5.ª (Ed.) El mundo bajo los párpados

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IMAGINATIO VERA

JACOBO SIRUELA

EL MUNDO BAJO LOS PÁRPADOS

En cubierta: Erinia durmiente. Foto: Inka Martí En guardas: Hipno. Escultura griega en bronce del siglo IV

Dirección y diseño: Jacobo Siruela

Atalanta agradece a las editoriales Abada, Gredos, Espasa Libros y Asociación Española de Neuropsiquiatría por su permiso para incluir los fragmentos de traducción aquí reproducidos

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

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Quinta edición

Todos los derechos reservados

© De la traducción Jenofonte, Anábasis, Libro IV, 3, 8-9.

Trad. de Ramón Bach Pellicer: Gredos

© De la traducción Herodoto. Historia, Libro I. 106-108. Trad. de Francisco R. Adrados: Gredos

© De la traducción Suetonio, Vida de los doce Césares, XLVI.

Trad. de Alfonso Cuatrocasas: Espasa Libros, S. L.

© De la traducción Walter Benjamin, Sueños, GS VI. Trad. Juan Barja y Joaquín Chamorro Miielke: Abada Editores

© De la traducción Gerolano Cardano, El libro de los sueños. Trad. de Marciano Villanueva Salas: Asociación Española de Neuropsiquiatría

© Jacobo Siruela, 2010

© EDICIONES ATALANTA, S. L. Mas Pou. Vilaür 17483. Girona. España

Teléfono: 972 79 58 05 Fax: 972 79 58 34 atalantaweb.com

ISBN: 978-84-945231-9-9

Depósito Legal: GI 1303-2016

Bibliografía

Índice de ilustraciones

Índice onomástico, toponímico y de obras citadas

A Inka, por todos los sueños que he escuchado de sus labios.

Prefacio

En los años sesenta del siglo pasado, los laboratorios de neurología se llenaron de todo tipo de animales. Acurrucados en escuetos terrarios de cristal, alumbrados por frías lámparas de calor, había conejos, ocas, gallinas, tortugas, serpientes, iguanas, borregos, cocodrilos..., con un manojo de cables brotando de sus cabezas. Todo ello para constatar científicamente que los vertebrados sueñan: la gallina y la vaca, alrededor de veinticinco minutos cada noche; el ratón, ciento noventa; el ser humano, cien; el chimpancé, noventa; el gato doméstico, doscientos... En términos neurológicos, no resulta difícil registrar el denominado «sueño paradójico» ( REM ) en cualquier ave o mamífero, al contrario que en peces, anfibios o reptiles. El caso del delfín es paradigmático. Como sólo puede respirar voluntariamente, ha de elegir entre dormir o morir ahogado; sin embargo, la evolución ha sabido resolver el problema de una manera bastante elegante: el delfín duerme con un solo hemisferio y controla la respiración con el otro.

En el mapa biológico evolutivo de las especies, el onirismo es una actividad sumamente contradictoria: no sólo supone un grave peligro para la supervivencia, pues todo animal dormido queda expuesto al ataque de cualquier depredador, sino además un gasto ingente de energía orgánica. Por tanto, su función se antoja incierta , dado que parece refutar las líneas evolucionistas. Desde un punto de vista general, los sueños deberían tener una función específica en el mapa biológico evolutivo (si no han desaparecido hasta ahora de nuestra mente es porque resultan necesarios para nuestra evolución); por consiguiente, han de ser esenciales en el organismo, como demuestra el hecho de que si se daña el cerebro de un animal con el fin de dejar neutralizada su capacidad de soñar, la actividad onírica regresa casi automáticamente, como si fuera un proceso mental indispensable para el desenvolvimiento de la vida.

Los neurofisiólogos han descubierto infinidad de pormenores sobre el funcionamiento onírico y han sintetizado muchos medicamentos hipnóticos para inducir o suprimir el sueño o tratar la depresión; sin embargo, su ámbito de estudio ocupa un lugar especial en el mundo de las neurociencias porque no han llegado a ninguna conclusión sobre la causa y la función orgánica del sueño. De modo que tiene todo su fundamento plantearnos lo siguiente: si la investigación neurocientífica no ofrece ninguna explicación fisiológica definitiva de por qué nos sumergimos cada noche en ese extraño y asombroso mundo de visiones alternativas, se impone ampliar el horizonte de este paradigma. Al fin y al cabo, la huella que deja la actividad onírica en el cerebro resulta más bien secundaria si la comparamos con la enorme riqueza de perspectivas

hermenéuticas que nos proporcionan las representaciones simbólicas de la mente, con sus cadenas asociativas y contenidos latentes.

A finales del siglo XIX, un importante filósofo norteamericano ya postuló por primera vez que el sueño, en virtud de la actividad psíquica que entraña, debería ser objeto de estudio de una ciencia psicológica, no fisiológica. El pragmático James no negaba la fisiología, pero estaba firmemente convencido de que, en lugar de insistir en buscar las claves del onirismo en los húmedos circuitos cerebrales, sería mucho más adecuado y enriquecedor investigar las estructuras profundas de la mente.

Con todo, este libro no trata sobre los significados psicológicos que puedan ofrecer los sueños, sino que centra su análisis en los diferentes significados metafóricos (y metafísicos) del verbo soñar . Explora las zonas oscuras de la fenomenología onírica, la cual se adentra en aquellos territorios fronterizos de la experiencia humana que hoy se consideran excepciones.

Las singularidades suelen dejarse cómodamente fuera de contexto porque, con sus paradojas y disonancias, perturban las líneas generales de toda teoría consensuada. Pero cualquier pequeña grieta en un muro, por intrascendente que aparente ser, siempre puede desembocar en el derrumbamiento de lo que parecía un sólido y fastuoso edificio. Mi único propósito aquí consiste en observar lo que hay detrás de los olvidados y casi imperceptibles agujeritos que salpican esa inmensa construcción cultural que llamamos realidad.

De todas formas, el modelo en el que descansa toda la investigación de este libro no es el mundo sólido y objetivo que estudian las ciencias experimentales, sino los

ingrávidos y etéreos espacios interiores de la experiencia onírica humana; precisamente aquellos que nuestra extrovertida cultura, en aras de una consensuada afirmación de la realidad exterior, ha condenado al incierto terreno de la subjetividad individual. Pero ¿por qué primar un mundo sobre otro, cuando ambos representan los dos polos de la experiencia humana?

La razón es bien sencilla. Entre ambos hay una considerable discrepancia en cuanto al valor de sus metodologías: si la realidad del mundo físico puede someterse a leyes racionales y matemáticas, la experiencia interna –y en especial la onírica– desafía los límites de la racionalidad científica; pues cuanto mayor conocimiento adquirimos de su historia y fenomenología, mayor extrañeza produce su auténtica condición de ser, ya que, a pesar de basarse en la documentación más rigurosa, cualquier relato onírico siempre tiene cierto sabor a cuento fantástico...

En efecto, si nos atenemos a la definición canónica que dio un reconocido especialista en este género literario, Louis Vax, «lo fantástico» sitúa al lector en presencia de «lo inexplicable». En un mundo de hechos naturales y cotidianos, un fenómeno extraño pulveriza de pronto «el orden natural de las cosas». Roger Caillois lo definió como «la irrupción de lo inadmisible» por escapar al dominio de la razón.

Según Italo Calvino, otro gran connaisseur de esta rama literaria, el cuento fantástico es el género que mejor nos habla de «la interioridad del individuo y la simbología colectiva». De modo que se da la curiosa circunstancia de que ambas características se ajustan como un guante a muchos de los relatos históricos que documenta este libro.

A lo que podríamos añadir la famosa «duda del lector», que, como señala certeramente Todorov, es la primera condición de cualquier relato fantástico, debido al radical desplazamiento de sentido que plantean estas narraciones. Con la notable diferencia de que aquí «la irrupción de lo inadmisible» no se da en el cómodo y ficticio escenario de la literatura, sino en el mundo real e histórico, tal como atestiguan las fuentes documentales que pueden consultarse al final del volumen.

Los seis capítulos del libro forman un archipiélago de islas cuya geografía muestra unos paisajes de muy distinta naturaleza. Los dos primeros abordan el onirismo desde un punto de vista histórico y cultural. Los dos siguientes son de carácter puramente fenomenológico. Y el último examina el sueño como metáfora de la muerte. El horizonte histórico nos enseña que los sueños pertenecen a la cultura humana y, por tanto, deben tener cabida en ella. La perspectiva fenomenológica trata de explicar el sentido concreto del caudal onírico con todas sus paradojas a flor de piel. La metáfora, en cambio, nos abre a una realidad sin orillas. Pero, aunque estas islas difieran en contenidos y perspectivas, su diversidad se complementa bien, pues la historia de los sueños es al mismo tiempo la de su fenomenología, y ésta no puede entenderse plenamente sin bucear en la metafísica, donde se halla en definitiva su sentido más profundo.

En realidad, la médula de la cuestión onírica se encuentra bien formulada en aquella filosófica pregunta que hace Augusto Pérez, como ente de ficción, a su autor y creador, Miguel de Unamuno, en la «nivola» Niebla :

«Cuando un hombre dormido e inerte en la cama sueña algo, ¿qué es lo que más existe, él como conciencia que sueña, o su sueño?».

La pregunta no es simple, desde luego, ni admite ninguna respuesta concluyente. Obliga a decidirse en un sentido o en otro; si reconocemos –como muestra a menudo este libro– que la consciencia es infinitamente más rica y compleja de lo que los neurocientíficos aseguran, y, por tanto, aceptamos su desenvolvimiento como un fenómeno no local , entonces no necesita de los sentidos corporales para existir, tal como sucede cuando soñamos. Además, este desplazamiento de la realidad de lo corpóreo a lo mental inmaterial no trastoca ningún postulado biológico, ya que la biología sigue tranquilamente sus procesos.

Sin embargo, estas esporádicas fracturas de la causalidad espaciotemporal del mundo resultan perturbadoras para aquellas mentes convencidas de que lo real sólo puede girar en torno a la materia, o al mundo exterior, o a nuestro cuerpo, cuando los fenómenos pre-cognitivos (o cuánticos) sugieren claramente que, aunque nuestra realidad gravita alrededor de la materia, su centro irradiador está en la mente que la contempla. Así pues, en el momento en que la consciencia deja de ser un mero producto de los flujos químicos cerebrales, sus perspectivas se abren considerablemente: el lago se vuelve océano y la consciencia se torna infinita, como el universo.

En fin, el mundo dejará de ser una vieja y gastada lucha de contrarios cuando la física conviva con la metafísica, la biología con la psicología; cuando lo cualitativo complemente a lo cuantitativo, y lo espiritual a lo material, pues no son campos aislados: los opuestos pueden

transmutarse en complementarios, como muy bien entendieron los antiguos taoístas chinos con su sabia visión del yin y el yang, fuerzas alternativas de un universo en constante mutación.

Este libro no trata sobre la interpretación de los sueños, explora diferentes significados del verbo soñar y su relación con la historia, lo sagrado, las dimensiones interiores de la consciencia, las paradojas y complejidades del tiempo y el punzante enigma de la muerte.

«¿Es posible aún, para el que gusta en nuestros tiempos de la literatura-literatura, encontrarse con una obra nueva? ¿Podemos encontrarnos todavía con lo que vengo llamando “ensayo inspirado”? Me h e h e c h o e sta s re flex io n e s p revi a s ya d e s d e l a le c tu ra d e l p r im e r capítulo de E l m u n d o b a jo l o s p á rp a d o s .»

Antonio Colinas, «El Cultural», E l M u n d o

« E l vo lu m e n re s u m e a lg u n a s d e l a s p a s io n e s d e l a u to r, q u e s e desvela como un escritor potentísimo, explorando sobre todo formas de narrar en la propia escritura.»

Estrella de Diego, E l P a ís

« U n l ib ro a trev id o , va li e n te , p o lé m ico , e s c ri to co n u n a p a s ió n a veces desbordante, en el que J. S. se adentra en un territorio difícil y rabiosamente actual.»

Andrés Ibáñez, «ABC de las Letras», A B C

En 2010, El mundo bajo los párpados fue seleccionado por el diario El País como el segundo mejor ensayo del año y por el diario Reforma de México como el séptimo mejor libro

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