L I N DA F I E R Z - DAV I D L A V I L L A D E LO S M I S T E R I O S D E P O M P E YA
ATA L A N TA
Ninguna persona que haya estado en la sala de Iniciación de la Villa de los Misterios, a las afueras de Pompeya, no puede sino haberse maravillado de la simplicidad y belleza de los frescos, pintados en el año 80 a. C., que adornan las cuatro paredes de la estancia. Cada escena representa una, dos o acaso tres figuras que, a pesar de dar la impresión de ser retratos de personas reales, fueron pintados con el fin de escenificar la secuencia de un drama coherente y complejo. Se trata de la representación visual de un mito y, a la vez, de la puesta en escena de un ritual de iniciación dionisíaco de la época romana dedicado a las mujeres. Linda Fierz-David dedicó toda su vida a la interpretación de esta obra. Siguiendo el método de la psicología junguiana, cada escena es dilucidada con todo detalle y llegamos a conocer las diferentes fases del desarrollo emocional anímico por las que muchas mujeres de la Antigüedad tenían que pasar cuando se iniciaban en este ritual, guiadas por otras mujeres mayores y expertas que ya habían pasado por la experiencia de los «misterios dionisíacos».
TRADUCCIÓN: ANA BECCIU. PRÓLOGO: ENRIQUE GALÁN SANTAMARÍA
I M A G I N AT I O V E R A
ATA L A N TA
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LINDA FIERZ-DAVID LA VILLA DE LOS MISTERIOS DE POMPEYA
PRÓLOGO Y NOTA BIOGRÁFICA ENRIQUE GALÁN SANTAMARÍA
TRADUCCIÓN ANA BECCIU
ATA L A N TA 2007
En primera y cuarta de cubierta: Fresco de la Villa de los Misterios, Pompeya.
Todos los derechos reservados. Título original: Dreaming in red © 2005, Spring Publications © Del prólogo: Enrique Galán Santamaría © De la traducción: Ana Becciu © EDICIONES ATALANTA, S. L.
Mas Pou. Vilaür 17483. Girona. España Teléfono: 972 79 58 05 Fax: 972 79 58 34 atalantaweb.com ISBN 13: 978-84-935313-1-7 ISBN 10: 84-935313-1-6 Depósito Legal:
ÍNDICE
Prólogo 9 La Villa de los Misterios de Pompeya 21 Entrando en la Villa Historia de la Villa de los Misterios 23 La sala de Iniciación 35 La hipótesis mitológica del culto mistérico: Dioniso y Ariadna 46 Drama sacro en la Villa de los Misterios Escena
I
67 Escena 71
II
Escena
III
95 Escenas
IV
y
V
118 Escena
VI
150 Escena
VII
152 Escena
VIII
200 Escenas
IX
y
X
230 Ilustraciones 241 Notas 255 Nota biogrรกfica 261
Pr贸logo
Dioniso es el dios griego más representado en todo el arte antiguo, sea en su propia teofanía o acompañando a otros dioses. Su imagen ubicua aparece en vasos cerámicos, monedas de bronce o hierro, pinturas, bajorrelieves, decoración doméstica, sarcófagos –aquí su figura es mayoritaria–. Se atestigua su presencia desde el Mar Negro a Egipto, Asia Menor, sur de Italia, Península Ibérica y norte de África, cubriendo el amplio periodo extendido entre los siglos XV a.C. y IV d.C. Las representaciones más arcaicas nos ofrecen un barbudo Dioniso vestido. Con el paso del tiempo su imagen evoluciona hacia un Dioniso efébico semidesnudo. Se le ve entre viñas con pámpanos y hojas de hiedra acompañado por su cortejo de sátiros, silenos, ninfas y ménades, a veces Pan y, en un medio ajardinado, Príapo, cabalgando un felino. En sus escenas marinas hay delfines. 11
Abundan los motivos de su azarosa niñez y su rescate de Ariadna («Muy pura») suicida. El texto más antiguo que conocemos son unas pocas tablillas encontradas en la peloponesia Pilos y la cretense Jania, aproximadamente del siglo XIII a.C., con la expresión «Dioniso hijo de Zeus». Nuestras fuentes de información canónicas son Homero (IX y VIII a.C.), Hesíodo (VII a.C.), Heráclito (VI a.C.), los trágicos Sófocles, Eurípides y Aristófanes, el historiador Heródoto o el filósofo Platón (V a.C.) y, sobre todo, el mitógrafo Nono (IV a.C.), gracias a los cuales tenemos noticia de las andanzas de Dioniso y los cultos que se le tributaban antes de su expansión en la ecúmene helenística postalejandrina. La gran síntesis mitológica de Apolodoro (II a.C.) en esa época helenística y la obra de ese primer etnógrafo que fue Pausanias (II d.C.) completan el núcleo del corpus clásico al respecto. Desde el siglo VI a.C. los cultos dionisíacos están ligados al «famoso Orfeo» (según las palabras del poeta Íbico), quien los transforma en una iniciación mistérica de acuerdo con la pauta de los misterios isíacos egipcios, modelo también de Orfeo para fundar, según quiere la tradición, los misterios eleusinos. El orfismo parte del dualismo alma/cuerpo, afirma la existencia de un alma inmortal de carácter divino que puede salvarse tras la expiación del pecado titánico –la desmesura, hybris–, y recoge el ideal de pureza y apartamiento del mundo de la filosofía pitagórica. El orfismo teñirá la religiosidad, la literatura y la filosofía hasta los neoplatónicos (III d.C.). 12
El cristianismo tendrá a Dioniso como gran enemigo –por ser tan semejante a la figura de Cristo–, llegando a transformarlo en el Diablo, cuya apoteosis se produce en los medievales aquelarres de brujas. Los griegos consideraban a Dioniso un «dios extranjero» que provendría de Tracia, Frigia o Lidia y que habría llegado a Grecia en el siglo VIII a.C. Esta tesis será sustentada por los primeros científicos de la mitología (Rohde, Roscher, Wilamowitz, a quienes sigue Dodds), hasta que W. Otto, en 1933, afirma que es un dios autóctono griego presente en las islas y el continente –culturas minoica (XXVII a.C.) y micénica (XVIII a.C.)–, como han confirmado excavaciones posteriores. Sin embargo, Dioniso es la formulación mediterránea de un dios más antiguo, ya presente en la India prearia de Harappa y MohenjoDaro (XXVIII a.C), el dravídico Siva («Bueno» apotropaicamente»), que cumple casi idénticas funciones, a quien sigue un cortejo semejante y viene representado canónicamente por el mismo símbolo, el falo. Incluso la figura de Krisna, aspecto amable de Siva, guarda semejanza con Cristo. Se trataría entonces, efectivamente, de un dios extranjero. Dioniso es el único dios olímpico concebido de una mortal (Sémele), semejante en ello a un héroe. Y en su papel heroico, igual que Heracles o Gilgames, debe llevar a cabo varios trabajos y viajes (Egipto, Siria, Frigia, Persia, India) antes de volver triunfante a Tebas y alcanzar su apoteosis uránica como decimotercer dios olímpico, llevando consigo al cielo a Sémele y Ariadna. Nacido dos veces (Zeus y Sémele) 13
o tres (Zeus, Perséfone y Sémele según la tradición órfica, que le identifica con Zagreo y Sabacio), pasa sus últimos meses de gestación en el muslo de su padre Zeus. Su infancia es muy agitada (celos de Hera y omofagia de los Titanes), su juventud, esforzada (ataques de Licurgo y Penteo), para alcanzar en su madurez la felicidad junto a Ariadna –Dioniso es monógamo y fiel, en contraste también en esto con otros dioses masculinos–. Dios de múltiples aspectos en oposición que él consigue conjugar, aparece como el dios de la fecundidad y del crecimiento vegetal, de la lujuriante vegetación silvestre –faunos–, y específicamente de la viña y el vino –Sileno– o la tóxica hiedra abrazadora. Nacido bajo el fuego –Zeus abrasa a Sémele por amor y a los Titanes por odio– es el dios del elemento líquido –le acompañan ninfas y silenos de las fuentes, hace brotar en abundancia leche y miel–. «Dios sufriente», «dios perseguido» para los órficos, es por otra parte el redentor, el «señor de los muertos», y ya Heráclito lo identifica con Hades. Luminoso, radiante, llameante, fulgurante, también es sombrío y errante en la noche. Se le representa en forma humana –niño rodeado del amor de ninfas y ménades, sus nodrizas, al cuidado de Hermes; joven bisexual seductor e impulsor, liberador; adulto amoroso y sereno– y en forma animal –serpiente (Sabacio y Zagreo), cabrito, macho cabrío o toro–. Kerényi lo considera dios de la danza, el impulso vital, la risa, la alegría, la locura (manía en Homero y Hesíodo, desmembramiento en Orfeo), el éxtasis místico, el entu14
siasmo, el gozo de vivir y de la «felicidad dionisíaca», el arquetipo de la vida indestructible. Dios que muere descuartizado por los Titanes y renace ascendiendo desde el inframundo a la luz, es un «furioso amante de las mujeres… inclinado a los placeres de Afrodita». Las mujeres casadas le siguen entusiastas hacia los espacios agrestes, fuera de la ciudad y del matrimonio, fuera de sí, liberadas y agrupadas en tiasos como tíades (dando saltos y llenas de agitación). Más allá de la razón de la ciudad, propia de Apolo y Atenea, y del esforzado trabajo prometeico, Dioniso se ocupa del resto, de la fértil y generosa naturaleza, donde habitan sus alegres seguidores o su hermana Ártemis. Por esta extraterritorialidad de «extranjero» en la ciudad, Dioniso rige la ruptura de límites, la transgresión de todo orden –personal, sexual, social, religioso–, la orgía. Frente a la religión cívica, olímpica y elitista, el culto a Dioniso, impulsado fundamentalmente por y para las mujeres, con sus misterios específicos, constituye una religión agreste, ctónica y popular. Numerosas son las fiestas públicas instauradas en su honor y los cultos a él ofrendados, además del importante papel que desempeña en otros (Eleusis, Delfos, Tebas, Argos). Baste recordar que sólo en Atenas había al menos cinco festivales dionisíacos al año: Oscoforia (vendimia) en el estío, Dionisias rurales (procesión del falo) en diciembre-enero, Leneas (teatro en villas privadas) en enero-febrero, Antesterias (hierogamia del dios con la mujer del basileo) en febrero-marzo y Dionisias urbanas en marzo-abril, en las cuales se 15
representaban en el teatro las peripecias de Dioniso: la tragedia revelaba su aspecto oscuro; la comedia, el amable. El dionisismo báquico menádico quedaba así convenientemente integrado en la ciudad. La lira y demás capacidades como músico mágico que Apolo entregó a Orfeo, por las que todo se armoniza, domaron el «salvajismo» de Dioniso. Esta doma y la misoginia de Orfeo tras la muerte de Eurídice enervaron a las mujeres, que no dudaron en descuartizarle. A pesar de ello, su cabeza seguía hablando oracularmente. Tras la victoria de Alejandro sobre los persas en el siglo IV a.C., Grecia domina el Mediterráneo, la meseta irania y la región del Indo. Llamamos helenismo a la gran transformación cultural que entonces se inicia. Una mayor movilidad social despierta la consciencia de individualidad. En un mundo en crisis de crecimiento y fragmentación, los sincretismos están a la orden del día –como el dios construido en un puzle heleno-egipcio, Serapis, cuya figura sintética quedará como modelo del Dios Padre cristiano–. Es la hora de las religiones mistéricas. El dionisismo, en su presentación órfica, impregna todos los misterios helenísticos que florecen en la ecúmene romana: isismo, cibelismo y mitraísmo. El dionisismo báquico tiene un gran impacto tras la II Guerra Púnica (218-201 a.C.) y será duramente perseguido no mucho después. Es célebre la represión de las Bacanales romanas en el año 186 a.C., con más de 7.000 detenidos, muchos de ellos ejecutados, que borrará los cultos a Baco de la península itálica hasta que en 16
la época de Julio César y Augusto, casi dos siglos más tarde, vuelva a salir a la luz en lugares como Pompeya. Todo misterio es el acceso del alma a la inmortalidad a través de una iniciación que debe permanecer secreta. Los iniciados en los distintos misterios buscaban un sentido a su vida y una prefiguración del mundo de ultratumba, a la espera de salvación. La senda órfica fue el cauce para todos esos misterios, pues se tenía a Orfeo como el primer hombre que bajó al inframundo y reveló a su vuelta los ritos iniciáticos que podía seguir el alma individual si deseaba conseguir su liberación. El orfismo, teoría apolínea del dionisismo, se dirige al individuo para ofrecerle la salvación del alma –encarcelada en el cuerpo– en el Más Allá tras expiar el pecado titánico de sus orígenes. El primer documento órfico del que tenemos noticia, el Papiro de Derveni, data del siglo IV a.C. El orfismo está presente en la filosofía pitagórica y en la concepción del alma de Platón. Aristóteles da noticia de Onomácrito como creador de los misterios órficos, y su influencia es palpable en los estoicos y el platonismo medio. Orfeo será incluso relacionado con el David veterotestamentario y servirá de modelo en la primera iconografía de Cristo como Buen Pastor, según encontramos en las catacumbas romanas. De la era cristiana son los célebres Himnos órficos, utilizados en Pérgamo y datados entre el II y el IV d.C., así como el sugerente amuleto de Berlín donde aparece Dioniso crucificado con la inscripción «Orfeo báquico», datado entre los siglos III y IV 17
d.C. y posible prueba de una tardía influencia cristiana en el orfismo. Toda esta historia de siglos encuentra en los frescos de la sala de iniciación de la Villa de los Misterios su mejor documento gráfico. Aunque no se conoce ningún escrito que dé razón de esos frescos, su factura no ofrece dudas: Dioniso descansando en Ariadna es la figura central, rodeado de silenos, faunos y pánidas, con los atributos fundamentales del dios, como el tirso, la antorcha y la cesta mística que esconde el falo. Su carácter órfico viene señalado por la presencia de libros sagrados («palabra santa»). Pompeya, en la Campania romana, junto a Herculano, Nápoles y Cuma, es una de las joyas de la arqueología. De agro feraz y con puerto marino, fue fundada por los oscos al principio del siglo VIII a.C., y hasta su conquista por Roma, cuatro siglos después, la dominaron sucesivamente griegos (talasocracia), etruscos y samnitas. A partir del año 90 a.C. se rige exclusivamente por las leyes de Roma. Ciudad balneario para los excesivamente ricos, quedó sepultada en cenizas junto con otras ciudades cercanas a raíz de la erupción del Vesubio en el año 79 d.C. Descubierta de modo fortuito en el siglo XVI, hasta 1734, bajo el reinado del borbón Carlos III, no empiezan las excavaciones sistemáticas (que se van adaptando a los avatares históricos: reino del imperio español bajo Carlos III y Fernando IV, con el interregno de la invasión napoleónica, y la Italia de Garibaldi desde 1860), gracias a las cuales la ciudad va saliendo a la luz paulatinamente. En la campaña 18
de 1929-1930 le llega el momento a la Villa de los Misterios, una gran casa construida extramuros de una ciudad consagrada a Venus. Las ricas villas de esta ciudad epicúrea y materialista están profusamente decoradas. En 1882, A. Man define cuatro estilos artísticos en el periodo que va desde mediados del siglo II a.C. hasta la desaparición de la ciudad. El estilo de la Villa de los Misterios (tipo II caracterizado por el perspectivismo, la megalografía y la concepción unitaria de los diferentes frescos) nos permite situar la edificación de esta enorme Villa aproximadamente en el año 60 a.C. Frente a la evidente sensualidad o cruda sexualidad que inundan la decoración de las elitistas villas de la ciudad y de los populares baños y burdeles, los frescos de la sala de iniciación –un comedor– de la Villa de los Misterios nos transportan a otro mundo, donde los personajes están absortos en sus peripecias, ajenos a lo que no les concierne. Encontramos ritos de dolor psíquico, físico y sexual representados figurativamente sobre un fondo rojo de sangre y vida. Existen, sin embargo, algunos motivos paralelos en la Campania: erotes, silenos, un ángel femenino o la pareja de Dioniso y Ariadna en algunas de sus villas. Tales son los frescos elegidos por L. Fierz-David para ilustrar el proceso de individuación de las mujeres. Creo que ha llegado el momento de adentrarnos con ella en esta sala y en esta investigación, cuyo objetivo explícito es transformar «impresiones subjetivas» en «reflexiones psicológicas» desde la perspectiva de la psicología analítica. 19
«Linda Fierz-David ha hecho un extraordinario trabajo que devuelve a la vida el mundo de la época clásica y lo revela como algo no distinto del mundo de hoy. Su habilidad para pasar de la descripción del ritual plasmado en la Villa a una interpretación psicológica llena de sentido para la mujer moderna es uno de los rasgos más sobresalientes de este fascinante estudio.» M. Esther Harding Linda Fierz-David (1891–1955) fue la primera mujer admitida en la Universidad de Basilea, donde cursó estudios de filología alemana. Coleccionista de libros raros, se dedicó a estudiar psicología, antropología, mitología y literatura. En 1920 conoció a Jung y en 1928 se hizo cargo del Club Psicológico de Zúrich. Es autora de dos estudios relevantes. El primero, publicado en 1947, es un comentario psicológico del «Sueño de Polifilo» de Francesco Colon na. El segundo se titulaba originalmente en alemán «Reflexiones psicológicas sobre los frescos de la Villa de los Misterios»; la muerte prematura de su autora hizo que el libro no llegara a publicarse hasta 1988 en una edición inglesa revisada por Nor Hall, que hemos tomado como base para esta edición española. Enrique Galán Santamaría. Psicoanalista. Miembro fundador de la Sociedad Española de Psicología Analítica (1987), la Aso cia ción Transperso nal Española (1991) y la Fundación Carl Gustav Jung de España (1993).
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