VICENTE LLEÓ / LUIS ASÍN
EL PALACIO DE LAS DUEÑAS
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CASA DE ALBA
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En cubierta: detalle del patio del Palacio de las Dueñas En guardas: anagrama del ducado de Alba y Berwick Dirección y diseño: Jacobo Siruela
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo ex cepción prevista por la ley. Diríjase a cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
Todos los derechos reservados. © del texto, Vicente Lleó, 2016 © de las fotografías, Luis Asín © EDICIONES ATALANTA, S. L.
Mas Pou. Vilaür 17483. Girona. España Teléfono: 972 79 58 05 Fax: 972 79 58 34 atalantaweb.com ISBN: 978-84-943770-8-2 Depósito legal: Gi.-309-2016
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ÍNDICE
Prólogo 9 Introducción 17 El palacio formado por doña Catalina de Ribera 29 El II duque de Alcalá 63 Dueñas en los siglos XIX y XX 101 Epílogo 133
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Prólogo
El 17 de noviembre de 1936, a las cuatro de la tarde, cayeron dieciocho bombas incendiarias sobre el Palacio de Liria, residencia de los duques de Alba en Madrid. El incendio, que duraría hasta el día 19, fue objeto de intenso debate desde el primer momento, pues los nacionalistas atribuyeron el ataque a los comunistas y éstos a aquéllos. Ahora sabemos que fueron los aviones de la Legión Cóndor alemana los que perpetraron la agresión, algo sorprendente, ya que el palacio no tenía interés estratégico, excepto por el hecho de haber sido requisado por los comunistas. En cualquier caso, las consecuencias fueron catastróficas: el fuego sólo dejó en pie los muros exteriores del palacio, mientras que los interiores quedaron totalmente calcinados. El duque de Alba y su hija Cayetana se encontraban a la sazón en Londres, donde se habían instalado en vista del cariz que estaba tomando la situación política, aunque Azulejo y yesería de la capilla
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antes de partir el duque tuvo la precaución de trasladar las obras de arte más importantes, sobre todo pinturas, a lugares seguros como el Banco de España y la Embajada británica. Aun así, las pérdidas fueron tremendas, no sólo por la destrucción debida al fuego sino también porque, en un esfuerzo por salvar las obras que aún permanecían en el palacio, los comunistas las arrojaron por las ventanas a los jardines, donde estuvieron varios días a la intemperie, sufriendo incluso los efectos de la lluvia. El gran historiador y arquitecto Fernando Chueca Goitia, que vivió esos momentos en primera persona y ayudó a salvar lo que pudo, nos ha dejado una vívida descripción de lo ocurrido.1 Entre las mayores pérdidas hay que considerar la de gran parte del Archivo, que se encontraba dividido básicamente en dos secciones: la primera, llamada «Histórica», contenía los documentos de mayor valor artístico e histórico y estaba compuesta por 474 cajas ignífugas; la segunda, llamada «Administrativa», se componía de unos 4.000 legajos. Pues bien, esta última carecía de protección y ardió íntegramente con el palacio, de modo que, si bien se salvaron los documentos cualitativamente más fundamentales de la Casa, la ingente masa de papeles administrativos, los que reflejaban el día a día de los diferentes estados, se perdió por completo. Esta circunstancia hace que resulte particularmente difícil escribir sobre el Palacio de las Dueñas, sobre todo en lo que atañe al período posterior a 1612 –año en que el marquesado de Villanueva del Río y sus propiedades entraron en la Casa de Alba tras el matrimonio de Antonia Enríquez de Ribera y Portocarrero, IV marquesa de Villanueva del Río, con Fernando Álvarez de Toledo y Mendoza, VI duque de Alba–, ya que los documentos ge10
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nerados a partir de esa fecha se incorporaron al Archivo de la Casa de Alba y éste, como acabamos de señalar, ardió en 1936. Hasta 1612, sin embargo, la documentación de los marqueses de Villanueva del Río y, naturalmente, de Dueñas se custodió en el archivo sevillano de los Enríquez de Ribera, duques de Alcalá. Después, en un proceso paralelo al arriba descrito referente a Alba, el archivo y las diversas posesiones de los Alcalá pasarían a formar parte de la Casa de Medinaceli a través del enlace de Ana María Luisa Enríquez de Ribera y Portocarrero, V duquesa de Alcalá, con Antonio Juan Luis de la Cerda, VII duque de Medinaceli, en 1625. En este último caso, sin embargo, el archivo atravesó la Guerra Civil sin sufrir pérdidas y hoy se conserva en la sevillana Casa de Pilatos. Por lo tanto, la documentación sevillana sobre Dueñas, desde que lo adquirió doña Catalina de Ribera en 1496 hasta 1612, permanece accesible en la Casa de Pilatos. Esta documentación, aun siendo muy rica, no puede suplir el enorme vacío dejado por los más de tres siglos de historia transformados en humo en 1936. Afortunadamente, el Archivo de Protocolos Notariales de Sevilla ha permitido llenar un poco este vacío, con noticias sueltas que hemos utilizado a lo largo de este trabajo, pero sobre todo con un documento fundamental, fechado en 1756, consistente en una planta bastante precisa y un apeo o descripción, con medidas, de las distintas estancias de la casa, realizados en un momento en el que se contempló la posibilidad de destinar el edificio a oficinas de la Real Fábrica de Tabacos.2 Después, casi hay que esperar hasta la década de 1940 para tener noticias de las obras y reparaciones llevadas a cabo en el edificio. Este silencio es particularmente grave en lo que concierne a la actividad de doña Rosario Falcó (1854-1904), condesa de Siruela y 11
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duquesa de Alba tras su matrimonio con el XVI duque, pues desempeñó un importante, aunque, como veremos, discutido, papel en la historia del palacio. Así la describe el historiador J. M. Pita Andrade: Doña María del Rosario Falcó, condesa de Siruela, fue una mujer de cualidades excepcionales que contribuyó con sus administradores a reordenar la economía de la Casa de Alba y a estudiar su historia y sus fondos documentales.3
En efecto, a partir del año 1885, la condesa de Siruela y XVI duquesa consorte de Alba emprendió una serie de obras que, si bien recibieron las críticas de algunos eruditos por su tendencia, muy de la época, a «arabizar» el monumento, supusieron su salvación. Su hijo, Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó (1878-1953), por su parte, realizaría importantes trabajos de consolidación que, sin duda, han permitido que el palacio haya llegado hasta nuestros días sin sufrir graves alteraciones.
Una de las tareas más gratas al escribir el prólogo de un libro es la de expresar nuestro agradecimiento a cuantos nos han ayudado. En primer lugar, debo agradecer la ayuda de quien me encomendó el libro, Jacobo Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo, XXIV conde de Siruela, así como de los funcionarios de los archivos donde he trabajado: el Archivo Ducal de Medinaceli, el Archivo de la Casa de Alba y el Archivo Histórico Provincial de Sevilla; en todos ellos he encontrado la mayor cooperación. Pero también se ha beneficiado el autor de Vista de la antecapilla y patio principal al fondo
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discusiones y debates, en ocasiones apasionados, con colegas y amigos, demasiados para incluir aquí todos sus nombres, aunque con certeza se reconocerán en estas líneas. Por último, but not least, no puedo olvidar a algunos compañeros de la universidad, entre los que citaré al profesor Javier Herrera García, quien me ayudó a resolver dificultades paleográficas. A todos ellos, y a muchos más que seguramente se me olvidan, mi más sincero agradecimiento. Vicente Lleó Cañal
1. F. Chueca Goitia, «La Guerra Civil», en Cuenta y Razón, núm. 21, 1985, págs. 33-46. 2. Archivo de Protocolos Notariales de Sevilla, oficio IX, libro de 1756, folios 1-56. La referencia archivística es del apeo. El plano, que desapareció hace ya tiempo, fue publicado por primera vez por A. Sancho Corbacho en su libro Arquitectura barroca sevillana del siglo XVIII (CSIC, Madrid, 1952), basándose en una fotografía antigua del Archivo Fotográfico de la Universidad de Sevilla, la misma que reproducimos aquí. Hay quien ha aludido al plano y al documento como un «proyecto» del arquitecto Sebastián van der Borcht, pero se trata de un error evidente, pues ni en la planta ni en el apeo hay «propuesta» nueva alguna, sino tan sólo una fiel representación del estado del edificio en aquel momento. 3. J. M. Pita Andrade, «La nobleza en el arte: mecenazgo y coleccionismo», en Boletín de la Real Academia de la Historia, vol. 203, núm. III, 2006, pág. 268.
Artesonado y crestería del salón del piano
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Ca s a de Alba De los numerosos palacios que existieron históricamente en Sevilla, sólo dos, aparte del Alcázar, han sobrevivido sustancialmente intactos a través de los siglos: la llamada Casa de Pilatos y el Palacio de las Dueñas. Curiosamente, ambos edificios fueron residencia de dos hermanos, Fadrique y Fernando Enríquez de Ribera, y muestran abundantes puntos de contacto. Sin embargo, el Palacio de las Dueñas había recibido hasta ahora poca atención por parte de los historiadores, a causa de la escasa documentación disponible, que no permitía hacer una reconstrucción fiable de su proceso evolutivo. Vicente Lleó ha revisado varios archivos y ha encontrado importantes documentos que abren vías para nuevas interpretaciones. Por primera vez se publica un libro, profusamente ilustrado, que da cuenta de toda la historia del palacio sevillano.
Vicente Lleó Cañal es catedrático de historia del arte en la Universidad de Sevilla, miembro de número de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras y patrono de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli. Autor de numerosos artículos para revistas especializadas en el arte y la arquitectura sevillanas de los siglos XVI-XVIII, ha publicado La Casa de Pilatos (Madrid, 1998) y El Real Alcázar de Sevilla (Barcelona, 2002), entre otros libros. Luis Asín (Madrid, 1962) se traslada a California en 1989 para estudiar fotografía en diferentes universidades, graduándose en el San Francisco Art Institute en 1992. Entre 1998 y 2003 es profesor asociado en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca. En 2003 recibe el Premio Villa de Madrid de Fotografía Kaulak. Ha realizado varias exposiciones individuales y colectivas en Estados Unidos, España, Francia y Portugal.
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