Curso Básico Bíblico LAS 12 PIEDRAS FUNDAMENTALES
CLASE 04A: MENSAJES DEL CIELO Primera Parte
© La Familia Internacional Editado por http://audioconectate.net Junio de 2011
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 1
Las 12 Piedras Fundamentales Clase 04A - 1 MENSAJES DEL CIELO, PRIMERA PARTE CÓMO RECIBIR PROFECÍAS
PRIMER TRAMO: ¿QUÉ ES UNA PROFECÍA?
Orar entraña también escuchar a Dios Como se dijo en La oración, primera parte: principios y aplicación, la oración no debe ser un monólogo en el que tu eres el único que hablas y el Señor se dedica a escucharte. Tu relación con el Señor entraña también oír las palabras que Él te quiere decir. Orar es comulgar con el Señor, conversar con Él. Es acudir a Su presencia en quietud, con respeto, y presentar sinceramente nuestra petición. Luego esperas en silencio que te llegue la respuesta. Si nos proponemos a escucharlo, Dios nos hablará. 1 Samuel 3:9-10. Dijo Elí a Samuel:«Ve y acuéstate; y si te llamare, dirás»: “Habla, Señor, porque tu siervo oye”. Así se fue Samuel, y se acostó en su lugar. Y vino el Señor y se paró, y llamó como las otras veces: «¡Samuel, Samuel!» Entonces Samuel dijo: «Habla, porque tu siervo oye». Números 9:8. Moisés les respondió: «Esperad, y oiré lo que ordena el Señor acerca de vosotros». Salmos 4:4b. Meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, selah. Salmos 46:10a. Estad quietos y sabed que Yo soy Dios.
Cuando Dios habla… Cuando el Señor habla y nos comunica un mensaje por medio de uno de Sus hijos, nos referimos a tales comunicaciones como profecías. A lo largo de la Biblia el Señor habló a Su pueblo de esa forma, inspirando a Sus profetas a transmitir Sus palabras y mensajes. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, Dios nos dice que en los días previos a la segunda venida de Jesús —un período al que las Escrituras denominan «el Tiempo del Fin» o «los Postreros Días» , Él derramará Su Espíritu de modo muy particular y ungirá a muchos de Sus siervos para que profeticen. Promete: Hechos 2:17-18 (también Joel 2:28,39). En los postreros días, dice Dios, derramaré de Mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; Y de cierto sobre Mis siervos y sobre Mis siervas en aquellos días derramaré de Mi Espíritu, y profetizarán.
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 2
La profecía: Uno de los dones del Espíritu Cuando pedimos al Señor que nos llene de Su Espíritu Santo, recibimos lo que la Biblia llama los «dones del Espíritu». Se trata de dones o carismas espirituales extraordinarios que nos concede nuestro Padre Celestial para fortalecernos y asistirnos. El don de profecía figura entre los nueve elementales que se detallan en 1 Corintios 12: 1 Corintios 12:4,10–11. Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo....a otro, profecía... Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como Él quiere. Estos carismas provienen del Padre Celestial. Dios los otorga a Sus hijos con la finalidad de comunicarse mejor con ellos y darles a conocer mejor Su persona y Su voluntad. En el Antiguo Testamento únicamente ciertos reyes, profetas y dirigentes recibían el Espíritu Santo. Todo el peso de la dirigencia recaía sobre ellos. Pero en el albor de la era del Nuevo Testamento, en el día de Pentecostés concretamente, Dios desechó el antiguo esquema por el cual los creyentes dependían casi exclusivamente de los dirigentes para saber qué hacer. A partir de entonces exigió que cada cristiano respondiera por sí mismo ante el Espíritu Santo. Cada persona puede obtener la medida que desee del Espíritu Santo o que pueda sobrellevar, y debe dejarse conducir de manera individual por el Señor. El propósito del Señor en ello fue el de preparar a Su iglesia Sus seguidores para una era posterior en que sufriría mucha persecución y sus componentes necesitarían que Él los guiara individualmente.
El don deseable La Biblia asimismo dice que los que pertenecen al pueblo de Dios deben desear y procurar particularmente el don de profecía. En otros pasajes de la Biblia se nos recomienda que deseemos este don espiritual y que a través de él permitamos que Dios nos hable y se comunique por medio de nosotros. 1 Corintios 14:1,5,39. Seguid el amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis. […] Quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más que profetizaseis; porque mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete para que la iglesia reciba edificación. […] Así que, hermanos, procurad profetizar, y no impidáis el hablar lenguas.
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 3
Las predicciones Muchas personas piensan que profetizar equivale a predecir el futuro, pero no siempre es así. La palabra profecía deriva del griego propheteia, que significa «expresar el pensamiento y el consejo de Dios». Es cierto que un profeta predice muchas cosas, pronostica hechos y sucesos por inspiración del Espíritu de Dios. Sin embargo, profetizar tiene un sentido más amplio que equivale a hablar por inspiración divina, proferir las Palabras de Dios; es decir simplemente transmitir la Palabra de Dios, cualquiera que esta sea, en cualquier momento y lugar, y a cualquier persona, siempre que ello armonice con la voluntad de Dios. SEGUNDO TRAMO: QUÉ DICE LA BIBLIA ACERCA DEL DON
DE PROFECÍA Veamos qué usos ha dado Dios al don de profecía como medio de comunicación con Su pueblo a lo largo de la Historia.
Las profecías provienen de Dios 2 Pedro 1:21. Nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo. Hechos 3:21. Habló Dios por boca de Sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo. Oseas 12:10,13. He hablado a los profetas, Yo multipliqué la visión, y por medio de los profetas usé parábolas. Romanos 12:6. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe.
Las profecías y profetas del Antiguo Testamento En los días de Moisés profetizaban setenta ancianos Números 11:24-30. Salió Moisés y dijo al pueblo las palabras del Señor; y reunió a los setenta varones de los ancianos del pueblo, y los hizo estar alrededor del tabernáculo. Entonces el Señor descendió en la nube, y le habló; y tomó del espíritu que estaba en él, y lo puso en los setenta varones ancianos; y cuando posó sobre ellos el Espíritu, profetizaron, y no cesaron. Y habían quedado en el campamento dos varones, llamados el uno Eldad y el otro Medad, sobre los cuales también reposó el espíritu; estaban éstos entre los inscritos, pero no habían venido al tabernáculo; y profetizaron en el campamento. Y corrió un joven y dio aviso a Moisés, y dijo: Eldad y ―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 4
Medad profetizan en el campamento. Entonces respondió Josué hijo de Nun, ayudante de Moisés, uno de sus jóvenes, y dijo: Señor mío Moisés, impídelos. Y Moisés le respondió: «¿Tienes tú celos por mí? Ojalá todo el pueblo del Señor fuese profeta, y que el Señor pusiera su espíritu sobre ellos». Y Moisés volvió al campamento, él y los ancianos de Israel.
En el tiempo de Elías, él era el principal profeta, pero existían al menos otros 100: 1 Reyes 18:1,3–4. Pasados muchos días, vino palabra del Señor a Elías en el tercer año, diciendo: «Ve, muéstrate a Acab, y yo haré llover sobre la faz de la tierra». Y Acab llamó a Abdías su mayordomo. Abdías era en gran manera temeroso del Señor. Porque cuando Jezabel destruía a los profetas del Señor, Abdías tomó a cien profetas y los escondió de cincuenta en cincuenta en cuevas, y los sustentó con pan y agua.
Las escuelas de profetas instituidas por Eliseo (Eliseo formó a un grupo de profetas llamado los hijos de los profetas) 2 Reyes 2:3,5. Saliendo a Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Betel. [...]Y se acercaron a Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Jericó, y le dijeron...: 2 Reyes 4:38. Eliseo volvió a Gilgal cuando había una grande hambre en la tierra. Y los hijos de los profetas estaban con él. 2 Reyes 6:1. «Los hijos de los profetas dijeron a Eliseo: He aquí, el lugar en que moramos contigo nos es estrecho».
La compañía de profetas de Samuel 1 Samuel 19:20. Entonces Saúl envió mensajeros para que trajeran a David, los cuales vieron una compañía de profetas que profetizaban, y a Samuel que estaba allí y los presidía. Vino el Espíritu de Dios sobre los mensajeros de Saúl, y ellos también profetizaban.
La Iglesia Primitiva y el don de profecía Resulta muy interesante estudiar la experiencia de los primeros cristianos y la forma en que recibían sus instrucciones. No solo dependían de la Palabra de Dios escrita y documentada, sino también del don de profecía. A continuación referimos apenas unos pocos ejemplos de cómo los primeros cristianos se valían de la Palabra Viviente recibida por medio de profecías: Hechos 11:27-30. En aquellos días unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía. Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual sucedió en tiempo de Claudio. Entonces los discípulos, cada uno ―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 5
conforme a lo que tenía, determinaron enviar socorro a los hermanos que habitaban en Judea; lo cual en efecto hicieron, enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo. Hechos 13:1-3. Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo. Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: «Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado». Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron. Hechos 19:6. Habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban. Hechos 21:8-9. Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, posamos con él. Este tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban. Hechos 21:10-14. Permaneciendo nosotros allí algunos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo, quien viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: «Esto dice el Espíritu Santo»: “Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles”. Al oír esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar, que no subiese a Jerusalén. Entonces Pablo respondió: «¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús». Y como no le pudimos persuadir, desistimos, diciendo: «Hágase la voluntad del Señor».
El ejercicio del don de profecía era muy respetado entre los primeros cristianos 1 Corintios 12:28. A unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas. 1 Tesalonicenses 5:20. No menospreciéis las profecías. Romanos 12:6. Teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe.
Las epístolas nos proporcionan pautas para evaluar las profecías comunicadas en la iglesia: 1 Corintios 14:29. Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen. ―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 6
1 Corintios 14:32. Los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas; 1 Juan 4:1. Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo.
Conclusión: ¡Tú también puedes recibir mensajes del Cielo! Si lees los episodios en que Dios habló a Sus hijos en otros tiempos y te familiarizas con la multitud de versículos en los que promete hablarte, eso afianzará tu fe en que tú también puedes escuchar a Dios y recibir mensajes del Cielo.
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 7
(Las 12 Piedras Fundamentales Clase 04A - 2 ) MENSAJES DEL CIELO, PRIMERA PARTE CÓMO RECIBIR PROFECÍAS
TERCER TRAMO: DIOS HABLA HOY
Por qué necesitamos la Palabra Viviente La Biblia nos proporciona un registro permanente de las inmutables Palabras divinas, pero Dios todavía habla hoy por medio de profecías, visiones y señales. Solemos llamar a estos mensajes actuales del Señor Su Palabra Viviente. Es probable que te preguntes por qué no me basta con leer la Biblia. ¿Por qué no obtener mis respuestas de la Palabra escrita? Es cierto que debas obtener todas las respuestas que puedas de la Palabra escrita. Sin embargo, en los casos en que ésta no alcance a responder a tus necesidades específicas, el Señor te ha dado el don de profecía como complemento para estar al tanto de la dirección en que Él te guíe. La Palabra escrita te proporciona los fundamentos, pero son muchas las ocasiones en que el Señor desea darte instrucciones específicas para tu situación particular hablándote directamente por medio de profecías. Consejos para hoy día Los principios elementales de la Palabra se aplican. Sin embargo, hay mucho asesoramiento que necesitas y que no encuentras de manera específica en la Biblia. Por eso el Señor te ofrece el preciado don de hablarte directamente acerca de tu situación particular. El Señor desea hablarnos y animarnos. Él promete:
Isaías 30:21. Tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: «Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda». Las profecías no contradicen la Palabra escrita Una profecía auténticamente inspirada por el Señor no contradice la Palabra de Dios registrada en la Biblia, aunque sí llenará muchos vacíos en nuestra comprensión de algún asunto. La Palabra es la medida, el patrón por el que debe ser medida. (Hablaremos más de esto en la próxima clase.)
Testimonios: Por qué medios nos habla Dios hoy Escucha la voz de Dios Albert Schweitzer (1875-1965, ganador del premio Nobel, médico misionero que sirvió en Camerún y África Ecuatorial Francesa [actualmente denominado Gabón]). Aparte que fue un gran músico y ―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 8
médico, viajó al África como misionero para asistir a los enfermos. En cierta ocasión navegaba río arriba en una barca cargada con suministros para un hospital que había construido. Durante el viaje observó el inmenso tronco de un árbol caído en el agua. Si chocaban contra él la barca se hundiría y se ahogarían. Después de su visita al hospital, Albert emprendió el regreso por el mismo río. Era de noche y estaba muy oscuro. Advirtió a quienes pilotaban la barca que no se acercaran mucho a la orilla del río sino que se mantuvieran en la parte central de la cuenca. De golpe, el Señor dio a Albert un aviso en el espíritu de que se estaban acercando demasiado a la ribera. Todos los hombres respondieron que no era así y que iban muy bien encaminados, de modo que Albert volvió a sentarse. Supongo que saben lo que hacen —pensó él—. Al fin y al cabo, navegan por este río continuamente y están habituados a detectar cosas aun en la oscuridad del bosque. Yo no tengo tan buena vista. De repente el Señor volvió a hablar al corazón de Albert. Esta vez dándole una advertencia más firme. ¡Hazme caso o todos se ahogarán! Albert se levantó de un salto y ordenó a los hombres que remaran al instante más hacia el centro del río. Apenas se habían apartado de donde estaban, observaron repentinamente en la oscuridad la enorme masa del tronco del árbol que había caído al agua. De no haber virado hacia la mitad de la cuenca en ese instante, la barca habría chocado con él y se habría hundido. . La fe de un niño Mary Escuchar al Señor es tan emocionante que hasta a los niños pequeños les fascina. ¡Alabado sea el Señor! Una de nuestras hijas usa aparatos para los dientes, los cuales tiene que sacarse cada vez que come. Un día los extravió. Buscamos por todos lados pero no podíamos encontrarlos. La niña propuso que nos reuniéramos a escuchar al Señor para ver qué nos decía. Me pareció muy valiente de su parte y me pregunté si realmente estaba preparada para escuchar lo que pensé que el Señor le diría acerca de no cuidar muy bien sus cosas. No esperaba oír nada yo misma, pues se trataba de una pregunta muy específica y hasta entonces me había costado creer que era capaz de recibir respuestas concretas del Señor. Otros tal vez sí, pero no yo. Pero he aquí que recibí lo siguiente: «Con las cáscaras de naranja en el basurero». Inicialmente no lo expresé porque me parecía inverosímil. Así que esperé a que otros expresaran lo que les había venido a ellos. Como a nadie le vino nada, dije: «Esto suena descabellado, pero me vino: “Con las cáscaras de naranja en el basurero”». Mi hija fue a ver y allí estaban. ¡Él nos da respuestas directas y definidas!
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 9
Música y profecía La música es sin duda un medio de sumergirse en el Espíritu. Consideren las siguientes palabras de Eliseo, quien cuando se le pidió que escuchara al Señor, dijo: «Mas ahora traedme un tañedor» (2 Reyes 3:15). El versículo concluye diciendo: «Mientras el tañedor tocaba, la mano del Señor vino sobre Eliseo». A continuación referimos otro verso relacionado con la música y con la composición de canciones en profecía. Dice que ciertos músicos profetizarían con sus instrumentos musicales: «Asimismo David y los jefes del ejército apartaron para el ministerio a los hijos de Asaf, de Hemán y de Jedutún, para que profetizasen con arpas, salterios y címbalos» (1 Crónicas 25:1).
CUARTO TRAMO: PAUTAS PARA ESCUCHAR A DIOS EN
PROFECÍA Cómo escuchar al Señor Busca un sitio tranquilo. Da comienzo a tu rato de comunión con el Señor alabándolo, leyendo Su Palabra o las dos cosas. Luego, hazle una pregunta concreta o simplemente pídele que te comunique lo que Él quiera. Cerrar los ojos te ayudará a hacer a un lado las distracciones. Serénate y dirige tus pensamientos al Señor. Procura concentrarte. Puede que a veces el Señor te hable recordándote un versículo o un pasaje de la Biblia. Hace que cobre vida o lo aplica a una situación particular o decisión que debas tomar. Si te recuerda algo así mientras estás orando, búscalo y léelo enseguida pidiendo le al Señor que te ayude a aplicarlo. A veces es posible que el Señor te dirija un mensaje nuevo que nunca has escuchado antes. Las palabras tal vez no sean audibles, sino más bien una especie de voz interior. Expresa, escribe o graba lo que te venga. Una vez que lo hagas, el Señor te comunicará más. Anotar lo que el Señor te da demuestra fe de tu parte en que lo recibido proviene de Él. Entonces Él te revela más. Procura no pensar en el mensaje ni tratar de analizarlo o juzgarlo mientras te viene; simplemente acéptalo y agradécele a Dios por él. Algunos mensajes son breves; otros más largos.
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 10
A veces, en vez de palabras, el Señor te da una imagen o visión. Ten fe y genera un vacío Basta con que tengas fe. Cuando pidas al Señor una respuesta, da por hecho que la recibirás y acepta lo primero que te venga. Si de veras crees y le preguntas al Señor queriendo ver y oír, no quedarás defraudado. En el aire, a nuestro alrededor, hay ondas de radio. Sin embargo, hasta que no encendamos el pequeño interruptor de la radio, no escucharemos ninguna emisión. Hay que abrir un canal, un circuito eléctrico. El Espíritu de Dios es como una emisora que transmite a toda hora. No hay que hacer otra cosa que encender el interruptor y sintonizarnos. Cuando escuches al Señor tienes que creer que las primeras palabras que te vienen al pensamiento y lo primero que veas provienen del Señor. Hay que seguir a partir de allí. Hay que expresar en voz alta o escribir el versículo o la frase que se haya escuchado. ¡Entonces Dios te revelará más!
Para reconocer la voz de Dios 1 Reyes 19:9,11–12. Allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a él palabra del Señor, el cual le dijo: «¿Qué haces aquí, Elías?...» El le dijo: «Sal fuera, y ponte en el monte delante del Señor». Y he aquí el Señor que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado. Dios habla en una voz apacible y delicada. No tiene que ser en voz alta. Puede ser una simple sugerencia en tu interior. A veces ni siquiera expresa palabras; es una impresión que nos da. Dios no siempre se comunica verbalmente; puede darte una imagen o una idea. A medida que estudies Su Palabra con fe y dejas que te llene el corazón y el pensamiento, mayor capacidad adquieres de reconocer Su silbo apacible y delicado cuando le pides que te hable. Juan 10:27a. Mis ovejas oyen Mi voz y me siguen. Si quiere profundizar más en el tema de escuchar al Señor, remítete a los apartados Primeros pasos (página 18) y Modo de empleo (página 32) del librito Escucha palabras del Cielo, de la serie Actívate.
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 11
12 Piedras Fundamentales – Suplemento de apuntes para la clase 4A
Cómo recibir profecías Mensajes del Cielo, 1ª parte Objetivo: Aprender a emplear el don de profecía.
Versículos clave 1 Corintios 14:1. Seguid el amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis. Proverbios 3:5-6. Fíate del Señor de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas. Lecturas recomendadas de la Biblia Mateo 10–16
Otras lecturas recomendadas Escucha Palabras del Cielo (libro de la serie Actívate)
PLEGARIA Y ALABANZA: «HABLA, PORQUE TU SIERVO OYE» (1 SAMUEL 3:10B)
Te agradezco, Jesús, que cada día tomo mayor conciencia de cuánto me amas, de lo profundo que es el amor que abrigas por mí y de cuánto anhelas manifestármelo. Acudo a Ti ahora, como Samuel de antaño, y aguardo con paciencia y en quietud que Tú me hables. Te ruego que me ayudes a suprimir mis propios pensamientos y a prestarte oído. Ayúdame a confiar en que me vas a hablar. Hazme tener presente que no es por mis propias fuerzas, sino que al encomendarme a Ti, Tú me guías y me conduces. Al pedirte esto ahora y escucharte, creo en que te harás presente para mí. Al detenerme estos instantes, ayúdame a escuchar Tu voz.
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 12
MEDITACIÓN: ALIMENTO COTIDIANO Tenemos un Dios viviente, un Dios que nos habla. Nuestro Dios aún ama a Sus hijos y todavía les habla. Su Palabra dice: «Te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti» (2 Timoteo 1:6). Él es capaz de hablar a quienquiera que lo ame. Como dijo el Señor el día de Pentecostés: «En los postreros días, dice Dios, derramaré de Mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños» (Hechos 2:17). Cada día debe ser un nuevo día, con nuevas experiencias, en el que debemos escuchar nuevamente la voz del Señor. ¿Por qué vivir solo del alimento de ayer? ¿Por qué no ingerir algo fresco todos los días? Podemos escuchar a Dios a diario; y de hecho, deberíamos hacerlo. No tiene que ser en voz alta, no tiene que ser con una voz audible. Basta con que sea una vocecilla suave que escuchamos en nuestro interior. A veces ni siquiera se manifiesta en palabras, sino que es solo una impresión. Dios no tiene por qué comunicarse en palabras. Simplemente puede dar un presentimiento, una visión o una idea. Deberíamos escucharlo todos los días. Él dice: «Mis ovejas oyen Mi voz, y me siguen» (Juan 10:27). Tal vez alguno piense: «Yo leo la Biblia todos los días, así que escucho al Señor a diario». Está muy bien que uno lea la Biblia, las Palabras del Señor registradas. Sin embargo, es estupendo escucharlo directamente. A veces nos atareamos demasiado. Nos enfrascamos tanto sirviéndole que nos olvidamos de amarlo. De modo que conviene hacerse el hábito de pasar un rato de meditación a primera hora del día. Lee la Biblia y ora. Comienza bien el día. Escucha al Señor. Él resolverá muchos de los problemas antes siquiera de empezar el día si escuchas lo que tenga que decirte. Si te sumerges en todos los problemas y complicaciones de tu trabajo sin detenerte a hablar con el Señor y recibir instrucciones de tu Comandante en Jefe, te volverás como un soldado que trata de librar una guerra por su cuenta, sin escuchar a su cuartel general, sin que su jefe le ayude a organizarse. Tienes que rezar y escuchar al Señor. <Reflexión> ¿Hablas con el Señor y escuchas todo lo nuevo que tiene que decirte cada día o te zambulles directamente en los asuntos del día?
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 13
Suplemento
RÍOS DE LA MONTAÑA: PARA, MIRA Y ESCUCHA Extractos de un artículo de David Berg A la mayoría de los cristianos hoy en día les interesa más que Dios los escuche a ellos, que escuchar ellos a Dios. Pretenden convencer a Dios que apruebe el plan que ellos proponen. Deberían preguntarse: «¿Estoy dispuesto, no a presentarle a Dios mi plan para que Él lo apruebe con Su firma... ni siquiera a que me presenten el plan de Dios para que yo lo firme, sino, estoy dispuesto a firmar una hoja de papel en blanco y dejar que Él la llene sin saber siquiera cuál va a ser Su plan?» Los cristianos que no se toman la molestia de escuchar al Señor me recuerdan a lo que dijo la niña del gatito al escucharlo ronronear mientras dormía: «¡Mira, mamá, el gatito se quedó dormido y dejó encendido el motor!» Es muy posible andar de un lado para otro y estar al mismo tiempo espiritualmente dormido, sin llegar a ninguna parte, «como quien golpea el aire» (1 Corintios 9:26). A menos que guarden silencio y traten de buscar al Señor, ¿cómo van a escuchar ningún mensaje de Él? A mí me encanta pasar tiempo a solas con el Señor. Así puedo escucharlo con claridad. Estoy plenamente convencido de que he oído más al Señor estando a solas y en silencio que de cualquier otro modo. Cuando estamos a solas Él nos puede hablar y podemos dedicarle a Él toda nuestra atención y la reverencia que se merece. La voz del Señor es un silbo delicado y apacible, pero al mismo tiempo es muy clara, firme y amorosa. Lo que pasa es que si hacemos mucho ruido no la oímos. Que Dios nos ayude a guardar silencio ante Su presencia y escuchar. Todos necesitamos pasar tiempo a solas con el Señor para recibir inspiración e instrucciones de Él. Si de verdad quieres escuchar a Dios, Él te hablará. Pero para eso en algún momento vas a tener que hacer silencio en algún sitio, de algún modo. Dice: «Estad quietos y conoced que Yo soy Dios» (Salmo 46:10). ¿Hasta qué punto han aprendido ustedes a guardar silencio ante el Señor? ¿Cuántos ratos de tranquilidad pasan con Él? «En quietud y confianza será tu fortaleza» (Isaías 30:15). ¿Saben lo que significa confianza? ¡Es fe! El hecho mismo de mantenernos en silencio es señal de que tenemos fe. Demuestra que estamos a la expectativa de que Dios haga algo, en vez de tratar de hacer las cosas nosotros mismos. Si no saben qué hacer, párenlo todo. Guarden silencio y esperen a que Dios haga algo. Lo peor que pueden hacer es seguir adelante cuando no saben qué hacer. Ese fue el error de Saúl. Siguió adelante pese a no saber qué hacer; pensó que debía mantenerse ocupado cualesquiera fueran las circunstancias. Y le costó el reino (1 Samuel 13:7–14). Guardar silencio ante el señor demuestra que se tiene fe en que Dios va a resolver la situación, en que la solucionará. Demuestra que se confía en el Señor. «Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en Ti persevera, porque en ―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 14
Ti ha confiado» (Isaías 26:3). Si no están confiando en el Señor, vivirán en perpetua confusión. Este sencillo poema lo ejemplifica acertadamente: Cuando confiamos en Dios no somos presa de la inquietud; cuando la inquietud nos apresa no estamos confiando aún. Si estamos en un lío, confundidos, preocupados, impacientes y alterados, es que no estamos confiando. No tenemos la fe que deberíamos. La confianza es una imagen de reposo, paz y serenidad totales de mente, corazón y espíritu. Aunque el cuerpo tenga que seguir trabajando, la actitud y el espíritu son de calma. Por eso es posible tener paz en medio de la tormenta, calma en el ojo del huracán. Me recuerda a un concurso de dibujo en el que se pedía que se ilustrara el concepto de la paz. La mayoría de los pintores presentaron escenas bucólicas de quietud y calma en las que reinaba una tranquilidad absoluta. Esa es una forma de paz. Sin embargo, la paz más difícil de alcanzar es la que retrataba el cuadro que ganó el premio. El motivo del cuadro era una catarata espantosa, rugiente y atronadora, un río cubierto de espuma con toda su furia. No obstante, en una ramita que se extendía sobre el encrespado río, había un hermoso nidito en el cual, a pesar de la tormenta, un pajarillo gorjeaba serenamente. Es en esos momentos que es probada nuestra fe: en medio de la tormenta. La tranquilidad es señal de fe. Había varios millones de personas en el desierto que dependían de Moisés y se tiraban de los pelos preguntándose: «¿Qué vamos a comer, qué vamos a beber? ¿Adónde vamos, qué vamos a hacer?» ¿Y qué hizo Moisés? Se fue a la cima de la montaña y se pasó allí 40 días seguidos con el Señor. ¿Que habría pasado si se hubiera impacientado todo ese tiempo? «¿Y si pasa algo? Tengo que regresar. ¿Qué va a pasar si Aarón hace un becerro de oro?» ¡Como sucedió! Y cuando Moisés se alteró y rompió las tablas, tuvo que pasar 40 días más en la montaña para tranquilizarse y guardar silencio otra vez. ¿De qué le sirvió alterarse? Tuvo que guardar silencio otra vez para oír al Señor. Más le habría valido afrontar la situación con tranquilidad y calma cuando bajó; se habría evitado tener que pasar otros 40 días en la montaña. (Éxodo 24:12–18, y capítulos 32 y 34.) Jesús, al empezar su ministerio, se pasó 40 días y 40 noches a solas en la montaña, y parece que una buena parte de ese tiempo lo acompañó el Diablo. Primero tuvo que derrotar al Diablo (Mateo 4:1–11). Si primero no se retiran a solas con el Señor y derrotan al Diablo, no llegarán muy lejos. A Noé le tomó 120 años construir el arca. Me pregunto cuántos de esos años los pasó orando. Tuvo que haber dedicado algún tiempo a orar, porque si no, no habría podido recibir todas las instrucciones para construir aquella embarcación. No olvidemos que hasta entonces nunca habían visto un barco. Seguramente Dios le dio las especificaciones exactas para cada centímetro de aquella nave. Se tomó con calma la construcción del arca. Pudo haber entrado en pánico pensando que la lluvia iba a llegar de un momento a otro y haberla construido de cualquier ―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 15
manera. Sin embargo, se pasó 120 años construyendo su nave con toda la calma del mundo. Si muchos de nosotros nos hubiéramos pasado 120 días preparando algo, ya nos habría parecido mucho tiempo. Eso desde luego demostró que Noé tenía fe. (Génesis 6:11–22 y capítulo 7; Hebreos 11:7.) Por eso dicen que los campesinos se convierten en los mejores misioneros, porque no esperan que todo suceda en un día. Viven junto a la creación divina y dependen mucho del Señor. Tienen mucha paciencia durante el largo proceso de crecimiento de las plantas, o mientras los animales producen. El campesino no tiene más remedio que confiar en que el Señor hará que todo vaya creciendo, sin preocuparse. La mayor parte del trabajo la hace Dios. Él manda la lluvia, Él hace crecer lo sembrado y Él es Quien hace que los animales produzcan. El campesino es la imagen de una personalidad tranquila. La gente de la ciudad se burla de los campesinos. Pero si los campesinos no se lo tomaran con calma, se volverían locos, como la gente de la ciudad. El lema de los campesinos es: «Tómatelo con calma». El agricultor es un ejemplo magnífico de fe y paciencia. Deberíamos aprender de ellos. ¿Por qué hay tan pocas personas que quieran vivir en el campo? Porque hay que depender mucho de Dios. No hay mucho que se pueda hacer. Hay que dejarlo todo en manos de Dios. Gran cantidad de gente está abandonando el campo. Dios lo controla demasiado. Hay demasiado silencio. Dicen que está muy muerto, que no hay acción. Pero si se tomaran la molestia de contemplar los árboles, observar los animales, escuchar el trueno, verían y escucharían muchas cosas. Hay algunos que siempre tienen que estar en movimiento, tienen que estar haciendo algo. Y yo creo que en parte es porque no quieren pensar. Por eso tienen tantos pasatiempos. ¿Saben lo que significa esa palabra? «Para no pensar». A la gente le da pavor estar en silencio y quietud, porque sabe que podría oír la voz de Dios. Así que el Diablo le llena constantemente la cabeza, ojos y oídos de ruidos, escenas y sonidos violentos. Por eso son semejante maldición las ciudades. Son ambientes totalmente artificiales en los que apenas se encuentra un árbol o una brizna de hierba. Muchas personas viven y trabajan donde no se ven las estrellas, ni el sol, ni la luna ni el cielo. El ruido es constante: Chirridos, gritos, trenes subterráneos, el espantoso ruido de tránsito. Hay mucha más sordera en los niños de la ciudad que en los que viven en el campo, porque viven en un ambiente ensordecedor de ruido constante, mientras que los niños del campo tienen un oído muy fino. Si se vive en un ambiente de confusión física y espiritual uno se encallece a la voz de Dios, porque uno tiene que volverse sordo para protegerse de los ruidos que lo rodean. En cambio, si se vive en un ambiente de silencio, paz, calma y quietud, el oído se vuelve muy sensible a los pocos ruidos que lo rodean. Se torna agudo y fino y se hace más fácil escuchar al Señor cuando nos habla al corazón. Piensen en la cantidad de años que pasó Abraham —el padre de la fe (Romanos 4:11,16)— en el campo cuidando rebaños. Con razón oyó al Señor: porque tuvo tiempo para escuchar. Que Dios nos perdone, nos atareamos demasiado. Si tenemos tanto que hacer que no tenemos tiempo para orar, estamos demasiado ocupados. Si estamos tan ―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 16
ocupados que no podemos pasar un rato a solas con Dios, orando, estamos demasiado ocupados. Sería como si el sirviente le dijera al Rey: «Lo siento, pero hoy no tengo tiempo de escuchar tus órdenes porque estoy muy ocupado sirviéndote». La tarea más importante que tenemos es escuchar al Rey: parar, mirar y escuchar. Por sobre todas las cosas tenemos que aprender a escuchar al Señor. No le corresponde al rey andar corriendo tras sus súbditos a los alaridos para conseguir que sigan sus instrucciones. Más bien son ellos los que deben presentarse ante él en quietud y con respeto, presentarle sus peticiones y luego esperar tranquilamente su respuesta. Tenemos que respetar y reverenciar al Señor y darle el trato que se merece como Rey que es. A veces los cristianos se toman muchas confianzas con el Señor y Su Espíritu y a menudo con la mucha familiaridad se pierde el respeto. El Señor es tan tierno y lo tienen tan cerca que no lo respetan como deben. Hay muchos cristianos que se ponen a jugar con los dones de Dios y se olvidan de Él. Se parecen a los niños que cuando sus padres llegan a casa con algún obsequio para ellos, le echan mano enseguida y se olvidan de saludarlos y agradecerles y en cambio se ponen a jugar con los juguetes. Me recuerda a la niña que dedicó el tiempo que solía pasar con su padre a hacerle unas pantuflas para su cumpleaños. Cada noche, en lugar de pasar tiempo con su padre, como de costumbre, se dedicaba a confeccionarle unas pantuflas. Y casi acaba por partirle el corazón. Es posible que Dios aprecie las pantuflas que le estás haciendo, pero Él prefiere tenerte a ti. Y además, probablemente te saldrán hechas un desastre si lo no le prestas atención a Él. Mi madre contaba el testimonio de que llegó a estar tan ocupada trabajando para el Señor que no estaba escuchándolo como debía. Así que Él tuvo que permitir que se enfermara gravemente para que tuviera que dedicarle a Él toda la atención. Cuando estaba tumbada en la cama enferma, ésa era la única dirección en que podía mirar: hacia arriba. Dios no acepta que lo pongamos en segundo lugar, ni aun cuando el primero sea el servicio a Él. Dice: «No tendré dioses ajenos delante de Mí; no te inclinarás a ellos ni les honrarás; porque Yo soy el Señor tu Dios, Dios celoso soy» (Éxodo 20:3,5). Seguramente sea ese el error más grave de los cristianos sinceros: convertir el servicio a Dios en un dios. Tanta acción, tanta bulla, tanto golpear el aire dando culto... y tan poca prioridad a Dios. Solíamos cantar una cancioncita: Ten fe en que Dios hará Su voluntad. Descuida, pues Él lo hará. Su Espíritu te guardará y llenará. Descuida, pues Dios lo hará. Es mucho más fácil dejar que Dios lo haga. Y uno demuestra que está dejando que Dios lo haga si guarda silencio delante del Señor. Demuestra que tiene fe deteniendo toda actividad y esperando que Dios obre. «Estad quietos y conoced que Yo soy Dios» (Salmo 46:10). «En quietud y confianza será tu fortaleza.» (Isaías 30:15). «Que el mundo entero guarde silencio ante Mí» (Habacuc 2:20). ―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 17
«Procura tener tranquilidad» (1 Tesalonicenses 4:11). Hasta hubo silencio en el Cielo en una ocasión (Apocalipsis 8:1). Cuando Moisés era un joven muy inteligente de 40 años y estaba convencido de que sabía hacer las cosas, se metió en un lío tremendo y tuvo que huir para salvar la vida, y le llevó a Dios 40 años enderezarlo y hacerle ver que tenía que depender de Él. (Éxodo capítulos 2 y 3). La prisa es señal de que tenemos miedo de que vamos a llegar tarde, lo cual significa que tenemos temor, lo cual significa que no tenemos suficiente fe. Si se retrasan, tómenselo con calma. Confíen en el Señor. Una de las razones por las que nos apresuramos cuando llegamos tarde es porque seguramente para empezar la culpa es nuestra y no queremos tener que pagar las consecuencias. Otro motivo por el que nos apresuramos es que no estamos confiando en el Señor. Tenemos miedo de que si no llegamos a tiempo nos vamos a perder algo. No confiamos en que Dios es capaz de detener el mundo o parar el sol, como Josué consiguió que hiciera (Josué 10:12-14). Una vez en que iba corriendo para tomar un tren el Señor me advirtió que si continuaba con esa tensión física y nerviosa acabaría matándome. Así que le encomendé el asunto al Señor y le pedí que retrasara la partida del tren, me tranquilicé y me lo tomé con calma. Llegué a la estación. Después de abordar, me pasé 40 minutos sentado preguntándome por qué el tren, normalmente puntual, no partía. Al final se lo pregunté al Señor y me dijo: «Me pediste que detuviera el tren pero todavía no me has dicho que querías salir». «Vísteme despacio que tengo prisa», reza el dicho. Relájense, tranquilícense, no corran tanto. No se precipiten. Si es preciso, el Señor hará que todo vaya más despacio para ustedes. Fíjense en la multitud de ejemplos de paciencia en la Biblia: Job, Moisés y David, por nombrar unos pocos. David se pasó 24 años trabajando para el viejo cascarrabias del rey Saúl, y el Señor le enseñó mucho observando el mal ejemplo de Saúl. Saúl se ponía nervioso y apresurado, trataba de hacer las cosas por sus propias fuerzas... y se daba cuenta de que no era lo suficientemente fuerte. David se dio cuenta de que hay que dejar que Dios lo haga todo, y esperar a que Él actúe. Algunas personas me recuerdan a Saúl. Le preguntan algo al Señor, y si no lo oyen enseguida, siguen adelante como si nada haciendo lo que pueden. Miren lo que pasó la ocasión en que, Saúl se lanzó a la batalla sin esperar que el Señor le diera Su bendición por medio del profeta Samuel. En lugar de esperar al Señor o a Su profeta, realizó la ceremonia de consagración por su cuenta y como resultado, perdió la batalla y junto con ella, todo el reino (1 Samuel 13:7–14). Tómenselo con calma. Paren... miren... escuchen... Esperen al Señor, sobre todo si todavía no saben qué hacer y no han escuchado al Señor. ¿De dónde salió Juan el Bautista? ¿De la gran ciudad de Jerusalén? ¿Fue allí donde realizó sus estudios, donde recibió su ungimiento y gran poder? Nada de eso. Salió del desierto, del campo, de lugares inhóspitos, donde pudo pasar tiempo apartado de la muchedumbre y escuchar al Señor. Y cuando regresó, tenía un mensaje que transmitir. (Lucas 3:1–21,24–28). Jesús pasó 30 años de su vida preparándose y apenas poco más de 3 ejerciendo su ministerio público. ¡Cuánta prisa tenemos! ―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 18
Juan escribió el Evangelio de San Juan. Para hacerlo, debió de pasar algún tiempo con el Señor. Pero su obra maestra, el Apocalipsis, la escribió el Señor estando Juan exiliado en una isla. Su tarea más importante fue dejar que Dios lo dirigiera todo, le mostrara todo y lo hiciera todito. Vayamos más despacio. Paren... Miren... Escuchen... El mundo vive en una prisa constante. Ése es el sistema del propio Diablo: acelerar el mundo, hacer lo que sea para que todo se mueva más rápido. Dios creó el mundo hace seis mil y casi ni ha variado su velocidad desde entonces. A Dios nunca le entró prisa... La tierra todavía gira a la misma velocidad cada día. Dios no ha acelerado las estaciones ni los años en lo más mínimo. Mientras que el hombre está acelerándolo todo, y está abocado a la destrucción. Tranquilicémonos. Con suavidad, sin prisas. Pero ante todo, paren, miren, escuchen y esperen. Eso es lo que dice en las señales de tráfico que se ven en lugares peligrosos, cruces, pasos a nivel; en los lugares críticos, cuando se produce una alteración en lo habitual, en nuestra senda o camino. Si no, seguiríamos como si nada y nos podría arrollar un tren expreso. Me dirán: «No tengo tiempo para parar, mirar y escuchar». Pero si no lo hacen, es posible que no lleguen a su destino. Más vale tarde que nunca. ¿Qué es más fácil?: ¿Tratar de cruzar antes de que pase el tren, abrirse paso por en medio del tren, saltar por encima de él, o simplemente parar, observarlo mientras pasa, esperar un par de minutos hasta que se haya alejado, y proseguir tranquilamente el viaje? No da ningún resultado tratar de forzar las cosas y empeñarse en hacerlas a nuestra manera. Así que de nada sirve correr de un lado para otro, impacientarse y ponerse nervioso por tratar de llegar a algún sitio para hacer algo cuando lo que hay que hacer es esperar las instrucciones del Señor para averiguar sin sombra de duda dónde quiere que estemos y qué quiere que hagamos. El Señor quiere enseñarnos a tomar decisiones. El primer paso es preguntarle a Él en vez de tratar de tratar de razonar las cosas mentalmente o debatirlas con los demás. A Dios le gusta que le honren un poco. Orar no es solamente arrodillarse uno y decir todo lo que quiere, sino más que nada, dejar que Dios diga todo lo que quiere, esperando en silencio y confianza a que Él responda. No sólo hay que ponerse en oración, sino que además hay que ponerse en el Espíritu. Hay que hacer a un lado todos nuestros pensamientos para entrar en el Espíritu del Señor por medio de la comunión con Él. Y si lo hacen, el Señor les dirá a cada uno de ustedes lo que deben hacer. Tenemos que ser conscientes de que nosotros no lo podemos hacer y desear a toda costa la respuesta y solución de Dios, detener todo lo demás y escuchar. Guardar silencio ante el Señor demuestra que se tiene fe en que la situación está en manos de Dios, en que Él va a resolver las cosas. Dediquen tiempo a escuchar a Dios y Él dedicará tiempo a solucionar el problema. Toda nuestra actividad febril no sirve para nada, nuestro servicio no vale nada si no le prestamos atención al Rey y le dedicamos tiempo, le damos nuestro amor y comulgamos con Él. Recuerden que la prisa es falta de fe, y es obra del Diablo. Si estamos con prisas, apresurados, preocupadísimos e impacientes, nos resulta imposible concentrarnos por completo —fijando nuestra atención, nuestra vista, nuestro oído, nuestro corazón y nuestros pensamientos— en el Señor para encontrar la solución al ―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 19
problema, recibir la respuesta a la pregunta o tomar la mejor decisión en cualquier situación dada. En cambio, si paramos, miramos, escuchamos y esperamos en comunión con el Señor hasta obtener respuestas de Él, habremos aprendido a tomar decisiones. Habremos aprendido a orar y a seguir cabalmente a Dios. A los que dejan elegir al Señor, Él los premia dándoles lo mejor de lo mejor.
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 20
PRUEBA DE LA CLASE 4A, «MENSAJES DEL CIELO: CÓMO RECIBIR PROFECÍAS», DE LAS 12 PIEDRAS FUNDAMENTALES NOMBRE: 1.
FECHA:
Llena los espacios correspondientes a este versículo, si es posible, de memoria: (Hechos 2:17-18) ―En los ____________________ ________________ —dice Dios—, derramaré de Mi __________________ sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas ___________________; vuestros jóvenes verán ________________ y vuestros ancianos soñarán ____________; y de cierto sobre Mis __________________ y sobre Mis_________________, en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y __________________________.
2.
¿De dónde vienen las profecías? _______________ (Pista: 2 Pedro 1:21)
3.
En los días de Moisés, él no era el único profeta. ¿Quién más profetizaba? __________________ (Números 11:25)
4.
En los días de Elías, aunque él era el principal profeta, había por lo menos cuántos profetas más? ____________________________ (1 Reyes 18:4)
5.
Transcribe 2 consejos sobre cómo escuchar al Señor: (Pistas: Considera la respuesta de Samuel en 1 Samuel 3:10 y el consejo impartido en el Salmo 46:10)
6.
En los días de la iglesia primitiva, ¿había alguna mujer que tuviera el don de profecía? (Hechos 21:9)
7.
¿Qué hicieron los discípulos a raíz de la profecía que pronunció Ágabo? (Hechos 11:27-30)
¿HUBO ALGO DE LA CLASE QUE NO ENTENDISTE BIEN O QUE TE SUSCITÓ INTERROGANTES? DE SER ASÍ, EXPLÍCALO A TU GUÍA.
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 21