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B. CONCILIO VATICANO II
B. CONCILIO VATICANO II: CONSTITUCIÓN
PASTORAL GAUDIUM ET SPES
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251. Los Obispos Conciliares dedicaron la Constitución Gaudium et Spes a las cuestiones del mundo actual que atañen al ser humano y declaran que la Iglesia está al servicio del hombre. En la exposición preliminar de este amplio documento, enumeran las esperanzas, aspiraciones y el sesgo dramático que caracteriza al mundo (cf. GS 4). Entre las esperanzas se encuentra el deseo de ampliar su poder y someter al mundo; añadido al deseo de conocer con profundidad creciente su intimidad espiritual. Pero, sus esfuerzos no encuentran respuesta alguna (cf. GS 4).
252. El sesgo dramático que le caracteriza evidencia; en primer lugar, grandes mayorías sufriendo hambre y miseria; otros padecen analfabetismo; otros sufren la opresión de nuevas formas de esclavitud social y psicológica (cf. GS 4); en segundo lugar, se agudizan los cambios que afectan la convivencia social, la comunicación con sus nuevos instrumentos, las relaciones sociales y hasta el cambio de mentalidad (cf. GS 6-7); y, en tercer lugar, apuntan los desequilibrios del mundo moderno que tienden a engendrar o aumentar las contradicciones y desequilibrios del ser humano tanto en su individualidad como en su familia y las relaciones sociales, trascendiendo a relaciones entre países ricos y pobres (cf. GS 8). Todo lo cual alimenta la mutua desconfianza y la hostilidad, los conflictos y las desgracias, de los que el hombre es a la vez causa y víctima (cf. GS 8).
253. Entre sus aspiraciones, la humanidad añora establecer un orden político, económico y social que esté al servicio del hombre y permita a la humanidad afirmar y cultivar su propia dignidad (cf. GS 9). La mujer lucha por su igualdad con el hombre, una igualdad de hecho y derecho (cf. GS 9); los
trabajadores luchan por la reivindicación de sus derechos y el recibir un papel protagónico dentro del sistema económico, político, social y cultural. Esperanzas, aspiraciones y sesgo dramático que no ofrece soluciones. En su lugar abre muchas interrogantes existenciales que no encuentran respuestas; verbigracia: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte? Entre otras.
254. Una realidad humana ante la cual la Iglesia responde: Cristo, muerto y resucitado por todos da al hombre su luz y su fuerza por el Espíritu Santo a fin de que pueda responder a su máxima vocación, y que no ha sido dado bajo el cielo a la humanidad otro nombre en el que sea necesario salvarse. La clave, el centro y el fin de toda la historia humana se halla en su Señor y Maestro (GS 10). Por esta razón, expone en primer lugar que el ser humano ha sido creado en la justicia a imagen y semejanza de Dios (cf. GS 12-13); y que, por su interioridad es, superior al universo entero y a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios les aguarda (GS 14). Añade que el ser humano participa de la luz de la inteligencia divina, don por el cual es superior al universo material (GS 15).
255. Recuerda también al ser humano tres puntos esenciales. Primero, la ley escrita por Dios en su corazón: en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente (GS 16). Segundo, la conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre en el que se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquella (GS 16); y tercero, que es su conciencia la que de modo admirable da a conocer esa ley, cuyo cumplimiento consiste en el amor de Dios y del prójimo (GS 16); y todavía más: La fidelidad a esa conciencia une a los cristianos con el resto de los hombres para buscar la verdad y resolver con acierto los problemas
del individuo y de la sociedad (cf. GS 16). De aquí nace la hermosa definición que los Obispos en el Concilio nos regalaron: La fe todo lo ilumina con nueva luz y manifiesta el plan divino sobre la entera vocación del hombre. Por ello orienta la mente hacia soluciones plenamente humanas (GS 11). Solo la fe en Jesucristo puede ayudar a la humanidad a resolver sus problemas personales, familiares, sociales y cuales sean. Él es la verdadera revelación del hombre en quien puede descansar cuando lo encuentra (cf. GS 21). En una palabra: Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. Nada extraño, pues, que todas las verdades hasta aquí expuestas encuentren en Cristo su fuente y su corona (GS 22).
256. Profundo mensaje transmitido por el Concilio. Mensaje que, este Bicentenario debe conducir al pueblo salvadoreño a meditarlo. El desarrollo va penetrando su existencia; y las costumbres de las sociedades llamadas del primer mundo, con él. Sin embargo, es necesario tener claro que desarrollo no siempre es sinónimo de humanidad/ humanismo/humanización. Este pueblo que dichosamente lleva el nombre del Hijo de Dios no debe permitir que sus valores cristianos le sean arrebatados por tendencias externas. El aborto, las teorías de género, la eutanasia, el suicidio asistido, el neoliberalismo, el capitalismo, el comunismo, el ateísmo, la explotación del ecosistema, por mencionar algunas, son ideas extranjeras impuestas por imperios extranjeros para expoliar las pocas riquezas que a este país quedan; y sobre todo, la más grande de ellas: El ser humano.
257. Rogamos a Dios que los gobernantes de esta nación se dejen inspirar por Dios y que a través del Espíritu Santo reciban la sabiduría divina para poder regirla y permitir que