ANDALUCÍA
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Nº 119 julio 2017
DALE VACACIONES AL CONSUMO En la versión digital de El País, ese periódico del capitalismo con aire progre, podemos leer: “La idea de la felicidad se ha convertido en una ciencia y también en un boyante negocio”. Decir que la idea de la felicidad se ha convertido en una ciencia es una muestra clarísima de la miseria intelectual que está detrás de los brillos de la mentalidad capitalista. Lo que sí es muy cierto es que tratan de convertir el ansia de felicidad de los seres humanos en la fuente de boyantes negocios.
Cuando llega la época de vacaciones, ese afán de negocio alcanza uno de sus máximos anuales. Primero nos hacen vivir en una sociedad en la que el trabajo es cada vez es más exigente y menos seguro. La mayoría está atrapada en el estrés de las grandes ciudades con sus prisas y sus atascos, pendientes del cuidado de los hijos y a veces de los abuelos, apremiados por las mil ocupaciones y preocupaciones de cada día. Así la necesidad de descanso y de ocio se hace más urgente. Ciertamente esta necesidad de descanso es universal, la tenemos todos los seres humanos, lo que pasa es que la forma de satisfacerla varía
mucho de unas culturas a otras. Algunos autores hablan de satisfactores. Estos serían las distintas formas que han existido y existen en el mundo para cubrir esas necesidades comunes. Para la cultura burguesa, capitalista, todos los satisfactores para cualquier aspiración humana están relacionados con el consumo. La satisfacción es alcanzada gracias a la riqueza, al dinero de que dispongamos para conseguir esos satisfactores. Cuando se llega a la necesidad de descanso y de ocio, no podía ser de otra manera, se pretende satisfacerla a base de consumo. Además el consumo de masas es fuente de grandes beneficios para algunos. ¡Qué más se puede pedir! Y aquí entra la utilización de la idea de felicidad. Una publicidad abrumadora, metiéndote por los ojos imágenes de parajes y situaciones paradisiacas, nos empuja a unas vacaciones febrilmente consumistas: vorágine de viajes, cruceros, diversiones, hoteles… consumo y más consumo. Todos esos satisfactores que la omnipresente publicidad nos presenta como el colmo de la felicidad tienen un gran atractivo, no cabe duda. Pero, aunque nuestras posibilidades económicas nos permitan alcanzarlos, cosa que solo le ocurre a una minoría de la humanidad, tienen dos graves inconvenientes: el primero es que, como todo el bienestar