Curso Básico Bíblico LAS 12 PIEDRAS FUNDAMENTALES
CLASE 03B: LA ORACION –Segunda Parte-
© La Familia Internacional Editado por http://audioconectate.net
Junio de 2011
12 Piedras Fundamentales Clase 03B-BÁSICA La oración, segunda parte: COMUNICACIÓN CON DIOS
TRAMO 1:
LA ORACIÓN, NUESTRO VÍNCULO CON EL SEÑOR Una buena relación
Cultivar una buena relación con otro ser humano requiere tiempo y esfuerzo. Echemos un vistazo a las diversas formas en que podemos aplicar a nuestra relación con el Señor lo que aprendemos en el trato con la gente. Es preciso invertir tiempo para cultivar una relación y dedicar nuestra atención a una persona. En la última clase hablamos de que al orar es preciso concentrarnos en el Señor e incluso tratar de visualizarlo. Debemos hablar con Jesús como si nos dirigiéramos a la persona que más queremos. En una buena relación matrimonial o de cualquier otra índole no es siempre la misma persona la que habla. Se produce un diálogo y no un monólogo. Así pues, tenemos que acordarnos no solo de dirigirnos a Jesús, sino también de lo más importante de todo, que es escucharlo. Asimismo, para forjar una buena relación hace falta manifestar mucho aprecio y gratitud a la otra persona y no dar por sentados los sentimientos del otro. Debemos agradecer al Señor todo lo que nos concede y todo lo que hace por nosotros. Una buena relación está signada por la confianza mutua... poder contarle a la otra persona nuestras intimidades con la certeza de que nos escuchará y nos amará incondicionalmente. El amigo o amiga nos consolará cuando lo necesitemos. También nos señalará con franqueza nuestros fallos cuando nos haga falta encarar los aspectos menos gratos de nuestra personalidad. Sin embargo, por mucho que fallemos o por muchos errores que cometamos, no dejará de amarnos. Así es Jesús con nosotros. El episodio de María y Marta Pase lo que pase sabemos que Jesús quiere que estrechemos nuestro vínculo con Él. Debemos evitar enfrascarnos tanto en nuestro trabajo y en el ajetreo cotidiano que nos olvidemos y nos apartemos del Señor. Eso es muy importante para Él. Es posible que todas nuestras actividades y labores sean
buenas y necesarias, pero no por ello podemos descuidar nuestra relación con el Señor. Podemos estar seguros de que todo lo demás se acomodará y saldrá bien si permanecemos cerca de Jesús. Echemos un vistazo a este principio en la Biblia. Lucas 10:38-42. Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. (39) Ésta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía Su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: «Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude». Respondiendo Jesús, le dijo: «Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. (42) Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada». Para reflexionar ¿Con quién te identificas más? ¿Con Marta o con María? De haber estado tú en el lugar de Marta, ¿cómo habrías reaccionado ante las palabras de Jesús? ¿Qué hacer si te parece que has fallado? Cuando nos equivocamos o caemos a causa de nuestros pecados o desobediencias es fácil dejarse embargar por el remordimiento y pensar que jamás tendremos una relación estrecha con el Señor. Nos asaltan los sentimientos de condenación: «Soy un pecador terrible lleno de faltas y debilidades». Sin embargo, no debemos dejar que el Diablo —ni nuestra propia conciencia— nos condenen. 1 Juan 3:20. Si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y Él sabe todas las cosas. Romanos 8:1. Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Aunque hayamos desobedecido al Señor, si nos arrepentimos de nuestros pecados y deseamos sinceramente tener un vínculo estrecho con Jesús, Él nos perdona.
Salmo 103:8. Misericordioso y clemente es el Señor; lento para la ira, y grande en misericordia. Salmo 37:24. Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, porque el Señor sostiene su mano. 1 Juan 1:9. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.. Salmo 51:17. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás Tú, oh Dios. En buena parte depende de nuestro corazón y de la actitud que tengamos. Si realmente queremos complacer al Señor y hacer Su voluntad, amar a Jesús y vivir por Él, cuando clamemos a Él, sin duda «se acercará a nosotros». El rey David escribió: Salmo 145:18. Cercano está el Señor a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras. Salmo 34:18. Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu. Así pues, por muchos que sean los pensamientos desalentadores o de condenación con que el Diablo procure agobiarnos, igual estaremos cerca del Señor. Si tenemos la certeza de que nos esmeramos sinceramente por complacerlo y amarlo, y por obedecer Su Palabra y seguirlo, con eso basta para estar cerca de Él, ya sea que sintamos o no Su proximidad. No depende de nuestras emociones o estado anímico, sino de las promesas de Su Palabra.
No importa cómo nos sintamos, el Señor siempre está presente Hemos hablado de concentrarnos en el Señor y tratar de visualizarlo cuando oramos. En clases anteriores, hablamos de los dones del Espíritu, pero tal vez no sientan que se haya producido en ustedes ningún cambio. Puede que no se sientan cerca de Jesús. La Biblia nos deja muy en claro que no debemos andar motivados sólo por sentimientos ni por ninguno de nuestros sentidos naturales. 2 Corintios 5:7. Por fe andamos, no por vista
El Señor nos ama muchísimo a cada uno y promete estar con nosotros. Ya sea que nos sintamos cerca de Él o no, Su Palabra nos asegura que Dios está cerca de nosotros. El amor que Él alberga por nosotros es firme e inmutable. Hebreos 13:5b. Él dijo: «No te desampararé, ni te dejaré». Isaías 54:10. «Los montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti Mi misericordia, ni el pacto de Mi paz se quebrantará», dijo el Señor, el que tiene misericordia de ti. Tres personas caminaban sobre un muro... Tres personas caminaban sobre un muro: Los llamaré Sentimiento, Fe y Realidad. Sentimiento cayó. Dio un mal paso intuyo. Fe, asombrada, dio un paso atrás, con ansiedad. Realidad, en cambio, no se inmutó. Más bien ayudó a Fe a levantarse; Fe dio la mano a Sentimiento; no huyó. Y así, ¡todos siguieron adelante! Realidad es la Palabra de Dios. No se fíen de los sentimientos Si confiamos o dependemos demasiado de nuestros sentimientos y emociones como indicadores de nuestro estado espiritual viviremos en perpetua inestabilidad. Seremos zarandeados de una parte a otra por todo viento de sentimientos que nos sobrevenga. Santiago 1:6: Pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. Nunca sabemos cómo nos irá mañana, pues eso dependerá de cómo nos sintamos cuando nos levantemos de la cama. Sea como fuere que nos sintamos, si amamos al Señor, actuamos con fe y obedecemos Su Palabra, sabemos que nuestra relación con Él sigue en pie. Algunas personas sí se sienten íntimamente ligadas a Jesús. Algunos tienen el don de poder visualizar con facilidad las cosas. Cada uno de
nosotros tiene una personalidad única, con ciertas particularidades. Algunos somos más emotivos y nos dominan más nuestros sentimientos que a otras personas. Pero el solo hecho de no estar emocionalmente cerca del Señor no es motivo para sentirse desdichado o apartado de Él. Todos tenemos que tomarnos las cosas con fe. No hay muchos versículos en la Biblia acerca de los sentimientos; en cambio, sí hay muchísimos acerca de la fe, de confiar en el Señor y creer en Su Palabra. Aunque no sientas nada, aunque no te sientas cerca del Señor, puedes tener la certeza de que sí estás cerca de Él. Basta con que estés haciendo todo lo que puedas por manifestarle amor, complacerlo, obedecer Su Palabra y obrar según Sus preceptos. Simplemente tenemos que basarnos en lo concreto, en la Palabra. Nuestra fe en ella, nuestra obediencia y sumisión nada tienen que ver con nuestro estado anímico. De modo que en realidad no importa si nos sentimos cerca del Señor o no. No es imperativo que tener esa emoción. Una relación más íntima con Dios ¿Cómo estrechamos nuestra relación con Jesús? Obedeciendo Su Palabra, sometiéndonos a Su voluntad y pasando tiempo con Él. En palabras de Jesús: Juan 14:23. El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. Si obedecemos al Señor y guardamos lo que nos dice en Su Palabra, si pasamos tiempo alabándolo, hablándole, escuchándolo y leyendo Su Palabra, entonces naturalmente estamos cerca del Señor. Él vendrá y hará morada con nosotros. Pablo nos aconseja: Hebreos 10:22. Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe.
Los sentimientos engañan (Martín Lutero) Pues los sentimientos engañan, y los sentimientos varían; ¡sólo es digna de crédito la Palabra de Dios, mi garantía! Aunque por falta de una suave prenda mi alma se sienta condenada, ¡mayor que mi alma hay Alguien cuya Palabra no puede ser quebrantada! Confiaré en Su inmutable Palabra hasta que cuerpo y alma se separen; ¡pues Su Palabra permanecerá para siempre aunque todas las cosas pasaren! Para reflexionar ¿Cómo sueles orar? ¿Lo haces a una hora determinada todos los días o en determinado sitio, o eres más espontáneo? ¿A qué dedicas más tiempo durante tus oraciones? ¿A la alabanza, a desahogar tu corazón al Señor acerca de situaciones o conflictos personales, a pedirle cosas que necesitas, o a interceder por las necesidades de los demás? ¿Qué te distrae más cuando oras? ¿Has encontrado alguna forma de concentrarte?
12 Piedras Fundamentales Clase 03B-BÁSICA) La oración, segunda parte: EL HABITO DE LA ORACION
TRAMO 2: EL BUEN HÁBITO DE LA ORACIÓN La buena costumbre de elevar plegarias Lucas 18:1. Les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar. 1 Crónicas 16:11. Buscad al Señor y Su poder; buscad su rostro continuamente. 1 Tesalonicenses 5:17. Orad sin cesar. Efesios 6:18. Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos. Filipenses 4:6-7. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Para hacer de la oración un hábito La clave para ser constantes en la oración es crearnos el hábito. En realidad no es que tenga nada de místico ni de misterioso. Solo hay que seguir haciéndolo y perseverar en ello, reconociendo al Señor en todos nuestros caminos. Proverbios 3:6. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas. Para que la oración llegue a ser un hábito debemos tratar de orar por todo. Naturalmente, un buen comienzo es orar antes de comer, de conducir, de irnos a la cama y al despertarnos; pero ¿qué hay de todo lo demás que hacemos a lo largo del día? Podríamos orar acerca de qué tarea realizar; o si ya tenemos claro ese dato, si ya es una tarea fija que hacemos, podríamos orar acerca de cómo llevarla a cabo. Si oramos a diario y sin falta antes de empezar nuestro trabajo, el Señor podría enseñarnos una vía mejor o más rápida de hacerlo.
Una de las frases más importantes que podríamos incorporar a nuestro vocabulario y que deberíamos repetir con frecuencia es: «¿Qué te parece si nos detenemos a orar?», o algo por ese estilo. Cultivar un buen hábito requiere un gran esfuerzo a lo largo de una temporada. Normalmente, las más veces uno se olvida de hacerlo y algunas lo recuerda. Hasta que llega un momento en que nos acordamos más veces de las que nos olvidamos. Es parecido a enseñar a un niño pequeño a cepillarse los dientes. Hay que recordárselo y seguir recordándoselo a diario, mañana y noche. La mitad de las veces se olvida, a menos que uno se lo recuerde. Pero a medida que se va haciendo mayor y lo hace año tras año, por fin, llega un punto en que rara vez se olvida de hacerlo. De repente, al llegar a la adolescencia, al cabo de 10 ó 12 años, se les forma el hábito. Lo mismo ocurre con la oración, aunque es de esperar que no tome tanto tiempo. Oren que el Señor les ayude a formarse el hábito lo más pronto posible. Requiere un esfuerzo de nuestra parte, pero si oramos y pedimos al Señor que nos avise cuando nos hemos olvidado de rezar, nos resultará más fácil y más rápido cultivar el hábito. Debemos aprender a orar por todo. La Biblia dice: 1 Tesalonicenses 5:17. Orad sin cesar. Tenemos que esforzarnos por crear la costumbre, sobre todo en relación a aquellas cosas por las que normalmente no oramos. Reflexiones sobre la oración * La oración es el vínculo entre las necesidades humanas y los recursos divinos. * El físico Isaac Newton, del siglo XVII, considerado por muchos el padre de la ciencia moderna y descubridor de la ley de la gravitación, afirmó: «Todos mis descubrimientos fueron logrados en respuesta a la oración». * Debemos creer que nada es demasiado pequeño como para mencionárselo a Dios. ¿Qué pensaríamos de un paciente que le dijera a su médico que estaba enfermo, pero no le explicara los síntomas?
Para el Señor todo es importante A veces no se nos ocurre orar por las nimiedades. Pongamos por caso que se nos pierde el lapicero o tenemos un resfrío o nos hace falta cierta prenda. Nada de eso sería una situación grave. Sin embargo, una de las formas en que el Señor puede ayudarnos a cultivar el hábito de orar sin cesar es enseñándonos a orar por las cosas de poca monta. Si solamente oramos por las cosas importantes, éstas solo suceden de vez en cuando; al menos no con tanta frecuencia como para contribuir a formarnos el hábito de la orar. Si nos acostumbramos a orar por las situaciones secundarias que se nos presentan a diario, casi sin darnos cuenta nos habituamos a orar por todo, ya sea grande o pequeño. Y si al orar por los detallitos, vemos cómo el Señor nos responde por medio de los pequeños milagros que generalmente hace por nosotros, cuando surjan necesidades mayores, nuestra fe se incrementará para hacerles frente. Otro motivo para orar por cosas de poca importancia podría ilustrarse mediante el caso de alguien que padece de un simple resfrío. Si uno no ora para sanarse, podría ponerse peor. Esa tontería podría derivar en una crisis mayúscula en caso de que no oremos. Ora: Dios te bendecirá y te responderá 2 Crónicas 26:5. Persistió en buscar a Dios en los días de Zacarías, entendido en visiones de Dios; y en estos días en que buscó al Señor, él le prosperó. Salmo 62:8. Esperad en Él en todo tiempo, oh pueblos; derramad delante de Él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio. Selah. Isaías 30:19b. El que tiene misericordia se apiadará de ti; al oír la voz de tu clamor te responderá. Jeremías 29:13. Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Jeremías 33:3. Clama a Mí, y Yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces. Mateo 7:7-8. (7)Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. (8) Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. Isaías 55:6. Buscad al Señor mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano.
¡Dios hace milagros! De eso no hay duda Lucas, Rut y Magdalena (Brasil) María es una amiga que desde que nos conoció ha ido estrechando poco a poco su relación con el Señor, sobre todo en lo referente a Su poder sanador. Hace poco aplicó esas enseñanzas con muy buenos resultados. Primeramente leyó unos artículos editados por la Familia con su mamá, que padecía de insomnio. Las dos oraron para que su madre pudiera dormir bien, y por primera vez en años, durmió con sosiego y tranquilidad toda la noche. A la mañana siguiente le dijo a María que quería que siguieran leyendo juntas aquellas maravillosas palabras. Desde entonces, eso han hecho y la mamá de María no ha dejado de dormir bien todas las noches. María también oró por su hermano, que estaba hospitalizado esperando a ser intervenido quirúrgicamente para extirparle un tumor estomacal. Llevaba tres días internado y estaba tan débil que casi ni podía hablar. Al orar su hermana para que el Señor lo sanara, sintió que la invadía una gran paz. Al día siguiente, cuando María llegó a trabajar (su hermano trabaja en el mismo lugar), encontró a su hermano en su puesto. Le explicó que los médicos lo habían vuelto a examinar y le habían dicho que no había necesidad de operarlo, pues el tumor había desaparecido. Lo habían dado de alta y como se sentía perfectamente bien, decidió presentarse a trabajar. María nos contó más tarde que al verlo allí, no sabía si ponerse a reír o a llorar. «Señor, Tú sí que respondes a la oración» —dijo en voz alta para que su hermano y todos los presentes la escuchasen—. ¡Verdaderamente eres un Dios que hace milagros!» Provisión divina El colegio de educación primaria cristiana de Vacaville, California, acababa de ser remozado. Lo único que faltaba cambiarle eran las tejas del techo. Los recursos no habían alcanzado para ello y la necesidad era imperiosa, pues se acercaba la temporada de lluvias. Los niños más pequeños —de la sala de Kay Buzelli— se habían memorizado las Palabras de Jesús: «Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible» (Mateo 19:26). Lo que es más, creían en
la veracidad de las mismas. Llevaban varios días orando por aquellas tejas. Temprano una mañana de septiembre durante la clase de la Biblia, Karen había orado: «Jesús acompáñanos el día de hoy. Ayúdanos a hacer algo para manifestar amor a los demás. Y te rogamos, Señor, que no te olvides de velar por nuestro colegio». Entonces ocurrió el milagro. La carretera estaba apenas a tiro de piedra del colegio. De repente se escuchó un estruendo. Un gigantesco camión había reventado un neumático. Diecisiete niños asustados alzaron la vista para ver cómo aquel enorme vehículo viraba bruscamente hacia el tráfico que venía en sentido contrario. Por increíble que parezca, aquellos pequeños no salieron corriendo afuera —ni siquiera a la ventana— para ver lo que pasaba. Uno de ellos propuso: «Oremos que nadie salga lastimado». Los diecisiete formaron un círculo con su maestra y oraron mientras escuchaban el chillido de gomas y el ruido de topetazos de aquel grave accidente. Su plegaria fue respondida en el mismo momento en que la pronunciaron. El camión grande había volcado toda su carga al borde de la carretera. Otro camión más pequeño en el que viajaba un niño de dos años con su padre, también se había volcado y había ido a parar a un pequeño arroyo que había junto al colegio. Pero nadie había sufrido lesiones de consideración. Hasta el periódico precisó que había sido un milagro. ¡Pero eso no fue todo! Adivinen qué botó el camión junto a la carretera. ¡Tejas! ¡Tejas precisamente del color que hacía falta para el colegio! ¡Había tejas desparramadas por todas partes! ¡Y nadie quería recogerlas! Un miembro de la directiva del colegio se hallaba allí justo en ese momento. Procedió a negociar la compra de las tejas con el inspector de seguros por una suma muy pequeña. Los niños las recogieron y las apilaron ordenadamente. El techo se terminó de reparar antes de las lluvias y las tejas que sobraron se vendieron dejando una utilidad de 300 dólares. ¿Podría alguien haber convencido a aquellos niños de Vacaville que Dios no responde a la oración?
Pusimos a Dios a prueba. Provisión divina Sammy y Belén Siervos (América Latina) Nuestro arriendo subió 600% en un mes. A causa de unos gastos imprevistos, el día que teníamos que pagarlo no teníamos los fondos. De modo que aquella mañana nos reunimos y oramos fervientemente para que el Señor obrara un milagro enseguida, pues queríamos pagar el alquiler a tiempo. Además, era una obligación. Pedimos al Señor que nos diera esa misma mañana el dinero que nos hacía falta, aunque no sabíamos de dónde iba a salir. ¡Tuvimos que estirar nuestra fe hasta el límite, pues se trataba de una situación imposible! Después de rezar nos dispusimos a desayunar. Diez minutos más tarde alguien llamó a la puerta. Era una amiga nuestra, que entró, saludó y besó a todos y se sentó a la mesa para emitirnos un cheque. Nos dijo que pasaba a dejarnos aquel donativo porque el Señor le había indicado que lo hiciera. ¡Nos hizo un cheque por la cantidad exacta que necesitábamos para pagar el arriendo! ¡Fue una inmediata respuesta a la oración! Isaías 65:24. Antes que clamen, responderé Yo; mientras aún hablan, Yo habré oído. Hay que esperar a que el Señor obre Alguna vez se dijo que «los retrasos de Dios no son rechazos». No siempre obtenemos enseguida la respuesta a nuestras oraciones, lo cual nos obliga a ejercitar nuestra paciencia. Santiago 1:3-4. Sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.. Santiago 5:10. Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor. No siempre vemos la forma en que el Señor va a responder a nuestras plegarias ni por qué demora la respuesta. Pase lo que pase, tengamos presente que el Señor no falla. Él hará que se obtenga el resultado que a Su entender sea el óptimo. Cuando oramos, a veces el Señor nos responde con un sí; otras veces con un no; y otras más con un espera.
Las respuestas divinas Las respuestas del Señor a la oración son perfectas de eso no hay duda, y en muchos casos nos demuestran que cuando le pedimos una piedra que parece pan, Él nos da un pan que, a causa de nuestra miopía espiritual, parece una piedra (Mateo 7:7-11).
Cree firmemente en las promesas
Aunque no siempre podamos ver con los ojos físicos lo que el Señor se propone, sí lo podemos percibir con los ojos de la fe, pues Él ha prometido responder a nuestras plegarias. Mateo 7:7. Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os dará. Juan 15:7. Si permanecéis en Mí, y Mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. Marcos 11:24. Os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá. Nota de humor Un clérigo muy circunspecto tenía un loro al que quería mucho, pero su anterior dueño le había enseñado un vocabulario atroz, por lo cual el animal se sabía una sarta de palabrotas. Al cabo de varios episodios embarazosos, el clérigo decidió deshacerse de su mascota. Una feligresa propuso un último recurso. —Tengo una cotorrita —dijo la señora— que es una santa. Se queda sentadita en su percha y lo único que dice es: «Oremos». ¿Qué le parece si trae usted a su loro y vemos si mi cotorra ejerce una buena influencia en él? El clérigo pensó que merecía la pena hacer el intento. La noche siguiente llegó con su mascota debajo del brazo. El loro echó un solo vistazo a la cotorra y gorjeó: —¡Hola, preciosa! ¡Anda, dame un besito! La cotorra respondió alegremente: —¡Mis plegarias han sido respondidas!
La importancia de rogar por los demás 1 Samuel 12:23. Lejos sea de mí que peque yo contra el Señor cesando de rogar por vosotros. Romanos 15:30. Os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por mí a Dios. 1 Tesalonicenses 1:2. Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, haciendo memoria de vosotros en nuestras oraciones. Orar por los demás es parte primordial de nuestra práctica de la oración. A veces resulta útil tener a mano una lista de personas que tengan particular necesidad de que recen por ellas. Cuando sabemos de alguien que lidia con trastornos de salud, conflictos laborales, económicos o personales —en resumidas cuentas, con cualquier dificultad—, sin lugar a dudas lo mejor que podemos hacer por ellas es rezar. Una transformación milagrosa gracias a la oración Sara (India) Una de nuestras amigas todavía mantenía cierta distancia de nosotros hasta que el Señor le dio muestras de Su poder obrando un milagro. En una reunión pidió oración por su hermano, que era drogadicto, había malversado unos fondos de la compañía de la familia, se robó una moto y finalmente desapareció. En la reunión siguiente nos contó el testimonio de cómo su hermano regresó unos días después que oramos, confesó cuánto dinero se había robado y prometió devolverlo. También restituyó la moto y aseguró que había dejado las drogas. Además expresó su desconcierto, pues no sabía cómo había cambiado de rumbo tan radicalmente y admitió que sin duda se debía a nuestra plegarias. A raíz de aquella milagrosa respuesta a la oración, nuestra querida amiga se ha entusiasmado con el Señor y quiere cultivar una relación más íntima con Él. Su legado perdura Hubo una vez una mujer lisiada que se encontraba ya en su lecho de muerte. Se había entregado a Dios y estaba muy apenada porque no podía trabajar más activamente para el Señor y ayudar así a los perdidos. Su pastor fue a visitarla, y al escuchar su inquietud, le dijo que desde su
cama podía orar con fervor. Luego se fue y se olvidó del asunto por completo. Poco después se produjo un reavivamiento religioso en el pueblo y las iglesias se abarrotaban todas las noches. Al enterarse la pobre inválida del progreso de aquel reavivamiento de la fe, preguntó con mucho interés cuáles eran los nombres de los que habían nacido de nuevo. A las pocas semanas murió, y entre otros muchos papeles que encontraron bajo su almohada, había una lista de 56 personas, cada una de las cuales se había salvado en aquel despertar de la fe. Junto a cada nombre había una crucecita, con la cual la pobre inválida había ido marcando los nombres de los que se convertían a medida que ella se iba enterando. Diversas formas de orar Las plegarias no se pueden juzgar según su duración. Habrá casos en los que estamos orando por una situación de mucho apremio, de la cual querremos encomendar al Señor todos los detalles. En otras ocasiones puede que nuestras oraciones sean muy breves. Lo más importante es que nos concentremos en el Señor, así nuestra plegaria sea larga o corta. La variedad que se imprime a la oración cuando aplicamos diversos métodos contribuye a mantener alto nuestro grado de inspiración y a no distraernos. En el apartado Diversas formas de orar, del libro Oración eficaz, de la serie Actívate, encontrarán más ideas respecto de esto. Véanse las páginas 60-65. ABC… Cierto domingo por la mañana, un muchachito cuidaba de sus rebaños. Se escuchaba el repicar de las campanas de la iglesia y los feligreses cruzaban los campos para dirigirse a ella. En ese momento, al chico se le ocurrió rezar. Pero, ¿qué le diría a Dios? Nunca había aprendido a orar. De modo que se arrodilló y comenzó a recitar el abecedario: A, B, C... y así sucesivamente hasta la Z. Un caballero que pasaba del otro lado de una valla, escuchó la voz del muchachito y mirando a través de los arbustos, lo vio de rodillas con las manos entrelazadas y los ojos cerrados, mientras decía «A, B, C». —¿Qué haces, muchachito?le preguntó. —Le ruego me disculpe, caballero. Estoy rezando.
—Pero... ¿para qué recitas el abecedario? —Es que no conozco ninguna plegaria. Solo quiero pedirle a Dios que cuide de mí y que me ayude a cuidar bien de mis ovejas. Pensé que si le decía todo lo que sé, Él lo combinaría de tal forma que dijera todo lo que quiero decirle. —Que Dios te bendiga, muchacho. Y lo hará. No te quepa duda de que lo hará. Cuando el corazón habla con sinceridad, no puede expresar nada erróneo. Plegarias escritas Aunque en la mayoría de los casos conviene orar según lo que nos señale el Señor y hacerlo «de la abundancia de nuestro corazón», hay otros momentos en que puede tener un profundo significado pronunciar una plegaria premeditada y expresada con elocuencia, aunque haya sido pensada por otra persona. Quizá encontremos una oración escrita que sea propicia para lo que queremos presentar ante Dios. Jesús mismo sentó un precedente cuando rezó una oración escrita, que a la postre llegaría a ser la más famosa de todas las plegarias: el padrenuestro. (Mateo 6:9-13). Cuando los discípulos le pidieron que les enseñara a rezar, Él no se anduvo con generalidades ni les dijo: «Simplemente oren con espontaneidad. Expresen lo que sientan». En cambio, les enseñó una oración que Él mismo pronunció y que ellos podían grabarse de memoria. ¿Qué ejemplo más concreto y eficaz podríamos pedir de una oración escrita?
TRAMO 3: LA ALABANZA La importancia de agradecer y alabar al Señor Hoy hemos hablado mucho acerca de un aspecto de la oración, el relativo a las peticiones. Ahora quisiéramos abordar el tema de la gratitud y la alabanza. 1 Tesalonicenses 5:18. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. Salmo 34:1. Bendeciré al Señor en todo tiempo; Su alabanza estará de continuo en mi boca. Salmo 86:12. Te alabaré, oh Señor Dios mío, con todo mi corazón, y glorificaré Tu nombre para siempre.
Salmo 118:21. Te alabaré porque me has oído, y me fuiste por salvación. Salmo 105:1-2. Alabad al Señor, invocad Su nombre; dad a conocer Sus obras en los pueblos. Cantadle, cantadle salmos; hablad de todas Sus maravillas. Una relación puede degenerar de tal manera que termina beneficiando a una sola de las partes. Eso sucede cuando una de ellas saca mucho de la relación y aporta muy poco a ella. Naturalmente al Señor no le importa que echemos mano de todo lo que tiene para nosotros, pero a cambio espera que le manifestemos gratitud y aprecio. Él desea que le reconozcamos todo lo que nos obsequia y el desvelo con que nos cuida. Si bien se place en velar por nosotros, parte del placer que siente proviene de los gestos de gratitud que le demostramos. El relato del leproso que regresó a alabar a Dios Lucas 17:12-19. (Al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: «¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!» Cuando Él los vio, les dijo: «Id, mostraos a los sacerdotes». Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a Sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: «¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?» Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado». No olvides dar las gracias a Jesús Con frecuencia sucede que pedimos incesantemente que el Señor llene nuestras necesidades, pero luego andamos tan ocupados recogiendo Sus bendiciones que no nos tomamos la molestia de agradecérselas. Cuando recibimos un presente es muestra de cortesía escribir una nota de agradecimiento a quien nos ha hecho ese obsequio o tomarnos de algún modo la molestia de manifestarle nuestra gratitud. Cuando nos tomamos explícitamente ese tiempo para expresar nuestro agradecimiento por alguna generosidad, hacemos saber al dador que la dádiva significó mucho para nosotros. En cambio, cuando ese dador no se entera de nada, o a lo máximo nos oye decir una frase cortita y de pasada inmersa en una nueva lista de
peticiones, es posible que piense que su obsequio no tuvo gran trascendencia para nosotros. De ahí podría inferir, y con razón, que al otorgarnos las otras cosas que le pedimos probablemente manifestaremos la misma ingratitud. De la misma manera, al Señor le resulta un poco difícil seguir concediendo nuestras peticiones cuando no nos tomamos la molestia de reconocerlo ni le manifestamos nuestra gratitud y aprecio. Debiéramos detenernos a redactar esa nota de agradecimiento por los estupendos obsequios que nos ha concedido, que en este caso son los inapreciables dones divinos, tesoros tan inmensos y tan valiosos que solo podrían provenir de Su mano. Basta con reflexionar un poquito para darnos cuenta de que Jesús nos envía una bendición tras otra. El banquete Se cuenta la siguiente anécdota del rey Alfonso XII de España. Enterándose el monarca de que los pajes de su corte olvidaban bendecir la mesa durante las comidas, se propuso enseñarles una lección. Organizó un banquete en el que invitó a todos sus cortesanos. En la mesa había toda clase de manjares refinados, y los pajes echaron mano a las viandas con evidente apetito. Pero ninguno se acordó de pedir a Dios que bendijera la comida. En medio de la fiesta apareció un pordiosero, sucio y harapiento. Se sentó a la mesa real y comió y bebió hasta quedar satisfecho. Al principio los pajes estaban atónitos, esperando que el rey lo echara en cualquier momento. Pero Alfonso no dijo palabra. Cuando el mendigo hubo terminado, se levantó y se fue sin dar las gracias. Los pajes sin poder contenerse, exclamaron: «¡Qué sujeto tan vil y despreciable!» Pero el rey les pidió que callaran, y con voz pausada y serena les dijo: «Jóvenes, vosotros sois aún más atrevidos y descarados que ese pobre mendigo. Todos los días os sentáis a una mesa puesta gracias a la generosidad de vuestro Padre Celestial y, sin embargo, ninguno de vosotros le pide Su bendición ni le expresa gratitud». La única excusa … La única excusa para no alabar al Señor es estar sin aliento, por aquello de que: Salmo 150:6. Todo lo que respira alabe al Señor. Aleluya. (¡Claro que con o sin respiración, todavía se puede alabar al Señor!)
Ratos cotidianos de alabanza Son tantos los apremios y exigencias de la vida moderna que si no separamos un tiempo fijo para alabar al Señor, ocurre con frecuencia que nos olvidamos de hacerlo. Una idea que hemos aplicado nosotros y que podría serles útil a ustedes es programar tres espacios de cinco minutos al día para alabar al Señor. Es un tiempo dedicado exclusivamente a enaltecer a Jesús. No le pedimos nada ni le presentamos ningún tipo de petición; solo le agradecemos. Nos hemos dado cuenta de que dedicar unos momentos concretos a la alabanza nos ha ayudado a cultivar el hábito de ensalzar al Señor. Si bien esos no tienen por qué ser los únicos momentos en que lo hacemos, por lo menos podemos contar con tres periodos al día en que nos detenemos a reconocer la bondad del Señor y a darle gracias por todo lo que nos da. Algunas ideas para los ratos de alabanza: * Canten un tema de alabanza al Señor. * Lean un poema de gratitud * Lean una alabanza escrita. * Cierren los ojos y agradezcan bendiciones concretas que les haya concedido.
12 Piedras Fundamentales – Suplemento de apuntes para la clase 3B
Comunicación con Dios La oración, 2ª parte Objetivo: Cultivar el hábito de la oración y la alabanza.
Versículos clave Salmo 34:1. Bendeciré al Señor en todo tiempo; Su alabanza estará de continuo en mi boca. Salmo 100:4. Entrad por Sus puertas con acción de gracias, por Sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid Su nombre. 1 Tesalonicenses 5:17. Orad sin cesar. Lecturas recomendadas de la Biblia –9 -43: Dios nos guía en respuesta a nuestras plegarias
Otras lecturas recomendadas Oración eficaz (libro de la serie Actívate)
PLEGARIA Y ALABANZA: ANTES DE LEER LA PALABRA DE DIOS Jesús, apenas si empiezo a entender que amarte significa amar Tu Palabra. Ayúdame, Señor, a tomar conciencia de que cuando me siento a leer la Biblia, no se trata de un ejercicio académico ni tiene por objeto lograr una maduración de orden intelectual, sino que leo Tu Palabra para pasar tiempo contigo y llegar a conocerte más profundamente. Cuando descuido Tu Palabra, te descuido a Ti. La Biblia no consiste en meras palabras impresas en una página. No son solo enseñanzas o una colección de relatos interesantes. La Palabra eres Tú, Jesús, el Verbo, que expresa Tus pensamientos, Tu forma de ver las cosas, Tu personalidad. La totalidad de Tu ser queda de manifiesto en Tu Palabra. Cuando leo Tu Palabra y paso ratos de intimidad contigo es como acurrucarme en los brazos de un ser querido, un amigo, y hallar consuelo o caminar tomados de la mano y compartir cosas del corazón, contárnoslo todo y estrechar nuestra relación. Yo te planteo mis interrogantes y Tú me los respondes. O si tengo un problema, sé que puedo conversarlo contigo. No se trata de un monólogo: cuando rezo, de veras me escuchas; y cuando leo Tu Palabra, me hablas. Establecemos un diálogo. Quiero conocerte, Jesús. Te ruego que me ayudes a conocer Tu Palabra. Quiero pasar tiempo contigo para poder pensar como Tú y ver las cosas desde Tu óptica.
MEDITACIÓN: HACER DE CADA PENSAMIENTO UNA ORACIÓN A diario se nos ocurren miles de pensamientos, y todos ellos pueden convertirse en oraciones. Es un hábito que hay que adquirir; pero cuando lo pruebes verás lo estupendo y eficaz que es para enseñarnos a orar verdaderamente «sin cesar». No hace falta idearse cosas por las que orar a lo largo de todo el día, sino hacer que todo pensamiento se convierta en una plegaria al Señor. Si, por ejemplo, al despertarte de mañana piensas: «Uy, ¡qué cansado estoy, no sé cómo voy a lograr levantarme!», puedes convertir ese pensamiento instantáneamente en una oración: «¡Señor, Tú sabes lo cansado que estoy y cuánto necesito que me des Tus fuerzas!» Podría ser un ejercicio muy divertido: ver cuántos pensamientos te acuerdas de convertir en rogativas. Sólo tienes que pedir al Señor que te ayude a adquirir ese hábito, y después colaborar con Él haciendo todo lo posible por llevarle todos los pensamientos por medio de la oración.
Hasta cuando se te ocurra un pensamiento negativo sobre alguien, como por ejemplo: «¿Por qué tiene que llegar siempre tarde?» Si es cierto que tiene ese defecto o debilidad, en vez de pensar mal de la persona, transforma esos pensamientos en plegarias por ella. Y si el problema está en ti, reprende esos malos pensamientos y pide al Señor que te ayude a ser más amoroso y compasivo. Transformemos hasta los pensamientos positivos, como: «¡Qué día tan bonito!», en alabanzas al Señor. Démosle a Él la gloria y digamos «¡Gracias, Jesús, por darnos un día tan hermoso!» <Reflexión> ¿De qué modo podría poner más empeño en dirigir mis pensamientos al Señor y convertirlos en oraciones?
LA PALABRA LLEVADA A LA PRÁCTICA: ORAR POR LOS DEMÁS 1 Tesalonicences 1:2. Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, haciendo memoria de vosotros en nuestras oraciones. No dejes de orar por los demás. Resulta muy provechoso hacer una lista de personas que tengan particular necesidad de que oremos por ellas. Si sabes que alguien enfrenta serias dificultades, ya sea de salud, económicos o personales —cualquier adversidad— lo mejor que puedes hacer por esa persona es orar por ella. Tarea: Prepara una lista de oración y guárdala en tu Biblia o junto a tu cama para recordarte que debes orar por esas personas y situaciones. El buen hábito de la oración La oración es el vínculo entre las necesidades humanas y los recursos divinos. El físico Isaac Newton, del siglo XVII, considerado por muchos el padre de la ciencia moderna y descubridor de la ley de la gravitación, afirmó cierta vez: «Todos mis descubrimientos se plasmaron en respuesta a la oración».
Ora, ¡que Dios te bendecirá y te responderá! Hay que esperar a que el Señor obre «Los retrasos de Dios no son rechazos». Las respuestas de Jesús a la oración son perfectas; de eso no hay duda. En muchas casos nos demuestran que cuando pedimos al Señor una piedra que parece pan, Él nos da un pan que, a causa de nuestra miopía, parece una piedra Mateo 7:7-11 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Y qué hombre hay de vosotros, a quien si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en el cielo dará buenas cosas a los que le pidan?
REFLEXIONES SOBRE LA ALABANZA Hay dos momentos para alabar al Señor: Cuando tenemos ganas de hacerlo y cuando no. Siempre que estemos pensando en la Escritura y en el Señor, y tengamos una canción en el alma, no podremos quejarnos ni murmurar ni lamentarnos ni gimotear por lo mal que nos sentimos. Da a Dios toda la gloria. No dejes de recordarte a ti mismo que no eres nada sin Él. Complácelo alabándolo. Podemos quejarnos de que los rosales tengan espinos o alegrarnos de que tengan rosas. En todo momento, atribuye el mérito a Dios por cada pequeña cosa. ¡Es saludable alabar al Señor!
La alabanza y la oración van de la mano y son el sostén de nuestra vida espiritual. La fragancia del Señor se halla en el perfume de las alabanzas de Su pueblo. La única excusa para no alabar a Dios es estar sin aliento: «Todo lo que respira alabe al Señor» La vida cristiana consta esencialmente de tres esferas: la alabanza, la oración y la acción. Dios obtiene las victorias más resonantes a partir de aparentes derrotas; y en muchos casos, nos las hace llegar por el descuidado sendero de la alabanza. La alabanza es la voz de la fe. Si nos detenemos a pensar, tenemos motivo para agradecer. Si no le agradecemos las bendiciones que ya nos ha concedido, no se va a sentir muy inclinado a responder nuestras rogativas por otras cosas que le hayamos pedido. Al Señor le encanta la alabanza. El Altísimo habita en las alabanzas de Su pueblo.
VERSÍCULOS CLAVE SOBRE LA ALABANZA Salmo 33:1 Alegraos, oh justos, en Jehová: A los rectos es hermosa la alabanza. Salmo 34:1 Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará siempre en mi boca. Salmo 35:28 Y mi lengua hablará de tu justicia, y de tu loor todo el día. Salmo 50:23 El que sacrifica alabanza me honrará; y al que ordenare su camino, le mostraré la salvación de Dios. Salmo 86:12 Te alabaré, oh Jehová Dios mío, con todo mi corazón; y glorificaré tu nombre para siempre.
Salmo 92:1-2 Bueno es alabar a Jehová, y cantar salmos a tu nombre, oh Altísim. anunciar por la mañana tu misericordia, y tu fidelidad en las noches, Salmo 98:1 Cantad a Jehová cántico nuevo; porque ha hecho maravillas; su diestra lo ha salvado, y su santo brazo. Salmo 103:1-2 Bendice, alma mía a Jehová; y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Salmo 105:1-2 Alabad a Jehová, invocad su nombre. Dad a conocer sus obras entre los pueblos. Cantadle, cantadle salmos; hablad de todas sus maravillas. Salmo 107:8 Alaben la misericordia de Jehová, y sus maravillas para con los hijos de los hombres. Salmo 113:3 Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone, sea alabado el nombre de Jehová. Salmo 118:21 Te alabaré porque me has oído, y has sido mi salvación. Salmo 118:24 Éste es el día que hizo Jehová; nos gozaremos y alegraremos en él. 1 Tesalonicenses 5:16-18 Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo;que ésta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. Hebreos 13:5 Sean vuestras costumbres sin avaricia; contentos con lo que tenéis; porque Él dijo: No te dejaré ni te desampararé. 2Crónicas 20:1 -30 Pasadas estas cosas, aconteció que los hijos de Moab y de Amón, y con ellos otros además de los amonitas, vinieron contra Josafat a la guerra.
Entonces vinieron algunos y dieron aviso a Josafat, diciendo: Viene contra ti una grande multitud del otro lado del mar, y de este lado de Siria; y he aquí ellos están en Hazezón-tamar, que es Engadi. Y Josafat tuvo temor, y puso su rostro para consultar a Jehová, e hizo pregonar ayuno a todo Judá. Y se reunieron los de Judá para pedir socorro a Jehová, y también de todas las ciudades de Judá vinieron a buscar a Jehová. Entonces Josafat se puso en pie en la congregación de Judá y de Jerusalén, en la casa de Jehová, delante del atrio nuevo; y dijo: Oh Jehová Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en los cielos, y señoreas sobre todos los reinos de las naciones? ¿No está en tu mano tal fuerza y poder, que no hay quien te resista? ¿No eres tú nuestro Dios, que echaste a los moradores de esta tierra delante de tu pueblo Israel, y la diste a la simiente de Abraham tu amigo para siempre? Y ellos han habitado en ella, y te han edificado en ella santuario a tu nombre, diciendo: Si mal viniere sobre nosotros, o espada de castigo, o pestilencia, o hambre, nos presentaremos delante de esta casa, y delante de ti (porque tu nombre está en esta casa), y en nuestras tribulaciones clamaremos a ti, y tú oirás y nos ayudarás. Ahora, pues, he aquí los hijos de Amón y de Moab, y los del monte de Seir, a quienes no permitiste que Israel invadiese cuando venía de la tierra de Egipto, por lo cual se apartaron de ellos, y no los destruyeron; he aquí, ahora ellos nos pagan viniendo a echarnos de la heredad que tú nos diste en posesión. ¡Oh Dios nuestro! ¿No los juzgarás tú? Porque en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros y no sabemos qué hacer, mas a ti volvemos nuestros ojos. Y todo Judá estaba en pie delante de Jehová, con sus niños, sus esposas y sus hijos. y estaba allí Jahaziel hijo de Zacarías, hijo de Benaía, hijo de Jeiel, hijo de Matanías, levita de los hijos de Asaf, sobre el cual vino el Espíritu de Jehová en medio de la congregación, y dijo: Oíd, todo Judá, y vosotros moradores de Jerusalén, y tú, rey Josafat. Jehová os dice así: No temáis ni os amedrentéis delante de esta tan grande multitud; porque la batalla no es vuestra, sino de Dios. Mañana descenderéis contra ellos: he aquí que ellos subirán por la cuesta de Sis, y los hallaréis junto al arroyo, antes del desierto de Jeruel.
No habrá para qué peleéis vosotros en este caso; paraos, estaos quietos, y ved la salvación de Jehová con vosotros. Oh Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, porque Jehová será con vosotros. Entonces Josafat se inclinó rostro en tierra, y asimismo todo Judá y los moradores de Jerusalén se postraron delante de Jehová, y adoraron a Jehová. Y se levantaron los levitas de los hijos de Coat y de los hijos de Coré, para alabar a Jehová el Dios de Israel a fuerte y alta voz. Y se levantaron muy de mañana y salieron al desierto de Tecoa. Y mientras ellos salían, Josafat, estando en pie, dijo: Oídme, Judá y moradores de Jerusalén. Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados. Y habiendo consultado con el pueblo, puso a algunos que cantasen a Jehová, y alabasen en la hermosura de la santidad, mientras salían delante del ejército, y que dijesen: Glorificad a Jehová, porque su misericordia es para siempre. Y cuando comenzaron a cantar y a alabar, Jehová puso emboscadas contra los hijos de Amón, de Moab, y del monte de Seir, que habían venido contra Judá, y fueron derrotados: Pues los hijos de Amón y Moab se levantaron contra los del monte de Seir, para matarlos y destruirlos; y como hubieron acabado a los del monte de Seir, cada cual ayudó a la destrucción de su compañero. Y luego que vino Judá a la atalaya del desierto, miraron hacia la multitud; y he aquí yacían ellos en tierra muertos, ninguno había escapado. Viniendo entonces Josafat y su pueblo a despojarlos, hallaron en ellos muchas riquezas entre los cadáveres, así vestiduras como joyas preciosos, las cuales tomaron para sí, tantas, que no las podían llevar; tres días duró el despojo, porque era mucho. Y al cuarto día se juntaron en el valle de Beraca; porque allí bendijeron a Jehová, y por esto llamaron el nombre de aquel paraje el valle de Beraca, hasta hoy. Y todo Judá y los de Jerusalén, y Josafat a la cabeza de ellos, volvieron para tornarse a Jerusalén con gozo, porque Jehová les había dado gozo sobre sus enemigos. Y vinieron a Jerusalén, a la casa de Jehová, con salterios, arpas, y trompetas. Y el pavor de Dios cayó sobre todos los reinos de aquella tierra, cuando oyeron que Jehová había peleado contra los enemigos de Israel. Y el reino de Josafat tuvo reposo; porque su Dios le dio reposo por todas partes.
MOMENTOS DE MEDITACIÓN: «SOLO UNA COSA ES NECESARIA» Virginia Brandt La Palabra de Dios habla del «aposento», del lugar privado para la oración en la intimidad de la presencia del Señor, donde María halló reposo. En el relato de Lucas 10:38-42, leemos que se sentó a los pies de Jesús para aprender de Él, mientras los demás se afanaban por servirle. A raíz de eso el nombre de María pasó a la historia como el de una mujer sabia, pues Jesús dijo: «María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada» (Lucas 10:42b). Al comienzo de ese mismo versículo, Jesús dice a Marta, que estaba ocupada con cosas que sí nos pueden quitar: «Solo una cosa es necesaria»: una cosa. Estoy totalmente convencida de que con Dios todo es posible. Y me refiero a todo. «Al que cree, todo le es posible» (Marcos 9:23). Sea lo que sea. Da igual. Dios dice todo, y Su Palabra es veraz. Eso abarca también nuestras necesidades actuales. No podemos decir: «A excepción de esto» o «a excepción de aquello». Dios dice todo. ¡Qué panorama más esperanzador! Las posibilidades que nos brinda a cada uno de nosotros esa palabra —«todo»— son infinitas. ¡Hay que ver las fuerzas y los privilegios que nos otorga! Sin embargo, al meditar en ello y leer lo que Jesús dijo, vemos que hay algo que contrasta enormemente con eso. Se trata de la única cosa que es realmente necesaria. «Todo nos es posible» pero «solo una cosa es necesaria». Ese versículo es verdaderamente tranquilizador. La tierna sencillez que encierra y el humilde requisito que nos plantea, nos ofrecen solaz: «Solo una cosa es necesaria». Hay muchas cosas que merecen nuestro esfuerzo. Vale la pena sacrificarse y luchar por algunas, pero «solo una cosa es necesaria». Jesús dijo que consiste en reunirnos con Él a solas en el lugar privado para la oración y aprender de Él. Esa sola cosa necesaria —sentarnos a Sus pies— trasciende todo lo demás. La hermana de María —Marta— se afanaba con una gran cena. Jesús dijo que estaba afanada, turbada y preocupada por muchas cosas. Quería complacer al Señor con las obras de Sus manos. En cambio, Él quería que le rindiera culto de corazón. No se daba cuenta de que para que «todo sea posible», «solo una cosa es necesaria»; de que no podía esperarlo todo sin haber puesto en práctica esa sola cosa. Hoy en día hay cristianos profesos que descuidan el lugar privado para la oración —esa única cosa necesaria— y piensan que merced a sus obras y sus muchos quehaceres, van a complacer al Señor y ganarse un sitio más encumbrado en Su obra y Su Reino. Por lo visto no llegan a entender que la forma más segura de acceder a todo y alcanzar un puesto de confianza y de autoridad es aceptar ese puesto humilde, esa sola cosa necesaria, pues con
Dios para subir hay que bajar. La senda divina que nos conduce a la cumbre empieza con un descenso. En una ocasión cierto pastor acudió a mí en busca de un consejo. Había sido dirigente de la iglesia, pero había perdido su puesto a manos de otro clérigo más exitoso, un hombre muy sincero. Había sido un trabajador incansable y en muchas ocasiones escribía a su junta regional diciendo que tenía mucho trabajo, que le enviaran gente a ayudarlo. Al igual que Marta, su clamor era: «Señor, manda a alguien que me ayude». Sin embargo, a pesar de todas sus arduas labores, que lo tenían en un ajetreo constante, corriendo de aquí para allá, no llevaba fruto. Sumido en la derrota por haberse frustrado todos sus planes, retornó a su lugar de origen y allí quedó sólo, apartado de su misión. Si hubiera abandonado su desenfrenada carrera cotidiana y se hubiera sentado a los pies de Jesús para aprender de Aquel que es de Espíritu manso y humilde, a su tiempo habría salido al campo y habría hablado con bríos y obrado con energía en sus labores para el Señor. Y no solamente para Jesús, sino acompañado de Él. Eso, si hubiera entrado en el aposento y se hubiera sentado a los pies de Jesús, en ese sitio, el que normalmente no está atestado de gente. En cambio, quedó a la vera del camino, cual siervo infructuoso y desilusionado porque no tomó en cuenta que «solo una cosa es necesaria» para que sean «posibles todas las cosas». Se había enfrascado tanto en su servicio que descuidó la mejor parte —la oración—, que consiste en sentarse en silencio y tranquilidad a aprender de Cristo. Había pretendido escalar por otro camino (Juan 10:1). ¿Te ha ocurrido eso a ti? ¿O has escogido la buena parte, que nunca te será quitada? ¿Te has humillado bajo la poderosa mano de Dios, para que Él te exalte cuando fuere tiempo? (1 Pedro 5:6). ¿O te afanas y te turbas pensando: ¿Qué comeremos? o ¿Qué beberemos? (Mateo 6:31). Al servicio del Divino Amigo corría frenética Marta, ofreciendo el pan y el vino lavando tiestos y tazas. Andaba intranquila y ansiosa de pensamiento y de palabra. Tiempo para aprender no tenía: en su oficio vivía ajetreada. ¡Eran tantos sus quehaceres!
Con muchos deberes andaba afanada, Por cosas que no importan tanto, olvidó que poseía alas. María, en cambio, serena, apacible aprendía las cosas más necesarias. Atenta oía la voz del Maestro y Sus preceptos asimilaba. De Él recibía las riquezas eternas, los valiosos tesoros del alma. Absorbía Sus sabios preceptos y por la mejor parte optaba. ¿Trabajamos nosotros con desvelo hasta que la vida nos resulta ingrata? ¿Nos olvidamos de amar? de tomarnos todo con más calma? ¿Nos afanamos por obtener posesiones, cosas que se esfuman mañana? ¿Descuidamos lo realmente necesario: escuchar de Jesús Su enseñanza? Bueno es prestarle fiel servicio. El trabajo su lugar reclama. Pero hay algo mucho más excelente: Fijar en Jesús la mirada. Nos dirá muchas verdades, nos dejará profundas enseñanzas. A Sus pies quiere que bebamos Sus mensajes que nunca pasan. Annie Johnson Flint Antes de haberme fracturado la espalda y de que Dios me hubiera traído a Su presencia por el sendero escabroso y estuviera enferma durante mucho tiempo, yo era igual que aquel pastor ajetreado. Este poema del que soy autora describe lo que me sucedió:
Yo anhelaba servir al Maestro, y faltaba gente allá afuera. El trabajo para mí era fácil, pero, uy, ¡qué pesada la espera!, ¡quedarme quieta y callada oyendo el envidiable canto de los obreros que, en plena siega, continuaban faenando! Anhelaba servir, tan sólo servir al Maestro, pero me condujo a una zona apartada, y al detenernos a descansar me dirigió una tierna mirada que reveló Su desagrado. ¿Acaso pensaba Él que el servicio me era molesto, o quizás que era para mí un sacrificio? —Oh, Maestro, anhelo servir, sólo servirte. Por muchos que haya, ¡son pocos los obreros! Déjame ir a los campos —le rogué—. ¡Quedarme a reposar no quiero! Me postré a Sus pies implorante y levanté la vista a Su cara. —Hijita —me dijo—, ¿no sabes que tu servicio sin tu amor no es nada? Anhelaba servir, servir a mi Maestro. ¡Cuánto acariciaba aquella idea! Postrada ante Él, suplicaba incesante: —¡Esto te pido que me concedas! Pero en aquel lugar desierto, lejos de la actividad y el gentío, poco a poco fui cayendo en la cuenta del gran error que había cometido. Tan preocupada estaba por servirle que me había alejado de Él. ¡Mas Él quería la más dulce comunión
que dos corazones pueden tener! Con los ojos aún turbios de pesar busqué y obtuve Su perdón, y ahora, aunque aprecio Su Obra, ¡el primer lugar se lo reservo al Señor! No nos olvidemos que Dios aún está en el trono y que orar incide notablemente en el desenlace de cualquier situación.
LA FE EN ACCIÓN: «DIOS ESTÁ CONMIGO» Phyllis I. Martin Repentinamente, nubes de tormenta e intensas ráfagas de viento envolvieron el colegio de enseñanza elemental Alpine. La radio advertía que se aproximaba un tornado. Era demasiado peligroso enviar a los niños a su casa. Optamos por mandar a los menores al sótano, donde todos se amontonaron atemorizados. Los profesores también estábamos preocupados. A fin de disminuir la tensión del momento, el director propuso que cantáramos. Las voces, sin embargo, se oían débiles y poco entusiastas. Uno tras otro, los niños empezaron a llorar. Nadie lograba calmarlos. Entonces, una profesora cuya fe parecía a prueba de emergencias, dijo en voz baja a la niña que tenía más cerca: —Kathie, recuerda que hay Alguien más poderoso que esta tormenta, y que Él nos protegerá. Dite a ti misma: «Dios está conmigo». Luego, repite esas palabras al niño que tienes a tu lado. A medida que aquella frase se transmitía en voz baja de un niño a otro, la tranquilidad se iba extendiendo por todo el grupo. Oí el viento que soplaba afuera, todavía con la misma ferocidad que un momento antes; sin embargo, ya no importaba. Adentro, todos se fueron calmando poco a poco. Habían perdido el miedo y dejaron de llorar. Más tarde se oyó la señal que indicaba el fin del peligro. Alumnos y profesores regresaron a las aulas en silencio, sin los empujones y el parloteo habituales. Pese a que han transcurrido años, no he olvidado aquellas palabras tranquilizadoras. En momentos de estrés, angustias y dificultades, me repito: «Dios está conmigo». Basta con ello para que se me pase la tensión y pierda el miedo.
Prueba de la clase 3b, «La oración: Comunicación con Dios», de Las 12 Piedras Fundamentales Nombre:___________________________________Fecha:___________ 1.
¿Cuál crees que es la principal enseñanza que se deriva de la visita de Jesús a la casa de Marta y María (Lucas 10:38-42)
2.
Imagínate que estás hablando con alguien que está desanimado respecto a su relación con el Señor. Escribe qué le dirías a esa persona para motivarla, basándote en 2 Corintios 5:7 y Hebreos 13:5b.
3.
Enumeramos a continuación cuatro tipos de oración. Escribe lo que le dirías al Señor en cada uno. a. Alabanza b. Desahogar el corazón con el Señor acerca de una situación personal o prueba por la que estés pasando c. Pedir al Señor algo que necesitas d. Oración de intercesión (rezar por los demás)
4. 5. 6. 7.
¿Qué te distrae cuando oras? ¿Qué te ayuda a superar esas distracciones? ¿Qué versículo nos exhorta a hacer de la oración un hábito? Transcribe un versículo que constituye una promesa de que Dios responde a la oración. ¿Qué versículo destaca la importancia de mostrar gratitud al Señor y alabarlo?
¿Hubo algo de la clase que no entendiste bien o que te suscitó interrogantes? De ser así, explícalo a tu guía.