Curso Básico Bíblico LAS 12 PIEDRAS FUNDAMENTALES
CLASE 08A: NO HAY MAYOR AMOR Primera Parte © La Familia Internacional Editado por http://audioconectate.net Junio de 2011
Clase 08A-BÁSICA El mayor amor de todos, 1ª parte EL AMOR DE JESÚS
CONOCER A JESÚS El don de conocer íntimamente a Jesús Cuentan los persas la historia de Abbas, un gran sha, a quien pese a reinar con magnificencia en Persia, le gustaba disfrazarse para mezclarse con el pueblo. En cierta ocasión se vistió de andrajos y descendió las largas, oscuras y húmedas escaleras hasta el pequeño sótano donde el fogonero atendía el fuego sentado sobre una pila de cenizas. El rey se sentó a su lado y conversó con él. A la hora de comer, el fogonero sacó un basto trozo de pan negro y una jarra de agua, de los cuales comieron y bebieron. El sha partió, pero regresó una y otra vez, pues su corazón estaba lleno de compasión por aquel hombre solitario. El monarca le dio tiernos consejos y el pobre hombre le abrió todo su corazón y expresó su cariño a aquel sabio y bondadoso amigo, aunque igual de pobre que él. Por fin el emperador pensó: Le diré quién soy y veré qué obsequio me pide. Así que le dijo: «Piensas que soy pobre, pero soy el sha Abbas, tu emperador». Esperaba que el hombre le pidiera algo importante, pero éste se sentó en silencio, observándolo con ojos de amor y asombro. Entonces el rey le dijo: «¿Es que no has entendido? Puedo hacerte rico y noble, puedo darte una ciudad, y puedo nombrarte gobernador. ¿No tienes nada qué pedirme?» El hombre respondió con voz queda: «Sí, mi señor, entendí. Pero, ¿qué es esto que has hecho? ¿Dejar tu palacio y tu gloria para sentarte conmigo en este oscuro lugar y compartir mi rústico alimento, e interesarte por mi corazón, si estaba alegre o apesadumbrado? Ni siquiera tú podrías haberme dado algo más preciado. A otros podrás concederles presentes, mas a mí te has dado tú mismo; solo me queda pedirte que nunca me niegues el obsequio de tu amistad». Marcos 10:45. El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. Gálatas 2:20. Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. Efesios 5.2. Andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.
PRIMER TRAMO: EL GRAN AMOR QUE DIOS ABRIGA POR TI. INTRODUCCIÓN
Lo más importante que debemos saber y de lo que debemos tomar conciencia es que Jesús entiende lo que padecemos, y nos ama y quiere ayudarnos. Él siempre promete estar a nuestro lado. Su amor es tan grande que murió una muerte agónica en la cruz por causa de nosotros. Es tan profundo que no nos exigió que nos ganáramos nuestra salvación, sino que nos la concedió como un preciado don. Cualesquiera que sean los errores y pecados que hayamos cometido, al sumergirnos en el océano de Su amor, alcanzamos el perdón. Podemos recibir Sus bendiciones y toda la bondad que nos ofrece gratuitamente. Pasemos ahora un rato conversando sobre el amor del Señor por nosotros. Esperamos que este relato los acerque a la realidad de la presencia del Señor, que sientan Su gran amor por cada uno de ustedes en forma individual, y que Él disipe cualquier cosa que los aqueje. Romanos 8:35-39.¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: «Por causa de Ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero» . Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, (39) ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. Judas 1:21. Conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. Efesios 3:19. De conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. Jesús nos llama amigos Juan 15:14-15. Vosotros sois Mis amigos, si hacéis lo que Yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de Mi Padre, os las he dado a conocer. Santiago 2:23b. «Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia», y fue llamado amigo de Dios. Lucas 12:4a. Mas os digo, amigos Míos.
Oseas 2:23b. […] Diré a Lo-ammi [quienes no son pueblo Mío]: «Tú eres pueblo mío», y él dirá: «Dios mío». Jesús quiere tener una relación estrecha con nosotros Jesús se preocupa sinceramente por nosotros y quiere que seamos felices. Cuando nos sentimos solos y tristes, Él lo ve, lo siente y lo sabe. Siempre está a nuestro lado con la esperanza de que lo consideremos nuestro Mejor Amigo. A veces Él también se siente solo, porque quiere pasar más tiempo con nosotros. Quiere comprendernos, escucharnos, y darnos soluciones. A veces pensamos que no somos muy importantes y nos preguntamos por qué querría Jesús pasar tiempo con nosotros, pero no es así como lo ve Él. Él es nuestro Amigo. Quiere hablarnos. Quiere escucharnos y que nosotros lo escuchemos a Él. Siempre está presente; nunca se marcha. Jesús, nuestro Mejor Amigo, siempre está para apoyarnos. No lo olvides. Jesús nos ama a cada uno y se preocupa por nosotros individualmente Lucas 12:7a. Aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. Juan 10:2-4. Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Isaías 43:1b. «No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú». Él nos ama a cada uno como si no hubiera nadie más a quien amar. Murió por cada uno de nosotros como si no hubiera habido nadie más por quien morir. Nos llama por nombre, se interesa por nosotros individualmente. ¡No tengas miedo, papá está aquí! Había un hombre joven que estaba felizmente casado con una hermosa mujer y tenía una niñita preciosa de unos tres años. Las dos eran el amor de su vida. De pronto el dolor invadió aquel hogar cuando la joven madre murió en un accidente de tránsito, y pareció que aquel hombre hubiese perdido para siempre la alegría de vivir. La noche después del funeral estaba poniendo a la niñita en la cama, abotonándole torpemente la bata, cuando de pronto se fue la luz. Imaginó que se había quemado un fusible en el sótano, y le dijo a la pequeña: «Papá volverá de inmediato. No te muevas de la cama y espérame hasta que regrese».
Pero como la niña tenía miedo de quedarse sola en la oscuridad, le imploró que la llevase con él, de modo que la tomó en brazos y fue con ella por los oscuros pasillos hasta la escalinata que bajaba al sótano. La pequeña permaneció acurrucada en sus brazos silenciosamente por un buen rato, pero al entrar en el sótano se aferró con fuerza a su cuello mientras decía: «¡Está muy oscuro aquí, pero no tengo miedo porque estoy con mi papi!» Un sollozo estremeció al hombre. Hundió el rostro en la cabellera de la niñita y se puso a llorar, al tiempo que decía: «Sí, mi amor, está muy oscuro. ¡Pero yo tampoco tengo miedo, porque mi Padre también está conmigo!» «Nunca te dejaré ni te abandonaré» (Hebreos 13:5b). Cómo maduran las uvas A Galileo, pionero astrónomo italiano, se lo recuerda por sus trabajos basados en la teoría de Copérnico que postulaba que el sol —no la tierra— era el centro de nuestro universo. Además fue el primer hombre en usar un telescopio para estudiar la esfera celeste. Un día alguien le preguntó como podía conciliar la enormidad del universo con la idea de que Dios vela por cada una de Sus criaturas. Su respuesta invita a la reflexión, pues a primera vista ni siquiera parece contestar al interrogante planteado. Replicó: «El sol, a cuyo alrededor giran todos esos planetas, es capaz de hacer madurar hasta el más pequeño racimo de uvas como si no tuviera otra cosa que atender en el universo». Nos toma de la mano. Nos toma en Sus brazos. ¡Siempre está a nuestro lado! Salmo 139:7-10. ¿A dónde me iré de Tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de Tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás Tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí Tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará Tu mano, y me asirá Tu diestra. Isaías 41:13. Yo el SEÑOR soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: «No temas, yo te ayudo». Isaías 42:6a. Yo el SEÑOR te he llamado en justicia, y te sostendré por la mano; te guardaré. Mateo 18:20. Porque donde están dos o tres congregados en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos.
Si tenemos a Jesús en el corazón y nos asimos de Su mano, nunca andamos solos. Si tienes a Jesús, siempre tendrás compañía y amor. Dondequiera que estés, estás en Sus manos y Él te cuidará. Jesús es lo único que nunca tendrás que renunciar, nunca tendrás que dejarlo atrás, nunca lo perderás. Puedes repartirlo todo lo que quieras, pero siempre lo tendrás. Siempre estará cerca. Las huellas en la arena Una noche un hombre tuvo un sueño. En él caminaba por una playa junto al Señor. En el cielo se veían reflejadas escenas de su vida. Ante cada escena veía en la arena dos pares de huellas, las de él y las del Señor. Luego de que pasara ante él la última escena de su sueño, se volvió a mirar las huellas en la arena. Notó que en muchas ocasiones, a lo largo de su vida, solo había un par de pisadas. Se dio cuenta de que había sucedido en los momentos más tristes y oscuros de su vida. Aquello lo turbó mucho, y le inquirió al Señor: «Señor, dijiste que una vez que decidiera seguirte, caminarías conmigo hasta el final. Sin embargo he notado que en los momentos más difíciles de mi vida sólo se ve la huella de dos pies. No entiendo por qué me abandonabas cuando más te necesitaba». El Señor le respondió: «Hijo, mi hijo querido; te amo. Jamás te abandonaría. En tus momentos de prueba y sufrimiento, cuando viste que solo había dos pisadas, era porque Yo te llevaba en brazos». Jesús escucha nuestro clamor y responde a nuestras plegarias Éxodo 22:27b. Cuando él clamare a mí, yo le oiré, porque soy misericordioso. 2 Samuel 22:7. En mi angustia invoqué al Señor, y clamé a mi Dios; Él oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó a sus oídos. Salmo 4:3. Sabed, pues, que el SEÑOR ha escogido al piadoso para sí; el SEÑOR oirá cuando yo a Él clamare. Salmo 55:17. Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y Él oirá mi voz. Salmo 66:19. Ciertamente me escuchó Dios; atendió a la voz de mi súplica. Salmo 102:19-20. Miró desde lo alto de Su santuario; el SEÑOR miró desde los cielos a la tierra, para oír el gemido de los presos, para soltar a los sentenciados a muerte.
Salmo 145:19. Cumplirá el deseo de los que le temen; oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará. Isaías 65:24. Antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído. El Señor no solo nos escucha, sino que también nos habla: Un Consejero Fiel Proverbios 8:17. Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan. Salmo 85:8a. Escucharé lo que hablará el Señor Dios; porque hablará paz a Su pueblo y a Sus santos. Contamos con un querido Amigo que está siempre dispuesto a escuchar lo que tengamos que decirle. Y no solo a escuchar; también está deseoso de respondernos. La intervención divina le salvó la vida En su juventud, Peter Marshall —por varios años fue capellán del Senado de los Estados Unidos—, pasó un verano trabajando en la aldea inglesa de Bamburgh, a 25 kilómetros al sudeste de la frontera con Escocia. Una noche muy oscura, mientras regresaba a pie a Bamburgh de un pueblo cercano, decidió tomar un atajo. Sabía que en aquella zona había una profunda cantera de piedra caliza que había sido abandonada, pero pensó que sería capaz de sortear el peligro. Así que emprendió camino a campo traviesa. No había una sola estrella en el cielo y la noche estaba oscura como boca de lobo. Para colmo, el aullido del viento daba a aquello un aire inquietante. De golpe oyó que alguien lo llamaba: «¡Peter!» La voz tenía tono de urgencia. Se detuvo. «¿Sí? ¿Quién es? ¿Qué quiere?» Prestó atención por un momento pero solo escuchó el soplido del viento. Pensando que había sido sugestión suya, dio unos pasos más. Entonces la escuchó con tono aún más urgente: «¡Peter!» Esta vez se detuvo en seco y trató de penetrar la oscuridad con la mirada, pero tropezó y cayó de rodillas. Extendió la mano para apoyarse pero se dio cuenta de que no había nada allí. Con cautela palpó al suelo a su alrededor en semicírculo y descubrió que estaba sobre el borde mismo de la cantera abandonada. Un paso más y se habría precipitado hasta la muerte. Peter Marshall nunca olvidó aquella voz. Y en su corazón no había duda alguna de su procedencia.
El lápiz de la Sra. Theo Hill Era un frío día de invierno en Carolina del Sur, pero yo estaba ocupada —y calentita— dentro de la casa donde había vivido sola los últimos 15 años. Necesitaba papel de envolver así que bajé la escalera plegable y me dispuse a subir al desván . En aquel momento tenia 81 años. En el instante en que sentí el aire helado del desván me di cuenta de que debí haberme puesto un abrigo. Pero opté por darme prisa. Para que no se me enfriara la casa, cerré la puerta del ático detrás de mí. Escuché un ruidito y enseguida supe que me había quedado encerrada. La puerta no tenía manilla; se la había sacado para reemplazar una abajo. Y no había nadie más en casa. El frío me calaba hasta los huesos. Me envolví en una manta para dejar de tiritar y miré por la ventana del ático. No había ningún vecino a la vista. De todos modos la ventana estaba trancada de tantos años que no se había usado. Pasó un hora ... y otra. «Dios mío, envía a mis hijos a ayudarme». Sabía que aquella plegaria era poco realista pues no esperaba la visita de ninguno de mis cuatro hijos. A mis pies yacía una pila amarillenta de papeles que mi hijo, Billy, había usado en el colegio. Sobre la misma había un viejo lápiz. Lo tomé pensando en las horas que Billy lo habría tenido en la mano. Una vez más recé pidiendo ayuda. Enseguida me vino una voz clara y sonora como cualquiera que haya escuchado antes. La voz me preguntó: «¿Qué es lo que tienes en la mano?» Observé el lápiz y mi mirada cayó no sobre la punta de la mina, sino sobre el extremo metálico que sujetaba la goma. Estaba achatado, sin duda por haberlo mordido Billy mientras trataba de dilucidar un ejercicio matemático. Me dirigí a la puerta e inserté el extremo del lápiz en la cerradura. Lo giré y se destrabó el cerrojo. Así abrí la puerta. Él lleva nuestras cargas Nehemías 4:20b. Nuestro Dios peleará por nosotros. Isaías 41:17. Los afligidos y menesterosos buscan las aguas, y no las hay; seca está de sed su lengua; Yo el Señor los oiré, Yo el Dios de Israel no los desampararé. Lucas 5:15. Su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades. Mateo 11:28-30. Venid a Mí todos los que estáis trabajados y cargados, y Yo os haré descansar. Llevad Mi yugo sobre vosotros, y aprended de
Mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque Mi yugo es fácil, y ligera Mi carga. Testimonio de lo que sucede cuando no dejamos de aferrarnos a Jesús De Joyce, Filipinas Un día muy caluroso, mi hijo y yo entramos a una tienda a comprar agua envasada y él le dio a la vendedora un ejemplar del folleto Con cariño para ti. —¿Dios me ama a mí? —preguntó la chica con tono de tristeza. —¡Claro que sí! —le respondimos—. Cualesquiera que sean nuestras dificultades o por pesadas que sean nuestras cargas, ¡Dios nos ama de todos modos! Es más, nos ama tanto que envió a Su Hijo, Jesús, a ayudarnos. En nuestros momentos más difíciles Jesús nos lleva en brazos y no nos suelta. Somos nosotros los que a veces nos soltamos. En eso, la vendedora —que además resultó ser la dueña del local— comenzó a contarnos sus problemas. Su marido había fallecido recientemente y ella había quedado endeudada. Para colmo, acaba de recibir una notificación de la Municipalidad avisándole que todos los comercios de esa zona serían demolidos. —¿Qué voy a hacer? —preguntó—. Esta tienda es mi única fuente de ingresos. Para cuando terminamos nuestra conversación, había decidido presentar su situación en la oficina del alcalde. Oramos por ella y nos despedimos con estas palabras: «¡No dejes de aferrarte a Jesús! ¡Pase lo que pase, no te sueltes de Él!» Cinco días más tarde pasamos por ahí a saludarla y ver cómo le iba. Apenas nos vio, se le iluminó el rostro y se disculpó con los clientes a los que estaba atendiendo. —¡El Señor respondió sus oraciones —nos dijo emocionada—. ¡Podré conservar mi tienda! El primer funcionario con quien hablé me dijo que no podía hacer nada, pero las palabras que ustedes me dijeron —«no dejes de aferrarte a Jesús»— no dejaban de resonarme en los oídos. Eso afirmó mi determinación. ¡Apelé a funcionarios de mayor jerarquía y me aceptaron la solicitud! Jesús nos consuela Isaías 30:19b. Nunca más llorarás; el que tiene misericordia se apiadará de ti; al oír la voz de tu clamor te responderá. Salmo 119:50. Ella es mi consuelo en mi aflicción, porque Tu dicho me ha vivificado. Isaías 40:1. «Consolaos, consolaos, pueblo mío», dice vuestro Dios.
Isaías 66:13a. Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré Yo a vosotros. Mateo 9:22. Jesús, volviéndose y mirándola, dijo: «Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado». Y la mujer fue salva desde aquella hora. 2 Corintios 1:4. El cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. Juan 14:1. No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en Mí. Rezando a su lado Sam Nix Hace poco conocí en Corea del Sur a la Sra. Kyong Cha Lee, una mujer que sufrió una pérdida terrible. Al igual que muchas casas antiguas de Corea, la de la Sra. Lee se calienta por medio de unas briquetas de carbón que se colocan debajo del suelo. Durante una temporada de frío que se produjo la última primavera, aquel primitivo sistema de calefacción funcionó mal y emitió gases tóxicos de monóxido de carbono por toda la casa. La Sra. Lee casi perdió la vida. Estuvo en coma en el hospital durante varios días. Sus familiares permanecían a su lado. Cuando finalmente salió del coma ellos estaban tan apenados que no se atrevían a decirle cuánto había perdido. Sin embargo, ella los dejó perplejos cuando les contó que ya sabía que sus dos hijos habían fallecido en la tragedia. —El médico que vino a cuidarme me lo dijo —explicó ella. —¿Cuál médico? —le preguntaron. —El médico que rezó a mi lado y me prometió que Dios velaría por mí. Le aseguraron que no había habido tal médico y que ellos habían estado con ella en todo momento. Le dijeron que lo del médico debió de haber sido un sueño. Cuando dieron de alta a la Sra. Lee, salía por el pasillo del hospital cuando observó un retrato que había colgado en la pared del hall de entrada. —Ese —dijo ella—, ese es el médico que vino a mi lecho. ¿Cómo se llama? —Jesucristo —le respondieron.
Nos infunde fuerzas. Podemos contar con Su ayuda. Éxodo 15:2. El SEÑOR es mi fortaleza y mi cántico, y ha sido mi salvación. Este es mi Dios, y lo alabaré; Dios de mi padre, y lo enalteceré. 2 Samuel 22:33. Dios es el que me ciñe de fuerza, y quien despeja mi camino. Salmo 28:7a. El SEÑOR es mi fortaleza y mi escudo; en Él confió mi corazón, y fui ayudado. Salmo 37:39. La salvación de los justos es del Señor, y Él es su fortaleza en el tiempo de la angustia. Isaías 25:4. Fuiste fortaleza al pobre, fortaleza al menesteroso en su aflicción, refugio contra el turbión, sombra contra el calor; porque el ímpetu de los violentos es como turbión contra el muro. Isaías 40:29-31. Él da vigor al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan al SEÑOR tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán. Daniel 11:32b. El pueblo que conoce a su Dios será fuerte y hará hazañas. 2 Corintios 12:9-10. Me ha dicho: «Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad». Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. ¡Confía en Él! Un hombre se deslizó dentro de un pozo con una cuerda suponiendo que la misma sería lo bastante larga, pero quedó consternado al llegar a la punta de la cuerda y ver que sus pies no lograban tocar el fondo del pozo. Trató en vano de volver a trepar por la cuerda y no se atrevía a soltarse por temor a romperse los huesos. Se aferró lo más que pudo pero cuando el cansancio venció sus brazos, soltó la cuerda. Cayó… ¡apenas diez centímetros!
Salta a Sus brazos Con el fin de explicar cabalmente la fe, Spurgeon empleaba el siguiente ejemplo: Supongamos que hay un incendio en el tercer piso de una casa y un niño se encuentra atrapado allí. Un hombre corpulento y fuerte se encuentra parado debajo de la ventana por donde aparece el rostro del niño, y le grita: «¡Salta! ¡Te atraparé en mis brazos!» Spurgeon decía: «La fe consiste primero en saber que hay un hombre allí; en segundo término, en creer que es un hombre fuerte; pero la esencia de la fe consiste en confiar en él completamente y saltar en sus brazos». Lo mismo se aplica al pecador y a Cristo. (Hechos 16: 30, 31.) ¡Él te sostendrá! Algunos se parecen al tipo que cruzaba a gatas el río Ohio, que estaba congelado, temiendo que se resquebrajaría el hielo y se ahogaría, cuando de repente vio pasar con toda confianza sobre el mismo el hielo a un par de robustos caballos ¡tirando de un pesado cargamento de lingotes de hierro! ¡Él puede con cualquier peso que ustedes quieran imponerle! En Jesús hallamos paz Salmo 29:11. El SEÑOR dará poder a Su pueblo; el Señor bendecirá a Su pueblo con paz. Isaías 26:3. Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. Juan 14:27. La paz os dejo, Mi paz os doy; Yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. Filipenses 4:7. La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Salmo 55:22. Echa sobre el SEÑOR tu carga, y Él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo. Hebreos 4:9. Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios.
¡Sin llamar siquiera a la puerta! Olga Kristensen, que vivió cuarenta años como misionera en la China, contó la siguiente anécdota: «Hacia el final de mi estadía, aparte de las mujeres que vivían en aquel puesto misionero, habíamos alojado a unos ochenta refugiados. Una
noche oímos que se acercaban bandoleros. Se escuchaban tiros al final de la calle. Todos sabíamos que si nadie intervenía, los asesinatos y la tragedia eran inminentes. Fui a mi aposento y le pedí al Señor unas palabras que me dieran serenidad a mí y a los que estaban conmigo. Mi alma atormentada encontró entonces un pasaje que había leído en muchas otras oportunidades, pero que recién entonces cobró verdadero sentido para mí: “Cuando te acuestes, no tendrás temor, sino que te acostarás y tu sueño será grato. No tendrás temor de pavor repentino, ni de la ruina de los impíos cuando viniere”. ¿Qué mejor mensaje que ése? Se lo comuniqué a los demás, y les dije que se fueran a descansar. Cuando me fui a la cama tuve la tentación de acostarme vestida, pero luego de una pequeña lucha interna, me desvestí, me acosté y me dormí profundamente. Al día siguiente los muertos estaban tendidos por todos los alrededores. Había habido violencia y asesinatos, pero nadie se había acercado siquiera a nuestra puerta». El que rige el pasado, el futuro y el presente Oliver Cromwell envió a su secretario a Europa con una misión importante. El hombre pasó la noche en un pueblo costero dando vueltas en la cama sin poder dormir. Era una vieja costumbre que un sirviente durmiera en la misma habitación, y en esta ocasión el sirviente dormía profundamente. Al cabo de un rato, el secretario despertó a su sirviente y éste le preguntó por qué era que su amo no podía dormir. —Temo que algo resulte mal en nuestra misión diplomática, fue la respuesta. —Mi señor —dijo el sirviente—, ¿puedo preguntarle algo? —Por supuesto. —¿Gobernaba Dios el mundo antes de que naciéramos? —Claro que sí. —¿Y lo gobernará después que hayamos muerto? —Naturalmente. —Entonces, mi señor, ¿por qué no deja usted que gobierne también el presente? El secretario recobró la fe y la paz, y en pocos minutos él y su sirviente estaban profundamente dormidos.
Provee para nuestras necesidades Juan 14:13-14. Todo lo que pidiereis al Padre en Mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en Mi nombre, Yo lo haré. Salmo 37:4. Deléitate asimismo en el SEÑOR, y Él te concederá los deseos de tu corazón. Filipenses 4:19. Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Mateo 6:33. Buscad primeramente el Reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. El petirrojo predicador Martín Lutero dijo en cierta ocasión: «Hay un predicador a quien amo más que a ningún otro en el mundo, es mi pequeño petirrojo, que me predica día a día. Suelo colocar migajas en la cornisa de mi ventana, especialmente a la noche. El petirrojo viene a recogerlas y se lleva lo suficiente para satisfacer su necesidad. Luego, levanta vuelo hasta un arbolito cercano donde entona cánticos de alabanza y gratitud a Dios, para después ocultar su cabecita bajo el ala, dormirse plácidamente y dejar que el mañana se resuelva por sí solo. Él es el mejor predicador que hay en el mundo». Nos da soluciones a nuestros problemas 1 Pedro 5:7. Echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros. Cualesquiera que sean nuestros problemas, Jesús tiene la solución. Si encomendamos nuestra vida en Sus manos, Él nos cuida y nos ayuda a lidiar con cualquier problema que tengamos. Es capaz de ayudarnos a sobrellevarlo, hacérnoslo más fácil y brindarnos al apoyo, el consuelo y la amistad que necesitamos. Jesús vela por nosotros y nos ama muchísimo. Él ve y entiende lo que padecemos. Su Palabra dice que Él cuida de nosotros y que podemos echar nuestra carga sobre Él. Si le encomendamos nuestros problemas a Jesús, Él se hará cargo de nosotros y nos dará el consuelo y las soluciones que necesitemos. Naturalmente, el Señor no disipa instantánea y automáticamente todos y cada uno de nuestros problemas en cuanto nos salvamos, y eso no significa que nunca más tendremos dificultades, sino que el Señor nos ayuda con ellas y
nos facilita su solución o nos las hace más llevaderas. Además, sí disipa algunas de ellas totalmente y nos libra por completo de ellas. Sin embargo, hay otras contrariedades que Él sabe que nos hacen bien por un motivo u otro, y nos concede la gracia, la paciencia y el amor para sobrellevarlas. Es como tener un sabio consejero a quien acudir con nuestros problemas. No es que el consejero pueda hacer desaparecer todos los problemas en un santiamén, pero sí puede brindarnos su ayuda, sus consejos y su experiencia, los cuales podemos emplear para hacer que todo resulte mejor y más fácil. En lo que atañe al Señor, sabemos que gran parte de Su ayuda es sobrenatural. Él hace mucho por nosotros por medios sobrenaturales. Pero se trata de una relación, un trabajo en equipo, y normalmente hay algo que nos toca hacer a nosotros. Tenemos que colaborar con Él. Tenemos que atenernos a Sus reglas de juego y llevar a cabo ciertos procedimientos para que Él obre en nuestra vida. Ya hablaremos más en una clase posterior acerca de cómo encarar problemas, dificultades y lo retos que nos presenta la vida, pero por el momento queremos concentrarnos en el principio de que Jesús es nuestro Buen Amigo, que por amor quiere ayudarnos a resolver cualquier problema que enfrentemos. Él quiere que seamos felices 2 Crónicas 9:7. Bienaventurados tus hombres, y dichosos estos siervos tuyos que están siempre delante de ti, y oyen tu sabiduría. Nehemías 8:10b. El gozo del Señor es vuestra fuerza. Juan 10:10b. Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Juan 16:24. Hasta ahora nada habéis pedido en Mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido. Salmo 144:15. Bienaventurado el pueblo que tiene esto; bienaventurado el pueblo cuyo Dios es el SEÑOR. Salmo 19:8a. Los mandamientos del Señor son rectos, que alegran el corazón. Lucas 10:20b. Regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos. Juan 15:10-11. Si guardareis Mis mandamientos, permaneceréis en Mi amor; así como Yo he guardado los mandamientos de Mi Padre, y permanezco en Su amor. Estas cosas os he hablado, para que Mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. Salmo 100:1-2. Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. Servid al SEÑOR con alegría; venid ante Su presencia con regocijo.
Jesús hace que todo redunde en nuestro beneficio Romanos 8:28. Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a Su propósito son llamados. El Señor nos ama y hace que las circunstancias que se presentan en nuestro camino para nuestro beneficio, aunque no siempre resulten fáciles de identificar como «buenas». Pan que parece una piedra La forma en que el Señor responde a nuestras plegarias es infinitamente perfecta, y demuestra que en muchos casos en que pedimos una piedra que parece pan, Él nos concede pan, que a causa de nuestra miopía, parece una piedra. Lucas 11:11: ¿Y quién de vosotros, siendo padre, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? La ostra Una ostra del fondo del mar abrió su concha de par en par para dejar entrar el agua refrescante. Mientras pasaba el agua, las branquias recogían alimento y lo enviaban al estómago. De pronto, pasó por allí un inmenso pez, y de un coletazo levantó una nube de arena. ¡Arena! ¡Qué poca gracia le hacía la arena a la ostra! Era tan áspera que le amargaba la vida y le producía gran incomodidad. ¡Qué mal lo pasaba cada vez que entraba un poco de arena en su interior! La ostra se apresuró a cerrar la concha de golpe, pero ya era tarde. Un molesto granito de arena había logrado introducirse entre su cuerpo y la concha. ¡Cómo fastidiaba a la ostra aquel granito de arena! Pero casi al instante, unas glándulas con las que Dios la había dotado se activaron y comenzaron a envolver el incómodo granito de arena con una sustancia preciosa, suave, anacarada. Año tras año, la ostra añadía más capas de aquella sustancia al granito de arena, hasta que terminó produciendo una hermosa perla reluciente, de gran valor. A veces nuestros problemas y defectos son en cierta forma como ese granito de arena. Nos irritan y no nos explicamos por qué los tenemos y por qué nos producen tanta molestia e incomodidad. Sin embargo, si permitimos que Dios obre en nuestra vida, Su gracia comienza a obrar milagros con nuestros problemas y flaquezas. Nos volvemos más humildes, más sumisos, oramos con más fervor, estrechamos nuestra
relación con el Señor, obramos con más acierto y aprendemos a hacer frente a las contrariedades con mayor eficacia. Dios escribe derecho con renglones torcidos, y no tarda en transformar los toscos granos de arena que nos trae la vida en valiosas perlas de entereza, que llegan a ser fuente de esperanza y contribuyen a levantar el ánimo de muchas otras personas. El incendio que les salvó la vida Una fría mañana de invierno, una flota pesquera zarpó de una pequeña ensenada de la costa oriental de Newfoundland. Por la tarde se abatió sobre la misma una fuerte tempestad. Al caer la noche, ni un solo barco de la flota había logrado regresar a puerto. Toda la noche, madres, niños y novias recorrieron las playas azotadas por el viento retorciéndose las manos e implorando a Dios que salvara a sus seres queridos que se habían extraviado. Para colmo de males, una de las cabañas se había incendiado. Dado que no había hombres en la aldea, resultó imposible apagar el fuego y salvarla. Al despuntar el alba, con gran alegría para todos, toda la flota regresó a puerto sana y salva. Sin embargo, había un rostro cuya expresión era de desesperanza: el de la esposa del hombre cuya cabaña había sido destruida por las llamas. Al encontrarse con su marido en el muelle, exclamó: «¡Cariño, estamos arruinados! ¡Nuestro hogar y todo lo que en él había fue destruido por el fuego! Pero se quedó atónita ante la respuesta del hombre: «¡Gracias a Dios por ese fuego! Fue la luz de nuestra cabaña en llamas la que guió a toda la flota de vuelta a puerto seguro!» Por medio de Jesús alcanzamos el perdón Salmo 103:8-12. Misericordioso y clemente es el SEÑOR; lento para la ira, y grande en misericordia. No contenderá para siempre, ni para siempre guardará el enojo. No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados. Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció Su misericordia sobre los que le temen. Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones. Salmo 86:5. Tú, SEÑOR, eres bueno y perdonador, y grande en misericordia para con todos los que te invocan. Salmo 130:3-4. SEÑOR, si mirares a los pecados, ¿quién, oh Señor, podrá mantenerse? Pero en Ti hay perdón, para que seas reverenciado.
Lamentaciones 3:22-23. Por la misericordia del SEÑOR no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. Efesios 1:7. En quien tenemos redención por Su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de Su gracia, I Juan 1:9. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. I Juan 2:12. Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por Su nombre. ¡Vino a salvarnos y a darnos vida eterna! Juan 3:16-17. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a Su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él. ¡El don de amor mayor que Dios nos ha legado es Jesús! Y Jesús tuvo una medida suficiente de amor por nosotros como para abandonar Su hogar en el Cielo y venir a la tierra con una misión de Su Padre Celestial: vivir, amar y morir por la humanidad. Dejó atrás los esplendores del Cielo para sufrir una muerte cruel a manos de hombres perversos. ¿Para qué? Para que nosotros pudiéramos ser salvos. Dios sabe que ninguno de nosotros puede ganarse el Cielo merced a nuestra propia bondad. Es únicamente gracias al sacrificio que Jesús hizo por nosotros que obtenemos la salvación, la bendición de pasar el resto de la eternidad en el Cielo con el Creador del Amor. ¡Jesús dejó el Cielo por causa de nosotros! Jesús abandonó los palacios del Cielo por causa de nosotros. Renunció temporalmente a los derechos que le otorgaba su ciudadanía en el Cielo y se hizo morador de este mundo. Aunque era rico, se hizo pobre por causa nuestra, para que por medio de Su pobreza, nosotros nos hiciéramos ricos. Era humano. Se cansaba, le daba hambre, se fatigaba. Estaba sujeto a todas esas cosas igual que lo estamos nosotros —aunque sin pecado— a fin de convertirse en un buen Sumo Sacerdote, de tener compasión de nosotros, de saber cómo nos sentimos cuando nos duelen los pies, cuando estamos agotados, cuando no damos más. Dios envió a Jesús en forma humana a fin de manifestarnos más patentemente Su amor y comunicarse con nosotros al humilde nivel de nuestra comprensión humana y tener más misericordia y paciencia con nosotros que Dios mismo. ¿Qué les parece?
La Biblia dice: «Él conoce nuestra condición, sabe que somos polvo», porque Él mismo tomó nuestra forma, padeció en ella y murió en ella por nuestro bien. Se bajó a nuestro nivel para poder subirnos al Suyo. ¡Qué milagro! Todo por causa nuestra. Hebreos 4:15. No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Salmo 103:14. Él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo. Su amor es inmutable y perenne Mateo 28:20b. «He aquí, Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo». Amén. Judas 1:24-25. Y a Aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de Su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén. Contamos con Alguien en quien podemos confiar a ciegas, eternamente seguros y convencidos de que no tenemos de qué preocuparnos. Él va a resolver todos los problemas, cubrir todas las necesidades y mantenernos a salvo dondequiera que estemos y sea lo que fuere que estemos haciendo. ¡Así que aférrense al Señor! Malaquías 3:6a. Porque yo el SEÑOR no cambio. Hebreos 13:5b. [Estad] contentos con lo que tenéis ahora; porque Él dijo: «No te desampararé, ni te dejaré». Hebreos 13:8. Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. ¡Alabado sea el Señor! Él es el mismo ayer y hoy. Él permanece fiel, siempre podemos confiar en él, siempre está presente, siempre resuelve nuestros problemas y cubre nuestras necesidades.
Juan capítulo 14 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas mansiones hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho. Voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo; para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. Felipe le dijo: Señor, muéstranos al Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y aún no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo de mí mismo; sino que el Padre que mora en mí, Él hace las obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras. De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, las obras que yo hago él también las hará; y mayores que éstas hará, porque yo voy a mi Padre. Y todo lo que pidiereis en mi nombre, esto haré; para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré. Si me amáis, guardad mis mandamientos; y yo rogaré al Padre, y Él os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre; el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis; porque mora con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros. El que tiene mis mandamientos, y los guarda, éste es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.
Judas le dijo (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo? Respondió Jesús y le dijo: Si alguno me ama, mis palabras guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos con él morada. El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió. Estas cosas os he hablado estando con vosotros. Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no como el mundo la da, yo os la doy. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. Habéis oído que yo os he dicho: Voy, y vengo a vosotros. Si me amarais, os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre; porque mi Padre mayor es que yo. Y ahora os lo he dicho antes que acontezca, para que cuando acontezca, creáis. Ya no hablaré mucho con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo; y no tiene nada en mí. Mas para que el mundo conozca que yo amo al Padre, y como el Padre me dio mandamiento, así hago. Levantaos, vámonos de aquí. Juan capítulo 15 Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quita; y todo aquel que lleva fruto, lo limpia, para que lleve más fruto. Ya vosotros sois limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto de sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque sin mí nada podéis hacer. Si alguno no permanece en mí, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis todo lo que quisiereis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; como también yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. Éste es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; mas os he llamado amigos, porque os he dado a conocer todas las cosas que he oído de mi Padre. No me elegisteis vosotros a mí; sino que yo os elegí a vosotros; y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre; Él os lo dé. Esto os mando: Que os améis unos a otros. Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me aborreció antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; mas porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que yo os dije: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. Pero todo esto os harán por causa de mi nombre; porque no conocen al que me envió. Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado, pero ahora no tienen excusa de su pecado. El que me aborrece, también a mi Padre aborrece. Si yo no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora también ellos las han visto, y nos han aborrecido a mí y a mi Padre. Pero esto es para que se cumpla la palabra que está escrita en su ley: Sin causa me aborrecieron. Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad que procede del Padre, Él dará testimonio de mí. Y vosotros también daréis testimonio, porque habéis estado conmigo desde el principio.
12 Piedras Fundamentales – Suplemento de apuntes para la clase 8A
El amor de Jesús El mayor amor de todos, 1ª parte Objetivo: Estrechar nuestra relación con Jesús y conocer Su amor y salvación.
Versículos clave Romanos 8:38-39. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. Juan 15:14. Vosotros sois Mis amigos, si hacéis lo que Yo os mando. Lecturas recomendadas de la Biblia -5, Juan 14 y 15
Otras lecturas recomendadas De Jesús con cariño (publicación de Aurora)
PLEGARIA Y ALABANZA: «MI ALMA TIENE SED» Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por Ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, mientras me dicen todos los días: «¿Dónde está tu Dios?» Me acuerdo de estas cosas, y derramo mi alma dentro de mí; de cómo yo fui con la multitud, y la conduje hasta la casa de Dios, entre voces de alegría y de alabanza del pueblo en fiesta. ¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas
dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío. (Salmo 42:1-5.)
MEDITACIÓN: SOBRE LLEGAR A CONOCER A JESÚS ÍNTIMAMENTE
Dios creó a Jesús para darnos a conocer cómo es Él y qué aspecto tiene, por así decirlo. Para el hombre es excesivamente difícil captar a cabalidad el concepto de Dios. Él es espíritu y no podemos verlo, no podemos palparlo, no sabemos dónde está. Dios se halla en todos lados. Es omnipotente, omnisciente y omnipresente. Está en todo, alrededor de todo y por todas partes. Por eso tuvo que mostrarnos cómo es creando a Su Hijo en figura humana. Es estupendo conocer personalmente a Jesús, al propio Hijo de Dios. Llegar a conocer íntimamente a alguien es algo que se da por etapas. Primero quizá nos hablan de él; luego nos lo describen, nos dicen cómo es, qué representa, y finalmente, quién es. Luego nos conocemos mutuamente cuando nos presentan, él nos recibe a nosotros y nosotros a él. Después de que nos lo han presentado, sigue un período en que llegamos a conocerlo más personalmente y con el paso del tiempo llegamos a cultivar una relación muy íntima con él que no depende de lo que hayamos oído decir ni sabido de él por boca de terceros. A esas alturas ya no es necesario que empleemos apelativos o títulos para dirigirnos a él, sino que lo llamamos por su nombre de pila, el que usan sus amigos. Hemos cultivado una relación personal con él y se ha vuelto nuestro amigo íntimo. Lo mismo sucede para llegar a conocer íntimamente a Jesús: Primero oímos hablar de Él, luego lo conocemos y, con el correr del tiempo, llegamos a conocerlo íntimamente y a amarlo. ¿Recuerdan a los samaritanos que oyeron hablar de Jesús por primera vez a raíz de lo que les contó la mujer que lo conoció junto al pozo en las afueras de la ciudad? [Juan 4:5-42.] Inicialmente supieron de Él por todas las cosas estupendas que les refirió ella. Pero después que lo conocieron personalmente, le dijeron a la mujer: «Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo» (Juan.4:42).
CONOCIMIENTOS DE LA BIBLIA: LAS EPÍSTOLAS (CARTAS) DE PABLO (1ª PARTE) El apóstol Pablo —también llamado Saulo— era oriundo de Tarso, la principal ciudad de la provincia romana de Cilicia, en lo que hoy en día es la región meridional de Turquía. Era miembro de la secta más ortodoxa de los judíos: los fariseos. Dado que Tarso era una ciudad libre dentro del Imperio Romano, también era ciudadano romano. Saulo había estudiado en Jerusalén con el Rabí Gamaliel. Después del derramamiento del Espíritu Santo, la joven iglesia comenzó a divulgar activamente el Evangelio. El antagonismo judío creció. Por esa época es posible que Pablo fuera miembro del gran Sanedrín y se volvió uno de los principales instigadores de la furiosa persecución desatada por los dirigentes para exterminar el cristianismo. Sin embargo, el objetivo de dicha persecución no se cumplió. «Los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio». Lleno de ira al enterarse de que los cristianos se habían refugiado en Damasco, obtuvo del sacerdote principal cartas que lo autorizaran a dirigirse allí con el objeto de apresarlos. Era un viaje de unos 130 kilómetros. Estaba por sobrevenirle la crisis de su vida. Estando ya muy cerca de Damasco, mientras él y sus compañeros cabalgaban en pleno mediodía, de golpe los rodeó una luz muy brillante. Saulo quedó postrado en suelo muerto de miedo mientras oía una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» Ante la acuciosa pregunta del derribado perseguidor — «¿Quién eres, Señor?»—, la voz respondió: «Soy Jesús, a Quien tú persigues» (Hechos 9:4-5). En ese preciso momento tuvo lugar la conversión de Pablo. El celo con que había perseguido a la iglesia se tradujo en celo por Jesús, a quien Pablo sirvió fielmente el resto de sus días. Se convirtió en uno de los dirigentes más importantes de los albores de la iglesia. Fue detenido y encarcelado por autoridades romanas, quienes luego lo pusieron en libertad y lo volvieron a apresar. Finalmente lo ejecutaron alrededor del año 66 d. de C. La historia de Pablo nos enseña con palmaria belleza el amor de Dios. Es impresionante hasta qué extremos fue el Altísimo para demostrar Su amor a Pablo. Lo tumbó de su caballo, lo cegó temporalmente, se le apareció en persona y le habló. ¡Todo eso antes que el futuro apóstol se dispusiera a creer! Pablo ya sabía de Jesús y sin duda había oído todas Sus enseñanzas. Pese a ello, se dedicaba a perseguir a los cristianos y no ocultaba su odio por el Señor. Sin embargo, ¡encontró la salvación y su vida se transformó radicalmente!
Suplemento
REFLEXIONES: «¡TUYO ES MI CORAZÓN!» Extractos de un mensaje de Jesús ¡Lo nuestro fue un amor a primera vista! Cuando te vi por vez primera, en el momento en que fue creado tu ser, quedé prendado de ti, ¡de ti en particular! Quedé locamente enamorado de ti. No me enamoré de las multitudes, sino de ti en particular, de tu persona. Mi Amor es tan único, tan singular, me embarga a tal extremo, que no podía soportar la idea de apartarme de ti. Sabía que tendrías que salir a cumplir tu misión, tu razón de ser, el plan para el que se te creó. A pesar de ello, la idea de no tenerte junto a Mí prácticamente escapaba a Mi comprensión. La idea de perderte, así fuera por breve tiempo, me partía el corazón. Busqué un modo de garantizar que retornarías sin sufrir daño alguno, porque no podía soportar la idea de quedarme sin tan valioso tesoro, de perder un amor tan profundo. Fue en ese momento cuando, con gran precisión, lentamente, con suavidad y una ternura extrema estampé Mi sello en tu corazón. Con la mayor agilidad, acaricié con cariño tu corazón y preparé en él un rincón especial; creé un vacío, un hueco que sólo Yo podía llenar. --No sólo puse Mi sello en tu interior para garantizar que volverías a salvo. Sabía que también te sostendría a lo largo de la travesía. Sabía que cuando descubrieras esa prueba de Amor, sería tu guía, tu fuente de inspiración, tu motivación para regresar. Por esa razón te creé con ese vacío que sólo Yo puedo llenar. Así aseguro que retornarás a salvo: portando Mi sello en tu corazón. De esa manera te doy seguridad de que no te extraviarás en tu viaje por la vida y de que encontrarás el camino a Casa, el camino de retorno a Mis brazos. Tal es Mi consuelo: saber que un día regresarás para volver a disfrutar plenamente de nuestra felicidad y dicha celestial, sin límites; ¡de los goces que compartimos desde el comienzo de los tiempos! Ninguna otra cosa podrá satisfacer jamás ese deseo, aliviar ese punto sensible, pues fue hecho para Mí, tu Amante por encima de todo amante. Todo eso lo he creado en prenda del inmenso amor que abrigo por ti. --Mientras Yo padecía, bregaba, derramaba Mi sangre y expiraba por ti, me sostenía el gran amor que te tengo. De lo contrario no habría sido capaz de aguantar el dolor, la angustia, el pesar, el quebranto de corazón, el horror de la muerte y de fallecer solo. No obstante, por ti valió la pena hacerlo, ¡sólo
por ti! Es que te amo, y pensar en ti era Mi fuerza impulsora; fue lo que me guardó y me infundió esperanza. Mientras me fustigaban los látigos de Pilato, cada golpe me hacía ver tu rostro: así cobraba fuerzas. Mientras los soldados me escupían, se mofaban de Mí y me encasquetaban en la cabeza una corona de espinas, no veía otra cosa que la luz de tu sonrisa: ella me daba ánimos para aguantar. Mientras portaba la cruz por las calles, y cuando caí de rodillas, debilitado y agotado por el peso, la vista se me nublaba. Con todo, en ese momento no podía pensar en otra cosa que en lo mucho que te amo: en ello hallaba las fuerzas para continuar. Mientras pendía vergonzosamente de la cruz padeciendo dolor y me invadía el sabor de la derrota, logré sobreponerme al recordar que mediante aquella muerte despertaría para gozar de tu amor por la eternidad. Fuiste tú, Mi amor, y nadie más que tú, quien me infundió fuerzas para seguir: Mi Amor por ti, Mi desvelo por ti, Mi deseo de ti. --¡Te amo desde la eternidad y hasta la eternidad con amor ardiente! ¡Así de grande es este idilio, el Amor que te tengo! Y esa simiente de amor que he sembrado en lo más hondo de tu corazón, en ese punto sensible, la puse ahí para sostenerte en tu viaje por la vida, para que tú también halles fuerzas, fe y esperanzas para persistir. Puse Mi sello en cada ser humano para que sepa cuán personal, cuán individualizado es el amor que le tengo a él en particular. --Pon Mi Amor a prueba cuando te embargue la soledad. Cuando te parezca que nadie se preocupa por ti y que no puedes encontrar amor, será el momento de reposar, de echarte en Mis brazos y encontrar ahí la paz. Cuando te desalientes y te consideres un desastre espantoso, pon los ojos en Mi espléndida faz y contempla Mi sonrisa. ¡Recuerda que te amo tal cual eres! Cuando te desasosiegues o te contraríes, acude a Mí. Seré tu compañero ideal. Si crees que nadie podría entender las tribulaciones y las pruebas que atraviesas, no es cierto; Yo siempre te comprendo. Tengo gran interés por saber de ellas. Anhelo remediarlas. Es entonces cuando debes acudir a Mí, acurrucarte estrechamente en Mis fuertes brazos y contarme los problemas, las cargas, los pesares y las desazones. Ya verás cómo te doy soluciones que harán desaparecer todos esos sinsabores. Cuando te sientas débil, Yo seré fuerte por Ti. Cuando te agobie la confusión, te daré paz. Cuando te asalte el temor, confortaré tu corazón. Cuando dudes, te daré fe. Cuando te oprima la tensión, te daré alivio. Cuando te sientas perdido, me encontrarás ahí mismo. Cuando te consideres inútil, te daré una meta. Cuando te invada la angustia, te daré alegría. Cuando te falte confianza, Yo seré tranquilidad para ti. Cuando te sientas aturdido y
desorientado, Yo te daré claridad. Cuando todo te parezca lúgubre y tormentoso, resplandeceré para ti como una luz. --Cuando precises orientación, Yo te guiaré, Yo iluminaré tu camino. Cuando te haga falta una pausa y desees tomarte un tiempo de esparcimiento, seré tu fuente de risa. Cuando necesites una brisa fresca, Yo seré el leve viento que sople en tus cabellos. Cuanto te embargue el agotamiento, en Mí hallarás reposo. Cuando eches en falta una ayuda especial, allí estaré para estimularte con Mi ardor. Aun cuando no sientas nada, si te encuentras indiferente, deprimido, insignificante o abatido, en esas horas de soledad y de ofuscación en que no tienes nada claro, si guardas silencio y reposas en Mis brazos, despejaré una vez más el cielo encima de ti. Haré muchas cosas para manifestarte Mi Amor, para comunicarte que Yo y sólo Yo te amo a ti en particular y tal como eres. En cualquier lugar, en cualquier momento, a toda hora, a cada instante del día o de la noche, estaré presente para manifestarte Mi Amor. En pequeños detalles o en grandes milagros, siempre estoy presente, a tu disposición, presto a prodigarte amor, ansioso de hacerlo. Mi Amor nunca te defraudará. ¡Hemos pasado tantas experiencias juntos que no voy a abandonarte ahora! Nada podrá sofocar jamás el amor que profeso por ti y que aumenta de día en día. --No dudes por un momento del amor que te tengo. Y si alguna vez te hace falta un recordatorio, llámame y ponme a prueba sin reparo. Te prometo que jamás te fallaré. Nunca te daré por imposible. No podría aguantar en modo alguno pasar la eternidad sin ti; la sola idea se me hace insoportable. ¡Te amo como nadie te amará jamás! Todo comenzó en el primer instante en que te vi, en cuanto fue creado tu ser. Fue entonces cuando me enamoré tan loca, perdida e irremediablemente de ti. Te amo ahora y te amaré por la eternidad, Jesús.
MEDITACIONES SOBRE EL AMOR DE JESÚS El don de conocer íntimamente a Jesús Cuentan los persas la historia de Abbas, un gran sha, a quien pese a reinar con magnificencia en Persia, le gustaba disfrazarse para mezclarse con el pueblo. En cierta ocasión se vistió de andrajoso y descendió las largas, oscuras y húmedas escaleras hasta el pequeño sótano donde el fogonero atendía el fuego sentado sobre una pila de cenizas.
El rey se sentó a su lado y conversó con él. A la hora de comer, el fogonero sacó un basto trozo de pan negro y una jarra de agua, de los cuales comieron y bebieron. El sha partió, pero regresó una y otra vez, pues su corazón estaba lleno de compasión por aquel hombre solitario. El monarca le dio tiernos consejos y el pobre hombre le abrió todo su corazón y expresó su cariño a aquel sabio y bondadoso amigo, aunque igual de pobre que él. Por fin el emperador pensó: Le diré quien soy y veré qué obsequio me pide. Así que le dijo: «Piensas que soy pobre, pero soy el sha Abbas, tu emperador». Esperaba que el hombre le pidiera algo importante, pero éste se sentó en silencio, observándolo con ojos de amor y asombro. Entonces el rey le dijo: «¿Es que no has entendido? Puedo hacerte rico y noble, puedo darte una ciudad, y puedo nombrarte gobernador. ¿No tienes nada que pedirme?» El hombre respondió con voz queda: «Sí, mi señor, entendí. Pero, ¿qué es esto que has hecho? ¿Dejar tu palacio y tu gloria para sentarte conmigo en este oscuro lugar y compartir mi rústico alimento, e interesarte por mi corazón, si estaba alegre o apesadumbrado? Ni siquiera tú podrías haberme dado algo más preciado. A otros podrás concederles presentes, mas a mí te has ofrendado tú mismo; solo me queda pedirte que nunca me niegues el obsequio de tu amistad». Recordemos a las golondrinas
Mateo 10:29-31.¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos. Estoy sentado aquí observando los lirios y las golondrinas, y sé que así como el Señor vela por cada uno de ellos, también cuidará de nosotros. Cuando una golondrina cae al suelo, nuestro Padre Celestial lo sabe. ¿Cuánto más ha de velar por nosotros? Cada uno de nosotros es singular para Él. Los Brazos del Señor Deuteronomio 33:27a. El eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los brazos eternos. Dios —el Dios sempiterno— es nuestro apoyo en todo momento, particularmente cuando estamos sumidos en profundas desventuras. Hay épocas en que un cristiano es objeto de una profunda humillación. Al tomar conciencia de lo pecaminoso que es se siente tan humillado delante de Dios que casi no sabe qué rezar. Se considera completamente indigno.
Pues bien, recuerda, hijo de Dios, que son «los brazos eternos» los que te sostienen. Aunque el pecado te humille hasta el polvo de la tierra, la expiación de Cristo sigue activa para todos. Puede que hayas descendido hasta las profundidades, pero no puedes haber caído más bajo que lo más bajo. De todos modos, aunque hayas caído hasta lo más hondo, Cristo es capaz de salvarte. Un cristiano a veces se ve sumergido en pruebas monumentales que la vida le presenta. Le es denegado todo apoyo terrenal. ¿Qué hacer entonces? Aún permanecen debajo de él «los brazos eternos». No es posible que se vea abatido en tal medida de aflicción que la gracia de un Dios de fidelidad incólume no sea capaz de envolverlo. Puede que un cristiano se desmorone bajo el peso de un enconado conflicto interno. Aun así, no puede degradarse más allá del alcance de los «brazos eternos». Ellos lo sostienen; y mientras así sea, todos los empeños de Satanás por hacerle daño no servirán de nada. ¿Acaso no podemos —como niños fatigados— echarnos en los brazos eternos y reposar, seguros no de lo que sabemos, sino de Aquel en quien hemos depositado nuestra confianza? Charles Spurgeon Jesús dejó el Cielo por causa de nosotros
Jesús abandonó los palacios del Cielo por causa de nosotros. Renunció temporalmente a los derechos que le otorgaba su ciudadanía celestial y se hizo morador de este mundo. Aunque era rico, se hizo pobre por causa nuestra, para que por medio de Su pobreza, nosotros nos hiciéramos ricos. Era humano. Se cansaba, le daba hambre, se fatigaba. Estaba sujeto a todas esas cosas igual que lo estamos nosotros —aunque sin pecado— a fin de convertirse en un buen Sumo Sacerdote, de tener compasión de nosotros, de saber cómo nos sentimos cuando nos duelen los pies, cuando estamos agotados, cuando no damos más. Dios envió a Jesús en carne humana para manifestarnos más patentemente Su amor y comunicarse con nosotros en el plano humilde de nuestra comprensión humana y tener más misericordia y paciencia con nosotros que Dios mismo. ¿Qué les parece? La Biblia dice: «Él conoce nuestra condición y se acuerda de que somos polvo», porque Él mismo asumió nuestra forma, padeció en ella y murió en ella por nuestro bien. Se rebajó a nuestro nivel para poder subirnos al Suyo. ¡Qué milagro! Todo por causa nuestra.
Un Hombre Singular Nació en una aldea olvidada, hijo de una campesina. Pasó su infancia en otra aldea. Trabajó en una carpintería hasta los treinta años y a partir de entonces, durante tres años, recorrió los caminos predicando. No escribió libro alguno. No desempeñó ningún cargo público. No tuvo hogar. No formó familia. No realizo estudios superiores. Nunca se alejó más de trescientos kilómetros de su pueblo natal. En ningún momento hizo alguna de las cosas que suelen hacer los grandes hombres. No tenía más recomendación que su propia persona. Su única relación con este mundo fue demostrar el poder manifiesto de su divinidad. Siendo aún joven, la opinión pública se volvió en contra de Él. Sus amigos huyeron. Uno renegó de Él. Otro lo traicionó. Lo entregaron en manos de sus enemigos. Debió soportar lo que no fue más que un remedo de un juicio.Lo clavaron en una cruz entre dos ladrones, y mientras agonizaba, sus ejecutores echaron suertes sobre lo único que poseyó en este mundo: su manto. Cuando ya hubo muerto, lo bajaron y lo inhumaron en un sepulcro ajeno gracias a la compasión de un amigo. Veinte largos siglos han transcurrido desde entonces. Hoy todavía es la figura central de la especie humana y la fuerza impulsora que nos proyecta hacia el futuro. Me quedo corto si digo que todos los ejércitos que hayan marchado, todas las flotas de guerra que se hayan construido, todos los parlamentos que hayan sesionado y todos los reyes que hayan reinado, en conjunto, no han ejercido una influencia tan grande en la humanidad como la de esta vida singular. Cantos líricos a Jesús Corazón tierno Señor, dame Tu amor. Llena el vacío de un corazón que por amar delira; ¡que broten los acentos de mi lira no más para cantarte, Dueño mío! No llena el mundo mi anhelar eterno, no mitiga mis férvidos ardores. ¡La inmensa plenitud de los amores sólo en Ti la hallaré, Corazón tierno! Quiero amarte, Señor. Yo soy un ciego que necesita luz, pobre proscrito de Tu plácido edén, alma de fuego que sólo satisface lo infinito. Quiero amarte, Señor. Tu amor reclamo: quiero bañar Tus plantas con mi lloro;
vivir diciendo que te adoro, morir diciendo sólo que te amo; posar, lleno de férvido embeleso, mis labios en Tus llagas sacrosantas, ¡y expirar de delicias a Tus plantas exhalando mi espíritu en un beso! Amado Nervo ¿Qué quiero, mi Jesús? ¿Qué quiero, mi Jesús?... Quiero quererte, quiero cuanto hay en mí, del todo darte sin tener más placer que el de agradarte, sin tener más temor que el ofenderte. Quiero olvidarlo todo y conocerte, quiero dejarlo todo por buscarte, quiero perderlo todo por hallarte, quiero ignorarlo todo por saberte. Quiero, amable Jesús, abismarme en ese dulce hueco de Tu herida, y en sus divinas llamas abrasarme. Quiero, por fin, en Ti transfigurarme, morir a mí, para vivir Tu vida, perderme en Ti, Jesús, y no encontrarme. Calderón de la Barca Coloquio de amor Si el amor que me tenéis, Dios mío, es como el que os tengo; decidme, ¿en qué me detengo? O Vos, ¿en qué os detenéis? —Alma, ¿qué quieres de Mí? —Dios mío, no más que verte. —Y ¿qué temes más de ti? —Lo que más temo es perderte. Un amor que ocupe os pido, Dios mío, mi alma os tenga, para hacer un dulce nido donde más la convenga. Un alma en Dios escondida, ¿qué tiene que desear sino amar y más amar, y en amor toda encendida tornarte de nuevo a amar? Sta. Teresa de Jesús
Prueba de la clase 8a, «El mayor amor de todos: El amor de Jesús», de Las 12 Piedras Fundamentales Nombre:
Fecha:
1. ¿Qué nos puede separar del amor de Cristo? (Pista: Romanos 8:35-39) 2. Llena los espacios en blanco del siguiente versículo. (Juan 15:14-15) Vosotros sois mis _______________________ si hacéis lo que yo os mando. […] Os he llamado __________________, porque todas las cosas que oí de Mi Padre os las he dado a conocer. 3. ¿Qué versículo te da la certeza de que el Señor se preocupa personalmente por ti? (Esta pregunta no tiene una sola respuesta que se pueda decir “correcta”. Cualquier versículo que te dé seguridad en ese sentido está bien.) 4. Da un ejemplo de cómo el Señor respondió a una plegaria que hiciste con mucho afán. 5. Relata una circunstancia en la que te sentías abatido o tenías algún otro problema y el Señor contribuyó a aliviar la situación. 6. Llena los espacios en blanco del siguiente versículo. (Nehemías 8:10b) El ____________ del Señor es tu ___________________. 7. Llena los espacios en blanco del siguiente versículo. (Salmo 144:15) _____________________ el pueblo que tiene esto; __________________ cuyo Dios es el Señor. 8. ¿Puedes escribir Juan 3:16 de memoria? 9. ¿De qué modo transformó tu vida el amor de Jesús? Escríbelo en forma de breve testimonio que podrías compartir con quienes aún no lo conocen. ¿Hubo algo de la clase que no entendiste bien o que te suscitó interrogantes? De ser así, explícalo a tu guía.