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D) APARECIDA
294. Es uno de los signos de los tiempos abordados por la Iglesia en Santo Domingo que más limitantes encuentra en la sociedad. Nuestro país no es la diferencia. Con cuánta frecuencia se ha intentado legalizar el aborto; así como la laicización de la educación que, hoy en sus 200 años de independencia, el Estado no puede gloriarse de sus frutos. Ese tipo de educación ni siquiera ha logrado producir un tipo de ciudadano con alta moralidad, urbanidad y cívica, que son los valores adjudicados por el ámbito civil.
295. La ausencia de Dios en las escuelas se hace sentir hoy más que nunca. De los salones de clase salen delincuentes, jóvenes deformados por la visión individualista donde solo importa el “yo” pasando sobre quien sea para lograr la concreción de las metas personales. No importa abortar, no importa asumir teorías de género que más temprano que tarde llevan al individuo a experimentar la vaciedad de Dios en sus vidas; no importa suicidarse; (cuyos porcentajes; por cierto, son encubiertos); no importa la inmoralidad; no importa si el individuo es feliz o no; porque la educación laica promueve la libertad no de los hijos e hijas de Dios, sino el libertinaje que destruye la imagen de Dios en todo ser humano. Los Obispos en Santo Domingo nos recuerdan el importante papel que la Iglesia tiene ante sí para rescatar la familia y promover los valores familiares; pues de ellas salen los futuros ciudadanos que harán grande a nuestros paises; así como, de ella salen las vocaciones sacerdotales y consagradas que hacen brillar a nuestra Iglesia.
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D) APARECIDA
296. En Aparecida, última Conferencia Episcopal celebrada, los obispos reconocieron que solo Jesucristo puede responder satisfactoriamente las preguntas humanas sobre la verdad, el sentido de la vida y de la realidad, la
felicidad, la justicia y la belleza (cf. DAp 380); y es Cristo en quien Dios: nos ha elegido para que seamos sus hijos con el mismo origen y destino, con la misma dignidad, con los mismos derechos y deberes vividos en el mandamiento supremo del amor (DAp 382). En vista de concretizar este deseo, lanzaron varias recomendaciones: Consolidar un orden social, económico y político sin inequidad, y donde haya posibilidades para todos; además, consolidar nuevas estructuras que promuevan la auténtica convivencia humana e impidan la prepotencia de algunos y faciliten el diálogo constructivo para lograr el consenso social (cf. DAp 384).
297. Lo anterior implica propiciar la promoción ciudadana, dejando atrás las antiguas prácticas del asistencialismo. La justicia social busca la promoción humana al grado de hacer de cada individuo un sujeto de su propio desarrollo (cf. DAp 385). Aquí pasan a enunciar una de las frases cristológicas más bellas y profundas de todo el documento: Jesucristo es el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre (DAp 392); y por esta razón declaran que: la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza (DAp 392). Y para evitar cualquier mal entendido como sucedió con Medellín acotan que la opción por los pobres nace de la fe en Jesucristo, el Dios hecho hombre; pero que no es una opción: exclusiva ni excluyente (DAp 392). En este sentido declaran que la Iglesia está llamada a ser sacramento de amor, solidaridad y justicia entre nuestros pueblos (DAp 396).
298. Es así como los obispos en Aparecida nos invitan a reconocer el rostro del Cristo sufriente en los rostros sufrientes de los pobres. Rostros que han aumentado debido a la globalización; (podemos encontrarlos en las calles de San Salvador): Rostros de migrantes, de víctimas de
violencia, desplazados y refugiados, víctimas del tráfico de personas y secuestros, desaparecidos, enfermos de VIH y de enfermedades endémicas, tóxico dependientes, adultos mayores, niños y niñas que son víctimas de la prostitución, pornografía y violencia o del trabajo infantil, mujeres maltratadas, víctimas de la exclusión y del tráfico para la explotación sexual, personas con capacidades diferentes, grandes grupos desempleados, los excluidos por el analfabetismo tecnológico, las personas que viven en la calle de las grandes urbes, los indígenas y afroamericanos, campesinos sin tierra y los mineros (DAp 402), múltiples rostros que probablemente no reflejan angustia, pero la padecen en su corazón.
299. No olvidan mencionar la mayor de todas las pobrezas: La de no reconocer la presencia del misterio de Dios y de su amor en la vida del hombre, que es lo único que verdaderamente salva y libera (DAp 405). Nada hay más duro que vivir sin Dios o vivir como si Dios no existiera pues solo Él da sentido a la vida humana. De ahí el fracaso de todos aquellos que buscan hacer lo cristiano sin Cristo.
300. Finalmente, plantean trabajar por la globalización de la solidaridad y la justicia internacional: Apoyando la participación de la sociedad civil en la reorientación y rehabilitación ética de la política; en la formación cristiana; en pro del bien común; y en llamar a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a poner en práctica principios fundamentales como el bien común, la subsidiaridad, la solidaridad intergeneracional e intrageneracional (cf. DAp 406).
301. En una palabra, el Magisterio Latinoamericano ha profundizado en las problemáticas enfrentadas por el hombre de América Latina y el Caribe ; ha sopesado los yerros de la antropología; y ha marcado la ruta a seguir, recordándonos