2 minute read
c. La persecución
la diócesis de San Salvador. Finalmente, para viajar a la Santa Sede se delegó al sacerdote Jorge Viteri y Ungo, quien recibió la bendición de Mons. Casaus.
105. Los resultados fueron positivos. La Diócesis de San Salvador fue erigida el 28 de septiembre de 1842, y fue nombrado como su primer Obispo Mons. Jorge Viteri y Ungo. Su consagración fue celebrada el 29 de enero de 1843 en la Iglesia de Santa Francisca Romana por el Cardenal Franssoni Prefecto de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide. Regresó a San Salvador en 1843, y fue un Obispo preocupado por los más pobres de su diócesis; promotor de la paz entre la guerra que hubo contra Guatemala; y gran defensor de la doctrina cristiana. En síntesis, la erección de la diócesis fue una gran luz para este país quedando atrás el escándalo de un pseudo obispo. Una luz que no tardaría en ser atacada por los enemigos de la Iglesia.
Advertisement
c. La persecución
106. Mons. Viteri apenas gobernó la diócesis dos años y medio. Una nueva persecución comenzó, esta vez, acusaron al Obispo de ser contrario al gobierno salvadoreño y adepto al de Guatemala, acusación a la cual agregaron la de “rebeldía política”. Lo llamaron “arrogante, enfermizo, enemigo de su propio clero, conspirador y miembro del clan Aycinena”. Tan difícil era difamarlo e inculparlo que recurrieron a infinidad de acusaciones. No contentos con estos ataques, lo expulsaron del territorio salvadoreño; pidiendo al resto de gobiernos centro americanos le impidieran la entrada a su territorio. En otras palabras, el Obispo no podía exiliarse en ninguno de los países de la región.
107. El gobierno de Honduras lo recibió, permaneciendo aquel por un breve tiempo en la frontera. Años más tarde, fue nombrado Obispo de Nicaragua; y hasta allá llegó la mano de sus enemigos que enviaron veneno para propiciarle una muerte inmediata. Así sucedió, su cuerpo se deformó de inmediato y aunque las sospechas de un crimen eran grandes y diversas voces manifestaban lo ocurrido, no hubo investigaciones121 .
108. El cambio de Obispo en territorio salvadoreño no mejoró las relaciones con el Estado. La lucha por doblegar a los Obispos y someterlos al poder político era su objetivo. Los obligaron a pagar derechos de guerra, saquearon los templos, les quitaron los cementerios, se aprobó el divorcio y el matrimonio civil, el concordato jamás fue aprobado, el Seminario nunca recibió la ayuda prometida, entre otros padecimientos a los que la Iglesia fue sometida. Los Obispos – Mons. Tomás Miguel Pineda y Saldaña tanto como Mons. José Luis Cárcamo – fueron exiliados en varias ocasiones junto a varios sacerdotes que soportaron al lado de su Obispo todo tipo de maltratos. Las comunidades religiosas fueron vistas con desprecio, negándoles la entrada al territorio salvadoreño. Los pocos sacerdotes diocesanos que quedaron en el territorio resistieron todo tipo de desprecios y malos tratos. Pero, todos juntos resistieron el ataque descomunal, mientras el pueblo de Dios lloraba la ausencia de sus Pastores y clamaba por su retorno.
109. A pocos años de iniciar el siglo XX, Mons. Adolfo Pérez y Aguilar tomó posesión de la Diócesis disfrutando de un clima menos violento para con la Iglesia. Pero, la Iglesia en El Salvador había resistido 100 años de persecución e incomprensión por parte de los gobiernos liberales. No fue fácil resistir, salió de esa lucha cansada y debilitada; más Dios estuvo con ella para llenarla al siguiente siglo de una corona de mártires cuya más grande joya es Mons. Oscar Arnulfo Romero Galdámez.
121 López Jiménez, Ramón. Mitras Salvadoreñas, p. 69.