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INVESTIGACIÓN Y ANÁLISIS
200 años de dominio en la Banda Oriental del Uruguay RODRIGO VESCOVI
RESUMEN. Los libertadores y las independencias nacionales de América, lejos de liberar a los seres humanos de la desigualdad social impuesta por la colonización, ayudaron a desarrollar un sistema basado en la propiedad privada y el trabajo asalariado. El capitalismo siempre ha sido antagónico a los intereses de las comunidades indígenas y cimarronas, de ahí su resistencia.
Ruptura de la comunidad y resistencia Me matan si no trabajo, y si trabajo me matan.1
Como en otras partes de América, la irrupción del sistema colonial alteró la vida de los indígenas que habitaban al este de los ríos Paraná y Uruguay (hoy territorios argentinos y uruguayos). La economía cambió radicalmente, pasó de ser autónoma y suficiente a estar limitada por las condiciones que impusieron los colonos. La introducción del caballo y el ganado vacuno; la instalación de chacras y de estancias y la formación de pueblos guaranís por misioneros transformaron el territorio oriental y, por lo tanto, el hábitat indígena. La tierra que era colectiva y estaba ligada a las migraciones estacionales de los indios, en muchos casos, no fue defendida ante el invasor, que se fue apropiando de ella. El sistema excedentario pre capitalista violentó a grupos regidos por valores y formas de producir donde el interés común era la base social.2 No tienen ni leyes, ni costumbres obligatorias, ni recompensas, ni castigos, ni jefes que mandarlos —escribía el español Félix de Azara sobre los charrúas. Tenían otras veces caciques que no ejercían ninguna autoridad sobre ellos. Todos son iguales, ninguno está al servicio del otro, a no ser alguna mujer vieja, que por carecer de recursos, se reúne a una familia o se encarga de amortajar y enterrar a los muertos.3 1. Canción compuesta por Nicolás Guillén (letra) y Daniel Viglietti (música). 2. Para intuir cómo era la vida del ser humano antes de la imposición de la propiedad privada y el sistema de clases recomiendo leer investigaciones antropológicas de Pierre Clastres y Marshal Sahlins, así como el artículo «Abundancia y escasez en las sociedades primitivas», Guerra Sociale, París, 1977. También aconsejo la lectura de «Democracia y dictadura: el sostén del Estado», capítulo V.2.1. de Ecos revolucionarios, Vescovi (Ed. nóos, Montevideo, 2003) donde se afirma que la desaparición paulatina de la unidad orgánica del ser humano con la comunidad provocó el nacimiento de la democracia. La democracia nace con la imposición de la propiedad privada, los individuos y la división de la sociedad en clases, con la formación del estado. Es, por lo tanto, un sistema político social, y económico, ajeno al comunismo primitivo y, totalmente, ligado al Estado y el capital. 3. Fragmento de la crónica Los viajes de Félix de Azara, citado de VV.AA., Los indios del Plata, Ed. Arca, Montevideo, 1968, p. 80.
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La primera resistencia que encontró dicho sistema fue la de los indios. Más tarde, cimarrones y gauchos también lo rechazaron y se autoexcluyeron. Similares a la Araucanía chilena, la Pampa y la Banda Oriental de los ríos Paraná y Uruguay fueron tierras de «indios bravos» que lucharon por mantenerse libres de la dominación española y, por lo tanto, de la explotación económica de colonos y autoridades. Cuando los colonizadores españoles y portugueses empezaron a controlar tierras y ganado el indio estuvo condenado a sobrevivir a base de «pillaje», de la prestación de servicios al europeo y de actividades ocasionales. En este contexto, las cuatrerías indígenas —por ejemplo de ranqueles y charrúas— se convirtieron en un estorbo para el comercio cristiano y oligárquico y fueron perseguidas en nombre de la civilización y el progreso. Debido a su diestra actitud para la lucha, se les pidió colaboración para la recuperación de territorios, pero finalmente fueron engañados y exterminados a sangre y fuego. En el caso de los charrúas —cazadores recolectores y nómadas, al menos en la época de la conquista—, el invasor, europeo primero y criollo después, los fue desalojando de sus espacios itinerantes y por tanto de su libertad y los fue arrinconando en las zonas menos deseadas, y de mayor riesgo, por ser fronterizas. Ante estos hechos, los charrúas nunca dejaron de luchar. Su primer acto de resistencia se produjo en 1515, al matar al conquistador Solís y el último en 1832, cuando fueron exterminados por el ejército de la nueva República del Uruguay. Entre esas dos fechas, la batalla contra el invasor fue constante. En el siglo XVI, destruyeron fuertes y pueblos. Más tarde, cuando aprendieron a montar a caballo y fueron más efectivos en los combates, cercaron Montevideo y atacaron aldeas de misioneros y de indios sometidos. Las tribus más agrícolas y sedentarias del área fueron pronto aculturadas por el conquistador. Guaraníes, arachanes, guenoas y chanaes realizaron trabajo servil en las encomiendas religiosas, estuvieron al servicio de los ejércitos reales y fueron mano de obra en agricultura, ganadería y construcción, pero también fueron desapareciendo debido al brusco cambio de costumbres. A los charrúas también se les trató de domesticar —con mucho menos éxito que a otras tribus— mediante la creación de reducciones: asentamiento fijo, cuya vida política y civil estaba tutelada por sacerdotes y protegida por corregidores españoles. La reducción india estaba obligada a tener alcaldes y regidores, imponiéndole una organización política más efectiva para mantener el nuevo orden social que tantos privilegios otorgaban a sus beneficiarios. Un orden que no sólo rechazaban la mayoría de los indios sino otros explotados que, de tanto en tanto, intentaban formar comunas o sociedades alternativas. Los esclavos de origen africano —casi todos nacidos en Brasil y Antillas y de lengua española o portuguesa— también protagonizaron levantamientos. A veces se sublevaban en los barcos que los transportaban, otras, en los barracones donde se los hacinaban en el puerto de Buenos Aires, en la bahía de Montevideo o Colonia, o finalmente ante sus amos. Llegaron a ser el veinticinco por ciento de la población de la Banda Oriental y una seria amenaza para la consolidación del sistema clasista en la región. Los zambos, hijos de la unión entre negros e indias, o viceversa, también constituyeron un grupo importante en la región y en la resistencia contra el colonialismo. Las autoridades tomaron distintas medidas para sofocar las rebeliones: «se prohíbe a los negros libres y esclavos el uso de todo género de armas [...] y pronunciar discursos sediciosos tanto a libertos como a esclavos».4 4. Historia social del pueblo uruguayo, Carlos Rama, Ed. Comunidad del Sur, Montevideo, 1972, p. 22. anthropos 232
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El acto de rebeldía de los negros orientales más importante fue la huida en masa que realizaron esclavos negros y libertos de Montevideo, en 1803, para instalarse en los bosques de las islas del río Yí y allí crear una especie de «república dos palmares» platense. Según el Cabildo de Montevideo, que construyó un patíbulo para la ocasión, la fuga se produjo gracias a las «doctrinas subversivas de los marineros negros (haitianos) que venían en barcos franceses y anclaban en el puerto de Montevideo». En Haití en 1801, dos años antes, se había abolido la esclavitud, se realizó una reforma agraria y se constituyó la primera república independiente latinoamericana. No obstante, la desigualdad social y las penurias para los asalariados fueron, y siguen siendo, enormes. Ver al respecto la película Queimada, dirigida por Gillo Pontecorvo y protagonizada por Marlon Brando. El filme que recomiendo —por no haber otro— para hacerse una idea de la importancia de «La república dos Palmares» es Quilombo,5 titulado así porque en Brasil era cómo denominaban a sus comunidades los esclavos fugados.6 En Argentina [y Uruguay] se dice popularmente que una institución, lugar o situación es «un quilombo» para indicar que es desordenado o caótico. Se utiliza también la expresión «armarse un quilombo» o «se armó un quilombo» para describir una riña confusa y violenta. El quilombo es así sinónimo del caos, pero la palabra ha llegado a esta significación después de un largo recorrido.7 Originariamente era la denominación de los poblados negros escapados a la esclavitud y que se organizaban en forma autónoma; en el siglo pasado la palabra pasó a designar a los burdeles que prosperaban en Buenos Aires a partir del proceso de expansión urbana. En realidad este camino de desplazamientos semánticos, señala bien la relación ideológica entre desorden y grupos subalternos: el concepto que denominaba una realización de un grupo que se había vuelto exterior a la estructura social (los poblados de negros cimarrones) se extiende a una realidad interna pero marginal (los prostíbulos) y de allí pasa a designar el desorden en abstracto. El mismo proceso pasa en Catalunya con «casa de barrets» que designa también tanto a un burdel como a un desorden.8
El fenómeno del indio indomable o del esclavo fugado se dio por casi toda América, sin embargo la rebeldía solitaria del gaucho es propia de la pampa y de la Banda Oriental de los ríos Uruguay y Paraná. No el único caso, pues hubo similares, como el de los llaneros del Llano, hoy venezolano. La organización del ganado y el cercamiento de los campos provocaron la desocupación masiva de quienes se empleaban en el manejo y cuidado de ganado. Ese fenómeno dio origen al «hombre suelto» que, al faltarle el jornal, solventó su manutención de otra forma, abatiendo vacunos y extrayéndole el sebo y el cuero, de forma clandestina, para cambiar por yerba, tabaco, aguardiente y cuchillos. Aventureros libres, valientes, baqueanos, resistentes al sufrimiento físico, ariscos, bravos y lúcidos como el yaguareté al que le codiciaban su guarida. Ásperos y hospitalarios, ágiles y vivaces a la vez que socarrones. Rápidos en el cuchillo, se jugaban la vida en cualquier eventualidad con un desprecio fatalista hacia la muerte. La misma capacidad del indio como jinete y su misma habilidad para manejar la boleadora. El mismo enemigo que para el indio, 5. Carlos Diegues, Brasil y Francia, 1984. 6. Para una visión más profunda sobre los quilombos leer: Javier Laviña y José Luis Ruiz-Peinado Alonso, Resistencias esclavas en las Américas, Ed. Doce Calles, Madrid, 2006. 7. Recorrido que la Real Académica Española no explica: «(De or. africano). 1. m. Arg., Bol., Chile, Par. y Ur. prostíbulo. 2. m. vulg. Arg., Bol., Hond., Par. y Ur. Lío, barullo, gresca, desorden. 3. m. Ven. Lugar apartado y de difícil acceso, andurrial». 8. Dolores Juliano, Historia y fuente oral, n.º 6, «El lenguaje de los tangos: sobre estructuras y culturas subalternas», Ed. Publicacions Universitat de Barcelona, 1991.
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el orden y la ley del hombre blanco. Pero unidos únicamente para vaquear y faenar. O tal vez buscar refugio en su toldería en caso de persecución.9
Serafín J. García (1905-1985), claro exponente de la poesía gauchesca, ilustró en «El Orejano», que Jorge Cafrune popularizaría con voz y guitarra, la vida y pensamiento del gaucho. Porque a mis gurises los he criado infieles aunque el cura chille que irán al infierno, pues de nada valen los que sólo saben estar todo el día pirichando el cielo. Porque aunque no tengo donde caerme muerto soy más rico que esos que ensanchan sus campos pagando en sancocho de tumbas resecas al pobre peón que deja los bofes cinchando. Por eso en el pago me tienen idea, porque entre los ceibos estorba un quebracho, porque a tuitos eyos le han puesto la marca y tienen envidia al verme orejano. Y a mí que me importa, soy chucaro y libre! no sigo a caudillos ni en leyes me atraco y voy por los rumbos clareaos de mi antojo y a naides preciso pa’ hacerme baqueano.
Debido a la miseria de muchos hogares, a las deserciones de guerras absurdas y a las ansias de libertad de muchos mozos, ese grupo social fue creciendo y mezclándose con los indios libres o negros fugados, sin reconocer gobierno ni ley. Fenómeno que la sociedad basada en el trabajo asalariado no podía tolerar. Convenía mucho al servicio de Dios, del Rey y del común, el establecer una partida volante [...] que persiguiese y arrestase a los muchos malévolos, desertores y peones de todas las castas, que llaman gauchos y gauderíos, los cuales sin ocupación alguna y sin beneficio, solo andan vaqueando y circulando entre poblaciones [...] viven de lo que pillan, ya en changadas de cueros, ya en changadas de caballada robadas, y otros insultos para el tráfico clandestino, sin querer conchabarse con los trabajos diarios de las estancias, labranzas, ni recogidas de ganados, por cuya razón se halla todo en suma decadencia, y sin temor a nadie, ni a las justicias.10
Iniciativas como las de este gobernador —que conducían a los gauchos a enrolarse a la fuerza en los ejércitos reales y nacionales, a los calabozos o entre la peonada de las haciendas— sumadas a una nueva transformación del campo, acabaron con el gaucho como «hombre suelto». Además, en tales circunstancias, para constituir familia, la mayoría no tenía más remedio que pasar al estado de peón. Las estancias con corrales, tranqueras y alambrados hicieron innecesario el mozo de caballo, lazo, boleadoras y cuchillo. Igual que hicieron con Artigas, estancieros y autoridades enterraron al gaucho pero enseguida le levantaron un monumento y, años más tarde, lo convirtieron en símbolo de la independencia nacional. 9. Citado de Almanaque, «Sobre José Artigas», Ofelia Piegas de Cardinal, Montevideo, 2004, p. 164. 10. Marqués de Sobremonte, gobernador de Córdoba, 1795. Citado del artículo de Miquel Izard «Cimarrones, gauchos y cuatreros», Boletín Americanista, n.º 44, Barcelona, 1994, p. 143. anthropos 232
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Privatizar la tierra, liberar el mercado La gestión de la propiedad y la explotación de la tierra, y demás recursos naturales, también fue determinante para el pasaje de la sociedad colonial a la creación de naciones como Argentina, Uruguay y Paraguay. Cuando se fundan las ciudades, como es el caso de Montevideo en 1726, la Banda Oriental estaba habitada por unas cincuenta mil personas, de ellas treinta mil vivían en ciudades, por lo tanto era una sociedad muy urbanizada. En el campo vivían los indígenas libres y los miles de indios agricultores de las misiones. Se calcula que eran más de dos mil los hombres sueltos, gauchos, negros alzados, contrabandistas, desertores y matreros. Luego estaban los agentes del orden, los comerciantes y la población que trabajaba en las chacras. En la sociedad colonial de lo que hoy es Argentina y Uruguay, no había una aristocracia como en Perú o Chile, ni contaba con una nobleza de origen peninsular. Había un núcleo de poderosos latifundistas residentes en Buenos Aires, algo más de un centenar de familias, que eran originariamente funcionarios civiles y militares. Por debajo de ellos estaban los medianos comerciantes —dueños de pulperías y chacras— y universitarios, curas y militares. El reparto de la tierra si bien al principio se intentó hacer con pequeños estancieros y colonos, pronto la acapararon latifundistas, muchas veces ausentistas que vivían en España, Buenos Aires o Montevideo. El mismo Cabildo de Montevideo confesaba en 1789 que faltaban tierras libres para darlas a los hijos y nietos de los fundadores de la ciudad. En sesenta años ya no había posibilidad para todos los colonos de ser propietarios, lo que creó una diferencia de clase notable. Un número elevado de campesinos se establecían como «ocupantes» o «denunciadores de tierras» lo que provocaba pleitos y un endurecimiento de las leyes frente a los transgresores de la propiedad. La privatización de las tierras, la imposición del trabajo asalariado y la persecución a quienes no aceptaron dicho proceso fue un fenómeno histórico que se produjo a nivel mundial y que sirvió de base del capitalismo de hoy en día.
Los movimientos de independencia La necesidad de controlar a indios libres, cimarrones y gauchos; la crisis de la España colonial y las pugnas con franceses, portugueses e ingleses; más la llegada de las ideas de la ilustración y las noticias de los movimientos burgueses liberales triunfantes —Estados Unidos 1776, Francia 1789— crearon las condiciones para el surgimiento de los movimientos de independencia victoriosos. La invasión napoleónica de la península, entre 1808 a 1814, fue aprovechada por las clases superiores criollas para desarrollar sus ansias de independencia. Como afirma Carlos Rama: Especialmente la burguesía urbana y los latifundistas, entendían hacer la revolución contra España o Portugal para aumentar sus derechos y posibilidades sociales; pero nunca para alterar la jerarquía de las clases sociales coloniales, ni la estructura de que se favorecían.11
En definitiva, con las crisis de las colonias surgieron distintos proyectos independentistas — federalistas o centralistas, respetuosos con los indígenas o genocidas, escla11. Carlos Rama, op. cit., p. 29.
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vistas o abolicionistas— pero ninguno rechazaba la explotación del hombre por el hombre, la propiedad y por lo tanto la desigualdad. Huérfanos de teóricos y líderes, europeos o criollos, la igualdad y la comunidad se defendió desde la resistencia indígena, desde el rechazo al trabajo forzado o asalariado, desde la creación de sociedades cimarronas; fueron, en todo caso, movimientos de resistencia más que revolucionarios.12 Es evidente que los libertos poco tenían que ver con los libertadores. Los unos eran seres libres —de alambrados, leyes y dinero— y los otros quienes luchaban por liberarse, únicamente, de un país, un rey o un gobierno. Los primeros —indios, gauchos, cimarrones o antagonistas a la sociedad capitalista en general—, en su práctica, cuestionaron todo un sistema socioeconómico, los segundos —los famosos libertadores—, abrazando y apoyándose en el liberalismo burgués, se enfrentaron, únicamente, a un aspecto político, de gobierno. Además, no son pocos los libertadores que tuvieron una política contraria a los intereses de los indígenas y cimarrones y llena de matanzas, arrinconamientos, traiciones, explotación y miseria.13
Artigas, los indios y la tierra Yo pregunto si en la tierra Nunca habrá pensado usted Que si las manos son nuestras Es nuestro lo que nos den. A desalambrar a desalambrar Que la tierra es mía tuya y de aquel.
Cuentan las crónicas que José Gervasio Artigas fue un criollo buen conocedor de la campaña y sus habitantes. Tenía amigos en las tolderías, tocaba la guitarra, cantaba, hablaba el guaraní y entendía de plantas y curaciones. Los guaraníes lo llamaban Karai Guasú (guía o más grande señor). Otros indios se referían a él como el Hombre que resplandece, el Padre de los Indios o el Padre de los pobres. Guaycurúes y abipones, por ejemplo, llegaron desde la profundidad del Chaco en busca del protector. Para Maggi14 esta buena relación se debe a las acciones del legendario abuelo de Artigas, Juan Antonio (1732- 1773), «quien lograba entenderse con los infieles, yendo solo y gallardamente de toldería en toldería, para salvar a Montevideo, una y otra vez». Su nieto, José Gervasio, que convivió con él hasta los nueve años, habría escuchado de su propia boca alguna de las experiencias con los charrúas. El investigador sostiene que cuando José Gervasio, con catorce años, desapareció de su ambiente familiar y pasó a vivir relacionado con los charrúas —dedicándose al transporte de ganado—, los indios aún recordaban el apellido Artigas. A lo largo de los años logró establecer una relación de confianza y ayuda con diferentes grupos indígenas. En contraste con muchos colonos, o descendientes de familias criollas pudientes, vio en los indios, gauchos y negros personas a respetar y dar los 12. A pesar de no considerarse movimientos revolucionarios, como los de la Comuna de París de 1871, Rusia 1917 o España 1936, los anticapitalistas de hoy en día deberían reconocerse en esas resistencias y no en los libertadores americanos o nacionalistas de ningún tipo. Quienes hoy se reconocen en los Bolívar y San Martín suelen reformistas, nacionalistas o antiimperialistas. 13. En la extensa obra de Eduardo Galeano o de Miquel Izard se pueden encontrar información al respecto. 14. Artigas y su hijo el Caciquillo, Ed. Fin de Siglo, Montevideo, 1992. anthropos 232
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mismos derechos que los otros habitantes de la Banda Oriental. Ésa fue una de las principales razones para luchar contra las coronas española y portuguesa y para convencer a los gobernadores de otras provincias que respetasen a los indígenas. Deseo que los indios en sus pueblos se gobiernen por si para que cuiden sus intereses como nosotros los nuestros. Así experimentarán la felicidad práctica y saldrán de aquel estado de aniquilamiento a que los sujeta la desgracia. Recordemos que ellos tienen el principal derecho, y que sería una degradación vergonzosa, para nosotros, mantenerlos en aquella exclusión vergonzosa que hasta hoy han padecido, por ser indianos [...]. Es preciso que a los indios se los trate con más consideración, pues no es dable, cuando sostenemos nuestros derechos, excluirlos del que justamente les corresponde. Su ignorancia e incivilización no es delito reprensible; ellos deben ser condolidos más bien de esta desgracia, pues no ignora usted quien ha sido su causante ¿Y nosotros habremos de perpetuarla? ¿Y nos preciaremos de patriotas siendo indiferentes a este mal? Por lo mismo es preciso que los magistrados velen por atraerlos, persuadirlos y convencerlos y que con obras mejor que con palabras acrediten su compasión y amor filial.15
Fue uno de los libertadores más atípicos porque a diferencia de otros, cómplices del genocidio indígena, no contemplaba una tierra liberada sin indios ni derechos para los desprotegidos.16 Este hecho lo convierte en un ser humano sensible y justo, dentro de la inaugurada justicia burguesa. Sin embargo, su proyecto tampoco era comunitario o, mejor dicho, comunista o libertario. Acordémonos de su pasada infelicidad, y si ésta los agobió tanto, que ha degenerado de su carácter noble y generoso, enseñémosle nosotros a ser hombres, señores de sí mismos. Para ello demos la mayor importancia a sus negocios. Si faltan a los deberes, castígueseles; si cumplen, servirá para que los demás se enmienden, tomen amor a la patria, a sus pueblos y a sus semejantes [...]. Todo consiste en la sabia disposición del Gobierno. Los indios, aunque salvajes, no desconocen el bien y aunque con trabajo al fin bendecirían la mano que los conduce al seno de la felicidad, mudando de religión y costumbres.17 15. El primer fragmento pertenece a una carta de Artigas, de 1815, a José Silva, gobernador de Corrientes, y el segundo a otra, enviada un año después a la misma persona. Citadas del apéndice documental de Artigas y los indios, Azcuy Ameghino, Ed. Andresito, Montevideo, 1991. 16. Algunos analistas —como es el caso de Catriel Etcheverri, Rafael Barret, Una leyenda anarquista, Ed. Capital Intelectual, Buenos Aires, 2007, p. 21; y Jean Sellier, Atlas de los pueblos de América, Ed. Paidós, Barcelona, 2007, p. 190— consideran que Gaspar Rodríguez de Francia también fue un libertador interesante. Afirman que aunque fue un gobernante autoritario —admirador de Robespierre y Bonaparte—, su preocupación por la igualdad social fue real. Aseguran que entre 1814 y 1840, Rodríguez de Francia, apoyado por su gobierno y masas campesinas, derrotó a la oligarquía paraguaya, instauró un Estado autocrático, propietario de la mayor parte de las tierras —confiscadas a la Corona, Iglesia y liberales— que las alquilaba a los campesinos, en su mayoría, para que las trabajaran colectivamente. Etcheverri afirma que cuando Francia murió no había grandes fortunas y, de acuerdo con Galeano, sostiene que era el único país de América Latina que no tenía mendigos, hambrientos o ladrones. Tras la muerte de Francia, los gobiernos de su sobrino y sobrino nieto y sobre todo tras la llamada Guerra de la Triple Alianza, en 1867, el país fue empeorando. La alianza de Brasil, Argentina y Uruguay contra Paraguay fue un genocidio en nombre de la civilización y el libre comercio. Una guerra en la que los aliados contaron con mercenarios, financiados con préstamos de bancos británicos, y «voluntarios» forzados, llevados al campo de batalla con grilletes en los tobillos, lo que dio origen a violentos levantamientos. Las tierras, antes propiedad del Estado y entregadas a los campesinos para su explotación, fueron vendidas y dieron origen al latifundio paraguayo. Todo fue saqueado y subastado: las minas, los bosques, los yerbatales, hasta los edificios de las escuelas. El país, que además perdió más de 150 km cuadrados, quedó completamente destruido y con muy poca población, en su mayoría ancianos, mujeres y niños. 17. El primer fragmento es de una carta de 1815 a José Silva y el segundo de otra que le escribió en 1816. Citadas del apéndice documental de Artigas y los indios, Azcuy Ameghino, Ed. Andresito, Montevideo, 1991.
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Juan Manuel Blanes, Artigas en la Ciudadela (óleo sobre tela), 1884
El mundo de los indígenas y el de los colonizadores eran totalmente antagónicos, principalmente porque unos vivían en comunidad —y por lo tanto sin explotarse unos a otros— y los otros sacaban sus riquezas —o pobreza si no eran dueño de nada— haciendo trabajar a seres humanos, conquistando y privatizando tierras y cobrando a los que las usaban. Unir esas dos realidades de forma justa o equilibrada era totalmente imposible. Artigas, por un lado, tenía un proyecto social burgués federal y, por otro, una sensibilidad y entorno indígena y de desheredados que lo hicieron situarse al lado de éstos. Eso sí, sin imaginar nunca una tierra libre, sin propiedad privada, sin salario ni gobierno. Artigas, como algunos misioneros jesuitas, lucharon por los derechos de los indios, derechos burgueses, de propiedad, de no ser esclavizados, derechos a tener deberes. Y no por que los indios siguieran viviendo como indios, en comunidad y libertad. De haber sido así no le hubiese quedado otro remedio que enfrentarse al sistema social, capitalista, impuesto en Europa y que se estaba imponiendo en el resto del mundo. Si hubiera asumido ese hecho estaríamos hablando de uno de los primeros teóricos conocidos del anarquismo y el comunismo. Como ya mencioné, en la época de Artigas, e inclusive antes, en América hubo expresiones libertarias nacidas del rechazo a la esclavitud y la conquista. Pero esas expresiones no dejaron apenas escritos ni personajes demasiado conocidos. No obstante, para algunos historiadores, críticos con la Historia Oficial, es más interesante dar a conocer lo que hicieron libertos como el apache Gerónimo o el cimarrón Zumbi de Palmares que narrar las gestas libertadoras de Bolívar o San Martín. Artigas, como anthropos 232
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Hidalgo y Morelos, estaría entre esas dos categorías. Se empeñó en dotar a los negros e indios de derechos civiles (considerándolos ciudadanos, asegurándoles propiedades) cuando lo que transformó su hábitat y sus vidas, fue justamente la imposición de esa civilización occidental que otorgaba derechos e imponía deberes. Igualmente recomiendo a usted mucho inspire usted a esos naturales el deseo de activar su comercio y expender sus frutos. Al efecto, hágales usted hacer carretas; que corten maderas para vender, que fomenten sus siembras de tabaco, algodón y demás frutos, como también el beneficio de la yerba. Por muy lentos que empiecen estos trabajos, aquí son plata de contado que pueden emplearla en otros renglones que sean más precisos para esos pueblos. Así se remediarán las necesidades y se inspirará a los naturales el amor al trabajo.18
Dar tierras a cambio de que los indios permitieran privatizarlas, derechos a cambio de domesticación. Félix de Azara, un naturalista funcionario del rey de España, catorce años antes, escribió un memorial en el que decía que había que dar libertad y tierras a todos los indios cristianos, quitar las tierras a los que no las ocupaban, y redistribuirlas en pequeñas estanzuelas a todos los que quisieran establecerse en la campaña formando una clase de campesinos-soldados que defendieran la frontera. Algo parecido propusieron Mariano Moreno y Manuel Belgrano al otro lado del Río de la Plata. En Bolivia, Simón Bolívar decretó una ley por la que obtendrían tierras los indígenas que aceptaran educación y alfabetización. Según el historiador Carlos Maggi, Artigas les enviaba «regularmente mercaderías, vacunas y maestros procurando sedentarizarlos para que vivan en rancho, e incrementar su labranza y su industria».19 Eso mismo recomendó hacer el coronel Lucio Mansilla (1831-1913) con los indios ranqueles (etnia mapuche), que vivían en La Pampa.20 Mansilla, cansado de que la paz con los indígenas durara lo que les duraba el aguardiente, un día organizó una comitiva para llevarles de regalo dos bueyes y un arado: símbolo de la colonización del territorio, del trabajador de campo, de la agricultura y por lo tanto de la sedentarización. Los indios si se quedaban en un lugar determinado serían mucho más fáciles de controlar. El Gran Hombre de los ranqueles, Panghitruz Guor (zorro cazador de pumas), se mostró muy satisfecho y empezó a dar instrucciones. Sin embargo, no preparaban la primera cosecha; hicieron brasas con el arado y asaron al buey. Quizá Artigas, al contrario de Mansilla, si invitó a los indios a ser sedentarios, propietarios, artesanos, comerciantes y agrícolas no fue por el convencimiento de que el modelo social occidental fuera mucho mejor que el comunitario y precolombino, sino porque fue la única manera que encontró de que pasasen de ser cuatreros —como empezaban a considerarlos y, por eso, a perseguirles— a ciudadanos con plenos derechos. Artigas, en el «Reglamento provisorio de la Provincia Oriental para el Fomento de su campaña y su seguridad de sus hacendados» del 10 de setiembre de 1815, comienza a regularizar o legitimar los repartos de tierras y expropiaciones. El artículo sexto determinaba: 18. Fragmento de una carta a Andrés Guacari, caudillo de los guaraníes, cita de Azcuy, op. cit., p. 51. 19. Artigas y su hijo el Caciquillo, Ed. Fin de siglo, Montevideo, 1992. A pesar de la defensa de «los derechos» de los indígenas por parte de Artigas, llama la atención que en sus cartas siguiera usando el lenguaje de la época en la que se diferenciaban» los hombres» de los indios. «Hice marchar una división de quinientos hombres a la que uní cuatrocientos cincuenta y dos indios». Azcuy, op. cit., p. 17. 20. Leer al respecto Excursión a los indios ranqueles de Lucio V. Mansilla, Ed. Errepar, Buenos Aires, 2006.
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Las nuevas autoridades nacionales deben fomentar con brazos útiles la población de la campaña. Para ello revisará cada uno en sus respectivas jurisdicciones los terrenos disponibles y los sujetos dignos de esta gracia; con la prevención de que los más infelices serán los más privilegiados. En consecuencia los negros libres, los zambos de esta clase, indios y los criollos pobres, todos podrán ser agraciados en suertes de estancia si con su trabajo y hombría de bien propenden a su felicidad y de la Provincia [...]. Haciéndolos pequeños propietarios, tierras que se expropian de aquellos emigrados, malos europeos y peores americanos [...] Los agraciados no podrán enajenar ni vender estas suertes de estancias, ni contraer sobre ellas débito alguno, bajo la pena de nulidad, hasta el arreglo formal de la provincia.21
La cruzada expropiadora de Artigas no se limitó al ámbito rural, las propiedades y negocios urbanos de los partidarios del rey de España también fueron expropiados, creándose una Junta de Propiedades Extrañas para administrarlas en beneficio del poder público. El proceso político de esta zona (la Banda Oriental y las demás provincias de la Liga Federal), tiene —según Carlos Rama—22 un radicalismo que se le asemeja, en algunos aspectos a la revolución independenstista mexicana de Higalgo y Morelos, es compresible que fuera vista con repudio tanto por las capas sociales superiores locales, como por los poderes extranjeros. En textos oficiales emanados del Rey de Portugal se dice que Artigas era el «rebelde de rebeldes» y el gobierno de Río de Janeiro tenía «recelos de que comunicaran a sus súbditos las ideas incendiarias y el espíritu demagógico y anárquico de sus vecinos y los temores de que ocurrieran fugas, levantamientos y deserciones de esclavos y soldados, inspirados por los escritos y proclamas que entro ellos hacían circular los secuaces de Artigas [...] Los portugueses invadieron el Uruguay so pretexto de resguardar sus fronteras de la anarquía de lo que llamaban la montonera de Artigas.
La Batalla de Las Piedras la ganaron frente a tropas regulares españolas, unos tres mil hombres, comandados por Artigas, con cuchillos enastados en estacas de sauce y todo tipo de arma precaria. La princesa Carlota, hermana de Fernando VII, residente en Río de Janeiro, invadió la Banda Oriental para auxiliar a los sitiados españoles. Las tropas de Artigas, incapaces de resistir al Imperio de Portugal, decidieron evacuar su territorio —episodio conocido como «el éxodo del pueblo Oriental»— uniéndose gran parte de la población portando sus bienes en carretas y carruajes. Unas treinta mil personas, muchos de ellas familiares de los soldados, y unos cuatrocientos charrúas acompañaron a las tropas hasta la provincia de Entre Ríos.23 Los portugueses se apoderaron de una tierra vacía. 21. Rama, op. cit., p. 32. Este reglamento, aprobado en 1815 en el congreso de Concepción del Uruguay, corresponde al cuarto episodio artiguista, conocido como «el apogeo de Artigas», la revolución libertadora se extiende de la Banda Oriental a las provincias de lo que hoy es Corrientes, Entre Ríos, Misiones, Santa Fe y Córdoba (Argentina) y a las antiguas misiones orientales, el sudoeste del actual estado brasileño de Río Grande do Sul. Esa unidad política se denominó Liga Federal y fue presidida por José Artigas con el título «Protector de los Pueblos Libres». 22. Ibíd., p. 33. 23. Según Carlos Rama (ibíd., p. 30), las milicias de Artigas eran una mezcla de distinto origen social, con distintos proyectos o esperanzas: «No eran los paisanos sueltos ni aquellos que le debían su existencia a un jornal o sueldo los solos que se movían; vecinos establecidos, poseedores de buena suerte y de todas comodidades que ofrece este suelo. Junto a los estancieros y sus peonadas, se incorporan a la revolución gauchos y otros “hombres sueltos”, así como indios, y los negros, que adquieren la libertad personal al formar parte de “los ejércitos de la Patria” y junto a ellos los hombres cultos, como los sacerdotes patriotas, y los lectores y admiradores de las ideas revolucionarias de la época, todos ellos “tupamaros”, como decían con desprecio las gacetas españolas, refiriéndose a la rebelión india peruana de 1780 de Tupac Amaru III». anthropos 232
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La derrota de Artigas no sólo se debe a la ocupación de tropas extranjeras, sino al abandono y traición de muchas de las familias autodenominadas patricias, alarmadas por su radicalismo, en particular por el poco respeto al sacrosanto derecho de propiedad. Estancieros y comerciantes no tuvieron reparos en pactar con el extranjero y ya derrotada la causa artiguista, varios decretos mandaban devolver las tierras confiscadas.
Artigas: apátrida de Uruguay En tu ayuda, ¡ay paisanos!, monten baguales; vamos mano con mano, los orientales. Lararairara, lailararará; vamos mano con mano, los orientales.24
Fernando Errandonea,25 como ya hiciera Carlos Quijano26 y otros en el pasado, explica la lejanía entre Artigas y la creación de la República Oriental del Uruguay. Parece claro que «el prócer de la patria» nunca pensó en ser «uruguayo», es decir perteneciente a un país independiente llamado Uruguay. En la declaración que formuló en abril de 1814 ya expresaba sus ideales federalistas: «La independencia que propugnamos para los pueblos no es una independencia nacional, por lo que ella no deberá conducirnos a separar a ningún pueblo de la gran masa que debe ser la patria». En los años posteriores, siguió dejando claro que no perseguía la fundación de un estado-nación sino un pacto federal con Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y Córdoba. La doctrina artiguista se estructuró en torno a la soberanía particular de los pueblos (provincias) y la unidad confederal. En 1816, finalizó una carta, enviada al caudillo guaraní, Andrés Guacurari, Andresito, en la que dejaba claro su proyecto: «Remito a usted esa obra de la revolución de Norte América. Por ella verá usted cuánto trabajaron y se sacrificaron hasta realizar el sistema que defendemos».27 Según Errandonea, Artigas soñaba con la comunión americana, la fraternidad federal, de la cual cada región, cada provincia dentro de la colectividad, hoy Argentina, debía conservar y ejercer su autonomía. El investigador añade que la gran diferencia entre él y los otros líderes provinciales fue que Artigas pretendía liderar todo el pacto federal, pero desde su territorio: la Banda Oriental. Además, tenía un proyecto alterna24. Inicialmente estos versos de la canción Vidalita a José Artigas eran diferentes: «En tu ayuda, ¡ay paisanos!, monten caballos; vamos mano con mano, los uruguayos». En una decisión inicialmente no compartida por el coautor, Carlos Bonavita, Alfredo Zitarrosa cambió estos versos —uruguayos por orientales— en las ediciones posteriores, seguramente, por enterarse de que Artigas nunca luchó por un país independiente llamado Uruguay, cuyo puerto fuera la capital. 25. En «La construcción de un mito perenne», diario La República, 23 de septiembre, Montevideo, 2000. 26. «Ser oriental es ser artiguista. Ser artiguista es ser rioplatense. Ser rioplatenses es ser hispanoamericano [...]. Alguna vez llamamos a Artigas “el gran traicionado”. Lo es y/o seguirá siendo por muchos años más [...]. Artigas no es nuestro y la reivindicación provinciana lo empequeñece. Es de todos los de estas tierras de la patria grande. Está más allá de su tiempo; y también más allá de su solar. Es el héroe común de la repúblicas del Plata». Quijano, en el capítulo «Patria chica y patria grande», volumen III de sus obras, publicadas por el parlamento nacional. Citado de http://letrasuruguay.espaciolatino.com/lockhart/verdadero_artigas.htm 27. Azcuy, op. cit., p. 52.
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tivo al de Buenos Aires, ya que proponía la autonomía de las provincias, la descentralización del puerto bonaerense, mantener y reforzar las milicias provinciales y defendía el gobierno republicano con separación de poderes, todo esto antagónico al proyecto de la oligarquía y las autoridades de la actual capital de Argentina. ¿Por qué y cuándo se convierte a Artigas en el héroe nacional uruguayo? Errandonea sostiene que, la necesidad de toda comunidad de tener un héroe, en Uruguay fue mayor porque el país no surgió como consecuencia de una conciencia nacional independentista y autonomista28 sino de un arreglo de intereses —por ser era la manzana de la discordia entre el Imperio del Brasil y las Provincias Unidas del Río de la Plata. «Surgimos a la vida independiente a través de la Convención Preliminar de Paz, en 1825». Y añade que «es muy extraño que se haya redefinido a un héroe traicionado y derrotado como un ganador». Según Errandonea la construcción del mito comenzó a gestarse entre 1870 y 1890, cuando empieza a desarrollarse la idea de Estado y nación uruguaya y a gestarse un sentido de pertenencia y una memoria común entre la población. Surge la figura de Artigas como la única capaz de lograr un consenso, porque ni Rivera, ni Oribe, ni Lavalleja podían cumplir esa función, ya que eran representantes partidarios. Justamente Oribe y Rivera habían sido quienes instalaron las turbulencias y conflictos de los orientales, Guerra Grande mediante, y quienes separaron a los orientales y no los que los unieron. Si bien la Guerra Grande había finalizado unas décadas atrás, en el decenio del 80 todavía los uruguayos se sentían primero blancos o colorados y después uruguayos, razón primordial que motivó la creación del sentido de pertenencia a una nación, la creación del mito artiguista.29
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