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B) PUEBLA

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EXHORTACIÓN

EXHORTACIÓN

de derecho y de hecho con el hombre (cf. DM 1, 1); que era necesario promover el progreso de los pueblos más pobres y favorecer la justicia de las naciones (cf. DM 10, 15); y, por último, que los pobres reclamaban un acercamiento y cuidado preferencial que la caridad misma reclamaba (cf. DM 14, 7-10). Hechos dramáticos que reclamaban – y siguen reclamando – atención preferencial; pero, también se establecieron líneas de trabajo con las élites (cf. DM 7); intelectuales y universitarios (cf. DM 7); grupos económicos sociales, poderes militares y políticos (cf. DM 7) con quienes el verdadero humanismo asentado en Cristo se trabajaría esperando de ellos una respuesta cristiana, es decir, que basados en el amor de Cristo, promovieran la justicia en los distintos ámbitos que les correspondían.

278. En breves palabras; el verdadero humanismo solo encuentra su sentido y pleno desarrollo en Cristo y con Cristo. Lo demás podrán ser hermosos deseos, utopías desarrolladas en convincentes discursos; pero sin Dios, sin Cristo, tienen por fin un desastroso fracaso. La dignificación del ser humano vendrá solo por su encuentro con Cristo, encuentro desde el cual todo ser humano debe trabajar por la transformación de la sociedad movido por el amor.

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279. En Puebla, casi 10 años después de Medellín, los Obispos latinoamericanos profundizaron aún más en la verdad sobre el hombre y su dignidad en América y el Caribe. Plantearon en primer lugar las visiones inadecuadas del hombre, enumerando rápidamente las características de la región. 1) Un espacio histórico donde se encuentran tres universos culturales: el indígena, el blanco y el africano, enriquecidos por corrientes migratorias diversas (cf. DP 307); 2) Se ha fraguado una especie de mestizaje

latinoamericano; y 3) Aunque en su espíritu permanece una base de vivencias religiosas marcadas por el Evangelio, emergen y se entremezclan también cosmovisiones ajenas a la fe cristiana que parcializan o deforman aspectos de su visión integral o se cierra a ella (DP 307).

280. Cinco visiones inadecuadas del hombre surgen entonces. La primera es la visión determinista. El hombre es prisionero y víctima de fuerzas ocultas. No es dueño de sí mismo y cree que lo que acontece en su vida es determinado e impuesto por Dios. Agudiza la situación, la creencia en un determinismo fatalista que establece la desigualdad entre los hombres articulando relaciones humanas impregnadas de discriminaciones y marginaciones incompatibles con la dignidad humana. Nada de extraño tenía entonces, que en la sociedad estas creencias se reflejaran en la desigualdad de vida sufrida por obreros, campesinos, indígenas, empleadas domésticas y otros sectores de la sociedad (cf. DP 309).

281. La segunda visión es la psicologista, que reduce a la persona humana a su psiquismo y lo hace víctima del instinto erótico o lo reduce a mecanismo de respuesta-estímulos, carente de libertad. Engaña al hombre haciéndole creer que la religión es la negación de la propia responsabilidad y le conduce a prácticas erradas (cf. DP 310). La tercera visión es la economicista que dentro de sí encierra tres visiones erradas del ser humano: La visión consumista; la visión individualista; y, la visión colectivista. La primera mira al hombre como instrumento de producción y objeto de consumo. Predominan en ella los valores del tener, del poder y del placer como sinónimos de felicidad. Los valores espirituales son anulados (cf. DP 311). La visión individualista es propugnada por el liberalismo económico y define la dignidad de la persona como eficacia económica y libertad individual. Ciega a la persona a la justicia social

y al bien común, y coloca a la persona al servicio del imperialismo internacional del dinero (cf. DP 312). Y, la visión colectivista es la propugnada por el marxismo que reduce al ser humano a las estructuras exteriores; la meta de la existencia humana se pone en el desarrollo de las fuerzas materiales de producción; así como, promete una fraternidad mesiánica sin relación a Dios (cf. DP 313).

282. En cuarto lugar, está la visión estatista que pone al hombre al servicio de una supuesta guerra total contra los conflictos culturales, sociales, políticos y económicos provocados por el comunismo, por lo que en su base subyace la teoría de la Seguridad Nacional. La voluntad individual del hombre es mezclada y sujeta a la libertad de la nación (cf. DP 324); y finalmente, la visión cientista que deposita su confianza en la ciencia al grado de considerar como verdad solo aquello que la ciencia puede demostrar. En nombre de la ciencia se justifica todo, incluso aquello que afrenta la dignidad humana (cf. DP 315).

283. Los Obispos en esta Conferencia ofrecieron al continente, y al mundo entero, una alarmante deformación del hombre debido a estas visiones que pretenden instrumentalizar a la humanidad en la consecución de sus proyectos – muchas veces perversos. Cinco visiones frente a las cuales los Padres Sinodales elevaron una proclamación fundamental inmersa en su reflexión doctrinal: Primero, proclamaron la grave obligación de proclamar la dignidad que, a todos, sin distinción alguna, les es propia (DP 316). Segundo, profesaron que todo hombre y toda mujer, por más insignificante que parezca, tiene en sí una nobleza inviolable que todos deben respetar sin condiciones y que toda vida humana merece por sí misma, en cualquier circunstancia su dignificación (DP 317). Tercero, condenaron todo menosprecio, reducción o atropello de las personas y de sus

derechos inalienables; todo atentado contra la vida humana, desde la oculta en el seno materno, hasta la que se juzga como inútil y la que se está agotando en la ancianidad (DP 318). Cuarto, se sintieron urgidos a cumplir por todos los medios una audaz profesión cristiana y una eficaz promoción de la dignidad humana y de sus fundamentos divinos (DP 320).

284. Proclamación después de la cual aceptan que el ser humano será renovado únicamente en Jesucristo pues la dignidad humana desde Él no consiste en tener más sino en ser más (cf. DP 339). Confiesan que no es de ellos de quienes parte la iniciativa sino de Jesucristo: Él quiere enaltecer esta semejanza de Dios en su pueblo: por la participación del Espíritu Santo en Cristo. Es Él quien hace tomar conciencia del pecado contra la dignidad humana que abunda en América Latina y destruye la vida divina en el hombre (cf. DP 330). Por lo tanto, anuncian. Primero, Jesucristo ha restaurado la dignidad original que los hombres habían recibido al ser creados por Dios a su imagen (cf. DP 331). Segundo, en Jesucristo llegamos a ser hijos de Dios (cf. DP 332). Tercero, en Jesucristo hemos recibido la imagen del hombre nuevo con la que fuimos configurados por el bautismo y sellados por la confirmación (cf. DP 333). Cuarto, ante Cristo y María deben revalorizarse en América Latina los grandes rasgos de la verdadera imagen del hombre y de la mujer: todos fundamentalmente iguales y miembros de la misma estirpe, aunque en diversidad de lenguas, culturas, etc., (DP 334). Y, quinto, en esta pluralidad e igualdad de todos, cada uno conserva su valor y su puesto irrepetible (cf. DP 335).

285. Enseñanzas con las cuales, los obispos nos han recordado que la clave del hombre nuevo es Cristo. Es en Él y solo en Él donde la humanidad se encontrará a sí misma. Es el modelo de hombre a imitar; el camino que seguir para asemejarse a Dios; y la imagen de Dios que el hombre debe

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