1); mientras San Lucas pone: En tiempos de Herodes rey de Judea (cf. Lc 1, 5); detalle al que agrega un dato sobre

el imperio invasor; se trata sobre el nombre del Emperador Augusto que por esos años mandó empadronar a todo el mundo, mientras era gobernador de Siria, Quirino (cf. Lc 2, 1-2).

328. Pasan luego a detallar su lugar de nacimiento. San Mateo sostiene que nació en Belén de Judea (cf. Mt 2, 1). San Lucas ampliando los datos, comienza explicando que la Madre de Jesús vivía en una ciudad de Galilea llamada Nazaret (cf. Lc 1, 26); detalle al que agrega que San José subió de Nazaret a Belén para empadronarse y llevó consigo a su esposa María (cf. Lc 2, 4), lugar donde nació el Niño. A continuación, ambos detallan que hubo varios testigos del nacimiento del Hijo de Dios: Los magos que le adoraron y dieron regalos (cf. Mt 2, 11), los pastores que avisados por el ángel fueron adorarle (cf. Lc 2, 16); y finalmente, Simeón y Ana que profetizaron de Él grandes cosas (cf. Lc 2, 34-35; 2, 38).

329. En una palabra, el Hijo de Dios se encarnó en el siglo I de nuestra Era, bajo el reinado de determinados reyes; y en el pueblo judío; que esa es su nacionalidad. Nació en el seno de una familia (tuvo abuelos, tíos, primos, etc.). Y como cualquier ser humano, aprendió el idioma de su pueblo; tanto como sus usos y costumbres; y a diferencia del resto de pueblos, aprendió la religión del único Dios a quien amó, sirvió y obedeció hasta cumplir la misión para la que fue enviado.

330. A lo anterior se añade un punto más, Jesús también escogió para su nacimiento una clase social; y encarnado en esa realidad sufrió como los de su clase, la humillación, la pobreza, el dolor, el trabajo mal remunerado, el cansancio, la alimentación deficiente y la carga tributaria. Mons. Romero lo describió así en la Navidad de 1978: Cristo, teniendo dignidad de Dios, no hizo caso de esa dignidad, sino que

se humilló hasta nacer como un hombre y, después, llevar esa vida de humildad y pobre, hasta la humillación más espantosa de ser un ajusticiado con la sentencia de muerte más humillante que conoce la historia, un crucificado250 . Y agrega: Para esto nace Cristo, para su kénosis, para su humillación. Por esto, todo es humillación en la vida de Cristo. No hay lugar para ellos en la posada, nos acaba de decir el Evangelio. Ni siquiera un mesón, ni siquiera un cuartucho hubo para el nacimiento del más grande de los nacidos; y tuvo que refugiarse en una gruta de animales, en un pesebre, donde San José, sacudiendo las basuras y la suciedad, debió de poner, para María que iba a dar a luz, lo más digno que pudo, darle en aquella pobreza. Así nace el redentor: en la humillación, en la pobreza251. Y con su muerte, sufrió más que su clase social ya que bebió hasta lo último del cáliz del dolor siendo inocente de todo crimen.

331. A lo largo de su vida, caminó al lado de esos pobres entre quienes nació; y buscó con amor a los más pobres; más pobres que él. En otras palabras, a los despreciados de la sociedad, a los invisibilizados, enfermos, delincuentes, leprosos, etc. Es así como le vemos sanando a la mujer encorvada (cf. Lc 13, 10-17); a una mujer con flujo (cf. Mt 9, 20-22); a diez leprosos (cf. Lc 17, 11-19); a los endemoniados de Gerasa (cf. Mt 8, 28-34); también le vemos, comiendo con prostitutas y ladrones (cf. Mt 9, 10-13); dejándose tocar por prostitutas (cf. Lc 7, 36-50); le vemos escoger a sus apóstoles entre los pobres (cf. Mt 4, 18-22), [solo algunos de ellos pertenecían a una clase social más acomodada]. Y qué decir de los extranjeros. No tuvo reparos en hablar con samaritanos (cf. Jn 4, 1-42); o sanar enfermos por petición de romanos (cf. Mt 8, 5-10); o por una cananea (Mt

250 Monseñor Oscar Romero, “Os anuncio una alegría inmensa: os ha nacido un

Salvador, Vigilia de Navidad. 24 de diciembre de 1978”. Homilías, p. 109. 251 Ibidem, p. 110.

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