JULES CASHFORD EL MITO DE OSIRIS
ATA L A N TA
El mito de Isis y Osiris es el relato más significativo del Antiguo Egipto. Su tema es la renovación cíclica de la naturaleza –tal como se observa en los ciclos lunares, las crecidas del Nilo y el desarrollo de las plantas, animales y seres humanos– y la realidad de la muerte como misterio y renacimiento espiritual. Durante más de tres mil años, este relato mitológico fue cantado por los egipcios en himnos, poemas y representaciones teatrales, pero su máximo testimonio tenía lugar en la ciudad de Abidos, en el Alto Egipto, cuando numerosos sacerdotes representaban un drama mistérico en honor a Osiris durante el festival anual al que acudían peregrinos de todo Egipto. Este libro es una explicación de este mito a partir de la reconstrucción de su antiguo Misterio. Está dividido en tres partes. La primera sitúa el relato en el contexto de los mitos de creación, y Jules Cashford explica los siete estadios o «actos» del drama y de las deidades que participan en él: Nefthys, Thoth, Wepwawet y Anubis. La segunda parte es la traducción completa del ceremonial que se celebraba en Abidos, conservado en los jeroglíficos de las paredes del templo, al que acompañan otros dibujos de tumbas, estelas y papiros de la época ptolemaica. La tercera parte ofrece la traducción de los pasajes de las «Moralia» de Plutarco (ca. 50-127 d.C.) referidos a este tema, que además de ser la única narración ordenada que se conserva del mito de
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JULES CASHFORD EL MITO DE OSIRIS LOS MISTERIOS DE ABIDOS
TRADUCCIÓN DEL INGLÉS Y DEL GRIEGO DANIEL RIAÑO RUFILANCHAS
ATA L A N TA 2010
En cubierta: Isis dando el aliento de la vida a Seti I, que sostiene el cayado y el flagelo de Osiris. Bajorrelieve del templo de Seti I, Abidos, ca. 1300 a.C. En contracubierta: Seti I sujeta el cayado y el flagelo de Osiris mientras presenta la insignia a Ra-Horakhte, quien a su vez le otorga el aliento vital, colocándole el signo del ankh frente a la nariz. Capilla de Ra-Horakhte, Templo de Seti I en Abidos, ca. 1300 a.C. Dirección y diseño: Jacobo Siruela.
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Todos los derechos reservados. Título original: The Mysteries of Osiris at Abydos © Jules Cashford, 2009 © De la traducción: Daniel Riaño Rufilanchas © EDICIONES ATALANTA, S. L.
Mas Pou. Vilaür 17483. Girona. España Teléfono: 972 79 58 05 Fax: 972 79 58 34 atalantaweb.com ISBN: 978-84-937247-5-7 Depósito Legal: B-39.682-2009
ÍNDICE
Prólogo 11 Introducción al drama mistérico de Osiris. 15 Ilustraciones 97 El drama mistérico de Osiris El festival de Haker en Abidos 119 Plutarco: Acerca de Isis y Osiris (12-19) 195
El mito de Osiris Los misterios de Abidos
PRÓLOGO
Las historias que nos han llegado acerca de Isis, Osiris y su hijo Horus constituyen un reflejo narrativo de los ciclos eternamente renovadores de la Naturaleza: un mito de aparición y desarrollo (como se observa en la Luna, el Nilo, en plantas, animales y seres humanos) y también de desaparición y muerte…, seguida del milagro de la resurrección. Este relato mítico fue celebrado durante más de tres mil años a lo largo de todo Egipto en himnos, poemas, ritos, festivales y representaciones dramáticas. Sabemos por las inscripciones que, a partir del Reino Medio (ca. 2050 a.C.), los sacerdotes de la ciudad de Abidos representaban un drama mistérico que ponía en escena el asesinato y desmembración del dios Osiris, el amoroso cuidado de su esposa Isis y el renacimiento de Osiris a través de su hijo Horus. El drama se representaba durante un festival anual en honor a Osiris, y llegó a adquirir tal importancia en la vida religiosa de Egipto que peregrinos de todas partes del país acudían a Abidos para tomar parte en él. Este libro es una reconstrucción dramática de las antiguas representaciones egipcias del Misterio Osírico. No se nos ha transmitido un texto completo del drama mistérico, pero podemos reconstruir un esquema verosímil de su contenido y desarrollo. Para ello debemos reunir y conectar en secuencia lineal himnos y poemas procedentes de los Textos de las Pirámides, los Textos de los Sarcófagos y el Libro de los 11
Muertos, así como de estelas funerarias y papiros. Muchos de tales textos tienen su origen en los festivales religiosos, que a su vez resultaron influidos por las tradiciones literarias. Los Misterios fueron importantes, y lo son todavía hoy, porque, como hizo el cristianismo, buscaron situar la tragedia de la vida temporal y finita dentro del marco de una visión mítica de la vida eterna. En el momento culminante de la ceremonia, el faraón erigía la columna djed, que representaba la resurrección del dios y prometía la inmortalidad a todos los participantes. El libro se divide en tres partes: La primera es una introducción al mito de Isis y Osiris, que se sitúa en el contexto de los mitos de creación, un rasgo esencial del pensamiento Egipcio. A continuación se ofrece una explicación de los siete estadios o «actos» del drama y una presentación de las otras deidades implicadas en la trama –dioses como Seth y su esposa Nefthys, Thoth, Wepwawet y Anubis–. Para ello intercalamos en el texto las ilustraciones pertinentes acompañadas de una explicación. La segunda parte presenta el drama mistérico propiamente dicho, de nuevo iluminado con ilustraciones tomadas de las tumbas, estelas, papiros y especialmente de las pinturas que decoran los muros y columnas del templo de Seti I en Abidos (ca. 1300 a.C.), así como de los mucho más tardíos templos ptolemaicos de Hathor en Denderah y de Isis en Philae. La tercera parte ofrece una traducción de los pasajes que más directamente se refieren a este mito dentro de la obra de Plutarco, el prolífico filósofo griego que viajó a Egipto en el primer siglo de nuestra Era. Su ensayo Acerca de Isis y Osiris, que hoy constituye el tratado 28 de sus Moralia, es una fascinante aproximación a unos rituales que para entonces tenían más de dos mil años de historia. Los capítulos 12 a 19 del tratado, que son los que aparecen traducidos, son además la única narración ordenada del mito de Isis y Osiris que ha llegado hasta nosotros. A lo largo del libro el lector encontrará dieciseis páginas de imágenes en color y ocho de ilustraciones en blanco y negro. Mi objetivo ha sido devolver a la vida para los lectores esta extraordinaria poesía que hunde sus raíces hace cuatro mil años, con la esperanza de que todavía nos siga hablando hoy. 12
El drama mistĂŠrico de Osiris
INTRODUCCIÓN
Desde aproximadamente el 2000 a.C., y probablemente mucho antes, gentes de todo Egipto se dirigían cada año a celebrar los ritos de su dios Osiris al sagrado templo de Abidos, donde tenía lugar el drama mistérico de su pasión y resurrección. La gran explanada en torno al templo se llenaba a rebosar con peregrinos dispuestos a instalarse durante toda la semana en sus tiendas de campaña, compartiendo alimentos, reencontrándose con sus viejos amigos y, en resumen, participando en común en esta ceremonia anual de renovación. Según nos dice una estela, llegaban «para recibir la bendición, comer pan con el dios Señor de la Vida, Gobernador de la Eternidad, Soberano de Amenti, y para salir al día». Quizá incluso, como añade el escriba, «para entrar en la embarcación sagrada».1 Durante estos días, muchos de los peregrinos traían consigo sus estelas, que habían inscrito en casa con himnos dedicados a sus seres perdidos, y las erigían en el precinto exterior del templo. Abidos era el lugar de Egipto donde los egipcios se sentían más próximos a su dios, ya que éste era el sitio donde estaba enterrada su cabeza. Algunos traían aquí a sus muertos para que fueran depositados para siempre cerca de Osiris. Otros enterraban figurillas de arcilla en la tierra, o erigían pequeños cenotafios para que sus difuntos pudieran compartir el destino de Osiris «sa15
liendo al día» en su compañía. Éste era el prodigio que se recreaba durante los Misterios, y en el que todos participaban. Sacerdotes de ambos sexos, desempeñando el papel de dioses y diosas, representaban este drama cósmico en el interior del templo. También fuera, ante el templo, todos los demás desempeñaban su papel en esta representación mistérica: en los terrenos del propio templo, junto al pozo sagrado, en los campos de los alrededores, en las barquichuelas que navegaban por las corrientes del Nilo. Las inscripciones nos cuentan cómo tenía lugar este drama mistérico de Osiris en Abidos, que se representó anualmente durante más de tres mil años en las épocas del Imperio Medio y Nuevo, como continuación de una tradición que comenzó ya en el Antiguo Imperio, y dentro de un festival mucho más largo. Las celebraciones se extendían durante todo el mes de Khoiak (noviembre), y el drama mistérico propiamente dicho duraba ocho días. En el momento culminante, y con la ayuda de cuatro bueyes, el «rey», su brazo agarrado por la «Diosa Isis», elevaba el tronco de un árbol descomunal al resonante grito de «Osiris ha resucitado». Esta columna, conocida como Djed, sostenía las cuatro ramas cruzadas que representan los cuatro cuartos del universo y las cuatro fases de la luna. Tras ser erguida, se convertía en el Árbol de la Vida, pues para los antiguos egipcios Osiris era el símbolo más eminente de la resurrección. Pero además de todo esto, ¿quién, o qué, era Osiris para los egipcios? La concepción de la figura de Osiris, de su esposa Isis y de Horus, el hijo de ambos, es uno de los hitos de la imaginación de la Antigüedad. Su mito comienza a la vez que Egipto y su historia, cuando hacia el 3000 a.C. el Alto y Bajo Egipto se unieron en un solo país. Fue la época en la que se inventó la escritura jeroglífica, con la cual los egipcios pudieron dotarse de una historia unificada de sus orígenes, de «un lugar donde habitar y un nombre».2 La primera mención a Osiris aparece testimoniada hacia el 3000 a.C., y ya en la Primera Dinastía, el Faraón se llama a sí mismo «el hijo de Isis».3 Por ello se puede decir que narración histórica y cultura se crean simultáneamente: la imaginación mitopoeica y la cultura a la que dio forma se fertilizaron recíprocamente durante más de tres mil años. 16
Isis y Osiris eran hijos de la Tierra y el Cielo (el dios Geb y la diosa Nut) junto con su hermana Nefthys [Neftis] y su hermano Seth, y pertenecían a la cuarta generación de dioses. Llegaron por tanto a un mundo ya creado, y lo hicieron en el momento en que la estructura eterna e inmutable del universo se encuentra con el mundo humano del tiempo y el cambio, en ese lugar de convergencia que denominamos Naturaleza. Ambos eran figuras semejantes en apariencia a nosotros (que aman, sufren pérdidas y padecen…), pero trascendían el destino mortal de los hombres y por ello, al menos a este respecto, eran diosas y dioses. Entraron en el universo humano de la tragedia y lo transformaron en mito. Éstos, por tanto, serán los personajes; sus relaciones son el drama a través del cual se puede explorar el drama humano –la forma humana, otorgada por los dioses para que la humanidad pueda contemplar lo divino–. Pero, al igual que los egipcios, deberemos comenzar por el principio, por la creación del mundo y el encuentro de la aventura humana dentro del cosmos.
MITOS DE CREACIÓN
En las primeras cosmologías (y lo observamos todavía hoy día en sociedades primitivas) la importancia del Comienzo es colosal, pues el origen, eternamente recurrente, establece el modelo de orden y gobierno para la tribu. Es un rasgo característico del pensamiento egipcio antiguo tomar como norte y punto de referencia este comienzo imaginario (el onírico «érase una vez», el tiempo mítico de la eternidad) y hallar tal comienzo continuamente recreado para hacer que el presente tenga sentido. La mente egipcia busca analogías, incluso identidades, entre la vida cotidiana y el origen y estructura eternos del universo en que la vida es vivida. De estas analogías, la más persuasiva es quizá la de las lodosas aguas del Nilo: al desbordarse, se convierten en las vastas, informes e infinitamente creadoras Aguas Originales, y al hacerlo evidencian la admiración ante la inmensidad del río anegador, que cubre a su paso todas las cosas, como si nunca hubieran existido. 17
Como ocurre en muchas cosmologías de todo el mundo, el origen de la vida en Egipto se concebía como un Océano Primigenio, sin forma, masa o límite, y que sin embargo contenía en su interior (pues cada milagro requiere una contradicción) el germen de todo lo que habría de existir. Este abismo infinito de Aguas Primigenias era conocido como «las Aguas de la Vida», y lo llamaban Nun y Naunet, Padre y Madre de los dioses. Todos los mitos de creación en Egipto comenzaban de esta forma, con esta experiencia central dentro de sus vidas: el Nilo siempre fluyente del que depende toda la vida. El propio Nilo tenía a su vez su propia historia, retrocediendo, muriendo, y de nuevo creciendo y volviendo a la vida, todo en el curso del año. Alrededor del solsticio de verano, a mediados de junio, las aguas se retraen, al evaporarse en el aire ardiente como si fueran a desaparecer para siempre. Sin embargo, más tarde, cuando alcanzan su punto de mayor retroceso comienzan a retornar, subiendo, creciendo e inundando sus orillas, extendiéndose kilómetros y kilómetros a cada lado del río sobre la tierra agostada. De julio a octubre las aguas descansan en el informe estado de los orígenes del mundo, pero durante el otoño la inundación
Fig. 1. Hapy, el dios del Nilo, simbolizado por dos Hapys del Alto y Bajo Egipto, con el signo de su unión a sus pies. El vientre y pecho prominentes simbolizan la riqueza que trae la fertilidad del río. La misma interpretación tienen las plantas del Nilo que nacen de sus cabezas: el lirio del sur y el loto del norte. Estatua de Senwosret I. Dinastía XII. Museo de El Cairo. (De Hart, A Dictionary of Egyptian Gods and Goddesses, p. 75.)
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Ilustraciones
1. La separación del Cielo y la Tierra. La diosa del Cielo, Nut, se arquea por encima del cuerpo de Geb, dios de la Tierra, que aparece tumbado abajo. En medio de ambos, el dios-Sol Ra navega en su barca por el Cielo, con el disco solar sobre la cabeza y la pluma de Maat sobre las rodillas. Maat, la diosa del Correcto Orden del Universo, está sentada frente a él, con el signo ankh de la vida sobre las rodillas. La golondrina sobre la nasa anuncia el amanecer. ca. 1250 a.C. Papiro Nespakachouti. Louvre, París.
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2. Doble Maat y el pesaje del corazón. El corazón está colocado en uno de los platos de la balanza, mientras en el otro hay un emblema de Maat (más frecuentemente es la pluma de Maat). Una doble figura de Maat, tocada con unas plumas y sujetando una pareja de serpientes y dos signos de la vida (ankh), aguarda el veredicto. La sala del juicio era conocida como la «Sala de las dos diosas Maat»: una de ellas reinaba sobre el Alto Egipto y la otra sobre el Bajo. Thoth, en su forma de babuino, supervisa el pesaje. La pequeña cabeza con una pluma que está colocada sobre el poste donde normalmente se posa el alma-pájaro puede que encarne el deseo del difunto (a la izquierda) de que su alma sea en verdad maat, y con ello hacerse uno con la verdad del universo. París. Louvre. Papiro, inv. n.º: N 3073; largo: 890 cm; ancho: 34 cm.
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3. Anhurkhaw, como mortal, recibe su alma-Ka en la imagen del pรกjaro Bennu, que porta la doble corona de Osiris. Pintura mural. Tumba de Anhurkhaw. Tebas, Deir el-Medina, ca. 1190-1085 a.C.
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4. Osiris, de pie sobre un pedestal, entre dos ojos Wedjat apotropaicos y dos símbolos imy-ut. Cada uno de éstos está representado como una vara a la que se ha atado una piel de animal, sostenida en una pila y coronada por un loto. Al lado hay una ofrenda de flores y una jarra de agua. El sentido original del imy-ut puede haber sido «el que está en el vendaje» y estaba conectado con Anubis. Columnas de madera arboriformes sostienen el techo del tabernáculo. La banda de azul a los pies de Osiris sugiere el abismo de las aguas de Nun. De la tumba de Sen-Nedjem. Tebas occidental, Deir el-Medina, tumba 1. Dinastía XX, Reino Nuevo. 1186-1070 a.C.
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Osiris, constituye una inestimable aproximación a unos rituales que por entonces ya tenían dos mil años de antigüedad. El propósito de este libro es hacer accesibles las auténticas fuentes de este mito de hace cuatro mil años, para averiguar si tiene un mensaje sustancial que ofrecer al lector del siglo XXI.
Jules Cashford es especialista en mitología y analista junguiana. Estudió filosofía en el St. Andrews College, se graduó en literatura por la Universidad de Cambridge y fue supervisora en tragedia griega en el Trinity College. Es autora de «El mito de la diosa» (Siruela, 2005), junto con Anne Baring, y de «The Moon: Myth and Image» (Cassell, 2003). Ha traducido para Penguin Classics los «Himnos homéricos». Es autora de dos películas sobre el pintor neerlandés Jan van Eyck. En Atalanta ha publicado un epílogo para «El copartícipe secreto» de Joseph Conrad. TRADUCCIÓN: DANIEL RIAÑO
Imaginatio vera
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